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LENGUA CASTELLANA Y LITERATURA 2º BACHILLERATO 2016-2017- Roma Página 26
Tema 8. El teatro español en el primer tercio del s. XX (Benavente, Valle-
Inclán, García Lorca…).
1. Condicionamientos
En España, el desarrollo del teatro se encuentra encauzado por los
condicionamientos sociales de su representación. Los gustos del público burgués —el
público que acudía preferentemente a las salas— son de escasa exigencia. La
consecuencia inmediata es la pobreza del teatro español en este período, entendido
como espectáculo. De esos años, queda, por encima de todo, la obra teatral de
Benavente, Valle-Inclán y García Lorca; aunque, sería Benavente el encargado de
dar forma al nuevo teatro, aunque después de plegarlo a las exigencias del público.
2. La comedia benaventina
La larga trayectoria teatral de Jacinto Benavente (1866-1954) es un ejemplo de
las limitaciones del teatro español. El fracaso de El nido ajeno, obra audazmente crítica
en la que analizaba el oscuro lugar ocupado por la mujer de clase media, le llevó a
escribir otras más acordes con el tipo de público al que había que halagar. La comida de
las fieras (1898) constituye su primer gran éxito, por la levedad de su crítica; desde
entonces, Benavente se limitó a pulir la estructura de su teatro para garantizarse la
aceptación de los espectadores y repitió la fórmula sin descanso. Cuando recibió el
Premio Nobel en 1922, ya su estilo era reprobado por buena parte de la intelectualidad
española. En general, sus tramas presentan problemas poco conflictivos: Benavente
ponía en escena leves defectos de las relaciones personales o sociales. Predomina,
frente a la acción y la situación, el diálogo, un diálogo elegante, natural e ingenioso.
Junto con La malquerida, Los intereses creados (1907) es su obra más valorada hoy.
3. La comedia costumbrista
Esta línea teatral consigue el éxito a base de desarrollar el cuadro costumbrista
romántico. Se caracteriza este teatro, en sus aspectos formales, por hacer hincapié en el
ambiente pintoresco de determinadas regiones españolas (Madrid, Andalucía), por la
creación de personajes típicos, por su lenguaje avulgarado y humorístico y, en lo
ideológico, por su conservadurismo.
• El alicantino Carlos Arniches (1866-1943) es el más conocido autor de
sainetes. Especialista en las costumbres madrileñas: La flor del barrio (1919).
• Los hermanos Serafín (1871-1938) y Joaquín (1873-1944) Álvarez Quintero
escribieron en colaboración cerca de doscientos cuadros, sainetes costumbristas y
comedias ambientados en una Andalucía irreal y tópica: El patio (1900).
4. Otros autores:
• Pedro Muñoz Seca (1881-1936) se especializó en el astracán, mezcla de
género chico y vodevil, en el que se busca la comicidad a toda costa: La venganza de
don Mendo.
• Alejandro Casona (1903-1965), seudónimo del asturiano Alejandro
Rodríguez, comienza su dramaturgia en 1934 con La sirena varada. Otras conocidas
son: La dama del alba (1944), La barca sin pescador (1945).
5. La obra teatral de Ramón María del Valle-Inclán
La originalidad audaz de Valle, sus planteamientos radicales y sin
concesiones, la riqueza y expresividad de su lenguaje, lo distinto de sus temas y de su
estética explican que sus obras permanecieran fuera de los escenarios de su tiempo,
relegadas a ser teatro para leer. Sin embargo, hoy se le considera como un autor que
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supo ver más allá de su tiempo y sus creaciones, en la actualidad representadas con
frecuencia, incluyen aún desafíos que no siempre son salvados con facilidad.
Su inagotable búsqueda artística le llevó de su inicial modernismo decadente a
la creación de un género personal: el esperpento.
Lo esperpéntico es una manera de ver el mundo, un reflejo deformado de una
realidad ya deformada, que nos revela el verdadero rostro de la vida española. Los
personajes (seres de ficción o reales) son seres grotescos en un mundo grotesco,
semejantes a marionetas ridículas y de pesadilla; aunque en ocasiones el autor
tenga un gesto de ternura hacia ellas.
El teatro esperpéntico agrupa Luces de bohemia (1920 y 1924) y la trilogía
Martes de carnaval, integrada por Los cuernos de don Friolera (1921), Las galas del
difunto (1926) y La hija del capitán (1927). La primera resulta una parodia del honor
calderoniano y de sus realizaciones teatrales melodramáticas. Las galas del difunto,
además de incluir una caricatura de Don Juan Tenorio, trata sobre la miseria de los
repatriados de la guerra de Cuba. La hija del capitán esperpentiza el golpe de Estado de
Primo de Rivera y lo enlaza con la historia de un horrendo crimen.
6. La obra teatral de Federico García Lorca
Aunque el interés de Lorca (1898-1936) por el teatro arranca desde muy
temprano, su dedicación a él será una tarea absorbente en los últimos años de su
vida. El teatro lorquiano puede llamarse con propiedad poético, no tanto por el
abundante uso del verso, como por la raíz poética de la que nacen sus argumentos y
su lenguaje.
El tema dominante es siempre el mismo, un tema muy presente también en sus
libros de poemas: el enfrentamiento entre el individuo, cuyas armas son el deseo, el
amor y la libertad, y la autoridad, es decir, el orden, el sometimiento a la tradición,
a las convenciones sociales y colectivas. Como se verá a continuación, hay una
mayoría de protagonistas femeninas en las obras de Lorca. Sobre ellas se cierne, en
mayor medida que en los hombres, la amenaza de la frustración.
Tragicomedia de Don Cristóbal y la Seña Rosita (1923) es una farsa de guiñol,
al igual que el Retablillo de Don Cristóbal (1931). Ambas constituyen dos versiones de
la misma historia —un matrimonio de interés—, en la que las marionetas no consiguen
ocultar el fondo triste del argumento. Esta línea teatral de las farsas tiene otros ejemplos,
aunque pensados para su representación por actores; son La zapatera prodigiosa (1929-
1930) y Amor de Don Perlimplín con Belisa en su jardín (1930): las dos son piezas
que provocan una risa amarga a partir del tema tradicional de la mujer joven casada con
un hombre viejo.
Mariana Pineda (1923), un romance popular en tres estampas, supone la
primera tentativa de acercamiento al drama lírico, al representar la historia de la
heroína ajusticiada por bordar una bandera republicana en la época del absolutismo de
Fernando VII.
La trilogía rural, formada por Bodas de sangre (1932), Yerma (1934) y La
casa de Bernarda Alba (1936), incluye sus obras más célebres. Las tres presentan
rasgos comunes: la índole sexual de los problemas tratados, la mujer como
protagonista, la ambientación en el campo andaluz v el final trágico.
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El protagonista y motor del enredo es el astuto Crispín, que llega a la ciudad con Leandro, ambos
en la ruina. Deciden entonces que Leandro se haga pasar por un gran señor que viaja de incógnito sin
querer decir su nombre y Crispin por su escudero. La estratagema tiene tal éxito que consiguen vivir
varios días gratis en la posada y que luego un casero les ceda una lujosa residencia.
La obra cuenta la historia de Bernarda Alba que, tras haber enviudado por segunda vez a los 60
años, decide vivir los siguientes ocho años en el más riguroso luto. En la obra destacan rasgos de la
'España profunda' de principios del siglo XX que vivía en una sociedad tradicional muy violenta en la que
el papel que la mujer jugaba es secundario, mezclado con un fanatismo religioso y el miedo a descubrir la
intimidad. Con Bernarda viven sus cinco hijas (Angustias, Magdalena, Amelia, Martirio y Adela) y sus
criadas, entre las que se encuentra Poncia, una criada que ha vivido muchos años al servicio de la anciana.