la-broma milan kundera

Upload: 1900facebook

Post on 19-Jul-2015

3.312 views

Category:

Documents


3 download

TRANSCRIPT

  • 5/16/2018 La-broma Milan Kundera

    1/11

    M ILAN KUNDERALA BROM A

    Traducci6n del checo de Fernando de Valenzuela

    +

    TUS()UETS')o(!DlTORES

  • 5/16/2018 La-broma Milan Kundera

    2/11

    Asi que, despues de muchos afios, me encontraba otra vezen casa. Estaba en la plaza principal (por la que habia pas adoinfinidad de veces de nino, de muchacho y de joven) y no sen-tia emoci6n alguna; por el contrario, pensaba que aquella plazallana, por encima de cuyos tejados sobresale la torre del ayun-tamiento (semejante a un soldado con su yelmo), tiene aspectode patio de cuartel y que el pas ado militar de esta ciudad mo-rava que sirvi6 en tiempos de basti6n contra los ataques de hun-garos y turcos habia marcado en su rostro un rasgo de fealdadirrevocable.

    Despues de tantos afios, no habia nada que me atrajera haciami lugar de nacimiento; me dije que habia perdido todo interespor el y me pareci6 natural: hace ya quince afios que no vivoaqui, no me quedan en este sitio mas que un par de amigos 0conocidos (y aun a esos trato de evitarlos) y a mi madre la ten-go aqui enterrada en una tumba ajena, de la que no cuido. Perome engafiaba: 1 0 que llamaba desinteres era en realidad rencor;sus motivos se me escapaban, porque en mi ciudad natal me ha-bian ocurrido cosas buenas y malas, como en todas las demas ciu-dades, pero el rencor estaba presente; habia tornado conciencia deel precisamente con ocasi6n de este viaje; el objetivo que perse-guia 1 0 hubiera podido lograr, a fin de cuentas, tambien en Praga,pero me habia empezado a atraer irresistiblemente la posibilidadque se me of red a de llevarlo a cabo en mi ciudad natal, precis a-mente porque era un objetivo dnico y bajo, que burlonamente meliberaba de la sospecha de que el motivo de mi regreso pudieraser la emoci6n sentimental por el tiempo perdido.

    +

    11

  • 5/16/2018 La-broma Milan Kundera

    3/11

    Le eche otra mirada caustica a la fea plaza y despues le di laespalda y me encamine al hotel en el que tenia reservada mi ha-bitaci6n. El portero me entreg6 una llave con una bola de ma-dera y me dijo: Segunda planta. La habitaci6n era de 1 0 masvulgar: junto a la pared una cama, en el centro una mesa pe-quefia con una sola silla, junto a la cama un aparatoso tocadorde madera de caoba con un espejo y junto a la puerta un lava-bo pequefiisimo y descascarillado. Coloque la cartera sobre lamesa y abri la ventana: la vista daba al patio interior y a un ascasas que le mostraban al hotel sus espaldas desnudas y sucias.Cerre la ventana, cord las cortinas y me dirigi hacia el lavabo,que tenia dos grifos, uno con una sefial roja y el otro con unaazul; los probe y de los dos salia agua fda. Me fije en la mesa;no estaba mal del todo, cabria perfectamente una botella condos vasos, pero 1 0 malo era que a la mesa no se podia sentarmas que una persona, porque en la habitaci6n no habia mas si-llas. Arrime la mesa a la cama e hice la prueba de sentarme enella, pero la cama era demasiado baja y la mesa demasiado alta;adernas, la cama se hundi6 tanto que en seguida me di cuentade que no solo era dificil que sirviera para sentarse, sino que in-eluso sus funciones propias de cama era dudoso que las cum-pliera. Me apoye en ella con los pufios; despues me acoste le-vantando cuidadosamente los zapatos para no manchar la sabanay la colcha. La cama se hundi6 bajo el peso de mi cuerpo y yome quede alli acostado como en una hamaca colgante 0 unatumba estrecha: era imposible imaginar que en aquella cama seacostara alguien mas junto a mi.

    Me serite en la silla mirando las cortinas que filtraban la luzy me puse a pensar. En aquel momento se oyeron pasos y vo-ces en el pasillo; eran dos personas, un hombre y una mujer, es-taban hablando y se entendia cada una de sus palabras: hablabande un tal Petr que se ha ido de casa y de una tal tia Klara queera tonta y malcriaba al nino; despues se oy6 el ruido de la llaveen la cerradura, la puerta que se abria y las voces que continua-ban en la habitaci6n de al lado; se oian los suspiros de la mu-jer (ise oia hasta un simple suspiro!) y la deelaraci6n del hombrede que por fin iba a decide cuatro cos as a Klara.

    +

    12

  • 5/16/2018 La-broma Milan Kundera

    4/11

    Me levante y ya estaba decidido; me lave las manos en ella-vabo, me las seque en la toalla y sali del hotel, aunque al prin-cipio no sabia exactamente adonde ida. Lo unico que sabia eraque si no queria poner en peligro el exito de todo mi viaje (unviaje sumamente largo y fatigoso) solo porque la habitacion delhotel no fuese la adecuada, me veda en la obligacion, aunqueno tenia ningunas ganas de hacerlo, de dirigirme a alguno demis amigos de aqui con una peticion confidencial. Pase rapida-mente revista a todos los viejos rostros de mi juventud, pero losdeseche inmediatamente por el simple hecho de que el caracterconfidencial del servicio solicitado me hubiera obligado a untrabajoso tendido de puentes a traves de los largos afios duran-te los cuales no los habia vis to, y eso si que ya no tenia ganasde hacerlo. Pero despues me acorde de que probablemente viviaaqui una persona a la que afios atras yo le habia conseguido unpuesto de trabajo en esta ciudad y que estaria muy contenta situviera la oportunidad de pagarme aquel favor. Era un hombreextrafio, escrupulosamente etico, pero al mismo tiempo curiosa-mente intranquilo e inconstante, cuya mujer se habia divorcia-do de el, por 1 0 que yo se, sencillamente porque vivia en cual-quier sitio menos con ella y con su hijo. Ahora 1 0 unico que mepreocupaba era que no se me hubiera vuelto a casar, porque esohubiese hecho mas dificil que accediese a mi peticion, y fui ra-pidamente a buscarlo al hospital.

    El hospital es una serie de edificios y pabellones desperdiga-dos en un amplio jardin; entre en la pequefia garita que esta jun-to a la puerta principal y le pedi al portero que me pusiera convirologia; me acerco el telefono hasta el borde de la mesa y dijo:iCero dos!. Marque por 1 0 tanto el cero dos y me entere deque el doctor Kostka acababa de salir hacia unos segundos y quese dirigia hacia la puerta. Me sente en un banco cerca de la sa-lida, de modo que no pudiera pasar sin que yo 1 0 viera, y mededique a observar a los hombres que vagaban por aqui consus delantales a rayas azules y blancas, y entonces 1 0 vi: pensa-tivo, alto, delgado, con una cierta fealdad simpatica, si, era el .Me levante del banco y fui directamente hacia el, como si pre-tendiera provo car un choque; me miro enfadado, pero en segui-

    +

    13

  • 5/16/2018 La-broma Milan Kundera

    5/11

    da me reconoci6 y extendi6 los brazos. Me pareci6 que su sor-presa era casi feliz y el modo espontaneo con que me salud6 meprodujo placer.

    Le explique que habia llegado hacia men os de una hora pararesolver una cuesti6n sin importancia que me retendria aqui unosdos dias y el manifest6 inmediatamente su sorpresa y su agradopor que hubiera ido a verlo antes que a nadie. De repente mesenti molesto por no haber ido a verlo desinteresadamente, sinotro motivo que el de estar con el, y porque hasta la preguntaque le estaba haciendo (le preguntaba jovialmente si se habiavuelto a casar) no hacia mas que simular un interes verdadero,pero era en realidad friamente calculadora. Me dijo (para mi sa-tisfacci6n) que seguia solo. Yo afirrne que teniamos mucho quecontarnos. Estuvo de acuerdo y lament6 no tener, por desgracia,apenas algo mas de una hora, porque debia regresar al hospitaly por la noche salia fuera de la ciudad en autobus. (Ya no viveaqui?, me horrorice. Me asegur6 que si vivia alli, que tenia unapartamento en un edificio nuevo, pero que no es bueno queel hombre este solo. Result6 que Kostka tenia en otra ciudad,a veinte ki16metros de aqui, una novia, que era maestra y hastatenia un piso con dos habitaciones. (Piensa ir a vivir con ella?,le pregunte. Me dijo que le seria dificil conseguir en otra ciudadun trabajo tan interesante como el que yo le habia ayudado aencontrar y que, por otra parte, a su novia le seria muy com-plicado obtener una plaza aqui. Empece a maldecir (con bas-tante sinceridad) la torpeza de la burocracia, que no es capaz defacilitar las cosas para que un hombre y una mujer vivan juntos.-Tranquilicese, Ludvik, me dijo en un tono amable y compren-sivo, la cosa no resulta tan insoportable. Gasto algo de tiempoy dinero en viajar pero conservo mi soledad y soy libre. (Paraque necesita usted tanta libertad?, le pregunte. (Para que la ne-cesita usted?, me devolvi6 la pregunta. Yosoy un mujeriego,le conteste. Yono necesito la libertad a causa de las mujeres, laquiero para mi mismo, dijo y continu6: Vayamos un rata a casa,antes de que tenga que volver al hospital. Era precisamente 10que yo deseaba.

    Salimos del hospital y pronto llegamos a un grupo de edifi-

    +

    14

  • 5/16/2018 La-broma Milan Kundera

    6/11

    cios nuevos que emergian sin la menor arrnonia, unos junto aotros, de un terreno accidentado y polvoriento (sin cesped, sinaceras, sin carretera) y formaban al final de la ciudad un tristeescenario que lindaba con la llanura vacia de los campos leja-nos. Entramos por una puerta, subimos por una escalera estre-cha (el ascensor no funcionaba) y nos detuvimos en la terceraplanta, donde me encontre con el nombre de Kostka en una delas puertas. Cuando pasamos de la antes ala a la habitacion que-de completamente satisfecho: en la esquina habia un sofi-carnaamplio y cornodo; adernas del sofa-cams habia una mesita, unsillon, una biblioteca grande, un tocadiscos y una radio.

    Le elogie a Kostka su habitacion y le pregunte como era elcuarto de bafio. No es nada del otro mundo, dijo, contentopor el interes que yo demostraba, y me invito a pasar a la ante-sala donde estaba la puerta de un cuarto de bafio pequefio perobastante confortable, con su bafiera, su ducha y su lavabo. AIvereste hermoso apartamento suyo se me ocurre algo, dije. (Q_yehara manana por la tarde y por la noche? Por desgracia, sedisculpo con tono de pena, tengo muchas horas de guardia yno regresare hasta las siete. (No estara libre por la noche? Creoque por la noche estare libre, respondi, pero antes, (no podriaprestarme el apartamento durante la tarde?

    Se quedo sorprendido por mi pregunta, pero en seguida (comosi temiera dar la impresion de que no 1 0 hacia de buena gana)me dijo: Encantado de compartirlo con usted. Y continuo,como si hiciese todo 1 0 posible para no enterarse de los moti-vos de mi peticion: Si tiene problemas de alojamiento, puedequedarse a dormir hoy mismo, porque yo no regresare hasta ma-nana por la manana, y en realidad por la manana tampoco, por-que ire directamente al hospital. No, no hace ninguna falta.Tengo una habitacion en el hotel. Pero es bastante desagradabley manana por la tarde necesitaria estar en un sitio agradable. Cla-ro que no pretendo estar solo. Claro, dijo Kostka agachandolevemente la cabeza, y a me 1 0 imaginaba. Despues de un mo-mento afirmo: Estey encantado de poder ofrecerle algo bue-no. Y luego afiadio: Si es que de verdad le resulta bueno.

    Despues nos sentamos a la mesa (Kostka hizo un cafe) y es-

    +

    15

  • 5/16/2018 La-broma Milan Kundera

    7/11

    tuvimos un rata charlando (me sente en el sofa-cams y compro-be con satisfacci6n que era firme y no se hundia ni chirriaba).Luego Kostka dijo que iba a tener que volver al hospital y poreso me introdujo rapidamente en algunos de los secretos de lacasa: hay que cerrar con fuerza el grifo de la bafiera, el agua ca-liente, en contra de 1 0 habitual, sale por el grifo que lleva la le-tra F, el enchufe para el tocadiscos esta detras del sofa y en elarmario hay una botella de vodka casi entera. Despues me dioun llavero con dos llaves y me ensefio cual era la de la puertade calle y cual la del piso. A 1 0 largo de mi vida he dormido enmuchas camas distintas y me he creado un culto especial por lasllaves, de modo que las llaves de Kostka me las met! en el bol-sillo con un silencioso sentimiento de alegria.

    Cuando ya se iba, Kostka manifest6 su deseo de que su apar-tamento me trajera algo verdaderamente bello. Si, le dije,me perrnitira llevar a cabo una bella destruccion. (Usted creeque las destrucciones pueden ser bellas?, dijo Kostka, y yo merei para mis adentros porque en esta pregunta (formulada conmoderaci6n pero pens ada con animo de combate) 1 0 reconodatal como era (simpatico y c6mico a la vez) cuando 1 0 conod hacemas de quince afios. Le conteste: Ya se que es usted un obrerocallado que trabaja en la eterna obra de Dios y que no le gustaoir hablar de destrucciones, pero que le voy a hacer: yo no soyun albafiil de Dios. Por 1 0 dernas, si las construcciones que ha-cen los albafiiles de Dios tienen paredes de verdad, es dificil quenuestras destrucciones puedan hacerles el men or dafio. Pero meda la impresi6n de que en lugar de paredes, 1 0 que yeo por todaspartes son simples decorados. Y la destrucci6n de los decoradoses algo completamente justo.

    Ya estabamos otra vez en el mismo punto en el que nos ha-biamos separado la ultima vez (quizas hace unos nueve afios);nuestra discusi6n tenia en este momenta un aspecto muy abs-tracto, porque sabiamos bien cual era su fundamento concretoy no teniamos necesidad de repetirlo; 1 0 unico que necesitaba-mos repetir era que no habiamos cambiado, que seguiamos sinparecernos el uno al otro (tengo que reconocer que esa faltade parecido era una de las cosas que me agradaban de Kostka y

    +

    16

  • 5/16/2018 La-broma Milan Kundera

    8/11

    por eso me gustaba discutir con el, porque me permitia volvera poner en evidencia quien era en realidad yo mismo y que era1 0 que pensaba). Para que no me quedaran dudas sobre el, me res-pondio: Eso suena muy bien. Pero digame una cosa: si es ustedtan esceptico, (de donde saca esa seguridad a la hora de diferen-ciar las paredes y los decorados? (No ha puesto nunca en duda quelas ilusiones de las que se rie sean solo ilusiones? (Qye ocurri-ria si se equivocase? (Si se tratara de valores y usted fuera undestructor de valores?. Y despues dijo: Un valor vulnerado yuna ilusion desenmascarada suelen tener el cuerpo igual de mor-tificado, se parecen, y no hay nada mas facil que confundirlos.

    Acornpafie a Kostka de regreso al hospital, atravesando laciudad. Jugaba con las llaves en el bolsillo y me sentia a gustoen compafiia de un viejo amigo que era capaz de tratar de con-vencerme de que tenia razon en cualquier momenta y en cual-quier lugar, por ejemplo ahora, por el camino que atraviesa laaccidentada superficie de los barrios nuevos. Claro que Kostkasabia que aun nos quedaba toda la noche del dia siguiente, ypor eso, al cabo de un rato, paso de la filosofia a las preocu-paciones corrientes, se aseguro una vez mas de que yo iba a es-tar esperandolo en su casa cuando regresase a las siete de la tar-de (no tenia mas llaves que las que me dejaba) y me preguntosi de verdad no necesitaba nada mas. Me lleve la mana a la caray le dije que 1 0 unico que necesitaria seria ir al barbero, por-que ya me hacia falta afeitarme. Estupendo, dijo Kostka, meencargare de conseguirle un afeitado de primera.

    No puse obstaculos a los cuidados de Kostka y me deje con-ducir hasta una pequefia barberia, donde frente a tres espejos seerguian tres grandes sillones giratorios y en dos de ellos habiados hombres sentados con la cabeza echada hacia atras y jabonde afeitar en la cara. Dos mujeres con delantal se inclinaban so-bre ellos. Kostka se acerco a una de ell as y le susurro algo. Lamujer limpio la navaja con un pafio y llamo a alguien que es-taba en la parte trasera del local: aparecio una chica con un de-Ian tal blanco que se hizo cargo del senor que habia quedadoabandonado en el sillon, mientras que la mujer con la que ha-bia hablado Kostka me saludo con una inclinacion de cabeza y

    +

    17

  • 5/16/2018 La-broma Milan Kundera

    9/11

    me indico con la mana que me sentase en el sillon vacio. Le dila mana a Kostka en sefial de despedida y me sente, apoye la ca-beza hacia arras en el reposacabezas y dado que despues de tan-tos afios de vida no me agrada mirar mi propia cara, evite el es-pejo que estaba enfrente, levante la vista y la deje vagar por lasmanchas del techo encalado.

    Mantuve la vista en el techo aun cuando senti en el cuellolos dedos de la peluquera que me metian por detras del cue-llo de la camisa un delantal blanco. Luego la peluquera se ale-jo y yo ya no oi mas que el movimiento de la navaja sobre elcuero mientras la afilaba y permaned en una especie de gozosainmovilidad llena de una agradable indiferencia. Al cabo de unrata senti en la cara un os dedos hurnedos que extendian por mipiel la crema y me di cuenta de una cosa rara: una mujer extra-fia, que no me importaba nada y a la que nada le importaba yo,me acariciaba con ternura. Despues, con una brocha, la pelu-quera cornenzo a extender el jabon y me parecio que quiz asno estaba ni siquiera sentado, sino que simplemente flotaba enel espacio blanco sembrado de manchas. Y en ese momenta meimagine (porque las ideas no dejan de jugar ni en los momen-tos de descanso) que era una victima indefensa y que estaba amerced de la mujer que habia afilado la navaja. Y como mi cuer-po se diluia en el espacio y solo sentia la cara a la que tocabanlos dedos, me imagine con facilidad que sus tiernas manos sos-tenian (acariciaban, movian) mi cabeza, como si no la conside-rasen unida al cuerpo, sino sola en si misma, de modo que laafilada navaja, que esperaba en la mesilla, iba a poder coronaraquella hermosa autonornia de la cabeza.

    Luego se interrumpio el contacto de los dedos y oi que lapeluquera se alejaba, que ahora si de verdad cogia la navaja, yen ese momenta me dije (porque las ideas continuaban con susjuegos) que tenia que ver cual era el aspecto de la que mante-nia mi cabeza, de mi tierno asesino. Despegue la vista del techoy mire al espejo. Y entonces me quede asombrado: el juego conel que me habia estado divirtiendo adquirio de repente rasgosextrafiamente reales; y es que me parecio que a la mujer que seinclinaba hacia mi en el espejo, la conoda.

    +

    18

  • 5/16/2018 La-broma Milan Kundera

    10/11

    Con una mana sostenia el16bulo de mi oreja, con la otra ras-paba cuidadosamente el jab6n de mi cara; pero entonces, al mi-rarla, la identidad que hacia un momenta acababa de compro-bar con asombro empez6 a disolverse y a perderse lentamente.Luego se inclin6 sobre ellavabo, con dos dedos quit6 la espumade la navaja, se irgui6 y cambi6 suavemente la posici6n del si-116n; en ese momenta se encontraron por un instante nuestrasmiradas iy a mi me volvi6 a parecer que era ella! Seguro, la caraes bastante distinta, como si perteneciera a su hermana mayor,grisacea, marchita, un tanto hun did a, ipero si hace quince afiosque nos hemos visto por ultima vez! A 10 largo de esos afios eltiempo ha impreso sobre su rostro verdadero una mascara falsa,pero por suerte la mascara tiene dos orificios a traves de los cua-les pueden volver a mirarme sus reales y verdaderos ojos, tal comolos conoci.

    Pero luego las pistas volvieron a complicarse: un nuevo clien-te entr6 en el sa16n, se sent6 en una silla detras de mi a esperarque le llegase el turno; al poco tiempo se dirigi6 a mi peluquera;le dijo algo acerca de 10 agradable que era el verano y de la pis-cina que estaban construyendo en las afueras de la ciudad; la pe-luquera le respondi6 (le preste mas atenci6n a su voz que a laspalabras, que por 10 dernas no ten ian especial interes) y com-probe que no reconoda aquella voz; sonaba con naturalidad,descuidada, sin angustia, casi burda, era una voz completamen-te ajena.

    Ahora me estaba lavando la cara, apretaba las palmas de lasmanos contra mi cara y yo (a pesar de la voz) ernpece de nue-vo a creer que era ella, que despues de quince afios volvia a sen-tir sus manos en mi cara, que me acariciaba una vez mas, queme acariciaba prolongada y tiernamente (me olvide por comple-to de que no me estaba acariciando sino lavando); mientras tanto,su voz extrafia seguia respondiendole algo al charlatan, pero yo noqueria creer a la voz, queria creer mejor a las manos, queria re-conocerla por las manos; intentaba averiguar, segun la amabili-dad con que me tocaba, si era ella y si me habia reconocido.

    Luego cogi6 la toalla y me sec6 la cara. El charlatan se esta-ba riendo de un chiste que el mismo habia contado y yo me di

    +

    19

  • 5/16/2018 La-broma Milan Kundera

    11/11

    cuenta de que mi peluquera no se reia y de que probablementeno prestaba demasiada atenci6n a 10 que el le deda. Aquello meexcit6 porque vi en ello una prueba de que me habia reconoci-do y se sentia interiormente emocionada. Estaba decidido a ha-blarle en cuanto me levantase del sil16n. Me quit6 el delantaldel cuello. Me levante. Saque del bolsillo interior de mi cha-queta un billete de cinco coronas. Espere a que nuestras mira-das volviesen a encontrarse para llamarla por su nombre de pila(el hombre aquel seguia hablando y hablando), pero ella teniala cabeza vuelta sin prestarme atenci6n, las cinco coronas las co-gi6 rapidamente con toda naturalidad y de repente me senti comoun loco que da credito a apariciones engafiosas y no tuve el valorsuficiente para hablarle.

    Con una extrafia insatisfacci6n sali del local; 10 unico quesabia era que no sabia nada y que es una gran groseria perder laseguridad sobre la identidad de una cara a la que una vez se am6tanto.

    Por supuesto, no era dificil averiguar la verdad. Me fui conprisa hacia el hotel (por el camino vi en la acera de enfrente a unviejo amigo de la juventud, Jaroslav, que dirige una orquesta fol-klorica, pero, como si huyese del ruido insistente de la musica,aparte rapidamente la mirada) y desde el hotel llame a Kostka portelefono; aun estaba en el hospital.

    -Por favor, (esa peluquera con la que me dej6, se llama Lu-cie Sebetkova?

    -Ahora se llama de otra manera, pero es ella. (De d6nde laconoce? -dijo Kostka.

    -De hace muchisimo tiempo -respondi, y ya ni siquierabaje a cenar, sali del hotel (ya se estaba haciendo de noche) y fuia deambular por la ciudad.

    +

    20