intervencion psicosocial con maltratado … · implícitos dos elementos que explican laexistencia...

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por R. ARCE Y F. FARIÑA CAPíTULO 2 INTERVENCION PSICOSOCIAL CON MALTRATADO RES DE GÉNERO l. Introducción La ONU (1988) define víctima como «aquella persona que ha sufrido un perjuicio, entendiendo por ello una lesión física o mental, sufrimiento emocional, pérdida o daño material, o un menoscabo importante en sus derechos, como consecuencia de una acción u omisión que constituya un delito con arreglo a la legislación nacional o el derecho internacional, o bien sea un acto de abuso de los poderes públicos». En esta definición están implícitos dos elementos que explican la existencia de una víctima: la causa- ción y las consecuencias. Sobre las causas establece una relación directa y unívoca con el delito -plasmado en los tratados legales internacionales o nacionales a aplicar en cada caso--. En cuanto a las consecuencias para la víctima (secuelas en la terminología técnica aplicable a este contexto) con- forman lo que se ha denominado victimización. Si bien todas las víctimas son importantes y únicas, las víctimas de vio- lencia de género y, por extensión, de violencia doméstica, presentan condicio- nes particulares que agravan aún más la victimización: la multivictimización, la desestructuración de la red social primaria de apoyo y la victimización indirecta de parte de la familia o de toda ella. La multivictimización supone que casi todas las víctimas de violencia doméstica sufren agresiones continua- das, esto es, son objeto de continuas experiencias de violencia (Mawby y Wal- klate, 1994). Por su parte, la red social primaria de apoyo (la familia) no es operativa en este caso, pues es un miembro o miembros de la propia familia quien o quienes ejercen la violencia sobre otro u otros (Taylor y Brown, 1988).

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Page 1: INTERVENCION PSICOSOCIAL CON MALTRATADO … · implícitos dos elementos que explican laexistencia deuna víctima: ... otros evidencian una carencia de conductas alternativas alempleo

por R. ARCE Y F. FARIÑA

CAPíTULO 2

INTERVENCION PSICOSOCIALCON MALTRATADO RES DE GÉNERO

l. Introducción

La ONU (1988) define víctima como «aquella persona que ha sufridoun perjuicio, entendiendo por ello una lesión física o mental, sufrimientoemocional, pérdida o daño material, o un menoscabo importante en susderechos, como consecuencia de una acción u omisión que constituya undelito con arreglo a la legislación nacional o el derecho internacional, o biensea un acto de abuso de los poderes públicos». En esta definición estánimplícitos dos elementos que explican la existencia de una víctima: la causa-ción y las consecuencias. Sobre las causas establece una relación directa yunívoca con el delito -plasmado en los tratados legales internacionales onacionales a aplicar en cada caso--. En cuanto a las consecuencias para lavíctima (secuelas en la terminología técnica aplicable a este contexto) con-forman lo que se ha denominado victimización.

Si bien todas las víctimas son importantes y únicas, las víctimas de vio-lencia de género y, por extensión, de violencia doméstica, presentan condicio-nes particulares que agravan aún más la victimización: la multivictimización,la desestructuración de la red social primaria de apoyo y la victimizaciónindirecta de parte de la familia o de toda ella. La multivictimización suponeque casi todas las víctimas de violencia doméstica sufren agresiones continua-das, esto es, son objeto de continuas experiencias de violencia (Mawby y Wal-klate, 1994). Por su parte, la red social primaria de apoyo (la familia) no esoperativa en este caso, pues es un miembro o miembros de la propia familiaquien o quienes ejercen la violencia sobre otro u otros (Taylor y Brown, 1988).

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Además, en no pocas ocasiones, la victimización de la pareja vieneacompañada de la victimización directa de otros miembros de la familia-entre un 30 y un 40 % de casos- (Echeburúa y Corral, 1998); indirecta-cuando se padece un contagio a partir de otra persona que ha sufrido undelito, y con la que mantiene una relación cercana- (Denkers y Winkel,1993); o cuando presta auxilio a la víctima inicial y acaba convertido envíctima (Naciones Unidas, 1988). En el caso concreto de la violencia do-méstica, la prevalencia de esta contingencia es muy significativa (English yotros, 2003). Todas estas peculiaridades no han pasado inadvertidas allegislador, que las ha previsto a través de los agravantes de la responsabili-dad penal (artículo 22 y 23 del Código Penal, Ley 10/1995 de 23 denoviembre).

A lo anteriormente expuesto cabe añadir la relevancia numérica (elObservatorio contra la Violencia Doméstica y de Género, dependiente delConsejo General del Poder Judicial, cifró en 66.188 las denuncias por malostratos presentadas en 2004) y del tipo de daños de este tipo de violencia(por ejemplo, el número de femicidios entre julio de 2004 y junio de 2005fue de 68, según el Centro Reina Sofía para el Estudio de la Violencia).

La Ley Orgánica 1/2004 de Medidas de Protección Integral contra laViolencia de Género da entrada en el artículo 35, al amparo del CódigoPenal para aquellos casos en que la condena sea inferior a dos años, y enlínea con una justicia terapéutica que se ha mostrado más efectiva paraestos casos (Simon, 1995), a un programa de intervención dirigido a la ree-ducación del agresor y la prevención de recaídas.

Ante este panorama, el primer interrogante que se nos plantea es siestos programas pueden ser realmente efectivos. La literatura nos advierteque no sólo son posibles (Echeburúa y otros, 2004), sino también efectivostanto en la adquisición de destrezas (por ejemplo, control emocional ycambio actitudinal) y disminución de la frecuencia de conductas de mal-trato (Echeburúa y Fernández-Montalvo, 1998) como en la reducción de lasrecaídas (Carney y Buttell, 2004; Fracher, 2003). Como quiera que las cau-sas de este comportamiento violento no se dan de forma aislada, la combi-nación de las mismas ha posibilitado modelos de intervención basados enla vulnerabilidad o en los déficit de destrezas observados en los agresores(Ross y Fabiano, 1985). Complementariamente, se han formulado modelosde competencia social (Wallston, 1992) sobre la base de los factores de pro-tección frente a la violencia, que constituyen el fundamento de los progra-mas de intervención. En el caso que nos ocupa, los agresores de género, losdéficit y factores protectores nos han llevado a diseñar un programa concontenidos de tipo educativo (modificación de creencias irracionales en

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torno al género y al empleo de la violencia), psicológico-social (por ejem-plo, logro de un adecuado ajuste psicológico) y de prevención de recaídas(por ejemplo, reinserción social). Para alcanzar estos propósitos adoptamosuna aproximación multimodal (utilizando los componentes cognitivo ycomportamental de forma complementaria) y multinivel (la intervenciónno sólo se dirige al sujeto, sino también al ámbito en el que éste se desarro-lla: familia y comunidad).

Así, proponemos una intervención sobre los agresores en la esfera de lacompetencia social (autoconcepto, inteligencia emocional, etc.), en conjun-ción con una intervención a escala comunitaria (reinserción social), porquela asunción de soluciones parciales sobre la base de un modelo aditivo oacumulativo puede reducir los riesgos pero no erradicarlos.

2. El programa Galicia de reeducación psicosocialpara maltratadores de género!

2.1. POBLACION DIANA

El programa está dirigido a aquellos agresores de género primarios(esto es, sin condenas previas por el mismo delito) con condena judicial, enla que la pena de cárcel impuesta por violencia de género sea inferior a dosaños (artículos 153 y 173.2 del Código Penal). Seguidamente describimoslos objetivos de este programa.

2.2. OBJETIVOS DEL PROGRAl\1A

La intervención con maltratado res de género pretende lograr su reedu-cación psicosocial, con el fin de alcanzar un adecuado grado de ajuste queles posibilite reinsertarse en la sociedad con la garantía de haber erradicadode su repertorio conductualla violencia. Para lograr este fin, el programa seplantea la consecución concatenada de los objetivos específicos que se deta-llan a continuación:

1. El programa Galicia de reeducación psicosocial para maltratado res de género ha entrado enfuncionamiento con la Ley Orgánica 112004 de Medidas de Protección Integral contra la Violencia deGénero, el 29 de junio de 2005, en virtud de un convenio entre la Consellería de Xustiza, Interior eAdministración Local yel Servizo Galego de Igualdade de la Xunta de Galicia, por una parte, y la Unidadde Psicología Forense de la Universidad de Santiago de Compostela, por otra.

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a) Asunción de la responsabilidad de las conductas violentas. Sobre labase de un análisis individualizado de los hechos probados en la sentenciajudicial y del estudio individual de las causas y desarrollo del comportamientode cada maltratador, el primer objetivo es que éste asuma su responsabilidad.Para ello, los agresores previamente han de reconocer la existencia del maltratoy el daño producido (Echeburúa y otros, 2004). En otras palabras, la participa-ción con garantías en un programa de reeducación psicosocial requiere, comoprimer paso, que los maltratado res acepten la responsabilidad de sus actos.Todo ello ha de redundar en una motivación para el tratamiento de modo quealcance la etapa de preparación para el tratamiento (estadio 3 del modelo trans-teórico de cambio de Prochaska y DiClemente, 1982), esto es, el agresor tomala decisión de cambiar y acepta el compromiso del tratamiento. De no alcan-zarse este estadio, la implicación en el tratamiento es aparente y no real y, portanto, el pronóstico sobre su efectividad es escaso, si no nulo. De no alcanzarseeste objetivo, se informará al juzgado para que obre en consecuencia.

b) Logro de un adecuado ajuste psicológico. Si bien la gran mayoría delos maltratado res de género no padecen psicopatología alguna que puedajustificar su conducta violenta y, por tanto, son plenamente responsables desus actos, numerosos estudios de campo (Corral, 2004; Femández-Montal-vo y Echeburúa, 1997; Sanmartín, 2002) advierten que presentan con ciertafrecuencia un estado psicológico desadaptado. Tales desajustes psicoerno-cionales justifican la necesidad de intervenir durante las primeras fases delprograma con el propósito de lograr el equilibrio psicológico imprescindi-ble para un adecuado control de las conductas violentas y hostiles hacia lasmujeres (Arce, Suárez y Villar, 2004). Además, el ajuste psicológico tambiénse aborda de un modo transversal, esto es, a lo largo de todo el programa,mediante otras técnicas que abundan en la misma dirección (la reestructu-ración cognitiva o el autocontrol emocional). Los agresores que presentanuna psicopatología severa que explique su comportamiento violento, y quelos convierta en in imputables o semi-imputables, no son objeto de este pro-grama y son derivados a otros servicios vía judicial.

c) Modificación de creencias irracionales en torno al género y al empleode la violencia contra las mujeres. Las conductas violentas hacia las mujeresvienen precedidas por la presencia de abundantes sesgos cognitivos sobre lainferioridad de la mujer y sobre la legitimación de la violencia como formade resolver conflictos. Por ello, es imprescindible tratar de manera específicaaquellas creencias distorsionadas y rígidas que pueden favorecer la escaladade la violencia.

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d) Fomento del respeto hacia la mujer: Derechos de las mujeres versus. aciones de los hombres. Tras la consecución del anterior objetivo -con-

los efectos de las creencias y estereotipos machistas, y los pensamientosorsionados sobre el empleo de la violencia-, el paso siguiente es fomen-el respeto hacia las mujeres, especialmente hacia la pareja o ex pareja.

Para ello, se hace necesario eliminar en los asistentes al programa las conduc-actitudes que representan una falta de consideración hacia los miembros

sexo femenino o una merma de sus libertades y derechos. En consecuen-, resulta imprescindible la reeducación respecto a la igualdad de derechos

: deberes entre el hombre y la mujer, con la finalidad de instaurar una acti-d que permita el logro de una adecuada interacción con el otro sexo.

De este modo, procedemos a erradicar las desvalorizaciones (críticas yhumillaciones permanentes hacia las tareas, opiniones o físico de la pareja),las posturas y gestos amenazantes de restricción (control de las amistades,etc.), la indiferencia o la falta total de atención a las necesidades afectivas ylos estados de ánimo de los miembros de la familia y, por supuesto, las con-ductas destructivas (Caño, 1995). Con esta finalidad se entrena a los partici-pantes en la adquisición de aquellas habilidades que les permitan mantenerel respeto hacia la mujer, tales como el fomento de la empatía, la adecuadaexpresión de los sentimientos y el empleo de una comunicación asertiva. Asu vez, se les informa (y forma) acerca de los derechos fundamentales de losciudadanos recogidos en la Constitución Española.

e) Adquisición de patrones conductuales no agresivos o violentos. Concierta frecuencia, los maltratadores de género presentan un repertorio con-ductual normal, a excepción de la violencia que ejercen contra la mujer. Por elcontrario, otros evidencian una carencia de conductas alternativas al empleode la violencia como forma de resolución de conflictos, por lo que su reperto-rio conductual agresivo es generalizado. Para éstos últimos la utilización ymantenimiento de los comportamientos violentos se justifica porque tieneconsecuencias positivas: el control de la conducta de los miembros de la fami-lia (Navarro, 2000). Sobre la base de una intervención diferente para cada unode estos dos tipos de agresores, este programa persigue eliminar las conductasagresivas del repertorio comportamental de los participantes y la internaliza-ción de estrategias conductuales alternativas a la agresión.

f) Mantenimiento y generalización. El último objetivo específico deeste programa, consecuencia inevitable de los anteriores, es lograr el mante-nimiento y la generalización de los conocimientos y destrezas a la vida coti-

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diana. En otras palabras, es imprescindible que los asistentes consigan inte-riorizar los contenidos aprendidos y controlarse de manera autónoma. Porello, este objetivo es a la vez que final transversal.

Para abordar estos objetivos generales y específicos se emplean diversastécnicas de intervención, a saber: instrucciones y modelado, técnicas deautocontrol de la ira, reestructuración cognitiva, saciación, técnicas de auto-control de la activación, resolución de problemas, modelado, role-playing.retroalimentación y refuerzo, entrenamiento en habilidades de comunica-ción y técnicas para el mantenimiento y la generalización. Su aplicación, enalgunos casos, se realiza de forma transversal al desarrollo del programa.

2.3. IMPLANTACION DEL PROGRAMA

El programa se compone de 52 sesiones, de las cuales la mitad seimplementan a escala individual y la otra mitad a escala grupal. Con el finde alcanzar los objetivos propuestos anteriormente, la intervención indivi-dual se puede ampliar. Las sesiones individuales permiten llevar a cabo unseguimiento continuo y exhaustivo de los participantes en el programa,facilitando con ello la evaluación de su adecuada progresión, y la adapta-ción del programa a los déficit y necesidades de cada uno de los participan-tes. Por su parte, las sesiones grupales facilitan la exposición de los conteni-dos educativos del programa y la puesta en práctica de las destrezas y habili-dades que se adquieren a lo largo del mismo. A su vez, la dinámica grupalayuda a que los usuarios superen los problemas relacionales, siendo éste unpaso previo para facilitar su adecuada reinserción social.

2.3.1. Contenidos del programa

Los contenidos del programa, al igual que las sesiones, son susceptiblesde ser modificados en relación con las necesidades concretas de las personasque asisten a él.

a) Evaluación pre-intervención. La evaluación pre-intervencióntiene por objeto inicial valorar la adecuación del programa al destinata-rio concreto. De hecho, contrariamente a la impresión lega, sólo unpequeño porcentaje de los agresores son personas que padecen unaenfermedad mental (Musitu y Cava, 2001). Como hemos dicho anterior-mente, nuestro programa no está dirigido a aquellos que presenten una

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patología clínica que explique el comportamiento agresivo. Además, estospacientes interferirían en el buen desarrollo del programa de los otrosasistentes. De hecho, la evaluación pre-intervención se inicia con un estu-dio del estado clínico de los beneficiarios con el fin de aislar a este tipo desujetos, esto es, a los inimputables o semi-imputables. Estos individuosson desviados a los servicios de salud mental o a programas específicospara ellos a través de! juzgado. Una vez controlado o superado su proble-ma mental, se reconsidera su participación en el programa de reeduca-ción psicosocial. Además, se valoran los déficit cognitivos y de habilida-des para ajustar la intervención a las necesidades de cada usuario. Paratodo ello procedemos con:

Evaluación psicológica mediante la aplicación del Inventario multi-fásico de personalidad de Minnesota (MMPI-2), la entrevista clínico-forense, e! Cuestionario de 90 síntomas (SCL-90-R) (Derogatis,2002) y la observación y registro conductual. Para e! control de lasimulación/disimulación se sigue el protocolo de Arce, Fariña yPampillón (2002).Estimación de! riesgo de agresión a la pareja a través del Manualpara la valoración el riesgo de violencia contra la pareja (SARA) deKropp, Hart, Webster y Eaves, adaptado al castellano por Andrés-Pueyo (2005).Evaluación de los pensamientos o creencias irracionales relaciona-dos con la mujer y con la utilización de la violencia como medio desolucionar problemas, para lo que acudimos al Inventario de pensa-mientos distorsionados de Fernández- Montalvo y Echeburúa (1997).Evaluación del autoconcepto mediante la aplicación de la Escala deautoconcepto de Tennessee (Fitts, 1965).Evaluación de las estrategias de afrontamiento utilizadas por losagresores ante las situaciones que les generan tensión mediante elInventario de respuestas de afrontamiento (Moos, 1993).El desarrollo de la inteligencia emocional percibida, es decir, elmetaconocimiento que las personas tienen sobre sus habilidadesemocionales se establece mediante la Trait Meta-Mood Scale(TMMS) (Salovey y otros, 2002).La medida de las habilidades sociales disponibles en los agresores sedeterminan con la aplicación del Cuestionario de habilidades socialesde Goldstein y otros (1989).Evaluación dellocus de control con la finalidad de conocer el gradode responsabilidad que los propios agresores se atribuyen en e!

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desarrollo de la espiral de la violencia. Con este fin les administra-mos la Escala de niveles de atribución y cambio (LAC) (Norcrossy otros, 1984).Entrevista semiestructurada para maltratadores de género, de Arce yFariña (2005), de la que se obtiene información sociodemográfica dela historia familiar previa y actual, de la historia laboral; de las rela-ciones y redes sociales; de las conductas de riesgo; una descripción delos episodios de maltrato; y de la motivación para el cambio e inter-pretación personal de su situación vital actual. Si la víctima continúaconviviendo con el agresor, se procederá también a entrevistada.

b) Toma de contacto e introducción al programa. La toma de contac-to con el programa se produce, en un primer momento, con cada usuarioindividualmente, al que se le explican los objetivos a lograr con la intervencióny la exigencia de la implicación en el programa (se firma un contrato de com-promiso). Posteriormente a la presentación de todos los miembros del gru-po de trabajo, se reiteran los objetivos de la intervención y se aborda el temade la violencia de género, la violencia doméstica y la violencia familiar. Porúltimo, se exponen los motivos por los que se encuentran en el programa yse les recuerda el imperativo legal de asistencia (e implicación) al mismo.

e) Aceptación de la responsabilidad propia en los episodios de violen-cia. Muchos de los maltratado res de género no reconocen la existencia delproblema y no tienen la motivación necesaria para el cambio de conducta(Redondo y Garrido, 1999). Debido a ello es necesario enfrentar a los agreso-res con la necesidad de efectuar cambios en sus creencias, actitudes y con-ductas, para lograr una participación activa en el programa. Además, se inci-de en la importancia de reconocer su problema de conducta, dado que sólodesde esta perspectiva se puede iniciar un programa para el cambio (Eche-burúa y Corral, 1999). Como quiera que los participantes en este programaacuden obligados por un mandato judicial, la adherencia al tratamiento estáprácticamente garantizada. Sin embargo, que acudan al programa no suponeque el agresor sea consciente del problema, asuma la responsabilidad de sucomportamiento y se implique en el tratamiento (Bridgen, 2005; Casey,2005). Por ello y tras estas actuaciones, se evalúa el grado de compromiso delos agresores con el programa. Con este fin les administramos el Inventariode procesos de cambio (DiClemente y Prochaska, 1985) adaptado para agreso-res de género. Este instrumento es de gran valor para conocer la implicaciónen el programa. Así, tras completar esta etapa del proceso de tratamiento, elusuario se sitúa en el estadio de preparación o acción. Si, tras volver a pasar

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por las fases previas del programa, no se observa progreso alguno en los pro-cesos de cambio, se informa al juzgado para que tome las medidas oportunaspor falta de implicación del agresor en la medida judicial adoptada.

d) Información sobre las raíces de la violencia contra las mujeres. Laviolencia, y particularmente la violencia contra las mujeres, tiene un marca-do origen cultural y social. Para atajar estos déficit cognitivos se ponen enpráctica debates al estilo lewiniano para el cambio de actitudes cuyo princi-pal objetivo es tratar las creencias sobre el papel secundario otorgado a lamujer por cuestión de género. En concreto, se presenta un criterio de reali-dad sobre la igualdad entre hombres y mujeres y, a continuación, se propo-nen discusiones en grupo entre los agresores.

e) Formación en la equidad de derechos entre hombres y mujeres:educación para la igualdad; introducción y desarrollo de los derechos de lasmujeres como ciudadanos de pleno derecho; el género y la igualdad en laLey (Derecho Natural, Constitución Española y Constitución Europea); for-mación sobre el ordenamiento jurídico en materia de malos tratos y, enconcreto, Ley Integral contra la Violencia de Género (Ley Orgánica 1/2004del 29 de diciembre).

f) Concienciación sobre el ciclo de la violencia: defmición de violen-cia; identificación de comportamientos violentos; conocimiento de losdiversos tipos de violencia; enseñanza para la identificación de los indicado-res previos al comportamiento violento.

g) Fomento de la inteligencia emocional: conocimiento de la relaciónentre cogniciones, emociones y conductas; identificación de las emocionespropias y ajenas; entrenamiento de la adecuada expresión de sentimientos; yactuación acorde a las emociones que presentan los otros.

h) Autocontrol emocional y control de la ira: identificación y auto-rregistro de las situaciones generadoras de tensión; identificación, autorre-gistro y modificación de creencias irracionales en torno a las mujeres y alempleo de la violencia mediante la reestructuración cognitiva; identifica-ción de las señales físiológicas de activación o tensión; entrenamiento enauto observación; entrenamiento en técnicas de control de la activación;relajación progresiva, suspensión temporal y entrenamiento autógeno;expresión correcta de los sentimientos y aplicación de las destrezas adquiri-das a situaciones concretas mediante ensayo conductual o role-playing.

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i) Adquisición de comportamientos alternativos a la agresión: Entre-namiento en resolución de problemas; entrenamiento en afrontamiento,habilidades sociales y de comunicación; modelado de conductas adecuadasy aplicación de las destrezas adquiridas a situaciones concretas medianteensayo conductual o role-playing.

j) Potenciación del autoconcepto: Identificación de los pensamientosdistorsionados acerca de uno mismo y reestructuración de los mismos. Unautoconcepto negativo con frecuencia es considerado un factor de vulnera-bilidad genérica que predispone al sujeto a un amplio espectro de desajustescomportamentales y afectivos tales como la conducta agresiva (Ross yFabiano, 1985). Por el contrario, un autoconcepto positivo y robusto es unfactor de gran relevancia para el logro de un adecuado equilibrio psicológi-co y un desarrollo personal satisfactorio, así como para la adquisición deconductas adaptativas y saludables y, por extensión, para la prevención derecaídas (Baron y Byrne, 1998; Fernández- Ríos, 1994). En consecuencia, seprocede al fomento de un autoconcepto positivo (reajuste de las distorsio-nes detectadas en los componentes del autoconcepto) en todas sus formas,esto es, los componentes internos y los externos.

k) Disminución de la dependencia emocional de la pareja: Controlde los celos. En ocasiones los comportamientos agresivos tienen su origenen la dependencia emocional que el maltratador posee respecto a la pareja ovíctima del maltrato, siendo los celos el mayor exponente (Redondo yGarrido, 1999). El entrenamiento en autocontrol emocional, la reestructu-ración cognitiva y la saciación son los mecanismos con los que se palía estedéficit.

1) Formación en el respeto hacia la pareja o ex pareja. Una vez que losusuarios han aprendido a controlar sus estados emocionales desadaptadosy, por extensión, las conductas violentas, se procede al entrenamiento,mediante role-playing o modelado, de aquellas pautas de comportamientoadaptadas, es decir, que posibilitan la instauración de una adecuada rela-ción, tanto con la pareja actual como con futuras parejas con las que esta-blezca algún tipo de relación, cimentada en el respeto mutuo y en el empleode pautas de interacción adecuadas.

m) Evaluación post-intervención. La evaluación post-intervencióntiene por objeto conocer la eficacia del programa en cada usuario, esto es,averiguar si los asistentes han adquirido las destrezas y habilidades practica-

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das y, por lo tanto, han logrado el cambio cognitivo y conductual esperado.Concretamente, se evalúa si se han producido cambios en las cogniciones delos usuarios y el subsecuente ajuste psicológico y conductual en su modo derelacionarse con las mujeres. Además, la evaluación post-intervención tam-bién tiene fines operativos y estratégicos, lo que se traduce en una retroali-mentación y reajuste del programa para maximizar la intervención.

2.3.2. Temporalización del programa

La duración del programa de reeducación psicosocial es de un año.Una vez terminado el programa, comienza una fase de seguimiento post-intervención dirigida a la prevención de recaídas. Esta fase de seguimientopresta una atención especial a los desajustes que se puedan producir tras eltratamiento, al mantenimiento y generalización de la competencia socialadquirida más allá del control judicial y técnico, y a la reinserción socialmediante la creación de una red social de apoyo competente. Esta últimatambién incluirá, en su caso, un entrenamiento en competencia del entornofamiliar e incluso de la propia víctima. No en vano entre un 20 % Yun 40 %de las víctimas manifiestan una intención inequívoca de continuar o reini-ciar la convivencia con el agresor. La duración del seguimiento varía deacuerdo con los déficit detectados, el tiempo de condena o cualquier otracontingencia que lo aconseje. En todo caso, nunca será inferior a seis meses.

Sobre la base de que la intervención ha de adaptarse a los déficit decada condenado y, por tanto, puede estar sujeta a variaciones según lasespecificaciones de cada caso, la modalidad general del programa se desa-rrolla a lo largo de 52 sesiones con una duración aproximada de un año.Durante el primer mes tienen lugar ocho sesiones de dos horas de duracióncada una. De éstas, cuatro son de carácter individual y las otras cuatro gru-pal. Así, semanalmente se lleva a cabo una sesión individual y otra grupal.Las sesiones individuales tienen por objeto la evaluación de cada asistenteasí como la familiarización con cada caso. Durante los siguientes oncemeses se realizan cuatro sesiones mensuales, dos de carácter individual ydos grupal. Estas sesiones van acompañadas de una evaluación individuali-zada que se plasma en un informe trimestral que se remite a la administra-ción y al juzgado correspondiente y en el que se señalan estos tres niveles:adherencia, implicación y grado de progresión del agresor en la interven-ción. Desde una perspectiva del propio programa, estos informes sirven,dado el caso, para reformular la intervención o profundizar en la misma enaquellos aspectos en los que no se alcancen los objetivos previstos. La gene-

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ralización de los aprendizajes y habilidades se aborda tras cada sesionmediante la puesta en práctica, fuera del horario del programa, de tareas derefuerzo. Tras la finalización del programa se procede a la evaluación post-intervención, que proporciona información sobre el grado de cumpli-miento de los objetivos planteados, así como de la progresión de cada unode los asistentes. Esta evaluación se materializa en un informe final, en rela-ción con los objetivos del programa y en cumplimiento del mandato judi-cial, que se remite al juzgado competente (y copia a la administración) en elque se concluye, bien con una valoración positiva sobre el aprovechamientodel programa, bien con un informe negativo para que la autoridad judicialobre en consecuencia. Además, se plantea un seguimiento mínimo de seismeses durante los cuales se realizará una entrevista individual de caráctermensual, donde se valorará la generalización de los contenidos abordadosen el programa. Finalmente, el programa incluye la creación de una red quepresta ocasionalmente apoyo informativo, normativo, emocional e instru-mental a los usuarios que completaron el programa.

3. Conclusiones

Para finalizar, quisiéramos hacer hincapié en que el problema de laviolencia de género requiere de un abordaje multinivel, esto es, no sólo des-de la perspectiva de la víctima, que constituye el objeto primario de inter-vención, sino también desde la vertiente comunitaria, de prevención y detratamiento del agresor. No en vano la mejor protección para la víctima esevitar la victimización a través de la prevención en la comunidad (prima-ria), la intervención con grupos de riesgo (secundaria) y, finalmente, la pre-vención de reincidencias (terciaria). Este último caso se justifica no sola-mente desde la perspectiva del agresor, sino también de la protección a lavíctima, pues muchas de ellas desean continuar junto al agresor. En conse-cuencia, el programa, siempre que lo aconseje el análisis de cada caso,supera el marco de intervención individual con el agresor (ambiente fami-liar del agresor incluida, en su caso, la pareja). En conclusión, el mejor biende la víctima potencial es que no llegue a serlo y ello se logra a través dedos caminos complementarios: intervención en el ámbito preventivo sobrelos potenciales agresores y erradicación de los comportamientos agresivosen los agresores consumados.

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Bíbliografia

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