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    DEL M OD ERN ISMO A LA VANGUARDIA:E L DIARIO DE UN POETA RECIN CASADO

    Francisco Javier BLASCO PASCUALUniversidad de Valladolid

    Se abre el Diario de un poeta recin casado con un lema tomado del snscrito, que necesariamente tuvo que llenar de perplejidad a los lectores juan ram o-nianos formados en los libros que van de Rimas (1901) a Laberinto (1913). Ellema, bajo el ttulo de Saludo del alba , deca as:Cuida bien de este da! Este da es la vida, la esencia misma de la vida.En su leve transcurso se encierran todas las realidades y todas las variedadesde tu existencia: el goce de crecer, la gloria de la accin y el esplendor de lahermosura.El da de ayer no es sino sueo y el de maana es slo una visin. Peroun hoy bien empleado hace de cada ayer un sueo de felicidad y de cada maana una visin de esperanza. Cuida bien, pues, este da! (Jimnez [1917] 1998,pg. 99).

    Goce de crecer, gloria de la accin y esplendor de la hermosura dibujanun programa vital -y vitalista-, en el que realmente cuesta reconocer las variedades de... existencia de un poeta, a quien, si tenemos en cuenta los libros anteriores a este, nos sera ms fcil identificar con la voz que canta las hojas secas,que con la voz que, ahora, frente al ayer que no es sino sueo y frente almaana que es slo una visin, pretende exaltar un presente, en el que seencierran todas las realidades. Tras conocer lo que, sobre la historia de la poesaespaola anterior a la guerra civil, dicen los manuales de literatura, resultaranatural imaginar las palabras de este texto -autntico manifiesto vanguardista-

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    tras las pginas de crditos de un libro que llevase el ttulo -pongo por ejemplo-de Cntico, pero nos sigue costando trabajo reconocerlas al frente de las seis secciones en que, para respetar las etapas de su viaje a Am rica, el poeta de M oguerdivide su Diario. Y, sin em bargo, es Juan Ram n, en 1916, y no Guillen, en 1936,quien las hace suyas, sintetizando en ellas toda una potica de la realidad, quesignificar la ruptura definitiva con el pasado y la inauguracin de un tiemponuevo para su escritura y - lo que es m s significativo- para la totalidad de la lrica posterior en lengua espaola.Acabo de hablar de vanguardismo y, ciertamente, las vanguardias -o mejor,

    muchas de las manifestaciones expresivas de la vanguardia- hallan acogida eneste libro. Pero no es en esta direccin en la que, ahora, quiero proponer que selea el Diario. No lo hago, porque creo que el propio Juan Ramn, siempre bieninformado de cualquier novedad en poesa, pona en guardia a sus lectores, desdeel prologuillo de la primera edicin, ante cualquier posibilidad de equvoco: Noel ansia de color extico, ni el afn de necesarias novedades. La que viaja siempre que viajo, es mi alma entre almas.El que las necesarias novedades no constituyan la clave elegida por elpoeta para la lectura de este libro no contradice el hecho de que esta obra hayaresultado ser una autntica novedad en la bibliografa juanramoniana, en primerlugar, y en el universo literario del mo mento, luego . En efecto, si buscamos algunas palabras que, con cierta precisin, reflejen lo que fue la poesa juanramoniana anterior al Diario, pocas resultan tan exactas como las que Aurora deAlbornoz escribe para prologar su magnfica Nueva antoloja. De Rimas, porejemplo, dice:

    Las pginas de Rimas estn llenas de visiones, de quimeras, deespectros... cosa no nueva en nuestra poesa, pero importante dentro de latrayectoria potica de Juan Ramn, que por este camino llegar un poco mstarde a la creacin de un mundo autnticamente visionario (Albornoz 1973,pg. 33).Y en otro lugar aade:

    En Arias tristes, Jardines Lejanos o en Pastorales, lo que domina es lapresencia de ciertos momentos, en los que el poeta vislumbra en su interiorimgenes confusas [y en] que se siente dominado porritmos nasibles y sentimientos inexplicables (Albornoz 1973, pg. 34).

    Un poema de Arias tristes ilustra ejemplarmente el clima descrito por lailustre estudiosa de Juan Ramn:140

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    Alguna noche que he idosolo al jardn, por los rboleshe visto a un hom bre enlutadoque no deja de mirarme.Me sonro y, lentamente,no s cmo, va acercndose,y sus ojos quietos tienenun brillo extrao que atrae.He huido, y desde mi cuarto,a travs de los cristales,lo he visto subido a un rboly sin dejar de m irarme (Jimnez 1967, pg. 280).El poeta ha bajado al jardn , pero co m o le ocurre al personaje de la leyend abecquer iana, no es el jardn lo que ha vis to . El jardn, la real idad exter ior , no ess ino el escenar io en el que las vis iones y espectros del mundo inter ior cobrancuerpo . No es a l mundo a donde conducen , en su pr imera poca , los poemas deJuan Ramn, s ino que conducen -por dec i r lo con pa labras de Schopenhauer - a l arepresentacin del mundo en el inter ior de la conciencia . Y lo que digo de Juan

    R am n va l e t am b i n pa r a l o s M acha do de e st e m i s m o m om e n t o .Basta abrir el Diario, por cua lquiera de sus pginas , para comprender quea lgo , que todo, ha cambiado. As es el amanecer en Nueva York, un da de pr i mavera :Parece que el cielo se ha roto como un gran huevo fresco y q ue una yem asorprendente y nunca presumida cuelga por doquiera del inmenso cascarn(Diario CLXXXI).

    No escasean, c ier tamente, las imgenes vis ionar ias en el Diario, pero lanaturaleza de las mismas es muy dis t inta a las que podemos encontrar en los pr i meros l ibros del poeta , porque la pot ica a que tales imgenes responden es , tambin, muy dis t inta . En unas notas , que l levan la fecha de 1942 y que Juan RamnJimnez dej indi tas , e l poeta de Moguer af i rma del Diario d e un poeta recincasado:La verdadera realizacin ma de este verso, que haba de ser decisiva en

    mi obra y en la poesa espaola y americana de su poca, me la trajo el mar.En 1916, enero, en el traqueteante tren, camino de Cdiz para em barcarme aAmrica, empec a escribir unas notas en verso libre que yo consider provisionales en el primer momento... Al llegar a Cdiz, y ponerlas en limpio en elreposado cuarto del hotel de Francia, comprend que eran el germen de unnuevo yo potico...141

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    A estas palabras -tan interesan tes- de rememoracin de la experiencia esttica que da lugar al Diario, siguen otras de reflexin sobre el significado de estesingular libro, que tambin m erecen, por el acierto crtico que revelan, un recuerdo:

    Inmediatamente despus de mi Diario, 1916, este verso desnudo empieza a ser seguido en Espaa... No hay ms que ver la lrica espaola y americana anterior a mi Diario (Daro, Unamuno, Lugones, Antonio Machado, Silva,etc.) y la posterior (Juana de Ibarbourou, Salinas, Neruda, etc.), hasta estecurioso estado actual, en que casi nadie escribe ms que en este verso mo y,como en lo popular, sin darse cuenta de quin lo dej en el aire y en la luz deEspaa (Jimnez [1917] 1982, pgs. 13-14).

    El Diario de un poeta recin casado es un libro clave en la historia de lapoesa espaola del siglo XX. Despus del Diario -ha escrito Ricardo Gulln-no se poda seguir escribiendo com o an tes. Quien as lo hiciera, incurrira en anacronismo, como bien comprendieron los poetas que por aquellos das se aprestaban a entrar en poesa (Gulln 1982, pg. 12). Quiz puedan citarse, en toda lahistoria de la poesa espaola del siglo XX , hasta media docena de libros de igualcalidad a la del Diario. Pero no se me ocurre ninguno cuya relevancia histrica,como ruptura con un pasado e inauguracin de un futuro que todava nos alcanza, pueda com parrsele. Pensemos un m omen to, por ejemplo, en Hijos de la ira.El poemario de Dmaso Alonso signific mucho en su momento, al romper, convertida la poesa en grito, con tanta oquedad garcilasista. Pero la esttica que estelibro -ta n valioso en s mismo y tan necesario en su mo m en to- pone en pie estabsolutamente agotada apenas dos dcadas ms tarde. No ocurre lo mismo con elDiario. El universo al que da vida la palabra junaramoniana del Diario es, conmuy pocos cambios, el mismo universo literario en que hoy, casi ochenta aosdespus, nos movem os nosotros sus lectores y en que, lo declaren o lo oculten, semueve lo ms representativo de la lrica actual. Juan Ramn era -como hemosvisto- plenamente consciente de la trascendencia de su obra, pero la crtica posterior se ha encargado de demostrar que la apreciacin del poeta no era productode la vana presuncin de un creador narcisista. La modernidad del Diario, en esafecha temprana de 1917, resulta histricamente inexplicable y ciertamente sorprendente. Aunque no menos sorprendente resulta que, ochenta aos despus, elDiario, por la exactitud de sus hallazgos expresivos, siga aparecindose al lectorde nuestro presente como un libro de extraa y mgica actualidad, antes que com oel libro que condensa en s toda la historia de la poesa del siglo XX .

    En efecto, no exagera Aurora de Albornoz (1973), cuando, releyendo elDiario desde la pretensin de com prender lo que la obra juanram onian a tiene no142

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    ya de clsica, sino de actual, encuentra en la misma todo un muestrario de tcnicas expresivas, en las que, al pasar de los aos, vendr a reconocerse la vanguardia. En este sentido, el Diario, no slo es un libro de ruptura, sino tambinun libro de anticipaciones.

    Con el Diario se inicia lo mejor de la poesa espaola contempornea. Paraque los Alberti, Aleixandre, Salinas, Guillen o Cernuda pudieran construir susrespectivos universos poticos no bastaban los fuegos de artificio de tanta proclama vanguardista. Para que los cohetes bergaminianos resonasen y se hicieranvisibles, en una noche despejada de Soledades, de Laberintos y de Melancolas,eran precisas todas las novedades que el Diario trajo a la poesa de su tiempo . Elllorado Juan Manuel Rozas supo verlo mejor que ningn otro de los lectores deJuan Ramn:

    Con mirada diacrnica, podemos hablar de la poesa espaola de antesy despus del Diario, de modo parecido a como en el Barroco hablamos deantes y despus de las Soledades (Rozas 1981, pg. 149).El propio Juan Manuel Rozas, en una sntesis que me parece ejemplar, ha

    cifrado en doce puntos las claves en que, segn l, toma cuerpo el giro tan singular que con este libro Juan R amn imprime a la lrica moderna espaola. D estacoalgunos puntos del esquema de Rozas: 1 . - Ese claro deseo de que la estructura material del libro sea un super-significante al servicio de la potica interna.2 - Un contacto con la civitas hominum, simbolizada en Nueva York, queincorporar, estilizndolo o desmitificndolo el, a menudo, psimo maquinismo

    de origen futurista.3 - El hodiernismo del punto de vista.4 - Una preocupacin por lo onrico e irracional, distintos del soar despierto, del evocar machadiano y del propio Juan Ramn anterior.5 - Una nueva concepcin del poema en prosa.6 - La ruptura de barreras entre prosa y verso.7 - La caricatura lrica de seres y de cosas.8 - Una preocupacin social, que ya estaba en Platero, centrada en la realidad compleja del mundo moderno y alejada ya totalmente de la buclica y delademn costumbrista.

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    Si a las caractersticas sealadas por Rozas aadimos que el Diario representa tambin el encuentro de la lrica contempornea espaola con el verso libre;la apertura de la lrica espaola (tan dependiente durante el fin de siglo de lo francs) al influjo nuevo y fecundo -pensemos en Cernuda o en Jaime Gil deB ied m a- de la literatura en lengua inglesa; o, para concluir con esta enum eracin,la capacidad con que dota a la lengua potica para acoger, en rara mezcla de exaltacin lrica y reportaje, los ms diversos registros lingsticos de nuestro idioma,entenderemos por qu no es exagerado afirmar, como el propio Rozas hizo, queen el Diario nacen el hodiernismo potico que dar sus frutos en Cntico, lasemntica irracional que culminar en Poeta en Nueva York y el neopopularismoque caracteriza una parte importante de las escrituras primeras de Alberti y deLorca. Es decir, en el Diario nacen las tres lneas ms importantes en el pautadode la escritura de lo que se ha llamado Generacin del 27.No hay espacio para desarrollar ahora los tres vectores de modernidad que,tan finamente, Rozas dej apuntados en su lectura del Diario. Me limitar, porello, al anlisis en Juan Ramn de esa potica de la realidad que culmina enCntico. Jaime Gil de Biedma, uno de los poetas que con mayor calado han exa

    minado la recepcin que nuestro presente ha hecho de Guillen, relatando lo quefue su juvenil experiencia de lector, confiesa:Result que Cntico [...] pareca estar escrito pensando en m. De entrada me hizo un gran servicio, que fue instalarme en el mundo habitual, hacerme abrir los ojos y mirar bien alrededor... [La palabra] objetividad se convierte [a travs de la lectura de Cntico] en el ssamo maravilloso que le har auno salir de s mismo. Con qu alegra se descubre que, por mal que uno ande,hay cosas en este mundo que estn francamente bien!

    Y un poco ms adelante, en relacin con la escritura de Guillen, aade:Era el terco rehusarse al propio dolor y a la propia angustia, en un intento por salvar la realidad del mundo, lo que a m me interesaba entonces...; y nome importaba tanto la jubilosa realidad del mundo como el empeo decididode afirmarla por encima de uno mismo (Gil de Biedma 1980, pg. 82).

    Empeo decidido de afirmar, por encima de uno mismo, la realidad delmundo. Hasta aqu la evidencia que cualquier lector de Guillen ha tenido la ocasin de experimentar. Pero Gil de Biedma, gran poeta y agudo lector, da un pasoms en su interpretacin guilleniana y es este nuevo paso el que ahora m e interesa destacar. La potica de la realidad sobre la que se sustenta la escritura del poetavallisoletano implica, en perfecta com plemen tacin, dos m om entos: de una parte,se trata de dejarse ganar por la presin que ejerce sobre sus sentidos la gozosa144

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    variedad del mundo exterior; pero, a la vez, la potica guilleniana de la realidadexige del poeta un simultneo esfuerzo reflexivo que las aleja [a las cosas], lasrefiere en sistema o en panorama. La gozosa inmediatez con que la concienciase abre a las cosas se complementa siempre, en la escritura de Guillen, con lareflexin que le permite referir tales cosas al haz de relaciones en que las mism ascobran sentido'. Cuando el hombre, renunciando a hacer del mundo una prolongacin de su individualidad, de su subjetividad, contempla las cosas como realidades diferentes a su yo, precisa construir un sistema o panorama de vnculos,de las cosas entre s y de las cosas con relacin a s mismo, que h aga inteligibleel horizonte de realidad en que su vivir se halla instalado y que, a la vez, lo hagainteligible a l mismo, como sujeto. Gil de Biedma, mucho ms claramente queyo, lo explica as:

    Las cosas son definitorias: sitan al hombre, y el hombre al situarse seentraa, toma posesin de s mismo: gracias a que sabe qu hace y donde estsabe quin es. La realidad nos inventa gracias a las cosas... El mundo es inteligible gracias al hombre. El hombre va a su alma por las cosas, pero va a lascosas por los nombres [...], mejor dicho: ve las cosas a travs de sus nombres(Gil de Biedma 1980, pg. 91).Nombrar la realidad -y eso es la poesa para Guillen- implica invencinpermanente de nuevas relaciones entre el yo y las cosas, y, por tan to, redefiniciny recreacin perm anente del universo como sistema. Nada ms cierto. Pero, cuando Biedm a afirma lo anterior, est hablando realmente de Guillen? N o fue JuanRamn, hacia 1916 -y, por tanto mucho antes de que Guillen escribiese su poe-milla Los nombres- quien dej escrito:

    Creemos los nombres.Derivarn los hombres.Luego derivarn las cosas.Y slo quedar el mundo de los nombres,letra del amor de los hombres,del olor de las rosas.Del amor y las rosas,no ha de quedar sino los nombres.Creemos los nombres! (Jimnez 1964, pg. 287).

    Pero esta es otra cuestin. Ahora estbamos hab lando de vivencia -contemplacin gozosa de la realidad- y de reflexin -esfuerzo que remita lo contempla-1 Tambin el significado en que empleo el trmino sentido es orteguiano, vase Cerezo Galn1984, pg. 287.

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    do a un sistema-; estbamos hablando de maravillado asombro ante la realidady de reconocimiento y verificacin de las cosas, las dos operaciones en q ue seresuelve -en la teora y en la prctica- la potica guilleniana de la realidad. Lapoesa, que ante todo cumple su destino en la operacin de poner nombre a lascosas, es vivencia y contemplacin, pero es tambin conocimiento. Y de nuevonos surge la duda: de quin habla Jaime Gil de Biedma? De Guillen o deOrtega? Porque es Ortega, ya en Adn en el paraso (1909), quien traza, clara ymatizadam ente, el sistema que Biedma reconoce en la base de la escritura guilleniana. El universo exista, parcialmente al menos, antes del sexto da de la creacin, pero slo el da sexto, cuando Adn ha acabado de poner nombres a lascosas, el universo se hace inteligible y habitable, y el hombre pasa a ocupar sulugar en el paraso. Las coincidencias entre Ortega y la lectura que Biedma hacede Guillen son de bulto y de detalle. Los conceptos mismos de inmediatez y dereflexin, aplicados a un fenmeno cultural, proceden de Ortega (Cerezo Galn1984, pgs. 275, 277, 287), como proceden de Ortega las afirmaciones principales en que se asienta su lectura de Cntico: la interpretacin del universo comored de relaciones (Gil de Biedma 1980, pg. 90); la idea de que el hom bre tomaposesin de s mismo, se construye (va a su alma por las cosas), al definir surelacin con el mundo objetual que est fuera de l; es decir, al hacerse sujeto derelaciones (Gil de Biedm a 1980, pg. 91).

    El mayor acierto de Biedma, en su lectura de Guillen, tiene su origen en laepistemologa de O rtega, aunque el poeta cataln en ningn m omen to de su ensayo (creo) cite explcitamen te a O rtega. Es el pensam iento de Ortega el que, ciertamente, hace posible la potica de la realidad a la que tan acertadamente responde la escritura potica de Guillen. Su grito de combate, ya lo conocemos, nopoda ser ms claro: Salvm onos en las cosas del naufragio de lo ntimo.Sin n inguna duda, la base de la potica de la realidad que la crtica ha reconocido en la escritura guilleniana, tiene su origen en Ortega y en el empeo deeste por liberar el pensamiento espaol de la atrofia subjetivista. El idealismo queest en la base de todo subjetivismo suplanta -si empleamos una terminologaque Schopenhauer haba canonizado- la presencia del mundo por su representacin. En el idealismo postkantiano2, tan operativo en la literatura espaola del finde siglo, se afirma que a la conciencia slo le son dados sus estados subjetivoso idea s. En tal caso , los objetos slo tienen realidad en cuanto son ideados po r elsujeto individual o abstracto (Ortega 1946, IV, pg. 39). La realidad acaba siendo suplantada por la idea y el mundo se espectraliza. El nietzscheano baile de2 El origen est en Descartes, Cerezo G aln 1984, pgs. 270, 274, 269.

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    las mscaras, que tan acertadamente refleja el poem a F antasa de una nota deabril de Antonio Machado, reemplaza a la vida real. Las consecuencias ya lasconocemos por el poema de Arias tristes, que anteriormente cit: cuando elhom bre se queda o cree quedarse solo, sin otra realidad, distinta de sus ideas, quele limite crudamente, pierde -diagnostica Ortega- la sensacin de su propia realidad, se vuelve ante s mismo entidad imaginaria, espectral, fantasmagrica(Ortega 1946, VI, pgs. 47-48). El morbo subjetivista, sin embargo, tiene unaterapia muy precisa: volcarse sobre las cosas:

    Slo bajo la presin formidable de alguna trascendencia -afirma el filsofo- se hace nuestra persona compacta y slida y se produce en nosotros unadiscriminacin entre lo que, en efecto, somos y lo que meramente imaginamosser (Ortega 1946, VI, pgs. 47-48).

    Y, en otro lugar, aade:Nuestro ser consiste por lo pronto en tener que estar en la circunstancia.De ah que la ocupacin con nuestro ser, el hacernos cuestin de l, lleva consigo el hacernos cuestin de lo que nos rodea y envuelve (Ortega 1981a, pg.122).

    Ser -Ortega prefiere casi siempre hablar de vivir- es gozosa apertura a lacircunstancia, es emocionada y frentica apertura a las cosas. Pero conviene precisar algo que, aunque est implcito en todo lo que he dicho, no debe olvidarse;y, de nuevo, Ortega resulta de extraordinaria ayuda para hacernos recordar. Nobasta la entrega gozosa a las cosas, pues el ser carece de sentido fuera de sumutualidad con el conocer; y... por tanto, tiene tambin que someterse a las condiciones de ste. La correlacin es estricta; ambos trminos viven el uno del otrosin primicia alguna. Cierto; porque hay ser hay conocimiento. Pero la viceversaes tambin forzosa: porque hay conocer hay ser (Ortega 1981b, pg. 209). Nobasta el goce sensitivo de la realidad; la realidad no se nos ofrece en plenitud -esuna de las grandes experiencias relatadas en el Diario- hasta que no es capaz deelevarse hasta su nombre, hasta que no se convierte en acto de cultura. No bastael mero afirmarse de las cosas en su realidad apariencial; es preciso dotarlas desentido. La dimensin vivencial reclama la reflexiva. Las cosas, cuando se inscriben en la circunstancia de una vida, se convierten en m ateriales de cultura y elacto especficamente cultural -afirma Ortega- es el creador, aqul en el queextraemos el logos de algo que todava era insignificante (Ortega 1946,1, pg.321). Pero todava es ms claro otro texto que no qu iero dejar de citar: dado unhecho -un hombre, un libro, un paisaje, un error, un dolor- llevarlo por el camino ms corto a la plenitud de su significado. Colocar la materia de todo orden,que la vida, en su resaca perenne, arroja a nuestros pies como restos inhbiles de

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    un naufragio, en postura tal que d en ellos el sol innumerables reverberaciones(Ortega 1946,1, pg. 311). Inmediatez de lo vital que reclama la reflexin; vidacon vocacin de hacerse cultura, da igual el termino que utilicemos, porqueambos conducen al mismo binomio desde el que Jaime Gil de Biedma construyesu lectura de Guillen.Creo que es en esta perspectiva en la que efectivamente debe leerse aGuillen; y, desde luego, es en esta perspectiva en la que Jaime Gil de Biedma, sinconfesarlo nunca, elabora su lectura, esplndida lectura, de Guillen. Pero no essuperfluo recordar que la relacin Ortega-Guillen constituye en realidad un trin

    gulo, uno de cuyos vrtices, histrica y conceptualmente, pasa por Juan Ramn ypasa, muy especialmente, por la actitud esttica y mental que hace posible elDiario. En efecto, si prestamos atencin a los textos que integran el libro juanra-mon iano, lo primero que llama la atencin es el tremendo esfuerzo del poeta porabrirse a la realidad del mundo, rompiendo con el subjetivismo de su obra anterior. En el Diario, el mundo rezuma sentido por todos sus poros. El descubrimiento de lo otro y de los otros es tan visible -afirma Aurora de Albornoz- que,a veces, llegamos a pensar que hay un olvido del yo (Jimnez 1973, pg. 51).Esta radical apertura a la otredad es lo primero que sorprende al lector delDiario, pero al crtico, con ser esa una cuestin importan te, le puede interesar m stodava el examen de las pautas conceptuales sobre las que tal apertura se sustenta. Y, en este sentido, el prologuillo que antecede a los poemas resulta extremadamente valioso. En l, Juan Ramn formula algunos presupuestos, que sernesenciales para orientar correctamente la lectura de esa apertura a la realidad,que iluminan los textos del Diario. Merece la pena que acudamos a las palabrasexactas del poeta:

    1 - En este lbum de poeta copi, en leves notas, unas veces con colorslo, otras slo con pensamiento, otras con luz sola, siempre frentico de emocin, las islas que la entraa prima y una del m undo del instante suba a mi alma(Jimnez [1917] 1998, pg. 98). Es decir, en la terminologa con que Biedma leea Guillen, inminencia.2 - La depuracin constante de lo mismo, sentido en la igualdad eterna

    que ata por dentro lo diverso en un racimo de armona sin fin (Jimnez [1917]1998, pg. 98). Es decir, en la misma clave terminolgica anterior, reflexin, quepermite traducir la emocin frentica del instante, gozo de la contemplacin,a un sistema en el que se hace visible la entraa prima y una del mundo , en quelo diverso se reconcilia.148

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    Desde estas palabras liminares, el viaje que es el Diario se nos iluminacomo lo que realmente es: una aventura de contemplacin y de conocimiento, quenecesariamen te concluye con la emergencia de un yo , como conciencia, en el quenos cuesta (nos cuesta a nosotros, pero tambin le cuesta al propio poeta) reconocer al soador, que haba estampado su firma al frente de libros como Ariastristes. El poema Ausencia de un da, as como el que con el ttulo M ar llevael nmero CLXI en el poemario, son -en relacin de oposicin con el poemaMenos (XXXIX)- reveladores al respecto:

    AHORA, soar es verte,y ya, en vez de soar,vivir ser mirartu luz, hasta la muerte.

    Mirar tu luz! Ni sueo,ni ensueo. Slo amor,ms fcil y mejorque el sueo y el ensueo.Muera mi fantasa!Tocar, gustar, oler,or, ver... esclarecertu verdad con la ma;pues que t me has dejado,con tu oculto fluir,para tu sonrercomo un iluminado.Qu claros campos riegas,

    derecho, oh ro, hoy!Ahora s que voypor las eternas vegas!Ni sueo, ni ensueo, tan slo tocar, gustar, oler, or, ver... esclarecer tuverdad con la ma. Si en el Diario no faltan los momentos negativos, de insatisfaccin y de oquedad, el predom inio de los momen tos de afirmacin, sobre los denegacin, es absoluto. El resultado de esta actitud -ta n nueva en Juan R am n - nopuede ser ni ms positivo, ni ms claramente expresado:

    A veces, creo que despiertode mi misma vigilia, y que con ella-sueo del medioda-se van monstruos terriblesdel horizonte puro.149

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    -Es cual una tormentade duermevela, cuyo truenono se supiera nuncasi fue verdad o fue mentira.-Se me abre el corazn y se me ensanchacomo el mar mismo. La amenazahuye por el orientea sus pasadas nubes.El mar sale del mar y me hace claro {Diario, CLXI).

    El mar sa le del mar y me hace c laro. Solo a l enfrentarse con e l mundo, yabandonar las representaciones de sueos y ensoaciones , e l yo adqu ie re conciencia , c lara y d is t in ta , de su radical mismiedad. Pero para l legar hasta aqu erapreciso un largo via je , que conviene revisar desde e l pr incip io , en sus d iferentese tapas . Los poemas in ic ia les del l ibro cantan e l esfuerzo de la conciencia delpoeta, salida ahora de tu sueo, nueva, / t ierna, casi sin luz ni color an (LaMancha, V) , por a jus tar su mirada a la rea l idad rec ien descubier ta . El mar rea l(So ledad , XXIX) , en lucha todav a con e l e l mar de mi imag inac in(Menos , XXXIX) , hace impos ib le todav a e l nac imien to de Venus (Venus ,XXXI) . El milagro parece inminente , pero la verdad es an verdad s in rea l idad":

    VA a nacer tambin aqu y ahora! Vedlo. Ncares lquidos. Las sedas,las caricias, las gracias todas, hechas ola de espuma... Ya!...All!... No?...Ser culpa del fraile?Da ganas de llorar que el barco, el oso este!, pose as, negro y sucio,sobre el agua, esa espalda de ternura! A ver! Que quiten de aqu el barco, queva a nacer Venus! - Y dnde lo ponemos? Y dnde lo ponem os?- Ap olo, amigo slo de la diosa, que vas mientras tocan aq u al rosario,con tu ramo grana -blanco en la aurora, de oro al medioda-, a tu casa delponiente! Apolo, amigo slo mo; Venus muri sin nacer, por culpa de laTrasatlntica! (Diario, XXXI).

    Slo avanzado e l v ia je , ya por mar , e l prodigio se produce y la mundo serevela en toda su p leni tud. La rea l idad se e leva hasta su nombre:Te tena olvidado,cielo, y no erasms que un vago existir de luz,visto -sin nombre-por mis cansados ojos indolentes.Y aparecas, entre las palabras

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    Del modernismo a la vanguardia: El diario de un poeta recin casado A.L.E.U.A./15perezosas y desesperanzadas del viajero,como en breves lagunas repetidasde un paisaje de agua visto en sueos...

    Hoy te he mirado lentamente,y te has ido elevando hasta tu nombre {Diario, XLIII).Y lo mismo ocurre con el mar . Toda la real idad es t volcada en un dinamismo que no t iene ot ro objeto que dar mues tra de su afn por revelarse y hacerse inteligible:

    NO s si es ms o men os. Pero s que el mar, hoy, es el mar. Como unorador sin paz, que un da llega a su plena exaltacin, y es l ya para siempre,porque la ola de su fervor rompi su vaso, as, hoy, el mar; como un pintor queacertase a dar en una sola pincelada la luz del color de la aurora primera; comoun poeta que se hace en su alma una estrofa mayor que el mundo, as, hoy, elmar; como una primavera que abre su flor mayscula...

    Hoy el mar ha acertado, y nos ofrece una visin mayor de l que la quetenamos de anteman o, mayor que l hasta hoy. Hoy le conozco y le sobreco-nozco. En un momento voy desde l a todo l, a siempre y en todas partes l.Mar, hoy te llamas m ar por vez primera. Te has inventado t mismo y tehas ganado t solo tu nombre, mar (Diario, CLXVI).

    Pero la revelacin no se da de una vez por todas , s ino que slo en brevesins tantes de luz alcanza la pleni tud y se ha ce no mb re. A vec es , la real idad se tornaopaca 3:DE pronto, esta conciencia tristede que el mar no nos ve; de que no era

    esta correspondencia mantenidadas y noches por mi almay la que yo le daba al mar sin alma,sino en un amor platnico.S, inmensamenteciego!

    'Por respeto a la terminologa potica juanramoniana opongo realidad plena a realidad opaca.Pero ambos conceptos responden literalmente a la oposicin que Ortega hace entre realidad primaria(la de las cosas cuando no pensamos en ellas, cuando no las convertimos en parte de nuestra vida) yrealidad pensada (las cosas, cuando las incorporamos a esa realidad, que es la vida). Vase, por ejemplo, Unas lecciones de metafsica (Ortega 1981a, pg. 82). Vase tambin P. Cerezo Galn 1984, pg.314.151

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    A.L.E.U.A./15 FRANCISCO JAVIER BLASCO PASCUALAunque esta luna llena y blancanos alumbre, partimos las espalda

    del agua en una plenitud de oscuridadesY no vistos del mar,no existimos por este mar abiertoque cerca nuestra nada de horizontesverdes, resplandecientes e ideales.Este miedo, de pronto... (Diario, CLXXXIX).

    En es tos momentos , l a s amar ras t end idas por e l yo a las cosas se rompen,com o dan cuen ta los poem as XL IV ( No!) , LX (Skay) de manera que l a c r nica (es e l caso de las prosas Tnel c iudadano, Iglesias o El prusiani to)sust i tuye a l poema:EL mar dice un momentoque s, pasando yo.Y al punto,que no, cien veces, milveces, hasta el ms lgubre infinito.No, no!, no!!, no!!!, cada vez msfuerte, con la noche...Se van uniendolas negaciones suyas, como olas,-no, no, no, no, no, no, no, no, no, no!-y, pasado, todo l, all hacia el este,es un inmenso, negro, duro y frono! {Diario, XLIV).

    La escr i tura , entonces , deja de ser una forma de profundizar en la esenciaconst i tu t iva de las cosas , una forma de crear ent ramados de sent ido que haganintel igible el universo, para convert irse, slo, en vehculo descript ivo de su exter ior idad:

    BROADWAY. La tarde. An uncios mareantes de colorines sob re el cielo.Con stelaciones n uevas. El Cerdo , que baila, verde todo, saludando con su som-brerito de paja, a derecha e izquierda. La Botella, que despide, en muda detonacin, su corcho colorado, contra un sol con boca y ojos. La Pantorrilla elctrica, que baila sola y loca, como el rabo separado de una salamanquesa. ElEscocs, que ensea y esconde su whisky con reflejos blancos. La Fuente, deaguas malvas y naranjas, por cuyo chorro pasan, como en una culebra, prominencias y valles ondulantes de sol y luto, eslabones de oro y hierro (que trenza un chorro de luz y otro de sombra...). El Libro, que ilumina y apaga lasimbecilidades sucesivas de su dueo. El Navio, que, a cada instante, al encen-

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    derse, parte cabeceando, hacia su misma crcel, para encallar al instante en lasombra... Y...-La luna! -A ver? -A h, mrala, entre esas dos casas altas, sobre el ro ,sobre la octava, baja, roja, no la ves...? -Deja, a ver? No... Es la luna, o esun anuncio de la luna? {Diario, CXI).

    La pugna de la realidad por revelarse en toda su plenitud y la pugna del yopor hacer inteligible esa revelacin, nombrndola, es la gran aventura que cantael Diario juanram oniano. Y en tal pugna, ambas realidades, el yo y las cosas, sonimprescindibles. En palabras de Ortega, que resultan un extraordinario colofn alviaje del Diario, el mund o exterior no existe sin mi pensamiento que lo crea alnom brarlo; pero mi pensamiento y el mundo no se confunden: el mund o exterior no es mi pensam iento; yo no soy teatro ni mundo -s oy frente a ese teatro, soycon el mu nd o-, somos el mundo y yo (Ortega 1946, VII, pgs. 401-402 ).

    El Diario es, como ha estudiado Miguel ngel Prez Priego, un libro deviaje y un diario. Pero es, por encima de todo e llo, el testimonio grandioso de unaaventura, en la que el yo, abandonadas las representaciones que en su conciencia haban reemplazado hasta ese momento al mundo, se abre a la realidad conavidez de conocimiento. En el Diario hay una dimensin existencial y, en lospoem as en que tal dimensin se hace presen te, se percibe claramente la punga delyo por salvarse en las cosas del naufragio de lo ntimo ; pero, sobre esta dimensin, hay o tra dimensin m etafsica, que convierte la escritura del Diario en fundacin ontolgica de la realidad.

    El libro juanramoniano es importante, muy importante, en s mismo, perolo es tambin por lo que representa, en cuanto aclimatacin de una potica de larealidad, que es la que har posible, por ejemplo, el fenmeno Guillen. JuanRamn no hablar de potica de la realidad. Hab lar de la potica de la desnudez ,pero en ambos la verdad ltima es, esencialmente, la misma. Uno y otro camino,a donde conducen es a la liberacin de cualquier concesin o ataduras a lo literario (ropajes) y a la inauguracin de una mirada personal sobre las cosas. En labase de ambos caminos, ya lo he sealado con reiteracin, est Ortega, que, enQu es la filosofa?, afirma con rotundidad: lo que me es dado es mi vida, nomi yo solo, ni mi conciencia hermtica... Me es dada mi vida, y mi vida es antetodo un hallarme yo en el mundo (Ortega 1946, VII, pg. 404). Desde esta afirmacin ("mi vida es un hallarme yo en el mundo) se entiende que, en plenavigencia de la poesa social, en los duros y comprometidos aos del compromiso, un poeta a la moda convierta a Ortega, aunque de manera un tanto clandestina, en instrumento para la canonizacin (de canon esttico, por supuesto) de

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    Guillen. Pero muchos antes de que Ortega hiciese la afirmacin, que acabo decitar, Juan Ram n, el contra-modelo -seg n una parte importante de la crtica - deesta misma poesa, haba escrito: La que viaja, siempre que viajo, es mi almaentre almas.

    BIBLIOGRAFACEREZO GALN, Pedro. 1984. La voluntad de a ventura, Barcelona, A rielGIL DE BIEDMA, Jaime. 1980. El pie de la letra, Barcelona, CrticaJIMNEZ, Juan Ramn. 1964. Libros inditos de poesa, Madrid, Aguilar.

    - 1967. Primeros libros de poesa, ed. de Francisco GARFIAS, Madrid,Aguilar.- 1973. Nueva antolija, ed. de Aurora ALBORNOZ, Barcelona, EdicionesPennsula.- [1917] 1982. Diario de un poeta recin casado, ed. Ricardo GULLN,Madrid, Taurus.- [1917] 1998. Diario de un poeta recin casado, ed. de Michael P.PREDMORE, Madrid, Ctedra.

    ORTEGA Y GASSET, Jos. 1946. Obras com pletas, Madrid, Revista de Occidente.- 1981a. Una s lecciones de m etafsica, Madrid, Revista de Occidente.- 1981b. Investigaciones psicolgicas, Madrid, Revista de Occidente.

    PREZ PRIEGO, Miguel ngel. 1981. El gnero literario de Diario de un poetareciencasado, en Juan Ramn Jimnez en su centenario, Cceres,Ministerio de Cultura.ROZAS, Juan Manuel (1981). Juan Ramn y el 27. Hodiernismo e irracionalismoen la parte central del Diario, en Juan Ramn Jimnez en su centenario,

    Cceres.

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