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19 de Agosto (Jer 25:1-14) ‘La Advertencia Divina’ La conquista de Jerusalén (Jer 24:1) produjo una serie de comentarios negativos, por parte de la población. Comentarios como, ‘¿Por qué Dios permitió esto?’ o ‘¿Por qué no nos protegió el Señor’? Fue para contrarrestar esos comentarios, que Jeremías ahora incluye una profecía dada años antes, durante el reinado de Joacim (v.1). Fue su manera de indicar que la conquista de Jerusalén sucedió por culpa de los mismos pobladores de la ciudad, por no haber hecho caso a las advertencias que Dios les venía dando por años. A lo largo de veintitrés años, Dios habló por medio de Jeremías (v.3). También se manifestó por medio de otros profetas (v.4a). Lamentablemente, el pueblo no quiso escuchar la voz de Dios (v.4b, 7). Dios quería dar a Su pueblo la oportunidad de arrepentirse, para que les vaya bien en la tierra (v.5-6). Sin embargo, al no prestar atención a la voz de Dios, les fue mal (v.7). Siempre es así. El pecado produce una ‘cosecha’ amarga. En el caso de Judá, el ‘mal’ sería una invasión militar del norte, bajo la dirección del rey Nabucodonosor (v.8-9). El juicio de Dios traería tremenda tristeza (v.10); se acabaría toda evidencia de la vida familiar y doméstica. El “ruido de molino” (v.10b) sería el sonido de la ama de casa preparando la comida para el desayuno. La ausencia de este sonido, y la falta de luces en las casas, indicaría que la tierra ha sido completamente abandonada (v.11a). REFLEXIÓN: A veces nos olvidamos que el gozo y la alegría que experimentamos en la vida son dones de Dios. Si menospreciamos Su Palabra, Él nos quitará esos dones, y aprenderemos cuánto dependemos de Él y de Su gracia. Dios aclara que el juicio no sería eterno, sino que duraría 70 años (v.11b). 70 años sería suficiente tiempo para afectar a dos generaciones, y limpiar de una vez por todas, el pecado de idolatría. Esta profecía fue dada en el cuarto año del reinado de Joacim (v.1) – la misma fecha en que se comenzó a cumplir (ver Dan 1:1). Los 70 años fueron de 606–536 a.C. (el año en que se dio el edicto de Ciro; Esdras 1:1-4). Dios describe a Nabucodonosor como “mi siervo” (v.9). Su tarea sería no sólo juzgar a Judá, sino también a todas las naciones vecinas (v.9). Hay una lista de estas naciones en v. 17-26. En Jer 27:1-11, el Señor amplía este mensaje a las naciones; tenemos las profecías pormenorizadas en la sección ‘internacional’ de Jeremías (Jer 46-49). El mensaje es el mismo que dio a Judá. ‘Ustedes han pecado, y Dios les está juzgando. Si se 54

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Page 1: Jeremías y Lamentaciones - Free Website Builder: … Jeremias y... · Web viewEn resumidas palabras, ellos estaban convencidos de la integridad del profeta. ¡La integridad personal

19 de Agosto (Jer 25:1-14) ‘La Advertencia Divina’

La conquista de Jerusalén (Jer 24:1) produjo una serie de comentarios negativos, por parte de la población. Comentarios como, ‘¿Por qué Dios permitió esto?’ o ‘¿Por qué no nos protegió el Señor’? Fue para contrarrestar esos comentarios, que Jeremías ahora incluye una profecía dada años antes, durante el reinado de Joacim (v.1). Fue su manera de indicar que la conquista de Jerusalén sucedió por culpa de los mismos pobladores de la ciudad, por no haber hecho caso a las advertencias que Dios les venía dando por años.

A lo largo de veintitrés años, Dios habló por medio de Jeremías (v.3). También se manifestó por medio de otros profetas (v.4a). Lamentablemente, el pueblo no quiso escuchar la voz de Dios (v.4b, 7). Dios quería dar a Su pueblo la oportunidad de arrepentirse, para que les vaya bien en la tierra (v.5-6). Sin embargo, al no prestar atención a la voz de Dios, les fue mal (v.7). Siempre es así. El pecado produce una ‘cosecha’ amarga.

En el caso de Judá, el ‘mal’ sería una invasión militar del norte, bajo la dirección del rey Nabucodonosor (v.8-9). El juicio de Dios traería tremenda tristeza (v.10); se acabaría toda evidencia de la vida familiar y doméstica. El “ruido de molino” (v.10b) sería el sonido de la ama de casa preparando la comida para el desayuno. La ausencia de este sonido, y la falta de luces en las casas, indicaría que la tierra ha sido completamente abandonada (v.11a).

REFLEXIÓN: A veces nos olvidamos que el gozo y la alegría que experimentamos en la vida son dones de Dios. Si menospreciamos Su Palabra, Él nos quitará esos dones, y aprenderemos cuánto dependemos de Él y de Su gracia.

Dios aclara que el juicio no sería eterno, sino que duraría 70 años (v.11b). 70 años sería suficiente tiempo para afectar a dos generaciones, y limpiar de una vez por todas, el pecado de idolatría. Esta profecía fue dada en el cuarto año del reinado de Joacim (v.1) – la misma fecha en que se comenzó a cumplir (ver Dan 1:1). Los 70 años fueron de 606–536 a.C. (el año en que se dio el edicto de Ciro; Esdras 1:1-4).

Dios describe a Nabucodonosor como “mi siervo” (v.9). Su tarea sería no sólo juzgar a Judá, sino también a todas las naciones vecinas (v.9). Hay una lista de estas naciones en v. 17-26. En Jer 27:1-11, el Señor amplía este mensaje a las naciones; tenemos las profecías pormenorizadas en la sección ‘internacional’ de Jeremías (Jer 46-49). El mensaje es el mismo que dio a Judá. ‘Ustedes han pecado, y Dios les está juzgando. Si se someten al juicio de Dios, sobrevivirán; pero si no se someten, serán destruidos’.

A pesar de que Babilonia estaba sirviendo a Dios, eso no les exoneraba del juicio de Dios. Por haber hecho maldad durante su servicio a Dios, los babilonios también serían juzgados (v.12-14). Sin embargo, es importante notar la gracia de Dios para con Su pueblo, y la diferencia que esto hace cuando Dios juzga el pecado. Los judíos serían juzgados, pero sería sólo por 70 años. Babilonia sería juzgada, pero sería un juicio eterno: “la convertiré en desiertos para siempre” (v.12b).

REFLEXIÓN: A veces líderes en la Iglesia caen en pecado. Recordemos que es posible ser un siervo de Dios, y cometer maldad. Pero no por ser un ‘siervo de Dios’ escaparemos del juicio de Dios. Nunca debemos pensar que el trabajo que hacemos por Dios nos salvará de Su disciplina. Si vivimos en el pecado, Dios nos castigará, fuéramos quien sea. ¡Estamos advertidos!

20 de Agosto (Jer 25:15-38) ‘El Juez de Toda la Tierra’

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Page 2: Jeremías y Lamentaciones - Free Website Builder: … Jeremias y... · Web viewEn resumidas palabras, ellos estaban convencidos de la integridad del profeta. ¡La integridad personal

Habiendo hablado a Judá (v.1-11) y a Babilonia (v.12-14), Dios ahora se dirige a todas las demás naciones del Medio Oriente. Al decirle a Jeremías, “Toma de mi mano la copa del vino de este furor, y da a beber de él a todas las naciones” (v.15), Dios está diciendo, ‘Escucha Mi mensaje de juicio, y luego trasmite este mensaje a las naciones’ (ver v.30a). A pesar de las dificultades que él experimentó, Jeremías fue obediente al llamado divino (v.17).

La lista de naciones es impresionante (v.18-26). Comienza con el pueblo de Judá (v.18), y continúa con Egipto (v.19), y las cinco ciudades de los filisteos (v.20). Luego pasa por aquellas naciones que eran los enemigos antiguos de Israel – Edom, Moab y Amón (v.21). Menciona a las dos ciudades marítimas de Tiro y de Sidón (v.22), y luego pasa a las naciones del desierto (v.23-24), extendiéndose hasta las tierras lejanas de Elam y Media (v.25). Termina con Babilonia (v.26b) – ‘Sesac’, en el texto original (ver Jer 51:41). La nación que Dios usa para juzgar a las demás naciones, será juzgada por Dios.

Esta profecía se cumplió, históricamente, en el siglo 6 a.C. Sin embargo, también tiene un sentido profético a largo plazo. La lista de naciones en v.18-26 es extensa, porque ese juicio histórico, simboliza el juicio universal de Dios, que ocurrirá en los últimos tiempos. Por eso leemos en el v.26, que Dios juzgará “a todos los reinos del mundo que están sobre la faz de la tierra”. Claramente, eso apunta a algo más grande que un juicio limitado a las naciones del Medio Oriente. Tenemos la confirmación de esta interpretación en el v.31, donde leemos que Jehová “es el Juez de toda carne”.

Jeremías fue llamado por Dios a predicar a todas las naciones (Jer 1:5b, 10). Pero, las naciones, ¿habrán prestado atención al mensaje de Jeremías? Es probable que no. Sin embargo, Dios tiene un mensaje bastante claro para aquellas naciones que no querían escuchar la voz de Dios (v.27-28). Tendrán que escuchar, porque el juicio de Dios comenzará con el pueblo de Dios (v.29). Ellos (los judíos) serán una ayuda visual para los habitantes de toda la tierra. Al ver a Jerusalén destruida, las naciones tendrán que prestar atención a la Palabra de Dios.

Dios compara Su forma de hablar con el rugido de un león (v.30b); ver Amos 1:2; 3:4, 8. Cuando un león ruge, nadie puede ignorarlo. Lo mismo es cierto con Dios. Cuando Él ‘ruge’ con Su Palabra, las naciones tendrán que prestarle atención. Dios ruge “desde su morada” (Su morada celestial), y ruge “contra su morada” (contra Jerusalén, Su morada terrenal). Entonará una “canción de lagareros” (v.30c); es decir, una canción llena de emoción, como la de los hombres que cantaban al pisar el lagar, durante la vendimia. En este caso, la canción no estaría llena de alegría, sino de furor.

La invasión de Babilonia será como una terrible tormenta, que se extenderá desde el norte (v.32), causando incontables muertes (v.33). Los “pastores” mencionados en el v.34, son los líderes de Judá (ver Jer 23:1), y los “pastos” (v.37), son las ciudades y las casas elegantes donde ellos vivían. Ante la destrucción total de sus viviendas y ciudades, los líderes del pueblo ya no tendrían donde refugiarse.

REFLEXIÓN: Si Dios es el Juez de toda la tierra, entonces Él es nuestro Juez. Cuán importante es reflexionar constantemente sobre el juicio de Dios, para que aprendamos a andar en temor y reverencia ante el Dios eterno.

21 de Agosto (Jer 26:1-9) ‘Rechazando la Gracia de Dios’

Extrañamente, al coleccionar sus mensajes, Jeremías va marcha atrás en el tiempo. En Jer 21, el profeta habla al último rey de Judá – a Sedequías. Pero, el contexto de Jer 24, es el destierro de Jeconías, el hijo de Joacim (Jer 24:1); algo que ocurrió años antes. En

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Jer 25, tenemos el mensaje que Dios le dio a Jeremías en el cuarto año del reinado de Joacim. Ahora, en Jer 26, tenemos un mensaje predicado por Jeremías “En el principio del reinado de Joacim…”. Obviamente, Jeremías coleccionó sus mensajes proféticos, en orden temático, no cronológico.

En Jer 21 y 22, Dios denuncia la corrupción de los reyes de Judá. En Jer 23, Jeremías se dirige a los falsos profetas, que engañaban a los reyes, y los condena. En Jer 24, Dios indica que serán los exiliados quienes se salvarán, no los que queden en Jerusalén. En Jer 25, Dios predice el exilio de Judá, pero también el juicio que vendrá sobre Babilonia. Ahora, en Jer 26, vemos como todos los líderes espirituales de Judá, y el pueblo en general, se opusieron a la predicación de Jeremías (v.8). Esto indica que no hay remedio. Antes la falta de arrepentimiento, Dios tendrá que juzgar a Su pueblo.

Viniendo al inicio del reinado de Joacim (v.1), el propósito de este mensaje era darle al flamante rey de Judá la oportunidad de comenzar bien su reinado. Su padre, Josías, había instituido buenas reformas espirituales (ver 2 Rey 23); sin embargo, murió por imprudencia política y debilidad militar (2 Rey 23:28-29). El pueblo nombró a su hijo, Joacaz, como rey (2 Rey 23:30b). Pero él gobernó mal, y fue depuesto por el rey de Egipto luego de sólo tres meses (2 Rey 23:31-33). Finalmente, el faraón nombró a su hermano, Joacim, rey de Judá. Era un nuevo inicio para el pueblo de Judá. Había la posibilidad de evita un mayor desastre político, en la forma de la conquista por parte de los babilonios. Todo dependía de qué clase de rey sería Joacim, y de cómo el pueblo lo apoyaría en buscar a Dios de todo corazón, en arrepentimiento. Ese es el contexto del mensaje de Dios (por medio de Jeremías), que tenemos en este capítulo.

El mensaje es dirigido a la población en general; en particular, a la gente que venía de todos los pueblos de Judá para adorar a Dios en Su templo en Jerusalén (v.2). El tiempo de gracia se iba acabando (v.3). El mensaje de Dios es bastante claro: “Si no me oyereis para andar en mi ley…yo pondré esta casa como Silo…” (v.4-6). Silo fue uno de los antiguos centros de adoración a Dios (ver 1 Sam 1:3), donde estaba el arca del pacto (1 Sam 4:3). Por la desobediencia de Su pueblo (especialmente la de los dirigentes espirituales), Dios permitió que el arca del pacto sea tomado, y luego que Silo sea destruido. ‘La historia se repetirá’, dijo Dios, ‘si ustedes no hacen caso a mi ley’. La bella ciudad de Jerusalén sería destruida, juntamente con el hermoso templo construido por Salomón (v.6).

Jeremías cumplió su encargo. El pueblo (incluyendo los sacerdotes y profetas) escuchó la palabra de Dios (v.7). Trágicamente, lejos de hacer caso al mensaje de Dios, toda la gente echó mano a Jeremías, y amenazaron con matarlo (v.8). Cuestionaron su derecho de profetizar (“¿Por qué has profetizado en nombre de Jehová…?” (v.9a); cuestionaron también el contenido del mensaje (“Esta casa será como Silo”, v.9b). Al fin del v.9 leemos, “Y todo el pueblo se juntó contra Jeremías en la casa de Jehová” (v.9c). ¡Qué palabras más tristes!

REFLEXIÓN: ¿Nos está hablando, Dios, en Su gracia, de algún pecado en nuestras vidas? ¿Haremos caso a Su Palabra, o seremos como el pueblo de Judá – desobedientes y rebeldes ante la manifestación de la gracia de Dios?

22 de Agosto (Jer 26:10-24) ‘La Protección Divina’

El levantamiento contra Jeremías (v.9) llegó a oídos de “los príncipes de Judá” (v.10a), quienes se acercaron al templo para ver el caso (v.10b). La referencia a “ la puerta nueva de la casa de Jehová” indica que aun en esos tiempos de apostasía espiritual, hubo una inversión en la infraestructura del templo. El pueblo de Dios cuidaba el templo externo, pero descuidaron el ‘templo’ de su corazón.

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La acusación contra Jeremías si hizo por parte de los líderes espirituales (v.11a), quienes deseaban que se aplique la pena de muerte (v.11b). Según ellos, el crimen de Jeremías fue nada menos que traición a la patria, por profetizar la destrucción de Jerusalén (ver v.6). Al parecer, tomaron las palabras de Jeremías como una indicación de lo que él deseaba para Jerusalén. Como dice el refrán popular, ‘Cada ladrón juzga según su condición’. En otras palabras, los falsos profetas consideraban que Jeremías actuaba bajo el mismo criterio que ellos; no consideraron la posibilidad que Jeremías fuera una verdadero profeta de Dios, y que él hablaba, no lo que él quería decir (lo que estaba en su corazón), sino lo que Dios le decía.

Jeremías aclara el asunto (v.12), enfatizando la gracia de Dios, y el deseo que Él tenía de perdonar a Su pueblo, si tan solo se arrepintiera (v.13). Él estaba dispuesto a morir a manos el pueblo (v.14), pero les advierte del grave peligro que correrían, si lo ejecutaran (v.15).

Los líderes seculares respondieron favorablemente, considerando que Jeremías conscientemente había hablado en el nombre de Dios (v.16). Eso no quiere decir que le creyeron a Jeremías; simplemente estaban reconociendo que Jeremías no había transmitido un mensaje inventado por sí mismo, sino que realmente creía que Dios le había hablado. En resumidas palabras, ellos estaban convencidos de la integridad del profeta. ¡La integridad personal de Jeremías le salvó la vida en este momento! ¡Cuán importante es nuestro testimonio ante el ‘mundo’!

Notando el apoyo de los príncipes de Judá, otros líderes seculares, de menor rango (“los ancianos de la tierra”, v.17), sustentaron esta posición, citando el caso de otro profeta – “Miqueas de Moreset”, quien también profetizó la destrucción de Jerusalén años antes, en los días del rey Ezequías (v.18). Los ‘ancianos’ argumentaron, “¿Acaso lo mataron…” por haber profetizado eso? Más bien el rey temió a Dios, el pueblo se arrepintió, y Dios los perdonó (v.19). Este Miqueas es el profeta cuyo libro tenemos en el Antiguo Testamento.

Luego se citó (o se comentó) otro caso, más reciente, como contraste; el caso del profeta Urías (v.20a). Él también profetizó contra Jerusalén, “conforme a todas las palabras de Jeremías” (v.20b). Lamentablemente, en este caso el rey Joacim, y todos los líderes, trataron de matarlo (v.21). Al final, enviaron a Egipto para raptarlo o extraditarlo, y lo asesinaron en Jerusalén (v.22-23).

Este caso puso en claro el gran riesgo que Jeremías corría; pero Dios usó a un hombre llamado “Ahicam hijo de Safán”, para salvarlo (v.24), en cumplimiento de Su promesa (Jer 1:8, 19).

REFLEXIÓN: Cuando Dios nos llama a un ministerio, podemos confiar en Él. No importa lo que los hombres traten de hacer, hasta que hayamos cumplido el ministerio que Dios nos ha dado, somos ‘inmortales’. ¡Nadie nos puede tocar! Confiemos en Dios.

23 de Agosto (Jer 27:1-22) “Predicando el Mensaje de Dios”

Cuando Dios llamó a Jeremías, le indicó que tendría un ministerio internacional – “a las naciones” (Jer 1:5b). Aquí tenemos parte del cumplimiento de ese llamado (v.2-3). El v.1 (en la RV) nos confunde, porque hace referencia a Joacim, cuando en realidad la profecía fue revelada en el tiempo de Sedequías (ver v.2 y 12). Al parecer, un copista del texto antiguo se confundió, copiando Jer 26:1. Algunas versiones modernas de la Biblia escriben, “En el principio del reinado de Sedequías…”. En realidad, es probable que esta profecía haya sido revelada en el cuarto año de Sedequías (ver Jer 28:1), por

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Page 5: Jeremías y Lamentaciones - Free Website Builder: … Jeremias y... · Web viewEn resumidas palabras, ellos estaban convencidos de la integridad del profeta. ¡La integridad personal

la relación estrecha que hay entre Jer 27 y 28 (ver especialmente Jer 27:16 y Jer 28:1-4).

El contexto de la primera parte de la profecía, fue la llegada de una delegación internacional, que fue a Jerusalén para hablar con Sedequías (v.3), seguramente con el deseo de desarrollar una estrategia en común, frente a la amenaza de Babilonia. El mensaje de Dios a esas naciones fue ‘Sométanse al poder de Babilonia, porque yo le he dado poder sobre las naciones’ (v.4-7, 11). De no hacerlo, sufrirían terriblemente (v.8). Jeremías sabía que los profetas y adivinos de esas naciones estaban prediciendo una victoria sobre Babilonia, y tuvo la difícil tarea de tener que confrontarlos, y llamarlos a todos mentirosos (v.9-10) – ¡nada fácil!

El mensaje a Sedequías fue el mismo (v.12-15). La única diferencia fue que Jeremías sabía los detalles de una profecía recientemente pronunciada ante los sacerdotes y todo el pueblo (v.16). Los detalles de esa profecía falsa, emitida por un tal “Hananías”, están en Jer 28:1-4.

Notemos que en el v.16, Jeremías habla de “profetas” (plural); evidentemente, hubo más que un profeta falso prediciendo que las cosas del templo, recientemente llevadas a Babilonia, serían devueltas. Este era otro problema para Jeremías. No sólo tuvo que enfrentarse a los representantes de las naciones vecinas (v.3), y a todos sus falsos profetas (v.9), sino que tuvo que enfrentar a una serie de falsos profetas en su propio país (v.16). Y tuvo que hacerlo, solo; anunciando un mensaje que nadie quería escuchar. ¡Cuánto le costó ser fiel a Dios y a Su mensaje!

Para confirmar a Jeremías como un verdadero profeta, Dios le dio una señal. No sólo no devolverían los utensilios que Nabucodonosor recientemente había llevado del templo en Jerusalén (v.16b; ver 2 Crón 36:6-7), sino que dentro de poco tiempo los demás artefactos del templo serían saqueados por Babilonia (v.19-22). Eso se cumplió, siete años después, cuando los babilonios atacaron a Jerusalén por tercera vez, en el undécimo año del reinado de Sedequías (2 Rey 25:1-2, 8-9, 13-17).

Notemos también un rayo de luz en medio de un mensaje y ministerio tan ‘oscuro’. Las cosas del templo de Salomón serían llevadas a Babilonia, pero no sería para siempre. Llegaría el momento cuando Dios las haría volver a Jerusalén (v.22). Dios había dado poder a Nabucodonosor, sobre las naciones (incluyendo Judá), pero sólo por un tiempo – hasta la tercera generación (v.7). El dominio de Babilonia sólo duraría hasta el reinado del nieto de Nabucodonosor. Ese nieto fue Belsasar, cuya historia se encuentra en Daniel 5. Dan 5:30-31 fue el cumplimiento de Jer 27:7.

REFLEXIÓN: No tengamos miedo de predicar el mensaje que Dios nos manda predicar. Si somos Sus hijos, y Él nos ha dado Su mensaje, prediquemos con autoridad, porque ese mensaje se cumplirá.

24 de Agosto (Jer 28:1-17) “El Peligro de Resistir la Palabra de Dios”

Como ya hemos visto en Jer 26, el ministerio de Jeremías fue fuertemente resistido por la población de Jerusalén. En este capítulo, tenemos la oposición de un tal “Hananías” – un profeta de Gabaón (v.1). Hananías emitió esta profecía “en el mismo año” (v.1a); es decir, en el mismo año que Jeremías había profetizado a los representantes de las naciones vecinas, y al rey Sedequías (Jer 27). Los dos capítulos (Jer 27 y 28) están relacionados; pero, ¿cuál es la relación entre ellos? Por un lado, pareciera que Jeremías estaba respondiendo a la profecía de Hananías (comparar Jer 28:3 con Jer 27:16). Sin embargo, las palabras, “Quebranté el yugo del rey de Babilonia” (Jer 28:2), y la acción de romper el yugo que Jeremías tenía puesto (Jer 28:12), parecen estar relacionados

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con lo que Jeremías hizo antes de hablar con los representantes de las naciones vecinas (Jer 27:2). Por lo tanto, la probable reconstrucción de los eventos es la siguiente. Primero, Jeremías habló a los representantes de las naciones, y al rey Sedequías en el palacio (Jer 27:1-15). Luego, Hananías, en el templo (Jer 28:1b), se opuso a lo que Jeremías acababa de decir en el palacio. La profecía de Hananías (Jer 28:1-4) provocó una reacción inmediata por parte de Jeremías (Jer 28:5-9), que dio lugar a una confrontación entre los dos profetas (Jer 28:10-17). Posteriormente, Jeremías emitió otra profecía, en el templo, que es la que tenemos en Jer 27:16-22.

No sabemos nada de este falso profeta llamado, ‘Hananías’, excepto que era de Gabaón (v.1). Gabaón era una ciudad sacerdotal (ver Josué 21:13-17); así que, es muy probable que Hanaías haya sido un sacerdote. Hananías era de Gabaón; Jeremías, de Anatot (Josué 21:18; Jer 1:1). Hananías, oponiéndose directamente a Jeremías (“me habló en la casa de Jehová”, v.1b), predijo el retorno de los utensilios del templo, y el retorno de los exiliados (v.3-4); indicando que todo eso ocurriría dentro de dos años (v.3a).

Jeremías respondió diciendo, “Amén, así lo haga Jehová” (v.6a). ¡Cuánto quería que esa profecía fuera cierta! Sin embargo, Jeremías nota que una de las marcas de un verdadero profeta es que anuncia juicio y destrucción (v.7-8) – ¡cosa que nadie quiere escuchar! Si un profeta predice paz (algo que todos quieren escuchar), habría que esperar el cumplimiento de esa profecía, antes de afirmar que el mensajero era un verdadero profeta (v.9). La implicancia de las palabras de Jeremías es que para saber si Hananías era un verdadero profeta, habría que esperar dos años, para ver si se cumplía lo que él acababa de decir.

Eso no le gustó a Hananías; así que hizo algo drástico: “quitó el yugo del cuello del profeta Jeremías, y lo quebró” (v.11). Al hacerlo, se estaba oponiendo a la Palabra de Dios (Jer 27:2). ¡Algo sumamente serio y peligroso! Jeremías no reaccionó; simplemente, “siguió su camino” (v.11b). Pero luego, Dios le habló, y Jeremías tuvo que volver a hablar con Hananías (v.12-13a). Lo que Hananías había hecho era romper un yugo de madera (v.13); pero el ‘yugo’ que Dios había forjado era uno de hierro (v.14). Hananías tenía que aprender que nadie puede ir en contra de lo que Dios ha dicho y hecho.

Sobre la base de esta revelación de Dios, Jeremías tuvo la autoridad para denunciar a Hananías, por ser un falso profeta (v.15). Como tal, merecía la pena de muerte (v.16). Cosa que se cumplió dos meses después (v.17; ver v.1).

REFLEXIÓN: ¡Cuán serio es resistir la Palabra de Dios! Los que engañan a otros, tendrán mayor condenación. Dios defiende Su Palabra.

25 de Agosto (Jer 29:1-14) ‘El Fruto Apacible de la Disciplina de Dios’

Aunque Jeremías desarrolló su ministerio en Jerusalén, no se descuidó de los exiliados que fueron llevados a Babilonia. Jer 29:28 indica que él ya había enviado un mensaje anteriormente, a los exiliados (seguramente por carta). Lamentablemente, como veremos el día de mañana (al estudiar Jer 29:15-32), los exiliados en Jerusalén, lejos de hacer caso al mensaje de Dios, resistieron lo que Jeremías había escrito. Algunos de ellos, en particular un tal “Semaías de Nehelam” (v.24), redactaron cartas que enviaron a los habitantes de Jerusalén, animándoles a resistir el ministerio de Jeremías, y el mensaje que estaba predicando (v.25-29). Fue en respuesta a esas cartas, que Dios le ordenó a Jeremías volver a escribir a los exiliados en Babilonia (v.30-32).

La carta de Jeremías fue enviada a cuatro grupos de personas: “a los ancianos…a los sacerdotes y profetas y a todo el pueblo…” (v.1). Fue enviada luego del segundo

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ataque contra Jerusalén, cuando el rey “Jeconías” (‘Joaquín’) fue llevado a Babilonia, juntamente con 10,000 judíos (v.2; ver 2 Rey 24:11-16). Jeremías aprovechó el viaje de dos personas, quienes fueron enviadas por el rey Sedequías, con un mensaje para Nabucodonosor (v.3). Mientras el rey de Judá se preocupaba por comunicarse con el rey de Babilonia, el siervo de Dios se preocupaba por comunicarse con el remanente del pueblo de Dios en Babilonia. Uno se interesaba solo en asuntos de estado; el otro, en asuntos espirituales. Entre los exiliados en Babilonia había algunos buenos elementos – por ejemplo, Ezequiel y Daniel.

La carta empieza, estableciendo la soberanía de Dios. Él es “Jehová de los ejércitos, Dios de Israel” (v.4a). Es más, fue Él (no Nabucodonosor) quien hizo que los exiliados fuesen llevados a Babilonia (v.4b; ver Dan 1:2). Lo hizo para su bien, conforme al mensaje dado a Jeremías, en Jer 24:5-7.

A esos exiliados, Jeremías transmite una serie de órdenes de parte de Dios; órdenes que parecerían muy extraños a oídos de algunos. ‘Edifiquen casas (v.5a), planten huertos (v.5b), cásense (v.6a), multiplíquense (v.6b), y oren por la paz de Babilonia (v.7)’. ¡Ya no era asunto de orar por la paz de Jerusalén! Jerusalén iba a ser castigada aún más, mientras que Babilonia iba a prosperar.

Había dos razones principales por dar estas órdenes:

i. Para contrarrestar los mensajes dados por los falsos profetas en Babilonia (v.8-9).

ii. Para preparar al pueblo de Dios por los setenta años que iban a pasar en Babilonia (v.10)

Los pensamientos de Dios no son como los nuestros (Is 55:8-9). Aunque había llevado a estos judíos lejos de su tierra (aparentemente juzgándolos), en realidad, Su plan era bendecirlos espiritualmente (v.11). El cautiverio produciría en ellos una renovación espiritual (v.12-13), que les permitiría volver a Jerusalén (v.14).

REFLEXIÓN: La disciplina de Dios produce buenos ‘frutos’ en Sus hijos (Heb 12:11). Pero los que no son hijos de Dios, no reaccionan bien ante el castigo divino (Apo 9:20-21; 16:9, 11, 21). ¿Eres en verdadero hijo/hija de Dios?

26 de Agosto (Jer 29:15-32) ‘El Pecado de Rebelión’

Aunque Dios anima a los exiliados en Babilonia a buscarlo de todo corazón (v.13), reconoce que algunos de ellos se estaban resistiendo espiritualmente. Lo hacían, ignorando los mensajes de Dios, por parte de Jeremías, e insistiendo que ellos tenían sus propios profetas (v.15). Esos (falsos) profetas, al igual que Hananías en Jerusalén (Jer 28:1-4), se estaban rebelando contra la Palabra de Dios, diciendo que las cosas iban a mejorar, y que los exiliados pronto volverían a Jerusalén.

Frente a ello, Dios declara que un mayor juicio estaba por caer sobre Sedequías, y los que quedaron en Jerusalén (v.16-19). Eso sería en cumplimiento de la profecía acerca de los “higos malos” (v.17b, Jer 24). El juicio sería terrible (v.18), porque rehusaron escuchar la Palabra de Dios (v.19).

NOTA: En Jer 24, los “higos buenos” eran los habitantes de Jerusalén que fueron llevados a Babilonia, mientras que los “higos malos” eran los que quedaron en Jerusalén. Sin embargo, tal como entre los “higos malos” había algunos

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‘buenos’ (como Jeremías), así también entre los “higos buenos” había algunos ‘malos’ – los falsos profetas en Babilonia, y sus seguidores. En la primera parte de su carta, Jeremías se dirige a los “higos buenos” (v.1-14); en la segunda parte, se dirige a los “higos malos” que estaban en Babilonia (v.15-32).

En el v.21a, Dios señala dos de los falsos profetas que estaban entre los exiliados (“Acab hijo de Colías” y “Sedequías hijo de Maasías”), y declara que Su juicio estaba por caer sobre ellos (v.21b). El juicio sería tan notorio, que sus nombres serían usados como una maldición (v.22). Ellos cometieron tres clases de pecado: “hicieron maldad en Israel, y cometieron adulterio…, y falsamente hablaron en mi nombre…” (v.23). Por esos tres pecados, Acab y Sedequías murieron asados en el fuego (v.22b).

Otra persona contra quien Dios arremete fue “Semaías de Nehelam” (v.24). Él, estando en Babilonia, se proclamó a sí mismo como profeta (v.31), y envió cartas a los pobladores de Jerusalén, en general, y al sacerdote Sofonías en particular (v.25). Se atrevió a tomar el nombre de Dios, afirmando: “Jehová te ha puesto por sacerdote…” (v.26a), y declarando que su responsabilidad era encerrar “todo hombre loco que profetice, poniéndolo en el calabozo” (v.26b). Semaías consideraba que Jeremías era uno de esos ‘hombres locos’, y le critica a Sofonías por no haberlo arrestado (v.27). La razón por la cual Semaías consideraba que era necesario encerrar a Jeremías, fue que él había enviado una carta a los exiliados en Babilonia, aconsejándolos a prepararse para una larga estadía en esa ciudad (v.28).

Para mal de Semaías, el sacerdote Sofonías leyó la carta delante de Jeremías (v.29; ver Jer 21:1-2), y el contenido de esa carta provocó una reacción por parte de Dios (v.30). El Señor le mandó a Jeremías redactar una segunda carta, recalcando el contenido de la primera carta. Esa segunda carta es la que estamos estudiando, aquí en Jer 29. La segunda carta tiene, como añadido, el juicio que Dios declara sobre Semaías (v.31-32). El castigo tomaría dos formas. Semaías no tendría hijos varones, y su descendencia no vería el bien que Dios haría a los exiliados (v.32). ¿Cuál era su pecado? No sólo se rebeló contra Dios, sino que motivó a otros a rebelarse contra Dios (v.32b) – el mismo pecado que cometió Hananías (ver Jer 28:15-17).

REFLEXIÓN: Rebelarse contra Dios es algo muy serio, en cualquier circunstancia. Pero rebelarse contra Él precisamente cuando nos está juzgando y animando a arrepentirnos, es extremadamente insensato.

27 de Agosto (Jer 30:1-11) ‘La Verdadera Liberación Espiritual’

Jeremías pasó muchos años predicando al pueblo de Judá; ahora, el tiempo había llegado para redactar esas profecías (v.2). Las palabras de Dios no podían quedar en el olvido; tenían que ser redactadas para otras generaciones. El resultado final de esa redacción es el libro que ahora estamos estudiando – la profecía de Jeremías, que consta de 52 capítulos. Una lectura del libro de Jeremías indica que este libro no fue escrito de golpe; es decir, no tomó la forma que tiene ahora inmediatamente. Le costó mucho a Jeremías redactar sus profecías, y quizá el libro pasó por varias ‘ediciones’, antes de tomar la forma que tiene ahora. Veremos eso más adelante, cuando estudiemos el capítulo 36.

Una lectura de Jer 30, indica que Dios está hablando de un futuro lejano; de cosas que iban a suceder muchos años después de la vida de Jeremías. ¡Por eso era importante redactar la profecía! En el v.3, el Señor menciona el retorno del cautiverio – algo que ocurrió 70 años después (Jer 25:11-12). Pero debemos notar un detalle importante. Dios no sólo habla del retorno de Judá, sino también de Israel. Las diez tribus del norte (‘Israel’) fueron llevadas al exilio unos 150 años antes, por los asirios. Ellos no

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volvieron, cuando los exiliados en Babilonia retornaron a Jerusalén. Entonces, ¿de qué está hablando el Señor en el v.3?

Los versos 5-7 parecen describir el dolor y el sufrimiento relacionados con la caída de Jerusalén (a manos de los babilonios), de la cual Jeremías venía hablando. Sin embargo, el v.8 indica que el sufrimiento tiene que ver con la liberación del pueblo de Dios, no su cautiverio. La promesa, “yo quebraré su yugo de tu cuello, y romperé tus coyundas” (v.8a), nos hace recordar la profecía de Jeremías, en Jer 27:2-8, y parecen confirmar que Jeremías está describiendo el retorno de los exiliados de Babilonia (y de Asiria). Pero, lo que leemos al fin del v.8, y en el v.9, dificulta esta interpretación.

Al fin del v.8, Jeremías declara, “y extranjeros no lo volverán más a poner en servidumbre”. Lamentablemente, eso no fue cierto del pueblo de Dios. El retorno del exilio en Babilonia no marcó el fin del dominio de los “extranjeros”. Luego de los babilonios, surgió el imperio Medo-Persa, el imperio de Grecia, y finalmente el imperio Romano. Los judíos estaban bajo el dominio de todos esos pueblos, por siglos.

El v.9 confirma que Dios está hablando de un momento mucho más lejano que el retorno de Babilonia. Es cierto que, cuando volvieron de Babilonia, los judíos sirvieron a Jehová (v.9a). Pero, ¿quién es, “David su rey”, a quien Dios promete levantar (v.9b)? Un estudio de otras profecías del Antiguo Testamento revela que esta es una referencia al Mesías; al descendiente de David, que un día se levantaría para salvar al pueblo de Dios (ver Ezeq 34:23; 37:24; Oseas 3:5). Ya hemos leído de ese Mesías, en Jer 23:5-6.

Por lo tanto, el “yugo” y las “coyundas” del v.8, no hablan de la esclavitud en Babilonia (ni de ninguna otra esclavitud humana), sino que hablan del “yugo” y de las “coyundas” de Satanás y del pecado. Es cuando Dios salva al pueblo de esa esclavitud espiritual (v.8), que podrán servir a Dios, y servir a Su Cristo – el Señor Jesús (v.9). Lo que Dios haría, al salvar a los judíos de Babilonia (v.10-11), sería sólo una ‘sombra’ (un cuadro) de una mayor liberación espiritual, que Dios un día efectuaría para Su pueblo.

REFLEXIÓN: ¿Estamos disfrutando de una verdadera liberación espiritual? ¿O será que aún tenemos ‘yugos’ y ‘coyundas’ (cadenas) del pecado?

28 de Agosto (Jer 30:12-24) ‘Juicio y Misericordia’

Aunque la nación de Israel era “siervo” de Dios (v.10), y el Señor prometió estar con él y salvarlo (v.11a), de ningún modo quedaría sin castigo (v.11b). La razón tiene que ver con la ‘enfermedad’ espiritual del pueblo de Dios. Era una ‘enfermedad’ tan seria que no había “medicamentos eficaces” (v.13b). La pecaminosidad de Israel era de tal magnitud (v.14b, 15b), que aún el Dios omnipotente afirma, “Incurable es tu quebrantamiento…” (v.12). Por tanto, lo único que le queda a Dios hacer es aplicar disciplina. Dios tendrá que ‘herir’ a Israel, “como hiere un enemigo…con azote de adversario cruel” (v.14). Como consecuencia, “tus enamorados te olvidaron; no te buscan” (v.14a). Estos “enamorados” eran las naciones vecinas (especialmente Egipto), en quienes Israel había puesto su confianza, para que lo salven – tanto de los asirios como de los babilonios.

El dolor de la disciplina sería intenso (v.15a); pero Israel tendría que soportarlo, con el fin de ser sanado (v.17a). Una vez que la disciplina tuviera su fruto (ver Heb 12:11), las cosas cambiarían. Los enemigos de Israel, a quien Dios usó para disciplinar a Su pueblo, serían juzgados (v.16), y Dios haría volver a los exiliados (v.18). Notemos la gran promesa que Dios hace, en el v.18b: “la ciudad será edificada sobre su colina, y el templo será asentado según su forma”. A primera vista, pareciera que aquí Dios habla de la reconstrucción tanto de la ciudad como del templo. Sin embargo, habría que

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notar que la palabra traducida, “templo” (RV), realmente significa ‘palacio’ (ver Sal 48:13; 122:7; Jer 17:27) o ‘ciudadela’ (ver Prov 18:19, “alcázar”). Esta profecía se cumplió en los días de Nehemías, cuando los muros y la ciudad de Jerusalén fueron reconstruidas, conforme a la profecía de Dan 9:25.

Pero si el pueblo de Judá había pecado tanto, provocando la ira de Dios, ¿por qué el Señor se preocuparía por ordenar la reconstrucción de la ciudad capital? ¿Cuál sería Su motivación? En los v.18-24, Dios destaca varias cosas:

1. Misericordia (v.18). Dios tuvo compasión de Su pueblo, Israel.

2. Su propia gloria (v.19). Mientras Jerusalén quedaba abandonada (v.17b), Dios era deshonrado. El resultado de la restauración de Israel sería acción de gracias, que redundaría para la gloria de Dios.

3. La manifestación del Mesías (v.21). Israel tenía que sobrevivir, y el templo ser reconstruido, para que el Salvador del mundo llegara.

4. El deseo de tener un pueblo (v.22), conforme a las promesas hechas a los patriarcas, y a Israel (en el pacto, establecido en los días de Moisés).

5. Para que los propósitos y los planes de Dios sean cumplidos (v.24).

Aunque Dios está hablando, en primer lugar, de la restauración de Israel (luego del cautiverio), al mismo tiempo se proyecta a largo plazo, y se extiende hasta “el fin de los días” (v.24); eso es, hasta el fin del mundo, y el día del juicio final. En ese tiempo se cumplirá plenamente el v.23, “la tempestad de Jehová sale con furor; la tempestad que se prepara sobre la cabeza de los impíos”.

REFLEXIÓN: Si somos parte del verdadero pueblo de Dios, demos gracias por la misericordia de Dios. Pero si no somos verdaderos creyentes, temamos el día del juicio final.

29 de Agosto (Jer 31:1-14) ‘El Fruto Apacible de la Disciplina’

La frase, “En aquel tiempo” (v.1a), se refiere al retorno del cautiverio. Sería un tiempo de restauración espiritual, y reconciliación con Dios (v.1b). El v.2 pinta un hermoso cuadro de la salvación: “El pueblo que escapó de la espada halló gracia en el desierto, cuando Israel iba en busca de reposo”. Antes de conocer a Dios, nuestras almas no tenían “reposo”; vivíamos en una suerte de “desierto” espiritual, temiendo “la espada” del juicio de Dios. Fue en ese contexto que hallamos la “gracia” de Dios.

El amor de Dios hacia Israel fue un “amor eterno” (v.3b); ‘eterno’ en su origen, y ‘eterno’ en su duración. Cuando Él ama así, ‘prolonga’ Su misericordia (hebreo, ‘jesed’, v.3c); es decir, la extiende más allá de la disciplina y el castigo. NOTA: La palabra ‘jesed’ significa ‘amor leal’ o ‘fidelidad’ hacia el pueblo del pacto; complementa la frase, “amor eterno”. Esa “misericordia” se manifestaría en la reconstrucción física de Jerusalén (luego de la devastación causada por los babilonios), y en la restauración del gozo y la alegría de la salvación (v.4).

Dios promete que la región de Samaria volvería a ser cultivada (v.5a), y que los que trabajarían la tierra, disfrutarían sus frutos (v.5b). Además, promete que “Efraín” (las diez tribus que conformaron el Reino del Norte, ‘Israel’) participaría en el culto a Dios en Jerusalén (v.6) – cosa que dejaron de hacer, luego de la ruptura con Judá, y el establecimiento de los dos centros de culto a los becerros de oro (1 Rey 12:25-33). Los

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“guardas” en Efraín probablemente eran los líderes espirituales y cívicos. Ellos incentivarían al pueblo a ir al templo en Jerusalén, para adorar al verdadero Dios.

Dios, por medio de Jeremías, exhorta a Su pueblo a clamarle a Él, para que Él salve al “remanente de Israel” (v.7b). ¡Y Dios promete hacerlo (v.8a)! El pueblo que experimentaría la restauración espiritual (= ‘salvación’) incluye las personas más necesitadas – los ciegos, los cojos, y las mujeres embarazadas (v.8b). El ‘remanente’ sería una “gran compañía” (v.8c). El pueblo volvería a Jerusalén, experimentando un profundo quebranto por sus pecados, y clamando a Dios (v.9a); la palabra en hebreo, traducida, “misericordia” (RV), realmente significa ‘súplica’. En el camino, Dios guiará a Su pueblo “junto a arroyos de aguas”, y por una ruta directa, en la cual no tropezarían (v.9b). Él supliría sus necesidades, y los protegería de todo peligro.

Hasta el momento, Dios se había dirigido a Su pueblo, Israel; pero en el v.10, se dirige a las “naciones”. Les da testimonio de lo que hará a favor de Su pueblo: “El que esparció a Israel lo reunirá y lo guardará, como el pastor a su rebaño”. Lo hará porque Dios es el Redentor (v.11). Como consecuencia, el pueblo de Dios volverá con gozo a Jerusalén, “y correrán al bien de Jehová”; es decir, a Sus bendiciones (v.12a). Lo más precioso es que “su alma será como huerto de riego y nunca más tendrán dolor” (v.12b). La disciplina de Dios daría lugar al gozo del Señor (v.13), y a una bendición que alcanzaría a todos (v.14).

En el contexto histórico de Jeremías, Dios estaba hablando de la restauración luego del exilio. Pero en cierta manera, estas palabras hablan del gozo que el pueblo de Dios experimentará en la Nueva Jerusalén (ver Apo 21:2-4).

REFLEXIÓN: El pecado nos daña, quitando el gozo del Señor. El propósito de la disciplina, es corregir nuestras vidas, para que volvamos a experimentar el gozo y el bienestar espiritual que Dios nos quiere dar.

30 de Agosto (Jer 31:15-26) ‘La Bondad y la Severidad de Dios’

Según el v.26, Jeremías estaba durmiendo, y en la noche Dios le dio varios sueños. Algunos eran pesadillas (v.15); pero en su mayoría, eran sueños agradables (v.16-17, 23-25). En el primer sueño, Jeremías escucha el llanto de la nación de Israel, representada por la figura de “Raquel”, la esposa favorita de Jacob (ver Gén 37:9-10, donde la madre de José, Raquel, es tomada como la madre de las doce tribus de Israel). En el sueño de Jeremías, la razón por la que ‘Raquel’ estaba llorando, era que el pueblo de Dios estaba siendo llevado al exilio. Ramá queda 10 Km. al norte de Jerusalén, y fue el lugar donde los babilonios reunieron a todas las personas que iban a ser llevadas al exilio (ver Jer 40:1).

En el segundo sueño (v.16-19), Dios se dirige a ‘Raquel’, y le manda reprimir sus lágrimas, porque hay buenas noticias. Un día sus ‘hijos’ volverán del exilio (v.16b-17).

Luego, el ciclo se repite. Ahora ya no es ‘Raquel’ llorando sino “Efraín” (v.18). Pero recordemos que Efraín fue uno de los dos primeros hijos de José, quienes llegaron a ser tribus en Israel (Gén 48:1-20); por consiguiente, Efraín era ‘hijo’ (nieto) de Raquel. En el v.18, Jeremías escucha a Efraín llorando – lloraba en general por la disciplina que estaba recibiendo del Señor (“Me azotaste…”). Pero en este sueño, ‘Efraín’ pide a Dios que le conceda un espíritu de arrepentimiento (v.18b). Y el v.19 indica, una vez más, el fruto apacible de la disciplina.

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Ante el arrepentimiento de ‘Efraín’, Jehová expresa Su amor hacia Su pueblo. Efraín “es…hijo precioso para mí…es niño en quien me deleito” (v.20a). Sin embargo, al decir, “desde que hablé de él”, Dios está haciendo referencia a todo Su discurso en el cual exhortaba y reclamaba a Israel por su pecado, amenazando con disciplinar al pueblo; por eso la NVI traduce, “Cada vez que lo reprendo…”. Pero, a pesar de haber exhortado y reclamado tanto a Israel, el corazón de Dios se conmueve por Su ‘hijo’, y promete tener de él misericordia (v.20b).

En forma dramática, Dios anima al pueblo que está yendo al exilio a notar bien el camino por donde serán llevados, para que sepan cómo volver a su tierra (v.21). Notemos como la figura cambia otra vez. De ‘Raquel’ (v.15-17), Dios pasó a ‘Efraín’ (v.18-20); ahora presenta a Su pueblo como la “virgen de Israel” (v.21b). Esta figura es altamente simbólica, porque describe a una mujer que no ha sido contaminada sexualmente. Dios ve a Su pueblo, ‘justificado’; limpio. Como una ‘virgen’, sin tacha alguna. Esto muestra la grandeza del amor de Dios, que toma a una nación infiel, espiritualmente ‘adúltera’, y la convierte en ‘virgen’.

En el v.22, Dios se dirige a Su pueblo en su condición natural, de “hija contumaz”, y le pregunta, “¿Hasta cuando andarás errante…?” Dios promete hacer algo nuevo: “la mujer rodeará al varón”. Esto parece ser parte del juicio contra el pueblo de Dios, y significa que el orden natural se invertirá. Normalmente, el varón provee para la mujer, siendo ella la más débil. Pero el juicio de Dios cambiará las cosas, en tal manera, que la mujer se encargará de suplir las necesidades del varón (ver Is 4:1).

A pesar de ello, al final Dios restaurará Su pueblo del cautiverio (v.23), y volverá a bendecirlos (v.24-25).

REFLEXIÓN: Pablo habla de “la bondad y la severidad de Dios” (Rom 11:22a). Eso es lo que tenemos aquí. Medita en la ‘severidad’ de Dios en tu vida, y también en Su ‘bondad’ hacia ti. ¿Cuál es la más grande?

31 de Agosto (Jer 31:27-40) ‘La Grandeza de Nuestra Salvación’

Este es uno de los pasajes más importantes del Antiguo Testamento, porque habla del nuevo pacto que Dios promete establecer con Su pueblo. Para analizar bien el pasaje, notemos que está dividido en tres secciones (v.27-30, 31-37, y 38-40); cada sección comienza con la frase, “He aquí vienen días…” (v.27, 31, 38).

1. La Restauración del Exilio (v.27-30)

El exilio de ambas naciones resultó en una masacre de la población, y en un abandono de la tierra. Dios promete volver a ‘sembrar’ ambas naciones (‘Israel’ y ‘Judá’) con hombres y animales (v.27). El v.28 guarda un paralelo con Jer 1:10, que confirma que Jeremías fue un verdadero siervo de Dios; un instrumento para el cumplimiento de los propósitos divinos. Una de las características de la restauración del pueblo, luego del exilio, sería la responsabilidad individual (v.29-30). En el antiguo pacto, Dios castigó hasta la tercera y cuarta generación (ver Ex 20:5); cosa que dio lugar al refrán que tenemos aquí en el v.29. Dios afirma que en los días del retorno del exilio, “cada cual morirá por su propia maldad” (v.30a). Como dijera Ezequiel, un contemporáneo de Jeremías, “el alma que pecare, esa morirá” (ver Ezeq 18:1-4).

2. El Establecimiento del Nuevo Pacto (v.31-37) El nuevo pacto que Dios promete establecer con Su pueblo sería mejor que el pacto antiguo; tendría mejores promesas (ver Heb 8:6), y un mejor mediador (Heb 7:22; 8:5-6). Entre las mejores promesas, podemos destacar las siguientes:

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- El nuevo pacto no sería invalidado por la desobediencia, como lo fue el antiguo pacto (v.32).

- Dios escribiría las exigencias de Su ley en el corazón y en la mente del pueblo (v.33).

- Todos los integrantes del nuevo pacto conocerán a Dios; es decir, tendrán una relación personal con Dios (v.34).

- Dios perdonaría sus pecados para siempre (v.35).

El nuevo pacto fue establecido con la muerte de Cristo (Mat 26:28). Aunque Dios aquí dice que este pacto sería establecido “con la casa de Israel y con la casa de Judá” (v.31), el Nuevo Testamento indica que el nuevo pacto se extendió a la Iglesia – particularmente a los gentiles (Rom 11). Los judíos entrarían a ese pacto, masivamente, en los últimos tiempos (Rom 11:25-32). Dios promete con tremenda solemnidad que Israel nunca dejaría de existir (v.36-37).

3. La Reconstrucción de Jerusalén (v.38-40)

Esta profecía se cumplió durante los días de Nehemías (ver Dan 9:25; Neh 3). Fue parte de la preparación del pueblo de Dios para el cumplimiento del plan divino, en cuanto al nuevo pacto. La ciudad de Jerusalén fue reconstruida, para que sea el lugar donde el Mesías iba a morir, para establecer el nuevo pacto.

REFLEXIÓN: ¡Qué tremenda es la salvación de Dios! “¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios, e inescrutable sus caminos!” (Rom 11:33-36). Pero tenemos una responsabilidad: “¿cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande?” (Heb 2:3).

1 de Setiembre (Jer 32:1-44) ‘Dios Se Acuerda de que Somos Polvo’

En los últimos días del reino de Judá, cuando Jerusalén estaba sitiada por el ejército de Babilonia (por tercera y última vez, v.1-2a), Jeremías se hallaba bajo arresto en el palacio (v.2b). Su arresto se debía a los mensajes proféticos que había predicado, que indicaban que Jerusalén caería en las manos de Nabucodonosor, y que Sedequías sería llevado preso a Babilonia (v.3-5). Sus mensajes daban la impresión que Jeremías estaba a favor de los invasores, y era considerado un traidor. Para mayores detalles, del contexto histórico, y por qué Jeremías fue encarcelado, ver Jer 37-39.

Fue en ese tiempo que Dios le mandó a Jeremías hacer algo extraordinario – comprar un terreno en Anatot (v.7). Anatot era la ciudad natal de Jeremías (ver Jer 1:1), y quedaba a unos cuantos kilómetros de Jerusalén. Un familiar le ofreció el terreno (v.8), y la forma en que lo hizo indica que se había empobrecido. Necesitaba dinero, y pidió a Jeremías que redimiera el terreno, por ser un ‘pariente cercano’ (según la ley de Lev 25:24-25). Jeremías hizo la transacción en la debida manera (v.10-12), pagando 17 siclos de plata (v.9), que no era mucha plata. Al mismo tiempo, aprovechó la transacción para anunciar un mensaje de parte de Dios: ‘luego del exilio babilónico, se volverán a comprar casas y terrenos’ (v.13-15). La compra de este terreno, por parte de Jeremías, fue una señal de que la palabra de Dios se cumpliría.

Pero luego de la transacción, Jeremías derramó su corazón ante Dios en oración (v.16-25). Evidentemente, estaba muy afectado por lo que Dios le había pedido hacer. Reconoce la grandeza de Dios (v.17-19), y todo lo que había hecho a favor de Su pueblo (v.20-22). Lo que no entiende es por qué Dios le había mandado comprar un terreno, si el pueblo estaba por caer en las manos de los babilonios (v.25). Su acción

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podría ser mal interpretada, como indicando que él mismo no creía lo que estaba diciendo de la destrucción de Jerusalén, y que estaba aprovechando para enriquecerse.

Pero el verdadero problema era que Jeremías estaba dudando de lo que Dios había prometido hacer, en el v.15. A manera de respuesta, Dios le hace recordar que Él es el Dios de toda la tierra, y que nada es difícil para Él (v.27) – cosa que Jeremías había declarado (v.17b), pero sin mucha convicción. Dios recalca que entregará Jerusalén a los babilonios (v.28-29), y que lo hará por el pecado del pueblo (v.30-35). La descripción detallada del pecado de Israel tiene como propósito recordarle a Jeremías que el juicio que iba a caer sobre Jerusalén era un juicio justo. ¡Quizá Jeremías estaba cayendo en la trampa de pensar que Dios estaba siendo muy duro con Jerusalén!

Sin embargo, Dios también repite la promesa de la restauración de Su pueblo, luego del exilio (v.36-38); una restauración que incluirá el establecimiento de un nuevo pacto (v.39-41). Dios concluye prediciendo la prosperidad que volverá a la ciudad, y reiterando que los pobladores una vez más estarán en condiciones de comprar y vender terrenos (v.42-44).

Antes de juzgar a Jeremías por el desaliento espiritual que sintió en este momento, recordemos que estaba en la cárcel, sufriendo por la Palabra de Dios. Trae a la memoria a Juan el Bautista, y el desaliento espiritual que él también experimentó cuando estaba en la cárcel (Mat 11:2-6).

REFLEXIÓN: Cuando pasamos por momentos difíciles, y nos sentimos desanimados, debemos hacer lo que Jeremías y Juan hicieron – se dirigieron a Dios (o a Cristo), y esperaron Su respuesta. ¡Dios se compadece de nuestra condición humana, y de nuestra debilidad (Sal 103:13-14)!

2 de Setiembre (Jer 33:1-26) ‘Clama a Mí, y Yo te Responderé’

Por segunda vez, Dios habla a Jeremías, estando él encarcelado (v.1; ver Jer 32:1). Es una palabra de aliento, dirigida a Jeremías mismo. En ella, Dios hace dos promesas: el pueblo volverá del exilio (v.4-13), y Dios cumplirá Sus promesas hechas a David, a los levitas, y a los patriarcas (v.14-26).

El pasaje comienza exaltando el nombre de Jehová (v.2). El Dios de Israel es grande y poderoso; para Él no hay nada difícil (ver Jer 32:17, 27). Él puede cumplir Sus promesas. Es a la luz de Su grandeza, que Dios le anima a Jeremías, diciendo: “Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces” (v.3). A lo largo de los siglos, este verso ha servido de aliento y desafío a muchos creyentes.

Entre las “cosas grandes” que Dios le mostró a Jeremías, destacamos las siguientes:

1. Dios haría volver a los cautivos de ambas naciones – Judá e Israel (v.7, 11b).2. Tanto la ciudad de Jerusalén, como las demás ciudades de Judá e Israel, serían

reconstruidas y repobladas (v.4, 10-13).3. El pueblo de Dios volvería a experimentar la prosperidad material (v.12-13).4. Dios cumpliría Su antigua promesa hecha a David, de darle una posteridad eterna

(v.17, 19-21).5. Como parte del cumplimiento de esa promesa, Dios enviaría al Mesías davídico

(v.15), y bajo Su liderazgo, el pueblo de Dios viviría seguro (v.16).6. Dios reestablecería el ministerio de los levitas y sacerdotes (v.18).7. Dios haría todo esto, para cumplir Su palabra de promesa dada a los patriarcas

(v.25-26).

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Todo lo que Dios promete hacer se puede resumir en una palabra: ‘salvación’. La salvación de Dios se hace necesaria por el pecado del pueblo; lo que trajo sobre ellos la ira de Dios (v.5). La salvación de Dios incluye:

i. La limpieza del pecado (v.8a).ii. El perdón de los pecados (v.8b).iii. El otorgamiento de la justicia de Dios (v.16).iv. La sanidad espiritual (v.6a).v. La restauración de la paz (v.6b).

Dios haría todo esto por medio del Mesías, quien es descrito como el “Renuevo” de David (v.15; ver Is 11:1 y Zac 6:12). Él es el “Renuevo de justicia”, porque Él “hará justicia y juicio en la tierra” (v.15; ver Jer 23:5-6). Este Renuevo es el cumplimiento de las profecías de Isaías, acerca del ‘Siervo de Jehová’ (Is 42:1-4), quien traería justicia por medio de Su propia muerte (Is 53).

Pero, ¿por qué haría Dios todo esto, a favor de un pueblo desobediente y rebelde? El v.9 lo explica, “Y me será a mí por nombre de gozo, de alabanza y de gloria entre todas las naciones de la tierra…”. ¡Dios actúa en Su gracia y misericordia, para ‘la gloria de Su alabanza’ (Efe 1:6, 12, 14)! Esa alabanza procederá de los labios de los redimidos: “Alabad a Jehová de los ejércitos porque él es bueno…” (v.11). Ver Is 12.

REFLEXIÓN: ¿Te sientes como Jeremías - ‘encerrado’ (‘encarcelado’) por las circunstancias de la vida? Clama a Dios; Él te responderá, y te mostrará las grandes cosas que Él quiere hacer en tu vida.

3 de Setiembre (Jer 34:1-22) ‘Un Arrepentimiento Superficial’

En términos cronológicos, este capítulo antecede Jer 32-33. Nos enseña algo de lo que estaba pasando en Jerusalén, durante los meses antes de la tercera y última conquista de la ciudad.

En el año noveno de su reinado, Sedequías decidió rebelarse contra los babilonios (ver 2 Rey 24:20; 2 Crón 36:11-13). La reacción de Nabucodonosor no tardó – invadió a Judá, destruyendo todas las ciudades fortificadas (v.7), y poniendo a la ciudad de Jerusalén bajo sitio (2 Rey 25:1; Jer 39:1). Eso es lo que leemos en Jer 34:1, y es el contexto en el cual Dios habló a Jeremías, dándole un mensaje para el rey Sedequías (Jer 34:2-6). El mensaje contenía elementos de juicio y de misericordia. Jerusalén sería conquistada (v.2), y Sedequías sería llevado al exilio (v.3); pero, Sedequías mismo moriría en paz (v.4-5).

Este mensaje, juntamente con la amenaza de los babilonios, hizo que Sedequías llamara al pueblo al arrepentimiento. Decidieron expresar ese arrepentimiento, poniendo en libertad a los siervos judíos, conforme a la ley de Dios (v.13-14). El texto no explica por qué destacaron ese elemento de la ley; quizá fue porque Dios les había hablado específicamente de eso. De todos modos, el resultado fue que Sedequías hizo un pacto con todo el pueblo, para poner en libertad a sus siervos (v.8-9).

El pacto fue bastante serio. Se celebró en el templo, en la presencia de Dios (v.15b, 18). Incluyó el acto simbólico de cortar un animal en dos, y pasar por en medio de las dos partes (v.18b-19), tal como lo hizo Abraham siglos antes (ver Gén 15:9-10 y 17). En este acto, participaron “los príncipes de Judá…los príncipes de Jerusalén…los oficiales y…los sacerdotes y…todo el pueblo de la tierra” (v.19, 10). Evidentemente fue algo muy serio.

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Lamentablemente, poco después, los habitantes de Jerusalén “se arrepintieron” de lo que habían hecho (v.11a), y volvieron a sujetar a sus siervos (v.11b). ¿Por qué hicieron eso? La respuesta está en lo que leemos al final del v.21 – el rey de Babilonia “se ha ido de vosotros”.

Lo que pasó fue lo siguiente. Primero, Nabucodonosor atacó a Judá, y puso a Jerusalén bajo sitio. Eso motivó al pueblo de Judá a volver a Dios (aparentemente), y a poner en libertad a todos los siervos judíos. Pero en ese momento, el rey de Egipto decidió atacar a los babilonios (para impedir que ellos amenazaran a Egipto), y los babilonios optaron por retirarse un poco de Jerusalén (ver Jer 37:5). Cuando vieron que la amenaza de Babilonia había desaparecido (aparentemente), los habitantes de Jerusalén decidieron negar el pacto que recién habían hecho ante Dios, y volvieron a tomar a los siervos que acababan de poner en libertad.

Ante esa actitud por parte de los habitantes de Judá, Dios pronunció juicio (v.20-21), indicando que los babilonios volverían, y que cuando lo hicieran, Dios entregaría a Su pueblo en manos de los babilonios (v.19-20, 22).

REFLEXIÓN: ¡Cuántas veces somos como los habitantes de Jerusalén! Cuando estamos en problemas, nos ‘arrepentimos’ de las cosas malas que hacemos. Pero, cuando pasa el problema, volvemos a los mismos pecados de antes. Nuestro arrepentimiento es como una neblina, que pronto se esfuma (Oseas 6:4).

4 de Setiembre (Jer 35:1-19) ‘Un Gran Ejemplo de Obediencia’

En Jer 34, leímos del mensaje de Dios al rey Sedequías. En este capítulo, tenemos el relato de un evento que ocurrió unos 15 años antes, durante el reinado de Joacim. Jeremías ordena su libro, no sobre la base de una cronología estricta, sino según ciertos temas. En este caso, el tema es la fidelidad. En Jer 34, Dios señala la tremenda infidelidad del rey Sedequías y de todo el pueblo de Judá. Ahora, en este capítulo, Dios señala (a manera de contraste), la gran fidelidad de los descendientes de Recab.

El narrativo comienza con Dios ordenando a Jeremías a invitar a los recabitas a ir al templo, para allí darles de beber vino (v.2). Los recabitas no eran judíos; eran descendientes de Jetro, el suegro de Moisés (Juec 1:16; 4:11; 1 Crón 2:55). Vivían entre los judíos, como residentes. Compartían todas sus vivencias políticas y vivenciales (ver v.11).

Cuando Jeremías colocó el vino delante de ellos, los recabitas se negaron tomar el vino (v.6), indicando que no lo podían hacer, por obediencia a su antepasado (“padre”), Jonadab (ver 2 Rey 10:15-16). Por muchos siglos, los recabitas habían guardado el mandamiento de Jonadab (v.8). No sólo no tomando vino, sino viviendo en carpas, y evitando amontonar riquezas materiales (v.9-10). Las siguientes palabras apuntan a la actitud ejemplar de estas personas: “hemos obedecido y hecho conforme a todas las cosas que nos mandó Jonadab nuestro padre” (v.10). La única excepción fue que, ante la amenaza de Babilonia, los recabitas se refugiaron en Jerusalén (v.11).

La respuesta de los recabitas fue dirigida a Jeremías, pero fue Dios quien dio la interpretación del significado de sus palabras (v.12). La respuesta de los recabitas dio lugar a un nuevo mensaje al pueblo de Judá (v.13). Ellos (siendo el pueblo de Dios) debieron haber sido de ejemplo para los recabitas, quienes eran ‘gentiles’; sin embargo, en este caso fue al revés. Los recabitas fueron ejemplo para los pobladores de Judá. ¡Cuántas veces ocurre eso - que los inconversos son más justos que los creyentes!

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Dios usó el ejemplo de los recabitas para denunciar al pueblo de Judá por su falta de obediencia hacia Él (v.13b). Los recabitas tomaron muy en serio la orden de su antepasado, Jonadab (v.14a); lamentablemente, Judá no hizo lo mismo ante la orden de Dios (v.14b). Dios hizo un esfuerzo para motivar al pueblo a la obediencia, enviándoles muchos profetas (v.15a), pero Judá no hizo caso (v.15b).

Notemos como Dios enfatiza la desobediencia de Su pueblo. Él dice, “Les hablé, pero…

- No me escucharon” (v.14b)- No prestaron atención” (v.15b)- No me han obedecido” (v.16b)- No respondieron favorablemente” (v.17b).

Por haber sido un gran ejemplo de fidelidad y obediencia, Dios promete que los recabitas siempre tendrán descendencia (v.18-19). Para el pueblo de Judá, sería todo lo opuesto (v.17a).

REFLEXIÓN: Día tras día vemos muchos ejemplos de los hijos obedeciendo a sus padres terrenales. Si es así, ¿por qué somos tan renuentes a obedecer a nuestro Padre Celestial, cuando nos manda hacer algo?

5 de Setiembre (Jer 36:1-8) ‘El Ministerio de Baruc’

Jeremías comenzó su ministerio profético en el año decimotercero del reinado de Josías (Jer 1:2), que fue el año 627 a.C. Por veintidós años, Jeremías cumplió fielmente ese ministerio, predicando la Palabra de Dios en Jerusalén. Pero en el cuarto año del reinado de Joacim (que sería el año 605 a.C.), Dios le ordenó a Jeremías a pasar a una segunda etapa en su ministerio, en la cual debía registrar todos los mensajes proféticos que había predicado (v.1-2). La tarea no sería fácil. A lo largo de veintidós años, Jeremías había predicado bastante. Seguramente lo que logró redactar fue simplemente un resumen de sus mensajes.

El v.3 indica uno de los propósitos que Dios tenía en mente: “Quizá oiga la casa de Judá…y se arrepienta…y yo perdonaré su maldad…”. Al dar a Su siervo la orden de redactar todas estas profecías, Dios estaba dando a Su pueblo una oportunidad más para arrepentirse. Mensajes predicados pueden quedar en el olvido; pero un mensaje escrito queda para siempre. Al redactar las profecías, Dios estaba ampliando el ministerio de Jeremías. Ya no sería necesario que sólo él predicara. Otros podían participar en su ministerio, leyendo los mensajes proféticos, y llevando la Palabra de Dios a un mayor número de oyentes. Eso es lo que ocurre en el v.6-8.

El otro propósito que Dios tenía en mente, era enseñar a Jeremías que sus mensajes proféticos no eran sólo para su generación, sino para todo tiempo. Los mensajes proféticos de Jeremías, juntamente con la reacción del pueblo de Judá, quedarían como un testimonio permanente de la gracia de Dios y la rebeldía del hombre. Gracias a la redacción de estas profecías, el canon de la Biblia incluye el libro de Jeremías, que estamos ahora leyendo y estudiando. Jeremías fue sólo un administrador de los mensajes proféticos (1 Ped 1:10-12).

Con el fin de redactar estos mensajes proféticos, Jeremías llamó a Baruc, quien actuó como secretario o amanuense (v.4). Baruc le había ayudado a Jeremías en el asunto de la compra del terreno de un familiar (Jer 32:12-16). Al parecer, era un escriba; pero, evidentemente, era también un amigo de confianza de Jeremías, y un hombre de gran valor. Sin embargo, no le fue fácil actuar como amanuense y vocero de Jeremías, como leemos en Jer 45:3.

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Habiendo escrito los mensajes proféticos, Jeremías le pidió a Baruc ir al templo (v.6). Él mismo no podía hacerlo, porque se le había prohibido ingresar a la casa de Dios (v.5). En el templo, Baruc debía leer el rollo de Jeremías (v.6). El día que se fijó para la lectura fue un día especial – “el día del ayuno”. Este era un día apropiado, por dos razones: por ser un día de ayuno, se suponía que el pueblo estaría más sensible y atento a la Palabra de Dios; y era un día en que muchos de los pueblos aledaños asistirían al templo (v.6b).

El anhelo de Jeremías fue que, al escuchar la Palabra de Dios, el pueblo se arrepintiera (“se vuelva cada uno de su mal camino”, v.7), y así aseguraría que Dios escuchara el clamor de sus oraciones, durante el ayuno (“Quizá llegue la oración de ellos a la presencia de Jehová”, v.7); ver 2 Crón 7:14.

REFLEXIÓN: Baruc fue obediente (v.8); y al obedecer el pedido de Jeremías, Baruc logró compartir el ministerio de la Palabra. Dios está buscando a muchas personas como Baruc, que estén dispuestas a transmitir la Palabra de Dios a otros, tanto dentro como fuera de la iglesia. ¿Estás dispuesto a hacerlo? ¿A quién podrías llevar la Palabra de Dios?

6 de Setiembre (Jer 36:9-32 ‘Quebranto y Orgullo Ante la Palabra de Dios’

Según Dan 1:1, Nabucodonosor conquistó Jerusalén (por primera vez) en el año tercero de Joacim. Sin embargo, Jer 25:1 y 8-9 parece indicar que esa conquista se dio en el cuarto año de Joacim. Una explicación por esta aparente discrepancia de fechas podría ser que Dan 1:1 relata el momento que Nabucodonosor llegó a las afueras de Jerusalén, pero que la ciudad no cayó en sus manos hasta el cuarto año de Joacim. De todos modos, podemos decir que Jeremías redactó sus profecías en un momento de gran zozobra, cuando Jerusalén recién había caído (o estaba por caer) en las manos de los babilonios (Jer 36:1-2).

Han pasado algunos meses desde que Baruc redactó el libro de las profecías de Jeremías, y estamos en el quinto año de Joacim (v.9). Se promulgó otro ayuno (ver v.6), en el noveno mes (v.9). Es interesante notar la frase, “en la presencia de Jehová”. Parece que estaban tomando el ayuno muy en serio. Seguramente la conquista de Jerusalén, y la pérdida de muchas personas de importancia (incluyendo los mejores jóvenes de la clase alta; Dan 1:3-4) asustó a los habitantes de Judá. Algunos a lo menos comenzaron a tomar en serio las advertencias divinas.

Baruc aprovechó el ayuno para leer otra vez las profecías de Jeremías (v.10). Entre los oyentes había un tal “Micaías hijo de Gemarías” (v.11). Éste, habiendo oído las palabras de Dios, llevó la noticia al palacio, donde su padre estaba reunido con los demás “príncipes” de la nación (v.12). Habiendo escuchado a Micaías dar un resumen de todo lo que había oído (v.13), los ‘príncipes’ mandaron llamar a Baruc (v.14-15). La lectura que Baruc hizo ante ellos causó un tremendo impacto (v.16). Parece ser la primera vez que realmente escucharon las profecías de Jeremías.

Los ‘príncipes’ consideraron que el rey Joacim tenía que saber de estas profecías (v.16b). Se cercioraron de cómo se había escrito el rollo (v.17-18), y luego mandaron a Baruc y a Jeremías esconderse – por precaución; ya sabían cómo era el rey Joacim (v.19).

Al percatarse de la existencia del rollo (v.20), el rey lo mandó traer (v.21a). Trágicamente, en vez de humillarse y quebrantarse delante de Dios, el rey Joacim destruyó el rollo (v.21b-23). Lo hizo poco a poco, en la medida que se iba leyendo – cosa que aumentó su culpabilidad. Claramente, no tuvo ni un ápice de temor a Dios (v.24); y eso, a pesar de la reciente conquista de Jerusalén.

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Joacim ordenó el arresto de Baruc y Jeremías, pero Dios los protegió (v.26). Dos cosas ocurrieron como consecuencia de la falta de arrepentimiento de Joacim:

i. Dios mandó redactar el libro otra vez (v.28), añadiendo muchas palabras más (v.32). La ira del hombre, y su falta de arrepentimiento, lejos de anular la palabra de Dios, ¡la confirma!

ii. Dios anunció una segunda conquista de Jerusalén, más severa que la primera (v.29b); y también la muerte de Joacim (v.30; ver Jer 22:18-19, 30). Todo esto se cumplió en 2 Crón 36:5-6

REFLEXIÓN: Cuando Dios nos habla de nuestros pecados, ¿cómo reaccionamos? ¿Nos humillamos y nos quebrantamos, como lo hicieron los príncipes de Judá; o nos enorgullecemos y resistimos la Palabra de Dios, como lo hizo Joacim? Pidamos a Dios la gracia del arrepentimiento.

7 de Setiembre (Jer 37:1-21) ‘La Falta de Arrepentimiento’

En Jer 21, leemos de una primera consulta que Sedequías hizo a Jeremías acerca de la amenaza de Nabucodonosor. En ese caso, envió a Pasur y a Sofonías. Aquí tenemos una segunda consulta, que incluyó un pedido de oración (v.3). Los mensajeros ahora fueron Jucal y Sofonías.

El pedido de oración estaba relacionado con la situación militar que los habitantes de Jerusalén estaban viviendo en ese momento. Nabucodonosor ya tenía la ciudad sitiada (ver Jer 21:4). Sin embargo, cuando llegó la noticia que el ejército de Egipto había salido para hacer frente a Nabucodonosor (v.5a), los babilonios se retiraron momentáneamente de la ciudad (v.5b). Era un momento de esperanza, y Sedequías manda a estos dos mensajeros a Jeremías, para pedir oración. ¡Él quería contar con todo el apoyo posible (aunque no tenía interés en arrepentirse)!

A manera de respuesta, Jeremías le informa a Sedequías de algo que nadie sabía todavía: “el ejército de Faraón que había salido en vuestro socorro, se volvió a su tierra en Egipto” (v.7). Esa nueva situación militar iba a permitir a los babilonios volver a Jerusalén; no sólo para sitiarla, sino para destruirla (v.8). Por eso Jeremías aconseja a Sedequías a no confiarse en las apariencias (v.9). La realidad es que ni él ni la nación de Judá se habían arrepentido. Por lo tanto, aun si los judíos llegaran a derrotar al ejército de Babilonia, y dejaran sólo algunos soldados heridos, “cada uno (de ellos) se levantará de su tienda, y pondrán esta ciudad a fuego” (v.10).

Habiendo dicho esto a Sedequías, Jeremías aprovechó la retirada del ejército de Babilonia para salir de Jerusalén, e irse a su ciudad en la tierra de Benjamin (v.11-12; ver Jer 1:1). Al pasar por la puerta de la ciudad, fue arrestado, y acusado de deserción a los babilonios (“caldeos”); v.13-14. Ahora las cosas se pusieron feas para Jeremías. Los líderes de Jerusalén, ya molestos con él por sus profecías ‘negativas’, “le azotaron y le pusieron en la prisión” (v.15-16). Luego de haber estado allí “muchos días”, el rey Sedequías lo sacó de la cárcel, y le preguntó (secretamente), “¿Hay palabra de Jehová?” (v.17a). Que el rey actúe en esta manera, indica dos cosas: era un rey débil, y había muchas tensiones entre él y sus consejeros. La falta de valor espiritual en Sedequías resultó en una falta de autoridad moral para gobernar. Jeremías fue cortante en su respuesta: “En mano del rey de Babilonia serás entregado” (v.17b). El reino de Judá estaba por terminar; la monarquía davídica estaba por llegar a su fin.

Sedequías no reacciona ante estas palabras. Seguramente no tenía nada que decir. Había perdido toda esperanza, y no sabía qué más hacer. Jeremías aprovechó esta

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conversación para reclamarle a Sedequías por su encarcelamiento injusto (v.18), y le hizo reflexionar acerca de los mensajes de los profetas falsos (v.19). Jeremías pide que no le hagan volver a la cárcel en la casa del escriba Jonatán; temía por su vida (v.20). Sedequías accede a su pedido, y Jeremías queda detenido “en el patio de la cárcel” (v.21a). Dios toca el corazón del rey, y se le concede a Jeremías su pan diario (v.21b); pero era sólo “hasta que todo el pan de la ciudad se gastase” (v.21c). Evidentemente, la situación en Jerusalén era crítica, por la amenaza de los babilonios.

REFLEXIÓN: Aun cuando enfrentaba una derrota total, Sedequías no fue capaz de arrepentirse. Como dice la Palabra de Dios, el arrepentimiento es un don de Dios (2 Tim 2:25). Sin Su gracia, el pecador no es capaz de arrepentirse, no importa cuan crítica sea su situación.

8 de Setiembre (Jer 38:1-28) ‘La Cobardía Espiritual’

Los eventos de este capítulo ocurrieron unas semanas después de lo que leemos en Jer 37. Los babilonios (“caldeos”) habían vuelto a Jerusalén, luego que los egipcios se retiraran (tal como Dios lo había dicho, en Jer 37:6-8). Jeremías estaba custodiado en el patio de la cárcel (Jer 37:21), pero tenía cierta libertad para seguir profetizando. Su mensaje era claro: ‘Ríndanse a los babilonios, o morirán’ (v.2-3). Obviamente, este mensaje no agradó a algunos líderes de Jerusalén, y ellos querían matarlo (v.1, 4). Su acusación (¡tan injusta!) fue: Jeremías “no busca la paz de este pueblo, sino el mal” (v.4b). Lo consideraron un traidor; un amigo de los babilonios. Ellos no creían que él hablaba la palabra de Dios.

El rey Sedequías, lejos de proteger a un súbdito a quien respetaba, y a quien reconocía como un verdadero profeta, abdicó toda responsabilidad, diciendo: “He aquí que él está en vuestras manos; pues el rey nada puede hacer contra vosotros” (v.5). ¡Qué tal irresponsabilidad! Sedequías había perdido toda autoridad; ya no merecía ser el rey de Judá.

Los hombres mencionados en el v.1, y descrito como “los príncipes” (v.4), tomaron a Jeremías, y lo echaron en la cisterna que estaba en el patio de la cárcel (v.6a). Usaron sogas para hacerlo. Evidentemente, la cisterna era profunda. Contenía barro, y el pobre Jeremías se halló hundiéndose en el lodo (v.6b).

De haber quedado mucho tiempo en ese lugar, Jeremías probablemente habría muerto. Felizmente, un hombre se percató de su peligro, y decidió hacer algo al respecto. Lo extraño es que la persona que ayudó a Jeremías no fue un judío, sino un “etíope” (v.7a). Su nombre, “Ebed-melec”, significa ‘siervo del rey’. Era un eunuco, que indica que estaba al cuidado de las esposas del rey (ver v.22). Ebed-melec salió del palacio, se dirigió hacia la puerta de la ciudad, donde el rey Sedequías estaba sentado (v.7b), e intercedió por Jeremías (v.9). La preocupación de Ebed-melec fue que Jeremías podría morir de hambre, pues ya no había más pan en la ciudad (v.9b; ver Jer 37:21).

El interés que este eunuco mostró por Jeremías provocó una reacción en el rey, quien autorizó la liberación de Jeremías (v.10). Los treinta hombres que envió con Ebed-melec indican el temor que Sedequías tenía que los príncipes de Jerusalén tratarían de impedir la liberación del profeta. Ebed-melec procedió a liberar a Jeremías (v.11-13), quien quedó en el patio de la cárcel, como lo había estado antes.

Sedequías, sabiendo que Jeremías estaba ahora en libertad, ordenó que fuese llevado a “la tercera entrada de la casa de Jehová” (v.14), para poder consultarle algo. Jeremías se mostró un tanto desconfiado (v.15), pero comunicó el mensaje del Señor (v.17-18). Sedequías confesó el tremendo temor que sentía de un grupo de judíos (traidores), y

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de lo que le podrían hacer (v.19); pero Jeremías le aseguró que no le pasaría nada (v.20a). Jeremías siguió tratando de convencer a Sedequías que actúe para su propio bien, y el bien de su familia (v.20b-23). Pero Sedequías no quería hacer caso; tenía más miedo de los príncipes de Judá, que de Dios o de los babilonios (v.24-26). Jeremías quedó arrestado hasta que los babilonios tomaron la ciudad (v.28).

REFLEXIÓN: Cuando tenemos fe en Dios, somos capaces de actos de gran valentía (Heb 11:32-34). Pero la falta de fe nos hace cobardes. Por eso los ‘cobardes’ no entrarán al reino de Dios. ¿Qué clase de personas somos?

9 de Setiembre (Jer 39:1-18) ‘La Buena Cosecha de la Fe’

Nabucodonosor atacó la ciudad de Jerusalén tres veces (ver la Cronología de Jeremías). El tercer sitio de Jerusalén comenzó en el año noveno del reinado de Sedequías (v.1), y duró hasta el undécimo año (v.2); ver 2 Rey 25:1-3. Durante ese tiempo, los egipcios amenazaron con atacar a los babilonios, y estos se retiraron por un tiempo (Jer 37:5-7). Sin embargo, la ciudad finalmente cayó en manos de los babilonios, cuando lograron hacer una brecha en el muro de Jerusalén (v.2b).

El rey Sedequías, juntamente con sus capitanes, huyó de noche (v.4), pero fue alcanzado por los babilonios (v.5). Nabucodonosor mató a los hijos de Sedequías, y a los príncipes de Judá (v.6), y luego le quitó los ojos a Sedequías (v.7). ¡Pagaron un precio muy alto por oponerse a Dios, y resistir Su palabra!

Los habitantes de Jerusalén también sufrieron. La ciudad fue destruida (v.8), y la gran mayoría de la población fue llevada al exilio, en Babilonia (v.9). Dios les había dado la oportunidad de salvarse de este sufrimiento (Jer 38:17-18); pero no hicieron caso. El juicio de Dios sobre Jerusalén representa lo que pasará un día a toda la humanidad, cuando Cristo vendrá para juzgar a la tierra.

Los que experimentaron la misericordia de Dios fueron los pobres de la tierra, y Jeremías. Los pobres no sólo no fueron llevados al exilio, sino que recibieron los bienes de aquellos que fueron exiliados (v.10). En cuanto a Jeremías, él fue protegido por los babilonios (v.11-12). Es interesante notar que Nabucodonosor mismo se interesó en Jeremías (v.11). Evidentemente, le habían comentado que él aconsejó al pueblo a rendirse a Nabucodonosor.

La situación de Jeremías repentinamente cambió para bien. Pasó de estar encarcelado, a la libertad. A diferencia de todos los demás judíos, él podía hacer lo que quería (“harás con él como te dijere”, v.12). Como veremos en el siguiente capítulo, uno de los capitanes del ejército de Babilonio ofreció llevarlo a Babilonia, y cuidarlo (Jer 40:1-4). Sin embargo, Jeremías prefirió quedar bajo el cuidado de Gedalías (v.14), a quien los babilonios nombraron como gobernador del territorio de Judá (Jer 40:5).

¿Por qué optó por quedar en Judá? Seguramente porque sentía que Dios aún quería hablar por medio de él. La ciudad de Jerusalén había caído; pero el ministerio de Jeremías iba a continuar.

El capítulo termina con el resumen de un mensaje profético que Jeremías recibió, mientras estaba encarcelado (v.15). El mensaje tenía que ver con Ebed-melec. Dios prometió cuidarlo, durante la caída de Jerusalén. Jerusalén iba a ser conquistada por los babilonios, pero Dios iba a salvar a este hombre (v.16-17). Lo iba a hacer, porque él había salvado a Jeremías (Jer 38). Ebed-melec iba a ‘cosechar’ lo que había ‘sembrado’. Su vida sería un ejemplo para muchas personas, de la recompensa que recibirán aquellas personas que confían en Dios, y hacen el bien, aun cuando es peligroso hacerlo.

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REFLEXIÓN: Tanto Jeremías como Ebed-melec fueron hombres de fe. Ambos confiaron en Dios, cuando era difícil y peligroso hacerlo. Ambos actuaron con tremendo coraje y valentía. Su fin fue muy diferente al de aquellos que optaron por no confiar en Dios, y rebelarse contra Su Palabra. ¿Qué estamos sembrando nosotros?

10 de Setiembre (Jer 40:1-16) ‘La Misericordia de Jehová’

Pasamos ahora a la última etapa de la vida de Jeremías. Él ya tiene unos 60 años. Habiendo escogido quedar en Jerusalén, Dios siguió hablando por medio de él al remanente de los judíos. El v.1 nos da un detalle interesante que no está en Jer 39. Durante la toma de Jerusalén, Jeremías fue encadenado y conducido hasta Ramá, listo para ser llevado a Babilonia con los demás judíos. Nabuzaradán, el capitán de la guardia, habiendo recibido de antemano una orden de Nabucodonosor (Jer 39:11-12), buscó a Jeremías, y lo halló en Ramá. Lo puso en libertad, y le preguntó a dónde deseaba ir (v.4-5a).

Jeremías optó por quedarse en Judá, y se fue a vivir en Mizpa, porque allí estaba Gedalías, el nuevo gobernador de Judá (v.6). ¿Por qué no se fue a vivir en su propia tierra de Anatot? Posiblemente, por temor a ser asesinado por personas que le echarían la culpa por la destrucción de Jerusalén. Era un tiempo de mucho desorden, y Jeremías corría bastante peligro al quedar en el territorio de Judá. Gedalías era el hijo de Ahicam, el hombre que años antes había defendido a Jeremías, cuando el pueblo lo quería matar (Jer 26:24). Jeremías podía confiar en la protección de Gedalías.

Al fin del v.5, leemos algo interesante. Al despedirse de Jeremías, Nabuzaradán le dio “provisiones y un presente”. ¡Qué tal testimonio habrá tenido Jeremías, para ganarse el respeto de este alto oficial del ejército de Babilonia! Las cosas que recibió de Nabuzaradán le habrán servido mucho a Jeremías, quien quizá perdió todo cuando Jerusalén fue destruido.

Los v.7-9 indican algo del caos y la incertidumbre que prevalecía en ese tiempo. Muchos líderes militares que habían logrado escapar de Jerusalén (v.8a), y huir de los babilonios, se presentaron ante Gedalías (v.8). Gedalías, procurando promover la paz y la tranquilidad, animó a estos líderes militares a someterse a los babilonios (v.9). Les indicó que podían tomar provisiones para sí mismos, y volver a sus tierras (v.10).

Otro grupo de judíos que apareció en ese momento fueron aquellos que habían sido echados de Judá (v.12), y se habían refugiado en territorios aledaños – en Moab, en Amón y en Edom (v.11). Ellos también se presentaron ante Gedalías, “y recogieron vino y abundantes frutos” (v.12b).

Gedalías tuvo que ser muy sabio en manejar esta situación, porque había muchas tensiones y sospechas políticas. Una de las tensiones que se manifestaron en ese tiempo tuvo que ver con “Ismael hijo de Netanías”. Él es mencionado como uno de los “jefes del ejército” (ver v.7-8). Los demás jefes militares no confiaban en él, y aprovecharon la audiencia con Gedalías para acusarlo de ser un agente de Baalis, el rey de Amón, enviado para matar a Gedalías (v.13-14). Johanán, uno de los hijos de Carea, hasta ofreció matar a Ismael, para resolver el problema (v.15). Gedalías no le creyó, y no permitió que Johanán asesinara a Ismael (v.16). Como veremos en el siguiente capítulo, ese fue un grave error por parte de Gedalías; un error que terminó costándole su vida.

REFLEXIÓN: En medio del caos, Dios en Su misericordia, suple las necesidades de Su pueblo (v.5b, 10b, 12b). Como dijera Jeremías, “Por la misericordia de

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Jehová no hemos sido consumidos…” (Lam 3:22-23). ¿En qué maneras se manifiesta la misericordia de Dios en nuestras vidas?

11 de Setiembre (Jer 41:1-18) ‘¿Siervos del Pecado o Siervos de la Justicia?'

Los eventos de este capítulo ocurrieron en el mes séptimo (v.1); dos meses después que la ciudad de Jerusalén fue quemada (Jer 52:12-13). Durante esos meses, Gedalías (el gobernador nombrado por los babilonios) procuró mantener orden en Judá. Sin embargo, un hombre llamado Ismael desestabilizó la situación, asesinando a Gedalías, y matando a varios soldados babilonios (v.2-3). Jeremías estaba en Mizpa, en ese tiempo (Jer 40:6), pero no fue afectado por la matanza. ¡Dios le seguía cuidando!

Jeremías no nos explica por qué Ismael mató a Gedalías, pero podemos considerar dos razones:

i. Fue una pugna por el poder. Ismael era “de la descendencia real” (v.1), y contaba con el apoyo de algunos “príncipes del rey” (v.1). Ismael estaba celoso de la posición que Gedalías ocupaba.

ii. Fue una reacción a la autoridad que Gedalías tenía sobre él, y el resto de la familia real. El v.10 indica que los babilonios habían puesto al remanente de la familia real (incluyedo a Ismael) bajo la autoridad de Gedalías. A Ismael no le gustaba estar bajo esa autoridad, y se sublevó.

En medio de esa lucha por el poder, algunas personas sufrieron injustamente (v.4-7). Estas ochenta personas eran del Reino del Norte (Siquem, Silo y Samaria; ver mapa bíblico). Viajaban a Jerusalén con señales de quebranto espiritual (v.5), llevando “ofrenda e incienso” para la casa de Dios. Al parecer, iban a celebrar el día de la expiación o la fiesta de los tabernáculos - ambas fiestas espirituales se celebraban en el séptimo mes (Lev 23:23-44). Es probable que estas ochenta personas no se habían enterado de la destrucción del templo. Pasando cerca de Mizpa, fueron atacados por Ismael, probablemente para que no se divulgara la noticia de la muerte de Gedalías (v.4). Ismael primero fingió tristeza (v.6), y luego los mató (v.7), echando sus cuerpos en una cisterna antigua (v.9).

Habiendo hecho todo esto, Ismael intentó huir al rey de Amón, llevando consigo a mucha gente de Mizpa, incluyendo “las hijas del rey” (v.10). Sin embargo, los otros líderes militares lo persiguieron, alcazándolo "junto al estanque que está en Gabaón" (v.11-12). Al ver a estos "capitanes de la gente", la mayoría de la gente que estaba con Ismael se rebelaron contra él (v.13-14). Ismael tuvo que huir con solo ocho hombres (v.15).

Lamentablemente, la muerte de Gedalías puso en peligro a la población (v.18). Ellos estaban seguros que los babilonios iban a volver y subyugar toda rebelión contra su autoridad. Por eso, los líderes militares se ubicaron en Gerutquimam (un lugar cerca de Belén), con el fin de ir a Egipto (v.17). ¡Qué triste! El pueblo de Dios, que un día fue librado de Egipto, ahora vuelve a Egipto. Esta es la consecuencia del pecado. Habiendo descuidado una "salvación tan grande", perdieron los privilegios de esa salvación, y volvieron al lugar de la esclavitud.

REFLEXIÓN: Si somos verdaderos creyentes, Dios nos salvó de la esclavitud del pecado. Pero si elegimos vivir en algún pecado, volveremos a ser esclavos de él (Rom 6:16). Por eso, procuremos ser 'esclavos' de la justicia (Rom 6:17-18), para disfrutar la vida eterna (Rom 6:22), y no poner en peligro nuestra salvación.

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12 de Setiembre (Jer 42:1-22) ‘Nuestro Corazón Perverso y Engañoso'

No está claro si Jeremías fue llevado por Ismael, cuando éste huyó de Mizpa (Jer 41:10). Lo que sí sabemos es que el nuevo lider ("Johanán hijo de Carea"), juntamente con el resto del pueblo que estaba en Belén, esperando ir a Egipto (Jer 41:16-18), decidieron consultar a Jeremías (v.1-2). Aparentemente querían saber la voluntad de Dios - '¿Estaba bien ir a Egipto?' (v.3). Jeremías accede a su pedido (v.4), y todo el pueblo promete acatar la orden de Dios (v.5-6). Incluso dicen, "para que obedeciendo a la voz de Jehová nuestro Dios nos vaya bien" (v.6b). ¡No era por nada! Con Jerusalén en ruinas, y casi todo el pueblo en el exilio, ellos tenían abundante evidencia del peligro de NO obedecer la palabra de Dios.

Aunque Jeremías dispuso su corazón para buscar la voluntad de Dios, Él demoró diez días en darle una respuesta (v.7). ¿Por qué? Por una de dos razones. Para probar el corazón del puebo, si realmente querían saber la voluntad de Dios; o para evidenciar que el mensaje que Jeremías iba a dar no nacía de su propio corazón, sino que era un verdadero mensaje de Dios. ¡Quién esperaría diez días para dar un mensaje que él mismo había inventado!

El mensaje de Dios fue claro. 'Quédense en la tierra; yo les cuidaré' (v.10a). Hablando en forma muy humana, Dios dice: "estoy arrepentido del mal que os he hecho" (v.10b). Al ver todo el sufrimiento de Su pueblo, el corazón de Dios se conmovió, y no quería que Su pueblo siga sufriendo. Aquí vemos la gran misericordia de Dios (v.12a).

La razón principal por la cual querían ir a Egipto era el temor a la represalia de los babilonios, por lo que Ismael había hecho (Jer 41). Frente a este temor, Dios les anima diciendo que Él los iba a proteger del rey de Babilonia: "con vosotros estoy yo para salvaros y libraros de su mano" (v.11b).

Lamentablemente, Dios sabía que ellos no iban a obedecer (v.13). Al final, el temor de los babilonios iba a ser más fuerte que el temor a Dios. Ellos iban a confiar más en su propio entendimiento (v.14), que en la promesa de Dios. Por eso, Dios les advierte seriamente: 'Si ustedes van a Egipto, la espada que temen les alcanzará' (v.15-16). Todos "morirán a espada, de hambre y de pestilencia" (v.17). ¡Nadie sobrevivirá (v.17b)! Aunque Dios tenía compasión de ellos (v.10b), si ellos persistían en la desobediencia, provocarían otra vez la ira de Dios (v.18).

En los v.19-22, Jeremías reclama al pueblo que le había pedido consultar a Dios. 'Yo les he declarado la voluntad de Dios', dice Jeremías, 'pero ustedes no quieren obdecer Su voz (v.20-21). La culpa la tienen ustedes; ustedes se han extraviado espiritualmente por su propia culpa ("hicisteis errar vuestras almas", v.20a). No le echen la culpa a Dios por el desastre que les va a pasar en Egipto (v.22)'.

REFLEXIÓN: ¡Cuán fácil es engañarnos espiritualmente! Las personas que fueron a consultar a Jeremías seguramente pensaban que querían hacer la voluntad de Dios. Pero no conocían la perversidad de sus propios corazones, y su tendencia a extraviarse espiritualmente. ¿Seremos así nosotros? ¿Nos estaremos engañando en alguna área de nuestras vidas, pensando que queremos hacer la voluntad de Dios, cuando en realidad sólo queremos hacer nuestra voluntad? ¡Cuán peligroso es eso! Tomemos un tiempo para meditar bien en nuestro comportamiento.

13 de Setiembre (Jer 43:1-13) ‘La Insensatez de Desobedecer a Dios'

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A lo largo de su vida, Jeremías había profetizado fielmente la Palabra de Dios. Lamentablemente, el pueblo de Judá no quiso escuchar la voz de Dios, y al final fue conquistado por los babilonios. Ahora que el juicio de Dios había caído, uno esperaría que los pocos sobrevivientes tomarían más en serio la palabra de Jeremías. Sin embargo, no fue así. Hasta el fin de su ministerio, Jeremías encuentra que los sobrevivientes de Judá siguen tercamente desobedeciendo la Palabra de Dios.

Jeremías les habló "todas las palabras de Jehová Dios" (v.1); pero los líderes del remanente del pueblo - "varones soberbios" (v.2), respondieron: "Mentira dices..." (v.2). A pesar de haber demorado diez días en darles la respuesta, ellos consideraron que Jeremías les estaba minitiendo. Para colmo, le acusaron de estar siguiendo el consejo de Baruc, imaginándose que él quería entregar al remanente a los babilonios ("caldeos"), para que todos sean asesinados o llevados al exilio (v.3).

El problma no estaba ni en Jeremías ni en Baruc, sino en el corazón del pueblo. Ellos habían mentido a Dios, diciendo que estaban dispuestos a obedecerle (Jer 42:5-6), cuando en realidad lo que querían era simplemente que Dios accediera a lo que ellos querrían hacer. Y como Dios no estaba dispuesto a consentirles, ellos decidieron no obedecer a Dios (v.4).

No contentos con desobedecer a Dios ellos mismos, Johanán y los demás oficiales militares llevaron a todo el remanente del pueblo a Egipto, incluyendo a los que habian vuelto de las demás naciones para vivir en Judá (v.5). El v.6 detalla quienes fueron llevados. Fueron todos aquellos que los babilonios habían dejado en Judá, incluyendo Jeremías y Baruc. La impresión que nos da la Biblia es que nadie quedó en la tierra. La desolación de Judá fue total.

Jeremías ya tenía unos sesenta años (ver la Cronología de Jeremías). Uno puede imaginarse lo que habrá sentido al ser llevado a la fuerza a Egipto. Él había sobrevivido muchos ataques e intentos de matarlo, por parte de los ciudadanos de Jerusalén. Había sobrevivido aun la destrucción de Jerusalén, y la deportación a Babilonia. Sin embargo, Dios no lo salvó de las manos de Johanán.

Al llegar a Egipto, el remanente de Judá se estableció en Tafnes (v.7). Esta era una ciudad 'fronteriza'. Quizá esperaron un tiempo en este lugar, hasta obtener el permiso del faraón para ubicarse en otra parte del territorio de Egipto (ver Jer 44:1). Fue en Tafnes que Dios le habló a Jeremías (v.8). Aunque estaban lejos de Jerusalén, no estaban lejos de la presencia de Dios. Aunque la mayoría estaba viviendo en abierta desobediencia a Dios, no podían tapar la voz de Dios.

Dios le mandó a Jeremías hacer una acción simbólica (v.9). El mensaje era claro. Nabucodonosor iba a llegar hasta ese lugar (v.10); asolaría la tierra de Egipto (v.11), destruiría los templos paganos (v.12), y quebraría los ídolos (v.13). El remanente de Judá, que pensaba hallar refugio de la ira de Nabucodonosor en Egipto, tendría que aprender que los reyes de este mundo son simplemente siervos de Dios ("mi siervo", v.10).

REFLEXIÓN: Es mejor contar con el apoyo de Dios, que contar con el apoyo de los 'poderosos' de este mundo. Y para contar con el apoyo de Dios, hay que vivir en obediencia a Su Palabra. ¿Está Dios a favor de nosotros o en contra de nosotros?

14 de Setiembre (Jer 44:1-30) ‘Lámpara es a Mis Pies Tu Palabra'

No sabemos la fecha de esta profecía de Jeremías, pero es la última que tenemos redactada en la Biblia. Algunos años han pasado, desde los eventos que leímos en Jer

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42 y 43. Los judíos que fueron a vivir en Egipto ya estaban esparcidos en ese país (v.1). Jeremías estaba en Patros (v.15), donde se dirige (¿por última vez?) al remanente de Judá que vivía en Egipto.

Lo primero que el profeta hace es llevar a los judíos a reflexionar sobre el juicio divino que había caído sobre la nación, por haber abandonado a Jehová, yendo tras "dioses ajenos" (v.2-3). A pesar de todas las advertencias de Dios, el pueblo siguió en su rebeldía espiritual (v.4-5), trayendo sobre ellos toda la ira de Dios (v.6). Aun estando en Egipto, lejos de abandonar la idolatría, los judíos se dedicaron al culto a los dioses de Egipto (v.7-8). ¡Increible! ¿No habían aprendido nada de la disciplina? ¿Querían ser destruidos por completo?

La idolatría en la cual cayeron, fue una de las razones por la que Dios no quería que el remanente fuese a vivir en Egipto (Jer 42:10-16). Él ya sabía su debilidad espiritual - que no iban a resistir la tentación de adorar a los dioses de Egipto. ¡Con cuanta facilidad el pueblo de Dios copiaba las cosas del 'mundo'! Los pecados que cometieron en su tierra, los seguían cometiendo en tierra ajena. Simplemente no aprendieron la lección espiritual (v.8-10).

Aunque Dios había advertido que serían juzgados en Egipto, y que morirían en ese país (Jer 42:15-17), Él postergó ese juicio por unos años, dándoles la oportunidad de buscar a Dios, y evidenciar un cambio de vida. Sin embargo, ante la falta de arrepentimiento, Dios reitera Su determinación de castigar al pueblo (v.11-14). El que no aprende de la disciplina, tendrá que sufrir el castigo de Dios.

Lo más trágico de todo fue la reacción del pueblo. Lejos de tomar la Palabra de Dios en serio, y humillarse ante Él, los judíos respondieron, tercamente, "La palabra que nos has hablado en nombre de Jehová, no la oiremos de ti" (v.16). ¿Por qué no? Simplemente, porque estaban viviendo en el pecado (v.15), y no querían dejarlo (Juan 1:9-11; 3:19). Eran tan 'ciegos' (espiritualmente hablando), que creían que la idolatría les beneficiaba (v.17-18).

A manera de respuesta, Jeremías les orienta acerca de la verdadera interpretación de los eventos. La razón por la cual estaban sufriendo ahora, no era porque habían dejado de adorar "a la reina del cielo", sino porque la paciencia de Dios se había agotado (v.20-23). Al disciplinar al pueblo de Judá, lo que Dios deseaba era que los judíos se arrepentieran. Pero ante la falta de arrepentimiento, Dios se dispone a eliminar a los pobladores de Judá que habitaban en Egipto (v.26-27). Sólo quedaría un pequeñísimo remanente, como testimonio (v.28).

Los judíos en Egipto adoraban a la (falsamente llamada) "reina del cielo". Pero Jehová es el Rey de reyes; y Él promete ejecutar Su juicio sobre todo lo que se levanta contra Él - aun al faraón mismo (v.30).

REFLEXIÓN: No hay mayor ceguera que la de una persona que simplemente no quiere ver. Dios, en Su gracia, desea abrir nuestros ojos espirituales, para que tengamos mayor entendimiento. Aprovechemos la gracia de Dios, y dejémonos guiar por Su Palabra. Ella es una 'lámpara' para nuestros pies (Sal 119:105).

15 de Setiembre (Jer 45:1-5) ‘Buscando una Recompensa Celestial'

Jeremías terminó su vida en Egipto. No tenemos un relato fidedigno de su muerte. Sin embargo, según una tradición judía, Jeremías murió apedreado por sus compatriotas, poco después de la profecía redactada en Jer 44. Había concluido su ministerio terrenal, y Dios lo llamó al cielo, para recibir su recompensa celestial.

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En lugar de un narrativo de su muerte, tenemos un relato acerca de su secretario y amigo, Baruc. La profecía narrada en este capítulo data de una fecha más temprana, “cuando [Baruc] escribía en el libro estas palabras de boca de Jeremías, en el cuarto año de Joacim hijo de Josías rey de Judá” (v.1). Estas palabras indican que debemos leer el capítulo 45 en relación con Jer 36. Al igual que Jeremías, Baruc arriesgó su vida para trasmitir la Palabra de Dios. No sólo eso, sino que sintió un profundo dolor espiritual, al redactar las profecías que hablaban de juicio y destrucción. Su dolor lo llevó a exclamar, “¡Ay de mi ahora! Porque ha añadido Jehová tristeza a mi dolor..." (v.3a).

Jeremías vio ese dolor, y fue por medio de él que vino este mensaje de desafío y aliento espiritual a Baruc (v.2). Ante los anuncios proféticos de Jeremías, quien predecía juicio y destrucción para Jerusalén, Baruc reaccionó gimiendo (v.3b). Gemía por el sufrimiento que vendría sobre su pueblo; pero tabién gemía, clamando a Dios que tenga misericordia. Sin embargo, Dios le declara que indefectiblemente el juicio caería sobre el pueblo de Judá (v.4).

En el v.5, Dios le pregunta a Baruc, "¿Y tú buscas para ti grandeza?" No está claro a qué se refiere el Señor, pero debemos interpretar esta pregunta en relación con el contexto de la vida de Baruc. Él sabía escribir, lo que señala que era un hombre educado. Probablemente era joven. Como tal, tendría aspiraciones para su futuro. Las predicciones de la destrucción de Jerusalén puso en riesgo sus sueños y ambiciones personales. Eso contribuyó al dolor que sentía por la destrucción de Jerusalén. No gemía sólo por lo que le iba a pasar a la ciudad; sino también porque todos sus sueños y aspiraciones se fueron desvaneciendo.

Fue en ese contexto Dios le dijo a Baruc: 'No busques grandeza para ti mismo; no es tiempo para ello' (v.5). En Eclesiastés 3 leemos que hay un tiempo para cada cosa. Hay un tiempo cuando es apropiado tener ambiciones personales; pero hay otro tiempo, cuando no es apropiado buscar grandeza personal. A Baruc le tocó vivir en un tiempo de juicio; por consiguiente, no era un tiempo apropiado para pensar en sí mismo, y ambicionar grandes cosas para su propia vida.

Si embargo, Dios le anima a Baruc con una hermosa promesa: "pero a tí te daré tu vida por botín en todos los lugares a donde fueres" (v.5b). A pesar de estar viviendo en tiempos peligrosos, Dios promete cuidar la vida de Baruc. Otros morirían; otros serían enviados al exilio; pero no Baruc. Esa fue su recompensa terrenal por haber servido a Dios al lado de Jeremías.

Esta profecía fue dada cuando Jeremías tenía 42 años (ver la Cronología de Jeremías). Durante los siguiente veinte años, Dios cumplió esta promesa a Baruc, aun cuando fue llevado a Egipto con Jeremías (Jer 43:6-7a).

REFLEXIÓN: Como creyentes, no debemos poner nuestra mirada en las cosas terrenales, sino en las cosas celestiales (Col 3:1-4). Este mundo es un lugar muy incierto. Es suficiente que Dios cuide nuestras vidas.

16 de Setiembre (Jer 46:1-28) ‘El Poder y la Soberanía de Dios’

Aquí comienza una sección del libro de Jeremías que podría llevar como título, ‘Profecías Internacionales’. Son mensajes proféticos a las naciones del Medio Oriente – naciones vecinas de Judá. Cuando Dios llamó a Jeremías al ministerio profético le dio a entender que su ministerio abarcaría mucho más que la nación de Judá. Él sería un profeta a las naciones (Jer 1:5). En Jer 46-51 tenemos un resumen de ese ministerio ‘internacional’ (v.1).

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El primer mensaje fue dirigido a la nación de Egipto, en el cuarto año de Joacim (v.2b). Ese fue un año muy importante (605 a.C.), como vemos de la Cronología de Jeremías. El Faraón Necao había salido de Egipto para hacer frente a Nabucodonosor, y estaba acampado cerca del río Eufrates (v.2). Tenía un tremendo ejército (conformado por varias naciones, v.9), al que Jeremías compara con un gran río que crece y se ensancha (v.7-8a). Necao había salido para atacar a la ciudad de Babilonia (v.8b), pero fue derrotado – no tanto por Nabucodonosor, sino por Jehová (v.10, 15). El lenguaje es fuerte: “la espada devorará y se saciará, y se embriagará de la sangre de ellos” (v.10); pero debemos recordar que la ‘espada’ simboliza el juicio de Dios – no es simplemente un instrumento de muerte. Uno años antes, Necao había derrotado a Josías, en el campo de batalla (2 Crón 35:20-27). Ahora le tocaba a él ser juzgado por Dios.

Luego de la derrota en Carquemis, a mano de los babilonios (v.2), Necao volvió a Egipto (v.16); pero Nabucodonosor fue tras él, para completar su victoria sobre los egipcios. Jeremías lo había anunciado de antemano (v.13), porque Jehová, el gran “Rey” (v.18), se lo había revelado. Egipto era una nación poderosa, pero estaba por ser derrotada (v.20). Dios describe esta derrota como “el tiempo de su castigo” (v.21b). Dios estaba por castigar al Faraón y a los dioses de Egipto (v.25); y lo haría, no por medio de las plagas (como ocurrió durante el éxodo), sino por medio del ejército de Nabucodonosor (v.26).

Notemos una parte importante del mensaje profético, que Dios quería trasmitir – especialmente a Su pueblo, Judá. En ese momento las dos grandes potencias regionales se estaban enfrentando: Egipto y Babilonia. Ambos tenían sus dioses, a quienes consideraban tremendamente poderosos. En ese tiempo, la nación de Judá era extremadamente débil, y sin importancia en la geopolítica regional. Sin embargo, la verdad era que el destino de las potencias regionales estaba en las manos de “Jehová de los ejércitos, Dios de Israel” (v.25a).

Por eso Dios añade una palabra de aliento para Su pueblo, el cual se hallaba entre estas dos grandes potencias militares: “Y tú no temas, siervo mío Jacob, ni desmayes, Israel; porque he aquí yo te salvaré de lejos, y a tu descendencia de la tierra de su cautividad. Y volverá Jacob, y descansará y será prosperado, y no habrá quién lo atemorice” (v.27). ¡Qué palabra de aliento para el pueblo de Dios! Su destino no estaba en las manos ni de Egipto, ni de Babilonia; sino en las manos de Dios. Un Dios grande en misericordia (v.28).

La misericordia de Dios se extendería aun a los egipcios. Ellos también serían llevados al cautiverio (v.19); pero eso no marcaría el fin de la nación de Egipto. Posteriormente, volvería a ser poblada (v.26b; ver Ezeq 29:12-14).

REFLEXIÓN: La Iglesia (¡y el creyente!) muchas veces se siente débil, en este mundo. Debemos recordar que somos el pueblo de Dios, y que Dios es soberano.

17 de Setiembre (Jer 47:1-7) ‘La Espada – Justiciera Divina’

Los filisteos eran los antiguos enemigos de Israel. Ellos vivían en cinco ciudades, al suroeste del territorio de Israel. Las cinco ciudades eran Gaza, Asdod, Ascalón, Ecrón y Gat (1 Sam 6:17). Por siglos ellos habían sido un ‘aguijón en la carne’ para Israel (ver Amos 1:6-8). Ahora iba a llegar el momento de su juicio y castigo. Ellos serían castigados por los babilonios, los grandes ‘justicieros’ de Dios. Jeremías ya había descrito esto antes (ver Jer 25:9, 15-26). La gran ‘espada’ justiciera de Dios estaba por caer sobre las naciones del Medio Oriente (v.6-7).

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Aunque el v.1 menciona un ataque contra Gaza, por parte de los egipcios, eso era sólo el comienzo de la manifestación de la ira de Dios contra los filisteos. La plena manifestación de este juicio vendría con la invasión de los babilonios, que en el v.2 son descritos como “aguas del norte”, que inundarán la tierra (= ‘invadirán’), destruyendo a los habitantes y a sus ciudades.

El impacto de la invasión militar (v.3a) sería tan fuerte, que “los padres no cuidaron a los hijos por la debilidad de sus manos” (v.3b); es decir, se olvidarían de sus hijos, huyendo por sus vidas, por temor a los soldados babilonios. Estos soldados no sólo destruirían a los filisteos, sino también a todos sus aliados, incluyendo a los fenicios, representados en el v.4 por sus dos ciudades importantes – Tiro y Sidón.

La “costa de Caftor” (v.4b) era la zona poblada por los filisteos (ver Amos 9:7). Siglos antes, Dios les había dado ese territorio (al igual que dio a Israel la tierra de Canaán); pero ahora, el Señor estaba por quitarles la tierra a los filisteos, por la abundancia de su maldad y pecado. Gaza sería “rapada”, y Ascalón destruida (v.5). Unos años antes Dios había predicho este mismo juicio sobre los filisteos, por medio de Sofonías (ver Sof 1:1; 2:4-5). Ahora lo confirma, por medio de Jeremías. Si queremos ver más detalles del juicio de Dios sobre los filisteos, podemos leer Is 14:28-32; Ezeq 25:15-17; Amos 1:6-8.

Ante esta visión de juicio y destrucción, el profeta Jeremías (siempre sensible), exclama, preguntando hasta cuando será todo esto (v.6a). Pide a Dios, en forma poética, que desista de tanto castigo: “Vuelve a tu vaina, reposa y sosiégate” (v.6b). Pero la respuesta es, “¿Cómo reposarás?”. La ‘espada justiciera’ de Dios no puede descansar, porque es el Dios de toda la tierra, obrando Su juicio, e ilustrando lo que pasará al final de los tiempos. La ‘espada’ no descansará hasta que haya cumplido todo el mandato de Dios.

REFLEXIÓN: Los reinos de este mundo se levantan contra Dios, por un tiempo. Pero llegará el momento cuando Dios intervendrá, y acabará con toda la maldad del mundo. Ante la inminencia de este juicio divino, debemos vivir en el temor de Dios, obedeciendo Sus mandatos, y ordenando nuestras vidas conforme a Su Palabra.

18 de Setiembre (Jer 48:1-47) ‘Es Sabio Temer a Dios’

El territorio de Moab quedaba al otro lado del río Jordán, al este de Judá (ver el mapa en la p.82). Los moabitas eran descendientes de Lot – el fruto de una relación incestuosa, cuando Lot estaba borracho (Gén 19:37). Sin embargo, por estar relacionados con Abraham, Dios no le permitió a Su pueblo atacar a los moabitas, durante la conquista de la Tierra Prometida (ver Deut 2:9). A pesar de esta prohibición, los moabitas temieron a Israel, y enviaron a Balaam para maldecir al pueblo de Dios. Eso dio inicio a una serie de hostilidades entre ambos pueblos. Durante el tiempo de los Jueces, Dios permitió a Moab dominar a Israel (Juec 3:12-14); aunque luego, una moabita (Ruth) vino a ser una de los ancestros del rey David. Sin embargo, por lo general los moabitas fueron otro ‘aguijón en la carne’ para el pueblo de Dios.

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El juicio de Dios cayó sobre esta nación por una serie de pecados que cometieron:

- Orgullo (“no se alabará ya más Moab”, v.2a; “Desciende de la gloria”, v. 18; “Hemos oído la soberbia de Moab…”, v.29).

- Materialismo (v.7a).- Idolatría (“Quemos” era el dios principal de los moabitas; v.7b, 13; ver v.35).- Hostilidad contra el pueblo de Dios (v.27).

Uno de los problemas que Jeremías identifica es que Moab jamás había sufrido. Desde su “juventud” (como nación), disfrutó paz y tranquilidad (v.11a). Nunca “fue vaciado de vasija en vasija, ni nunca estuvo en cautiverio” (v.11b). Por eso “quedó su sabor en él, y su olor no se ha cambiado” (v.11c). La imagen es de una vasija de vino, aunque el cuadro que Dios presenta es claramente negativo. El “sabor” y el “olor”, no es de un buen vino que ha sido preservado en la vasija original, sino es el ‘sabor’ y el ‘olor’ de su carnalidad y pecado, que no han sido diluidos por tiempos de disciplina.

Por eso, cuando por fin el juicio de Dios cayó sobre la nación, fue devastador. Causó:

- Destrucción (v.1, 8).- Llanto (v.5, 38).- Quebranto (v.3-4, 16-18, 20).- Profunda tristeza (v.33).

Siguiendo la imagen presentada en el v.11, las “vasijas” de Moab (= las ciudades) serían vaciadas y rotas (v.12). El resultado de este juicio sería la devastación de la tierra de Moab (v.9, 15, 28). ¿Quién se encargará de hacer todo esto? El gran “Rey, cuyo nombre es Jehová de los ejércitos” (v.15; ver Jer 46:18). Como ellos se engrandecieron contra Jehová, serían juzgados por Él (v.42).

Jeremías, lejos de regocijarse sobre la destrucción de Moab, lo lamenta (v.31-32; ver Jer 47:6); y se alegra de poder terminar con una palabra de esperanza (v.47).

REFLXIÓN: El principio de la sabiduría es el temor de Jehová. Moab no tuvo eso; la nación estaba llena de orgullo. Evaluemos nuestras vidas para ver qué pecados cometemos. Tengamos cuidado, especialmente si por el momento Dios parece no hacer nada para disciplinarnos. Hay un peligro en disfrutar de ‘quietud’ (v.11).

19 de Setiembre (Jer 49:1-6) ‘La Vanidad de las Riquezas’

Los amonitas también eran descendientes de Lot (Gén 19:38). Por esa razón, Dios tampoco permitió a Israel tomar su territorio, durante la conquista (ver Deut 2:19). El territorio de Amón estaba ubicado al este del territorio asignado a la tribu de Gad (ver el mapa en la p.82). Cuando los asirios conquistaron el Reino del Norte (‘Israel’), los amonitas aprovecharon para apoderarse del territorio de Gad (v.1). Dios reclama eso, usando el nombre del dios principal de los amonitas (“Milcom”), para referirse al pueblo de Amón. Por esa acción en contra de un pueblo medio ‘hermano’, Dios juzga a los amonitas. La capital, Rabá, sería atacada y destruida (v.2a, 3), e Israel volvería a tomar ese territorio como su posesión (v.2b). Esto ocurrió durante la invasión de los babilonios.

Una vez más, Dios destaca el pecado del orgullo. Los amonitas se gloriaban de sus “valles” (v.4). Seguramente, eran valles fértiles, regados por abundante agua. Esa

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fertilidad agrícola produjo grandes riquezas para Amón. Y sobre la base de esa riqueza, los amonitas construyeron su ejército, confiando que nadie podría pelear contra ellos (v.4b). Si embargo, no contaron con el poder de Dios. El “Señor, Jehová de los ejércitos” (equivalente al “Rey, Jehová”, Jer 46:18; 48:15) se levantaría contra ellos (v.5a), y no habría quien los salve de Sus manos (v.5b). Aunque luego, la gracia de Dios se manifestaría, y ellos volverían a su territorio (v.6; ver Jer 46:26b; 48:47).

Para otras profecías contra Amón, ver Amós 1:13-15; Sofonias 2:8-10; Ezeq 21:28-32; 25:1-7.

Por un tiempo, durante la época de los macabeos, los judíos volvieron a tomar posesión de la tierra de Amón (v.2b). Sin embargo, hoy en día el territorio de Amón forma parte de la nación llamada Jordania, y su capital es la ciudad de Ammán.

REFLEXIÓN: ¿En qué estamos confiando nosotros? Es en vano confiar en las riquezas; ellas no nos pueden salvar (Sal 49:6-9). Debemos confiar sólo en el Señor (Sal 34:2, 6; 44:8). Él es la fortaleza de los siglos.

20 de Setiembre (Jer 49:7-22) ‘La arrogancia de los que se esconden de Dios’

Dios ahora pasa al sur, y habla contra la nación de Edom (ver los mapas en la p. 82 y 85). Los edomitas eran los descendientes de Esaú (Gén 25:30). El pecado que provocó la ira de Dios fue el orgullo: “Tu arrogancia te engañó, y la soberbia de tu corazón” (v.16a). Los edomitas se creían muy sabios y fuertes. Hicieron ciudades en las rocas y cavernas, pensando que así nadie los podría tocar (v.16b). Pero no contaron con el poder de Jehová, el Dios de Israel, quien era capaz de traer abajo cualquier pueblo (v.16c).

Cuando Dios empezara a juzgar a los edomitas, ¿dónde estaría su sabiduría y consejo (v.7)? Bajo el juicio de Dios, la destrucción de Edom sería total. Los que recogen uvas, normalmente pasan por alto algunos racimos (v.9a); aun ladrones no se llevan todo lo que hay en una casa (v.9b). Pero Dios destruiría a Edom en tal manera que no quedaría nada (v.10), porque Dios estaba resuelto juzgar a esta nación (v.13).

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Aunque el juicio de Dios sería devastador, es hermoso ver como la compasión de Dios se manifiesta aun en medio de Su ira. Los “huérfanos” quedarán al cuidado de Dios (v.11a), y las “viudas” podrán confiar en Él (v.11b). Dios no puede negarse a Sí mismo; Él siempre se compadece de los necesitados (Sal 68:5).

El juicio de Dios sobre Edom vendría en la forma de un ataque internacional. Dios traería a “las naciones” (v.14), y ellas atacarían a los descendientes de Esaú. Estas naciones incluirían a los babilonios. Como consecuencia, Edom “se convertirá…en desolación”, y todo el mundo “se burlará de todas sus calamidades” (v.17). La nación de Edom, incluyendo las ciudades como Teman (v.7), Dedán (v.8) y Bosra (v.13), terminaría como Sodoma y Gomorra (v.18).

El “león” mencionado en el v.19 es la nación de Babilonia (Jer 4:7; 50:44; Dan 7:4). A veces el pastor tiene que pelear contra un león, cuando éste viene para arrebatar a una de sus ovejas. Sin embargo, en este caso el poder detrás del ‘león’ babilónico es Jehová de los ejércitos; por lo tanto, ningún “pastor (= ‘lider’)…me podrá resistir”, dice Dios (v.19b).

El ‘león’ que atacará a Edom será como un “águila” (v.22; ver Dan 7:4); “extenderá sus alas contra Bosra”, causando pánico en el corazón de los valientes de Edom (v.22). La destrucción de Edom causará un impacto grande en el mundo de ese entonces. “…la tierra temblará”, dice Dios, “y el grito de su voz se oirá en el Mar Rojo” (v.21); es decir, a una gran distancia. Dios obra en esta manera para que todo el mundo lo conozca, y todos aprendan a temer ante Su grandeza. Porque es cuando los juicios de Dios están en la tierra, que los pecadores comienzan a reverenciar a Dios.

REFLEXIÓN: Los edomitas, en su orgullo, pensaron esconderse de cualquier invasor, en sus cavernas y ciudades construidas en las montañas. ¿Pretendemos nosotros escondernos del juicio de Dios? ¡Él todo lo ve! Mejor es sacar todo a la vista, y vivir ante la presencia de Dios. Si ‘andamos en la luz’, podemos confiar en Su amor y misericordia.

21 de Setiembre (Jer 49:23-39) ‘La Severidad y la Bondad de Dios’

Dios continúa Sus juicios contra las naciones. En estos versos se dirige a Damasco (al norte), a Cedar y Hazor (al este), y a Elam (más allá de Babilonia). ¿Qué dice contra estos pueblos?

DAMASCO (v.23-27)

Esta ciudad era la capital de Siria; quedaba al norte de Israel (ver el mapa en la p.85). Era una ciudad hermosa (v.25). Sin embargo, la muerte iba a arrebatar a los jóvenes y a los hombres de guerra (v.26), y la ciudad quedaría totalmente consumida por el fuego (v.27). El v.27 es muy parecido a lo que leemos en Amos 1:4. Damasco ya había experimentado el juicio de Dios, en el siglo 8, cuando los asirios atacaron la ciudad, y conquistaron el reino de Siria (ver Is 17:1-3). La historia se repitió, cuando los babilonios atacaron, en el siglo 7.

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CEDAR Y HAZOR (v.28-33)

Estos reinos quedaban al este del territorio de Israel (“los hijos del oriente”, v.28b), en el desierto de Arabia (ver los mapas en la p. 85 y 87). Era una zona bastante árida, y la gente vivía en carpas, cuidando ganado (v.29). Sin embargo, ni ellos se escaparían de la invasión de los babilonios (v.28, 30). Estos pueblos eran totalmente lo opuesto a los de Edom. Ellos vivían confiadamente, apartados del resto del mundo; sus centros poblados no tenían “ni…puertas ni cerrojos” (v.31). Pero Dios traería juicio contra ellos (v.32). Jeremías no dice por qué. No detalla grandes pecados. Sin embargo, no por ser “una nación pacífica” (v.31), eran inocentes. Ante los ojos de Dios, todos hemos pecado y estamos destituidos de la gloria de Dios (Rom 3:23).

ELAM (v.34-39)

Este mensaje profético fue revelado a Jeremías al inicio del reinado de Sedequías, el último rey de Judá (v.34). Elam era un reino que estaba situado más allá de Babilonia (ver el mapa en la p. 87); quedaba lejísimo de Jerusalén. Sin embargo, la soberanía de Dios se extendía hasta ese lugar. Por eso Dios enfatiza Su accionar en la destrucción de Elam: “He aquí que yo quiebro el arco de Elam” (v.35). Seguramente, los babilonios serían los instrumentos de este juicio sobre Elam; pero sería Dios, no ellos, quien establecería Su trono en ese lugar (v.38).

Al igual que en varias de estas profecías internacionales, el mensaje concluye con una declaración de la gracia de Dios: “en los últimos tiempos…haré volver a los cautivos de Elam” (v.39). Cuando consideramos que el territorio de Elam queda ahora entre los países de Iraq e Iran, podemos confiar que en los últimos tiempos Dios manifestará Su amor para con esas naciones.

REFLEXIÓN: En estas profecías vemos la severidad y la bondad de Dios. Severidad en Su juicio; pero bondad en Su deseo de hacerles bien al final. Todos los pueblos mencionados en Jer 46-49 son ahora países musulmanes. Tengamos la seguridad que en los últimos tiempos Dios manifestará Su gracia, en revelar Su salvación entre ellos. Pero, ¿cómo se manifiesta la severidad y la bondad de Dios en nuestras vidas, hoy?

22 de Setiembre (Jer 50:1-13) ‘Dos Pueblos; Dos Destinos’

Jeremías concluye esta sección ‘internacional’ con un mensaje dirigido a Babilonia (Jer 50-51). La fecha de este mensaje es el cuarto año del reinado de Sedequías (ver Jer 51:59-60). Babilonia era la nación más poderosa de ese tiempo, y estaba por destruir el pueblo de Judá. Si embargo, Jehová de los ejércitos, el Dios de Judá, alza Su voz, y dirige una palabra “contra Babilonia, contra la tierra de los caldeos” (v.1).

El mensaje de Dios es dramático: “Tomada es Babilonia” (v.2b). Sus dioses (“Bel” y “Merodac”) fueron derrotados, y las imágenes destruidas (v.2c). Dios ordena a Jeremías declarar estos a las naciones. Era algo que iba a ocurrir setenta años después (Jer 29:10), pero Dios lo pone en tiempo pasado (como si ya hubiera ocurrido) para indicar que cuando Dios predice algo, indefectiblemente ocurrirá. ¡Nada puede detener los propósitos de Dios!

Los que escucharon este mensaje por boca de Jeremías habrán quedado muy impresionados. Babilonia era la potencia más grande de ese tiempo, y estaba conquistando nación tras nación. ¡Parecía imparable e invencible! Sin embargo, en realidad, Babilonia era simplemente un instrumento más en las manos de Dios; y una

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vez que Sus propósitos para Babilonia fueran cumplidos, Dios mismo juzgaría a esa gran nación.

El v.3 señala que la nación que iba a destruir a Babilonia vendría del norte. En realidad, no sería una sola nación, sino un conjunto de pueblos, que Dios levantaría contra Babilonia (v.9). Ese conjunto de naciones era básicamente los medos y los persas, que se unirían para formar el siguiente imperio mundial, y derrotarían a Babilonia (ver el mapa en la p. 89).

Al levantar este nuevo imperio, el propósito principal de Dios era la restauración de Su pueblo (tanto ‘Israel’ como ‘Judá’). Luego de un tiempo de disciplina, los judíos “ irán andado y llorando, y buscarán a Jehová su Dios” (v.4). Arrepentidos por sus pecados, “Preguntarán por el camino de Sion” (v.5a). El cuadro que Dios presenta aquí es de un pueblo que se había extraviado de Dios en tal manera que ni sabían como volver a Él, o volver a la ciudad de Jerusalén. Por años fueron expuestos a los ataques de sus enemigos, quienes consideraban que no cometían pecado alguno al atacarlos, porque Dios mismo estaban en su contra (v.7). Sin embargo, el tiempo de la disciplina iba a pasar (ver Is 40:1-2), y Dios pondría a Su pueblo en libertad. Anticipando esta situación, Dios exhorta a Su pueblo, “Huid de en medio de Babilonia, y salid de la tierra de los caldeos” (v.8). Aunque eran ‘ovejas perdidas’, que se habían ‘olvidado de sus rediles’ (v.6), Dios las tomaría y las llevaría personalmente de retorno a Jerusalén (Is 40:11).

El contraste entre el destino del pueblo de Dios, y el destino de Babilonia, es grande. El pueblo de Dios, por la gracia del Señor, iba a volver a Dios “con pacto eterno” (v.5b), y sería restablecido como nación. Pero Babilonia llegaría a ser “la última de las naciones” (v.12), que “no será habitada, sino será asolada toda ella” (v.13). Este es el destino de todos los que desconocen a Dios, y oprimen al pueblo del Señor.

REFLEXIÓN: Babilonia, la superpotencia mundial, quedó destruida porque atacó al pueblo de Dios. Israel, a pesar de experimentar la disciplina de Dios, fue restaurado, y ahora es un pueblo poderoso. Alegrémonos de ser parte del pueblo de Dios; parte de ese ‘pueblo especial’, del cual Pedro habla en 1 Ped 2:9-10.

23 de Setiembre (Jer 50:14-46) ‘La Grandeza y el Carácter de Nuestro Redentor’

En forma dramática y poética, Jeremías describe la destrucción de Babilonia. Será destruida por “un pueblo del norte…una nación grande” (v.41; ver v. 9); una nación cruel y sin compasión (v.42). Dicha nación vendría con arco y flecha (v.14, 29), con lanza (v.42), con espada (v.35-37), y con una poderosa caballería (v.42).

El resultado del ataque de los medo-persas sería la destrucción total de Babilonia. No sólo morirían los soldados (v.30), sino también los animales (v.27); aun las cosechas serían consumidas (v.16). Los tremendos muros de la ciudad serían derribados (v.15) El resultado de todo esto sería que la gran Babilonia, conocida como “el martillo de toda la tierra” (v.23), sería cortada y destruida (v.26). Vendría a ser un lugar abandonado; la morada sólo de animales salvajes (v.39). Dios compara la destrucción de Babilonia con la de Sodoma y Gomorra (v.40), y predice que dicha destrucción impactaría a las naciones de la tierra (v.46).

Si Babilonia fue un instrumento en las manos de Dios, para disciplinar a Judá, ¿por qué es Dios tan severo en Su juicio contra Babilonia? Este pasaje nos presenta una serie de razones.

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- “pecó contra Jehová” (v.14b). Cumplió la voluntad de Dios, sí; pero no lo hizo para agradar a Dios, o como un acto de obediencia, sino por razones egoístas.

- “provocaste a Jehová” (v.24b).- “la venganza de su templo” (v.28). Los babilonios destruyeron el templo de

Dios en Jerusalén; ahora sus templos sería derribados.- “contra Jehová se ensoberbeció” (v.29b). Babilonia fue caracterizada por

mucho orgullo (v.31-32).- “no los quisieron soltar” (v.33). Dios permitió a Babilonia conquistar a

Jerusalén, y tomar a los judíos como presos; pero, cuando llegó el momento de saltarlos, los babilonios no lo quisieron hacer (al igual que los egipcios, siglos antes).

Babilonia (al igual que Asiria) fue muy cruel al atacar al pueblo de Dios (v.17b). Por eso Dios determinó castigar a Babilonia (v.18), y a vengarse de esa ciudad (v.15b). El propósito de Dios no era simplemente castigar a Babilonia, sino liberar a Su pueblo (v.19). Dios perdonaría sus pecados (v.20), y ellos volverían a su tierra (v.28).

Es interesante notar los términos que Dios usa para describirse a Sí mismo, en este pasaje:

- “Jehová de los ejércitos” (v.18). Los ejércitos de este mundo son Sus instrumentos (v. 25).

- “el Santo de Israel” (v.29b). Los babilonios ofendieron a Dios con sus pecados.- “el Señor” (v.31). Aunque el rey de Babilonia se consideraba una gran persona,

sólo Jehová, el Dios de Israel, es el verdadero Señor de toda la tierra.- “el Fuerte” (v.34). Israel se sentía débil porque se había apartado de Dios. Pero

cuando Dios interviene para salvar a Su pueblo, se manifiesta como el Poderoso de Israel.

REFLEXIÓN: ¿Está Dios a favor de nosotros o en contra de nosotros? ¿Conocemos la grandeza de Su ser, como el único y verdadero Dios? Cuán importante es conocer a nuestro Redentor (v.34).

24 de Setiembre (Jer 51:1-19) ‘Dios: el Formador de Todo’

Habiendo narrado tantos capítulos de juicio contra Judá, es apropiado que Jeremías termine con dos largos capítulos dedicados a describir el juicio que iba a caer sobre Babilonia. Aunque Babilonia fue un instrumento en las manos de Dios, para derramar Su juicio contra las naciones (v.7), la verdad es que nunca dejó de ser más que eso - un instrumento. Y en estos dos capítulos, Jeremías predice lo que un día pasaría con ese ‘instrumento’, el gran imperio de Babilonia.

A pesar del testimonio de personas como Daniel, y la experiencia de Nabucodonosor en Dan 2-4, los babilonios rehusaron doblegarse ante de Dios. Más bien, se rebelaron contra Él (v.1b); ver Dan 5:2-4. Por eso Dios vino a ser como “un viento destruidor” (v.1). Por medio de Jeremías, Dios anuncia que en el futuro Él enviará “aventadores” (v.2), en la forma de los medo-persas, quienes “vaciarán su tierra” (v.2). Eso se cumplió uno sesenta años después, y leemos de ello en Dan 5:30-31. La muerte y destrucción fueron terribles (v.3-4).

Pero la destrucción de Babilonia daría lugar a la libertad de los judíos (ver Esdras 1:1-4). Por eso, Dios exhorta a Su pueblo anticipadamente, “Huid de en medio de Babilonia y librad cada uno su vida” (v.6). Esta exhortación nos hace recordar la que tenemos en Apo 18:2-4, con relación a la ‘Gran Babilonia’ de los últimos tiempos. También nos hace ver el gran contraste entre Babilonia y el pueblo de Dios. Ambos

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pueblos pecaron, pero “Israel y Judá no han enviudado de su Dios” (v.5). Es decir, Dios no los desechó para siempre, como ocurrió con Babilonia. Aquí vemos la gracia de Dios manifestada a Su pueblo.

En el v.10 leemos, “Dios sacó a la luz nuestras justicias”. Estas palabras no deben ser interpretadas como si el profeta estuviera diciendo que el pueblo de Dios se había portado bien. Claramente no lo habían hecho (v.5b). Si ellos tenían algo de ‘justicia’, era sólo la justicia que Dios les concedió (Jer 23:6). Pero es más probable que las “justicias” que el profeta menciona aquí son las ‘justas demandas’ de los judíos, frente al maltrato de los babilonios. Así lo traduce la Reina Valera Actualizada.

Es a la luz de la gracia de Dios manifestada a Su pueblo, que el profeta exhorta a sus conciudadanos, “venid, y contemos en Sion la obra de Jehová nuestro Dios” (v.10b). Dios obra para Su gloria; y cuando hemos experimentado la gracia de Dios, nuestro deber es hablar de ello, y honrar Su nombre. Como leemos en Sal 102:19-21, Dios libera a los sentenciados a muerte (= los exiliados), para que se “publique en Sion el nombre de Jehová, y Su alabanza en Jerusalén”.

En el v.11, Dios nombra quienes vencerían a Babilonia – “los reyes de Media”. Aunque los babilonios traten de defender su imperio y su capital, Dios ha decretado el fin de Babilonia (v.12-13). ¿Por qué está tan seguro Jeremías de ello? Porque Dios no sólo es “Jehová de los ejércitos” (v.14), sino que Él es el Creador de los cielos y la tierra (v.15-16). ¡Su poder es infinito! En cambio, hablando de los hombres y de los ídolos, Dios dice: “no tiene ciencia…no tiene espíritu” (v.17). Todos ellos son ‘vanidad’ (v.18). Pero Dios “no es como ellos…él es el Formador de todo…” (v.19).

REFLEXIÓN: Con justa razón Pablo declara que si Dios está a favor nuestro, ¿quién podrá estar en contra de nosotros? Con Dios somos más que vencedores. Pero para estar seguros de ello, y para experimentarlo en la práctica, tenemos que pasar tiempo en la presencia de Dios, y llenar nuestras mentes del conocimiento de Su grandeza. ¿Lo hacemos?

25 de Setiembre (Jer 51:20-64) ‘Los Reinos de este Mundo son de Nuestro Dios’

Como ya hemos visto, Babilonia fue un instrumento de juicio en las manos de Dios (v.7). Fue un “martillo”, por medio del cual Dios castigó a las naciones (v.20-23; ver Jer 50:23). Recordemos que cuando Dios reveló este mensaje profético a Jeremías, la última invasión de Nabucodonosor aún no se había dado. Era el cuarto año del reinado de Sedequías (ver el v.59), y por alguna razón, Sedequías había ido a Babilonia a visitar al rey Nabucodonosor. Fue seis años después, que Nabucodonosor invadió Palestina, cumpliendo la profecía mencionada en los versos 20-23.

Una vez cumplido el propósito de Dios, Babilonia también caería bajo Su juicio. Ese juicio sería específicamente por todo el mal que Babilonia hizo contra el pueblo de Dios (v.24, 34-36a, 49, 51). En los v.25-27, Dios advierte que castigará a Babilonia por ser un “monte destruidor” (v.25). Y el instrumento de ese castigo sería “los reinos de Ararat, de Mini y de Askenaz” (v.27), y “los reyes de Media” (v.28). Ellos serían el nuevo instrumento en las manos de Dios, para castigar a Babilonia (v.29). El juicio sería devastador (v.37-41). El “mar”, mencionado en el v.42, no debe ser tomado literalmente. Se refiere a un gran ejército que vendría contra Babilonia como un ‘tsunami’.

Otro elemento del juicio de Dios es la idolatría (v.44, 47, 52). Esa idolatría se manifestó precisamente en el momento de la caída de Babilonia (Dan 5:3-4). Daniel conocía bien el ministerio de Jeremías, e indudablemente conocía de esta profecía (ver

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Dan 9:2). Por la confianza que Daniel tenía con Nabucodonosor, es obvio que Daniel habría querido compartir este mensaje profético con él. Belsasar también habría escuchado el contenido de Jer 51. Es probable que su acción en Dan 5:3-4 fue precisamente un acto de desafío y rebeldía contra Jehová, y lo que Él había dicho acerca de Babilonia en estos dos capítulos (Dan 5:22-23). Por eso el juicio de Dios fue tan severo y drástico (Dan 5:5, 25-31).

Recordemos que esta profecía fue dada cuando Babilonia estaba en su apogeo. Nada parecía poder detener su avance y sus conquistas. Sin embargo, Dios dice, “Aunque suba Babilonia hasta el cielo, y se fortifique en las alturas, de mí vendrán a ella destruidores” (v.53). Y, ¿quién es el Dios que dice eso? Es “el Rey, cuyo nombre es Jehová de los ejércitos” (v.57; ver Jer 46:18; 48:15).

Ante este juicio, Dios una vez más exhorta a Su pueblo, “Salid de en medio de ella, pueblo mío, y salvad cada uno su vida…” (v.45; ver v.6). Él sabía de antemano que el avance del ejército medo-persa causaría pánico en los habitantes de Babilonia. Por eso le dice a los exiliados de Judá, “no desmaye vuestro corazón, ni temáis a causa del rumor que se oirá por la tierra…” (v.46). Algo similar es lo que Dios nos dice cuando meditamos en los eventos relacionados con los últimos tiempos, y nos da miedo pensar en los juicios que vendrán sobre la tierra antes de la Segunda Venida.

El pasaje termina con unos detalles acerca del momento histórico en que Dios reveló esta profecía a Jeremías (v.59-64). Y así concluye el libro escrito por Jeremías (v.64b).

REFLEXIÓN: Los reinos de este mundo parecen ser tan poderosos; pero un día se acabarán, al igual que Babilonia. En ese día, Cristo será el “Rey de reyes” (Apo 11:15). Hagamos eco de la adoración de los 24 ‘ancianos’ (Apo 11:16-18), y vivamos a la luz del triunfo de Cristo.

26 de Setiembre (Jer 52:1-34) ‘La Justicia y la Fidelidad de Dios’

Este último capítulo de Jeremías es un apéndice histórico, escrito por otra persona. Narra la caída de Jerusalén, predicha por Jeremías a lo largo de casi todo su ministerio. Nabucodonosor sitió la ciudad por un año y medio (v.4-5), hasta que el hambre se apoderó de la población (v.6). El rey Sedequías procuró escapar (v.7), pero fue apresado por los babilonios (v.8). Él tuvo que presenciar la muerte de sus propios hijos (v.10), antes que le quitaran los ojos (v.11). Terminó su vida en la cárcel, ciego. ¡Qué fin más triste, para un hombre que se atrevió a resistir a Dios!

El fin de Jerusalén también fue sumamente triste. El hermoso templo de Salomón fue destruido (v.13a), y toda la ciudad fue arrasada (v.13b-14). Muchas personas fueron llevadas al exilio (v.15). Sólo quedaron los más pobres, para ser “viñaderos y labradores” (v.16). Todas las cosas del templo fueron llevadas a Babilonia (v.17-23), deshonrando a Dios. También muchos de los líderes del pueblo (v.24-25), tanto espirituales como seculares, fueron llevados prisioneros a Babilonia, donde fueron asesinados (v.26-27). De este modo la profecía de Jeremías se cumplió. Si se hubieran entregado a Nabucodonosor, mucho de este sufrimiento se habría evitado (Jer 38:17-18). ¡Cuán caro resulta ser la desobediencia a Dios!

Hay ciertas discrepancias entre las fechas y las cifras mencionadas en los v. 28-30, y lo que leemos en 2 Rey 24. En primer lugar, las tres fechas mencionadas aquí son los años 7, 18 y 23 del reinado de Nabucodonosor. Sin embargo, Dan 1:1 y 2:1 indican que la primera conquista de Jerusalén fue en el primer año de Nabucodonosor (ver 2 Rey 24:1 y 2 Crón 36:5-7); la segunda, en el octavo año de su reinado (2 Rey 24:12); y la tercera, en el año diecinueve de su reinado (porque Sedequías reinó 11 años, antes que Nabucodonosor lo llevara a Babilonia, acabando con la nación de Judá; 2 Rey

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24:18). Quizá la mejor forma de reconciliar estas fechas es decir que en Jer 52, el autor no toma nota de la primera conquista de Jerusalén. El autor señala la segunda y la tercera conquista por la fecha en que se inició el ataque contra Jerusalén (‘siete’ en vez de ‘ocho’, y ‘dieciocho’ en vez de ‘diecinueve’). Y finalmente, nota una cuarta deportación de judíos (en el año veintitrés del reinado de Nabucodonosor), que los autores de Reyes y Crónicas no mencionan.

En cuanto a las cifras de personas deportadas, los v.28-30 señalan que sumaron 4,600, entre las tres conquistas de Jerusalén. Sin embargo, 2 Rey 24:14 menciona la cifra de 10,000 deportados en un solo ataque contra Jerusalén. Quizá mucha de la diferencia en estas cifras se deba a que el autor de Jer 52 sólo menciona la cifra de civiles que fueron llevados al exilio, mientras que en 2 Rey 24, la cifra de 10,000 incluye los soldados (ver 2 Rey 24:16). El libro de Jeremías concluye con una noticia positiva. El rey Joaquín, quien fue el único en entregarse a los babilonios (2 Rey 24:12), terminó su vida disfrutando del favor de Evil-merodac, el hijo de Nabucodonosor, quien heredó el trono de Babilonia. Joaquín comenzó a reinar cuando tuvo 18 años, y sólo reinó tres meses. Por lo tanto, para el año 37 de su cautiverio (Jer 52:31), Joaquín ya tenía 55 años.

REFLEXIÓN: Los habitantes y reyes de Jerusalén que NO obedecieron a Dios, sufrieron muerte y destrucción; sin embargo, Joaquín, el que SÍ obedeció a Dios, disfrutó al final la bendición de Dios, aunque tuvo que esperar treintaisiete años. Dios a veces tarda en recompensarnos (para probar nuestra fe), pero a la larga, es fiel a Sus promesas.

INTRODUCCIÓN A LAMENTACIONES

En el canon hebreo (la lista oficial de los libros sagrados de los judíos), el libro de Lamentaciones está en la tercera división, conocida como ‘Los Rollos’ (después de ‘La Ley’ y ‘Los Profetas’). Es el tercer libro en esa división. Tradicionalmente, los judíos leen este libro el noveno día del mes de Ab (en julio, en nuestro calendario), cuando los judíos celebran la destrucción del templo. Fue en la Septuaginta (la traducción del Antiguo Testamento al idioma griego), que Lamentaciones fue colocado después de Jeremías.

El libro de Lamentaciones consiste de cinco poemas (uno por capítulo). Los primeros cuatro son poemas acrósticos, en los que cada verso comienza con la siguiente letra del alfabeto hebreo. Como el alfabeto hebreo tiene 22 letras, cada capítulo tiene 22 versos (el capítulo 3 tiene 66 versos, porque los versos están agrupados en grupos de tres).

El texto de Lamentaciones no indica quien fue el autor. Sin embargo, los estudiosos judíos consideraban que fue escrito por Jeremías. Por el contenido, podemos afirmar que el autor fue un testigo presencial de la conquista de la ciudad de Jerusalén. Y, tanto el estilo literario, como la profundidad de los sentimientos expresados, coinciden con lo que encontramos en el libro de Jeremías. De ser así, entonces afirmaríamos que el libro de Lamentaciones fue escrito poco después de la caída de Jerusalén, que ocurrió en el año 587 a.C.

Una lectura de los cinco capítulos indica que el propósito del autor era describir el sufrimiento que los judíos experimentaron cuando la ciudad de Jerusalén cayó en manos de los babilonios. Lamentaciones también indica la causa de tanto sufrimiento

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– el pueblo de Dios era culpable de apostasía espiritual. Por lo tanto, se podría decir que el propósito final de Jeremías, al redactar este libro, fue defender la justicia de Dios, y explicar por qué, a pesar del pacto establecido por Dios, Él permitió que una nación pagana conquistara la capital de Su pueblo, y destruyera Su templo, que era considerado la morada terrenal de Dios. En ese sentido, la destrucción de Jerusalén es un paralelo de la muerte de Cristo en la cruz. En ambos casos, una nación pagana (los babilonios/los romanos) destruyeron la morada terrenal de Dios (el templo/el cuerpo de la encarnación), en un contexto de apostasía espiritual por parte del pueblo de Dios.

El libro de Jeremías ilustra el principio establecido siglos antes, por el profeta Oseas. Los que siembran el viento, cosecharán el torbellino (Oseas 8:7). Por siglos, el pueblo de Dios (tanto Israel como Judá) habían cometido pecado, y no se habían arrepentido. Ahora había llegado el tiempo de ‘cosechar’ todo lo que habían ‘sembrado’. Se olvidaron de Dios por años; ahora Dios se iba a ‘olvidar’ de ellos. Si embargo, Jeremías no pierde la esperanza de experimentar una vez más la misericordia de Dios. Por eso, en medio del libro tenemos una tremenda afirmación de fe y esperanza:

“Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias.

Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad”

(Lam 3:22-23)

27 de Setiembre (Lam 1:1-11) ‘El Precio de la Rebelión’

Jeremías comienza este poema (que es en realidad un lamento sobre la destrucción de Jerusalén) describiendo las consecuencias de la conquista de la ciudad, y explicando por qué Dios lo permitió. La gran ciudad de David, la “señora de provincias” (v.1), una ciudad “grande entre las naciones” (v.1), había quedado vacía y abandonada como una viuda. Jeremías presenta a la ciudad llorando amargamente, sin consuelo (v.2a). Sus “amantes” y sus “amigos” (es decir, las naciones vecinas en las que los líderes de Judá confiaban, y quizá también, los dioses falsos de esas naciones) la habían fallado y abandonado completamente (v.2b). Como consecuencia, la nación entera fue llevada al cautiverio (v.3).

El v.4 presenta un cuadro conmovedor de la situación en la que quedó la ciudad de Jerusalén.

- Los caminos de acceso a la ciudad, y las veredas en la capital, estaban desiertas. Nadie atendía a las tres fiestas anuales que Dios había establecido. No tenía sentido ir, porque el templo estaba destruido; y sin el templo no se podía ofrecer sacrificios.

- Las puertas de Jerusalén estaban “asoladas”. En realidad, estaban quemadas. Ese era el lugar donde los ‘ancianos’ del pueblo se reunían.

- Los sacerdotes gemían a causa de la destrucción del templo. No tenían nada que hacer; y no podían vivir, porque nadie les daba ofrendas.

- Las doncellas, que normalmente se alegraban en su virginidad, anticipando el gozo del matrimonio, estaban ahora tristes y amargas.

A manera de contraste, Jeremías se queja que los “enemigos” de Judá han sido elevados a ser “príncipes”; “sus aborrecedores fueron prosperados” (v.5a). Fue

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doloroso para Jeremías, porque evidenciaba que la promesa hecha a Abraham no se estaba cumpliendo (Gén 12:3). ¡Eso era muy preocupante!

La explicación está en el v.5b, “Porque Jehová la afligió por la multitud de sus rebeliones”. El pueblo de Dios había cometido serios pecados (v.8a), estaba lleno de “inmundicia” (v.9a). Por eso Dios castigó a Su pueblo. Esa ‘aflicción’ o disciplina tomó la forma del exilio babilónico (v.5c). Jerusalén perdió toda la hermosura descrita en el Sal 48 (v.6a). Los líderes de la nación perdieron su poder y autoridad (v. 6b). Los enemigos de Judá saquearon la ciudad, y se llevaron todas las cosas preciosas del templo (v.10). Como consecuencia del ataque de los babilónicos, los pobladores de Jerusalén quedaron sin pan (v.11a). En su desesperación, tuvieron que vender sus tesoros “para entretener la vida” (v.11b); es decir, para ‘salvarse del hambre’.

Estas cosas afligieron mucho a Jeremías, quien tuvo que presenciar todo esto. Por eso exclama, “Mira, oh Jehová, mi aflicción…” (v.9b). Aunque debemos notar que la frase paralela, al fin del v.11, tiene la forma femenina (“Mira, oh Jehová, y ve que estoy abatida”, v.11), que da a entender que la persona que habla no es tanto Jeremías, sino la ciudad de Jerusalén, personificada como una mujer (“la hija de Sion”, v.6a).

REFLEXIÓN: Si decidimos rebelarnos contra Dios, y no hacer caso a Su Palabra, tenemos que estar preparados para la disciplina que vendrá.

28 de Setiembre (Lam 1:11-22) ‘Aprendiendo del Dolor Ajeno’

En Heb 12:11 leemos que la disciplina de Dios produce tristeza. En este pasaje tenemos un ejemplo claro de ello. La persona que habla, no es tanto el profeta Jeremías, sino la ciudad de Jerusalén, personificada como una mujer dolida: “la virgen hija de Judá” (v.15b). Eso queda claro por el uso de la forma femenina en expresiones como: “me dejó desolada” (v.13), y “estoy atribulada” (v.20).

El dolor de Jerusalén fue muy fuerte (v.12a). Se debe, como ella dice, a que “Jehová me ha angustiado en el día de su ardiente furor” (v.12b). ¿Cómo lo hizo? Notemos algunas de las expresiones que ‘Jerusalén’ usa para describir su experiencia:

- “Desde lo alto envió fuego que consume mis huesos;Me dejó desolada, y con dolor todo el día” (v.13).

- “Me ha entregado el Señor en manos contra los cuales no podré levantarme” (v.14b).

- “El Señor ha hollado a todos mis hombres fuertes en medio de mí; Llamó contra mí compañía para quebrantar a mis jóvenes; Como lagar ha hollado el Señor a la virgen hija de Judá” (v.15)

- “Jehová dio mandamiento contra Jacob, que sus vecinos fuesen sus enemigos” (v.17b).

Pero en nada de esto hay una actitud de reclamo, por parte de Jerusalén. Ella sabe que cometió pecado, y que provocó la ira de Dios. Por eso declara, “Jehová es justo; yo contra su palabra me rebelé” (v.18a); “me rebelé en gran manera” (v.20b).

En el v.14 tenemos unas palabras sumamente tristes, “El yugo de mis rebeliones ha sido atado por su mano”. El “yugo” se refiere a la disciplina de Dios, provocada por las rebeliones de Jerusalén (ver Deut 28:48). En este caso, el ‘yugo’ (que normalmente se colocaba sobre el cuello de un buey para jalar el arado) ha sido atado por la mano de

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Dios. Eso significa que Dios fue quien colocó el ‘yugo’ sobre el cuello de Jerusalén, y que habiéndolo atado, el ‘yugo’ está muy seguro. ¡Nadie lo podrá desatar!

Con razón, la ‘mujer’ llora desconsoladamente (v.16a). No tiene quien la consuele (v.17a; 21a); confiesa, “se alejó de mí el consolador que dé reposo a mi alma” (v.16b). Sus hijos han sido “destruidos” (v.16c), llevados al exilio (v.18c). Sus “amantes” la han abandonado (v.19a). Obviamente no puede pedir a Dios que la consuele, dado a que es Él quien la está afligiendo. Así que, lo único que le queda hacer ahora es llorar amargamente.

Ante esta situación, la ‘mujer’ se dirige a terceras personas. Su propósito no es tanto buscar consolación, sino que otros aprendan de su dolor. “¿No os conmueve a cuantos pasáis por el camino? Mirad, y ved si hay dolor como mi dolor que me ha venido” (v.12a). “Oíd ahora, pueblos todos, y ved mi dolor” (v.18b). Como enseña Pablo, en 1 Cor 10:11, estas cosas ocurrieron y fueron redactadas, para nuestro provecho espiritual; para que nosotros aprendamos a no rebelarnos contra Dios.

REFLEXIÓN: ¿Qué sentimos al leer este pasaje? ¿Seremos tan insensatos como para repetir la historia en nuestra vida personal? ¡Seamos sabios!

29 de Setiembre (Lam 2:1-22) ‘El Ardor de la Ira de Dios’

Este capítulo está dividido en tres partes:

i. La manifestación de la ira de Dios (v.1-9).ii. El sufrimiento del pueblo de Dios (v.10-19).iii. La queja del profeta Jeremías, ante tanto sufrimiento (v.20-22)

Por muchos años, Dios soportó con tremenda paciencia los pecados y la rebelión de Su pueblo. Pero cuando vino el juicio de Dios, llegó con fuerza. En los primeros versos de este pasaje, Jeremías enfatiza el “furor” de Dios contra Su pueblo (v.1-2). La ira de Dios se derramó sobre Judá, como un fuego consumidor (v.3; Is 33:14 y Heb 12:29).

Es impactante notar los verbos: “Derribó” (v.1); “Destruyó” (v.2); “Humilló” (v.2b); “Cortó” (v.3); “Quitó” (v.6); “Desechó” (v.7). ¡Cuando Dios se propone manifestar Su ira, los efectos son devastadores! La hermosura de Israel fue derribada (v.1); “las tiendas de Jacob” (= casas) fueron destruidas (v.2b); las fortalezas de la nación fueron tiradas abajo (v.2c); los líderes del pueblo fueron quebrantados (v.2d); el poderío de Judá fue cortado. El fuego de la ira de Dios devoró todo (v.3b), destruyendo todo lo que era hermoso (v.4b). ¡Qué trágico!

Dios, que era el Pastor de Israel (Sal 23), se volvió Su enemigo (v.4-5), y la ciudad de Jerusalén pagó un precio muy alto. Todas las casas elegantes, como los “palacios”, fueron destruidos (v.5); la ciudad quedó “como enramada de huerto” (v.6a). Aun el templo sufrió los estragos de la ira de Dios. El Señor hasta desechó Su santuario y el altar (v.7a), porque todo estaba contaminado con el pecado. Como consecuencia, Su pueblo dejó de ofrecer los sacrificios que Él había estipulado, y la gente se olvidó de las fiestas espirituales y los días de reposo (v.6b).

Luego de tanta paciencia, el Señor estaba determinado destruir a Jerusalén (v.8a). Por lo tanto, “Extendió el cordel” (v.8b), no para construir la ciudad, sino para derribarla. El resultado fue que los grandes muros de la ciudad, y las tremendas puertas que daban acceso a Jerusalén, fueron derribadas y destruidas (v.8b-9a).

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Obviamente, la destrucción física de Jerusalén produjo tremendo sufrimiento humano. Esto afectó a los “ancianos” y a las “vírgenes” (v.10). Los niños padecían de hambre, y se morían en los brazos de sus madres (v.11b-12). Jeremías vio todo eso, y lloró hasta cansarse (v.11a), diciendo: “...grande como el mar es tu quebrantamiento; ¿quién te sanará?” (v.13b). Pero también supo a quién echarle la culpa – a los falsos profetas (v.14).

Con suma tristeza, Jeremías describe la burla de los enemigos (v.15-17). Reconoce que Dios es soberano, aun en la destrucción de Jerusalén (v.17a). Sin embargo, llama al pueblo a clamar a Dios, por si acaso Él tuviera misericordia (v.18-19). Él mismo se puso a orar (v.20), viendo los cadáveres de los niños y de los jóvenes en las calles (v.21).

REFLEXIÓN: La ira de Dios es algo sumamente peligroso. Lo más sensato sería dejar todo pecado y rebelión, y rendirnos a los pies del Señor. No provoquemos más la ira de Dios, sino vivamos en tal manera que disfrutemos Su amor y compasión.

30 de Setiembre (Lam 3:1-21) ‘Los Sufrimientos del Siervo de Dios’

En los primeros dos capítulos, Jeremías describe el sufrimiento de la ciudad de Jerusalén; en este capítulo, describe su propio sufrimiento. Jeremías, como siervo de Dios, fue llamado a predecir el juicio de Dios sobre Judá, y también a presenciarlo. Por eso comienza el capítulo confesando, “Yo soy el hombre que ha visto aflicción bajo el látigo de su enojo” (v.1). Sin embargo, el énfasis en este pasaje no es tanto el sufrimiento de Jerusalén, sino su propio sufrimiento como profeta. Y el lenguaje que usa es bastante fuerte.

Lo primero que notamos es la manera en que Jeremías acusa a Dios de ser la Persona que causó su sufrimiento. Casi todo los verbos tienen a Dios como el agente (el que hace la acción): “Me guió y me llevó en tinieblas” (v.2); “contra mi volvió y revolvió su mano” (v.3); “Hizo envejecer mi carne” (v.4); “Edificó baluartes contra mi” (v.5), etc. Jeremías escribe así, para resaltar la soberanía de Dios en su vida. Fue Él quien lo llamó a ser profeta; y por lo tanto, fue Él quien causó todo su dolor y angustia.

¿Qué nos enseña esto? Varias cosas importantes, que debemos meditar:

1. Servir a Dios no es siempre fácil. Desde el momento que lo llamó, Dios le advirtió a Jeremías que su ministerio sería difícil (Jer 1:8, 10, 17-19). Este pasaje lo confirma. Jeremías se ‘envejeció’ en el ministerio (v.4), sintiendo a veces que aun Dios estaba en su contra (v.10-12).

2. Servir a Dios a veces involucra dolor y sufrimiento. Parte del dolor de Jeremías en el ministerio fue el hecho que Dios no contestó sus oraciones (v.8); por ejemplo, cuando pedía a Dios que concediera al pueblo la gracia de arrepentirse.

3. El siervo de Dios a veces sufre a manos del pueblo de Dios. Eso queda claro por lo que leemos en el v.14. A lo largo de su ministerio, el pueblo de Judá rechazó a Jeremías, y lo atacó en muchas maneras.

4. El siervo de Dios no es siempre protegido del juicio de Dios que cae sobre los que hacen el mal. Cuando el juicio de Dios cayó sobre Jerusalén, Jeremías no

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escapó las consecuencias de ello. Cuando los babilonios sitiaron la ciudad, Jeremías sufrió hambre y sed, al igual que los demás habitantes.

A pesar de que Jeremías se expresa con lenguaje muy fuerte (por ejemplo, acusando a Dios de quebrar sus dientes, v.16), él no dejó de confiar en Dios. Esto habla de la firmeza de su fe, y de su madurez espiritual. Aunque sus emociones quedaron destrozadas (v.20), siguió confiando en Dios. Por eso termina el pasaje orando al Señor (v.19), y apelando a su misericordia – de la cual hablará a partir del v.22. Y al orar, afirma su fe, diciendo: “Esto recapacitaré en mi corazón, por lo tanto esperaré” (v.21).

REFLEXIÓN: El ministerio de Jeremías es un buen antídoto contra aquellos que describen en manera muy triunfalista el ministerio cristiano. Es cierto que con Cristo somos más que vencedores; pero somos vencedores EN el sufrimiento. Cristo sufrió por la Iglesia (Is 53:3-13), y los siervos de Dios comparten ese sufrimiento (Col 1:24). Un día, recibirán la corona de la vida.

1 de Octubre (Lam 3:22-41) ‘Esperando en Dios’

En estos versos, el profeta manifiesta una actitud mucho más positiva. Deja atrás sus quejas contra Dios (v.1-18), y comienza a hablar de la misericordia de Dios. ¿Por qué? ¿Qué es lo que ha hecho la diferencia? Simplemente se ha puesto a ‘recapacitar’ (v.21); a meditar en lo que Dios estaba haciendo en medio de la destrucción de Jerusalén. Esto nos enseña una lección muy importante. Cuando nos encontramos en circunstancias adversas, y damos rienda suelta a nuestras emociones, probablemente nos hundiremos en la depresión espiritual. Pero si nos ponemos a meditar en por qué Dios ha permitido esas circunstancias adversas, enfocaremos sobre la soberanía de Dios, y Sus buenos propósitos para con Sus hijos. Eso nos animará enormemente.

La palabra en hebreo, traducida “misericordia” en la primera parte del v.22, es ‘jesed’. Esa palabra significa ‘fidelidad’ o ‘el amor fiel’ (ver el v.23b, “grande es tu fidelidad”). Aunque Dios permitió que los babilonios arrasaran con la ciudad de Jerusalén, no todos los habitantes murieron. En realidad, muchos judíos sobrevivieron. ‘Eso se debe’, dice Jeremías, ‘a la fidelidad de Dios’. Aunque Su pueblo le fue infiel, Dios permaneció fiel a ellos (2 Tim 2:13).

En los v.25-33, tenemos una serie de instrucciones acerca de cómo reaccionar cuando estamos bajo la disciplina de Dios. Primero, debemos ‘esperar’ en Dios (v.25). Eso no significa simplemente esperar que pase el tiempo hasta que Dios haga algo, sino estar en Su presencia; meditar en Él y en Sus propósitos. Luego, habiendo meditado sobre los propósitos de Dios, debemos tener paciencia, y esperar que Dios haga algo (v.26; el verbo en hebreo aquí es diferente). En tercer lugar, debemos aprender a soportar lo que Dios nos manda (v.27-30). Las circunstancias adversas son como un “yugo”, que va formando nuestro carácter (v.27). Finalmente, debemos entender que Dios no nos dejará en la prueba, sino que cumplirá Sus propósitos (v.31-33). Él no entristece a los creyentes sin tener una buena razón (v.33).

‘Hay ciertas cosas que el Señor no aprueba’, dice Jeremías; esas incluyen opresión, malicia e injusticia (v.34-36). Obviamente, si Él no las aprueba, tampoco las cometerá. Por lo tanto, lo que pasó en Jerusalén no fue ninguna de esas tres cosas. Ante esta realidad, ningún judío tenía derecho de lamentarse por la destrucción de Jerusalén (v.39a). Más bien, lo que debían hacer era lamentarse por su pecado (v.39b); porque fue su pecado lo que provocó la disciplina de Dios.

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Pero lamentarse por sus pecados no sería suficiente. Tendrían que hacer ciertas cosas específicas, que Jeremías menciona en los v.40-41. Evaluar bien su forma de vida (v.40a); buscar a Dios de todo corazón, y volver a Él (v.40b); levantar sus voces al cielo, clamando a Dios por Su perdón (v.41).

En medio de la desolación que sentía, por la destrucción de Jerusalén, Jeremías reafirmó dos cosas fundamentales. Jehová era su “porción” (v.24; ver Sal 16:5; 73:26); y, Dios es bueno “a los que en él esperan” (v.25; ver Is 30:18). Sin embargo, lo importante era “esperar en silencio” (v.26). No un ‘silencio’ absoluto, sino un ‘silencio’ de fe; callando y rehusando criticar a Dios por lo que estaba pasando.

REFLEXIÓN: Si estamos pasando por momentos difíciles, ¿estamos reflexionando sobre el carácter de Dios, procurando entender Sus propósitos en nuestras vidas? Pidamos a Dios la gracia para ‘esperar’ en Él, y no dejarnos hundir en la tristeza y el desaliento espiritual.

2 de Octubre (Lam 3:42-66) ‘La Diferencia entre el Justo y el Injusto’

Jeremías terminó la sección anterior, exhortando al pueblo a evaluar bien sus vidas, y a volver a Dios en arrepentimiento (v.40-41). Lo triste es que el pueblo de Dios le había sido infiel (v.42a), y Él ahora no estaba dispuesto a perdonar sus pecados (v.42b). Al usar la frase, “tú no perdonaste”, lo que Jeremías quiere decir es que Dios no había cancelado la orden de castigar a Jerusalén (v.43a). Al parecer, Dios no había escuchado la oración de Su pueblo (v.44). Y por eso, ellos seguían sufriendo terriblemente (v.45-47). Ante esta realidad, el profeta expresa su profundo dolor, “por el quebrantamiento de la hija de mi pueblo” (v.48b). Lloraba tanto, que sus ojos eran como “Ríos de aguas” (v.48a). No cesaba de llorar (v.49a), porque Dios no cesaba de castigar (v.49b-50).

El problema para Jeremías no era sólo el sufrimiento de Jerusalén, sino su propio sufrimiento, a manos de sus enemigos – los mismos judíos (v.52-54 y 61-63). Ellos persiguieron a Jeremías, porque él denunciaba sus pecados, y predecía el juicio sobre Judá. La persecución fue totalmente injusta (“sin haber por qué”, v.52b). Jeremías fue echado en la cisterna (v.53), como leemos en Jer 37:15-16 y 38:6-10. Aunque habría que notar que las palabras, “Aguas cubrieron mi cabeza” (v.54), son una expresión poética (Jer 38:6); no eran ‘aguas’ literales, sino ‘aguas’ de dolor y sufrimiento. Quizá Jeremías tenía en mente Sal 69:1-2 o 124:3-5.

En medio de ese sufrimiento, Jeremías clamó a Dios (v.55), y Dios escuchó su oración (v.56). El mensaje de Dios a Su siervo fue muy sencillo: “No temas” (v.57b). La intervención de Dios animó mucho al profeta. Él vio su sufrimiento, ‘abogó’ su causa, lo defendió, y redimió su vida (v.58-59). La presencia de Dios, en medio del dolor, fue un gran alivio para Jeremías (v.57a). Dios sabía perfectamente bien todo lo que los enemigos de Jeremías estaban pensando (v.60), planeando (v.61), y hablando (v.62). Él era el tema de su “canción” (v.63b); ‘canciones’ de burla y menosprecio.

Ante tanto odio, y animado por la intervención de Dios, Jeremías da rienda suelta a sus sentimientos, y pide a Dios que castigue a sus enemigos (v.64-66). El lenguaje del profeta es fuerte (v.65-66):

“Entrégales al endurecimiento de corazón; tu maldición caiga sobre ellos. Persíguelos en tu furor, y quebrántalos de debajo de los cielos, oh Jehová”

Apreciamos la honestidad de Jeremías, pero nos preguntamos si estuvo bien decir eso ¿No debió haber pedido a Dios que perdonara a sus enemigos? Es interesante notar

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que tenemos el mismo sentimiento en Jer 11:20. En ese caso, sus enemigos le estaban prohibiendo profetizar (Jer 11:21), y Dios pronunció juicio contra ellos (Jer 11:22-23). Podría ser que lo que Jeremías dijo en Jer 11:20, fue a la luz de la abierta rebeldía del pueblo, no tanto contra Él, sino contra Dios, a quien Jeremías representaba, como profeta. Ante la decisión de Dios de castigar este pecado, Jeremías simplemente da su ‘AMÉN’.

REFLEXIÓN: Es importante notar el contraste entre el sufrimiento de Jerusalén y el sufrimiento de Jeremías. Dios no defendió a Jerusalén, porque ellos eran culpables de pecado; pero sí defendió a Jeremías, porque él era inocente. Si queremos experimentar la protección de Dios, debemos vivir como Jeremías (en obediencia a Dios), y no como Jerusalén.

3 de Octubre (Lam 4:1-11) ‘Las Consecuencias de la Apostasía Espiritual’

Con tremenda emoción, y con lujo de detalle, Jeremías describe los últimos días de Jerusalén, antes de su conquista a manos de los babilonios. Todo se debió a un solo factor – la manifestación de la ira de Dios.

“Cumplió Jehová su enojo, derramó el ardor de su ira; Y encendió en Sion un fuego que consumió hasta sus cimientos” (v.11)

Todo lo que era de valor, pereció (v.1a). Las “piedras” del templo (v.1b) podrían ser interpretadas literalmente, porque los babilonios destruyeron el templo; pero también podrían ser interpretadas como una descripción poética de los sacerdotes que servían en el templo. El v.2 justificaría dicha interpretación. Los cuerpos de los valiosos hijos de Israel fueron destrozados, como si fuesen simples vasos de barro.

Durante los últimos días de Jerusalén, Jeremías fue testigo del impacto de la hambruna sobre los ciudadanos. Él compara (desfavorablemente) las madres de Jerusalén con los animales. “Aun los chacales dan la teta…” (v.3a), pero “La hija de mi pueblo (= las madres en Jerusalén) es cruel…” (v.3b). ¿En qué sentido? En que no daba pecho a sus hijos. No porque no quería hacerlo, sino simplemente porque no tenía leche que dar. Sus pechos estaban secos, por la hambruna. Los bebes tenían hambre y sed (v.4a), y los niños pedían pan, pero “no hubo quien se lo repartiese” (v.4b).

En un cuadro realmente horrendo y escalofriante, Jeremías declara que las madres, en vez de alimentar a sus hijos, se alimentaban de ellos (v.10). Se supone que eso ocurrió después que los hijos murieron de hambre o enfermedad. Aunque la RV traduce, “mujeres piadosas”, el adjetivo en hebreo significa ‘compasivas’ o ‘misericordiosas’. La desesperación cambió el comportamiento de estas mujeres; y así se cumplió la Palabra de Dios (Lev 26:29; Deut 28:53-57). La apostasía espiritual trae consecuencias nefastas para la población.

Jeremías también resalta el sufrimiento de la clase alta – los “nobles” (v.7), y los que “comían delicadamente” (v.5a). Ellos “fueron asolados en las calles” (v.5a) y “se abrazaron a los estercoleros” (v.5b); es decir, terminaron viviendo entre la basura. El hambre causó un impacto grande sobre su aspecto físico (v.8). Por eso, Jeremías llega a una conclusión sorprendente: “Más dichosos fueron los muertos a espada que los muertos por el hambre” (v.9a). Mejor era una muerte rápida, que morir lentamente por la falta de comida (v.9b).

Ahora entendemos por qué Dios exhortó al pueblo a entregarse a los babilonios, y no pelear contra ellos (Jer 21:8-10; 38:2). Él sabía lo que iba a pasar, y quería evitar tanto

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de sufrimiento. Pero ellos no quisieron escuchar, y pagaron un precio muy alto por no hacer caso a la Palabra de Dios. ¡Cuán diferente fue la experiencia de Daniel! Él fue un integrante de la clase alta, pero Dios lo sacó de Jerusalén a tiempo, y le dio una mejor vida en Babilonia (Dan 1:2-6).

REFLEXIÓN: Jeremías reconoce, con tristeza, que el pecado de Jerusalén había aumentado hasta superar la pecaminosidad de Sodoma (v.6a). Sodoma fue destruida en un momento (v.6b); la destrucción de Jerusalén fue más lenta. ¿Estamos haciendo caso a la Palabra de Dios? Si no lo hacemos, ¿qué podemos esperar? Más dichosos aún, que los “muertos a espada” (v.9), son los que meditan en la ley de Dios (Sal 1:1-3).

4 de Octubre (Lam 4:12-22) ‘Un Pueblo Invencible, Derrotado’

El profeta Jeremías sigue analizando las causas de la destrucción de Jerusalén. Reconoce que nadie creía que la ciudad podría ser conquistada (v.12). Los judíos no lo creyeron (Jer 21:13); tampoco lo creyeron “los reyes de la tierra, ni todos los que habitan en el mundo” (v.12). Esta afirmación debe ser interpretada a la luz de Sal 48. Jerusalén era “La ciudad del gran Rey” (Sal 48:2). Por lo tanto, cuando los reyes de la tierra se reunieron para atacarla, “se maravillaron, se turbaron, se apresuraron a huir” (Sal 48:4-6). ‘Por eso’, dice Jeremías, ‘los reyes de la tierra jamás pensaron que sería posible derrotar a Jerusalén’. Sin embargo, eso fue precisamente lo que pasó. ¿Por qué? “Es por causa de los pecados…” (v.13a Mientras Jerusalén vivía en obediencia a Dios, era impregnable (Sal 48); pero cuando se entregó al pecado, perdió su invencibilidad (Lam 4:11).

Jeremías destaca los pecados de dos grupos de personas: “los pecados de sus profetas, y las maldades de sus sacerdotes” (v.13a). Ellos eran los líderes espirituales de la nación. Los profetas debieron haber hablado la Palabra de Dios; pero en lugar de ello, vivieron en el pecado. Los sacerdotes debieron haber acercado el pueblo a Dios, por medio de los sacrificios; pero en lugar de ello, cometieron “maldades”. Con razón Jerusalén fue derrotado. Los ‘cimientos’ morales y espirituales de la nación estaban carcomidos.

Usando un lenguaje tomado de las leyes ceremoniales, Jeremías describe a los líderes espirituales de Judá como personas tan contaminadas por la sangre que habían derramado (v.13b), que estaban ceremonialmente impuros e intocables (v.14). En realidad, su ‘contaminación’ era tan fuerte, que nadie quería que ellos se le acerquen (v.15). Pero lo más triste de todo fue que “La ira de Dios los apartó” (v.16a).

A pesar de tanto pecado, y los mensajes proféticos por parte de personas como Jeremías, algunos judíos insistieron en creer que alguien les podría ayudar; que el fin de Jerusalén no vendría. Sin embargo, como Jeremías confiesa, “han desfallecido nuestros ojos esperando en vano nuestro socorro” (v.17a). La triste verdad era que ninguna nación los podía salvar (v.17b), porque Dios era quien peleaba contra Jerusalén. Por eso el fin iba a venir (v.18b).

El fin vino con el último ataque militar de Nabucodonosor. Los soldados babilonios fueron más rápidos que un águila (v.19a). Ellos persiguieron a los judíos en los montes y desiertos (v.19b). Los habitantes de Jerusalén pusieron su confianza en Sedequías, el rey davídico, “el ungido de Jehová” (v.20a). Sin embargo, él también fue apresado por los babilonios (v.20b).

Los enemigos del pueblo de Dios (representados por la “hija de Edom”), se alegraron por la destrucción de Jerusalén (v.21a). Pero Jeremías advierte que un día el juicio de

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Dios les alcanzaría a ellos también (v.21b). La gran diferencia sería que mientras la disciplina de Judá llegaría a su fin (v.22a), el castigo de los enemigos del pueblo de Dios sería fulminante y permanente (v.22b).

REFLEXIÓN: Es un gran privilegio pertenecer al pueblo de Dios. Dios ha prometido cuidarnos y proveer para nosotros. Sin embargo, si descuidamos nuestra vida espiritual, y nos alejamos de Dios, no debemos sorprendernos cuando nos alcanza la disciplina de Dios.

5 de Octubre (Lam 5:1-22) ‘Vuélvenos, oh Jehová, y nos Volveremos’

Jeremías concluye este libro con un salmo de lamento, en el cual describe el resultado de la invasión de Babilonia, y derrama su corazón ante Dios en oración. Al leer este capítulo tenemos más evidencia del gran sufrimiento de Jerusalén. Antes de la caía de la ciudad, el hambre fue terrible (v.10; ver Lam 4:7-10). Los ciudadanos arriesgaban su vida para conseguir el pan diario (v.9). Ante la amenaza de Babilonia, pidieron ayuda a Egipto y a Asiria (v.6); pero todo fue en vano. Nadie pudo librarlos (v.8b).

Una vez que la ciudad cayó en manos de los babilonios, las cosas fueron de mal en peor. Cada elemento de la población llevó su parte del dolor. Las mujeres fueron violadas (v.11), sufriendo física, emocional y psicológicamente. Sus vidas quedaron afectadas para siempre. Muchos bebés habrán nacido en condiciones terribles. ¡Indeseados! ¡Sin padre! ¡En medio de gran pobreza! Además, los “príncipes” fueron colgados (v.12a); los jóvenes fueron llevados al exilio (v.13); los ancianos fueron maltratados (v.12b). Como resultado, la sociedad entera fue trastornada:

“Los ancianos no se ven más en la puerta, los jóvenes dejaron sus canciones. Cesó el gozo de nuestro corazón; nuestra danza se cambió en luto” (v.14-15)

Los niños y jóvenes quedaron huérfanos (v.3a); las madres, viudas (v.3b). La tierra fue adueñada por extranjeros (v.2a), y gente extraña vivía en las casas (v.2b). Ahora había que comprar el agua y la leña, que antes abundaban (v.4). Padecían persecución, y no había reposo del sufrimiento (v.5). ¡Cada día era igual!

Lo que guardó a Jeremías de caer en la depresión espiritual fue que por lo menos sabía muy bien a qué se debía tanto sufrimiento: “Nuestros padres pecaron…” (v.7a). No sólo ellos; sino, como confiesa en el v.16b, ‘nosotros pecamos’. Y ante la falta de arrepentimiento, el pecado tenía que ser castigado. En el v.7b, Jeremías reconoce que el principio antiguo, que regía el viejo pacto (en cuanto al castigo por el pecado; Éx 20:5b), estaba aún vigente. ¡Los hijos pagaban el precio por los pecados de los padres! “Nuestros padres pecaron…y nosotros llevamos su castigo” (v.7; ver Jer 31:29). Con el nuevo pacto, todo eso iba a cambiar. ‘El alma que pecare, esa morirá’ (Ezeq 18:4; ver Jer 31:30).

A pesar de su profundo dolor y angustia por la ciudad de Jerusalén, Jeremías no le acusa a Dios de ser injusto. Más bien, le adora, diciendo: “Más tú, Jehová, permanecerás para siempre; tu trono de generación en generación” (v.19). Pero el profeta también aprovecha para pedir a Dios Su ayuda, rogando que no se olvidara de ellos para siempre (v.1, 20). Jeremías sabe que lo que realmente hace falta es el arrepentimiento del pueblo. Sin embargo, reconociendo que el pueblo, por sí sólo, no es capaz de volver a Dios, Jeremías le pide a Dios que obre a su favor: “Vuélvenos, oh Jehová, a ti, y nos volveremos” (v.21a).

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Page 48: Jeremías y Lamentaciones - Free Website Builder: … Jeremias y... · Web viewEn resumidas palabras, ellos estaban convencidos de la integridad del profeta. ¡La integridad personal

REFLEXIÓN: Esta destrucción de Jerusalén no marcó el fin de la ciudad. Casi 600 años después, el Hijo de Dios caminó por las calles reconstruidas de Jerusalén. Y aunque los judíos del primer siglo no habían cambiado, y cometieron un peor pecado (crucificando al Mesías), dos meses después comenzó un tremendo avivamiento espiritual en esa ciudad (Hch 2). Como dijera Pablo, ‘Cuando abundó el pecado, sobre abundó la gracia de Dios’. Si nos hemos extraviado, pidamos a Dios que nos haga volver a Él.

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