juan domingo peron "comunidad organizada"

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  • 8/14/2019 Juan Domingo Peron "Comunidad organizada"

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    JUAN DOMINGO PERON

    LA COMUNIDAD ORGANIZADA

    Esta edicin digital: El Ortiba, Buenos Aires, 2006 www.elortiba.org

    http://www.elortiba.org/http://www.elortiba.org/
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    Seores Miembros extranjeros del Primer Congreso Nacional de Filosofa:Deseo, seores, que al pisar esta tierra os hayis sentido un poco argentinos y con ello noshabris hecho un gran honor y brindado una inmensa satisfaccin.Para el corazn argentino, en nuestra tierra, nadie es extranjero, si viene animado del deseode sentirse hermano nuestro. Ese corazn y esa hermandad es lo que os ofrecemos comoms sincero y como ms precioso.Que os sintis en vuestra casa ser nuestro orgullo. En ella nadie os preguntar quin sois yos ofrecer, con el pan y la sal de la amistad, esta heredad de nuestros mayores, que quere-mos honrar como la honraron ellos.

    Seores Congresales:

    Alejandro, el ms grande general, tuvo por maestro a Aristteles. Siempre he pensado enton-ces que mi oficio tena algo que ver con la filosofa.El destino me ha convertido en hombre pblico. En este nuevo oficio, agradezco cuanto nosha sido posible incursionar en el campo de la filosofa.

    Nuestra accin de gobierno no representa un partido poltico, sino un gran movimiento nacio-nal, con una doctrina propia, nueva en el campo poltico mundial.He querido entonces ofrecer a los seores que nos honran con su visita, una idea sinttica debase filosfica, sobre lo que representa sociolgicamente nuestra tercera posicin.No tendra jams la pretensin de hacer filosofa pura, frente a los maestros del mundo en taldisciplina cientfica. Pero, cuanto he de afirmar, se encuentra en la Repblica en plena reali-zacin. La dificultad del hombre de Estado responsable, consiste casualmente en que estobligado a realizar cuanto afirma.Por eso, seores, en mi disertacin no ataco a otros sistemas, sealo solamente opinionespropias hoy compartidas por una inmensa mayora de nuestro pueblo e incorporadas a laConstitucin de la Nacin Argentina.El movimiento nacional argentino, que llamamos justicialismo en su concepcin integral, tiene

    una doctrina nacional que encarna los grandes principios tericos de que os hablar ensegui-da y constituye a la vez la escala de realizaciones, hoy ya felizmente cumplidas en la comu-nidad argentina.He querido exponer personalmente ante los seores congresales tales concepciones, en laseguridad de que las interpretarn como un esfuerzo personal de contribucin a este Congre-so, y en el deseo de expresar personalmente tambin a nuestros gratos huspedes todanuestra consideracin y todo nuestro afecto.

    EL HOMBRE Y LA SOCIEDAD SE ENFRENTAN CON LA MS PROFUNDA CRISIS DEVALORES QUE REGISTRA SU EVOLUCINEst en nuestro nimo la absoluta conciencia del momento trascendental que vivimos. Si laHistoria de la humanidad es una ilimitada serie de instantes decisivos, no cabe duda de que,

    gran parte de lo que en el futuro se decida a ser, depender de los hechos que estamos, pre-senciando. No puede existir a este respecto divorcio alguno entre el pensamiento y la accin,mientras la sociedad y el hombre se enfrentan con la crisis de valores ms profunda acaso decuantas su evolucin ha registrado.Las conclusiones de los congresos ltimamente celebrados en el mundo prueban en ciertomodo la universalidad de esta persuasin. El Congreso Internacional de Roma de 1946, el IIICongreso de las Sociedades de Filosofa de Lengua Francesa de Bruselas en 1947, el deEdimburgo de 1948 y el de Amsterdam, evidencian que la inquietud intelectual ha llegado aun momento activo.Es posible que la accin del pensamiento haya perdido en los ltimos tiempos contacto direc-to con las realidades de la vida de los pueblos. Tambin es posible que el cultivo de las gran-des verdades, la persecucin infatigable de las razones ltimas, hayan convertido a una cien-cia abstracta y docente por su naturaleza en un virtuosismo tcnico, con el consiguiente dis-tanciamiento de las perspectivas en que el hombre suele desenvolverse.

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    Acaso sobre el gran fondo filosfico que es la verdad, haya prevalecido una cuestin de ten-dencias, ajenas al ansia de conocimiento a cuya satisfaccin debera consagrarse toda fuerzacreadora. En ausencia de tesis fundamentales defendidas con la perseverancia debida, sur-gen las pequeas tesis, muy capaces de sembrar el desconcierto.

    EL HOMBRE PUEDE DESAFIAR CUALQUIER MUDANZA SI SE HALLA ARMADO DE UNASLIDA VERDADLos problemas sustantivos no han sido resueltos en el tiempo, tal vez porque existe un pro-blema y una verdad demostrable para cada generacin. Quiz, para cada generacin, seansiempre los mismos tal problema y tal verdad.Los griegos de Scrates se formulaban grandes preguntas: el ser, el principio, la virtud, labelleza, la finalidad, y trataron de formular debidamente sus tablas de Moral y sus principiosde Etica. No es lcito dar tales problemas por juzgados para permitirnos despus extraviar alhombre - que ignora las viejas verdades centrales - con nuevas verdades superficiales o consimples sofismas. El hombre est hoy tan necesitado de una explicacin como aquellos paraquienes Scrates, tantos siglos atrs, forzaba sus problemas.

    A los pueblos han sido descubiertos hechos de asimilacin no enteramente sencilla. Se hapersuadido al hombre de la conveniencia de saltar sin gradaciones de un idealismo riguroso aun materialismo utilitario; de la fe a la opinin; de la obediencia a la incondicin.La libertad, conquista mxima de las modernas edades, no se produjo acompaada de unaprevia reestructuracin de sus corolarios. Es posible que hubiese cierta improvisacin en talvictoria, porque siempre resulta difcil establecer el orden entre las tropas que se apoderan deuna ciudad largamente asediada.La edad del materialismo prctico, por otra parte, ha correspondido con un gigantesco pro-greso econmico. Una de sus caractersticas ha sido la de reducir las perspectivas ntimasdel hombre. Este no posee la misma medida de su personalidad a la sombra del olmo bucli-co que junto al podero estruendoso de la mquina. Debemos preguntarnos si, al sobrevenirlas radicales modificaciones de la vida moderna, se produjeron las oportunas orientaciones

    llamadas a equilibrar al hombre conmovido por la violenta transicin al espritu colectivo.Preclaros cerebros han intentado advertir al mundo del peligro que supone que el hecho nohaya tenido un prlogo ni una preparacin; de que no se haya adaptado previamente el esp-ritu humano a lo que haba de sobrevenir. El hombre puede desafiar cualquier contingencia,cualquier mudanza, favorable o adversa, si se halla armado de una verdad slida para toda lavida. Pero si sta no le ha sido descubierta al comps de los avances materiales, es de temerque no consiga establecer la debida relacin entre su yo, medida de todas las cosas, y elmundo circundante, objeto de cambios fundamentales.En tal coyuntura la filosofa recupera el claro sentido de sus orgenes. Como misin pedag-gica halla su nobleza en la sntesis de la verdad, y su proyeccin consiste en un "iluminar", enun llevar al campo visible formas y objetos antes inadvertidas; y, sobre todo, relaciones. Re-laciones directas del hombre con su principio, con sus fines, con sus semejantes y con sus

    realidades mediatas.De los elevados espacios, donde las razones ltimas resplandecen, procede la norma quearticula al cuerpo social y corrige sus desviaciones.

    -SI LA CRISIS MEDIOEVAL CONDUJO AL RENACIMIENTO, LA DE HOY, CON ELHOMBRE MS LIBRE Y LA CONCIENCIA MS CAPAZ, PUEDE LLEVAR A UN RENACERMS ESPLENDOROSOEntra en lo posible que las tradiciones muertas no resuciten. Si el pensamiento humano, con-siderado como tesoro de conceptos, se mira a travs del ritmo vertiginoso y febril de la vidaactual, puede que aparezca como un campo desolado, escenario de patticas batallas. Esposible tambin que muchas tradiciones cadas no sean adaptables al signo de la presenteevolucin y que otras hayan perdido incluso su objeto. En cierto modo era ste el panoramade la humanidad en los albores de la Edad Media: se consideraban suficientemente definidas

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    ma virtud, considerada como resplandor de un Ser fuente del orden csmico. El abismo de laTeogona de Hesodo y el, a p e i r o n lo ilimitado, de Anaximandro, empezaban a poblarsede luz ante la inquieta pupila humana. La fuerza que genera en lo infinito ser al principio elAmor, smbolo inmediato de la accin de crear asequible a nuestros sentidos, y ms tarde surepresentacin ltima en la Omnipotencia.

    Quin es Dios para que le ofrezcamos sacrificios?, pregunta elRig-Veda. Padre del Universo, Prajapati llama a este ser, al que todo aparece subordinado.Idntica preocupacin se nos formula en el l o g o V griego la palabra primera, la primera voz,fuerza que encabeza posteriormente el Antiguo Testamento. Era necesario ese "verbo" paradiferenciar a su luz el bien del mal, como era necesario Prajapati para reconocer luego en supoder el atman hind, el alma, el "yo mismo".Cuando Platn afirma que Dios es la medida de todas las cosas, cobra altura el hombre me-dida de todas las cosas de Protgoras, porque entre ellas se hallan muchas a las que elhombre no halla en la Naturaleza una explicacin razonable. Muchos siglos despus, un ilus-tre cerebro haba de explicar con admirable sencillez el proceso de esa inquietud. No tena

    necesidad por cierto de apoyarse Vctor Hugo en la teora de los druidas, dos mil aos antesde Jesucristo, segn los cuales "las almas pasan la eternidad recorriendo la inmensidad" parapreguntar, sobre la necesidad de un orden supremo, lo siguiente: Y no hay Dios? Cmo elhombre, perecedero, enfermo y vil, tendra lo que le falta al universo? La criatura llena demiserias tendra ms ventajas que la creacin llena de soles! Tendramos un alma y el mun-do no! El hombre sera un ojo abierto en medio del universo ciego. El nico ojo abierto! Ypara ver qu? La nada!No es imposible distinguir en esas frases la enunciacin feliz del problema del pensamientoantiguo.

    -EL RECONOCIMIENTO DE LAS ESENCIAS DE LA PERSONA HUMANA COMO BASE DELA DIGNIFICACIN Y DEL BIENESTAR DEL HOMBRE

    Cuando llegamos a Darwin y a sus conexiones con la filosofa, advertimos de pronto que es-tamos ya muy lejos del mundo de Scrates y sus figuras pensantes. La evolucin se nosofrece como una teora biolgica que no desease sostener trato de ninguna especie con otrolinaje de cuestiones. Y por debajo del mundo cientfico, se plantea el problema de si el almahumana puede digerir la sustitucin de su culto elemental y tradicional, por una exgesis pu-ramente cientfica.En ltimo trmino esta orientacin no nos produce resultados positivos en orden a la organi-zacin de la vida comn. No podemos deducir de ella el clima de una nueva Etica y muchomenos el de una nueva Moral. Es un problema biolgico lo preferido; un suceso de ordenfsico, del que es ms que difcil extraer consecuencias para la vida espiritual de los pueblos.No es posible fundar sobre una ley tcnica, desconectada de las razones ltimas, una leypositiva, ni siquiera un tratado de buenas costumbres.

    Elevada una explicacin semejante a lo general, el hombre, la sociedad o el Estado, se venobligados a inventar de pronto una escala nueva de valores, una nueva Moral. En el apogeode una edad de ambiciones materiales, despus de un largo espacio, casi siglo y medio, dedesechar todo razonamiento metafsico, el pensamiento no sabe permanecer indefinidamenterefugiado en criterios marginales, ni gusta de trasladar sus cultos para proveerse de los mis-mos resultados.Desde una esfera rectora, al considerar la posibilidad de proveer a los pueblos de buenascondiciones materiales de vida, el problema deja de ser abstracto, para convertirse en unanecesidad apremiante. El hombre que ha de ser dignificado y puesto en camino de obtenersu bienestar, debe ser ante todo calificado y reconocido en sus esencias.

    -LA REALIZACIN PERFECTA DE LA VIDAEntendemos en la virtud socrtica la realizacin perfecta de la vida. Esto es: comprensin dela propia personalidad y del medio circundante que define sus relaciones y sus obligaciones

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    privadas y pblicas.Cuando Leibniz nos dice: Quien lo hubiera contemplado todo, lo lejano y lo cercano, lo propioy lo extrao, lo pasado y lo, futuro, con la misma claridad y distincin, con lo cual por supues-to desaparecera la diferencia de cercano y lejano, propio y extrao, pasado y futuro, ese tal,libre de pecado, slo querra y realizara el bien, alude al arquetipo de virtud que puede pro-ducir el desdn ante lo perecedero.No sera una actitud, sino una escptica o una apostlica inhibicin. La virtud socrtica eraactuante, tan batalladora como haba de ser despus la cristiana; contemplaba el mundoprctico y lo saba lleno de tentaciones y dificultades.Virtuoso para Scrates era el obrero que entiende en su trabajo, por oposicin al demagogo oa la masa inconsciente. Virtuoso era el sabedor de que el trabajo jams deshonra, frente alocioso y al politiquero.En el Eutifrn nos dice Platn que no hay una virtud especfica, un ideal especfico para cadacual, sino un ideal del hombre que no es acaso ms que una disposicin para resolver lasecuaciones vitales con arreglo a una estimativa tica.

    LOS VALORES NORMALES HAN DE COMPENSAR LAS EUFORIAS DE LAS LUCHAS YLAS CONQUISTAS Y OPONER UN MURO INFRANQUEABLE AL DESORDENEl bien y el mal obran sobre el hombre como sobre la sociedad.De lo individual a lo colectivo sus momentos oscilan entre arrebatos msticos y paroxismospavorosos. Una postura moral procedente de un fondo religioso slido o de una refinada edu-cacin tica intenta estipular los lmites entre posibles y tentadores extremos. El hombre, enla desgracia, tiende a la introversin como tiende a la extraversin en la prepotencia. La duday la soberbia, son los extremos mximos de esa oscilacin, producida en ausencia de medi-das suficientes.La ciencia puede resolver en la abstraccin los problemas, partiendo de premisas igualmenteabstractas, pero en la vida de las comunidades los efectos de esas oscilaciones suelen sermuy otros. Cuando un pueblo se aproxima a un momento grave, sus cerebros de primera fila

    se preguntan si el nimo estar debidamente preparado para las horas que se avecinan.Pues bien; es forzoso plantearse la misma pregunta cuando se trata de llevar a la humanidada una edad mejor. Incumbe a la poltica ganar derechos, ganar justicia y elevar los niveles dela existencia, pero es menester de otras fuerzas. Es preciso que los valores morales creen unclima de virtud humana apto para compensar en todo momento, junto a lo conquistado, lodebido. En ese aspecto la virtud reafirma su sentido de eficacia. No ser slo el herosmocontinuo de las prescripciones litrgicas; es un estilo de vida que nos permite decir de unhombre que ha cumplido virilmente los imperativos personales y pblicos: di quien estabaobligado a dar y poda hacerlo, y cumpli el que estaba obligado a cumplir.Esa virtud no ciega los caminos de la lucha, no obstaculiza el avance del progreso, no con-dena las sagradas rebeldas, pero opone un muro infranqueable al desorden.

    EL AMOR ENTRE LOS HOMBRES HABRA CONSEGUIDO MEJORES FRUTOS ENMENOS TIEMPO DEL QUE HA COSTADO A LA HUMANIDAD LA SIEMBRA DEL RENCORNecesariamente ha debido ser larga la poca de la revolucin social, a la que caracteriz unadusto ceo. Todava no puede considerrsela realizada, pero es preciso que aquella inter-pretacin de la virtud socrtica esparza, junto a la conciencia de la dignidad humana, otraclase de valores. Junto al imperativo categrico kantiano se ofrece al mundo un campo ilimi-tado. Obra en todo momento como si las mximas de tu conducta particular debieran conver-tirse en leyes generales. Kant proclam ante la expectacin de la humanidad un credo queslo podra hallar precedentes en los principios cristianos del amor mutuo, con la diferenciade que en este caso la enunciacin afecta el rigor de la disciplina.El trasladar a lo colectivo lo que se desea en lo ntimo, es insinuar la superacin de cuantohubo de aislamiento y desdn en una poca de gloriosos intentos.Leemos en Empdocles que las alternativas en el predominio del amor y del odio engendranlos diversos perodos en el mundo. Puede muy bien ser cierto, aunque Empdocles no bus-

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    case la misma conclusin, porque la humanidad ha conocido entre pocas de odio otras deun vivir con los brazos abiertos hacia todas las posibilidades de la humana naturaleza. Bajoese imperio de msticos frutos se vislumbran mundos nuevos, se educan nacientes nacionali-dades, se destruyen las barreras.Pero es sintomtico que tales resultados se hayan obtenido slo ante la presencia de unenemigo comn y de un modo poco duradero: una desolada experiencia arm la tesis delpesimismo.Algo falla en la naturaleza cuando es posible concebir, como Hobbes en el Leviathan, alhomo hominis lupus, el estado del hombre contra el hombre, todos contra todos, y la existen-cia como un palenque donde la hombra puede identificarse con las proezas del ave rapaz.Hobbes pertenece a ese momento en que las luces socrticas y la esperanza evanglica em-piezan a desvanecerse ante los fros resplandores de la Razn, que a su vez no tardar enabrazar al materialismo. Cuando Marx nos dice que de las relaciones econmicas depende laestructura social y su divisin en clases y que por consiguiente la Historia de la humanidad estan slo historia de las luchas de clases, empezamos a divisar con claridad, en sus efectos, elpanorama del Leviathan.

    No existe probabilidad de virtud, ni siquiera asomo de dignidad individual, donde se proclamael estado de necesidad de esa lucha que, es por esencia, abierta disociacin de los elemen-tos naturales de la comunidad. Al pensamiento le toca definir que existe, eso s, diferencia deintereses y diferencia de necesidades, que corresponde al hombre disminuirlas gradualmen-te, persuadiendo a ceder a quienes pueden hacerlo y estimulando el progreso de los rezaga-dos.Pero esa operacin - en la que la sociedad lleva ocupada con dolorosas vicisitudes ms deun siglo-, no necesita del grito ronco y de la amenaza y mucho menos de la sangre, para ren-dir los apetecidos resultados. El amor entre los hombres habra conseguido, mejores frutosen menos tiempo, y si hall cerradas las puertas del egosmo, se debi a que no fu tan in-tensa la educacin moral para desvanecer estos defectos, cuanto lo fu la siembra de renco-res.

    -EL GRADO TICO ALCANZADO POR UN PUEBLO IMPRIME RUMBO AL PROGRESO,CREA EL ORDEN Y ASEGURA EL USO FELIZ DE LA LIBERTADEsa virtud nos sita de plano en el campo de lo tico. La actitud se enfrenta con el mundoexterior. Se trata de ver hasta qu punto es susceptible de perfeccionar los mdulos de lapropia existencia.Aristteles nos dice: El hombre es un ser ordenado para la convivencia social; el bien supre-mo no se realiza, por consiguiente, en la vida individual humana, sino en el organismo super-individual del Estado; la tica culmina en la poltica. El proceso Aristotlico nos lleva a un pun-to ms alejado del proyectado. Deseamos referirnos slo a la imposicin de la convivenciasobre las proyecciones de la actitud individual. Nuestra virtud no ser perfecta hasta sercomplementada por esa tica, que mide los valores personales.

    La vida de relacin aparece como una eficaz medida para la honestidad con que cada hom-bre acepta su propio papel. De ese sentido ante la vida, que en parte muy importante proce-der de la educacin recibida y del clima imperante en la comunidad, depende la suerte de lacomunidad misma.Habr pueblos con sentido tico y pueblos desprovistos de l; polticas civilizadas y salvajes;proyeccin de progreso ordenado o delirantes irrupciones de masas. La diferencia que mediaentre extraer provechosos resultados de una victoria social o anegarla en el desorden, co-rresponde a las dosis de tica posedas.Tales dosis caracterizan los diversos perodos de la Historia. Hacen glorioso el triunfo y so-portable el fracaso; atenan las calamidades; prestan fuerzas de reserva.El progreso est, por lo dems, en absoluta relacin de dependencia con el grado tico al-canzado, establece la moral de las leyes y puede interpretarlas sabiamente. Para la vida p-blica esto significa el orden, la accin y el uso feliz de la libertad.Permtaseme decir que la libertad posee carta de naturaleza en los pueblos que poseen una

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    tica, y es transente ocasional donde esa tica falta. Santo Toms dice: La libertad de lavoluntad es un supuesto de toda moral; solamente las acciones libres, derivadas de una re-flexin racional, son morales. Es cierto que slo esas acciones pueden alcanzar el calificativode morales cuando se han producido con arreglo a ciertos requisitos.La libertad fu primariamente sustancia del contenido tico de la vida. Pero, por lo mismo,nos es imposible imaginar una vida libre sin principios ticos, como tampoco pueden darsepor supuestas acciones morales en un rgimen de irreflexin o de inconsciencia.

    -EL SENTIDO LTIMO DE LA TICA CONSISTE EN LA CORRECCIN DEL EGOSMOSpencer nos dice que el sentido ltimo de la Etica consiste en la correccin del egosmo.El egosmo, que forj la lucha de clases e inspir los ms encendidos anatemas del materia-lismo, es al mismo tiempo sujeto ltimo del proceder tico. Corresponde seguramente unaactitud ante esa disposicin cerrada que produce la sobrestimacin de los intereses propios.La enunciacin de tal cosa corresponde en la Historia a una sangrienta y dura evolucin, cu-yo fin no podemos decir que se haya alcanzado an.Si la felicidad es el objetivo mximo, y su maximacin una de las finalidades centrales del

    afn general, se hace visible que unos han hallado medios y recursos para procurrsela yque otros no la han posedo nunca. Aqullos han tratado de retener indefinidamente esa con-dicin privilegiada, y ello ha conducido al desquiciamiento motivado por la accin reivindicati-va, no siempre pacfica, de los peor dotados. El egosmo estaba destinado, acaso por desig-nio providencial, a transformarse en motor de una agitada edad humana. Pero el egosmo es,antes que otra cosa, un valor-negacin, es la ausencia de otros valores, es como el fro, quenada significa sino ausencia de todo calor. Combatir el egosmo no supone una actitud arma-da frente al vicio, sino ms bien una actitud positiva destinada a fortalecer las virtudes contra-rias; a sustituirlo por una amplia y generosa visin tica.Difundir la virtud inherente a la justicia y alcanzar el placer, no sobre el disfrute privado delbienestar, sino por la difusin de ese disfrute, abriendo sus posibilidades a sectores cada vezmayores de la humanidad: he aqu el camino.

    -LA HUMANIDAD Y EL YO. LAS INQUIETUDES DE LA MASACuando Eurpides pone junto al yo clamante la masa que, desde el coro, expone las inquietu-des y pareceres colectivos, extiende junto al yo la dilatada llanura de la humanidad. Descubreen ella un elemento perfecto de medicin. El ser individual halla su proporcin vertical y hori-zontalmente.Al exponer Humboldt el ideal de humanidad, se gesta, en el campo histrico, el ideal delhombre universal, erigido en representante supremo de la civilizacin. Comte lo ciment alafirmar que la Sociologa es la base necesaria de la Poltica. Hegel llev a sus ltimas conse-cuencias filosficas esa certera intuicin. Afirm del espritu, que existe por s mismo, queslo podr llegar al pleno ser en s en la medida en que el yo se eleve al nosotros o, con suspalabras, al yo de la humanidad. El racionalismo postkantiano haba trasladado asimismo su

    campo visual desde el individuo a la sociedad, desde el hombre a la humanidad.Los chispazos de una revolucin poltico-econmica, con la ereccin del industrialismo y elcapitalismo, generados por el Progreso en las entraas de la Revolucin liberal, provocaronla expansin de los valores individuales hacia los contornos pblicos, o mejor dicho, el con-torno filosfico del ser empez a apreciarse mejor en su dintorno.El individuo se hace interesante en funcin de su participacin en el movimiento social, y sonlas caractersticas evolutivas de ste las que reclaman atencin preferente. Para derribar lasdefectuosas concepciones de la etapa de los privilegios fu necesario un implacable desdo-blamiento de la fortaleza-unidad del individuo. Pero apresurmonos a reconocer que tal mu-tacin debe considerarse precedida de una larga etapa terica. La prctica corresponde anuestro siglo y est en sus comienzos.Ello tiene una explicacin hasta cierto punto sencilla. Cuando decimos que el trnsito efec-tuado deriv del viejo estado histrico de necesidad al moderno de libertad, pensando mejoren el individuo que en la comunidad, enunciamos una visin oblicua de la evolucin. La etapa

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    preparatoria, o terica de realizacin del yo en el nosotros, fu, cabalmente, una fase aptapara permitir la cesin de los principios rectores que, sin caer todava sobre la masa, facilita-ba a los nuevos grupos dirigentes el suspirado desplazamiento del poder.La libertad entonces proclamada precisa un esclarecimiento si ha de considerarse su vigen-cia. Si por sentido de libertad entendemos el acervo palpitante de la humanidad, frente al es-tado de necesidad dictado por el imperio indiscutido de una fraccin electoral, deberemosplantearnos inmediatamente su problema mximo: su incondicin, y, sobre todo, su posibili-dad de opcin.Libre no es un obrar segn la propia gana, sino una eleccin entre varias posibilidades pro-fundamente conocidas. Y tal vez, en consecuencia, observaremos que la promulgacin jubi-losa de ese estado de libertad no fu precedido por el dispositivo social, que no disminuy lasdesigualdades en los medios de lucha y defensa ni, mucho menos, por la accin cultural ne-cesaria para que las posibilidades selectivas inherentes a todo acto verdaderamente librepudiesen ser objeto de conciencia. El fondo consciente que presta contenido a la libertad, laautodeterminacin popular, sobreviene a muy larga distancia en el tiempo del prlogo polticode la cuestin. Cuando el ideal de humanidad empieza a abrirse paso, cuando la crisis de los

    hechos produce la revolucin de las ideas, advertimos que los antiguos enunciados no en-samblan de un modo perfecto con el signo de la evolucin. Son esbozos, o reflejos imperfec-tsimos, de un ideal mucho ms antiguo: el griego.

    -SUPERACIN DE LA LUCHA DE CLASES POR LA COLABORACIN SOCIAL Y LADIGNIFICACIN HUMANALa lucha de clases no puede ser considerada hoy en ese aspecto que ensombrece toda es-peranza de fraternidad humana. En el mundo, sin llegar a soluciones de violencia, gana te-rreno la persuasin de que la colaboracin social y la significacin de la humanidad constitu-yen hechos, no tanto deseables cuanto inexorables. La llamada lucha de clases, como tal, seencuentra en trance de superacin. Esto en parte era un hecho presumible. La situacin delucha es inestable, vive de su propio calor, consumindose hasta obtener una decisin. Las

    llamadas clases dirigentes de pocas anteriores no podan sustraerse al hecho poco dudosode sus crisis. La humanidad tena que evolucionar forzosamente hacia nuevas convencionesvitales y lo ha hecho. La subsistencia de mviles de violenta induccin ofrece el espectculode un avance hacia la descomposicin por el desgaste o hacia la adopcin de frmulas est-riles. La aspiracin de progreso social ni tiene que ver con su bulliciosa explotacin proselitis-ta, ni puede producirse rebajando o envileciendo los tipos humanos. La humanidad necesitafe en sus destinos y accin, y posee la clarividencia suficiente para entrever que el trnsitodel yo al nosotros, no se opera metericamente como un exterminio de las individualidades,sino como una reafirmacin de stas en su funcin colectiva. El fenmeno, as, es ordenado ylo sita en el tiempo una evolucin necesaria que tiene ms fisonoma de Edad que de Motn.La confirmacin hegeliana del yo en la humanidad es, a este respecto, de una aplastanteevidencia.

    -REVISIN DE LAS JERARQUASImporta, seguramente, no perder de vista al hombre en esta nueva contemplacin revisionistade las jerarquas. No es perfectamente imposible disociar el todo de las partes o acentuarexclusivamente sobre lo colectivo, como si fuese por entero indiferente a la condicin de loselementos formativos. La sublimizacin de la humanidad no depende de su consideracinpreferente como del hecho de que el individuo que la integra alcance un grado que la justifi-que. La senda hegeliana condujo a ciertos grupos al desvaro de subordinar tan por entero laindividualidad a la organizacin ideal, que automticamente el concepto de humanidad que-daba reducido a una palabra vaca: la omnipotencia del Estado sobre una infinita suma deceros.Como podemos entender al hombre, o divisarle mejor, en el marco de esa humanidad que lorealiza, ser, en su jerarqua propia, atento a sus propios fines y consciente de su participa-cin en lo general.

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    Slo as podremos hablar del problema de la redencin como de una perfeccin realizablepor elevacin, en la vida en comn.Puede que D'Alembert acertase al pronosticar la subordinacin del pensamiento-luz a la tc-nica y hemos visto que los problemas inmediatos, sociales, polticos y econmicos, produje-ron un grado de obnubilacin suficiente para desvanecer en la zozobra colectiva los sagradosfines del individuo.En el seno de la humanidad que soamos, el hombre es una dignidad en continuo forcejeo yuna vocacin indeclinable hacia formas superiores de vida. Tales factores no operan, porcierto, en una consideracin simplemente masiva de la biologa social. De su ignorancia o desu sojuzgamiento depende precisamente el xito de nuestra poca.Slo en este punto podemos examinar con mejores garantas de acierto la gran posibilidad deese ideal de humanidad. Si no lo buscamos a travs de esta misma, como una expresin debloque con necesidades de bloque, sino a travs del individuo, hallaremos enseguida sus doscaractersticas esenciales: humanidad como crisol de la dignidad y como atmsfera de liber-tad.Si recordamos a Antstenes, veremos que su ideal de libertad no era en absoluto incompati-

    ble con ningn ideal razonado de humanidad. Hay una libertad irrespetuosa ante el interscomn, enemiga natural del bien social. No vigoriza al yo sino en la medida que niega al no-sotros, y ni siquiera se es til a s misma para proyectar sobre su actividad una noble califica-cin. Kant insina cul podr ser el alto sentido de la libertad al situarla en el campo de la leymoral y en el espacio del destino. Nada nos impide considerar como destino no slo finalidadindividual, o la suma de sus probabilidades, sino la suma de las probabilidades generales. Lamisma ley moral no ser considerada como ente aislado, como principio personal, sino comovisin mxima del ideal de conducta universal. Con arreglo a ambas fuerzas presupone Kantla capacidad de autodeterminacin y la llama casualidad libre. La existencia de esa persona-lidad es un postulado de la razn prctica. Pero Fichte va ms lejos todava: El grado supre-mo slo llega a lograrse -nos dice-, cuando sobre ese ciego deseo de poder y sobre la arbi-trariedad del individuo se sobrepone en uno la voluntad de libertad, de soberana del hombre,

    la voluntad racional. El hombre no es una personalidad libre hasta que aprende a respetar alprjimo.La conclusin de que slo en el dilatado marco de la convivencia puede producirse la perso-nalidad libre, y no en el aislamiento, puede ser el agregado indispensable al ideal filosfico desociologa, cuya expresin ms simple sera la de que nos es grato llegar a la humanidad porel individuo y a ste por la significacin y acentuacin de sus valores permanentes.

    -ESPRITU Y MATERIA: DOS POLOS DE LA FILOSOFADesde los primeros tiempos el tema magno de las tareas filosficas fu una cuestin deacentuacin. Su campo ofreca distintas y aun opuestas probabilidades segn que el acento,la visin preferente, recayese sobre el espritu o sobre la materia. La disociacin se caracteri-z por un conflicto con la esencia religiosa, paladn de la inmortalidad del alma y consecuen-

    temente de su primaca. El problema de los valores individuales y de los sociales dependi entodo momento de esa acentuacin, no debida, por cierto, a caprichosas veleidades.En la larga y laboriosa investigacin en que el pensamiento mundial ha consumido sus mejo-res energas, se han producido, como chispazos inesperados, revelaciones que sostienenhoy el eterno templo del saber. Pero en el orden de sus consecuencias importa sobremaneracomprender que del hecho de subrayar, quiero decir, del lado en que decidamos situarnospara contemplar las cuestiones propuestas, depende nuestra calificacin ulterior de lo vital.Inclinarse hacia lo espiritual o hacia lo material pudo ser una actitud selectiva de ndole pen-sante o de gnesis cientfica cuando apareca pura en un grado anterior de la evolucin. Noes sa la situacin del mundo actual, ciertamente. Los problemas presentes, la superpobla-cin, la presencia de las masas en la vida pblica, la traduccin poltica de las doctrinas, con-fieren aguda responsabilidad al hecho, en apariencia intrascendente, de tomar partido en lasuprema disputa.

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    CUERPO Y ALMA: EL "COSMOS" DEL "HOMBRE"Acaso corresponda el mrito de su iniciacin al pensamiento oriental. Cuando hallamos enlos Vedas la severa afirmacin de que, con carcter sustancial, se hallan en abierta oposicinalma y cuerpo o, dicho con propiedad, espritu y naturaleza, experimentamos la sensacin dehaber chocado con una duda larvada desde el Gnesis. La pugna por reprimir la rebelda dela materia y subordinarla por entero al espritu que supone la prctica del Yoga y su tendenciapor liberar el alma de las apetencias y dolores del cuerpo, nos advierte que la cuestin habasido enrgicamente planteada en los albores mismos de la civilizacin.Para Aristteles el universo constituye una serie, en uno de cuyos extremos se encuentra lapura materia y en otro la pura forma. Claro est que en su pensamiento la forma, la causaformal del ser, su contenido, no era otro que el alma. Pero esa polaridad enuncia con la ne-cesaria evidencia el carcter distinto de ambas fuerzas. Importa no perder de vista la visinaristotlica, sobre la que descansa en lo sucesivo la visin espiritualista mundial que ha desucederle.Para Platn, el problema consiste en el vencimiento por el alma de las potencias inferiores. Elcristianismo agrega a la visin helnica la fe. El temor a la disociacin, en el supuesto de la

    inmortalidad, desaparece en l por la purificacin.En la escuela tomista se opera la fusin del pensamiento cristiano con la dualidad aristotlica.Descartes, primero en encaminar a la filosofa por una senda nueva, ignorada hasta enton-ces, parte tambin de las bases tradicionales. Su exposicin del proceso partiendo de la exis-tencia de Dios, el cuerpo y el alma, constituye el prlogo de una posterior explicacin mec-nica del universo. Fu sta y no su prlogo lo que la disputa general recogi. Slo en Pitgo-ras podramos hallar una preocupacin, o una tendencia, de parecido carcter, pero la in-fluencia cartesiana gravit con enormes fuerzas en el desarrollo de las investigaciones.Berkeley y D'Alembert parecen situados, aunque la imagen no sea perfecta, en los dos ex-tremos de esa serie aristotlica. La vigorosa acentuacin se convertir en un hecho de hon-das repercusiones. Descartes dej abandonada, como al azar sobre el tapete, su teora de lacasualidad y sta, en otras manos, prolifer la conversin de las jerarquas espirituales en

    extraas opacidades.Parece incomprensible que la indiferencia de un hombre dotado de tan grave desprecio haciala masa como Voltaire, ejerciese tan demoledora influencia sobre los principios en que aqu-lla podra sustentar su lnea de valores.La disciplina cientfica nos aleja ya de la visin de las esencias centrales. Kant nos situarante los conceptos, el espacio y el tiempo, que Bergson convertir en materia y memoria.Para el romanticismo de Schelling la serie aristotlica se sostiene en el dualismo, pero sobreel pensamiento alemn gravita ya la poca. Esas fuerzas, adems, se hallan en permanentetensin. El marxismo convertir en materia poltica la discusin filosfica y har de ella unabandera para la interpretacin materialista de la Historia.Hemos pasado de la comunin de materia y espritu al imperio pleno del alma, a su disocia-cin y a su anulacin final. Ciertamente, pese al flujo y reflujo de las teoras, el hombre, com-

    puesto de alma y cuerpo, de vocaciones, esperanzas, necesidades y tendencias, sigue sien-do el mismo. Lo que ha variado es el sentido de su existencia, sujeta a corrientes superiores.Esa acentuacin oscilante lo mismo puede someterle como ente explotable al despotismo deindividualidades egostas, que condenarle a la extincin progresiva de su personalidad enuna masa gobernada en bloque.En los hegelianos existi una derecha y una izquierda. Tan pronto como esa escuela se refle-j en el poder asistimos a la formacin de sociedades de ndole diversa: el hombre aparecianulado en unas, frente a los imperativos estatales, o con vagas posibilidades de redencinen otras, condicionadas por el equilibrio entre el inters comn y la jerarqua individual. Enambos casos no nos est permitido dudar de la trascendencia de Hegel en la liquidacin de ladisputa. Si la derecha hegeliana puede derivar hacia un tesmo conservador, la izquierda sedesliza necesariamente a un materialismo no filosfico y, me atrevera a sostenerlo, nohumano. Por distintos caminos, se alcanza la pendiente marxista.Cuando este forcejeo por la interpretacin de la verdad produjo un estado de hecho, ocasio-

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    nando la crisis de los valores sociales, surge una nueva explicacin. Acaso resulte prudenteconsiderarla. En Heidegger y en Kierkegaard observamos un cierto esfuerzo por retomar la,va de la antigua comunin. Obligados a sacrificar algunos principios para caracterizarla, in-tentan sin embargo la rectificacin. Cuando Heidegger expone la necesidad de que sta lle-gue a realizarse, a lograr una plenitud, establece su divorcio con la corriente que bajo la ar-quitectura del bloque amenazaba aniquilar al hombre. Kierkegaard proporcion un sentidoigualmente elevado a la exposicin de tales ideas restituyendo a la controversia su sentidovertical, al relacionar nuevamente espritu y alma con su causa y su finalidad.Keyserling haba observado el fondo del problema atentamente al decir que el esfuerzo de lossiglos XVIII y XIX fu unilateral, pues haban dejado el alma al margen del progreso. Klageslleg a decir que bajo la influencia destructora del espritu llegar a su ocaso, en un da nolejano, la vida terrenal oponindola en su esencia al alma. En semejantes tiempos ya no re-sultaba popular el hombre de Vico, un conocer, un querer y un poder que tiende al infinito.Vctor Hugo, otra vez, el genial pensador francs, lanzar en la plaza pblica, frente al mo-mento de Setiembre unas frases imperecederas: ". . . Si no hay en el hombre algo ms queen la bestia pronunciad sin rer estas palabras: Derechos del hombre y del ciudadano, dere-

    cho del buey, derecho del asno, derecho de la ostra: producirn el mismo sonido. Reducir elhombre al tamao de la bestia, disminuirle en toda la altura del alma que se le ha quitado,hacer de l una cosa como otra cualquiera; eso suprime de un golpe muchas declaracionesacerca de la dignidad humana, de la libertad humana, de la inviolabidad humana, del esprituhumano y convierte todo ese montn de materia en cosa manejable. La autoridad de abajo, lafalsa, gana todo cuanto pierde la autoridad de arriba, la verdadera. Sin infinito no hay ideal,sin ideal no hay progreso, sin progreso no hay movimiento; inmovilidad, pues statu quo, es-tancamiento: Este es el orden. Hay putrefaccin en ese orden. Preguntad a la jaula lo quepiensa del ala. Os contestar: el ala es la rebelin...".Semejante desafo no est dirigido a la conciencia filosfica, sino al mundo poltico, pero es-tamos lejos de permitirnos afirmar que en estos momentos, de tan fina sensibilidad, resultafactible una slida disciplina intelectual sin repercusiones en el desarrollo de la vida social...

    No debemos, acaso, formularnos el problema, con ambicin de eficacia, de si esa acentua-cin no deber ser objeto de una cuidadosa definicin antes de referirla a los fines comunes?Un pensador moderno ha escrito lo siguiente: Hay un trabajo sin alegra, un placer sin risa,una virtud sin gracia, una juventud sin suavidad, un amor sin misterio, un arte sin irradiacin... por qu?...Esa pregunta terrible acaso no est todava pendiente sobre la vida actual. Pero puede gravi-tar sobre nuestro futuro si no llegamos a relacionar y defender debidamente las categoras yvalores de ese sujeto de la vida toda, de nuestras preocupaciones y nuestros desvelos, quees el Hombre.Sin el Hombre no podemos comprender en modo alguno los fines de la naturaleza, el concep-to de la humanidad ni la eficacia del pensamiento...

    LA FELICIDAD QUE EL HOMBRE ANHELA PARTENECER AL REINO DE LO MATERIALO LOGRARN LAS ASPIRACIONES ANMICAS DEL HOMBRE EL CAMINO DE LAPERFECCIN?De que importa activar la gnesis de un pensamiento susceptible de contemplar la futura evo-lucin humana da pruebas el sentido de la vida actual.Existe una laboriosa tarea en pleno desarrollo, encaminada a modificar sustancialmente lascondiciones de vida en pro de la felicidad general. Es importante saber si esta felicidad perte-nece al reino de lo material, o si cabe pensar que se trata de realizar las aspiraciones anmi-cas del hombre y el camino de perfeccin para el cuerpo social. Pero cuando volvemos apreguntarnos si la direccin de ese pensamiento ha de ser ejercida en un sentido horizontal,o si cabr imprimirle al mismo tiempo verticalidad, debemos antes examinar, siquiera en bus-ca de indicios, el panorama que se ofrece a nuestros ojos.Advertimos enseguida un sntoma inquietante en el campo universal. Voces de alerta sealancon frecuencia el peligro de que el progreso tcnico no vaya seguido por un proporcional ade-

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    lanto en la educacin de los pueblos. La complejidad del avance tcnico requiere pupilassensibles y recio temperamento. Si tomamos como smbolo de la vida moderna el rascacieloso el transatlntico, deberemos enseguida prefiguramos la estatura espiritual del ser que ha demorar o viajar en ellos. Ante esta cuestin no caben retricas de fuga, porque lo que en ellase ventila es, ni ms ni menos, la escala de magnitudes con arreglo a la cual puede el hom-bre rectificar adecuadamente su propia proporcin ante el bullicio creciente de lo circundante.La vida que se acumula en las grandes ciudades nos ofrece con desoladora frecuencia elespectculo de ese peligro al que unos cerebros despiertos han dado el terrorfico nombre de"insectificacin". Es cierto que lo fsico no mengua ni aumenta la proporcin ntima, porquesta consiste justamente en la estimacin de s mismo que el hombre posee; pero puede su-ceder que, en ausencia de categoras morales, acontezca en su nimo una progresiva prdi-da de confianza y un progreso paulatino del sentimiento de inferioridad ante el gigante exte-rior.Frente a un complejo semejante -que en ltimo trmino es un problema de cultura y de espri-tu-, son contados los medios de autodefensa. La civilizacin tiende a complicarse y no pareceque por el camino de lo exterior pueda resolverse esta incgnita ntima.

    El materialismo intransigente contaba sin duda con el signo mecnico e implacable del pro-greso, sospechando que privado de su sombra csmica el hombre acabara por sentirse mi-nsculo y vctima de la monstruosa trepidacin vital. Seguro de ello, provey a su individuode un sustitutivo de la proporcin espiritual: el resentimiento. Previamente haba sustituidotambin las tendencias supremas por fuerzas inferiores, por esa "gana" que ayer integraba elcuerpo de una teora sumamente interesante y que hoy, defraudada y desencantada, hanconvertido sus discpulos en la "nusea". Nusea ante la moral, ante la herencia de la vida encomn, nusea ante las leyes y los procesos inexorables de la Historia, nusea biolgica.Es hasta cierto punto poco comprensible que hayamos pasado con tan peligrosa brevedadintelectual de la decepcin del ser insectificado a esa nusea con que, a espaldas de sagra-das leyes, se pretende orientar la comprensin de la existencia colectiva. Lo sintomtico deeste modo de pensar est en que no es una abstraccin, como tampoco lo era, pongo por

    ejemplo, el marxismo. Este operaba sobre un descontento social. La nusea -como entele-quia- opera sobre el desencanto individual. Es la "angustia" abstracta de Heidegger en el te-rreno prctico: corresponde a una sociedad desmoralizada que ni siquiera busca una certi-dumbre para reclinar la cabeza. No es por tanto la teora lo deplorable, sino la realidad, ladeformacin postrera de aquella "insectificacin"; slo que esta vez el individuo insectificadoha querido aislarse de la catstrofe con una mueca cnica.Reconozcamos que sta era la consecuencia necesaria y obligada del doloroso extravo de laescala de magnitudes. Armado con ella poda el hombre enfrentarse no slo con la spera ypoco piadosa vicisitud de su existencia sino con la crisis que una evolucin tan terminantehaba de suscitar en su intimidad. Saberse ligado a reinos superiores a las leyes materialesdel contorno, le facilitaba una generosa concentracin de fuerzas para entrar con biolgicaalegra en un cielo en que todos los fenmenos parecen desbordarse. En una clebre fbula

    de Goethe le acontece a un hombre desdichado verse compelido a una eleccin extraordina-ria. Melusina, reina del pas de los enanos, le invita a reducir su tamao y compartir con ellasu elevada jerarqua. Le ofrece amor, poder, riquezas, slo que en un grado inferior: ser rey,pero entre enanos. Trasladados al pas donde las briznas de hierbas son rboles gigantes-cos, este hombre, el ms msero de los mortales, aora su forma anterior. Y la aora, supo-nemos, porque su escala de magnitudes le advierte que en la prosperidad o en el infortuniosu estado anterior era inimitable. En el hecho complejo del existir, el hombre es, sin ms, unaentidad superior.La fbula de Melusina puede ser igualmente trasladada a otros paisajes, y preferentemente asos donde la desintegracin y la heterogeneidad de la vida moderna han reducido principiosabsolutos e ideales en provecho del esplendor material. Se ha producido el milagro de la f-bula pero a la inversa: al hombre no le ha sido dado elegir con arreglo a su proporcin, yaquel que no posea un grado de fe en sus valores espirituales, sustituy la altiva reaccinpor la resignacin o por el descontento, la difuminacin gradual de las perspectivas que pa-

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    dece quienes no posee una conciencia justa de su jerarqua, la "insectificacin".Pero semejante desviacin no es consecuencia del auge de los ideales colectivos. Que elindividuo acepte pacficamente su eliminacin, como un sacrificio en aras de la comunidad,no redunda en beneficio de sta. Una suma de ceros es cero siempre; una jerarquizacinestructurada sobre la abdicacin personal, es productiva slo para aquellas formas de vida enque se producen asociados el materialismo ms intolerante, la deificacin del Estado, el Es-tado Mito y una secreta e inconfesada vocacin de despotismo.Lo que caracteriza a las comunidades sanas y vigorosas es el grado de sus individualidadesy el sentido con que se disponen a engendrar en lo colectivo. A este sentido de comunidad sellega desde abajo, no desde arriba; se alcanza por el equilibrio, no por la imposicin. Su dife-rencia es que as como una comunidad saludable, formada por el ascenso de las individuali-dades conscientes, posee hondas razones de supervivencia, las otras llevan en s el estigmade la provisionalidad, no son formas naturales de la evolucin, sino parntesis cuyo valor his-trico es, justamente, su cancelacin.En la consideracin de los supremos valores que dan formas a nuestra contemplacin delideal, advertimos dos grandes posibilidades de adulteracin: una es el individualismo amoral,

    predispuesto a la subversin, al egosmo, al retorno a estados inferiores de la evolucin de laespecie; otra reside en esa interpretacin de la vida que intenta despersonalizar al hombre enun colectivismo atomizador.En realidad operan las dos un escamoteo. Los factores negativos de la primera, han sido de-rivados, en la segunda, a una organizacin superior. El desdn aparatoso ante la razn aje-na, la intolerancia, han pasado solamente de unas manos a otras. Bajo una libertad no uni-versal en sus medios ni en sus fines, sin tica ni moral, le es imposible al individuo realizarsus valores ltimos, por la presin de los egosmos potenciados de unas minoras. Del mismomodo, bajo el colectivismo materialista llevado a sus ltimas consecuencias, le es arrebatadaesa probabilidad -la gran probabilidad del existir-, por una imposicin mecnica en continuaexpansin y siempre hipcritamente razonada.El idealismo hegeliano y el materialismo marxista, operando sobre, necesidades y calamida-

    des universales que han influido profundamente en el nimo general, constituyen direccionescuya resultante ser prudente establecer. De la Historia, y aun de sus excesos, extraemospreciosas enseanzas ante las que en modo alguno podemos ni debemos permanecer in-sensibles. Mientras el pensamiento crea poder sostenerse en lo fundamental, en espaciospuramente tericos, el mundo obraba por su cuenta; pero, si lo fundamental declin, la fija-cin prctica de lo abstracto puede ejercer una influencia perniciosa en la existencia comn.Resulta entonces necesario detenernos de nuevo a examinar nuestros absolutos y a limpiarde excrecencias y aadiduras superfluas un ideal apto para servir de polo al sentido lgico dela vida.

    -ELHOMBRE COMO PORTADOR DE VALORES MXIMOS Y CLULA DEL "BIENGENERAL"

    En esta labor se nos antoja primordial la recuperacin de la escala de magnitudes, esto es,devolver al hombre su proporcin, para que posea plena conciencia de que, ante las formastumultuosas del progreso, sigue siendo portador de valores mximos; pero para que lo seahumanamente, es decir sin ignorancia.Slo as podremos partir de ese "yo" vertical, a un ideal de humanidad mejor, suma de indivi-dualidades con tendencia a un continuo perfeccionamiento.Sugerir que la humanidad es imperfecta, que el individuo es un experimento fracasado, que lavida que nosotros comprendemos y tratamos de encauzar es, en s y en sus formas presen-tes, algo irremediablemente condenado a la frustracin, nos hace experimentar la dolorosasensacin de que se ha perdido todo contacto con la realidad. Lo mismo tenemos cuando sefa a la abdicacin de las individualidades en poderes extremos una imposible realizacinsocial.Si hay algo que ilumine nuestros pensamientos, que haga perseverar en nuestra alma la ale-gra de vivir y de actuar, es nuestra fe en los valores individuales como base de redencin y,

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    al mismo tiempo, nuestra confianza de que no est lejano el da en que sea una persuasinvital el principio filosfico de que la plena realizacin del "yo", el cumplimento de sus finesms sustantivos, se halla en el bien general.

    -HAY QUE DEVOLVER AL HOMBRE LA FE EN SU MISINHoy, cuando la "angustia" de Heidegger ha sido llevada al extremo de fundar teora sobre la"nusea" y se ha llegado a situar al hombre en actitud de defenderse de la cosa, puedehacerse de ello polmica simple, pero es conveniente repetir que no han sido teoras funda-das en sugestiones sino en un parcial relajamiento biolgico. Del desastre brota el herosmo,pero brota tambin la desesperacin, cuando se han perdido dos cosas: la finalidad y la nor-ma. Lo que produce la nusea es el desencanto, y lo que puede devolver al hombre la actitudcombativa es la fe en su misin, en lo individual, en lo familiar y en lo colectivo.Ahora bien; va anexo al sentido de norma el sentido de cultura. Nuestra norma, la que trata-mos de insinuar aqu, no es un cuadro de imposiciones jurdicas, sino una visin individual dela perfeccin propia, de la propia vida ideal... En ese aspecto no cabe duda de que su eficaciadepende enormemente de nuestra comprensin del mundo circundante como de nuestra

    aceptacin de las obligaciones propias. El solo intento de trazar un cuadro comparativo entrelas posibilidades culturales de la antigedad y las actuales resultara descabellado. El progre-so, el incremento de relaciones, la complejidad de las costumbres, han ampliado el paisaje entrminos indescriptibles.Es lgico pensar, por consiguiente, que la dilatacin del panorama haya redundado en limita-cin proporcional de la conciencia de situacin. Cuando nuestro tiempo se plantea cuestionesde Moral o de Etica - acaso las ms sustantivas e inaplazables que debemos formularnos hoy-, no ignora que en la confusin de muchos valores desempea un activo papel el signo verti-ginoso del progreso. La evolucin humana se ha caracterizado, entre otras cosas, por lanzaral hombre fuera de s sin proveerle previamente de una conciencia plena de s mismo. A eseestar fuera de s puede atender mediante leyes la comunidad organizada polticamente, ytendremos entonces un aspecto de la norma tica. Pero para su reino interior, para el gobier-

    no de su personalidad, no existe otra norma que aquella que se puede alcanzar por el cono-cimiento, por la educacin, que afirma en nosotros una actitud conforme a moral.De que esta norma llegue a constituir un sistema ordenado de lmites e inducciones dependeabsolutamente el porvenir de la sociedad. Ni siquiera nos es posible comprender ese porvenircomo suma de libertad y de seguridad si no podemos prefigurar en l la existencia de nor-mas. Y no somos de los que pensamos que es preferible resolver quirrgicamente el proble-ma encomendando la libertad irresponsable al imperio vigilante de la ley. Las colectividadesque hoy deseen presentir el futuro, en las que la autodeterminacin y la plena conciencia deser y de existir integren una vocacin de progreso, precisan, como requisito sustancial, elhallazgo de ese camino, de esa "teora", que iluminen ante las pupilas humanas los parajesoscuros de su geografa.

    -LA COMUNIDAD ORGANIZADA. SENTIDO DE LA NORMA.As como en el examen que nos est permitido aparece la voluntad transfigurada en su posi-bilidad de libertad, aparece el "nosotros" en su ordenacin suprema, la comunidad organiza-da. El pensamiento puesto al servicio de la Verdad, esparce una radiante luz, de la que, comoen un manantial, beben las disciplinas de carcter prctico. Pero por otra parte nos es impo-sible comprender los motivos fundamentales de la evolucin filosfica prescindiendo de sucircunstancia.Desde Platn a Hegel la civilizacin ha consumado su azarosa marcha por todos los cami-nos. Las circunstancias han variado sin tregua y, en ciertos dilatados plazos se dira que vol-van y vuelven a producirse con desconcertante semejanza. La sustitucin de las viejas for-mas de vida por otras nuevas son factores sustanciales de las mutaciones, pero debemospreguntarnos si, en el fondo, la tendencia, el objetivo ltimo, no seguirn siendo los mismos,al menos en aquello que constituye nuestro objeto necesario: el Hombre y su Verdad.Cuando advertimos en Platn el Estado ideal, un Estado abstracto, comprendemos que su

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    mundo, en relacin con el nuestro y en su apariencia poltica, era infinitamente apto para unaabstraccin semejante.Las ideas puras y los absolutos podan fijarse en el panorama, aprehender y configurar ste,cuando menos en su eficacia intelectual. Poda crearse un mundo en que valores ideales yrepresentaciones prcticas eran susceptibles de producirse con cierta familiaridad. Platnafirmaba: el Bien es orden, armona, proporcin; de aqu que la virtud suprema sea la justicia.En tal virtud advertimos la primera norma de la antigedad convertida en disciplina poltica.Scrates haba tratado de definir al hombre, en quien Aristteles subrayara una terminantevocacin poltica, es decir, segn el lenguaje de entonces, un sentido de orden en la vidacomn. La idea platoniana de que el hombre y la colectividad a que pertenece se hallan enuna integracin recproca irresistible se nos antoja fundamental. La ciudad griega, llevada ensus esencias al imperio por Roma, contena en fenmeno de larvacin todos los caminosevolutivos.Cuando los hechos se producan en fases simples y en estadios relativamente reducidos, erafactible representarse la sociedad poltica como un cuerpo humano regido por las leyes inalte-rables de la armona: corazn, aparato digestivo, msculo, voluntad, cerebro, son en el smil

    de Platn, rganos felizmente trasladados por sus funciones y sus fines a la biologa colecti-va: un Estado de justicia, en donde cada clase ejercite sus funciones en servicio del todo, seaplique a su virtud especial, sea educada de conformidad con su destino y sirva a la armonadel todo. El Todo, con una proposicin central de justicia, con una ley de armona, la delcuerpo humano, predominando sobre las singularidades, aparece en el horizonte polticohelnico, que es tambin el primer horizonte poltico de nuestra civilizacin.Todava en el crepsculo de la mitologa pagana, no aparecen claros los fines ltimos delhombre. Se le concibe adscripto a la ciudad, y ms interesante quiz que su persona, es lavirtud abstracta que es susceptible de representar. No existe, por cierto, un ideal de humani-dad, an para la clara visin de los filsofos.El Cefiso y el Eurotas no son lmites geogrficos o militares, sino tambin intelectuales. Alotro lado del Ponto existe la barbarie y las sombras que Alejandro rasgar aos despus. El

    sol es un globo de fuego un poco mayor que el Peloponeso.La certera inteligencia de Aristteles, que proporcionar el mtodo cuando los espacios noshayan revelado gran parte de sus misterios, se desenvuelve tambin en esa concepcin de lajerarqua humana. Hay hombres libres y esclavos y no parece que todos se rijan por leyesidnticas. Hay mundos en luz y mundos en sombras.Nada de particular tiene que en tal situacin, la ciudad, objetivada y armnica, predomine concarcter irreductible sobre las desigualdades humanas, que son desigualdades sin vocacinreivindicativa. Ello nos permitir observar que cuando al hombre se le priva de su rango su-premo, o desconoce sus altos fines, el sacrificio se realiza siempre en beneficio de entidadessuperiores petrificadas. El hombre es un ser ordenado para la convivencia social - leemos enAristteles -; el bien supremo no se realiza, por consiguiente, en la vida individual humana,sino en el organismo superindividual del Estado; la Etica culmina en la Poltica.

    Los pensamientos citados definen con carcter suficiente la fisonoma del mundo helnico, yes preciso tener en cuenta que eran filsofos y filsofos idealistas los que la haban trazado.Scrates intuy la inmortalidad, pero sobre ella no pudo fundar un sistema. Platn y Aristte-les deban encargarse de situar a ese hombre, que divisaba con angustiada preocupacin elproblema ltimo, ante la vida en comn.Naca el Estado, aunque la comunidad cuya vida trataba de organizar adoleca de una insufi-ciente revelacin de la trascendencia de los valores individuales. La idea griega necesitabapara ser completada una nueva contemplacin de la unidad humana desde un punto de vistams elevado. Estaba reservada al cristianismo esa aportacin. El Estado griego alcanz enRoma su cspide. La ciudad, hecha imperio, convertida en mundo, transfigurada en forma decivilizacin, pudo cumplir histricamente todas las premisas filosficas. Se basaba en el prin-cipio de clases, en el servicio de un "todo" y, lgicamente, en la indiferencia o el desconoci-miento helnicos de las razones ltimas del individuo.Una fuerza que clavase en la plaza pblica como una lanza de bronce las mximas de que no

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    existe la desigualdad innata entre los seres humanos, que la esclavitud es una institucinoprobiosa y que emancipase a la mujer; una fuerza capaz de atribuir al hombre la posesinde un alma sujeta al cumplimiento de fines especficos superiores a la vida material, estaballamada a revolucionar la existencia de la humanidad. El Cristianismo, que constituy la pri-mera gran revolucin, la primera liberacin humana, podra rectificar felizmente las concep-ciones griegas. Pero esa rectificacin se pareca mejor a una aportacin.Enriqueci la personalidad del hombre e hizo de la libertad, terica y limitada hasta entonces,una posibilidad universal. En evolucin ordenada, el pensamiento cristiano, que perfeccionla visin genial de los griegos, podra ms tarde apoyar sus empresas filosficas en el mto-do de stos, y aceptar como propias muchas de sus disciplinas. Lo que le falt a Grecia parala definicin perfecta de la comunidad y del Estado fu precisamente lo aportado por el Cris-tianismo: su hombre vertical, eterno, imagen de Dios. De l se pasa ya a la familia, al hogar;su unidad se convierte en plasma que a travs de los municipios integrar los estados, y so-bre la que descansarn las modernas colectividades.Roma no era la Grecia cerrada, atenta slo al fenmeno exterior de la barbarie persa. Haintegrado en su existencia la de otros pueblos de costumbres, pensamiento y creencias dis-

    tintas. Las necesidades de su comunidad fueron muy superiores tambin. Le fu sumamentedifcil proporcionarse una idea abstracta sobre la concepcin del Estado, porque ste sehaba tornado proporcionalmente complejo. Su historia es un continuo proceso de crecimientoy asimilacin que, cuando alcanza la cspide, se interrumpe por la violencia. Lega al mundosus instituciones, su gloria, su civilizacin. Antes del ocaso, aade a esta herencia colosal laconfirmacin de la dignidad humana.La libertad, expropiable por la fuerza antes de saberse el hombre poseedor de un alma libre einmortal, no ser nunca ms susceptible de completa extincin. Los tiranos podrn reducirla oapagarla momentneamente, pero nunca ms se podr prescindir de ella: ser en el hombreuna "conciencia" de la relacin profunda de su espritu con lo sobrehumano. Lo que fu privi-legio de la Repblica servida por los esclavos, ser ms adelante un carcter para la huma-nidad, poseedora de una feliz revelacin.

    Al sobrevenir la crisis, la civilizacin conoci siglos amargos. El derrumbamiento del imperio,sin parangn en la historia, devuelve el mundo a la oscuridad. Pero sta habra sido espanto-sa si el crepsculo romano no hubiese prendido en la noche siguiente la llama inextinguiblede aquella revelacin. Lo que permitir que el hilo de oro del pensamiento contine a travsdel abismo de hogueras y sangre, es el milagro magnfico de que el puente de las ideas reli-giosas no sucumbiese al chocar el hierro de los brbaros con el agrietado mrmol de Roma.Las nuevas monarquas aparecidas al galope posean ciertamente una notable capacidad deasimilacin, pero su proyeccin cultural era sumamente reducida y el imperio de la fuerza enque deban apoyarse hizo todava ms limitada esa posibilidad. Europa se convirti en unanecesidad armada: as como las zonas habitadas se polarizaban en torno a los puntos estra-tgicos y a los fosos de los castillos, la humanidad se distribuy en torno a jefes militares,caudillos y seores. Poco o nada subsistir de cuanto haba impreso su fisonoma a la exis-

    tencia general. El principio de autoridad cae en manos de la fuerza, en razn de ese estadode necesidad aludido. Los mismos reyes ven menguar sus atribuciones y privilegios a medidaque se ven obligados a recurrir al poder de sus ricos seores y a solicitar su alianza para susempresas militares.El saber se refugia junto a los altares. En las abadas y en los conventos se conserva inextin-guible la llama que ms tarde volver a iluminar al mundo. Y lo que preserva de la gigantescacrisis el acervo de los valores espirituales humanos, es, con precisin, un sentido mstico: ladireccin vertical, hacia las alturas, que unos hombres de fe haban atribuido a todas las co-sas, empezando por la naturaleza humana.La Edad Media es de Dios, se ha dicho, y en este hecho, en este paciente y laborioso mante-nerse al margen de sus tinieblas, debemos ver la lenta y difcil gestacin del Renacimiento.Fu una Edad caracterizada por la violencia desmedida. No nos es posible hallar en ella lasformas del Estado ni contemplar al hombre. Gracias slo al hecho de acentuar sus desgra-cias, y aun su brutalidad a veces, sobre fines e ideales remotos, pudo resultar factible la evo-

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    lucin resolutiva. En el individuo, no es fcil diferenciar la conciencia de su proporcin en elideal religioso de cuanto fu simplemente ignorancia o supersticin.La Edad Media produjo santos y demonios, pero en su desolacin, en su pobreza, con elhorizonte teido siempre por los resplandores de 1os incendios, no le quedaban al hombreotro escape que poner sus ojos y su esperanza en mundos superiores y lejanos. La fe se viofortalecida por la desgracia.El Renacimiento hall diseminados los restos de una cultura y trat de reconstruir con ellosun nuevo clasicismo. Sobre las ruinas de los castillos feudales edificaron su trono las nuevasmonarquas. A la idea de aventura sucedi la empresa. Cuando los primeros consejos acu-den al servicio del rey con pendn al frente, y se distinguen en las batallas, se consuma en laprctica el final de un largo perodo histrico. El Estado tardar todava en sobrevenir, peroen torno a los monarcas, depositarios de un mandato ideal, representantes de lo que siglosdespus ser el concepto de nacionalidad, empieza a gestarse la vida de los pueblos moder-nos. Los nobles ingleses arrancarn a un Juan Sin Tierra la Carta Magna; los castellanosharn jurar al trono en Santa Gadea, y los aragoneses arrancarn a su rey los "Usajes", de-mostrativos de que la constitucin del Estado est en trance de ensayarse. Habr Cmaras,

    rudimentarias al principio, y los estamentos harn or en los consejos la voz de los gremios yde los municipios.Esta evolucin se produce bajo un signo idealista, cualquiera sea su realizacin prctica o susigno poltico, y en la elevada temperatura de la Fe popular. El hombre tena fe en s, en susdestinos, y una fe inmarcesible en su subordinacin a lo Providencial. Tal fe justifica en partelas titnicas andanzas de la poca. Era necesaria para lanzarse a las sombras atlnticas ysacar las Amricas a la luz del sol romano, para detener la invasin trtara en las puertas deEuropa y para levantar un mundo nuevo de la desolacin. Lo conquistado y descubierto enesa edad constituye un himno sonoro a la vocacin por el ideal. Pero es importante no perderde vista que, prescindiendo del rigor prctico de la organizacin poltica, el clima intelectualde la poca conserv el acento sobre los valores supremos del individuo. Cuando la escuelatomista nos dice que el fin del Estado es la educacin del hombre para una vida virtuosa, pre-

    sentimos la enorme importancia que tuvo ese puente tendido sobre las sombras de la EdadMedia. Ese hombre a cuyo servicio, el de su perfeccionamiento, estaba dedicado el Estado,no era por cierto el germen de un individualismo anrquico. Para que degenerase haba quetrasladar el acento de sus valores espirituales a los materiales. El hombre era slo algo quedeba perfeccionarse, para Dios y para la comunidad. La virtud a que Santo Toms se referano ser enteramente indiferente a la "virtud" griega, el patrn de valores ideales para la reali-zacin de la vida propia.Frente al humanismo, la inteligencia humana intenta divisar nuevos caminos y orientaciones.Maquiavelo cubrir la vida con el imperativo poltico, y sacrificar al poder real o a las necesi-dades del mundo cualquier otra ley, principio o valor.Grocio llamar al Estado a erigirse en administrador supremo de la felicidad del hombre yabrir nuevos cauces al principio de autoridad.

    Los pueblos han vivido dcadas y siglos intensos, han proyectado sus fuerzas hacia espaciosdesconocidos, se han desdoblado, difundido en mundos nuevos, en empresas fantsticas ycostosas. Para que esto fuese posible se precisaba un poder enorme de los recursos espiri-tuales. El apogeo de los absolutos iba a despertar, como consecuencia necesaria, el despre-cio a los absolutos. La intensa espiritualidad de la obra gastaba, por reaccin, el desencantoy el materialismo que iban a producirse despus. En la evolucin, por primera vez acaso, sederivara de un extremo a otro, de un polo al opuesto, y el objetivo a suprimir era, inevitable-mente, la temperatura ideal.Hobbes predica el absolutismo del Estado en la corriente armada de la poca, pero predicaya a un hombre desalentado. La unidad social no parece imaginada por l como el indestruc-tible depsito de valores, sino como vctima. Fu el primero en definir al Estado como un con-trato entre los individuos, pero importa observar que esos individuos eran lobos entre s, eranseres desprovistos de virtud y, seguramente, de esperanzas supremas; la larga cabalgada leshaba rendido.

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    En la crisis de las monarquas absolutas, vierte su mordacidad el genio de Voltaire. Cierta-mente no necesitaba ya la sociedad su corrosivo para fragmentarse bajo el trono. Montes-quieu advirti a la monarqua que sera heredada en la Repblica y Rousseau coron el prti-co de la naciente poca. Se caracteriz por el cambio radical del acento. Acentu sobre lomaterial, y esto se produjo indistintamente, lo mismo si el sujeto del pensamiento era el indi-viduo, en cuyo caso se insinuaba la democracia liberal, que si lo era la comunidad, en cuyocaso se avistaba el mismo.Es muy posible que las edades Media y Moderna hayan verificado su eleccin con un exclu-sivismo parcial en beneficio del espritu, pero es innegable que el siglo XVIII y el XIX lo hicie-ron, con mayor parcialidad, en favor de la materia. El estado de la cultura en esos siglos pudoprever las consecuencias, pero debemos estimar necesario en toda evolucin lo mismo loque nos parece dudoso que lo acertado. Rousseau cree en el individuo, hace de l una capa-cidad de virtud, lo integra en una comunidad y suma su poder en el poder de todos para or-ganizar, por la voluntad general, la existencia de las naciones. Para Kant, lo vital en lo polticoera el principio de "libertad como hombre", el de "dependencia como sbditos" y el de "igual-dad como ciudadanos". Rosseau llamar pueblo al conjunto de hombres que mediante la

    conciencia de su condicin de ciudadanos y mediante las obligaciones derivadas de estaconciencia, y provistos de las virtudes del verdadero ciudadano, acepten congregarse en unacomunidad para cumplir sus fines.La Revolucin Francesa fu un estruendoso prlogo al libro, entonces en blanco, de la evolu-cin contempornea. Hallamos en Rousseau una evocacin constructiva de la comunidad yla identificacin del individuo en su seno, como base de la nueva estructuracin democrtica.Esta concepcin servir de punto de partida para la interpretacin prctica de los ideales enlas nuevas democracias. Pero resulta hasta cierto punto conveniente examinar si en la con-cepcin originaria no se produjo, por la dinmica misma de la reaccin, la supresin innece-saria de toda una escala de valores. Podemos preguntarnos, por ejemplo, si fue decidida-mente imprescindible para derivar el poder absoluto a la voluntad del ciudadano, cegar antesen ste toda posibilidad espiritual. En segundo lugar es preciso tener en cuenta el largo pa-

    rntesis que el Imperio abri entre el prlogo y la continuacin del libro de la evolucin polti-ca.

    -LA TERRIBLE ANULACIN DEL HOMBRE POR EL ESTADOY EL PROBLEMA DELPENSAMIENTO DEMOCRTICO DEL FUTUROEn ese parntesis, el ideal que el pensamiento haba abandonado a la intemperie, es resca-tado del arroyo por fuerzas opuestas, que combatirn con extremada violencia en el futuro.No tratarn de fijar sus absolutos en la jerarqua del hombre, en sus valores ni en sus posibi-lidades de virtud; los fijarn en el Estado, o en organizaciones de un caracterstico materia-lismo.Todava Fichte crea un amplio espacio donde el individuo, subordinado al todo social, puederealizarse. Hegel convertir en Dios al Estado. La vida ideal y el mundo espiritual que hall

    abandonados los recogi para sacrificarlos a la Providencia estatal, convertida en serie deabsolutos. De esta concepcin filosfica derivar la traslacin posterior: el materialismo con-ducir al marxismo, y el idealismo, que ya no acenta sobre el hombre, ser en los sucesoresy en los intrpretes de Hegel, la deificacin del Estado ideal con su consecuencia necesaria,la insectificacin del individuo.El individuo est sometido en stos a un destino histrico a travs del Estado, al que pertene-ce. Los marxistas lo convertirn a su vez en una pieza, sin paisajes ni techo celeste, de unacomunidad tiranizada donde todo ha desaparecido bajo la mampostera. Lo que en ambasformas se hace patente es la anulacin del hombre como tal, su desaparicin progresiva fren-te al aparato externo del progreso, el Estado fustico o la comunidad mecanizada.El individuo hegeliano, que cree poseer fines propios, vive en estado de ilusin, pues slosirve a los fines del Estado. En los seguidores de Marx esos fines son ms oscuros todava,pues slo se vive para una esencia privilegiada de la comunidad y no en ella ni con ella. Elindividuo marxista es, por necesidad, una abdicacin.

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    En medio se alza la fidelidad a los principios democrticos liberales que llena el siglo pasadoy parte del presente. Pero con defectos sustanciales, porque no ha sido posible hermanarpuntos de vista distintos, que condujeron a dos guerras mundiales y que an hoy someten laconciencia civilizada a dursimas presiones. El problema del pensamiento democrtico futuroest en resolvernos a dar cabida en su paisaje a la comunidad, sin distraer la atencin de losvalores supremos del individuo; acentuando sobre sus esencias espirituales, pero con lasesperanzas puestas en el bien comn.En lo poltico parte muy importante de tal crisis de las ideas democrticas se debe al tiempode su aparicin. La democracia como hecho trascendental estaba llamada a suceder ipsofacto a los absolutismos. Sin embargo, sufri un largo comps de espera impuesto por la per-sistencia de monarquas templadas y repblicas estacionarias que, para subsistir, creyeronnecesario aplicar en leves dosis principios propios de la democracia pura, preferentementeaquellos que podan ser adaptados sin peligro. Tal operacin dulcific la evolucin, pero sus-trajo partes muy importantes de personalidad al nuevo orden de ideas, que a su advenimientopleno hall, frente a colosales enemigos, muy disminuida su novedad. Sucedi as que lospueblos que pudieron establecerla en su momento han alcanzado con ella los caminos de

    perfeccin necesarios, y los que no lo consiguieron, han optado por el empleo de sustitutivos,los extremismos, con tal de hacer efectivo por cualquier va, el carcter trascendental.Y sin embargo lo trascendental del pensamiento democrtico, tal como nosotros lo entende-mos, est todava en pie, como una enorme posibilidad en orden al perfeccionamiento de lavida.En varias ocasiones ha sido comparado el hombre al centauro, medio hombre, medio bruto,vctima de deseos opuestos y enemigos; mirando al cielo y galopando a la vez entre nubesde polvo.La evolucin del pensamiento humano recuerda tambin la imagen del centauro: sometido aaltsimas tensiones ideales en largos perodos de su historia, condenado a profundas oscuri-dades en otros, esclavo de sordos apetitos materiales a menudo. La crisis de nuestro tiempoes materialista. Hay demasiados deseos insatisfechos, porque la primera luz de la cultura

    moderna se ha esparcido sobre los derechos y no sobre las obligaciones; ha descubierto loque es bueno poseer mejor que el buen uso que se ha de dar a lo posedo o a las propiasfacultades.El fenmeno era necesario, de una necesidad histrica, porque el mundo deba salir de unaetapa egosta y pensar ms en las necesidades y las esperanzas de la comunidad. Lo queimporta hoy es persistir, en ese principio de justicia, pero recuperar el sentido de la vida, para,devolver al hombre su absoluto.Ni la justicia social ni la libertad, motores de nuestro tiempo, son comprensibles en una co-munidad montada sobre seres insectificados, a menos que a modo de dolorosa solucin elideal se concentre en el mecanismo omnipotente del Estado. Nuestra comunidad, a la quedebemos aspirar, es aquella donde la libertad y la responsabilidad son causa y efecto, en queexista una alegra de ser, fundada en la persuasin de la dignidad propia. Una comunidad

    donde el individuo tenga realmente algo que ofrecer al bien general, algo que integrar y noslo su presencia muda y temerosa.En cierto modo, siguiendo el smil, equivale a liberar al centauro restableciendo el equilibrioentre sus dos tendencias naturales. Si hubo pocas de exclusiva acentuacin ideal y otras deacentuacin material, la nuestra debe realizar sus ambiciosos fines nobles por la armona. Nopodremos restablecer una Edad-centauro slo sobre el msculo bestial ni sobre su slo cere-bro, sino una "edad-suma-de-valores", por la armona de aquellas fuerzas simplemente fsi-cas y aquellas que obran el milagro de que los cielos nos resulten familiares.Los monjes de la Edad Media borraron el contenido de los libros paganos para cubrirlos conlos salmos. La Edad Contempornea trat de borrar los salmos, pero no aadi nada msque la promesa de una vaga libertad a la sed de verdades del hombre. En 1500 la humanidadconcentr sus dispersas energas para empresas gigantescas y nos dio nuevos mundos yformas de civilizacin. En 1800 reprodujo el intento y cre febrilmente, generosamente, unapoca. No ser el nuestro, acaso, el momento de hacer acopio de las energas humanas

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    para conformar el perodo supremo de la evolucin? Cuando pensamos en el hombre, en elyo y en el nosotros, aparece claro ante nuestra vista que nuestra eleccin debe ser objeto deprofundas meditaciones.La sociedad tendr que ser una armona en la que no se produzca disonancia ninguna, nipredominio de la materia ni estado de fantasa. En esa armona que preside la norma puedehablarse de un colectivismo logrado por la superacin, por la cultura, por el equilibrio. En talrgimen no es la libertad una palabra vaca, porque viene determinada su incondicin por lasuma de libertades y por el estado tico y la moral.La justicia no es un trmino insinuador de violencia, sino una persuasin general; y existeentonces un rgimen de alegra, porque donde lo democrtico puede robustecerse en lacomprensin universal de la libertad y el bien general, es donde, con precisin, puede el indi-viduo realizarse a s mismo, hallar de un modo pleno su euforia espiritual y la justificacin desu existencia.

    SENTIDO DE PROPORClN. ANHELO DE ARMONA. NECESIDAD DE EQUILIBRIO.Para el mundo existe todava, y existir mientras al hombre le sea dado elegir, la posibilidad

    de alcanzar lo que la filosofa hind llama la mansin de la paz. En ella posee el hombre,frente a su Creador, la escala de magnitudes, es decir, su proporcin. Desde esa mansin esfactible realizar el mundo de la cultura, el camino de perfeccin.De Rabindranath Tagore son estas frases: el mundo moderno empuja incesantemente a susvctimas, pero sin conducirlas a ninguna parte. Que la medida de la grandeza de la humani-dad est en sus recursos materiales es un insulto al hombre.No nos est permitido dudar de la trascendencia de los momentos que aguardan a la huma-nidad. El pensamiento noble, espoleado por su vocacin de verdad, trata de ajustar un nuevopaisaje. Las incgnitas histricas son ciertamente considerables, pero no retrasarn un soloda la marcha de los pueblos por grande que su incertidumbre nos parezca.Importa, por tanto, conciliar nuestro sentido de la perfeccin con la naturaleza de los hechos,restablecer la armona entre el progreso material y los valores espirituales y proporcionar

    nuevamente al hombre una visin certera de su realidad. Nosotros somos colectivistas, perola base de ese colectivismo es de signo individualista, y su raz es una suprema fe en el teso-ro que el hombre, por el hecho de existir, representa.En esta fase de la evolucin lo colectivo, el "nosotros", est cegando en sus fuentes al indivi-dualismo egosta. Es justo que tratemos de resolver si ha de acentuarse la vida de la comuni-dad sobre la materia solamente o si ser prudente que impere la libertad del individuo solo,ciega para los intereses y las necesidades comunes, provista de una irrefrenable ambicin,material tambin.No creemos que ninguna de esas formas posea condiciones de redencin. Estn ausentesde ellas el milagro del amor, el estmulo de la esperanza y la perfeccin de la justicia.Son atentatorios por igual el desmedido derecho de uno o la pasiva impersonalidad de todosa la razonable y elevada idea del hombre y de la humanidad.

    En los cataclismos la pupila del hombre ha vuelto a ver a Dios y, de reflejo, ha vuelto a divi-sarse a s mismo. Si debemos predicar y realizar un evangelio de justicia y de progreso, espreciso que fundemos su verificacin en la superacin individual como premisa de la supera-cin colectiva. Los rencores y los odios que hoy soplan en el mundo, desatados entre lospueblos, y entre los hermanos, son el resultado lgico, no de un itinerario csmico de carcterfatal, sino de una larga prdica contra el amor. Ese amor que procede del conocimiento de smismo e, inmediatamente, de la comprensin y la aceptacin de los motivos ajenos.Lo que nuestra filosofa intenta restablecer al emplear el trmino armona es, cabalmente, elsentido de plenitud de la existencia. Al principio hegeliano de realizacin del yo en el noso-tros, apuntamos la necesidad de que ese "nosotros" se realice y perfeccione por el yoNuestra comunidad tender a ser de hombres y no de bestias. Nuestra disciplina tiende a serconocimiento, busca ser cultura. Nuestra libertad, coexistencia de las libertades que procedede una tica para la que el bien general se halla siempre vivo, presente, indeclinable. El pro-greso social no debe mendigar ni asesinar, sino realizarse por la conciencia plena de su

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    inexorabilidad. La nusea est desterrada de este mundo, que podr parecer ideal, pero quees en nosotros un convencimiento de cosa realizable. Esta comunidad que persigue finesespirituales y materiales, que tiende a superarse, que anhela mejorar y ser ms justa, msbuena y ms feliz, en la que el individuo puede realizarse y realizarla simultneamente, daral hombre futuro la bienvenida desde su alta torre con la noble conviccin de Spinoza: "Sen-timos, experimentamos, que somos eternos".