la educación argentina y sus funciones en la historia

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La función educativa y su desafío actual Se reconoce con fundamento histórico que la educación ha sido un instrumento al servicio de determinados objetivos a lo largo de la historia. Tanto el sistema educativo Argentino como los sistemas educativos latinoamericanos nacieron asociados a una función básicamente política: homogeneizar culturalmente a la población y formar elites dirigentes (1880-1960). Sin embargo, este propósito se llevó a cabo muy precariamente y -salvo algunas pocas excepciones- la escuela solo se convirtió en un factor universal de socialización en la segunda mitad del siglo XX. Un segundo período de desarrollo educativo se ubica en la década de los ’60, cuando la educación deja de ser percibida como constructora de la Nación y se la percibe como formadora de recursos humanos para el desarrollo económico. La precariedad del desarrollo económico en América Latina limitó las posibilidades del proyecto desarrollista al mismo tiempo que también se debilitó la función tradicional de socialización política. La universalización de la escuela se produce al mismo tiempo que su “vaciamiento de contenidos socialmente significativos” (Gvirtz, 2005). Un tercer período del desarrollo educativo se ubica en la década del noventa, cuando se diseñan políticas educativas en el marco de los procesos de globalización que se expresan,

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Page 1: La Educación Argentina y sus Funciones en la Historia

La función educativa y su desafío actual

Se reconoce con fundamento histórico que la educación ha sido un

instrumento al servicio de determinados objetivos a lo largo de la historia. Tanto el

sistema educativo Argentino como los sistemas educativos latinoamericanos

nacieron asociados a una función básicamente política: homogeneizar

culturalmente a la población y formar elites dirigentes (1880-1960). Sin embargo,

este propósito se llevó a cabo muy precariamente y -salvo algunas pocas

excepciones- la escuela solo se convirtió en un factor universal de socialización en

la segunda mitad del siglo XX.

Un segundo período de desarrollo educativo se ubica en la década de los

’60, cuando la educación deja de ser percibida como constructora de la Nación y

se la percibe como formadora de recursos humanos para el desarrollo económico.

La precariedad del desarrollo económico en América Latina limitó las posibilidades

del proyecto desarrollista al mismo tiempo que también se debilitó la función

tradicional de socialización política. La universalización de la escuela se produce

al mismo tiempo que su “vaciamiento de contenidos socialmente significativos”

(Gvirtz, 2005).

Un tercer período del desarrollo educativo se ubica en la década del

noventa, cuando se diseñan políticas educativas en el marco de los procesos de

globalización que se expresan, fundamentalmente, por la crisis de dos factores

sobre los cuales se habían diseñado las políticas educativas: la nación y el trabajo.

Se identifica la crisis de la educación en el marco de un nuevo capitalismo: ruptura

de la aspiración a la cohesión social -escasa vocación hegemónica-, ruptura con el

pasado pero incertidumbre respecto al futuro, crisis del conocimiento como bien

público y tendencia a la privatización de su producción y distribución.

Estos fenómenos sumados a la exclusión, la desigualdad, la fragmentación

y la pura lógica del mercado generan ausencia de sentido generalizada y por ende

nos obligan a priorizar hoy la orientación hacia una imagen-objetivo definida como

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justicia educacional. Rawls (1972: 29) plantea que “La justicia es la primera virtud

de las instituciones sociales, como la verdad lo es de los sistemas de pensamiento

(…) La justicia es la virtud de la práctica allí donde existen intereses competitivos y

cuando las personas se sienten facultadas para hacer valer sus derechos unas

frente a otras (…)”. Como consecuencia, todos los valores sociales han de ser

repartidos de manera igual, a menos que la desigualdad sea ventajosa para los

menos favorecidos. Esto es el principio de diferencia: más a los que menos tienen.

Hoy el problema ya no se reduce exclusivamente a la dificultad para

transformar la educación desde el punto de vista de sus modelos de gestión, sino

a las dificultades que tienen los diferentes modelos de gestión educativa para

romper el determinismo social de los resultados de la acción escolar. Es necesario

superar el enfoque tradicional donde el esfuerzo se ponía en analizar la

contribución de la educación a la equidad social, para postular la necesidad de un

nivel básico de equidad y cohesión social como condición necesaria para que sea

posible un proceso educativo exitoso (Tedesco, 2000).

Por ende nos preguntamos ¿Qué grado de consenso existe en Argentina

acerca de un proyecto de crecimiento con justicia? ¿Realmente todos queremos

justicia educacional? ¿Hasta qué punto existe un acuerdo que trascienda el mero

reconocimiento retórico y se traduzca en políticas concretas? Superar la idea de

justicia como un objetivo puramente sectorial es el desafío de la educación que

nos interpela hoy en nuestro país. Apostemos a ello.

Fernández, Juan Ignacio

Profesor en Ciencias de la Educación (UNC)

Master en Educación (UdeSA)