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1 India y Pakistán: ¿El fin de un conflicto histórico? Juan José Zaballa 1 La verdadera dimensión de un conflicto histórico. En el marco de una de las tragedias humanas más brutales y descarnadas como fue la partición de la India en 1947, cuenta el inagotable anecdotario de Mahatma Ghandi que, en una de sus visitas a los campos de refugiados del hoy elegante sur de Delhi, se acercó a un hombre que le pareció especialmente compungido. Al preguntarle por la causa de su aflicción el hombre, entre lágrimas, le confesó que había matado a un niño musulmán estampando su cabeza contra un muro. Señaló que lo había hecho por rabia y en venganza por el asesinato de su hijo por una partida de musulmanes poco antes de abandonar lo que ya era Pakistán. Ghandi le contestó diciendo que él conocía una salida de su infierno y le conminó para que adoptara un niño huérfano, que éste fuera de origen musulmán y que lo educara en esta religión. Tanto la magnitud del pecado como lo ímprobo de la penitencia ponen, en este caso, de manifiesto el alcance de la tragedia que para el subcontinente indio supuso la Partición. Es importante destacar como el motor de la mayor crisis humanitaria de la historia, con más de un millón de muertos y más de un once millones de refugiados, no fue solamente la falsa confrontación étnica, no únicamente la furia religiosa sino también consideraciones de carácter político ligadas a la gobernabilidad de la nación que nacería tras el fin del dominio colonial británico. En este conflicto quedan encarnadas y enfrentadas posturas ideológicas como la “teoría de las dos naciones”, que da lugar y justifica la existencia de Pakistán, y el laicismo de Gandhi y Nehru, como fundamento de la convivencia social y política en el subcontinente; y el “hindutva”, esencia ideológica del nacionalismo hindú. El conflicto de Cachemira sólo es la parte más visible, la materialización de otro más amplio y profundo entre dos religiones, dos culturas y dos concepciones políticas que son el fundamento y la explicación de dos naciones como India y Pakistán. La trascendencia de esta crisis que supuso la Partición se mide no sólo por su intensidad sino también por su persistencia, pues ha generado un foco de tensiones y de confrontación que deja pequeños a otros que han acaparado una mayor proporción de primeras planas como, por ejemplo, el conflicto árabe – israelí, dando lugar a cuatro guerras, miles de víctimas de terrorismo, una empobrecedora carrera armamentística entre dos de las naciones con menor nivel de renta per capita del planeta y el amago más verosímil de confrontación nuclear desde la crisis de los misiles de Cuba. El equilibrio clásico Sin embargo, también hay que reconocer que el conflicto entre India y Pakistán no se nutrió únicamente de factores históricos y bilaterales. Por el contrario, también 1 Juan José Zaballa fue Consejero en la Embajada de España en la India.

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Libro que trata sobre el conflicto entre India y Pakistán .

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Page 1: India y Pakistán

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India y Pakistán: ¿El fin de un conflicto histórico?

Juan José Zaballa1

La verdadera dimensión de un conflicto histórico. En el marco de una de las tragedias humanas más brutales y descarnadas como fue la partición de la India en 1947, cuenta el inagotable anecdotario de Mahatma Ghandi que, en una de sus visitas a los campos de refugiados del hoy elegante sur de Delhi, se acercó a un hombre que le pareció especialmente compungido. Al preguntarle por la causa de su aflicción el hombre, entre lágrimas, le confesó que había matado a un niño musulmán estampando su cabeza contra un muro. Señaló que lo había hecho por rabia y en venganza por el asesinato de su hijo por una partida de musulmanes poco antes de abandonar lo que ya era Pakistán. Ghandi le contestó diciendo que él conocía una salida de su infierno y le conminó para que adoptara un niño huérfano, que éste fuera de origen musulmán y que lo educara en esta religión. Tanto la magnitud del pecado como lo ímprobo de la penitencia ponen, en este caso, de manifiesto el alcance de la tragedia que para el subcontinente indio supuso la Partición. Es importante destacar como el motor de la mayor crisis humanitaria de la historia, con más de un millón de muertos y más de un once millones de refugiados, no fue solamente la falsa confrontación étnica, no únicamente la furia religiosa sino también consideraciones de carácter político ligadas a la gobernabilidad de la nación que nacería tras el fin del dominio colonial británico. En este conflicto quedan encarnadas y enfrentadas posturas ideológicas como la “teoría de las dos naciones”, que da lugar y justifica la existencia de Pakistán, y el laicismo de Gandhi y Nehru, como fundamento de la convivencia social y política en el subcontinente; y el “hindutva”, esencia ideológica del nacionalismo hindú. El conflicto de Cachemira sólo es la parte más visible, la materialización de otro más amplio y profundo entre dos religiones, dos culturas y dos concepciones políticas que son el fundamento y la explicación de dos naciones como India y Pakistán.

La trascendencia de esta crisis que supuso la Partición se mide no sólo por su intensidad sino también por su persistencia, pues ha generado un foco de tensiones y de confrontación que deja pequeños a otros que han acaparado una mayor proporción de primeras planas como, por ejemplo, el conflicto árabe – israelí, dando lugar a cuatro guerras, miles de víctimas de terrorismo, una empobrecedora carrera armamentística entre dos de las naciones con menor nivel de renta per capita del planeta y el amago más verosímil de confrontación nuclear desde la crisis de los misiles de Cuba.

El equilibrio clásico Sin embargo, también hay que reconocer que el conflicto entre India y Pakistán no se nutrió únicamente de factores históricos y bilaterales. Por el contrario, también

1 Juan José Zaballa fue Consejero en la Embajada de España en la India.

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fue alimentado externamente como uno de los componentes básicos del conflicto geoestratégico de la Guerra Fría. Fue una de tantas “guerras por poderes” (“proxy wars”) que se libraron indirectamente entre Estados Unidos y la Unión Soviética. El “nuevo gran juego”, como se llegó a llamar este enfrentamiento, rememorando el conflicto entre los imperios ruso y británico del siglo XIX en Afganistán, tenía profundas connotaciones políticas y estratégicas. En el juego de equilibrio de poder de la Guerra Fría, el régimen de Mao en China y la aproximación de Nehru a la Unión Soviética exigían un contrapeso en Asia Central, papel este jugado, inicialmente por la tríada de Irán, Turquía y Pakistán. Posteriormente, el enfrentamiento bélico sino - indio de 1962, la apertura china y su independencia de la órbita de influencia soviética y la revolución islámica iraní no hicieron sino reforzar el papel estratégico para EE.UU de Pakistán. Obviamente, la importancia geoestratégica de Pakistán se ve encumbrada con motivo de la invasión soviética de Afganistán, pues desde este país surgen los apoyos logísticos e ideológicos que sostienen el movimiento, encarnado por los talibanes, contra la ocupación y el régimen comunista que la URSS impone en aquel país. Este juego de dependencias y enfrentamientos dio forma a un inestable e incompleto juego de equilibrios parciales que cabe denominar el sistema geoestratégico histórico de Asia meridional que queda representado en el siguiente cuadro:

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CHINACHINA

INDIAINDIA

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URSSURSS USAUSAUSAEnfrentamiento geoestratégico global por guerra fría

Apoyo estratégico ocasional a cambio de paz regional

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El sistema geoestratégico histórico en Asia meridionalEl sistema geoestratégico histórico en Asia meridional

Alianza estratégica de mutuo interés

Alianza estratégica de mutuo interés

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Enfrentamiento cultural histórico3.Triángulo regional asiático3.Triángulo regional asiático

4.Triángulo de 4.Triángulo de superioridad en superioridad en el Tercer Mundoel Tercer Mundo

1.Triángulo de equilibrio 1.Triángulo de equilibrio geoestratégico indiogeoestratégico indio

2.Triángulo de 2.Triángulo de superioridad en superioridad en Asia meridionalAsia meridional

Relación de equilib

rio de poder frente a

URSS

Este sistema clásico se caracteriza por ser el resultado de un cuádruple juego de equilibrios parciales entre los cinco agentes principales actuantes en este escenario geopolítico, esto es, India, China, Pakistán la URSS y los EE.UU. El primero de estos equilibrios parciales, que hemos denominado del equilibrio geoestratégico indio, intenta describir el papel jugado por India, en el marco de la Guerra Fría, en sus relaciones con las dos superpotencias. En este equilibrio se enmarca la aproximación estratégica de India a la URSS, materializada en los suministros militares soviéticos a la India, el Tratado de Amistad y Cooperación suscrito entre estos dos países en agosto de 1971 y el papel protagonista y, en gran medida, de oposición a los EE.UU. desarrollado por India en el seno del Movimiento de los No Alineados. Frente a esta proximidad entre India y la URSS, se desarrolla una relación con EE.UU. repleta de profundas ambigüedades derivadas de la mencionada proximidad india a la URSS, la estrechez de las relaciones norteamericanas con Pakistán, caracterizado por la presencia del portaviones nuclear norteamericano USS Enterprise en el Golfo de Bengala en el curso de la Guerra indo – pakistaní de 1971, que, en ese tiempo y contexto, fue interpretado por ciertos sectores indios como una amenaza nuclear directa; por la política norteamericana de apertura de EE.UU. hacia China a partir del histórico viaje de Nixon a este país en 1972; y por las experiencias nucleares indias de 1974.

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El resultado de este equilibrio triangular se caracteriza por una mayor proximidad de India a la URSS, que EE.UU. intenta, en cierta medida, compensar mediante el recurso a un tradicional equilibrio de poder (“balance of power”), que tiene como objetivo debilitar la superioridad regional india. El segundo de estos equilibrios parciales es el triángulo de superioridad regional en Asia meridional, que tiene como actores a India, Pakistán y EE.UU. En este contexto, Estados Unidos ha jugado, en gran medida, un papel de factor equilibrador, intentando compensar con su apoyo a Pakistán las sucesivas iniciativas indias encaminadas a la confirmación de su supremacía regional. Para ello, EE.UU. ha combinado políticas de apoyo puntual a India, como el período dulce que se extiende desde la Administración Kennedy y la estancia del insigne economista John Kenneth Galbraith como embajador norteamericano en Nueva Delhi hasta el “flechazo” experimentado por el Presidente Lyndon Jonson, con motivo de la visita de Estado de Indira Ghandi a EE.UU., con épocas de mayor frialdad, como la de la presidencia de Nixon, gobernada bajo la estricta férula de la “realpolitik” de Kissinger2. Esta ambigüedad es aún más compleja pues, incluso en las épocas de cercanía, no dejaban de ponerse de manifiesto profundas diferencias en las relaciones indo – norteamericanas, como expone, oportunamente, el entonces Embajador Chester Bowles3 en su descripción de un especialmente explícito telegrama del Secretario de Estado Dean Rusk acerca de la valoración oficial norteamericana de la relación entre India y la URSS. Por su parte, la relación de Estados Unidos con Pakistán está caracterizada por una continua estrechez, aunque la naturaleza de la relación haya evolucionado en el tiempo, como hemos visto, en función de las prioridades geopolíticas norteamericanas. El resultado práctico es que, históricamente, Pakistán se ha eregido en el socio estratégico regional de Estados Unidos y esta sociedad ha servido a los intereses de ambas partes. Así, EE.UU. se apoyó logística y estratégicamente en Pakistán para hostigar, a través de los talibanes, a la URSS durante la invasión soviética de Afganistán y, a su vez y salvo breves excepciones, EE.UU. ha sido una permanente fuente de suministro de material militar a Pakistán hasta 1990. Efectivamente, la proximidad estratégica entre Pakistán y los EE.UU. queda fielmente reflejada en la pertenencia de aquel país primero a la CETO-Pacto de Bagdad y después a la SEATO4. Sin embargo, esta relación ha sufrido episodios de “stop and go”, materializados en la intermitencia de los suministros militares. Así, estos se suspendieron en 1965, con motivo de la guerra indo-pakistaní de 1965, reanudados en 1975, suspendidos nuevamente en abril de 1979, por efecto de la aplicación de la enmienda Symington a la Foreign Relations Act, motivada por el programa nuclear pakistaní. La invasión soviética de Afganistán de diciembre de 1979 consolidó la importancia estratégica de Pakistán para los intereses norteamericanos e inició un prolongado período de cooperación militar que concluye en octubre de 1990 por efecto de la aplicación de la llamada enmienda Pressler y la incapacidad del Presidente norteamericano para certificar la inexistencia de armamento nuclear en Pakistán. El tercero de los equilibrios parciales identificados es el claro resultado de una estrategia de equilibrio de poder a nivel regional. En él, los tres contendientes

2 Dennis Kux: “India and the United States: Estranged Democracies 1941-1991”; NDU Press, 1993. 3 Chester Bowles: “Promises to Keep: My Years in Public Life, 1941-1969”; Harper & Row, Nueva York; 1971. 4 Stephen P. Cohen: “India Emerging Power”, Brookings Institution Press, Washington, 2001.

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desarrollan un juego de apoyos y alianzas destinado a debilitar a su más directo rival, construyendo así los fundamentos del equilibrio regional. Así, las relaciones sino-indias se fundamentan en los siguientes elementos básicos:

1. Unas disputas fronterizas aún sin resolver, heredadas de la época colonial y de la indeterminación de la histórica línea McMahon y agravadas por la ocupación china de la región de Aksai Chin tras la Guerra Sino – India de 1962.

2. La necesidad estratégica china de ocupar el Tibet como protección de las

provincias de Sichuan, Yunnan y Xinjiang5, en detrimento del dominio indio sobre la zona también heredada del imperio británico.

3. Una rivalidad por el liderazgo del mundo en desarrollo que, en el fondo,

enmascara, por un lado, una competencia regional asiática y, por otro, una disputa por un papel preeminente en el concierto internacional.

Así, tras un idílico inicio de relaciones, enmarcado en el Acuerdo de Amistad de 1954, basado en el Panchseel o cinco puntos para la coexistencia pacífica y en el activismo pro-chino de India en el curso de la conferencia de Bandung de 1955, precursora del movimiento de los países no alineados, rápidamente los intereses internacionales de China e India comienzan a divergir, tanto en el ámbito multilateral como en el internacional. Dicha divergencia alcanza su máxima expresión en la rápida guerra de 1962 entre los dos países, que tan profundos y perdurables efectos tiene sobre India. A partir de aquí, como veremos más tarde, la ruptura entre China y la URSS de 1963 deja el campo libre para una alianza estratégica entre India y la URSS, como contrapartida al riesgo que para India representaba China. Paralelamente, la evidencia de un enemigo común, India, facilita una alianza entre China y Pakistán. Posiblemente, la mejor representación de esta alianza sea la entrega por parte de Pakistán a China, en serio detrimento de los intereses estratégicos y logísticos indios en la zona de Cachemira, del territorio denominado Aksai Chin. Así, ambos países combinan sus esfuerzos para obligar a India a sostener un costoso y difícil doble frente6. China se convierte un importante suministrador de material militar para Pakistán, compensando la discontinuidad ya analizada de los suministros norteamericanos. En este ámbito, resulta especialmente relevante como China es la fuente primordial de tecnología para Pakistán, que permite a este país desarrollar un programa de armamento nuclear que compense los avances indios. Así, también el programa de armamento nuclear indio se ve obligado a atender un doble frente que lo dificulta, encarece y debilita. Por último, el cuarto triángulo estratégico está conformado por India, China y la URSS y está profundamente influido por una circunstancia particular a la Guerra Fría como era la preponderancia estratégica en el Tercer Mundo, en tanto que dicho Tercer Mundo es, en gran medida, una creación estratégica específica del período de Guerra Fría 7. En este ámbito, es especialmente significativo como la ruptura entre India y China en 1962 coincide, prácticamente, con la ruptura entre China y la URSS, el segundo gran cisma del mundo comunista, lo que facilitó una intensificación de las relaciones entre India y la URSS, que tuvo su máxima

5 John W Garver: “Protracted Contest: Sino – Indian Rivalry in the Twentieth Century” University of Washington Press , Seattle and London, 2001. 6 J.N. Dixit: “India and Pakistan in War and Peace”; Books Today; New Delhi 2002. 7 Louise Fawcett and Yezid Sayigh editores; “The Third World Beyond the Cold War. Edited” Oxford University Press; New York, 1999.

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expresión en el Tratado de Cooperación y Amistad entre India y la URSS de 1971. Por medio de este Tratado, la URSS se constituye como uno de los principales aliados estratégicos de India, compensado así el apoyo chino y norteamericano a Pakistán, así como la amenaza territorial que representaba la China victoriosa en el enfrentamiento bélico con India de 1962. El mencionado Tratado supuso un giro fundamental en la política india de suministros militares a favor de la URSS, que aún hoy perdura, y, sobre todo, un importante auge en la colaboración geopolítica indo – soviética, mediante un notable protagonismo de aquel país en el marco del movimiento de los países no alineados. El enfrentamiento ideológico entre Nehru y Chou En Lai en el curso de la anteriormente conferencia de Bandung trascendía el mero choque de personalidades para encuadrarse en una diferencia conceptual fundamental en torno al papel de los países en desarrollo en el mundo de la Guerra Fría 8, que, a su vez, esconde una dura rivalidad estrictamente asiática, como ponen, por ejemplo, de manifiesto los apoyos chinos a la guerrilla maoísta de Nepal o el generoso refugio otorgado por India al exilio tibetano. En definitiva, el ámbito asiático de la Guerra Fría conforma un equilibrio informal y múltiple, que, a su vez, es parte fundamental del juego de equilibrios parciales que mantienen la estabilidad del sistema internacional durante cerca de medio siglo. La informalidad de dicho juego de equilibrios contrasta, por ejemplo, con el equilibrio parcial europeo, fuertemente cimentado en organizaciones militares estructuradas. Es dicha informalidad la que, a su vez, da lugar al mencionado carácter múltiple del equilibrio continental asiático, construido sobre la base de equilibrios bilaterales y alianzas estratégicas parciales. El fin de la Guerra Fría pone término a este juego de equilibrios parciales, pues hace desaparecer a uno de los agentes principales de este equilibrio estratégico regional como es la URSS. Ello obliga a recomponer las alianzas en el marco asiático, pero, ciertamente, no contribuye a rebajar la tensión entre India y Pakistán que, sin embargo, toma nuevas y más peligrosas formas. El nuevo equilibrio. Cuando, tras el derrumbamiento de la Unión Soviética, la amenaza geoestratégica para los intereses occidentales gira desde la extensión del comunismo hacia la expansión del integrismo islámico, la consolidación de un triple eje defensivo centrado en Egipto, los reinos conservadores del Golfo Arábigo y Pakistán - la cultura, el dinero y la fuerza militar – refuerza su importancia para la única superpotencia sobreviviente de la Guerra Fría, Estados Unidos, lo que, a su vez, facilita un incremento en la tensión en el enfrentamiento bilateral entre Pakistán y la India caracterizado por los siguientes hechos:

1. La violencia terrorista que se desata, fundamentalmente, en Cachemira a partir de 1988, que implica un máximo desgaste político para India y la proyección internacional del conflicto de Cachemira.

2. La relativa permisividad norteamericana en torno a la transferencia de

tecnología militar y nuclear entre China y Pakistán. De alguna manera, la situación geoestratégica mundial y su posición privilegiada en el mismo, permite a Pakistán modificar su estrategia de enfrentamiento y hostigamiento a India. Efectivamente, comprobada, tras la guerra de 1970, la

8 John W Garver: op. cit.

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inutilidad de un enfrentamiento directo, dada la superioridad estratégica y táctica india, la alternativa pakistaní es el desarrollo de tácticas de bajo coste y máxima efectividad como son la presión terrorista y la amenaza nuclear. La era Clinton supone para India una oportunidad de recomposición de sus líneas estratégicas en la medida en que intenta simultanear las siguientes líneas maestras de política exterior:

1. Denuncia de la actividad terrorista. 2. Presentación internacional de una superioridad moral de la democracia india

con respecto al totalitarismo secularmente imperante en Pakistán.

3. Acercamiento a EE.UU., centrado en los buenos oficios del Ministro Jashwant Singh, y el supuesto alejamiento del actual gobierno del BJP de los excesos de la política exterior nehruniana campeona del no alineamiento

4. La presión creciente de una próspera y abundante colonia india en EE.UU. y

de las empresas de éste país con intereses comerciales y de inversión en India.

En este contexto, India decide jugar su gran baza que, simultáneamente, le debería colocar en una condición de superioridad evidente con respecto a Pakistán, que debilitara los compromisos de EE.UU. con éste país y, a su vez, le convirtiera en una prioridad geoestratégica norteamericana: transformarse en una potencia de primer orden mundial, demostrando su capacidad nuclear. Desde este punto de vista, los ensayos nucleares de 1998 representan:

- Un intento de colocarse en el tablero geoestratégico mundial al nivel de las grandes potencias, ganando así un indudable margen de negociación en su enfrentamiento con Pakistán.

- Un esfuerzo de reordenamiento del equilibrio geoestratégico asiático, consolidando su posición como indiscutible potencia regional en el Asia meridional y alcanzando la condición de socio estratégico alternativo de EE.UU. frente al posible riesgo que representa China9, como lo demuestran tanto las estruendosas declaraciones del Ministro de Defensa indio inmediatamente anteriores a los ensayos nucleares como el contenido de la carta que dirigió, a raíz de estos ensayos nucleares, el Primer Ministro Vajpayee al Presidente Clinton.

- Un importante movimiento de política interior por un gobierno de coalición, profundamente inestable que agrupa más de catorce partidos, que acaba de ganar por un escaso margen un voto de confianza, en un contexto de marcado nacionalismo.

El problema es que esta iniciativa no resultó enteramente exitosa, por cuanto Pakistán responde inmediatamente, demostrando, a su vez, su propia capacidad nuclear, anulando la posible ventaja india y dando, de hecho, lugar al escenario de

9 George Perkovich: “India’s Nuclear Bomb”; University of California Press, Berkeley; 1999.

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enfrentamiento nuclear más verosímil desde la crisis de los misiles cubanos de 1962.

CHINACHINA

INDIAINDIA

PAKISTÁNPAKISTÁNPAKISTÁN

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Apoyo estratégico ocasional a

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Gráfico 2

En este contexto, el panorama estratégico asiático ha sufrido varias importantes mutaciones desde el panorama histórico, anteriormente descrito pues, en primer lugar, se ha reducido el número de participantes en el mismo. Efectivamente, a pesar de varios intentos, Rusia aún está por articular una política asiática eficiente. La independencia de varios países de Asia Central anteriormente encuadrados en la URSS, junto con la pérdida de su carácter de potencia global, ha reducido su política asiática hasta abarcar, prácticamente, tan sólo tres componentes como son la política con Japón a propósito de las islas Kuriles, la política de seguridad en extremo oriente ruso de cara a China y la política de suministro de material militar a India.

En los últimos tiempos, se han producido aparentes intentos de crear una alianza estratégica Moscú – Beijing – Nueva Delhi, a manera de alternativa al mundo unipolar que surge tras el fin de la Guerra Fría. Pero estos tímidos ensayos,

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carentes, en última instancia, de auténtica voluntad política, no han hecho sino certificar el carácter relativamente secundario de la política exterior rusa, originado en su incapacidad para ejercer, como antes lo hiciera la URSS, un papel estratégico global.

En segundo lugar, el panorama estratégico asiático, ha incrementado su importancia dentro del entramado estratégico mundial, pues ya no es una simple consecuencia secundaria de un enfrentamiento global sino que ahora tiene importancia y trascendencia propias. Ello se debe a dos factores. En primer lugar, es el resultado de la inexistencia de un enfrentamiento global; en consecuencia, las fuerzas y equilibrios que lo dominan y definen son enteramente autóctonos y no inducidos. Adicionalmente, el aumento de la importancia de la región en el contexto mundial ha dado lugar a un aumento de la trascendencia de su equilibrio estratégico. Este aumento de la importancia de la región viene determinada, en primer lugar, por el notable aumento del crecimiento económico de la zona y, en segundo lugar, por la aparición, como hemos visto, de un riesgo de conflicto nuclear.

Nuevamente, el moderno panorama estratégico está conformado por triángulos de interés estratégico, aunque, en este caso, su número queda reducido a tres, que, de nuevo, tienen a India como vértice común. El primero de dichos triángulos es el regional asiático. En este caso, la necesidad compartida por China y Pakistán de cuestionar y disputar la aspiración india de ejercer un liderazgo asiático, les lleva a compartir objetivos estratégicos y colaborar intensamente en una estrategia de obligar a India a mantener, en el frente militar, una muy costosa política defensiva de doble riesgo estratégico. La acrecentada relación estratégica sino – pakistaní se ha visto plasmada en dos ámbitos como son el de la cooperación y los suministros militares y, sobre todo, en el de la cooperación y traspaso de tecnología sobre armamento nuclear.

Conocidas las restricciones y limitaciones de la economía pakistaní, parecería imposible su capacidad para neutralizar la ventaja inicial india en el desarrollo de armamento nuclear si no fuera por un generoso programa de cooperación chino. Paralelamente, las sospechas más recientes apuntan hacia el hecho de que tampoco hubiera sido capaz de sostener una carrera en materia de misiles balísticos si no hubiera adquirido la correspondiente tecnología en Corea del Norte a cambio de su tecnología nuclear. En ambos acuerdos, Pakistán ha conseguido articular una amenaza nuclear suficiente y creíble frente a India.

La preocupación estratégica india por China quedó bien patente tanto en las declaraciones del Ministro de Defensa, George Fernandes, como en el texto de la carta que el Primer Ministro Vajpayee dirigió al Presidente Clinton tras los ensayos nucleares de marzo de 1998. Tanto en estas ocasiones, como con motivo de la publicación de la “Indian Nuclear Doctrine” en agosto de 1999, quedó claro que India otorgaba tanto o más prioridad y credibilidad a la amenaza nuclear china que a la proveniente de Pakistán10.

La verdad es que la proliferación nuclear en el subcontinente ha tenido tres efectos directos:

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1. Como se ha señalado, ha elevado la trascendencia geoestratégica global de la zona y de sus equilibrios internos, obligando, como veremos, a la única potencia global a una intervención directa, que, en gran medida, contradice su comportamiento histórico.

2. Ha reducido, hasta su práctica anulación, la utilidad estratégica de una teórica superioridad militar convencional. Este hecho, claramente demostrado en la breve Guerra de Kargil entre India y Pakistán de 1999, está destinado a tener una enorme trascendencia en la medida en que, en primer lugar, libera importantes recursos, particularmente en una economía tan limitada como la pakistaní y11, en segundo lugar, precisamente por la mutua credibilidad de la amenaza nuclear, minimiza el riesgo de una guerra convencional.

3. Ha hecho patente el alcance y perdurabilidad de un enfrentamiento entre China e India, que reúne todas las condiciones para ser una variable fundamental del equilibrio estratégico global.

El segundo de los triángulos de este moderno sistema estratégico enfrenta, directamente, a India y Pakistán con la intervención - mediación de la única potencia global, esto es, EE.UU. Tras el fin de la Guerra Fría, el interés directo norteamericano por el equilibrio regional en Asia meridional se redujo muy sustancialmente, con el riesgo de convertir el conflicto entre India y Pakistán en uno más de los diversos conflictos regionales enquistados. Sin embargo, la proliferación nuclear en la zona, la persistencia del conflicto y el riesgo de escalada y el nuevo papel estratégico de Pakistán en la Guerra de Afganistán hicieron inevitable una intervención directa, pero discreta, por parte de EE.UU.

En este contexto, el panorama estratégico se fue degradando para India a partir de tres hechos muy concretos:

- La inutilidad práctica de una teórica superioridad militar convencional, demostrada por la Guerra de Kargil de 1999.

- La enorme importancia estratégica y política, cobrada, una vez más, por Pakistán para los intereses norteamericanos tras los atentados del 11 de septiembre, la guerra contra Al Qaeda, la invasión de Afganistán y la segunda Guerra del Golfo.

- La inexistencia de alternativas estratégicas creíbles a una aceptación de la posición de preponderancia geoestratégica mundial de EE.UU. y la ausencia de viabilidad práctica y perdurable de otros ejes alternativos de poder global como el llamado eje Moscú – Beijing – Nueva Delhi.

11 Jaswant Singh: “Defending India”, Macmillan India, Bangalore, 1999, pág. 244 y ss.

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Sin embargo, el actual contexto mundial venía a otorgar a India un importante e indiscutible activo como es la evidente posición de superioridad moral que le confiere ser víctima de una cruel y persistente campaña terrorista. Por este motivo, la reciente intervención norteamericana en el conflicto ha estado dirigida, fundamentalmente, a fomentar y explotar los movimientos hacia la paz que se han producido en el ámbito bilateral entre India y Pakistán, a través de una estrategia de maximización del coste de desavenencia o ruptura.

En este sentido, es importante destacar como la relación bilateral indo – pakistaní ha recorrido un ciclo completo en el curso del mandato del actual Primer Ministro indio A.B. Vajpayee, desde el enfrentamiento de la Guerra de Kargil hasta la actual situación, donde, por primera vez en más de medio siglo, se atisba un hálito de esperanza de paz en la región.

Tras las detonaciones nucleares de 1998 y la Guerra de Kargil, se han producido tres importantes gestos de acercamiento entre India y Pakistán:

1. El viaje de Vajpayee a Lahore, el 20 de febrero de 1999, con motivo de la inauguración de un servicio regular de transporte por autobús entre los dos países. Con motivo de este viaje, tuvo ocasión de reunirse con el entonces Primer Ministro pakistaní, Nawaz Sharif. Esta reunión entre Primeros Ministros fue la primera en más de diez años y sólo la tercera en la historia de ambas naciones. Aunque de esta reunión no surgió ninguna acción específica de acercamiento, sí fue claramente demostrativa de la voluntad política del máximo mandatario indio.

2. La cumbre de Agra de 14 a 16 de julio de 2001, entre el Presidente Pakistaní, General Musharraf, y el Primer Ministro indio Vajpayee. Este primer viaje del mandatario pakistaní a India, terminó, más que en fracaso, en una gran frustración, pues fueron muchas las expectativas colocadas en esta reunión, especialmente, por parte india. Así, India abdicó de gran parte de sus tradicionales exigencias previas para el mantenimiento de conversaciones bilaterales como eran el cese de toda actividad terrorista en Cachemira y la entrega de algunos de los cabecillas terroristas más destacados. La ausencia de conclusión práctica alguna se debió, ante todo, a la persistencia del problema de Cachemira y a la subordinación práctica, por parte de Pakistán, de toda la política bilateral a su solución. Gran parte del optimismo indio se derivaba de la debilidad interna e internacional de Musharraf; sin embargo, fue esta misma debilidad la que le obligaba a ser inflexible12.

3. Reunión entre ambos Primeros Ministros, del pasado 5 de enero de 2004, en el curso de la cumbre celebrada en Islamabad de la Asociación del Asia Meridional para la Cooperación Regional (SAARC). Esta reunión ha desatado un inusitado optimismo, pues, por primera vez, aparentemente, Pakistán ha renunciado a la exigencia del cumplimiento del mandato de la ONU relativo a la celebración de un referéndum en Cachemira, como condición previa para cualquier arreglo con India. Esto ha dado lugar a toda una nueva y

12 Dr. Subhash Kapila: “United States and the Agra Summit”; South Asia Analysis Group; Paper no. 291; 10. 08. 2001.

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esperanzadora dinámica negociadora que, por primera vez, arroja una cierta esperanza de paz en la región.

El proceso de normalización de relaciones comenzó, de hecho, hace nueve meses 13, cuando el Primer Ministro indio “extendió una mano de amistad” hacia Pakistán en abril de 2003 y señaló la disponibilidad de Nueva Delhi para la reanudación del diálogo bilateral. A lo largo de los meses siguientes, se han mantenidos discretas reuniones y se han desarrollado toda una serie de medidas de establecimiento de confianza (Confidence Building Measures). Ambos países han reestablecido el tráfico ferroviario, aéreo y por autobús, paralizado desde diciembre de 2001. A su vez, en noviembre de 2003, el Primer Ministro pakistaní Zafarullah Jamali declaró el alto el fuego a lo largo de la “Línea de Control” que separa a ambos países en Cachemira.

Para alcanzar la actual situación han confluido tres factores de primordial importancia:

1. Un inesperado empeño por parte de un gobierno, predominantemente, de ideología nacionalista hindú, por alcanzar una paz en el conflicto de Cachemira. Cabe argumentar que éste es un mérito, prácticamente, personal del Primer Ministro Vajpayee, pues, en principio, una situación de tensión en aquella zona tendería a favorecer a los partidos que mantuvieran una línea de menor entendimiento con Pakistán, como sería de esperar del BJP. Sin embargo, como se verá más adelante, la actual situación es, en gran medida, el resultado del empeño y la voluntad política personal del Primer Ministro indio, lo que ha causado no pocos conflictos con el ala más dura de su propio partido.

2. Una particular situación de debilidad interna por parte del Presidente pakistaní Musharraf, quien, tras haber sufrido dos serios atentados en pocos días, ha evidenciado su alejamiento de la tradicional base de poder pakistaní; el ejército y el extremismo islámico, frecuentemente relacionados. Este aislamiento interno se suma a un aislamiento internacional generado por la demostrada vulnerabilidad del programa nuclear pakistaní, identificado como una de los orígenes más directos y evidentes de la proliferación de esta tecnología, al estar directamente vinculado con los programas de armamento nuclear iraní, libio y norcoreano. Esta circunstancia, unida a la grave crisis económica pakistaní, han forzado a Musharraf ha reforzar su posición interna mediante un éxito internacional.

3. Estados Unidos ha comprendido tres importante hechos.

a) En primer lugar, la situación de Pakistán como aliado estratégico es completamente incompatible con la doble condición de este país como principal agente en la proliferación nuclear mundial y, a la vez, instigador de un cruel y persistente combate terrorista contra India.

13 Bushra Asif and Sean Farell: “India – Pakistan: Breaking the Deadlock” South Asia Monitor; número 67, febrero de 2004.

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Un aliado no puede incurrir en dos de los pecados que la política exterior norteamericana sanciona y combate con mayor dureza. Por este motivo, la directa y discreta intervención norteamericana ha sido decisiva.

b) La continuidad de Pakistán como principal aliado norteamericano en la zona exige la estabilidad de las relaciones con India. Ello permitirá reducir gran parte del contingente militar pakistaní estacionado en la frontera con India y trasladarlo a la frontera con Afganistán, donde los talibanes y las fuerzas de Al Qaeda parecen reagruparse e incrementar su influencia.

c) La desaparición de Musharraf entrañaría un serio peligro de radicalización islámica de Pakistán, por lo que la consolidación del Presidente norteamericano ha venido a convertirse en una prioridad de la política exterior norteamericana. La radicalización de Pakistán no sólo pondría en peligro la estrategia norteamericana en la lucha contra el terrorismo en Afganistán sino que también supondría un giro inusitado al equilibrio geoestratégico al dar acceso a un gobierno islámico radical a armamento nuclear.

Aprovechando la ola de optimismo generado por este proceso de conversaciones entre India y Pakistán, unido al éxito de la política económica de su Gobierno, con una tasa de crecimiento del PIB del 8% y a la euforia generada dentro de la coalición gubernamental por la recientes victorias en tres procesos electorales regionales, el Primer Ministro Vajpayee, ha convocado elecciones en India con casi ocho meses de adelanto. No parece previsible, que las elecciones tengan un efecto negativo sobre el proceso de negociación indo – pakistaní, antes al contrario. Vajpayee realizará sus mejores esfuerzos por facilitar un proceso que él misma ha promovido y que, en gran medida, puede representar su consagración histórica.

Por último, el tercero de los triángulo que conforman el moderno equilibrio geoestratégico en Asia meridional tiene fuertes connotaciones de globalidad, por la presencia en el mismo de la única potencia global, EE.UU.,una potencia estratégica, China, y un aspirante a potencia estratégica, India. Ya se ha descrito con cierto detalle la naturaleza del enfrentamiento estratégico entre China e India que, en última instancia, desemboca en una competencia por el liderazgo asiático 14. Tras el fin de la Guerra Fría, el papel estratégico de China como contrapoder a la URSS desaparece y, sin embargo, se acrecienta su importancia geoestratégica como potencia económica y militar con una proyección claramente regional. La soledad con la que se enfrentan los gobernantes chinos tras los acontecimientos de Tiananmen les convence de la necesidad de ejercer una política exterior más activa y, en consecuencia, reclamar un papel en el concierto mundial15, que, indudablemente, produce contradicciones con los objetivos geoestratégicos de la potencia global que es EE.UU.

14 Pramit Mitra: “A Thaw in India - China Relations”; South Asia Monitor, número 62; septiembre 2003. 15 Robert L Suettinger “Beyond Tiananmen: The Politics of US – China Relations”; The Brookings Institution, junio 2003.

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Las relaciones bilaterales entre China y EE.UU. han sufrido un giro muy importante en un plazo de tiempo extremadamente breve 16. Así, frente a la postura realista que identificaba en China a un potencial competidor global, idea inicial de la administración Bush17, los acontecimientos del 11 de septiembre han cambiado radicalmente tanto las prioridades de la política exterior norteamericana, ahora definida en función de la lucha contra el terrorismo, como su planteamiento estratégico. El resultado de este cambio es que China ha pasado a ser un importante aliado estratégico norteamericano. Sin embargo, no son pocos los analistas los que señalan que los fundamentos de este acercamiento sino – norteamericano son poco estables 18, pues continúan vigentes una serie de conflictos de fondo, entre los que cabe destacar los siguientes:

1. Taiwan.

2. La creciente presencia norteamericana en Asia Central, con bases militares en Kirgystán y Uzbekistán.

3. El papel chino en la actual proliferación nuclear (Pakistán, Libia y Corea del Norte)

4. Posibles tensiones económicas derivadas las crecientes cuotas de mercado chinas en los países NAFTA.

En este contexto, el reciente papel desarrollado por Washington en el reestablecimiento de las relaciones entre India y Pakistán incluye una importante novedad como es la de no marginar a India. Por el contrario, estos últimos acontecimientos ponen bien a las claras que India ha ganado importantes posiciones en las consideraciones geoestratégicas norteamericanas, quien reconoce, por primera vez y de manera explícita, que el equilibrio asiático no puede prescindir de India. Este ejercicio viene facilitado por una minuciosa e insistente estrategia de aproximación por parte de India hacia Estados Unidos, abandonando los últimos vestigios de la política exterior nehruniana19 y cualquier tentación tercermundista, desarrollada por el Ministro de Asuntos Exteriores de este país, Jashwant Singh.

Esta consideración sobre la creciente importancia geoestratégica de India no es novedosa ni se limita al componente bilateral de las relaciones entre este país y EE.UU. 20. La posible reforma del Consejo Permanente de las Naciones Unidas ha producido, rápidamente, la candidatura de India, dando forma así a la tradicional aspiración india en materia de política de exterior de jugar un papel mundial

16 Joseph S. Nye: “US power and Strategy After Iraq”; Foreign Affairs, julio – septiembre 2003. 17 Condoleeza Rice: ”Promoting the National Interest”; Foreign Affairs, enero- febrero 2000. 18 Martin Abramowitz and Stephen Bosworth: “Adjusting to the New Asia”; Foreign Affairs , julio – septiembre 2003. 19 J.N. Dixit: ” Across Borders: Fifty Years of India’s Foreign Policy”; Picus Books, Nueva Delhi, 1998 20 Stephen P. Cohen: op. cit.

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preeminente en consonancia con la potencia cultural y poblacional que es este país21.

Un futuro posible.

Cualquier ejercicio de modelización como el que hasta aquí se ha desarrollado es, en esencia, un proceso de simplificación de la realidad que no sólo ayuda a explicarla sino que también tiene valor predictivo. Por este motivo, parece obligado aventurar hipótesis acerca de la evolución futura del equilibrio estratégico en Asia meridional. Dichas hipótesis pasan por una premisa básica como es el éxito del proceso de diálogo ahora inaugurado entre India y Pakistán, bajo la discreta influencia norteamericana. Así, la solución de este conflicto ha de proporcionar un panorama estratégico completamente novedoso, donde Pakistán desaparece como agente decisivo del equilibrio en la zona, quedando reducido a tres el número de agentes estratégicos en la región. Dicho nuevo panorama queda recogido en el gráfico 3. Este nuevo panorama es uno de equilibrio entre dos potencias regionales en los planos político, económico y militar, con la intervención de una potencia extrarregional de carácter global. Así, la desaparición de Pakistán como factor y elemento decisivo en las relaciones bilaterales sino – indias obligará no sólo a una redefinición de éstas sino también al ejercicio de un papel intermedio más activo por parte de EE.UU., a fin de aliviar tensiones, que, inevitablemente, surgirán en la medida en que subsisten problemas sin resolver en dichas relaciones bilaterales. Efectivamente, el tácito reconocimiento indio de la incorporación del Tíbet a China y la igualmente tácita aceptación china de la anexión de Sikkim por India, llevados a cabo en el curso de la visita del Primer Ministro Vajpayee a China en junio de 2003 no agota los conflictos territoriales entre ambos países. Por el contrario, la presencia militar china en las islas Coco, situadas en el Golfo de Bengala, las incursiones militares de este país en Arunachal Pradesh y la ocupación china de la zona de Cachemira conocida como Aksai Chin son conflictos aún por resolver. Asimismo, las reclamaciones chinas en el sudeste asiático, como es el caso de las islas Spratly, hoy pertenecientes a Vietnam, junto con otras islas de Indonesia y Filipinas, son contempladas por muchos analistas indios como manifestaciones del expansionismo chino y, en consecuencia, motivo de preocupación y posible tensión22.

21 C. Raja Mohan: “Crossing the Rubicon: the Shaping of India’s New Foreign Policy”; Viking Penguin Books of India, Nueva Delhi, 2003. 22 J.N. Dixit: “Indian Foreign Policy and Its Neighbours”; Gyan Publishing House, Nueva Delhi, 2001.

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El futuro panorama estratégico de AsiaEl futuro panorama estratégico de AsiaEl futuro panorama estratégico de Asia

CHINACHINACHINA

INDIAINDIA USAUSA

Competencia geoestratégica global

Apoyo estratégico para liderazgo regional

Reconocimiento del liderazgo global

Compe

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Gráfico 3

Frente a este conflicto estrictamente bilateral, la reciente historia demuestra como, además de Pakistán, China ha utilizado otros conflictos regionales para intentar limitar el liderazgo subregional de India en Asia meridional. Este es el caso, por ejemplo, de la creciente influencia china en Myanmar o de su apoyo a la guerrilla maoísta que actúa en Nepal. El fondo del problema radica en valorarlas probabilidades e inevitabilidad de una confrontación estratégica entre China e India y el papel intermedio que puede jugar la potencia global única. Los más pesimistas opinan que este choque es inevitable y tiene su origen en el hecho de que ambos son estados – cultura cuya simple supervivencia implica la expansión. Los más optimistas23 consideran la prosperidad económica en India y la apertura democrática en China crearán un conjunto de intereses comunes que harán imposible un enfrentamiento, dando lugar a un equilibrio estratégico estable en Asia. No cabe descartar ninguno de estos dos escenarios polares. A manera de reflexión final hay que subrayar como, en los últimos años, gran parte de la energía intelectual dedicada a la reflexión geopolítica se ha centrado en las

23 Subramanian Swamy: “India’s China Perspectiva”; Konark Publishers; Nueva Delhi, 2001.

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relaciones trasatlánticas su mutación, contenido, intensidad y perdurabilidad. Sin embargo, no ha merecido la misma intensidad la reflexión en torno a las nuevas relaciones traspacíficas y la progresiva construcción de un nuevo equilibrio geoestratégico en Asia. La conjunción de ambos escenarios ha de poner de manifiesto un hecho que nadie ignora, aunque haya algunos que aún hoy no lo reconozcan, como es que estamos asistiendo a un proceso geopolítico sin parangón en los últimos sesenta años, esto es la definición de un nuevo equilibrio geoestratégico mundial.