john locke - segundo tratado sobre el gobierno civil

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 Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil Un ensayo acerca del verdadero origen, alcance y fin del Gobierno Civil SALUS POPULI SUPREMA LEX ESTO John Locke Alianza Editorial Este material se utiliza con fines exclusivamente didácticos

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Segundo Tratado sobre el

Gobierno CivilUn ensayo acerca del verdadero origen,

alcance y fin del Gobierno Civil

SALUS POPULI SUPREMA LEX ESTO

John Locke

Alianza Editorial

Este material se utiliza con finesexclusivamente didácticos

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ÍNDICE

Prólogo, por Carlos Mellizo ........................................................................................................ 7 Nota a la traducción ..................................................................................................................... 28

SEGUNDO TRATADO

SOBRE EL GOBIERNO CIVILCapítulo 1 ................................................................................................................................ 33

Capítulo 2. Del estado de la naturaleza................................................................................. 36

Capítulo 3. Del estado de guerra .......................................................................................... 46

Capítulo 4. De la esclavitud ................................................................................................... 52

Capítulo 5. De la propiedad .................................................................................................. 55

Capitulo 6. Del poder paternal ............................................................................................. 76

Capítulo 7. De la sociedad política o civil ............................................................................ 96

Capítulo 8. Del origen de las sociedades políticas ............................................................. 111

Capítulo -9. De los fines de la sociedad política y del gobierno ....................................... 133

Capítulo 10. De los tipos de Estado .................................................................................... 138

Capítulo 11. Del alcance del poder legislativo ................................................................... 140

Capítulo 12. De los poderes legislativo, ejecutivo y federativo del Estado ..................... 150

Capítulo 13. De la subordinación de los poderes del Estado ........................................... 154

Capítulo 14. De la prerrogativa .......................................................................................... 164

Capítulo 15. De los poderes paternal, político y despótico, considerados juntos ........... 172

Capítulo 16. De la conquista ............................................................................................... 177

Capítulo 17. De la usurpación ............................................................................................. 194

Capítulo 18. De la tiranía .................................................................................................... 196

Capítulo 19. De la disolución del Gobierno ....................................................................... 206

Selección bibliográfica ......................................................................................................... 233

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CAPÍTULO 2DEL ESTADO DE NATURALEZA

4. Para entender el poder político correctamente, y para deducirlo de lo que fue su origen, hemos deconsiderar cuál es el estado en que los hombres se hallan por naturaleza. Y es éste un estado de perfecta

libertad para que cada uno ordene sus acciones y disponga de posesiones y personas como juzgue oportuno,dentro de los límites de la ley de naturaleza, sin pedir permiso ni depender de la voluntad de ningún otrohombre.

Es también un estado de igualdad, en el que todo poder y jurisdicción son recíprocos, y donde nadielos disfruta en mayor medida que los demás. Nada hay más evidente que el que criaturas de la misma especiey rango, nacidas todas ellas para disfrutar en conjunto las mismas ventajas naturales y para hacer uso de lasmismas facultades, hayan de ser también iguales entre sí, sin subordinación o sujeción de unas a otras, amenos que el amo y señor de todas ellas, por alguna declaración manifiesta de su voluntad, ponga a una por encima de otra, y le confiera, mediante un evidente y claro nombramiento, un derecho indudable de dominioy de soberanía.

5. El juicioso Hooker 2 considera esta igualdad natural entre los hombres como algo tan evidente en símismo y tan incuestionable, que hace de ello el fundamento de esa obligación que tienen los hombres de

amarse mutuamente, sobre la cual basa los deberes que tenemos para con los otros, y de la cual deduce lasgrandes máximas de la justicia y de la caridad. Sus palabras son éstas:

La consideración de la igualdad natural ha hecho que los hombres sepan que no es menor su deber deamar a los otros, que el de amarse a sí mismos. Pues todas aquellas cosas que son iguales debennecesariamente medirse de una misma manera. Si yo no puedo evitar el deseo de recibir el bien de cualquier otro hombre en la medida en que este otro hombre desea también recibirlo en su propia alma, ¿cómo podréesperar que sea satisfecha parte alguna de ese deseo mío, si no me cuido de satisfacer el deseo semejante quesin duda tiene lugar en. Los demás, siendo todos de una misma naturaleza? Ofrecer a los otros hombres algoque repugne ese deseo suyo, tiene por fuerza que causar en ellos el mismo pesar que causaría en mí. De talmanera, que si yo daño a alguien, de o esperar sufrir, pues no hay razón para que los otros muestren paraconmigo más amor que el que yo de mostrado para con ellos, Por lo tanto, mi deseo de ser amado todo lo

 posible por aquéllos que son naturalmente iguales a mí, me impone el deber natural de concederles a ellos elmismo afecto. Y ningún hombre ignora las varias reglas y cánones que la razón natural ha deducido de esarelación de igualdad que existe entre nosotros y los que son como nosotros, ( Eccl. Pol. lib. i.)

6. Mas aunque éste sea un estado de libertad, no es, sin embargo, un estado de licencia. Pues aunque,en un estado así, el hombre tiene una incontrolable libertad de disponer de su propia persona o de sus posesiones, no tiene, sin embargo, la libertad de destruirse a sí mismo, ni tampoco a ninguna criatura de su posesión, excepto en el caso de que ello sea requerido por un fin más noble que el de su simple preservación.El estado de naturaleza tiene una ley de naturaleza que lo gobierna y que obliga a todos; y la razón, que esesa ley, enseña a toda la humanidad que quiera consultarla, que siendo todos los hombres iguales eindependientes, ninguno debe dañar a otro en lo que atañe a su vida, salud, libertad o posesiones. Pues comolos hombres son todos obra de un omnipotente e infinitamente sabio Hacedor, y todos siervos de un señor 

soberano enviado a este mundo por orden suya y para cumplir su encargo, todos son propiedad de quien losha hecho, y han sido destinados a durar mientras a Él le plazca, y no a otro. Y así, habiendo sido todos loshombres dotados con las mismas facultades, y al participar todos de una naturaleza común, no puedesuponerse que haya entre nosotros una subordinación que nos dé derecho a destruir al prójimo como si éstehubiese sido creado para nuestro uso, igual que ocurre con esas criaturas que son inferiores a nosotros. Por lamisma razón que cada uno se ve obligado a preservarse a sí mismo y a no destruirse por propia voluntad,también se verá obligado a preservar al resto de la humanidad en la medida en que le sea posible, cuando su propia preservación no se ve amenazada por ello; y a menos que se trate de hacer justicia con quien hayacometido una ofensa, no podrá quitar la vida, ni entorpecerla, ni poner obstáculo a los medios que sonnecesarios para preservarla, atentando contra la libertad, la salud, los miembros o los bienes de otra persona.

7. Y para que todos los hombres se abstengan de invadir los derechos de los otros y de dañarse

mutuamente, y sea observada esa ley de naturaleza que mira por la paz y la preservación de toda la 2 [Richard Hooker (1554-1600). Eclesiástico de la Reforma, teólogo de la Iglesia Anglicana. Su obra más conocida – Of the Laws of Eclesiastical Polity es la que Locke cita a continuación.]

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humanidad, los medios para poner en práctica esa ley les han sido dados a todos los hombres, de tal modoque cada uno tiene el derecho de castigar a los transgresores de dicha ley en la medida en que ésta seaviolada. Pues la ley de naturaleza, igual que todas las demás leyes que afectan a los hombres en este mundo,sería vana si no hubiese nadie que, en el estado natural, tuviese el poder de ejecutar dicha ley protegiendo alinocente y poniendo coto al ofensor. Y si en el estado natural cualquier persona puede castigar a otra por elmal que ha hecho, todos pueden hacer lo mismo; pues en ese estado de perfecta igualdad en el que no haysuperioridad ni jurisdicción de uno sobre otro, cualquier cosa que uno pueda hacer para que se cumpla esaley, será algo que todos los demás tendrán también el mismo derecho de hacerlo.

8. Y así es como en el estado de naturaleza un hombre llega a tener poder sobre otro. Pero no se tratade un poder absoluto o arbitrario que permita a un hombre, cuando un criminal ha caído en sus manos, hacer con él lo que venga dictado por el acalorado apasionamiento o la ilimitada extravagancia de su propiavoluntad, sino únicamente castigarlo según los dictados de la serena razón y de la conciencia; asignándole penas que sean proporcionales a la transgresión y que sirvan para que el criminal repare el daño que ha hechoy se abstenga de recaer en su ofensa. Pues éstas so las dos únicas razones que permiten a un hombre dañar legalmente a otro, es decir, castigarlo. Al transgredir la ley de naturaleza, el que realiza una ofensa estádeclarando que vive guiándose por reglas diferentes de las que manda la razón y la equidad común, lascuales son las normas que Dios ha establecido para regular las acciones de los hombres en beneficio de suseguridad mutua. Y así, el transgresor es un peligro para la humanidad; pues las ataduras que impedían a los

hombres herirse hacerse violencia unos a otros, han sido por él cortadas y rotas. Lo cual, al constituir unatransgresión contra toda la especie y contra la paz y seguridad que estaban garantizadas por la ley denaturaleza, permitirá que cada hombre, en virtud del derecho que tiene de preservar al género humano engeneral, pueda contener o, si es necesario, destruir aquellas cosas que le sean nocivas, y castigar así a quienhaya transgredido esa ley haciendo de este modo que se arrepienta de haberlo hecho. Y, mediante este procedimiento, lograr que el delincuente se abstenga de volver a cometer el mismo delito, y disuadir con elejemplo a otros para que tampoco lo cometan. Y en este caso y con base en este fundamento, cada hombretiene el derecho de castigar al que comete una ofensa, y de ser ejecutor de la ley de naturaleza.

9. Sin duda esta doctrina les resultará muy extraña a algunos hombres. Mas antes de que lacondenen, quiero que me expliquen con qué derecho puede un príncipe o un estado dar muerte o castigar aun extranjero por un crimen que éste haya cometido en dicho estado. Es seguro que sus leyes, sancionadas

 por la voluntad expresa de la legislatura, no alcanzan a un ciudadano extranjero, ni se refieren a él, ni tieneéste obligación alguna de prestarlas atención. La autoridad legislativa por la cual esas leyes obligan a lossúbditos del estado no tiene poder sobre él. Aquéllos que poseen el poder supremo de hacer leyes enInglaterra, Francia, u Holanda, son, con respecto a un nativo de la India o de cualquier otra parte del mundo,hombres sin autoridad; y, por lo tanto, si no fuera porque, en virtud de la ley de naturaleza, cada hombretiene el poder de castigar las ofensas que se cometen contra ella, según lo que serenamente juzgue que es elcastigo oportuno en cada caso, no veo cómo los magistrados de una comunidad podrían castigar a unciudadano extranjero, nacido en otro país; pues, en lo que a un ciudadano así se refiere, los magistrados notienen más poder que el que, de manera natural, cada hombre puede tener sobre otro hombre.

10. Además del crimen que consiste en violar la ley y apartarse de la recta norma de la razón,siempre que un hombre se convierte en un degenerado y declara que está apartándose de los principios de la

naturaleza humana y que es una criatura nociva, hay una injuria común, cometida contra alguna persona; ysiempre hay un hombre que sufre daño como consecuencia de esta transgresión. En un caso así, quien ha  padecido el daño tiene, además del derecho de castigar –derecho que comparte con otros hombres–, underecho particular de buscar reparación de quien le ha causado ese daño. Y cualquier otra persona queconsidere esto justo; puede unirse a quien ha sido dañado, asistiéndole en el propósito de recuperar delofensor lo que sea necesario para satisfacer el daño que la víctima ha sufrido.

11. De estos dos distintos derechos –el de castigar el crimen a fin de contenerlo y de impedir quevuelva a cometerse, derecho que tiene todo el mundo; y el de buscar reparación, derecho que sólo pertenece aquien ha sido injuriado– proviene el que el magistrado, quien por ser tal tiene el derecho común de castigar, pueda en muchas ocasiones, cuando el bien público no exige que la ley se ejecute, remitir el castigo, por su propia autoridad, correspondiente a las ofensas criminales cometidas; sin embargo, no podrá perdonar lasatisfacción que se le debe a la persona privada que haya recibido el daño. Quien ha sufrido el daño tiene elderecho de exigir, en su propio nombre, una reparación, y es él y sólo él quien puede perdonarla. La personadañada tiene el poder de apropiarse de los bienes o del servicio del ofensor. Y ello es así por el derecho de

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autoconservación; pues cada hombre tiene el poder de castigar el crimen a fin de prevenir que vuelva a ser cometido; y tiene ese poder en virtud de su derecho de conservar a toda la humanidad y de hacer todo lo queestime razonable para alcanzar ese propósito. Y así es como cada hombre, en el estado de naturaleza, tiene el poder de matar a un asesino, para disuadir a otro de cometer la misma injuria, la cual no admite reparación,sentando ejemplo en lo que se refiere al castigo que debe aplicársele; y tiene también el poder de proteger alos hombres de los ataques de un criminal que, habiendo renunciado a hacer uso de la razón –esa regla ynorma común que Dios ha dado a la humanidad–, ha declarado la guerra a todo el género humano al haber cometido injusta violencia matando a uno de sus miembros; y, por lo tanto, puede ser destruido como si fueraun león; un tigre o una de esas bestias salvajes entre las cuales los hombres no pueden vivir ni encontrar seguridad. Y en esto se funda esa gran ley de naturaleza: “Quien derrama la sangre de un hombre está sujetoa que otro hombre derrame la suya.” Y Caín estaba tan profundamente convencido de que todo hombre teníael derecho de destruír a un criminal así, que, tras asesinar a su hermano, gritó: “Cualquiera que me encuentre,me matará.” Así de claro estaba escrito este precepto en los corazones de los hombres.

12. Por esta misma razón puede un hombre, en el estado de naturaleza, castigar también otrosinfringimientos menores de esa ley. Acaso alguien pudiera preguntar: ¿con la muerte? Y respondo: Cadatransgresión puede ser castigada en el grado y con la severidad que sea suficiente para que el ofensor salga perdiendo, para darle motivo a que se arrepienta de su acción; y para atemorizar a otros con el fin de que no

cometan un hecho semejante. Cada ofensa que puede ser cometida en el estado de naturaleza puede ser castigada en la misma medida en que puede serlo dentro de un Estado; pues, aunque rebasaría los límites demi presente propósito el entrar en los particulares de la ley de naturaleza o en sus grados de castigo, esevidente, en cualquier caso, que dicha ley existe, y que es tan inteligible y clara para una criatura racional y para un estudioso de tal ley, como lo son las leyes positivas de los Estados. Y hasta es posible que sea másclara aún, en cuanto que los dictados de la razón son más fáciles de entender que las intrincadasfabricaciones de los hombres, las cuales obedecen a la necesidad de traducir en palabras una serie deintereses escondidos y contrarios. Tal cosa son, ciertamente, muchas de las leyes municipales de losdiferentes países; y sólo resultan justas cuando se basan en la ley de naturaleza mediante la cual deben ser reguladas e interpretadas.

13. A esta extraña doctrina –es decir, a la doctrina de que en el estado de naturaleza cada hombre

tiene el poder de hacer que se ejecute la ley natural– se le pondrá, sin duda, la objeción de que no esrazonable que los hombres sean jueces de su propia causa; que el amor propio los hará juzgar a favor de símismos y de sus amigos, y que, por otra parte, sus defectos naturales, su pasión y su deseo de venganza losllevará demasiado lejos al castigar a otros, de lo cual sólo podrá seguirse la confusión y el desorden; y que, por lo tanto, es Dios el que ha puesto en: el mundo los gobiernos, a fin de poner coto a la parcialidad yviolencia de los hombres3. Concedo sin reservas que el gobierno civil ha de ser el remedio contra lasinconveniencias que lleva consigo el estado de naturaleza, las cuales deben ser, ciertamente, muchas cuandoa los hombres se les deja ser jueces de su propia causa. Pues no es fácil imaginar que quien fue tan injustocomo para cometer una injuria contra su prójimo, sea al mismo tiempo tan justo como para castigarse a símismo por ello. Pero quiero que quienes me hagan esta objeción recuerden que los monarcas absolutos sontambién simples hombres; y si el gobierno ha de ser el remedio de esos males que se siguen necesariamentedel que los hombres sean jueces de su propia causa, siendo, pues, el estado de naturaleza algo insoportable,

desearía saber qué clase de gobierno será, y si resultará mejor que el estado de naturaleza, aquél en el que unhombre, con mando sobre la multitud, tiene la libertad de juzgar su propia causa y de hacer con sus súbditoslo que le parezca, sin darle a ninguno la oportunidad de cuestionar o controlar a quien gobierna según su propio gusto, y a quien debe someterse en todo o que haga, ya sean sus acciones guiadas por la razón, por elerror o por el apasionamiento. Mucho mejor sería la condición del hombre en su estado natural, donde, por lomenos, los individuos no están obligados a someterse a la injusta voluntad del prójimo; y si el que juzga lohace mal, ya sea en su propia causa o en la Je otro, será responsable por ello ante el resto de la humanidad.

14 Suele hacerse con frecuencia la pregunta siguiente, que es considerada como poderosa objeción:“¿Dónde pueden encontrarse hombres que existan en un estado natural así? ¿ Existieron alguna vez? A esta  pregunta baste por ahora responder diciendo que, como todos los príncipes y jefes de los gobiernosindependientes del mundo entero se encuentran en un estado de naturaleza, es obvio que nunca faltaron en elmundo, ni nunca faltarán hombres que se hallen en tal estado. He dicho todos los gobernantes de

 3 [Clara alusión a Hobbes y a la justificación del gobierno absoluto que constituye el punto central de Leviatán.]

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comunidades independientes, ya estén ligadas con otras o no; pues no todo pacto pone fin al estado denaturaleza entre los hombres, sino solamente el que los hace establecer el acuerdo mutuo de entrar en unacomunidad y formar un cuerpo político. Hay otras promesas y convenios que los hombres pueden hacer entresí, sin dejar por ello el estado de naturaleza. Las promesas y compromisos de trueque, etc., entre los doshombres en la isla desierta mencionados por Garcilaso de la Vega en su Historia del Perú4, o entre un suizoy un indio en las selvas de América, los obliga a ambos, aunque siguen hallándose en un estado de naturalezael uno con respecto al otro. Pues la sinceridad y la fe en el prójimo son cosas que pertenecen a los hombresen cuanto tales, y no en cuanto miembros de una sociedad.

15. A quienes dicen que nunca hubo hombres en el estado de naturaleza, no sólo me opongorecurriendo a la autoridad del juicioso Hooker ( Eccl. Pol . i., Sección 10) cuando nos dice que:

Las leyes que han sido aquí mencionadas (i.e., las leyes de naturaleza) obligan a los hombres demanera absoluta en la medida en que son hombres, aunque jamás hayan establecido una asociación ni unacuerdo solemne entre ellos acerca de lo que tienen o no tienen que hacer. Además, no somos capaces de proporcionarnos por nosotros mismos aquellas cosas que son necesarias para la vida que nuestra naturalezadesea, una vida que responda a la dignidad humana. Por lo tanto, para suplir esos defectos e imperfeccionesque están en nosotros cuando vivimos aislados y en soledad, nos vemos naturalmente inclinados a buscar la

comunicación y la compañía con otros. Esta fue la causa de que los hombres se unieran entre sí en las primeras sociedades políticas.Yo voy todavía mas allá y afirmo que los hombres se hallan naturalmente en un estado así, y que en

él permanecen hasta que por su propio consentimiento, se hacen a sí mismos miembros de alguna sociedad política; y no dudo que en lo que sigue del presente discurso ello quedará muy claro.

 4 [Garcilaso de la Vega (1535-1616), llamado también Inca Garcilaso, fue el primer historiador indígena en la Américaespañola.]

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CAPÍTULO 3DEL ESTADO DE GUERRA

16. El estado de guerra es un estado de enemistad y destrucción; y, por lo tanto, cuando se declaramediante palabras o acciones, no como resultado de un impulso apasionado y momentáneo, sino con una

 premeditada y establecida intención contra la vida de otro hombre, pone a éste en un estado de guerra contraquien ha declarado dicha intención. Y de este modo expone su vida al riesgo de que sea tomada por aquél o por cualquier otro que se le una en su defensa y haga con él causa común en el combate. Pues es razonable y  justo que yo tenga el derecho de destruir a quien amenaza con destruirme a mí. En virtud de la leyfundamental de naturaleza, un hombre debe conservarse a sí mismo hasta donde le resulte posible; y si todosno pueden ser preservados, la salvación del inocente ha de tener preferencia. Y un hombre puede destruir aotro que le hace la guerra, o a aquél en quien ha descubierto una enemistad contra él, por las mismas razonesque puede matar a un lobo o a un león. Porque los hombres así no se guían por las normas de la ley común dela razón, y no tienen más regla que la de la fuerza y la violencia. Y, por consiguiente, pueden ser tratadoscomo si fuesen bestias de presa: esas criaturas peligrosas y dañinas que destruyen a todo aquél que cae en su poder.

17. Y de aquí viene el que quien intenta poner a otro hombre baja su poder absoluto, se pone a símismo en una situación de guerra con él; pues esa intención ha de interpretarse como una declaración o señalde que quiere atentar contra su vida. Porque yo tengo razón cuando concluyo que aquél que quiere ponerme bajo su. Poder sin mi consentimiento, podría utilizarme a su gusto en cuanto me tuviera, y podría asimismodestruirme en cuanto le viniese en gana. Pues nadie desearía tenerme bajo su poder absoluto, si no fuera paraobligarme a hacer cosas que van contra mi voluntad, es decir, para hacer de mí un esclavo. Estar libre de esacoacción es lo único que puede asegurar mi conservación; y la razón me aconseja considerar a un hombre talcomo a un enemigo de mi conservación, capaz de privarme de esa libertad que me protege. Aquél que, en elestado de naturaleza, arrebatase la libertad de algún otro que se encuentra en dicho estado, debe ser considerado , necesariamente, como alguien que tiene la intención de arrebatar también todo lo demás, puesla libertad es el fundamento de todas las otras cosas. Del mismo modo, aquél que en el estado de sociedad

arrebata la libertad que pertenece a los miembros de esa sociedad o Estado, debe ser considerado comoalguien que tiene la intención de apropiarse también de todo lo demás, y debe ser mirado igual que loharíamos en un estado de guerra.

18. Esto hace que sea legal el que un hombre mate a un ladrón que no le ha hecho el menor daño niha declarado su intención de atentar contra su vida, y se ha limitado, haciendo uso de la fuerza, a tenerlo ensu poder arrebatando a ese hombre su dinero o cualquier otra cosa que se le antoje. Pues cuando alguien haceuso de la fuerza para tenerme bajo su poder, ese alguien, diga lo que diga, no logrará convencerme de queuna vez que me ha quitado la libertad, no me quitará también todo lo demás cuando me tenga en su poder. Y, por consiguiente, es legal que yo lo trate como a persona que ha declarado. hallarse en un estado de guerracontra mí; es decir, que me está permitido matarlo si puedo, pues ése es el riesgo al que se expone con justicia quien introduce un estado de guerra y es en ella el agresor.

19. Aquí tenemos la clara diferencia entre el estado de naturaleza y el estado de guerra; y a pesar deque algunos los han confundido5, se diferencian mucho el uno del otro. Pues el primero es un estado de paz,  buena voluntad, asistencia mutua y conservación, mientras que el segundo es un estado de enemistad,malicia, violencia y mutua destrucción. Propiamente hablando, el estado de naturaleza es aquél en el que loshombres viven juntos conforme a la razón, sin un poder terrenal, común y superior a todos, con autoridad  para juzgarlos. Pero la fuerza, o una intención declarada de utilizar la fuerza sobre la persona de otroindividuo allí donde no hay un poder superior y común al que recurrir para encontrar en el alivio, es el estadode guerra; y es la falta de la oportunidad de apelar lo que le da al hombre el derecho de hacer la guerra a unagresor, incluso aunque éste viva en sociedad y sea un conciudadano. Por eso, a un ladrón al cual yo no  puedo dañar sino recurriendo a la ley cuando ya me ha robado todo lo que tengo, puedo, sin embargo,matarlo, aunque sólo quiera robarme mi caballo o mi gabán6; porque la ley, que fue hecha para mi

 5 [Nueva alusión a Hobbes. Ya no señalaremos todas las que hay en el texto.]6 [La distinción entre ambos casos es clara. Ante el hecho consumado, sólo cabe recurrir a la Ley. Pero cuando el delito,aunque sea menor, no se ha cometido aún, es licito poner todos los medios necesarios para impedirlo.]

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 protección, me permite, cuando ella no puede intervenir en favor de la defensa de mi vida en el momento enque ésta es amenazada por la fuerza, vida que, una vez que se pierde, ya no puede recuperarse, me permite,digo, defenderme a mí mismo; y me da también el derecho de hacer la guerra y la libertad de matar alagresor. Porque el agresor no me concede tiempo para apelar a nuestro juez común ni para esperar ladecisión de la ley en aquellos casos en los que, ante pérdida tan irreparable, no puede haber remedio para eldaño causado. La falta de un juez común que posea autoridad pone a todos los hombres en un estado denaturaleza; la fuerza que se ejerce sin derecho y que atenta contra la persona de un individuo produce unestado de guerra, tanto en los lugares donde hay un juez común, como en los que no lo hay.

20. Pero cuando la fuerza deja de ejercerse, cesa el estado de guerra entre quienes viven en sociedad,y ambos bandos están sujetos al justo arbitrio de la ley. Pues entonces queda abierto el recurso de buscar remedio para las injurias pasadas, y para prevenir daños futuros. Mas allí donde no hay lugar a apelaciones – como ocurre en el estado de guerra– por falta de leyes positivas y de jueces autorizados a quienes poder apelar, el estado de guerra continúa una vez que empieza; y el inocente tiene derecho de destruir al otro contodos los medios posibles, hasta que el agresor ofrezca la paz y desee la reconciliación en términos que puedan reparar el daño que ya ha hecho, y que den seguridades futuras al inocente. Es más: allí dónde la posibilidad de apelar a la ley y a los jueces constituidos está abierta, pero el remedio es negado por culpa deuna manifiesta perversión de la justicia y una obvia tergiversación de las leyes para proteger o dejar 

indemnes la violencia o las injurias cometidas por algunos hombres o por un grupo de hombres, es difícilimaginar otro estado que no sea el de guerra; pues- siempre que se hace uso de la violencia o se comete unainjuria, aunque estos delitos sean cometidos por manos de quienes han sido nombrados para administrar   justicia, seguirán siendo violencia e injuria, por mucho que se disfracen con otros nombres ilustres o con pretensiones a apariencias de leyes. Pues es el fin de las leyes proteger y restituir al inocente mediante unaaplicación imparcial de las mismas, y tratando por igual a todos los que a ellas están sometidos. Siempre queno se hace algo bona fide, se está declarando la guerra a las víctimas de una acción así; y cuando los quesufren no tienen el recurso de apelar en la tierra a alguien que les dé la razón, el único remedio que les quedaen casos de este tipo es apelar a los Cielos.

21. Para evitar este estado de guerra –en el que sólo cabe apelar al Cielo, y que puede resultar de lamenor disputa cuando no hay una autoridad que decida entre las partes en litigio– es por lo que, con gran

razón, los hombres se ponen a sí mismos en un estado de sociedad y abandonan el estado de naturaleza.Porque allí donde hay una autoridad, un poder terrenal del que puede obtenerse reparación apelando a él, elestado de guerra queda eliminado y la controversia es decidida por dicho poder. Si hubiese habido untribunal así, alguna jurisdicción terrenal superior para determinar justamente el litigio entre Jefté y losamonitas7 , nunca habrían llegado a un estado de guerra; mas vemos que Jefté se vio obligado a apelar alCielo: “En este día”, dice, “sea el Señor, que es también Juez, quien juzgue entre los hijos de Israel y loshijos de Ammón” ( Jueces xi. 27); y tras decir esto, basándose en su apelación, persiguió al enemigo ycondujo sus ejércitos a la batalla. Por lo tanto, en aquellas controversias en las que se plantea la cuestión de“¿Quién será aquí el juez?” no quiere decirse con ello “quién decidirá esta controversia”; pues todo el mundosabe que lo que Jefté está aquí diciéndonos es que “el Señor, que es también Juez”, es el que habrá dedecidirla. Cuando no hay un juez sobre la tierra, la apelación se dirige al Dios que está en los Cielos. Así, esacuestión no puede significar “quién juzgará si otro se ha puesto en un estado de guerra contra mí, y si me está

 permitido, como hizo Jefté, apelar al Cielo para resolverla”. Pues en esto soy yo el único juez en mi propiaconciencia, y el que, en el gran día8, habrá de dar cuenta al juez Supremo de todos los hombres.

 7 [La historia de Jefté y de su controversia con los amonitas queda narrada en Jueces x. 6- xi. 33.]8 [Es decir, el día del Juicio Final.]

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CAPÍTULO 4DE LA ESCLAVITUD

22. La libertad natural del hombre consiste en estar libre de cualquier poder superior sobre la tierra, yen no hallarse sometido a la voluntad o a la autoridad legislativa de hombre alguno, sino adoptar como

norma, exclusivamente, la ley de naturaleza. La libertad del hombre en sociedad es la de no estar bajo más  poder legislativo que el que haya sido establecido por consentimiento en el seno del Estado, ni bajo eldominio de lo que mande o prohiba ley alguna, excepto aquellas leyes que hayan sido dictadas por el poder legislativo de acuerdo con la misión que le hemos confiado. Por lo tanto, la libertad no es lo que Sir RobertFilmer nos dice ( O. A. 55)9: “una libertad para que cada uno haga lo que le plazca, o viva como guste, sinsujetarse a ley alguna”; sino que la libertad de los hombres en un régimen de gobierno es la de poseer unanorma pública para vivir de acuerdo con ella; una norma común establecida por el poder legislativo que hasido erigido dentro de una sociedad; una libertad para seguir los dictados de mi propia voluntad en todas esascosas que no han sido prescritas por dicha norma; un no estar sujetos a la inconstante, incierta, desconocida yarbitraria voluntad de otro hombre, del mismo modo que la libertad natural consiste en no tener más trabasque las impuestas por la ley de naturaleza.

23. Ese estar libres de un poder absoluto y arbitrario es tan necesario, y está tan íntimamentevinculado a la conservación de un hombre, que nadie puede renunciar a ello sin estar renunciando al mismotiempo a lo que permite su autoconservación y su vida. Pues un hombre sin poder sobre su propia vida, no  puede, por contrato o acuerdo otorgado por su propio consentimiento, ponerse bajo el absoluto poder arbitrario de otro que le arrebate esa vida cuando se le antoje. Nadie puede otorgar más poder del que tiene; yquien no tiene el poder de quitarse a sí mismo la vida, no puede darle a otro hombre poder sobre ella.Ciertamente, quien ha renunciado a su propia vida por causa de algún acto que merece la muerte, puede quele sea concedida alguna prórroga por aquél que le tiene en su poder, y que, mientras tanto, lo emplee en suservicio; haciendo esto, no le estará causando injuria, pues quien encuentre la dureza de la esclavitud másonerosa que el hecho de perder la vida, siempre estará en su poder, con sólo desobedecer la voluntad de suamo, hacer que caiga sobre sí la muerte que desea.

24. Ésta es la verdadera condición de la esclavitud, la cual no es otra cosa que “el estado de guerracontinuado entre un legítimo vencedor y su cautivo”. Pues, si se realiza un acuerdo entre ambos, y pactanque uno limite su poder a cambio de que el otro preste obediencia, el estado de guerra y esclavitud cesaránmientras ese pacto se respete. Porque, como ya ha quedado dicho, ningún hombre puede conceder a otro,mediante acuerdo, lo que él no tiene consigo, a saber, el poder sobre su propia vida.

Reconozco que, entre los judíos, y también en otros pueblos, vemos que los hombres se vendían a símismos; pero es claro que sólo se entregaban para la realización de trabajos serviles, y no para ser esclavos.Pues es evidente que la persona vendida no estaba bajo un poder absoluto, arbitrario y despótico. El amonunca tenía el poder de matar a quien, después de un cierto tiempo, estaba obligado a librar de su servicio; yel amo de un siervo así estaba tan lejos de poseer un poder arbitrario sobre la vida de dicho siervo, que nisiquiera podía mutilarlo. Y cuando el siervo perdía un ojo o un diente, ello lo ponía en libertad ( Éxodo xxi).

 9 [Observations upon Aristotle's Politics (1652)].

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CAPÍTULO 5DE LA PROPIEDAD

25. Tanto si consideramos la razón natural, la cual nos dice que, una vez que nacen, los hombrestienen derecho a su autoconservación y, en consecuencia, a comer, a beber y a beneficiarse de todas aquellas

cosas que la naturaleza procura para su subsistencia, como si nos atenemos a la revelación, la cual nos dacuenta de los dones mundanales que Dios otorgo a Adán, a Noé y a sus hijos, es sobremanera evidente queDios, como dice el Rey David (Salmos cxv. 16), “ha dado la tierra a los hijos de los hombres”, es decir, quese la ha dado a toda la humanidad para que ésta participe en común de ella. Mas, admitido esto, a algunos lesresulta muy difícil entender cómo podrá un individuo particular tener posesión de cosa alguna. No sólo melimitaré a responder que, si es difícil justificar la propiedad partiendo de la suposición de que Dios entregó elmundo a Adán y a su posteridad para que todos lo tuvieran en común, sería también imposible que nadie,excepto un monarca universal, tuviese propiedad alguna si suponemos que Dios dio el mundo a Adán y a sussucesores directos, excluyendo al resto de la humanidad; no me limitaré a la respuesta que acabo de dar,digo, sino que también mostraré cómo los hombres pueden llegar a tener en propiedad varias parcelas de loque Dios entregó en común al género humano; y ello, sin necesidad de que haya un acuerdo expreso entre losmiembros de la comunidad.

26. Dios, que ha dado en común el mundo a los hombres, también les ha dado la razón, a fin de quehagan uso de ella para conseguir mayor beneficio de la vida, y mayores ventajas. La tierra y todo lo que hayen ella le fue dada al hombre para soporte y comodidad de su existencia. Y aunque todos los frutos que latierra produce naturalmente, así como las bestias que de ellos se alimentan, pertenecen a la humanidadcomunitariamente, al ser productos espontáneos de la naturaleza; y aunque nadie tiene originalmente unexclusivo dominio privado sobre ninguna de estas cosas tal y como son dadas en el estado natural, ocurre, sinembargo, que, como dichos bienes están ahí para uso de los hombres, tiene que haber necesariamente algúnmedio de apropiárselos antes de que puedan ser utilizados de algún modo o resulten beneficiosos para algúnhombre en particular. El fruto o la carne de venado que alimentan al indio salvaje, el cual no ha oído hablar de cotos de caza y es todavía un usuario de la tierra en común con los demás, tienen que ser suyos; y tan

suyos, es decir, tan parte de sí mismo, que ningún otro podrá tener derecho a ellos antes de que su propietariohaya derivado de ellos algún beneficio que dé sustento a su vida.

27. Aunque la tierra y todas las criaturas inferiores pertenecen en común a todos los hombres, cadahombre tiene, sin embargo, una propiedad que pertenece a su propia persona; y a esa propiedad nadie tienederecho, excepto él mismo. El trabajo de su cuerpo y la labor producida por sus manos, podemos decir queson suyos. Cualquier cosa que él saca del estado en que la naturaleza la produjo y la dejó, y la modifica consu labor y añade a ella algo que es de sí mismo, es, por consiguiente, propiedad suya. Pues al sacarla delestado común en el que la naturaleza la había puesto, agrega a ella algo con su trabajo, y ello hace que notengan ya derecho a ella los demás hombres. Porque este trabajo, al ser indudablemente propiedad deltrabajador, da como resultado el que ningún hombre, excepto él, tenga derecho a lo que ha sido añadido a lacosa en cuestión, al menos cuando queden todavía suficientes bienes comunes para los demás.

28. Ciertamente, quien se ha alimentado de las bellotas que él mismo ha recogido de debajo de unaencina, o de las manzanas que ha cosechado de los árboles del .bosque, puede decirse que se ha apropiado deellas. Nadie podrá negar que ese alimento es suyo. Pregunto, pues: ¿Cuándo empezaron esos frutos a pertenecerle? ¿Cuando los ha digerido? ¿Cuando los comió? ¿Cuando los coció? ¿Cuando se los llevó a sucasa? ¿Cuando los cogió en el campo? Es claro que si el hecho de recogerlos no los hizo suyos, ninguna otracosa podría haberlo hecho. Ese trabajo estableció la distinción entre lo que devino propiedad suya, y lo que permaneció siendo propiedad común. El trabajo de recoger esos frutos añadió a ellos algo más de lo que lanaturaleza, madre común de todos, había realizado. Y de este modo, dichos frutos se convirtieron en derecho privado suyo. ¿Podrá decir alguno que este hombre no tenía derecho a las bellotas o manzanas que él seapropió de este modo, alegando que no tenia el consentimiento de todo el género humano para tomarlas en pertenencia? ¿Fue un robo el apropiarse de lo que pertenecía comunitariamente a todos? Si el consentimiento

de todo el género humano hubiera sido necesario, este hombre se habría muerto de hambre, a pesar de laabundancia que Dios le había dado. Vemos en las tierras comunales que siguen siendo tales por virtud de unconvenio, que la apropiación de alguna de las partes comunales empieza cuando alguien las saca del estado

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en que la naturaleza las ha dejado. Sin esto, las tierras comunales no tendrían sentido. Y la apropiación deésta o de aquella parte no depende del consentimiento expreso de todos los comuneros. Así, la hierba que micaballo ha rumiado, y el heno que mi criado ha segado, y los minerales que yo he extraído de un lugar que yotenía un derecho compartido con los demás,- se convierten en propiedad mía, sin que haya concesión oconsentimiento de nadie. El trabajo que yo realicé sacando esos productos del estado en que se encontraban,me ha establecido como propietario de ellos.

29. Si hiciéramos del consentimiento explícito de cada comunero una condición necesaria para quealguien se apropiase alguna parte de lo que ha sido dado comunitariamente, entonces los niños o los criadosno podrían partir la carne que les hubiera sido proporcionada en común por su padre o su amo, sin que ésteles asignara a cada uno la parte que les corresponde en particular. Aunque el agua que sale de la fuente sea detodos, ¿quién pondrá en duda que la que está en el cántaro es de quien lo ha llenado? Su trabajo ha tomadoeso agua de las manos de la naturaleza, la ha sacado de ese estado en que pertenecía comunitariamente atodos, y se la ha apropiado para sí mismo.

30. Así, esta ley de la razón hace que el ciervo sea posesión del indio que lo ha matado; es de su propiedad porque él se ha tomado el trabajo de cazarlo, aunque antes todos tuvieran un derecho comunitariosobre el animal. Y entre aquéllos que se cuentan entre la parte civilizada de la humanidad y que han hecho y

multiplicado una serie de leyes positivas para determinar la propiedad, esta ley original de naturaleza que seaplicaba antes a los bienes comunes para establecer los orígenes de la apropiación, sigue siendo vigente. Yen virtud de ella, cualquier pez que uno pesque en el mar –ese gran bien comunal que continúa perteneciendo por igual a toda la humanidad–, y todo ambar gris10 que uno saque a la superficie, será propiedad suya enrazón de que esas cosas son el resultado de su trabajo, y de que él fue quien, con su esfuerzo, las sacó delestado en el que la naturaleza las había dejado. E incluso entre nosotros, la liebre que alguien está cazando,se considera propiedad de aquél que la persigue durante la caza; pues, tratándose de un animal que seconsidera todavía propiedad común de todos, quien dedique tanto esfuerzo a encontrarlo y a perseguirlo conel propósito de sacarlo del estado natural en el que ese animal era aún de la comunidad, habrá empezado a poseerlo como algo suyo.

Mas todo aquello que excede lo utilizable, será de otros.

31. Quizá pueda objetarse a esto que “si el hecho de recoger las bellotas y otros frutos de la tierrahace que tengamos derecho a ellos, entonces cualquiera podría aumentar su propiedad tanto como quisiese”.A lo cual respondo: no es así. Pues la misma ley de naturaleza que mediante este procedimiento nos da la  propiedad, también pone límites a esa propiedad. “Dios nos ha dado todas las cosas en abundancia” (1.Timoteo vi. 17), es la voz de la razón confirmada por la inspiración. Pero ¿hasta dónde nos ha dado Dios esaabundancia? Hasta donde podamos disfrutarla. Todo lo que uno pueda usar para ventaja de su vida antes deque se eche a perder, será lo que le esté permitido apropiarse mediante su trabajo. Mas todo aquello queexcede lo utilizable, será de otros. Dios no creó ninguna cosa para que el hombre la dejara echarse a perder o para destruirla. Y así, considerando la abundancia de provisiones naturales que durante mucho tiempo huboen el mundo, y la escasez de consumidores; y considerando lo pequeña que sería la parte de esa abundanciaque el trabajo de un hombre podría abarcar y acumular con perjuicio para los demás,. especialmente si dichohombre se mantuviese dentro de los límites establecidos por la razón, apropiándose solamente lo que pudiera

ser de su uso, sólo pudieron haberse producido muy pocos altercados y discusiones acerca de a propiedad asíestablecida.

32. Mas, como la cuestión principal acerca de la propiedad no se refiere hoy día a los frutos de latierra ni a las bestias que en ella habitan, sino a la tierra misma al ser ésta- la que contiene y lleva consigotodo lo demás, diré que la propiedad de la tierra se adquiere también, como es obvio, del mismo modo que enel caso anterior. Toda porción de tierra que un hombre labre, plante, mejore, cultive y haga que produzcafrutos para su uso, será propiedad suya. Es como si, como resultado de su trabajo, este hombre pusiera cercasa esa tierra, apartándola de los terrenos comunales. Este derecho suyo no quedará invalidado diciendo quetodos los demás tienen también un derecho igual a la tierra en cuestión y que, por lo tanto, él no puedeapropiársela, no puede cercarla sin el consentimiento de todos los demás comuneros, es decir, del resto de lahumanidad. Dios, cuando dio el mundo comunitariamente a todo el género humano, también le dio al

 10 [Es la sustancia sólida, derivada de una secreción biliar que producen las ballenas; que se utiliza en la fabricación decosméticos. También se empleaba como medicina anticatarral.]

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hombre el mandato de trabajar; y la penuria de su condición requería esto de él. Dios, y su propia razón,ordenaron al hombre que éste sometiera la tierra, esto es, que la mejorara para beneficio de su vida,agregándole algo que fuese suyo, es decir, su trabajo. Por lo tanto, aquél que obedeciendo el mandato deDios, sometió, labró, y sembró una parcela de la tierra, añadió a ella algo que era de su propiedad y a lo queningún otro tenía derecho ni podía arrebatar sin cometer injuria.

33. Y esta apropiación de alguna parcela de tierra, lograda mediante el trabajo empleado enmejorarla, no implicó perjuicio alguno contra los demás hombres. Pues todavía quedaban muchas y buenastierras, en cantidad mayor de la que los que aún no poseían terrenos podían usar. De manera que,efectivamente, el que se apropiaba una parcela de tierra no les estaba dejando, menos a los otros; pues quiendeja al otro tanto como a éste le es posible usar, es lo mismo que si no le estuviera quitando nada enabsoluto. Nadie que tuviera todo un río para calmar su sed podría sentirse perjudicado porque un hombre bebiese de esa misma agua, aunque tomase de ella un buen trago. Tanto si se trata de tierras como de agua,allí donde hay cantidad suficiente, el caso es el mismo.

34. Dios ha dado a los hombres el mundo en común; pero como se lo dió para su beneficio y paraque sacaran de él lo que más les conviniera a su vida, no podemos suponer que fuese la intención de Diosdejar que el mundo permaneciese siendo terreno comunal y sin cultivar. Ha dado el mundo para que el

hombre trabajador y racional lo use; y es el trabajo lo que da derecho a la propiedad, y no los delirios y laavaricia de los revoltosos y los pendencieros. Aquél a quien le ha quedado lo suficiente para su propiamejora, no tiene necesidad de quejarse, y no debería interferirse en lo que otro ha mejorado con su trabajo. Silo hiciera, sería evidente que estaba deseando los beneficios que otro ya había conseguido como fruto de sulabor, cosa a la que no tendría derecho. Y no estaría deseando la tierra que Dios le dió en común con losdemás, y de la cual quedaba tanta y de tan buena calidad como la que ya había sido poseída, e incluso muchamás de la que él podría utilizar o abarcar con su trabajo.

35. Es cierto que en las tierras comunales de Inglaterra o de cualquier otro país en el que muchagente con dinero y comercio vive bajo un gobierno, nadie puede cercar o apropiarse parcela alguna sin elconsentimiento de todos los co-propietarios. Pues esas tierras llegaron a ser comunales mediante pacto, esdecir, por la ley de la tierra, la cual no debe ser violada. Y aunque estos terrenos sean comunales con

respecto a algunos hombres, no lo son con respecto a toda la humanidad; sólo son propiedad común dentrode un país determinado, o de una parroquia. Además, la tierra restante, después de la parcelación, no sería tan buena para los demás co-propietarios como lo era cuando podían hacer uso de toda ella; lo cual no sucedía al principio cuando la gran tierra comunal del mundo entero empezó a poblarse. La ley bajo la que el hombrevivía le ordenaba que ejerciese la apropiación. Dios, y sus propias necesidades, forzaban al hombre atrabajar. Y lo que había conseguido como resultado de su trabajo era propiedad suya y no podía serlearrebatado. Vemos, pues, que la sumisión o cultivo de la tierra y el dominio sobre ella, son cosas que vanunidas. La una daba derecho a la otra. De tal manera, que dios, al mandar que la tierra fuese sometida, estabadando también la autoridad de apropiársela. Así, que es la misma condición de la vida humana, la cualrequiere trabajo y bienes materiales en los que trabajar, la que da lugar a que haya posesiones privadas.

36. La naturaleza ha dejado bien sentado cuáles han de ser los límites de la propiedad, pues éstos

dependerán del trabajo que realice un hombre y de lo que le resulte conveniente para vivir. Ningún trabajohumano fue capaz de apropiárselo todo; y tampoco podía disfrutar hombre alguno más que de parte pequeña.Según esto, era por tanto, imposible que ningún hombre se entrometiera en los derechos de otro, o adquiriese propiedad para sí mismo con perjuicio de su vecino, el cual tendría todavía sitio suficiente para adquirir  posesiones tan buenas y tan extensas, en la misma cantidad que cuando la apropiación del otro no habíatenido lugar. Esta limitación confinaba a cada hombre a obtener posesiones en proporción moderada, y sóloen la medida en que le fuera posible obtener propiedad sin dañar a nadie; así fue en las primeras edades delmundo, cuando los hombres corrían más peligro de perderse si se alejaban los unos de los otros en el vastoespacio de la tierra deshabitada, que de estorbarse mutuamente por falta de lugar donde afincarse. Y esamisma medida puede seguir permitiéndose hoy sin perjuicio de nadie, por muy lleno que nos parezca queestá el mundo.

Supongamos que a un hombre o a una familia en su condición primigenia, cuando el mundoempezaba a poblarse por los hijos de Adán o de Noé, se le hubiera permitido instalarse en alguno de loslugares desocupados del interior de América. Si así hubiera sido, descubriríamos que las posesiones que estehombre o familia fue capaz Je apropiarse según la medida que hemos dicho, no pudieron ser muy extensas,

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ni causar perjuicio, aun en el día de hoy, al resto del género humano; y tampoco podrían dar a los hombresrazón para quejarse o para pensar que habían sido perjudicados por esa apropiación, a pesar de que la especiehumana se ha extendido a todas las esquinas del mundo y es infinitamente más numerosa de lo que lo fue al principio. Y yo añadiría, además, que las dimensiones de una tierra son de tan poco valor si esa tierra no hasido cultivada, que, según he oído decir, en España le está permitido a un hombre labrar, sembrar y cosechar,sin que nadie le moleste, una parcela de tierra, sin tener. más derecho a ella que el que le proporciona el estar  poniéndola en uso. Y no sólo. eso, sino que también los habitantes de ese país se consideran deudores deaquél que, mediante su trabajo, ha puesto en producción las tierras abandonadas e improductivas,acrecentando así la cantidad de grano que ellos necesitaban. Mas, sea como fuere, pues no voy a insistir enesto, lo que sí me atrevo a afirmar sin duda alguna es lo siguiente: que esa misma regla de la propiedad, asaber, que cada hombre sólo debe posesionarse de aquello que le es posible usar, puede seguir aplicándose enel mundo sin perjuicio para nadie; pues hay en el mundo tierra suficiente para abastecer al doble de sushabitantes, si la invención del dinero y el tácito consentimiento de asignarle a la tierra un valor no hubiesedado lugar al hecho de posesionarse de extensiones de tierra más grande de lo necesario, y a tener derecho aellas. Cómo pudo esto realizarse, es asunto que iré detallando a continuación.

37. Es claro que, en el principio, antes de que el deseo de tener más de lo necesario hubiese alteradoel valor intrínseco de las cosas, el cual sólo depende de su grado de utilidad para la vida de un hombre, y

antes de que los hombres hubiesen acordado que una pequeña pieza de metal amarillo inoxidable eincorruptible tuviese el mismo valor que un gran trozo de carne o todo un montón de grano, los hombres podían apropiarse con derecho, mediante su trabajo, de tantas cosas naturales como fuesen capaces de usar;mas estas cosas no pudieron ser muchas, ni causaron perjuicio a nadie allí donde una cantidad igual fuedejada para uso de quienes estuvieron dispuestos a emplear el mismo trabajo. A lo cual me permito añadir que aquél que, mediante su propio esfuerzo, se apropia de una parcela de tierra, no sólo no disminuye la propiedad común de la humanidad, sino que la acrecienta; pues los frutos en beneficio de la vida humana queson producidos por un acre de tierra cultivada, resultan ser –sin exageración– diez veces más que los producidos por un acre de tierra igualmente fértil que no es aprovechado y continúa siendo terreno comunal.Por lo tanto, aquél que parcela una porción de tierra y mejora su vida, mediante el cultivo de diez acres,mucho más de lo que la mejoraría dejando cien acres en su estado natural, puede decirse que está dandonoventa acres, al género humano; y ello es, así, porque su trabajo está proporcionándole frutos sacados de

una parcela de diez acres, en cantidad equivalente a la que produciría una tierra comunal de cien. Mas si digoque la productividad de la tierra cultivada es diez veces mayor que la de la no cultivada, la verdad es queestoy calculando muy por lo bajo; más acertado sería decir que la proporción se aproxima al ciento por uno.Pues habría que preguntarse si de verdad en las tierras salvajes de América que no han sido cultivadas y permanecen en su estado natural,. sin ninguna mejora, labranza o cultivo, mil acres producen los mismos bienes utilizables para la vida, que los que producen diez acres de tierra. igualmente fértil en el condado deDevonshire donde han sido cultivados.

Antes de apropiarse de la tierra, todo aquél que recogía tantos frutos silvestres como era capaz, ymataba, apresaba o domaba tantas bestias como le era posible; y todo aquél que empleaba su esfuerzoaplicándolo a los productos espontáneos de la naturaleza alterando el estado en el que la naturaleza los habíadejado, adquiría así la propiedad de ellos. Pero si estos bienes perecían en su posesión sin que él hubierahecho uso de ellos; es decir, si los frutos sacados de la tierra se corrompían, o si la carne de venado se echaba

a perder antes de que él pudiera consumirla, ello constituía una ofensa contra la ley común de la naturaleza.Pues el hombre sólo tenía derecho a aquello que podía serle útil y beneficioso para su vida.

38. Asimismo, iguales reglas gobernaban la posesión de la tierra. Todo terreno que era labrado ycosechado por un hombre, y cuyos frutos podían ser utilizados por él antes de que se echaran a perder, eran por derecho propiedad suya. Y todo pasto que él pudiese acorralar, mantener y utilizar era también suyo, asícomo los productos del ganado. Pero si la hierba de su corral se echaba a perder en la misma tierra, o si losfrutos de su huerta perecían sin haber sido cosechados, esa parcela de terreno, aunque estuviese cercada,  podía considerarse como terreno silvestre y cualquier otra persona podía tomarlo en posesión. Así, al principio de los tiempos, Caín pudo tomar tanto terreno como él fuese capaz de poner en cultivo, haciéndolosuyo; y, a la vez, pudo dejar a Abel suficiente terreno para que las ovejas de éste pastaran11. Unos pocosacres podrían haber bastado para satisfacer las posesiones de ambos. Mas, a medida que las familias fueroncreciendo y su trabajo fue aumentando sus bienes, sus posesiones aumentaron también de acuerdo con sus

 11 [Véase Génesis iv. 2-5.]

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necesidades. Sin embargo, no hubo por lo general ninguna apropiación fija de la tierra, utilizada, hasta quelas familias se establecieron reunidas en grupo y construyeron ciudades; y entonces, por consentimiento,fijaron los límites de sus respectivas parcelas y acordaron marcar límites entre la propia y la del vecino; ymediante leyes internas, estipularon lo que era propiedad entre los componentes de un mismo cuerpo social.Pues vemos que en aquellas partes del mundo que primero fueron habitadas y por lo tanto, las más pobladas,las gentes, desde tiempos tan antiguos como os de Abraham, trashumaban de un lugar a otro con susganados, los cuales eran su modo de subsistencia. Y esto lo hizo Abraham en un país en el que él eraextranjero. De lo cual resulta evidente que una gran parte de la tierra seguía siendo terreno comunal, y quelos habitantes no le habían asignando un valor ni habían reclamado como propiedad suya más de lo que  podían utilizar. Y cuando no había suficiente espacio en un mismo lugar para que los ganados pastasen  juntos, se separaban y, por mutuo consentimiento, extendían sus tierras de pasto hasta donde les parecíaoportuno. Así lo hicieron Abraham y Lot (Génesis xiii. 5) y, por esa misma razón, Esaú se apartó de su padrey de su hermano, y se estableció en el Monte Seir (Génesis xxxvi. 6).

39. Y así, sin partir de la suposición de que Adán ejerció un dominio. privado y una propiedad sobreel mundo entero con exclusión de los demás hombres 12, cosa que no puede probarse, ni de la cual puedededucirse propiedad alguna para nadie; sin partir, digo, de esa suposición, sino, más bien, suponiendo que elmundo fue dado, como de hecho lo fue, comunitariamente a los hijos de los hombres, vemos cómo el trabajo

 pudo hacer que los hombres pudieran tener derecho individual a sus respectivas parcelas para su uso privado.Y de ahí también se deduce que no pudo haber duda con respecto a tales derechos y que, por lo tanto, nohubo lugar a disputas.

40. Tampoco es tan extraño como quizá pudiese parecerlo a primera vista el hecho de que el trabajosea capaz de dar más valor a la tierra que cuando ésta era comunal; pues es el trabajo lo que introduce ladiferencia de valor en todas las cosas. Que cada uno considere la diferencia que hay entre un acre de tierra enel que se ha plantado tabaco o azúcar, trigo o cebada, y otro acre de esa misma tierra dejado como terrenocomunal, sin labranza alguna; veremos, entonces, que la mejora introducida por el trabajo es lo que añade ala tierra cultivada la mayor parte de su valor. Pienso que sería un cálculo muy modesto decir que, de los productos de la tierra que le son útiles al hombre, nueve décimas partes son el resultado del trabajo. Pues siestimamos justamente las cosas tal y como nos llegan para nuestro uso, y sumamos los diversos gastos que se

han invertido en ellas, esto es, lo que estrictamente deben a la naturaleza y lo que deben a nuestro trabajo,nos daremos cuenta de que en la mayor parte de ellas el noventa y nueve por ciento debe atribuirse a nuestroesfuerzo.

41. No puede haber demostración más clara de esto que digo, que lo que vemos en vanas naciones deAmérica, las cuales son ricas en tierra y pobres en lo que se refiere a todas las comodidades de la vida;naciones a las que la naturaleza ha otorgado, tan generosamente como a otros pueblos, todos los materialesnecesarios para la abundancia: suelo fértil, apto para producir en grandes cantidades todo lo que pueda servir de alimento, vestido y bienestar; y sin embargo, por falta de mejorar esas tierras mediante el trabajo, esasnaciones ni siquiera disfrutan de una centésima parte de las comodidades que nosotros disfrutamos. Y hastaun rey en esos vastos y fructíferos territorios, se alimenta, se aloja y se viste peor que un jornalero deInglaterra.

42. A fin de que esto quede un poco más claro, repasemos el camino que siguen algunos productosnecesarios para la vida antes de que estén listos para nuestro consumo; y veremos que gran parte de su valor lo reciben del trabajo humano que se ha invertido en ellos. El pan, el vino y el vestido son cosas de usodiario, que se utilizan en cantidad. Sin embargo, si no fuera porque el trabajo nos hubiese proporcionadoestos productos, nuestro pan, nuestra bebida y nuestros vestidos no serían mas que bellotas, agua, hojas o pieles. Pues si el pan tiene más valor que las bellotas, el vino más que el agua, y los vestidos más que lashojas o las pieles, ello se debe enteramente al trabajo y a la industria. Las materias primas son las queconstituyen el alimento y la cobertura que la naturaleza misma nos da, sin intervención humana alguna; perolos productos elaborados para el consumo son preparados mediante el trabajo y el esfuerzo. En qué medidatienen éstos más valor que aquéllas, lo veremos si computamos cuánto trabajo es invertido en la mayor partede las cosas de las que disfrutamos en este mundo. Veremos, también que la tierra que proporciona lasmaterias primas es de escaso valor, si es que tiene a alguno; tan poco, que, incluso entre nosotros, la tierra

 12 [Tal es el presupuesto en el que se basa la doctrina de Robert Filmer.]

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que es dejada en su estado natural, que no se mejora para el pastoreo y no se labra ni siembra, es llamadatierra yerma13, y ciertamente lo es, y vemos que el beneficio que de ella se deriva es prácticamente nulo.

Ello muestra cuán preferible es tener muchos hombres a tener vastos dominios; y que el aumento detierras y el derecho de emplearlas es el gran arte del gobierno; y que un príncipe que sea prudente y que,mediante leyes que garanticen la liberta proteja el trabajo honesto de la humanidad y dé a los súbditosincentivo para ello, oponiéndose al poder opresivo y a las limitaciones de partido, pronto se convertirá enalguien demasiado fuerte como para que sus vecinos puedan competir con él. Pero esto lo digo a modo dedigresión. Volvamos a la cuestión que veníamos tratando.

43. Un acre de tierra que aquí produce veinte bushels14 de trigo, y otro que, en América, con lamisma labranza, produjese lo mismo, son sin duda alguna, de un intrínseco valor natural idéntico. Y, sinembargo, el beneficio que la humanidad recibe del primero tiene un valor de 5 libras anuales, mientras que elsegundo ni siquiera valdría un penique si todo el beneficio que un indio recibiese de él fuese valorado yvendido aquí; podría decirse con verdad que no valdría ni una milésima parte. Es, pues, el trabajo, lo que pone en la tierra la gran parte de su valor; sin trabajo, la tierra apenas vale nada. Y es también al trabajo a loque debemos la mayor parte de los productos de la tierra que nos son útiles. Pues lo que hace que la paja, elgrano y el pan producidos por aquel acre de trigo sean más valiosos que lo que pueda producir naturalmenteun acre de tierra sin cultivar, es enteramente un efecto del trabajo. Porque no es sólo el esfuerzo de quien

empuñó el arado, ni el trabajo de quien trilló y cosechó el trigo, ni el sudor del panadero, las únicas cosas quehemos de tener en cuenta al valorar el pan que nos comemos, sino que también debemos incluir el trabajo dequienes domesticaron a los bueyes que sacaron y transportaron el hierro y las piedras; el de quienesfabricaron la reja del arado y dieron forma a la rueda del molino, y el de quienes construyeron el horno ocualquiera de los utensilios, que son numerosísimos, empleados desde el momento en que fue sembrada lasemilla, hasta que el pan fue hecho. Todo debe añadirse a la cuenta del trabajo y ha de considerarse comoefecto suyo. La naturaleza y la tierra sólo producen las materias primas que, en sí mismas, son las menosvaliosas. De ser posible, resultaría curioso hacer un catálogo completo de las cosas que han sido utilizadas  para producir una hogaza de pan antes de que ésta sea consumida por nosotros: hierro, madera, cuero,corcho, piedra, ladrillos, carbón, lima, lienzos, tintes, brea, mástiles y todos los materiales que se utilizaronen el barco que transportó las provisiones usadas por cualquiera de los obreros que realizaron alguna partedel trabajo. Pero resultaría casi -'imposible o, por lo menos, demasiado largo, confeccionar una lista

completa.

44. De todo lo cual resulta evidente que aunque las cosas de la naturaleza son dadas en común, elhombre, al ser dueño de sí mismo y propietario de su persona y de las acciones y trabajos de ésta, tiene en símismo el gran fundamento de la propiedad. Y todo aquello que vino a constituir la parte mayor de lo que élempleó para procurarse apoyo o comodidad cuando los inventos y las artes mejoraron las cualidades de vida,fue completamente suyo y no perteneció comunitariamente a los demás.

45. Así, el trabajo en un principio, dio el derecho de propiedad a cualquier persona que quisieraemplearlo e lo que hasta entonces había sido del común; y estas cosas comunitarias existieron durantemucho tiempo en mayor cantidad de lo que era utilizable por el hombre. Al principio, la mayoría de loshombres se contentaba con lo que la desnuda naturaleza les ofrecía para satisfacer sus necesidades; y aunque

después, en algunas partes del mundo –allí donde la población y el ganado habían crecido, y mediante el usodel dinero habían hecho que la tierra escaseara y que, por lo tanto, tuviese algún valor– las diferentescomunidades fijaron las fronteras de sus territorios respectivos, y mediante leyes dictadas dentro de lascomunidades mismas, regularon las propiedades de los individuos de su sociedad, y así, mediante pactos yconvenios, establecieron la propiedad que ya se había iniciado con el trabajo y la laboriosidad, y las ligasentre los diferentes estados y reinos renunciaron expresa o tácitamente a toda pretensión o derecho a la tierraque ya estaba en posesión dentro de cada otro estado o reino, y, con ello, renunciaron a reclamar el derechonatural que originalmente cada país tenía con respecto a otro, y mediante un acuerdo positivo cada naciónfijó su propiedad en parcelas y territorios separados los unos de los otros, sin embargo, todavía se encuentranhoy grandes porciones de tierra que, al no haberse unido sus habitantes con el resto de la humanidad en elacuerdo de utilizar dinero común, permanecen sin cultivar; y como esas tierras son proporcionalmente

 13 [La expresión inglesa que utiliza Locke es “waste”, cuya traducción. literal sería “tierra de desecho”.]14 [1 bushel = 0.036 m3.]

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mucho mayores que el número de gentes que viven en ellas, continúan en estado comunal. Mas estodifícilmente podría darse entre esa parte de la humanidad que ha consentido en la utilización del dinero.

46. La mayor parte de las cosas que verdaderamente son útiles para la vida del hombre y que lanecesidad de subsistir hizo que fuesen buscadas por el género humano cuando este vivía en condicióncomunal, lo mismo que hoy hacen los indios americanos, son generalmente cosas de poca duración. De talmanera, que si no son utilizadas para el consumo, se deterioran y perecen pronto. El oro, la plata y losdiamantes son cosas que han recibido su valor del mero capricho o de un acuerdo mutuo; pero son de menosutilidad para las verdaderas necesidades de la vida. Ahora bien, de todos esos bienes que la naturaleza había proporcionado comunalmente, cada individuo tenía derecho a ellos en la medida en que pudiera usarlos,como ya hemos dicho; y podía apropiárselos en la medida en que los hubiera mejorado con su trabajo. De talmodo, que todo aquello que pudiera ser afectado por su laboriosidad, y alterado de la condición en que lanaturaleza lo había puesto, era suyo. Aquél que recogía cien bushels de bellotas o de manzanas, adquiríaautomáticamente propiedad sobre ellas, es decir, que, eran suyas por el mero hecho de recogerlas. Lo únicoque el propietario debía tener en cuenta, era hacer uso de ellas antes de que se echaran a perder; si no, habríatomado más de lo que le correspondía y, por ello mismo, estaría robando a los otros. Y era, ciertamente, cosainsensata, además de deshonesta, acumular más de lo que podía ser utilizado. Si, a fin de que esos frutos nose pudrieran inútilmente en su posesión, regalaba una parte a otra persona, puede decirse que también estaba

haciendo uso de ellos. Y si trocaba ciruelas que se habrían echado a perder en una semana, por nueces que seconservarían en condiciones comestibles durante todo un año, tampoco estaba haciendo daño a nadie, esdecir, que no estaba desperdiciando los productos del común, ni estaba destruyendo parte alguna de los  bienes que pertenecían a los demás, siempre que no permitiera que se echaran a perder en sus manos.Asimismo, si cambiaba sus nueces por una pieza de metal porque le gustaba el color de ésta; o si trocaba suganado por conchas, o lana por una gema vistosa o por un diamante, y se los quedaba durante toda su vida,tampoco estaba entrometiéndose en los derechos de los demás; de estos objetos durables podía acumular tantos como quisiese, pues lo que rebasaba los límites de su justa propiedad no consistía en la cantidad decosas poseídas, sino en dejar que se echaran a perder, sin usarlas, las que estaban en su poder.

47. Así fue como se introdujo el uso del dinero: una cosa que los hombres podían conservar sin quese pudriera, y que, por mutuo consentimiento, podían cambiar por productos verdaderamente útiles para la

vida, pero de naturaleza corruptible.

48. Y así como los diferentes grados de laboriosidad permitían que los hombres adquiriesen posesiones en proporciones diferentes, así también la invención del dinero les dió la oportunidad de seguir conservando dichas posesiones y de aumentarlas. Supongamos una isla separada de todo posible comerciocon el resto del mundo, en la que sólo habitaran cien familias y en las que hubiese ovejas, caballos y vacas,además de otros animales útiles, abundancia de frutos, y tierra y grano suficientes para abastecer a cien milfamilias más; pero supongamos asimismo que en dicha isla, al ser sus productos de naturaleza común ocorruptible, no hubiese nada que pudiese ser utilizado, como dinero. ¿Que razón podría tener ninguno de sushabitantes para aumentar sus posesiones más allá de lo necesario para su familia y para que ésta viviera en laabundancia consumiendo lo que su propia laboriosidad le había procurado o lo que pudiese obtener de susvecinos mediante el trueque de otros productos igualmente útiles y corruptibles? Allí donde no hay nada que

sea duradero y escaso, con valor suficiente para que merezca ser acumulado, no podrán los hombresincrementar sus posesiones de tierra, por muy rica que ésta sea, y a pesar de que puedan tomarla libremente.Porque yo pregunto: ¿Qué valor daría un hombre a diez mil o a cien mil acres de tierra excelente, biencultivada, poblada de ganados, en la parte interior de América, lugar en el que no tendría esperanza deestablecer comercio con otras partes del mundo a fin de obtener dinero mediante la venta de sus productos? No merecería la pena que este hombre pusiera cercas a su terreno, y pronto lo veríamos entregarlo al comúnde la tierra natural, quedándose sólo con aquella parte que le permitiera abastecerse a sí mismo y a su familiacon lo que necesitasen para vivir allí.

49. Esta fue, en un principio, la situación en América, mucho más de lo que lo es ahora; pues enninguna parte se conocía allí cosa parecida al dinero. Mas tan pronto como un hombre descubre que hay algoque tiene el uso y el valor del dinero, en sus relaciones con sus vecinos, veremos que ese hombre empieza aaumentar sus posesiones.

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50. Ahora bien, como el oro y la plata, al ser poco útiles para la vida de un hombre en comparacióncon la utilidad del alimento, del vestido y de los medios de transporte, adquieren su valor, únicamente, por elconsentimiento de los hombres, siendo el trabajo lo que, en gran arte, constituye la medida de dicho valor, esclaro que los hombres han acordado que la posesión de la tierra sea desproporcionada y desigual. Pues,mediante tácito y voluntario consentimiento, han descubierto el modo en que un hombre puede poseer mástierra de la que es capaz de usar, recibiendo oro y plata a cambio de la tierra sobrante; oro y plata pueden ser acumulados sin causar daño a nadie, al ser metales que no se estropean ni se corrompen aunque permanezcanmucho tiempo en manos de su propietario. Esta distribución de las cosas según la cual las posesiones privadas son desiguales, ha sido posible al margen de las reglas de la sociedad y sin contrato alguno; y ello seha logrado, simplemente, asignando un valor al oro y a la plata, y acordando tácitamente la puesta en uso deldinero; pues, en los gobiernos, las leyes regulan el derecho de propiedad, y la posesión de la tierra esdeterminada por constituciones positivas.

51. Y así, según pienso, resulta muy fácil entender cómo el trabajo empezó a ser un título de propiedad en cosas comunes de fa naturaleza, y como esa propiedad fue limitada por el uso que hacíamos deella. De manera que no puede haber razón para disputas en lo referente al derecho a la propiedad, ni dudaalguna con respecto a la extensión de las posesiones que ese derecho permitía. El derecho y la convenienciaiban unidos; pues del mismo modo que un hombre tenía derecho a todo aquello que él pudiese abarcar con su

trabajo, tampoco tenía tentaciones de trabajar en más tierra de la que pudiese hacer uso. Esto cerraba elcamino a toda controversia acerca de los derechos a la propiedad, e impedía también que se violaran losderechos de otros. La parcela que un hombre labraba para sí mismo era claramente visible; y era inútil ydeshonesto que labrase demasiado terreno o que tomara más de lo que le servía para satisfacer susnecesidades.

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CAPÍTULO 7DE LA SOCIEDAD POLÍTICA O CIVIL

77. Dios, al hacer del hombre una criatura que, según el juicio divino, no era bueno que estuviesesola, lo puso bajo fuertes obligaciones, tanto de necesidad como de conveniencia, que lo inclinaban a vivir en

sociedad; y le otorgó también un entendimiento y un lenguaje que le permitieran continuar su condiciónsociable, y disfrutarla. La primera sociedad que se creó fue la de hombre y mujer; y esto dio luego lugar a lasociedad entre padres e hijos. Conforme fue pasando el tiempo, a ésta se le añadió la sociedad entre amo ysiervo. Y aunque todos ellos pudieron reunirse, y de hecho se reunieron en la mayoría de los casos formandouna sola familia en la que el amo y señor, o la ama y señora, ejercieron una cierta autoridad familiar, todosestos individuos, tomados por separado o tomados en conjunto, no llegaron a formar una sociedad política,según veremos cuando consideremos los diferentes fines, vínculos y obligaciones de cada una de éstas.

78. La sociedad conyugal se forma mediante un contrato voluntario entre un hombre y una mujer. Yaunque consiste principalmente en una unión mutua y en el derecho a hacer uso del cuerpo del cónyuge paraalcanzar el fin primario del matrimonio, que es la procreación, también lleva consigo una ayuda y asistenciamutuas, y también una comunión de intereses, no sólo necesaria para unir su cuidado y afecto, sino también

 para la buena crianza de sus retoños, los cuales tienen el derecho de ser alimentados y mantenidos por los padres hasta que sean capaces de valerse por sí mismos.

79. Pues al ser la finalidad de la unión entre hombre y mujer, no sólo la procreación a secas, sinotambién la propagación de la especie, esta unión entre varón y hembra debe continuar una vez consumada la procreación, y durante el tiempo que sea necesario para alimentar y mantener a los jóvenes, los cuales debenrecibir sostenimiento de quienes los concibieron, hasta que puedan independizarse y valerse por sí mismos.Esta regla que el infinitamente sabio Hacedor ha impuesto a todo lo que es obra suya, vemos que esrigurosamente obedecida por las criaturas inferiores. En los animales vivíparos que se alimentan de hierba, launión entre macho y hembra sólo dura lo que dura el acto mismo de la copulación; pues como la ubre de lamadre es suficiente para alimentar a la cría hasta que ésta pueda comer hierba, el macho sólo se limita a

fecundar a la hembra, y no se preocupa luego de ésta ni de la cría, pues él nada puede hacer que contribuya amantenerlas. Pero entre las bestias de presa, la unión dura más tiempo; pues como la hembra no puedealimentarse debidamente a sí misma y a las numerosas crías con lo que ella caza –siendo este un modo devivir mucho más peligroso que el de pastar en la hierba–, la ayuda del macho es necesaria para elmantenimiento de la familia, la cual no podrá subsistir sin la asistencia conjunta del macho y de la hembra,hasta que las crías sean capaces de cazar por sí mismas. Lo mismo se observa en todos los pájaros (exceptoen algunos domésticos que disponen de comida suficiente, lo que excusa al macho de alimentar y cuidar a los polluelos), cuyas crías, al necesitar que se les traiga el alimento al nido, hacen que el padre y la madre tenganque permanecer unidos hasta que ellas sean capaces de usar las alas y valerse por sí mismas.

80. Y en esto radica, según pienso, la razón principal, si es que no es la única, de por qué, entre loshumanos, el varón y la hembra permanecen unidos por tiempo más largo que el resto de las criaturas: porque

la hembra es capaz de concebir otra vez, y de facto es común que de nuevo conciba y dé a luz a una nuevacriatura, mucho antes de que la primera deje de depender de la ayuda de sus padres y pueda valerse por símisma. Por eso ocurre que el padre, que está obligado a cuidar a los hijos que ha engendrado, está también bajo la obligación de continuar en sociedad conyugal con la misma mujer por mucho más tiempo que otrascriaturas cuyos retoños son capaces de subsistir por sí mismos antes de que la época de la procreación vuelvaotra vez; así, en la mayoría de las criaturas, el lazo conyugal se deshace pronto, y macho y hembra quedan enlibertad hasta que Himeneo17 , en su acostumbrada visita anual, los convoca otra vez para que elijan nueva  pareja. Considerando todo esto, uno no puede dejar de admirar la sabiduría del gran Creador, el cual,habiendo dado al hombre la capacidad de previsión y la facultad de prepararse para el futuro, así como la deabastecer sus necesidades en el presente, ha hecho necesario que la asociación entre hombre y mujer duremás tiempo que la que tiene lugar entre machos y hembras de otras especies; pues, de este modo, suindustriosidad puede ser fomentada y sus intereses pueden unirse para hacer provisión y acumulación de

  bienes para su uso común, cosa que podría ser fácilmente impedida si la sociedad conyugal fuese másinestable y estuviera sujeta a disolverse con mayor facilidad y frecuencia. 17 [En la mitología griega, el dios nupcial.]

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81. Mas a pesar de estos vínculos que pesan sobre el género humano y que hacen que los lazosconyugales sean más firmes y duraderos en el hombre que en cualquier otra especie animal, podríamos conrazón preguntarnos por qué este pacto no puede ser cancelado una vez que la procreación se ha consumado yla educación y la herencia han sido aseguradas y preparadas, ya por consentimiento mutuo, o después quehaya pasado cierto tiempo, o cuando se cumplen ciertas condiciones, como ocurre con otros pactosvoluntarios que, ni por la naturaleza del pacto mismo, ni por los fines que con él se pretende lograr, sonnecesariamente vitalicios. Lo que quiero decir es que pactos de este tipo no están regulados por ley positivaque ordene que deban ser perpetuos.

82. Pues sucede que el marido y la mujer, aunque tienen una preocupación en común 18, poseen sinembargo entendimientos diferentes; y habrá casos en los que, inevitablemente, sus voluntades respectivashabrán de diferir. Será por tanto necesario que la última decisión, es decir, el derecho de gobierno, se leconceda a uno de los dos; y habrá de caer naturalmente del lado del varón, por ser éste el más capaz y el másfuerte. Mas esto, al ser sólo aplicable a aquellas cosas que se refieren a sus intereses y a su propiedad, deja ala madre en plena y libre posesión de lo que por contrato es un derecho peculiarmente suyo; y no da alhombre más poder sobre la vida de la mujer, que el que la mujer tiene sobre la vida del hombre. Así, el poder del marido está tan lejos de ser el mismo que el de un monarca absoluto, que la mujer tiene en muchos casosla libertad de separarse de él cuando el derecho natural o el contrato establecido entre ambos lo permite,

tanto si ese contrato ha sido hecho en un estado de naturaleza, como si se ha realizado según las costumbreso las leyes del país en el que viven; y los hijos, una vez consumada la separación conyugal, estarán bajo lacustodia del padre o de la madre, según el contrato lo haya determinado.

83. Pues como todos los fines del matrimonio han de procurarse tanto bajo un gobierno políticocomo en el mero estado de naturaleza, el magistrado civil no puede limitar ni el derecho ni el poder delmarido o de la mujer que son necesarios para alcanzar esos fines, a saber: la procreación y la ayuda y apoyomutuos mientras los esposos permanecen juntos. Así, lo único que podrá decidir el magistrado serán lascontroversias que puedan surgir entre marido y mujer en lo referente a esos fines. Si fuera de otro modo, y laabsoluta soberanía y poder sobre la vida y la muerte perteneciesen naturalmente al padre y fuesen necesariosen la sociedad que forman marido y mujer, no podría haber matrimonio en aquellos países donde al maridono se le permite esa autoridad absoluta. Pero como los fines del matrimonio no requieren del marido un

 poder así, tampoco la condición matrimonial le da dicho poder, pues no es éste necesario en tal estado. Lasociedad conyugal podría subsistir y alcanzar sus fines sin ese poder absoluto del marido; y es más: lacomunidad de bienes y el poder sobre ellos, la ayuda y mantenimiento mutuos, y todas las demás cosas que pertenecen a la sociedad conyugal, pueden variarse y regularse por el contrato que une al marido y a la mujer en matrimonio; lo único que es requerido es que el contrato matrimonial sea consistente con la procreación ycría de los hijos hasta que éstos puedan valerse por sí mismos. Nada es, pues, necesario en sociedad alguna,que no sea necesario para alcanzar los fines para los que fue establecida.

84. La sociedad entre padres e hijos, y los distintos derechos y poderes que pertenecenrespectivamente a cada uno de ellos, es asunto que ya he tratado tan por extenso en el capítulo precedente,que nada necesito decir aquí sobre el particular. Y me parece sobremanera claro que este tipo de sociedaddista mucho de una sociedad civil.

85. Amo y siervo son nombres tan viejos como la historia, pero se ha dado a individuos de muydiferente condición. Pues un hombre libre se hace siervo de otro vendiéndole, por un cierto tiempo, elservicio que se compromete a hacer a cambio del salario que va a recibir; y aunque, por lo común, estacircunstancia lo hace formar parte de la familia de su amo y lo somete a la ordinaria disciplina de éste, sóloda al amo un poder pasajero sobre él, y exclusivamente dentro de los límites del contrato establecido entreambos. Pero hay otra clase de siervos a los que damos el nombre particular de esclavos. Estos, al haber sidocapturados en un guerra justa, están por derecho de naturaleza sometidos al dominio absoluto y arbitrario desus amos. Cómo digo, estos hombres, habiendo renunciado a sus vidas y, junto con ellas, a sus libertades; yhabiendo perdido sus posesiones al pasar a un estado de esclavitud que no los capacita para tener propiedadalguna, no pueden ser considerados como parte de la sociedad civil del país, cuyo fin principal es la preservación de la propiedad.

 18 [Es decir, la cría y enseñanza de sus hijos.]

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86. Consideremos, por tanto, a un padre de familia con todos estos subordinados suyos con los queestá relacionado –esposa, hijos, siervos y esclavos– y que se aúnan bajo la regla doméstica de una familia.Esta unidad familiar, aunque en lo que tiene de jerarquía, funciones y agrupación de miembros, se asemeja aun pequeño estado, difiere mucho de él en lo que respecta a su constitución, a su poder y a sus fines. Y si senos obliga a pensar que es una monarquía y que el paterfamilias es el monarca absoluto, la monarquíaabsoluta habrá de tener un poder sobremanera fragmentado y breve; pues, según lo que ha quedado dichoantes, está claro que el cabeza de familia tiene un poder muy específico y restringido, tanto en lo querespecta a su duración, como en lo que respecta a las personas que están en el seno de la familia. Porque, conexcepción de los esclavos –y la familia sigue siendo tal, y el poder del paterfamilias sigue siendo igual, tantosi en hogar hay esclavos como si no lo hay–, el padre de familia no tiene poder legislativo sobre la vida y lamuerte de ninguno de los miembros familiares, ni tiene tampoco ningún poder que la madre de familia no pueda ejercer con el mismo derecho que él. Y, ciertamente, no podrá tener un poder absoluto sobre toda lafamilia aquél que sólo tiene un poder muy limitado sobre cada uno de los individuos que la forman. Mas enlo que respecta a cómo una familia o cualquier otra asociación de seres humanos difiere de una sociedad política, ello es asunto que veremos mejor considerando en qué consiste la sociedad política misma.

87. Al nacer el hombre –como ya hemos probado–  con derecho a la libertad perfecta y a disfrutar sincortapisas todos los derechos y privilegios que le otorga la ley de naturaleza, y en igual medida que cualquier 

otro hombre o grupo de hombres en el mundo, no sólo tiene por naturaleza el poder de proteger su propiedad,es decir, su vida, su libertad y sus bienes, frente a los daños y amenazas de otros hombres, sino también el de  juzgar y castigar los infringimientos de la ley que sean cometidos por otros, y en el grado que la ofensamerezca; tendrá, incluso, el poder de castigar con la pena de muerte cuando, en su opinión, la atrocidad delcrimen así lo requiera. Ahora bien, como no hay ni puede subsistir sociedad política alguna sin tener en símisma el poder de proteger la propiedad y, a fin de lograrlo, el de castigar las ofensas de los miembros dedicha sociedad, única y exclusivamente podrá haber sociedad política allí donde cada uno de sus miembroshaya renunciado a su poder natural y lo haya entregado en manos de la comunidad, en todos aquellos casosen que no esté imposibilitado para pedir protección de la ley que haya sido establecida por la comunidadmisma. Y así, al haber sido excluido todo juicio privado de cada hombre en particular, la comunidad viene aser un árbitro que decide según normas y reglas establecidas, imparciales y aplicables a todos por igual, yadministradas por hombres a quienes la comunidad ha dado autoridad ara ejecutarlas. Y de este modo, la

comunidad decide las diferencias que puedan surgir entre sus miembros en cuestiones de derecho, y castigaaquellas ofensas que algún miembro haya cometido contra la sociedad, con las penas que la ley hayaestipulado. Guiándonos por todo esto, nos resultará fácil averiguar quiénes componen, y quiénes no, unasociedad política. Aquéllos que están unidos en un cuerpo y tienen una establecida ley común y una  judicatura a la que apelar, con autoridad para decidir entre las controversias y castigar a los ofensores,forman entre sí una sociedad civil; pero aquéllos que carecen de una autoridad común a la que apelar –merefiero a una autoridad en este mundo–, continúan en el estado de naturaleza; y, a falta de otra persona, cadauno es en sí mismo juez y ejecutor, lo cual es lo mismo que decir, como ya he mostrado antes, que se hallaen más absoluto estado natural.

88. Así, el Estado se origina mediante un poder que establece cuál es el castigo que corresponde a lasdiferentes transgresiones de aquéllos que, entre los miembros de una sociedad, piensan que merece la pena

cometerlas; éste es el poder de hacer leyes, y a él debe añadirse el poder de castigar cualquier daño que se lehaga a un miembro de la sociedad, cometido por alguien que no pertenece a ella. Este segundo poder es el dehacer la guerra y la paz. Y ambos poderes están encaminados a la preservación de la propiedad de todos losmiembros de esa sociedad, hasta donde sea posible. Mas aunque todo hombre que ha entrado a formar partede cualquier sociedad civil y se ha convertido en miembro de un Estado ha renunciado a su poder de castigar las ofensas contra la ley de naturaleza según le dicte su juicio personal, ocurre que, junto con la entrega deese poder de juzgar que él ha cedido a la legislatura en todos aquéllos casos en los que le fue posible recurrir a un magistrado, también ha lado al Estado el derecho de emplear su propia fuerza personal para que se pongan en ejecución los juicios de dicho Estado. Y estos juicios formulados por el Estado son, ciertamente,  juicios suyos, tanto si son hechos por él mismo, como si los formula su representante. Y ahí tenemos elorigen del poder legislativo y ejecutivo de la sociedad civil, poder que consiste en juzgar, mediante leyes,hasta qué punto deben castigarse las ofensas cuando son cometidas dentro del Estado, y, también,determinar, mediante juicios ocasionales fundados en las circunstancias presentes del hecho, en qué medidadeben vindicarse las injurias procedentes de afuera. Y, en ambos casos, emplear todas las fuerzas de todoslos miembros del cuerpo social, cuando ello sea necesario.

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89. Por lo tanto, siempre que cualquier número de hombres esté así unido en sociedad de tal modoque cada uno de ellos haya renunciado a su poder ejecutivo de ley natural y lo haya cedido al poder público,entonces, y sólo entonces tendremos una sociedad política o civil. Y esto se logra siempre que un grupo dehombres en estado natural entra en sociedad para formar un pueblo, un cuerpo político bajo un gobiernosupremo; o, si no, cuando alguno se une a un gobierno ya establecido, y se incorpora a él; pues, mediante eseacto, autoriza a la sociedad, o, lo que es lo mismo, a la legislatura de la misma, a hacer leyes para él según el  bien público de la sociedad lo requiera, comprometiéndose, en el grado que le sea posible, a prestar suasistencia en la ejecución de las mismas. Esto es lo que saca a los hombres del estado de naturaleza y los pone en un Estado: el establecimiento de un juez terrenal con autoridad para decidir todas ,las controversiasy para castigar las injurias que puedan afectar a cualquier, miembro del Estado; y dicho juez es la legislatura,o el magistrado nombrado por ella. Sin embargo, siempre que haya una agrupación de hombres, aunque esténasociados, que carezcan de un poder decisorio al que apelar, seguirán permaneciendo en el estado denaturaleza.

90. De aquí resulta evidente que la monarquía absoluta, considerada por algunos como el único tipode gobierno que puede haber en el mundo, es, ciertamente, incompatible con la sociedad civil, y excluye todotipo de gobierno civil. Pues el fin al que se dirige la sociedad civil es evitar y remediar esos inconvenientesdel estado de naturaleza que necesariamente se siguen del hecho de que cada hombre sea juez de su propia

causa; y ese fin se logra mediante el establecimiento de una autoridad conocida a la que todos los miembrosde la sociedad pueden apelar cuando han sido víctimas de una injuria, o están envueltos en cualquier controversia que pueda surgir; y todos deben obedecer a esa autoridad19. Allí donde haya personas quecarezcan de una autoridad así, es decir, una autoridad a la que apelar cuando surja algún conflicto entre ellas,esas personas continuarán en el estado de naturaleza; y en esa condición se halla todo príncipe absoluto conrespecto a aquéllos que están bajo su dominio.

91. Pues al suponerse que este príncipe absoluto es el único que tiene en sí mismo el poder legislativo y el ejecutivo, no existe juez ni recurso de apelación alguna a alguien que justa e imparcialmentey con autoridad pueda decidir, y de cuya decisión pueda esperarse consuelo y compensación por algún dañoo inconveniencia sufridos por causa del príncipe o por lo que él ordene; de modo que un hombre así, ya seaque lo llamemos “czar”, o “grand seignior”, o cualquier otra cosa, se encuentra, con respecto a los que se

hallan bajo su dominio, en el mismo estado de naturaleza con que se encuentra con respecto al resto de lahumanidad. Pues allí donde haya dos hombres que no tengan una norma establecida y un juez común al queapelar en esta tierra para determinar las controversias legales que puedan surgir entre ellos, esos hombresseguirán permaneciendo en un estado de naturaleza20 y sujetos a todas las inconveniencias que ello llevaconsigo. La única y lamentable diferencia para el súbdito –o, mejor diríamos, esclavo– de un príncipeabsoluto sería ésta: que mientras en el ordinario estado de naturaleza tiene la liberta para juzgar acerca decuáles son sus derechos y para defenderlos en la medida de sus fuerzas, ahora, siempre que su propiedad seainvadida por voluntad y mandato de su monarca, no sólo le faltará ese recurso de apelación que deben tener los que viven en sociedad, sino que, como si se le hubiera degradado y no perteneciese ya al orden de lascriaturas racionales, se le niega también la libertad de juzgar, o de defender sus derechos. Y así, queda

 19 “El poder público de toda sociedad está por encima de cada uno de los individuos contenidos en esa sociedad; y eluso principal de este poder consiste en dar leyes a todos los que estén bajo él. Dichas leyes debemos obedecerlas entodos los casos, excepto cuando haya una razón manifiesta que pruebe que la ley de la razón o la ley de Dios mandan locontrario.” (Hooker, Eccl. Pol . lib. i. sección 16). [Nota de Locke.]20 “Para eliminar las ofensas, injurias y malas acciones de unos contra otros”. es decir, todas esas inconveniencias queiban anejas al hombre en su estado de naturaleza, “no hubo otro modo de conseguirlo que pactar unos con otros, decomún acuerdo, estableciendo algún tipo de gobierno público y sometiéndose a él, y dándole autoridad para dictar normas y para gobernar, para procurar así la tranquilidad, la felicidad y el sosiego de todos. Los hombres siempresupieron que cuando se les ofendía violentamente, ellos podían defenderse a sí mismos; sabían que, aunque el propósitode cada individuo era buscar su propia comodidad, si ello se intentaba lograr haciendo violencia a otros, no debíatolerarse, sino que todos debían tratar de ofrecer resistencia sirviéndose de los medios adecuados. Finalmente, sabíantambién que ningún hombre podía, según los dictados de la recta razón, asumir la función de determinar su propioderecho y proceder a mantenerlo según esa determinación; pues todo hombre mira siempre por su propio interés ytiende a favorecer a aquéllos por los que siente gran afecto. Supieron, pues, que todas aquellas luchas y alborotos no podrían tener término, a menos que cada hombre, de común acuerdo con los demás, diese su consentimiento para ser gobernado por otro. Sin ese consentimiento, no podría justificarse el que hombre alguno asumiese la responsabilidad deser señor o juez sobre los demás” (Hooker, Ecc1. Pol . 1ib. i sección 10). [Nota de Locke.]

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expuesto a todos los sufrimientos e inconveniencias que un hombre puede temer de otro que, hallándose enun estado de naturaleza sin limitación alguna, está, además, corrompido por la adulación y armado de poder.

92. Aquél que piense que el poder absoluto purifica la sangre de los hombres y corrige la bajeza de lanaturaleza humana, sólo necesita leer la historia de nuestro tiempo, o de cualquier otra época, paraconvencerse de lo contrario. Un hombre que en las selvas de América se comporta de manera insolente yofensiva, probablemente no se comportara mejor sentado en un trono; mas, si lo ocupa, lo más probable esque se busquen razones de sapiencia y de religión para justificar el daño que haga a sus súbditos; y la espadasilenciará a todos aquéllos que se atrevan a cuestionar su conducta. Y en cuanto a la pregunta de qué protección procura la monarquía absoluta, que clase de padres de sus respectivos países son los monarcasabsolutos, y qué grado de felicidad y seguridad disfrutan los súbditos cuando este tipo de gobierno haalcanzado la perfección, podrá responderla fácilmente quien considere lo que últimamente se cuenta deCeilán21.

93. En las monarquías absolutas, lo mismo que en otros sistemas de gobierno que hay en el mundo,los súbditos pueden, ciertamente, apelar a la ley y a los jueces para que decidan cualquier controversia eimpidan posibles actos de violencia entre ellos. Esto es algo que todo el mundo juzga necesario, y cualquier individuo que pensase lo contrario sería declarado enemigo de la sociedad y del género humano. Pero existenrazones para dudar que ello se deba siempre a un amor verdadero hacia la sociedad y hacia el género

humano, y a la caridad con que debemos tratarnos unos a otros; porque ello no es más que lo que todohombre que ama su propio poder, su provecho o su grandeza, se ve obligado a hacer de manera natural:impedir que los animales que trabajan y se fatigan para darle a él placer y poderío, se hieran y destruyanmutuamente. Y así, el amo cuida de ellos, no porque los ame, sino porque se ama a sí mismo y le encanta el provecho que ellos le procuran. Porque si preguntamos qué seguridad, qué protección hay en un Estado asífrente a la violencia y la opresión ejercidas por este monarca absoluto, esa pregunta será ahogada en su raíz.Esos monarcas dirán que el mero hecho de buscar seguridad merece ser castigado con la muerte. Concederánque, entre un súbdito y otro, debe de haber reglas, leyes y jueces, para su paz y seguridad mutuas. Pero en loque al monarca mismo se refiere, éste tiene que ser absoluto y está por encima de esas circunstancias; puescomo tiene el poder de seguir haciendo daño y mal, está en su derecho cuando actúa así. El mero hecho de preguntar cómo protegerse del daño y de la injuria provenientes de quien tiene mayor poder para causar esosmales, es ya estar predicando la disidencia y la rebelión. Es como si los hombres, una vez dejado el estado de

naturaleza, y tras ingresar en la sociedad, acordarán que todos ellos, menos uno, deben estar bajo las leyes; yque la única persona que no está sometida a ellas, retiene toda la libertad propia del estado de naturaleza,aumentada con el poderío y hecha licenciosa por la impunidad. Ello equivale a pensar que los hombres sontan estúpidos como para cuidar de protegerse de los daños que puedan causarles los gatos monteses y loszorros, y que no les preocupa, más aún, que encuentran seguridad en el hecho de ser devorados por losleones.

94. Mas, por mucho que hablen los aduladores para distraer el pensamiento de las gentes, ello no  puede impedir que los hombres se den cuenta de las cosas. Y cuando reparan en que un hombre, de lacondición que sea, está exento de las reglas de la sociedad civil de la que ellos son parte, y ven que no haynadie en este mundo a quien puedan apelar frente a los daños que reciban de ese hombre, se considerarán a símismos en estado de naturaleza con respecto a ese hombre, el cual se encuentra de hecho en tal estado; y, tan

 pronto como puedan, procurarán protegerse bajo la seguridad de la sociedad civil que fue instituida con ese  propósito y en la que ingresaron precisamente por esa razón. Y así, quizá en un principio –comomostraremos con más detalle en la parte siguiente de este discurso– algún hombre bueno y excelente que,habiendo alcanzado preeminencia sobre los demás, recibiese en pago de su bondad y sus virtudes ese tipo deautoridad natural con la que un jefe gobierna a los demás y que le es entregada para resolver las diferenciasentre sus prójimos sin más garantía que la que ofrecen su rectitud y su sabiduría; sin embargo, cuando eltiempo dio autoridad y –como algunos hombres se empeñan en predicarnos– santidad a costumbres que sehabían iniciado en épocas primitivas como resultado de la negligencia e inocencia de las gentes, aquellos  primeros jefes naturales fueron sucedidos por tipos de otra calaña; y el pueblo se dio cuenta de que sus propiedades no estaban ya seguras bajo esa clase de gobierno, a pesar de que la finalidad de ese gobierno noera otra que la de proteger la propiedad22; y repararon en que no podrían sentirse seguros, tranquilos 21 [Se refiere aquí Locke al relato de Robert Knox   A Historical Relation of the Island of Ceylon in the East India, publicado en su tiempo.]22 “Al principio, cuando una cierta forma de regimentación fue establecida, pudo ocurrir que no se pensara en dictar normas detalladas para gobernar, y todo te fuera permitido al jefe, en cuya sabiduría y discreción el pueblo confiaba.

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formando parte de una sociedad civil hasta que la facultad de dictar leyes fuese depositada en manos de uncuerpo colectivo, ya recibiera éste la denominación de “senado”,. “parlamento”, o cualquier otra. Medianteeste procedimiento, cada individuo se hizo súbdito, en igualdad con los demás, por humildes que éstosfueran, de las leyes que él mismo, como parte de la legislatura, había establecido. Y de este modo, nadie podía ya, basándose en su propia autoridad individual, hurtarse a la fuerza de la ley establecida; y quedabatambién excluida toda pretensión de un individuo que quisiera declararse exento de sujeción a la ley, para asítener licencia para cometer toda clase de abusos o para permitir que alguno de sus subordinados loscometiera. “En una sociedad civil, ningún hombre puede estar exento de las leyes que la rigen”23; pues si aalgún hombre se le permitiera hacer lo que te diese la gana, y no hubiera en este mundo recurso de apelación  para protegerse frente a los daños que ese hombre cometiera, me pregunto si dicho hombre no seguiríaestando en un completo estado de naturaleza y al margen de la sociedad civil. Así sería, a menos que alguiendijera que el estado de naturaleza y la sociedad civil son una y la misma cosa, lo cual no he oído hasta ahoraque haya sido afirmado, ni siquiera por los grandes apologistas de la anarquía.

 Mas, con la experiencia, las gentes se dieron cuenta de los muchos inconvenientes que esto llevaba consigo, y de que loque en un principio habían ideado como remedio, no hacía sino agravar la herida que debía haber curado. Vieron, pues,que vivir bajo la voluntad de un hombre se había convertido en la causa del sufrimiento de todos los demás hombres. Yesto los llevó a establecer leyes que permitiesen a todos los hombres saber de antemano cuál era su deber, y los castigosque se derivarían de no cumplirlo” (Hooker, Eccl. Pol. lib. i. sección 10). [Nota de Locke.]23 “La ley civil, al ser un acto de todo el cuerpo político, debe imperar sobre cada uno de los miembros de ese cuerpo”(Hooker, Ibid .) [Nota de Locke.]

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CAPÍTULO 8DEL ORIGEN DE LAS SOCIEDADES POLÍTICAS

95. Al ser los hombres, como ya se ha dicho, todos libres por naturaleza, iguales e independientes,ninguno puede ser sacado de esa condición y puesto bajo el poder político de otro sin su propio

consentimiento. El único modo en que alguien se priva a si mismo de su libertad natural y se somete a lasataduras de la sociedad civil, es mediante un acuerdo con otros hombres, según el cual todos se unenformando una comunidad, a fin de convivir los unos con los otros de una manera confortable, segura y pacífica, disfrutando sin riesgo de sus propiedades respectivas y mejor protegidos frente a quienes no forman parte de dicha comunidad. Esto puede hacerlo cualquier grupo de hombres, porque no daña la libertad de losdemás, a quienes se deja, tal y como estaban, en estado de naturaleza. Así, cuando un grupo de hombres haconsentido formar una comunidad o gobierno, quedan con ello incorporados en un cuerpo político en el quela mayoría tiene el derecho de actuar y decidir en nombre de todos.

96. Pues cuando un número cualquiera de hombres, con el consentimiento de cada individuo, haformado una comunidad, ha hecho de esa comunidad un cuerpo con poder de actuar corporativamente; locual sólo se consigue mediante la voluntad y determinación de la mayoría. Porque como lo que hace actuar a

una comunidad es únicamente el consentimiento de los individuos que hay en ella, y es necesario que todocuerpo se mueva en una sola dirección, resulta imperativo que el cuerpo se mueva. hacia donde lo lleve lafuerza mayor, es decir, el consenso de la mayoría. De no ser así, resultaría imposible que actuara o quecontinuase siendo un cuerpo, una comunidad, tal y como el consentimiento de cala individuo que se unió aella acordó que debía ser. Y así, cada uno está obligado, por consentimiento, a someterse al parecer de lamayoría. Vemos, por lo tanto, que en aquellas asambleas a las que se ha dado el poder de actuar por leyes positivas, cuando un número fijo no ha sido estipulado por la ley que les da el poder, el acto de la mayoría setoma como acto del pleno; y, desde luego, tiene capacidad decisoria, pues tiene el poder del pleno, tanto por ley de naturaleza como por ley de razón.

97. Y así, cada hombre, al consentir con otros en la formación de un cuerpo político bajo un solo

gobierno, se pone a si mismo bajo la obligación, con respecto a todos y cada uno de los miembros de esecuerpo, de someterse a las decisiones de la mayoría y a ser guiado por ella. Si no, ese pacto original medianteel que un individuo acuerda con otros incorporarse a la sociedad, no significaría nada; y no habría pactoalguno sí el individuo quedara completamente libre y sin más lazos que los que tenía antes en el estado denaturaleza. Pues, ¿qué visos de pacto habría en eso? ¿Qué nueva obligación asumiría el individuo si rehusarasometerse a los decretos de la sociedad, y sólo aceptara aquéllos que a él le convinieran y a los que él diesesu consentimiento? Esto conllevaría un grado de libertad igual que el que dicho individuo tenía antes dehacer el pacto, e igual que el de cualquier otro hombre que, hallándose en estado de naturaleza, sólo sesomete y acepta aquellas decisiones de la sociedad que a él le parecen convenientes.

98. Pues si el consenso de la mayoría no fuese recibido como acto de todos, con fuerza para obligar acada individuo, sólo el consentimiento de todos y cada uno de los individuos en particular podría hacer que

algo fuese tomado como decisión del pleno. Mas ese consenso absoluto es casi imposible de obtener, siconsideramos que las enfermedades y las ocupaciones siempre entorpecen que estén todos presentes en unasesión de asamblea, aunque el número de hombres que la componen sea mucho menor que el de los quecomponen un Estado. A esta circunstancia habría también que añadir la variedad de opiniones y lacontrariedad de intereses que inevitablemente tienen lugar en toda colectividad de hombres. De manera quesi, para entrar en un régimen de sociedad hubiera que hacerlo bajo estas condiciones, ello sería como lasentradas de Catón en el teatro: que entraba sólo para salir a continuación 24. Una constitución así haría del poderoso leviatán una entidad de duración más breve que la de la más débil criatura, y no lograría vivir nisiquiera un día. Y resultaría imposible suponer que las criaturas racionales hubiesen deseado formar sociedades, sólo para disolverlas; pues si en un cuerpo político la mayoría no pudiese tomar decisionesobligatorias para todos los demás, dicho cuerpo no podría actuar como tal y se disolvería inmediatamente.

 24 [Alude aquí Locke a Catón Marco Porcio (239-149 a. de C.), también llamado Catón el Vicio. Fue soldado, jurista yescritor. Su puritanismo moral te hizo desdeñar los espectáculos teatrales.]

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99. Por lo tanto, quienesquiera que salgan del estado de naturaleza para integrarse en una comunidad,debe entenderse que lo hacen entregando a la mayoría de esa comunidad, o a un número más grande que elque la simple mayoría, si así lo acuerdan, todo el poder necesario para que la sociedad alcance esos fines quese buscaban y que los convocaron a unirse. Esto es lo que acuerdan por el mero hecho de unirse en unasociedad política, y esto es todo lo que se necesita para que se establezca el pacto entre aquellos individuosque se integran para formar un Estado. Así, lo que origina y de hecho constituye una sociedad políticacualquiera, no es otra cosa que el consentimiento de una pluralidad de hombres libres que aceptan la regla dela mayoría y que acuerdan unirse e incorporarse a dicha sociedad. Eso es, y solamente eso, lo que pudo dar origen a los gobiernos legales del mundo.

100. Contra esto se han puesto, que yo sepa, dos objeciones:Primera: que no se encuentran en la historia ejemplos de una agrupación de hombres independientes

e iguales entre sí, que se unieran de este modo para establecer un gobierno.Segunda: que es imposible que los hombres tengan derecho a hacer esto, pues todos nacen bajo un

gobierno al que han de someterse, careciendo, por tanto, de libertad para comenzar otro nuevo.

101. A la primera objeción respondo lo siguiente: que no es de extrañar que la historia nos proporcione muy pocos relatos de hombres que vivieron juntos en estado de naturaleza. Las inconveniencias

de esa condición., y el deseo y la necesidad de asociación, tan pronto como hicieron que una pluralidad dehombres se juntase, los unió y los incorporó si su idea era la de permanecer unidos. Y si no nos es permisiblesuponer que hubo alguna vez hombres en estado de naturaleza, tendremos también que asumir que lossoldados de los ejércitos de Salmanaser o de Jerjes nunca fueron niños, porque sabemos muy poco de elloshasta que fueron hombres y se alistaron en el ejército25. En todas partes los gobiernos son anteriores a losdocumentos; y las letras no surgen en los pueblos hasta que una continuada y larga convivencia civil,sirviéndose de otras artes más necesarias, consigue garantizar la seguridad de las gentes, el sosiego y laabundancia.. Es entonces cuando los ciudadanos empiezan a investigar en la historia de sus fundadores y aindagar en sus orígenes, cuando ya han perdido memoria de ellos. Pues ocurre con los Estados lo mismo quecon los individuos particulares: que, por lo común, ignoran todo lo referente a su nacimiento y a su infancia;y si saben algo de sus orígenes, es porque recurren a datos que otros han conservado para ellos. Y los datosque tenemos acerca del comienzo de los regímenes políticos del mundo, excepto en el caso del pueblo judío,

en el que Dios mismo participó y que no favorece en absoluto el dominio paternal, todos confirman conejemplos claros el tipo de origen que yo he mencionado, o, cuando menos, muestran signos manifiestos queapuntan hacia lo mismo.

102. Mostrará una extraña inclinación a negar hechos evidentes cuando no están de acuerdo con suhipótesis, quien no admita que los orígenes de Roma y Venecia tuvieron lugar con la unión e varios hombreslibres e independientes los unos de los otros, entre los cuales no había ni superioridad ni sujeción naturales.Y si aceptamos la palabra de José Acosta26, lo que este historiador nos dice es que en muchas partes deAmérica no había gobierno en absoluto.

“Hay grandes y evidentes indicios”, nos dice refiriéndose a los nativos del Perú, “de que estoshombres carecieron por mucho tiempo de reyes y de Estados; y que vivieron en hordas, como hacen en el díade hoy los Cheriquanas en Florida, los indios del Brasil y muchos otros pueblos que no tienen reyes fijos

sino que, cuando la ocasión se presenta, ya sea en tiempo de paz o en tiempo de guerra, escogen a suscapitanes según les place” (lib. i. c. 25).

Si se dijera que todo hombre nace sujeto a su padre o al cabeza de familia, y que esa sujeción que unhijo debe a su padre no le quita la libertad de unirse a la sociedad política que él juzgue más conveniente,ello es algo que hemos probado. De cualquier manera, es evidente que estos hombres fueron de hecho libres;y cualquier superioridad que algunos políticos quisieran atribuir a alguno de ellos, no fue de hecho reclamada por ninguno: todos, de común acuerdo, se consideraban iguales hasta que, también por consenso, designarona quienes habían de gobernarlos. Por consiguiente, todas sus sociedades políticas tuvieron su origen en unaunión voluntaria y un acuerdo mutuo entre hombres que actuaban libremente a la hora de escoger a susgobernantes y sus formas de gobierno. 25 [Puede estar aquí refiriéndose Locke a cualquiera de los reyes asirios que llevaron ese nombre. Lo más probable esque se trate de Salmanaser I (m. 1290 a. de C.), quien estableció en Nínive la capital del Imperio.]26 [José de Acosta (h. 1539-1600). Historiador y misionero español, miembro de la Compañía de Jesús. Su Catecismofue el primer libro publicado en Perú. Su obra más conocida –citada aquí por Locke– es  Historia natural y moral de las

 Indias (Sevilla, 1590).]

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103. Y espero que se conceda que aquéllos que salieron de Esparta con Palanto –tal como mencionaJustino (1. iii. c. 4)– fueron hombres libres, independientes entre sí, que por propio consentimientoestablecieron un gobierno sobre ellos27. He dado, pues, varios ejemplos sacados de la historia, en los quegentes libres, en estado de naturaleza, se unieron, se incorporaron e iniciaron un Estado. Y si la falta deargumentos así constituyera un argumento para probar que los gobiernos no se originaron ni pudieronoriginarse de esa manera, creo que los defensores del imperio paternal obrarían mejor no esgrimiéndolocomo prueba contra la libertad natural; pues si pudieran aducir tantos ejemplos como yo he dado, sacados dela historia, en los que los gobiernos se basaron en el poder paternal –aunque, bien mirado, un argumento basado en lo que de hecho fue no tiene mucha fuerza para deducir de él que así debería ser siempre por derecho– uno podría, sin gran riesgo, concederles la razón. Mas si se me permite darles un consejo en este punto, Yo les sugeriría que no investigaran mucho en los orígenes de gobiernos que comenzaron a existir  de facto28 ; de no seguir este consejo mío, correrían el peligro de descubrir que, a la base de la gran mayoría deesos gobiernos, hay algo que es muy poco favorable para las doctrinas que estos defensores el poder paternal promueven, y por las que tanto batallan.

104. Para concluir: al estar la razón claramente de nuestro lado cuando afirmamos que los hombresson libres por naturaleza; y al darnos la historia ejemplos de que los gobiernos del mundo que se iniciaron enépoca de paz estuvieron basados en ese fundamento y fueron constituidos por consenso del pueblo, apenas

queda jugar para dudar quién está en lo cierto ni cuál ha sido la opinión o la práctica del género humano enlo referente a la primera erección de los gobiernos.

105. No niego que, si echamos la mirada atrás y repasamos la historia hasta donde ésta nos lleve paraencontrar los orígenes de los Estados, descubriremos que, por lo común, éstos se erigieron bajo el gobierno yla administración de un solo hombre. Y me inclino también a creer que cuando una familia fue losuficientemente numerosa como para subsistir por sí misma y continuó unida y sin mezclarse con extraños – según suele ocurrir cuando el terreno es grande y la población escasa–, el gobierno residiría, por lo común,en el padre; pues el padre, al tener por ley de naturaleza el mismo poder que los demás hombres para castigar según su propio criterio las ofensas contra esa ley, podía también castigar a sus propios hijos si éstos latransgredían, incluso cuando los hijos eran ya hombres y estaban fuera de su tutela. Así, lo más probable esque se sometieran al castigo paterno y que, a su vez, se unieran con el padre contra los que habían cometido

alguna ofensa. Y de este modo, dieron al padre poder para ejecutar su sentencia contra cualquier transgresión, y de hecho hicieron de él juez y gobernador de todos aquéllos que estaban en relación con lafamilia. El padre era la persona más adecuada en la que podían confiar; el afecto paternal garantizaba la propiedad y los intereses de los hijos, si eran puestos a su cuidado; y la costumbre de obedecer al padredurante su infancia, hizo que les resultara más fácil someterse a él que a ningún otro. Por lo tanto, si eranecesario que tuviesen a alguien que los gobernase (y es prácticamente imposible evitar que haya gobiernoallí donde hay hombres que viven juntos), ¿qué mejor jefe que el hombre que era su padre común, a menosque la negligencia, la crueldad, o cualquier otro defecto del alma o del cuerpo lo incapacitaran para ello? Mascuando el padre moría y dejaba un sucesor que por falta de madurez, o de sabiduría. o de coraje, o decualquier otra cualidad, no estaba capacitado ara gobernar; o cuando varias familias se unían y acordaban permanecer juntas, no puede dudarse que hicieron uso de su libertad natural y que establecieron como jefe aquien juzgaron más capaz para gobernarlas. En conformidad con esto, vemos cómo aquellos pueblos de

América que estaban fuera del alcance de las conquistas militares y de la dominación de los dos grandesimperios de Perú y de México, disfrutaron de. su propia libertad natural, si bien, caeteris paribus, solieron

 27 [Palanto, o Falanto, fundador de Tarento. Ello fue así: Al marchar los soldados espartanos a las guerras de Mesina, lasmujeres quedaron sin maridos. Siguiendo la sugerencia de un tal Arato, un reducido grupo de soldados fue devuelto aEsparta con la misión de fecundar a las mujeres cuyos esposos estaban en campaña, a fin de evitar que la poblaciónespartana decreciera. El plan se llevó a cabo. Pero cuando los hijos de estas mujeres nacieron, no fueron reconocidoscomo hijos legítimos y se les incapacitó para recibir herencias familiares.. Pasando el tiempo, estos hombres dirigieronsu queja a Arato, quien les prestó ayuda confiándolos a Falanto, su propio hijo. Conducidos por éste, fundaron al sur deItalia la ciudad de Tarento, y consintieron en vivir en sociedad civil gobernados por Falanto.]28 [Es decir, sin previo consenso libre de los súbditos. El argumento de Locke frente a los defensores de la teoría paternalista o patriarcal del Estado, según la cual éste se originó de modo natural, toma aquí forma de desafío: quien seatreva a investigar en los orígenes del Estado con la intención de probar su raíz paternal, con toda probabilidaddescubrirá datos históricos que apoyan precisamente lo contrario. Tal es el sentido de lo que, con lenguaje algoalambicado, contiene este parágrafo 103.]

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 preferir al heredero de su rey difunto; pero si luego descubrían que éste era débil o incapaz, lo dejaban delado y adoptaban como jefe al hombre más recio y valiente que encontraban.

106. Así, aunque, al investigar en el pasado del que tenemos información acerca de la población delmundo y de la historia de las naciones, nos encontramos con que el gobierno estaba en manos de un soloindividuo, ello no contradice lo que yo afirmo, a saber: que el comienzo de la sociedad política depende delconsentimiento de los individuos, los cuales se juntan y acuerdan formar una sociedad; y que cuando estánasí incorporados, establecen el tipo de gobierno que les parece más adecuado. Pero como esto ha dadoocasión a que los hombres se confundan y piensen que el gobierno fue monárquico y que pertenecía al padre,no estará de más considerar aquí por qué los pueblos, en un principio, favorecieron generalmente esta formade gobierno. Aunque en las primeras instituciones de Estados la pre-eminencia del padre dió lugar aregímenes monárquicos, y el poder quedó depositado en manos de un solo individuo, es claro, sin embargo,que la razón por la que se continuó con esta forma de gobierno no se debió a una consideración o respetohacia la autoridad paternal; pues todas las pequeñas monarquías, esto es, casi todas las monarquías, pasadosu punto original, han solido ser, siquiera debido a las circunstancias del momento, de carácter electivo.

107. Así, en principio, cuando empezaron a tener comienzo las cosas, el gobierno del padre durantela infancia de los hijos que él había procreado, acostumbró a éstos al mando de una sola persona; y les

enseñó que cuando este tipo de mando era ejercido con cuidado y habilidad, con afecto y amor para conquienes estaban bajo él, era suficiente para procurar y asegurar a los hombres toda la felicidad política queellos buscaban en su convivencia social. No es extraño, pues, que favorecieran esta clase de gobierno, y quede un modo natural se adhiriesen a lo que desde su infancia estaban acostumbrados y a lo que, por experiencia, les parecía fácil y seguro. Si añadimos a esto el hecho de que la monarquía era un simple yobvio sistema de gobierno para hombres que no habían conocido ningún otro, y que ni la ambición ni lainsolencia del imperialismo les había enseñado a prevenirse contra los abusos de privilegio o contra losinconvenientes del poder absoluto que otras monarquías subsiguientes iban a reclamar para sí, no es deextrañar que aquellos primeros hombres no se tomaran el trabajo de idear métodos para contener los posiblesexcesos de quienes ellos mismos habían dotado de autoridad para gobernarlos ni de equilibrar el poder gubernamental fragmentándolo en partes y distribuyéndolo entre varias manos. Aquellos hombres no habíansentido la opresión del dominio característico de la tiranía; y tampoco el estilo de la época, las posesiones, o

el modo de vivir daban pábulo a la avaricia o a la ambición. Por todo lo cual, no tenían razones para poner coto a esos males, o para prevenirlos. Así, no es raro que se sometieran a este tipo de gobierno, el cual nosólo era, como ya he dicho, el más obvio y simple, sino también el más adecuado para su condición presentey más necesitada de defensa contra invasiones e injurias venidas del extranjero, que contra la multiplicidadde leyes. La igualdad propia de un simple y pobre modo de vivir, al confinar sus deseos dentro de losestrechos límites de la pequeña propiedad de cada hombre, daba lugar a pocas controversias. De tal manera,que no hacían falta muchas leyes para decidir entre los litigios que surgieran, ni una variedad de funcionariosque se encargasen de dirigir los procesos o de cuidar de que la justicia se ejecutase allí donde eran muy pocos los ofensores y delincuentes. Y como debemos asumir que aquellos hombres se dispensaban afectomutuo y que ello los había animado a unirse en sociedad, también debe suponerse que había amistad entreellos y que confiaban los unos en los otros; y que si albergaban algún miedo, sería un miedo a los extraños, yno a ellos mismos. Por lo tanto, debemos igualmente suponer que su primera preocupación sería la de cómo

 protegerse frente a la violencia que pudiera venir de un enemigo extranjero. Fue natural para ellos someterseal tipo de gobierno que mejor pudiera servirles para ese fin; y, así, escogieron al hombre más sabio y másvaliente para que los dirigiese en los combates contra sus enemigos, siendo ésta la misión principal de la persona que eligieron como jefe.

108. Por eso vemos que los reyes de los indios de América (que continúa siendo una réplica de losque fueron los tiempos primitivos en Asia y en Europa –una época en la que los habitantes de cada país eranmuy escasos y la falta de gente y de dinero eliminaba toda tentación de que los hombres aumentaran sus posesiones de terreno o disputaran para extender la amplitud de sus dominios), se limitan a ser generales desus ejércitos. Y aunque en tiempo de guerra tienen el mando absoluto, en tiempo de paz, y ya dentro de su propio país, ejercen un dominio muy modesto y una soberanía muy moderada. Las resoluciones que allí setoman sobre la paz y la guerra provienen del pueblo o se toman en concejo, si bien la guerra misma, que noadmite una pluralidad de jefes, devuelve el mando, de un modo natural, a la autoridad exclusiva del rey.

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109. Y así, incluso dentro de Israel, la misión principal de los jueces y de los primeros reyes, pareceque fue a de ser capitanes de guerra y jefes de sus ejércitos; lo cual –además de lo que significa la expresión“salid y entrad al frente del pueblo”, frase que quiere decir que marcharan a la guerra y regresaran después acasa al frente de sus tropas– queda claramente registrado en la historia del Jefté. Al declarar los amonitas laguerra contra Israel, los galaditas, asustados, enviaron a Jefté (el cual era un bastardo de la familia de Galady había sido arrojado de su casa) una misiva pidiéndole que los ayudara en la guerra contra los amonitas yque fuera su jefe. Y se dice que “el pueblo lo hizo capitán suyo” ( Jueces xi. 11), lo cual era lo mismo quehacerlo juez. “Y Jefté juzgó a Israel” ( Jueces xii. 7), es decir, fue su capitán general durante seis años.Asímismo, cuando Jotán recordó a los habitantes de Siquem la obligación que tenían para con Gedeón, quehabía sido su Juez y su jefe, les dijo: “El combatió por vosotros y, exponiendo su vida, os libró del poder deMadián” ( Jueces ix. 17). Nada se menciona de él, excepto lo que hizo como general suyo; eso es lo únicoque encontramos en su historia, lo mismo que en la del resto de los jueces. Y Abimelec es particularmentellamado rey, aunque sólo fue su general. Y cuando, cansados de la mala conducta de los hijos de Samuel, losisraelitas desearon “un rey como el que tenían las demás naciones, que los juzgara, que se pusiese al frentede ellos y que luchara sus batallas” (1 Samuel viii. 20), Dios, concediéndoles su deseo, le dijo a Samuel: Temandaré a un hombre, y tú le ungirás por jefe de mi pueblo, de Israel, y él librará a mi pueblo de la mano delos filisteos” (ix. 16). Es como si la única función de un rey hubiera sido conducir sus ejércitos y luchar endefensa de su pueblo. De acuerdo con esto, Samuel, en la ceremonia de inauguración de Saúl, vertió sobre él

una redoma de óleo, y declaró que “el Señor lo había ungido para que fuese el capitán de su descendencia”(x. 1). Por consiguiente, aquéllos que, después de ser Saúl solemnemente elegido y honrado como rey por lastribus de Masfa, rehusaron tomarlo por rey suyo, la única objeción que tenían era ésta: “¿Cómo nos salvaráeste hombre?” (versículo 27), como. si estuvieran diciendo con ello: “Este hombre no está capacitado paraser nuestro rey, pues no tiene preparación ni experiencia en la guerra, y no podrá defendernos.” Y cuandoDios resolvió transferir el gobierno a David, lo hizo con estas palabras: “Pero ahora ya tu reino no persistirá.El Señor ha buscado un hombre según su corazón para que sea el jefe de su pueblo” (xiii. 14), como si todala autoridad real no consistiera en más cosa que ser su general. Y, por lo tanto, las tribus que se habíanquedado con la familia de Saúl y se habían opuesto al reino de David, cuando vinieron a Hebrón con laintención de someterse a ellos, le dijeron a David, entre otros argumentos, que tenían que someterse a él yadoptarlo como rey, pues de hecho ya era rey suyo en tiempos de Saúl, Y3 por consiguiente, no tenían másremedio que recibirlo como rey ahora. “Asimismo”, le dijeron, “en época pasada, cuando Saúl reinó sobre

nosotros, tú fuiste el que mejor llevaba los ejércitos fuera de Israel, y el que mejor los traía; y el Señor tedijo: "Tú alimentarás a mi pueblo, Israel, y tú serás el capitán de Israel".”

110. Así, ya fuese que una familia creció gradualmente hasta convertirse en Estado y, al continuarsela autoridad paterna en el hijo mayor, todos los demás miembros que crecieron bajo dicha autoridad sesometieron a él tácitamente (situación a la que todos dieron su aquiescencia debido a que aquella autoridadfue ejercida con benevolencia y equidad hasta llegar a confirmarse en un establecido derecho de sucesión);ya fuese que varías familias, o los descendientes de varias familias, se unieron en sociedad porque lacasualidad, o el hecho de vivir cerca unas de otras, o motivos de negocio, hizo que se juntaran unas conotras, la necesidad de un general cuyo liderazgo pudiera defenderlas en la guerra contra sus enemigos, y lagran confianza y sinceridad que imperaba en una época pobre y virtuosa como aquélla, (como lo son casitodas las épocas en las que se han originado los gobiernos duraderos de este mundo) y que posibilitaban el

que un hombre se entregara a otro, hicieron que los iniciadores de los Estados depositaran al principio elPoder en manos de una sola persona, sin más limitación ni cortapisa que las que la naturaleza misma de cadasituación y los fines del gobierno requerían. Fuera el primero o el segundo de estos procedimientos el queoriginalmente vino a depositar el poder en manos de una sola persona, es seguro que, al principio, a nadie lefue concedido ese poder con otro fin que el de lograr el bien y la seguridad del pueblo; y fue también con esemismo fin, con el que en la infancia de los Estados, los depositarios del poder hicieron uso de él. De nohaberlo hecho así, las sociedades, todavía muy jóvenes entonces, no hubieran subsistido; sin aquellos padressolícitos, tiernos, y al cuidado del bien público, todos los gobiernos se habrían hundido por causa de lasdebilidades y fragilidades de su infancia, y tanto el príncipe como el pueblo habrían perecido pronto.

111. Pero aunque la edad dorada –antes de que la vana ambición y el amor sceleratus habendi, lamalvada concupiscencia, hubiesen corrompido las almas de los hombres llevándolos a tener un conceptoerróneo del poder y del honor– era una edad más virtuosa y, por consiguiente, producía mejores gobernantesy súbditos; y a pesar de que no había privilegios excesivos en la sede del mando que diesen lugar a laopresión del pueblo, ni disputas originadas en éste para aminorar o refrenar dichos privilegios en el poder del

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magistrado (evitándose así toda confrontación entre los líderes y el pueblo en lo referente a los gobernantes oal gobierno), ocurrió que, en edades posteriores29, cuando la ambición y el ansia de suntuosidad se afincaronen el poder y lo acrecentaron, sin atender la misión para la que había sido establecido, y, enardecidos por laadulación, los príncipes aprendieron a albergar intereses diferentes de los del pueblo, los hombres juzgaronnecesario examinar más cuidadosamente los derechos originales del gobierno y encontrar modos de impedir los excesos y de prevenir los abusos de aquel poder que en un principio habían depositado en manos. de otro para lograr así el bien del pueblo, y que ahora era utilizado para hacer daño a ese mismo pueblo.

112. Vemos, así, cuán probable es que gentes que eran por naturaleza libres y que, por propioconsentimiento, se habían sometido al gobierno de su padre, o, viniendo de familias diferentes, se habíanunido para formar un gobierno, depositaran generalmente el poder en manos de un solo hombre y escogieranser dirigidos por una sola persona, sin condiciones expresas que limitaran o regularan el poder de dicha  persona, pensando que su seguridad estaba garantizada por la honestidad y prudencia de la persona encuestión. Mas nunca soñaron que la monarquía fuera jure divino, cosa de la que jamás oímos hablar entre loshombres hasta que nos fue revelada por la teología de estos últimos tiempos; ni tampoco admitieron que el poder paternal tenía un derecho de dominio, o que era el fundamento de todo gobierno. Y baste con lo dicho para mostrar que, por lo que podemos averiguar a la luz de la historia, tenemos razones para concluir quetodos los orígenes de gobierno en tiempos de paz se han basado en el consenso del pueblo. Y digo en

tiempos de paz, porque en otro lugar tendré ocasión de hablar de la conquista, la cual estiman que es elorigen de los gobiernos.La otra objeción que se esgrime contra lo que yo he dicho sobre el origen de las sociedades políticas

es ésta:

113. Que como todos los hombres nacen bajo algún gobierno, es imposible que ninguno esté jamáslibre y disfrute de la opción de unirse con otros hombres para empezar un gobierno nuevo, ni para erigirlolegalmente.

Mas yo pregunto: si este argumento es válido, ¿cómo es que hay tantas monarquías legales en elmundo? Pues si alguien, basándose en esta suposición, puede mostrarme algún hombre, en cualquier épocadel mundo, que sea libre de dar comienzo a una monarquía legal, yo me comprometo a mostrarle diezhombres más con libertad para unirse entre sí y comenzar un nuevo gobierno bajo un régimen de tipo

monárquico o de cualquier otro tipo. Lo cual es una demostración de que si alguien, nacido bajo el dominiode otra persona, puede ser tan libre como para mandar a otros en un imperio nuevo y distinto, también el quenace bajo el dominio de otro puede ser libre y convertirse en gobernante o en súbdito de un gobiernoseparado y distinto. Y así, haciendo uso de su propio argumento, o bien todos los hombres, nazcan comonazcan, son libres, o bien sólo hay en el mundo un príncipe legal y un gobierno legal. Y, en ese caso, loúnico que tienen que hacer es indicarnos quién es ese príncipe; y no dudo que toda la humanidad, sin lamenor dificultad, estará de acuerdo en prestarle obediencia.

114. Aunque lo dicho bastará para mostrar que esa objeción pone a quienes la formulan en unasituación tan difícil como la que, según ellos, conlleva la postura de aquéllos contra quienes la objeción vadirigida, intentaré poner al descubierto aún más la debilidad de su argumento. “Todos los hombres”, dicen,“nacen bajo un gobierno; por consiguiente, no son libres de empezar otro nuevo. Todo el que nace es súbdito

de su padre o de su príncipe, y, por lo tanto, se encuentra siempre bajo una obligación de sujeción yfidelidad”. Mas es evidente que la humanidad jamás reconoció ni tuvo en cuenta esa sujeción natural a la queestaban obligados por nacimiento y que los sometía a éste o a aquel hombre, sin que hubiesen dado su propioconsentimiento de sujeción a esos hombres y a sus sucesores.

115. Pues lo cierto es que la historia ofrece ejemplos abundantísimos, tanto sagrados como profanos,de hombres que se apartaron de la jurisdicción en la que habían nacido, y se negaran a obedecerla; y tambiénse apartaron de la familia o comunidad en la que se habían criado, estableciendo nuevos gobiernos en otroslugares. De ello surgió toda esa multitud de pequeños Estados en la época antigua, Estados que siguieronmultiplicándose siempre que les fue posible, hasta que el Estado más fuerte o más afortunado se tragó al másdébil; y, a su vez, los Estados grandes, rompiéndose en pedazos, se disolvieron en dominios mas pequeños.Todo esto testimonia en contra de la soberanía paternal, y prueba claramente que no fue el derecho del padre,comunicado después a sus herederos, lo que constituyó el origen de los gobiernos; pues, si ese presupuesto

 29 [Aquí inserta Locke una nueva nota, repetición literal de la cita de Hooker que se da en la nota 22.]

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fuese cierto, hubiera sido imposible que surgiesen tantos reinos pequeños; si los hombres no hubiesen tenidola libertad de separarse de sus familias y de su gobierno, fuera éste el que fuera, y de establecer otros Estadosy gobiernos diferentes según sus preferencias, sólo habría existido una sola monarquía universal.

116. Este separarse del gobierno en el que se nace, ha sido práctica común en el mundo, desde susorígenes hasta el día de hoy. Y en el momento presente, el haber nacido en el seno de regímenes políticos delarga tradición, con leyes establecidas y con formas fijas de gobierno, no impide la libertad del génerohumano; pues los hombres son hoy tan libres como lo fueron los que nacieron en las selvas y, sin restricciónalguna, corrían libremente por ellas. Así, aquéllos que quieren persuadirnos de que “al nacer bajo ungobierno estarnos naturalmente sujetos a él”, y de que ya no tenemos derecho a la libertad de la quedisfrutábamos en el estado de naturaleza, no tienen mas razón en la que apoyarse –dejando ahora aparte ladel poder paternal, la cual ya he refutado– que decir que nuestros padres progenitores renunciaron a sulibertad natural, obligándose a ellos mismos y a su posteridad a una perpetua sujeción al gobierno al queellos se sometieron. Es verdad que, cualesquiera que sean los compromisos o promesas que uno hace, lo  ponen bajo la obligación de cumplirlas; mas no hay compromiso alguno que obligue a los hijos odescendientes de la persona que lo ha hecho; pues como el hijo, cuando alcanza la mayoría de edad, es tanlibre como el padre, ningún acto del padre puede eliminar la libertad de su hijo, como tampoco la de ningúnotro hombre. Ciertamente, el padre puede estar disfrutando de una tierra como súbdito de un Estado, bajo

condiciones que, como miembro de la misma comunidad, su hijo habrá de respetar si quiere disfrutar de las posesiones que eran de su padre; pues como se trata de propiedades que son de éste, él puede disponer deellas como guste.

117. Y esto es lo que, por lo común, ha dado lugar, a confusiones en lo referente al presente asunto; porque los Estados, al no permitir que ninguna parte de sus dominios sea desmembrada, ni disfrutada por nadie que no pertenezca a la comunidad, hacen que el hijo, en la gran mayoría de los casos, no puedadisfrutar de las posesiones del padre, a menos que lo haga bajo los mismos términos que obligaron a éstecuando devino miembro de la sociedad; de tal modo, que el hijo se pone de hecho bajo el gobiernoestablecido, igual que cualquier otro súbdito de ese Estado. Y así, “el consentimiento dado por hombreslibres que nacen bajo un gobierno es lo único que los hace súbditos de ese gobierno”, sigue siendo un  principio verdadero; lo que ocurre es que como ese consentimiento lo da cada individuo por separado

(cuando le llega el turno de su mayoría de edad), y no lo dan todos juntos a una misma vez, la gente norepara en ello y piensa que ese consentimiento no ha tenido lugar, o que no es necesario; y concluye que ser súbdito es algo tan natural como ser hombre.

118. Mas está claro que los gobiernos mismos no lo entienden así; los gobiernos no reclaman un poder sobre el hijo, sólo porque tuvieron ese poder sobre el padre; y tampoco consideran a los hijos comosúbditos, sólo porque los padres lo fueron. Si un súbdito de Inglaterra tiene un hijo de una mujer inglesa, yeste hijo nace en Francia, ¿de qué país será súbdito ese hijo? No del Rey de Inglaterra, porque para disfrutar del privilegio de serio, debe obtener un permiso; y tampoco lo es del Rey de Francia, pues, de serlo, ¿como podría su padre tener la libertad de sacar de allí a su hijo y de criarlo donde quiera? ¿Y quién sería juzgadocomo traidor o desertor por haber abandonado o guerreado contra el país en el que se limitó a nacer y en elque sus padres eran extranjeros? Es claro, pues, que tanto por lo que practican los gobiernos mismos, como

 por ley de recta razón, que “un hijo no nace súbdito de ningún país o gobierno”. El hijo está bajo la tutela desu padre hasta que alcanza la edad del discernimiento; a partir de entonces, es un hombre libre, con libertadde ponerse bajo el gobierno que le plazca, y de unirse al cuerpo político que quiera. Pues si el hijo de uninglés, nacido en Francia, tiene esa libertad de hacerse súbdito francés y puede que de hecho se haga, esevidente que la circunstancia de que su padre sea un súbdito de este reino no le pone atadura alguna; ytampoco el hijo está obligado por los pactos que hicieron sus antepasados. Siendo esto así, ¿no tendría estehijo, por la misma razón, la misma libertad, dondequiera que hubiese nacido? Porque el poder que el padretiene naturalmente sobre sus hijos es siempre el mismo, independientemente de donde éstos hayan nacido; ylos lazos que unen a las obligaciones naturales no reconocen fronteras de reinos ni de Estados.

119. Al ser todo hombre, como ya se ha mostrado, libre por naturaleza; y al no haber nada que lohaga súbdito de un poder terrenal, excepto su propio consentimiento, debemos considerar qué es lo que ha deentenderse como declaración suficiente de consentimiento, que haga que un hombre esté sujeto a las leyes deun gobierno cualquiera. Suele hacerse una distinción entre consentimiento expreso y consentimiento tácito,que podemos aplicar al asunto que ahora nos ocupa. Nadie duda que el consentimiento expreso de un hombre

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al entrar en una sociedad, lo hace miembro completo de esa sociedad y súbdito de ese gobierno. La dificultadestá en averiguar qué es lo que debe ser tomado como consentimiento tácito, y hasta qué punto obliga; esdecir, en qué medida debe ser considerado como tal un consentimiento y, con él, una sumisión a un gobierno,si el individuo no ha manifestado expresamente dicho consentimiento. A esto respondo diciendo e todohombre que tiene posesiones o disfruta de alguna parte de los dominios de un gobierno, está con ello dandosu tácito consentimiento de sumisión; y, mientras siga disfrutándolas, estará tan obligado a las leyes de dichogobierno como cualquier otra persona que viva bajo el gobierno en cuestión; y ello será así, tanto si sus posesiones son tierras que le pertenecen a él y a sus herederos para siempre, como si las tiene arrendadasúnicamente por una semana, o si, simplemente, está haciendo uso de una carretera viajando libremente por ella; y, en efecto, ha de entenderse que hay un tácito consentimiento de sumisión en el mero hecho de estar dentro de los territorios de ese gobierno.

120. Para entender esto mejor, convendrá considerar que todo hombre, cuando originalmente seincorpora a un Estado cualquiera, por el hecho de unirse a él, también une y somete a la comunidad las  posesiones que tiene o que tendrá en el futuro, si pertenezcan ya a otro gobierno. Pues sería unacontradicción palmaria el que una persona entrase en comunidad con otras para asegurar y regular la propiedad, y que al mismo tiempo supusiese que sus tierras (la propiedad de las cuales ha de estar regulada por la sociedad) estuviesen exentas de la jurisdicción de ese gobierno del que el propietario es súbdito. Por lo

tanto, por el mero acto de unirse una persona –que antes era libre– a un Estado cualquiera, está vinculandosus posesiones a dicho Estado –posesiones que también eran antes libres–.Y así, ambas cosas –persona y  posesión– devienen súbditos del gobierno y pasan a formar parte del dominio de ese Estado mientrascontinúe existiendo. Por lo tanto, quienquiera que mediante herencia, compra, permiso o cualquiera otro procedimiento disfruta de una parte de tierra anexionada a un Estado o situada bajo el gobierno del mismo,debe aceptar las condiciones que regulan dicha tierra, es decir, tiene que someterse al gobierno del Estado bajo cuya jurisdicción está, igual que cualquier otro súbdito del mismo.

121. Pero como el gobierno no tiene una jurisdicción directa sino sobre la tierra, y únicamente afectaal propietario (antes de que este se haya incorporado de hecho a la sociedad) en cuanto que dicho propietarioreside en esa tierra y la disfruta, ocurre que la obligación bajo la que uno está, por causa de ese disfrute, desometerse al gobierno, empieza y termina con el disfrute mismo. De manera que cuando el propietario –el

cual se ha limitado a dar un consentimiento tácito de sumisión al gobierno– se deshace de su propiedadmediante cesión, venta, u otro procedimiento, está ya en libertad de incorporarse al Estado que desee, y tienetambién la libertad de acordar con otros hombres la iniciación de un nuevo Estado in vacuis locis, es decir,en cualquier parte del mundo que esté desocupada y no sea poseída por nadie. Mas aquél que, por virtud deun acuerdo formal y de una declaración expresa, ha dado ya su consentimiento para ser miembro de unEstado estará perpetua, indispensable e inalterablemente obligado a continuar siendo súbdito del mismo; y no podrá ya volver a vivir en la libertad propia del estado de naturaleza, a menos que el gobierno al que estásometido se disuelva por causa de alguna calamidad, o que él mismo cometa un acto público que lo separe dedicho gobierno y no le permita formar parte de él por más tiempo.

122. Pero someterse a las leyes de un país, vivir en él pacíficamente, y disfrutar de los privilegios y protecciones que esas leyes proporcionan, no hace de un hombre miembro de esa sociedad; ello es solamente

una protección local y un homenaje que se debe a todas las personas que, no hallándose en un estado deguerra, entran en los territorios pertenecientes a un gobierno, cuyas leyes se extienden a cada región delmismo. Mas esto, como digo, no hace de un hombre miembro de una sociedad, un súbdito permanente de unEstado, como tampoco convertirla a un hombre en súbdito de otro el hecho de que, durante algún tiempo, seacogiera bajo su familia, si bien, mientras continuase acogiénse a ella, estaría obligado a cumplir las leyes y asometerse al gobierno que allí encontrase. Vernos, así, que los extranjeros, por el hecho de vivir sus vidas  bajo otro gobierno, y disfrutando de los privilegios y de la protección que éste les proporciona, no seconvierten por eso en súbditos o miembros de ese Estado, si bien están obligados, siquiera en conciencia, arespetar las normas de la administración de dicho Estado, igual que los demás ciudadanos. En rigor, nada puede hacer de un hombre un súbdito, excepto una positiva declaración, y una promesa y acuerdo expresos.Esto es lo que pienso acerca del origen de las sociedades políticas y del consentimiento que hace a una persona miembro de un Estado.

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CAPÍTULO 9DE LOS FINES DE LA SOCIEDAD POLÍTICA Y DEL GOBIERNO

123. Si en el estado de naturaleza la libertad de un hombre es tan grande como hemos dicho; si él esseñor absoluto de su propia persona y de sus posesiones en igual medida que pueda serlo el más poderoso; ysi no es súbdito de nadie, ¿por qué decide mermar su libertad? ¿Por qué renuncia a su imperio y se somete al

dominio y control de otro poder? La respuesta a estas preguntas es obvia. Contesto diciendo que, aunque enel estado de naturaleza tiene el hombre todos esos derechos, está, sin embargo, expuesto constantemente a laincertidumbre y a la amenaza de ser invadido por otros. Pues como en el estado de naturaleza todos son reyeslo mismo que él, cada hombre es igual a los demás; y como la mayor parte de ellos no observa estrictamentela equidad y la justicia, el disfrute de la propiedad que un hombre tiene en un estado así es sumamenteinseguro. Esto lo lleva a querer abandonar una condición en la que, aunque él es libre, tienen lugar miedos y peligros constantes; por lo tanto, no sin razón está deseoso de unirse en sociedad con otros que ya estánunidos o que tienen intención de estarlo con el fin de preservar sus vidas, sus libertades y sus posesiones, esdecir, todo eso a lo que doy el nombre genérico de “propiedad”.

124. Por consiguiente, el grande y,. principal fin que lleva a los hombres a unirse en Estados y a ponerse bajo un gobierno, es la preservación de su propiedad, cosa que no podían hacer en el estado de

naturaleza, por faltar en él muchas cosas:Primero, faltaba una ley establecida, fija y conocida; una ley que hubiese sido aceptada por 

consentimiento común, como norma de lo bueno y de lo malo, y como criterio para decidir entre lascontroversias que surgieran entre los hombres. Pues aunque la ley natural es clara e inteligible para todas lascriaturas racionales, los hombres, sin embargo, cegados por sus propios intereses y por no haber estudiadodicha ley debidamente, tienen tendencia a no considerarla como obligatoria cuando se refiere a sus propioscasos particulares.

125. En segundo lugar, falta en el estado de naturaleza un juez público e imparcial, con autoridad para resolver los pleitos que surjan entre los hombres, según la ley establecida. Pues en un estado así, cadauno es juez y ejecutor de la ley de naturaleza; y como los hombres son parciales para consigo mismos, la

 pasión y la venganza pueden llevarlos a cometer excesos cuando juzgan apasionadamente su propia causa, ya tratar con negligencia y despreocupación las causas de los demás.

126. En tercer lugar, falta a menudo en el estado de naturaleza un poder que respalde y dé fuerza a lasentencia cuando ésta es justa, a fin de que se ejecute debidamente. Aquéllos que por injusticia cometenalguna ofensa, rara vez sucumbirán allí donde les es posible hacer que la justicia impere por la fuerza. Unaresistencia así, hace que el castigo resulte peligroso, y aun destructivo, para quienes lo intentan.

127. Así, la humanidad, a pesar de todos los privilegios que conlleva el estado de naturaleza, padeceuna condición de enfermedad mientras se encuentra en tal estado; y por eso se inclina a entrar en sociedadcuanto antes. Por eso sucede que son muy pocas las veces que encontramos grupos de hombres que vivencontinuamente en estado semejante. Pues los inconvenientes a los que están allí expuestos (inconvenientes

que provienen del poder que tiene cada hombre para castigar las transgresiones de los otros) los llevan a buscar protección bajo las leyes establecidas del gobierno, a fin de procurar la conservación de su propiedad.Esto es lo que los hace estar tan deseosos de renunciar al poder de castigar que tiene cada uno, y deentregárselo a una sola persona para que lo ejerza entre ellos; esto es lo que los lleva a conducirse según lasreglas que la comunidad, o aquéllos que han sido por ellos autorizados para tal propósito, ha acordado. Y esaquí donde tenemos el derecho original del poder legislativo y del ejecutivo, así como el de los gobiernos delas sociedades mismas.

128. Porque en el estado de naturaleza (omitiendo ahora la libertad que se tiene para disfrutar de placeres inocentes), un hombre posee dos poderes:

El primero es el de hacer todo lo que a él le parezca oportuno para la preservación de sí mismo y deotros, dentro de lo que permite la ley de la naturaleza,; por virtud de esa ley, él y el resto de la humanidad

son una comunidad, constituyen una sociedad separada de las demás criaturas. Y si no fuera por lacorrupción y maldad de hombres degenerados, no habría necesidad de ninguna otra sociedad, y no habría

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necesidad de que los hombres se separasen de esta grande y natural comunidad para reunirse, medianteacuerdos declarados, en asociaciones pequeñas y apartadas las unas de las otras.

El otro poder que tiene el hombre en el estado de naturaleza es el poder de castigar los crímenescometidos contra esa ley. A ambos poderes renuncia el hombre cuando se une a una privada, si pudiéramosllamarla así, o particular sociedad política, y se incorpora a un Estado separado del resto de la humanidad.

129. El primer poder, es decir, el de hacer lo que cree oportuno para la preservación de sí mismo ydel resto de la humanidad, es abandonado por el hombre para regirse por leyes hechas por la sociedad, en lamedida en que la preservación de sí mismo del resto de esa sociedad lo requiera; y esas leyes de 1 sociedadlimitan .en muchas cosas la libertad que el hombre tenía por ley de naturaleza.

130. En segundo lugar, el hombre renuncia por completo a su poder de castigar, y emplea su fuerzanatural –la cual podía emplear antes en ejecución de la ley de naturaleza, tal y como él quisiera y conautoridad propia– para asistir el poder ejecutivo de la sociedad, según la ley de la misma lo requiera; pues alencontrarse ahora en un nuevo Estado, en el cual va a disfrutar de muchas comodidades derivadas deltrabajo, de la asistencia y de la asociación de otros que laboran unidos en la misma comunidad, así como dela protección que va a recibir de toda la fuerza generada por dicha comunidad, ha de compartir con los otrosalgo de su propia libertad en la medida que le corresponda, contribuyendo por sí mismo al bien, a la

 prosperidad y a la seguridad de la sociedad, según ésta se lo pida; lo cual no es solamente necesario, sinotambién justo, pues los demás miembros de la sociedad hacen lo mismo.

131. Pero aunque los hombres, al entrar en sociedad, renuncian a la igualdad, a la libertad y al poder ejecutivo que tenían en el estado de naturaleza, poniendo todo esto en manos de la sociedad misma para queel poder legislativo disponga de ello según lo requiera el bien de la sociedad, esa renuncia es hecha por cadauno con la exclusiva intención de preservarse a sí mismo y de preservar su libertad y su propiedad de unamanera mejor, ya que no puede suponerse que criatura racional alguna cambie su situación con el deseo de ir a peor. Y por eso, el poder de la sociedad o legislatura constituida por ellos, no puede suponerse que vayamás allá de lo que pide el bien común, sino que ha de obligarse a asegurar la propiedad de cada uno, protegiéndolos a todos contra aquellas tres deficiencias que mencionábamos más arriba y que hacían delestado de naturaleza una situación insegura y difícil. Y así, quienquiera que ostente el supremo poder 

legislativo en un Estado, está obligado a gobernar según lo que dicten las leyes establecidas, promulgadas yconocidas del pueblo, y a resolver los pleitos de acuerdo con dichas leyes, y a emplear la fuerza de lacomunidad, exclusivamente, para que esas leyes se ejecuten dentro del país; y si se trata de relaciones con elextranjero, debe impedir o castigar las injurias que vengan de afuera, y proteger a la comunidad contraincursiones e invasiones. Y todo esto no debe estar dirigido a otro fin que no sea el de lograr la paz, laseguridad y el bien del pueblo..

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CAPÍTULO 18DE LA TIRANÍA

199. Si la usurpación es el ejercicio de un poder al que otra persona tenía derecho, la tiranía es un poder que viola lo que es de derecho; y un poder así nadie puede tenerlo legalmente. Y consiste en hacer uso

del poder que se tiene, mas no para el bien de quienes están bajo ese poder, sino para propia ventaja de quienlo ostenta. Así ocurre cuando el que le gobierna, por mucho derecho que tenga al cargo, no se guía por la ley,sino por su voluntad propia; y sus mandatos y acciones no están dirigidos a la conservación de las propiedades de su pueblo, sino a satisfacer su propia ambición, venganza, avaricia o cualquier otra pasiónirregular.

200. Si alguno duda que esto, por venir de la mano de un simple y humilde súbdito, no es verdad ova contra la razón, espero que la autoridad de un rey lo haga aceptable. El Rey Jacobo I, en su discurso pronunciado ante el Parlamento en 1603, dice así:

Haciendo buenas leyes y constituciones, siempre antepondré el bien del pueblo y de todo el Estado, amis fines particulares y privados; pues el bienestar del Estado constituirá siempre mi mayor satisfacción y

felicidad en este mundo. Y aquí radica la diferencia que se ara a un rey legítimo de un tirano. Pues, en miestimación, el grande y específico punto en el que difieren un rey legítimo y un tirano usurpador es éste: quemientras que el soberbio y ambicioso tirano piensa que su reino y su pueblo tienen como fin la satisfacción desus propios deseos y apetitos irracionales, el rey honesto y justo piensa precisamente lo contrario, y estima quesu función es procurar el bien de su pueblo y proteger su propiedad.

Y de nuevo, en su discurso dirigido al Parlamento en 1609, pronuncia estas palabras:.

Mediante un doble juramento, el rey se obliga a sí mismo a observar las leyes fundamentales de sureino: tácitamente, por el mero hecho de ser el rey, está ya obligado a proteger a su pueblo, así como lasleyes de su reino; y expresamente, en virtud del juramento público que formula en la ceremonia de sucoronación. Así, todo rey justo en un reino establecido, está obligado a respetar el pacto que ha hecho con su

  pueblo, observando las leyes que fueron hechas al instituir su gobierno con el consentimiento de dicho pueblo, y de acuerdo con el pacto que Dios hizo con Noé después del diluvio: A partir de hoy, la siembra yla cosecha, el frío y el calor, el verano y el invierno, y el día y la noche no cesarán mientras la tierra permanezca48. Por lo tanto, un rey que gobierna en un reino establecido, deja de ser rey y degenera en tiranocuando su mando no se rige por las leyes.

Y un poco más abajo:

Por consiguiente, todos los reyes que no son tiranos o perjuros, se alegrarán de estar sujetos a loslímites que les imponen sus leyes; y quienes les persuaden de lo contrario son víboras venenosas para ellos y para el Estado.

Así, el rey prudente que ha entendido bien lo que significan las cosas, se da cuenta de que ladiferencia entre un rey y un tirano radica exclusivamente en esto: en que el uno hace que las leyes limiten su poder y que el bien del pueblo sea la finalidad de su gobierno, y el otro hace que todo tenga que someterse asu propia voluntad y apetito.

201. Es equivocado pensar que este error es sólo achacable a las monarquías; otras formas degobierno pueden caer también en esa falta. Pues siempre que el poder que se ha depositado en cualesquieramanos para e gobierno del pueblo y para la reservación de sus propiedades, es utilizado con otros fines y seemplea para empobrecer, intimidar o someter a los súbditos a los mandatos abusivos de quien lo ostenta, seconvierte en tiranía, tanto si está en manos de un solo hombre, como si está en las de muchos. Y así, leemosen la historia casos como los de los treinta tiranos de Atenas, o como el único tirano de Siracusa, o como eldel dominio intolerable ejercido en Roma por los decemviri, que no son otra cosa sino ejemplos de tiranía49. 48 [Génesis viii. 22.]49 [La oligarquía de los Treinta Tiranos (404-403 a. de C.) fue creada en la antigua Atenas por Lisandro, bajo losauspicios de Esparta. Critias fue uno de sus miembros más prominentes.

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202. Allí donde termina la ley, empieza la tiranía, si la ley es transgredida para daño de alguien. Ycualquiera que, en una posición de autoridad, excede el poder que le ha dado la ley y hace uso de la fuerzaque tiene bajo su mando para imponer sobre los súbditos cosas que la ley no permita, cesa en ese momentode ser un magistrado, y, al estar actuando sin autoridad, puede hacérsele frente igual que a cualquier hombreque por la fuerza invade los derechos de otro. Esto es reconocido cuando se trata de magistrados subalternos.Quien tiene autoridad para apoderarse en la calle de mi persona, puede ser resistido, igual que se resiste a unladrón, si pretende entrar en mi casa para efectuar el arresto a domicilio; y podré yo resistirle, aunque éltraiga una orden de detención que le autoriza legalmente a arrestarme fuera de mi casa. Y sí esto es así conlos magistrados subalternos, ¿por qué no puede ser también aplicable a los superiores? Mucho me alegraríaque alguien me lo dijese. ¿Es razonable que el hermano mayor, por el hecho de haber heredado la parte másgrande de los bienes paternos, tenga el derecho de apropiarse también lo que le corresponde al hermanomenor? ¿Es razonable que un hombre rico que poseyera toda una finca tuviese por ello el derecho deapoderarse de la casita y del pequeño jardín de su pobre vecino en cuanto le diera la gana? El hecho de tener legalmente gran poder y grandes riquezas en medida mucho mayor que los poseídos por la inmensa mayoríade los hijos de Adán, no es en modo alguno una excusa ni, mucho menos, una razón para ejercer la rapiña yla opresión, sino un agravante que se añade al delito de dañar a otro sin autoridad. Pues exceder los límitesde la autoridad que uno tiene, es algo a lo que no tiene derecho ni el gran ministro ni el pequeño funcionario;y no puede justificarse ni en un rey ni en un alguacil. Y será tanto más grave cuanto mayor confianza se haya

depositado en él; pues al habérsele dado más responsabilidad que al resto de sus hermanos, se le supone,debido a las ventajas de su educación, a su cargo, y al hecho de estar rodeado de consejeros, más capaz parasaber lo que está bien y lo que está mal.

203. ¿Podrán, pues, los súbditos oponerse a los mandatos de un príncipe? ¿Se le podrá ofrecer resistencia siempre que un súbdito se considere ofendido y crea que se le ha tratado injustamente? Hacerloasí desquiciaría y echaría abajo toda convivencia política; y en lugar de gobierno y orden, solo habríaanarquía y confusión.

204. A esto respondo diciendo que sólo puede emplearse la fuerza contra otra fuerza que sea injustae ilegal; quien ofrezca resistencia en cualquier otro caso, hará recaer sobre sí la justa condena de Dios y delhombre. Y de este modo, no habrá peligro de que se siga la confusión de la que tan frecuentemente se habla.

Y ello, por las siguientes razones:

205. En primer lugar, hay algunos países en los que, por ley, la persona del príncipe es sagrada; y así,independientemente de lo que él ordene o haga, su persona estará libre de toda cuestión o violencia, y no serásusceptible de que se emplee la fuerza contra él ni de que sea sometido a censura o condena judicial. Contodo, puede haber oposición contra los actos ilegales de algún oficial subordinado o comisionado por el príncipe, a menos que éste quiera ponerse a sí mismo en un estado de guerra con su pueblo, disolver elgobierno y dejar a sus súbditos el único recurso de defenderse a sí mismos, derecho que corresponde a todohombre en su estado natural. Pues, en casos así, ¿quién podrá predecir cómo acabarán las cosas? Un reinovecino al nuestro ha dado al mundo un ejemplo peculiar de esto que digo50. En todos los demás casos, lacondición sagrada de la persona la exime de todos los inconvenientes que de ello podrían derivarse, y está aresguardo de cualquier daño y violencia, mientras que el gobierno se mantiene51. No puede haber 

constitución más sabia que ésa; pues el daño que pudiera causar personalmente el monarca sería, además deimprobable, de poco alcance, ya que su sola fuerza personal no sería capaz de subvertir las leyes ni deoponerse al cuerpo del pueblo. Y si algún príncipe tuviera debilidad o maldad suficientes como para querer hacerlo, las inconveniencias y las malas acciones que pueden acaecer cuando un príncipe testarudo accede altrono, son compensadas de sobra en otros muchos casos, por la paz pública y la seguridad del gobierno

 Locke hace aquí referencia a un solo tirano de Siracusa, pero hubo varios en la historia antigua de la ciudad. Dionisio elViejo, que tomó el poder en el año 406 a. de C., fue quizá el más señalado de todos.Los decemviri (decemviros) alcanzaron el poder en el año 451 a. de C. tras un período de luchas entre patricios y plebeyos en la antigua Roma. Aunque de hecho promulgaron un código legal –las famosas Leyes de las Doce Tablas– su régimen de gobierno fue dictatorial y opresivo.]50 [Alusión al régimen monárquico de Luis XIV de Francia (1643-1715), cuyo poder absoluto estuvo basado en ladoctrina del derecho divino de los reyes.]51 [Frente al absolutismo de inspiración hobbesiana, está aquí Locke defendiendo las ventajas de toda monarquíaconstitucional: “El gobierno se mantiene”, y la persona del soberano queda prudentemente confinada a lo que es su propia dignidad, al haber quedado las directas labores de gobierno a cargo de los representantes del pueblo.]

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cuando éste reside en la persona del más alto magistrado, que queda de este modo fuera de peligro. Pues elcuerpo político queda mejor protegido si se deja que algunos hombres privados sean los que tengan queexponerse, al ser esto más aconsejable que el cabeza del Estado sea fácilmente vulnerable, y por motivos de poco momento.

206. En segundo lugar, este privilegio, como pertenece exclusivamente a la persona del rey, noimpide que aquéllos que, alegando estar comisionados por él para hacer algo que la ley no autoriza y queellos quieren imponer mediante el uso de una fuerza injusta, sean desobedecidos y se les ofrezca oposición yresistencia. Tal sería, por poner un ejemplo claro, el caso de quien, aun teniendo órdenes escritas del rey paraarrestar a un hombre, lo cual constituiría una verdadera comisión real, no podría, sin embargo, entrar por lafuerza en la casa de dicho hombre para efectuar el arresto, ni ejecutar ese mandato del rey en ciertos días o endeterminados lugares, aunque en la comisión que se le ha entregado no se indiquen esas excepciones. Pueshay limitaciones que vienen impuestas por la ley; y aunque alguien esté comisionado por el rey, no puede ser excusado de ajustarse a ellas. Y esto es así porque, como la autoridad que el rey tiene le ha sido dada por laley, no podrá el rey dar a nadie el poder de actuar contra la ley misma, ni justificar, por virtud de sucomisión, a quien actúa de ese modo. La comisión o mandato de cualquier magistrado allí donde no tieneautoridad, es tan nula e insignificante como la de cualquier individuo privado. La única diferencia estriba enque el magistrado tiene alguna autoridad para determinadas cosas y con determinados fines mientras que el

individuo particular no tiene ninguna en absoluto. Y lo que da derecho a actuar no es el haber recibido unmandato, sino la autoridad de quien lo manda, no habiendo autoridad alguna cuando ésta va contra las leyes.Mas a pesar de esta resistencia, la persona y la autoridad del rey siguen aseguradas, y de este modo no hay peligro . para el gobernante o para el gobierno.

207. En tercer lugar, aun suponiendo un, gobierno en el que la persona del magistrado supremo no estenida como algo sagrado, esta doctrina en favor de la legalidad de oponer resistencia a todo ejercicio ilegalde su poder no pondrá en peligro al príncipe ni confundirá al gobierno en toda ocasión, incluso en la mástrivial. Pues siempre que la parte injuriada pueda ser vindicada y sus daños sean indemnizados medianteapelación a la ley, no habrá motivo para recurrir a la fuerza, la cual sólo podrá ser empleada cuando a unhombre se le impida recurrir a la ley. Pues el uso de la fuerza sólo está justificado cuando a un hombre no sele permite buscar remedio mediante recurso legal; y el que sin más hace uso de la fuerza, se pone a sí mismo

en estado. de guerra y hace que sea legal toda resistencia que se le oponga. Un individuo, con una espada enla mano, me asalta en el camino y me pide la bolsa, aunque quizá no lleve yo encima ni doce peniques; a estehombre yo puedo matarlo legalmente. A otro hombre yo le entrego cien libras para que me las sostengamientras me apeo del caballo; y cuando he echado pie a tierra, rehusa devolvérmelas y saca la espada si yotrato de recuperarlas por la fuerza. El daño que este hombre me ha hecho es cien, quizá mil veces mayor queel que el anterior quería hacerme, y al que maté antes de que el daño llegara a consumarse. Y, sin embargo,yo pude matar legalmente al primero, y al otro no puedo legalmente hacerle ningún daño. La razón de esto esclara: porque cuando el primero, haciendo uso de la fuerza, me amenazó con quitarme la vida, yo no tuvetiempo para recurrir a la ley buscando protección; y de haber perdido yo la vida, hubiera sido ya demasiadotarde para formular apelación alguna. La ley no hubiera podido resucitar mi cadáver; la pérdida hubiera sidoirreparable. Así, para impedir esto, la ley de naturaleza me dió el derecho de destruir a quien se había puestoen un estado de guerra contra mi y me amenazaba con destruirme. Pero en el segundo caso, al no estar mi

vida en peligro, pude haber recurrido a la ley buscando reparación por mis 100 libras de esta manera.

208. En cuarto lugar, y si los actos ilegales hechos por el magistrado no son sometidos a cuestión(por causa del poder que el magistrado tiene), y el remedio que la ley procura es obstruído por ese mismo poder, el derecho de resistirse a admitir dichos actos, incluso cuando éstos sean claramente actos de tiranía,no supondrá una repentina ni una paulatina perturbación en el gobierno; pues si sólo llega a afectar algunoscasos de individuos particulares, aunque éstos tienen el derecho de defenderse a sí mismos y de recuperar por la fuerza lo que por la fuerza les fue ilegalmente arrebatado, ese derecho suyo de actuar así no será fácil quelos lleve a buscar una confrontación en la que perecerían con toda seguridad. Sería, pues, imposible e unos pocos individuos particulares que han padecido opresión llegaran a conmover los cimientos del gobierno; porque, al no afectar su caso a la gran mayoría del pueblo, éste no se consideraría afectado: un loco furioso oun testarudo descontento no pueden echar abajo un Estado bien establecido, ya que el pueblo está poco predispuesto a seguirlos.

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209. Pero, tanto si al o de estos actos ilegales llega a afectar a la mayoría el pueblo, como si lamaldad y la opresión sólo han llegado a indignar a unos pocos, en casos así los precedentes y lasconsecuencias parecen amenazar a todos; y todos están persuadidos, en lo íntimo de sus conciencias, de quesus leyes, y, con ellas, sus bienes, sus libertades y sus vidas, están en peligro; y quizá también su religión. Yno puedo imaginar cómo podría impedirse que ofrecieran resistencia si una fuerza ilegal así fuese ejercidasobre ellos. Confieso que es éste un inconveniente que puede presentársele a cualquier gobierno cuando losgobernantes han hecho que de una manera general el pueblo sospeche de ellos. El estado más peligroso en elque pueden llegar a ponerse sería precisamente ése; y no merecerían que se tuviese compasión de ellos,  porque podrían haberlo evitado muy fácilmente. Pues es imposible que si un gobernante deseaverdaderamente el bien de su pueblo, su preservación y la de sus leyes, no haga que el pueblo lo vea y losienta, como imposible es que un padre de familia no haga ver a sus hijos que él los ama y que se cuida deellos.

210. Pero si todo el mundo advierte que se promete una cosa y que se hace otra, que se utilizanartimañas para eludir la ley, y que la prerrogativa –que es un poder arbitrario que se ha dejado en manos del príncipe para ciertas cosas y que está dirigido a procurar el bien, y no mal, del pueblo– es empleada con finescontrarios para los que fue concedida; si el pueblo se da cuenta de que los ministros y magistradossubordinados nombrados para esos cargos cooperan en la consecución de esos malos fines, y que son

favorecidos o postergados en la medida en que los promuevan o se opongan a ellos; si el pueblo ve que el poder arbitrario se manifiesta en varios casos, y que bajo cuerda se favorece a la religión que da más alientoa esas arbitrariedades aunque públicamente se la condene, y que da el máximo apoyo a los miembros activosde dicha religión o, cuando ello no es posible, se les mira con buenos ojos; si ve el pueblo que una largacadena de acciones muestra que las recomendaciones del gobierno tienen esa tendencia, ¿cómo podráhombre alguno engañarse a sí mismo y no reconocer el cariz que las cosas están tomando? ¿Cómo podríahombre alguno evitar buscar algún modo de salvarse? ¿Cómo podría evitar dejar de creer que el capitán deun barco está llevándolo a él y a los demás pasajeros a Argel, cuando lo ve manteniendo la rueda del timónen ese rumbo, aunque los vientos contrarios, las vías de agua, y la falta de tripulación y de provisionessuficientes lo obliguen de cuando en cuando a variar el curso del navío, sólo para volver a retomar el rumboanterior tan pronto como los vientos, las condiciones atmosféricas y otras circunstancias le permiten hacerlo?

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CAPÍTULO 19DE LA DISOLUCIÓN DEL GOBIERNO

211. Quien se proponga hablar con alguna claridad de la disolución del gobierno, debe distinguir, en primer lugar, entre la disolución de la sociedad y la disolución del gobierno. Lo que crea una comunidad ysaca a los hombres del desorganizado estado de naturaleza llevándolos a formar una sociedad política, es el

acuerdo que cada individuo hace con los demás, con el fin de incorporarse todos y actuar como un solocuerpo, constituyendo de este modo un Estado claramente definido. La manera más común, y casi la única,en que esta unión se disuelve, es la intromisión de una fuerza extranjera que llegue a imponerse sobre losmiembros de la comunidad; pues en un caso así, al no ser éstos capaces de mantenerse a sí mismos comocuerpo único e independiente, la unión que antes juntaba ese cuerpo y le daba cohesión cesa necesariamente.Y como consecuencia, cada miembro regresa al estado en que se hallaba antes, con libertad para valerse por sí mismo y procurar su seguridad, como mejor le parezca, en otra sociedad diferente. Siempre que unasociedad es disuelta, es seguro que el gobierno de dicha sociedad no puede permanecer. Por esa razón y lasespadas de los conquistadores suelen cortar los gobiernos en su misma raíz, deshaciendo las sociedades en  pedazos, y privando a la multitud vencida y dispersa de la protección que el hecho de depender de esasociedad la había defendido contra la violencia. El mundo está suficientemente instruido y ha progresado yamucho; y no hace falta que se le diga nada más en lo que respecta a este modo de disolver gobiernos. No

hace falta tampoco mucha argumentación para. probar que allí donde una sociedad ha sido disuelta, elgobierno no puede permanecer; ello sería tan imposible como el que la estructura de una casa permanecieseen pie cuando los materiales de que está hecha han volado por los aires como consecuencia de un tornado, ose han apilado en un montón de escombros como resultado de un terremoto.

212. Además de esta causa externa que hace que los gobiernos se disuelvan, hay también causasinternas.

La primera, cuando el poder legislativo se descompone. La sociedad civil es un estado de paz entreaquéllos que de ella forman parte, los cuales han salido del estado de guerra por medio del arbitraje que hanconcedido al poder legislativo; y es por virtud de esto por lo que los miembros de una comunidad estánunidos y constituyen un coherente cuerpo vivo. Esta es el alma que da forma, vida y unidad al Estado; de

esto derivan sus miembros su influencia mutua, su simpatía y conexión. Por lo tanto, cuando el poder legislativo se rompe o disuelve, la disolución y la muerte se siguen de ello. Pues la esencia y unión de lasociedad consiste en tener una sola voluntad; y el poder legislativo, una vez que ha sido establecido por lamayoría, es el que declara y, por así decirlo, mantiene esa voluntad. La constitución del poder legislativo esel primero y fundamental acto de la sociedad; y mediante este acto, se asegura la continuidad de la unión desus miembros bajo la dirección de ciertas personas y de lo que mandan las leyes que han sido hechas por loslegisladores con el consentimiento del pueblo y por encargo suyo. Sin esto, ningún hombre ni grupo dehombres pueden hacer leyes que obliguen a los demás. Cuando alguien a quien el pueblo no ha designado para ello asume la función de hacer leyes, las estará haciendo sin autoridad; y, por consiguiente, el pueblo noestará obligado a obedecerlas. De este modo, los súbditos vuelven a estar sin sujeción y pueden constituir unnuevo poder legislativo que sea de su gusto, disfrutando de absoluta libertad para resistir la fuerza dequienes, sin autoridad, quieran imponerles alguna cosa. Cada uno puede actuar según su propia voluntad

cuando aquéllos que tenían, por encargo de la sociedad, la misión de declarar cuál era la voluntad públicason excluidos, y otros que no tienen autoridad ni delegación alguna usurpan su puesto.

213. A esto suelen dar lugar quienes dentro de la comunidad hacen mal uso del poder que tienen.Mas es difícil tratar de esto acertadamente, y averiguar quiénes son los responsables, sin saber primero bajoqué forma de gobierno sucede. Supongamos, pues, que el poder legislativo reside en una concurrencia de tres personas:

1)  Una persona individual, con carácter hereditario, que tiene permanentemente el supremo poder ejecutivo y, con él, el de convocar y disolver periódicamente a las otras dos personas.

2)  Una asamblea de la nobleza hereditaria.3)  Una asamblea de representantes elegidos pro tempore por el pueblo.Supuesta esta forma de gobierno, resulta evidente:

214. Primero: Que cuando esa persona individual, o príncipe, impone su propia voluntadarbitrariamente en vez de ajustarse a las leyes –las cuales vienen a ser la voluntad de la sociedad, según es

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declarada por el poder legislativo–, entonces estará cambiando el poder legislativo; pues será esa voluntadarbitraria la que de hecho impondrá sus normas y leyes, exigiendo que sean obedecidas. Cuando seestablecen y se ponen en vigor otras leyes diferentes de las que han sido aprobadas por la sociedad, está claroque el poder legislativo ha sufrido un cambio. Y quien introduce esas nuevas leyes, al no estar autorizado para ello por un previo nombramiento de la sociedad, está subvirtiendo las leyes anteriores, y está tambiéndesobedeciendo y echando abajo el poder mediante el que fueron hechas; y así, está de hecho erigiendo unnuevo poder legislativo.

215. Segundo: Cuando el príncipe impide que la legislatura se reúna a su tiempo debido, o que actúelibremente de acuerdo con los fines para los que ha sido constituida, el poder legislativo es alterado. Pues noes, no, un cierto número de hombres, ni las reuniones de los mismos lo que constituye una legislatura, si éstano tiene también la libertad de debatir sin coacción las medidas que han de tomarse para el bien de lasociedad. Cuando esas libertades le son quitadas o alteradas hasta el punto de privar a la sociedad delejercicio de su poder, el poder legislativo queda, en verdad, descompuesto. No son los nombres lo queconstituye los gobiernos, sino el uso y el ejercicio de esos poderes que les fueron asignados y que debenacompañarlos; de manera que quien quita a la legislatura la libertad, o impide que celebre sus sesiones, está,efectivamente, eliminando el poder legislativo y poniendo fin al gobierno.

216. Tercero: Cuando, por el poder arbitrario del príncipe, los electores o los sistemas de elecciónson alterados sin el consentimiento del pueblo y en contra de los intereses comunes de éste, también el poder legislativo está sufriendo una alteración. Pues si los electores son otros diferentes de los que la sociedad haautorizado para realizar la elección, o conducen ésta de un modo diferente del que la sociedad ha prescrito,quienes resultan tan elegidos no constituyen la legislatura nombrada por el pueblo.

217. Cuarto: Asimismo, el entregar al pueblo a la sujeción de un poder extranjero, ya sea esta entregallevada a cabo por el príncipe o por la legislatura, implica, ciertamente, una alteración del poder legislativo y,con ello, una disolución del gobierno. Pues el fin que perseguía el pueblo al entrar en sociedad era el deconservarse como un entero, libre e independiente cuerpo social, y el de ser gobernado por sus propias leyes;y esto se pierde siempre que el pueblo es entregado al poder de otro.

218. Por qué, según una constitución como la que hemos supuesto, la disolución del gobierno ha deimputársele al príncipe en casos así, es cosa que resulta evidente. Porque como él es el que tiene la fuerza, eltesoro y la capacidad de emplear a los funcionarios del Estado; y como él se persuade frecuentemente a símismo, o deja persuadirse por sus aduladores, de que en su condición de magistrado supremo nadie puedecontrolarlo, él y sólo él está en situación de introducir esas alteraciones, bajo pretexto de estar actuando conautoridad legítima; y, en virtud del poder que tiene, puede aterrorizar o eliminar a quienes se le opongan,tildándolos de facciosos, sediciosos y enemigos del gobierno. Ni miembro alguno de la legislatura, ni del  pueblo, tiene la capacidad de alterar el poder legislativo, a menos que lo intente mediante una abierta yvisible rebelión que a nadie podrá pasarle inadvertida y que, cuando triunfa, produce efectos que en muy poco difieren de los de una conquista extranjera. Además, al tener el príncipe en esa forma de gobierno el poder de disolver las otras partes del cuerpo legislativo y de convertir a los legisladores en simples personas privadas, éstos no pueden nunca alterar el poder legislativo oponiéndose al príncipe, o sin disfrutar de su

aprobación; el consentimiento de éste les es necesario para sancionar cualquiera de sus decretos. Sinembargo, en la medida en que otras partes del cuerpo legislativo puedan contribuir a atentar contra elgobierno, y promoviéndolos directamente, o simplemente tolerándolos, no tratan de impedir esos designioscomo es su obligación, serán culpables y estarán participando en el que, ciertamente, es el mayor crimencontra el prójimo del que puede culpársele a un hombre.

219. Hay una manera más en la que un gobierno de este tipo puede disolverse, y es cuando el quetiene el supremo poder ejecutivo descuida abandona ese cargo, de tal modo que las leyes que ya han sidohechas dejan de ponerse en ejecución. Esto resulta en una palmaria y total anarquía que equivale a unacompleta disolución del gobierno. Porque las leyes no se hacen para sí mismas, sino ara ser, mediante suejecución, los lazos que sujetan a la sociedad y que mantienen en su lugar y función debidas a cada miembrodel cuerpo político. Cuando esa ejecución cesa por completo,. el gobierno, como es obvio, tambiéndesaparece, y el pueblo degenera en una multitud confusa, sin orden ni conexión. Allí donde no hayadministración de justicia para asegurar los derechos de los hombres, y donde tampoco queda un poder dentro de la comunidad para dirigir la fuerza de ésta y abastecer las necesidades del público, tampoco hay,

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ciertamente, gobierno alguno. Allí donde las leyes no se pueden ejecutar, es lo mismo que si no hubieraleyes; y un gobierno sin leyes es, supongo yo, un misterio en política, inconcebible para la capacidad humanae inconsistente con la humana sociedad.

220. En estos casos, y en otros parecidos, en los que el gobierno queda disuelto, el pueblo es dejadoen libertad para valerse por sí mismo y para erigir un nuevo poder legislativo diferente del otro, ya sea por uncambio de personas, o de sistema, o de ambas cosas, según al pueblo le parezca mejor para su propiaseguridad y su propio bien. Porque la sociedad nunca puede, por culpa de otro, perder su nativo y originalderecho de preservarse a sí misma, lo cual sólo puede hacerse mediante el establecimiento de un poder legislativo y una justa e imparcial ejecución de las leyes por él dictadas. Mas la condición de la humanidadno es tan miserable como para no ser capaz de buscar este remedio antes de que sea demasiado tarde paraencontrarlo. Decirle al pueblo que puede protegerse mediante la erección de un nuevo poder legislativocuando por causa de la opresión del engaño o el haber sido entregado a un poder extranjero ese pueblo ha perdido el que tenía, es estarle diciendo que puede esperar remedio cuando en realidad es ya demasiado tardey el mal no tiene cura. Sería como decirles que primero sean esclavos, y que después se ocupen en procurar su libertad; y que una vez que tengan ya las cadenas encima, actúen como hombres libres. Pero esto no puedeser; y más que un buen consejo para remediar su situación, sería una burla. Los hombres no pueden estar  jamás seguros de impedir la tiranía, si no tienen medios de evitarla antes de estar completamente sometidos a

ella. Por lo tanto, no sólo es que tengan un derecho a salir de un régimen tirano, sino que también lo tienen para prevenirlo.

221. Hay, por tanto, en segundo lugar, otra manera en que los gobiernos pueden disolverse, y ella escuando el poder legislativo, o el príncipe, actúan contrariamente a la misión que se les ha confiado.

Primero, el poder legislativo actúa en contra de esa misión que se le ha encomendado, cuando tratade invadir la propiedad del súbdito y de hacerse a sí mismo, o a cualquier otro grupo de la comunidad, amo yseñor de las vidas, libertades y fortunas del pueblo.

222. La razón por la que los hombres entran en sociedad es la preservación de su propiedad. Y el finque se proponen al elegir y autorizar a los miembros de la legislatura es que se hagan leyes y normas quesean como salvaguardas y barreras que protejan las propiedades de todos los miembros de la sociedad, para

así limitar el poder y moderar el dominio que cada miembro o parte de esa sociedad pueda tener sobre losdemás. Nunca podría suponerse que lo que la sociedad quiere es que la legislatura tenga el poder de destruir lo que cada miembro quiso asegurar al entrar en sociedad; eso sería contrario a la razón por la que el pueblose sometió a los legisladores que él mismo estableció. Siempre que los legisladores tratan de arrebatar ydestruir la propiedad del pueblo, o intentan reducir al pueblo a la esclavitud bajo un poder arbitrario, están poniéndose a sí mismos en un estado de guerra con el pueblo, el cual, por eso mismo, queda absuelto de prestar obediencia, y libre para acogerse al único refugio que Dios ha procurado a todos los hombres frente ala fuerza y la violencia. Por lo tanto, siempre que el poder legislativo viole esta ley fundamental de lasociedad, y ya sea por ambición, por miedo, por insensatez o por corrupción, trate de acumular excesivo poder o de depositarlo en manos de cualquier otro, es decir, un poder sobre las vidas, las libertades y los bienes del pueblo, estará traicionando su misión; y, por ello mismo, estará trocando el poder que el pueblo puso en sus manos, por otro con fines distintos. Y al hacer esto, estará devolviendo al pueblo el poder que

éste le dio, y el pueblo tendrá entonces el derecho de retomar su libertad original y el de establecer un nuevocuerpo legislativo que le parezca apropiado y que le proporcione protección y seguridad, que es el fin que  perseguía al unirse en sociedad. Lo que he dicho aquí refiriéndome al poder legislativo en general, estambién verdad aplica o al ejecutivo supremo, el cual, al habérsele encomendado una doble misión –la detener parte, tanto en la legislatura como en la suprema ejecución de la ley– actúa en contra de ambas cuandodecide establecer como ley de la sociedad su propia voluntad arbitraria. También actúa en contra de lo que sele ha encomendado cuando emplea la fuerza, el tesoro y los servicios de la sociedad para corromper a losrepresentantes de ésta y ganárselos para sus propios fines; o cuando abiertamente coacciona a los electores ylos obliga a que elijan a quienes, mediante ofrecimientos, amenazas, promesas, y demás, ya ha convencido para que colaboren con sus planes personales, consiguiendo de ellos que prometan de antemano a favor dequé van a votar, y qué medidas van a tomar. Este controlar a los candidatos y a los electores; este amañar lossistemas de elección, ¿qué son sino un tajar las raíces mismas del gobierno, envenenando así la fuente de laseguridad pública? Porque el pueblo, al haberse reservado el derecho de elegir a sus representantes para proteger de este modo sus propiedades, no podría hacerlo hecho con otro fin que el que éstos fuesen siempreelegidos libremente, y, una vez elegidos, que libremente actuaran y aconsejaran según lo que, tras cuidadoso

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examen y maduro debate, se juzgase necesario para el Estado. Mas quienes dan sus votos antes de oír lo quese dice en el debate y de sopesar las razones que allí se han esgrimido, no pueden hacer esto. Formar unaasamblea con hombres así, e intentar hacer pasar a estos esbirros por auténticos representantes del pueblo y por legisladores de la sociedad, es ciertamente el mayor engaño y el mayor síntoma de querer subvertir algobierno que puedan imaginarse. Y si a esto se añaden recompensas y castigos dirigidos claramente a laconsecución de tal fin, y se hace uso de todas las artimañas pseudo-legales para eliminar y destruir a todoslos que son un obstáculo para la realización de tales fines y no se avienen a traicionar las libertades de su país, no. habrá ya duda acerca de lo que está pasando. Qué clase de poder habrían de tener en la sociedadaquéllos que lo han empleado con un fin contrario al que se les encomendó cuando el gobierno fue instituido,es fácil de determinar; y nadie podrá dejar de darse cuenta de que quien una vez ha intentado una cosa así, no puede ser ya merecedor de confianza alguna.

223. Quizá podría responderse a esto diciendo que, como el pueblo es ignorante y está siempredescontento, sería exponerse a una catástrofe segura el basar los fundamentos del gobierno en la inconstanteopinión y talante indeciso del pueblo; y que ningún gobierno podrá subsistir por mucho tiempo si al pueblose le permite establecer un nuevo poder legislativo siempre que se sienta ofendido por el viejo. A estorespondo: muy al contrario. El pueblo no está tan predispuesto a salir de sus viejas formas de gobierno comoalgunos quieren sugerir. Es muy difícil convencerlo de que tiene que corregir los errores declarados que

tienen lugar dentro del régimen al que está acostumbrado. Y si hay defectos que aquejan a dicho régimendesde un principio, o que con el tiempo y la corrupción se han ido introduciendo en él, cuesta mucho trabajohacer que el pueblo los corrija, aunque el mundo entero vea que hay una oportunidad para ello. Esta lentitudy aversión que el pueblo muestra a la hora de abandonar viejas constituciones, se ha visto, en éstos y en otrostiempos, en las muchas revoluciones que hemos presenciado en este país; y ha seguido sujetándonos, o, trasalgunos infructuosos intervalos, ha vuelto a sujetarnos a nuestro viejo orden legislativo de rey, lores ycomunes; y aunque algunas provocaciones han hecho que la corona fuese quitada de las cabezas de ciertos príncipes, dichas provocaciones nunca llevaron al pueblo al extremo de entregar esa corona a otra dinastía.

224. Mas podrá argüirse que esta hipótesis siembra el fermento de frecuentes rebeliones. A lo cualrespondo:

Primero, que no lo hace en mayor medida que cualquier otra hipótesis. Porque cuando al pueblo se le

hace sufrir y se encuentra expuesto a los abusos del poder arbitrario, la rebelión tendrá lugar, por mucho quese les diga que sus gobernantes son hijos de Júpiter, sagrados o divinos, descendidos de los cielos oautorizados por ellos, o cualquier otra cosa. Un pueblo que es maltratado y cuyos derechos no sonrespetados, estará siempre listo para, en cualquier ocasión, sacudirse de encima la carga que pesa sobre él.Deseará y buscará esa oportunidad que no suele tardar mucho en presentarse cuando se trata de asuntoshumanos, siempre sujetos a cambios, debilidades y accidentes. Tiene que haber vivido muy poco quiendurante su estancia en el mundo no haya visto en su tiempo ejemplos de esto; y tiene que haber leído muy poco quien no pueda mostrar ejemplos de esto mismo, acaecidos en todos los gobiernos del mundo.

225. En segundo lugar, respondo que revoluciones así no suceden por causa de pequeños errores deadministración en los asuntos públicos. Incluso grandes errores por parte de los gobernantes, muchas leyesequivocadas e inconvenientes, y todas las faltas posibles que van anejas a la fragilidad humana, serán

toleradas por el pueblo sin que éste se amotine y sin que de sus labios salga un murmullo de desaprobación.Pero si una larga serie de abusos, prevaricaciones y artimañas que tienden siempre hacia lo mismo hacen queel pueblo repare en que se está conspirando contra él, y las gentes no pueden darse cuenta de bajo quién estány adónde se las lleva, no es extraño que el pueblo se levante y trate de poner el gobierno en manos de quienes puedan garantizarle los fines para los que todo gobierno fue en un principio establecido, y sin los cuales losrancios títulos y las sofisticadas formalidades vienen a resultar en algo mucho peor que el estado denaturaleza o de pura anarquía; pues los inconvenientes son casi o igual de grandes, y el remedio está muchomás lejano y es más difícil de lograr.

226. En tercer lugar, respondo que esta doctrina que da al pueblo el poder de procurar su propiaseguridad mediante el establecimiento de un nuevo cuerpo legislativo cuando sus previos legisladores hanactuado en contra de la misión que se les encomendó y han invadido las propiedades de los súbditos, es lamejor defensa contra la rebelión, y el medio más probable de evitarla. Pues la rebelión es una oposición, no alas personas, sino a la autoridad basada en las constituciones y leyes del gobierno; y aquéllos (quienesquieraque sean) que por la fuerza quieren justificar la violación de dichas leyes, son los que propiamente pueden

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ser considerados rebeldes; pues una vez que los hombres, al entrar en sociedad y al regirse por un gobiernocivil, han excluído la fuerza y han introducido leyes para la preservación de su propiedad, de la paz y de suunidad mutua, quienes de nuevo usen la fuerza para echar abajo esas leyes serán los que de hecho esténrebelándose, del latín rebellare,52 es decir, los que estén trayendo de nuevo el estado de guerra; y éstos seránlos rebeldes, propiamente hablando. Y como los que están en el poder son los más propensos a sentir tentaciones de utilizar la fuerza que tienen en sus manos y la adulación de quienes los rodean para hacer eso  bajo pretexto de estar dotados de autoridad, la manera más apropiada para evitar este mal es mostrar aquienes tienen mayor tentación de cometerlo los peligros y la injusticia que ello traería consigo.

227. En ambos de los casos arriba mencionados, es decir, cuando el cuerpo legislativo se altera, o loslegisladores actúan contrariamente al fin para el que fueron constituidos, quienes resulten culpables seránculpables de rebelión; pues sí alguien elimina por la fuerza el establecido cuerpo legislativo de una sociedady las leyes que éste ha hecho de acuerdo con la misión que se le ha encomendado, está de hecho eliminandoel arbitraje en el que cada miembro de esa sociedad había consentido para lograr una pacífica resolución detodas las controversias, y para impedir que tuviese lugar entre ellos un estado de guerra. Quienes eliminan oalteran el poder legislativo están eliminando ese poder decisorio que nadie puede tener sin el nombramientoy el consentimiento del pueblo; y al hacer eso, están destruyendo la autoridad que el pueblo, el cual tiene lacapacidad exclusiva para ello, estableció; y están introduciendo un estado de guerra en el que la fuerza es

ejercida sin autoridad. Y así, al deshacerse del cuerpo legislativo establecido por la sociedad, a cuyasdecisiones el pueblo había dado su aquiescencia y se había sumado como si fueran actos de su propiavoluntad, deshacen los lazos sociales y de nuevo dejan al pueblo en un estado de guerra. Y si son rebeldesquienes por la fuerza eliminan el cuerpo legislativo, también los legisladores mismos deben ser consideradoscomo tales (como ya hemos mostrado) cuando, habiendo sido establecidos para la protección y preservacióndel pueblo, de sus libertades y de sus propiedades, lo invaden por la fuerza y tratan de arrebatárselas. Y deeste modo, se ponen a si mismos en un estado de guerra contra quienes les habían nombrado protectores yguardianes de su paz; y son propiamente hablando, y en grado máximo, rebellantes, es decir, rebeldes.

228. Pero si quienes dicen que esta doctrina “está sembrando la semilla de la rebelión” quieren conello dar a entender que el decir al pueblo que está absuelto de prestar obediencia cuando se intenta invadir sus libertades o propiedades puede dar lugar a guerras civiles y a tumultos internos; si lo que quieren dar a

entender es que decirle al pueblo que éste puede oponerse a la violencia ilegal de sus magistrados cuandoéstos invaden sus propiedades, contrariamente a la misión que se les encomendó, es una doctrinaimpermisible porque resulta destructiva para la paz del mundo, entonces podrían agregar también, basándoseen lo mismo, que los hombres honestos no pueden oponerse a los ladrones y piratas, porque esto puede dar ocasión a desorden y a derramamiento de sangre. Mas si alguna desgracia tiene lugar en casos así, no será por culpa de quien está defendiendo su derecho, sino de quien está violando el de su prójimo. Si un hombreinocente y honesto está obligado a no abrir la boca y a abandonar todo lo que tiene, simplemente para noromper la paz, y tiene que ceder ante quien pone violentamente las manos sobre él, yo pediría que seconsiderase qué clase de paz habría en este mundo: una paz que consistiría en la violencia y en la rapiña, yque habría de mantenerse para beneficio exclusivo de ladrones y opresores. ¿A quién no le parecería una pazadmirable entre el poderoso y el débil el espectáculo de ver a un cordero ofrecer sin resistencia su garganta para que ésta fuese destrozada por el fiero lobo? La cueva de Polifemo, en la que Ulises y sus compañeros no

tenían otra cosa que hacer sino esperar a ser devorados, nos da un ejemplo perfecto de una paz y un gobiernode este tipo. Y sin, duda, Ulises, que era hombre prudente, predicó a los suyos que practicasen unaobediencia pasiva, y los exhortó a que se sometieran sin rechistar, dándoles como argumento lo importanteque era la paz para el género humano, y haciéndoles ver los inconvenientes que acarrearía el ofrecer resistencia a Polifemo, quien ahora tenía poder sobre ellos53.

229. La finalidad del gobierno es el bien de la humanidad. ¿Y qué es mejor para la humanidad: queel pueblo esté siempre expuesto a la ¡limitada voluntad de a tiranía, o que los gobernantes puedan ser resistidos cuando hacen un uso exorbitante de su poder y lo emplean para la destrucción, y no para la protección de las propiedades de sus súbditos? 52 [Tal es, como Locke indica a continuación, el significado más propio del verbo re-bello: “hacer la guerra otra vez”,“volver a la guerra”.]53 [Es claro que Locke esta aquí ironizando. Según el relato de Homero, Ulises emborrachó a Polifemo, lo cegó, yescapó con los suyos colgándose al vientre de las ovejas del gigante cuando éstas salían de la cueva para pastar. Elepisodio como es sabido, pertenece a la Odisea.]

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230. Que tampoco diga nadie que de esta doctrina pueden derivarse malas consecuencias siempreque un espíritu inquieto o turbulento desee que haya una alteración en el gobierno. Es verdad que hombresasí pueden armar alboroto siempre que quieran; pero ello sólo será para su justa ruina y perdición. Porquehasta que el malestar no llega a ser general, y los malos designios de los gobernantes no se hacen patentes yllegan a ser notados por la mayor parte de la población, el pueblo, que siempre está más dispuesto a sufrir que a luchar por sus derechos, no hace por sublevarse. No le mueven los ejemplos particulares de injusticia uopresión que haya visto aquí y allá padecidos por algún que otro desdichado. Mas si el pueblo en generalllega a persuadirse, basándose en evidencias manifiestas, de que se está maquinando contra sus libertades yde que las cosas tienden a corroborar la sospecha de que sus gobernantes tienen malas intenciones, ¿a quién podrá censurarse por ello? ¿Quién podrá impedir que quienes tienen la posibilidad de evitar el mal que se lesquiere hacer se pongan en actitud de sospecha? ¿Es que el pueblo es censurable por tener el sentido decriaturas racionales y por tener la capacidad de pensar las cosas tal y como las ve y las siente? ¿No será más bien la culpa de quienes han puesto las cosas de una manera, queriendo al mismo tiempo que la gente norepare en cómo están? Concedo que el orgullo, la ambición y la turbulencia causada por individuos particulares han producido a veces grandes desórdenes en las sociedades, y que las facciones han sido fatalesara estados y reinos. Pero que el mal haya comenzado con mayor frecuencia en la temeridad del pueblo y ensu deseo de echar abajo la autoridad legítima de sus gobernantes, o que se haya debido a la insolencia de losgobernantes y a su empeño por ejercer un poder arbitrario sobre el pueblo; que haya sido la opresión, o la

desobediencia, lo que en un principio dio origen al desorden, es cosa que dejaré que sea decidida por laimparcial historia. Mas de esto sí estoy seguro: que quien, ya sea gobernante o súbdito, intenta invadir por lafuerza los derechos del príncipe o del pueblo, y da así fundamento para que se eche abajo la constitución y elrégimen de cualquier gobierno justo, es culpable del mayor crimen del que un hombre es capaz; y que habráde responder por todas las desgracias, todos los derramamientos de sangre, toda la rapiña y toda ladesolación que el derrumbamiento de los gobiernos acarrea a un país. Y quien hace eso puede justamente ser considerado como enemigo y peste de toda la humanidad, y debe ser tratado como merece.

231. Todo el mundo está de acuerdo en que tanto los súbditos como los ciudadanos extranjeros queatentan contra las propiedades de un pueblo valiéndose de la fuerza, pueden ser resistidos por la fuerza. Peroque a los magistrados que hacen eso mismo pueda también resistírseles por la fuerza, es algo que ha sidonegado en estos últimos tiempos, como si quienes por ley tuvieran los mayores privilegios y ventajas,

tuvieran por ello el poder de violar esas leyes que precisamente los colocaron en una situación mejor que lade sus hermanos. Mas lo cierto es que las ofensas cometidas por estos magistrados han de ser más graves,tanto por la ingratitud, de los mismos, como por haber recibido más de la ley y por defraudar la confianzaque sus hermanos depositaron en ellos.

232. Quienquiera que haga sin derecho uso de la fuerza, y tal hace dentro de una sociedad quien laejerce fuera de la ley, se pone a sí mismo en un estado de guerra con aquéllos contra los que esa fuerza esempleada; y en un estado así, todos lo acuerdos anteriores dejan de tener vigencia, todos los demás derechosdesaparecen, y cada individuo se queda con el de defenderse a sí mismo y el de resistir al agresor. Esto es tanevidente, que Barclay54 mismo, el gran defensor del poder y de la condición sagrada de los reyes, se veobligado a confesar que hay cosas en las que al pueblo le es legítimo resistir a su monarca; y eso lo dice enun capítulo en el que está intentando mostrar que la ley divina. le prohíbe al pueblo toda forma de rebelión.

De lo cual resulta evidente, incluso según los principios de su doctrina, que como en algunos casos puede el pueblo ofrecer resistencia, no todo resistir a los príncipes es una rebelión. Sus palabras son éstas:

Quod siquis dicat, Ergone populus tyrannicae crudelitati et furori jugulum semper praebebit? Ergonemultitudo civitates suas fame, ferro, et flammá vastari, seque, conjuges, et liberos fortunae ludibrio et tyrannilibidini exponi, inque omnia vitae pericula omnesque miserias et molestias à rege deduci patientur? Num illisquod omni animantium generi est à naturá tributum, denegari debet, ut sc. vim vi repellant, seseq; ab injuriatueantur? Huic breviter responsum sit, Populo universo negari defensionem, quae juris naturalis est, nequeultionem quae praeter naturam est adversus regen concedi debere. Quapropter si rex non in singulares tantum personas aliquot privatum odium exerceat, sed etiam reipublicae, cujus ipse caput est, i.e. totum populum,vel insignem aliquam ejus partem immani et intolerandá saevitia seu tyrannide divexet; populo quidem hoccasu resistendi ac tuendi se ab injuriá potestas competit; sed tuendi se tantum, non enim in principem

 54 [William Barclay, profesor de Derecho en Pont-a-Mousson, escocés, protegido de la familia Estuardo. La obra de laque está tornado el texto que aquí recoge Locke fué publicada en Paris (1600).]

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invadendi: et restituendae injuriae illatae, non recedendi á debitá reverentiá propter acceptam injuriam.Praesentem denique impetum propulsandi non vim praeteritam ulcendi jus habet. Horum enim alterum anatura est, ut vitam scilicet corpusque tueamur. Alterum vero contra naturam, ut inferior de superiorisupplicium sumat. Quod itaque populus malum, antequam factum sit, impedire potest, ne fiat; id postquamfactum est, in regem authorem sceleris vindicare non potest: populus igitur hoc ampliùs, quam privatusquispiam habet: quod huic, vel ipsis adversariis judicibus, excepto Buchamano, nullum nisi in patientiaremedium superest. Cùm ille si intolerabilis tyrannus est (modicum enim ferre omnino debet) resistere cumreverentiá possit. -Barclay, Contra Monarchomachos, 1. iii. c. 8.

 Lo que, traducido, dice así:

233. Mas si alguno preguntara: ¿Tiene el pueblo que estar siempre expuesto a la crueldad y al furor de la tiranía? ¿Debe resignarse a ver sus ciudades saqueadas y reducidas a cenizas, sus mujeres e hijos amerced de la lujuria violencia del tirano, y a ellos mismos y a sus familiares llevados por su rey a la ruina yforzados a vivir en la más absoluta miseria y opresión? ¿Debe el pueblo ver todo eso y permanecer inactivo?¿Deben ser los hombres privados de ese privilegio común que consiste en resistir la fuerza con la fuerza yque la naturaleza ha permitido ejercer libremente a todas las demás criaturas para que éstas puedan  protegerse de daños? Y respondo: la auto-defensa es una parte de la ley de naturaleza y no puede serle

negada a la comunidad, aunque vaya contra el mismo rey. Pero en modo alguno debe permitírsele al pueblovengarse de él, pues eso no está en conformidad con dicha ley. Por lo tanto, si el rey muestra odio, no sólohacia algunos individuos en particular, sino hacia todo el cuerpo del Estado de que él es cabeza, y conintolerable abuso tiraniza cruelmente a todo el pueblo o a una parte considerable de éste, el pueblo tendráentonces el derecho de resistir y de defenderse a sí mismo de daños; mas debe hacerlo cautamente,limitándose a defenderse a sí mismo sin atacar a su príncipe; puede el pueblo reparar los daños padecidos,mas no debe excederse traspasando los límites de la reverencia y respeto debidos. Puede repeler el ataquecuando éste se presenta, pero no debe vengarse por violencias pasadas; pues no es natural defender nuestravida y nuestros miembros, pero va contra la naturaleza el que un inferior castigue a un superior. El pueblo puede prevenir el mal antes de que éste se cometa; pero una vez que el mal ha sido hecho, no puede tomar venganza en el rey, aunque éste sea el autor de la villanía. Este es, pues, el - privilegio de que disfruta el pueblo en general, por encima del que tiene cualquier persona privada: que un individuo particular –y esto lo

admiten hasta mis adversarios, con la excepción de Buchanan55

 – no tiene más remedio que la paciencia; peroque el pueblo, tomado corporativamente, puede ofrecer resistencia a la tiranía cuando ésta es intolerable, ysiempre con la debida reverencia; mas cuando la tiranía es moderada, debe soportarla.

234. Hasta ahí permite la resistencia este gran defensor del poder monárquico.

235. Verdad es que añade dos limitaciones a esa resistencia, que no sirven propósito alguno: dice, en primer lugar, que debe hacerse con reverencia; y en segundo lugar, que debe ser una resistencia sin venganzao castigo; y la razón que da es que un inferior no puede castigar a un superior.

A lo primero respondo diciendo que hace falta una facultad especial para entender cómo podráofrecerse resistencia a la fuerza sin devolver el golpe, o cómo puede golpearse con reverencia. Quien seoponga a un asalto armado solamente con un escudo para parar los golpes, o en una actitud todavía más

respetuosa, sin una espada en la mano y con el propósito de abatir la confianza y la fuerza del atacante, pronto verá que su resistencia ha finalizado y que ese modo de defenderse sólo le ha servido para hacer caer sobre sí el más grave maltrato. Es ésta una manera de resistir tan ridícula como aquella manera de luchar dela que nos habla Juvenal56 :ubi tu pulsas, ego vapulo tantum57 . Y el resultado del combate sería,inevitablemente, el mismo que Juvenal describe:

Libertas paupéris haec est:Pulsatus rogat, et pugnis concisus adorat,

 55 [George Buchanan (1506-1582). Humanista escocés, preceptor de Jacobo I. La obra en la que se contiene la doctrinaa la que se opone Barclay es De Jure Regni Apud Scotos (1597), publicada póstumamente.]56 [Juvenal (60-140). Satirizó en sus poemas la sociedad romana de su tiempo.]57 [(¿Podemos llamar lucha a un encuentro) en el que tú das los puñetazos y yo me limito a recibirlos? ( Sátiras iii. 288-89)]

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Ut liceat paucis cum dentibus inde reverti.58

Tal será siempre el desenlace de tal resistencia imaginaria en la que los hombres no devuelven elgolpe. Por lo tanto, a quien se le permita resistir, debe también permitírsele golpear. Y una vez sentado esto,que nuestro autor o cualquier otra persona propine el estacazo en la cabeza o el corte en la' cara, con toda lareverencia que juzgue conveniente. Quien sea capaz de conciliar los golpes con la reverencia, bien merece,según puedo yo deducir, que se le premie por su esfuerzo con una civil y respetuosa paliza siempre que pueda conseguirlo.

En cuanto a lo segundo, es decir, a que un inferior no puede castigar a un superior, respondo que esoes generalmente verdad siempre y cuando el superior siga siendo tal. Pero resistir la fuerza con la fuerzaimplica estar en una condición de guerra que iguala a las partes en litigio y que cancela toda previa relaciónde reverencia, respeto y superioridad; y la única desigualdad que queda es la que sitúa a quien se opone alinjusto agresor en una posición de superioridad sobre éste, si es que gana; y puede entonces castigar a dichoagresor por haber roto la paz y por los males que de ello se han seguido. Y por eso Barclay, en otro pasaje, esmas consecuente consigo mismo y niega que sea legítimo resistir a un rey en caso alguno. Mas sí mencionados casos en los que un rey puede destronarse. a sí mismo. Las palabras de Barclay son éstas:

Quid ergo, nulline casus incidere possunt quibus populo sese erigere atque in regem impotentiusdominantein arma capere et invadere)ure suo suáque authoritate liceat? Nullí certe quam-díu rex manet.Semper enim ex divinis id obstat, Regem ho-norificato; et qui potestati resistit, Dei ordinationi resistit: nonaliás igitur in cum populo potestas est quam si ed committat propter quod ipso jure rex esse desinat. Tuncenim se ipse principatu exuit atque in privatis constitult liber: hoc modo populus et superior efficitur, reversoad eum sc. jure illo quod ante regem inauguratum in interregno habuit. At sunt paucorum generum commissaejusmodi quae hunc effectum pariunt. At ego cum plurima animo perlustrem, duo tantum invenio, duos,inquam, casus quivus rex ipso facto ex rege non regem se facit et omni honore et dignitate regali atque insubditos potestate destituit; quorum etiani meminit Winzerus. Horurn unus est, si regnum disperdat,quemadmodum de Nerone fertur, quod is nempe senatum populumque Romanum atquue adeo urbem ipsamferro flammaque vastare, ae novas sibi sedes quaerere, decrevisset. Et de Caligula, quod palam denunciaritseineque cíveni neque principem senatui amplius fore, inque an mo habuerit interempto utriusque ordiniselectissimo quoque Alexandriam commigrare, ac ut populum uno ictu interimeret, unam el cervícem optavit.Talea cum rex aliquis meditatur et molitur serio, omnem regnandi curam et animum ilico abjicit, ac proinde

imperiuni in subditos amittit, ut dominus servi pro derelicto habiti dominium.

236. Alter casus est, si rex in alicujus clientelam si contulit, ac regnum quod liberum á majoribus et populo traditum accepit, alienae ditioni mancipavit. Nam tunc quanivis forte non e¡ mente id agit populo plane ut incommodet: tamen quia quod praecipiluni est regiae dignitatis amisit, ut summus scilicet in regriosecundum Deum sit, et solo Deo inferior, atque popu-lum etiam totum ignoratem vel invitum, cujuslibertatem sar-tam et tectam conservare debult in alterius gentis ditionení et potestatem dedidit, hic velut-quadam regni ab alienatione ef-ficit, ut nec quod ipse in regno imperium habuit retineat, nec in eum cuicollatum voluit, juris quicquam transferat; atque ita eo facto liberum jam et suae potestaltis populumrelinquit, cujus reí exemplum unum annales Scotici suppeditant. -Barclay-, Contra Monarchomachos, 1. 111.c. 16.

 Lo que, traducido, dice así:

237. Entonces ¿es que no puede haber ningún caso en el que el pueblo pueda legalmente, y en virtudde su propia autoridad, valerse por sí mismo, levantarse en armas y ponerse en contra del rey que lo dominadespóticamente? No, no puede haberlo mientras el rey siga siendo rey . “Honrad a vuestro rey” y “Quienresiste al poder establecido está resistiendo los mandatos de Dios” son normas divinas que jamás lo  permitirían. Por consiguiente, el pueblo no puede enfrentarse al rey, a menos que éste haga algo queimplique que ha dejado de ser rey; pues entonces el monarca se habrá privado a sí mismo de la corona y de ladignidad real, y habrá vuelto a la condición de un individuo privado; y entonces el pueblo será libre ysuperior, y volverá a recuperar el poder que tenía antes de coronar a su rey. Mas son pocos los casosdesafortunados en los que las cosas pueden llegar a ese estado. Después de haber considerado el asuntodesde todos los ángulos posibles, sólo encuentro dos en los que ello puede ocurrir. Dos casos, digo, en los

 58 [Esta es la libertad que consigue el pobre: Habiendo sido golpeado, ruega; y cuando se le lacera a puñetazos, adora, para que así se le permita volver a casa con algún diente.(Sátiras iii. 300-301)]

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que el rey se convierte, ipso facto, en un no-rey, y pierde todo poder y toda autoridad real sobre su pueblo.Estos dos casos son también registrados por Winzerus59.

El primero es cuando el rey trata de echar abajo al gobierno, es decir, cuando su intención esaniquilar el reino y el Estado. Tal cosa se cuenta de Nerón cuando éste decidió eliminar al Senado y PuebloRomano, destruir la ciudad con el fuego y con la espada, y marcharse luego a algún otro lugar; y lo mismo sedice de Calígula, el cual declaró abiertamente que no iba a ser ya el jefe del pueblo o del Senado, que iba adeshacerse de los hombres más valiosos que hubiera en ambos, y que luego iba a retirarse a Alejandría. Y erasu deseo que el pueblo tuviese un solo cuello, para poder decapitarlo de un solo tajo. Propósitos como éstos,cuando un rey piensa en ellos y seriamente los fomenta, es que está inmediatamente abandonando todocuidado y consideración para con su Estado; y, consecuentemente, está renunciando al poder de gobernar asus súbditos, lo mismo que el amo pierde el dominio sobre sus esclavos cuando los abandona.

238. El otro caso es cuándo un rey se hace dependiente de otro, y somete el reino que sus antecesoresle dejaron, y al pueblo libre que fue puesto en sus manos, al dominio de otro. Pues aunque quizá no sea suintención perjudicar al pueblo, pierde, al entregarlo, la parte principal de su dignidad real, es decir, el ser,dentro de su reino, la persona suprema después de Dios; y también, porque ha traicionado a su pueblo, cuyalibertad el debía de haber preservado, al entregarlo al poder y dominio de una nación extranjera. Por asídecirlo, en virtud de esta alienación de su reino, el rey pierde el poder que tenía antes, sin haber transferido el

menor derecho a aquél a quien se lo ha entregado. Y así, mediante este único acto, está dejando al pueblo enlibertad y a su propio albedrío. Un - ejemplo de esto puede encontrarse en los Scottish Annals.

239. En estos casos, Barclay, gran campeón de la monarquía absoluta, se ve forzado a reconocer quea un rey puede hacérsele resistencia, y que deja de ser rey. En resumen, y para no multiplicar los ejemplos,siempre que un rey no tiene autoridad, deja de ser rey y puede ser resistido; pues en cuanto cesa la autoridad,deja de haber rey, y éste es como otro individuo cualquiera, sin autoridad alguna. Y estos dos casos queBarclay presenta como ejemplos, difieren muy poco de los que se han mencionado más atrás, los cualestambién son destructivos para el gobierno; lo único es que Barclay ha omitido el principio del que estadoctrina se deriva, a saber: el quebrantamiento de la confianza, al no haberse respetado la forma de gobiernoque fue acordada, y al no respetarse los fines del gobierno mismo, fines que consisten en el bien público y enla preservación de la propiedad. Cuando un rey se ha destronado a sí mismo y se ha puesto en un estado de

guerra con su pueblo, ¿qué le impedirá al pueblo perseguirlo? Pues ya no será rey; y así, habrá que tratarlocomo a un hombre más en estado de guerra. Barclay y los que comparten su opinión harían bien endecírnoslo. Y quisiera que se reparase en otra cosa que también ha escrito este autor: “Al pueblo le está  permitido prevenir los males que se maquinan contra él.” Esto indica que Barclay permite que se hagaresistencia a la tiranía, aun cuando ésta no se haya materializado todavía. “Propósitos como éstos”, dice,“cuando un rey piensa en ellos y seriamente los fomenta, es que está inmediatamente abandonando todocuidado y consideración para con su Estado”; de manera que, según Barclay, descuidar el bien público debeser tomado como evidencia de que se planea algo malo contra el pueblo, y es motivo suficiente para ofrecer resistencia. Y la razón de todo ello la da él mismo con estas palabras: “Porque ha traicionado a su pueblo,cuya libertad él debía de haber preservado.” Lo que Barclay añade –“al entregarlo al poder y dominio de unanación extranjera”– no significa nada; pues la deserción del rey y el abandono de su poder radican en elhecho de que el pueblo ha perdido fa libertad, la cual dicho rey tenía la obligación de preservar. Por lo tanto,

la cesación del poder real no radica propiamente en el cambio de personas a cuyo dominio el pueblo. sesujeta. Los derechos del pueblo son igualmente violados, y su libertad es igualmente perdida, tanto si se leshace esclavos de su propio rey, como si quien los esclaviza es una nación extranjera; en eso radica la injuriade la que el pueblo es víctima, y eso es lo que le da derecho a defenderse. Y en todos los países puedenencontrarse ejemplos que prueban que no es la mera sujeción a una nación extranjera, ni un cambio degobernantes lo que supone una ofensa contra el pueblo, sino un cambio en el gobierno. Bilson60, obispo denuestra Iglesia y gran apologista del poder y prerrogativa de los príncipes, reconoce en su tratado sobre “lasujeción cristiana”, si no me equivoco, que los príncipes pueden perder su poder y el derecho a que sussúbditos los obedezcan. Y si fuera necesario citar autoridades que vengan en apoyo de una doctrina que, por lo demás, es muy clara, puede el lector remitirse a Bracton, a Fortescue, al autor de The Mirror y a muchos 59 [Lo más probable es que se trate de un Ninian Winzet (1518-1592), escritor y teólogo escocés; confesor de MariaEstuaráo; antagonista de Knox; contra-reformista. En 1577 fue nombrado Abad del Monasterio Benedictino de Sintiagode Ratisbona.]60 [Tomas Bilson (h. 1546-1616). Obispo de Winchester. La obra a la que aquí se alude es Difference between ChristianSubjection and Unchristian Rebellion (1585).]

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otros escritores a los que no puede tildárseles ni de ignorantes ni de enemigos de nuestro gobierno61. Pero hecreído que la autoridad de Hooker sería suficiente para satisfacer a esos individuos que, aun apoyándose enél cuando hablan de política eclesiástica, niegan al mismo tiempo, lo cual no deja de ser extraño, los  principios sobre los que Hooker basa su pensamiento. Merecería la pena ver si aquí están sirviendo deinstrumentos utilizados por obreros más astutos que quieren echar por tierra su propio edificio. De esto estoyseguro: su política civil es tan novedosa, tan peligrosa y tan destructiva para los gobernantes y para el pueblo, que las edades precedentes nunca pudieron tolerar su adopción; esperemos, pues, que las venideras,redimidas do as imposiciones de estos capataces egipcios, aborrezcan la memoria de aquellos servilesaduladores que, mientras aparentaban servir redujeron todo gobierno a una tiranía absolutista, deseando quetodos los hombres hubiesen nacido en la condición más adecuada para que ellos llevasen a cabo sus perversas intenciones, es decir, que hubiesen nacido esclavos.

240. Es probable que en este punto surja la pregunta acostumbrada: ¿Quién podrá juzgar si el príncipe o el cuerpo legislativo están actuando en violación de la con fianza que se depositó en ellos? (Quizálos hipócritas y facciosos traten de diseminar esta pregunta entre el pueblo, cuando el rey no esté haciendonada más que lo que por prerrogativa le corresponde.) Y, respondo: el juez habrá de ser el pueblo; pues¿quien podrá juzgar si su delegado o diputado está actuando de acuerdo con lo que se le ha encomendado,sino aquél que le ha encomendado la misión y conserva todo el poder de destituirlo cuando el depositario del

encargo no lo cumpla? Si esto resulta razonable cuando se trata de casos entre individuos privados, ¿por quéno habrá de ser también así en asuntos de máxima importancia en los que el bienestar de millones puede ser afectado y en los que el mal, si no es evitado, es mucho mayor, y la reparación es muy difícil, costosa yarriesgada?

241. Hay todavía algo más. Esta pregunta de “¿ Quién será el juez?” no puede significar que no hay  juez alguno; pues cuando falte en la tierra una judicatura que dictamine acerca de las disputas entre loshombres, el Dios de los cielos será el Juez. es verdad que sólo El puede juzgar en. cuanto al derecho. Perocada hombre juzgará por si mismo, en éste y en todos los demás casos, si otro hombre se ha puesto en estadode guerra con él, y si debe apelar al Juez Supremo, como hizo Jefté.

242. Si surge una controversia entre el príncipe y algunos miembros del pueblo en una cuestión sobre

la que la' ley no dice nada, y si el asunto es de gran importancia. pienso que, en un caso así, el árbitro debeser el conjunto del pueblo. Pues en casos en los que el príncipe ha sido depositario de la confianza del puebloy ha sido por ello dispensado de las normas comunes y ordinarias contenidas en la ley, si algunos hombres sesienten agraviados y piensan que el príncipe actúa en contra de esa confianza que se le ha otorgado, o seextralimita, ¿quién más apropiado, sino la corporación del pueblo– el cual fue quien en un principio puso enel príncipe dicha confianza–, para juzgar si el príncipe se ha excedido o no? Pero si el príncipe, o quienquieraque esté en la administración, rechaza ese modo de arbitraje, sólo cabrá el recurso de apelar a los cielos. Puesla fuerza ejercida entre personas que no tienen un superior en este mundo, o que no permite apelar a ningún  juez terrenal, equivale propiamente a un estado de guerra en el que la única apelación posible ha de ser dirigida a los cielos. Y en un estado así , la parte injuriada debe juzgar por sí misma cuándo será oportunorecurrir a esa apelación y entregarse a ella.

243. Para concluir: el poder que cada individuo dió a la sociedad cuando entró ella, nunca puederevertir de nuevo a los individuos mientras a sociedad permanezca; siempre ha de permanecer dicho poder enmanos de la comunidad; pues, sin eso, ni hay comunidad, ni hay Estado, lo cual es contrario a lo que seacordó en un principio. Asimismo, cuando la sociedad ha depositado el poder legislativo en una asamblea dehombres para que éstos lo mantengan lo pasen por sucesión según las normas y la autoridad que se les haconcedido, ese poder legislativo tampoco podrá revertir de nuevo al pueblo mientras el gobierno permanezca; pues el pueblo, al haber dotado al cuerpo legislativo con el poder de perpetuarse, ha entregadosu poder a la legislatura, y no puede ya retomarlo. Mas si el pueblo ha establecido límites en lo que respectaa la duración de dicha legislatura, y ha hecho que el poder supremo depositado en una persona o en unaasamblea sea únicamente por un periodo de tiempo; o si aquéllos que están en posesión de la autoridad 61 [Henry de Bracton (m. 1268) fue una de las autoridades jurídicas de su tiempo. Su tratado De Legibus etConsuetudinibus Angliae, compuesto en 1256, no llegó a publicarse hasta el año 1569.Sir John Fortescue (1394-1476), jurista y tratadista político. Su obra principal:   De Monarchia, or Governance of 

 England. The Mirror of justice, obra publicada en época de Eduardo I; su autor fue, según parece, un pescadero, si es decreer el dato de Thomas I Cook, recogido en su edición del Segundo Tratado.]

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  pierden ese poder por causa de sus abusos, entonces el poder revierte a la sociedad, y el pueblo tiene elderecho de actuar con autoridad suprema, y el de asumir la legislatura; o, si lo estima beneficioso, puedeerigir una nueva forma de gobierno, o depositar la vieja en otras manos.

FINIS