inmigración, la de ayer y la de hoy

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Los inmigrantes, los de ayer y los de hoy Los inmigrantes, la inmigración en nuestro país, un tema que recrudece en estos momentos. Si bien es cierto que la inmigración es un tema recurrente en la historia de nuestro país, que casi no existe rubro del que podamos explayarnos sin hacer referencia a la inmigración, mayoritariamente europea de los siglos XIX y XX, fue de una forma tal asimilada la argentinización, que no podríamos hacer disquisiciones sobre las nacionalidades que se integraron al país, cuyos descendientes, los habitantes de este suelo, son los argentinos de hoy donde decimos con orgullo, somos “crisol de razas”. Cada comunidad trajo sus hábitos y costumbres que ya no se distinguen, salvo cuando a propósito de festividades donde se suelen presentar las colectividades con trajes, danzas y comidas típicas. Hasta las instituciones fundadas por los inmigrantes como las Sociedades, Clubes, Hospitales, Bibliotecas, concurren, se atienden y participan todas las personas que así lo deseen y sin tener en cuenta su ascendencia. Más aún, muchas personas ignoran la procedencia de sus ancestros y muchos otros, que aunque saben la nacionalidad de sus mayores, no pueden precisar el lugar de dónde provienen o no saben dónde queda. Esto nos dice claramente que aquellos que emigraron a nuestro país, quisieron hasta olvidar su procedencia para hacer más rápida la adopción del nuevo país y hasta relegar la lengua originaria, para que sus hijos hablaran mejor el castellano. Muchos de ellos eran analfabetos, otros tenían rudimentarios conocimientos del trabajo de la tierra, de las leyes, de los documentos, de la economía. Vinieron seducidos por una propaganda que nada o muy poco tuvo que ver con la realidad y

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Page 1: Inmigración, la de ayer y la de hoy

Los inmigrantes, los de ayer y los de hoy

Los inmigrantes, la inmigración en nuestro país, un tema que recrudece en estos momentos.

Si bien es cierto que la inmigración es un tema recurrente en la historia de nuestro país, que casi no existe rubro del que podamos explayarnos sin hacer referencia a la inmigración, mayoritariamente europea de los siglos XIX y XX, fue de una forma tal asimilada la argentinización, que no podríamos hacer disquisiciones sobre las nacionalidades que se integraron al país, cuyos descendientes, los habitantes de este suelo, son los argentinos de hoy donde decimos con orgullo, somos “crisol de razas”. Cada comunidad trajo sus hábitos y costumbres que ya no se distinguen, salvo cuando a propósito de festividades donde se suelen presentar las colectividades con trajes, danzas y comidas típicas. Hasta las instituciones fundadas por los inmigrantes como las Sociedades, Clubes, Hospitales, Bibliotecas, concurren, se atienden y participan todas las personas que así lo deseen y sin tener en cuenta su ascendencia. Más aún, muchas personas ignoran la procedencia de sus ancestros y muchos otros, que aunque saben la nacionalidad de sus mayores, no pueden precisar el lugar de dónde provienen o no saben dónde queda.

Esto nos dice claramente que aquellos que emigraron a nuestro país, quisieron hasta olvidar su procedencia para hacer más rápida la adopción del nuevo país y hasta relegar la lengua originaria, para que sus hijos hablaran mejor el castellano. Muchos de ellos eran analfabetos, otros tenían rudimentarios conocimientos del trabajo de la tierra, de las leyes, de los documentos, de la economía. Vinieron seducidos por una propaganda que nada o muy poco tuvo que ver con la realidad y sobre todo, por la esperanza de un mundo mejor a la sombra de la paz. Sin embargo, qué tenían esos inmigrantes que pudieron construir un país floreciente. Qué optimismo, qué convicción sobre el progreso los llevó a crecer de la nada, a desarrollar esa fuerza, esa voluntad inquebrantable, que fue la catapulta que transformó a este país, casi despoblado, en una potencia. Acaso fueron los gobernantes con visión de futuro los que manejaron esta transformación. Será la Ley 1420, laica, obligatoria y gratuita que hizo argentinos a los hijos de inmigrantes. Será el amor a esta tierra que se enquistó en cada uno de ellos porque adoptaron al país como propio, no como inmigrantes, sino como dueños del país y responsables de su porvenir. De aquella patria “lontana” sólo tenían noticias de las vicisitudes de las guerras, las trincheras, las bombas, de los armisticios internacionales, donde la decisión de los políticos sellaba el destino de los pueblos.

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Hoy se habla en todos los medios sobre nuevos inmigrantes, haciendo referencia a los habitantes de países vecinos y de otros, también latinoamericanos. Qué pasa con estas personas que se arriesgan a desplazarse para venir, en muchos casos a agregarse en las villas de emergencia del conurbano de la ciudad de Buenos Aires. Cuál es el móvil de ésta travesía incierta. Cómo es que se puede permanecer en el país indocumentado, sin llenar los requisitos mínimos que debe exigir cualquier país organizado, como la profesión u oficios. Que ingresen aquellos que van a aportar algo distinto y no a reemplazar el nativo. Esto no es “xenofobia”, esto es priorizar los intereses del país y el futuro de nuestros hijos. Por qué todos se radican en Buenos Aires. La Argentina es extensa, porque no se crean industrias en lugares del interior o de la Patagonia. Si hay que lotear, que se expropien inmensos latifundios donde no se realiza ningún tipo de actividad, que se forme una nueva clase de colonos chacareros. Les está reservada a la dirigencia actual, la gran oportunidad de canalizar una “segunda colonización”. Y si la ley de inmigración no regla convenientemente para el país de hoy, que se modifique o se reemplace por otra mejor. Dónde están los legisladores que deben ver este tema candente, por qué no se ocupan de la población. ¡No tienen tiempo para los problemas importantes que aquejan al país!. Algunos, ya están trabajando para las candidaturas, y yo digo como muchos argentinos, malditas sean las postulaciones que les quitan las mejores energías para las sesiones del Congreso. Los ciudadanos tendríamos que decidir quién puede ocupar los cargos, prescindiendo de toda propaganda y nadie gastaría su tiempo, ¡el del país y el nuestro! y recursos, a veces de procedencia non sancta, para esta carrera que desemboca en las mentadas elecciones.

Glady C. Cingolani Pamater

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