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LA BENDICIÓN DE ESTAR VIVO VIMALA THAKAR

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Page 1: La bendición de estar vivo Vimala Thakar

LA BENDICIÓNDE ESTAR VIVO

VIMALA THAKAR

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NINGUNA EDAD PUEDE RECLAMARME

Estoy apasionadamente interesada por la vida. A mi atención nada puede desviarla del vivir.

Estoy locamente enamorada del hombre.No pueden detenerme las distinciones ni las discriminaciones.

La pasión por la Libertad me consume.La ética y la religión no pueden controlar mi espontaneidad.

La tierra es mi hogar, los vastos cielos mi morada.Ningún estado, ninguna nación podrán jamás adueñarse de mí.

Soy el perfume de la evolución cósmica.Ningún pensamiento, ninguna raza, ninguna edad puede reclamarme.

De Amistosa Comunión

(Poemas de Vimala Thakar)

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DE HOORNEBOENG. HOLANDA

Plática del 10 de marzo de 1983, por la tarde.

Nos encontramos aquí luego de un lapso muy prolongado, de cinco años. Me alegra estar de vuelta en Holanda donde nuestro trabajo comenzó hace unos 20 ó 21 años. Me pregunto qué ha estado ocurriendo en las vidas de ustedes en los últimos cinco años en que no nos encontramos.

En relación con la situación mundial, se trata del mismo mundo loco, que prosigue en sus rumbos demenciales y pospone enfrentar los desafíos que se le plantean, los problemas políticos, económicos y sociales que la raza humana arrostra en todas partes del mundo.

Aunque el mundo ha visto que, a través del movimiento del pensamiento, de la ideología y de las pautas de conducta, los problemas no pueden resolverse, los dirigentes, los políticos, los intelectuales, los maestros religiosos propagan la ilusión de que a través de alguna nueva pauta de conducta o a través de la creación de una ideología nueva, los seres humanos podrán resolver los desafíos, resolver los problemas.

De modo que logramos posponer la guerra, pero jamás logramos crear la paz. Ansiamos la paz y nos preparamos para la guerra. Ansiamos la fraternidad y la participación igualitaria de los recursos de este planeta, y no perdemos oportunidad alguna de ejercer dominio de uno sobre otro como nación, como raza, como religión, etc. Así el mundo sigue un camino de extravío, manteniéndose siempre ocupado con las pautas cambiantes de la conducta colectiva, creando nuevas autoridades en nombre de nuevas ideologías o teorías. Trátase del mismo viejo juego que se ha venido sucediendo durante indecibles siglos. Y quienes se sienten interesados por la solución de los problemas, aceptan la autoridad del movimiento del pensamiento y siguen la ronda del juego.

Pero aquí hemos venido juntos como indagadores de la verdad y del significado de la vida. Pasaremos juntos unos pocos días, comunicándonos verbalmente y estando en comunión en un nivel que no es verbal. De modo que concentraremos nuestras energías en la averiguación de lo que nos está ocurriendo, no sobre lo que los otros están haciendo (y por qué lo hacen) sino más bien averiguando qué hicimos y qué hacemos con los hechos de nuestras vidas en el diario vivir. ¿Hemos reconocido que ningún problema humano, ningún problema de relación humana podrá jamás resolverse a través de conocimiento, a través del pensamiento, en el nivel cerebral? Tendremos que darle al movimiento del pensamiento su lugar correcto en nuestras vidas antes de que podamos sumergirnos en una indagación sobre el significado de la totalidad de la vida.

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Por tanto, ¿cuál es el lugar del pensamiento, del conocimiento, de la memoria y de la experiencia en mi vida diaria?

No podemos desviarnos del movimiento del pensamiento, no podemos ignorarlo. Por ello, apartándonos de los problemas colectivos, que son una extensión de los problemas que existen en la psiquis individual, tenemos que volvernos hacia nuestras vidas y averiguar si, como individuos, nos fue posible poner fin a la batalla constante de conflictos, contradicciones, tensiones y ambiciones que continúa en nuestros corazones.

¿Nos fue posible poner fin a la aflicción y al sufrimiento en el nivel emocional? ¿Nos fue posible vivir sin desequilibrios que ocurren en nuestras vidas diarias?

Si en el nivel individual podemos encontrar un camino alternativo de vida, libre de la violencia interior, de la agresión interior, entonces quizá seríamos capaces de asumir una acción correcta en relación con los problemas colectivos. Pero a los problemas se los tiene que enfrentar en la psiquis individual, prácticamente, concretamente, no de un modo abstracto, teórico.

Una indagación religiosa es para poner fin, en nuestra vida, a la aflicción y al dolor.

No es una adquisición de conocimiento nuevo o experiencias nuevas. Es poner fin al dolor y a la aflicción eternos, con los que el hombre vive, poniendo fin a esta constante fricción de conflictos y contradicciones que tienen lugar en el corazón.

Por ello, temo que tendremos que volvernos hacia nuestras vidas mismas y averiguar cómo miramos este movimiento del pensamiento que es el depósito del conocimiento y de la memoria, la experiencia de la raza humana, total. Ahora bien, ¿cómo miramos, cómo vamos a mirar el movimiento del pensamiento? ¿Cómo vamos a mirar el movimiento del “mi” y del “yo”, que contiene al pasado humano total, y cómo actuamos desde ese centro? ¿Nos hemos interrogado alguna vez sobre la validez de actuar desde el centro de “mi”? ¿Nos interrogamos alguna vez qué es este “mi”, y ese “mi” es independiente del movimiento del pensamiento?

¿Puede haber un final de la aflicción sin un final del movimiento del “mí”? ¿Nos interrogamos alguna vez sobre todo esto?

Temo que tendremos que plantearnos estas preguntas si gustamos llevar a cabo una investigación con cabal libertad, de un modo que no sea autoritario.

La investigación sobre la libertad no puede empezar con la aceptación de la autoridad: autoridad de personas, autoridad de escrituras, libros, ideologías.

Si aceptamos los prejuicios, las teorías y las experiencias de quienes nos precedieron, entonces, podríamos continuarlos de un modo modificado o calificado. Propagar lo viejo, continuar lo viejo no es el contenido de la indagación.

Indagar es comenzar de nuevo, empezar de nuevo, sin la aceptación de autoridad alguna, cualquiera que ésta fuera.

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Ahora bien, hay dos cosas: tenemos que examinar la validez del movimiento del pensamiento, y averiguar su relación con el “mi” o con el “yo” de los cuales surge la acción, y tenemos que llevar a cabo esa indagación y esa investigación con libertad total.

A menos que estemos libres al comienzo de una investigación, no hay posibilidad de respirar en libertad hasta el final de la indagación, porque la comprensión, al final de la indagación, es sólo el florecimiento de la indagación. La comprensión no es algo separado y no tiene una entidad separada de la indagación misma.

Si no hay libertad, si no existe la fragancia y el sabor y la belleza de la libertad, si no hay un modo y un enfoque que no sean autoritarios, entonces, evidentemente, al final de la indagación no podrá existir el hecho de abrirse la yema y florecer la libertad.

¿Queremos llevar a cabo la investigación personal sin el anhelo de seguridad en la indagación? ¿Queremos llevar a cabo la indagación proscribiendo de nuestras mentes a toda autoridad?

Estas son cuestiones muy cruciales y muy significativas de las que tendremos que ocuparnos. Si en los profundos rincones de la mente o de la psiquis existe esa sustancia de la autoridad, entonces estaremos atados a esa autoridad, en forma de libro o persona, en todo descubrimiento. Es algo realmente tonto acarrear, junto con el acto de la indagación, la sombra de las experiencias del otro. Por eso, me digo: A fin de entender cómo tiene que resolverse el problema mundial del desorden y de la locura, de estas guerras y de esta violencia, permítanme volver a mi propia vida y poner fin a las guerras, a la violencia, a la agresión, a la aflicción, al sufrimiento, y voy ha hacerlo por mi misma, por poco que sea el conocimiento que yo tenga.

Empiezo vigilando y observando lo que yo llamo el pensamiento y su movimiento; las ideologías, el conocimiento, que tienen a todo el mundo sujeto al pago de un rescate, que mantienen a todo el mundo en la esclavitud. La gente sigue cambiando las viejas ideologías por las nuevas; da vueltas y vueltas en torno de los problemas porque allí está la autoridad del pensamiento.

Por ello, permítanme ver cuál es este pensamiento y cómo se mueve en mi vida. ¿Qué es este “yo” y este “mi”?

Tendremos que observar y vigilar personalmente mientras el pensamiento se mueve. No podemos sentarnos, tomar un libro sobre psicología y leer acerca de la mente y del pensamiento. Eso será conocimiento acerca de la escritura del pensamiento. El conocimiento no da por resultado una percepción directa.

Para una percepción directa, para un encuentro íntimo y de primera mano con los hechos ustedes tienen que hacer a un lado los libros y empezar a vigilarse y observarse. Tenemos que aprender a vigilar y observar a fin de lanzarnos a una indagación, no hemos obtenido nada más, salvo este acto de observación.

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Hemos dejado atrás el sendero del conocimiento, de la experiencia y de la memoria que es el movimiento del pasado, que es el condicionamiento, cuya autoridad no ayudó a la raza humana, en millones de años, a librarse de esta agonía de batalla constante en las relaciones.

Tengo que observar, tengo que mirar, cuando el pensamiento se mueve, ¿Puedo mirar?, ¿Puedo vigilar?

¿Entiendo que es la observación? Esto es lo único que me queda. ¿Entiendo cómo observar?

Me siento en silencio, empiezo a vigilar y, a los pocos minutos, advierto que no me es posible la observación porque en el momento en que miro al movimiento del pensamiento, en mi mente se desliza un juicio. Mi percepción (sin que yo lo sepa) se convirtió en un movimiento de comparación, evaluación y juicio.

No es el movimiento de observación, que está libre de cualquier género de interpretación, evaluación y juicio. Observar es mirar inocentemente, mirar de un modo libre de reacciones, vigilar de un modo libre de resistencias.

Pero cuando observo o miro, a los pocos minutos llego a estar frente a frente con este tremendo movimiento de interpretación, evaluación y juicio.

Ahora bien, a los pocos minutos, cuando me atrevo a sentarme y aprender, existe el descubrimiento del bello hecho de que no sé como observar, de que no puedo sostener el estado de observación, la atención libre de reacciones siquiera durante unos pocos minutos. Es un bello descubrimiento. Me dice que toda mi vida me ocupo de interpretar, evaluar y juzgar.

De modo que cuando digo: “yo pienso” “yo quiero” “yo siento”, no soy yo quien quiere, siente o piensa; es el conocimiento pasado, la memoria y la experiencia, que se proyecta a través de mi. Por favor, adviertan esto.

Confío en que cuando entablemos nuestros diálogos, a todos nosotros nos sea posible ver los hechos psicológicos como se los señala a través de las palabras. Esta no es una reunión académica. No vamos a compartir ideas, teorías; sino que vamos a compartir la verdad psicológica, los hechos y la verdad que está detrás de ellos.

Es muy necesario tener la sensibilidad para percibir el hecho psicológico cuando las palabras lo señalan. Entonces, la participación tiene lugar a través de la comunicación.

Cuando alguien señala: “esto es una mesa”, quien escucha la frase “esto es una mesa” percibe de inmediato el hecho de que se trata de una mesa y no la usa como una silla. La inmediatez de la percepción está allí cuando las frases se relacionan con los hechos materiales.

¿Podrá existir una inmediatez de percepción acerca de hechos psicológicos cuando se los señala?

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Cuando me siento y empiezo a observar, advierto que ni siquiera durante un minuto o dos puedo estar en una atención libre de reacciones: no puedo estar en el estado de observación. ¿Qué significa eso? Significa que la interpretación, la evaluación, el juicio prosigue. Es una corriente; la corriente colectiva del pensamiento, y mi pensamiento es una respuesta de esa memoria, es un movimiento de esa corriente de pensamiento.

Me confundí con que fuera mi pensamiento, mi sentimiento, mis deseos. No hay nada mío, sino que se trata de una corriente organizada de conocimientos, evaluaciones, criterios, estructuras de valores. Todos ellos influyen, por así decirlo, a través del lecho de mi cuerpo.

Es un descubrimiento tremendo el que no haya una observación libre de reacciones. Uno tiene que aprender a vigilar y observar... palabras tan sencillas, que antes creíamos saber y pensábamos que no hay nada difícil: ¿qué hay que aprender a cerca de la observación?

Pero si uno es honrado y sincero, entonces advierte que la sencillez es la cosa más difícil y complicada.

Asimismo uno advierte otro hecho: que el “mi” y el “movimiento del pensamiento” no pueden separarse. Siempre que el “mi”, siempre que el “yo” se mueve, se mueve con palabras que lleva consigo. El movimiento del “mi” es un movimiento de la palabra, del pensamiento. De modo que el “mi” y el “movimiento del pensamiento” no son dos cosas separadas, sino que son una misma cosa. Este es el descubrimiento que tiene lugar en los momentos de observación.

Por ello, cuando contemplo mis pensamientos, contemplo los organizados pensamientos colectivos de toda la raza humana y soy una parte de aquella. El “yo” es una parte de “aquella”; el “yo” no puede separarse del movimiento.

Deja de ser posible seguir con la ilusión de que el “yo” quedará fuera de la corriente del pensamiento, y deja de ser posible vigilarlo como a un extraño. No podemos hacer eso.

Cuando se miran en el espejo, no hay dos ustedes diferentes. Ustedes se reflejan en el mismo espejo. Ustedes son el que mira y son lo que es mirado. Son el observador y el observado.

Del mismo modo, la corriente del pensamiento es ustedes: ustedes son ella. El “mi” y el “movimiento del pensamiento” no son dos cosas distintas. Son una misma cosa.

Si realmente vemos este hecho sencillo, entonces desaparece toda la ambición de cambiarme, de que “yo” produciré un cambio en mí mismo, en mi conducta, de que “yo” seré libre, de que el “yo” se iluminará; ustedes saben: desaparecen las ilusiones muy predilectas que alimentamos y hemos estado alimentando durante siglos.

La percepción de la verdad es resultado de la caída de lo falso.

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Si a la verdad no se la mira cono una idea sino que se la percibe como un hecho de la vida, entonces ustedes no usan lo falso como lo verdadero, como no usan la mesa como una silla.

De modo que el deseo, la ambición, el anhelo de tener nuevas experiencias, la ambición de adquirir la iluminación, de ser libre: todas estas cosas infantiles y juveniles desaparecen de la vida del indagador. La indagación tiene su propia austeridad. Es un movimiento en la vida. Si ustedes caminan desde este lugar hacia la puerta, con cada paso se alejan más del punto de comienzo y se acercan más al punto de la puerta. Ustedes no pueden decir que yo caminaba y estaba todavía en el mismo sitio.

Cuando llevamos a cabo una indagación, con cada paso hay un movimiento de alejamiento de lo falso de nuestra vida diaria, de nuestras relaciones diarias. Cuando aprendo a observar, y la atención libre de reacciones llega a estar allí como una llama firme en mi consciencia, desaparecen muchas cosas secundarias y falsas.

Estamos corriendo contra el tiempo. Tenemos la situación grave y seria del mundo; de modo que no podemos internarnos despreocupadamente en la indagación, diciendo que la realizaremos lentamente, que la extenderemos durante años. Existe una clase de urgencia para que el movimiento del pensamiento no pueda resolver los problemas. Tenemos que averiguar otro modo de acción: si podrá haber alguna situación libre del pensamiento, libre del movimiento del pensamiento.

Si esa acción puede tener lugar en la vida de un individuo, evidentemente también podrá tener lugar en el nivel colectivo.

La indagación religiosa se relaciona realmente con la gravedad de la situación del mundo.

La seriedad de los problemas que afrontamos no es un movimiento egocéntrico para la adquisición de algo nuevo, para obtener algo nuevo o llegar a algún nuevo punto.

Cuando observo y llego al hecho y entiendo que todo el movimiento del “mi” y del pensamiento es un movimiento mecánico, es una repetición del pasado, sólo con una leve modificación o calificación, que no hay libertad en el nivel del pensamiento, en el nivel del conocimiento y de la experiencia, ¿qué le hace esta verdad a la calidad de mi ser?

La estructura del pensamiento creó la idea de ser hindú, musulmán o cristiano. La división, la fragmentación en los dos niveles racial, nacional e ideológico es una creación del pensamiento. La idea de dividir la vida entre lo secular y lo espiritual es una construcción del pensamiento. La división de la vida en el mí y en el no mí es una construcción de la mente.

Ahora bien, si el indagador, mientras observaba, vio que esta estructura del pensamiento que fluye a través del “mi” y funciona a través del “mi” es un movimiento mecánico y repetitivo, ¿el indagador mantiene la autoridad del “mi” en su vida diaria? Tras entender la naturaleza del pensamiento y del “mi”, ¿el indagador pertenece psicológicamente a algún país, a alguna raza, a alguna religión organizada,

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institucionalizada? Después de eso, ¿inviste la autoridad de cualquier estructura de valor?

Si investigamos la ciencia psicológica, cuando estudiamos académicamente, teóricamente, esa es una materia diferente.

Si somos indagadores espirituales o religiosos, interesados en poner fin a la aflicción, al dolor, a los conflictos y a las contradicciones, en poner fin a desequilibrios e impurezas, entonces, evidentemente, la comprensión de la naturaleza del pensamiento y de las implicancias del movimiento del pensamiento da por resultado la desaparición de todo género de autoridad que la mente humana haya armado.

Si la autoridad no llega a un fin, esto implica que la indagación espiritual sólo nos interesa teóricamente. Más bien nos interesa conocer las cosas que vivirlas, y la religión es vivir la verdad que entendemos. La espiritualidad es el acto de vivirla, no de conocerla.

El conocimiento, la erudición, el saber pulen el cerebro y la conducta cerebral y verbal; no transforman al ser humano.

Hemos estado viviendo en la autoridad de la mente y del cerebro durante muchos siglos y, sin duda, el pensamiento dio muchas cosas importantes, como la ciencia y la tecnología. Y ahora estamos al borde de la era de las computadoras. Son cosas maravillosas. De modo que el conocimiento, la experiencia y el movimiento del pensamiento que acarrea todos los conceptos, símbolos, ideas e ideologías, tienen relevancia en nuestra propia vida para funcionar en el nivel mecánico.

Pero, respecto de la indagación sobre qué es libertad, paz y amor (si existe alguna acción con total libertad de pensamiento, si existe alguna dimensión de la consciencia más allá del conocimiento), para toda esta indagación y toda esta investigación, el movimiento del pensamiento es absolutamente irrelevante. ¿Esto yo lo percibo?

¿Permito que la libertad respecto de la autoridad del pensamiento se exprese y manifieste en mi vida diaria, o divido a la vida en: esta es una indagación religiosa y, en mi vida diaria, como persona práctica, soy holandesa, inglesa, india, hindú, comunista, socialista? Entonces, nos complaceremos en un juego intelectual y en un entretenimiento emocional en nombre de la indagación espiritual.

La indagación espiritual es algo serio. No podemos jugar con ella, despreocupadamente. Es algo fundamentalísimo.

¿De modo que permito que la autoridad del pensamiento y lo que el pensamiento armó desaparezcan por completo de mi vida? Tan pronto aprendí a observar y entendí la estructura y el movimiento del pensamiento, ¿Qué le hace esto a la calidad de mi vida? ¿Por la mañana, me levanto y observo si estoy realizando cosas por hábitos que la mente y el pensamiento cultivaron?

Si empiezo el día con la repetición de hábitos, vivo en las tinieblas del pasado. Cuando me cepillo los dientes, baño mi cuerpo o tomo mi desayuno de modo mecánico, cuando hago esos movimientos preocupado con algunos pensamientos, sin atender a lo que le

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ocurre al cuerpo y a la consciencia, entonces en esos movimientos de desatención existen las tinieblas, no hay libertad. Ya acepté la autoridad del hábito.

Cuando ustedes repiten un hábito, evidentemente no están viviendo. No es una acción de primera mano, no es un vivir de primera mano, es un acto de segunda mano, de repetir algo.

¿Tengo hábitos verbales? ¿En mi relación con los demás repito hábitos?

De modo que uno vigila. Este acto de observación se correlaciona con todo lo que uno hace. Todo se realiza a la luz de esa atención libre de reacciones.

La vida de quien indaga es una novela. No es una aburrida vida de intelectual que se ocupa de teorías mientras lee libros, asiste a pláticas, y olvida todo tan pronto cierra el libro o terminan las pláticas o los campamento, y vuelve a los antiguos hábitos, y sigue... y dice: esto es la naturaleza humana; las contradicciones, los conflictos son naturaleza humana; la aflicción es eterna, el hombre está condenado a vivir con e dolor y la aflicción... sigue...lee sobre algo, sueña con la libertad y sigue con lo viejo. Evidentemente, el indagador no puede vivir de ese modo; ese es el modo de un esquizofrénico.

Toda la energía se concentra en la indagación, y la indagación se relaciona con todo lo que hacemos en la vida diaria, porque esa es la única vida que ustedes y yo hemos conseguido.

Si ustedes quieren afrontar la vida, tienen que afrontarla en el ahora temporal; tienen que afrontarla en el aquí y ahora, libre de espacio. La vida no está lejos, en algún sitio, en la idea del mañana, que sólo existe en la mente humana. La vida existe y vibra en lo que ustedes llaman el momento presente. La eternidad, el infinito, la totalidad de la vida está aquí y ahora. Estoy lo afrontamos o lo perdemos.

La vida diaria y lo que hacemos desde la mañana hasta la noche son las únicas oportunidades para descubrir la verdad, el significado de la vida.

De modo, amigos míos, que la indagación no es un compromiso del intelecto; la indagación es un compromiso de la totalidad de la vida.

El hecho de llevar a cabo una indagación, el hecho de investigar, de explorar, exige la consagración de toda la vida; no sólo un compromiso intelectual con una idea o con una teoría.

Cuando observo y entiendo, la autoridad del pensamiento, en toda forma, toca a su fin en mi vida. Esto es lo que la indagación implica. Vean esto, por favor; de lo contrario, la indagación sería una cosa estática, no sería un movimiento.

De modo que no soy más hindú, india, inglesa u holandesa. No tengo ideologías ni lealtades exclusivas, soy un ser humano incomprometido, sin rótulos. Este es un interrogatorio sobre la validez de la autoridad, de los hábitos, de las pautas. Me ocupo de plantear interrogantes. Es un bello estado cuando una persona se carga con esta actitud de indagar en la vida. Es muy divertido, porque entonces a cada paso, ustedes

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descubren la verdad existente detrás de los hechos, y con cada descubrimiento aprenden, y con el movimiento del aprendizaje crecen, y la transformación es el perfume del crecimiento.

Por eso digo que en mi vida no existen más hábitos ni movimientos repetitivos en relación con la dieta, el sueño, el ejercicio, las ropas, las casas, los muebles.

Siempre y cuando tiene lugar esto, me vuelvo hacia la parte más compleja de mi vida, y esa es la parte de las relaciones humanas. ¿Dónde el “mi”, el pensamiento y sus movimientos entran en relación con ustedes, en mi relación con el esposo, la esposa, los hijos, el vecino? ¿Cómo vivo con ellos ahora que entendí el movimiento del pensamiento, ahora que proscribí su autoridad de mi diario vivir? Ahora llego al campo crucial de las relaciones reales con los demás, no con objetos sino con otros seres humanos.

Esto es complejo porque cuando ustedes empiezan a observar, advierten que su movimiento de relación es un movimiento de imágenes; tienen una idea sobre ustedes, no sólo el nombre, no sólo el pertenecer a una raza o a un país, que se fue, que desapareció, sino que tienen una idea sobre ustedes mismos, una imagen sobre ustedes en el sentido de que son personas afables, compasivas, inteligentes o amorosas, o tienen modestia o humildad. Cuando se miran, descubren un montón de imágenes reunidas al crecer y al vivir con otros: uno presentaba la imagen acerca de la otra persona.

Viviendo cada día con la gente: la miro, interpreto su conducta, respondo según mi interpretación: eso es algo entendible, pero luego de responder, lo que entendí lo llevo como la autoridad para el día siguiente. De modo que cuando vuelvo tras haber estado con ustedes durante un par de horas, a ustedes no los dejo en sus casas sino que me los llevo conmigo, me llevo la imagen: si ustedes me agradaron tengo una imagen agradable, si me desagradaron, tengo una imagen desagradable. Al día siguiente no me encuentro con ustedes, aunque los veo: me pongo la máscara de la imagen de mi experiencia de ayer en mi cabeza y trato esa imagen. Este trato mutuo con las imágenes prosigue.

Hay también otra cosa para que este “mi”, el centro del pensamiento, tenga dos incentivos detrás de cada movimiento suyo: el deseo de seguridad y el temor de las otras personas, del mundo. El temor y el deseo de seguridad son las motivaciones o los incentivos. Cuando me encuentro con ustedes, busco en ustedes seguridad: seguridad económica, política, social, cultural, psicológica. Quiero averiguar si puedo estar segura cuando ustedes me acepten. La búsqueda mutua de seguridad termina aferrándose uno al otro o intentando adueñarse o poseerse recíprocamente. Existe el intercambio de imágenes, o la búsqueda mutua de seguridad que termina en el deseo de adueñarse, poseer, aferrarse: o ustedes dominan o dependen: la dependencia es también un género de dominación; o yo tengo miedo de ustedes, y en consecuencia, manejo mi conducta de modo tal que pueda complacerlos.

Esta es una plática introductoria, presentándonos el movimiento del pensamiento y cómo maneja a la conducta humana. Nuestras relaciones son los movimientos de imágenes, inhibiciones, el movimiento por el deseo de seguridad o el deseo adquisitivo y, por tanto, hay conflictos y contradicciones donde todos están ocupados con su temor interior.

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Evidentemente, cuando nos reunimos, nos ponemos a la defensiva procurando mezquinar la mutua agresividad, tratando de aferrarnos uno al otro, de dominar el uno al otro, de poseernos y adueñarnos; naturalmente, existe tanto desorden, tanta aflicción y sufrimiento.

Si nos interesa poner fin a la aflicción y al sufrimiento, ¿no es necesario que pongamos fin al movimiento del pensamiento? Tenemos que averiguar si es posible poner fin al “mi”. No hay un atajo hacia la paz y la libertad, ni un modo alternativo de vivir.

Una civilización alternativa tendrá que fundarse en la finalización del movimiento del pensamiento y del “mi”, ya sea que esto nos guste o no. La base de una nueva dinámica de la relación humana en la que no haya aflicción del dominio, la agresión, la violencia o el temor exigirá el sólido cimiento de la libertad y el respeto de imágenes, de adquisitividad, del deseo de seguridad que son la esencia de la estructura del pensamiento, la esencia de la consciencia del yo.

De modo que la indagación se reduce al punto de si es posible poner fin a este movimiento del “mi” en la conducta real de la vida diaria de un modo que no sea autoritario. Con la humildad de la libertad total vamos a explorar si es posible poner fin a este movimiento de la estructura del pensamiento. En el movimiento del pensamiento, la idea del tiempo se engendra interminablemente, el pensamiento y el tiempo no pueden separarse. De modo que la finalización del movimiento del “mi” será la finalización del movimiento del tiempo.

Antes de concluir esta plática introductoria, les llamaré la atención sobre otro aspecto importante en nuestra vida: durante estos últimos siglos hemos estado muy ocupados como raza construyendo un mundo creado por el hombre, estructuras de fabricación humana: estructuras físicas y materiales, estructuras psicológicas y de idiomas, literatura, filosofía, arte, música. Nos hemos rodeado con la estructura física visible: ciencia social, económica y política y tecnología por un lado, y la estructura interior invisible, de conceptos, símbolos e ideas. Hemos estado jugando con ello.

Nada hay de malo en desarrollar todo esto, pero olvidamos que el mundo creado por la mano humana o por la mente humana es una fracción diminuta de la totalidad de la vida. La vida es una entidad vasta y gigantesca y todas las superestructuras que hemos creado en nombre de conceptos y símbolos no pueden afectar a la totalidad homogénea y a la infragmentabilidad de esa vida.

El hombre jamás será feliz y jamás estará en paz consigo mismo y jamás amará a sus semejantes a menos que conozca esta indivisible totalidad de la vida. La diminuta porción del mundo que el hombre fabricó con civilización y cultura, es sólo una parte de aquella. Tenemos viviendo con nosotros a las especies que no son humanas: los animales, los pájaros, las montañas, los ríos, los lagos, los océanos, los planetas, ellos son nuestros prójimos.

En los últimos siglos, la raza humana estuvo bajo la ilusión de que el hombre es el amo del mundo y del universo, como si el universo existiera aquí para procurarnos goce y se subordinara a los intereses concentrados en nosotros mismos; con seguridad, no es para ello que el universo existe. De modo que este ego inflado colectivamente, perteneciente

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a la raza humana, aprisionó a la inteligencia humana en esta ilusión de que todos los problemas serán resueltos en el nivel de estructuras creadas humanamente, fabricadas por la mano o por la mente.

Vivir implica estar relacionado tanto con estructuras de fabricación humana como con las especies no humanas y con el universo que el hombre jamás creó, que existió antes que la raza humana habitara este mundo. Orgánicamente, estamos relacionados con las especies que no son humanas y con otros aspectos de la vida, como también estamos orgánicamente relacionados con la totalidad homogénea y misteriosa correspondiente a la sociedad humana en la que nacemos. A menos que seamos conscientes de esto, a menos que vivamos en la vida real nuestra relación orgánica con esa totalidad, no parece posible despertar en la dimensión del amor.

De modo que, por un lado tenemos que averiguar si hay un modo alternativo de acción, si es posible poner fin al movimiento del pensamiento que creó todas las estructuras, todas las normas, todos los conceptos y símbolos, y por el otro lado tenemos que averiguar si hay un modo de ser conscientes de la totalidad de la vida. Y si ese conocimiento puede manifestarse en nuestras relaciones diarias y qué hará ese conocimiento de la totalidad en la vida a mi relación con ustedes.

La vida es para vivir, y vivir es un movimiento de relaciones no sólo con las porcioncillas del mundo de factura humana, sino con todo el universo, incluido el mundo de la fabricación humana. Y si el hombre creó las estructuras alrededor de él de modo equivocado o incientífico; si el modo que desarrollamos da por resultado la contaminación del universo, insultando y humillando a las especies que no son humanas y a nuestros semejantes, cuanto antes corrijamos nuestro modo de vivir, mejor para nosotros. Estas son dos áreas para la indagación. La transformación del modo de vivir implica estos dos aspectos: nuestra relación con nosotros mismos, es decir, con los seres humanos, y también nuestra relación con esa misteriosa totalidad, con la totalidad de la vida. Creo que en los próximos días que estemos aquí juntos tocaremos estos puntos, tanto a través de las pláticas como de los debates. Expreso una vez mas mi gozo porque la vida me haya traído de vuelta entre ustedes; estoy muy feliz de ver a tantos de ustedes que acuden aquí para el campamento de cinco días.

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DE HOORNEBOENG, HOLANDA

Plática del 11 de marzo de 1983, por la mañana

Estar vivo es una bendición. Estar vivo es una bendición y tenemos la oportunidad de relacionarnos con la vida dentro de nosotros y alrededor de nosotros. Vivir es un movimiento de relación y uno se pregunta cuántos de nosotros somos conscientes de que es un privilegio estar vivo en una forma humana en la que es posible el autoconocimiento y el autodescubrimiento, en el que las relaciones son posibles.

Si no somos conscientes de esta bendición, de esta oportunidad sagrada de relacionarnos con la vida que nos rodea, podemos equiparar el acto de vivir con el asistir a la escuela, adquirir un título según nuestro talento y nuestras inclinaciones, optar por un trabajo, casarse o no casarse, formas una familia, tener cuenta bancaria, repetir goces y dolores, y enredarse en las propias referencias y los propios prejuicios, gustos y aversiones, y seguir proyectándolos hasta que morimos.

Me pregunto si somos conscientes de qué privilegio es estar vivos. A fin de relacionarnos con la vida que está dentro de nosotros y que nos rodea, tenemos que estar presentes en el nivel sensual y relacionarnos, con el mundo que nos rodea, a través de los sentidos: esos sentidos bellos y tiernos, esos órganos sensorios desarrollados y refinados a través de los siglos. Somos un producto de indecibles siglos y de su refinación y depuración. De modo que el cuerpo humano tiene en sí, construido en sí, estos sentidos maravillosos que pueden relacionarse con el sonido, con la forma, con el color, con el olor, con la fragancia, con las líneas de los objetos, etc. Pero la experiencia sensual, el contacto sensual, la sensación del goce o del dolor y la experiencia de atravesar por ese goce y ese dolor son algo transitorio, son como una onda o quizá como una ola sobre las aguas. La sensación de goce no puede ser capturada y retenida, no se la puede aprisionar ni mantener allí. Se la siente, florece y se marchita, esa es la belleza del goce y del dolor.

Pero así como hemos refinado y depurado el nivel sensual, también hemos depurado y cultivado un cuerpo interior, el nivel conceptual.

A fin de vivir es vitalmente necesario tener una estructura física que sea sensible, alerta y sutil, que pueda recibir las sensaciones; que el cuerpo no esté embotado, no sea perezoso ni flojo; de lo contrario, nos perderemos los goces y los dolores que nos visitan durante tan sólo una fracción de segundo y se marchitan. Nos perdemos este ámbito de la relación si el cuerpo es perezoso y flojo, si está alimentado de menos o de más, si duerme de menos o duerme de más, si no hay una relación científica con la dieta, el sueño y los ejercicios. Entonces no podremos entrar en contacto con la vida en el nivel sensual que es el aspecto más tierno y más delicado de nuestra vida. Hay belleza en ello si la mente no trata de imponer continuidad a esa sensación de goce o de dolor, si la mente no impone la idea de permanencia a ese

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movimiento de cambio constante, que tiene lugar alrededor de nosotros y dentro de nosotros.

A los largo de la vida, no es la misma la capacidad del cuerpo para sentir el goce o el dolor. Estos tienen una calidad diferente en la niñez, un aroma y una belleza enteramente distintos en la juventud, un género de madurez y profundidad en la adultez, una nostálgica desaparición gradual en la vejez.

La capacidad del cuerpo para sentir el goce y el dolor cambia cada día, tal vez a cada momento, y la vida que nos rodea también cambia. Cambian los ciclos de las estaciones, las circunstancias y las transformaciones sociales, económicas y políticas que se suceden, las pautas de conducta, el contexto de la vida. Vivimos en un mundo que cambia muy rápidamente; el contexto de la vida en los países opulentos cambia cada año o tal vez cada seis meses. Hemos creado una sociedad que se mueve con una velocidad inhumana.

Es extremadamente necesario tener una estructura física muy alerta y sensible, mantenerla alerta y sensible, no descuidarla e ignorarla llamando no espiritual o no religioso a lo sensual. Del campo de la religión y de la espiritualidad nada puede excluirse. La espiritualidad es una omni-inclusiva atención a todos los aspectos de la vida. En su integridad, la vida es santa y sagrada.

Ni el cuerpo es pecado ni el goce sensual es algo despreciable hasta que el pensamiento ingresa y quiere continuar con eso, quiere adueñarse de eso o poseerlo. El pensamiento corrompe la belleza del goce sensual, corrompe la penetración del dolor. De modo que junto con lo sensual y lo perceptivo, también vivimos en el nivel conceptual, y es necesario mirar a la estructura conceptual, al cuerpo del pensamiento, como miramos a nuestro cuerpo físico y miramos a la piel, y su color, los rasgos, la forma del cuerpo, etc.

Los seres humanos dotados con la capacidad de autoconocimiento y autoconciencia empezaron a reducir cada percepción a un concepto, a darle una denominación a fin de identificarlo y reconocerlo. El mundo en el que hoy vivimos, con todas las denominaciones, identificaciones y categorías es un mundo creado por el cerebro humano. ¿Reconocerían ustedes algo sin identificarlo? ¿Podemos identificar algo sin la denominación que la civilización y la cultura dan al objeto?

Las denominaciones, las identificaciones, los reconocimientos y las evaluaciones, todo esto es una construcción de la mente, del cerebro. No sólo eso. La belleza de la civilización y de la cultura consiste en identificar y denominar los sentimientos. El mundo objetivo se volvió reconocible a través de este proceso de denominación, identificación, análisis y categorización; y las sensibilidades, los sentimientos, las emociones, los pensamientos, etc., el mundo interior, también reciben denominaciones y se identifican. Luego se formulan los códigos de conducta y las pautas de comportamiento.

Dentro de nosotros hay un mundo muy profundo y arraigado de denominaciones, identificaciones, evaluaciones, a la que llamamos estructura del pensamiento. La interacción entre estas identificaciones, comparaciones y evaluaciones interiores y la

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vida fuera de la piel continúa constantemente, la acción y la interacción. Tan pronto vemos u oímos algo, esos condicionamientos, esas denominaciones, esos símbolos, conceptos e ideas empiezan a operar dentro de nosotros. Lo que la memoria reproduce es el contenido del pensamiento.

Ahora bien, este mundo conceptual, el contenido de nuestra consciencia, se ha arraigado tan profundamente que hemos estado repitiendo aquellas ideas y pautas a través de tantos siglos, que hemos llegado a creer que lo conceptual es tan real como el árbol, el río o el lago. Hemos olvidado que aquello fue creado por la raza humana por la conveniencia de vivir con la naturaleza, de vivir con otras especies, con seres humanos semejantes.

Estos conceptos, símbolos e ideas semejan dinero, el dinero que usamos. Son una creación humana. El dinero que usamos no es la prosperidad. ¿O lo es? La prosperidad es muy diferente del dinero que depositamos en los bancos. La prosperidad es la riqueza de la vida ecológica geográfica, es la munificencia de los ríos, la generosidad de las nubes y lluvias, es el hecho de que el sol y la luna compartan con nosotros la vida y la luz. Eso es la prosperidad. Pero como nosotros creamos el dinero y la depravada economía que se basa en ese dinero, hemos llegado a creer que el dinero es la prosperidad.

Del mismo modo, hemos llegado a creer que el concepto del tiempo que creamos (el tiempo psicológico) es una realidad. Lo creamos para vivir juntos. Quisimos medir la entidad de la vida, de esta vida universal que vemos alrededor de nosotros, y, en un esfuerzo por medir la eternidad de la entidad, llegamos al tiempo conceptual, al tiempo psicológico. El tiempo de los relojes sólo tiene realidad en la mente humana. Es un medio utilísimo para compartir la vida, pero nos olvidamos y volvimos prisioneros de esta idea del tiempo, empezamos a asustarnos con la idea del mañana; y el hecho de preocuparnos por el mañana nos impide vivir hoy.

Nos volveremos victimas de nuestros propios conceptos e ideas. ¿Es medible el espacio que nos rodea? Como la entidad de la vida no es medible y el tiempo psicológico no puede medirla, usamos los términos negativos: infinito, eternidad. Tratamos de medir el espacio y llegamos al concepto de estadios, millas y kilómetros. Tengan a bien observar esto.

Los conceptos y símbolos son utilísimos para el nivel físico y mental de nuestra vida, pero no los confundamos con la realidad que está libre de medidas y libre de conceptos. Las superestructuras que hemos creado tienen pertinencia respecto de nuestra conducta psicológica, pero no son hechos de la vida.

Si hemos observado esto, permítasenos avanzar un poco más. Usamos los términos “el yo”, “el mi”, que es el origen de la aflicción y del dolor, que es el origen de los conflictos y las contradicciones en nosotros. ¿De qué se trata? ¿Es un nombre que se da al cuerpo? ¿Es una amalgama de identificaciones? Los padres dicen: “el niño es bello”. Le damos al niño un nombre y decimos: “este es tu nombre”. La vida contenida en ese niño pequeño es innominable.

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El espacio, el vacío de esta sala es innominable. Podemos medir la longitud y la anchura de la sala porque hemos construido las paredes, pero el vacío que llena la sala es inmedible.

Del mismo modo, la vida contenida en el niño, que le permite respirar, llorar, mover sus manos y sus pies, mirar, esa fuerza vital no es masculina ni femenina. Pero decimos “Tú eres una niña, y tú eres un niño”. Enseñamos identificaciones diciendo: “Tú eres moreno, tú eres rubio, tú eres negro”. La vida no puede ser amarilla, morena, roja o negra; ese es el color del cuerpo. La vida no puede ser oscura o brillante: el cerebro es el afectado por la herencia que puede ser oscura o brillante; pero seguimos identificando a estas cosas.

El niño absorbe estas identificaciones, estas evaluaciones, aprende a absorber la pauta de conducta de los padres, de la escuela, la sociedad, y entonces se convence “Yo soy Fulano de Tal”. Este es un centro armado por el pensamiento.

Como cualquier otro concepto o símbolo, el “mí” es un concepto armado por la estructura del pensamiento. La mente de los seres humanos de todo el mundo es la misma y funciona del mismo modo. Las pautas pueden ser diferentes, pero los contenidos de las pautas son los mismos. Los modos cerebrales de conducta; la ira, los celos, la lujuria, la codicia, la arrogancia, la violencia, la ternura, el afecto, la solícita consideración, todos estos son comunes a la raza humana, se los organizó y estandarizó, y se les dio una denominación; los criterios y las interpretaciones hindúes, musulmanes, cristianas, budistas, comunistas, etc., sobre el mundo y la vida, son estructuras de pensamiento organizadas, estandarizadas. Con estas estructuras se nutre a las criaturas humanas. Las estructuras del pensamiento han dividido a la raza humana, La organización y la estandarización podrían haber sido un proceso natural de evolución: pero hoy en día llegaron a ser una barrera para afrontar la vida y participar en ella.

¿Advierten ustedes que el “mí” como centro de nuestras percepciones y respuestas no tiene realidad física como la tiene el cuerpo? Es algo armado por la raza humana y es un producto del pensamiento como lo organiza y estandariza la raza humana, no yo ni ustedes. No se trata de mi ira ni de la ira de ustedes, aunque la ira, como defensa cerebral, pueda expresarse o manifestarse a través de ustedes o de mí. Las manifestaciones pueden ser peculiares de los individuos.

Cuando observamos y vigilamos el movimiento del pensamiento en nosotros mismos, vigilamos el movimiento del pensamiento que es común a toda la raza humana. Aunque el pensamiento se expresa a través de mí, no me pertenece. La vida no es hindú, cristiana, musulmana ni budista, Pero esta energía condicionada, la mente, se le llama mente cristiana, la mente holandesa, la mente americana; esa pauta de la conducta cerebral se organizó y estandarizó; es un resultado del esfuerzo colectivo. Los sentimientos, las emociones, los pensamientos, las ideas son un movimiento humano, como el movimiento de las aguas de un río. Si no somos conscientes de este hecho, de esta naturaleza del pensamiento, empezaremos a perturbarnos cuando en los momentos de observación nos topemos con la ira o con la lujuria contenida en nosotros. Entonces vamos a crear un problema a partir de ese hecho, y decimos “Esta es mi ira, ¿cómo me libro de ella? Estos son mis celos, ¿cómo voy a eliminarlos?” Del centro del “mí” separaremos a los velos e imaginaremos que el “mí” le va ha hacer algo a la ira o a los celos.

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En una ocasión, dos amigos caminaban junto a un río, uno de ellos se miró en las aguas y se vio reflejado, Entonces empezó a gritar: “Me caí en el río. ¿Quién me va a librar de esto? ¿Quién me va a salvar? Me voy a morir porque estoy muy hundido en el río”. Esa persona estaba mirando su propio reflejo y al reflejo de las aguas lo confundía consigo misma que estaba fuera, sobre la ribera del río. Por ellos, cuando uno observa el movimiento del pensamiento como se manifiesta a través de la propia conducta, puede confundirlo como si algo le perteneciera, y entonces experimenta auto-conmiseración, es sacudido o perturbado por aquél porque su problema consiste en que existe una ilusión. Es un problema común a toda la raza humana, lo compartimos recíprocamente, uno se siente ufano o se siente triste cuando tiene lugar la observación. La simple muestra del movimiento del pensamiento se convierte en un problema enorme. Y entonces, uno empieza a pensar: “¿Dónde iré? ¿Iré a un psicólogo, a un psicoanalista, a un freudiano, a un jungiano, a un adleriano, y averiguaré por qué está aquí esta ira? ¿Cuáles son las causas? ¿Cómo eliminarlas?...”, sin comprender que el yo, el “mí”, es una parte de todo eso.

El “mí” es el movimiento de la ira y de los celos, el “mí” es el movimiento de la lujuria y la agresividad, de la violencia; el “mí” no está separado de eso. El “mí” es todo eso; el “mi” es el pasado total, la estructura íntegra del pensamiento.

Por ello, en la observación uno no se identifica ni se crea problemas, con el simple movimiento de la estructura del pensamiento; de otro modo uno escaparía del estado de observación, con la ansiedad de cambiar. Uno escapará hacia el psicólogo, el psicoanalista o algún maestro religioso, algún instructor gurú, porque quiere cambiar eso, Tal como yo no puedo cambiar el color de mi piel ni la forma de mi cuerpo, así el yo no puede cambiar su propio contenido. Esta ambición de cambiar es un obstáculo en el crecimiento.

Pero la indagación religiosa fue confundida con esta ambición de producir un cambio. Seguiré una disciplina nueva y cambiaré. Estoy enojada, cultivaré la no-ira como una disciplina diferente; soy violenta, cultivaré la no-violencia. Haré votos, adoptaré una nueva pauta de conducta a través de la cual voy a cambiar, un nuevo movimiento tramposo de una pauta a la otra, ¡y hay tantas pautas! Cuando ustedes cambian la pauta de conducta, la sensación y la emoción de la novedad están allí, allí está la sensación dramática del insólito código de conducta, ustedes piensan que realmente cambiaron. A los pocos días eso se convierte nuevamente en un movimiento repetitivo y piensan: “Esto no es lo que corresponde. Permítaseme, pues, cambiar de nuevo”.

Cambiar las pautas de conducta no es indicación de crecimiento interior. Es un continuo dar vueltas en el mismo nivel: el mental, el psicológico, el cerebral. Por ello, quien indaga no tiene prisa para cambiar.

Habrá ideólogos, maestros religiosos y espirituales que hablen sobre cultivar experiencias nuevas, percepciones que no sean sensorias, experiencias ocultas y trascendentales a través de las cuales podría tener lugar el cambio. En el proceso de experimentar lo que no es sensual, lo extrasensorial, lo oculto y lo trascendental, el “mi” como experimentador se profundiza cada vez más, se fortalece momentáneamente cada vez más. Lo único que cambia es el campo de la experimentación, pero el experimentador y la actividad de la experimentación siguen siendo los mismos.

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Pasamos de lo sensual a lo no-sensual, a lo más sutil y, por tanto, más embriagador. La embriaguez de lo oculto y lo trascendental es algo fantástico. El goce que da es mucho más sutil. Cuando más sutil sea el goce, más será la embriaguez.

El indagador no se interesa por cambiar mediante la adopción de pautas de conducta, de nuevos criterios respecto del mundo, nuevas evaluaciones y nuevas estructuras, porque uno ha visto que el “mí” es algo armado por el pensamiento, no tiene realidad. Mientras el “mí” desplace todos los avíos de conceptos, símbolos, reacciones y elevaciones, viajaremos con él. El “mí” es el movimiento del tiempo, armado por la mente. Hagan ustedes lo que quieran, en el nivel mental no hay crecimiento, ni libertad ni descubrimientos. En tan desagradable para nosotros, los que ejercitamos el cerebro y esta energía condicionada de la mente durante cincuenta, sesenta años, degustar esta verdad amarga de que el movimiento cerebral, el movimiento psicológico, el movimiento de la mente es absolutamente irrelevante para el descubrimiento de un modo alternativo de vivir, para el descubrimiento de una acción que esté libre del pensamiento, para el descubrimiento de un modo de vivir en el que no tengan lugar, para nada, la adquisitividad, el deseo de seguridad, o el temor por el mañana. ¿No nos preguntábamos ayer cómo poner fin al movimiento del pensamiento contenido en nosotros con semejante impulso tremendo de miles de años detrás de él? ¿Existe un método, hay una técnica o una fórmula? ¿Podrá hacerse eso mediante esfuerzo? Esta es la pregunta que nos formulamos, y esta mañana observamos el esfuerzo de la mente será una trampa. Es irrelevante para el ulterior descubrimiento y, por tanto, la inacción de la mente, la ausencia de esfuerzo por parte de la mente, podrían ser el modo de salir de este dilema.

Quien investigó la naturaleza de la mente y del cerebro en el nivel cerebral, quien observó y vigiló ese movimiento en la vida personal está ahora pertrechado con la comprensión del pensamiento, con la comprensión de la realidad relativa y conceptual de la consciencia del yo, el “yo”, el “mí”, el “ego”; está pertrechado con la comprensión verbal y con la observación personal.

Tengan a bien observar esto. A menos que exista esta claridad en el nivel verbal, primero la percepción de los hechos a través de las palabras, luego el toparse con los hechos a través de la observación, uno no podrá avanzar mas allá.

Ha de hacerse esto porque vivimos a través del cerebro. Si hay confusión en el nivel cerebral, intelectual y emocional, entonces no será posible la indagación o la exploración no-cerebral.

Si hay desorden en el nivel sensual y el cuerpo no está pertrechado con sensibilidad y vigilancia, entonces ustedes no podrán vivir en el nivel sensual. Del mismo modo, para funcionar correcta, precisa y exactamente en el nivel psicológico, es necesario entender todo el mecanismo de la mente; cómo la mente se mueve, cuál es el contenido de ese movimiento, y cómo la raza humana organiza y estandariza las pautas. No hay nada como el pensamiento de ustedes y el pensamiento mío; el pensamiento es una respuesta de la memoria. Es lo que la memoria reproduce en el conocimiento y la experiencia contenida en nosotros, y con lo que la educación nos nutre

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sistemáticamente, mediante presiones socio-económicas, etc. Uno tiene que ver estos hechos muy claramente, no como una idea de otro. Si nuestro conocimiento acerca de la mente es sólo como una idea descripta por otra persona, advirtamos que la indagación, la investigación y la exploración no podrían tener lugar. El conocimiento consiste en tomas ideas en préstamo. Estas pueden ser útiles para aprender ingeniería, para leer un libro, para conducir un auto, para manejar una máquina, cómo está armada, cómo funciona, la cohesión de todas las partes juntas, etc. Allí el conocimiento es relevante para el funcionamiento mecánico, y tenemos un cerebro fantástico para que se ocupe de las cosas mecánicas de la vida; allí tenemos que usar el cerebro. Y tenemos que ver esta naturaleza del mundo conceptual y qué nos hace. Sigue repitiéndose. El cerebro, la mente sigue repitiendo los goces, los dolores, las evaluaciones, las estructuras. Hagan ustedes lo que hicieren, es un movimiento repetitivo y mecánico, puede construir, pero no puede crear. Ustedes saben qué es la construcción: ustedes permutan y combinan lo que conocen, y llegan a construir. Pueden existir actividades constructivas: tengo la base de las notas musicales, puedo componer, pero a menos que medie mi reconocimiento del tono mayor y del tono menor y de la relación entre las distintas notas, a menos que yo tenga eso, componer música, por original que estoy sea, no será posible. Deberé tener gusto por las palabras, por los matices de su significado; entonces, puedo escribir poesía, pero allí ha de estar el reconocimiento de las palabras como la base de la construcción poética. Son necesarios la sensibilidad y el reconocimiento de los colores y las líneas como la base de la pintura, de la escultura. El movimiento cerebral, psicológico, podrá ser constructivo, pero no podrá haber originalidad ni creatividad en el nivel cerebral. El pensamiento nunca fue libre y nunca lo será. Está arraigado en el pasado, y en su movimiento transporta al pasado. Ese pasado es el que se encuentra con el presente y desea continuar a través del presente hacia el futuro.

Este movimiento repetitivo y mecánico es un aspecto del movimiento mental, y su naturaleza organizada y estandarizada es otro aspecto.

Si uno ve esto claramente, habrá alguna afición a las propias reacciones: “Me gusta esto, aquello no me gusta, estoy loco por esto y odio aquello, estos son mis valores”.

Uno puede vivir según estos valores, pero ¿habría alguna insistencia en ellos, o uno trataría de imponerlos a los demás?

El hecho de tratar de imponer nuestros gustos y aversiones a los demás es el que induce la aflicción, tanta aflicción en al vida familiar. ¿Esa no es nuestra experiencia: gustos y aversiones sobre insignificancias, qué clase de plato preparar, qué clase de ropas comprar y cuándo salir y que película ver, qué clase de muebles comprar, qué pieza musical tocar, etc.?

Podemos crear problemas y aflicción a partir de todo lo que toquemos porque lo que se recalca es el “mí”, sus gustos y aversiones, sus deseos, sus caprichos.

De modo que la relación es un movimiento de ese egocentrismo. Naturalmente, no hay relación. El movimiento, el esfuerzo está allí, pero la comunión de la relación no tiene lugar porque cada uno está a la defensiva del egocentrismo tratando de imponerse sobre los demás: modos sutiles, modos toscos, modos clandestinos, modos abiertos.

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La relación es un movimiento que empieza con la aserción verbal, luego está la aserción psicológica que, a su vez, es el comienzo de la agresión, la cual es violencia. Somos violentos en nuestra vida diaria porque buscamos seguridad y pensamos que, a menos que nos hagamos sentir, no estaremos seguros.

Veamos ahora, muy claramente, que el movimiento del “mí” es irrelevante para la exploración ulterior y, por tanto, se le ha de poner fin, y ¿Qué hago ahora, cómo termina eso?

Pienso que, como indagadora yo empezaría creando un orden dondequiera que usen el cuerpo y la mente. Sin confusión, sin desorden en los niveles físico, verbal y mental, ya sea que yo use el nivel sensual o me mude hacia la estructura mental, existirá el orden preciso y exacto.

El desorden, la inercia, el letargo y el caos dan por resultado el embotamiento de la sensibilidad. Comiendo a la hora que me plazca, yéndome a dormir a la hora que me guste, como si el cuerpo fuera un esclavo al que los caprichos y los antojos de la mente tuvieran que torturar. Si torturamos al cuerpo y le imponemos los antojos de la mente en su relación con la dieta, con el sueño y con otros ejercicios, etc., el cuerpo va a sufrir. Este es un aparato que hay que usar.

Primero creo orden, el cual es belleza. El desorden es fealdad que conduce hacia la confusión.

Segundo, siendo consciente de que la muerte está allí todo el tiempo y puede terminar con la vida de modo repentino y abrupto. Jamás pospondré vivir, tomar decisiones, emprender acciones. Quien pospone hasta mañana advierte que el mañana nunca llega. La posposición es un modo de suicidarse. En mi vida no hay desorden ni posposición, estoy atenta y alerta en cuanto hago, de modo que el cerebro no podrá enmohecerse. Si actúo por hábitos, si sigo repitiendo pautas, entonces habrá desatención, y, cuando existe desatención, las células cerebrales no funcionan, por lo que existe un género de atrofia parcial de aquéllas, el cerebro no se ejercita. Me gustaría mantener vivaz al cerebro, muy despejado antes de que pueda entrar en la inacción, de modo que siempre que el movimiento del cerebro sea necesario, será vivaz, claro, preciso. Creo esto como la base de mi vida.

Además, siempre que me mueva en el día, durante el día, actuaré según mi comprensión, cualquiera que ésta sea, por pequeña u oscura que pudiera ser. Jamás actuaré basándome en la autoridad de los libros o individuos, sino que, selectivamente, averiguaré qué entiendo acerca de esto y actuaré.

Ayer hemos visto que si, en el primer momento de la indagación, no hay libertad, no podrá haber libertad en el último momento de la comprensión que es sólo el hecho de abrirse la yema y florecer la indagación. Amigos míos: la comprensión no es un ente separado de esta bella indagación divina que nace en el corazón. La interrogación, el anhelo de aprender y descubrir el significado de la vida, este anhelo santo y sagrado abre su yema y florece, y a su florecimiento se lo llama comprensión.

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Por eso actuaré a partir de la libertad de mi propia comprensión. Sobre mí no existen presión ni tensión del pasado: que las tradiciones esperen que yo obre de tal y cuál modo, que los maestros religiosos hayan dicho esto, que la estructura social válida me lo exija. Trataré de entender, me sentaré. Diré: “Esto es lo que quiero hacer en la vida”. El hecho de actuar a partir de la propia comprensión da por resultado agilidad y libertad interiores. Ustedes lo comprobarán personalmente siempre y cuando lo hagan. De modo que uno crea esta base en la vida diaria. Siempre que la mente se mueve, se mueve de un modo ordenador, de un modo claro y vivaz, con precisión y exactitud.

¿Saben ustedes qué ocurrirá si lo hacen realmente? No habrá vaguedad, distracción ni preocupación, estaremos totalmente presentes, presentes a cada momento, en cada situación, tanto sensual como psicológicamente. Nuestra percepción se intensificará mediante esa sensibilidad y esa vigilancia, podremos ver mucho más de lo que ahora vemos, cuando estamos la mayor parte del tiempo absortos con ansiedad y preocupación. Estamos ocupados con el pasado o el futuro, y nunca estamos presentes con el ahora y el aquí, con el momento que está ante nosotros. O si estamos allí, estamos allí físicamente pero no mentalmente. Nuestra vida, nuestras relaciones son un movimiento de desánimo, preocupación, distracción, no tienen encanto, no tienen calidez de vida. En la repetitividad y en el movimiento mecánico no hay calidez, son fríos. Sólo la atención vigilante de la persona detrás del acto es la que aporta la calidez de vida. Siempre y cuando se haga esto, siempre y cuando los movimientos de ustedes sean movimientos de vigilancia, sensibilidad y atención, entonces experimentarán tan cabalmente la relación, cualquiera que ésta sea, experimentarán tan cabal y plenamente el dolor y el goce, el triunfo o el fracaso que tan pronto el hecho pasa toca a su fin. Cuando ustedes vivan de tal manera, cabal y plenamente, no tendrán que aguardar el premio o la consecuencia de esa acción: el solo hecho de vivirla les da el gozo de la realización.

Aunque haya dolor físico, estar vivo es una bendición, y el movimiento de las relaciones entraña el acto de vivir. Ustedes viven cabalmente a través de ese movimiento y lo terminan allí. Está concluido. A la próxima relación o al próximo movimiento no se traslada residuo alguno como recuerdo del dolor o del goce. La mente se mantiene inocente y fresca como el rocío matutino. Experimenta el movimiento de la relación sin acarrear la carga de lastimaduras y heridas. Se advierte la lastimadura, se registra la herida, se experimenta el dolor, y tal vez se derramen lágrimas, pero una vez que las derramaron, ustedes terminaron con ellas, la mente no crea con ellas un problema, no las convierte en una inquina contra la vida ni sigue con eso. Nosotros acarreamos las lastimaduras, las heridas, los recuerdos del dolor y del goce, de modo tonto, a lo largo de la vida. La mente nunca está libre del recuerdo de esas lastimaduras y heridas, por ello, las mentes están pesadamente agobiadas y las relaciones se sienten como campos de batalla que no son. Las relaciones son la única oportunidad de vivir, son la única oportunidad de autodescubrimiento. Sólo a través de las relaciones uno puede llegar a qué es la libertad, es en medio de las relaciones que uno puede ver qué es la paz.

En el aislamiento hay sobrevivencia, pero no hay vida, hay existencia pero no hay vida. El hecho de vivir exige relaciones. De modo que una vez que uno experimentó estas relaciones atenta, vigilante y sensiblemente pasando por el dolor, por el goce, de modo muy profundo, no de modo casual, superficial y frívolo, y uno termina con eso, en

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la persona no hay nada rancio, no hay carga.

Antes de que pueda tener lugar la finalización de la aflicción, antes de que pueda tener lugar la finalización del movimiento del "mí", ha de echarse este cimiento. Vamos a estar en relación durante 10, 12, 14 horas por día: si en ese proceso no hay libertad, si durante esas horas no existe la belleza de terminar con el recuerdo de las lastimaduras y las heridas causadas por la relación, evidentemente no somos capaces de ocuparnos de la aflicción intemporal que la raza humana reunió para sí. Las relaciones podrán estar libres de la aflicción del sufrimiento y la agonía. El modo en que vivimos durante las 10, 15, 24 horas del día es extremadamente importante. Ese es también el campo de la indagación, y en ese campo de la indagación estamos pertrechando el aparato volviéndolo vivaz, limpio, para que aprenda a moverse cuando el movimiento es necesario y a no moverse cuando el movimiento no está justificado.

Después de todo, el silencio es el cese voluntario de la actividad mental. El silencio es la inacción de esta mente y este cerebro siempre activos. Pero, antes de que la mente pueda relajarse en la inacción, tiene que aprender y educarse acerca de cómo funcionar.

La vida es para vivirla, y vivir es un movimiento de relaciones en el que tienen que manifestarse la libertad, la paz y el amor como nueva dinámica de relaciones. En los últimos 5.000 años hemos tenido guerras y, en el centro de nuestros seres, somos los mismos seres humanos bárbaros, violentos y lujuriosos que, por situaciones y hechos, creamos oportunidades para luchar.

Nos hemos estado ocupando del campo de las relaciones.

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DE HOORNEBOEG, HOLANDA

Plática del 12 de marzo de 1983, por la mañana

Aunque uno haya estado hablando durante más de veinte años, siempre encuentra más bien difícil pasar del silencio a la dimensión de la verbalización.1 En los últimos dos días juntos hemos estado investigando la estructura del pensamiento y su movimiento, hemos visto muy claramente cómo uno puede manejar la estructura del pensamiento de modo ordenado, competente y eficaz. A través de la investigación, percibimos claramente que una acción basada en el pensamiento, un movimiento desde el centro del "mí", llevando el tiempo consigo, arraigado en el pasado, nunca da por resultado la libertad, el amor o la paz.

1 Antes de la plática, hubo media hora de silencio.

Si uno ha visto estos hechos a través del diálogo o de la comunicación, avancemos hoy dentro de algo mucho más profundo que la dimensión del pensamiento. Hemos visto cómo el nivel conceptual fue construido, ladrillo tras ladrillo, a través de miles de años, de modo que nos ocupamos de lo perceptivo y de lo conceptual.

Si yo veo y entiendo por mí misma, como un descubrimiento personal, que el movimiento del "mí" o la estructura del pensamiento no va a ayudarme a explorar qué es la libertad y qué es el amor, entonces la única acción sin alternativa que me queda es cesar de funcionar y moverme a través del "mí", y ver qué sucede. Tengo un trabajo que realizar, y tengo una familia de la cual cuidar, una casa, etc., etc. Organizo esos asuntos, organizo la vida familiar, el trabajo, efectúo un orden de prioridades y cuánto tiempo y energía voy a asignar a qué.

Por ello, mediante la organización de mi vida, creo un orden en el que tengo que operar a través de la estructura del pensamiento, tengo que usar mi conocimiento y mi experiencia. De modo que averiguo cuánto tiempo y cuánta energía me quedan luego de cumplir con mi deber. Incluso al dirigir una familia o realizar el trabajo me cuido de tener una clase de trabajo que sea agradable para mi indagación, para mi exploración de lo que está más allá de la mente, más allá del tiempo, más allá del pensamiento. En la medida de lo posible, busco una clase de trabajo que no sea demasiado exigente para el cerebro, que no sea demasiado agotador y que me deje algún tiempo para la exploración.

Si es necesario, simplifico las necesidades de mi vida. Ya he echado a un lado la estructura de valores de la sociedad, de modo que la idea de un estándar de vida no me convierte en víctima. No estoy más en busca del goce. He echado a un lado el culto del goce y de la comodidad, he echado a un lado la idea de adquirir, adueñarme y poseer bienes, cuidando de ellos; eso será derrochar mi tiempo y mi energía. Mi interés y mi prioridad suprema son explorar si hay algún otro modo de vivir. De modo que no puedo enredarme ni sobrecargarme con demasiadas cosas que cuidar, con demasiadas

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responsabilidades que cumplir.

Me estoy pertrechando para zambullirme en lo que está más allá de la mente y del tiempo. De modo que simplifico mi vida, minimizo las necesidades, para no gastar mucho tiempo ni mucha energía en satisfacerlas o procurarlas.

Soy consciente de que tan pronto el "mí" se mueve, el que se mueve es el pasado humano total. Tan pronto verbalizo y entro en el reino de las palabras, me expongo al pasado, al conocimiento y a la experiencia, de modo que minimizo las áreas de verbalización, no voy parloteando innecesariamente, chismeando, criticando, condenando.

El "mí" tiene la emoción de estar vivo a través del movimiento. Sólo a través del movimiento del pasado que se proyecta, el "mí", la consciencia del yo, el ego está siempre ocupado chupando alguna sensación para sentir que está vivo. La gente habla, si es necesario y justificado, o innecesario e injustificado.

Si ustedes hacen el experimento de entrar en retiro y vivir en silencio, digamos durante una semana, verán cuán famélicos se sentirán porque no oyen palabras y no hablan.

No existe una inanición física, ustedes tal vez tengan el alimento necesario, pero la que se siente famélica es la mente, está inquieta porque se aficionó a la verbalización, a usar y oír palabras de modo que el pasado sigue moviéndose y fluyendo, y al "mí", al yo, al ego lo sacan a puntapiés de ese movimiento.

Ahora bien, he visto que si el "mí" se mueve, el pasado es el que está moviéndose, por tanto la exploración de lo nuevo no es posible, aunque haya algo incondicionado más allá de la medida de la mente. Lo otro, lo que es inmedible o innominable, no tendrá oportunidad de manifestarse mientras yo estoy ocupada con el movimiento del pasado. Tiene que manifestarse en este mismísimo cuerpo. Si hay alguna energía incondicionada, si hay una inteligencia más allá del intelecto, si hay algún movimiento de la consciencia más allá del conocimiento y de la experiencia, no podrá manifestarse mientras yo esté obsesionada con el "mí" y el movimiento del "mí".

De modo que minimizo las áreas de contacto con la gente, mi propia verbalización o la de otra gente, y me digo: "Acepto las lisas y llanas necesidades y el tiempo y la energía que habré de gastar por ellas, permítaseme estar sola con la vida tranquilamente, pacíficamente, permítaseme estar sin el movimiento del "mí", sin el movimiento del pensamiento". Y esto no una hora por la mañana y una hora o media por la tarde, pero uno empieza a cambiar el modo de vivir, y siempre que tiene tiempo: 5 minutos, 10 minutos, 20 minutos, uno se recoge en un rincón tranquilo, se sienta de modo relajado y cesa de moverse psicológicamente, sin pensar, sin cavilar, sin preocuparse.

En el momento en el que el "mí" se mueva, el tiempo psicológico empezará a obsesionarlos. El movimiento del "mi" divide a la entidad inmedible en el pasado, el presente y el futuro. Tan pronto como esa idea del tiempo ronda o se mece sobre el movimiento del "mí", ustedes se espantan con la idea del mañana, del mes próximo o del próximo año. El movimiento del "mí" es un movimiento alejado de la entidad de la vida. El movimiento del pensamiento es un movimiento alejado del aspecto

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incondicionado de la vida. De modo que he visto toda la trampa del movimiento mental, todo el juego depravado de este conocimiento, de esta experiencia, de este pensamiento, etc., que me hace dar vueltas y vueltas.

Y digo: no me voy a mover. Me siento calladamente en un estado de no hacer. No quiero saber nada siquiera del silencio, porque si yo quiero saber trataré de convertir el silencio en una experiencia, trataré de medirlo en términos de goce y dolor, excitación o depresión, trataré de evaluarlo y diré: "Me senté en silencio y conseguí esto en las últimas dos horas, vi algunas luces, oí algunos sonidos, tuve una experiencia." El yo estará ocupado conociendo y experimentando.

Me digo que quiero despojarme de todas estas actividades, que me gustaría vaciarme de toda esta sensación de conocer, hacer, experimentar, devenir, adquirir, obtener, arribar... voluntariamente, no forzado por-alguna idea o alguna ideología, sino debido a la percepción de los hechos y a la comprensión de la verdad. Me gustaría hallarme en un estado de no-hacer, no-conocer, no-experimentar, en otras palabras: no-moverme. Me limitaré a estar en el centro, no me moveré para nada.

Aquí llega la cuestión crucial, el acceso a la meditación como un modo de vida y un modo de vivir. Hemos equiparado al vivir con él movimiento de la mente y del pensamiento. Hemos equiparado el acto de la relación con este movimiento del yo, del ego. Aunque intelectualmente vemos la necesidad de abandonar todo movimiento mental, emocionalmente hay una resistencia clandestina a la inmovilidad del ego. Estamos asustados.

Podemos ver la necesidad, pero como la consciencia del yo es energía autoconsciente, refinada y depurada a través de los siglos, es bastante lista como para entender que si no se mueve, eso importa meramente su muerte.

Por ello, una persona intelectualmente evolucionada y erudita ve que si el "mí", el tiempo, el pensamiento, las palabras, la experiencia no se mueven, entonces habrá una muerte virtual, un vacío que no tiene centro ni fondo.

De modo que tan pronto el yo, el "mí" ve esto siquiera verbal e intelectualmente, alaba falsamente a la dimensión del silencio, atraviesa las fronteras de la verbalización, se sienta voluntariamente en una silla ovillando físicamente toda actividad, pero en los profundos rincones de sí mismo lleva este miedo: "¿Qué me ocurrirá si no me muevo? ¿Cómo sabré qué me está ocurriendo si no me muevo? ¿Cómo podré interpretar? ¿Cómo sabré que estoy en el rumbo correcto? ¿Si no uso mi conocimiento -, mi experiencia, mis mediciones, si los echo todos a un lado, entonces estaré perdido". En algún rincón, el yo, el ego quiere quedar vivo para medir eso, para interpretarlo, para experimentarlo, y luego, para poseerlo.

Tal como físicamente poseemos las casas, los muebles, los autos, el aparato de televisión, de igual modo, psicológicamente, poseemos conocimiento, ideas, ideologías, teorías, mediciones, y somos extremadamente afectos a esa posesión psicológica a través de la cual tenemos una sensación de existir y de sobrevivencia. Uno puede renunciar a los bienes en el nivel físico, pero para un ser humano moderno, culto y refinado es dificilísimo renunciar a los bienes psicológicos, aunque uno pueda advertir la futilidad de esto.

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Uno ve muy claramente que en un nivel verbal, en una escala verbal, la acción basada en el pensamiento no ha producido transformación en las estructuras sociales ni en la psiquis del individuo. El pensamiento ha penetrado en el campo de las religiones organizadas, las teologías no han ayudado a la raza humana. El pensamiento ingresó en el nivel político, en la acción basada en el capitalismo, en el socialismo, en el marxismo, en el maoísmo, utópico, científico, corporativista, revolucionario. Experimentó con las vidas de millones de personas, llegando allí a través del derramamiento de sangre. Experimentó con invenciones científicas y tecnológicas, creando envidiable opulencia en algunos países: a los seres humanos se les suministró toda clase de medios de comodidad, lujo y goce; empero, la. transformación no tiene lugar. La acción que se basa en el pensamiento, implicando la continuidad del pasado, produce cambios, produce un poco de pulimento aquí y allá, pero no da por resultado la transformación de la calidad de la consciencia, de la calidad de la vida humana. Interiormente, somos muy pobres.

El amor es la riqueza y la prosperidad, y no hemos conseguido esa prosperidad del amor en la relación. La comprensión los libera, pero estamos aplastados bajo el peso del conocimiento y de la experiencia, y vivimos de segunda mano, apoyados en ideologías y pautas de conducta que tomamos prestadas.

Estamos cansados, transportando ese peso un año tras otro, sesenta años, cincuenta años; he aquí porqué en nuestra vida no hay frescura ni calidez de vida y gozo, es sólo una carrera de ratas que eluden el dolor y se aferran al goce, evitando la vulnerabilidad y la inseguridad, y corriendo en pos de la seguridad. Por la seguridad podemos entrar en regateos con la libertad.

En la escala mundial, hemos visto la aflicción y la agonía de esta continuidad del mismo modelo de adquisición, agresión, violencia, egocentrismo, autocentrismo, sufrimiento, miseria, e indagamos si podrá haber fin para este sufrimiento y esta aflicción.

Si el pensamiento, el "mí", el ego, no se ha de mover, evidentemente uno tiene que crearse una oportunidad para que el ego se relaje en la inacción. Lo que ustedes llaman sentarse en silencio, lo que yo llamaría vivir en silencio, implica crearse oportunidades en las que no estén obligados a moverse a través de la mente.

Para el trabajo, al sostener una familia, construir una casa, cuidar de la familia, uno tiene que usar el cerebro, muy eficaz y diestramente, sin desorden alguno, y en esto hay belleza: Ni ustedes ni yo podemos evitar... la comida, el albergue, la ropa; y si uno tiene un enfoque no comparativo de sí mismo y de su propia vida y no está todo el tiempo con la ambición de compararse con los demás, entonces esto se vuelve relativamente fácil.

Cuando se hace eso, entonces a lo largo del día, siempre que uno esté desocupado, tenga tiempo libre, en vez de leer un libro, mirar la televisión, o asistir a algún entretenimiento organizado, uno vuelve a la libertad de su propio rincón en algún sitio de la habitación, o cualquiera que aquél sea, y entra, de modo relajado, en el estado de no-hacer, no-conocer, no-moverse.

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Siempre y cuando uno haga esto, advertirá que tan pronto el pensamiento no se mueve y el tiempo llega a detenerse, se debilita toda la presión sobre el sistema neurológico y el sistema químico.

Si uno trabajó físicamente de modo muy arduo, digamos durante varias horas, o uno estuvo escalando las montañas y el cuerpo está realmente bien cansado, y uno se relaja, entonces en ese relajamiento hay gozo.

Del mismo modo, cuando uno se relaja psicológicamente diciéndose que no hay necesidad de tensión alguna del pensamiento, de presión alguna de las emociones, entonces en ese relajamiento hay gozo.

Si uno dice: voy a sentarme en silencio, ningún pensamiento deberá moverse, y quiero ver qué saco de eso, entonces la tensión de la expectativa y de esta actividad de aguardar que ocurra algo, cansará a la persona a la media hora porque el suspenso de la expectativa es más cansador en el movimiento real del pensamiento. Uno aguarda, quiere imaginar que algo que le ocurrió a Ramakrishna Paramahamsa, a Confucio, a Lao-Tse, a J. Krishnamurti, me ocurrirá a mí, de modo que en ese hecho de aguardar hay tensión. Ustedes deben haber experimentado la tensión de aguardar en el aeropuerto, o en la estación ferroviaria. Tal vez hayan tenido que aguardar sólo cinco minutos, pero osos cinco minutos se sienten como media hora, porque la intensidad y el suspenso del hecho de aguardar crean su propia tensión. Tengan a bien advertir esto.

Cuando nos sentamos en silencio, si esperamos que ocurran cosas, esperamos lo conocido: lo conocido por los hindúes, los musulmanes, los cristianos, los budistas, algo conocido que se proyecte, entonces será el movimiento de lo conocido en lo conocido, y no habrá exploración, nada nuevo habrá en ello.

Por eso uno se relaja, sin aguardar, sin expectativa, porque el "mí" podrá sobrevivir y continuar a través de esa expectativa, a través de ese hecho de aguardar; no quiere sentarse callado, y por eso ensaya una treta.

Cuando no existe el hecho de aguardar ni el suspenso de la expectativa, cuando desaparecieron toda la presión y toda la tensión sobre los nervios y sobre todo el sistema químico, ustedes verán la majestad de ese relajamiento. Esto es lo único que ustedes, que el "mí", que el ego, podrán hacer. El ego puede relajarse en la inacción, no hay traba para su tendencia adquisitiva, para conocer y experimentar más. Lo único que el "mí" puede hacer es relajarse en la inacción. El relajamiento es un hecho físico, un hecho psicofísico, es un acontecimiento tremendo si eso puede ocurrir en nuestras vidas. Con la finalización del movimiento del pensamiento ustedes están fuera de la fragmentación, ustedes están fuera de esa personalidad remendada en donde trataron de crear una identidad integrada, remendando ambiciones, emociones, deseos, anhelos, con la aguja y el hilo de filosofías y teorías: un esfuerzo patético. Ustedes están fuera de toda esa fragmentación añadida al ser de ustedes, fuera de la prisión del pensamiento que tiene los muros de tiempo, conceptos y símbolos alrededor de ustedes, que sólo dejaba abiertas las ventanas, pero ustedes estaban encerrados allí.

Por primera vez, una persona está de vuelta en la totalidad de la vida, fuera de la fragmentación, fuera de la división, fuera de las garras de conceptos e ideas; ese es el primer contacto con la libertad total, con el aspecto incondicionado de la propia vida, es

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el primer contacto con la totalidad de la vida.

Cuando educa, a sus hijos, nadie les dice: "Sólo eres nombre y forma". Ustedes son no sólo la palabra y el lenguaje que usan, hay algo más en su ser, ustedes son un ser, y el ser lleva la totalidad de la vida. Tal como un cántaro lleva agua o una jarra lleva leche, todo lo que tiene forma contiene la realidad sin forma, la totalidad de la vida, la divinidad de la vida, si ustedes me permiten esa palabra. El primer contacto con lo sacro de la vida, con la santidad de esa totalidad, eso es lo que tiene lugar.

A ese espacio interior, libre de la contaminación del pensamiento y del movimiento de éste se lo llama silencio. El silencio es ese espacio interior de la totalidad del ser de ustedes. Tal como tenemos una energía condicionada que se mueve a través de nosotros, a la cual llamamos la mente que es sólo una parte de nuestro ser, una parte de nuestra totalidad, también existe la parte incondicionada de energía oculta en esa totalidad. El silencio, el espacio interior, no es una utopía, no es una idea. Uno llega allí tan pronto termina el movimiento del "mí". En la finalización del movimiento del "mí" está la finalización del sufrimiento y de la aflicción.

El "mí", el ego es el que lleva la memoria y retiene el sufrimiento, lleva las lastimaduras y las heridas, lleva ideologías y teorías sobre cómo manejarlas. Dos presiones: una es la presión de las lastimaduras y las heridas reales, y la otra es la presión de las teorías y las ideologías sobre qué hacer cuando ustedes sufren. Pero cuando el "mí" no se mueve hay no sólo una finalización del movimiento del pensamiento, sino también una finalización del sufrimiento y de la aflicción en la vida de esa persona.

Sufrir es rumiar en la memoria. En el presente, en la real interacción con desafíos, situaciones e individuos, podrá haber dolor o goce, pero la mente humana esculpe el sufrimiento a partir de los acontecimientos, reteniendo en la memoria lo que ha ocurrido.

La memoria es el almacén de la aflicción y del sufrimiento. De modo que con la finalización del "mí", con la finalización del tiempo psicológico como autoridad, existe la finalización del sufrimiento y de la aflicción.

Cuando uno vive en esa totalidad, en ese espacio interior, en ese silencio, la otra, la energía incondicionada se activa. La inteligencia es una energía incondicionada nacida del vacío del silencio. No es más un movimiento cerebral, nada tiene que ver con el "mí", con la consciencia del yo, con la herencia física o patológica. Es una energía nacida del relajamiento incondicional total que tiene lugar en el silencio. De modo que el contenido de la inteligencia es el vacío del silencio; tengan a bien advertir esto. La inteligencia no tiene pasado ni futuro.

Cuando pronunciamos las palabras "vacío del espacio", pensamos que vacío es estar vacío de algo. Para nosotros el vacío es una idea negativa, porque jamás nos hemos relacionado con el espacio que es el vacío fuera y dentro, dentro y alrededor de nosotros. Hemos estado ocupados todo el tiempo, tratando las formas, manejándolas, usándolas para nuestra comodidad y nuestro goce físicos. Como raza hemos descuidado este espacio y el vacío fuera y dentro, dentro y alrededor de nosotros. Hemos estado ocupados todo el tiempo, tratando las formas, manejándolas, usándolas para nuestra

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comodidad y nuestro goce físicos. Como raza hemos descuidado este espacio y el vacío que contiene el espacio como sustancia de nuestra vida.

En ese estado de total relajamiento, esa-energía de la inteligencia se activa, se moviliza y empieza a funcionar con una velocidad tremenda. El espacio se llena con esa incondicionada energía de la inteligencia. No hay retraso temporal entre la finalización del "mí" y la manifestación de, lo nuevo, de lo incondicionado. Pero con su velocidad tremenda da una sacudida a todo el organismo y, por tanto, la estructura física necesita tiempo para armonizarse con esa nueva energía.

Durante siglos nos hemos adiestrado para ajustarnos a la velocidad del pensamiento. Confío en que seamos conscientes de que el pensamiento se mueve mucho más velozmente que el cuerpo. Estamos familiarizados con la velocidad de los impulsos incorporados en nosotros, con la velocidad del pensamiento, de las emociones, pero no estamos familiarizados con la velocidad contenida en el silencio, en el relajamiento.

Cuando esa nueva energía empieza a funcionar, el cuerpo necesita algún tiempo para ajustarse y armonizarse con la frecuencia de esa nueva energía. Cuando existe este encuentro, cuando existe el primer contacto con la totalidad, entonces el cuerpo empieza a estremecerse y hay ciertos síntomas que, tienen lugar.

Hemos advertido cómo en el proceso de crecimiento tienen lugar síntomas en el nivel físico y mental. ¿No han observado ustedes a sus hijos cuando crecen? Cuando el niño atraviesa el período de la pubertad deja de ser un niño; empero, todavía no llega a ser una joven o un joven, pero los síntomas del crecimiento están allí. El niño no sabe cómo ajustarse a los cambios que tienen lugar física y mentalmente. Los ojos son los mismos; el cuerpo es el mismo, pero hay un cambio que tiene lugar, un crecimiento que tiene lugar. Cambia el gusto: gusto de la comida, de las ropas, de los colores, de todo. El cuerpo necesita tiempo para armonizarse con el estimulo de la nueva energía que empieza a vibrar en el cuerpo.

Si no hay temor y al movimiento del "mí" se le permite interrumpirse totalmente sin reservas ni inhibiciones, entonces la consecuencia lógica es el relajamiento, y el relajamiento es el estado de totalidad sin fragmentación alguna.

El "mí" no se transforma, no se libera, la mutación tiene lugar en la totalidad de la consciencia, entiende sus limitaciones y puede reflejarse en la inacción. Para el "mí" es el primero y último paso. No puede ir más adelante. Quienes dicen: "Estoy liberado", o "Me iluminé", están usando mal o maltratando las palabras, o no saben qué les está ocurriendo. El yo nunca se ilumina, se libera, se transforma ni se altera. Con el uso de la energía autoconsciente sólo investiga su propia naturaleza y el método de funcionamiento, y trabaja competentemente en su propio campo; no va más allá de su campo.

Esta nueva e incondicionada energía de la inteligencia despierta, se moviliza, empieza a funcionar. He aquí cómo ocurre esto. No es una teoría, no es una idea, sino que he aquí cómo uno ha visto que ocurre.

Cuando esta energía incondicionada se activa, cuando existe ese ser en la totalidad de la vida de uno, libera fuerzas curativas en el nivel físico y en el nivel psicológico. El

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todo o la totalidad de la vida es santo, la totalidad es sagrada.

Debido a nuestra obsesión con la fragmentación en nombre del análisis, del conocimiento y de la experiencia, nos hemos alejado de lo sacro de la vida, negamos todo lo que es sagrado y santo.

O quienes aceptan la santidad tratan de injertarla en sus insignificantes fragmentitos. La santidad y la fragmentación no pueden marchar juntas. Uno puede entender a la fragmentación como una conveniencia viable en el nivel físico o material.

Para la investigación en las ciencias físicas, ustedes tienen que despedazar las cosas, analizarlas, etc. Pero si esa fragmentación por la conveniencia del análisis, física o psicológicamente, se confunde como algún modo de vivir que abarca la totalidad de la vida, entonces creo que estamos sembrando semillas de aflicción y sufrimiento. Lo que trato de decir es' que la totalidad de nuestro ser en el estado de ese relajamiento y ese silencio libera fuerzas curativas. La totalidad de la vida es sagrada porque cura. No es nada misterioso. Cuando caminan por bosques exuberantes y verdes, digamos durante unas pocas horas, ustedes no tocan los árboles, no están haciendo nada, no hay esfuerzo consciente, tan sólo caminan, pero ese verdor le hace algo a los ojos, esos bosques verdes y exuberantes emanan algo que entra en el ser físico y psicológico de ustedes y los cura. Ustedes se exponen al sol y los rayos de sol, que dan vida, operan sobre ustedes. Cuando permitimos que la totalidad opere sobre nosotros, aquélla tiene un efecto curativo. Hablo de la curación no como una terapia sino como una emanación de la totalidad de la vida.

Por un lado, esta incondicionada energía de la inteligencia empieza a operar y, por el otro, todas las viejas heridas y lastimaduras que uno padeció, las cicatrices y rasguños en la consciencia mutilada empezarán a curarse. Ustedes no las curan, aquéllos empiezan a curarse en ese santo silencio. Maravilloso... hasta las enfermedades físicas se curan en ese estado de relajamiento y en ese misterio del silencio.

Pero como hemos estado viviendo a través del cerebro, a través de la actividad cerebral, como hemos estado moviéndonos a través del intelecto y del pensamiento, decimos: "Espera un poco, dime cómo ocurre eso, ¿qué ocurrirá el primer día, luego, el segundo día, el tercer día?, ¿cuánto durará?, ¿qué lo garantiza?, ¿puedes asegurarme que eso me ocurrirá?"

Uno ha viajado verbalmente, ha acompañado a la investigación y a la exploración, ha llegado a las fronteras de lo conocido y entonces se atasca. Uno dice: "Dime cómo va a ocurrir esto, cómo ocurrió? ¿Cómo te ocurrió? Dime el horario, la técnica, la fórmula, el método, el cómo, para que yo pueda esperar hasta mañana, o hasta pasado mañana, o tres semanas, cuando eso me ocurra". Uno vuelve de las fronteras de lo conocido e ingresa en la trampa de la mente que piensa que la transformación es una adquisición de la consciencia del yo.

Había un loro, encerrado en una bella jaula, al que su propietario le había enseñado a decir: "Libertad, libertad, libertad". El loro solía chillar todo el día, dentro de su jaula, aferrándose al barrote:"Libertad, libertad, libertad". Y un día llegó alguien allí y abrió la puerta de la jaula, creyendo que había realizado algo muy justo y santo, que al loro le había hecho un servicio. Se abrió la puerta, pero el loro estaba todavía aferrado al

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barrote, gritando: "Libertad, libertad, libertad".

La comunicación verbal podrá abrir la puerta, la comprensión verbal podrá abrir la puerta, no podrá persuadir, no podrá forzar al loro para que deje de aferrarse al barrote. Si el loro empieza a pensar: "Aquí estoy seguro, todos los días me dan de comer, estoy muy seguro. Suponiendo que vuelo y me poso en la rama de un árbol, y alguien me ataca, entonces, ¿qué ocurrirá?"

Si el loro piensa de ese modo y si esa seguridad construida y armada por la mente y por el pensamiento humanos es más importante que el anhelo de libertad, entonces el loro jamás podrá ser libre. Esta es la anécdota de la raza humana.

Cuando Jesús de Nazareth visitó la tierra y abrió la puerta de la jaula, dijo: "Ama a tu prójimo como a ti mismo; no resistas al mal con el mal; si alguien te pide la capa, dale la túnica". No estoy hablando de moralidad personal, ésta es una revolución en las motivaciones de la vida. El amor niega el apego, y resistir el mal, con la fuerza de lo bueno que hay en ustedes como valor absoluto, es negar la degradación.

¿Pero quién se expondrá a la inseguridad y a la vulnerabilidad de las nuevas motivaciones? De modo que nos adherimos a lo viejo; decimos: "Jesús no sabía de economía. Dejémoslo, dejémoslo en la iglesia, pongámoslo en la iglesia, pero que nuestras vidas se libren de sus enseñanzas revolucionarias".

Si un Buddha viene y dice: "La vida es una corriente de movimiento y cambio", y si ustedes buscan la permanencia e imponen una teoría de la permanencia y la estabilidad a este cambio constante, están sembrando las semillas de la aflicción. Ustedes están rodeados por la impermanencia; no creen una idea de permanencia, ni escapen de la corriente del cambio constante en el nido que ustedes crean con su ideología, ni se retiren de la vida. Vivan en la impermanencia, vivan con lo transitorio, expónganse al sufrimiento del goce y del dolor, experiméntenlo.

Pero creamos una pauta incluso de eso y proscribimos a los Buddhas y a los Cristos con la autoridad de la superhumanidad y nos creemos libres para vivir y continuar nuestro viejo modo de aflicción y sufrimiento, considerándolo el modo de vivir. ¿Por qué las relaciones deben parecerse a campos de batalla, por qué deben terminar en heridas y lastimaduras recíprocas, o en conquista y apropiación mutuas, o en dominio de uno sobre otro?

La meditación es un modo alternativo de vivir, y sólo la energía de la inteligencia, esa energía incondicionada nacida del vacío del silencio, es la que nos permite ser intrépidos. No hay centro que sienta miedo de nada. No hay centro que cree una periferia de fronteras o una circunferencia alrededor de él; cuando la inteligencia se mueve, se mueve la totalidad. El "mí" no crea al "no-mí". Amigos míos, el despertar de la inteligencia da por resultado la transformación de la percepción.

Desde el nivel mental, nuestra percepción está contaminada por la división inicial del "mí" y del "no-mí", del yo y del otro, del tú y eso, y entonces tratamos de juntar al "mí" y al "no-mí" con la ayuda de una ideología, y decimos: "Los dos' pertenecemos a uno solo. Somos dos, hay una dualidad, y, por tanto, hay muchas tensiones entre tú y yo, pero a pesar de las tensiones, ambos pertenecemos a un solo Dios. Creamos un ente, y

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retenemos a los dos, a la dualidad y a las tensiones de los dos, a las batallas entre los dos, e imponemos lo tercero, diciendo que pertenecemos allí. Si no podemos vivir hoy en armonía, decimos que después de la muerte estaremos allí en armonía con lo tercero.

Hemos estado jugando juegos muy serios con nosotros mismos, con la raza humana.

De modo que no se preocupan con lo que ocurre en esta vida respecto de los problemas socio-económicos y políticos, de los problemas familiares, crean una vida religiosa en la que hablan de Dios, de la divinidad, de la armonía, de la unidad, pero cuando regresan a sus familias, a sus profesiones, a sus trabajos, ustedes continúan con el viejo modo asertivo, agresivo, violento. Hemos creado una dicotomía entre el vivir diario y el denominado vivir religioso o espiritual. Eso lleva a la hipocresía, amigos míos, eso lleva a feas simulaciones y la calidad de la vida no cambia. Hay un sentido de urgencia con el que me comunico con ustedes, en el sentido de que se necesita, urgentemente una revolución en la psiquis. La raza humana, que está al borde de la autoaniquilación, tiene que hallar un camino alternativo en el que se cambie la percepción misma.

En el plano mental empezamos con la división, con la fragmentación y, con la ayuda de ideas e ideologías, creamos el sentido de la no-dualidad.

Cuando la inteligencia despierta, nace la percepción de la no-dualidad de la totalidad. Ustedes están en la totalidad de su ser, están totalmente relajados. De modo que la percepción es un movimiento que parte de ese relajamiento, de esa totalidad que no es doble. La dualidad es una creación de la mente, y la realidad de la vida no es doble, es una totalidad homogénea. Tengan a bien advertir esto, que tan pronto la inteligencia despierta, la percepción se transforma.

No es el hecho de mirar los trozos y tratar de juntarlos, integrándolos en una totalidad artificial, sino que es la percepción del todo junto con el pasado incorporado a aquél. Es una percepción de la totalidad, con las particularidades pertenecientes a esa totalidad.

Espero que entendamos la diferencia entre las particularidades, las partes y los fragmentos. Los fragmentos están aislados, y a cada fragmento se le adjunta un ente y una identidad separada. Las partes tienen siempre una existencia en el todo. Las particularidades están siempre en la totalidad, no pueden separarse.

De modo que uno ve al todo. Por ejemplo, cuando dos personas se encuentran, la persona ve a la otra persona en la que está contenida la historia y el afán de la vida humana total, es consciente de la totalidad de la vida humana. ¿Ven eso? La percepción a partir de la inteligencia se relaciona siempre, a través de la consciencia, con la totalidad. De modo que lo sensorio, los ojos ven a una persona y tocan a una persona, psicológicamente ustedes son conscientes de cómo están llevando en ustedes el pasado humano total, y cómo el otro está llevando el pasado total, la consciencia de la totalidad y el aferrarse a lo particular a través del nivel sensual, de modo que la percepción se transforma.

Es una percepción pura relacionada con la totalidad, con el todo, que yo puedo llamar divinidad, que yo llamo lo sacro o lo santo. Uno está en comunión con eso, uno

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está en contacto con eso, a través de la consciencia.

Los sentidos no pueden tocar lo sacro o lo santo. A través de los sentidos, a través del nivel sensual, tenemos que tocar lo particular, sus partes, su transitoriedad, experimentar el juego de la sensación, de la impresión, del dolor, del goce. De modo que la percepción nace de esta totalidad que no es doble y se transforma, llevando a la consciencia de esa totalidad de la vida. Cuando la percepción se purifica de esta manera, la respuesta también experimenta un cambio cualitativo. Ya no existe un esfuerzo del "yo", del "mí", que quiere algo de la otra persona y, por tanto, maneja el comportamiento de la otra persona o de la propia conducta; por tanto, la respuesta nace de la espontaneidad. He aquí cómo tiene lugar esto, es una revolución.

La espiritualidad no consiste en jugar casualmente con deseos, ambiciones, teorías e ideas. Cuando hay crecimiento, cuando hay transformación interior, se refleja en la conducta real. La calidad del ser se manifiesta en la extensión a través de las relaciones.

No hay temor, no hay ansia de adquirir, no hay ambición por sobrevivir a través de la adquisición.

Un nuevo ser humano nace en el viejo. De modo que con la finalización del movimiento de la mente y del pensamiento, el sufrimiento y la aflicción llegan a su fin, conduciendo a un contacto íntimo y de primera mano con la totalidad del ser, de la que nace la energía, la incondicionada energía de la inteligencia, y empieza a manifestarse.

La meditación es una mutación interior, es una revolución.

La revolución jamás llega a través de reformas. Todo deseo de cambio es un obstáculo en el sendero de la revolución total.

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DE HOORNEBOEG, HOLANDA 56

Plática del 14 de marzo de 1983, por la noche

Me parece que el temor a la muerte y el temor de morir es el suelo en el que se genera y crece el anhelo de seguridad y esta aflicción y este sufrimiento que acompañan a ese anhelo. Aunque comprendamos muy claramente que la muerte física es inevitable y, en gran medida, impredecible, nos gusta creer que no vamos a morir, digamos en los próximos diez o veinte años.

¿Morir no significa desprenderse repentinamente del contexto que hemos conocido durante toda nuestra vida, desprenderse de todo lo que hemos reunido a lo largo de los años, al igual que de los bienes físicos y psicológicos?

Este desprendimiento completo y total de adquisiciones y bienes, del medio circundante, de lo conocido, es algo que aterroriza a la mente humana.

La mente es muy afecta a rodearse por lo conocido tanto en el nivel físico como en el psicológico, porque creó alrededor de sí las fronteras de lo conocido, y la capacidad para crear el área de lo conocido es limitada.

Por vasta que pudiera ser nuestra área de acopiamiento, nuestros bienes psicológicos e intelectuales, nuestro conocimiento, nuestra erudición, nuestro saber son limitados. Nuestros acopiamientos materiales o físicos son limitados porque son exclusivos, tienen un centro que es dueño de ellos y los posee.

En el proceso de adquisición las limitaciones son ínsitas. Al resto de la vida lo llamamos lo desconocido, y al área de acopiamiento y de posesión, lo conocido. Dividimos la vida en lo conocido y lo desconocido, y decimos que tenemos miedo de lo desconocido.

El contenido de ese temor a lo desconocido es realmente la renuencia a dejar lo conocido. Si no hubiera renuencia a dejar lo conocido, no habría temor alguno a la muerte o a morir. Lo que nos espanta es la idea de ser apartados de cuanto hemos conocido toda nuestra vida, y mientras exista el temor a la muerte y a morir existirá el anhelo de seguridad. El anhelo de seguridad y el temor a morir o a la muerte son dos denominaciones diferentes del mismo estado mental.

Suponiendo que descubramos un modo de morir a lo conocido a cada momento y en cada movimiento, suponiendo que pongamos fin al acopiamiento de preferencias, prejuicios, normas y criterios, y que vivamos en la desnudez o el desnudamiento de la psiquis, ¿habrá algún temor de morir?

La meditación es un modo de vivir en el que a cada momento nos movemos a través de relaciones, derramando todo nuestro ser dentro de cada relación, porque ese

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derramamiento o ese descubrimiento del contenido de nuestro ser nos da una sensación de realización. Ese hecho de derramarnos en las relaciones no es un medio enderezado hacia un fin: es un fin en sí mismo. El acto de vivir implica derramarnos, derramar nuestra totalidad en cada relación, a cada momento, para que haya una satisfacción inmensa de haber vivido.

Podemos vivir en el momento que se nos da. Podemos movernos a través de la relación que nos aguarda. Las relaciones, los desafíos, las situaciones son las oportunidades para el autodescubrimiento. El momento que está presente o disponible para nosotros es la eternidad intemporal que nos aguarda para que la afrontemos.

Nos derramamos totalmente en cada relación, en cada momento, vivimos rica, cabal, plenamente. El movimiento de la totalidad nos enriquece, nos vitaliza, de modo que vivimos a través de eso. Experimentamos el dolor o el goce que la interacción nos aporta sin inhibición alguna de teorías o ideologías.

Ni tratamos de eludir el goce ni tratamos de escapar del dolor, sino que recibimos con los brazos abiertos todo lo que llega a través del acto de vivir y lo experimentamos hasta el momento próximo, hasta la relación próxima, con la elegancia de la libertad, de la inocencia y de la frescura.

De esa relación no juntamos residuo alguno. Cada acto de relación se convierte en un fin en sí mismo y finaliza con el hecho de vivirlo; llega a su fin tan pronto hemos vivido y 1o liemos atravesado.

La totalidad se limpia y purifica a través de ese derramamiento total, y está otra vez vacía para llenarse hasta el borde con la vitalidad y el vigor.

A menos que vaciemos el contenido de la consciencia con cada acto de relación, ¿cómo podremos ser llenados de nuevo, ser creados de nuevo y revitalizados por la vida? Es muy divertido morir después de cada acto de relación, y renacer. Este hecho de vivir y de morir es algo fantástico.

La meditación es un modo de vivir en el que nos renovamos, nos revitalizamos y nos volvemos a crear constantemente. El movimiento mismo de la vida, el movimiento mismo de vivir y de la relación produce la limpieza, la purificación, la renovación y la revitalización.

Este modo de vivir exige que, a cada momento, estemos totalmente presentes con lo que existe y no nos escapemos en "lo moralmente obligatorio" y "lo que se debe hacer", y “lo que no es moralmente obligatorio” y "lo que no se debe hacer". No nos escapamos en ideales, ideologías y teorías, sino que afrontamos el presente cara a cara. No aguardamos medir los desafíos ni medir nuestra adecuación o inadecuación, sino que, con nuestra totalidad, afrontamos el desafío, la situación, lo individual, espontáneamente, con toda nuestra integridad, calidad cabal y plenitud, para que la memoria no se cargue con nuevas experiencias, dolores, lastimaduras y heridas. La memoria queda limpia.

Segundo: la meditación como un modo de vivir, no una técnica, no una fórmula, no una estructura, sino un modo de vivir en el que interrumpimos esta preocupación con la

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creación y la proyección de una imagen de nosotros mismos.

Nos preocupamos por crear una imagen de nosotros mismos, y con la idea de la imagen se asocia la idea de status, y esperamos que el mundo respete esa imagen de nosotros que nosotros hemos creado.

Si el mundo no respeta la imagen que hemos construido y armado, y el mundo ataca a la imagen, entonces el yo, el "mí", que se oculta detrás de esa imagen, empieza a gritar, a chillar y a vociferar: "Estoy herido". La destrozada es la imagen.

¿Podemos vivir sin construir alguna imagen de nosotros mismos y movernos a través de las relaciones?

Me interesa la educación, la pedagogía; llego a ser maestra. Este proceso de llegar a ser en el nivel físico y psicológico, para funcionar como miembro de la sociedad, es un mal necesario que no puede evitarse.

Podemos llegar a ser maestros, políticos, ingenieros, abogados, médicos, o lo que fuere; ejercitamos todas nuestras capacidades cerebrales, todos nuestros talentos, y funcionamos como buenos abogados, buenos maestros, buenos carpinteros, buenos jardineros, con confianza y seguridad en nosotros mismos. Pero, cuando nos movemos a través de las relaciones, construimos una imagen moral de nosotros mismos como personas buenas, personas que no son violentas, personas cariñosas y apacibles, personas generosas, personas que no tienen celos, codicia ni lujuria, porque verbal e intelectualmente entendemos que aquellas personas son malas.

Creamos una imagen sobre la base de esa comprensión intelectual. Hemos reunido esas ideas y están almacenadas en la memoria. Debido a que poseemos esas ideas entramos en una ilusión de que estamos realmente allí, de que estamos realmente en ese estado en el que no hay celos, ni lujuria, ni ira, etc. Construimos nuestra imagen: "Soy un buen esposo o una buena esposa, una buena madre, un buen ciudadano", etc. Esas imágenes se dañan y despedazan. Si en un día tenemos que tratar a veinte personas diferentes, les proyectamos veinte imágenes diferentes para asegurarnos su buena voluntad, reconocimiento de parte de ellas, agradecimiento, prestigio, respeto.

¿Podemos funcionar y expresarnos psicológicamente sin construir una imagen? Tal vez yo sea una persona de corazón tierno, y la ternura, la compasión, se exprese. Gozo expresando eso y la otra persona también, y eso termina allí; pero tras haber experimentado esa expresión, recogemos una imagen de nosotros: "Soy una persona generosa", y esa generosidad no se expresa a través de nosotros. Cada acto conduce a la construcción de una imagen, y ¡es tan pesada la carga de imágenes que transportamos! Otras personas de la sociedad dañan, destruyen, hacen añicos o despedazan a esas imágenes, y entonces nos lastiman y hieren.

Esta aflicción y este sufrimiento que nos infligimos puede llegar a su fin, amigos míos, a través de la meditación como un modo de vivir. Podemos contemplarnos y aprender a movernos a través de las relaciones sin construir una imagen.

Una vez que hemos visto todo este juego de construcción de imágenes, toda esta trampa de la mente, entonces no creamos imágenes nuevas acerca de nosotros mismos,

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y también desaparecen las imágenes viejas que fueron creadas, nutridas, pulidas y almacenadas con gran afecto.

Otras personas están también ocupadas con sus propias imágenes, por lo que las relaciones llegan a ser una burla cuando estas imágenes se encuentran. Nos ocultamos detrás de estas máscaras de imágenes y nunca hay entre nosotros una relación íntima real.

La meditación es un modo de vivir en el que estamos en la sencillez de nuestro ser en cada movimiento: sin fingimientos, sin hipocresía, sin nada que tapar ni esconder, sin ideales que proyectar. La actividad de la proyección, el esfuerzo en la hipocresía y el fingimiento no están allí. La relación no es más una ordalía; puede llegar a ser un movimiento de relajamiento.

Si no hay imágenes, no hay posibilidad de herirse. No sé si puedo aclarar suficientemente esta cuestión con mis palabras, pero si este hecho de comprender la no creación de imágenes como el misterio de la relación, la armonía, el amor y la amistad fuera algo líquido, lo rociaría en todos los corazones.

Por un lado, no reunimos residuo alguno del movimiento o del acto de vivir, residuo alguno de cualquier relación que fuere, y por el otro lado estamos completamente despojados de toda relación, porque no hay imagen detrás de la cual nos ocultemos y tapemos, no hay máscaras. Estamos expuestos y somos vulnerables a los desafíos de la vida.

La vida como movimiento de relación nos lanza desafíos a cada momento y queremos escapar del acto de vivir; por tanto, queremos esquivar esos desafíos y descubrir el sistema de escapes. Quienes tienen miedo de vivir están sujetos también al miedo de morir. De modo que no pueden morir ni pueden vivir.

Me gustaría compartir con ustedes esta posibilidad de vivir sin construir imágenes, de vivir completamente en la libertad de la ausencia de imagen. ¡Cómo deseo poder compartir con ustedes el alivio que uno siente, la liviandad del corazón cuando uno comprende eso, y lo hace en la vida real! Ustedes se sienten livianos como una pluma e inocentes como un niño, y entonces toda relación es una ocasión para aprender.

No para implementar nuestro conocimiento y proyectar nuestra experiencia sino para mirar eso otra vez como un desafío proveniente de la vida. Mírenlo con los ojos bien abiertos, como lo hacen los niños, mírenlo desde todos los ángulos posibles y para aprender de eso, para descubrir el misterio de vivir y aprender; entonces estamos lozanos en todo momento. Jamás nos ponemos viejos. El cuerpo puede envejecer y la vejez estaría allí, pero esta energía de aprender nunca envejece. Es una energía intemporal. Aprender es una acción intemporal.

La tercera cuestión que me gustaría compartir antes de que nos separemos es también igualmente importante y significativa. Ahora bien, hemos asistido al campamento durante cinco días, hemos vivido en una atmósfera muy intensa. La intensidad de las pláticas con que se ha llenado y cargado esta sala durante los últimos cinco días, no pertenece sólo a la oradora, ustedes no pueden eludir su responsabilidad en la creación de esta intensidad.

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Cuando indagadores mentalmente serios se reúnen y enfocan todas sus energías en este acto de escuchar, recibir y participar, entonces la atmósfera se carga con esa apertura y esa receptividad. Sin esa intensidad de receptividad y apertura, los diálogos, en reuniones de debate, en encuentros de preguntas y respuestas o en sesiones de plática no podrían haber sido tan intensos como han sido, Este es un hecho que debemos entender; de otro modo, ustedes atribuirían toda la intensidad a la persona que está aquí sentada, sin sentirse responsables por lo que ha sucedido. Hemos vivido en este campamento durante cinco días en una atmósfera muy intensa, nos hemos mostrado sin inhibición alguna. No estamos aquí como un inglés, un holandés o un indio sino como un indagador, nuestra consciencia se purificó de toda identificación exclusiva, ¡nos sentimos tan libres en este campamento!

Estoy hablando en representación de todos ustedes, porque ustedes son mi persona, y yo soy ustedes.

Ahora nos vamos a casa. Tenemos nuestro trabajo, nuestra familia que cuidar, ¿qué hacemos? ¿Cómo vivimos nuestra vida? No hemos tenido la intensidad de indagación y este amor por compartir; por ello, ¿qué hacemos? Enfrentamos ahora los hechos de nuestras vidas, como son.

Digamos que mañana por la mañana cuando nos levantemos, o cuando nos vayamos a acostar por la noche, nos preguntamos: "¿Qué he entendido?" No lo que hemos traído a casa como ideas y teorías, sino a través de toda esta interacción intensa y profunda. "¿Qué nos ha ocurrido? ¿Dónde estamos concretamente? ¿Somos las mismas personas que vinieron aquí el día 9? ¿0 hay una diferencia en la calidad de nuestra consciencia cuando regresamos en la noche del 14, o cuál es el contenido de ese cambio, la calidad?"

Suponiendo que advirtamos que no hay diferencia en la calidad de nuestra consciencia, sólo hemos traído a casa algunos pensamientos nuevos y algunas nuevas ideas porque ese ha sido el hábito del cerebro, nos ha engañado y hecho lo mismo incluso esta vez; esto también puede ocurrir. El cerebro humano ha estado funcionando de este modo durante miles de años. Estamos en casa y en un par de horas descubrimos que estamos de nuevo de vuelta en la consciencia vieja, en las pautas habituales, en la aserción, en el fastidio, en la irritación, de nuevo de vuelta en el viejo juego.

Advertimos eso y como personas inteligentes hay una aflicción tremenda en nuestro corazón. Nos decimos: "Fuimos y oímos, creímos entender, y ¿cómo es que estamos nuevamente de vuelta?" Hay una aflicción tremenda.

Yo no tocaría esa aflicción. No trataría de defender la conducta de la mente o justificarla. No trataría de cambiarla. Confío en que estemos juntos compartiendo esto.

Advertimos que nuestra mente está de vuelta en la vieja trampa de los hábitos y percibimos una gran aflicción, una profunda aflicción; no es que suframos.

Si sufrimos, si dejamos que la aflicción se deslice en sufrimientos, el énfasis será sobre el "mí", y empezaremos a condenarnos, a criticarnos, a apesadumbrarnos, y luego el resultado será esa tonta autoconmiseración, la depresión y, toda la historia de las

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energías negativas.

Si el énfasis no es sobre el "mí", en el sentido de que el "yo" volvió a entrar en la vieja práctica o en la vieja trampa, sino en el sentido de que la mente, que es el producto de miles de años y estuvo viviendo en el sistema de hábitos y las pautas habituales, está de vuelta, si vemos este hecho, y el énfasis es sobre el hecho más bien que sobre el "mí", entonces, en lugar de sufrimiento centrado en uno mismo hay una aflicción sagrada.

Miren a la mente humana que vuelve una y otra vez a la vieja trampa, luego de haber entendido lo nuevo.

De modo que yo me quedaría con esa aflicción, sin convertirla en una aflicción sufrida, centrada en uno mismo. La aflicción nunca podrá conducirnos hacia la autoconmiseración y la depresión. No tenemos prisa para cambiar lo viejo, para hacer algo con esos viejos hábitos y trampas y decir: "Después de haber estado en el campamento, si esto continúa, ¡oh, esto es demasiado malo!, deberé hacer algo. Deberé cambiarlo, averiguaré cómo cambiarlo. Le preguntaré a alguien. Leeré algún libro".

Si el "yo" tiene prisa por tocar la trampa vieja y sólida, cristalizada a través de miles de años, y tiene prisa por cambiarla, entonces olvidamos el hecho de que el "yo", el "mí" es una parte de esa misma estructura cristalizada y sólida. En nombre del cambio de los viejos hábitos, adoptará algunos hábitos nuevos, creará una estructura nueva alrededor de sí.

De modo que la tentación de tocar lo viejo, la tentación de tener un deseo de cambiarlo, es algo de lo que tenemos que estar conscientes y con lo que hemos de estar en guardia, para no convertirnos en víctimas. No tocamos lo viejo. Advertimos que lo viejo surge, no lo defendemos ni lo justificamos, ni queremos cambiarlo, es por ello que a eso lo llamo aflicción. Aflicción de estar con el hecho como es, sin escapar, sin buscar un escape. Es algo tremendo si uno puede estar con el hecho sin condenación, sin crítica, sin defensa, sin justificación, sin ambición de cambiar.

Estamos allí con los hechos sin movimiento alguno del "mí", porque un movimiento del "mí" en cualquier dirección se va a sumar a lo viejo, de modo que no nos movemos. Somos conscientes de ello, y dejamos que la consciencia opere sobre lo viejo, siendo conscientes de que el "tú", el "mí" es un parte de lo viejo. No nos movemos a través del "mí". De otro modo, desde mañana por la mañana nos crearemos un problema: "Miren, asistí a las pláticas, hice esto y aquello, y todavía no he cambiado".

El "yo" no se transformó, el "yo" no se transforma. Hemos de tener paciencia con nosotros mismos y estar con los hechos como son.

Amigos míos, cuando uno está así, no a la defensiva, con los hechos como son, ese estar con los hechos estimula la inteligencia. Intrépidamente, uno está con los hechos y con la aflicción creada por los hechos; entonces la energía de la aflicción estimula la inteligencia. He aquí porqué a la aflicción la llamé algo sagrada.

El sufrimiento es una cosa mezquina, pequeñísima. Es un movimiento centrado en sí mismo, que nos hace girar y girar, y seguimos rumiando el problema que causa el

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sufrimiento. No nos permite movernos horizontal ni verticalmente. Seguimos siendo prisioneros del problema que causó el sufrimiento y seguimos hablando de él, o pensando en él o rumiándolo, y tenemos una clase de goce sutil producto de ese incidente doloroso.

Permanecemos en la aflicción. Dejamos que esa aflicción opere sobre nosotros, pero el hecho de que estemos calmos, de que no estemos a la defensiva con lo que existe, es una acción positivísima en sí misma.

Esa acción positiva y la energía de la aflicción juntas, liberan una inteligencia antes de que hayamos alzado un dedo, y lo nuevo empieza a operar.

En Holanda, muchos de ustedes me han conocido durante años y años. Siempre he venido, he vivido y me he movido entre ustedes, como una amiga con la autenticidad de mi vida y mi vivir, sin sentido alguno de autoridad. He ahí porqué volver aquí tras cinco años fue para mí como volver a casa, y estos discursos y pláticas han sido compartir lo que me ocurrió y lo que entendí en los últimos cinco años mientras mutuamente estábamos separados en lo físico. Estas no son pláticas formales dirigidas a auditorios. Esta es una participación con los miembros de la familia de indagadores dispersos por todo el mundo y uno a otro nos pertenecemos en esa sagrada indagación de la verdad y del significado de la vida.

A fin de que ocurra todo esto sugiero como amiga -sin recetas, sin reglas, sin reglamentos- que cuando vayamos a casa vigilemos todos los movimientos del cuerpo, de la palabra y de la mente, y tengamos muchísimo cuidado de que no haya desorden, caos ni anarquía en nuestra conducta física y verbal, que hagamos las cosas con precisión y exactitud, que cuando hablemos usemos palabras precisas y exactas, para que produzcamos en nuestras vidas un orden bello.

Esto exigirá educación, autoeducación de parte nuestra. Como indagadores es nuestra responsabilidad pertrechar este aparato con sensibilidad y vigilancia. A fin de crear o acrecentar la sensibilidad, nos internaremos en el problema de nuestra dieta, del ejercicio físico, del sueño, de nuestra relación con las ropas, con la palabra, con todo, precisamente empezando de nuevo. Lo que se conoce no es necesariamente lo que se entiende. Desde mañana por la mañana empezaremos a examinar el área de lo conocido y a averiguar si vivimos a partir de lo que entendemos o tan sólo sobre la autoridad de lo conocido.

Si recuerdan, el primer día dijimos que tal indagación exige libertad desde el primer momento. Si la indagación no se lleva a cabo en libertad, entonces no podemos esperar una libertad incondicional al final de la indagación. Lo que en el primer momento está allí, abrirá su yema y florecerá en el último momento: no son dos cosas separadas.

Examinamos esto y ponemos nuestra conducta física y verbal al pie de la comprensión; echando a un lado el fundamento de la autoridad y de las tradiciones, crearemos un nuevo fundamento para nuestras relaciones, para nuestro vivir sobre la base de nuestra comprensión frágil, tierna y delicada. Esta es la luz que sostenemos en nuestras manos.

Si al comienzo de la indagación no podemos ser una luz para nosotros mismos,

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entonces no hay posibilidades de que nuestra indagación resulte ser, al final, una luz para nosotros mismos. Tenemos que ser una luz para nosotros mismos, echar a un lado las luces de otras personas, por deslumbrantes, relucientes y brillantes que sean.

La nuestra puede ser una cosa pequeña, oscura y diminuta, pero vivimos por ella.

Como autoeducación, no sólo creamos un orden en nuestra conducta física y verbal, sino que vivimos en la libertad de nuestra comprensión.

Al comienzo puede percibírsela como oscura, pero cuando empezamos a vivir nuestra comprensión, la claridad crece alrededor de ésta. La comprensión de la verdad fundamental es la misma al principio y en el último momento de la indagación: no cambia. Al comienzo puede estar nublada, puede estar cubierta, puede ser oscura. Cada vez que vivimos nuestra propia comprensión, hay un poco más de claridad, un poco más de pureza en el sistema, porque nos alejamos de la autoridad del pasado. De modo que, tan pronto es proscripta la autoridad, los sistemas se purifican, y la luz de la comprensión es aclarada por cada acto de vivirla. Sólo el hecho de vivir nuestra propia comprensión la purificará de toda duda, de todo recelo acerca de las profundidades y acerca de la validez.

Si dejamos a la comprensión aprisionada en el almacén de la memoria y nunca vivimos de acuerdo con ella, estará siempre rodeada por dudas, recelos y vaguedad.

Sólo el acto de vivir es el que limpia y purifica todo nuestro ser y el que hace que la comprensión brille clara como el cristal, brille como un diamante. Cada acto de vivir le da un nuevo bruñido y un nuevo brillo. Empezamos a vivirlo. No hacemos alharaca con el hecho de ser religiosos y espirituales, ni creamos pánico alrededor de nosotros. No creamos un separado conjunto de actividades en nombre de la religión y la espiritualidad.

La espiritualidad es una ciencia, es un método de investigación y esa investigación ha de ser seguida en cada cosa que hagamos.

No hay relaciones exclusivas, ni exclusivos conjuntos de actividades, ni lugares en los que tengamos que indagar e investigar. Es una bendición estar vivos y el movimiento de vivir nos da la oportunidad de indagar, explorar, aprender, descubrir.

A pesar de toda la fealdad y toda la violencia con la que el hombre se ha rodeado, la belleza y la majestad de la vida están todavía allí en la naturaleza y en las especies no humanas. Todavía podemos volvernos hacia ellas, sentirnos acompañados por ellas, permitir que la presencia de ellas opere sobre nosotros y nos cure, sane las heridas y cicatrices que tenemos que experimentar cuando vivimos en este mundo loco.

La tercera cuestión era vivir en la libertad de nuestra comprensión y proscribir la autoridad de las tradiciones, ideologías, teorías y escrituras, no porque no tengan valor, sino porque nos gustaría explorar y descubrir el significado por nosotros mismos. Tenemos que vivir de primera mano.

La religión es un descubrimiento de la verdad, es el descubrimiento del significado de la vida, y tendremos que descubrirlo por nosotros mismos. Cada descubrimiento

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tiene su propia belleza única y prístina. Los condicionamientos, el contexto de la vida y el temperamento de la persona ponen de relieve esa singularidad acerca del descubrimiento y la expresión de éste en la vida de esa persona.

Cuanto hagamos durante este período de autoeducación no es un medio hacia un fin de transformación. Cuando creamos un ritmo en nuestro vivir físico o purificamos la conducta verbal y mental no estamos bajo una ilusión que va a producir transformación. No es un medio hacia un fin, de modo que no estamos aguardando una transformación.

Si aguardamos la transformación, la mutación, convirtiendo en un medio todo lo que hacemos, entonces no nos interesarán nuevamente los medios, la dignidad de los medios; entonces, no estará allí la dignidad de nuestras relaciones antes de que haya tenido lugar la transformación. Vamos a perder interés por vivir, porque nuestros ojos, se concentran en esa idea de la transformación.

De modo que no aguardamos que la transformación suceda y aparezca, sino que, sin opciones, hacemos lo que en tendemos que es correcto. Disfrutamos haciéndolo porque entendemos que está bien, que es correcto; no podemos hacerlo de otro modo. El vivir durante el período de autoeducación es tan sagrado, tan significativo y tan importante como el que la transformación acaezca.

Hemos creado un status, y un pedestal para que esa transformación y esa mutación acaezcan y, por tanto, en la vida todo lo demás pierde la santidad, lo sacro, pierde el encanto y la diversión.

Tal como hoy en día los jóvenes que asisten a colegios y facultades se interesan por los títulos para conseguir trabajos, y no se interesan por educarse, del mismo modo nos interesamos por transformarnos y, por ello, no nos interesamos por este acto de la autoeducación.

Espero que veamos esto muy claramente y disfrutemos este proceso de autoeducación, que es realmente un proceso de purificación, que es realmente un enfoque interiormente científico de nuestras vidas y es tan importante como la mutación última que tiene lugar tan pronto se limpia el equipo, tan pronto se entienden las limitaciones de la estructura del pensamiento y se las usa sólo en su campo pertinente. La mutación, la transformación tiene que suceder, tiene que ocurrir cuando se cuida la autoeducación. De modo que no tenemos prisa, pero experimentamos la vida diaria intemporal con una actitud de aprender y descubrir.

La última cuestión. Durante el período de autoeducación, cada segundo de nuestro tiempo libre, o de ocio, es dedicado a este silencio interior, a este relajamiento. Porque empezamos cuando somos adultos y cuando estamos cargados con muchas otras responsabilidades, exigirá dedicación y devoción de tiempo y energía.

Cada momento que estemos libres lo consagraremos y dedicaremos a este silencio interior, recogiéndonos en un lugar tranquilo de nuestro hogar o en algún sitio fuera, en los campos, o junto al río o al mar, o en cualquier lugar que sea. Nos creamos una oportunidad para que la mente condicionada, el movimiento mental, pueda entrar de buen grado en la inacción cuando su movimiento no sea necesario. Llamen a esto sentarse en silencio, dar paseos en silencio, como sea; pero esa oportunidad (cuando el

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movimiento mental es absolutamente irrelevante durante esa media hora, esos diez minutos, esas dos horas) parece ser necesaria para crear un nuevo equilibrio. A lo largo de todo el día hemos estado tan ocupados con el movimiento mental y el movimiento verbal que nuestras vidas se volvieron unilaterales.

A fin de crear un nuevo equilibrio tendremos que dedicar y consagrar tiempo a la soledad, al silencio y a la inmovilidad. Cuando la mente tiene oportunidad de entrar en la inacción, cuando su movimiento no es pertinente para ese tiempo, entonces se suele inclinar a relajarse y entrar en suspenso, y no cuando la obsesiona la idea y el pensamiento de la responsabilidad.

El hecho de pasar tanto tiempo como sea posible en la quietud y la paz con nosotros mismos y con la totalidad de la vida, parece ser parte integral de la autoeducación.

Crear una oportunidad para que lo viejo se interrumpa es dar una oportunidad a lo incondicionado para que se manifieste. No podemos hacer nada más.

Sólo podemos crear oportunidades para que la mente condicionada entre en suspenso y conduzca hacia el surgimiento de lo incondicionado.

Cuando de esta manera entramos en la quietud y la paz, ¿no hay peligro de que el subconsciente o el inconsciente surja y nos asuste?

¿Qué nos protegerá del asalto del subconsciente o del inconsciente? Esa pregunta puede encaramarse en algunas mentes.

Ya sea que lo llamemos el consciente, el subconsciente o el inconsciente, todo eso es el "mí", no está separado de mí, yo soy eso. Se lo llama inconsciente porque no somos conscientes de él.

Cuando se muestra en sus formas torcidas o derechas, en sus formas que asustan o halagan, si somos conscientes de que nos estamos observando, no que estamos observando algo fuera de nosotros, no algo separado de nosotros, entonces ¿hay alguna posibilidad de que eso nos asuste?

Eso nos asusta si tenemos prisa por interpretarlo según alguna teoría. Tenemos un sueño o tenemos una experiencia y corremos hacia alguien preguntándole: "¿Qué significa esto?" El yo quiere interpretar el sueño o la experiencia en los términos de lo conocido según alguna teoría.

Como indagadores religiosos no nos interesa qué es eso. Sólo sabemos que es el pasado.

¿Por qué surgió? Tan pronto como la mente consciente está quieta, surge lo que está debajo de ella.

Sentados junto a un lago, cuando las aguas están quietas, podemos percibir lo que está en el fondo, son aguas transparentes.

Del mismo modo, cuando la mente consciente, la consciencia superficial está quieta,

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las aguas transparentes nos muestran qué hay en el fondo;' no son compartimentos herméticamente estancos en los que lo consciente se cierre y lo subconsciente se abra: todos son una sola totalidad homogénea, y no compartimentos estancos. Así ocurre con el "mí".

Si no estamos intelectualmente curiosos por interpretar lo que se está mostrando, entonces no hay temor. Si no tenemos prisa por cambiarlo, si no nos sentimos avergonzados o culpables por ello, es decir no lo juzgamos, no lo aceptamos ni lo rechazamos, entonces, lo miramos observándolo, como miramos las nubes vespertinas, el relámpago o la lluvia, las tormentas que llegan, las contemplamos, las observamos, relampaguean a través de nuestra consciencia, de nuestro estar conscientes, y se calman.

Pero nos han dicho que, cuando eso se muestra, necesitamos alguna ayuda; alguien suele venir a ayudarnos, etc.

De modo que si somos conscientes de que cuanto se muestra es parte de nuestro ser, de que hemos estado viviendo con eso, y que tendremos que vivir con eso, entonces esa muestra del contenido de la consciencia no podrá hacer daño alguno, salvo a aquellos cuyo estado nervioso sea muy débil. Si físicamente estamos muy débiles o sufrimos de un sistema nervioso muy débil, entonces uno recomendaría que adquiramos salud y vitalidad física, que nos fortalezcamos bastante para soportar tales muestras, antes de lanzarnos a un viaje interior de autodescubrimiento.

Después de todo, es un viaje. Exigimos alguna vitalidad, algún vigor, especialmente de los nervios. De modo que somos cuidadosos con la dieta, tomamos una dieta alta en proteínas, para que los nervios se fortalezcan bastante y resistan esa muestra; no de algo de afuera sino la muestra de algo que está dentro de nosotros. Experimentamos esa muestra tranquilamente, con modestia' y con humildad sin entrar en la tentación de interpretarla o entenderla teóricamente.

Cuando se observan así los contenidos, el observador, como ente separado, desaparece, y nos encontramos en la dimensión del silencio.

Como nos separamos, pensé que yo debía compartir con ustedes lo que prácticamente puede hacerse cuando uno regresa a su hogar en la vida cotidiana.

Les estoy muy agradecida por la clase de cooperación que cada uno me ha dado cada mañana y cada tarde durante estas comunicaciones verbales.

FIN