koontz, dean - visiones

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    Dean KoontzDean Koontz

    VisionesVisiones

    Dylan O'Connor, joven artista, se dirige a un festival en compaa de su hermanomenor autista. Deciden hacer un alto en un motel, y entonces es cuando empieza supesadilla. Los jvenes son atacados y reducidos por un misterioso doctor que lesinyecta una extraa sustancia y que les previene de que a partir de ese momento sonportadores de algo que puede matarlos o transformar su vida de una forma que no

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    Dean Koontz Visiones

    Ttulo original: By the Light of the MoonPrimera edicin: mayo, 2005 2002, Dean Koontz 2005, Grupo Editorial Random House Mondadori, S.L.Travessera de Gracia, 47-49. 08021 Barcelona

    2005, Isabel Merino Snchez, por la traduccin

    ISBN: 84-253-3939-1Depsito legal: B. 16.103-2005

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    Dedico este libro a Linda Morris y Elaine Peterson, por su intenso trabajo, su

    amabilidad y su fiabilidad.

    Y, por supuesto, tambin por pillarme en ese raro error, que solo cometo una vez al

    ao y que, de no sealrmelo, empaara mi historial de perfeccin. Asimismo, por

    ocultarme discretamente que la verdadera razn de que sigan conmigo es asegurarse

    de que a Ms. Trixie le rasquen la barriga todo lo que se merece.

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    Y all delante, el piloto sostena entre las manos su preciosa carga de vidas humanas,

    con los ojos muy abiertos, llenos de luz de luna.

    Antoine de Saint-Exupry, Vuelo nocturno

    La vida no tiene ningn sentido salvo en trminos de responsabilidad.

    Reinhold Niebuhr, Faith and History

    Cgeme de la mano y apritala fuerte. No te fallar aqu, esta noche, porque

    fallndote, me fallo y dejo mi alma en un estante de la biblioteca sin luz del infierno.No te fallar aqu, esta noche.

    The Book of Counted Sorrows

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    Un momento antes de que lo dejaran inconsciente y lo ataran a una silla, antes deque le inyectaran una sustancia desconocida contra su voluntad y antes de descubrirque el mundo era profundamente misterioso de maneras que nunca antes habaimaginado, Dylan OConner haba dejado la habitacin del motel y cruzado la autovahasta una tienda de comida rpida, alegremente iluminada, para comprarhamburguesas con queso, patatas fritas, minipasteles rellenos de manzana y un batidode vainilla.

    El fenecido da yaca enterrado en el asfalto. Invisible, pero percibido, su fantasmarondaba por la noche de Arizona: un espritu ardiente que emerga perezosamente decada pulgada de terreno que cruzaba Dylan.

    All, en un extremo de la ciudad que abasteca a los que viajaban por la cercanainterestatal, bateras formidables de letreros elctricos rebosantes de colorescompetan en busca de clientes. No obstante, pese a esa luminosa batalla, unimpresionante mar de estrellas brillaba de horizonte a horizonte, porque el aire eralimpio y seco. Una luna que se diriga hacia el oeste, redonda como el timn de unbarco, surcaba el ocano estrellado.

    All arriba, la inmensidad se mostraba limpia y llena de promesas, pero el mundo aras del suelo tena un aspecto polvoriento y cansado. En lugar de que la peinara unnico viento, eran muchas las brisas que trenzaban la noche, cada una con un carcterpropio de lenguaje susurrado, y un perfume exclusivo. Impregnado de arenilla deldesierto, de polen de cactus, de humos de disel y de asfalto caliente, el aire seagriaba conforme Dylan se acercaba al restaurante, espesndose con el olor a aceitede freidora muy usado, la grasa de las hamburguesas humeando en la parrilla y los

    vapores de las cebollas fritas densos como el aire de una mina despus de unaexplosin.

    Si no hubiera estado en una ciudad desconocida para l, si no hubiera estadocansado despus de todo un da en la carretera y si Shepherd, su hermano pequeo,no hubiera estado del humor resuelve puzzles, Dylan habra buscado un restaurantecon una oferta ms sana. Sin embargo, Shep no era capaz, en aquellos momentos, deenfrentarse a un lugar pblico y, cuando estaba en ese estado, se negaba a ingerirnada que no fuera comida confortadora, con un alto contenido en grasa.

    El restaurante era ms alegre por dentro que por fuera. La mayora de las superficieseran blancas y, pese al aire bien engrasado, el establecimiento tena un aspecto

    asptico.La cultura contempornea le iba a Dylan OConner casi igual que un guante con tres

    dedos y aquel era otro sitio donde no se senta cmodo. Dylan crea que unahamburguesera tena que parecer una hamburguesera, no la consulta de un mdico,ni una guardera con imgenes de payasos y animales divertidos en las paredes, ni unpabelln de bamb en una isla desierta, ni una rutilante rplica en plstico de unacafetera de los cincuenta que, en realidad, nunca existi. Si vas a comer vacacarbonizada baada en queso, con guarnicin de unas tiras de patata a las que lainmersin en aceite hirviente ha dejado tan crujientes como un papiro antiguo, y sipara ayudarte a tragar todo eso vas a consumir cantidades satisfactorias de cerveza

    muy fra o un batido que contiene el equivalente calrico de todo un cerdo asado,entonces esa fabulosa consumicin debe tener lugar en un ambiente que declare

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    prcticamente a voz en grito placer culpable, o incluso pecado. La iluminacindebe ser baja y clida. Las superficies, oscuras, preferentemente de caoba vieja, latndeslustrado y tapicera de color vinoso. Debe haber msica para sosegar a loscarnvoros; no esa clase de msica que hace que te entren nuseas porque la tocanunos msicos macerados en Prozac, sino melodas igual de sensuales que la comida;

    quiz rock and rollde los primeros tiempos o swing de las big bands o buena msicacountry que hable de tentacin y remordimiento y perros muy queridos.

    De todos modos, cruz el suelo de baldosas de cermica hasta un mostrador deacero inoxidable, donde hizo su pedido para llevar a una mujer regordeta cuyo cabelloblanco, aspecto pulcro y uniforme de color caramelo la convertan en la doble exactade la seora Santa Claus. Casi esperaba ver asomar un elfo por el bolsillo de su blusa.

    En tiempos lejanos, los mostradores de los sitios de comida rpida eran atendidos,en su mayor parte, por adolescentes. No obstante, en los tiempos actuales, un nmeroimportante de esos adolescentes pensaba que ese trabajo era indigno de ellos, lo cualabra la puerta a los jubilados que queran complementar sus cheques de la seguridad

    social.La seora Santa Claus llam cario a Dylan, le entreg su pedido dentro de dos

    bolsas de papel blanco y se inclin por encima del mostrador para prenderle unainsignia promocional en la camisa. La insignia exhiba el eslogan FRIES NOT FLIES 1y lacara sonriente de un sapo de dibujos animados cuya conversin, que le haba hechoabandonar la dieta tradicional de su verrugosa especie para pasarse a gustazos desabor tales como las hamburguesas de queso de media libra, se describa en la actualcampaa de publicidad de la empresa.

    Y ah estaba de nuevo el guante de tres dedos; Dylan no comprenda por qu sedaba por sentado que el aval de un sapo de dibujos animados o de una estrella del

    deporte o de un premio Nobel, si a eso vamos iba a pesar en su nimo al decidirqu quera comer. Por aadidura, no comprenda por qu tena que seducirlo unanuncio que le aseguraba que las patatas fritas del restaurante eran ms sabrosas quelas moscas de la casa. Ms vala que las patatas tuvieran un sabor superior a unpuado de insectos.

    Se guard su opinin antisapos porque ltimamente haba empezado a notar quepermita que le irritaran demasiadas cosas intrascendentes. Si no se moderaba,acabara agrindose hasta convertirse en un cascarrabias de mbito mundial antes decumplir los treinta y cinco. Sonri a la seora Santa Claus y le dio las gracias, no fueraque le cayera encima una Navidad de carbn.

    Afuera, bajo la oronda luna, mientras cruzaba los tres carriles de la autova hasta elmotel, cargado de bolsas de papel llenas de fragante colesterol en diversos formatos,Dylan se record algunas de las muchas cosas por las que deba estar agradecido.Buena salud. Bonitos dientes. Un pelo magnfico. Juventud. Tena veintinueve aos.Gozaba de cierto talento artstico y tena un trabajo que encontraba a la vez agradabley con sentido. Aunque no corra el peligro de hacerse rico, venda sus cuadros con lasuficiente frecuencia como para cubrir gastos y meter un poco de dinero en el bancocada mes. No tena ninguna cicatriz que le desfigurara el rostro, ningn problemapersistente de hongos, ningn gemelo malvado y enredador, ningn perodo deamnesia del que se despertara con sangre en las manos ni tampoco ningn uero.

    1 Patatas fritas, no moscas. (N. de la T.)

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    Y tena a Shepherd. A la vez una bendicin y una maldicin; en sus mejoresmomentos, Shep haca que Dylan se alegrara de estar vivo y se sintiera feliz de ser suhermano.

    Bajo el letrero de nen de color rojo con la palabra MOTEL, donde la sombraandante de Dylan pint un negro ms puro sobre el asfalto enrojecido por el nen y,

    luego, cuando pas junto a achaparrados sags, punzantes cactus y otros elementosresistentes del paisaje desrtico, o mientras segua los caminos de hormign querecorran el motel; incluso, sin duda, cuando pas junto a las mquinas expendedorasde refrescos, con su zumbido y su quedo tintineo, absorto en sus pensamientos,rumiando sobre las suaves cadenas de los compromisos familiares... alguien loacechaba. Tan sigiloso fue el ataque que el acechador debi de seguir su marcha pasoa paso, aliento a aliento. En la puerta de su habitacin, mientras sujetaba las bolsas decomida y tanteaba con la llave en la cerradura, oy, demasiado tarde, el roce delatorde la piel de un zapato. Dylan volvi la cabeza, puso los ojos en blanco, vislumbr unacara plida como la luna, surgida de la nada y sinti ms que vio el oscuro borrn de

    algo que, dibujando un arco, bajaba hacia su crneo.Curiosamente, no sinti el golpe y no fue consciente de caer. Oy cmo crujan las

    bolsas de papel, oli a cebollas, oli a queso caliente, oli a patatas fritas con sabor avinagre, comprendi que estaba boca abajo en el cemento y esper no haberderramado el batido de Shep. Luego so un corto sueo de patatas fritas quebailaban.

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    Jillian Jackson tena una planta favorita, de color jade, a la que siempre prodigabatiernos cuidados. La alimentaba con una mezcla cuidadosamente calculada y medidade nutrientes, la regaba con criterio y humedeca, regularmente, las carnosas hojas, deforma ovalada y del tamao de un pulgar, para eliminar el polvo y conservar su bellezaverde y lustrosa.

    Aquel viernes por la noche, de camino desde Albuquerque, Nuevo Mxico, hastaPhoenix, Arizona, donde, la semana siguiente, tena un contrato por tres noches, eraJilly quien conduca todo el tiempo, porque Fred no tena ni permiso de conducir ni losapndices necesarios para manejar un vehculo a motor. Fred era una plantamasculina, de color jade.

    El Cadillac de Jilly, modelo Coupe DeVille, de 1956 y color azul noche, era el amor desu vida, algo que Fred comprenda y aceptaba elegantemente, pero su pequeoCrassula argentea (nombre de pila de Fred) estaba muy cerca de ese primer lugar ensus afectos. Lo haba comprado cuando era solo un tallo con cuatro ramas, cortas ygruesas y diecisis hojas gruesas y carnosas. Aunque estaba alojado en una macetahortera de plstico negro de ocho centmetros de dimetro y tendra que haberparecido diminuto y melanclico, no era as; por el contrario, le haba parecido quetena un aspecto valeroso y decidido desde el mismo momento en que lo vio. Con susamorosos cuidados, haba crecido hasta convertirse en el hermoso ejemplar de treintacentmetros de alto y cuarenta y cinco de dimetro. Ahora prosperaba en una macetade terracota vidriada de treinta centmetros. Contando el recipiente y la tierra, pesabacinco kilos y medio.

    Jilly haba fabricado una firme almohada de espuma, una versin elevada del asiento

    en forma de rosquilla que proporcionan a los pacientes despus de una operacin dehemorroides, que impeda que la base de la maceta estropeara la tapicera del asientodel pasajero y proporcionaba a Fred un viaje estable. El Coupe DeVille no venaequipado con cinturones de seguridad en 1956 y Jilly tampoco, cuando naci en 1977,pero haba hecho aadir simples cinturones horizontales al coche para ella y para Fred.Bien acomodado en su almohadn a medida, con la maceta sujeta al asiento por elcinturn, Fred viajaba tan seguro como cualquier planta jade podra esperar mientrasavanzaban por las zonas desrticas de Nuevo Mxico a una velocidad que casi llegabaa los ciento treinta kilmetros por hora.

    Situado por debajo de las ventanas, Fred no poda apreciar el paisaje del desierto,

    pero Jilly dibujaba cuadros verbales para l, cuando, de tiempo en tiempo, setropezaban con un panorama sensacional.

    Le gustaba ejercitar sus poderes descriptivos. Si no consegua capitalizar la actualserie de actuaciones que tena contratadas en cocteleras de mala muerte y clubes decomedia mediocres para llegar a hacer carrera como actriz de primera clase, su plan dereserva era convertirse en escritora de best sellers.

    Incluso en tiempos difciles, la mayora se atreva a tener esperanza, pero JillianJackson insista en la esperanza, se sustentaba de ella tanto como de la comida. Tresaos atrs, cuando trabajaba de camarera, comparta un piso con otras tres chicaspara reducir gastos y tomaba solo las dos comidas al da que reciba gratis del

    restaurante donde trabajaba, antes de conseguir su primer trabajo como artista, susangre era tan rica en esperanza como en glbulos rojos, glbulos blancos y plaquetas.

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    Puede que algunos se hubieran sentido abrumados por esos grandes sueos, pero Jillyestaba convencida de que con esperanza y trabajo duro poda conseguir todo lo quequera.

    Todo excepto el hombre adecuado.Ahora, mientras la tarde iba muriendo, mientras viajaba desde Los Lunas a Socorro y

    Las Cruces y durante la larga espera en la aduana de Estados Unidos, al este de Akela,donde, ltimamente, las inspecciones se llevaban a cabo con mayor seriedad que enotros tiempos ms inocentes, Jilly pensaba en los hombres de su vida. Solo habatenido relaciones romnticas con tres, pero eran tres de ms. Mientras segua haciaLordsburg, al norte de las montaas Pirmide, luego hasta la ciudad de Road Forks,Nuevo Mxico y, finalmente, cruzaba el lmite del estado, rumiaba sobre el pasado,tratando de comprender en qu se haba equivocado en cada relacin fracasada.

    Aunque preparada para aceptar su culpa por la implosin de todos sus idilios,escudriando en su interior con el intenso y crtico anlisis de un artificiero que tieneque decidir cul de los diversos cables ha de cortar para evitar el desastre, lleg a la

    conclusin, y no era la primera vez, de que la culpa resida menos en ella que enaquellos intiles en los que haba confiado. Eran traidores. Mentirosos. Aunconcedindoles el beneficio de la duda, vindolos a travs del ms rosado de loscristales de color de rosa, seguan siendo unos puercos, tres cerditos que mostrabantodos y cada uno de los peores rasgos porcinos y ninguno de los buenos. Si apareca elgran lobo malo a la puerta de su casa de paja, los vecinos lo aplaudiran cuandodestruyera esta de un soplido y le ofreceran el vino adecuado para acompaar unacena de chuletas de cerdo.

    Soy una bruja amargada y vengativa afirm Jilly.A su callada manera, el pequeo y dulce Fred disenta de ella.

    Encontrar alguna vez un hombre decente? se pregunt.Aunque poseedor de numerosas cualidades paciencia, serenidad, la costumbre de

    no quejarse nunca, un talento excepcional para escuchar y para mostrar una silenciosaconmiseracin y una estructura de races sanas, Fred no alardeaba de clarividencia.No poda saber si Jilly llegara a encontrar un hombre decente. En la mayora de losasuntos, Fred confiaba en el destino. Como otras especies pasivas, carentes decualquier medio de locomocin, no tena ms remedio que confiar en el destino yesperar que sucediera lo mejor.

    Por supuesto que encontrar un hombre decente decidi Jilly con un sbitoresurgir del optimismo que la caracterizaba. Encontrar docenas de hombres

    decentes, cientos, miles de hombres decentes. Se le escap un suspiro melanclicomientras frenaba, en respuesta al atasco de trfico de los carriles de la interestatal 10,en direccin oeste, inmediatamente delante de ella. La cuestin no es si encontrarun hombre decente de verdad, sino si lo reconocer a menos que llegue con unruidoso coro de ngeles y un halo luminoso, parpadeante, que diga SOY UN BUENTIPO, UN BUEN TIPO, UN BUEN TIPO.

    Jillian no poda ver si Fred sonrea, pero lo notaba, claro.Venga, hagamos frente a los hechos gimi, cuando se trata de tos, soy una

    ingenua, muy fcil de engaar.Cuando oa la verdad, Fred lo saba. Sabio Fred. El silencio con que acoga la

    admisin de Jilly era muy diferente de la desaprobacin callada que haba expresadocuando ella se llam bruja amargada y vengativa.

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    El trfico se detuvo por completo.Mientras el atardecer se tea de color prpura real y hasta despus de caer la

    noche, sufrieron otro parn, esta vez en el Centro de Inspeccin Agrcola de Arizona, aleste de San Simn, que en aquellos momentos estaba al servicio de los cuerposencargados del cumplimiento de la ley, tanto estatales como federales. Adems de los

    funcionarios del Ministerio de Agricultura, unos cuantos policas de ojos acerados,vestidos de paisano, destacados all desde otra organizacin menos orientada a lovegetal, buscaban, sin lugar a dudas, plagas ms destructivas que las moscas de lafruta que criaban en las naranjas de contrabando. De hecho, frieron a preguntas a Jilly,como si creyeran que ocultaba un chador y una metralleta debajo del asiento yestudiaron a Fred con desconfianza y escepticismo, como convencidos de que procedade Oriente Prximo, tena opiniones polticas fanticas y abrigaba malas intenciones.

    Ni siquiera esos hombres de aspecto duro, que tenan razones para mirar a todos losviajeros con recelo, podan confundir a Fred con un criminal. Se apartaron del coche y,con un gesto, le indicaron que pasara el control con su Coupe DeVille.

    Mientras suba la ventanilla elctrica y aceleraba, Jilly dijo:Es una suerte que no te hayan metido en chirona, Freddy. Nuestro presupuesto no

    da para el dinero de la fianza.Siguieron rodando, en silencio, durante kilmetro y medio.Una luna fantasmal, como un plido ojo ectoplsmico, haba salido antes de la

    puesta de sol, y con la cada de la noche, su mirada ciclpea ganaba brillo.Puede que hablar con una planta no sea solo una excentricidad rumi Jilly,

    igual es que estoy un poco mal de la azotea.Al norte y al sur de la autopista se extenda una oscura desolacin. La fra luz lunar

    no poda aniquilar la terca negrura que caa sobre el desierto despus de la puesta de

    sol.Lo siento, Fred. Ha sido muy feo decir eso.La pequea planta jade era orgullosa, pero perdonaba con facilidad. De los tres

    hombres con los que Jilly haba explorado el lado disfuncional de las relacionesamorosas, ninguno habra vacilado en volver incluso su ms inocente expresin dedescontento contra ella; todos la habran utilizado para hacer que se sintiera culpabley para adoptar el papel de vctima perpetua de sus irrazonables expectativas. Fred, queDios lo bendiga, nunca se dedicaba a esos juegos de poder.

    Durante un rato siguieron en amigable silencio, ahorrando un montn decombustible al viajar detrs de la potente succin de la estela de un Peterbilt que

    circulaba a toda velocidad y que, a juzgar por el anuncio de las puertas traseras,llevaba helados a los devoradores compradores del oeste de Nuevo Mxico.Al llegar a una ciudad iluminada brillantemente con letreros de moteles y

    gasolineras, Jilly sali de la interestatal. Llen el depsito en un surtidor deautoservicio en la Union 76.

    Un poco ms all compr comida en un sitio de hamburguesas. La empleada delmostrador, tan saludable y alegre como la abuela idealizada de una pelcula de Disney,all por 1960, insisti en prender un alfiler con un sapo sonriente en la blusa de Jilly.

    El restaurante estaba lo bastante limpio como para servir de quirfano para unaoperacin de bypass cudruple, en caso de que uno de los clientes consiguiera tener,

    por fin, un bloqueo arterial mltiple mientras consuma otra hamburguesa doble conqueso. No obstante, la simple limpieza no fue suficiente, por s misma, para inducir a

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    Jilly a comer en una de aquellas pequeas mesas de formica bajo el deslumbranteresplandor de unas luces lo bastante intensas como para provocar mutacionesgenticas.

    En el aparcamiento, dentro del Coupe DeVille, mientras Jilly coma un sndwich depollo y unas patatas fritas, ella y Fred escucharon su programa de entrevistas favorito

    por la radio, un programa que giraba en torno a cosas como el avistamiento de ovnis,los extraterrestres malvados ansiosos de procrear con las mujeres humanas, Big Foot(ms su cra, recientemente vista, el Pequeo Big Foot) y los viajeros en el tiempo,procedentes de un futuro lejano, que haban construido las pirmides con propsitosmalignos y desconocidos. Esa noche, el presentador, Parish Lantern, con su vozahumada, y los oyentes que llamaban analizaban la atroz amenaza que planteaban lassanguijuelas cerebrales que, segn se afirmaba, viajaban hasta nuestro mundo desdeuna realidad alternativa.

    Ninguno de los que llamaban al programa tena nada que decir sobre los fascistasradicales del islam, decididos a destruir la civilizacin a fin de dominar el mundo, lo

    cual era un alivio. Despus de fijar su residencia en el lbulo occipital, se supona queuna sanguijuela cerebral tomaba el control de su anfitrin humano, aprisionando sumente y usando su cuerpo como propio. Al parecer, estas criaturas eran viscosas ydesagradables, pero Jilly se sinti aliviada al or cmo Parish y sus radioyenteshablaban de ellas. Aunque las sanguijuelas cerebrales fueran reales, lo cual no crea nipor un segundo, por lo menos poda comprenderlas, entenda su imperativo genticode conquistar otras especies y su naturaleza parsita. En cambio, raramente, o nunca,la maldad humana vena dada por unas sencillas razones biolgicas.

    Fred careca de un cerebro que pudiera servir como condominio para lassanguijuelas, as que poda disfrutar del programa sin ninguna aprensin respecto a su

    seguridad personal.Jilly esperaba que la parada para cenar le devolviera la energa, pero cuando acab

    de comer no estaba menos cansada que cuando haba salido de la interestatal. Habapensado disponer de otras cuatro horas ms de viaje a travs del desierto, hasta llegara Phoenix, acompaada por las sosegadoras fantasas paranoicas de Parish Lantern. Noobstante, en su actual situacin, a punto de caer como un tronco, sera un peligro en laautopista.

    A travs del parabrisas, vio un motel al otro lado de la calle.Si no admiten mascotas le dijo a Fred, te entrar de matute.

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    Los puzzles de alta velocidad son un pasatiempo que conviene especialmente acualquier individuo que sufra de un sutil dao cerebral y que, en consecuencia, estafectado por ataques obsesivos, intensos e incontrolados.

    La trgica condicin mental de Shepherd sola darle una sorprendente ventajasiempre que concentraba toda su atencin en un rompecabezas fotogrfico. En esosmomentos estaba reconstruyendo la imagen de un recargado templo sintosta,rodeado de cerezos.

    Aunque haba empezado aquella tarea de dos mil quinientas piezas solo pocodespus de que Dylan y l se registraran en el motel, ya casi haba completado untercio. Con los cuatro bordes ya colocados, Shep trabajaba hacia el interior,diligentemente.

    El muchacho Dylan siempre pensaba en su hermano como un muchacho, aunqueShep tena ya veinte aos estaba sentado a una mesa, a la luz de una lmparatubular de metal. Tena el brazo izquierdo levantado a medias y la mano le aleteabacontinuamente, como si estuviera saludando a su reflejo en el espejo colgado porencima del escritorio, pero, en realidad, su mirada solo iba de la imagen que estabaformando hasta las piezas sueltas del puzzle amontonadas en la caja abierta. Lo msprobable es que no se diera cuenta de que mova la mano y, ciertamente, no podacontrolarla.

    Los tics, los accesos de balanceo y otros extraos movimientos repetitivos eransntomas de la dolencia de Shep. A veces, poda quedarse tan inmvil como unaestatua de bronce, tan quieto como el mrmol, olvidndose incluso de parpadear, perocon ms frecuencia chasqueaba los dedos o jugueteaba con ellos durante horas o

    sacuda las piernas o repiqueteaba con los pies.Por el contrario, Dylan estaba tan bien sujeto, con metros de cinta aislante, a una

    butaca de respaldo recto que no le resultaba fcil balancearse ni agitar ni juguetearcon nada. Tiras de cinta aislante, de las que usan los electricistas, de una pulgada deancho le daban vueltas una y otra vez alrededor de los tobillos, inmovilizndoloscontra las patas de la silla; ms cinta le fijaba las muecas y los antebrazos a los brazosde la butaca. El brazo derecho estaba sujeto con la palma de la mano hacia abajo, peroel izquierdo tena la palma hacia arriba.

    Le haban embutido un trapo en la boca mientras estaba inconsciente. Y un trozo decinta adhesiva le mantena los labios cerrados.

    Dylan solo llevaba dos o tres minutos consciente y no haba unido ninguna pieza deaquel silencio de mal agero que presentaban a su consideracin. Tena tanta idea dequin lo haba asaltado como de por qu.

    Por dos veces, cuando intent volverse en la silla para mirar hacia las dos camas y elcuarto de bao, un golpe al lado de la cabeza, propinado por su desconocido enemigo,haba atemperado su curiosidad. No eran unos golpes fuertes, pero iban dirigidos alpunto sensible donde antes lo haban golpeado con ms brutalidad y, cada vez, estabaa punto de perder el conocimiento de nuevo.

    Si Dylan hubiera gritado pidiendo auxilio, su ahogado grito no se habra odo fuerade la habitacin del motel, pero habra alcanzado a su hermano, que estaba a menos

    de tres metros de distancia. Por desgracia, Shep no reaccionara, tanto si se trataba deun chillido como de un susurro. Incluso en sus mejores das, raramente reaccionaba

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    ante Dylan o ante cualquier otra persona y, cuando se obsesionaba con un puzzle,nuestro mundo le pareca menos real que la escena bidimensional de la fracturadaimagen.

    Con su controlada mano derecha, Shep seleccion una pieza de cartn con forma deameba de la caja; la mir y la dej a un lado. Enseguida cogi otro fragmento del

    montn y, de inmediato, localiz el punto exacto donde tena que ir; despus colocun segundo y un tercero, todo en menos de medio minuto. Pareca creer que estabasolo en la habitacin.

    A Dylan, el corazn le golpeaba contra las costillas, como si comprobara lo slido desu construccin. Cada latido le enviaba un impulso doloroso al crneo; con unmovimiento sincopado nauseabundo, el trapo de la boca pareca palpitar como algovivo, provocndole arcadas ms de una vez.

    Aterrado hasta un punto que se supona que los tipos grandes como l nuncaalcanzaban, sin avergonzarse de su miedo, aceptando totalmente que era un tipogrande asustado, Dylan estaba seguro de una cosa como nunca lo haba estado de

    nada antes: veintinueve aos era demasiado pronto para morir. Si hubiera tenidonoventa y nueve, quiz habra argumentado que la mediana edad empezaba bienpasada la marca de los cien.

    La muerte nunca haba tenido ningn atractivo para l. No comprenda a los que seregodeaban en la subcultura gtica, ni su pertinaz identificacin romntica con losmuertos vivientes; l no encontraba ningn atractivo sexual a los vampiros. Con suglorificacin del asesinato y su celebracin de la crueldad contra las mujeres, la msicagansta-rap tampoco haca que sus pies empezaran a seguir el ritmo. No le gustaban laspelculas en las cuales los temas principales eran la evisceracin y la decapitacin;como mnimo estropeaban el placer de las palomitas. Supona que nunca sera un to

    marchoso. Su destino era ser tan convencional como una galletita salada. Pero laperspectiva de ser convencional a perpetuidad no le preocupaba ni una milsima partede lo que le preocupaba la perspectiva de estar muerto.

    Aunque asustado, segua cautamente optimista. Para empezar, si el desconocidoasaltante hubiera tenido intencin de matarlo, seguro que a esas alturas su cuerpo yaestara a la temperatura ambiente. Lo haban atado y amordazado porque el atacantetena algn otro uso pensado para l.

    La tortura le vino a la mente. Dylan nunca haba odo hablar de personas torturadashasta la muerte en la habitacin de un motel perteneciente a una cadena nacional, porlo menos no con regularidad. Los psicpatas homicidas tendan a sentirse incmodos

    llevando a cabo sus sucias tareas en un establecimiento que, quiz, albergara, en elmismo momento, una convencin de los rotarios. Durante todos sus aos de viaje, suspeores quejas se haban debido a la poca limpieza, a que se olvidaran de despertarlo ya lo detestable de la comida servida en la cafetera. Sin embargo, en cuanto la torturaabri la puerta y entr en su cabeza, cogi una silla, se sent y se neg a marcharse.

    Dylan tambin se consol un poco pensando que el asaltante de la cachiporra nohaba golpeado a Shep ni le haba hecho dao ni lo haba atado. Seguramente, estodeba de significar que el malhechor, quienquiera que fuese, reconoca lo extremo dela indiferencia de Shep y comprenda que el muchacho enfermo no representabaninguna amenaza.

    Un autntico socipata se habra encargado de Shepherd de todos modos, pordivertirse o por dar brillo a su imagen homicida. Probablemente, los asesinos locos

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    estaban convencidos, como lo estaba la mayora de los estadounidenses, de quemantener una autoestima alta era un requisito para la buena salud mental.

    Encajando cada una de las sinuosas formas de cartn en su sitio, asintiendo con ungesto ritualista de la cabeza y presionando con el pulgar derecho, Shepherd continuresolviendo el puzzle a un ritmo prodigioso, aadiendo quiz seis o siete piezas por

    minuto.La borrosa visin de Dylan se haba aclarado y su necesidad de vomitar haba

    pasado. De ordinario, esos cambios seran razn suficiente para animarse, pero el buennimo continuara escapndosele hasta que supiera quin quera un trozo suyo yexactamente qu parte quera.

    Los timbales que latan en el interior de su estruendoso corazn y el torrente desangre que circulaba a toda velocidad por sus tmpanos, produciendo un sonido querecordaba unos platillos golpeados suavemente con la escobilla de un batera,enmascaraban cualquier pequeo ruido que pudiera estar haciendo el intruso. Puedeque aquel tipo estuviera cenando o haciendo el mantenimiento preventivo de una

    sierra elctrica antes de ponerla en marcha.Como Dylan estaba sentado en ngulo con el espejo que colgaba encima del

    escritorio, solo se le presentaba a la vista una estrecha cua de la habitacin.Observando a su hermano, el gigante de los puzzles, vislumbr un movimientoperifrico en el espejo, pero cuando consigui enfocar la mirada, el fantasma se habadeslizado fuera de la vista.

    Cuando, por fin, el asaltante se le puso delante de los ojos, no tena un aspecto msamenazador que cualquier maestro de coro cincuentn que extrajera un enorme ygenuino placer del sonido de unas voces bien conjuntadas alzndose en gozososhimnos. Hombros cados. Barrign. Pelo blanco que raleaba. Orejas pequeas,

    delicadamente esculpidas. Su cara rosada con carrillos colgantes pareca tan benvolacomo una barra de pan blanco. Sus ojos, de un azul desvado, estaban acuosos, comollenos de compasin, y parecan revelar un espritu demasiado manso como paraalbergar cualquier pensamiento hostil.

    Pareca la anttesis de la villana y tena una sonrisa amable, pero llevaba en la manoun trozo de goma muy flexible. Como una serpiente. De cerca de un metro de largo. Deningn objeto inanimado, sea una cuchara o una navaja de afeitar meticulosamenteafilada, puede decirse que sea maligno, pero mientras que una navaja de muellepuede usarse simplemente para pelar una manzana, en aquel peligroso momentoresultaba difcil imaginar un uso igualmente inocuo para un tubo de goma de tres

    centmetros de grueso.La colorida imaginacin que alimentaba el arte de Dylan lo afliga ahora conimgenes absurdas, pero vividas, de cmo lo alimentaban por la fuerza a travs de lanariz y cmo le examinaban el colon, con toda seguridad no a travs de la nariz.

    Su alarma no disminuy cuando se dio cuenta de que el tubo de goma era untorniquete. Ahora saba por qu le haban atado el brazo derecho con la palma haciaarriba.

    Cuando protest a travs de la mordaza saturada de saliva y la cinta aislante, su vozno fue ms clara que la de un hombre enterrado prematuramente que gritara pidiendoauxilio a travs de la tapa del atad y de dos metros de tierra apisonada.

    Tranquilo, hijo, tranquilo.

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    La voz del intruso no era spera como la de un matn malencarado, sino suave ycomprensiva como la de un mdico de pueblo entregado a aliviar cualquier afliccin desus pacientes.

    Todo ir bien.Por aadidura, vesta como un mdico de pueblo, una reliquia de esa poca perdida

    que Norman Rockwell haba captado en las ilustraciones de portada de The SaturdayEvening Post. Sus zapatos de cordobn brillaban debido a la ayuda del cepillo y lagamuza, y sus pantalones de color trigo maduro pendan de un par de tirantes. Comose haba quitado la chaqueta, se haba arremangado la camisa y se haba aflojado elcuello y la corbata, solo le faltaba un estetoscopio colgado del cuello para ser laimagen perfecta de un arrugado mdico rural, casi al final de una larga jornada devisitas a domicilio, un amable sanador conocido por todos como Doc.

    Las mangas cortas de la camisa de Dylan facilitaban la aplicacin del torniquete. Eltubo de goma, una vez anudado rpidamente en torno a su bceps izquierdo, hizo queuna vena se hinchara visiblemente.

    Dando unos suaves golpecitos con la yema del dedo contra el vaso sanguneo visible,Doc murmur:

    Bien, muy bien.Obligado por la mordaza a inspirar y espirar solo a travs de la nariz, Dylan poda or

    la humillante prueba de su creciente terror conforme el resuello y el silbido de surespiracin se hacan ms apremiantes.

    Con un algodn empapado en alcohol, el doctor frot la vena objeto de su atencin.Todos los elementos del momento Shep saludando a nadie y atacando el puzzle

    como un huracn, el sonriente intruso preparando a su paciente para ponerle unainyeccin, el asqueroso gusto de la mordaza en la boca de Dylan, el astringente olor a

    alcohol, la presin refrenadora de la cinta aislante requeran tan completamente eluso de sus cinco sentidos que no era posible, seriamente, alentar la idea de que setrataba de un sueo. No obstante, ms de una vez, Dylan cerr los ojos y se pellizcmentalmente; pero al volver a mirar, cuando aquella pesadilla result ser real, surespiracin se hizo ms entrecortada todava.

    Seguro que la jeringuilla hipodrmica no poda ser tan grande como pareca. Aquelinstrumento tena un aspecto menos adecuado para los seres humanos que para loselefantes o rinocerontes. Supuso que su terror magnificaba las dimensiones.

    Con el pulgar colocado firmemente en el soporte para el pulgar y los nudillosapoyados con firmeza en el reborde para los dedos, Doc extrajo el aire de la jeringa y

    un chorrito de lquido dorado reflej la luz mientras caa, dibujando un arco, hasta laalfombra.Con un ahogado grito de protesta, Dylan tir de sus ataduras, haciendo que la

    butaca se moviera de un lado para otro.De una manera o de otra dijo el doctor afablemente estoy decidido a

    administrarte esto.Dylan neg categricamente con la cabeza.Esta sustancia no te matar, hijo, pero una pelea s que podra hacerlo.

    Sustancia. Se haba rebelado de inmediato ante la perspectiva de que le inyectaranun medicamento o una droga ilegal o un producto qumico txico, un veneno, una

    dosis de suero sanguneo contaminado con una enfermedad espantosa y ahora serebelaba, con ms vigor todava, contra la idea de que le metiesen una sustancia en las

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    venas. Esa palabra desvada sugera descuido, una villana improvisada, como si aquelejemplo de la banalidad del mal, con su cara de torta, hombros redondos y enormebarriga, no quisiera tomarse la molestia, ni siquiera despus de todas las molestias quese haba tomado, de recordar qu vil sustancia tena intencin de administrarle a suvctima. Sustancia! En este caso, la palabra sustancia sugera tambin que el fluido

    dorado de la jeringa pudiera ser algo ms extico que un mero medicamento o unveneno o una dosis de suero corrompido por una enfermedad, que deba de ser algonico y misterioso, difcilmente nombrado. Si lo nico que sabas era que un mdicoloco, sonriente y con las mejillas sonrosadas te haba llenado de una sustancia,entonces los mdicos buenos, entregados y cuerdos de una sala de urgencias nosabran qu antdoto aplicar ni qu antibitico recetar, porque en su farmacia noguardaban tratamientos de reserva para un caso grave de sustancia.

    Al observar cmo Dylan luchaba sin resultado por librarse de sus ataduras, elmanaco traficante de sustancias chasque la lengua y movi la cabeza con un gestodesaprobador.

    Si te resistes, puedo desgarrarte una vena o inyectarte una burbuja de aire, poraccidente, y eso tendra como consecuencia una embolia. Una embolia te matara o,por lo menos, te dejara como un vegetal. Seal a Shep en la cercana mesa. Peorque l.

    Algunas veces, al llegar al final de ciertos das muy negros, abrumado por elcansancio y la frustracin, Dylan envidiaba la desconexin de su hermano de laspreocupaciones de este mundo. En todo caso, aunque Shep no tena ningunaresponsabilidad, Dylan tena un montn incluyendo, y no era la menor, al propioShep y no poda lanzarse en brazos de la inconsciencia, fuera por eleccin o porembolia.

    Concentrndose en la brillante aguja, Dylan dej de resistirse. Un agrio sudor leempapaba la cara. Exhalando explosivamente, inhalando con fuerza, resoplaba comoun caballo bien cuidado. El crneo haba empezado a martillearle de nuevo, enparticular all donde lo haban golpeado y el dolor se extenda por toda la frente. Todaresistencia era intil, debilitadora y sencillamente estpida. Como no poda evitar quele pusieran la inyeccin, lo mejor sera que aceptara la afirmacin del maliciosocurandero cuando deca que la sustancia de la jeringuilla no era letal, lo mejor seraque soportara lo inevitable, que permaneciera alerta esperando una oportunidad(suponiendo que la conciencia siguiera siendo posible despus de la inyeccin) ybuscara ayuda ms tarde.

    As est mejor, hijo. Lo ms inteligente es acabar de una vez. Ni siquiera teescocer tanto como una vacuna contra la gripe. Confa en m.Confa en m.Se haban adentrado tanto en un terreno surrealista que Dylan casi esperaba que los

    muebles de la habitacin se ablandaran y distorsionaran como los objetosrepresentados en un cuadro de Salvador Dal.

    Todava exhibiendo su sonrisa distrada, el extrao gui con mano experta la aguja alinterior de la vena, solt de inmediato el nudo del tubo de goma y mantuvo supromesa de una violacin sin dolor.

    La punta del dedo gordo se enrojeci al presionar sobre el mbolo.

    Hilando la serie de palabras ms improbable que Dylan haba odo nunca, Doc dijo:Te estoy inyectando el trabajo de toda mi vida.

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    Dentro del cilindro transparente de la jeringuilla, el oscuro tapn empez a moverselentamente de arriba abajo, obligando al lquido dorado a entrar en la aguja.

    Seguramente te preguntas qu te har esta sustancia.Deja de llamarla SUSTANCIA!, habra exigido Dylan, si no hubiera tenido la boca

    embutida de colada sin identificar.

    Imposible saber exactamente qu har.Aunque puede que la aguja fuera de un tamao normal, Dylan vio que, por lo menos

    en cuanto a las dimensiones de la jeringuilla, su imaginacin no le haba jugado unamala pasada, despus de todo. Era enorme. Aterradoramente enorme. En aquel tubode plstico transparente, las seales negras de la escala indicaban una capacidad dedieciocho centmetros cbicos, una dosis ms apropiada para ser recetada por unveterinario del zoo, cuyos pacientes superaban los trescientos kilos.

    La sustancia es psicotrpica.Era una palabra mayor y tambin extica, pero Dylan sospechaba que si pudiera

    pensar con claridad, sabra qu quera decir. No obstante, le dolan las tensas

    mandbulas, la empapada bola de trapo que tena en la boca goteaba un agrioriachuelo de saliva que amenazaba con sumergirlo en un ataque de ahogo, los labios leardan bajo la cinta aislante, le inundaba un terror an mayor al ver cmo aquelmisterioso lquido se vaciaba dentro de su brazo y le irritaba, muchsimo, el compulsivomovimiento de la mano de Shep, aunque solo era consciente de l por el rabillo delojo. En aquellas circunstancias, no era fcil conseguir pensar con claridad. Rebotandodentro de su cabeza, la palabra psicotrpico segua tan lisa, brillante e impenetrablecomo un cojinete de acero que, como una carambola, saltara desde el tubo hasta elral y luego hasta el tope y el flipper en el luminoso y parpadeante laberinto de lamquina.

    Le hace algo diferente a cada uno. Una curiosidad cientfica, aguda, peroperversa animaba la voz del Doc, tan inquietante para Dylan como encontrar astillas devidrio en la miel. Aunque aquel hombre tena todo el aspecto de un amable mdicorural, sus modales eran los de Victor von Frankenstein. Sin excepciones, el efecto esinteresante, con frecuencia, asombroso y, a veces, positivo.

    Interesante, asombroso y, a veces, positivo. No sonaba a un trabajo de toda la vidaequiparable al de Jonas Salk. Doc pareca encajar ms cmodamente en la tradicincientfica demente, malvola y megalmana de los nazis.

    El ltimo centmetro cbico de lquido desapareci de la jeringa, penetrando en laaguja y en Dylan.

    Esperaba notar una sensacin de quemazn en la vena, un horroroso calor qumicoque se extendera rpidamente por todo su sistema circulatorio, pero el fuego no lleg.Ni tampoco le recorri un helado escalofro. Esperaba experimentar vividasalucinaciones, volverse loco debido a una sensacin de hormigueo, como de araasafanndose por la superficie blanda de su cerebro, or voces fantasmales resonndoledentro del crneo, verse aquejado de convulsiones, espasmos violentos o dolorososcalambres o por la incontinencia, verse inundado de nuseas o mareos, que le salierapelo en las palmas de las manos, que la habitacin empezara a dar vueltas, mientrassus ojos giraban como peonzas, pero la inyeccin no tuvo efectos observables, salvo,quiz, para hacer que su febril imaginacin subiera unos grados ms en el termmetro

    de lo improbable.Doc retir la aguja.

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    Una nica gota de sangre apareci en el punto del pinchazo.Uno de dos debe pagar la deuda mascull Doc no para Dylan, sino para s

    mismo, una observacin que no pareca tener ningn sentido. Se traslad detrs deDylan, fuera de la vista.

    La perla carmes tembl en el hueco del codo izquierdo de Dylan, como si latiera en

    solidaridad con el corazn desbocado que, antes, la impulsaba hasta el ms lejanocapilar y del cual estaba, ahora y para siempre, separada. Dylan deseaba poderreabsorberla, chuparla a travs de la herida causada por la aguja, porque tema que,en la cercana y desagradable lucha por la vida, iba a necesitar cada gota de sangre sanaque pudiera reunir, si quera prevalecer sobre cualquier peligro que le hubieraninyectado.

    Pero el pago de la deuda no es perfume dijo Doc, reapareciendo con una tirita ala que quit el envoltorio mientras hablaba. No disimular la peste a traicin,verdad? Habr algo que la disimule?

    Aunque de nuevo se diriga directamente a Dylan, el hombre pareca hablar en clave.

    Sus solemnes palabras exigan una expresin grave, sin embargo su tono segua siendoligero; la sonrisa medio enigmtica de un sonmbulo continuaba bailando en su rostro,creciendo y menguando y creciendo de nuevo, de forma muy parecida a como el brillode una vela fluctuara y parpadeara bajo la influencia de cualquier sutil corriente deaire.

    El remordimiento me ha corrodo durante tanto tiempo que me ha devorado elcorazn. Me siento vaco.

    Funcionando notablemente bien sin corazn, el hombre vaco quit los dos papelesprotectores de la tirita y la aplic encima del pinchazo de la inyeccin.

    Necesito arrepentirme por lo que hice. No hay verdadera paz sin arrepentimiento.

    Lo comprendes?Aunque Dylan no comprenda nada de lo que deca aquel luntico, asinti

    preocupado, pensando que si no se mostraba de acuerdo, poda desatar un arrebatopsictico que no se valdra de una aguja sino de un hacha.

    La voz del hombre segua siendo suave, pero pareca que la angustia le haba quitadotodo el color, a pesar de que la espeluznante sonrisa persista en su rostro.

    Necesito arrepentirme, rechazar por completo aquello tan horrible que hice yquiero poder decir, sinceramente, que, si volviera a nacer, no lo volvera a hacer. Peroa lo mximo que soy capaz de llegar es al remordimiento. Lo hara de nuevo si tuvierauna segunda oportunidad, lo hara otra vez y pasara otros quince aos atormentado

    por la culpa.La nica gota de sangre haba sido absorbida por la gasa, dejando un oscuro crculovisible a travs de la capa transpirable. Esta tirita en particular, comercializada paranios, vena adornada con un perro de dibujos animados, juguetn y sonriente, que noconsigui levantarle el nimo a Dylan ni distraer su atencin de su pupita.

    Tengo demasiado orgullo para sentirme contrito. Ese es el problema. Ah, s,conozco mis fallos, los conozco muy bien, pero eso no significa que pueda corregirlos.Es demasiado tarde para eso. Demasiado tarde, demasiado tarde.

    Despus de tirar la envoltura de la tirita en la pequea papelera que haba al lado dela mesa, Doc meti la mano en el bolsillo del pantaln y sac una navaja.

    Aunque, de ordinario, Dylan no habra usado la palabra arma para describir unanavaja como aquella, en aquel momento ningn otro trmino menos amenazador le

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    pareca adecuado. No se necesitaba una daga ni un machete para clavarlos en el cuelloy seccionar la cartida. Una sencilla navaja servira.

    Doc cambi de tema, pasando desde unos pecados pasados, no especificados, acuestiones ms apremiantes.

    Quieren matarme y destruir todo mi trabajo.

    Con la ua del pulgar, sac la slida hoja del mango.Finalmente, la sonrisa desapareci, hundindose en la pastosa masa de la cara y

    aflor, lentamente, un ceo.En este mismo momento se est cerrando la red a mi alrededor.Dylan pens que la red ira acompaada de una dosis importante de torazina, una

    camisa de fuerza y unos hombres prudentes vestidos con uniformes blancos.La luz de la lmpara levant reflejos en la pulida hoja de acero inoxidable de la

    navaja.No hay salida para m, pero maldito sea si les dejo que destruyan el trabajo de

    toda una vida. Robar es una cosa. Eso podra aceptarlo. Despus de todo, yo tambin

    lo he hecho, pero quieren borrar todo lo que he conseguido. Como si yo nunca hubieraexistido.

    Con cara de pocos amigos, Doc agarr el mango de la navaja y clav la hoja en elbrazo de la butaca, casi tocando la mano izquierda de su prisionero.

    Esto no tuvo un efecto beneficioso en Dylan. El choque de miedo que lo recorri dearriba abajo era de tal voltaje que el espasmo muscular resultante levant, por lomenos, tres patas de la silla del suelo y quiz la hizo levitar, completamente, duranteuna milsima de segundo.

    Estarn aqu dentro de media hora, puede que menos le advirti Doc. Voy aintentar escapar, pero no tiene sentido que me engae. Los cabrones me atraparn,

    seguro. Y cuando encuentren, aunque solo sea una jeringuilla vaca, acordonarn laciudad y harn anlisis a todos los que estn en ella, uno por uno, hasta que averigenquin lleva la sustancia. Y ese eres t. Eres un portador.

    Se inclin, acercando la cara hasta la de Dylan. Le ola el aliento a cerveza ycacahuetes.

    Ser mejor que te tomes en serio lo que te digo, hijo. Si ests en la zona decuarentena, te encontrarn, seguro, y cuando te encuentren, te matarn. Un tipo listocomo t tendra que ser capaz de idear cmo usar esa navaja y soltarse en diezminutos, lo cual te dar una oportunidad para salvarte y me da a m la oportunidad dehaberme ido mucho antes de que puedas ponerme las manos encima.

    Restos de la piel roja de los cacahuetes y trozos plidos del fruto rellenaban losespacios entre los dientes de Doc, pero no era tan fcil encontrar evidencias de sulocura como identificar esas pruebas de su reciente tentempi. Sus ojos, del color deuna tela vaquera descolorida, no estaban llenos de nada ms identificable que lapesadumbre.

    Se enderez de nuevo, contempl la navaja clavada en el brazo de la butaca ysuspir.

    En realidad, no son mala gente. En su lugar, yo tambin te matara. Solo hay unmalvado en todo esto y soy yo. No me hago ilusiones sobre m mismo.

    Se desplaz detrs de la silla, fuera de la vista. A juzgar por los ruidos que haca, Doc

    estaba recogiendo su equipo de cientfico loco, embutindose la chaqueta del traje,preparndose para abrirse.

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    As que vas de camino hacia una feria de arte en Santa Fe, Nuevo Mxico, donde enaos anteriores has vendido los cuadros suficientes para pagar los gastos y meter algoen el banco y te detienes a pasar la noche en un motel limpio y respetable y, acontinuacin, compras una cena preparada con un contenido calrico tan alto que tehar caer redondo con la misma eficacia que una sobredosis de Nembutal, porque lo

    nico que quieres es pasar un rato tranquilo, sometiendo tus clulas cerebrales alriesgo de ver los habituales programas idiotas de televisin, en compaa de tuhermano, el que hace puzzles, y luego pasar una noche descansada, inquietada solopor las mnimas flatulencias posibles, ocasionadas por la hamburguesa de queso, peroel mundo moderno se ha roto en pedazos hasta tal punto que acabas sentado en unasilla sujeto con cinta aislante, amordazado y unos asesinos desconocidos te haninyectado Dios sabe qu espantosa enfermedad... Y a pesar de todo, tus amigos sepreguntan por qu te ests convirtiendo, tan joven, en un cascarrabias.

    Desde detrs de Dylan, como si fuera telpata adems de loco, Doc dijo:No ests contagiado. No en el sentido que piensas. Ninguna bacteria, ningn virus.

    Lo que te he dado... no puedes pasrselo a otros. Hijo, te lo aseguro, si no fuera tancobarde, me lo inyectara a m mismo.

    Esa garanta con reservas no mejor el estado de nimo de Dylan.Me avergenza decir que la cobarda es otro de mis fallos de carcter. Soy un

    genio, sin duda, pero no soy un modelo para nadie.La autojustificacin del hombre, a travs del menosprecio de s mismo, haba

    perdido la escasa chispa que pudiera haber tenido en un principio.Como ya te he explicado, la sustancia produce un efecto diferente en cada sujeto.

    Si no destruye tu personalidad ni altera por completo tu capacidad para pensarlinealmente ni reduce tu cociente de inteligencia en sesenta puntos, es posible que

    haga algo para mejorar enormemente tu vida.Pensndolo bien, aquel tipo no tena los modales de un doctor Frankenstein; tena

    los modales del doctor Satn.Si mejora tu vida, entonces habr reparado parte de lo que he hecho. En el

    infierno hay una cama esperndome, seguro, pero un resultado favorable aqucompensara, por lo menos un poco, los peores crmenes que he cometido.

    En la puerta de la habitacin del motel se oy el ruido de la cadena de seguridad y elchirriar de acero contra acero del cerrojo cuando Doc los abri.

    El trabajo de mi vida depende de ti. Ahora mi trabajo eres t. As que sigue vivo, sipuedes.

    La puerta se abri. La puerta se cerr.Con menos violencia que a la llegada, el manaco se haba ido.En la mesa, Shep ya no agitaba la mano. Ahora trabajaba en el puzzle con las dos

    manos. Como un ciego ante un libro escrito en braille, pareca leer cada pieza decartn con las sensibles yemas de los dedos, sin mirar, en ningn momento, cualquierparte de la imagen durante ms de un par de segundos, en ocasiones no molestndosesiquiera en usar los ojos y, con una velocidad asombrosa, colocaba cada fragmento dela imagen en el mosaico, que se iba llenando rpidamente, o la descartaba como intilpor el momento.

    Esperando insensatamente que el reconocimiento de un peligro desesperado se

    transmitiera, mediante algn milagroso vnculo psquico entre hermanos, Dylan tratde gritar Shepherd. La saturada mordaza filtr el grito, empapndose de la mayor

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    parte del sonido y dejando pasar solo un balido ahogado que no se pareca al nombrede su hermano. Sin embargo, volvi a gritar una segunda y una tercera vez, una cuartay una quinta, contando con que la repeticin acabara por captar la atencin delmuchacho.

    Cuando Shep estaba de un humor comunicativo que era con menos frecuencia

    que la frecuencia con que sale el sol, pero no tan raramente como la visita peridicadel cometa Halley poda ser tan hiperverbal que uno senta que le estaban lanzandopalabras a chorro, hasta derribarlo al suelo, y solo escucharlo poda ser agotador. Loms habitual era que Shep pasara la mayor parte del da sin parecer consciente de lapresencia de Dylan. Como ese da. Como en ese lugar y en esos momentos. Inmerso ensu pasin por los puzzles, prcticamente ajeno a la habitacin del motel, viviendo, encambio, a la sombra del templo sintosta medio formado, delante de l, encima de lamesa, respirando la frescura de los cerezos en flor bajo un cielo japons, azul como losacianos, estaba a medio mundo de distancia, cuando solo los separaban tres metros,demasiado lejos para or a su hermano o ver su cara enrojecida de frustracin, los

    agarrotados msculos de su cuello, sus sienes palpitantes y sus ojos implorantes.Estaban juntos, pero cada uno estaba solo.La navaja esperaba, con la punta enterrada en el brazo de la butaca, planteando un

    desafo tan formidable como la espada mgica Excaliburpresa en su funda de piedra.Por desgracia, no era probable resucitar al rey Arturo y destacarlo a Arizona paraayudar a Dylan en la extraccin.

    Una sustancia desconocida circulaba en aquel momento por su cuerpo; en cualquiermomento poda perder sesenta puntos de su cociente intelectual y, por aadidura, seacercaban unos asesinos sin cara.

    Su despertador de viaje era digital y, por lo tanto, silencioso, pero, sin embargo, oa

    un tictac. Un reloj traicionero, a juzgar por su sonido: contaba los preciosos segundosal doble de velocidad.

    Acelerando el ritmo de resolucin, Shep trabajaba, ambidiestro, en el puzzle,manteniendo las piezas en juego, sin reposo. Su mano derecha y su mano izquierda seabatan por encima y por debajo la una de la otra, se cernan sobre el montn depiezas sueltas de la caja, volaban con la rapidez de un gaviln hasta el cielo azul o loscerezos o hasta las esquinas inacabadas del tejado del templo y volvan a la caja, comoen un frenes constructor de nidos.

    Ran, ran, ratapln.Me gustara comerme un flan, pens Dylan.

    Ran, ran, ratapln.Y no solo un pequeo trozo de flan...Ran, ran, ratapln.Sino todo, todito el flan enterito.Atado a la silla, lleno de sustancia, buscado por unos asesinos... no era momento

    para rimas. Era hora de pensar con claridad. Era el momento de dar con un planingenioso y actuar con eficacia. Haba llegado el momento de arreglrselas para cogerla navaja, del modo que fuera, y hacer algo asombrosamente inteligente, algoportentoso con ella.

    Ran, ran, ralapln.

    Hagamos un flan de pan.

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    Con su inimitable estilo, verde y silencioso, Fred le dio las gracias a Jillian por elalimento para plantas que le haba dado y por el agua, cuidadosamente medida, con laque haba saciado sus sedientas races.

    Seguro en su magnfica maceta, el pequeo extenda sus ramas bajo la suave luz dela lmpara de mesa. Aportaba un toque de gracia a una habitacin de motelamueblada con colores violentamente desentonados, que podran interpretarse comola chillona declaracin de rebelda de un diseador de interiores furioso contra laarmoniosa paleta de la naturaleza. Por la maana trasladara la planta al cuarto debao, mientras se duchaba; le encantaba el vapor.

    Estoy pensando usarte ms en el nmero le inform Jilly. Se me han ocurridounas cosas nuevas que podemos hacer juntos.

    En sus actuaciones sola sacar a Fred al escenario durante los ltimos ocho minutos,lo colocaba encima de un taburete alto y lo presentaba como su ms reciente galn ycomo la nica de sus citas que no la avergonzaba en pblico ni le haca sentir que noestaba a la altura en un aspecto u otro de su anatoma. Sentada en otro taburete a sulado, hablaba de las relaciones modernas y Fred representaba a la perfeccin el papeldel payaso serio del nmero. Daba un nuevo sentido al trmino cara de palo y elpblico lo adoraba.

    No te preocupes dijo Jilly. No te meter en macetas cutres ni insultar tudignidad de ninguna manera.

    Ninguna planta suculenta, se tratara de cactus o sedum, podra haber irradiadoconfianza con ms fuerza que Fred.

    Con su otra parte importante alimentada, regada y despus de haber hecho que se

    sintiera valorada, Jilly se colg el bolso del hombro, cogi el vaco cubo de plstico parael hielo y sali de la habitacin para conseguir cubitos y para meter monedas de acuarto en la mquina de refrescos ms cercana. ltimamente haba cado en las garrasde esos refrescos de races variadas. Aunque prefera las bebidas dietticas, tomaba lasnormales cuando era la nica forma de refresco de races que poda encontrar; dosbotellas, a veces tres, cada noche. Si no poda encontrar ms que la versin con todo elazcar, entonces no coma nada ms que un nico biscote para desayunar, paracompensar el capricho.

    Los culos gordos eran el castigo de las mujeres de su familia y con esto no se referaa los hombres con los que se casaban. Su madre, las hermanas de su madre y sus

    primas, todas tenan unos atractivos culitos prietos mientras eran adolescentes o,incluso, veinteaeras, pero ms pronto que tarde, todas acababan teniendo aspectode haberse embutido un par de calabazas en la parte trasera de los pantalones.Raramente aumentaban de peso en los muslos o la barriga, solo en los glteosmaximus, medius y minimus, con el resultado de lo que su madre llamaba, en broma,muchomega de las nalgas. Esta maldicin no pasaba de generacin en generacin porel lado Jackson de la familia, sino por el lado Armstrong el materno junto con unacalvicie de estilo masculino y el sentido del humor.

    Solo la ta Gloria, que ahora tena cuarenta y ocho aos, se haba salvado de padecerel culo Armstrong una vez cumplidos los treinta. A veces, Gloria atribua su trasero

    invariablemente magro al hecho de haber hecho una novena a la Santsima Virgen tresveces al ao, cada ao, desde la edad de los nueve, cuando cay en la cuenta de que

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    su futuro poda tenerle guardada una sbita y colosal expansin de las nalgas; en otrasocasiones, pensaba que quiz su peridico coqueteo con la bulimia tuviera algo quever con el hecho de que todava poda sentarse en el silln de una bicicleta sin requerirde los servicios de un proctlogo para desmontar.

    Tambin Jilly era creyente, pero nunca haba hecho una novena con la esperanza de

    pedir una exencin misericordiosa del muchomega gluteico. Sus reticencias en eseasunto no surgan de que dudara que esa peticin fuera eficaz, sino solo de que eraincapaz de plantear la cuestin de su culo durante una conversacin espiritual con laSanta Madre.

    Practic la bulimia durante dos deprimentes das, cuando tena trece aos, antes dedecidir que vomitar voluntariamente cada da era peor que vivir los dos tercios de tuvida dentro de unos pantalones de esqu elsticos, perseguida por un callado temor alas puertas estrechas. Ahora depositaba todas sus esperanzas en los biscotes paradesayunar y en los maravillosos adelantos de la ciruga plstica.

    Las mquinas de hielo y refrescos estaban en un hueco junto a la galera cubierta

    que llevaba a su habitacin, a quince metros, apenas, de su puerta. La ligera brisa,procedente del desierto, era demasiado caliente como para refrescar la noche y tanseca que casi esperaba que los labios se le secaran y cuartearan con un audiblechasquido; silbando suavemente, aquella corriente de aire pareca serpentear a lolargo del cubierto corredor como si, tambin ella, buscara algo con que humedecerselos escamosos labios.

    De camino, Jilly se tropez con un hombre arrugado, de aspecto amable, que alparecer volva del oasis automatizado, despus de comprar una Coca-Cola y tres bolsasde cacahuetes. Tena los ojos del desvado azul del cielo de Sonora o Mojave en agosto,cuando ni siquiera el cielo puede mantener su color frente a la intensa luz decolorante,

    pero no era nativo de la regin, porque su cara redonda era rosada, no dotada de unbronceado canceroso, y estaba surcada por el exceso de peso y el tiempo, ms que porel despiadado sol del sudoeste.

    Aunque sus ojos no enfocaron a Jilly y aunque mostraba la media sonrisa enajenadade alguien perdido en una jungla de pensamientos complejos pero agradables, elhombre habl al acercarse a ella:

    Si me muero dentro de una hora, no lamentar no haber comido un montn decacahuetes antes de que se apaguen las luces. Adoro los cacahuetes.

    Aquella declaracin era, como mnimo, peculiar y Jilly era una joven con la suficienteexperiencia para saber que, en el actual Estados Unidos, no se debe contestar a los

    extraos que, motu proprio, te revelan su miedo a la mortalidad y su preferencia encuanto a cosas de picar en el lecho de muerte. Puede que se trate de un alma benditaque se ha vuelto excntrica debido a las tensiones de la vida moderna. No obstante, esms probable que tengas que vrtelas con un psicpata saturado de drogas que quieratallar una pipa para crack con tu fmur y usar tu piel como tela para fabricar undecorativo cubreteteras para tapar su hacha decapitadora favorita. Pese a todo, quizporque aquel tipo pareca tan inofensivo o quiz porque la propia Jilly estaba un pocoblanda despus de un tiempo demasiado largo en el que toda su conversacin habasido con una planta jade, respondi:

    Para m, es el refresco de races. Cuando mi tiempo se acabe, quiero cruzar una

    Estigia de puro refresco de races.

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    Sin dar muestras de haber odo su respuesta, el hombre pas a su lado conserenidad, sorprendentemente ligero sobre sus pies para alguien de su tamao,deslizndose casi tan suavemente como un patinador sobre hielo, su locomocin ensincrona con su sonrisa de medio demente.

    Lo observ mientras se alejaba hasta que se convenci de que no era peor, en

    absoluto, que cualquier otra alma cansada que lleva demasiado tiempo errando por lasolitaria inmensidad de los desiertos del sudoeste quiz fuera un vendedor cansado,con un territorio tan vasto que pona a prueba su aguante aturdido por ladesalentadora distancia entre los puntos de destino, por tener que recorrer lasautopistas azotadas por el sol que parecan prolongarse eternamente.

    Saba cmo deba de sentirse. Una parte de su exclusivo nmero escnico, su carnetde identidad cmico, era presentarse como una autntica muchacha del sudoeste,chupaarena y patea cactus, que se desayuna cada maana con una escudilla depimientos jalapeos, que anda por los bares de msica country, con tos llamados Texy Dusty, toda una mujer, madurada al sol, pero tambin lo bastante dura como para

    agarrar a una serpiente de cascabel si se atreviera a silbarle, chasquearla como unltigo y sacarle el cerebro por las cuencas de los ojos. Tena contratos en los clubes detodo el pas, pero pasaba una parte importante del tiempo en Texas, Nuevo Mxico,Arizona y Nevada, en contacto con la cultura que la haba moldeado, manteniendo sunmero incisivo, puliendo su material frente a un pblico calzado con botas quepateaban el suelo y que sintonizara con cualquier observacin acertada con gritos deaprobacin, pero que tambin la abucheara hasta hacerla dejar el escenario si tratabade hacer pasar ketchup por autntica salsa o si actuaba como una farsante del mundodel espectculo ante ellos. Conducir de un sitio a otro, entre espectculo yespectculo, formaba parte de seguir siendo una autntica y genuina chupaarena y,

    aunque adoraba las malas tierras estriles y el amplio panorama de salvia plateada,comprenda que el vaco sobrecogedor del desierto poda dejarte con una sonrisa tanvaca como un ttere de calcetn y empujarte a hablar de la muerte y los cacahuetescon un amigo imaginario.

    En el sitio de los refrescos, las mquinas ofrecan tres marcas de cola diettica y dosmarcas de refresco de lima-limn y naranjada diettica, pero en cuanto a refrescos deraces, poda elegir entre la abstinencia o el producto genuino, que estaba saturado deazcar y fabricaba culos enormes. Meti monedas en la mquina, con el abandono conque una abuela adicta al juego mete monedas en una tragaperras y, cuando tres latascayeron una tras otra en la bandeja, murmur un avemaria, no acompaada por la

    peticin asociada a la fisiologa, sino solo para acumular un poco de buena voluntad enel cielo.Cargada con tres latas de refresco y un cubo desbordante de cubitos de hielo, hizo el

    corto viaje de vuelta a su habitacin. Haba dejado la puerta entreabierta, previendoque volvera con las manos ocupadas.

    En cuanto abriera un refresco, tendra que llamar a su madre en Los Angeles, paratener un largo cotorreo de madre a hija sobre la maldicin del culo de la familia, elnuevo material para su nmero, a quin haban matado recientemente en el barrio, siel esqueje de Fred continuaba creciendo bajo los buenos cuidados de mam, si el Fredclnico era tan mono como Fred I...

    Lo primero que vio al empujar la puerta con el hombro fue a Fred, claro, un alientode serenidad zen contra el colorido caos, propio del armario de un payaso. Y luego, en

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    la mesa, a la sombra de Fred, vio la lata de Coca-Cola, perlada de helada condensaciny las tres bolsas de cacahuetes.

    Una milsima de segundo despus vio el maletn negro, abierto, encima de la cama.Lo llevaba el vendedor sonriente. Probablemente era su caja de muestras.

    Las amazonas del sudoeste, que hacen restallar serpientes como si fueran ltigos, y

    recorren la arena a grandes zancadas tienen que ser rpidas, tanto fsica comomentalmente, para habrselas con los vaqueros de cafetn, con deseos de ligar, tantolos que van cargados de Lone Star como los que estn inexplicablemente sobrios. Jillypoda esquivar al ms tenaz vaquero casanova con tanta rapidez y energa como podabailar el swing del oeste, y su coleccin de trofeos de ese baile llenaba toda una vitrina.

    Sin embargo, aunque comprendi el peligro cuando solo llevaba en la habitacinapenas dos segundos, no pudo reaccionar lo bastante rpido para salvarse delvendedor. Le sali por detrs, le rode el cuello con un brazo y le tap la boca con untrapo. La suave tela apestaba a cloroformo o ter o quiz xido nitroso. Al no serbuena conocedora de los anestsicos, Jilly no consigui identificar ni la variedad ni la

    aada.Se dijo: No respires. Saba que tena que darle a aquel hombre un fuerte pisotn

    en un pie, que tena que darle un codazo en la barriga, pero su exclamacin inicial desorpresa, en el instante en que el trapo le tapaba la boca y la nariz, la anul. Cuandotrat de mover el pie derecho, se le haba puesto tembloroso y pareca que fuera asoltrsele del tobillo y no consegua recordar dnde tena los codos ni cmofuncionaban. En lugar de no respirar, respir de nuevo para aclararse la cabeza y estavez se llen los pulmones con la esencia de la oscuridad, como si fuera un nadador quese ahoga, hundindose, hundindose...

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    Ran, ran, ratapln.Era el nombre que le puse a mi can.Ran, ran, ratapln.Mi perro bailaba el cancn.Haca tiempo que el juego de Dylan OConner era una eficaz defensa para evitar que

    le diera por romper a chillar como un loco ante los ocasionales ataques de montonosalmodiar de su hermano. No obstante, en la actual crisis, si no era capaz de tapar lavoz de Shep, no podra centrarse en el reto que le planteaban sus ataduras. Todava

    seguira sujeto, con cinta aislante, a aquella silla, rumiando algodn, cuando losasesinos sin nombre llegaran con la intencin de analizarle la sangre para ver si habaaquella sustancia y luego cortarlo en bocaditos de carroa para deleite de los buitresdel desierto.

    Mientras aquellas manos aleteantes construan rpidamente el templobidimensional, Shep deca:

    Ran, ran, ratapln.Dylan se concentr en su difcil situacin.El tamao del trapo que tena en la boca un taco empapado lo bastante grande

    como para que le doliera toda la cara por la tensin de contenerlo le impeda mover

    las mandbulas con tanta fuerza como hubiera querido. Sin embargo, flexionando

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    persistentemente los msculos faciales, fue aflojando las tiras de cinta, que empezarona separase lentamente en los extremos y a soltarse como la envoltura de una momia.

    Sac la lengua de debajo de la mordaza, la contrajo detrs de la bola de tela y seesforz por empujar aquel material extrao fuera de la boca. El trapo, al salir, presioncontra la cinta suelta, lo cual le provoc ligeras punzadas de dolor cuando, en varios

    puntos, las tiras adhesivas se separaron de los labios, llevndose diminutos trozos depiel como premio.

    Igual que un hbrido de polilla humana gigante que regurgita una cena desagradableen una pelcula de terror de bajo presupuesto, expuls sin parar aquella telaasquerosa, que se desliz, hmeda, por encima de su barbilla y le cay hasta el pecho.Bajando la vista, reconoci lo expulsado, saturado de saliva; era uno de sus calcetinesde atletismo, que le llegaban casi hasta la rodilla y que Doc, al parecer, habaencontrado en una maleta. Por lo menos, era un calcetn limpio.

    La mitad de la cinta haba cado, pero quedaban dos tiras, cada una colgndole deuna comisura de los labios, como si fueran los bigotes de un pez gato. Retorci los

    labios, sacudi la cabeza, pero las tiras colgantes siguieron aferrndose con fuerza.Por fin, poda gritar pidiendo ayuda, pero guard silencio. Quienquiera que viniera a

    liberarlo, querra saber qu haba pasado y algn ciudadano preocupado llamara a lapolica, que llegara antes de que Dylan pudiera meter sus cosas y a Shep en el coche ylargarse. Si los asesinos andaban cerca, cualquier retraso poda ser fatal.

    Con la punta clavada en el pino, brillando intensamente, la navaja esperaba a serusada.

    Se inclin hacia delante, baj la cabeza y agarr con fuerza entre los dientes elmango de la navaja, forrado de goma. Consigui una presa firme. Con cuidado, moviel pequeo instrumento hacia delante y hacia atrs, ensanchando la herida en el brazo

    de la butaca hasta que consigui liberar la hoja.Ran, ran, ratapln.Dylan volvi a enderezarse en la silla mordiendo el mango de la navaja, bizqueando

    para mirar la punta, en la cual parpadeaba una estrella de luz. Ahora estaba armado,pero no se senta especialmente peligroso.

    No se atreva a dejar caer el cuchillo. Si se caa al suelo, Shepherd no lo recogera yse lo dara. Para recuperarlo, Dylan tendra que balancear la silla, hacerla caer de lado,con el riesgo de hacerse dao. El riesgo de hacerse dao ocupaba siempre uno de losprimeros lugares en su lista de Cosas que la gente inteligente no hace. Incluso sivolcaba la silla sin provocar una catstrofe, desde esa posicin, nueva y ms incmoda,

    quiz le resultara muy difcil volver a coger la navaja con la boca, en especial si se habadeslizado debajo de la cama.Cerr los ojos y medit sobre sus opciones durante un momento, antes de hacer

    nada.Ran, ran, ratapln.Se supona que, como era un artista, meditar le resultaba fcil a Dylan. No obstante,

    nunca haba sido esa clase de artista, nunca se haba regodeado en negrospensamientos sobre la condicin humana o desesperado por la crueldad del hombrepara el hombre. En el plano individual, la condicin humana cambiaba cada da, inclusocada hora y, mientras t estabas empapndote en autocompasin por una desgracia,

    podas perderte la oportunidad de aprovechar un triunfo redentor. Y por cada acto decrueldad, la especie se las arreglaba para cometer cien actos de humanidad; as que si

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    eres del tipo de los que rumian, sera ms sensato que te dedicaras a la extraordinariabuena voluntad con que la mayora de gente trataba a los dems, incluso en unasociedad donde las lites culturales se burlaban de la virtud y celebraban la brutalidad,como cosa de rutina.

    En este caso, sus opciones estaban tan gravemente limitadas que, aunque quiz

    fuera un rumiador no especializado, consigui llegar rpidamente a un plan de accin.Se inclin de nuevo hacia delante y aplic el filo cortante de la navaja a una de laslazadas de brillante cinta negra que le sujetaban la mueca izquierda al brazo de labutaca. De forma muy parecida a un ganso que mueve la cabeza arriba y abajo, igualque haca Shep cuando se pasaba, a veces, horas imitando a un ganso que mueve lacabeza arriba y abajo, Dylan serraba con la navaja. Las ataduras empezaron a soltarsey, una vez que tuvo libre la mano izquierda, pas el cuchillo de los dientes a los dedos.

    Mientras Dylan cortaba rpidamente las ligaduras que quedaban, el adicto a lospuzzles que ahora iba encajando piezas en la imagen a un ritmo frentico, que nisiquiera la metanfetamina poda haber precipitado alter su salmodia sin sentido:

    Ratapln, ran, ratapln.La barriga no me deja en paz.Ran, ran, ratapln.Me parece que tengo que orinar.

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    Jilly abri los ojos y vio, borrosamente, al vendedor y a su hermano gemeloinclinados sobre la cama en la que estaba recostada.

    Aunque saba que tendra que estar asustada, no tena ningn miedo. Se sentarelajada. Bostez.

    Si el primer hermano era malvado y no haba duda de que lo era, entonces elsegundo deba de ser bueno, as que no careca de protector. En las pelculas y, confrecuencia, en los libros, el carcter moral se distribua exactamente en esa proporcinentre los gemelos idnticos: uno malo, uno bueno.

    Nunca haba conocido a ningn gemelo en la vida real. Si alguna vez conoca alguno,no podra confiar en los dos. Si lo hacas, podas estar segura de que te aporrearanhasta la muerte, o algo peor, en el acto II o en el captulo 12 o, con toda seguridad,antes del final de la historia.

    Aquellos dos tipos parecan igualmente benvolos, pero uno de ellos le desat untorniquete hecho con un tubo de goma que antes estaba atado alrededor del brazo deJilly, mientras que el segundo pareca estar ponindole una inyeccin. No poda decirseque ninguna de aquellas dos acciones tan interesantes fuera malvada, pero,ciertamente, eran inquietantes.

    Cul de los dos me va a dar con la cachiporra? pregunt, sorprendida al or quearrastraba las palabras, como si hubiera estado bebiendo.

    Al unsono, con idnticas caras de sorpresa, los vendedores gemelos la miraron.Tengo que advertirles dijo Jilly que s karaoke.Los dos gemelos mantenan la mano derecha en el mbolo de la jeringuilla

    hipodrmica, pero, simultneamente, los dos cogieron un pauelo de algodn blanco

    con la mano izquierda. Estaban exquisitamente coordinados.No karaoke dijo corrigindose. Krate Era mentira, pero pens que sonaba

    convincente, aunque segua teniendo la voz espesa y extraa. S krate.Los borrosos hermanos hablaron en perfecta armona, con las slabas perfectamente

    sincronizadas.Quiero que duermas un poco ms, jovencita. Duerme, duerme.Al unsono, los gemelos, maravillosamente sincronizados, agitaron los blancos

    pauelos en el aire y los dejaron caer sobre la cara de Jilly, con tanto aire que esperabaque las telas se transformaran, mgicamente, en palomas antes de llegar a tocarle lacara. En cambio, el tejido hmedo, que apestaba a la penetrante qumica del olvido,

    pareci volverse negro, como grajos, como cuervos, que se la llevaron en las alas de lamedianoche, hasta la negrura ms profunda.

    Aunque pens que haba abierto los ojos un instante despus de cerrarlos, debieronde pasar un par de minutos en ese parpadeo. Le haban retirado la aguja del brazo. Losgemelos ya no se cernan sobre ella.

    De hecho, solo estaba presente uno de los dos hombres y comprendi que el otro nohaba existido realmente, que haba sido un truco de la visin. Estaba a los pies de lacama, volviendo a meter la jeringuilla hipodrmica dentro del maletn de piel, aquelmaletn que ella haba confundido con un muestrario de vendedor. Comprendi quedeba de ser un maletn de mdico.

    l segua con su cantinela del trabajo de toda su vida, pero nada de lo que decatena ningn sentido para Jilly, quiz porque era un psicpata incoherente o quiz

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    porque los vapores del nepente, que seguan quemndole la nariz y los senos nasales,hacan que fuera incapaz de comprenderlo.

    Cuando intent levantarse de la cama, experiment una especie de vrtigo que laarroj de nuevo contra las almohadas. Se aferr al colchn con las dos manos, igualque un marinero naufragado podra agarrarse a una balsa de restos flotantes en medio

    de un mar turbulento.La sensacin de inclinacin y vrtigo despert, por fin, el miedo que saba que tena

    que sentir, pero que, hasta aquel momento, haba permanecido, como un sedimentoinactivo, en el fondo de su mente. Conforme su respiracin se volva superficial, rpiday frentica, su corazn desbocado propulsaba corrientes de ansiedad por su sangre y elmiedo amenazaba convertirse en terror, en negro pnico.

    Nunca le haba interesado controlar a los dems, pero siempre haba insistido en serduea de su propio destino. Poda cometer errores, los cometa, muchos, muchoserrores, pero si su vida estaba destinada a joderse, entonces, qu coo, preferaencargarse ella misma de la tarea. Ahora la haban privado del control, se lo haban

    quitado a la fuerza y lo conservaban en su poder por medio de medicamentos, dedrogas, por razones que no poda comprender, aunque se esforzaba por concentrarseen las lneas de chchara autojustificadora de su torturador.

    Con el brote de miedo lleg la rabia. Pese a su amenaza del karaoke-krate y suimagen de amazona del sudoeste, Jilly no era, por naturaleza, una guerrera pateaculos.El humor y el encanto eran sus armas preferidas. Pero all vea un amplio traserodonde deseaba, rotundamente, incrustar una soberana patada. Cuando el vendedor,manaco, mdico, lo que fuera fue hasta la mesa, para recoger su Coca-Cola y las tresbolsas de cacahuetes, Jilly intent, una vez ms, levantarse llena de ira justificada.

    De nuevo, su balsa de muelles rebot contra el rimbombante mar de un feo

    decorado de motel. Un segundo ataque de vrtigo, peor que el primero, hizo girar untorbellino de nuseas por todo su cuerpo y, en lugar de ejecutar el asalto con la patadaen el culo que haba imaginado, gimi:

    Voy a vomitar.Mientras recuperaba su Coca-Cola y sus cacahuetes y coga su maletn mdico, el

    desconocido dijo:Ser mejor que te resistas a ese impulso. Los efectos de la anestesia duran un

    rato. Podras volver a perder el conocimiento y si te desmayas mientras regurgitas,acabars como Janis Joplin y Jimi Hendrix, que murieron ahogados en su propiovmito.

    Vaya, qu estupendo. Ella que solo haba salido a comprarse un refresco de races.Una empresa tan inocente, que no suele ser una tarea de alto riesgo. Haba entendidoperfectamente la necesidad de compensar el capricho del refresco con un desayuno debiscotes, pero no haba ido a las mquinas pensando, en modo alguno, que al hacerlocorra el riesgo de ahogarse en su propia vomitona. De haberlo sabido, se habraquedado en la habitacin y habra bebido agua del grifo; despus de todo, si era lobastante buena para Fred, tambin lo era para ella.

    No te muevas inst aquel sonado, sin ningn elemento de orden en su voz, sinocon algo que sonaba a preocupacin por ella. No te muevas y, en dos o tres minutos,se te pasarn las nuseas y el vrtigo. No quiero que te ahogues, eso sera estpido,

    pero no puedo correr el riesgo de quedarme por aqu, haciendo de enfermera.

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    Recuerda, si ellos me cogen y descubren lo que he hecho, vendrn a buscar acualquiera a quien haya inyectado y te matarn.

    Recuerda? Matarn? Ellos?No guardaba recuerdo alguno de ninguna advertencia previa en ese sentido, as que

    supuso que deba de formar parte de lo que l haba ido diciendo cuando ella tena la

    cabeza llena de bruma, una bruma que iba despejndose gradualmente, pero quehaba llegado a ser tan espesa como la niebla de Londres.

    Desde la puerta, se volvi a mirarla.La polica no podr mantenerte a salvo de esa gente que va a venir. No hay nadie a

    quien recurrir.All, encima de la cama giratoria, en aquella habitacin inclinada, no poda menos

    que pensar en el sndwich de pollo, embadurnado de mayonesa al chipotle, y lasgrasientas patatas fritas que haba comido para cenar. Se esforz por concentrar laatencin en su asaltante, deseando desesperadamente destruirlo con palabras enlugar de con la patada que no haba conseguido incrustarle en todo el culo, pero segua

    teniendo arcadas.Tu nica esperanza dijo el hombre es salir de la zona de bsqueda antes de

    que te detengan y te obliguen a hacerte un anlisis de sangre.El sndwich de pollo se revolva en su interior como si le quedara algo de su

    conciencia de pollo, como si el ave estuviera intentando dar un primer y confuso pasohacia la reconstitucin.

    A pesar de todo, Jilly consigui hablar y, al instante, se qued avergonzada por elinsulto que se le haba escapado, que habra sido malo, incluso si lo hubierapronunciado sin confusin:

    Qusame el bulo.

    En los clubes de comedia, con frecuencia, se las tena con los tos que interrumpan,les parta las duras cabezotas, les retorca los cuellos repugnantes, pateaba suscorazones maliciosos hasta que llamaban, llorando, a su mam metafricamentehablando, claro utilizando un despliegue deslumbrante de palabras tan eficacescomo los puos de Muhammad Ali en su mejor momento. No obstante, en medio de ladesorientacin postanestesia, era casi tan divertidamente mordaz como la mayonesaal chipotle que, en aquel mismo momento, era la sustancia menos divertida de todo eluniverso.

    Con lo atractiva que eres dijo el hombre, estoy seguro de que alguien seencargar de ti.

    Quedazo de padrn dijo ella, mortificada ms todava por el absoluto colapso desu mquina de guerra verbal, en un tiempo formidable.En los prximos das, te conviene mantener la boca cerrada sobre lo que ha

    pasado aqu...Cedazo de cadrn corrigi, solo para darse cuenta de que haba encontrado una

    nueva manera de mutilar el mismo insulto.... procura pasar inadvertida...Pedazo de cabrn dijo, claramente esta vez, aunque la verdad es que el epteto

    haba sonado mucho ms hiriente mal pronunciado.... y no le cuentes nunca, a nadie, lo que te ha pasado, porque en cuanto lo sepan,

    estars en su punto de mira.Casi le escupi la palabra:

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    Pilijollas aunque un lenguaje tan crudo, tanto si estaba bien pronunciado yclaramente enunciado como si no, no era su estilo habitual.

    Buena suerte dijo l y luego se march, con su Coca-Cola y sus cacahuetes y sumalvada sonrisa distrada.

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    Despus de librarse de las ataduras que lo sujetaban a la silla y de hacer un pisrpido, al volver del bao, Dylan se encontr con que Shepherd se haba levantado dela mesa y haba vuelto la espalda a su inacabado templo sintosta. Una vez que seobsesionaba con un puzzle, no era posible arrancar a Shep de l ni con promesas nicon premios ni con la fuerza bruta, hasta que colocaba la ltima pieza. Sin embargo,ahora, de pie cerca de los pies de la cama, con la mirada fija en el vaco, como sipercibiera algo de sustancia en l, murmur, no para Dylan ni tampoco, al parecer,para s mismo, sino como si hablara con un fantasma solo visible para l:

    A la luz de la luna.Durante la mayora de sus horas de vigilia, Shepherd irradiaba extraeza con tanta

    seguridad como una vela da luz. Dylan se haba acostumbrado a vivir dentro de esaaura de rareza fraterna. Era el guardin legal de Shep desde haca ms de una dcada,desde la muerte prematura de su madre, cuando Shep tena diez aos, dos das antesde que Dylan cumpliera los diecinueve. Despus de todo ese tiempo, ya no sesorprenda fcilmente por las palabras o actos de Shep, como le suceda al principio.De igual manera, en su juventud, encontraba a veces que la conducta de Shep eraespeluznante ms que solo peculiar, pero desde haca muchos aos, su trastornadohermano no haba hecho nada para que a Dylan se le helara la sangre... hasta esemomento.

    A la luz de la luna.La postura de Shepherd segua siendo tan rgida y torpe como siempre, pero su

    actual nerviosismo no era caracterstico. Aunque su frente sola mostrar la lisaserenidad de un buda, en esos momentos estaba fruncida. Su cara estaba entregada a

    una ferocidad que nunca antes haba exhibido. Miraba, con los ojos entrecerrados, a laaparicin que solo l poda ver, mordindose el labio inferior, con cara furiosa y llenade ansiedad. Las manos estaban cerradas en tensos puos y pareca querer golpear aalguien, aunque Shepherd OConner no le haba levantado la mano a nadie, jams.

    Shep, qu te pasa?Si haba que creer al mdico luntico con la jeringuilla hipodrmica, tenan que

    marcharse de all y pronto. No obstante, una rpida huida exigira la cooperacin deShep, quien pareca estar vacilando al borde de un torbellino emocional y, si no secalmaba, quiz resultara difcil de controlar en un estado de excitacin. No era tangrande como Dylan, pero meda casi un metro ochenta y pesaba algo ms de setenta

    kilos, as que no podas cogerlo, sencillamente, por el cinturn y sacarlo de lahabitacin del motel como si fuera una maleta. Si decida que no quera ir, se aferraraa un poste de la cama, rodendolo con los brazos o se convertira en un garfio,clavndose con manos y pies en las jambas de la puerta.

    Shep, eh, Shep, me oyes?El muchacho no pareca ms consciente de la presencia de Dylan en esos momentos

    que antes, cuando estaba haciendo el puzzle. La interaccin con otros seres humanosno le resultaba tan fcil a Shepherd como al individuo medio, ni siquiera tan fcil comoal ermitao caverncola medio. A veces, poda conectar contigo y, casi siempre, en esasocasiones la conexin sera incmodamente intensa. No obstante, pasaba la mayor

    parte de su vida en un mundo tan absolutamente suyo y tan incognoscible para Dylan

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  • 8/7/2019 Koontz, Dean - Visiones

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    Dean Koontz Visiones

    que bien po