la gioconda

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AUTOEDICIÓN La Gioconda... ...Objetivamente hablando Sergio Eduardo Meza C. 26/02/2012

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...Objetivamente hablando

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AUTOEDICIÓN

La Gioconda...

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Sergio Eduardo Meza C.

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© Sergio Eduardo Meza Concha. Se ha realizado la inscripción correspondiente en el Registro de la Propiedad Intelectual

Primera Edición : Rengo, Chile; Febrero 26 de 2012; ejemplar digital en extensión PDF.

Diseño Gráfico : El Autor

Reservados todos los derechos, sin perjuicio de lo cual se permite la impresión de un solo

ejemplar de uso personal. Toda cita, parcial o total, deberá referirse a su autor.

El autor en la web:

http://smcarq.blogspot.com

Errores, faltas o sugerencias para futuras ediciones, hacerlos llegar a [email protected]

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Volumen breve realizado a partir del post titulado “La Gioconda, según mi modo de ver las cosas”,

publicado en el Blog Actas de Meditación en el año 2010

http://smcarq.blogspot.com/2010/02/la-gioconda-segun-mi-modo-de-ver-las_22.html

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1 INTRODUCCIÓN

En relación a los análisis gráficos que se presentan, al

respecto de la obra denominada “La Gioconda”, he cuidado de

entregarme a especulaciones desenfrenadas o a la excesiva

información técnica existente, pues hay tanta literatura, tanta

mitología, tantas teorías, tantas ilusiones, tanta palabra, tanta

palabrería, tanto prejuicio y tanto concepto expresado, en

relación a lo que podrían ser las potenciales claves para acceder

a la plenitud contemplativa de esta pintura, que mejor era

tomarse con calma y simpleza todo esto, para ir directo al punto,

sin demasiado aspecto periférico que aportara más al misterio y

menos a los hallazgos propiamente tales.

En este estudio prefiero pecar de simple que de complejo.

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Ante todo quiero dejar muy en claro que este trabajo

apunta a desarrollar una manera de ver las cosas

completamente simple, sencilla; casi obvia, de manera tal que se

pueda contar con un estudio no culterano; desapegado de

cualquier antecedente que no provenga directamente de mirar

con toda naturalidad, relajo y desenvolvimiento a la obra de

interés 1 , así como la podría estar mirando cualquier persona

occidental común y corriente (soy un occidental, miro y reviso las

cosas como tal, así que no puedo hablar como otro que no soy).

Pensemos entonces en el cuadro de una mujer que en sí, en sus

partes y relaciones más gruesas y visibles, presenta cosas que

cualquiera, a simple vista, puede obtener y representarse; curvas,

líneas rectas, , cuerdas, circunferencias, partes no recónditas,

ausencia de simbolismos hechos carne en manifiestas actitudes,

luminosidades o formas francas, haciendo abstracción casi

completa de cualquier dato histórico que no esté intrínseco para

quien contempla como códigos absurdos o cualquier otra cosa

“oculta”, velada, misteriosa, esotérica.

1 Pienso en el ejemplo de Jean-François Champollion al hablar así.

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Así que sin más; sin historia,

sin suposiciones, sin pre concep-

ciones, sin intensiones místicas ni

subyacentes, sin tener a la vista

nada que haya dicho Freud al

respecto de este artista

renacentista 2, ni nada previo de

peso, (sin pensar que Leonardo fue extraterrestre, ni que tenía

pacto con el demonio, ni que era parte de lo que posteriormente

se denominó “logia”; …sin pensar que era alquimista, ni que

dejaba códigos relacionados con la física nuclear en sus cuadros,

ni con el fin del mundo, ni con los resultados de la final del Gran

Tazón del año 2012, ni que, para más exagerar, era una suerte de

mutante fruto de sus experimentos limitantes con la radio

actividad…[¡uf!]), vayamos derecho a lo que evidentemente se

me apareció como lo más netamente técnico, objetivo y

evidente en relación a la composición, transfiguración o

“intencionales evasiones” alrededor de lo que podríamos llamar

un “registro meramente objetual” de lo que el autor pudo haber

tenido delante de los ojos cuando le encomendaron pintar el

retrato de una mujer del renacimiento italiano.

2 Hace varios años leí un libro de este siquiatra al respecto de Leonardo. La imagen que ven la

encontré en internet, y es una aproximación a una figura que Freud atribuye al inconsciente de Leonardo y que se aborda en el libro; con el debido respeto, cuando leí ese libro no fui capaz de encontrar lo que describía, y eso que me dediqué a buscarlo por días; tal tipo de virtualidades en el presente trabajo no valen ni sirven para nada. El nombre del libro es “Un Recuerdo Infantil de Leonardo Da Vinci”.

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2 ROSTRO

Su rostro, que para efectos de mejor apreciar las cosas,

presentaremos en la segunda imagen parcial en su reflejo inverso,

contiene a lo menos cuatro aspectos evidentemente

“desfigurativos” propios de un registro objetivo de lo visto, según

nuestra manera actual de ver.

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Revisémoslos...

- Primero:

Se esfuman sendas manchas de sombras desde los ojos,

hacia arriba, y en sentido levemente oblicuo (que es lo que

puede verse acentuado por las manchas grises agregadas a la

Imagen Parcial Intervenida agregada antes de este párrafo).

- Segundo:

(Aquí en imágenes "no reflejadas"). Ninguno de los dos

ojos, por separado, mira fijamente a quien tiene adelante (primer

ojo; el del lado izquierdo de quien mira, apunta hacia arriba y a la

derecha; segundo ojo; el del lado derecho de quien mira, apunta

levemente hacia abajo y también a la derecha), pero la suma de

ambas miradas bizcas entregan una percepción

desconcertantemente centrada en quien efectivamente mira el

cuadro.

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- Tercero:

Desde el espacio que está entre la nariz y el centro del

labio superior, se genera una gran curva luminosa que termina en

el extremo exterior de ambos párpados inferiores (aludo al

manchón en forma de “U”).

Cuarto:

Entre el espacio del labio inferior y la pera, se genera una

curva virtual por debajo de las mejillas correspondientes, que en

esta figura se grafica con una línea amarilla fina.

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3. ALGUNAS INTERPRETACIONES EN RELACIÓN A LOS CUATRO

CASOS DETECTADOS Y OTRAS PARTES DEL ROSTRO:

La sonrisa esbozada por los labios, por sí misma no

contiene nada especial sino su levedad y asimetría, pues el lado

derecho de quien mira la boca de la Gioconda en esta imagen

"no reflejada", sonríe más que el lado izquierdo. Tal aspecto

genera una especie de levísima indefinición comprensiva.

Por otra parte los ojos, bizcos, que por separado no miran

de frente pero que unidos sí permiten entender que es el

espectador el destino de La Mirada, generan otra levísima

indefinición comprensiva.

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Continuando con las relaciones, el gesto completo de los

ojos, esfumados hacia arriba con sombras tenues, acentúan en

un lugar no certero la sensación de que el rostro sonríe, lo que se

hace más evidente en un lado de la cara que en el otro, por

cuanto el rostro se encuentra algo girado en relación a un franco

“frontis” que podría haberse registrado.

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En síntesis...

El brillo continuo en arco, que se encuentra

inmediatamente debajo de los ojos y que parte debajo de la

nariz, apoya la extraña sensación de que el rostro sonríe más de lo

que la boca muestra; las curvas ascendentes de sombras de ojos

y de brillo bajo las mejillas se suman en la percepción difusa de

una tensión facial algo ficticia, pues para que una persona “real”

tenga tal tensión (o sea usted mismo(a) que lee, por ejemplo),

sería necesario que por medios artificiales se le estuviera tensando

intensamente su piel desde las sienes por una parte, y desde la

piel por delante de las orejas por la otra. Las tensiones faciales de

esta mujer no son reales, o al menos naturales, o verosímiles por sí

mismas.

Volvamos al rictus de los labios, que señalan más sonrisa

en el lado derecho de quien mira, cuando el otro lado muestra

tanto o más tensión facial capaz de generar una curva

ascendente de sombra o brillo, según se vean ojos o mejillas. Al

existir una curva virtual inversa de los labios en relación al

esfumado de la pera (la boca se curva explícitamente hacia

arriba y la pera genera una curva implícitamente hacia abajo),

surgen una nueva tensión de opuestos leves que aporta más

sensación de “falta de certeza en quien mira”.

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4. DIVERSAS GENERATRICES INTERACTUANDO ENTRE EL CUERPO Y EL

ENTORNO

Sin dudas que es el rostro el centro de atención de esta obra.

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Tal afirmación la fundamento en que la línea del horizonte

está a la altura de las mejillas, en el centro del rostro completo. A

lo anterior se agrega que la mitad de la tela, en sentido vertical,

se acerca sin tocar al ojo que en la Imagen Completa Intervenida

Nº1 (que se presenta aquí como es, no en su reflejo) corresponde

al del lado derecho del espectador.

El centro de la tela es difuso, pues el centro de la cara

pasa por la nariz, que a su vez se corresponde con los dedos de la

mano de adelante. 3 Por otra parte existen múltiples generatrices

curvas en el cuerpo de la Gioconda (que pueden ver mejor si

hacen clic sobre la figura aludida, para verla completa en su

pantalla); un círculo mayor abraza casi todo el torso de la mujer,

la sumatoria de tensiones faciales establecen una predominancia

que en el rosto se resume en una curva ascendente fruto de

esfumados de ojos, brillos de mejillas, proyecciones de la sonrisa

en detalles externos a ella, a lo que se suma, además que el velo

sobre la frente establece una curva casi circular, y las manos y sus

brazos se curvan en su reposo (insisto; descarguen la imagen a su

computador y revisen estas intervenciones gráficas que hice

sobre la imagen. Puse líneas finas para no interferir con el registro

de la pintura propiamente tal).

3 Lo anterior considerando la imagen elegida como base para este estudio, que no necesariamente

ES la imagen completa absoluta, por cuanto los registros fotográficos encontrados son dispares. Nada poderoso se perderá con un borde levemente menor o mayor, siendo el cuerpo completo, y la relación vertical del fondo lo esencial. Es el cuerpo, y del cuerpo es el rostro lo que determina la centralidad del eje vertical de este cuadro, no la medida exacta del ancho general. Distinto habría sido el centrar este estudio en la Divina Proporción, o algo parecido. Nadie nace “sabiendo” la divina proporción; ella viene intrínseca en nosotros todos (eso sí), así que su aplicación directa y técnica sobre una obra NO IMPLICA ni belleza ni nada por el estilo. El misterio de la belleza es mucho más profundo que un número conocido (afortunadamente para nosotros) manipulable a voluntad y/o antojo.

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Hay factores externos al cuerpo de la mujer que separan

sus partes; el borde del balcón por abajo (línea horizontal “B”)

establece una especie de “recto y explícito horizonte ordenador

cercano”, que se suma a la línea más difusa y virtual del horizonte

natural (línea “H”); estas dos “horizontalidades” parten al cuerpo

en tres partes; 1) el ámbito de los ojos , la frente y el cielo; 2) el

ámbito de la boca, el busto y las tierras distantes, asimétricas y

hemisféricamente desvinculadas (pues no se condice lo distante

de la derecha con lo distante de la izquierda); y 3) el ámbito de

las manos y la intimidad próxima del sitial y habitación-balcón-

ventana donde se encuentra la mujer. Tal tripartición genera una

multiplicidad de factores corporales que tienden a separar la

percepción de estos “ámbitos”, para hacerlos competir

subyacentemente en importancia. La tripartición aludida no se

superpone con la predominancia del rostro como centro de

horizonte y mitad hemisférica del cuerpo y de la tela.

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5. CENTRALIDAD PRINCIPAL

La Gioconda como pintura es, composicionalmente

compleja; no rige solo el centro de la mirada, que además se

carga hacia uno solo de ambos ojos (como ven en esta imagen-

reflejo). La Imagen Completa Reflejada e Intervenida Nº2

acentúa lo anteriormente dicho; hay un ojo potente, hay otro

secundario; tal jerarquía se da por la consistente determinación

del ya aludido centro de la tela fruto de la intersección de la línea

del horizonte en relación a la mitad vertical del cuadro.

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6. CENTRALIDADES SUBYACENTES

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Continuando con las constataciones encontradas

tenemos en la Imagen Completa Intervenida Nº3 la

determinación de tres centros de atención, que son los centros

aproximados de cada una de las tres franjas horizontales ya

descritas:

El ámbito de los ojos, la frente y el cielo se centra en la

mirada.

El ámbito de la boca, el busto y las tierras distantes se

centra en el escote (de hecho el escote es el centro geométrico

de toda la tela).

El ámbito de las manos y la intimidad próxima del sitial y

habitación/balcón se centra en las manos.

La verdad es que podría seguir encontrando relaciones

como las descritas, pero creo que las señaladas son las

principales y determinantes. Me ha pasado muchas veces que en

un proceso analítico de hallazgos de relaciones, hay un punto

donde todo se detona, y todo comienza a ser parte de todo,

hasta…

…perderse la orientación de un rasgo matriz, y ya llevamos

varios.

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7. CONCLUSIONES

Leonardo pintó La Gioconda multiplicando ordenamientos

y jerarquías de sus partes, a extremos de desfigurar levemente

algunos sectores del rostro, y del paisaje.

¿Para qué Leonardo estableció tantos órdenes y jerarquías

en su obra, por medio de aspectos tan leves como la sonrisa

asimétrica dentro de un rostro asimétrico, reforzada por una

mirada bizca asimétrica, todo esto dentro de un paisaje, también

asimétrico, pero que vibraba dentro de sí como un desasosegado

ritmo de cadencias al mirar del espectador, que lo deja sin

descanso, sin certeza y sin sentir que ha terminado de mirar la

obra para terminar de aprehenderla, contrastado con los tres

ordenamientos de franjas sucedidas una sobre la otra en sentido

vertical tan netos y rectilíneos poseedores de sus propios centros

de atención?...

La verdad es que creo que ni siquiera él lo sabía

explícitamente, y además creo que no le interesaba saberlo, pues

si lo hubiera sabido a ciencia cierta, no habría sido necesaria una

pintura para expresar tantas cosas abstractas. Y tan abstractas

eran en realidad, que ha sido posible hablar de ellas como si

estuviéramos disecando un cuerpo en una camilla de un

laboratorio.

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8. FINAL, QUE DESECHA TANTOS ASPECTOS PERSONALES DE

LEONARDO, PRESENTADOS SIEMPRE COMO PROTAGONISTAS DEL

CUADRO

Pensemos algo; Leonardo estuvo años pintando su

cuadro. Luego, lo que en un comienzo fue registro de un retrato

de una mujer, terminó siendo el registro de una pintura capaz de

albergar, dentro de su elemental partido inicial (a saber el torso

de una mujer de medio lado, con un paisaje de fondo en un

balcón o ventana de respaldo), la sumatoria de órdenes diversos

y superpuestos, capaces de generar sutiles perplejidades múltiples

y difíciles de aunar como tales.

Siempre se habla del misterio de La Gioconda, como si

fuera una sola cosa establecida dentro de una obra que no

revela sus secretos.

Creo que, técnicamente, los supuestos secretos de Mona

Lisa están a la vista.

La Mona Lisa no tiene secretos; lo que sí tiene son muchas

partes tratadas de muy distinta y delicada forma que sumadas

establecen una percepción dinámica en relación a cómo una

persona ve la obra.

Lo que este cuadro tiene es una síntesis vibrante de partes

sorprendentemente sutiles en su composición y en su esporádica

desfiguración o acentuación de rictus, muecas o gestos

difícilmente posibles de presentar por un rostro real.

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De alguna manera, si así podemos resumirlo, el autor,

acaso, sobrepuso varios gestos leves del rostro de la mujer, o

retuvo uno, y superpuso otros, así como para establecer una

suerte de animación de la imagen, o más bien una ilusión de

animación suspendida de la imagen…

…Quiso “animarla”; quiso “darle ánima”; “ánimo”, “alma”,

“espíritu”; Vida en suma; vida humana, claro está.

Cuando le vemos a una persona sus gestos vivos, estos

mutan en cada fracción de segundo ante nuestros ojos ya

subjetivos, para retener lo que ven. La Gioconda tiene esto.

Entre tantas cosas que se dicen del estar en frente de esta

obra, he oído que la dinámica de su rostro casi hipnotiza. Podría

deberse a lo que hemos observado en este trabajo.4

4 A parte de todo eso de la predisposición cultural que todo “visitante peregrino” porta al llegar al

Louvre.

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La verdad es que creo que esta obra de Leonardo Da

Vinci, maestro artista, poeta, pintor, urbanista, músico, inventor,

arquitecto, ingeniero , escultor, dibujante, anatomista, escritor,

pensador y gastrónomo, entre otras especialidades, fue su mayor

síntesis de conocimientos, ante la cual se rindió para establecer

en ella, y desde ella, la más desatada y vertiginosa sumatoria de

pequeñas transgresiones, tratadas una a una por separado con

tal nivel de sutileza y elegancia (llamémoslas “esplendor del

sfumato”), que fueron capaces de constituirse en una sola

pintura, de dimensiones portátiles y modestas, volcada al que la

contempla en un vértigo de recorridos y vibrantes efectos

capaces de detonar la perplejidad, la duda, el arrobamiento, y

otras múltiples sensaciones que nunca se terminan de encontrar

en su concreción.

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La Gioconda te mira, pero

por medio de unos ojos que no te

miran; ella te muestra un orden

externo del cuadro y del paisaje

que se hace carne con su orden

corporal por medio de curvas y

rectas que entran en el cuerpo y

lo hacen ondular con la mirada,

agregando protagonismo de

partes de su anatomía como centros de órdenes, que no

necesariamente dicen de su personalidad ni de lo que siente.

Entonces todo va y vuelve, se allega al horizonte y se

queda en los ojos, que se nutren de los gestos que ensombrecen

e iluminan una tensión que apoya una sonrisa que no se basta a sí

misma y que hace que su gesto tenga mayor potencia y

paradójica indefinición, en relación a las manos tan quietas y

relajadas.

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La movilidad del pensamiento, cuando tenemos ante

nosotros un cuadro así un cuadro así es inmensa. Y debo

reconocerles algo; mientras más hablo de esto más perplejo

quedo. Y no es novedad para mí este tipo de cosas. Es como si

fuera muy común que una buena obra de arte no terminara

nunca de decir lo que quiere decir, al punto de que inclusive uno

se contradice entre distintas acometidas frente a una misma

creación, propia o ajena.

Como me pasa con la obra de Mondrian, ante la cual ora

me digo que su abstracción es tan potente que da lugar a la

infinitud de modernas concreciones dentro de las más diversas

disciplinas tales como el urbanismo, el diseño gráfico, la

arquitectura, la tabulación de listados en una planilla electrónica,

los códigos de barras, y tantas otras cosas tan obedientes que, al

revés podemos, inclusive decir que lo que Mondrian hizo fue pre-

figurar a un mundo por venir, y que no era tan abstracta su

propuesta…

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Entonces no es primera vez que me pasa esto con una

profunda obra de arte, y llegamos a la conclusión de que un

artista debe, o quiere más bien, dejar sus propuestas en la

vibrante manera de decir lo que eternamente se puede estar

renovando en la mirada subjetiva del hombre que va y viene por

los tamices que su época le impone y/o sugiere.

La Gioconda no es misteriosa; La Gioconda es una gran

obra de arte ordenada según el RITMO de las épocas y

sobrellevada como se sobrevienen los tiempos albergados en

cada matriz de contemplación de mundo.

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El Misterio de La Gioconda está en nosotros, no solamente

en el alma de Leonardo, y ella, inocentemente, se deja ver desde

sus netas y perspicaces complejidades geométricas, anatómicas,

surrealistas, plásticas y pictóricas. Ella no es un enigma; ella es un

acierto pleno y permanente, que no muere como no mueren las

edades y las distintas maneras de enfrentarse a las realidades

vibrantes que las artes verdaderas nos ponen enfrente de nuestros

sentidos e intelecto.

Vaya mi admiración renovada por Leonardo, un

paradójico investigador, científico, bañado por la más plena de

las intuiciones.

Pintó un cuadro que le llevó años en terminar (si es que lo

terminó) resumiendo en él todas las astucias, técnicas,

transgresiones y subjetividades necesarias para hacer de él su paz

vuelta pincelada sin premuras ni cortapisas. No puedo dejar de

pensar en el Partenón y sus correcciones ópticas, ni en Mondrian,

ni en El Jardín de las Delicias de El Bosco, ni en Picasso y su

cubismo, ni en el mismísimo Goya, quien a escondidas pintó sus

esperpénticas imágenes según su alma veía, a contra canto de

las academias que esperaban de ellas los solemnes registros de

sus Reyes y prohombres.

Todos transgresores; todos convencidos de que la realidad

recogida no bastaba, y que había algo más que hacer con el

mundo.

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Ahora bien, si Leonardo uso las proporciones de su propia

cara para todo esto, porque gustaba de verse como mujer, o si

no, o si era la esposa del denominado Francesco del Giocondo la

pintada fielmente (lo dudo), si ella estaba embarazada o no, si le

gustaba a Leonardo y “fantaseaba con ella”, si tenía ella un par

de enfermedades hoy por hoy detectables, si le gustaban los

hombres a Leonardo, o si le gustaban tanto los hombres como las

mujeres, yo creo que no es tema de fondo.

Hay mucho morbo en centrarse en estas cosas, que de

por sí NO HACEN UNA OBRA DE ARTE COMO LA QUE ESTAMOS

ANALIZANDO AQUÍ. Hay otras cosas, que creo haber comenzado

a distinguir.

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9. TODO ESTO NO TUVO NADA QUE VER CON GUSTOS O PASIONES

Así que en paz quedo,

reconociendo que nunca me gustó

tanto esta obra, como me gustaron

los dibujos de anatomía de Da Vinci;

más me gustó Alberto Durero como

dibujante y pintor, y otros, pero tales

sutilezas evidentes y objetivas,

materializadas como las de este

cuadro, no he visto o no he

distinguido en otros. Y feliz de

haberlas delimitado según lo que,

ya dije, es mi personal opinión y

punto de vista, al cual me debo.

Cada quien verá ordenamientos afines, o distintos en este

cuadro. Es cosa de ponerse a ver “como si nunca se hubiera

visto”. Pero por favor no dejemos de tener en cuenta siempre, y

esto es una sugerencia completamente personal, que esta obra

es artística por sobre todas las cosas, y dentro de aquella

clasificación se adscribe a lo que es lo pictórico, así que la

siquiatría, la anatomía, la historia, la botánica, la geomorfología,

la patología, la sexología, la sicología y tantos otros aspectos muy

respetables, en ningún caso marcan la impronta ordenadora más

importante que, estoy seguro, manda en este coloreado

rectángulo de pequeñas dimensiones que solemos llamar "La

Gioconda".

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10. APÉNDICE: LA GIOCONDA DEL MUSEO DEL PRADO

Ha sido revelado un hallazgo interesante este año, hace

un par de semanas atrás.

Se ha descubierto en el Museo del Prado que la versión

probablemente copiada del original de la obra que nos

preocupa, prácticamente contemporánea a la que ha sido

materia central de este trabajo, bajo el color negro de su fondo,

escondía “el resto” de la reproducción prácticamente íntegra a

partir de su referente directo.

Pregunta: ¿Y?

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Respuesta: Y nada. No tengo juicio con respecto a la

superioridad artística de una versión o de la otra. Perfectamente

podría haber ocurrido que Leonardo hubiera hecho la copia, y

perfectamente podría haber sucedido que la hubiera mejorado,

como pasó en el caso de Juan Sebastián Bach, que proponía

variaciones a piezas musicales de otros autores, con las que

simplemente colocaba a esas piezas bastantes peldaños más

arriba que sus referentes. Lo dudo; la Gioconda original es

demasiado Leonardezca; hay demasiadas maneras de periciar

esto.

¿Es tema artístico el saber o no de datos ubicados afuera

de la obra y no deducibles a partir de ellas a partir de procesos

de apreciación artística convencionales como son el mirar una

pintura como cualquier persona y no como Sherlock Holmes?

En la versión del Museo del Prado el rostro sonríe mucho

más evidentemente, sin que sea necesario contemplar la obra

para vivir la experiencia de la ubica superposición de gestos,

muecas, tensiones, esfumadas sombras y reiteradas señales

pictóricas.

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Comparando ambos rostros, el supuestamente original es

más plano; y su sonrisa es diferente; en el supuesto original los

sombreados profusamente descritos y analizados en esta obra

son más inconexos; y tal “desconexión” es la que arroja esa

mirada dispersa de quien la contempla.

Tomando el ancho completo de ambos cuadros, estos

tienen distintas proporciones, en la Gioconda del Prado el cuerpo

queda más francamente situado al medio, cosa que desvía de

las tres centralidades verticales antes descritas.

Prefiero a La Gioconda original; en ella están mucho más

manifiestamente plasmadas esas dinámicas huidizas, de las que

este estudio aludió, que son la base del “anima” rescatada,

aparte de las mil cosas que se dicen, o agregan.

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...Objetivamente hablando

2012

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Sergio Eduardo Meza Concha es arquitecto, urbanista y escritor.

Nació en Santiago de Chile el 12 de Enero de 1967. En 1983 inicia su

actividad literaria, la que se desarrolló de modo ininterrumpido hasta

1995, año de su primera publicación.

Durante su primera etapa (1983 a 1991) elaboró cuatro libros,

experimentales e inéditos. Con la aludida publicación de 1995, la del

libro de 644 aforismos denominado “Milésimas”, suspende el autor su

labor literaria por diez años.

A partir del año 2005, reinicia su labor literaria, la que a esta fecha se ha

incrementado con más de seiscientos cincuenta textos publicados en

internet..