Índice 1. la arqueología clásica desde la antigüedad … · los artistas carolingios tomaron...

36
1 ÍNDICE 1. La Arqueología clásica desde la Antigüedad hasta el Barroco - Pablo Calvo. 2 1.1. La Arqueología clásica en la Antigüedad. 2 1.2. La Arqueología clásica en la Edad Media. 3 1.3. La Arqueología clásica en el Renacimiento y Barroco. 5 Bibliografía. 9 2. La Arqueología clásica en el siglo XVIII - Álvaro Escudero. 10 2.1. Panorama arqueológico en el Siglo de las Luces: Ilustración y academias. 10 2.2. Viajes en busca de la cultura grecolatina: el Grand Tour. 12 2.3. Las excavaciones de Herculano y Pompeya. 14 2.4. Las primeras excavaciones en Grecia por la Society of Dilettanti. 18 Bibliografía. 20 3. La Arqueología clásica en el siglo XIX - Diego Latorre. 21 Bibliografía. 28 4. La Arqueología clásica en el siglo XX - Javier Gómez. 29 4.1. Creta y la cultura minoica. 29 4.2. El descubrimiento de la tumba de Tutankhamon. 32 4.3. Fundación de la Escuela Española de Historia y Arqueología de Roma. 33 4.4. Nuevas tecnologías aplicadas a la Arqueología. 34 Bibliografía. 36

Upload: ngonhan

Post on 27-Sep-2018

223 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

1

ÍNDICE

1. La Arqueología clásica desde la Antigüedad hasta el Barroco - Pablo Calvo. 2

1.1. La Arqueología clásica en la Antigüedad. 2

1.2. La Arqueología clásica en la Edad Media. 3

1.3. La Arqueología clásica en el Renacimiento y Barroco. 5

Bibliografía. 9

2. La Arqueología clásica en el siglo XVIII - Álvaro Escudero. 10

2.1. Panorama arqueológico en el Siglo de las Luces: Ilustración y academias. 10

2.2. Viajes en busca de la cultura grecolatina: el Grand Tour. 12

2.3. Las excavaciones de Herculano y Pompeya. 14

2.4. Las primeras excavaciones en Grecia por la Society of Dilettanti. 18

Bibliografía. 20

3. La Arqueología clásica en el siglo XIX - Diego Latorre. 21

Bibliografía. 28

4. La Arqueología clásica en el siglo XX - Javier Gómez. 29

4.1. Creta y la cultura minoica. 29

4.2. El descubrimiento de la tumba de Tutankhamon. 32

4.3. Fundación de la Escuela Española de Historia y Arqueología de Roma. 33

4.4. Nuevas tecnologías aplicadas a la Arqueología. 34

Bibliografía. 36

2

1. LA ARQUEOLOGÍA CLÁSICA DESDE LA ANTIGÜEDAD HASTA EL

BARROCO

Pablo Calvo Greciano.

1.1. La Arqueología clásica en la Antigüedad.

1.2. La Arqueología clásica en la Edad Media.

1.3. La Arqueología clásica en el Renacimiento y Barroco.

1.1. La Arqueología clásica en la Antigüedad

La Arqueología no nace hasta la segunda mitad del siglo XIX, antes no existía. Aún

así, tenemos bien atestiguado que en la Antigüedad hubo interés por lo arcano, comenzando

en Grecia el camino hacia la aparición de la Arqueología.

Desde el período áureo Grecia había quedado salpicada de ruinas, objetos, y obras

artísticas y literarias, y también fortificaciones, palacios y enterramientos de la antigua

civilización micénica, que entró en decadencia a finales de la Edad de Bronce (hacia los siglos

XIII-XII aC). Bajo la idea de que todo tiempo anterior fue mejor, pequeñas comunidades se

establecieron en las ruinas de las acrópolis aqueas de Micenas, Atenas… tratando de

conservar esas edificaciones con una historia legendaria y remota que, reclamando así unos

antepasados privativos, consolidaba la identidad de la comunidad, su legitimidad sobre un

territorio. Los objetos antiguos cuanto más arcanos fueran más cercanos estaban del contexto

legendario de una cultura, lo que le dotaba de poderes mágicos, que se transmitían a su

portador, el cual los lucía conociendo la distinción que estos le daban frente a los demás. Así

lucían reliquias y huesos de semidioses, que se trataba de huesos de mamuts y otros animales

prehistóricos, que debido a sus enormes dimensiones concordaba con el tamaño que pensaban

tenían los de los héroes, cíclopes o gigantes, ya que, por ejemplo, el cuerpo de Aquiles medía

casi cinco metros y un dedo de Hércules tuvo que ser sepultado en un túmulo. Los santuarios

helenos eran receptores de distintos tipos de objetos, que asociaban con lo sagrado y con el

pasado y la identidad de la ciudad.

Los hechos fortuitos llevaban a los más sorprendentes hallazgos. Los romanos

protegieron con leyes su patrimonio monumental, como con la Lex Sepulcri, que castigaba a

quienes quitasen los paramentos de los monumentos funerarios con el fin de su

3

reaprovechamiento para otras construcciones públicas o privadas, ya que la depredación

deliberada de objetos y edificios del pasado estaba a la orden del día en la Antigüedad. Así, el

coleccionismo hizo que se produjese la búsqueda de objetos del pasado entre los escombros

de antiguas ciudades muertas. Los romanos, que destacaron por su coleccionismo, atesoraron

cientos y cientos de obras de arte griegas de todas las cronologías provenientes del pillaje

fomentado por los generales de Roma. Así empezó a crecer la preocupación porque los cada

vez más usuales expolios patrimoniales borrasen el pasado histórico de los pueblos, y

aparecieron los cronistas viajeros, interesados en las civilizaciones, gentes y costumbres del

pasado, investigando y escribiendo sobre ellas a través del trabajo de campo, como Pausanias

en el siglo II dC, quien describió lugares, obras de arte y monumentos de Grecia condenados a

desaparecer. Aún así esto no dio impulso a la aparición de una disciplina arqueológica. Los

romanos buscaban la localización ya no sólo de personajes míticos y heroicos, como pasaba

en Grecia, sino que localizaban las tumbas de personajes históricos relativamente modernos ,

movidos por la nostalgia y el respeto intelectual.

A partir del siglo IV dC las invasiones de los pueblos germánicos fueron la calamidad

que se abatió contra la cultura, ideales y patrimonio del mundo clásico, originándose pillajes a

gran escala del caudal patrimonial del Imperio Romano. A esto se le sumó la oficialización

del cristianismo como religión oficial del Estado, prohibiéndose la realización de los rituales y

sacrificios de los adoradores de los dioses olímpicos, orientales, los fenómenos naturales, los

astros… y la consiguiente destrucción de las obras de arte, imágenes, templos y exvotos

relacionadas con ellas. También tenemos bien atestiguada la cristianización de monumentos

prehistóricos en las regiones romanas. Otro golpe que sufrió el contexto helénico lo llevó a

cabo el emperador bizantino Justiniano en el año 529 dC cuando mandó la disolución de la

Academia Neoplatónica de Atenas, y sus libros, además de cientos de pinturas, y esculturas

de dioses se quemaron públicamente en el anfiteatro de Constantinopla.

1.2. La Arqueología clásica en la Edad Media.

En la Edad Media se encontraban por doquier en toda la geografía europea los

templos, arcos honoríficos, basílicas, mosaicos, estatuas… En torno a las edificaciones

romanas se fue creando una esfera de misterio, que distorsionó su realidad histórica. La gente

del vulgo europeo tenía la visión de Roma como un gran cementerio plagado de tesoros

ocultos. Las distintas facciones nobiliarias luchaban en la ciudad medieval de Roma por

4

prevalecer unas sobre otras, por lo que las edificaciones clásicas con dimensiones apropiadas

se reformaron, fortificaron, alteraron y amurallaron con fines defensivos. Esto debió salvar

muchas construcciones romanas de ser destruidas y despojadas de sus piedras y mármoles. A

parte de esto, en el año 376, los emperadores Graciano, Valente y Valentiniano, prohibieron a

los constructores que los materiales con los que edificasen las casas provinieran de

monumentos y Teodorico, rey de Italia entre el año 494 y 526, promulgó leyes que abogasen

por la inmutabilidad de las construcciones arquitectónicas antiguas. Resulta curiosa también

la aparición de un “anticuariado” oficial al dar libertades de excavación a los individuos que

conociesen la ubicación de tesoros ocultos, siempre y cuando lo hicieran acompañados de

testigos y entregando el oro y la plata encontrado a las arcas. A parte de todo esto los propios

dirigentes y mandatarios llevaban a cabo también depredaciones sobre el patrimonio del

pasado. Las basílicas cristianas eran grandes escaparates del arte y cultura material de la

Antigüedad clásica (los muros se recubrían de coloridos mosaicos y mármoles, en los

sarcófagos labrados con gran maestría se enterraban miembros de la aristocracia y la realeza,

las bañeras termales y urnas funerarias se reutilizaron como pilas bautismales y pilas de agua

bendita, los relicarios y cálices se enjoyaban con camafeos y gemas de factura romana… Las

estatuas clásicas, sin embargo, corrieron una peor suerte, ya que se pensaba que fueron

realizadas por demonios y por ellos poseían poderes sobrenaturales y mágicos, y así fueron

destruidas para realizar cal, armas, monedas… La búsqueda y recuperación de reliquias de

mártires y santos constituyó también una destrucción del patrimonio arqueológico donde se

encontraban, asemejándose éstas a las de los héroes y semidioses en la Antigüedad. En esta

época el método de interpretación arqueológica retrocedió respecto al de los estudiosos de la

Antigüedad, como Tucídides.

Lo que distinguió la Edad Media fue la visión de que el apropiarse de acontecimientos

históricos lejanos, traía grandes beneficios políticos, religiosos y sociales, para lo cual eran

necesarios los estudios anticuarios. Entre los siglos IX y XV Europa retornó a la romanidad

en diversos campos, por ejemplo, en el ámbito político, en la creación de gran reino, el franco,

que reclamó la reinstauración del Imperio Romano de Occidente, la Renovatio Romani

Imperii. Carlomagno excavará en la Ciudad Eterna y Rávena en busca de capiteles, columnas

y otros elementos de mármol con los que engalanar Aquisgrán, la capital, y otros puntos como

la abadía de Aix la Chapelle. Los artistas carolingios tomaron aspectos del arte romano en su

producción, como la fabricación de esculturas en bronce o la producción de mosaicos. Al

morir el emperador fue enterrado en un sarcófago clásico, y además de ser tratado como

5

santo, reliquia y curiosidad anticuaria, se le usó como símbolo justificante del poder de reyes

y emperadores en Occidente.

Habrá que esperar hasta los siglos XVIII y XIX para extirpar los aspectos fantásticos

de la historia y de la arqueología, aún así los escriptorios monásticos de la época altomedieval

iniciaron el trabajo de recopilación, de traducción y de copia de manuscritos y códices latinos

y griegos, inauguradores de los estudios filológicos aún por venir. Así los eclesiásticos y otros

sabios medievales fueron activos difusores de la cultura grecorromana, traduciendo asimismo

los epígrafes ubicados en las iglesias. A parte de esto, a lo largo del siglo XII se dieron los

primeros pasos del coleccionismo de antigüedades clásicas. Tan al orden del día estaba el

amor por el pasado clásico, que Federico II, fallecido en el año 1250, no sólo se había

aficionado por la compra y coleccionismo de antigüedades y había tomado del mundo

romano la moneda, arquitectura y la iconografía, sino que realizó excavaciones para sustraer

más piezas para su colección. Se desarrolló así también una corriente de poetas que con su

lírica ensalzaban la gloria del pasado, como Petrarca (1304-1374), humanistas incipientes que

se diferenciaron de los sabios que les precedieron, y tomaron como método de aproximación

crítica el viaje de estudios para observar relieves narrativos, inscripciones…

1.3. La Arqueología clásica en el Renacimiento y Barroco.

El Renacimiento se entiende por la llegada de intelectuales griegos a Italia en 1453,

que huían de la conquista de Constantinopla, quienes detonaron el sentimiento generalizado

de fervor por la civilización grecorromana. En el siglo XV a los esfuerzos de filósofos por

recuperar aspectos de la Antigüedad clásica como la lengua, su literatura, su retórica… se le

sumó el interés por la escultura, la arquitectura, las monedas y la epigrafía. Aún así esta

Arqueología primitiva que empezó a desarrollarse tenía un carácter marcadamente

destructivo.

Roma a comienzos de este siglo no se la podía llamar ciudad (barrios abandonados,

pobreza, ausencia de leyes…). Una de sus causas fue que perdió la capitalidad de la

cristiandad a favor de Aviñón, y que con su regreso, comenzaron las obras de revitalización

del entramado medieval para dar mejor aspecto a la ciudad. Para levantar nuevos palacios e

iglesias eran precisos los materiales, y para ello era preciso, o bien reutilizar estructuras

preexistentes, o bien tirarlas para reaprovechar su piedra. Los papas daban permiso a los

6

constructores para derribar edificios a cambio de material, y el papa Paolo III dio permiso de

excavaciones en el lugar que quisieran para la extracción de materiales y así agilizar la

construcción de la basílica vaticana. A pesar de ello 1a capital cristiana se convirtió en el foco

del movimiento renacentista de amor a la Antigüedad, el gusto por el coleccionismo y la

disciplina anticuaria. Los estudiosos de las ruinas de esta ciudad, fueron artistas que buscaban

el sentido utilitario de cada una de las edificaciones, de lo que derivó la arqueología

renacentista, que se interesó por los estilos decorativos, los sistemas de proporciones, las

reglas que guardaban sus estructuras, el cuestionamiento del pasado, e incluso la búsqueda de

nuevos métodos para conseguir antigüedades.

El nombre de anticuario se le aplicaba tanto a los humanistas de cierta celebridad,

estudiosos al cargo de grandes colecciones, y a aquellos inmersos en la compraventa exitosa

de antigüedades. Esta doble polaridad de significados mezcla a los estudiosos de la

Antigüedad por conocimiento, de los que lo hacían para saber a qué precio comerciar las

antigüedades. En el mercado de éstas también se encontraban escultores, artesanos,

orfebres… que convirtieron sus talleres en tiendas de curiosidades, ya que conocían la

búsqueda de las casas aristocráticas de hacerse con tesoros artísticos. A pesar de que existían

anticuarios con mayor rigor científico, no podemos ensalzar su forma de hacer arqueología, al

poner todas las ruinas en relación con las fuentes clásicas escritas, y por no documentar las

estructuras arquitectónicas. Con todo ello podemos destacar a un cronista de la época, Pirro

Ligorio (1513-1583), que fue un pintor, arquitecto y anticuario profesional que realizó

numerosos esfuerzos para que el anticuariado adoptase una metodología científica, redactando

cincuenta volúmenes sobre las antigüedades romanas. En esta época se descubrieron muchas

de las estatuas más famosas de los museos italianos, como el Apolo de Belvedere o el

Hércules de bronce dorado procedente del Foro Boario.

El esplendor de la ciudad antigua de Roma fue menguando de manera uniforme, lo

que hizo que los pontífices pusieran coto al expolio sistemático del patrimonio cultural

romano, siendo el primer edificio protegido el Coliseo (1439), y extendiéndose al conjunto

del patrimonio edilicio en 1462. La renovación urbanística de los papas, emulaba la labor de

los emperadores, y más que nunca, la Roma del Cinquecento recreó la urbe clásica (se

repararon los antiguos acueductos, se levantaron antiguos obeliscos caídos, se plagaron las

construcciones de estatuas e inscripciones conmemorativas…). En 1515 se crea el puesto de

commissario delle antichità, ocupado en la salvaguarda del patrimonio histórico y artístico

para reforzar las leyes del momento, puesto que recayó sobre Rafael Sancio. Las leyes

7

también condenaron la extracción clandestina de antigüedades y codificaron la mecánica de

las excavaciones, y en 1624, se prohíbe la extracción terrestre, marítima y fluvial de los

Estados Pontificios de figuras, metales, ornamentos y mármoles sin previa licencia.

En el siglo XVI, el pensamiento humanístico defendió un coleccionismo a medida del

individuo, definido por desplegar la mayor cantidad de piezas valiosas, raras y chocantes en el

espacio reducido de la Wunderkammer, centros de experimentación y divulgación del saber,

donde se desplegaban fósiles, minerales, piezas arqueológicas… a modo de enciclopedia

visual del conocimiento universal. Con el descubrimiento de América en 1492 estos espacios

se plagaron de objetos traídos del Nuevo Mundo. Las cámaras de las maravillas, típicas del

Barroco, se eclipsaron con la llegada de la Ilustración, aunque ni siquiera los papas tenían en

mente un sistema para exponer las piezas en sus colecciones, desatención programática que

no las clasificaba por cronología, por temática, por lenguaje iconográfico…

La inspiración del arte y las letras renacentistas fue casi en exclusiva la antigua Roma,

quedando Grecia relegada a un segundo puesto, por la hostilidad política y la división

religiosa (Gran Cisma de la Cristiandad en 1504). Además de una corriente cultural e

intelectual, el Renacimiento Italiano fue un movimiento de marcado carácter nacionalista, ya

que el Imperio Romano es el que dotó al Mediterráneo de su ciencia, filosofía, religión

común, y arte. Antes de la caída de Constantinopla, por las tropas mandadas por Mehmed II,

aventureros y anticuarios italianos amantes del legado del mundo clásico, se embarcaron en

búsqueda de antigüedades helenas, entre los que destaca el monje florentino Cristoforo

Buondelmonti (1386-1430) y Ciriaco de Pizzicolli (1391-1455). Este último encontró en

Atenas, corazón del clasicismo griego, su paraíso para la contemplación de antigüedades,

llegando a la ciudad en 1436 y quedando asombrado e sus templos, casas, estatuas,

murallas… que plasmó en sus cuadernos.

La desaparición del Imperio Bizantino restringió los viajes de europeos en la zona, las

rutas griegas se habían convertido en inseguras y muy pocos se arriesgaban a extraer piezas

del suelo heleno. La situación cambiará en el siglo XII, cuando las relaciones diplomáticas se

retomaron. A pesar de esto, entre la nobleza en Europa crecía la moda de atesorar

antigüedades clásicas en colecciones sobre todo de estatuas de mármol, desarrollándose una

verdadera competición entre los distintos reinos por apoderarse de las mejores antigüedades,

circulando por toda Europa infinidad de mármoles. El Marqués de Nointel (1635-1685), el

embajador de Luis XIV en Atenas, se diferenció del resto de coleccionistas en no buscar el

8

mero coleccionismo abusivo, sino en poner a salvo las obras clásicas atenienses de los turcos

a los que clasificaba de bárbaros. Así, muchos autores empezaron a abogar por la idea de la

superioridad de Grecia sobre Roma, como Jacob Spon y George Wheler, quienes también

defendieron la necesidad de reestructurar los estudios de las culturas clásicas a través del

estudio del legado material del pasado, y no sólo de los textos analíticos de antiguos filólogos.

Aún así este método más que arqueológico se podría definir como arqueográfico.

9

Bibliografía:

⋆ García Sánchez, Jorge. Breve historia de la arqueología. Madrid: Ediciones Nowtilus,

2014.

10

2. LA ARQUEOLOGÍA CLÁSICA EN EL SIGLO XVIII

Álvaro Escudero Rodríguez.

2.1. Panorama arqueológico en el Siglo de las Luces: Ilustración y academias.

2.2. Viajes en busca de la cultura grecolatina: el Grand Tour.

2.3. Las excavaciones de Herculano y Pompeya.

2.4. Las primeras excavaciones en Grecia por la Society of Dilettanti.

2.1. Panorama arqueológico en el Siglo de las Luces: Ilustración y academias.

La Ilustración, movimiento que caracteriza al siglo XVIII, en sus principales

postulados aspira a conseguir el progreso económico, social y cultural de las naciones. Estas

ideas de progreso se dejarán sentir en la Arqueología, que avanzará durante este siglo cada

vez más firmemente hacia su consolidación entre las ciencias modernas con la creación de las

academias y el desarrollo de nuevas metodologías. Continuará el coleccionismo, en especial

el coleccionismo real de las cortes europeas, iniciado en los siglos anteriores. Reyes y Papas

se erigirán como promotores del Arte y de las excavaciones arqueológicas, además de

impulsar las Antigüedades como elemento de propaganda del poder real para legitimar y

consolidar nuevas dinastías1.

La renovación de la Arqueología durante el siglo XVIII estará promovida por las

academias que, al calor de las ideas de la Ilustración, se fundarán por toda Europa. Estas

academias serán las impulsoras del desarrollo de la estética y del concepto de "buen gusto"2.

Algunas de las academias arqueológicas más importantes son la Académie Royale des

Inscriptions et Belles-Lettres (fundada en 1701), la Society of Antiquaires de Londres (1707),

la Accademia etrusca di Cortona (1727), la Society of Dilettanti (1732), la Real Academia de

la Historia (1738), la Pontifica Accademia Romana di Archaeologia (1740) o la Accademia

Ercolanese (1755). Estas academias, cuyo foco de interés se centra en las civilizaciones

mediterráneas de la Antigüedad, organizan los viajes arqueológicos3. Comienza a surgir

durante el Siglo de las Luces una nueva metodología arqueológica más rigurosa, impulsada

1 Gloria Mora Rodríguez: "El descubrimiento de Pompeya y Herculano y la construcción de la imagen clásica de

un rey ilustrado" en La corte de los borbones: crisis del modelo cortesano, Volumen III, ed. José Martínez

Millán, Concepción Camarero Bullón y Marcelo Luzzi Traficante (Madrid: Polifemo, 2013), p. 1574. 2 Jorge Maier Allende: "Academicismo y Buen gusto en el origen de la arqueología hispanorromana", Cuadernos

de prehistoria y arqueología, ISSN 0211-1608, Nº 37-38 (2011-2012), pp. 75 y 81-85. 3 Jorge García Sánchez: Breve Historia de la arqueología (Madrid: Nowtilus, 2014), p. 97.

11

por las academias, con un trabajo en equipo bien organizado en torno a un proyecto común

exacto y preciso, muy bien documentado, financiado por la Corona, que actúa como

benefactora de la Arqueología. Además, las obras artísticas comienzan en este momento a

considerarse como verdaderas fuentes históricas, de tal modo que a los objetos arqueológicos

que tradicionalmente habían estado más valorados (epígrafes y monedas) se suman ahora las

estructuras arquitectónicas, ya sean públicas o privadas, y sus principales elementos

decorativos, tales como mosaicos, pinturas y esculturas4. También fue un factor favorable

para la Arqueología el desarrollo de nuevas técnicas de dibujo para documentar gráficamente

con mayor objetividad los monumentos y objetos excavados5. Buena muestra de ello son los

grabados de antiguos monumentos romanos realizados por el arquitecto italiano Giambattista

Piranesi, representaciones fidedignas y exactas de las ruinas halladas y sus reconstrucciones,

que también influyeron en el desarrollo del Neoclasicismo6.

El Neoclasicismo influyó favorablemente a la Arqueología clásica, ya que promovió

una conciencia histórica y un interés por recuperar la tradición renacentista y las

civilizaciones clásicas. Este interés de los anticuarios del siglo XVIII por la Antigüedad se

refleja por ejemplo en los intentos de recuperar durante esta época las obras manuscritas e

impresas de los anticuarios renacentistas7.

En el siglo XVIII cabe mencionar a dos anticuarios que destacaron por diferenciarse

de la mayoría en sus métodos y objetivos: el conde de Caylus y Winkelmann, quienes

quisieron remediar el problema de la descontextualización de los objetos expuestos en las

galerías de arte. El conde de Caylus (1692-1765), de origen francés y miembro de la

Académie Royale des Inscriptions et Belles-Lettres (1692-1765), fue un noble instruido en el

Grand Tour, viaje arqueológico del que hablaremos más adelante, y entre sus hallazgos

arqueológicos más importantes está el descubrimiento de las ruinas de Colofón. Lo más

destacable en su trayectoria es que no coleccionó para acumular objetos valiosos, sino para

investigar y educar8. Johann Joachim Winckelmann (1717-1768), de origen alemán y

considerado como el padre de la Historia del Arte, investigó sobre la escultura clásica, los

4 Jorge Maier Allende: "Academicismo y Buen gusto en el origen de la arqueología hispanorromana", Cuadernos

de prehistoria y arqueología, ISSN 0211-1608, Nº 37-38 (2011-2012), p. 78. 5 Jorge Maier Allende: "Academicismo y Buen gusto en el origen de la arqueología hispanorromana", Cuadernos

de prehistoria y arqueología, ISSN 0211-1608, Nº 37-38 (2011-2012), p. 100. 6 Diego Suárez Quevedo: "Roma fragmentada, fragmentos de Roma. Giambattista Piranesi y sus vedute de la

urbs y tibur, reflexiones", Anales de historia del arte, ISSN 0214-6452, Nº 23 (2013), pp. 159-174. 7 Jorge Maier Allende: "Academicismo y Buen gusto en el origen de la arqueología hispanorromana", Cuadernos

de prehistoria y arqueología, ISSN 0211-1608, Nº 37-38 (2011-2012), pp. 76 y 99. 8 Jorge García Sánchez: Breve Historia de la arqueología (Madrid: Nowtilus, 2014), pp. 101-103.

12

templos de Paestum, la pintura mural romana y los objetos hallados en Pompeya y Herculano.

En 1764 publica Historia del arte de la Antigüedad, obra de grandísima importancia sobre el

arte clásico. En su obra cumbre Winckelmann presenta el objeto artístico como un

instrumento para identificar y explicar una cultura determinada, lo cual era algo

revolucionario hasta la fecha, y dividía el arte clásico en cuatro estilos (arcaico, sublime, bello

y de la decadencia)9.

Durante la primera mitad del siglo XVIII las excavaciones arqueológicas sobre el

mundo clásico se seguirán desarrollando principalmente en Italia, centrándose en la

civilización romana. Grecia era mucho más inaccesible porque continuaba bajo el dominio del

Imperio Turco, y no será hasta finales de siglo cuando comiencen a realizarse excavaciones

importantes allí, promovidas por la Society of Dilettanti, de la que hablaremos más adelante.

Los objetivos de la arqueología durante el siglo XVIII generalmente se centraban en

desenterrar obras de arte, no en obtener conocimiento histórico a partir de la pieza material,

por este motivo la mayoría de los objetos están descontextualizados, como mucho se apuntaba

el lugar donde había sido encontrado el objeto, aún no se sigue un método arqueológico. Una

excepción a este fenómeno generalizado, como veremos, serán las excavaciones de Herculano

y Pompeya. No obstante, a la mayoría de aristócratas, anticuarios y mercaderes de obras de

arte no les importaban las cuestiones metodológicas ni la reconstrucción histórica de las

culturas, tan solo estaban interesados por la pieza, entendida exclusivamente como obra de

arte, para ser vendida, atesorada o, en el mejor de los casos, expuesta al público10

.

2.2. Viajes en busca de la cultura grecolatina: el Grand Tour.

Durante el siglo XVIII el aprendizaje en Europa sigue a los autores clásicos, debido a

las corrientes de pensamiento anteriormente mencionadas que propugnan una vuelta a la

cultura clásica. Los miembros de la aristocracia y de las familias más adineradas de Europa,

los únicos que se pueden permitir unos estudios, tienen interés por conocer de primera mano

los lugares que aparecen en las obras clásicas, así como conocer de primera mano estos

espacios geográficos que constituyen la cuna de la civilización europea, según el pensamiento

del momento. De esta forma surge el Grand Tour, un viaje educativo que realizan

fundamentalmente jóvenes de la aristocracia europea por los países que en este momento

ofrecen innovaciones artísticas, arqueológicas y culturales, especialmente Italia, aunque

9 Jorge García Sánchez: Breve Historia de la arqueología (Madrid: Nowtilus, 2014), pp. 103-105.

10 Jorge García Sánchez: Breve Historia de la arqueología (Madrid: Nowtilus, 2014), p. 114.

13

también Alemania, Suiza, Holanda o Francia. Los nuevos hallazgos arqueológicos sin duda

contribuyeron a atraer a estos aristócratas a las excavaciones y museos de Italia y en menor

medida a Grecia, ya que era menos accesible porque estaba bajo el dominio del Imperio

Turco11

. Roma, la Ciudad Eterna, especialmente era una estación clave de los itinerarios del

Grand Tour, debido a su pasado histórico, su prestigio, su situación cultural y la gran cantidad

de obras clásicas que se hallaban allí, en sus museos12

.

La mayoría de los viajeros que emprendían el Grand Tour eran ingleses y muchos de

ellos acabarían formando parte de la Society of Dilletanti, de la que hablaremos más adelante.

A finales de siglo destacarán personajes importantes vinculados al Grand Tour: el pintor

neoclasicista Gavin Hamilton, el arquitecto y dibujante Giovanni Battista Piranesi, el escultor

Bartolomeo Cavaceppi, el arquitecto James Byres y el banquero marchante Thomas Jenkins.

Si bien es cierto que todos ellos se sentían atraídos por los objetos arqueológicos hallados en

las excavaciones y compraban antigüedades de todo tipo (mosaicos, camafeos, joyas,

estatuillas de bronce o terracota...), Thomas Jenkins fue más allá y exportó a Gran Bretaña

toneladas de mármoles clásicos, contribuyendo en mayor medida al expolio del patrimonio

arqueológico13

.

Este expolio se vio favorecido por el hecho de que los monarcas italianos se

desprendieran de colecciones por falta de dinero, lo cual provocó la masiva exportación del

patrimonio romano a las cortes extranjeras. Ante esta situación, la corte papal vaticana

intensificó los esfuerzos para proteger el patrimonio italiano promulgando edictos que

regulaban la extracción de objetos arqueológicos y las excavaciones. Estos edictos, que

suponen las primeras medidas de protección del patrimonio arqueológico, prohibían las

prácticas dañinas para los objetos y las excavaciones sin licencia concedida. La exportación

clandestina de objetos arqueológicos se penalizada con multas, incautación de las piezas e

incluso la tortura. Al menos un tercio de los objetos encontrados debían ir a parar a las

colecciones del Papa, el resto se repartía entre el propietario de las tierras y el excavador de

las piezas. En este sentido se crea la figura del Commissario delle Antichitá, al que se debía

informar de cualquier objeto extraído y que podía entrar en cualquier excavación o taller de

restauración para examinar las piezas arqueológicas. El Papa Clemente XII crea además el

11

Diego Suárez Quevedo: "Roma fragmentada, fragmentos de Roma. Giambattista Piranesi y sus vedute de la

urbs y tibur, reflexiones", Anales de historia del arte, ISSN 0214-6452, Nº 23 (2013), p. 158. 12

Diego Suárez Quevedo: "Roma fragmentada, fragmentos de Roma. Giambattista Piranesi y sus vedute de la

urbs y tibur, reflexiones", Anales de historia del arte, ISSN 0214-6452, Nº 23 (2013), p. 161. 13 Jorge García Sánchez: Breve Historia de la arqueología (Madrid: Nowtilus, 2014), pp. 108-110.

14

Museo Capitolino, una galería cívica para exponer estas obras al público, que se convirtió en

parada obligatoria del Grand Tour14

.

2.3. Las excavaciones de Herculano y Pompeya.

En el año 79 d.C. el volcán Vesubio, cercano a las costas del Golfo de Nápoles entró

en erupción, sepultando las poblaciones de la zona, principalmente las ciudades de Pompeya,

Herculano y Estabia15

. Quedaron de esta forma sepultadas por una capa de material volcánico

que las preservó exactamente tal como estaban en el momento de la erupción, como si se

tratasen de cápsulas del tiempo, hasta que fueran descubiertas y desenterradas diecisiete siglos

después. A principios del siglo XVIII el príncipe de Elbeuf extrajo del pozo Nocerino en

Portici unas esculturas romanas que trasladó a Austria. Sin embargo, no continuó las

excavaciones en este lugar, debido a la dificultad y el coste que suponían. Años después, el

rey Carlos de Borbón (Carlos VII de Nápoles, que posteriormente será el rey Carlos III de

España), compró la finca de Portici que había pertenecido a Elbeuf como lugar de recreo16

. A

partir de entonces se llevan a cabo las primeras obras de acondicionamiento y se realizan los

primeros sondeos, dirigidos por el ingeniero militar Roque Joaquín de Alcubierre, y al poco

tiempo se halla una inscripción que pertenece al teatro de Herculano17

. En 1735 se descubrió

la ciudad de Pompeya, aunque en un primer momento se pensaba que era Estabia. Siglos de

erosión provocada por lluvias, riegos y viento hizo que quedaran al descubierto las partes

altas de algunos edificios y estatuas. El propio Alcubierre pensaba que las excavaciones allí

serían más fáciles que las de Herculano y por ello en el año 1748 solicitó el permiso necesario

para comenzar las excavaciones, que fue inmediatamente concedido y se trasladaron algunos

obreros desde Herculano para comenzar los primeros sondeos18

. En 1749 se descubren nuevas

poblaciones también sepultadas por el Vesubio en el Golfo de Nápoles, tales como Estabia,

Sorrento, Pozzuoli y Cumas, que igualmente son excavadas19

.

14

Jorge García Sánchez: Breve Historia de la arqueología (Madrid: Nowtilus, 2014), pp.111-113. 15

Félix Fernández Murga: Carlos III y el descubrimiento de Herculano, Pompeya y Estabia (Salamanca:

Universidad de Salamanca, 1989), p. 9. 16

Félix Fernández Murga: Carlos III y el descubrimiento de Herculano, Pompeya y Estabia (Salamanca:

Universidad de Salamanca, 1989), p. 25. 17

María del Carmen Alonso Rodríguez: "Las excavaciones arqueológicas en el siglo XVIII: El descubrimiento

de las ciudades de Herculano, Pompeya y Estabia", Cuadernos de Ilustración y Romanticismo: Revista del

Grupo de Estudios del siglo XVIII, ISSN 1132-8304, Nº 3 (1992), p. 207. 18

Félix Fernández Murga: Carlos III y el descubrimiento de Herculano, Pompeya y Estabia (Salamanca:

Universidad de Salamanca, 1989), pp. 75-78. 19 Félix Fernández Murga: Carlos III y el descubrimiento de Herculano, Pompeya y Estabia (Salamanca:

Universidad de Salamanca, 1989), pp. 88 y 101.

15

Carlos de Borbón apoyará desde el principio estas excavaciones arqueológicas,

consciente de la importancia y singularidad que tenía desenterrar ciudades enteras, que

además se habían conservado perfectamente. Durante todo su reinado en Nápoles, Carlos de

Borbón financió las excavaciones, la restauración de las piezas, el estudio y publicación de los

resultados para el conocimiento de anticuarios, eruditos e interesados por el arte clásico y su

exposición al público en un museo creado específicamente para estos yacimientos. Llegó

incluso a implicarse personalmente, manteniéndose muy atento al avance de todos los trabajos

realizados en torno a estos yacimientos. Debido a este apoyo dado a las antigüedades, práctica

común en este momento en las cortes europeas para usarlas como elemento de propaganda

del poder real, Carlos VII de Nápoles llegó a ser conocido como "el rey arqueólogo"20

.

La metodología que se siguió en las excavaciones de Herculano consistía en excavar

túneles que se reforzaban y después se rellenaban cuando los trabajos avanzaban. Las galerías

subterráneas se excavaban por una cuadrilla de obreros que procuraban avanzar sin dañar los

edificios y extrayendo los objetos que se encontraban21

. Estas excavaciones estaban dirigidas

por ingenieros militares que topografiaban tanto las galerías como el exterior, realizando

planos y acompañándolos de informes que documentaban el curso de los trabajos y que se

remitían semanalmente al rey Carlos de Borbón a través de sus ministros, lo cual supone uno

de los primeros ejemplos de la recogida de datos de campo de forma sistemática y ordenada

en los estudios arqueológicos22

. En palabras de María del Carmen Alonso, "puede

considerarse como el primer intento de excavación organizada y metódica que se conoce. En

ningún lugar de la Europa ilustrada se emprendieron los trabajos con tantos medios y tanta

voluntad de servir a la Ciencia y al conocimiento de la Antigüedad como en el caso de estas

ciudades"23

. La importancia dada a las excavaciones fue tal que si aparecían objetos de

significativa calidad e importancia se ordenaba suspender los trabajos por mandato real, cosa

20

Gloria Mora Rodríguez: "El descubrimiento de Pompeya y Herculano y la construcción de la imagen clásica

de un rey ilustrado" en La corte de los borbones: crisis del modelo cortesano, Volumen III, ed. José Martínez

Millán, Concepción Camarero Bullón y Marcelo Luzzi Traficante (Madrid: Polifemo, 2013), p. 1574. 21

María del Carmen Alonso Rodríguez: "Las excavaciones arqueológicas en el siglo XVIII: El descubrimiento

de las ciudades de Herculano, Pompeya y Estabia", Cuadernos de Ilustración y Romanticismo: Revista del

Grupo de Estudios del siglo XVIII, ISSN 1132-8304, Nº 3 (1992), p. 207. 22

María del Carmen Alonso Rodríguez: "Las excavaciones arqueológicas en el siglo XVIII: El descubrimiento

de las ciudades de Herculano, Pompeya y Estabia", Cuadernos de Ilustración y Romanticismo: Revista del

Grupo de Estudios del siglo XVIII, ISSN 1132-8304, Nº 3 (1992), p. 208. 23 María del Carmen Alonso Rodríguez: "Las excavaciones arqueológicas en el siglo XVIII: El descubrimiento

de las ciudades de Herculano, Pompeya y Estabia", Cuadernos de Ilustración y Romanticismo: Revista del

Grupo de Estudios del siglo XVIII, ISSN 1132-8304, Nº 3 (1992), p. 212.

16

que ocurrió en frecuentes ocasiones24

. Asimismo, los directores de las excavaciones llevaron a

cabo severas medidas disciplinarias para que ningún obrero se llevara ninguna pieza de los

yacimientos25

.

Las excavaciones estuvieron en todo momento dirigidas por ingenieros militares. El

primero de ellos fue Joaquín de Alcubierre, desde 1735 hasta su fallecimiento en 1780. En

este tiempo hay un lapso de cuatro años entre 1741 y 1745 en el que se aparta por motivos de

salud, periodo en el que es sustituido por Francisco Rorro y Pedro Bardet. En 1750 se

incorpora como ayudante Carlos Weber. Cuando Weber fallece en 1764 le sustituye Francisco

de la Vega, quien será en un primer momento ayudante de Alcubierre y después reemplazará

a éste como director de las excavaciones26

. El objetivo de estos ingenieros militares era subir

a la superficie las piezas arqueológicas halladas e informar de las características de los

edificios que se estaban estudiando, velando en todo momento por la seguridad de las galerías

subterráneas y de todos los trabajos que se realizaban27

.

En 1750 se crea el Museo Ercolanese (Museo Herculanense), con el objetivo de

conservar y exponer las piezas arqueológicas procedentes de Herculano, Pompeya y Estabia,

para que puedan ser visitadas. El museo cuenta también con un taller de restauración. Este

tipo de institución especializada en el estudio y conservación de las antigüedades supone un

nuevo modelo a seguir en otros países de Europa28

. En 1747 se encargó al monsignor Ottavio

Antonio Bayardi el estudio y publicación de los hallazgos de Herculano, pero se demoró

excesivamente y sólo publicó un simple inventario de los objetos titulado Catalogo degli

antichi monumenti dissotterrati dalla discoperta città di Ercolano (1755). Debido a la

incompetencia de Bayardi y a propuesta de su secretario de Estado el marqués Bernardo

Tanucci, el rey fundó en 1755 la Regale Accademia Ercolanese (Real Academia

Herculanense), cuyo objetivo era, de nuevo, estudiar y publicar los hallazgos de Herculano,

24

Gloria Mora Rodríguez: "El descubrimiento de Pompeya y Herculano y la construcción de la imagen clásica

de un rey ilustrado" en La corte de los borbones: crisis del modelo cortesano, Volumen III, ed. José Martínez

Millán, Concepción Camarero Bullón y Marcelo Luzzi Traficante (Madrid: Polifemo, 2013), p. 1578. 25

Félix Fernández Murga: Carlos III y el descubrimiento de Herculano, Pompeya y Estabia (Salamanca:

Universidad de Salamanca, 1989), pp. 39-41. 26

Félix Fernández Murga: Carlos III y el descubrimiento de Herculano, Pompeya y Estabia (Salamanca:

Universidad de Salamanca, 1989), p. 20 27

María del Carmen Alonso Rodríguez: "Las excavaciones arqueológicas en el siglo XVIII: El descubrimiento

de las ciudades de Herculano, Pompeya y Estabia", Cuadernos de Ilustración y Romanticismo: Revista del

Grupo de Estudios del siglo XVIII, ISSN 1132-8304, Nº 3 (1992), p. 208. 28 Félix Fernández Murga: Carlos III y el descubrimiento de Herculano, Pompeya y Estabia (Salamanca:

Universidad de Salamanca, 1989), pp. 126-130.

17

Pompeya y Estabia29

. Esta institución, presidida por Tanucci, publicará entre 1757 y 1792 en

ocho volúmenes Le Antichitá di Ercolano esposte. Teniendo en cuenta que la ciudad de

Herculano fue descubierta en 1736 hubo que esperar casi veinte años para que se publicara el

primer tomo y treinta y cinco años más para ver la colección completa, lo cual fue

considerado como una espera excesiva por parte de muchos intelectuales, anticuarios y demás

interesados en el arte clásico30

.

Cuando el rey Carlos VII de Nápoles se convirtió en Carlos III de España devolvió un

anillo romano hallado en las excavaciones , justo antes de embarcar hacia España el 7 de

octubre de 1759, como declaración pública de que todo lo hallado en las excavaciones

pertenecía al pueblo de Nápoles y no al rey. Este gesto fue muy elogiado y contribuyó a

reforzar la imagen de Carlos de Borbón como rey protector del patrimonio, aunque no estaba

haciendo otra cosa que cumplir sus propias leyes, ya que desde 1755 había promulgado

decretos y leyes prohibiendo la exportación de objetos hallados en las excavaciones. Incluso

en la corte española se seguirá interesando por el avance de las excavaciones y los trabajos de

divulgación sobre Herculano y Pompeya, que desde ese momento quedan bajo

responsabilidad de Tanucci durante la regencia. El gesto del anillo en realidad sólo fue

simbólico y propagandístico, ya que se han constatado envíos de antigüedades desde Nápoles

a la corte de Madrid en la segunda mitad del XVIII y el siglo XIX. Algunas piezas incluso se

perdieron en naufragios o en ataques de piratas durante los viajes por mar31

.

La metodología empleada en las excavaciones de Herculano y Pompeya no estuvo

exenta de críticas por parte de algunos anticuarios y viajeros, especialmente duras fueron las

de Winckelmann, el considerado como padre de la Historia del arte, de quien ya hemos

hablado en el apartado 2.1 y que visitó las excavaciones hasta en cuatro ocasiones32

. La falta

de experiencia previa en la excavación de una ciudad entera sepultada y la ausencia de un

plan de trabajo definido dañaron la imagen de estas excavaciones. A pesar de ello, no

debemos olvidar que la metodología empleada en las excavaciones de Herculano y Pompeya

29

Gloria Mora Rodríguez: "El descubrimiento de Pompeya y Herculano y la construcción de la imagen clásica

de un rey ilustrado" en La corte de los borbones: crisis del modelo cortesano, Volumen III, ed. José Martínez

Millán, Concepción Camarero Bullón y Marcelo Luzzi Traficante (Madrid: Polifemo, 2013), p. 1582. 30

María del Carmen Alonso Rodríguez: "Las excavaciones arqueológicas en el siglo XVIII: El descubrimiento

de las ciudades de Herculano, Pompeya y Estabia", Cuadernos de Ilustración y Romanticismo: Revista del

Grupo de Estudios del siglo XVIII, ISSN 1132-8304, Nº 3 (1992), p. 211. 31

Gloria Mora Rodríguez: "El descubrimiento de Pompeya y Herculano y la construcción de la imagen clásica

de un rey ilustrado" en La corte de los borbones: crisis del modelo cortesano, Volumen III, ed. José Martínez

Millán, Concepción Camarero Bullón y Marcelo Luzzi Traficante (Madrid: Polifemo, 2013), pp. 1590-1591. 32 Félix Fernández Murga: Carlos III y el descubrimiento de Herculano, Pompeya y Estabia (Salamanca:

Universidad de Salamanca, 1989), pp.136-137.

18

se contaba entre la más metódica y organizada hasta la fecha. Estas excavaciones, llevadas a

cabo desde planteamientos más racionalizados, supusieron el precedente de la posterior

arqueología científica del siglo XVIII33

. Hasta el descubrimiento de Herculano y Pompeya los

restos arqueológicos del mundo clásico eran fundamentalmente los edificios públicos que

habían sobrevivido desde la época romana, pero a partir de este momento se empieza a tener

una gran cantidad de información sobre las pinturas murales, principal novedad de estos

yacimientos, y sobre la ciudad romana, de gran utilidad para reconstruir y comprender mejor

el pasado a través de la Arqueología. Todos estos factores y la repercusión de estos

yacimientos hacen que Nápoles se convierta desde este momento en una ciudad de grandísima

importancia artística e histórica, por lo que se erige como la segunda gran parada obligatoria

del Grand Tour, después de Roma34

.

2.4. Las primeras excavaciones en Grecia por la Society of Dilettanti.

A mediados del siglo XVIII se extendió por Europa un gran gusto por el helenismo.

Los pensadores de la Ilustración consideraban a la Grecia antigua como un paraíso de

libertades, arte y filosofía, la cuna de la cultura europea, ideas muy propias de la Ilustración y

el Neoclasicismo. En este contexto cultural nació en 1732 la Society of Dilettanti, formada

por aristócratas ingleses que habían realizado el Gran Tour, coleccionistas y amantes del arte

Antiguo. La Society of Dilettanti dio comienzo a la arqueología helénica llevada a cabo con

un enfoque científico, lo cual no fue continuado por las excavaciones del siglo posterior35

. El

objetivo primordial de esta sociedad arqueológica era encontrar las ciudades mencionadas en

las fuentes escritas griegas, como los poemas homéricos. Pretendían recuperar los restos

arqueológicos de la civilización griega basándose en la Ilíada y la Odisea, un siglo antes de

que lo hiciera Schliemann36

.

Robert Wood y James Dawkins emprendieron una primera expedición en las costas e

islas de Grecia y Oriente Próximo. Los trabajos de Robert Wood siguieron una línea de

investigación con metodología científica y bien documentada. Por su parte, el pintor James

Stuart y el arquitecto Nicholas Revett se encontraban en un recorrido de estudios por Atenas y

la región ática. De nuevo, el interés estaba más allá del mero acopio de objetos, se intentaban

33

Diego Suárez Quevedo: "Roma fragmentada, fragmentos de Roma. Giambattista Piranesi y sus vedute de la

urbs y tibur, reflexiones", Anales de historia del arte, ISSN 0214-6452, Nº 23 (2013), p. 158. 34

María del Carmen Alonso Rodríguez: "Las excavaciones arqueológicas en el siglo XVIII: El descubrimiento

de las ciudades de Herculano, Pompeya y Estabia", Cuadernos de Ilustración y Romanticismo: Revista del

Grupo de Estudios del siglo XVIII, ISSN 1132-8304, Nº 3 (1992), p. 206. 35

Jorge García Sánchez: Breve Historia de la arqueología (Madrid: Nowtilus, 2014), pp. 125-126. 36 Jorge García Sánchez: Breve Historia de la arqueología (Madrid: Nowtilus, 2014), p. 127.

19

contextualizar los hallazgos arqueológicos y extraer información histórica a partir de ellos,

mediante un trabajo serio y objetivo, muy bien documentado, aportando mediciones exactas e

ilustrando su trabajo con imágenes originales, dando como resultado The Antiquities of Athens

and other Monuments of Greece37

.

En 1764 la Society of Dilettanti, que ya se había convertido en un organismo

prestigioso y de referencia en las excavaciones en Grecia, organizó segundo viaje, esta vez a

las costas de Asia Menor, para excavar los monumentos jónicos. Nicholas Revett, esta vez

acompañado por el pintor William Pars y el filólogo Richard Chandler llevaron a cabo esta

expedición pasando por Mileto, Éfeso, Marathon, Corinto, Delfos, Epidauro, Quíos, Olimpia

y otras ciudades, de nuevo con cuidada metodología científica, recogiendo sus hallazgos en

The Antiquities of Ionia. A su regreso, los arqueólogos se llevaron dos fragmentos de los

frisos del Partenón, que fueron legados posteriormente al British Museum. La consideración

etnocentrista europea de la época, que continuará en el siglo XIX, se basaba en que los

monumentos griegos estaban en manos de los "bárbaros" turcos, incapaces de apreciar las

artes, el buen gusto y el valor histórico de estos restos arqueológicos, por lo que había que

exportar las obras atenienses a los museos europeos para "salvarlas". De esta forma el expolio

al que fueron sometidos los restos arqueológicos hallados en Grecia quedaba justificado para

la bienpensante sociedad europea38

.

37

Jorge García Sánchez: Breve Historia de la arqueología (Madrid: Nowtilus, 2014), pp. 128-130. 38

Jorge García Sánchez: Breve Historia de la arqueología (Madrid: Nowtilus, 2014), pp. 133-135.

20

Bibliografía citada:

⋆ Alonso Rodríguez, María del Carmen. "Las excavaciones arqueológicas en el siglo

XVIII: El descubrimiento de las ciudades de Herculano, Pompeya y Estabia". Cuadernos de

Ilustración y Romanticismo: Revista del Grupo de Estudios del siglo XVIII, ISSN 1132-8304,

Nº 3 (1992), pp. 205-214.

⋆ Fernández Murga, Félix. Carlos III y el descubrimiento de Herculano, Pompeya y

Estabia. Salamanca: Universidad de Salamanca, 1989.

⋆ García Sánchez, Jorge. Breve historia de la arqueología. Madrid: Ediciones Nowtilus,

2014.

⋆ Maier Allende, Jorge. "Academicismo y Buen gusto en el origen de la arqueología

hispanorromana". Cuadernos de prehistoria y arqueología, ISSN 0211-1608, Nº 37-38 (2011-

2012), pp. 75-104.

⋆ Mora Rodríguez, Gloria. "El descubrimiento de Pompeya y Herculano y la

construcción de la imagen clásica de un rey ilustrado". En La corte de los borbones: crisis del

modelo cortesano, Volumen III, editado por José Martínez Millán, Concepción Camarero

Bullón y Marcelo Luzzi Traficante, pp. 1573-1597. Madrid: Polifemo, 2013.

⋆ Suárez Quevedo, Diego. "Roma fragmentada, fragmentos de Roma. Giambattista

Piranesi y sus vedute de la urbs y tibur, reflexiones". Anales de historia del arte, ISSN 0214-

6452, Nº 23 (2013), pp. 147-175.

21

3. LA ARQUEOLOGÍA CLÁSICA EN EL SIGLO XIX

Diego Latorre Manglano.

El siglo XIX comenzó directamente con el saqueo de gran parte de la Acrópolis de

Atenas por el noble escocés lord Elgin (1766 – 1841). En estos años, Grecia todavía estaba

bajo el dominio del Imperio otomano, que no se esforzaba por mantener el patrimonio cultural

de los territorios bajo su dominio. Esto, unido a la situación europea de auge de los

nacionalismos, permitieron a Elgin y a su equipo despojar al Partenón de medio centenar de

bloques del friso, de veinte metopas y de unas veinte figuras escultóricas de los frontones.

Pero no se detuvo en eso y siguió con las estatuas del Teatro de Dioniso, la decoración del

Templo de Atenea Niké y los fragmentos arquitectónicos de los propileos, del Erecteion y del

Templo de Hefestos. Además todo esto sin ningún tipo de metodología ni mucho menos

siguiendo un método arqueológico cuidadoso.

Aunque Elgin intentó justificar su expolio alegando que su objetivo era salvar las

obras maestras de Fidias, fueron muchos los intelectuales de la época que arremetieron contra

sus actividades, como el poeta lord Byron, que moriría en 1824 luchando por la

independencia griega. Pero estas fuerte críticas desde amplios sectores culturales no

impidieron que, entre 1803 y 1811, los mármoles del Partenón se llevaran a Gran Bretaña,

donde cantidad de expertos pensaron en un principio que no eran más que obras romanas del

periodo de Adriano. Pero finalmente se estableció la autoría de Fidias.

Cuando lord Elgin se vio arruinado planteó la venta de su colección al Museo

Británico, transacción que fue aprobada en la Cámara de los Comunes y que abrió la veda

para los continuos expolios y posteriores ventas a instituciones nacionales. Muestra de ello es

la subasta que se celebró en Malta de la representación marmórea de los héroes eginetas que

participaron en la guerra de Toya. A esta subasta pujaron Gran Bretaña, Francia y el Reino de

Baviera.

Pero con la independencia griega del Imperio otomano, a consecuencia de una guerra

que duraría entre el 1821 y el 1829 y en la que prestarían ayuda tanto Gran Bretaña como

Francia a los independentistas, el nuevo Estado independiente buscó ligarse cultural e

históricamente al glorioso pasada de la Grecia clásica y decretó la prohibición de exportar las

antigüedades griegas en 1827, aunque no consiguieron acabar por completo con el

22

contrabando.

En 1833 se fundó, bajo el patronazgo del rey Otón I, el Servicio Arqueológico estatal,

dirigido por el alemán Ludwig Ross. Este instituto se encargó de explorar el patrimonio

cultural de la Grecia clásica para exaltar esta etapa y relacionarla con la Grecia de mediados

del siglo XIX, con el objetivo de fortalecer la idea de nación consolidada bajo una historia

común, clara y fuerte. Algunos de los grandes logros de esta institución fueron las

excavaciones en Atenas, entre 1839 y 1841, que permitieron conocer mejor construcciones

como la Torre de los Vientos, los Propileos de la Acrópolis, el Erecteion y el Teatro de

Dioniso. Además, se fundaron grandes museos que en 1889 acabarían uníendose en el Museo

Arqueológico Nacional de Atenas.

En 1840, en Francia despierta un interés enorme por la civilización y cultura de la

Grecia clásica. Esto llevará a que Théobald Piscatory, ministro de Francia en Atenas presente

el proyecto de una Escuela Francesa en Atenas. Las reuniones entre las autoridades de los dos

países dan sus frutos y en octubre de 1844 se funda la Sociedad de Bellas Artes en Atenas y,

unos meses más tarde, la Academia de Bellas Artes en París autoriza a los arquitectos de la

Academia de Francia en Roma a trasladarse durante cuatro meses a Atenas. Además, serán

franceses quienes financien las restauraciones del pórtico de las Cariátides del Erecteion y del

Partenón.

Estas actividades se verán recompensadas cuando Picastory anuncia, el 3 de marzo de

1846, que la Escuela de Atenas ya está instalada, seis meses antes de que se ordenase su

fundación. Con esto espera acelerar el proceso de fundación, consiguíéndolo cuando el rey

Luis Felipe I de Francia firma la ordenanza, en septiembre de 1846, de crear "una escuela de

perfeccionamiento para el estudio de la lengua, la historia y las antigüedades griegas"39

, bajo

la autoridad del ministro francés en Grecia, es decir, Picastory.

A la Academia se unieron alumnos de la Escuela Normal Superior, profesores de las

asignaturas de humanidades historia o filología, que acuden a Atenas durante dos años con la

opción de que se ampliasen a tres. Pero la Escuela de Atenas, que estaba formada para llevar a

cabo una enseñanza primaria, secundaria y superior y para aumentar la influencia francesa en

la zona, se llena de problemas cuando la exclusión de los profesores de gramática hace que se

rechace la filología y se dejan de lado las bellas artes, la arquitectura y la arqueología, ramas

39

Ève Grand-Aymerich, El nacimiento de la arqueología moderna 1798 – 1945 (Zaragoza: Prensas universitarias

de Zaragoza, 2001), 158.

23

principales en las que se apoyaba el proyecto inicial de Piscatory. Además, la nueva

institución no conseguía desligarse de la Academia de Francia en Roma.

Esta institución seguirá actuando como un centro de educación destinado a promover

la enseñanza de la cultura francesa en Grecia hasta 1850, cuando se sitúa bajo el patrocinio de

la Academia de Inscripciones y Bellas Letras, centrada en el estudio de la lingüística y la

arqueología, y se encamina hacia la investigación erudita y científica.

En el año 1829, nace el Instituto di Corrispondenza Archeologica en Roma. Este

proyecto se levantaba sobre dos pilares principales, la cooperación internacional para abordar

el estudio de la antigüedad, para lo que trabajaron sobre todo alemanes pero también

franceses, italianos y un español; y el avance del anticuarismo grecorromano a la posición de

ciencia que se definiría por el estudio y análisis de los monumentos del arte clásico.

A lo largo de casi medio siglo todos estos especialistas internacionales trabajaron

conjuntamente y publicaron sus excavaciones, hallazgos y avances hechos en Italia y en el

Mediterráneo. Pero en 1870 estalló la guerra franco – prusiana y, el 18 de enero de 1871,

Guillermo I se nombra káiser en París, tras su victoria en dicha guerra, y se completa la

unificación alemana surgiendo el Imperio alemán.

El interés político del Imperio llevó a que en 1874 el Instituto di Corrispondenza

Archeologica se transformase en el Imperial Instituto Arqueológico Germánico, una

institución que emplearía en conocimiento histórico y la arqueología como un arma más a

manos de las potencias imperialistas. Este modelo de instituto en manos del poder surgió en

todas las potencias europeas, formándose en Italia l'École français de Rome (1875), que a

finales de siglo puso la atención principal sobre Cartago; el Istituto Storico Austriaco (1881);

la American School of Rome (1901); el Istituto Storico Olandese (1904) o la Escuela

Española de Historia y Arqueología en Roma (1911).

Cada nación buscaba hacerse con la influencia en distintas zonas y yacimientos de

Grecia. Los franceses estaban en Delfos, Delos y Thasos; los alemanes en Olimpia, Pérgamo,

Tebas, Samos y en el barrio del Cerámico de Atenas; los austriacos en Samotracia; los

estadounidenses en el Ática, Beocia, Argos y Corinto; los italianos y ingleses Creta y el

Peloponeso y estos últimos estaban en solitario en los sitios más emblemáticos de Esparta y

Micenas.

De todas estas excavaciones habría que destacar las de Delos, Delfos y Olimpia por su

24

gran importancia arqueológica. Las excavaciones francesas de Delos comenzaron en 1877 de

la mano de Théopile Homolle, que se lanzó a descubrir el Santuario de Apolo, pues estaba

seguro que en el complejo religioso se concentrarían los monumentos, las inscripciones y las

estatuas. Todos los expertos estaban atentos a los descubrimientos que podían hacerse en

Delos, pues era un enclave que abarcaba la época arcaica, clásica y helenística y que podía

mostrar a la perfección la vida privada griega y el activo comercio si se encontraban

viviendas, almacenes y puertos. Pero cuando se observó que el método arqueológico de

Homolle consistía en picar profundas trincheras sin ningún tipo de referencia y sin atender a

la estratigrafía y removía miles de metros cúbicos con vagonetas tiradas por caballos, los

arqueólogos alemanes fueron extremadamente críticos con el encargado de las excavaciones.

Aun así, Homolle siguió y en 1881 se halló la Terraza de los Dioses Extranjeros, complejo

con múltiples templos dedicados a divinidades orientales en respuesta a los deseos de los

comerciantes extranjeros; entre 1882 y 1883 el teatro y el barrio adyacente; en 1886 uno de

los gimnasios, sede de identidad del hombre griego antiguo; en 1894 el distrito portuario; y

antes de 1914 el estadio y las moradas que lo rodeaban, las palestras, la Terraza de los Leones,

el Templo de los Doce Dioses y la Sala Hipóstila.

En 1882 y 1887, Francia y Grecia firmaron dos convenios que permitirían la entrada

de la Escuela Francesa de Atenas en el yacimiento de Delfos, pero aunque se cancelaron

rápidamente, poco después se logró un acuerdo definitivo por el cual se cedía la explotación

del lugar a los franceses. Estos, antes de iniciar las excavaciones, tuvieron que derribar la

ciudad moderna de Kastri y levantarla un poco más lejos, todo esto sin prácticamente ningún

apoyo económico por parte del Estado griego. En 1893 empezaron las excavaciones y muy

pronto se encontró el tesoro de los atenienses, donde se hallaron unas notas musicales

grabadas en piedra que permitieron a los expertos acercarse un poco más al conomiento sobre

la música de la época.

Pero igual que en el yacimiento anterior, los arqueólogos alemanes criticaban la

metodología de las excavaciones, causada por la falta de arquitectos especializados, que hacía

que se perdiese gran cantidad de información topográfica y arquitectónica además de la rápida

y poco detallada marcha de las expediciones, el retraso en publicar los resultados y el destrozo

continuo de los restos arqueológicos. Incluso la prensa griega llegó a comparar al equipo de

especialistas franceses con los bárbaros galos que había invadido el país en el siglo III a.C.

porque ambos destruían la civilización a su paso. Por suerte, esto cambió en la primera década

del siglo siguiente cuando se puso al mando a Maurice Holleaux, historiador, arqueólogo y

25

epigrafista especializado en la Grecia antigua. Holleaux se encargó de formar un amplio

equipo interdisciplinar de arquitectos, ingenieros, geógrafos, geólogos y dibujantes que

documentasen los restos, levantasen planimetrías y que registrasen la arquitectura

habitacional.

Los expertos austriacos y alemanes fueron más cuidadosos e introdujeron la base de la

arqueología clásica contemporánea de base científica en excavaciones como las de Olimpia,

dirigidas por Ernest Curtius, en las que se salvaron, entre 1875 y 1881, cuatrocientas

inscripciones, miles de monedas, mil trescientos fragmentos de oro y multitud de figurillas en

barro y bronce, cerámicas y utensilios. Además, ninguno de estos objetos abandonó Grecia.

Pero lo que más interesaba a Ernest Curtius y a su equipo era conocer las imágenes de los

atletas vencedores de los que se hablaban en los textos y monumentos como el Templo de

Zeus, el Heraion, las palestras, estadios, stoas, tesoros, el Prytaneion, el Bouleuterion, etc.

Para esto los arquitectos más expertos guiaron con constancia las excavaciones, con el

objetivo de descubrir el complejo entero, comprobar y estudiar su planta y entender su

disposición.

El Instituto Arqueológico Alemán permitió la realización de dos campañas de

excavación en Samotracia, en manos del Imperio otomano en aquella época. La primera

campaña fue en 1873 y la segunda en 1875, y estuvieron dirigidas por Alexandre Conze,

siendo de destacar porque marcan en Grecia el principio de las excavaciones modernas y es

donde la fotografía interviene por primera vez en la publicación completa del informe de las

excavaciones. Pero por desgracia para los arqueólogos alemanes la famosa escultura de la

Victoria de Samotracia había sido descubierta diez años antes de las primeras excavaciones

alemanas por el arqueólogo aficionado francés Charles Champoiseau, por lo que actualmente

esta estatua se encuentra en el Louvre. De esta obra de arte del siglo II aC, el poeta futurista

Marinetti escribió, en el manifiesto futurista de 1909 publicado en Le Figaro, que un

automóvil de carreras era más bello, en un ataque directo al arte clásico y tradicional, en

beneficio de un nuevo arte basado en la tecnología y los avance técnicos.

En Asia Menor tampoco fueron escasas las excavaciones ni los estudios sobre la

civilización griega en este siglo. Abundaron sobre todo las expediciones privadas de empresas

o expertos británicos que buscarían conseguir influencia en esta zona ya que los franceses

estaban en constante desarrollo arqueológico. A pesar del carácter privado de las expediciones

la mayoría de los objetos encontrados acabarían en el Museo Británico, que compraría todas

26

las posibles.

Entre 1838 y 1843, Fellows desarrolló un laborioso trabajo por Licia, en el sudoeste

turco, centrándose en la población de Xantos. En estos cinco años consiguió encontrar

numerosos hallazgos, pero esto dañó muchas piezas, pues su impaciencia hacía que no fuese

todo lo cuidadoso que debía a la hora de excavar. Descubrió el monumento mortuorio de las

nereidas, tumba de un príncipe lacio del siglo V aC con morfología de templete jónico; y los

relieves de la Tumba de las Harpías, relieves de simbología funeraria que representaban el

paso del fallecido, convertido en héroe, al inframundo del Hades. Ambos hallazgos acabaron

en el Museo Británico.

Charles Thomas Newton, arqueólogo británico, se propusó descubrir que tenían de

verdad las narraciones de Herodoto, Antípatro de Sidón, Plinio el Viejo o Vitruvio de las siete

maravillas del mundo. En 1857 anunció el descubrimiento del Mausoleo de Halicarnaso, una

tumba monumental donde se enterró el rey Mausolo, que da nombre a la tipología del

mausoleo, con su consorte Artemisia hacia el 350 aC. Con este descubrimiento se recuperaron

decenas de esculturas de bulto redondo y de relieves, aún con fragmentos visibles de su

pigmentación, que reflejaban historias mitológicas como amazonomaquias o

centauromaquias, escenas heroicas y cortesanas y retratos de los soberanos y de altos

funcionarios de Halicarnaso. Igual que pasó con los descubrimientos de Fellows, estos

hallazgos acabarían vendiéndose también al Museo Británico.

A causa de estos expolios, el sultán otomano, Abdulaziz I, se encargó de evitar la

salida de su patrimonio arqueológico y monumental a partir de 1869. Delegó en el Ministerio

de Instrucción Pública la responsabilidad de conceder y vigilar las excavaciones

arqueológicas, detuvo la exportación de antigüedades al extranjero y apoyó y trabajó por la

creación del Museo Imperial de Constantinopla, que abriría sus puertas a finales de siglo.

Pero aun así se hicieron algunas excepciones, como a las excavaciones alemanas de

Pérgamo dirigidas por el arquitecto y arqueólogo Carl Humann e iniciadas en 1876. En estas

excavaciones se permitió que los frisos helenísticos del altar de Pérgamo, decorados con una

gigantomaquia y la historia de Télefo, hijo de Heracles y rey de Misia; fueran llevados a

Alemania y expuesto en el Museo de Pérgamo. Esto se consiguió por las negociaciones entre

los dos países, que tuvieron muy en cuenta la buena metodología de los alemanes en la

excavaciones y que una excavación que no pudiese sacar los objetos encontrados del país era

poco rentable.

27

El último cuarto de siglo se podría decir que fueron los años de Heinrich Sliemann,

que tras amasar una enorme fortuna con el comercio pudo dedicarse a su gran pasión, la

arqueología. Este comerciante y arqueólogo aficionado llevó a cabo una actividad muy

intensa a partir de 1871. Entre 1871 y 1873, excava en Hissarlik, colina donde se asentaba la

antigua ciudad de Troya; entre 1874 y 1876 Micenas; de nuevo en Hissarlik en 1879; en 1880,

en Orcómeno, antigua polis griega al oeste de Beocia; entre 1884 y 1885 en Tirinto,

asentamiento micénico en la península del Peloponeso; y de nuevo en Hissarlik de 1882 a

1883, primero, y de 1889 a 1890, después.

Por esta gran actividad, Schliemann es considerado el fundador de la arqueología

prehistórica helénica, el primero que reveló la civilización micénica de Grecia y la

civilización premicénica de Anatolia. Aunque es su época sufrió fuerte críticas por su

metodología arqueológica y por relacionar a los pueblo micénicos con los griegos clásico,

pues para muchos arqueólogos clásicos fue difícil admitir la relación entre los salvajes del

mar Egeo y la civilizada Grecia clásica. Además, en esa época Homero era considerado como

un escritor de leyendas, lo que ofendía profundamente a Schliemann, que no paró hasta

demostrar que los textos homéricos tenían una base histórica.

El crecimiento de la arqueología científica no cesa a finales de siglo. Estado Unidos

cada vez está más cerca de las potencias europeas en todos los aspectos, por lo que en 1882,

crea la American School of Classical Studies sobre el modelo francés y alemán; y en Gran

Bretaña se funda, en 1885, la British School en Atenas, siendo la cuarta institución de este

país en la zona.

Pero si el siglo XIX había sido un siglo de constante desarrollo arqueológico, tanto en

excavaciones como en metodología, el siglo XX no será menos y, además de numerosos

hallazgos y avances tecnológicos y científicos, será el siglo que verá nacer la arqueología de

género, la arqueología antropológica, la arqueología crítica, etc.

28

Bibliografía:

⋆ Fumadó Ortega, Iván. Cartago: Historia de la investigación. Madrid: Escuela

Española de Historia y Arqueología en Roma, 2009.

⋆ García Sánchez, Jorge. Breve historia de la arqueología. Madrid: Ediciones Nowtilus,

2014.

⋆ Glyn, Daniel. Historia de la arqueología: de los anticuarios a V.Gordon Childe.

Madrid: Alianza Editorial, 1986.

⋆ Gran – Aymerich, Ève. El nacimiento de la arqueología moderna 1798 – 1945.

Zaragoza: Prensas universitarias de Zaragoza, 2001.

⋆ Ludwig, Emil. Schliemann: el descubridor de Troya. Barcelona: Editorial Juventud,

1958.

29

4. LA ARQUEOLOGÍA CLÁSICA EN EL SIGLO XX

Javier Gómez Barroso.

4.1. Creta y la cultura minoica.

4.2. El descubrimiento de la tumba de Tutankhamon.

4.3. Fundación de la Escuela Española de Historia y Arqueología de Roma.

4.4. Nuevas tecnologías aplicadas a la Arqueología.

A finales del siglo XIX, la Arqueología es ya una disciplina científica: la investigación

ha dejado de constituir una actividad romántica de aficionados y comenzará una fase que se

caracterizará por la profesionalización del arqueólogo. De hecho, como recoge el profesor

Víctor M. Fernández Martínez del Departamento de Prehistoria de la Universidad

Complutense de Madrid en su resumen de la obra El futuro de la arqueología en España, “la

arqueología o es investigación o no es nada”40

. De hecho – explica- “lo que quita el sueño a

los arqueólogos “investigadores” es la inmensa cantidad de información recogida durante

todos estos años, que duerme el sueño de los justos en atomizados archivos administrativos de

donde resulta muy difícil extraerla para su análisis y aprovechamiento por la sociedad en su

conjunto”.

4.1. Creta y la cultura minoica.

Como explica la profesora y académica francesa Ève Gran–Aymerich en su obra El

nacimiento de la arqueología moderna (1798-1945), “a principios de siglo Creta se convierte

en objeto de una intensa actividad arqueológica ejercida, como en Grecia, por los arqueólogos

que representan a las naciones europeas más poderosas, a las que se une Estados Unidos”41

.

Los arqueólogos iban tras las huellas del legendario rey Minos, quien, según el mito,

encargó a Dédalo la construcción del Laberinto donde se ocultaba el monstruoso Minotauro –

40 Fernández Martínez, Víctor M. «Reseña de “Jaime Almansa Sánchez (ed.): El futuro de la Arqueología en

España. Charlas de café - 1. 45 profesionales hablan sobre el futuro de la arqueología JAS Arqueología, Madrid,

2011. ISBN 978-84-938146-8-7.”» Complutum, Noticias y Recensiones, 23 (2012): 232-34.

41 Gran-Aymerich, Ève. El nacimiento de la arqueología moderna. 1798-1945. Zaragoza: Prensas de la

Universidad de Zaragoza, 2001. p. 364

30

mitad hombre, mitad toro–, al que el príncipe ateniense Teseo dio muerte con ayuda de la hija

del rey, Ariadna.

Como explica Mar Llinares García en su libro Los lenguajes del silencio:

Arqueologías de la religión, “el descubrimiento de la civilización minoica estuvo

condicionado por una serie de datos provenientes de la historiografía antigua y por toda clase

de esquemas históricos, sociológicos e histórico-religiosos vigentes en Europa en la primera

mitad del siglo XX”42

.

Este interés universal por la prehistoria de la isla a través de los trabajos que ya había

iniciado H. Schliemann unos años antes (recordemos que en 1870 logró dar con los restos de

Troya y localizó numerosos tesoros que le dieron fama a pesar de el poco prestigio que tenía

ante los arqueólogos) se vio considerablemente avivado con los excavaciones del arqueólogo

inglés A. Evans en Knossos.

Frente al perfil de Schliemann, presentado en la obra de Mar Llinares como “un

comerciante obsesionado con los poemas homéricos y aficionado a la arqueología que había

descubierto la cultura micénica y abierto una nueva etapa en los estudios de la historia

griega”43

, Evans era un arqueólogo profesional, con formación académica y con gran su

interés por abordar el mundo minoico.

Sin embargo, la forma de afrontar este reto por ambos ha sido muy discutida, ya que

parece que el objetivo de Schliemann era demostrar que la mitología griega era totalmente

verdadera, con lo que sus lecturas, como explica la profesora Llinares, “iban a estar

fuertemente condicionadas”, y el de Evans, por su parte era encontrar un palacio “antes

incluso de comenzar la excavación”

Así, En el año 1900, Arthur Evans excavaba el palacio de Knossos de la isla de Creta

y descubría, como explica Ève Gran–Aymerich en su libro “El nacimiento de la arqueología

moderna 1798-1945”, una civilización desconocida, más antigua que la micénica revelada

por Schliemann, a la que le puso el nombre de minoica por el mítico rey de la isla, Minos44

.

42 Llinares García, Mar. Los Lenguajes Del Silencio. Edición: 1. Madrid: Akal, 2012. pp. 89-90

43

Íbidem. p. 90 44 Gran-Aymerich, Ève. El nacimiento de la arqueología moderna. 1798-1945. Zaragoza: Prensas de la

Universidad de Zaragoza, 2001. p. 366.

31

El palacio, según podemos leer en uno de los artículos de la Revista de la Escuela

Superior de Conservación y Restauración de Bienes Culturales de Cataluña, escrito por la

Doctora en Arqueología por la Universidad de Barcelona María Teresa Magadán Olives, “era

una construcción edificada alrededor de un patio central, con multitud de habitaciones

conectadas entre sí por pasillos, recovecos y escaleras, que dan la sensación de no tener

salida”45

.

“Evans –afirma la profesora catalana- pensó que había encontrado el famoso Laberinto

y decidió que era necesario reconstruirlo para que el público pudiese entender la complejidad

del edificio”.

Sin embargo, el criterio estético que utilizó ha sido muy criticado puesto que para

muchos autores responde más al ideal del momento – el Modernismo- que a la realidad

arqueológica. Así, el profesor de la Universidad Complutense de Madrid Jorge García

Sánchez, afirma que más que rehabilitarlo, el palacio de Minos se restituyó “dotándolo de su

artificialidad actual: alzaron columnas y paredes, rehicieron los frescos, enyesaron las

estancias y los adornos arquitectónicos, elevaron gigantescas escalinatas, suplantaron la

madera por el cemento recubierto de colores y vigas de acero con la proyección siempre en

mente, de la mansión ideal de Minos”46

E incluso hay quien no duda en expresar claramente que “se le fue un poco la mano al

inglés”47

, o como la profesora catalana María Teresa Madagán en el artículo de la revista

comentada, crea “una realidad nueva -el palacio reconstruido- que tiene existencia propia y

que se impone al original, modelando la percepción de la cultura minoica a través de una

entidad ficticia.”

“La manipulación de los restos -afirma- aunque le guiase la necesidad de hacer

comprender la complejidad de la estructura y quisiese transmitir el entusiasmo por los logros

45 Magadán Olives, María Teresa, y Irene Rodríguez Manero. «Una mirada retrospectiva a las restauraciones

antiguas II: El Palacio de Cnosos | Unicum». Accedido 3 de mayo de 2015. http://unicum.cat/es/2012/10/una-

mirada-retrospectiva-a-les-restauracions-antigues-ii-el-palau-de-cnossos/.

46 García Sánchez, Jorge. Breve historia de la arqueología. Ediciones Nowtilus S.L., 2014.

47 Bassegoda Nonell, Juan. Historia de arquitectura. Reverte, 1984. p. 72.

32

de aquella cultura, lastra la obra de Evans y dificulta la tarea actual de los conservadores y

restauradores, debido a la fuerza visual de las imágenes creadas (de hecho un cliché imposible

de desmontar) se ven obligados a mantenerlas aunque el sentido común aconsejaría

derribarlas y partir de cero”.

Otro de las interpretaciones de Evans que ya no es admitida en la actualidad es el

carácter pacífico y comercial de la cultura minoica y que en función de este comercio habría

extendido su talasocracia a través del Mediterráneo Oriental y el Egeo, algo que, como se

explica en el volumen de las Memorias de Historia Antigua de la Universidad de Oviedo,

autores como Chester G. Starr, se encargaron de contradecir “demostrando cómo los autores

que han defendido esta hipótesis suplieron la escasez de los datos que permiten formularla

con el trasvase de un modelo económico actual, el del Imperio Británico, a la Antigüedad”48

.

El legado de Evans por lo tanto, podría considerarse, en palabras de María Teresa

Madagán “una manzana envenenada”, ya que “Sin él, no existirían los minoicos. Lo malo es

que se extralimitó en todos los sentidos”.

Además de las arquitectónicas, Evans descubrió otras evidencias de la cultura minoica,

como miles de tablillas de arcillas con símbolos grabados que hacían pensar en la existencia

de dos tipos de escrituras conocidas como lineal A, y lineal B, que desaparecerían de forma

abrupta. “después de la destrucción de Knossos, alrededor de 1380 a. C. Y el incendio del

palacio de Pilos alrededor de 1200, la escritura desaparecer completamente del territorio

griego”49

.

4.2. El descubrimiento de la tumba de Tutankhamon.

En 1922, el arqueólogo y egiptólogo Howard Carter se convertiría en una celebridad

mundial al descubrir junto con Lord Carnarvon, la tumba del faraón Tutankhamon, situada en

el Valle de los Reyes. El descubrimiento sirvió para esclarecer numerosos aspectos de la

tradición funeraria egipcia desconocidos hasta el momento.

48 Bermejo Barrera, Xosé Carlos. «Sobre la función del comercio en la estructura económica micénica». En

Memorias de Historia Antigua, Vol. 3. Universidad de Oviedo, 1982.

49 Senner, Wayne M. Los orígenes de la escritura. Siglo XXI, 1992.

33

La tumba se encontraba intacta y contenía un espléndido tesoro que actualmente se

exhibe el Museo Egipcio de El Cairo.

Documentar todo lo hallado en la tumba necesitaría de varios años. Horacio Ramírez

de Alba, en su libro Egipto, memoria de un viaje fantástico, habla incluso de “casi ocho años

en restaurar, catalogar y extraer los más de dos mil objetos encontrados”50

, o como nos

explica Toby Wilkinson en su obra Auge y caída del antiguo Egipto, “el proceso completo,

desde el alzamiento de la tapa del sarcófago hasta la apertura del tercer ataúd, requirió de más

de dieciocho meses”51

.

4.3. Fundación de la Escuela Española de Historia y Arqueología de Roma.

En los albores del siglo XX, la arqueología española se organiza y adquiere una

dimensión internacional no sólo por el prestigio de sus eruditos, sino también por la creación

en 1910 de la Escuela Española de Historia y Arqueología de Roma.

Manuel Espada Burgos hace constar en su obra sobre dicha Escuela el éxito que

obtuvo su segunda etapa “con la concesión por parte de los organismos competentes italianos

de excavaciones en Gabii”52

.

La primera campaña de excavaciones se hizo en 1956, y de la misma procede la pieza

más valiosa de las aportadas en la excavación, la estatua de un Eros, copia romana del siglo II

de un original en bronce de Lisipo.

Tras unos años difíciles para la Escuela, en los años ochenta comenzará una nueva

etapa que tuvo en 1989 su gran hito. “Era la primera vez que se concedía a un equipo español

una intervención en pleno centro de la Roma Antigua”53

.

La investigación se iba a centrar en el monumento próximo al Arco de Tito,

identificado aunque con dudas, con el Templo de Júpiter Stator

50 Ramírez de Alba, Horacio. Egipto, memoria de un viaje fantástico. UAEM, 2005. p. 168.

51 Wilkinson, Toby. Auge y caída del antiguo Egipto. Penguin Random House Grupo Editorial España, 2011.

52 Espadas Burgos, Manuel. La Escuela Española de Historia y Arqueología en Roma: un Guadiana junto al

Tíber. Editorial CSIC - CSIC Press, 2000.

53

Íbidem. p. 128

34

En este sentido me ha parecido muy interesante la lectura de Excavación y Estudio del

entorno del Templo de Júpiter Stator en el Palatino de Roma (Excavaciones españolas 1989-

92), de la Univeritat Rovira i Virgili y el Instituto Catalán de Arqueología Clásica54

.

“Nuestro programa de investigación – explican- comenzaba en un momento particular

del debate científico en la arqueología de Roma. Apenas hacía unos años que Filippo Coarelli

había publicado una nueva interpretación del trazado de una de las más importantes vías de la

antigua Roma: la Sacra via”.

“Al cambiar su trazado se estaban proponiendo nuevas ubicaciones para los edificios

que las fuentes clásicas citan en dicha vía, entre ellos el templo de Júpiter Stator.”

“Más allá de los argumentos utilizados en la discusión del trazado de la Sacra via, se

ha abierto un proceso crítico dispuesto a cuestionar premisas de la interpretación arqueológica

hasta ahora unánimemente aceptadas.”

El estudio del equipo español se centró en la franja de terreno que se extiende hoy en

día entre el arco de Tito y el arco de Constantino. “Desde el punto de vista científico, el aporte

más notable han sido los datos nuevos que ayudan a comprender la compleja dialéctica que se

produjo en Roma durante los siglos I -V d. C., entre transformación urbana, ideología y

proyección del poder imperial. Se trata, en definitiva, del modo en que se fue formando el

tejido urbano de una sociedad caracterizada por un aparato estatal centralizado, pero con una

gran conciencia de su memoria colectiva”.

4.4. Nuevas tecnologías aplicadas a la Arqueología.

Como explica el profesor Jorge García Sánchez, “La arqueología que incorpora los

avances científicos, en especial desde mediados del XX poco o nada tiene que ver con la

curiosidad de los humanistas del Renacimiento y de los anticuarios del Siglo de las Luces”55

.

Así, a lo largo de los últimos veinte años, se ha desarrollado toda una serie de métodos no

invasivos de reconocimiento de superficie y de prospección del subsuelo. Estos incluyen, por

54 Mar, Ricardo. «Annex 1: Excavación y estudio del entorno del Templo de Júpiter Stator en el Palatino de

Roma (Excavaciones españolas 1989-92)». En La formació dels palaus imperials a Roma, 243-92. Universitat

Rovira i Virgili, 2005.

55 García Sánchez, Jorge. Breve historia de la arqueología. Ediciones Nowtilus S.L., 2014.

35

un lado, la exploración desde plataformas situadas en el espacio (imágenes satélite, datos

radar e infrarrojo) o en el aire (fotografía aérea vertical y oblicua, análisis multiespectral) con

aplicaciones en la arqueología del paisaje y en la identificación de yacimientos hasta ahora

desconocidos.

Entre las nuevas técnicas de imagen, no podemos olvidarnos tampoco de las imágenes

tridimensionales, con las que se facilita en gran medida el trabajo de los arqueólogos. Antes

cada muro y cada estrato había que dibujarlo a mano, ahora, en unos pocos minutos se obtiene

una fotografía que podrá tratarse y transformarse en una imagen tridimensional.

Y tampoco podemos olvidarnos de las posibilidades de reconstrucción virtual, un

avance tecnológico que nos permite acercarnos con facilidad al conocimiento. Está claro que

no es lo mismo, por ejemplo, visitar en persona las famosas cuevas de Altamira situadas en

Cantabria y experimentar en la visita un cúmulo de sensaciones mientras se recorren las

cuevas, que acceder su réplica virtual, pero al menos, ante el peligro de su deterioro, contamos

con alternativas que intentan acercarnos a su realidad.

36

Bibliografía:

⋆ (Libro 1)

⋆ (Libro 2)