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Resumen analítico 2004 Informe sobre la epidemia mundial de SIDA Cuarto informe mundial

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Resumen analítico

2004Informe sobre

la epidemia mundial deSIDA

Cuarto informe mundial

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Las denominaciones empleadas en esta publicación y la forma en que aparecen presentados los datos que contiene no implican, por parte del ONUSIDA, juicio alguno sobre la condición jurídica de países, territorios, ciudades o zonas, o de sus autoridades, ni respecto del trazado de sus fronteras o límites.

La mención de determinadas sociedades mercantiles o de nombres comerciales de ciertos productos no implica que el ONUSIDA los apruebe o recomiende con preferencia a otros análogos. Salvo error u omisión, las marcas registradas de artículos o productos de esta naturaleza se distinguen por una letra inicial mayúscula.

El ONUSIDA no garantiza que la información contenida en la presente publicación sea completa y correcta, y no se responsabiliza de los posibles daños y perjuicios que pudieran producirse como resultado de su utilización.

ONUSIDA – 20 avenue Appia – 1211 Ginebra 27 – SuizaTeléfono: (+41) 22 791 36 66 – Fax: (+41) 22 791 41 87

Dirección electrónica: [email protected] – Internet: http://www.unaids.org

ONUSIDA/04.16S (versión española, julio de 2004)

© Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre el VIH/SIDA (ONUSIDA) 2004.

Reservados todos los derechos. Las publicaciones producidas por el ONUSIDA pueden obtenerse solicitándolas al Centro de Información del ONUSIDA. Las solicitudes de permiso para reproducir o traducir publicaciones del ONUSIDA –sea con fines comerciales o no– también deben dirigirse al Centro de Información por correo a la dirección indicada más abajo, por fax (+41 22 791 4187) o por correo electrónico ([email protected]).

El presente documento puede reseñarse, citarse, repro-ducirse o traducirse libremente, en parte o íntegramente, siempre y cuando se nombre su procedencia. No se permite su venta o su uso en conexión con fines comer-ciales sin la aprobación previa por escrito del ONUSIDA (contacto: Centro de Información del ONUSIDA).

Versión original inglesa, UNAIDS/04.16E, junio de 2004:2004 report on the global AIDS epidemic : 4th global report

Traducción – ONUSIDA

Diseño de la cubierta: Lewis Evans

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I. Responder al SIDA

En muchos países de África subsahariana, las tasas de infección por el VIH mantienen aún su ritmo ascendente. Se estima que, sólo en 2003, en esa región hubo tres millones de nuevas infecciones. En otros lugares, como es el caso de Europa oriental y Asia –regiones con las epidemias de cre-cimiento más rápido en el mundo–, todo parece indicar que están progresando sin obstáculos nuevas epidemias.

Después de más de 20 años y 20 millones de personas fallecidas tras el primer diagnóstico de SIDA en 1981, cerca de 38 millones de personas (intervalo: 34,6-42,3 millones) están viviendo con el VIH. Aun cuando es difícil encontrar un reme-dio, hemos adquirido enseñanzas fundamentales acerca de lo que funciona mejor para prevenir nuevas infecciones y mejorar la calidad de vida y la atención de las personas que viven con el VIH. Se han hecho algunos avances importantes, como el desarrollo de fármacos antirretrovíricos.

A pesar de estos indicios de progreso, siguen exis-tiendo grandes obstáculos para invertir el curso de la epidemia. Los fondos para el SIDA han aumen-tado mucho pero aún no alcanzan la mitad de lo que se necesita, y no siempre se utilizan de forma eficaz. Muchos líderes nacionales siguen negando el impacto del SIDA entre sus ciudadanos y en sus sociedades.

En la actualidad nos vemos abocados a tomar decisiones de vida o muerte. Si no emprendemos una acción de envergadura, la epidemia mundial continuará yendo por delante de la respuesta. No obstante, existe una alternativa: podemos

desarrollar conjuntamente políticas basadas en datos científicos, antes que en la retórica política, y embarcarnos audazmente en un nuevo plan de acción: un plan de acción futura basado en enfo-ques innovadores.

Principales dificultades El rostro femenino de la epidemia. Las muje-

res están cada vez más expuestas al riesgo de contraer la infección. Hasta diciembre de 2003, constituían cerca del 50% de todas las personas que vivían con el VIH en todo el mundo, y el 57% en África subsahariana. Las mujeres y las niñas también soportan la peor parte del impacto de la epidemia: son quienes tienen más probabilidades de atender a las personas enfermas de la familia, perder su trabajo, quedarse sin ingresos y abandonar la escuela como consecuencia de la enfermedad, así como de afrontar el estigma y la discrimi-nación. Se necesitan abordar urgentemente los diversos factores que contribuyen a la vul-nerabilidad y riesgo de la mujer, entre ellos, las desigualdades culturales y por razón del sexo, la violencia y la ignorancia.

Los jóvenes de 15–24 años constituyen la mitad de todas las nuevas infecciones por el VIH en el mundo. Son la mayor generación de jóvenes de la historia, y si queremos que aporten su parte crucial en la lucha contra la epidemia necesitan un entorno protector: escolarización en condiciones de regularidad, y acceso a los servicios de salud y de apoyo.

El SIDA es una crisis de carácter excepcional: es a la vez una emergencia y una cuestión de desarrollo a largo plazo. A pesar del aumento de la financiación, el compromiso político y los progresos realizados en la ampliación del acceso al tratamiento del VIH, la epidemia de SIDA sigue adelantándose a la respuesta mundial. No hay ninguna región del mundo a salvo. La epidemia mantiene su gran dinamismo, su creci-miento y su carácter cambiante mientras el virus aprovecha nuevas posibilidades de transmisión.

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Ampliación de los programas de tratamiento que ofrecen tratamiento antirretrovírico que prolonga la vida. Sólo el 7% de las personas que necesitan tratamiento antirretrovírico en los países de ingresos bajos y medianos tiene acceso a medicamentos antirretrovíricos, es decir, 400 000 personas al final de 2003. Estos programas deben ser sostenibles para impedir el desarrollo de cepas farmacorresistentes al virus.

En África meridional, diversos países están haciendo frente a una crisis creciente en el suministro de servicios públicos vitales que son cruciales para la respuesta al SIDA. Las razones de esa crisis van desde la migración de personal fundamental del sector público y al privado, y al extranjero, al impacto mortífero de la propia epidemia de SIDA.

Ampliación de los programas de prevención que actualmente llegan sólo a una de cada cinco personas en riesgo de infección por el VIH. En 2003, en los países de ingresos bajos y medianos sólo se ofreció servicios para pre-venir la transmisión maternoinfantil del VIH a una de cada 10 mujeres embarazadas. En los países de ingresos elevados, se ha dado mayor prioridad al tratamiento que a la prevención, con lo que por primera vez tras el último dece-nio se han observado aumentos en la transmi-sión del VIH.

Abordar el estigma y la discriminación. Ambos fenómenos entorpecen la eficacia de las respuestas al SIDA, son un obstáculo para que las personas se sometan a las pruebas del VIH, dificultan el uso de preservativos o que las mujeres VIH-positivas no amamanten a sus hijos para protegerlos contra la infección, e impiden que los grupos marginados como los consumidores de drogas intravenosas reci-ban la atención y apoyo que necesitan.

Abordar el olvido de los huérfanos. Se estima que el SIDA se ha cobrado la vida de uno o ambos padres de unos 12 millones de niños en África subsahariana, y la gran mayoría de esos huérfanos no recibe la atención apropiada.

Financiación mundial para el SIDA

Además de proporcionar datos mundiales, regio-nales y nacionales actualizados, el Informe sobre la epidemia mundial del SIDA 2004 presenta nuevas estimaciones sobre los recursos mundiales necesa-rios para luchar eficazmente contra la epidemia en el mundo en desarrollo. Por primera vez, las esti-maciones revisadas se basan en los datos obtenidos en 78 países, muchos de ellos en primera línea de la epidemia de SIDA.

A pesar de que el gasto mundial relativo al SIDA se ha multiplicado por 15, de US$ 300 millones en 1996 a algo menos de US$ 5000 millones en 2003, no llega a la mitad de lo que se necesitará en 2005 en los países en desarrollo. De acuerdo con las estimaciones de costos revisadas reciente-mente, se calcula que en 2005 se necesitarán US$ 12 000 millones (por encima de los US$ 10 000 millones previstos anteriormente) para las activi-dades de prevención y atención en los países de ingresos bajos y medianos, mientras que en 2007 esa cifra pasará a ser de US$ 20 000 millones.

Los US$ 20 000 millones necesarios para 2007 se destinarían a suministrar antirretrovíricos a algo más de seis millones de personas (más de cuatro millones en África subsahariana), prestar apoyo a 22 millones de huérfanos y proporcionar ase-soramiento y pruebas voluntarias del VIH a 100 millones de adultos, educación escolar sobre el SIDA a 900 millones de estudiantes y servicios de asesoramiento inter pares a 60 millones de jóve-nes que no van a la escuela. Alrededor del 43% de estos recursos se necesitarán en África subsaha-riana, el 28% en Asia, el 17% en América Latina y el Caribe, el 9% en Europa oriental y el 1% en África del Norte y Oriente Medio.

El financiamiento total de la respuesta al SIDA requerirá un esfuerzo extraordinario que no puede cubrirse con los presupuestos ordinarios de desarrollo nacional e internacional planifica-dos actualmente. Necesitará un liderazgo excep-cional y deberá utilizar recursos inexplotados en el presente.

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II. Panorama general

En 2003, casi cinco millones de personas se infectaron por el VIH, la cifra más alta de infecciones en un sólo año desde el comienzo de la epidemia. A nivel mundial, el número de personas que viven con el VIH continúa creciendo, de 35 millones de 2001 a 38 millones de 2003. El mismo año, cerca de tres millones de personas fallecieron por causa del SIDA; desde que se identificaron los primeros casos de SIDA, en 1981, han fallecido más de 20 millones de personas.

La epidemia no es homogénea en cuanto a magnitud o impacto dentro de las regiones; algunos países están más afectados que otros, y dentro de los propios países se observan amplias variaciones en los niveles de infección entre las distintas provincias, estados o distritos.

Estimaciones nuevas y revisadasEl número de personas que viven con el VIH sigue aumentando, de 35 millones en 2001 a 38 millones de 2003. El informe de 2004 del ONUSIDA presenta las últimas tendencias mundiales y, por primera vez, las tasas de prevalencia del VIH de años anteriores revisadas, lo que permite mejorar la comprensión sobre cómo se está propagando la epidemia. Comparar las estimaciones más recientes con las que se publicaron en años anteriores induce a errores.

Por primera vez, en el informe se comparan las nuevas estimaciones de 2003 con las estimaciones revisa-das de 2001 basadas en metodologías mejoradas. Esta es la mejor manera que se conoce para obtener una visión más precisa de la epidemia de SIDA. Si bien las nuevas estimaciones mundiales son ligeramente infe-riores a las publicadas con anterioridad, el número real de personas que viven con el VIH no ha disminuido; antes bien, basándonos en las estimaciones de 2001, la epidemia continúa creciendo.

Las estimaciones del VIH, con independencia de que se basen en encuestas por hogares o en encuestas entre mujeres embarazadas, necesitan evaluarse de forma rigurosa a medida que evoluciona la epidemia. Para lograr una certidumbre del 100% en el cálculo del número de personas que viven con el VIH a nivel mundial, por ejemplo, sería necesario someter repetidamente a la prueba del VIH a todas las personas del mundo, lo que es logísticamente imposible.

AsiaLa epidemia en Asia se está propagando rápida-mente. Esto es más manifiesto en China, Indonesia y Viet Nam, donde se observan aumentos acusa-dos en las infecciones por el VIH. Se estima que en la región hay 7,4 millones de personas que viven con el VIH, y sólo el año pasado se produjeron 1,1 millones de nuevas infecciones, una cifra superior a la de cualquier otro año precedente. La epidemia de crecimiento rápido de Asia, una región con el 60% de la población mundial, tiene implicaciones de gran alcance mundial.

En Asia, la epidemia de VIH se mantiene prin-cipalmente concentrada entre los consumidores de drogas intravenosas, los varones que tienen relaciones sexuales con varones, los profesionales del sexo, sus clientes y sus parejas sexuales inme-diatas. La cobertura de la prevención eficaz en esos grupos es insuficiente, en parte por el estigma y la discriminación. Algunos países asiáticos, como Tailandia y Camboya, que han apostado por afrontar abiertamente los comportamientos de alto riesgo como el trabajo sexual, han obtenido mejores resultados en la lucha contra el VIH, tal

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como se observa en la reducción de las tasas de infección entre los profesionales del sexo.

No obstante, no hay lugar para el exceso de con-fianza. A pesar de la reducción en el número de jóvenes tailandeses que acuden a los prostíbulos, por ejemplo, también se está observando un aumento en las relaciones sexuales ocasionales. La vigilancia del comportamiento efectuada entre 1996 y 2002 pone de manifiesto un aumento claro en la proporción de escolares de secundaria que son sexualmente activos, y al mismo tiempo niveles sistemáticamente bajos de utilización del preservativo.

Si otros países asiáticos fracasan en su intento de llegar a las poblaciones expuestas al mayor riesgo, la epidemia afectará a un número mucho más ele-vado de personas en la población general.

Dejando aparte Sudáfrica, la India tiene el mayor número de personas infectadas por el VIH: se estima que en 2003 eran 5,1 millones. Sin embargo, el nivel de conocimiento acerca del virus y su transmisión sigue siendo escaso e incompleto, y preocupa el hecho de que muchos varones que tienen relaciones sexuales con varo-nes puedan estar infectando a las mujeres con las que también tienen relaciones sexuales.

ÁfricaSe estima que actualmente hay unos 25 millones de personas que viven con el VIH en África sub-sahariana. Aparentemente se está produciendo una estabilización en las tasas de prevalencia del VIH, pero esto se debe principalmente a un aumento en las defunciones por SIDA y a un crecimiento continuo en las nuevas infecciones. La prevalencia continúa aumentando en algunos países como Madagascar y Swazilandia, mientras que en otros como Uganda está descendiendo en el conjunto del país.

En África subsahariana, cuya población consti-tuye algo más del 10% de la población mundial, vive cerca de las dos terceras partes de todas las personas que tienen el VIH. En 2003, se infecta-

ron unos tres millones de personas, mientras que fallecieron por SIDA otros 2,2 millones, eso es, el 75% de los tres millones de defunciones por SIDA ocurridas en el mundo el mismo año.

No puede decirse que exista una epidemia de VIH típica de África; a lo largo del continente se obser-van grandes diferencias en los niveles y tendencias de la infección por el VIH. En seis países, la preva-lencia del VIH en adultos es inferior al 2%, mien-tras que en otros seis está por encima del 20%. Los siete países de África meridional presentan niveles de prevalencia del VIH superiores al 17%, con tasas para Botswana y Swazilandia por encima del 35%. En África occidental la prevalencia del VIH es mucho más baja; ningún país de esa región tiene una prevalencia superior al 10%, y en su mayoría esa tasa oscila entre el 1% y el 5%. La prevalencia en adultos en los países de África central y oriental se sitúa entre las correspondientes a las zonas occi-dental y meridional del continente, con valores entre el 4% y el 13%.

Las mujeres africanas corren mayor riesgo de contraer el VIH, y se infectan a una edad más temprana que los varones. En el momento actual, en África subsahariana por término medio hay 13 mujeres VIH-positivas por cada 10 varones VIH-positivos, en contraposición a 12 mujeres infecta-das por cada 10 varones infectados en 2002. La diferencia en los niveles de infección entre varones y mujeres es aún más notable en el caso de los jóvenes de 15-24 años. En un estudio se comparó la proporción de mujeres jóvenes que vivían con el VIH con la de varones jóvenes en la misma situa-ción, que resultó oscilar entre 20 mujeres por cada 10 varones en Sudáfrica, y 45 mujeres jóvenes por cada 10 varones jóvenes en Kenya y Malí.

En África del Norte y Oriente Medio, cerca de 480 000 personas están viviendo con el VIH. En esa región, la vigilancia sistemática de la epidemia no está bien desarrollada, en particular entre los grupos de alto riesgo como los consumidores de drogas intravenosas. No obstante, en la mayor parte de la región la infección por el VIH se concentra en ese grupo. También preocupa el hecho de que el

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virus se pueda estar propagando silenciosamente entre los varones que tienen relaciones sexuales entre ellos, ya que en muchos lugares tales prácticas están ampliamente condenadas y son ilegales.

Europa oriental y Asia centralEn Europa oriental y Asia central las epidemias prosiguen su avance, impulsadas principal-mente por el consumo de drogas intravenosas. Actualmente hay cerca de 1,3 millones de perso-nas que viven con el VIH, en comparación con aproximadamente 160 000 en 1995. Es especial-mente llamativo que el 80% de esas personas no llega a los 30 años de edad. Estonia, Letonia y la Federación de Rusia son los países más afectados, pero el VIH sigue propagándose también en Belarús, Kazajstán y Moldova.

La fuerza impulsora más importante de la epi-demia en esta región es el consumo de drogas intravenosas. No obstante, en algunos países la transmisión sexual es cada vez más común, en particular entre los consumidores de drogas intra-venosas y sus parejas.

La Federación de Rusia, con más de tres millones de consumidores de drogas intravenosas, sigue siendo uno de los países más afectados de la región. Las mujeres representan una parte cre-ciente de los nuevos casos de VIH diagnosticados: de uno de cada cuatro casos en 2001 a uno de cada tres en 2003.

América LatinaEn América Latina, viven con el VIH alrededor de 1,6 millones de personas. La epidemia está concentrada entre las poblaciones en alto riesgo de infección por el VIH, es decir, consumidores de drogas intravenosas y varones que tienen relacio-nes sexuales con varones.

Las prevalencias nacionales bajas de la región esconden graves epidemias locales. Por ejemplo, en el Brasil (el país más poblado de la región),

la prevalencia nacional es inferior al 1% pero en algunas ciudades el 60% de los consumidores de drogas intravenosas están infectados por el VIH.

En América central, el VIH se propaga predo-minantemente a través de las relaciones sexuales, tanto heterosexuales como entre varones que tienen relaciones sexuales con varones.

Caribe Tres países del Caribe presentan tasas de preva-lencia nacional del VIH de por lo menos el 3%: Bahamas, Haití y Trinidad y Tabago. En la región, alrededor de 430 000 personas están viviendo con el VIH.

La epidemia del Caribe es principalmente hetero-sexual, y en muchas partes está concentrada entre los trabajadores sexuales. Sin embargo, también se está propagando entre la población general. El país más afectado es Haití, con una prevalencia nacional de alrededor del 5,6%, la más elevada fuera de África.

Países de ingresos elevadosSe estima que en estos países hay 1,6 millones de personas que viven con el VIH. A diferencia de la situación en otras regiones, la gran mayoría de las personas que viven con el VIH en los países de ingresos elevados y necesitan terapia antirretroví-rica tienen acceso a ella, y en consecuencia se man-tienen con buena salud y sobreviven durante más tiempo que las personas infectadas de otras partes.

El informe destaca que las infecciones van en aumento en los Estados Unidos de América y Europa occidental. En los Estados Unidos, se estima que hay actualmente 950 000 personas que viven con el VIH, en comparación con 900 000 personas en 2001. La mitad de todas las nuevas infecciones ocurridas en años recientes se con-centra en la población afroamericana. En Europa occidental, viven con el VIH 580 000 personas frente a 540 000 personas en 2001.

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Personas y sociedades

En todos los países afectados, con niveles de pre-valencia del VIH tanto altos como bajos, el SIDA obstaculiza el desarrollo imponiendo una carga devastadora sobre los individuos y las familias. En los países más castigados, está liquidando decenios de progresos sanitarios, económicos y sociales: reduce en varios años la esperanza de vida, agrava la pobreza y contribuye a empeorar la escasez de alimentos.

La población

África subsahariana tiene la prevalencia más ele-vada y afronta el mayor impacto demográfico del mundo. En los países más afectados de África oriental y meridional, si las tasas de infección siguen al ritmo actual y no se implantan progra-mas de tratamiento de gran alcance, hasta el 60% de los jóvenes que ahora tienen 15 años no alcan-zarán su sexagésimo aniversario.

Las profundas diferencias en el acceso al trata-miento antirretrovírico quedan reflejadas en las tasas de mortalidad. En los países de ingresos bajos y medianos, esas tasas entre la población de 15-49 años son actualmente más de 20 veces más elevadas que las que corresponden a las personas que viven con el VIH en los países industrializados.

En siete países africanos donde la prevalencia del VIH supera el 20%, la esperanza de vida prome-dio de una persona nacida entre 1995 y 2000 es actualmente de 49 años, 13 años menos que en ausencia del SIDA. En Swazilandia, Zambia y Zimbabwe cabe prever que, a falta de programas antirretrovíricos, la esperanza de vida promedio disminuirá por debajo de los 35 años.

Las mujeres

El impacto de la epidemia es particularmente acu-sado en las mujeres y niñas, pues generalmente la carga de la atención recae sobre ellas. A las niñas se las saca de la escuela para que atiendan a familiares enfermos o cuiden a sus hermanos pequeños. Las mujeres ancianas deben sobrellevar a menudo la carga asistencial cuando enferman sus propios hijos adultos y, más tarde, cuando éstos fallecen, asumen la función de padres suplentes de los niños huérfanos. A menudo recae sobre ellas la respon-sabilidad de obtener algún ingreso u ocuparse de la cosecha. Las mujeres mayores que cuidan a los huérfanos y niños enfermos pueden ser víctimas del aislamiento social como consecuencia del estigma y la discriminación relacionados con el SIDA. El estigma también significa que cuando una mujer contrae el VIH el apoyo familiar no es seguro; es muy frecuente que sufra el rechazo de la familia y puede perder su tierra y sus propiedades después del fallecimiento del esposo.

La pobreza y el hambre

En algunos de los países más afectados, los niveles de vida de muchas personas pobres ya se estaban deteriorando antes de que experimentasen el impacto de la epidemia. En general, los hogares afectados por el SIDA tienen más probabilidades de sufrir extrema pobreza que los hogares no afec-tados; eso es cierto tanto para los países con preva-lencia baja como para los que tienen tasas elevadas.

El SIDA anula los ingresos y la capacidad de pro-ducción de los miembros de la familia que están enfermos, y al mismo tiempo crea necesidades de atención extraordinarias y aumenta el gasto familiar en medicamentos y otros costos, como los gastos funerarios.

III. Impacto del SIDA

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Por término medio, los gastos relacionados con la atención del SIDA pueden absorber una tercera parte de los ingresos mensuales domésticos. Las familias pueden tener que usar sus ahorros, vender bienes como tierra y ganado, pedir dinero prestado o solicitar el apoyo de su familia extensa. También deben reducir el gasto en vivienda y ropa.

En Sudáfrica y Zambia, diversos estudios de hogares afectados por el SIDA –que en su mayoría ya eran pobres– pusieron de manifiesto que sus ingresos mensuales habían caído en un 66%-80% como consecuencia de la necesidad de afrontar las enfermedades relacionadas con el SIDA.

El SIDA está agravando la escasez crónica de alimentos en muchos países donde una parte importante de la población ya está desnutrida. La epidemia está reduciendo de forma sustancial la fuerza de trabajo agrícola de los países y los ingre-sos familiares necesarios para comprar alimentos. Esto es particularmente perjudicial para las per-sonas que viven con el SIDA, pues necesitan más calorías que las personas no infectadas.

La agricultura y el desarrollo rural

Un sector agrícola vigoroso es fundamental para el bienestar y la autosuficiencia de los países en desa-rrollo. Ese sector representa el 24% del producto interno bruto de África, el 40% de sus ingresos en divisas extranjeras y el 70% de su empleo. No obs-tante, la epidemia está atacando la base agrícola de muchos países, en particular de los más afectados; se estima que para 2020 el SIDA se habrá cobrado la vida de una quinta parte o más de los trabajado-res agrícolas en África meridional.

La educación

En todo el mundo, el SIDA es un importante obstáculo para que los niños puedan tener acceso universal a la enseñanza primaria para 2015 (una meta clave de la iniciativa “Educación para Todos”, de la UNESCO, y de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, de las Naciones Unidas).

Se estima que el costo adicional neto para con-trarrestar las consecuencias del SIDA –eso es, la pérdida y el absentismo de maestros y la necesidad de incentivos para mantener en la escuela a los huérfanos y otros niños vulnerables– es de US$ 1000 millones anuales.

En muchos países, como Kenya, Uganda, Swazilandia, Zambia y Zimbabwe, es previsible que la epidemia contribuya de forma significativa a aumentar en un futuro próximo la escasez de maestros de primaria. Sin una planificación pre-visora, esos países tendrán grandes dificultades para alcanzar sus metas de matriculación escolar y una proporción aceptable entre alumnos y maes-tros. A medida que caen enfermos y fallecen más maestros capacitados, la calidad de la educación se resiente. Muchos países afectados no pueden sos-tener el costo de capacitar a nuevos maestros.

Es muy frecuente que a los niños de las familias afectadas por el SIDA, y en particular las niñas, se los saque de la escuela con la intención de com-pensar la pérdida de ingresos por enfermedad de los padres y gastos relacionados, para que atiendan a los miembros de la familia enfermos y se ocupen del hogar. También es posible que esas familias saquen de la escuela a sus hijos porque no puedan pagarles la matrícula escolar.

El sector de la salud

La epidemia ha creado la necesidad de unos siste-mas de salud robustos y flexibles en un momento en que muchos países afectados estaban redu-ciendo el gasto relativo a los servicios públicos para reembolsar la deuda y ceñirse a los requisitos de las instituciones financieras internacionales. Así pues, unos sistemas ya debilitados se están viendo forza-dos a afrontar la carga adicional de morbilidad y la pérdida de personal esencial como consecuencia de la enfermedad y muerte relacionadas con el SIDA. En los países africanos, los estudios estiman que entre el 19% y el 53% de todas las defunciones de funcionarios gubernamentales de salud están causados por el SIDA. La epidemia está superando

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rápidamente la disponibilidad de trabajadores del sector de la salud.

La fuerza de trabajo

En los países muy castigados, el SIDA proba-blemente reducirá la tasa de crecimiento de la fuerza laboral, ya que principalmente afecta a la población en edad de trabajar. La Organización Internacional del Trabajo prevé que para 2020 en 38 países (todos excepto cuatro en África) la fuerza de trabajo disminuirá entre el 5% y el 35% como consecuencia del SIDA.

La epidemia también afecta de muchas maneras al mundo empresarial, entre ellas aumentando los costos debidos al absentismo, la enfermedad y la selección de personal; perturbando la orga-nización y provocando la pérdida de personal capacitado; y aumentando los gastos sanitarios y funerarios.

El nuevo plan de acciónHabida cuenta de la situación, se requiere un nuevo plan de acción que incluya:

Estudiar más y mejor el impacto socioeco-nómico de la epidemia. Más del 40% de los países con epidemias generalizadas deben eva-luar aún ese impacto.

Fortalecer la capacidad de superación de los hogares afectados por el SIDA, proporcio-nándoles asistencia financiera directa, visitas domiciliarias de los servicios de salud, apoyo alimentario y nutricional, y eximiéndoles del pago de matrículas escolares.

Poner en práctica estrategias que tengan en cuenta el impacto desproporcionado del VIH en las mujeres, niñas y huérfanos, y que inclu-yan planes de microcréditos y de generación de ingresos, y programas de apoyo y asistencia alimentaria escolar.

Reforzar los sistemas de salud crónicamente débiles. Proporcionar una mejor protección para la seguridad de los trabajadores de salud, con un enfoque en el suministro de trata-miento antirretrovírico para dicho personal, en la mejora de los salarios y prestaciones para retenerlo o para volverse a ganar a los que han emigrado a países de mayores ingresos.

Apoyar los programas de prevención en el lugar de trabajo para empleados y directivos, proporcionando servicios de atención de salud tales como acceso a asesoramiento y pruebas voluntarias y a tratamiento antirretrovírico en los entornos laborales, y respaldando políticas antidiscriminatorias contra los empleados que viven con el VIH.

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IV. Ampliar la prevención integral del VIH

A pesar de que la prevención es el pilar básico de la respuesta al SIDA, menos de una de cada cinco perso-nas tiene acceso a servicios de prevención del VIH en todo el mundo. La prevención integral podría evitar unos 29 millones de los 45 millones de nuevas infecciones que se prevé que ocurran durante el presente decenio. Si bien el tratamiento antirretrovírico está dando esperanzas a millones de personas, si no se reduce de forma drástica el número de nuevas infecciones por el VIH el acceso ampliado al tratamiento será insostenible. Las instancias que dispensan tratamiento antirretrovírico se verán abrumadas por la demanda.

Los programas de prevención no están llegando a las personas que los necesitan, particularmente dos grupos altamente vulnerables: las mujeres y los jóvenes. Si se quieren prevenir las elevadas tasas de infección entre las mujeres, hay que abordar las causas fundamentales de su vulnerabilidad: sus desventajas jurídicas, sociales y económicas.

Para los jóvenes, el conocimiento y la información son las primeras líneas de defensa; la educación sobre el SIDA está lejos aún de ser universal. En África subsahariana, sólo el 8% de los jóvenes que no van a la escuela y un porcentaje ligeramente superior de los que van a la escuela tienen acceso a educación sobre prevención. También necesitan acceder a información confidencial sobre salud y a los preservativos. La protección de los derechos de las muchachas jóvenes es asimismo decisiva para disminuir la prevalencia del VIH entre los jóvenes.

Afortunadamente, se pueden mencionar algunos casos de éxito. Diversos países, como el Brasil, la República Dominicana, Uganda y Tailandia, han logrado reducir la infección por el VIH. Por otro lado, es necesario que la prevención del VIH evo-lucione y sea más innovadora al abordar los cam-bios en la epidemia. Por ejemplo, en los países de ingresos elevados los comportamientos de riesgo y las nuevas infecciones vuelven a aumentar, en par-ticular entre los varones jóvenes que tienen rela-ciones sexuales con varones. Entre las razones que explican ese aumento probablemente figuran la “fatiga de la prevención” y el exceso de confianza

como resultado de la disponibilidad y promesa de tratamiento antirretrovírico.

El mayor acceso a la terapia antirretrovírica y otros tratamientos brinda una oportunidad excepcional para potenciar los esfuerzos de prevención al alen-tar a muchas más personas a averiguar su estado del VIH. La promesa de tratamiento debería estimular una mayor demanda de asesoramiento y pruebas voluntarias. La cobertura actual de los ser-vicios de pruebas del VIH es insuficiente. La pro-porción de adultos que necesitan asesoramiento y pruebas voluntarias y lo reciben se situaba entre prácticamente cero en Asia sudoriental y el 7% en África subsahariana, y en el 1,5% en Europa orien-tal. En los lugares donde existen estos servicios, la demanda también suele ser baja como consecuen-cia del miedo al estigma y discriminación.

Prevención integralLos elementos esenciales de la prevención integral del VIH incluyen:

Educación y sensibilización sobre el SIDA.

Programas de cambio de comportamiento, en especial para los jóvenes y las poblaciones con mayor riesgo de exposición al VIH, y también para las personas que viven con el VIH.

Promoción del uso de preservativos mascu-linos y femeninos como opción protectora, junto con abstinencia, fidelidad y menor número de parejas sexuales.

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Asesoramiento y pruebas voluntarias.

Prevención y tratamiento de infecciones de transmisión sexual.

Prevención primaria entre las mujeres emba-razadas y prevención de la transmisión mater-noinfantil.

Programas de reducción del daño para consu-midores de drogas intravenosas.

Medidas para proteger la seguridad de los suministros sanguíneos.

Control de las infecciones en los contextos sanitarios.

Educación de la comunidad y cambios en las leyes y políticas para contrarrestar el estigma y la discriminación.

Reducción de la vulnerabilidad a través de cambios sociales, legislativos y económicos.

El nuevo plan de acción Establecer políticas que ayuden a reducir la

vulnerabilidad de un gran número de perso-nas; por ejemplo, creando un entorno social, jurídico y económico en el que la prevención sea posible. Esto incluye el acceso a la educa-ción, la capacitación de la mujer y la coope-ración internacional para impedir el tráfico humano para explotación sexual.

Reducir la “brecha de prevención”: en 2004 tienen acceso a servicios preventivos del VIH menos de una de cada cinco personas.

Asegurar que la prevención sea integral y englobe una diversidad de intervenciones (véase más arriba), ya que ningún elemento es suficiente por sí solo.

Eliminar el estigma y la discriminación rela-cionados con el SIDA mediante marcos jurí-dicos eficaces y protegiendo los derechos de todos los individuos.

Adaptar la prevención a las necesidades espe-cíficas de las personas, incluidos los grupos vulnerables como los consumidores de drogas intravenosas y los varones que tienen relacio-nes sexuales con varones. En el mundo entero hay más de 13 millones de consumidores de drogas intravenosas y en algunas regiones más del 50% de ellos están infectados por el VIH. La experiencia adquirida en ciudades como Dhaka (Bangladesh) y Londres (Reino Unido) pone de manifiesto que es posible prevenir e incluso hacer retroceder epidemias importantes entre consumidores de drogas intravenosas.

Los varones que tienen relaciones sexuales con varones representan el 5-10% de todos los casos de VIH del mundo. Los programas de prevención deben tener en cuenta que ese grupo está muy estigmatizado en la mayor parte del mundo –en 2002, unos 84 países tenían disposiciones jurídicas en vigor prohi-biendo las relaciones sexuales entre varones– y que eso entorpece los esfuerzos preventivos.

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V. Tratamiento, atención y apoyo para las personas que viven con el VIH

El acceso a la terapia antirretrovírica y otros tratamientos para las enfermedades relacionadas con el VIH sigue siendo escaso. La Organización Mundial de la Salud estima que nueve de cada diez personas que nece-sitan urgentemente tratamiento para el VIH no lo reciben. En los países en desarrollo, en los dos próximos años fallecerán entre cinco y seis millones de personas si no reciben tratamiento antirretrovírico.

En África subsahariana, se estima que 4,3 millones de personas necesitan atención domiciliaria del SIDA pero tan sólo la recibe cerca del 12%. En Asia meridional, la cobertura cae al 2%.

Sin embargo, el movimiento mundial pro amplia-ción del acceso al tratamiento antirretrovírico ha obtenido éxitos importantes en los años recientes. Jamás se había visto un nivel de recursos financie-ros como el de ahora para financiar el tratamiento, la atención y el apoyo, ni la firmeza de la voluntad política en los países para facilitarlos. El precio de muchos medicamentos y medios de diagnóstico se ha reducido drásticamente.

Aumentar el acceso La mayoría de los países con planes nacionales

sobre el SIDA han incorporado el tratamiento antirretrovírico en dichos planes y han esta-blecido metas específicas de cobertura del tratamiento antirretrovírico. Algunos de ellos han asignado fondos de los presupuestos nacionales y el alivio de la deuda para apoyar el servicio de tratamiento.

Diversos países de América Latina y el Caribe, entre los que figuran Argentina, Barbados, Chile, Costa Rica, Cuba, México y Uruguay, ofrecen actualmente cobertura universal del tratamiento antirretrovírico. El Gobierno del Brasil ha estimado que el tratamiento anti-rretrovírico ha contribuido al ahorro de US$ 2200 millones en atención hospitalaria que, en ausencia de dicho tratamiento, habrían necesitado las personas que viven con el VIH.

Los donantes se están centrando cada vez más en el tratamiento y la atención como parte

de su compromiso para ampliar la respuesta mundial al VIH. Por ejemplo, el Programa Multinacional sobre el VIH/SIDA, del Banco Mundial, que ha destinado US$ 1000 millones para África y US$ 155 millones para el Caribe, permite a los gobiernos y otros beneficiarios que utilicen de forma flexible sus fondos para el tratamiento del VIH. El dinero de las sub-venciones concedidas por el Fondo Mundial para la Lucha contra el SIDA, la Tuberculosis y la Malaria hace posible que 700 000 personas reciban tratamiento antirretrovírico. Algunos donantes bilaterales como Francia y los Estados Unidos han establecido fondos para apoyar los programas antirretrovíricos.

Los esfuerzos del sector privado están cre-ciendo. Cada vez son más numerosas las empresas que establecen programas de tra-tamiento del VIH para sus empleados, entre ellas Anglo American, Eskon y Heineken.

Las organizaciones no gubernamentales han sido precursoras del tratamiento. Por ejemplo, las organizaciones Zanmi Lasante (Asociados para la salud), de Haití, y Médicos sin Fronteras han demostrado que el tratamiento antirretro-vírico puede suministrarse de forma segura y eficaz en lugares con recursos limitados.

La iniciativa “tres millones para 2005” fue lanzada en septiembre de 2003 por la OMS y el ONUSIDA. Su propósito –por el momento un objetivo inicial, parte de un movimiento mundial para movilizar finalmente apoyo al acceso universal– es proporcionar antirre-trovíricos a tres millones de personas en los países en desarrollo para final de 2005. Hasta

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la fecha, 56 países han comunicado formal-mente su deseo de participar en la iniciativa.

Descienden los precios En los últimos años, los precios de los medi-

camentos antirretrovíricos han disminuido drásticamente. En 2000, el precio del trata-miento antirretrovírico de combinación de primera línea recomendado por la OMS para tratar a un paciente durante un año oscilaba entre US$ 10 000 y US$ 12 000 en los mer-cados mundiales. El precio actual de algunas combinaciones de genéricos es de US$ 300 por persona y año. La movilización de las personas que viven con el VIH y de los líderes mundiales ha ayudado a reducir los precios. Sin embargo, el tratamiento antirretrovírico sigue siendo sumamente costoso en numero-sos países de ingresos medianos, como Rusia, Serbia y otros países de Europa oriental donde la epidemia está creciendo rápidamente.

Continúa aumentando la cooperación entre países con capacidad de producción de medicamentos antirretrovíricos –como el Brasil, la India y Tailandia– y países de África que desean crear instalaciones locales de fabricación. También existe cooperación entre algunos países en desarrollo y países industrializados de Europa y Norteamérica para promover y emprender conjuntamente la transferencia de tecnología de producción de antirretrovíricos a países de ingresos bajos y medianos interesados en crear una infraes-tructura local de producción de medicamen-tos y con capacidad para hacerlo.

El nuevo plan de acción Reforzar la capacidad humana en los países

en los que la falta de trabajadores de salud es un obstáculo para el éxito de los programas antirretrovíricos. En determinados países, si se quiere alcanzar la cobertura universal del tratamiento antirretrovírico deberá triplicarse el tamaño de la fuerza de trabajo sanitaria. En los países más afectados por el SIDA, las tasas

de vacantes para médicos, enfermeras y otro personal de salud son sumamente elevadas; por ejemplo, en 2001, Malawi sólo cubrió la mitad de sus puestos de trabajo de enfermería del sector público. Es necesario mejorar los incen-tivos y las condiciones laborales para prevenir la migración a países de ingresos más altos.

Ampliar los servicios de asesoramiento y prue-bas voluntarias para asegurar el conocimiento generalizado del estado del VIH, ya que esa información es la puerta de entrada del trata-miento y la prevención del VIH.

Proporcionar mayor apoyo para la transferen-cia y exportación de tecnología, de países con capacidad de producción de antirretrovíricos a países sin esa capacidad. Todos los asociados dentro de la industria farmacéutica deben intervenir en la respuesta al SIDA para garan-tizar el gran aumento en el acceso al trata-miento que actualmente se está planificando.

Asegurar que los países aprovechen su derecho a utilizar las disposiciones de los acuerdos comerciales para ampliar el acceso a medi-camentos y tecnologías relacionados con el VIH. Esto también significa oponerse a dis-posiciones sobre patentes «más estrictas de lo necesario» en acuerdos de comercio regional para no menoscabar gran parte de la flexibi-lidad que brindan los acuerdos de comercio mundial y las declaraciones relativas a los países en desarrollo.

Reducir el estigma relacionado con el VIH para poder hacer llegar el tratamiento a las personas que lo necesitan.

Colocar la equidad en primera línea de las políticas y programas para asegurar un acceso justo al tratamiento. Si se quiere hacer reali-dad el acceso universal, hay que eliminar los obstáculos al tratamiento para las mujeres, los niños y otros grupos como los profesionales del sexo, los consumidores de drogas intra-venosas y los varones que tienen relaciones sexuales con varones.

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VI. Financiar la respuesta al SIDA

Se han hecho avances importantes en la captación de fondos adicionales para responder a la epidemia de SIDA. Se estima que para 2003 se habían reunido US$ 5000 millones de los donantes, el sistema de las Naciones Unidas, las organizaciones no gubernamentales, los gobiernos nacionales y los desembolsos directos de las personas que viven con el VIH y sus familias. Sin embargo, esa cantidad no llega a la mitad de lo que se necesitará para 2005.

Los gobiernos nacionales de los países en desa-rrollo están desembolsando sumas crecientes de dinero para los programas del SIDA: se estima que en 2002 esa cantidad era de US$ 2000 millones, pero sólo representaba el 6-10% del gasto relativo al SIDA. Se observan disparidades mundiales enormes en este capítulo del desembolso. En los Estados Unidos, el gasto por persona que vive con el VIH es 35 veces mayor que el que corresponde a la región de América Latina y el Caribe, y 1000 veces más alto que el de África.

Hasta principios de 2004, los gobiernos nacio-nales, el Fondo Mundial para la Lucha contra el SIDA, la Tuberculosis y la Malaria, el Plan de Emergencia del Presidente de los Estados Unidos para el Alivio del SIDA y otros donantes bilaterales y fundaciones se habían comprome-tido a asignar algo más de US$ 2000 millones para ampliar el acceso al tratamiento antirretro-vírico para finales de 2005 en 34 de los países más castigados, con lo que quedaba un déficit de US$ 3500 millones. Sin embargo, hay enormes variaciones entre países: algunos ya tienen los fondos para alcanzar los objetivos de tratamiento propuestos, mientras que otros tienen grandes déficit de financiación.

Aun cuando están aumentando los recursos financieros, en muchos países muy afectados se están produciendo graves bloqueos que impiden el desembolso efectivo del dinero. Esos bloqueos incluyen la falta de capacidad humana e institucio-nal, los efectos negativos persistentes del estigma y

la discriminación, la insuficiencia de compromiso político, la lenta transferencia de fondos del nivel nacional a los niveles local y comunitario, unos mecanismos de contabilidad y auditoría deficien-tes, y unos procesos de financiación contradicto-rios de la comunidad mundial de donantes.

Se prevé que las dos terceras partes de la financia-ción mundial para 2005 y los años subsiguientes provendrán de la comunidad internacional. La mayoría de este dinero se destinará a cubrir las necesidades de los países más pobres y afectados de Asia y África subsahariana; esos países dependerán de los donantes externos para satisfacer hasta el 80% de sus necesidades.

Recursos para la investigación y desarrollo de vacunas y microbicidasLos productos como las vacunas y los microbici-das son bienes públicos mundiales, eso es, bienes que benefician a otras personas además de las que los usan directamente; cada infección preve-nida rompe una cadena potencial de infecciones resultantes de la infección primaria. Se necesitan inversiones del sector público y privado para el desarrollo de vacunas y microbicidas. Según la Iniciativa Mundial para la Vacuna contra el SIDA, la inversión del sector público en la investigación de la vacuna va camino de aumentar, pero la finan-ciación global no está a la altura de los desafíos.

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El nuevo plan de acción Aumentar los recursos de todas las fuentes

asignados para combatir la pandemia de SIDA hasta alcanzar los US$ 12 000 millones anua-les requeridos para 2005.

Identificar y eliminar los posibles bloqueos en el flujo de fondos. Mejorar radicalmente y armonizar los mecanismos para distribuir fondos a todos los niveles: internacional, nacional, regional, comunitario y local.

Utilizar los recursos de un modo “más inte-ligente”. Desarrollar la capacidad de los pro-gramas para obtener resultados usando los

fondos eficaz y eficientemente, y efectuar el seguimiento del desempeño e impacto.

Incorporar el concepto de “excepcionalidad” del SIDA en la financiación de la respuesta al SIDA en los países con necesidad apremiante. Los fondos para el SIDA no deben desviar recursos destinados a otras actividades en detrimento del desarrollo global. La acción sobre el SIDA no debería aumentar más la carga de la deuda. Las instituciones financieras internacionales deberían estudiar con mayor profundidad y más creativamente los meca-nismos para poner más fondos a disposición de los países que están afrontando importan-tes pagos del servicio de la deuda.

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VII. Respuestas nacionales al SIDA

En todos los países, la prevención del VIH y el tratamiento del SIDA son problemas complejos que supe-ran la capacidad de cualquier sector individual. Para una respuesta eficaz, es importante:

Combinar un liderazgo nacional enérgico y un sentimiento de identificación nacional intenso con la respuesta.

Asegurar una buena gestión pública, la movilización de recursos, y la planificación y coordinación multisectorial.

Reforzar la capacidad de utilizar adecuadamente los recursos y de ejecutar programas.

Vigilar estrechamente y evaluar la respuesta al SIDA.

Lograr la participación significativa de las comunidades, la sociedad civil y el sector privado.

En los países más castigados, el compromiso polí-tico ha aumentado en los últimos tiempos. En África subsahariana, así como en algunos países de Asia y el Caribe, crece el número de líderes que han asumido la responsabilidad personal de poner en marcha la respuesta nacional al SIDA. Por ejemplo, en marzo de 2004, el Primer Ministro de Lesotho Pakalitha Mosisili y más de 80 altos cargos se hicieron públicamente la prueba del VIH para contribuir a romper el estigma que desalienta someterse a ella.

No obstante, en muchos países en los que el VIH se está propagando rápidamente, como los de Asia y el Pacífico y Europa oriental, la falta de liderazgo puede tener como consecuencia el retraso de la respuesta. Además, en los países con prevalencia baja en los que la epidemia está concentrada en poblaciones clave de alto riesgo, como profesiona-les del sexo y consumidores de drogas intraveno-sas, muchos líderes políticos de alto rango siguen estando desvinculados de la respuesta al SIDA.

El liderazgo debe plasmarse en una acción con-creta. Las iniciativas para medir el compromiso a nivel de país (llevados a cabo por la Agencia para el Desarrollo Internacional de los Estados Unidos, la Secretaría del ONUSIDA, la OMS y Policy Project, de los Estados Unidos) han puesto

de manifiesto una tendencia general de mejora, particularmente en el suministro de recursos, tra-tamiento y atención.

Ha habido un aumento en el número de países que disponen de estrategias nacionales del SIDA multisectoriales e integrales, así como de órganos nacionales de cooordinación del SIDA dirigidos por el gobierno. Pero la existencia de planes y órganos no se plasma siempre en una acción eficaz y concertada. Por ejemplo, en algunos países de América Latina los programas para consumidores de drogas intravenosas y varones que tienen relaciones sexuales con varones son escasos aun cuando esas poblaciones tienen tasas de infección altas.

En algunos países, la legislación se quedó atrás de la planificación política y estratégica. Cerca de una tercera parte de los países no dispone de políticas que aseguren el acceso de la mujer en igualdad de condiciones a los servicios de prevención y atención. La mayoría de los países ha ratificado los convenios internacionales de derechos huma-nos pero éstos no se aplican efectivamente. Sólo el 40% de los países tiene medidas jurídicas que prohíben la discriminación contra las poblaciones vulnerables al VIH, como los varones que tienen relaciones sexuales con varones. Cerca del 50% de

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los países de África subsahariana no ha adoptado aún una legislación para impedir la discriminación contra las personas que viven con el VIH.

Ha surgido liderazgo de todos los sectores de la sociedad: las organizaciones religiosas, los grupos de la comunidad, los grupos de personas que viven con el VIH y otras organizaciones de la sociedad civil.

Las autoridades nacionales del SIDA están recu-rriendo cada vez más a los foros de asociación formal para estimular la participación no guber-namental, ampliar el sentimiento de identifica-ción nacional con la respuesta. Pero es necesario hacer mucho más. En un estudio reciente de la participación de las ONG en la primera ronda de concesión de subvenciones del Fondo Mundial se puso de manifiesto que el compromiso guberna-mental de trabajar con las ONG parecía un poco vacío. Al parecer, muchos cooperan con las ONG sólo para asegurar los fondos y después pierden interés en colaborar.

Las empresas pueden contribuir a la respuesta al SIDA a diferentes niveles. Aunque en muchos países afectados están aumentando los programas del SIDA en el lugar de trabajo, los empleadores y los sindicatos pueden desempeñar aún un papel mucho más importante. Tan sólo el 20% de las compañías transnacionales han adoptado políticas exhaustivas sobre el SIDA en el lugar de trabajo. A nivel de país, la ejecución de políticas en el lugar de trabajo es en general deficiente.

Otro desafío para los países es descentralizar los esfuerzos relacionados con el SIDA desde la ges-tión central a la gestión de distrito y local. Se nece-sita una importante inversión financiera y política para crear órganos de coordinación eficaces a nivel de distrito y local.

A medida que aumenta el número de organismos de financiación y ejecución relacionados con el

SIDA, se hace manifiesta también la necesidad urgente de abordar los riesgos de duplicación de la respuesta a nivel de país, que ahora están bien documentados. Con el objetivo de conseguir una mayor armonización de la financiación para el SIDA, el ONUSIDA ha impulsado una iniciativa, junto con los Estados Unidos, el Reino Unido y otros países donantes importantes, para establecer lo que se ha denominado los “tres unos”: un plan nacional sobre el SIDA, una autoridad nacional del SIDA y un sistema de vigilancia y evaluación en cada país.

El nuevo plan de acción Fortalecer y sostener el liderazgo nacional en

la lucha contra el SIDA.

Armonizar las respuestas multisectoriales, las actividades de los donantes y la vigilancia y evaluación para que los países puedan tener unas respuestas nacionales exitosas. Las tres cuartas partes de los países señalan que la vigi-lancia y evaluación son un desafío importante.

Producir datos científicos e información estra-tégica para guiar la respuesta.

Aumentar la capacidad de los países para utili-zar sus fondos para el SIDA.

Establecer mecanismos de rendición de cuen-tas para seguir los recursos y demostrar que se utilizan eficazmente.

Crear mecanismos para que la sociedad civil y el mundo empresarial contribuyan a la respuesta al SIDA, a través de asociaciones público-privadas.

Asegurar que la descentralización sea una piedra angular de las respuestas nacionales al SIDA.

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El Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre el VIH/SIDA (ONUSIDA) reúne a nueve organizaciones de las Naciones Unidas en un esfuerzo común para luchar contra la epidemia: el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), el Programa Mundial de Alimentos (PMA), el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA), la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (ONUDD), la Organización Internacional del Trabajo (OIT), la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), la Organización Mundial de la Salud (OMS) y el Banco Mundial.

El ONUSIDA, como programa copatrocinado, aúna las respuestas dadas a la epidemia por sus nueve organizaciones copatrocinadoras y complementa esos esfuerzos con iniciativas especiales. Su objetivo es encabezar e impulsar la ampliación de la respuesta internacional al VIH/SIDA en todos los frentes. El ONUSIDA colabora con múltiples asociados –gubernamentales y no gubernamentales, empresariales, científicos y de otros campos– para compartir sin límites de fronteras conocimientos teóricos y prácticos así como prácticas óptimas.

Impreso en papel inocuo para el medio ambiente

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El Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre el VIH/SIDA (ONUSIDA) reúne a nueve organizaciones del sistema de las Naciones Unidas.

ONUSIDA – 20 avenue Appia – 1211 Ginebra 27 – SuizaTeléfono: (+41) 22 791 36 66 – Fax: (+41) 22 791 41 87

Dirección electrónica: [email protected] – Internet: http://www.unaids.org

Durante 58 años, el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) ha trabajado con asociados de todo el mundo para fomentar el reconocimiento y cumplimiento de los derechos humanos de los niños. Este mandato se estableció en la Convención sobre los Derechos del Niño, y se cumple por medio de asociaciones con los gobiernos, organizaciones no gubernamentales y personas en 162 países, zonas y territorios. El UNICEF aporta al ONUSIDA esa extensa red y su capacidad de fomento de la sensibilización y de comunicación eficaces. Entre sus prioridades relativas a la epidemia de SIDA figuran la prevención del VIH entre los jóvenes, la reducción de la transmisión maternoinfantil del VIH, y la atención y protección de los huérfanos, los niños vulnerables, los jóvenes y los padres que viven con el VIH o con SIDA.

El Programa Mundial de Alimentos (PMA) es la mayor organización humanitaria del mundo. Ayuda a las familias pobres afectadas por el hambre y el SIDA utilizando la ayuda alimentaria y otros recursos para abordar la prevención, atención y apoyo. La asistencia alimentaria del PMA ayuda a los padres a mantenerse con vida más tiempo, hace posible que los huérfanos y los niños vulnerables permanezcan en la escuela, asegura que los jóvenes que no van a la escuela tengan medios de vida viables y permite que los pacientes de tuberculosis completen su tratamiento. El PMA trabaja en asociación con los gobiernos, otros organismos de las Naciones Unidas, organizaciones no gubernamentales y comunidades para ayudar a las personas –independientemente de su estado serológico respecto al VIH- que carecen de alimentos adecuados para garantizar su nutrición y su seguridad alimentaria.

Como organismo de desarrollo con una importante presencia en los países, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) fomenta un entorno legislativo y normativo favorable y facilitador de recursos que ayuda a crear una respuesta eficaz al SIDA. El PNUD apoya a los países a situar el SIDA en el centro de los planes de desarrollo nacionales; promueve el liderazgo del gobierno, la sociedad civil, el sector privado y la comunidad; y ayuda a los países a desarrollar su capacidad de acción y planificar, dirigir y ejecutar respuestas a la epidemia. El PNUD también trabaja para asegurar que las mujeres y las personas que viven con el VIH adquieran capacidad de decisión y participen directamente en la respuesta al SIDA.

El Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) aprovecha sus más de 30 años de experiencia en el campo de la salud reproductiva y las cuestiones relativas a la población para centrar su respuesta a la epidemia –en más de 140 países- en la prevención del VIH entre los jóvenes y las mujeres embarazadas, en la programación exhaustiva del suministro de preservativos masculinos y femeninos, y en el fortalecimiento de la integración de la salud reproductiva y el SIDA. El UNFPA contribuye además a cumplir los derechos de salud reproductiva y satisfacer las necesidades de las mujeres y adolescentes VIH-positivos, fomentando servicios de asesoramiento y pruebas voluntarias, así como de prevención de la transmisión maternoinfantil, y mejorando el acceso a la información y educación sobre el VIH y el SIDA y a los productos básicos preventivos, incluidos los que se necesitan en los entornos de emergencia. Asimismo, impulsa estudios demográficos y socioculturales para guiar el desarrollo de programas y políticas.

La Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (ONUDD) tiene la responsabilidad de coordinar todas las actividades de fiscalización de drogas llevadas a cabo por las Naciones Unidas y de proporcionarles un liderazgo eficaz, así como de la cooperación internacional para prevenir y combatir el delito y terrorismo transnacionales. En este contexto, la ONUDD apoya enfoques integrales de prevención y atención del VIH/SIDA entre consumidores de drogas intravenosas. En los entornos penitenciarios, la ONUDD presta asistencia para aplicar instrumentos, directrices y normas internacionales que velan por que todos los reclusos reciban asistencia sanitaria, incluido para el VIH y el SIDA. La ONUDD ayuda a los gobiernos a luchar contra el tráfico de personas y proporciona orientación para reducir las consecuencias de salud para las víctimas de dicho tráfico, en particular de la infección por el VIH y el SIDA.

La Organización Internacional del Trabajo (OIT) promueve el trabajo decente y el empleo productivo para todos, basándose en los principios de justicia social y no discriminación. Entre las contribuciones particulares de la OIT al ONUSIDA figuran: su composición tripartita, que estimula la movilización de los gobiernos, empleadores y trabajadores contra el VIH/SIDA; su acceso directo a los lugares de trabajo; su vasta experiencia en el establecimiento de normas internacionales para proteger los derechos de los trabajadores; y un programa de cooperación técnica mundial. La OIT ha elaborado un Repertorio de prácticas sobre el VIH/SIDA y el mundo del trabajo, eso es, unas directrices internacionales para el desarrollo de programas y políticas nacionales y en el lugar de trabajo.

Dentro del sistema de las Naciones Unidas, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) tiene una responsabilidad particular en el campo de la educación. Habida cuenta de que la ignorancia es un factor importante en la epidemia de SIDA, la educación preventiva se halla en el lugar más destacado de los planes de la UNESCO. La educación es necesaria para hacer conscientes a las personas de que están expuestas al riesgo o son vulnerables, así como para desarrollar los conocimientos prácticos y la motivación necesarios para adoptar comportamientos que reducen el riesgo y la vulnerabilidad y para proteger los derechos humanos. La UNESCO colabora con los gobiernos y las organizaciones de la sociedad civil para ejecutar políticas y programas de educación para la prevención, y para reducir el impacto del SIDA en los sistemas educativos.

El objetivo de la Organización Mundial de la Salud (OMS) es alcanzar el nivel más alto posible de salud para todas las personas. Su trabajo en el campo del VIH y el SIDA se centra en el aumento rápido y progresivo del tratamiento y la atención juntamente con la aceleración de la prevención y el fortalecimiento de los sistemas de salud para que la respuesta del sector sanitario a la epidemia sea más eficaz e integral. La OMS establece y desarrolla normas y directrices técnicas eficaces, fomenta la creación de asociaciones, y proporciona apoyo técnico y estratégico a Estados Miembros. Asimismo, contribuye a la base de conocimientos globales sobre el VIH/SIDA apoyando el seguimiento, la vigilancia y la evaluación, examinando las pruebas para realizar intervenciones e impulsando la integración de la investigación en la prestación de servicios de salud.

El mandato del Banco Mundial es luchar contra la pobreza con pasión y profesionalidad. Para combatir el SIDA, que está poniendo en peligro los logros de desarrollo de los últimos decenios, el Banco ha asignado más de US$ dos mil millones para proyectos sobre el VIH/SIDA en todo el mundo. La mayor parte de esos recursos se proporcionaron en condiciones muy favorables, incluidas las subvenciones destinadas a los países más pobres. Con objeto de abordar las consecuencias devastadoras del SIDA para el desarrollo, el Banco está reforzando su respuesta a la epidemia trabajando en asociación con el ONUSIDA, los organismos donantes y los gobiernos. La respuesta del Banco es integral, y engloba la prevención, la atención, el tratamiento y la reducción del impacto.

BANCO MUNDIAL