joaquin algranti.el neoliberalismo y las comunidades pentecostales

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  • 7/25/2019 Joaquin Algranti.el Neoliberalismo y Las Comunidades Pentecostales

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    Introduccin

    Nuestro punto de partida es el diagnsti-

    co o ms bien la advertencia que realiza

    Nikolas Rose (1996) sobre la reconfiguracin

    del territorio de gobierno bajo un lenguaje

    poltico que hace blanco en la comunidad.

    Los espacios de interaccin construidos a

    partir de lazos de solidaridad, compromiso y

    pertenencia, ofrecen un mbito privilegiado

    para redisear las estrategias de poder en la

    bsqueda de un nuevo equilibrio al difcil

    arte de administrar la existencia individual y

    colectiva. Ahora bien, este giro de la racio-

    nalidad poltica sobre los elementos comu-nitarios de las relaciones sociales, no apare-

    ce libre de tensiones. Lejos de toda mirada

    mecanicista, el mundo social se construye a

    travs de complejos entramados de corres-

    pondencias y articulaciones coyunturales que

    marcan tanto la estabilidad de sus estructu-

    ras como el ritmo de sus cambios. La rique-

    za de los anlisis radica justamente en el es-

    tudio de los juegos de relaciones, homologas

    y desajustes que se establecen ante el retor-

    no del pensamiento poltico sobre lo comu-

    nitario en el contexto de una lucha por el mo-

    nopolio legtimo de gestionar, administrar y

    dirigir la experiencia colectiva1. En este com-

    bate pocos espacios sociales tienen tanta tra-

    yectoria como el universo religioso con sus

    reglas de funcionamiento, sus cdigos y su

    campo de dispersin.

    El presente trabajo apunta a comprender

    el rol de las comunidades evanglicas en el

    marco de una relacin que bien podramos

    denominar siguiendo a Max Weber de afini-

    dad electiva entre dos formaciones cultura-

    les: la doctrina neo-liberal y el pentecostalis-mo de masas. El grado de intensidad al que

    alude el concepto de afinidad electiva reco-

    noce diferentes registros que van desde el

    mero parentesco espiritual, como seala

    Michael Lwy (1997:14), hasta la creacin

    de una figura completamente nueva a partir

    de la fusin de los elementos relacionados

    El estudio de las caractersticas que adoptan

    las formas del estar juntos del pentecosta-

    NOTAS PARA EL ESTUDIO DE LAS COMUNIDADES PENTECOSTALES

    Joaqun M. Algranti*

    *Centro de Estudio e Investigaciones Laborales Programa de Investigaciones Econmicas sobre Tecnologa Trabajo y

    Summary: The author analyzes the relationship between neo-liberalism and pentecostalism focusing on

    the religious experience in the community groups of Rey de Reyess church. Firstly, he explores the

    concepts of community and society according to the sociological tradition. Secondly, he tackles the

    strategies of the church to deal with the social suffering, related to the consequences of liberals policies.

    Finally, he studies the cellular system of organization developed by pastors to manipulate the religious

    practices within the church. The concept of elective affinity helps the author to find the connections and

    oppositions between the religious ideas and the economic world.

    Key words: pentecostalism, community, neo-liberalism, elective affinity.

    SCRIPTA ETHNOLOGICA, Vol. XXVIII, Bs. As., pp. 95-120

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    lismo, nos permitir discernir en trminosgenerales la fuerza de esta relacin; para elloel artculo cuenta de cuatro partes: 1) la pri-mera consiste en una revisin crtica de losconceptos de comunidad y sociedad a travsdel dilogo con los principales autores del

    pensamiento sociolgico;2) la segunda abor-da las acciones que llevan a cabo los

    pentecostales en relacin con las diferentesformas de sufrimiento social que dejan las

    secuelas de la reestructuracin econmicaacorde a la lgica de mercado; 3) la terceraanaliza el lugar que ocupa el sistema celularde organizacin de los templos evanglicosen el gobierno activo de los sujetos. Nuestrotrabajo de campo en la iglesia Rey de Reyesnos permitir ilustrar algunos anlisis teri-cos con ejemplos concretos elaborados a par-tir de entrevistas abiertas, extensas y recu-rrentes y la observacin participante. Por l-timo, el artculo plantea una reflexin finalen torno a la persistencia de las ideas reli-giosas en el espritu del capitalismo tardo yel rol del pastoreo en las nuevas formas deintegracin de la sociedad.

    Precisiones epistemolgicas: el discurso

    religioso en las ciencias sociales

    La propuesta de Tonnies

    En la historia del pensamiento sociolgi-co la distincin entre comunidad y sociedadaparece como un eje estructurante de losdiagnsticos sobre las transformaciones delmundo moderno. Este par conceptual o idea-elemento, como los llama Nisbet (1969), con-tribuye al desarrollo de un relato cientfico

    en torno al cambio social que permite darcuenta del pasaje entre dos formaciones his-

    tricas. El proceso de modernizacin encuen-tra en el juego de oposiciones entre la vidacomunal y las organizaciones sociales, unmodelo explicativo del traspaso a un tipoespecial de relacin humana centrado en elindividualismo, el contrato y la impersonali-dad. Ms all de las crticas que este relato

    pudo despertar durante el siglo XX, resultainteresante observar como ambos polos con-trapuestos lograron conservarse, con varia-

    ciones y ajustes, en las ciencias sociales, tras-ladndose a los dominios difusos del sentidocomn de la sociologa.

    Uno de los caminos posibles para recupe-rar los conceptos del mundo de las

    prenociones, es a travs de la mirada crticaque supo construir el materialismo histricoen su intento por denunciar la matrizteolgica del pensamiento especulativo. Setrata de una clave de anlisis sumamente pro-ductiva a la hora de encarar la revisin del

    par comunidad-sociedad desde una lecturaorientada a identificar los resabios religio-sos inscritos en sus mismas bases. A su vez,la mediacin de la crtica nos permitir con-traponer a las definiciones formales y dog-mticas de los modos de accin social una

    perspectiva que trabaja en el encuentro entrelas tcnicas etnogrficas y los anlisis socio-

    lgicos, en la bsqueda por captar el sentidosituacional de las prcticas en donde las aso-ciaciones guiadas por el inters se mezclancon los principios de identificacin y solida-ridad.

    Cuando planteamos la influencia de la ma-triz teolgica en las formas modernas de co-nocimiento, nos referimos a los lmites pormomentos borrosos e indefinidos entre unaserie de campos cientficos en proceso de

    autonomizacin y la persistencia de los mo-delos religiosos como discursos autorizados

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    97NOTAS PARA EL ESTUDIO DE LAS COMUNIDADES PENTECOSTALES

    de saber. La filosofa es el mbito por exce-

    lencia en el que estas fronteras se desdibujan

    constantemente, como logra demostrarlo el

    auge del idealismo alemn en el siglo XIX.

    No es nuestra intencin rastrear los elemen-

    tos espiritualistas de la lgica especulativa

    (Seguy, 1998), sino dejar planteado a gran-

    des rasgos el estado de situacin en el que

    nace la respuesta del materialismo al pensa-

    miento abstracto. Feuerbach y Marx en un

    principio2

    y luego Althusser, emprenden lacrtica al edificio terico del sistema

    hegeliano y sus jvenes representantes a tra-

    vs de la crtica inseparable de la religin, es

    decir, plantean la ruptura con un sistema te-

    rico que niega sus condiciones sociales de

    produccin, asume una estructura de anli-

    sis teleolgica y plantea un mtodo empiris-

    ta de leer la realidad como un texto transpa-

    rente en el que es posible abstraer la esencia,

    el principio universal encarnado en la histo-

    ria. Es en este contexto epistemolgico de

    transicin en el que nace la obra de Tonnies

    Comunidad y Sociedad contribuyendo a

    delimitar el espacio todava frgil de la so-

    ciologa alemana.

    Sus trabajos operan en un doble sentido

    frente a la especificidad del discurso cient-

    fico y la persistencia de los modelos religio-

    sos de anlisis. Por un lado, logra distanciar-se de las definiciones sustantivas o esencia-

    les de la comunidad a partir del estudio

    tipolgico de las formas de interaccin so-

    cial. Aqu la teora de la voluntad humanale

    permite identificar el origen de las entidades

    colectivas, no a partir de principios dogm-

    ticos o trascendentes sino en el sentido de la

    accin social y las formas histricas en que

    se estabilizan los modos de convivencia en-

    tre los hombres. Sobre estas bases construye

    una mirada en torno al proceso de moderni-

    zacin, haciendo foco en la complejidad y la

    violencia implcita que asume cada traspaso

    evolutivo al destruir la organizacin social

    que le antecede. De esta forma, el progreso

    aparece en su carcter destructivo colocan-

    do a las relaciones comunales en una posi-

    cin privilegiada al ser el origen de las so-

    ciedades modernas, su crtica actual y su su-

    peracin en las formas del socialismo. Los

    aportes de Tonnies configuran un diagnsti-

    co de poca desde una sociologa de lainteraccin social que le permite desarrollar

    un relato cientfico sobre el pasaje entre for-

    maciones histricas.

    Por otro lado, su planteo epistemolgico

    mantiene fuertes lneas de continuidad con

    un sistema de pensamiento de carcter teo-

    lgico que se expresa indirectamente a tra-

    vs de las tipologas. La propuesta de apren-

    der la realidad social a partir de juegos de

    oposiciones ms o menos irreconciliables

    entre modelos de conducta abstractos3lo lle-

    va a postular la distincin entre la voluntad

    esencial, como aquella forma de relacin

    de naturaleza afectiva, territorial y familiar

    que deriva en las comunidades, y la volun-

    tad de arbitrio, como un tipo de accin que

    descansa en el dominio del intelecto, el indi-

    vidualismo y el inters personal conforman-

    do la clula fundante de las sociedades mo-dernas. Este sistema binario de anlisis, pro-

    pio de la cosmologa cristiana, se expresa

    tambin a partir de una concepcin del cam-

    bio social desde una lectura teleolgica. La

    comunidad forma parte del paraso perdido

    de la unidad y la cohesin de las voluntades

    que es sacrificado en nombre del avance del

    intelecto bajo la promesa de la reconcilia-

    cin final a travs de un nuevo equilibro

    Salvando las distancias entre los autores

    podemos afirmar que las concepciones

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    evolucionistas de Tonnies tienen ms elemen-tos en comn con los anlisis especulativosde Hegel en su filosofa de la historia uni-versal

    4que con los diagnsticos desgarrados

    que construyen Simmel, Weber y Marx so-bre el proceso de modernizacin de Occiden-te.

    No se trata de responsabilizar a Tonniespor la distincin entre sociedad-comunidad;de hecho, como bien seala Nisbet (1973),

    la historia de este par conceptual se remontaa los tiempos de cristianismo primitivo en sulucha con las estructuras familiares del pa-rentesco romano, a un lento proceso de con-figuracin del modelo de la comunidad reli-giosa enfrentada con el mundo secular. Unade las formalizaciones ms importantes deeste conflicto aparece en el trabajo de SanAgustn, La ciudad de Dios, prolongndoseen las reflexiones teolgicas y polticas de la

    baja Edad Media. Durante la ilustracin lacomunidad va a ser foco de numerosas crti-cas muchas de ellas de naturaleza religiosacomo es el caso de Erasmo, Montaigne ylos idelogos de la Reforma Protestante enel siglo XVI. Su retorno va a llegar poco des-

    pus en una nueva etapa del pensamientomoderno que tiende a recuperar desde el dis-curso sociolgico la pregunta por la cohe-

    sin, la unidad y la integracin frente al in-dividualismo de la vida social.El trabajo genealgico de ambos concep-

    tos nos llevara a travs de una multiplicidadde discursos en los que se redefine, estabilizay subvierte el contenido cambiante de las co-munidades cristianas y su contradiccinirresuelta con el orden profano. La historiade las ideas nos permite ubicar los esfuerzosde Tonnies en el sentido de una resigni-

    ficacin o reapropiacin de categoras deorden teolgicos dentro del campo todava

    incipiente de las ciencias sociales. El pro-blema es que sus contribuciones se quedan amedio a camino entre un mtodo y una pro-

    puesta sociolgica y una clave de interpreta-cin propia de los resabios dogmticos queconserva el idealismo alemn. El resultadofue la recepcin acrtica del par comunidad-sociedad dentro la sociologa hasta el puntode arrastrar esta ficcin terica al terrenonatural e incuestionado del sentido comn.

    Continuidades y rupturas

    La fuerza con la que se arraigan lasprenociones en el discurso sociolgico re-mite a los lmites entre lo pensado y lo im-

    pensado en una poca. Por eso, la tendenciaa aprender la realidad social desde un mto-do dualista de conocimiento, no tiene que verexclusivamente con la vigencia del discursoreligioso en las ciencias sociales. En todocaso es preciso buscar las razones ltimasde este modelo epistemolgico en las condi-ciones de emergencia y produccin de lossaberes cientficos en las sociedades moder-nas. Aqu se ponen en juego las relacionesobjetivas que construye el sistema capitalis-ta, a travs de la divisin del trabajo y la uni-

    versalizacin de la forma mercanca, comolos dos ejes principales que marcan el naci-miento del racionalismo formal

    5.

    En sus estudios sobre la cosificacin,Georg Lukcs (1975), utiliza este concepto

    para designar los lmites del pensamiento bur-gus relacionados al progreso de las cienciasen el dominio de las leyes parciales y acota-das de su campo, mientras que renuncian alabordaje intelectual de la sociedad como un

    todo histricamente determinado. La expre-sin filosfica de esta impotencia del pensa-

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    99NOTAS PARA EL ESTUDIO DE LAS COMUNIDADES PENTECOSTALES

    miento para captar la totalidad social, con-

    siste en la conceptualizacin del mundo en

    trminos de antinomias irreconciliables como

    es el caso de las contraposiciones entre teo-

    ra y prctica, sujeto y objeto, libertad y ne-

    cesidad, individuo y sociedad o forma y con-

    tenido. Cada uno de estos pares conceptua-

    les refleja la incapacidad de los sistemas abs-

    tractos de conocimiento para comprender la

    gnesis social de sus objetos, es decir, las

    condiciones de produccin, la red de rela-ciones objetivas que desnaturalizan la reali-

    dad para explicarla en su carcter histrico,

    artificial y transitorio.

    El par comunidad-sociedad no es ajeno a

    la crtica materialista de las ciencias moder-

    nas. En su contraposicin lgica surgen re-

    miniscencias de los esquemas abstractos que

    reducen la estructura de la accin social a

    criterios formales de funcionamiento, despo-

    jados del contexto que le da sentido a la prc-

    tica. En realidad esta tendencia, que alcanza

    de lleno a la sociologa, posee expresiones

    diferentes muchas veces irresueltas otras ve-

    ces insinuadas en los anlisis de los clsi-

    cos. Por ejemplo, en el caso de Max Weber

    (1998) las tipologas de las relaciones comu-

    nitarias y sociales tienden a reproducir los

    lmites de la conceptualizacin binaria de

    Tonnies. Sus aportes consisten ms bien enla ampliacin de las definiciones de

    Gemeinschaft y Gesellschaft reforzando el

    carcter procesual de ambos conceptos. Por

    otro lado, en sus estudios sobre sociologa

    de la religin el anlisis de las comunidades

    trasciende los esquemas formales a travs de

    los entramados complejos de relaciones de-

    terminadas histricamente. Ya sea en su for-

    ma de tipo ideal o en los trabajos histricos,

    la conciencia trgica de Weber mantiene a

    raya las formulas inocentes de la reconstruc-

    cin del lazo comunitario (Portantiero, 1997)

    El primer avance hacia una ruptura de esta

    antinomia llega con la pregunta por la inte-

    gracin social que plantean Durkheim y

    Parsons en la bsqueda por comprender el

    funcionamiento de las sociedades complejas

    y altamente diferenciadas. Ms all de sus

    rasgos especficos, las nociones de solidari-

    dad orgnica y comunidad societal compar-

    ten el distanciamiento con las categoras cl-

    sicas de Tonnies y la propuesta de construirconceptos alternativos que conservan a la

    totalidad social como horizonte de anlisis

    De esta forma, el juego de oposiciones lgi-

    cas pierde terreno ante una perspectiva que

    hace foco en la articulacin y la comple-

    mentariedad de las acciones humanas en el

    marco de estructuras objetivas que se esta-

    bilizan a fuerza de integrar los intereses ra-

    cionales con los sentimientos de pertenen-

    cia. De ah la importancia de la figura de la

    ciudadana, el trabajo, las corporaciones y

    los valores morales en la reproduccin de la

    vida social. El logro indiscutido de ambos

    autores es haber despojado parcialmente a

    los conceptos de sus resabios religiosos para

    abordarlos no desde el sentido comn de la

    sociologa sino como verdaderos objetos de

    estudio. El carcter parcial de este avance

    tiene que ver con que las relaciones comu-nales todava conservan la funcin mis-

    tificada de crtica y antdoto a los males del

    individualismo moderno, conformando el

    fundamento invisible de la sociedad.

    Posteriormente, la polaridad conceptual

    fue desplazada de los principales ejes de dis-

    cusin dentro del pensamiento sociolgico

    Su abandono se corresponde con un momento

    de relativa estabilidad social en el marco de

    un modelo keynesiano de integracin en don-

    de los discursos cientficos sobre el cambio

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    de las formaciones histricas pierden rele-vancia. Como observa de Marinis (2005),esta ausencia se traslada a los principalescuerpos tericos de nuestro tiempo que de-sarrollan Luhmann, Bourdieu, Giddens yHabermas. Finalmente, tras un largo silen-cio, ambos conceptos retorna como una cla-ve de anlisis privilegiada para explicar loscambios que introducen la reconfiguracindel Estado, las instituciones y las relaciones

    sociales frente a un capitalismo globalizado.Lejos de contribuir a la superacin de lasantinomias, los usos de los contemporneosreactualizan la matriz religiosa de las cate-goras ofreciendo versiones aggiornadasdeun mismo lmite epistemolgico. Este es elcaso de Bauman (2003) que, pese a sus es-fuerzos por desarrollar una mirada crtica entorno a las relaciones entre las comunidades,el mercado y la globalizacin, retoman deforma espontnea los conceptos de Tonnies,reforzando este sistema de pensamientoconla tensin irresuelta entre libertad y seguri-dad. Desde otra perspectiva, lo mismo ocu-rre con Maffesoli (1990). La actualizacinde la antinomia aparece disimulada en elchoque entre tribalismo, como la forma desociabilidad emocional de los micro-grupos,y las estructuras de organizacin econmi-

    co-polticas de la sociedades modernas. Lavigencia del discurso religioso en la sociolo-ga contribuye a una cierta inversin de larealidad en la que los conceptos nominan deantemano al mundo de los hombres, contri-

    buyendo a la mistificacin y el desconciertode las ciencias sociales.

    Una forma de tomar distancia con los mo-delos convencionales de anlisis es a travsdel abordaje que plantea Nikolas Rose en co-

    rrespondencia con el mtodo arqueolgico yel bagaje conceptual de Michel Foucault.

    Aqu el reconocimiento de la comunidad sloexiste en el sentido de una construccin his-trica, es decir, como objeto de una serie dediscursos, dispositivos y prcticas de poderque hacen blanco en los elementos emotivosde las relaciones sociales. El contraste conla sociedad como el mbito del inters, elclculo egosta y el individualismo, tambin

    pierde fundamento ms all de las formacio-nes discursivas que sostienen esta distincin

    en un momento determinado. De este modo,la comunidad en s misma refiere a una cons-truccin que en la actualidad aparece vincu-lada a los esfuerzos de la racionalidad polti-ca por reconfigurar el territorio de gobiernoque supo ocupar lo social. Los sentimien-tos subjetivos de unidad ya no funcionancomo crtica o remedio a los abusos del ca-

    pitalismo; la matriz religiosa que acta desoporte invisible de algunas prenociones dela sociologa retrocede ante al estudiogenealgico de los conceptos y sus condi-ciones de produccin.

    Los trabajos de Rose nos permitendesmitificar las nociones esencialistas queenfrentan a la comunidad con la sociedad

    para hacer blanco en las redescomplejas detecnologas y prcticas de poder que respal-dan a los discursos dominantes de una po-

    ca. En nuestro caso, se trata de estudiar eljuego de afinidades y articulaciones que exis-ten entre los grupos evanglicos de corte

    pentecostal y el neo-liberalismo. Para inda-gar en esta relacin es preciso apartarse delos modelos formales de la accin social, enla bsqueda por comprender el sentido delas prcticas situacionalmente. El universosimblico de la religin no admite distincio-nes rgidas entre las formas de entendimien-

    to colectivas fundadas en la afectividad y lasapuestas individuales propias de una racio-

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    10NOTAS PARA EL ESTUDIO DE LAS COMUNIDADES PENTECOSTALES

    nalidad motivada por intereses concretos. La

    solucin tampoco es reconocer el famoso

    punto medio, esto es, la existencia de ambos

    tipos de componentes en toda relacin so-

    cial. Nuestra tarea consiste ms bien en iden-

    tificar la estructura de relaciones entre los

    diferentes elementos que actualizan las prc-

    ticas en un contexto determinado. De ah

    surgen las combinaciones originales que le

    permiten a la vida religiosa responder tanto

    a las bsquedas profundas de significadocomo a las necesidades materiales, cotidia-

    nas, inseparables de la lgica del clculo y

    el beneficio personal. Es en este terreno don-

    de cobra relevancia la articulacin de las

    comunidades evanglicas con el neo-libera-

    lismo, a partir del trabajo constante con las

    distintas formas de sufrimiento social que se

    hacen cuerpo en la vida cotidiana.

    Secuelas sociales del Neoliberalismo

    Administrar el riesgo

    Las polticas econmicas se aplican a par-

    tir de un universo simblico que le permite

    significar tanto el origen de sus medidas

    como las consecuencias de sus actos. Los

    cambios sociales van siempre acompaadosde mltiples discursos que configuran un

    conjunto de relatos legitimadores de las re-

    laciones de fuerza. Siguiendo los anlisis de

    Bourdieu (1999) podemos decir que el neo-

    liberalismo construye una verdadera

    sociodicea6del capitalismo tardo a travs

    de la represin de las determinaciones hist-

    ricas y la gnesis violenta de las transforma-

    ciones estructurales de la sociedad. Para la

    Argentina, el acontecimiento negado que

    anticipa las formaciones culturales, polticas

    y econmicas de la dcada del 90, as como

    la produccin a gran escala de nuevos ries-

    gos, es sin duda la ltima dictadura militar

    En esta etapa se lleva a cabo la rearticula-

    cin de las relaciones de poder a partir del

    desmantelamiento de la base material de los

    sectores populares, la orientacin del mer-

    cado hacia la especulacin financiera, la con-

    solidacin de grandes empresas monoplicas

    el crecimiento de la deuda externa y la

    implementacin del terrorismo de Estado.Slo a partir de la violencia fundante de

    la dictadura y sus consecuencias es posible

    comprender la libertad con la que opera una

    de las fuerzas ms significativas de la

    globalizacin: elneo-liberalismo. Las fr-

    mulas del crecimiento que sostuvieron los

    idelogos de los mercados mundiales, como

    Kenichi Omae o Soros, tuvieron su traduc-

    cin a la realidad latinoamericana en los diag-

    nsticos del Consenso de Washington. Des-

    de este enfoque la nica forma de revertir la

    crisis financiera era a travs de una serie de

    reformas estructurales orientadas a promo-

    ver la estabilizacin de la economa por me-

    dio del ajuste fiscal y la reduccin del Esta-

    do, fomentando la liberalizacin del comer-

    cio internacional, la apertura de las exporta-

    ciones y la privatizacin de los servicios p-

    blicos. Este paquete de medidas de corto al-cance llevaron a una serie de boomsde ex-

    pansin limitados por la capacidad de los

    mismos factores exgenos que permitieron

    su desarrollo. Como seala Stiglitz (2003)

    siguiendo los anlisis de Karl Polanyi, el mito

    de la eficiencia de un mercado autorregulado

    por las leyes de la oferta y la demanda, ter-

    mina erosionando las bases del capital so-

    cial, es decir, las redes de contencin, segu-

    ridad y respaldo que actan de soporte de

    las relaciones sociales. De este modo, las

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    102 JOAQUN M. ALGRANTI

    formas abstractas del riesgo se llenan de con-tenido especfico a partir de la marginalidadurbana, la precarizacin laboral y los pro-

    blemas de acceso a la vivienda, la educaciny la salud(Wacquant, 2001). Con respecto asu dimensin simblica, la doctrina del neo-liberalismo tambin opera como un rgimende verdad

    7que actualiza los presupuestos li-

    berales del inters individual frente a un co-lectivo equiparado, en un principio, con los

    lmites de la libre accin. En realidad, el ethosindividualizado de esta ideologa no es in-compatible con las estructuras de organiza-cin y funcionamiento propias de las comu-nidades. Como observa Rose (1999), es po-sible identificar en los ltimos aos un vira-

    je de la racionalidad poltica sobre la lgicacomunitaria como un espacio de gobiernocapaz de contener los vacos que deja lareconfiguracin de las prcticas, los discur-sos y los modelos de autoridad fundados enel territorio ampliado de lo social. El des-gaste de los dominios pblicos y sus institu-ciones se desarrolla correlativamente al re-surgimiento de una estrategia de poder querefuerza la participacin activa, responsabley consciente de los sujetos en su propio go-

    bierno. Se despliega toda una batera de pro-gramas de asistencia, proyectos cooperativos

    y polticas de microfinanciamiento que apun-tan a la recuperacin de comunidades loca-les abandonadas a las fuerzas del mercado.Los discursos que pone en circulacin ladoctrina neo-liberal no se restringen a la es-fera econmica ni se agotan en el mero indi-vidualismo; conforman visiones del mundocapaces de reproducirse en todas las capassociales, naturalizando las relaciones de pro-duccin existentes.

    Aunque la globalizacin constituye un fe-nmeno de mayor complejidad y alcance que

    la doctrina neo-liberal, la relacin entre am-bos va ms all de una correspondencia tran-sitoria. Es preciso insistir en las determina-ciones materiales que actan de soporte deuna nueva cultura globalizada que crece y serenueva a partir de la negacin de sus condi-ciones sociales de existencia. La improntauniversalista del capital as como las rela-ciones de poder que lo sustentan, constitu-yen las dimensiones reprimidas de algunos

    estudios contemporneos. Este es el caso dela sociologa del riesgo de Ulrich Beck(1998). Desde su mirada, el mismo procesode modernizacin que dio origen a la socie-dad industrial habilitara, en una fase hist-rica superadora, la posibilidad de autocon-frontacin con los efectos colaterales de susactos, o sea, con las consecuencias no de-seadas de la racionalizacin de Occidente. Ala reflexin moderna, inseparable de la fe enla ciencia, el progreso y el incremento elitistadel saber, el autor contrapone la idea dereflexividad, entendida como la democrati-zacin de la conciencia de los riesgos antelos peligros transnacionales que transformanla vida cotidiana. Un nuevo sujeto conscien-te de la naturaleza global y despersonalizadade las amenazas que lo rodean, estara encondiciones de enfrentar los desafos del pro-

    ceso globalizador, politizando espacios aje-nos a las instituciones tradicionales.El punto ciego de los anlisis de Beck y

    de los tericos de la reflexividad, comoGiddens y Lash, puede esclarecerse reto-mando la crtica que realiza Bourdieu (1991)al objetivismo en El sentido prctico cuan-do explicita la incapacidad de la razn teri-ca para objetivar su propia mirada, asumien-do en el objeto de estudio los principios de

    su relacin con el objeto. De esta forma, elsocilogo adjudica a las instituciones y las

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    10NOTAS PARA EL ESTUDIO DE LAS COMUNIDADES PENTECOSTALES

    prcticas individuales la naturaleza reflexi-

    va propia de su posicin social en el campo

    acadmico. La nocin de reflexividad supo-

    ne que el mismo proceso de modernizacin

    alcanza un momento de transparencia consi-

    go mismo, una segunda ilustracin, en la que

    puede ver las consecuencias de sus actos y,

    en cierto sentido, disminuir el dao y antici-

    par sus causas. Esta postura no slo

    homologa la mirada del terico con la vida

    social y las estructuras objetivas, sino quetambin desva el foco de los verdaderos cau-

    santes del riesgo, de las condiciones en que

    ste se produce, administra y gestiona

    discrecionalmente en la sociedad. Se produ-

    ce un efecto de despolitizacin8que niega la

    existencia de responsables directos, a la vez

    que desplaza a la economa poltica del cen-

    tro de la escena en el momento en que esta

    se convierte en una de las principales fuer-

    zas disgregadoras de lo social. Las conse-

    cuencias de la gestin del riesgo se expresan

    en las formas de precarizacin, informalidad

    y exclusin que emergen ante el retiro del

    Estado. Pese a su apariencia catica e irre-

    gular las secuelas del neo-liberalismo pre-

    sentan patrones comunes que Bauman (2001)

    logra sintetizar bajo el trmino de economa

    poltica de la incertidumbre. Este concepto

    remite a la capacidad de los capitales finan-cieros para erosionar la autoridad de las ins-

    tituciones locales siempre que aparezcan

    como una amenaza a la libre movilidad de

    las fuerzas econmicas. La incertidumbre

    tambin se convierte en una experiencia vi-

    tal de las prcticas cotidianas donde la vio-

    lencia social se hace cuerpo a travs de an-

    gustias, depresiones y enfermedades. La tra-

    duccin fenomenolgica de las grandes trans-

    formaciones del mundo social en la vida n-

    tima es la experiencia ineludible del sufri-

    miento; el dominio por excelencia de la reli-

    gin.

    La opcin evanglica

    En la Argentina al igual que en el resto de

    Latinoamrica, la globalizacin parece ir de

    la mano con un crecimiento histrico del

    mundo evanglico encabezado por la vertien-

    te neo-pentecostal. La historia de esta deno-minacin se remonta al perodo posterior a

    la guerra civil norteamericana, a una poca

    en la que los sectores populares se distan-

    cian del formalismo de los cultos protestan-

    tes para volcarse hacia una vivencia ms

    emotiva de la religin. Los pioneros del

    pentecostalismo, como Charles Fox Parham

    y William Seymour, logran sintetizar la he-

    rencia carismtica9del metodismo, el

    pietismo y los movimientos de santidad. Su

    cuerpo de doctrinas comparte la postura lu-

    terana de la salvacin por la fe, la importan-

    cia del bautismo y la autoridad de la Biblia,

    pero refuerzan la figura del Espritu Santo y

    su manifestacin a travs de dones o carismas

    particulares. El don refiere a la presencia de

    la gracia divina en el hombre por medio ha-

    bilidades especiales que van desde la destre-

    za para ciertas prcticas cotidianas a la ac-cin de sanar o hablar en lenguas glosolalia

    Su perspectiva doctrinal complementa la re-

    cuperacin de elementos mgicos10en la ex-

    periencia con una poderosa tica intra-mun-

    dana que se expresa, entre otras formas, en

    la frrea voluntad evangelizadora y misio-

    nera.

    Amrica Latina fue el blanco de numero-

    sas campaas evanglicas en las distintas re-

    giones. Segn los estudios de Wynarczyk et

    al (1995), el caso argentino reconoce cuatro

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    104 JOAQUN M. ALGRANTI

    grandes oleadas protestantes: 1) la primer lle-gada tiene que ver con las denominacioneshistricas -Metodistas, Anglicanos, Pres-

    biterianos, etc.- vinculadas a la inmigracineuropea entre 1825 y 1850; 2) la segunda,entre 1881 y 1924, es un protestantismo decorte misional proveniente de iglesias norte-americanas como la Bautista, los HermanosLibres y El Ejrcito de Salvacin, entre otros;3) la tercer corriente, hacia 1910, es el

    pentecostalismo todava dependiente de lassedes extranjeras y el trabajo con comunida-des tnicas; 4) la cuarta oleada puede fecharsea partir de 1954 con la campaa masiva quelleva a cabo Thomas Hicks, instalando la

    prdica de la sanidad y las manifestacionesmilagrosas del poder divino. Entre la dcadadel sesenta y el setenta comienzan a gestarselos movimientos neo-pentecostales que mar-caron la renovacin del mundo evanglicocon el regreso de la democracia en 1983.Desde perfiles diferentes, pero con un mis-mo ncleo bsico de creencias, las iglesiasdel pastor Hctor Gimnez, el reverendoOmar Cabrera, el obispo Gabriel Vaccaro yel evangelista Carlos Annacondia, lograroncondensar el avivamiento11 o despertar delespritu en la Argentina. A estos nombresconocidos que conforman lo que podramos

    denominar como el pentecos-talismo formalpor el reconocimiento de instituciones na-cionales y extranjeras, se suman un universode pequeos grupos de corte informal conun altsimo grado de creacin y dispersin, como supo anticiparlo dEpinay (1968) ensus trabajos sobre Chile.

    El avance del neo-pentecostalismo es in-separable de un trabajo meticuloso, sistem-tico y constante con las formas que adopta la

    desgracia inmerecida del sujeto. Nuevamen-te queda en evidencia la capacidad de las

    ideas religiosas para construir fundamentospsicolgicos de la accin que median el vn-culo del hombre con la sociedad. Slo queesta vez la referencia espiritual no apunta ala tica del trabajo bajo las formas de la vo-cacin profesional elevadas a la condicinde destino. La concepcin calvinista purita-na, que supo analizar Max Weber (1987),corresponda a la fase de formacin de uncapitalismo moderno todava incipiente. Para

    un perodo histrico signado por eldesmantelamiento de la sociedad salarial yla desinstitucionalizacin (Dubet yMartuccelli, 2000), las bases religiosas de laconducta requieren de principios que traba-

    jen sobre las necesidades sociales encarna-das en la vida prctica. De este modo, la no-cin de plan divino es el fundamento mo-tivacional desde donde el neo-pentecos-talismo aborda el trabajo con el sufrimientoa partir de una dialctica compuesta de tresetapas:

    La primera, consiste en la resignificacindel fracaso individual a la luz de una teodiceaque encadena los acontecimientos dispersosen una relacin de necesidad con respecto alfin ltimo del reencuentro con dios.El plan

    para tu vida contempla este pasaje por ex-per iencias difciles para restituir la

    centralidad de la dimensin espiritual en elorden de prioridades de la experiencia nti-ma del sujeto. Por eso, el sentido religiosode la desgracia niega el absurdo yresponsabiliza al hombre de su situacin,relegando la fuerza y la determinacin de loscondicionamientos externos del mundo so-cial. La segunda etapa apunta a revalorizarlas experiencias desafortunadas del creyenteen trminos de aprendizaje y capacitacin.

    Las iglesias capitalizan las disposiciones,saberes y habilidades previas de sus miem-

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    10NOTAS PARA EL ESTUDIO DE LAS COMUNIDADES PENTECOSTALES

    bros a travs de espacios de trabajo que con-

    tribuyen a la organizacin y desarrollo de la

    comunidad. El traspaso de la justificacin a

    la revalorizacin de las vivencias dolorosas

    culmina con el llamado a evangelizar el

    mundo. En esta tercera etapa, el fracaso aban-

    dona su dimensin subjetiva, personal, y se

    exterioriza en las formas de vida profana y

    sus repercusiones; ahora el sufrimiento que-

    da homologado con aquello que est afuera,

    en la sociedad, en contraposicin con el es-pacio seguro que garantiza la red de circui-

    tos del templo. El plan de dios que ofrece el

    discurso evanglico parte de los diferentes

    modos en que la violencia social se encarna

    en la experiencia en la bsqueda por resti-

    tuir el sentido de la prctica.

    La vida religiosa que ofrece el pentecos-

    talismo refuerza la dimensin adaptativa del

    sistema de creencias a las condiciones y ries-

    gos sociales que extiende la doctrina neo-

    liberal. El horizonte de su accin es el pro-

    greso del creyente tanto en el nivel espiritual

    como en la sanidad del cuerpo y la prosperi-

    dad econmica. En este caso la religin ofre-

    ce el soporte simblico a las prcticas orien-

    tadas a reconquistar el mundoaceptando sus

    reglas de juego. Por eso, el modo de ser cris-

    tiano que reproduce la idea de plan divino

    puede definirse con el nombre de adecuacinactiva. Con este concepto buscamos resaltar

    una dimensin clave de los grupos

    pentecostales relacionada con la capacidad

    de restituir la correspondencia entre los es-

    quemas de expectativas, percepcin y dis-

    posicin de los sujetos con las condiciones

    sociales objetivas que ofrece un entorno ad-

    verso. Si bien este principio forma parte de

    la gran mayora de las religiones, en el

    pentecostalismo logra un grado de eficacia

    sin precedentes. Al mismo tiempo, la ade-

    cuacin debe ser analizada a partir del ca-

    rcter profundamente activo que implica la

    restauracin del vnculo individuo-sociedad

    No se trata solamente de una transformacin

    subjetiva de los modos del ver, del pensar y

    del actuar, sino tambin un intento por pro-

    yectar este cambio hacia afuera. La voluntad

    dinamizadora del cristianoes su compromi-

    so con la modificacin del entorno a partir

    de una cierta correspondencia bsica.

    Finalmente, podemos sistematizar los pun-tos de contacto que existen entre la imagen

    religiosa que construye la mirada pentecostal

    y el neo-liberalismo, a partir de cinco rasgos

    comunes. El primero remite al plano de la

    cosmovisin donde ambas configuraciones

    socioculturales comparten la preferencia por

    el individuo, ya sea a travs de la relacin

    personalizada12 con dios o en la bsqueda

    del inters individual. Pese a que el momen-

    to comunitario constituye una dimensin cla-

    ve de la vida evanglica, el vnculo ntimo

    del hombre con lo sagrado conserva el lugar

    preferencial. Un segundo rasgo refiere al

    desarrollo de discursos legitimadores de las

    relaciones sociales existentes y la distribu-

    cin desigual de la riqueza. El punto de con-

    fluencia de los diagnsticos neo-liberales y

    la teodicea pentecostal del sufrimiento es la

    justificacin, econmica en un caso y espiri-tual en otro, de la existencia de sectores so-

    cialmente favorecidos. Tambin ambas pers-

    pectivas comparten la idea de progreso indi-

    vidual a partir del trabajo y la adecuacin a

    las exigencias cambiantes del mercado.

    La correspondencia entre el carcter

    mundializado del capital financiero y la vo-

    luntad universalista del cristianismo, repre-

    senta el tercer elemento que marca la impron-

    ta global en trminos de estrategias, forma

    de organizacin y representaciones sociales

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    106 JOAQUN M. ALGRANTI

    El sentido de pertenencia religiosa conjugala identidad nacional del templo con la par-ticipacin en redes de asociaciones de alcan-ce mundial, que operan localmente a travsde la ayuda econmica, la transmisin deconocimientos y el desarrollo de misionesevangelizadoras. Existe un cuarto aspecto decarcter simblico que tiene que ver con la

    presencia explcita de la racionalidad eco-nmica en el discurso pentecostal, por un

    lado, y la incorporacin de la racionalidadpropiamente religiosa y mistificadora en laspremisas del neo-liberalismo, por otro. Lateologa de la prosperidad, entendida comola orientacin de la prdica hacia el bienes-tar material del creyente mediado por laofrenda en el templo, expresa la necesidadde responder espiritualmente a las cuestio-nes de la vida cotidiana desde una apuestareligiosa inseparable de la lgica del sacrifi-cio y la reciprocidad. En direccin inversa,la doctrina liberal descansa en principios pro-fundamente dogmticos, como los mitos eco-nmicos de la autorregulacin del mercado,la accin de la mano invisible o las ventajasde un Estado reducido, logrando un alto gra-do de circulacin y eficacia en la sociedadgracias a su carcter reificado (Stiglitz, 2003).

    Si bien estos cuatro aspectos dan cuenta

    de un juego de correlaciones entre las ideasreligiosas y econmicas, el eje dominante quearticula la analoga estructural entre ambasconfiguraciones, reside en el trabajo con lasformas del sufrimiento social. La estela quedeja el avance de la segunda Modernidad enlos pases perifricos consiste en el arte deadministrar el dao materializado en las for-mas de la marginalidad urbana, la pobreza,el desempleo y la estratificacin. La respuesta

    a la economa poltica de la incertidumbreen el plano subjetivo de la vida ntima y las

    ficar la experiencia en relacin a un plan dedios que dota de sentido al fracaso indivi-dual a la vez que ofrece nuevas estrategiasde supervivencia. El pentecostalismo logradesarrollar un fundamento motivacional dela accin, una estructura de conciencia entrminos de Habermas (1992), sumamenteeficaz en la tarea de restituir el vnculo entreindividuo-sociedad mediado por la iglesia.Ahora bien, si tenemos en cuenta que el cam-

    po religioso es inseparable de una ortodoxiacatlica que se remonta a los mismos orge-nes de la Argentina como nacin, y que entodo caso el pentecostalismo corresponde ala ltima oleada de una tradicin evanglicaque lo antecede, entonces: Cul es la carac-terstica que le permite a esta denominacinconvertirse en el grupo de mayor crecimien-to en todo el mundo? Qu elementos le per-miten imponerse en la eterna competenciareligiosa por otorgar sentido a la desgraciainmerecida del sujeto? Las consecuencias dela economa de libre mercado no explican

    por s mismas el auge pentecostal dado que,en ltima instancia, las condiciones socialesque reproducen generan un efecto igualador

    para todas las religiones. La eficacia simb-lica del discurso evanglico obedece tanto alas condiciones objetivas de la crisis, como

    a la habilidad para construir espacios colec-tivos de interaccin, pertenencia y sociabili-dad.

    Comunidades pentecostales

    Modelos de organizacin: el sistema celu-

    lar

    La vida de los templos evanglicos depen-de del difcil arte de conducir a los grupos

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    10NOTAS PARA EL ESTUDIO DE LAS COMUNIDADES PENTECOSTALES

    le dan sentido a la autoridad del pastor. Es

    importante resaltar que el ejercicio del pas-

    toreo constituye una de las tecnologas de

    poder ms antiguas que surge en las socie-

    dades orientales de Egipto, Asiria y Judea

    para ser retomada posteriormente por el pue-

    blo hebreo hasta convertirse en uno de los

    pilares del cristianismo durante la Edad Me-

    dia. Michel Foucault (1990) logra captar la

    naturaleza de este poder vinculada al segui-

    miento personalizado de cada uno de los fie-les que encuentran en el lder no slo la pro-

    mesa de salvacin, sino tambin el cuidado

    y la gua como correlato de la obediencia y

    la fidelidad de sus miembros. Se trata de un

    modelo de autoridad que sufre diferentes

    transformaciones a lo largo del tiempo que

    van desde la institucionalizacin eclesisti-

    ca bajo la formas del despotismo catlico has-

    ta el desarrollo de un discurso hebraico-b-

    blico (Foucault, 1996: 64) que cuestiona la

    legitimidad de las instituciones medievales.

    El carcter cambiante del poder pastoral nos

    advierte sobre la necesidad de comprenderlo

    en relacin con un contexto determinado en

    el que se definen las tcticas y las estrategias

    locales para la conduccin de grupos.

    En el pentecostalismo de masas, la admi-

    nistracin de las experiencias colectivas res-

    ponde al juego de relaciones que se estable-ce entre los cinco ministerios fundamentales

    de la iglesia: el apostlico, el proftico, el

    evanglico, el pastoral y el educacional. Cada

    uno de ellos corresponde con una dimensin

    clave en la vida religiosa de la congregacin.

    El apostolado representa la tarea ejecutiva

    de llevar adelante la direccin del templo en

    sus aspectos doctrinales y organizativos, es

    la cabeza de la institucin. El ministerio pro-

    ftico define el horizonte espiritual de la vida

    cristiana a travs de profecas, seales y pro-

    bajo evanglico asume la tarea de proselitis-

    mo en la que se difunde el mensaje de salva-

    cin en el mundo profano, se construye el

    cuerpo de la iglesia. La accin pastoral re-

    fiere al seguimiento personalizado de los

    miembros a travs de grupos reducidos a car-

    go de lderes espirituales que cuidan de cada

    uno de los creyentes y responden a la jerar-

    qua eclesistica; aqu es crucial el sistema

    de organizacin de clulas. Por ltimo, el

    ministerio de enseanza apunta a la laboreducacional del templo por medio de escue-

    las, institutos bblicos y seminarios religio-

    sos que refuerzan la obra de transmisin de

    valores y modelos de vida cristianos. Sobre

    estas reas se configuran mltiples espacios

    de participacin colectiva en los que se defi-

    nen los modos de estar juntos que diferen-

    cian al universo evanglico.

    Ahora bien, no todos los pastores traba-

    jan en la misma direccin ni apuntan a un

    desarrollo equilibrado de los ministerios. En

    realidad cada denominacin se focaliza en

    el mbito que le brinda mayores resultados

    segn el momento en que se encuentre den-

    tro de los lmites que fija el pasaje entre el

    movimiento religioso, con escasa estructura

    y alta participacin, a la Iglesia como el sis-

    tema ms estable de organizacin y conti-

    nuidad. Si bien el pentecostalismo abre eljuego a la aparicin de especialistas dedica-

    dos exclusivamente al trabajo evanglico

    como es el caso de Carlos Annacondia o

    Dante Gebel, las tareas pastorales conservan

    un lugar central en la reproduccin de las

    tecnologas de poder cristianas. Aqu la ad-

    ministracin de la experiencia colectiva es

    inseparable del dispositivo de crecimiento y

    contencin celular. Se trata de un sistema

    organizativo que permite ordenar a las mul-

    titudes dispersas que asisten al templo en una

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    108 JOAQUN M. ALGRANTI

    forma conjunta. Todo miembro estable per-tenece a una clula que oscila entre cuatro yocho personas a cargo de un lder seguido

    por un Timoteo que lo acompaa, como unaprendiz a su maestro, en cada una de lasactividades. Entre ambos llevan adelante lavida de la clula a travs de reuniones, en-trevistas individuales y encuentros de ora-cin. Para llegar a ser lder es preciso atrave-sar una instancia de formacin13que ofrece

    la iglesia y conseguir un grupo de creyentesa quienes pastorear. Su desempeo es eva-luado constantemente por supervisores quefuncionan tambin como guas y consejerosde los lderes.

    El dispositivo celular opera sobre diferen-tes dimensiones que hacen a la reproduccinampliada y el mantenimiento de espacios desociabilidad: 1) en trminos temporales, lavida del grupo funciona sobre la base de lacontinuidad y la permanencia en donde elcompaero pasa a ser el testigo regular delos acontecimientos cotidianos que configu-ran las biografas personales. La duracin yla rutina constituyen puntos de anclaje fun-damentales que le otorgan identidad a la c-lula sobre el contraste de los mbitos efme-ros, transitorios y cambiantes que ofrece lasociedad; 2) en trminos espaciales, la apro-

    piacin de territorios compartidos permiteubicar las experiencias dentro de los circui-tos geogrficos del templo. Las reuniones sellevan a cabo en los dominios materiales ysimblicos que delimitan las redes cristianasen el barrio a travs de la iglesia, la escuela,la fundacin, los bares e incluso el espacio

    pblico; 3) la interaccin y el lazo social seconstruye sobre el mutuo conocimientofocalizado en el trabajo colectivo de las vi-

    vencias dolorosas. La desgracia como mo-neda de cambio o carta de presentacin da

    cuenta de la presencia de la divinidad en lapersona al trasmutar el fracaso en diferentesformas de aprendizaje que utiliza el templo14;4) finalmente, la clula contribuye a la adap-tacin del Evangelio a la vida ntima del su-

    jeto. A partir de la gua espiritual de los lde-res el creyente logra incorporar la clave her-menutica que ofrece el pentecostalismo parainterpretar el curso de los acontecimientos ala luz de la Palabra. Estos cuatro elementos

    configuran el ncleo bsico, el soporte delpoder pastoral que crece a fuerza de repro-ducir espacios diferenciados de identificacinque colocan a los fieles en distintos crculosde sociabilidad.

    El circulo primario y fundamental deinteraccin es la clula, como el rea de msfcil acceso para los recin llegados. La se-gunda lnea de pertenencia dentro de las je-rarquas del templo corresponde al grupo delos lderes con sus respectivos Timoteos. Si

    bien la apertura es relativamente amplia, lacondicin de liderazgo marca un primer fil-tro entre el creyente que restringe su partici-

    pacin a los ritos ordinarios y aqul que acep-ta la responsabilidad de un cargo que deman-da instruccin, entrenamiento y controlesregulares. Este espacio tambin habilita unacuota de poder sobre el grupo dirigido y la

    posibilidad de formar parte de la estructuratodava precaria de la iglesia. La tercera l-nea marca un punto de inflexin en trminosde accesibilidad porque los supervisores per-tenecen a la estructura estable de la institu-cin con capacidad de decidir sobre los l-deres e interceder ante los grupos directivos.Las dos ltimas lneas definen el crculo demayor autoridad compuesto por cinco co-

    pastores, encargados cada uno de un minis-

    terio diferente, y los dos pastores principa-les como las mximas figuras del templo. El

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    10NOTAS PARA EL ESTUDIO DE LAS COMUNIDADES PENTECOSTALES

    dispositivo celular ofrece un modelo de or-

    ganizacin fundado en el desarrollo de gru-

    pos reducidos con un alto nivel de integra-

    cin y permanencia en el tiempo. Esta red de

    redes coloca a la experiencia colectiva en el

    centro de la vida religiosa transformando a

    la comunidad indiferenciada en pequeos

    rebaos y haciendo de cada oveja un pastor

    de hombres.

    La apuesta religiosa

    A nivel de la prctica la estructura

    organizativa del templo se traduce en mlti-

    ples crculos de sociabilidad que abarcan casi

    todos los mbitos de la experiencia cotidia-

    na. El modo cristiano de ser en el mundo in-

    cluye a la familia, el trabajo, los amigos, el

    sexo, la educacin, la pareja o el mero entre-

    tenimiento, reservando un espacio para cada

    rea dentro de la misma dinmica de los gru-

    pos. La regulacin activa de las diferentes

    esferas de sentido de los sujetos produce un

    efecto totalizador15en el que la iglesia, a tra-

    vs de sus representantes y sus smbolos, se

    convierte en la mediacin insalvable entre el

    creyente y su entorno. El resultado consiste

    en un proceso secundario16de socializacin

    o socializacin de segundo orden. A partirde este concepto buscamos reconocer el con-

    junto de dispositivos, prcticas, saberes y dis-

    cursos que pone en circulacin el pentecosta-

    lismo en el intento por adecuar los esquemas

    de percepcin y disposicin de los fieles a

    los modelos religiosos. Ser cristiano es, por

    sobre todas las cosas, una cierta forma de

    mirar, percibir y conducirse con los otros, es

    decir, un modo de sensibilidad especfico.

    El salto al universo simblico de los gru-

    pos evanglicos suele contemplar, en la ma-

    yora de los casos, la combinacin de dos

    elementos fundamentales. Por un lado, la

    condicin sufriente del sujeto previa a la con-

    versin. Los testimonios de los entrevista-

    dos remiten generalmente a un estado de cri-

    sis y abandono en donde las formas prima-

    rias de socializacin como la familia, la es-

    cuela y el trabajo aparecen colapsadas, de-

    jando secuelas que se hacen cuerpo a travs

    de depresiones, enfermedades o ataques de

    violencia. Por otro lado, la resignificacin delsufrimiento llega de la mano de la recupera-

    cin de uno de los discursos ms antiguo que

    conoce la tradicin judeo-cristiana, el discur-

    so de la espiritualidad. Como identifica

    Michel Foucault (2002), la experiencia es-

    piritual remite a un modelo de conocimiento

    que concibe el acceso a la verdad17a travs

    de la transformacin del sujeto en algo dis-

    tinto de s mismo, es decir, el acto de cono-

    cer es portador de un contenido que slo se

    revela a quien pone en juego su existencia

    De este modo, la verdad es indisociable de

    una conversin que transfigura al hombre en

    algo diferente de lo que era antes, la divini-

    dad revelada conmueve los fundamentos del

    ser para llevarlo ms all de s. Este discurso

    arcaico que supo enfrentarse a la teologa e

    inspirar los principales sistemas filosficos

    de la modernidad, es retomado por elpentecostalismo en la bsqueda por homo-

    logar la conversin con el cambio radical de

    la persona. La socializacin de segundo gra-

    do tiene como punto de partida la ruptura

    con los esquemas ordinarios -mundanos- de

    percepcin para aprender la mirada espiri-

    tual del cristiano. El soporte material del pro-

    ceso de aprendizaje son los distintos crcu-

    los de sociabilidad que indicamos anterior-

    mente. Entre ellos se tejen prcticas de soli-

    daridad, cuidado y afecto que permiten con-

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    110 JOAQUN M. ALGRANTI

    traponer a la crisis de la sociedad la formulamaestra del lazo comunitario devenido en elcuerpo fundamental del pueblo de dios.Como reconoce uno de los lderes del tem-

    plo:El cuerpo para un cristiano es la totali-

    dad de los miembros de una congregacin,

    de una comunidad; la totalidad es el cuer-

    po. Todos aunque sean. ..ehh aunque

    tengan...aunque sean distintas personas jun-

    tas forman un solo cuerpo, un solo cuerpo yvan todos hacia una misma meta. Eso es un

    cuerpo. En la Biblia Jess habla de esto del,

    del... del cuerpo no?, es decir... dice que

    aunque los miembros tengan distintas fun-

    ciones todos juntos en armona funcionan y

    van hacia la misma meta, hacia un mismo

    propsito () buscar a dios y estar en co-

    munin con dios, vivir para dios, servir a

    dios; eso hace el cuerpo y justamente es cuer-

    po por que cada miembro ayuda al otro a

    que esto pueda ehhh ejercerse con mayor

    precisin ehhh con mayor eficacia.() Esta

    fe hace que seamos un cuerpo. La fe nos une

    por que...qu es un cuerpo? Tenemos la mis-

    ma esperanza, la misma fe, la misma pasin,

    el mismo dios, la misma creencia, las mis-

    mas metas, el mismo espritu, por que es un

    espritu para todos, es el mismo espritu y la

    misma fe, que nos hace ser uno.La metfora del cuerpo reconcilia en el

    plano simblico los principios de diferencia-cin funcional que extiende el sistema declulas con la idea de una totalidad integra-da en la que todos son uno y cada uno repre-senta al todo. La comunidad imaginada delas denominaciones evanglicas se presentaa s misma siguiendo el esquema binario delcristianismo en donde el valor de la identi-

    dad depende de la exclusin del mundo pro-fano. Ahora bien, es preciso distanciarse de

    las categoras nativas para comprender el sen-tido de la prctica en situacin. Aunque losgrupos cristianos llevan adelante un trabajoefectivo que refuerza los vnculos de mutuocompromiso y entendimiento, su tarea no seagota all. Los beneficios de pertenecer seajustan a los criterios del inters individualy la apuesta. El pentecostalismo habilita atravs de las clulas un rgimen de promo-cin que le otorga al creyente la chance de

    crecer en la estructura del templo y pasar deser un simple devoto a un Timoteo, en pri-mera instancia, despus a un lder con pers-

    pectivas de alcanzar el puesto de supervisoro entrar en los crculos directivos. Cada unade estas instancias va acompaada de la ca-

    pacitacin de la persona y el control de unacierta cuota de poder entendido como elmonopolio de bienes religiosos que envistenal sujeto de autoridad sobre los hombres.Entre los recursos de los lderes cuentan losvales de donaciones con comida y ropa quese distribuyen al interior de la congregacin,la posibilidad de formar a miembros del gru-

    po con aptitudes de liderazgo y la funcin deintercesores entre los fieles y los distintosniveles en las jerarquas del templo. El rolde gua espiritual va acompaado del reco-nocimiento de la institucin y de sus pares

    que interpelan al creyente travs de un lla-mado religioso a completar su verdadero des-tino, a convertirse en aquello para lo que fue-ron creados. La posicin del sujeto dentrodel universo simblico que emerge de esteconjunto de prcticas y discursos es insepa-rable de la autoridad que otorga la funcin.El pastoreo es una moneda valiosa no por elenriquecimiento individual, que ms que undato es un prejuicio del sentido comn y a

    veces tambin de las ciencias sociales, sinopor la chance de restituir el imaginario de

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    11NOTAS PARA EL ESTUDIO DE LAS COMUNIDADES PENTECOSTALES

    una carrera con su profesionalizacin y es-

    pecialidad, en la que la persona es reconoci-

    da en su cargo por sus colegas y por aquellos

    a quienes conduce. Los peligros del disposi-

    tivo celular hacia el interior de la iglesia son

    los defasajes en el crecimiento a partir de una

    multiplicacin de lderes con pocas oportu-

    nidades de llegar a ser supervisores o ascen-

    der en la estructura jerrquica. Esta contra-

    diccin produjo verdaderos xodos hacia

    congregaciones ms pequeas con mayoresposibilidades de ascenso. La prctica religio-

    sa es el arte de combinar los sentimientos

    colectivos de pertenencia a un todo que tras-

    ciende al individuo con la lgica de la apuesta

    pascaliana en donde el creyente acta como

    el jugador ante una partida calculando los

    riesgos y los beneficios de cada movimien-

    to. El camino de la fe tiene tanto de espiri-

    tualidad como de hbitos, costumbres y usos

    cotidianos, la vivencia genuina de lo sagra-

    do obedece tambin a las reglas de la repeti-

    cin, de la mmica, como plantea Pascal se-

    guid el modo por donde ellos comenzaron,

    haciendo como si creyesen, tomando agua

    bendita, haciendo decir misas (1984: 157).

    Lejos de los modelos formales de la anti-

    nomia comunidad-sociedad, los espacios de

    pastoreo producen una sntesis original de

    ambas abstracciones tericas. La clula fun-ciona tanto como un mbito de contencin y

    afecto como de inters y ganancia. Por eso,

    las estructuras de relaciones entre los elemen-

    tos que reproduce el grupo son variables prin-

    cipalmente en funcin del tiempo. Frente al

    corte sincrnico tienden a prevalecer los ele-

    mentos de unin, reconocimiento y respaldo

    entre los miembros especialmente con aque-

    llos que son nuevos. En cambio ante una

    mirada diacrnica de la evolucin de la c-

    lula quedan en evidencia los proyectos per-

    sonales, las acciones interesadas y las com-

    petencias que funcionan de forma subterr-

    nea orientando las acciones, las alianzas y

    las estrategias internas. Esta combinacin no

    devela una debilidad o una flaqueza de la

    vida religiosa. Por el contrario, la expansin

    de pentecostalismo de masas es impensable

    por fuera de la habilidad para asimilar los

    modelos de conducta del entorno dentro de

    sus propios esquemas de sentido. De ah na-

    cen las estrategias adaptativas que le permi-ten responder a las necesidades concretas con

    la capacidad cristiana de adecuacin y su-

    pervivencia. Es en este punto de articulacin

    siempre cambiante e indefinido, entre los

    espacios de interaccin y las estructuras so-

    ciales donde resurge la pregunta por la fuer-

    za de la vnculo, el grado de afinidad electi-

    va, que define el encuentro del neo-libera-

    lismo con el universo pentecostal. Este inte-

    rrogante es el objeto de nuestras reflexiones

    finales.

    El juego de afinidades

    Para responder a la pregunta por el juego

    de relaciones y su respectiva intensidad, que

    surgen entre el pentecostalismo, como la de-

    nominacin evanglica de mayor crecimien-to en todo el mundo, y la doctrina neo-libe-

    ral, con su vuelco sobre los espacios colecti-

    vos de participacin, es necesario retomar el

    concepto de afinidad electiva. La perspecti-

    va weberiana ofrece un modelo de anlisis

    que hace blanco en la gnesis histrica, las

    relaciones de dominacin y las necesidades

    econmicas de las formaciones sociales, a la

    vez que plantea la antigua relacin entre las

    estructuras y las imgenes del mundo bajo

    una mirada no determinista que recupera el

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    18/27

    112 JOAQUN M. ALGRANTI

    principio de causalidad inversa en el abor-daje de los condicionamientos recprocos dela realidad social.

    Esta postura ha sido descuidada en los es-tudios de sociologa de la religin, al com-

    prender a la expansin evanglica a travsde diferentes formas de reduccionismos,economicistas, conspirativos y poltolgicos.Otra forma de reduccionismo que presentanautores tan interesantes como Bastian (1994),

    Martin (1990), Stoll (1990) e inclusodEpinay (1968), es la tendencia a compren-der el fenmeno protestante bajo el paradig-ma etnocntrico de la modernizacin que res-tringe los planteos y los anlisis a la contri-

    bucin o no de las ideas religiosas al modelode desarrollo de los pases dominantes. Porotro lado, la nocin de afinidad electiva nos

    permite trascender los lmites epistemol-gicos de la matriz teolgica de pensamientoque analizamos en la primera parte del art-culo operando una triple ruptura: con las l-gicas de las antinomias, que piensa la reali-dad en trminos de opuestos irreconciliablerenunciando al abordaje del mundo socialcomo un todo, con la perspectivaevolucionista, que concibe el traspaso de lacomunidad a la sociedad en trminos de unateleologa de la historia, y con los modelos

    abstractos de conducta, que analizan las prc-ticas sociales por fuera de sus contextos es-pecficos de actualizacin. Se trata de unaclave de anlisis que apunta a comprenderla estructura de las cosmovisiones evangli-cas desde su autonoma y eficacia propia,

    buscando los puntos de contacto con la for-ma de conducta y las estrategias de poderque despliega el discurso neo-liberal. Lostrabajos de Michael Lowy (1997) en torno

    al mesianismo judo y la utopa libertariaconstituyen un avance importante al intentar

    distinguir los niveles18de afinidad electiva,empezando por la correspondencia simple,la homologa estructural entre dos configu-raciones socioculturales, hasta lograr nive-les de intensidad que terminan en la fusinde los elementos y la creacin de figurasnuevas.

    Segn nuestras indagaciones la relacinentre los pentecostales y el neo-liberalismo

    planteaun tipo de afinidad de tercer grado,

    es decir, un modo de articulacin que des-cansa en la alianza estratgica de ambas par-tes a travs de la concordancia implcita, co-yuntural y cambiante de intereses. La inten-sidad de la relacin reconoce dos dimensio-nes complementarias. Por un lado y en unnivel de carcter ms superficial, los puntosde encuentro surgen en torno a la preferen-cia por el individuo, la construccin de rela-tos legitimadores de las relaciones sociales,las estrategias globales de funcionamiento yel intercambio entre racionalidad econmi-ca y religiosa expresados en la forma de lateologa de la prosperidad y los mitos delmercado autorregulado. Por otro lado, es

    posible identificar en un nivel ms profundode correspondencia, la accin del movimiento

    pentecostal sobre las secuelas del capitalis-mo relacionadas a la erosin del capital so-

    cial y su traduccin en las formas del des-empleo, pero tambin en las figuras subjeti-vas de la incertidumbre y la perplejidadcomo indica Lewkowicz (2004: 168). Aqu,el sistema de creencias y prcticas religiosascontribuye al desarrollo de estrategias deadaptacin que convierten al pentecostalismoen la primera denominacin popular del uni-verso protestante; esto implica una rupturacon los grupos histricos abocados a la trans-

    formacin de Amrica Latina de acuerdo alos patrones europeos de modernizacin.

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    11NOTAS PARA EL ESTUDIO DE LAS COMUNIDADES PENTECOSTALES

    Los modelos evanglicos de comunidad,

    contencin y participacin institucional se

    fortalecen ante el retiro parcial del Estado a

    un rol que combina el trabajo de polica con

    el asistencialismo. Si la gestin del riesgo im-

    plica el abandono de amplios sectores de la

    poblacin a los vaivenes del mercado y la

    incertidumbre de los ciclos econmicos, el

    trabajo pentecostal ofrece una alternativa de

    pertenencia fundada en la seguridad de las

    certezas religiosas, en el Plan para tu vidacapaz de trasmutar la desgracia en capacita-

    cin, el desconcierto en destino. El soporte

    de la afinidad electiva de este vinculo tiene

    que ver con el desarrollo de fundamentos

    motivacionales de la prctica, o sea, un con-

    junto de creencias, conductas y disposicio-

    nes que orientan la accin del hombre bajo

    una matriz religiosa que recompone la rela-

    cin desagarrada del individuo con la socie-

    dad. Se establece, de forma implcita y mo-

    mentnea, una articulacin estratgica entre

    los efectos colaterales del neo-liberalismo y

    la necesidad religiosa de responder al estado

    sufriente del sujeto, al malestar que antece-

    de a la conversin. Este intercambio se

    retroalimenta hasta alcanzar niveles de aso-

    ciacin prcticamente orgnicos entre ambas

    configuraciones socioculturales. El secreto

    de su correlacin radica en los crculos desociabilidad que reproduce el pastoreo a tra-

    vs de los dispositivos celulares de integra-

    cin.

    El modo de estar juntos que despliega el

    pentecostalismo encuentra puntos de adecua-

    cin plena con las estrategias neo-liberales

    que identifica Niklas Rose relacionadas al

    autogobierno de las comunidades, el trabajo

    de empoderamiento19de los individuos y

    la reestructuracin de una economa de po-

    der que delega en los sujetos la responsabili-

    dad de reproducir sus condiciones de exis-

    tencia. La vida cristiana no slo se ajusta f-

    cilmente a la situacin social de abandono

    de las instituciones y el avance del mercado

    sino que tiende a profundizar el descentra-

    miento de la relacin individuo-sociedad para

    instituir a la iglesia como la mediacin in-

    salvable entre el hombre y el mundo. La c-

    lula es el espacio seguro de encuentro, la

    unidad bsica de socializacin -de segundo

    orden- que le ofrece al individuo el acceso aun nuevo universo simblico y material. Los

    elementos de solidaridad, identificacin y

    cuidado conviven con las formas del inters

    y el egosmo en donde el sujeto logra reco-

    nocerse tanto en el afecto de los dems como

    en la lgica del intercambio. El carcter or-

    gnico de la afinidad entre los pentecostales

    y el neo-liberalismo remite justamente a la

    eficacia del dispositivo celular en la cons-

    truccin de micro grupos integrados en la

    totalidad templo. El cristiano se define por

    la participacin activa en la construccin de

    los mismos mbitos que moldean su conducta

    contribuyendo al gobierno de s y al fortale-

    cimiento de la iglesia.

    Ahora bien, ms all de los puntos de ade-

    cuacin entre ambas formaciones sociocul-

    turales es preciso reconocer una diferencia

    sustancial que surge de los anlisis. Si la es-trategia de poder de la doctrina neo-liberal

    se apoya en el desarrollo a gran escala de

    pequeas comunidades transitorias con un

    alto grado de dispersin y dependencia de

    los recursos pblicos, los grupos evangli-

    cos encuentran su razn de ser en la perma-

    nencia, la estabilidad y la coordinacin de la

    experiencia colectiva dentro de los lmites

    autnomos de cada templo. La naturaleza de

    los vnculos que fomenta el pastoreo consti-

    tuye una fuerza social en crecimiento cuyo

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    114 JOAQUN M. ALGRANTI

    signo no est fijado previamente, es decir, elpentecostalismo puede ser el mejor aliado dela racionalidad econmica en una coyunturadeterminada y en otra puede dar expresin ala crtica de la miseria real y la necesidad detransformar el mundo de los hombres. El

    potencial emancipador de las comunidadesreligiosas en el marco de la crisis social serobjeto de futuras investigaciones.

    Notas

    1. En un trabajo previo (Algranti y Re:2005) pudimos delimitar el espacio decompetencia entre diferentes formas decomunidades de consumo, territorial,religiosa y cultural- indagando en los

    proceso de configuracin identitarios delos sujetos. Los espacios elegidos de so-ciabilidad constituyen verdaderosanclajes de identificacin y pertenen-cia de los actores tanto en la construc-cin de un relato sobre s mismos comoen la comprensin de la sociedad.

    2. En La esencia del cristianismoFeuerbach (2006) realiza un ataquecontundente al desdoblamiento religio-

    so de la realidad en un mundo imagi-nario, identificando en la conciencia dedios la conciencia que el hombre tienede s mismo. La religin ya no sera laantesala del Saber Absoluto como creaHegel, sino la autoproyeccin del su-

    jeto que se enajena y se arrodilla antesu propia esencia. Se opone a la inver-sin fantstica de la realidad, lareafirmacin de la naturaleza como

    punto de partida de la existencia y delpensamiento. Posteriormente, Marx

    (1985), en las once tesis de La ideolo-ga Alemana contina la crtica al idea-lismo absoluto extendindose hacia la

    problemtica antropolgica deFeuerbach con su idea abstracta delhombre, la incomprensin de las con-tradicciones terrenales como origen dela alienacin religiosa y la ausencia dela actividad prctica para captar la rea-lidad. La nocin de praxis buscar ter-

    minar con la parlisis contemplativapara lanzar al sujeto histrico a la re-conquista del mundo. En este punto essumamente interesante el planteo deEnrique Dussel (1993) al trascender lacrtica a la matriz religiosa del pensa-miento reconociendo en los mismosanlisis de Marx los fundamentos im-

    plcitos de una nueva teologa inspira-da en el modelo pietista de accin.

    3. En El Asalto a la Razn, Lukcs(1968) concibe el antagonismo concep-tual de Tonnies como una forma deirracionalismo de carcter subjetivista.La teora de la voluntad expresa justa-mente el pasaje de las formaciones his-tricas concretas a entidades su-

    prahistricas que volatilizan las condi-

    ciones sociales de emergencia y pro-duccin.

    4. As como Hegel construye un relato dela historia a partir de la pregunta reli-giosa por el significado ltimo del su-frimiento -A quin, a qu fin ltimoha sido ofrecido este enorme sacrifi-

    cio?-,Tonnies tambin reproduce unmodelo de comprensin histrica

    evolucionista fundado en la concepcincristiana de la prdida y la recupera-

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    11NOTAS PARA EL ESTUDIO DE LAS COMUNIDADES PENTECOSTALES

    cin de un estado ideal de equilibrio

    entre los hombres.

    5. Esta nocin refiere a un sistema de co-

    nocimiento que se orienta a los aspec-

    tos del fenmeno que son captables in-

    telectualmente producibles por el en-

    tendimiento, mientras abandona el es-

    tudio de las condiciones objetivas en

    las que nace el discurso cientfico. El

    racionalismo moderno se jacta de ha-ber descubierto el principio de la co-

    nexin de todos los fenmenos con que

    se enfrenta la vida del hombre en la

    naturaleza y la sociedad (Lukcs,

    1975: 43). Los sistemas filosficos de

    Kant y Hegel representan los mayores

    intentos de formalizar este modelo

    epistemolgico.

    6. El concepto de sociodicea remite al

    proceso de construccin de discursos

    legitimadores de las relaciones socia-

    les, borrando su historia y sus luchas

    para afirmar el presente de la domina-

    cin devenido en el orden natural de

    las cosas. Aqu es importante compren-

    der la dominacin no exclusivamente

    en los trminos marxistas de la concien-

    cia sino tambin en el sentido fenome-nolgico del cuerpo, las costumbres, los

    hbitos y las conductas. La sociologa

    est siempre en peligro de contribuir ac-

    tivamente al desarrollo de discursos ofi-

    ciales que naturalizan las relaciones de

    fuerza existentes.

    7. Ver Slater, David (1996).

    8. En El espinoso sujeto, Zizeck (2001)

    utiliza el trmino despolitizacin para

    dar cuenta de los efectos de la teora de

    la sociedad del riesgo en el anlisis de

    la realidad social. El hecho de negar la

    existencia de responsables directos de

    las amenazas globales sumado a la

    aceptacin comn del capital y las re-

    laciones de mercado como el marco

    neutral, incuestionado, de la vida en so-

    ciedad, lleva a un desplazamiento de la

    poltica de su verdadero eje: la econo-

    ma capitalista como principio genera-dos de riesgos desigualmente distribui-

    dos.

    9. Desde sus mismos orgenes el movi-

    miento protestante realiza un vuelco

    sobre los elementos emotivos de la ex-

    periencia religiosa como reaccin con-

    tra la postura escolstica que defiende

    la ortodoxia calvinista despus de la

    Reforma. El pietismo de Baxter

    Spener, Francke y Zinzendorf recupe-

    ra los aspectos sensibles y sentimenta-

    les de las vivencias msticas frente a la

    asctica racional del calvinismo. Esta

    renovacin tambin se extiende a In-

    glaterra a travs del Metodismo de

    Wesley que refuerza la doctrina de la

    santificacin y la gracia del espritu san-

    to dentro de la iglesia anglicana. Losavivamientos religiosos adoptan en Es-

    tados Unidos de mediados del siglo

    XIX el modelo de movimientos de san-

    tidad, constituyendo el trasfondo his-

    trico de la emergencia del pente-

    costalismo, como una nueva renovacin

    del mundo protestante en su versin

    ms emotiva vinculada a los dones sa-

    grados.

    10. Lejos de todo elemento peyorativo y

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    116 JOAQUN M. ALGRANTI

    etnocentrista nuestra referencia a la no-cin de magia no es para contrastar conla idea de una religin autntica, sino

    para subrayar la dimensin ms tcni-ca, instrumental y utilitarista de la ma-nipulacin de las entidades sagradasque ponen en juego todas las religio-nes. La tendencia a la descalificacinde la magia que surgen en un principioen los primeros estudios etnolgicos de

    Frazer, pero tambin en la sociologadurkhemiana y las interpretaciones psi-colgicas de Freud, tienden a compren-der a esta prctica bajo una matriz de

    pensamiento evolucionista que la co-loca en una fase inicial del desarrollode la humanidad, destinada a ser supe-rada por la religin monotesta y esta,a su vez, tambin tendra el mismo des-tino a partir del proceso de seculariza-cin de la modernidad. Nuestra pers-

    pectiva se inscribe en los estudios pos-teriores a estos diagnsticos, en elmodelo de anlisis de Marcel Mauss,Cassirer y Levi-Strauss en la bsqueda

    por abordar los ritos mgicos como uni-versos simblicos de significado conlegalidad, eficacia y coherencia inter-na, estableciendo puntos de continui-

    dad con las religiones instituciona-lizadas.

    11. El avivamiento o despertar del espritu(awakening) remite a momentos hist-ricos de efervescencia religiosasignados por la recuperacin de las vi-vencias emotivas, combinadas con unretorno a las fuentes bblicas para re-cuperar el verdadero sentido del

    Evangelio. Estos procesos de transfor-macin y cambio suelen ser reacciones

    contra el monopolio simblico de lasortodoxias sacerdotales en nombre deun regreso a las fuentes. La reforma pro-testante del siglo XV, el impulso pietistay metodista, as como el gran despertaroriginado en California, Estados Uni-dos, a fines del siglo XIX, son ejem-

    plos de este mecanismo cristiano de re-novacin interna. Los avivamientossuelen aparecer en contextos de crisis

    social en los que nacen nuevas deno-minaciones religiosas, como es el casodel pentecostalismo.

    12. Para profundizar sobre las formas derelacin directa con la divinidad que

    propone el protestantismo ver el cap-tulo The religious communityen ellibro de Robert Nisbet, The Social

    Philosophers. Community & Conflict in

    Western Thought, Thomas Y. CrowellCompany, Inc. New York, 1973.

    13. En Rey de Reyes la formacin de loslderes cuenta de un ao de cursos se-manales en lo que se instruye en el co-nocimiento de la Biblia, la alabanza, laoracin y el trabajo de grupos. Esta ins-tancia le permite al templo mantener

    una correspondencia doctrinal entre losdiferentes eslabones que componen suestructura. Luego el lder est en con-diciones de pastorear su propia clula;estos espacios son variables segn lasactividades que se realicen en su inte-rior por eso existen diferentes tipos declulas algunas estn divididas por g-nero, otras por edades o trabajos espe-cficos.

    14. Las iglesias evanglicas suelen habili-

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    11NOTAS PARA EL ESTUDIO DE LAS COMUNIDADES PENTECOSTALES

    tar mltiples espacios de participacin

    en los que se revaloriza los conocimien-

    tos previos del creyente aunque estn

    relacionados a experiencias dolorosas

    o traumticas. Los ex adictos pueden

    contribuir a la asistencia a drogodepen-

    dientes o aquellas parejas que se hayan

    logrado atravesar crisis importantes se

    les abre la posibilidad de trabajar en el

    rea de consolidacin de matrimonios.

    15. Ver Algranti, J. (2005).

    16. El carcter secundario de la socializa-

    cin no apunta a comprender el proce-

    so de adquisicin de conocimientos es-

    pecficos vinculados a roles dentro de

    la divisin del trabajo como plantean

    Berger y Luckman (1986). Nuestro

    punto de partida no es la experiencia

    de integracin fuertemente instituciona-

    lizada de la sociedad salarial, sino las

    diferentes formas de exclusin social y

    el modo en que se hacen cuerpo en las

    personas promoviendo la adhesin a los

    discursos totalizadores del universo re-

    ligioso.

    17. Segn los estudios de Foucault en La

    Hermenutica del sujeto, los modos detransformacin del hombre dentro de

    la espiritualidad occidental oscilan en-

    tre las formas del amor Eros- y las

    ascesis askesis-. Ambas tcnicas apa-

    recen en las estrategias del pastoreo del

    pentecostalismo, ya sea a travs del per-

    dn y las curaciones, o en el cuerpo de

    disciplinas que componen el ayuno y

    la oracin.

    18. Michael Lwy (1997) identifica cuatro

    grados de afinidad electiva directamen-

    te relacionados a los momentos

    dialcticos de la relacin: el primero,

    apunta a una forma de analoga estti-

    ca en donde el vnculo entre dos confi-

    guraciones socioculturales aparece en

    potencia como posibilidad, todava no

    actualizada. El segundo grado plantea

    la puesta en marcha de la correspon-

    dencia, manteniendo la autonoma y la

    identidad de las estructuras involucra-das. El tercero, identifica distintas mo-

    dalidades de unin que van desde la

    simbiosis cultural a la fusin total

    pasando por la fusin parcial de sus ele-

    mentos. El cuarto grado, reconoce la

    creacin de una nueva figura producto

    de la fusin de ambas configuraciones

    19. La nocin de empowermentsurge en el

    discurso gerencial de las empresas,

    como seala Lahera Sanchez (2004), en

    referencia al involucramiento aparente

    de los trabajadores en las decisiones

    ejecutivas a travs de nuevos modelos

    de autoridad. Este concepto es

    retomado en los estudios de religin

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