historia de la navegación y la ciencia
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HISTORIA DE LA NAVEGACION
Y LA CIENCIA. UN RECORRIDO POR LAS EXPEDICIONES GEOGRAFICAS,
BOTANICA Y CIENTIFICAS EN EL PACIFICO, ATLANTICO E INDICO.
JOSE JUAN ALONSO GODOY
EVOLUCIÓN DE LA NAVEGACION.
LICENCIATURA EN NAVEGACION MARITIMA.
2ºCURSO
I
INDICE 1. Introducción 1
1.1. Las coordenadas Geográficas. La Latitud. 2
1.2. La Longitud 5
2. Las Expediciones Españolas al Océano Pacífico 12
3. Las Expediciones Botánicas del Siglo XVIII (Siglo de las luces) 25
4. Expediciones científicas a Canarias. 27
4.1. La expedición Baudin-Ledru (1796) 28
4.2. El viaje a Canarias de von Buch-Smith (1815). 30
5. Presencia de España en la Costa NW de América en el siglo XVIII 32
5.1. Supuestos descubrimientos Españoles. Canal Interoceánico 32
5.2. La Actividad Rusa y reacción Española. 33
5.2.1. Los tres viajes Españoles y uno Británico. 33
5.3. Descubrimientos a cargo de Otros países en la zona 35
5.4. Viaje Español: John Meares en Nootka (1788) 36
5.5. Martínez en Nootka; Presa de Barcos (1789) 36
5.6. Reocupación de Nootka: (1790-92) 38
5.7. Conflicto Anglo-Español; Convención de 1790 38
5.8. Actividades y Negociaciones españolas (1792) 40
5.9. Resumen de Exploraciones en la zona. 41
5.10. Convención de 1794 de Nootka. 42
5.11. Ultimos Años de España en Nootka 42
6. Grandes Personajes Históricos, En los Descubrimientos y la Ciencia 44
6.1. Cristóbal Colón. El descubrimiento de América. 44
6.2. Malaspina, Alejandro (1754-1809). La Expedición Malaspina. 51
6.3. Fernando Magallanes. 57
6.4. Juan Sebastián Elcano 58
6.4.1. EL Descubrimiento del Estrecho de Magallanes. Y la primera vuelta al mundo por Elcano. 59
6.4.2. El Conflcto Diplomático entre Portugal y España: El Descubrimiento del Estrecho 60
6.4.3. El viaje de Magallanes visto por Pigaffeta 62
6.5. El Viaje al Ecuador (Perú). Jorge Juan y A. Ulloa. 66
6.6. Miguel López de Legaspi 67
6.7. Félix de Azara 69
6.8. Joan Baptiste Bru . 69
6.9. James Cook, El Pacífico Sur y el Oceano Austral 70
6.9.1. La Real Sociedad y el Almirantazgo. 71
6.9.2. Expedición del Comodoro Byron. 72
6.9.3. Expedición del Capitán Wallis. 72
6.9.4. La Primera Expedición al Océano Pacífico del Capitán James Cook (1768- 1771). 72
6.9.5. Estadía de Cook en la Bahía Buen Suceso. 74
6.9.6. La Segunda Expedición al océano Pacífico y al océano Austral del
Capitán James Cook 1772-1775. 74
6.9.7. Cook descubre la Antártica. 75
II
6.9.8. De Nueva Zelandia a Navidad, en Chile. 76
6.9.9. Cook redescubre la isla Georgia del Sur y descubre las islas Sandwich del Sur. 77
6.9.10. Cook y su proyección. 78
7. Conclusión. 79
8. Bibliografía. 81
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1. Introducción.
Las actividades relacionadas con la ciencia nunca han sido el fuerte del Estado
Español, en ninguna época. Sin embargo, incluso en los momentos más
oscuros de la historia de nuestro país, siempre ha habido personas, hombres y
mujeres, que se han sacrificado con un espíritu encomiable y salvando todo
tipo de dificultades para contribuir al avance científico.
Tal vez no es demasiado conocido por el público en general que muchos
españoles se embarcaron (la mayoría en el sentido literal de la palabra) en
grandes viajes de exploración y descubrimiento con fines científicos, casi
siempre asociados a otras finalidades religiosas, militares, políticas o de simple
ambición. Este trabajo pretende homenajear a todos ellos y dar un vistazo a
algunas de estas grandes expediciones.
Unas fueron organizadas desde la Corona u otras altas instituciones, otras
pocas en colaboración con otros países, y muchas por iniciativa personal de
esforzados exploradores, muchas veces movidos, todo hay que decirlo, por la
búsqueda de riquezas.
Como exponemos en el subtítulo, esos arriesgados viajes siempre estuvieron
llenos de aventuras, penalidades y esperanzas, y como veremos, desde el
punto de vista de la ciencia y del reconocimiento de sus autores, plagados de
decepciones, generalmente por la desorganizada máquina burocrática hispana
y la corrupción o la desidia de las autoridades en numerosos periodos de
nuestra historia, jalonada tan a menudo por cambios, sobresaltos, guerras y
hechos violentos de todo tipo.
Aunque la labor científica organizada en el ámbito de la exploración fue mucho
más fructífera en otros países como Francia o Inglaterra, desde luego las
aportaciones españolas no son nada desdeñables. Desde mi punto de vista
comentaremos las hazañas o los intentos llevados a cabo por algunos de los
muchos que recorrieron el mundo con fines más o menos científicos mezclados
por lo general con otras motivaciones. Así como a los navegantes más
importantes del imperio Español.
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1.1. Las Coordenadas Geográficas. La Latitud
La determinación de las coordenadas terrestres, latitud (ancho) y longitud
(largo), que en la actualidad no presentan dificultad alguna en poder ser
determinadas, ya sea en el aire, mar o tierra, tienen no obstante tras de sí
interesantes anales dado la diversidad de su génesis tanto en edad como en
los principios en que se fundamentan sus mesuraciones.
Es así como la latitud es conocida desde muy antiguo. Su origen basado en el
ecuador terrestre, se encuentra a su vez establecido prácticamente desde los
orígenes de la Astronomía. La longitud, en cambio, fue un parámetro difícil de
ser determinado pues su raíz no se encuentra afincada en la ciencia antes
mencionada, sino en la necesidad de contar con su presencia en los mapas o
cartas geográficas. Fue pues su origen una creación enteramente humana y
como tal sujeto a las sucesivas permutas de origen que hubo que introducirle
hasta lograr la estabilidad de que goza a la fecha.
Establecido que la latitud se encuentra asentada en la ciencia astronómica o
cosmografía, se hace menester efectuar una síntesis de sus orígenes para
subrayar la clara diferencia desde comienzos, de una y otra coordenada.
La humanidad desde su más remoto origen se encuentra afecta a los
fenómenos derivados del cosmos, tales como los provocados por el sol en su
permanente rotar aparente en torno a la tierra, provocando fenómenos como el
día y la noche, las cuatro estaciones anuales y su incidencia directa en la
temperatura ambiente. Aparte de ellos, los lunares en sus diversas fases, sus
eclipses, además de los solares, los planetas en sus recorridos por la esfera
celeste, en contraste con las estrellas de posición estable entre sí en el
firmamento.
Tales manifestaciones dieron origen desde antiguo a la ciencia astronómica.
Sus primeros registros en forma sistemática aparecen en Mesopotamia en el
curso de las civilizaciones sumeria, acadia y babilónica, 3000 años antes de la
era cristiana. La civilización romana aportó escasos avances a dicha ciencia,
pero sí lo hizo la griega cuyos conocimientos celestes llegaron a constituir una
disciplina afín a sus propias creencias religiosas, nominando con seres
imaginarios o mitológicos a los doce signos del Zodiaco y a diversas otras
constelaciones que hasta el presente conservan su designación. También los
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antiguos egipcios ejercieron una profunda influencia en aquella rama del saber
varios siglos antes de la era cristiana. El astro sol lo elevaron a la divinidad
nominándolo con el vocablo Ra. Conocían con exactitud la época de
equinoccios que se producían cuando el sol se levantaba y ponía en las
direcciones de las caras norte y sur de sus pirámides. Treinta siglos a.C. ya
habían calculado con notable exactitud la duración del año solar en 365,25
días.
Enteramente aparte de los entendimientos astrónomicos del viejo mundo, en el
continente americano precolombino, las antiguas civilizaciones aztecas, incas y
mayas tuvieron conocimientos astronómicos muy avanzados, en particular los
últimos, legándonos como testimonio sus exactos calendarios y grandiosas
pirámides ofrendadas al sol y a la luna.
El estudio de las coordenadas terrestres, parte de los conocimientos de un
erudito de la Antiguedad, Claudio Ptolomeo (200 años d.C.) de origen egipcio
pero helenizado con posterioridad. Sus obras maestras de astronomía,
geografía y matemáticas perduraron en Europa medieval donde eran
respetadas como dogmáticas, hasta la era del Renacimiento, a mitad del siglo
XVI (Mercator 1512-1514). Fue un cultor de la teoría geocéntrica estableciendo
que el sol y demás astros del firmamento giraban en torno a la tierra.
Contribuyó enormemente al desarrollo de la geografía, legando a la
posterioridad una valiosa colección de veintisiete mapas relativos al mundo
conocido hasta entonces, distinguidos con el nombre de Atlas. En sus cartas
geográficas dejó ubicados los mares, ciudades, islas y demás lugares sabidos,
cuyos datos le fueron proporcionados por viajeros y navegantes de la época, a
los cuales interrogaba con precisión. Fue el primero en fijar los lugares
terrestres en sus mapas empleando las coordenadas de latitud y longitud en
conformidad a sus conocimientos astronómicos, geográficos y matemáticos.
Las legiones romanas emplearon sus mapas en la conquista del imperio.
Tomó como referencia el ecuador terrestre para determinar las latitudes que
por cierto no constituyó una elección arbitraria sino derivada de astrónomos
anteriores, quienes a su vez lo obtuvieron por observación del movimiento de
los cuerpos celestes, basados en que tanto el sol como los demás astros
cruzaban aquella línea imaginaria exactamente por su cenit a 90º de altura, lo
cual los llevó a considerar que se trataba de la cintura del globo terrestre. El
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concepto de aquella edad, establecía que todo ser humano que osase cruzar
aquella línea perecería sofocado debido al intolerable calor que allí
predominaba. Asimismo se tenía conocimiento cabal de los trópicos de cáncer
y capricornio, los cuales demarcan el límite de la franja a los 23,5 al N y S del
Ecuador que el sol recorre en el transcurso del año en su simulada trayectoria
en torno a nuestro planeta. Los círculos en torno a los polos Norte y Sur de la
tierra, de la misma magnitud que los trópicos, estaban igualmente señalados.
Ptolomeo tuvo por lo tanto en el Ecuador un círculo máximo de origen
astronómico en el cual basar la medición matemática de las latitudes. Distinto
se le presentaba el problema de fijar un meridiano cero destinado a su vez a
establecer la magnitud de las longitudes de los demás lugares terrestres. Se
encontraba en plena libertad para elegir el que más le conviniese a sus
propósitos. Optó por el que comprendía las islas llamadas entonces
Afortunadas (hoy Canarias y Madeira) ubicadas en la costa NW del continente
africano.
Constituyó así el mencionado meridiano el origen de muchos posteriores, antes
de localizarse definitivamente en Greenwich. Queda así refrendada la
diversidad de origen de la latitud y longitud. La primera de fundamento
astronómico y, la segunda, en decisiones meramente humanas, con las
consecuentes alteraciones sufridas a lo largo del tiempo.
La modalidad para la determinación de la latitud correspondió en consecuencia
a ser enfocada por los astrónomos y matemáticos de aquel tiempo, pues a ellos
apuntaba la solución del problema. La respuesta prevalece hasta el presente.
Sus premisas fueron:
1. Que la elevación del polo celeste sobre el horizonte corresponde a la
latitud del lugar del observador.
2. Que la declinación del cenit del observador señala la latitud en el
momento en que un astro cruza su meridiano (altura meridiana).
El instrumento destinado a medir su altura angular fue el astrolabio; ideado por
Ptolomeo, mejorado por los árabes y perfeccionado por los portugueses.
Constituyó durante siglos el precursor del octante, el cual hizo su aparición sólo
en 1739, seguido con posterioridad por el sextante. Permitía mediciones con
razonable exactitud y en el cual se encontraba representada además la esfera
celeste con los datos astronómicos de los principales astros.
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Los navegantes del hemisferio norte contaban para establecer su latitud con el
apoyo de la estrella polar, o polaris, que les señalaba el polo celeste (Alfa de la
constelación de la Osa Menor).
En el hemisferio austral en cambio la prolongación del brazo mayor de la
constelación de la Cruz del Sur, constituye la única referencia hacia el polo
celeste austral.
Solucionado en forma aceptable, la respuesta al desafío de poder determinar la
coordenada latitud, quedaba sin embargo sin definición la restante coordenada
“la longitud”. Su fijación tardó aún centenares de años en ser resuelta.
1.2. La Longitud. Los navegantes del siglo XVI, XVII y XVIII contaban, para establecer su
situación en alta mar, con la brújula o compás (introducido en Europa en 1187),
de origen incierto, que les permitía instituir el rumbo, la barquilla que les
indicaba su andar en nudos (unidad aún conservada en nuestros días), el
astrolabio para la determinación eventual de su latitud. La longitud la
determinaban sólo de modo estimado, asumida como referencia la asignada a
su último puerto de zarpe, mediante la ayuda de los referidos medios, los
cuales tampoco eran suficientes para el logro de su marca, pues la nave,
siempre sujeta a la presencia de las corrientes marinas así como de los
vientos, velocidad irregular, y demás factores no bien determinados, hacían de
la situación estimada un lugar sólo de gruesa exactitud. Pese a ello, los
navegantes portugueses lograron cruzar la línea ecuatorial en 1471; Bartolomé
Díaz dobló el cabo Buena Esperanza en 1486; Vasco de Gama descubrió la
ruta hacia las Indias en 1498, hazañas que sólo fueron superadas en
importancia por Cristóbal Colón en 1492.
La falta del parámetro longitud dio lugar a que tanto en el área de la
navegación como en la geografía en general se produjeren episodios trágicos,
que sólo mencionaremos en síntesis.
El primero de ellos fué el desastre marítimo ocurrido en la noche del 22 de
octubre de 1717 a una división naval inglesa compuesta por 5 unidades la cual,
al mando del almirante Sir Clowdisley Showell, regresaba a su puerto base en
Inglaterra tras haberse batido exitosamente en contra de una fuerza naval
francesa a la altura de Gibraltar. La travesía atlántica tomó 12 días bajo escasa
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visibilidad y por ello con dudosa situación, en particular en longitud. El punto de
recalada estaba fijado a varias millas a la cuadra de las islas Scilly ubicadas en
el extremo SW de las islas británicas. El final de aquella navegación, con
posición incierta, terminó en que la agrupación se estrellara, encabezada por
su buque insignia, Association, en contra de los farellones de aquellas islas,
hundiéndose una nave tras otra en tan sólo breves minutos, salvo el último de
la formación. Aquella catástrofe la cual tuvo como consecuencia la pérdida de
aproximadamente 2000 vidas humanas, incluso la del almirante Showell,
produjo, como es natural, un profundo sentimiento de alarma y de pavor no
sólo en Inglaterra sino en toda Europa frente a la inseguridad de la vida
humana en el mar.
Otro episodio marítimo, por falta de conocimiento de la coordenada longitud,
ocurrió en el curso del año 1741 al comodoro George Anson a bordo de su
buque insignia Centurion en nuestra costa central en busca de la maravillosa
isla de Juan Fernández según su parecer. La división naval a su mando fue
dispersada por un violento mal tiempo durante el cruce del cabo de Hornos.
Varias de esas naves naufragaron en nuestras islas australes próximas a la
desembocadura del Estrecho. Anson pudo, tras vencer toda suerte de
adversidades, conducir su nave desde los 60º de latitud sur hasta los 35º
pertinentes a la referida isla según la carta náutica en su poder, pudo alcanzar
el 24 de mayo de aquel año dicha latitud. Debido al conocimiento sólo a groso
modo de su longitud, no pudo establecer si Juan Fernández, a la cual requería
recalar con urgencia, se encontraba al E o W de su situación estimada. -La
rebusca de la isla le tomó casi 15 días entre bordadas hacia el continente y alta
mar-.
Logró así fondear en Cumberland sólo, el 9 de junio para proporcionarle a su
exhausta tripulación, diezmada por el escorbuto, un merecido descanso y alivio
tras tan dura y prolongada travesía.
Finalmente cabe mencionar el caso del Tratado de Tordesillas firmado en
aquella ciudad de Valladolid el 7 de junio de 1794 entre España y Portugal,
ambas naciones católicas de la península Ibérica, con el fin de delimitar sus
recíprocas apetencias territoriales en los parajes del Nuevo Mundo. Actuó
como mediador el Papa Julio II el cual hubo de fijar, en segunda instancia, una
línea divisoria de influencias entre ambas naciones a cuyo occidente le cabía
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influjo a España y a cuyo oriente a Portugal. Al no disponer el Pontífice de un
mapa de las Indias Occidentales en el cual figurasen las líneas
correspondientes a los meridianos que le hubiesen permitido establecer dicha
delimitación con facilidad y precisión, hubo de circunscribirse a fijar la línea
divisoria a 370 leguas al W de las islas de cabo Verde. Cabe anotar que dicha
partición dio origen a la mayor de las naciones sudamericanas, vale decir la
República de Brasil.
Volviendo al tema de la búsqueda de la longitud que cada día se volvía más
patente, sin poderle encontrar solución transcurridos ya centenares de años, se
inician esfuerzos serios en el transcurso del siglo XVII para encontrar respuesta
a tan trascendental incógnita.
Jefes de estado como el rey Jorge III de Inglaterra y Luis XIV de Francia se
interesaron personalmente en el caso. Importantes observatorios astronómicos
fueron establecidos en París, Londres y Berlín con el fin de hallarle una
definición. Renombrados astrónomos de la época como Galileo, Newton,
Halley, aparte de otros, se abocaron a la búsqueda de un desenlace que se
preveía por dos vías diferentes. La astronómica o la derivada de la diferencia
de hora entre dos lugares separados en longitud. Esta última basada en el
hecho de que la tierra tarda 24 horas en efectuar un giro completo en torno a
su eje lo cual equivale a 360º. Existe pues entre ambos valores estrecha
relación matemática la cual en síntesis establece que:
15º de longitud equivalen a una hora de tiempo; 15' de longitud a 4 minutos de
tiempo y 1' de longitud a 4 segundos de tiempo. La precisión horaria resultaba
pues indispensable para enfocar la solución mediante el sistema de hora
enunciado.
Por la vía astronómica no se había hallado hasta entonces una solución
adecuada y tampoco por el método de la hora, pues se carecía de los relojes
con la exactitud requerida.
A principios del siglo XVIII tanto los comerciantes marítimos de Inglaterra
unidos a los profesionales del mar de la primera potencia naval europea,
urgieron al gobierno de S.M.B. a tomar alguna medida seria y definitiva en
procura de solucionar, a la mayor brevedad, el problema atingente a la
coordenada longitud. Fue así como el gobierno británico transfirió la situación al
Parlamento el cual a su vez designó un "Comité de Longitud". En 1714 solicitó
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el referido Comité la cooperación del mayor sabio de la época, Sir Isaac
Newton de 72 años de edad, y la de su amigo el astrónomo Edmund Halley
quien durante su permanencia en la isla Santa Helena, en el Pacífico Sur,
había completado un mapa estelar del hemisferio austral, en el cual incluyó 300
estrellas, empresa científica que le valió su ingreso a la Real Academia de
Ciencias.
Newton en su primer informe al Parlamento dejó establecido, en síntesis, que el
problema de hallar la longitud se encontraba solucionado en teoría, pero de
difícil ejecución con los medios disponibles y por disponer dentro de un plazo
previsible. Fue por ello que con fecha 8 de julio de 1714 el Parlamento
estableció finalmente la "Ley de la Longitud" llamando a ingleses y extranjeros
en personas o grupos, a presentar un sistema viable de poder determinar la
referida coordenada. El premio a ser asignado fue dividido en tres categorías.
• I. 20.000 libras esterlinas por un método que permitiere fijar la longitud
con una exactitud de 1/2 grado de un círculo máximo (30 millas náuticas
medidas en el ecuador terrestre).
• II. 15.000 libras esterlinas por un método exacto en los 2/3 de un grado
de círculo máximo (40 millas náuticas medidas en el ecuador).
• III. 10.000 libras esterlinas por un método exacto dentro de un grado de
un círculo máximo (60 millas náuticas medidas en el ecuador).
El "Longitud Act" estableció también jueces de alto nivel conocidos como la
"Comisión de Longitud" integrada por hombres de ciencia, oficiales de la Royal
Navy y representantes gubernamentales.
Los astrónomos de S.M.B. lo integraban a modo de componentes ex-oficio, al
igual que el Presidente de la Cámara de los Comunes, el Primer Lord del
Almirantazgo, aparte de los profesores de matemáticas de las universidades de
Oxford y Cambridge.
Quedó asimismo dispuesto que la técnica que fuese seleccionada,
correspondería ser verificada en cuanto a su exactitud, a bordo de una nave de
S.M.B., la cual debía cruzar el océano Atlántico a partir de Inglaterra en
demanda de cualesquier puerto de las Indias Occidentales fijada por aquella
comisión.
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La magnitud de los premios ofertados puso en acción, como era de esperar, a
los hombres de ciencias de la época, como asimismo a los que no lo eran. Se
presentaron así soluciones tanto en el área de la astronomía como en el
horario. En relación con el último punto cabe recordar que el primer reloj
mecánico accionado por cuerda hizo su aparición en Europa sólo en el siglo
XVI ideado por el cerrajero de Nuremberg Pedro Heinlein en 1542. Los
anteriores eran a base de péndulo, aparte de los de tiempos primitivos de sol,
arena, agua y aceite. Los de uso corriente de péndulo no tenían por razones
obvias aplicación a bordo. El reloj náutico debía tener como requisitos básicos
el no ser afectado por el movimiento de la nave, por los cambios de
temperatura, por la humedad, cambios de la gravedad terrestre, vibraciones,
etc. En resumen, relojes que cumpliesen tales condiciones no estaban
disponibles y no se preveía su existencia dentro de un próximo futuro.
En cuanto a la solución astronómica, la cual Newton miraba con la mayor
simpatía, después de mencionar varias meramente teóricas citó el "grandioso
método" de la distancia lunar fundamentado en la teoría del astrónomo alemán
Johannes Werner (1514) basada en el hecho que el desplazamiento lunar
horario es aproximadamente igual a su diámetro. Ello da margen en obtener la
longitud a través de las mediciones angulares diurnas entre el sol y la luna
cuando ello fuere posible, o entre esta última y determinadas estrellas en el
curso de la noche.
En lo tocante a la medida horaria intervino entre otros el inglés Jeremías
Tacker, el cual dio forma a un nuevo tipo de reloj de precisión contenido en una
caja al vacío al cual denominó cronómetro. El reloj montado en una suspensión
cardan, contaba con un sistema de doble cuerda lo que le permitía activar la
tensión de una de ellas sin que el reloj detuviese su funcionamiento. Tacker
puso en dicho cronómetro su mejor esperanza en lograr el ansiado premio. El
reloj, aunque en caja de vacío, resultó susceptible a los cambios de
temperatura, lo cual influía en su marcha hasta seis segundos en veinticuatro
horas. El requisito de exactitud requerido para la recompensa de las 20.000
libras exigía una puntualidad de al menos 3 segundos diarios en adelanto o
atraso. Si la travesía de Inglaterra al mar Caribe tardaba alrededor de 40 días,
la marcha diaria del reloj no podía exceder de los tres segundos establecidos.
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Sin embargo el mencionado dispositivo constituyó un señalado adelanto en la
difícil ciencia de la cronometría.
La solución del problema de la exactitud requerida a bordo, tardó aún varios
años en ser resuelta y se debió a un relojero inglés John Harrison un verdadero
genio de la mecánica de precisión, a pesar de no haber tenido una educación
como aprendiz a relojero, dedicó la totalidad de su existencia en procura de
concebir un reloj portátil de alta precisión. Con tal propósito ideó no sólo uno,
sino una serie de ellos (H1, 1737) (H2, 1741) (H3, 1757) y (H4, 1759), cada
serie mejorada en relación a la precedente. Dichos cronómetros tenían la
particularidad de no tener fricción entre sus partes, por lo cual no requerían de
limpieza interior. Su constitución metálica especial los liberaba de todo peligro
de oxidación. Los cambios de temperatura no los afectaban, pues cuando
alguna de sus piezas tendía a expandirse o contraerse las restantes
accionaban en contra de tal propensión, manteniendo así el reloj su marcha sin
variaciones.
No fue sin embargo fácil a John Harrison lograr la obtención del mayor premio
a ser asignado por el Comité de Longitud. El genio científico de la época, Isaac
Newton, fue de opinión que la coordenada longitud en alta mar debía
encontrarse en base a observaciones astronómicas, y no mediante la relojería
cuya exactitud siempre puso en duda. A la opinión señalada se unió la de Nevil
Maskeoyne en igual sentido. Este último incluso hizo esfuerzos por cambiar las
reglas del juego, en el sentido de que el premio debía concederse a un
astrónomo de nota y no a un relojero.
Pese a las mencionadas contrariedades, y otras intrigas que resultaría largo de
enumerar, al cumplir los cronómetros de Harrison con las exigencias
establecidas, sus exactitudes le proporcionaron finalmente el anhelado triunfo.
En 1793, durante el reinado de Jorge III de Inglaterra, le fue finalmente
asignada la recompensa de las 20.000 libras, después de haber luchado
cuarenta años en pos de su logro.
El empleo del cronómetro se fue generalizando gradualmente a bordo de las
naves no sólo inglesas sino de todas las naciones.
Navegantes de la categoría de James Cook, quien a lo largo de sus
expediciones por el océano Pacífico pudo comprobar las bondades y exactitud
que le proporcionaba el cronómetro H4 de Harrison, en comparación con el
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astronómico de las distancias lunares, lo cual consta en sus informes elevados
a la Comisión de Longitud en Londres.
Resultaba en aquellos años necesario contar a bordo a lo menos con tres
cronómetros, sobre todo tratándose de travesías oceánicas, y en particular las
naves comisionadas en expediciones o levantamientos hidrográficos. Es así
como el HMS Beagle, al mando del Capitán Fitz-Roy, zarpó desde Inglaterra
hacia el extremo sur del continente americano, en 1831 portando un equipo de
veintidós cronómetros. Se trataba de fijar puntos relevantes de las futuras
cartas naúticas con la indispensable exactitud.
A modo de anécdota cabe mencionar que el actuar de la Comisión de Longitud,
cuyo término no fue establecido, se prolongó por más de un siglo, y sólo se
autodisolvió en 1828, después de haber dispensado premios por un valor
superior a las 100.000 libras esterlinas, precio que hubo que solventar para
resolver la incógnita de la coordenada longitud.
Resulta procedente señalar aquí el efecto de la recta de altura (line of position)
en la obtención de la ubicación de la nave en cuanto su longitud, la cual fue
descubierta de modo casual por el capitán norteamericano Thomas H. Summer
en noviembre de 1837, quien en 1843, publicó los detalles de su
descubrimiento señalando que la marcación verdadera del sol en el momento
de su observación coincidía siempre en ángulo recto con la línea de posición.
El almirante Marcq Saint Hilaire y otros navegantes adoptaron y modificaron el
descubrimiento original, el cual se utiliza habitualmente hasta el presente.
El Meridiano Cero.
La historia del meridiano cero, de muy diversos orígenes geográficos en su
fase inicial, lo cual evidenció la necesidad de uniformarla en procura de uno
común que fuese aceptado por todas las naciones y fuese a la vez el origen del
tiempo horario en la tierra.
Es así como en 1884 tuvo lugar la Conferencia Internacional del Meridiano, con
sede en Washington D.C., a la cual asistieron representantes de 26 naciones.
En su curso fue declarado el meridiano inglés, correspondiente al observatorio
naval de Greenwich, como el primero del mundo, acuerdo que no fue aceptado
por Francia, país que continuó empleando el de París en sus publicaciones
geográficas. La diferencia entre ambos meridianos es de 9 minutos y 21
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segundos, se mantuvo hasta 1911, año en el que la longitud del observatorio
de Greenwich pasó a ser de referencia mundial.
La hora del referido meridiano establece pues el origen de la hora universal a
partir de la cual los demás lugares de la tierra fijan a su vez sus horas, minutos
y segundos por diferencias de longitud hacia su E o W. El meridiano 180º
separa por consiguiente las horas del mundo oriental de las del occidental,
denominado por ello como el de cambio de fecha. Las tablas y demás
publicaciones astronómicas, como el Almanaque Náutico, se encuentran
referidas a la hora de Greenwich. El primero de tales almanaques, con datos
muy limitados, fue publicado en Inglaterra en 1766 con el propósito de que el
navegante pudiese establecer su longitud mediante las referidas observaciones
lunares.
Los 24 husos horarios mundiales de 15º de longitud hacia el E y W del
Meridiano de Greenwich representan una diferencia horaria de 60 minutos
entre sí, cuyas áreas geográficas fijan una misma hora legal para los diferentes
lugares comprendidos en su superficie.
Fueron establecidos en 1912 en el curso de la Conferencia Internacional de la
Hora celebrada en París.
2. Las Expediciones Españolas al Océano Pacífico.
El descubrimiento del océano Pacifico, cuya dimensión ocupa la tercera parte
de la tierra, es consecuencia del de América por Colón en 1492 y de la llegada,
en 1493, de Vasco de Gama a la India tras doblar el cabo de la Buena
Esperanza. A partir de este momento se abre el inicio de una serie de
exploraciones geográficas a manos de navegantes españoles, durante los
siglos XVI, XVII y XVIII, que permitirán en pocos años el desarrollo de la
náutica, de la cartografía y establecer la configuración real de globo terráqueo
con el descubrimiento de nuevos mares y tierras.
El Océano Pacífico, descubierto y bautizado por hombres al servicio de
Castilla, sus aguas fueron surcadas en exclusividad, durante casi cien años,
por navíos españoles procedentes de la metrópoli primero y posteriormente de
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los virreinatos americanos, estableciendo nuevas derrotas y descubriendo
tierras e islas desconocidas hasta el momento.
La exploración del Pacífico llevó al descubrimiento del archipiélago filipino y de
gran parte de las islas que componen el continente oceánico.
Todos los archipiélagos que componen Micronesia (Marianas, Carolinas,
Palaos, Gilbert y Marshall), varios grupos de la Melanesia (Santa Cruz,
Salomón, Almirantazgo y Nuevas Hébridas) y algunos de la Polinesia
(Tuamotou, Line, Cook, Marquesas y Ellice), así como el avistamiento de
Nueva Guinea, Hawaii y Australia, se deben a España. A españoles también se
deben las primeras descripciones de sus tierras y habitantes, las primeras
colonizaciones y la introducción de la lengua y la religión.
Las islas de la Especiería serán el propulsor económico de estos viajes, así
como del reconocimiento de África, Asia oriental y América y del dominio de la
náutica del océano Índico, Atlántico y Pacífico. El comercio oriental de
productos exóticos (maderas, marfíl, sándalo, piedras preciosas, sedas, laca,
goma arábiga, cochinilla...) utilizados en las artes suntuarias, tintorería o
medicina, y de las especias (clavo, nuez moscada, canela, pimienta o jengibre),
fue impulsado y sustentado por las narraciones fabulosas de Marco Polo.
Este comercio estaba en manos de mercaderes venecianos y genoveses, que
comerciaban con los puertos de Alejandría y Constantinopla, y se vio
amenazado en 1453 con la caída del Imperio Bizantino en manos de los turcos,
al establecerse un monopolio árabe sobre el mismo. Dado que estos productos
venían de Cipango (Japón), Cathay (China) y de las llamadas islas de la
Especiería o Molucas, su búsqueda fue el germen que impulso las
exploraciones con el fin de descubrir su situación real y la apertura de una
nueva ruta por el oeste, siguiendo las teorías cartográficas de Ptolomeo.
Este móvil encubría también otro político y expansionista comenzado a
desarrollar por Portugal, que llevaría a un enfrentamiento de intereses y al
otorgamiento de las bulas papales, con la finalidad de establecer los límites de
las áreas de expansión e influencia de cada corona y que para España
supondrá la formación de un gran imperio en “el que nunca se ponía el sol”.
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Pero dado que la Bula Intercoetera, otorgada por el papa Alejandro VI en 1493,
no sólo no resuelve el conflicto sino que lo agrava, ambas coronas firman el
Tratado de Tordesillas (1494), en el que la delimitación de la zona de
demarcación se establece de polo a polo a 370 leguas al oeste de las islas
Azores y de Cabo Verde, sin establecerse el límite del antimeridiano, dado el
escaso conocimiento que se tenía todavía del mundo y de la imposibilidad de
su medición. Este tratado dará la fundamentación para que Vasco Nuñez de
Balboa, colonizador del Nuevo Mundo, una vez que atisbe por primera vez el
25 de septiembre de 1513 el océano Pacífico, que denomina Mar del Sur, tome
posesión de él y de sus tierras por descubrir en nombre de la corona española.
Así, conocida su existencia aunque desconocida su dimensión, hay que buscar
el paso que permita su navegación en busca de las Molucas, y esta es la
misión que se le encarga al navegante lusitano Magallanes, dándose así inicio
a los viajes de descubrimiento.
El 28 de noviembre de 1520, Magallanes, a quién acompañaba Juan Sebastián
Elcano, se adentra por primera vez en aguas del Pacífico, nombre con el que le
bautiza debido a la tranquilidad de sus aguas, tras atravesar el estrecho que
lleva su nombre, aunque esta tranquilidad fue objeto de numerosas
calamidades consecuencia de las corrientes marinas, los vientos alisios, el
calor sofocante, la falta de alimentos, el escorbuto y el agua contaminada. A
partir de este momento “otro nuevo mundo” se abre al viejo, tras avistar el 4 de
junio de 1521 las primeras islas, aunque deshabitadas, que denominan islas
Infortunadas o Desventuradas (posiblemente del grupo Tuamotú), para llegar
posteriormente, tras pasar por alguna de las Fénix y no sin afrontar nuevas
penalidades, a divisar nuevas islas que las denominan islas de Los Ladrones
porque tuvieron enfrentamientos con los isleños tras el robo de un bote, o
también de las Velas Latinas, por el tipo de embarcaciones que tenían (las
actuales Guam y Rota, de las Carolinas Meridionales). Descubren también
algunas islas del archipiélago de las Filipinas que denominaron de San Lázaro,
como la isla de San Lorenzo (Samar, del grupo de las Bisayas), y en una de
cuyas islas, Mactán, Magallanes encontró la muerte y en otra, Cebú, varios de
los expedicionarios. De allí tomaron rumbo sur hacía las Molucas llegando a
Tidore y tras asumir Elcano el mando de los dos barcos que quedaban,
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iniciaron el camino de retorno con las bodegas cargadas de especias. Elcano
regreso en la Victoria por el Índico, a través del cabo de la Buena Esperanza,
llegando a Sevilla el 8 de septiembre de 1522, con sólo 16 hombres, tras haber
realizado el primer viaje de circunnavegación. La Trinidad al mando de Gonzalo
Gómez de Espinosa intento el retorno por el Pacífico llegando a subir a 42º de
latitud pero un temporal los llevó de regreso a las Molucas donde fue hecho
prisionero por los portugueses en la isla de Ternate, regresando posteriormente
a Lisboa. No obstante, descubrieron las islas San Juan y San Antonio
(probablemente de las Carolinas occidentales o Palaos) y tocaron en las
llamadas de los Ladrones. Esta expedición va a brindar también, de manos de
los cronistas de la misma Antonio de Pigaffeta y a Ginés de Maffra, las
primeras descripciones de los naturales de las Carolinas, los Chamorros, y de
algunos de los habitantes de Filipinas.
Encontrado el paso del sudoeste, se organiza una segunda expedición a las
islas de la Especiería con la finalidad no sólo de promover el tráfico de las
especias sino también de afirmar la presencia y derechos de la corona
castellana en aquellas islas. García Jofre de Loaísa, es nombrado capitán
general de la misma y gobernador de las islas del Moluco, y va acompañado de
Juan Sebastián Elcano y Andrés de Urdaneta, que posibilitará posteriormente
el tornaviaje de Filipinas a México. Aunque integrada por siete naves, que salen
del puerto de La Coruña el 24 de agosto de 1525, sólo cuatro consiguieron
cruzar el estrecho de Magallanes casi un año más tarde, sólo dos lograron
atravesarlo, sólo una llegó a las Molucas y ninguna logró regresar. Loaísa y
Elcano murieron antes de llegar a las islas de la especiería y la expedición
quedó al mando de Toribio Alonso de Salazar.
En su recorrido navegaron entre las islas Marshall y las Marianas y
descubrieron la costa oriental de la isla Mindanao en las Filipinas, de donde
pasaron a Talao (del archipiélago de Talaud, al noreste de las Célebes) para
llegar finalmente a la isla de Gilolo del grupo de las Molucas. Las otras dos
naves que atravesaron el estrecho Magallanes sufrieron suertes diferentes. El
navío llamado Santiago subió por la costa americana del Pacífico hasta México,
siendo la primera que desde la metrópoli alcanzaba el hemisferio norte.
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Mientras que la San Lesmes, al mando de Antonio de Solís, fue la primera que
realizó el paso por el estrecho de Hornos y una vez en el Pacífico se perdió.
A partir de este momento y hasta el siglo XVIII, las expediciones se organizan y
salen de puertos americanos del virreinato de la Nueva España (México y
centroamérica) primero y posteriormente del Perú, retornando también a los
mismos una vez encontrado el paso del tornaviaje. Álvaro de Saavedra, tras la
solicitud de Carlos V a Hernán Cortés del envío de una expedición de socorro
de la anterior, zarpa de Zihuatanejo (México) el 31 de octubre de 1527,
estableciendo el derrotero de este a oeste en el Pacífico central. Aunque parte
de la expedición se perdió en las islas de los Ladrones, la nao la Florida
alcanzo las Filipinas y llegó a Molucas, y tras enfrentamientos con los
portugueses por su soberanía, inició el retorno con el barco lleno de especias.
En los dos intentos infructuosos que hizo en busca del tornaviaje reconoció la
costa oeste de Nueva Guinea y descubrió la isla de los Reyes (del grupo de las
Faraulep), y otras de los archipiélagos del Almirantazgo, Marshall y Carolinas.
Saavedra murió durante la travesía y la Florida regreso en 1529 a través del
Índico.
El siguiente protagonista será Hernando de Grijalva, –navegante que había
explorado el noroeste de La Nueva España y las islas Revillagigedo–, enviado
por Hernán Cortes al Perú en auxilio de Pizarro en 1535. A su regreso Grijalva
decide adentrarse en el Pacífico, no sin disensión con sus tripulantes, lo que
posiblemente le costó la muerte ya que parece ser murió asesinado por sus
marineros, llegando a algunas de las actuales islas Gilbert y de allí a aguas de
Nueva Guinea-Papua, donde descubrieron diferentes islas. El final de esta
expedición fue trágico pues el barco naufragó y sus tripulantes fueron hechos
prisioneros por nativos melanesios, a los que describen “como caníbales de
pelo rizado”, quedando sólo dos supervivientes que aportaran informaciones y
datos que sin duda serían importantes para expediciones posteriores a la zona.
El virrey D. Antonio de Mendoza organiza una tercera expedición al mando de
Ruy López de Villalobos, que zarpó de México en 1542 y en su recorrido, pasó
por las islas de Revillagigedo, Marshall, Carolinas y Palaos llegando a
Mindanao. En su deseo de descubrir el tornaviaje a México envió a la nave San
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Juan, que acometió la misión dos veces al frente de Bernardo de la Torre
primero y de Iñigo Ortíz de Retes después, pero ambas fracasaron. No
obstante, en el primer intento se descubrieron islas del grupo de Volcano y
Benin (Japón), y en el segundo Ortíz de Retes recorrió la costa norte de Nueva
Guinea, avistada anteriormente por Álvaro de Saavedra y Grijalva, y tomó
posesión de ella dándole dicha denominación por la similitud de sus habitantes
con los africanos. Pero el viaje de regreso volvió a fracasar al ser empujadas
por los vientos las naves que sobrevivieron, arribando contra su voluntad
también en esta ocasión a las Molucas.
Si en todas estas expediciones españolas, además del afán descubridor de
nuevas tierras que proporcionen especias u otras riquezas está implícita la
búsqueda de la ruta que permita atravesar el Pacífico de oeste a este, la de
Villalobos introduce un nuevo elemento, el evangelizador, al embarcar ocho
sacerdotes y religiosos en ella, afán que se verá hecho realidad en la siguiente
que tiene como misión la colonización de las Filipinas, así como encontrar el
viaje de regreso. Por otra parte, los reveses sufridos por las anteriores se verán
compensados con esta, que consigue el tornaviaje a México desde el oriente,
permitiendo el desarrollo del comercio español con el lejano oriente. La llamada
Nao de Acapulco o Galeón de Manila, saldrá desde México a comienzos de
año, vía Guam, regresando con los monzones del verano.
Miguel López de Legazpi, al que acompaña el cosmógrafo Juan de Urdaneta,
superviviente de la expedición de Loaísa, sale de México en 1564. Tras pasar
por islas que denominaron de los Barbudos, Placeres, de Pájaros, los Corrales
y Jardines (del grupo micronesio de las Marshall) llegaron a las islas de los
Ladrones (Guam), cuyo nombre fue cambiado en 1668 por el jesuita Diego Luís
de Sanvitores encargado de su colonización, por el de Marianas, en honor de
Doña Mariana de Austria, que donó fondos privados para la evangelización y
mantenimiento del archipiélago, constituyendo la isla de Guam un punto de
parada necesario para el Galeón de Manila. Tras recorrer y reconocer las
principales islas de Filipinas, Legazpi fundó, no sin lucha con los nativos, dos
colonias, una en Cebú y otra en Luzón, Manila, que posteriormente será
declarada capital de la Gobernación y Capitanía General de las Filipinas
dependiente del virreinato de la Nueva España, constituyendo su límite
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occidental. El futuro de esta gobernación dependía del encuentro del tornaviaje,
que finalmente fue hallado tras ascender a 40º latitud y de allí rumbo a las
costas de California, arribando en el puerto de Acapulco el 8 de octubre de
1565. Pero si a Legazpi se le asigna la conquista y colonización de Filipinas y a
Urdaneta el camino de regreso, hay que mencionar que Alonso de Orellano,
que iba al frente de una de las naves de la expedición que se separó del resto
desde el inicio, se les adelantó en ambas empresas, ya que llegó una semana
antes a las Filipinas y arribó dos meses antes a las costas mexicanas, aunque
su única gloria fue la acusación de deserción y desobediencia. Una vez
conseguidos estos objetivos en el Pacífico septentrional la mirada se dirige al
sur del ecuador terrestre. A ello no es ajeno el desarrollo de los viajes
comerciales de la ahora Compañía Holandesa de las Indias Orientales, que
había comprado sus derechos a Portugal, y la cada mayor presencia de barcos
piratas ingleses que amenazan las costas y puertos americanos. A lo anterior,
hay que sumar el resurgimiento de mitos medievales relativos a la tierra mítica
de Ophir de donde obtenía sus riquezas el rey Salomón, o de teorías como la
de la existencia de la Terra Australis Incognita, creencia que mantenía la
existencia de una enorme masa de tierra que permitiera contrabalancear el
hemisferio norte, para lograr así la estabilidad del globo, y que fue reavivada
por los cronistas Pedro Sarmiento de Gamboa y Cieza de León,
fundamentándose en los relatos de los incas relativos a la existencia de
grandes islas en el Mar del Sur repletas de riquezas. Este cambio de ruta
llevará también un cambio de virreinato, correspondiendo a partir de ahora al
de Perú la organización de los viajes y a sus puertos la salida de los mismos.
La primera expedición organizada en busca de la terra australis corre a cargo
de Alvaro de Mendaña, que acompañado de Sarmiento de Gamboa sale del
Callao el 16 de noviembre de 1567. Un cambio en el rumbo hacia el noroeste
les llevó, tras pasar por el atolón de Pukapuka, al que Magallanes había
denominado isla Infortunada, y por Tuamotu, a la isla que llaman Nombre de
Jesús (del grupo de las Ellice) y, a la que denominan Santa Isabel en la
tomaron tierra e iniciaron la exploración y descubrimiento de las llamadas islas
Salomón en Melanesia, a pesar de no haber encontrado ninguna riqueza en
ellas. Los enfrentamientos con los indígenas y la situación de los barcos les
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llevó, no sin desacuerdos, a iniciar el camino de regreso pasando por el
archipiélago de las Marshall y Gilbert para ascender a las costas de California,
y descender por toda la costa pacífica americana hasta el Perú. Sarmiento de
Gamboa culpó del fracaso de la expedición, por haber cambiado la derrota, a
Mendaña. Es factible pensar que de lo contrario hubiesen llegado a islas de la
Sociedad, descubiertas posteriormente por Cook y a Australia. Sin embargo, su
mayor logro fue el descubrimiento y exploración de las islas Salomón durante
seis meses.
Con una capitulación de la corona y el título de Adelantado y gobernador de las
tierras e islas que descubriese Mendaña regresa en 1595, dispuesto a
colonizar las islas Salomón, acompañado de su mujer Isabel de Barreto, sus
cuñados, soldados, mujeres, niños y esclavos, y, el piloto portugués Pedro
Fernández de Quirós. En este viaje no las pudieron encontrar de nuevo, pero
llegó a las que bautizó como Las Marquesas de Mendoza en honor de la
esposa del virrey que había patrocinado la empresa. En esta expedición se
obtienen los primeros datos etnográficos sobre naturales de la polinesia cuyos
habitantes son descritos por primera vez por Fernández de Quirós como “casi
blancos y de muy gentil talle... los cuerpos y rostros son todos muy labrados
con un color azul, y dibujados algunos pescados y otras labores... los cabellos
como mujeres muy crecidos y sueltos y con ellos mismos dadas vueltas.....
eran muchos rubios y había lindos muchachos, que cierto para gente bárbara y
desnuda era gusto verlos. Otros descubrimientos de esta expedición son las
islas de San Bernardo, al norte del archipiélago Cook, y la de Santa Cruz en las
Nuevas Hébridas, que hoy se conoce como Ndeni, y, aunque decidieron
poblarla los enfrentamientos con los nativos se lo impidieron. Muerto Mendaña
pasó sus títulos, transmisibles a sus herederos por cédula real, a su esposa.
Pero la expedición ha de regresar a Manila, donde Isabel de Barreto fue
denominada reina de Saba, como gobernadora de las islas Salomón. La
colonización y evangelización de las islas Salomón así como el descubrimiento
de la tierra austral generará una tercera expedición, a cuyo frente irá en esta
ocasión Pedro Fernández de Quirós, compañero de Mendaña en el anterior
viaje, que sale del Callao en 21 de diciembre de 1605, junto con Luís Váez de
Torres. Se dirigen al sudoeste manteniendo el rumbo en los 20º latitud, y tras
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descubrir varias islas de la polinesia, del archipiélago de las Tuamotu (Ducie,
Henderson, Marutea y Hao), la isla que denominan de los Peces, nombre que
más tarde se cambia por el de Carolina, la isla de Gente Hermosa ( hoy
Rakahanga en la parte septentrional del grupo Cook), y Nuestra Señora del
Socorro, (hoy Taumako del grupo Duff), el primero de mayo entran en una
bahía, que tras ser inspeccionada por Torres, recibe el nombre de San Felipe y
Santiago, en las Nuevas Hébridas (hoy república de Vanuatú). Allí toman tierra
en nombre del rey de España y Quirós le asigna el nombre de Austrialia del
Espíritu Santo ( la isla conserva hoy todavía el apelativo de Santo), en recuerdo
de la monarquía reinante, mientras que a la colonia que comienza a establecer
la denomina Nueva Jerusalén. Enloquecido con su descubrimiento este
personaje casi novelesco y lleno de delirios místico-geográficos, pensó que
había descubierto un continente y regresó.
Desaparecido Quirós, Váez de Torres recorre la costa del Espíritu Santo
comprobando que se trataba de una isla y no de un continente. A continuación
pone rumbo 21º sur, siguiendo las ordenes selladas del virrey en el que se les
ordenaba buscasen tierra por debajo de los 20º y si no la encontraban,
regresaran. Se adentra en la península de York, bordeándola hasta llegar al
cabo del mismo nombre, desde donde fueron los primeros en atisbar el
extremo septentrional de Australia. Posteriormente recorre la costa de Nueva
Guinea a lo largo del golfo de Papua, reivindicada para España por Iñigo Ortíz
de Retes en 1545, y tras recorrer la costa sur de Nueva Guinea y descubrir
numerosas islas, cruza el estrecho que lleva su nombre, visita alguna isla del
grupo de las Molucas para dirigirse posteriormente a Manila.
A Diego Pardo y Tovar, cronista y cartógrafo de la expedición debemos la
realización de los primeros mapas de las bahías de San Lorenzo y Puerto de
Monterrey, Arlanza, San Felipe y los puertos y bahía de San Buenaventura, así
como las primeras descripciones de sus pobladores:
Pero lo que nos parece muy importante de destacar es la existencia de cuatro
dibujos, que se conservan en el archivo de Simancas, referidos a los naturales
de la “tierra de San Buenaventura”, de la “bahía de San Lorenzo” y de la “bahía
de San Pedro de Arlanza”, y de “Felipe y Santiago”, adjudicadas a Pardo y
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Tovar aunque no están firmadas, que son sin duda las primeras
representaciones iconográficas de los melanesios.
A finales del XVII y sobre todo en XVIII España perderá el monopolio sobre las
aguas del Pacífico, que serán surcadas por barcos de otras potencias europeas
y sus islas tomadas en nombre de otros países.
Sin embargo, España se debe defender de estas incursiones que amenazan
incluso a las costas y puertos americanos, por lo que se desarrollan nuevas
expediciones que en este caso pueden ser definidas como de reconocimiento,
de gran importancia tanto por sus ejecutores como por los resultados que
alcanzan. Manuel Amat, virrey del Perú (1761-76), enviará cuatro expediciones,
una con destino a las isla de Pascua y tres a la Polinesia, con la finalidad de
ubicarlas en el mapa, reconocerlas y fundar colonias en estas islas cercanas,
para evitar que pasen a ser posesión de otros países y poder proteger así las
costas americanas.
Por otra parte, la isla Davis o David, llamada por los españoles de San Carlos,
en honor a Carlos III, y en la actualidad de Pascua o Rapa Nui, era confundida
en las cartas de navegación con Tahití, avistada por Quirós en 1605, y llamada
Otheyte por sus naturales o Rey Jorge por los ingleses.
Era necesario pues, ratificar su exacta situación geográfica, examinar sus
características, estudiar su habitabilidad, así como indagar los intentos de
penetración por parte de otros países, con la finalidad de intentar su
colonización y evangelización.
El primero de estos viajes a la isla de Pascua tiene lugar en 1770, al mando de
Gónzalez de Haedo, junto con el capitán Antonio Domonte y los tenientes
Cayetano de Lángara y Hemeterio Heceta, siguiendo una derrota establecida
con el estudio de más de cincuenta cartas marinas de diferentes naciones, que
diferían en cuanto la longitud en que estaba situada la isla no así en cuanto a
su latitud, situada entre 27º y 28º. El día 20 tomaron posesión de ella tras
fondear en una bahía llamada de González, –que La Peérouse denominaria en
1786 como Baie des Espagnols–, y en la actualidad de la tortuga o Hanga
Ho’onu. Juan Hervé y Francisco Aguera, tras ser recorrida y examinada,
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levantaron los primeros planos que existen de ella y González de Haedo, en su
diario, describió a sus habitantes, junto con su economía, costumbres, religión
e ídolos He moái y tras denominarla de San Carlos toman posesión de ella en
nombre de la corona española. Cumplida su misión, inician la búsqueda de la
isla de Luján, demarcada por el piloto Silvestre Luján en 1767 como Nueva,
que no encuentran por lo que se dirigen a la de Chiloé y de allí, tras avistar las
de Juan Fernández, al puerto del Callao a donde llegan el 28 de marzo de
1771. Los resultados positivos obtenidos en el viaje llevan a ordenar su
poblamiento y evangelización, pero la fundación de esta colonia se verá
postergada ante las noticias de la presencia de Cook en Tahití por lo que se
hace necesario un viaje de reconocimiento con la misma finalidad de
cartografiarla, conocer sus condiciones de habitabilidad y averiguar la
presencia de algún destacamento inglés.
Esta misión será encargada Domingo de Bonaechea, al que acompañan
Tomás Gayangos y de Juan Hervé como segundo piloto. La expedición sale del
puerto del Callao el 26 de septiembre de 1772 en la fragata llamada El Águila.
Sus instrucciones son claras “el fin de esta expedición es atraer nuevas almas
a la religión cristiana y nuevos vasallos al Rey”, por lo que se dan órdenes
estrictas sobre el respetuoso trato que se debe dar a los naturales y evitar
cualquier acto sangriento, órdenes que tuvieron su efecto ya que el propio
Cook al referirse en su Diario al trato dado por los españoles manifiesta que “…
parece que han hecho grandes esfuerzos en congraciarse con sus habitantes
quienes siempre les mencionaban con las mayores expresiones de estima y
consideración”. Durante este viaje reconocen la isla de San Simón y San Judas
(actual Tauere), San Quintín (Haraiki), Todos los Santos (Anaa), San Cristobal
(Mehetia), en la que intercambian por primera vez con los indígenas y
adquieren noticias de sus costumbres, la denominada Amat (Tahití) y la de
Santo Domingo (Moorea). Pero el resultado sin duda más importante de esta
expedición son los diarios elaborados por Bonaechea, Benarcasi y el
franciscano José Amich, que elabora también un vocabulario, cuyo estudio y
comparación con los de Bouganville y Cook son encomendados por Amat a
Cayetano Langara, Siguiendo los consejos de este último de fundar un
establecimiento para el control de la isla con misioneros y soldados, el virrey
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envía en 1774 otra expedición, de nuevo al mando de Bonaechea. Van también
dos misioneros y los dos supervivientes indígenas de los cuatro que habían
traído en el anterior viaje y que servirán de interpretes, junto con Máximo
Rodríguez, que aprendió el idioma en el primer viaje. Para unificar
descripciones y completarlas llevan un cuestionario con mas de 100 preguntas.
En Tahití fondean en el puerto llamado de Santa Cruz donde, bien recibidos por
los indígenas, construyen una casa y toman posesión de la soberanía de Tahití
y sus tierras el 1 de enero de 1775, colocándose en dicho acto una cruz que
será quitada en 1777 por Cook. Reconocen Tres Hermanos (Teturoa),
Hermosa Domingo (Oajine), Pelada (Tupuaemanu), Princesa (Raiatea), San
Pedro (Porapora), San Antonio (Maurua), de Pájaros (Maiao), Hermosa
(Hahine), de la Princesa (Raiatea), San Pedro (Borabora), San Antonio
(Maupiti) y Santa Rosa (Raivavae, del grupo de las Tubuai o Australes).
Tras la muerte de Boenechea, la expedición regresa a Lima dejando a los dos
franciscanos, al intérprete Máximo Rodríguez y al grumete José Paez, hasta el
regreso de la fragata el Águila al mando de Cayetano Lángara en 1775, y tras
la decisión de los misioneros de marcharse la isla es abandonada
definitivamente y su abandono va a suponer el abandono de otros proyectos de
establecimiento español.
El resultado global de estos viajes es el reconocimiento de veintiuna islas, de
las que diez se les pueden asignar como descubrimientos, puesto que algunas
de estas islas de la polinesia meridional habían sido descubiertas por
Fernández de Quirós, Wallis, Bouganville y Cook. Sin embargo, la escasa
difusión de estas expediciones, ya que los diarios no fueron publicados hasta
mucho más tarde, ha conllevado que estos descubrimientos hayan
permanecido en el olvido o hayan sido atribuidos a otros viajeros europeos. El
Diario de Máximo Rodríguez, del que hay varias copias y que fue traducido al
inglés, constituye el mejor de su época sobre la isla y población de Tahití.
Con el viaje de Mourelle de la Rua (1780-81) se acaban los viajes de
descubrimientos españoles. Su objetivo es llegar a la Nueva España para
entregar una documentación del gobernador de las Filipinas al virrey, en una
época del año que no convenía para la navegación en esta zona, por la
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ausencia de vientos favorables, a lo que hay que sumar que la fragata no
contaba con los pertrechos ni víveres necesarios para dicho viaje. En este
sentido se enmarca en la búsqueda de una nueva derrota para el Galeón de
Manila al sur de la isla de Mindanao, es decir por debajo del Ecuador, aunque
constituye el último viaje de descubrimiento español en el Pacífico al avistar y
tomar contacto por primera vez con algunas con algunas de las islas del grupo
de las Ellice o Tuvalu y de las Tonga. Por ello y en cierto sentido sus
descubrimientos podrían ser calificados de fortuitos si no fuera por sus dotes de
experto marino. Del archipiélago de las Carolinas, a donde le llevaron vientos
adversos, pone rumbo sudeste llegando a las llamadas Mil Islas, del grupo de
las Ninigo en el archipiélago Bismarck, que les causan gran admiración por
estar habitadas pese a su reducido tamaño, lo que deducen por los fuegos que
ven desde el barco. Descubre los islotes que llama de los Monjes y los
Ermitaños, nombre que perdura en la actualidad, y por islas del archipiélago del
Almirantazgo, que denomina de Basco en honor del gobernador de Filipinas,
siendo recibidos por canoas de los lugareños a los que dan comida y que
define como similares a los negros de Guinea “pues en pelo, color, labios y ojos
les son perfectamente semejantes”. Tras pasar por las islas de San Matias y
Nueva Irlanda llegan a las Vavao, del grupo Tonga, en las que permanece
durante dieciséis días y que bautiza como de Don Martín de Mayorga, por el
virrey de la Nueva España. En su derrotero atiba islas del grupo Horn o Wallis y
descubre la llamada Gran Cocal, hoy Niutao del grupo Ellice. Resultado de su
viaje será también la elaboración de mapas, tablas con el establecimiento de
latitudes y longitudes y el Diario de su viaje abundante en descripciones
etnográficas.
Para terminar este recorrido por las expediciones españolas por el Pacífico,
haremos una breve mención a la Expedición de Malaespina (1789-1793), que
hay que insertar dentro de las expediciones científicas que caracterizaron el
XVIII español promovidas por Carlos III, y que siguió el modelo de las de Cook
o Láperouse. Sus objetivos eran geográficos, hidrográficos, políticos, históricos
y científicos relativos tanto al continente americano, desde la Patagonia hasta
Alaska, como a las posesiones españolas, inglesas y portuguesas del Pacífico,
y el reconocimiento y elaboración de cartas, planos, dibujos y noticias de todo
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tipo, entre las que se encontraban las botánicas o etnográficas (costumbres,
lengua, religión...) de las Filipinas, de la Bahía de Dusky en Nueva Zelanda, de
puerto Jackson y Bahía Botánica en Australia y de las Vavao.
De gran interés son los dibujos realizados por Felipe Bouzá, Ravenet y
Brambila, dibujantes de la expedición, de sus habitantes y vistas.
Se puede decir que en la actualidad, muy poco queda de la huella de España
en la geografía de Pacífico que recuerde estos descubrimientos.
Sólo se conserva una mínima parte de la toponimia original española, de lo que
son ejemplo nombres de archipiélagos; Filipinas, Marianas, Carolinas,
Marquesas, Salomón, Juan Fernández o Galápagos; de islas como de Nueva
Guinea, Guadalcanal, Santa Cruz, Isabel, Pascua y Australia,
así como algún toponimo geográfico como el Estrecho de Torres o Bahía
Dudosa (Doubtful Sand).
Por otra parte, si la presencia de España en el Pacífico fue activa y pionera
desde el siglo XVI al XVIII, una colonización efectiva sólo se dio en las
Filipinas. En menor grado en las Marianas, evangelizada por los jesuitas en
1668. El resto de la Micronesia, Carolinas, Palaos y Marshall, quedaron sin
colonizar, aunque en 1886 se fundó en la isla de Ponapé una pequeña colonia
llamada Santiago de la Ascensión, localidad que hasta hoy se conoce con el
nombre de Colonia.
3. Las Expediciones Botánicas del Siglo XVIII (Siglo de las luces)
Iniciadas bajo el reinado de Carlos III, su objetivo era “clasificar la Naturaleza
del Nuevo Mundo e interesarse por sus producciones”.
Fueron promovidas por la Corona y organizadas por el Real Jardín Botánico de
Madrid. Su director, Casimiro Gómez Ortega, sustituido por Antoni Josep de
Cavanilles a partir de 1801 era el encargado de revisar los materiales enviados
por los expedicionarios.
Hubo 3 expediciones: al virreinato del Perú, a Nueva Granada (hoy Colombia) y
a Nueva España (Méjico y América Central), más otra más modesta a Filipinas,
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dirigida por Juan Cuéllar entre 1786 y 1801. En algunos casos colaboraron con
la expedición de Malaspina.
La Expedición Botánica al Perú fue hispano-francesa. Entreotros objetivos
buscaban quinas, pues el vino quinado, puesto de moda en Versalles, se
utilizaba como remedio para casi todos los males. Participaron los naturalistas
Hipólito Ruiz, José Pavón y Joseph Dombey, ayudados por botánicos locales.
Desde 1778 a 1787 exploraron Perú y Chile. Enviaron a España 53 cajones
con herbarios pero el barco que los transportaba se fue a pique y se perdió
todo. El resto del material de la expedición tras diversas vicisitudes y problemas
burocráticos se vendió a diversas instituciones de otros países europeos. De
todas maneras Ruiz y Pavón escribieron una magnífica obra botánica en dos
volúmenes: Flora Peruviana y Flora Chilensis que tras numerosas trabas y
problemas consiguieron publicar entre 1798 y 1807. La exploración continuó ya
sin grandes resultados a partir de 1793 con Tafalla, Pulgar y Manzanillo.
La Expedición Botánica a Nueva Granada fue dirigida por el médico gaditano
Celestino Mutis, tal vez el mejor botánico español, que se quedó a vivir en
Colombia. Realizó los estudios definitivos sobre la codiciada quina,
describiendo varias especies nuevas. En 1791 publicó una gran obra botánica
con enfoque muy moderno, linneano, y con maravillosos dibujos: Flora de
Bogotá.
Creó escuela en Colombia, y algunos de sus discípulos abrazaron la causa de
Simón Bolívar y participaron en la independencia de Nueva Granada siendo
algunos de ellos ejecutados. Su lema era “Ciencia y Libertad”.
La Expedición Botánica a Nueva España zarpó hacia Méjico en 1786. Estaba
dirigida por Martín de Sessé y contaba con un gran equipo de naturalistas y
dibujantes. Contó con la ayuda del Jardín Botánico de Méjico y colaboraron con
las expediciones de De La Bodega y Malaspina. Sufrieron todo tipo de
penalidades que acabaron con la vida de muchos miembros del grupo. Incluso
se vieron involucrados en la guerra con Inglaterra. Al llegar a Méjico se
dividieron en dos grupos, uno de ellos con Sessé y Estévez, marchó a las
Antillas a estudiar y recolectar en Cuba y Puerto Rico. Como resultado Estévez
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y Boldo publicaron La Flora de Cuba en 1797. Otro grupo fue al Sur de Méjico y
Guatemala con diversos naturalistas entre los que destaca Mociño, que
describió por primera vez al mítico quetzal, ave sagrada de los mayas. Su
nombre específico (Pharomachrus mocinno) homenajea a este destacado
zoólogo. Realizaron grandes trabajos con muy poco eco en el mundo científico
por problemas administrativos y políticos asociados a la descomposición del
Imperio Español.
El material fue estudiado en Francia. Sus preciosas láminas se encuentran en
Pittsburgh (Estados Unidos).
4. Expediciones científicas a Canarias.
Entre 1770 y 1830 viajaron a las Islas Canarias cerca de 30 expediciones
científicas. Para la mayoría de ellas, Canarias era un lugar de
aprovisionamiento, de paso obligado en la ruta hacia América o los Mares del
Sur. Ellos constituían entonces la frontera del mundo conocido y dominado por
las potencias europeas. Si se estudian los viajes que se emprendieron en el
periodo al que nos referimos, se pueden distinguir dos tipos de viajes.
El primero es el formado por las expediciones financiadas por los Estados,
estrechamente relacionadas con las Instituciones Científicas oficiales; se
caracterizan por tener unos objetivos científicos estrictamente determinados.
La mayor parte de ellas tuvieron lugar antes de 1800 y estaban inspiradas por
el espíritu de la Ilustración y del progreso. En 1715, el británico Edens asciende
al pico Teide: su relato, publicado en las Transactions Philosophicae, fue leído
por toda la comunidad científica del momento, contribuyendo así a convertir la
subida al Teide en un referente obligatorio para todas las expediciones que
visitaban las Islas. Aunque anterior al periodo aquí estudiado, tuvo cierta
importancia también la expedición de Louis Feuillée, en 1724, enviado
expresamente a medir la longitud del meridiano de la isla de Hierro con
respecto al observatorio de París y a cartografiar las Islas. Recorrió Tenerife,
La Palma, Hierro y la Gomera, realizando el informe general más completo
hasta ese momento. Especialmente destacables son las expediciones de
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Charles Borda en 1771 y 1776, en las que se consigue finalmente, con la
ayuda de instrumentos de medición más precisos, el cálculo exacto de las
longitudes de las Canarias y una correcta medición de la altura del pico Teide.
De esta clase de expediciones sufragadas por los Estados, en el presente
trabajo hablaremos con detenimiento de la expedición Baudin-Ledru, realizada
en 1796.
El segundo tipo de viajes comprende las expediciones que tuvieron lugar a
partir de iniciativas más o menos privadas. Alexander von Humboldt fue el
pionero de ellas. En 1799 viajó a Canarias de un modo distinto al que era usual
hasta entonces. Independientes de las Academias, el carácter individual y
privado de estas expediciones aunaban el afan de aventura, con el deseo de
conocimiento y una nueva visión unitaria de la Naturaleza inspirada por la
filosofía natural. Las expediciones de von Buch-Smith, Broussonet, Webb y
Berthelot son típicas de esta clase de viajes. Para ellos las Islas Canarias dejan
de ser un lugar de paso hacia metas más ambiciosas para convertirse en
objeto de investigación con entidad propia en geografía natural, botánica,
geología y zoología, a las que se sumarán posteriormente, la medicina y la
astronomía. En un panorama dominado hasta ese momento por Francia e
Inglaterra irrumpe con empuje y brío la Alemania del periodo romántico, cuya
presencia en las Islas se irá incrementando.
De esta clase de viajes realizados por iniciativa privada, trataremos aquí de la
expedición de von Buch-Smith, auspiciada por Humboldt, que es el viajero
romántico por excelencia.
4.1. La expedición Baudin-Ledru (1796)
Cuando en 1796 la goleta Belle Angelique, de camino a las Antillas al mando
del capitán Baudin, sufre desperfectos graves a consecuencia de un temporal,
debe permanecer más de cuatro meses en reparación en la Isla de Tenerife. La
estancia es aprovechada por los naturalistas de a bordo para hacer el primer
informe extenso, de carácter general, sobre Canarias.
Comienza la aventura y la Belle-Angelique zarpa el 28 de septiembre de 1796.
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El 18 de octubre, cuando la goleta estaba entre las islas Azores y la isla de
Madeira, se desató una terrible tempestad, que estuvo a punto de hacerla
naufragar.
La Belle Angelique , sin mástiles, sin las grandes velas, sin timón, era incapaz
de llegar a América y el capitán decidió virar al sudeste, hacia las Islas
Canarias. El 25 de octubre divisan la isla de La Palma.
Tras varios días de luchar contra corrientes y vientos desfavorables, consiguen
arribar a Tenerife, y fondean en Santa Cruz de Tenerife, el 6 de noviembre.
Los naturalistas de a bordo se instalan en una casa de Santa Cruz y siguiendo
las instrucciones del capitán Baudin se disponen a explorar con ánimo
investigador la abrupta naturaleza de la isla. Ledru, de carácter afable y
bondadoso, pronto hace amistad con los notables locales, que en general
sentían una gran admiración por la cultura francesa. En Santa Cruz conoce a
los comerciantes Casalon y Cambreleng. Viaja a La Laguna y se instala en el
palacio del marqués de Villanueva del Prado, D. Tomás de Nava y Grimón,
noble ilustrado y miembro de la Real Sociedad Económica de Amigos del País.
En su libro Ledru ofrece una panorámica general de la isla de Tenerife
describiendo su ciudades y haciendo observaciones sobre el clima, el suelo, la
población de las Islas, y sobre el carácter, las costumbres y el comercio de sus
habitantes. Viaja con el marqués de Villanueva hasta La Orotava, desde donde
hará la tradicional ascensión al pico del Teide. Al igual que le ocurrirá a
Alexander von Humboldt tres años después, queda muy impresionado, por la
visión del entonces paradisíaco valle de La Orotava.
Ledrú vive con placer las delicias de un clima dulcemente temperado por la
latitud, el mar y los vientos alisios, que genera una rica vegetación autóctona al
tiempo que permite el desarrollo de los cultivos mediterráneos.
El agua, vivificante y necesaria, reposa en el seno de las altas cumbres que
rodean el valle y se la hace descender con pericia por las atarjeas para dar vida
a lavaderos, molinos, serrerías y cultivos.
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Allí visita el Jardín Botánico, jardín de aclimatación de plantas, construido y
mantenido gracias a la generosidad de su anfitrión, el marqués de Villanueva.
Toma buena nota de todas las variedades que ahí se encuentran y aprovecha
para hacer una defensa de la Agricultura.
Finalmente, dedica un capítulo a la Mineralogía, en el que describe las
sustancias minerales que ha recogido en las montañas, barrancos y costas de
la Isla y otro a la Zoología dando cuenta de los mamíferos, reptiles, pájaros,
moluscos, crustáceos, arácnidos e insectos.
4.2. El viaje a Canarias de von Buch-Smith (1815).
Leopold von Buch nace en 1774 en Stolpe, a 90 kilómetros al norte de Berlín,
en el seno de una antigua y noble familia prusiana. Estudia en Friburgo, Halle y
Göttingen, y es ya un afamado geógrafo y geólogo cuando organiza en Londres
un viaje a las Islas Canarias en compañía del naturalista y botánico noruego
Christen Smith. Allí permanecen durante más de cinco meses y fruto de ese
viaje será su Descripción Física de las Islas Canarias, publicado primero en
forma de capítulos entre 1816 y 1820, y posteriormente como libro en Berlín en
1825. En 1836 fue publicada en París una traducción francesa a cargo de C.
Boulanger, libro importante en la literatura de viajes científicos a Canarias por
las siguientes razones:
– Viene específicamente a Canarias y es el viaje de más larga extensión en el
tiempo hasta ese momento.
– Visita cuatro islas: Tenerife, Gran Canaria, La Palma y Lanzarote, y es el
primero de los naturalista europeos que realiza un estudio general de las tres
últimas.
– Perfecciona la clasificación humboldtiana de los cinco pisos vegetales:
1. La región africana (del África intertropical) hasta 1.200 pies de altitud. Región
de las plataneras y de las palmeras.
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2. La región del cultivo europeo (mediterránea) hasta los 2.600 pies. Contiene
las viñas y los trigos importados, incluyendo por consiguiente la mayoría de las
plantas que han sido introducidas de Europa; y por esto, así como por las
plantas aborígenes, recuerda la naturaleza de la Europa meridional.
3. La región de los bosques, de los árboles de hojas tupidas y perennes:
laureles, Ardisiées, Mocanera, Ilex perado, Olea excelsa, Myrica faya. Durante
el día las nubes descansan sobre esta región, cuyo vapor mantiene la
humedad, y a su sombra crecen las plantas forestales propias de esta isla:
Digitalis, Dracocephalum, Sideritis, Ranunculus Teneriffae, Geranium
aneonifolium, Convolvulus canariensis.
4. La región de los pinos, del Pinus canariensis, hasta los 5.900 pies. Casi
todos los árboles de grandes hojas desaparecen mucho antes de llegar a esta
región. El Brezo (Erica arborea) crece casi hasta esa altitud .
5. La región del Spartium nubigenum (Retama Blanca), la Cumbre, hasta
10.380 pies. Comienza donde ya no crece el pino y cubre con sus flores
odoríferas los campos de piedra pómez y lava. Los mil pies situados por debajo
de la cima del Pico carecen por completo de vegetación.
– Estudia la relación entre la climatología y las plantas, haciendo continuas
mediciones de la temperaturas de las fuentes y de los suelos.
– Sus estudios geológicos serán fundamentales para el futuro de los saberes
volcánicos sobre las Islas Canarias.
El exhaustivo informe que el botánico Smith debía hacer sobre la flora canaria
no llegó a realizarse, porque Smith, una vez que llega a Londres, emprende , a
instancias de Sir Joseph Banks, un nuevo viaje de investigación al Congo de
fatales consecuencias, pues muere de unas fiebres poco despuésde su llegada
a este país.
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5. Presencia de España en la Costa NW de América en el siglo XVIII
Desde los primeros tiempos de su colonización de las Américas, España
reclamó exclusiva soberanía sobre toda la parte occidental de las mismas.
Para el primer cuarto del siglo XVIII tenía bajo su dominio virtualmente todo el
litoral americano del océano desde el extremo sur hasta el lindero nórdico del
México actual. Algunos navegantes españoles —y también el inglés Francis
Drake— habían explorado la costa situada más al norte, pero sólo en
esporádicos viajes y sólo hasta la latitud de 42 ó 43 grados.
Sobre la geografía de la costa americana al N. de la latitud 43º y de las
regiones más septentrionales del Pacífico, en general, no había conocimientos
verificados; en cambio, circulaban abundantes suposiciones y leyendas.
5.1. Supuestos descubrimientos Españoles. Canal Interoceánico.
Había curiosidad por saber si sería posible navegar entre los océanos Pacífico
y Atlántico en el hemisferio Norte y —descartada ya la posibilidad de que lo
fuera a través de la América Central— se especulaba si habría una especie de
mar nórdico, tal vez navegable, tal vez helado, entre los dos océanos. Además
había surgido la creencia de que existía un canal navegable que, cruzando
Norteamérica, conectaba los dos océanos.
Se le denominaba "Estrecho de Anián" y "Paso al Noroeste". Los ingleses lo
habían buscado explorando las costas del noreste de América (Canadá).
España, que poseía extensos dominios en el Pacífico, no tenía mayor
necesidad de él y no lo había buscado.
Sin embargo, existían informes según los cuales varios marinos al servicio de
España habían descubierto algún pasaje interoceánico de tal naturaleza, a) Un
libro publicado en Inglaterra contaba que en 1592 un cretense oficial de la
marina española, conocido con el apodo de Juan de Fuca, salió del puerto
mexicano de Acapulco al mando de un barco, con órdenes de buscar el
estrecho de Anián; lo encontró en la costa americana entre los 47 y 48º de
latitud y, navegando por él, comprobó que comunicaba con el Atlántico, b) En
1708, una publicación británica informó que 68 años antes, una expedición
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naval española al mando de un tal Bartolomé da Fonte saliendo del puerto
peruano del Callao descubrió, en la costa noroeste de América, latitud de 53°,
una serie de canales y de lagos que comunicaban con el Atlántico, c) En
España, un tal Lorenzo Maldonado (o Ferrer Maldonado) afirmó que en 1588
un barco, al parecer español, partiendo de Lisboa, había penetrado por mares y
canales del noreste de América, llegado al Pacífico, y regresado por la misma
ruta.
Durante el siglo XVIII la curiosidad sobre estos supuestos descubrimientos
contribuyó mucho a la exploración de las costas septentrionales del Pacífico.
5.2. La Actividad Rusa y reacción Española.
Esta exploración la empezaron los rusos con dos viajes marítimos realizados
desde las costas de Kamchatka bajo la dirección de Vitus Bering, entre 1721 y
1742. Durante los mismos se descubrieron el estrecho ahora llamado de
Bering, las Islas Cercanas y Aleutianas y varios parajes de la costa americana
entre las latitudes de 56 y 60°, y se observó que en los territorios descubiertos
abundaban animales de valiosas pieles. A partir de 1743 aventureros de la
región de Siberia y Kamchatka se dedicaron a navegar las costas recién
descubiertas para conseguir pieles; para 1772 ya abarcaban toda la cadena de
las Islas Aleutianas y había un afán de expansión rusa en América.
El temor de que el imperio ruso se estableciera definitivamente por allí fue el
acicate principal que movió al imperio español a realizar, bajo la dirección de
los virreyes de Nueva España, una doble empresa de expansión desde México
hacia el norte; por una parte, la colonización de Alta California (ahora estado de
California, Estados Unidos) iniciada en 1768; por otra parte, una labor de
exploración y de ocupación en las costas situadas más al norte (ejecutada
principalmente a partir de la base naval de San Blas, en la costa mexicana) con
dos períodos de actividad: uno entre 1774 y 1779 y otro entre 1788 y 1796.
5.2.1. Los tres viajes Españoles y uno Británico.
La actividad del primer período consistió en tres viajes marítimos desde San
Blas hasta las altas latitudes, para hacer averiguaciones sobre la presencia
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rusa por allí, efectuar desembarcos en lugares apropiados y tomar posesión de
los mismos en nombre de España.
1) En 1774 un barco exploró, aunque muy someramente, el perfil de las costas
entre California y la entrada de Dixon (51 grados latitud norte). Con ánimo de
tomar tierra los viajeros se aproximaron a dos parajes de la actual costa
canadiense: el extremo noroeste de las islas de la Reina Carlota y una bahía,
rada o fondeadero, que llamaron de San Lorenzo, cuya latitud calcularon ser de
49º 30'. En ambos lugares el mal tiempo frustró el propósito de desembarcar,
pero hicieron contacto amistoso con indígenas que, en canoas, se acercaron al
barco.
2) En 1775, una expedición de dos barcos capitaneados por Bruno de Hezeta y
Juan Francisco de la Bodega y Quadra, exploró hasta muy cerca de los 58º de
latitud y descubrió varios trechos de las costas de California, Oregón,
Washington, Isla de Vancouver, y del sur de Alaska.
Efectuó varios desembarcos y encontró indígenas en varias partes; los de la
costa Washington mataron a 6 españoles.
3) En 1779, dos embarcaciones, mandadas por Ignacio Arteaga y el
mencionado Bodega Quadra, exploraron la costa alaskiana desde su extremo
sur hasta las islas situadas al sureste de la de Kodiak, y examinaron en detalle
varias ensenadas en busca del cacareado paso interoceánico.
Durante el año anterior una expedición británica al mando del famoso
navegante James Cook había explorado —aunque sólo a trechos— el enorme
arco de costas situadas entre Oregón y el estrecho de Bering y buscado en
ellas indicios de alguna vía navegable hasta el Altantico.
Hizo escala en la vasta ensenada de Nootka (situada en el litoral occidental de
la isla de Vancouver, latitud 40º 35').
Unos años después, cuando esta ensenada se había hecho famosa, los
españoles empezaron a sostener que el lugar que durante ese viaje de 1774 se
denominó de San Lorenzo era, precisamente, el mismo que Nootka, por lo cual
proclamaron que España había descubierto tal ensenada.
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Pero, por muchas razones, este aserto es más que dudoso. El viaje de Cook
tuvo mucha más resonancia y ha dejado más nombres en la toponimia de la
costa noroeste de América que los tres viajes españoles. Sin embargo, éstos
tienen la importancia de constituir el descubrimiento de los actuales estados de
Oregón y de Washington, de la provincia canadiense de British Columbia, y de
varios trechos del litoral sur del estado de Alaska; además, los informes de
estos viajes contienen las primeras referencias conocidas a los indígenas de
dichas regiones.
5.3. Descubrimientos a cargo de Otros países en la zona
Al terminarse el viaje de 1779 España se encontraba en guerra con la Gran
Bretaña en calidad de aliada de Francia y de las trece colonias británicas de
Norteamérica que luchaban por su independencia. Se interrumpió la labor
española de exploración de la costa situada al norte de California, y por
espacio de nueve años no apareció en ella ninguna representación de España.
Mientras tanto, los rusos continuaron explorando los recursos peleteros de la
cadena de las Islas Aleutianas y la costa de la península de Alaska, y
realizaron incursiones más al Este, hasta la ensenada del Príncipe Guillermo.
La guerra terminó oficialmente en 1783, y aquéllas trececolonias se
constituyeron en los Estados Unidos de América, que pronto desarrollarían
impulso expansivo.
A partir desde 1785 empezaron a visitar las costas del Noroeste americano,
desde la región de Oregón hasta el estrecho de Bering, barcos de nacionalidad
británica, y también, posteriormente, barcos de los Estados Unidos, con el
objeto de comprar pieles a los indígenas. En 1786 dos barcos de la marina
naval francesa exploraron parte de esa costa. Uno de los descubrimientos
realizados por estas embarcaciones fue un estrecho situado entre las latitudes
de 48 y 49º, que fue bautizado con el nombre de Juan de Fuca por creerse que
era el paso interoceánico supuestamente descubierto en el siglo XVI por este
personaje.
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5.4. Viaje Español: John Meares en Nootka (1788)
Para 1787 y 1788, ya habían llegado a las autoridades del imperio, español
informes y mapas —con muchas inexactitudes—- sobre las actividades de
rusos, británicos y franceses en esas costas que España persistía en
considerar como exclusivamente suyas. Uno de lo informes decía que había un
establecimiento ruso en Nootka. Alarmado por toda esa información, el imperio
español inició el segundo período de su presencia en la costa situada al norte
de California. Empezó con un viaje realizado en 1788 por dos barcos bajo el
mando de Esteban José Martínez y de Gonzalo López de Haro para averiguar
el verdadero alcance de la presencia rusa. Visitaron la zona comprendida entre
la ensenada del Príncipe Guillermo y la isla de Unalaska (Archipiélago
Aleutiano) y encontraron rusos dedicados al comercio de pieles. Martínez y
López de Haro creyeron entender que los rusos no tenían establecimiento en
Nootka (lo que era verdad)... pero que se proponían fundarlo unos pocos
meses después (lo cual no era verdad).
Aunque estos oficiales tenían órdenes de visitar Nootka no lo hicieron. De
haberlo hecho habrían encontrado allí una expedición peletera al mando del
inglés John Meares, organizada por comerciantes británicos en el puerto de
Macao. La expedición pasó unos meses en la caleta llamada Friendly Cove —
situada en la boca de la ensenada de Nootka— donde construyó una casita de
madera en terreno que, al decir de Meares- y sus compañeros, éste compró a
los indígenas. Además Meares visitó la ensenada de Clayoquot (a poca
distancia al sur de Nootka) y el estrecho de Fuca, y, según sus informes,
compró sendas casas en estos lugares. Sin embargo los informes suyos y de
sus asociados con respecto a tales terrenos y edificios, son vagos,
contradictorios, y en su mayoría formulados cuando los autores tenían interés
especial en magnificar lo realizado por la expedición. Esta partió de Nootka en
el otoño de aquel año (1788) y parece evidente que previamente desmanteló la
casita que había construido allí.
5.5. Martínez en Nootka; Presa de Barcos (1789)
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Durante los meses siguientes se formularon dos proyectos incompatibles: a) En
los puertos de Macao y Cantón un consorcio peletero del que Meares era el
gerente hizo planes para que cuatro barcos de su propiedad se dedicaran, bajo
la dirección de James Colnett, al acopio de pieles én: la costa noroeste de
América, y montaran una factoría comercial en algún lugar de la misma,
preferentemente en Nootka; b) El Virrey de México, ante la noticia (errónea) de
que los rusos iban a instalarse en Nootka, decidió que una expedición al mandó
de Martínez efectuara un simulacro de ocupación del lugar, diera la impresión a
los "extranjeros" que encontrase por allí de que estaba creando un
establecimiento español permanente y les comunicase que España no
permitiría que operasen en aquellas regiones los subditos de otras potencias
sin permiso suyo. En mayo de 1789 la expedición de Martínez llegó a Friendly
Cove, donde ya no existía la casita edificada por Meares, y empezó a levantar
un simple establecimiento fortificado. Estuvieron por allí, en fechas diferentes,
los cuatro barcos peleteros del consorcio de Meares y otros dos que procedían
de los Estados Unidos. Por medio de un intérprete de lengua inglesa, Martínez
se comunicó con los comandantes de estos barcos, les hizo presentar sus
credenciales y les dijo de la prohibición de operar en aquellas costas sin
permiso español. Esto fue todo en cuanto a los barcos americanos, pero en
cuanto a los del consorcio Meares la cosa fue muy complicada. En mayo
Martínez apresó uno, y lo libertó á los pocos días. En junio llegó una goleta,
averiada; pretextando que su tripulación la había abandonado por inservible se
apropió de ella, si bien dando un-vago recibo a su capitán. Días después
apareció la balandra Princess Rojal; Martínez le dio buen trato, y, con sólo la
advertencia mencionada, la dejó partir. Posteriormente arribó el paquebote
Argonaut, al mando de Colnett, quien dijo que se proponía montar una factoría
comercial en Nootka o en algún lugar de la costa vecina.
Los dos hombres discutieron acaloradamente sobre los respectivos derechos
de España y la Gran Bretaña a aquella parte de América, tras lo cual Martínez
apresó el Argonaut. En julio, al aparecer otra vez por allí el Princess Royal, lo
apresó también y luego envió los dos barcos a San Blas.
Durante esos meses hubo frecuentes contactos entre nutqueños y españoles,
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con algún incidente.
Posteriormente llegó una goleta estadounidense y Martínez la apresó, aunque
trató muy bien a los tripulantes. Luego (30 de octubre) su fuerza, llevando en su
convoy esta goleta y la de Meares, se dirigió a San Blas.
5.6. Reocupación de Nootka: (1790-92)
Al año siguiente (1790) otra expedición española ocupó Nootka con plan
permanente, iniciando un establecimiento que en su máximo desarrollo —unos
dos años después— contaba con un modesto fortín, un edificio de respetables
proporciones para la comandancia, varias chozas (para alojamiento, panadería,
enfermería, talleres), dos pozos de agua potable, huertas, corrales con aves y
ganado, etc. La región no era apta para extensos cultivos, y había que traer de
México o de California muchos materiales y la mayor parte de los víveres para
el personal, que fue siempre exclusivamente masculino.
A excepción del Argonaut y del Princess Royal —que fueron allá en
circunstancias especiales— no visitó Nootka ningún barco extranjero desde
1790 hasta bien entrado el año de 1792.
5.7. Conflicto Anglo-Español; Convención de 1790
Mientras tanto hubo otros acontecimientos. La goleta americana fue libertada
en San Blas, y no surgió ninguna complicación sobre el asunto. Meares y sus
asociados presentaron al gobierno británico informes tendenciosos sobre el
apresamiento de barcos y los antecedentes del caso: estancia de Meares en
Nootka en 1788, construcción de una casita, compra de terreno allí y de unas
casas más al sur; con esto dieron a entender que estas propiedades fueron
requisadas por Martínez en 1789, y pidieron que se exigiera a España la
restitución de dichos barcos, edificios y terreno, y además, el pago de
indemnizaciones. El gobierno británico (pasando por alto el hecho de que entre
1786-1788, Meares había transgredido la ley británica sobre el comercio en el
Océano Pacífico) presentó a España todas estas reclamaciones y además
exigía que España reconociera a los británicos el derecho de operar libremente
en las costas americanas del Pacífico que no estaban en poder de los
españoles antes del incidente de Nootka.
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El gobierno español pronto accedió a restituir los barcos y pagar
indemnizaciones, pero se resistió a las demás demandas. El británico insistió y
presentó a España un ultimátum: si ésta no accedía le declararía la guerra.
Pronto se vio que Gran Bretaña podría contar con el apoyo de sus aliadas, mas
España no podría contar con efectivo apoyo de su aliada, Francia, que
entonces se encontraba en revolución. Así, España accedió prácticamente a
todas las demandas británicas, que se incorporaron en una "convención" de
fines de 1790, cuyos puntos principales eran: a) España restituiría los barcos
apresados y pagaría indemnizaciones por daños y perjuicios; b) Restituiría,
asimismo, lo que se describió como "Edificios y Distritos de terreno situados en
la Costa del Noroeste del Continente de América Septentrional... de los que los
subditos de Su Majestad Británica fueron desposeídos... por un oficial español";
c) Británicos y españoles tendrían libre acceso a los parajes de la costa
situados al norte de aquellas partes "ya ocupadas por España o en cualquiera
parte donde los Subditos de una de las dos Potencias hubieran creado
establecimientos desde el mes de Abril de 1789, o los formaren en adelante".
Varias circunstancias hicieron que de los barcos del consorcio Meares sólo se
restituyera uno, pero el valor de los otros dos se incluyó en el asunto de
indemnizaciones.
En cuanto a "restitución" de edificios y territorio de la costa americana se
acordó que se encontraran en Nootka un representante británico y uno
español. El gobierno británico consideró que la "restitución" debía afectar la
totalidad de las ensenadas de Nootka y de Clayoquot y que ambas pasarían a
ser, oficialmente, posesiones británicas. En cambio el gobierno español creía
que el asunto debía afectar únicamente a las "porciones de terreno" que se
demostrase haber sido de Meares y que esto lo debían investigar, previamente,
los dos representantes. Gran Bretaña entendía que la Convención implicaba
definitivamente que el lindero septentrional de los dominios exclusivos de
España en la costa americana del Pacífico era el puerto de San Francisco, por
ser el lugar más nórdico de la costa ocupado por España al producirse el
incidente de Nootka. España, por el contrario, suponía que correspondería a
los dos comisionados fijar ese lindero, y decidió proponer que se fijara en
La Navegación Marítima y la Ciencia
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Nootka, o, de no lograrlo, en la entrada del estrecho de Fuca. En previsión se
decidió fundar en ésta un establecimiento español.
5.8. Actividades y Negociaciones españolas (1792)
El año 1792 fue el más activo de la presencia hispana en la costa al norte de
California. En mayo, un barco español con unos cien hombres, materiales,
víveres, ganado, etc., inició un establecimiento en la bahía actualmente
llamada Neah Bay, situada en el ángulo sur de la boca del estrecho de Fuca
(extremo noroeste del actual estado de Washington). Allí se construyó una
choza grande, una panadería, y otras instalaciones con ánimo de permanencia,
pero el establecimiento iba a resultar efímero.
El delegado británico, capitán George Vancouver, y el delegado español, que
era el mencionado marino J. F. Bodega Quadra, se encontraron en Nootka. El
español trató de probar, con datos y testimonios sobre los antecedentes, que el
único terreno de la costa usado, y tal vez comprado, por Meares, era la
pequeña parte de Friendly Cove en la que construyó una casita: por lo tanto,
expuso Bodega Quadra, ése era el único territorio que había que transferir a
Gran Bretaña. Vancouver contestó que no se consideraba autorizado a discutir
los antecedentes del caso sino únicamente a recibir en nombre de su país la
totalidad de Nootka y de Clayoquot. Entonces Bodega Quadra ofreció
transferirle con carácter definitivo dicha parte de Friendly Cove y además, con
carácter provisional y a reserva de lo que decidieran los respectivos gobiernos,
el resto de la cala, inclusive las valiosas instalaciones del establecimiento
español. Vancouver se negó a aceptar este compromiso. Y así quedó el
asunto, inconcluso.
Por otra parte el español trató de convencer al británico de que correspondía a
los dos fijar el límite nórdico de la exclusiva soberanía española en la costa
americana y propuso que fuera Nootka. Vancouver rechazó la sugerencia,
afirmando que la convención de 1790 implicaba claramente que dicho límite
nórdico era el puerto de San Francisco. Entonces Bodega Quadra sugirió que,
como compromiso, se fijara el límite en el estrecho de Fuca, pero Vancouver
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JOSE JUAN ALONSO GODOY Página 41
tampoco aceptó. Ambos delegados condujeron las negociaciones con
excelente cortesía pero sólo llegaron a un acuerdo negativo: pasar el asunto a
los respectivos gobiernos.
Y por el momento, Nootka seguiría en mano de los españoles. Por entonces
éstos ya habían encontrado desventajas en la bahía de Neah como ubicación
para un establecimiento permanente. En vista de ello y del resultado negativo
de aquellas negociaciones se desmantelaron las instalaciones hechas allí y se
retiró la fuerza. La ocupación había durado unos cuatro meses.
5.9. Resumen de Exploraciones en la zona.
1789: José María Narváez exploró someramente la entrada del estrecho de
Fuca.
1790: Salvador Fidalgo exploró parte de las costas de Alaska, y Manuel
Quimper la costa al sur de Nootka y el estrecho de Fuca hasta donde se divide
en varios canales.
1791: Francisco Eliza y el referido Narváez exploraron una vez más el estrecho
de Fuca y su continuación en el canal de Georgia, hasta la latitud de 50º. Este
mismo año una expedición al mando de Alejandro
Malaspina (en el curso de un viaje alrededor del mundo) reconoció la costa de
Alaska entre las latitudes 57º y 60º, buscando el canal interoceánico
supuestamente descubierto por Ferrer Maldonado. Además, la expedición
realizó un interesante estudio de Nootka y sus alrededores.
I792'- Jacinto Caamaño reconoció los canales y costas del norte y este del
archipiélago de la Reina Carlota. Una fragata exploró una vez más,
superficialmente, la costa entre el estrecho de Fuca y Monterrey. Alejandro
Alcalá Galiano y Dionisio Valdés continuaron el reconocimiento del estrecho de
Fuca y de su prolongación septentrional en el canal de
Georgia. Allí dieron con una expedición británica al mando de George
Vancouver, que estaba también explorando, y ambas completaron la
exploración del brazo de mar que se encuentra entre la isla de Vancouver y el
continente.
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1793: dos barcos españoles hicieron reconocimientos en la ya muy explorada
costa entre Fuca y Monterrey.
Con datos de estas exploraciones y de otras fuentes, los españoles ejecutaron
buenos mapas generales de la costa noroeste de América y ya no la exploraron
más.
5.10. Convención de 1794 de Nootka.
El curso de la revolución francesa hizo que en 1793, España y Gran Bretaña
concertaran una alianza contra Francia y resolvieran los asuntos pendientes de
la convención de 1790. España pagó a la compañía de Meares, como
indemnización, 210000 pesos fuertes (o dólares) españoles,
una fortuna en aquellos tiempos. Sobre el asunto de territorios a "restituir" se
concertó en 1794 una segunda convención angloespañola en la que los
términos de la de 1790 que habían originado dificultades se modificaron con
otros casi igualmente vagos, a saber: a) España abandonaría su
establecimiento de Nootka y se declararían devueltos a la Gran Bretaña
aquellos indefinidos terrenos y edificios; b) Ambas naciones tendrían derecho a
usar la ensenada de Nootka, aunque no a construir en ella establecimientos
permanentes. El asunto del límite nórdico de los dominios españoles en la
costa americana no se mencionó siquiera en la convención.
5.11. Ultimos Años de España en Nootka
Después de 1792 el establecimiento de Nootka fue objeto de alteraciones pero
ya no creció más. Los contactos entre hispanos y nutqueños fueron frecuentes,
y al parecer, generalmente amistosos. Visitaron Nootka un buen número de
embarcaciones británicas y algunas estadounidenses, portuguesas y
francesas. Las autoridades españolas admitieron sin ninguna reserva las
británicas, pero trataron de limitar —aunque sin presión— las de otras
nacionalidades.
Conforme a lo estipulado en la convención se encontraron en Friendly Cove, en
1795, un representante español y uno británico: se desmantelaron las
instalaciones del establecimiento, se izó, simbólicamente, la bandera británica y
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se firmaron protocolos en los cuales se declararon restituidos a la Gran Bretaña
los "Edificios y Distritos de terreno" mencionados en las dos convenciones,
pero que quedaron sin precisar. Luego se retiró la fuerza de ocupación y así
feneció el establecimiento más septentrional que tuviera nunca el imperio
español.
El Virrey de Nueva España decidió que cada seis meses se efectuara un viaje
de San Blas a Nootka para mantener la presencia hispana en aquella costa,
pero sólo se realizó uno, en 1776, con un barco que hizo breve estada en
Nootka. Durante la misma acertó a llegar allí —habiendo huido del
confinamiento en Australia, al que había sido condenado—el radical escocés
Thomas Muir. A petición suya el barco español lo llevó a México, pero después
el capitán fue castigado por haber dado pasaje sin previa autorización a ese
"extranjero".
Después de este viaje ya no hubo ninguna actividad del imperio español en las
costas situadas al norte de California, principalmente porque el imperio entró en
un período de desintegración. En 1819 España cedió a los Estados Unidos
todos los derechos que creía tener sobre la costa y tierra firme de aquella parte
de América, renuncia que cierra definitivamente la historia de la presencia y de
las pretensiones del imperio en tal parte. México, al independizarse poco
después, y en tal que heredero del imperio, aceptó aquella renuncia.
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JOSE JUAN ALONSO GODOY Página 44
6. Grandes Personajes Históricos, En los Descubrimientos y la Ciencia
6.1. Cristóbal Colón.
En 1451 habría nacido en Génova, Cristoforo Colombo, el mayor de cuatro
hijos de una pareja de tejedores, Domenico y Susana Colombo. La República
de Génova estaba entonces en su apogeo. Ella debía su riqueza al comercio
con el Oriente. El puerto de Génova recibía numerosos navíos que surcaban el
Mediterráneo.
El joven Cristoforo pensaba dedicarse al negocio de lanero que aprende de su
padre. Pero no puede impedirse de mirar los navíos ir y venir en el puerto.
Los hermanos Centurioni, los más grandes banqueros de la República,
buscaban buenos e intrépidos vendedores que no temieran la mar, y
contrataron a Cristoforo Colombo. El realizó entonces su primer viaje marítimo
hacia la isla de Chio en el Mar Egeo. Después fue a Madeira para traer azúcar
y partió a Túnez para buscar especias.
En 1476, los turcos tomaron el puerto de Gaffa y bloquearon las vías
comerciales hacia el Oriente. Los banqueros genoveses giraron entonces hacia
el Atlántico, África del norte y Europa. El 1 de agosto, el Bechalla, navío
mercante donde se encontraba Cristoforo, fue hundido por una escuadra
francesa. Cristoforo saltó al mar y ganó, tomado de los restos del navío, las
costas portuguesas.
Algunos días más tarde, Cristoforo Colombo fue a Lisboa donde devino
Cristovao Columbo. Los marines portugueses dominaban ya los viajes en alta
mar. Para llegar a Mina, en Guinea, de donde ellos traían el oro, las especias y
los esclavos, se alejaban de la costa y franqueaban ampliamente las islas del
Cabo Verde a fin de encontrar vientos favorables para el regreso. Colón,
siempre trabajando para los hermanos Centurioni, se apasionó por la
cartografía, la cosmografía y las ciencias marítimas. Leyó numerosas obras y el
estudio de Ptolomeo le aportó la certeza de la redondez de la tierra. Poco a
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poco es persuadido de que existe una ruta al oeste, más allá del Atlántico,
hacia las Indias.
En el curso de un viaje en otoño de 1476 a lo largo de Irlanda, Colón observó
las mareas más importantes que jamás hubiese visto. Sólo la existencia de
tierras explicarían ese fenómeno. En las tabernas irlandesas tomó
conocimiento de relatos vikingos que, 500 años antes, habrían descubierto una
tierra que ellos llamaron Vinland. "En el año mil, Leiv Erickson, hijo de Erick el
rojo, navegando hacia Groenlandia, tocó Terra-nova donde fueron cazados por
los indígenas tres años más tarde. Los Vikingos reencontraron la ruta de su
patria pero olvidaron el camino que llevaba a Vinland (Labrador)".
En 1480, Colón se instaló con su esposa, Doña Felipa, en Porto Santo, cerca
de la isla de Madeira. Navegó hacia las costas africanas y estudió los vientos y
las corrientes venidas del oeste. Varias cuestiones lo intrigaban: de dónde
venían las piñas expulsadas por el mar? Por qué empujaba plantas y flores a
Madeira y a ninguna otra parte? De dónde provenían esas extrañas esculturas
en madera que los marineros habían recogido en alta mar? Cristóbal Colón
estaba persuadido: existía una tierra al oeste. En adelante, no vivió más que en
la idea de descubrir esta nueva ruta que lo haría llegar a las Indias. Pero
utilizando las millas italianas en lugar de millas árabes, sus cálculos le hacían
ubicar la China en el lugar del continente americano, del cual él ignora la
existencia.
Colón intentó convencer al rey de Portugal, Juan II, de su empresa para
descubrir una nueva ruta a las Indias. El rey le acordó una audiencia pero
prefirió mantener los viajes a lo largo de la costa africana. Procediendo así, los
navegantes portugueses esperaban alcanzar las Indias contorneando África
por el sur.
No habiendo podido convencer al rey de Portugal, Cristóbal Colón se dirigió a
España para hacer parte de su proyecto a los soberanos españoles. En 1484
obtuvo una entrevista con el superior del monasterio de la Rábida (Huelva),
Juan Pérez, quien sucedió que era el confesor de la reina Isabel la Católica.
Este hombre de la Iglesia se mostró muy interesado por el proyecto de Colón y
arregló una cita con la reina de España.
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Colón impresionó mucho a la reina Isabel. Ella fue tan seducida por su
prestancia como por los relatos que le hizo, describiendo navíos cargados de
oro y especias. Desgraciadamente, la guerra de reconquista que ella llevaba
contra los árabes era más urgente. Los proyectos de Colón fueron aplazados
para más tarde.
El 1 de enero de 1492, los reyes católicos tomaron la ciudad de Granada,
terminando con la dominación árabe en España. Era la euforia en todo el reino
e Isabel logró convencer a su esposo, el rey Fernando, de financiar el viaje de
Cristóbal Colón. El 17 de abril de 1492, el rey firma las "Capitulaciones" de
Santa Fe, haciendo de Colón Gran Almirante del Mar Océano, Vice-Rey de las
Indias, propietario y gobernador de todas las tierras que descubriera.
En Palos de Moguer (Huelva), Colón debía reclutar su equipo. Pero los
candidatos fueron poco numerosos. Asustados por semejante expedición
muchos marinos rehusaron seguirle. Hubo entonces que reclutar hombres poco
recomendables. Una centena de marinos vascos y andaluces fueron finalmente
contratados. Para comandar las tres frágiles carabelas que se habían dignado
conceder a Colón, obtuvo la ayuda de los hermanos Pinzón. Martín Alonso
Pinzón comandaría la Pinta, Vicente Yáñez Pinzón dirigiría la Niña mientras
que Colón estaría al comando de la Santa María. La víspera de la partida, los
marinos se reunieron en la pequeña iglesia de Palos y se pusieron a rezar,
asustados por el viaje que les esperaba, rememorando los cuentos de
monstruos terribles que poblaban el gran océano.
El 3 de agosto al alba, las tres carabelas pusieron rumbo hacia las Canarias.
Antes de la partida, Cristóbal Colón había asegurado a sus compañeros que
tocarían tierra al cabo de 750 leguas (4000 km) y un mes de navegación. Hasta
el 22 de agosto el viaje pasaba como todo el mundo lo esperaba. Pero ciertos
marinos comenzaban ahora a tener miedo de no volver a ver jamás las costas
españolas. Colón logró darles confianza y el viaje prosiguió sin obstáculos
hasta el 6 de octubre. No había viento, las naves no avanzaban más. Los
marinos vascos, sintiéndose perdidos, se amotinaron e intentaron tirar a Colón
por la borda. Pinzón alcanzó a hacerles entender razones.
El 10 de octubre, fue casi la totalidad de los marinos que se amotinaron. Se
sentían engañados. Fue entonces que el almirante les propuso de dejarles el
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control de la flota si el viento no se levantaba en las próximas horas y si no
percibían ningún índice de tierra cercana. Por fortuna un trozo de madera
talada vino a rozar el casco de la Pinta. Después se recogió un ramo portador
de pequeñas flores. Esto no dejó ninguna duda más, la tierra estaba cerca.
En la noche del 11 al 12 de Octubre todos los ojos escrutaban el horizonte.
Eran las 2 de la mañana cuando un golpe de cañón es tirado por la Pinta. Juan
Rodríguez, un marinero de Sevilla, a reparado la tierra. Pero no tocará la prima
prometida por la reina a aquel que viera primero la tierra. Cristóbal Colón se la
apropiará pretendiendo haberla visto primero. Al salir el sol, la visión era
maravillosa. Los marinos pudieron admirar una isla tropical cubierta de una
vegetación lujuriante, bordeada de playas de arena blanca, en medio de un
agua turquesa. Desde el navío los hombres percibieron hombres y mujeres
desnudos con piel morena.
Era el 12 de Octubre de 1492 cuando Cristóbal Colón y algunos marinos
echaron una chalupa al mar para desembarcar sobre esta tierra desconocida.
En seguida al llegar a la playa, el Almirante se puso de rodillas y agradeció a
Dios. Después enarboló el estandarte de sus soberanos y sacó su espada para
cortar algunas ramas. Con este gesto él significó su toma de posesión de esta
tierra en nombre de Isabel la Católica y Fernando de Aragón.
Los indígenas recibieron a los españoles con mucha gentileza. Intrigados por
las vestimentas de estos extranjeros, los observaban con mucho asombro. Las
barbas hirsutas de los españoles los inquietaban igualmente. Eran los indios
Tainos quienes poblaban el archipiélago de las Bahamas. Su isla se llamaba
Guanahaní. Pero Colón la rebautizó San Salvador, en honor a Dios y fiel a la
promesa que había hecho a lareina Isabel, de llevar la palabra divina más allá
del Océano.
Cristóbal Colón estaba encantado por la belleza de esta tierra y la gentileza de
sus habitantes. Pero lo que lo intrigaba más, era el anillo de oro que los
hombres llevaban en la nariz. Su misión no era solamente evangélica. Tenía
que llevar a España riquezas que el rey esperaba con impaciencia. Se puso
entonces a buscar oro en la isla. Pero no encuentra más que muy poco.
Conversando tan bien que mal con los indígenas, Colón creyó comprender que
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encontraría este metal en abundancia en las otras islas vecinas. Retomó
entonces el mar y descubrió una isla grande que él bautizó Hispaniola (Santo
Domingo).
La víspera de Navidad, fue la catástrofe. La Santa María, regresando de una
exploración, se estrelló contra los arrecifes de la costa norte de la isla. Con sus
restos, los españoles construyeron un fortín, bautizado la Navidad, donde
Cristóbal Colón dejó 39 hombres que no pudieron embarcar en las dos
carabelas restantes. El 4 de enero de 1493, la Pinta, comandada por Colón, y
la Niña, dirigida por Martín Alonso Pinzón, retomaron la mar hacia España.
Cada unode los dos navíos siguió una ruta diferente, y Pinzón contaba con
llegar primero para atribuirse los honores del descubrimiento.
El 15 de marzo de 1493, Colón tocó el puerto de Palos, al lado de Pinzón,
quien se afanó en enviar un mensaje a la corte para recibir todos los honores.
Pero éste, carcomido por la enfermedad, murió poco tiempo después. Cristóbal
Colón fue festejado como un rey y decidió irse a Barcelona donde lo esperaban
Isabel y Fernando. Él bien hubiese podido hacer el viaje por la mar, pero
queriendo disfrutar de los honores que le hacía el pueblo español, emprendió el
trayecto por tierra, a la cabeza de un cortejo constituído por sus marinos, los
indígenas desnudos portando plumas y papagayos.
Los Reyes Católicos, aunque impresionados por el cortejo, estaban
decepcionados por las "riquezas" traídas por el Almirante. Pasmados por el
frío, los pocos indígenas que habían sobrevivido al viaje y a las enfermedades,
eran pálidas figuras. Los papagayos desplumados fueron no mucho más
afortunados. Y los pocos objetos en oro que Colón presentó a los monarcas
españoles no eran suficientes ni para reembolsar los gastos de la expedición.
Sin embargo, el rey Fernando lo confirmó en su rango de Almirante de la Mar
Océano y de Virrey de las Indias (ya que es esta tierra la que él pretendía
haber abordado). Guardándole toda su confianza, el rey le acordó financiar una
nueva expedición.
El 25 de septiembre de 1493, Cristóbal Colón dejó el puerto de Cádiz con 17
carabelas y 1500 hombres. Marineros, aventureros, hidalgos. Todos soñaban
con oro y conquistas. Siguiendo más o menos la misma ruta que durante su
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primer viaje, Colón descubrió las Antillas Menores (Martinica, Dominica y
Guadalupe), y volvió a Hispaniola.
Pero una gran contrariedad lo esperaba allá. El fuerte incendiado de la Navidad
estaba en ruinas. Los cadáveres cubrían el suelo. Los indígenas en otro tiempo
agradables, no escondieron su hostilidad contra Colón y sus hombres. Qué
había pasado? Desesperado, Colón decidió retomar el mar. Fundó Isabela, la
primera ciudad del Nuevo Mundo. Pero los españoles debieron enfrentar a las
tribus indígenas, mucho más temibles que los apacibles Tainos de San
Salvador o los temerosos Arawaks de las Antillas. Los Caribes que
frecuentaban estas islas revelaban ser comedores de hombres.
Los españoles soportaban mal el clima y muchos sucumbieron a las
enfermedades. Y para colmo de la mala suerte el oro seguía sin encontrarse.
Colón decidió entonces regresar a España, confiando a su hermano Bartolomé
la tarea de Gobernador.
De retorno a Sevilla en 1496, Colón tuvo cada vez más dificultades para
conservar la confianza del rey. Pero aceptó financiar una tercera expedición. El
30 de mayo de 1498, Colón puso rumbo a las islas del Cabo Verde y después
de dos meses de travesía, llegó a una tierra, el 31 de julio, que él llamó
Trinidad. Algunos días más tarde, él estaba en la desembocadura de un gran
río: el Orinoco. Colón había por fin puesto los pies sobre continente americano.
Pero cometió un error monumental. Creyendo encontrarse una vez más en una
de las numerosas islas del Mar de los Caribes, no empujó muy lejos la
expedición terrestre. Pero cómo un geógrafo consumado como Colón ha
podido equivocarse a ese punto? El río que Colón descubrió tiene un caudal
tan importante que no puede en ningún caso encontrarse en una isla sino en un
vasto continente. Así Cristóbal Colón no sabría jamás que había descubierto
América, tanto estaba persuadido de encontrarse en los archipiélagos próximos
a la India. Y para él los indígenas que poblaban estas tierras eran Indios.
El 31 de agosto de 1498, estaba de nuevo en la Hispaniola donde la situación
era catastrófica. Los hombres tenían en su mayoría sífilis y se peleaban entre
ellos. Bartolomé, el hermano de Colón, había revelado ser un ruin gobernador.
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El Almirante volvió su cólera contra los indios a los que persiguió y envió como
esclavos a Cabo Verde y a las Canarias.
En Cádiz, la reina Isabel no podía soportar que se maltrate a estos nuevos
sujetos. El 25 de mayo de 1500, Francisco de Bobadilla desembarcó en la
Hispaniola y, bajo orden del rey de España, hizo arrestar a Colón y lo reenvió a
España, encadenado en el fondo de la bodega de una carabela. En Cádiz,
Colón debió enfrentar la justicia real. Pero la reina le guardaba aún estima y lo
salvó. Se le devolvió su título de Almirante, pero perdió el de Vice-rey de las
Indias. Siempre persuadido de poder encontrar una ruta hacia las Indias en
medio de todas esas islas, él logró convencer al rey Fernando de financiar un
cuarto viaje.
El 11 de mayo de 1502, dejó Cádiz con 4 carabelas.Pero se perdió entre
Hispaniola, Cuba, Honduras y Panamá, sin pensar un solo instante que se
encontraba frente a un continente. En junio de 1503, agotado, carcomido por la
malaria, cegado por la sal marina, encalló en Jamaica donde esperaría un año
antes de que se le socorriera.
El 7 Noviembre de 1504, desembarcó sin gloria en España, algunos días antes
de la muerte de la reina Isabel. Abandonado, Cristóbal Colón murió el 20 de
mayo de 1506 en Valladolid en la indiferencia. Durante todos estos años había
vivido pensando haber descubierto una parte de las Indias mientras que tenía
en frente de él el Nuevo Mundo. Pero este descubrimiento, un amigo de
Cristóbal Colón, el florentino Américo Vespucio, iría a apropiárselo. En 1499
partió sobre las huellas del Almirante hacia Venezuela. En 1506, poco tiempo
después de la muerte de Colón, publicó un relato, "Mundus Novus", en el cual
pretendía haber tocado primero el continente en 1497. El cosmógrafo alemán
Waldeseemüller, engañado por Vespucio, bautizará el Nuevo Mundo Americi
Terra.
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6.2. Malaspina, Alejandro (1754-1809). La Expedición Malaspina.
Navegante italiano al servicio de la Corona española nacido en Mulazzo
(Liguria) en 1754 y muerto en Pontremoli en 1809.
Alejandro Malaspina ocupa un lugar singular en la historia de las exploraciones.
Dirigió la que fue la última gran expedición científica al Nuevo Mundo antes de
la disolución del Imperio.
Italiano al servicio de la Corona española, como Colón y tantos otros,
Malaspina es al mundo hispánico lo que Cook al angloamericano, o
Bougainville o La Pérouse al francés. Pero hay muchos elementos de su vida y
su obra que lo acercan igualmente a un Tocqueville y, desde luego, a Alejandro
de Humboldt. Navegante, científico y filósofo, en Malaspina se funden varios
perfiles de viajero y también varias tradiciones de pensar y representar, de
observar y comprender el Nuevo Mundo.
Nació en Mulazzo, en la Liguria italiana, y era descendiente de una casa
nobiliaria venida a menos. Cuando era aún niño, marchó con sus padres a
Palermo gracias al parentesco materno con Fogliani Sforza, ministro del
entonces rey de Nápoles y futuro Carlos III de España. Recibió una educación
esmerada en el Colegio Clementino de Roma, una institución similar a los
colegios de los jesuitas, los maestros de la nobleza en el Antiguo Régimen.
Entre 1765 y 1773, el joven Malaspina adquirió en el Clementino una formación
privilegiada: estudió lenguas clásicas, retórica y lo que hoy llamaríamos
humanidades, más una sólida instrucción en filosofía natural y experimental. A
los 17 años había compuesto ya una tesis de física, y fue precisamente este
temprano aprendizaje de las disciplinas newtonianas, lo que le permitiría
ingresar en la Academia de Guardiamarinas de Cádiz en una posición de
ventaja en 1774.
Entre 1774 y 1788 desarrolló su fulgurante carrera dentro de la Armada
española. El mismo año 1774 consiguió la plaza de guardia-marina y, dos años
más tarde, ascendió a alférez de fragata. Tomó parte en numerosos sucesos
bélicos en el conflicto que enfrentó a Francia y España, las dos monarquías
borbónicas, con Gran Bretaña (1776-1783), un conflicto de índole colonial cuyo
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resultado más trascendente fue la Independencia de las Trece colonias (los
Estados Unidos), en el transcurso de una de estas batallas fue hecho
prisionero y llevado a Gibraltar. Más tarde participó en la elaboración del Atlas
peninsular y los Derroteros de las costas de España, dos de los mayores
proyectos de la cartografía hispana, dirigidos ambos por Vicente Tofiño.
Estudió en el Observatorio de Cádiz, dentro de uno de los planes de estudios
más modernos y actualizados de la Ilustración española, pues no en vano la
Marina era quizás la institución peninsular más conectada con la ciencia
europea. Durante esos años protagonizó, asimismo, varias navegaciones
llamadas menores retrospectivamente debido a la importancia de la gran
expedición científica y política, la denominada Expedición Malaspina (1789-
1794); una de ellas fue, después de haber sido promovido a capitán de fragata
en 1782, la de efectuar una vuelta al mundo en la fragata Astuca, algo todavía
al alcance de pocos marinos en la época. De hecho, Malaspina fue el primer
italiano en la historia en dirigir un viaje de circunnavegación, aunque no el
primero en efectuarlo, lugar que corresponde naturalmente a Pigafetta, cuya
pluma inmortalizó siglos atrás la proeza de Magallanes y Elcano. El periplo de
la Astuca fue realizado bajo el auspicio de la Compañía de Filipinas, una de las
empresas comerciales del período, análoga a las famosas Compañías de
Indias inglesas y holandesas. La derrota fue la de poniente: doblaron el Cabo
de Hornos sin haber efectuado escala en el Río de la Plata, arribaron a El
Callao, y desde allí cruzaron en derechura el Océano Pacífico hasta Filipinas.
Tras realizar allí los negocios pertinentes, pusieron la vela hacia el sudoeste,
doblaron el Cabo de Buena Esperanza y arribaron finalmente a Cádiz.
En los escritos de Malaspina de este viaje se aprecia ya su marcada inclinación
hacia la economía política y los asuntos relacionados con la organización de la
Monarquía, una vocación que se manifestará con toda claridad a lo largo de la
gran expedición científica y política.
Pero la Expedición Malaspina (1789-1794) no fue sólo el viaje de un hombre,
sino una operación de magnitudes enciclopédicas e imperiales. El proyecto
nació como una combinación de intereses. No es despreciable el factor de
emulación a los franceses y, sobre todo, a los ingleses, los grandes rivales en
La Navegación Marítima y la Ciencia
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todo el orbe y especialmente en el Mar del Sur, el antiguo "lago español". Es
preciso recordar que los viajes de Cook pesaron mucho, pues habían lanzado a
Gran Bretaña a unas cotas de prestigio inusitadas en una época en que la
ciencia y los descubrimientos geográficos servían al doble propósito de
engrandecer, real y simbólicamente, la fortaleza de una nación. Sin embargo,
también hay que subrayar que España aún poseía el mayor dominio colonial
del planeta; es decir, la Monarquía tenía sobrados motivos para fletar una
expedición destinada a investigar e inventariar los recursos naturales y sociales
de sus posesiones.
Durante esos cinco años las corbetas Descubierta y Atrevida transportaron a la
flor y nata de los mejores astrónomos e hidrógrafos de la Marina española,
acompañados también por grandes naturalistas y dibujantes. Entre los primeros
podría citarse a Felipe Bauzá o Dionisio Alcalá Galiano; entre los segundos al
francés Luis Nee, al checo Tadeo Haenke, al español Antonio Pineda; el
italiano Fernando Brambila o el novohispano Tomás de Suría pueden
representar al resto de los pintores. Además, de entre sus consejeros
españoles debe destacarse a Gaspar de Molina, que le dio información acerca
de las aplicaciones náuticas de la electricidad y sobre las nuevas máquinas
para "purificar el aire", y a José de Mazarredo, quien fue, sin duda, su principal
asesor. Malaspina decidió que la técnica hidrográfica que se emplearía sería la
de Mazarredo, que ya había sido utilizada por Vicente Tofiño para preparar los
mapas del litoral español y africano en su Atlas marítimo de España. Para
asegurar la correcta aplicación del método, incorporó a la expedición como
cartógrafo a dos discípulos de Tofiño, José Espinosa y Tello y el mencionado
Bauzá. Como astrónomos formaron parte del personal científico de la misma
otras figuras de la marina de guerra, como el mencionado Alcalá Galiano, Juan
Gutiérrez de la Concha y Juan Bernáldez. El director de los naturalistas de la
expedición fue el guatemalteco Antonio Pineda, que contó con la colaboración
de Luis Née y el también mencionado Tadeo Haenke; del botánico y cirujano
Francisco Flores; del "disecador y dibujante" José Guío; y del "pintor botánico y
de perspectiva" José del Pozo. Éstos dos últimos fueron sustituidos en el curso
del viaje por los dibujantes Fernando Brambila y Juan Ravent. En total, había
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doscientos ocho hombres a bordo de la Descubierta y la Atrevida cuando
partieron de Cádiz a finales de julio de 1789.
Con destino a la expedición se construyeron ex profeso dos corbetas, la
Descubierta y la Atrevida, la primera de las cuales se puso al mando del propio
Malaspina y la segunda al de José Bustamante Guerra, otro capitán de navío.
Contaban con biblioteca y laboratorios e iban muy bien equipadas con
instrumentos astronómicos y náuticos, geodésicos, meteorológicos, físicos,
químicos y biológicos. Malaspina preparó cuidadosamente la expedición; su
derrotero comprendió el Nuevo Mundo desde el Cabo de Hornos hasta sus
límites inconclusos más allá de Vancouver: toda la fachada occidental, a lo que
habría que sumar las escalas previas en el Río de la Plata y las islas Malvinas.
Tocaron los puertos más importantes bañados por el Pacífico: Arica, El Callao,
Guayaquil, Realejo, Acapulco, San Blas, etc.; y pusieron especial énfasis en los
espacios fronterizos, esas tierras de nadie que entonces eran la Patagonia y el
Noroeste, con su legendario paso, cuya inexistencia contribuyeron a demostrar.
Así, recorrieron toda la costa atlántica del Nuevo Continente para subir por la
costa bañada por el océano Pacífico hasta llegar a Alaska, en cuya bahía de
Yakutat está situado el gran ventisquero que actualmente lleva el nombre de
Malaspina; desde Alaska, las corbetas volvieron a Acapulco, que sirvió de
punto de partida de un viaje de año y medio por el Pacífico, cuyas principales
etapas tuvieron como escenario las Filipinas (donde permanecieron casi un
año, en el transcurso del cual falleció Pineda), Nueva Zelanda, la costa oriental
australiana (Nueva Holanda en la época, donde los británicos habían fundado
recientemente el enclave penitenciario de Nueva Gales del Sur), Vavao y las
islas Tonga. En julio de 1793, la expedición volvió a El Callao, donde se decidió
su reparto en dos grupos: cartógrafos y naturalistas debían cruzar los Andes y
llegar por tierra a la costa atlántica, mientras las corbetas con el resto del
personal volvían a doblar el cabo de Hornos. Espinoza, Bauzá y Née se
reunieron, en efecto, con Malaspina en Montevideo como estaba planeado,
pero Haenke permaneció en América del Sur los veinticuatro años que le
quedaban de vida, ligando siempre su trabajo a los objetivos de la expedición.
Bonifacio del Carril ha resumido de forma muy expresiva la actividad de los
expedicionarios: "En todos los lugares donde se detuvieron [...] se ubicó
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astronómicamente el sitio. Se midieron y calcularon niveles. Se levantaron
cartas geográficas. Se exploraron y reconocieron los alrededores. Se hicieron
observaciones geológicas, botánicas y zoológicas; estudios etnográficos y
lingüísticos. Se recogieron numerosas carpetas, que se fueron remitiendo a
España o se conservaron en las corbetas para preparar el informe final,
después del regreso". Aparte de su labor como director, la principal
contribución personal de Malaspina fue de tipo cartográfico: llegó a completar
seis mapas, dos de la costa oriental de Patagonia, uno de la Tierra de Fuego y
tres de la costa sudamericana del Pacífico hasta Lima; reconoció, asimismo, el
papel destacado que Bauzá había tenido en la realización de todos ellos. El
tornaviaje se realizó por donde habían penetrado en el Mar del Sur, tomando El
Callao de nuevo para volver a montar el Cabo de Hornos, tocar Montevideo por
segunda vez y regresar por fin a Cádiz. En septiembre de 1794, la Descubierta
y la Atrevida volvieron al puerto gaditano con un material que se encuentra
entre los más ricos de las expediciones científicas de la Ilustración.
Los trabajos elaborados por Malaspina y sus hombres incluyeron cartas
hidrográficas, experimentos físicos y químicos, estudios de la fauna y flora,
geología y geografía, descripciones etnográficas, antropología e inventarios
económicos y estadísticos de todos los territorios visitados; de ahí que los
materiales reunidos, la imponente colección de mapas, dibujos y manuscritos
traída a la península, constituyan el fresco más rico y completo de la Monarquía
hispánica. Seguramente, en este sentido, la obra de esta expedición no tiene
equivalente posible con otros viajes científicos de la época, algunos más
relevantes en el terreno de los descubrimientos geográficos o en algún otro
aspecto parcial, pero ninguno tan enciclopédico y ambicioso como éste. Hoy
día dichos materiales se encuentran repartidos en archivos de medio mundo,
desde Filipinas y Sydney hasta Londres, México, Lima e incluso Moscú, y entre
ellos el fondo más completo es el que dio lugar a la creación del Depósito
Hidrográfico, el actual Museo Naval de Madrid.
Con todo, quizás la aportación más original de esta expedición a la historia de
la expansión europea y los descubrimientos, sea la propia naturaleza de la
investigación desarrollada por Alejandro Malaspina a lo largo del viaje. Capaz
de reunir los trabajos de sus subordinados y exhumando materiales de los
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principales archivos y fondos de la América española, Malaspina trazó una
visión completa de la Monarquía en sus diarios y escritos; es decir, aspiró a
levantar un cuadro razonado y coherente de todo el Imperio, donde tuvieron
cabida los distintos aspectos parciales de la realidad americana, desde la
minería y las virtudes medicinales de las plantas hasta la cultura, y desde la
repoblación de la Patagonia hasta el comercio filipino. La experiencia
descubridora y científica de tres siglos de conocimiento del Nuevo Mundo, la
tradición hispana de relaciones geográficas y cuestionarios de Indias,
encuentran así un justo colofón en el Siglo de las Luces. Y lo hacen bajo una
fórmula característica del período, pues, imbuido del credo cientifista y
naturalista de la Ilustración, lo que hizo Malaspina en realidad fue componer
una verdadera física de la Monarquía. Al igual que Newton había desentrañado
los misterios del universo sometiéndolo a un conjunto de leyes, a esos
principios sencillos y uniformes que explican toda la multiplicidad de fuerzas y
movimientos, Malaspina encaró su investigación de la Monarquía con
semejante propósito. Al fin y al cabo, los viajeros y cronistas del Renacimiento
también habían trasladado al Nuevo Mundo los mitos y leyendas de la tradición
hebraica y greco-latina: las amazonas, el Edén, las Californias, El Dorado, etc.
Nada más lógico, pues, que un viajero de Las Luces, un hombre versado en
astronomía náutica, matemáticas y filosofía natural, contemplara el Nuevo
Mundo bajo ese gran vivero de imágenes y metáforas que para el siglo XVIII
fue el mundo de las ciencias y la propia idea de Naturaleza.
Malaspina presentó en la Corte los resultados científicos del viaje y también un
informe político confidencial, favorable a la concesión de una amplia autonomía
a las colonias americanas. Con varios de sus colaboradores, entre ellos Bauzá,
se dedicó a preparar la edición de una gran obra que expusiera los frutos de la
expedición. En mayo de 1795 fue ascendido a brigadier de la armada. Su
influencia política era cada vez mayor, lo que alarmó a Manuel Godoy, quien lo
implicó en una intriga y consiguió que fuera juzgado por conspiración. En abril
de 1796 fue destituido de todos sus empleos y grados y condenado a diez años
de prisión en el castillo de San Antón, en La Coruña. Un año más tarde, la pena
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de prisión le fue conmutada por la de destierro a las posesiones de su familia
en Italia, donde murió.
Los materiales de la expedición se dispersaron. Los cartográficos pasaron al
nuevo Depósito Hidrográfico fundado en Madrid bajo la dirección de Bauzá y
Espinosa, que dieron a conocer parte de ellos en una serie de publicaciones.
Aunque la obra proyectada por Malaspina no llegó a ser realizada, los
materiales de la expedición sirvieron de base a numerosas e importantes
publicaciones científicas, entre ellas, las botánicas de Antonio José Cavanilles
y el propio Haenke.
Por todo esto, la figura de Malaspina tiene tanto de un Cook como de un
Humboldt, un Vico o un Adam Smith. No fue un descubridor de tierras como el
primero, no alcanzó la talla científica del prusiano, ni fundó disciplinas sociales
como el napolitano o el escocés. Sin embargo, combinó todos esos perfiles y
logró fundir bajo el signo de las nuevas ciencias (la física, la geografía, la
economía política y la historia) una visión sintética y fecunda del Nuevo Mundo
y las relaciones coloniales. Como el héroe de la Eneida, una de sus lecturas
favoritas, Malaspina sufrió el destierro y otras penalidades tras su larga
navegación. En 1794 España vivía conmocionada por la Revolución francesa y
las ideas de Malaspina para modernizar el Imperio eran peligrosas. No
obstante, ni la prisión ni el exilio impidieron que siguiera leyendo, participando
en las novedades intelectuales, escribiendo pequeños tratados; cumpliendo, en
suma y hasta el final, el mandato kantiano que resume el espíritu de la
Ilustración.
6.3. Fernando Magallanes.
De noble linaje, marino al servicio de España dio la primera vuelta al mundo.
Nació en el año de 1480 en Oporto (Portugal) y falleció en Mactán (Filipinas) el
27 de abril de 1521. Fue el descubridor del estrecho que lleva su nombre.
Realizó diversos servicios de tipo naval para Portugal. Magallanes llegó a
Sevilla en 1517. Su tesis era que las Islas Molucas estaban en la línea de
demarcación de Castilla. Por fin el 20 de septiembre de 1519 zarpa de
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Sanlúcar de Barrameda con su armada, compuesta por las naos Trinidad, San
Antonio, Concepción, Victoria y Santiago, comandadas respectivamente por
Magallanes, Juan de Cartagena, Gaspar de Quesada, Luis de Mendoza y Juan
Serrao. Magallanes era el capitán general de la expedición y componían ésta
239 hombres. Descubrió el estrecho de Magallanes que originalmente fue
llamado estrecho de Todos los Santos. Descubrió las islas de San Pablo,
Tiburones o Desventura, Ladrones (Marianas), las del archipiélago de San
Lázaro, hoy Filipinas. En Mactan tras una batalla contra los nativos de ese
lugar fallece a consecuencia de una herida de lanza. Los vencedores no
quisieron entregar su cadáver. En el panteón de Marinos Ilustres en San
Fernando Cádiz, existe una lápida dedicada a su memoria por el Colegio Naval
Militar, que fue colocada en 1853.
6.4. Juan Sebastián Elcano Juan Sebastián Elcano (1476-1526), navegante y descubridor español que
consiguió dar la primera vuelta al mundo y demostrar así la esfericidad de la
Tierra.
Elcano nació en Guetaria (Guipúzcoa). Enrolado desde su juventud en barcos
pesqueros y comerciales, tenía una gran experiencia marinera. Desde muy
joven Sebastián Elcano se inició en el arte de la navegación, interviniendo con
una nave propia en la que campaña contra Argel que en el año 1509 dirigió el
Cardenal Cisneros. Con el Gran Capitán, también tomó parte en las guerras
italianas. Las deudas contraídas durante esta época motivaron la venta del
barco a unos extranjeros, lo que estaba prohibido por las leyes españolas.
Elcano pasó algunos años en el anonimato para evitar el correspondiente
castigo.
A su regreso se estableció en Sevilla, donde tuvo conocimiento del proyecto
del portugués Fernando de Magallanes para descubrir una ruta por occidente, a
través de un paso o estrecho por el sur de América, que llevara a las islas de
las especias sin atravesar por dominios portugueses.
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Es con Magallanes, cuando Elcano obtiene mayor fama, alistándose en su
empresa como maestre de la nao Concepción, una de las cinco naves que
formaban la escuadra.
La revuelta que tuvo lugar contra Magallanes en el puerto de San Julián le valió
a Elcano el mando de la San Antonio por encargo de los insurrectos. Como
capitán de la nave rebelde, Elcano pudo mediar para restablecer la disciplina y
sofocar la revuelta, obteniendo un estimable resultado lo que le valió la estima
de Magallanes y el aumento de su prestigio. Una vez resuelto el problema,
regresó a su cargo en la Concepción. La muerte de Magallanes en la isla de
Mactán durante el año 1520 provocó que Elcano asumiera el mando de la
empresa. Las naves se dirigieron hacia las Molucas lo que motivó el envió por
parte de Portugal de una escuadra para interceptarlas. Será en mayo de 1522
cuando Elcano dobla el cabo de Buena Esperanza, llegando cuatro meses
después a Sanlúcar de Barrameda en la nao Victoria. Habían dado la vuelta al
mundo.
6.4.1. EL Descubrimiento del Estrecho de Magallanes. Y la primera vuelta al mundo por Elcano.
La búsqueda de un paso occidental fue estimulada no sólo por la teoría
engañosa de las corrientes oceánicas, sino también por la expedición hecha en
Centroamérica en el año de 1513 por el español Balboa y quién cruzó el Istmo
del Darién y por primera vez divisó el Océano Pacífico.
Hasta entonces nadie sabía cuán estrecha era la franja terrestre que separaba
los dos océanos. Balboa no buscaba un paso al occidente, pero su
descubrimiento fue un gran incentivo para quienes lo hacían. De las muchas
expediciones que buscaron un paso a través de Centro y Sudamérica, todas
menos una, constituyeron fracasos.
Fracasos al menos, en su objeto inmediato, porque los hombres que tomaron
parte en ellas aunque fracasaron en el intento de encontrar un estrecho,
fundaron un imperio. La historia de la conquista española pertenece a un
capítulo ulterior; por el momento, este relato del descubrimiento marítimo atañe
sólo a un triunfo aislado, el viaje de Magallanes al Pacífico. El año de 1519, en
el que Cortés salía de Cuba para conquistar a México, fue también el año en
que Magallanes salía de España con objeto de llegar al Oriente navegando
hacia Occidente.
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6.4.2. El Conflcto Diplomático entre Portugal y España: El Descubrimiento del Estrecho.
Fernando de Magallanes, fue el descubridor del estrecho austral que lleva su
nombre, y que comunica los océanos Atlántico y Pacífico. La expedición que lo
llevó hasta él dio la vuelta al mundo por primera vez, aunque Magallanes murió
antes de completar la hazaña.
Fernando de Magallanes en 1505 se integró en la expedición de Francisco de
Almeida, el primer virrey portugués del lejano oriente, que debía contener el
poderío musulmán en África y la India. Se asienta que como en Portugal no le
fue como él quería, pues sus peticiones al rey eran rechazadas, Magallanes
marchó a España y ofreció sus servicios al rey Carlos I (después Carlos V). El
empleo de Magallanes por la corona española fue la culminación de una larga
contienda diplomática entre ambos países. Desde 1494 los españoles habían
realizado un mal negocio, pues al acceder a que bulas de demarcación fueron
reemplazadas por el tratado de Tordesillas, traspasaron sin saberlo su derecho
a explotar el Brasil. Los portugueses habían afianzado su ventaja obteniendo
una confirmación papal del tratado con la bula Ea quce, dada por Julio II en
1506.
Esta bula impedía cualquier intento de revivir la línea demarcatoria de
Alejandro VI. En esta época, la llegada regular a Lisboa de cargamentos de
especias reveló a los españoles que estaban siendo vencidos en la pugna por
las islas de las especias. Trataron, por ello, de emplear el tratado de Tordesillas
para detener el avance portugués en el Lejano Oriente, confinado en que
pronto se encontraría un paso occidental. Según la interpretación española, la
línea de demarcación establecida por el tratado corría derecha alrededor del
mundo, dividiéndolo en dos mitades; en una de ellas, todas las tierras
deshabitadas o en poder pagano correspondían a Portugal; en la otra, a
España. Los portugueses, por su parte, no tenían la intención de aceptar
ninguna limitación a su expansión oriental. Aún después de su llegada a las
Molucas, carecían de medios exactos para determinar la longitud de las islas y
desconocían la extensión del Pacífico. Si se hubiera aceptado el punto de vista
español acerca del tratado de demarcación, de ningún modo cabría admitir que
las Molucas estuvieran del lado portugués de la línea; muchas cartas
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contemporáneas, incluyendo algunas portuguesas, las colocaban del lado
español. Los portugueses reclamaron una declaración autoritaria de que la
línea de demarcación estaba confinada al Atlántico, y que servía simplemente
para determinar a cada potencia la ruta que se debía seguir a las Indias. Una
vez más buscaron la ayuda del papado. El hedonista León X, un Médicis, quién
estaba inclinado a Portugal accedió a todas las peticiones de dicho país a
través de la bula Precelse Devotionis, dio la bendición papal a los
descubrimientos y conquistas futuras de los portugueses y concedió a Portugal
todas las tierras que conquistara a los infieles, no sólo en Africa y la India, sino
en cualquier región a que se pudiese llegar navegando hacia el oriente.
Magallanes, aunque portugués, fue impulsado por las circunstancias a ignorar
el fallo de la bula. Antes de la fecha de su partida había estado varios años en
el Oriente y había asistido a la toma de Malaca. No es seguro que entonces
visitara las Molucas, pero algunos de sus amigos sí lo hicieron, y él sabía la
latitud de las islas. En cuanto a su longitud, creía que las Molucas estaban
bastante cerca de Sudamérica, y dentro de lo que los españoles consideraban
como su esfera de influencia. En esto, por supuesto, estaba equivocado.
También creía que era posible encontrar un paso occidental siguiendo la ruta
del Tercer Viaje de Vespucio, en el extremo meridional de Sudamérica. En esto
estaba en lo cierto. Cuando Solís hizo su viaje al Río de la Plata en 1515,
Magallanes interrogó a los supervivientes y calculó por sus informes que la
dirección suroeste de la costa sur del estuario hacía caer todo ese territorio
meridional dentro de la demarcación española. También acertaba en esto.
Evidentemente un afortunado viaje de descubrimiento basado en los
razonamientos de Magallanes sólo beneficiaría a los españoles, y era inútil
esperar que el gobierno portugués financiase tal viaje. Por consiguiente,
Magallanes acudió a España ofreciéndole descubrir ricas islas en el oriente,
dentro de la demarcación española y por una ruta completamente española En
las capitulaciones entre Magallanes y el emperador, las Molucas no estaban
mencionadas específicamente.
Magallanes sabía, aunque Carlos V probablemente no, que los portugueses ya
habían llegado a las Molucas, y que la bula Precelse devotionis se aplicaba a
las islas. Su empresa apareció como un acto de agresión a Portugal y como un
desafío al papa. El gobierno portugués trató de detener la expedición por todos
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los medios diplomáticos posibles, pero sin éxito, y en septiembre de 1519,
Magallanes salió de Sevilla con una flota de cinco carabelas, cargadas con
aquellas mercancías que la experiencia portuguesa vio que eran adecuadas
para el comercio con el oriente.
6.4.3. El viaje de Magallanes visto por Pigaffeta Los acontecimientos del viaje de Magallanes son muy conocidos: el naufragio y
el motín en la costa de Patagonia; el descubrimiento y la aterradora travesía en
treinta y ocho días del estrecho que lleva el nombre de Magallanes; el
interminable cruce del Pacífico, que obligó a las tripulaciones de los barcos a
alimentarse de ratas y cuero, los inhospitalarios desembarcos en Ladrones y
Filipinas y la muerte de Magallanes, y cuarenta compañeros en una guerra
local.
Fernando de Magallanes, sostenía desde hacía mucho tiempo la creencia de
que existía una ruta mucho más rápida hacia las Islas de las Especias que el
largo viaje alrededor del cabo de Buena Esperanza y estaba seguro de que
Cabot había acertado al poner proa al oeste a través del Atlántico. En su
juventud, Magallanes había viajado a las Indias Orientales, y ciertamente
habría regresado allí si las circunstancias se lo hubieran permitido. Pero tras
participar en una campaña militar en Marruecos le acusaron de traición y el rey
portugués le informó de que ya no necesitaba sus servicios. El rey Manuel
había cometido un grave error al despedir a Magallanes, pues éste era un
navegante experto y había estudiado a fondo las teorías geográficas de su
época. Argumentaba que el único motivo de que Colón y Cabot no hubieran
encontrado las Islas de las Especias era que no habían hallado un paso a
través del continente americano.
Magallanes viajó a la corte del emperador Carlos V de España quién
comprendió de inmediato que Magallanes le ofrecía la mejor oportunidad de
poner a prueba la posición al parecer invencible de los portugueses, y le asignó
el mando de una flota que zarparía hacia el sur a lo largo de la costa brasileña,
buscaría un paso par acceder al océano Pacífico y luego navegaría hacia el
oeste hasta llegar a las islas de Banda.
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Fue de gran utilidad que Magallanes llevara consigo a un experto llamado
Antonio Pigafetta, quien registró fielmente todo lo sucedido en aquella histórica
primera travesía española a las Islas de las Especias. El diario de Pigafetta, a
su vez, llegó a manos del culto vicario inglés Samuel Purchas, cuya
monumental antología de las exploraciones, Purchas His Pilgrimes, inspiraría a
los mercaderes aventureros ingleses.
La travesía de Magallanes empezó con buen pie: se abasteció de nuevo en las
islas Canarias, cruzó el ecuador y llegó a la costa sudamericana al cabo de tres
meses. Aquí, el rencor de que se había ido incubando entre la tripulación
española y su capitán portugués estalló en un motín, y Magallanes se vio
obligado a ahorcar a los perturbadores en un patíbulo levantado a toda prisa.
Entonces cesó el motín. La atención de los restantes amotinados pronto se
desplazó hacia el comportamiento extraordinario de los nativos, entre ellos los
pobladores, altos como gigantes, de la Patagonia, de los que observó Pigafetta:
"Cuando están enfermos del estómago se meten una flecha hasta media vara
garganta abajo, lo cual les hace vomitar bilis verde y sangre". Su remedio para
los dolores de cabeza no era menos espectacular: se hacían un corte en la
cabeza y así libraban la sangre de impurezas. Y en cuanto percibían los
primeros fríos del invierno, "se ataban con cuerdas de manera que el miembro
genital quedara oculto en el cuerpo".
Un año después de haber zarpado de Tenerife, el barco de Magallanes avanzó
lentamente por el estrecho que hoy lleva su nombre y penetró en las cálidas
aguas del Pacífico. "Estaba tan contento que las lágrimas brotaron de sus
ojos", escribió el redactor del diario de la expedición. Magallanes había estado
en lo cierto desde el principio: ahora sólo tenía que seguir las brisas cargadas
de aroma de especias hasta las Indias Orientales. Por desgracia, no era tan
sencillo. Al igual que la mayoría de los exploradores de su época, Magallanes
no tenía ni idea de las enormes distancias que debía recorrer y, cuando llevaba
más de tres meses en alta mar sin avistar tierra, los tripulantes empezaron a
padecer hambre: "Habiendo consumido todas las galletas y otros víveres,
cayeron en tal estado de necesidad que se veían obligados a comer los restos
pulverizados que quedaban en los barriles, ahora llenos de gusanos y
hediondos, como la orina, debido al agua salada. El agua potable también
estaba putrefacta y se había vuelto amarilla". Pronto incluso los restos
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agusanados se terminaron, y los hombres se vieron obligados a "comer trozos
de cuero, que rodeaban los grandes cabos de los barcos, pero esas pieles eran
muy duras, debido al sol, la lluvia y el viento, y las sumergían en el agua,
pendientes de una cuerda, durante cuatro o cinco días, a fin de ablandarlas".
No era ésa una dieta para hombres enfermos, y pronto se cobró su tributo:
"Debido a esta hambruna y a la sucia alimentación, a algunos las encías se les
hincharon tanto sobre los dientes que murieron atrozmente de hambre". A
pesar de las terribles penalidades, los barcos prosiguieron su lento avance
hasta llegar a las Filipinas donde los hombres supieron que se estaban
aproximando a su objetivo. Pero Magallanes no estaba destinado a ver las Islas
de las Especias, pues cometió el error de involucrarse en una lucha por el
poder local y murió en la refriega. Su muerte fue un golpe devastador par todos
los supervivientes, y Pigafetta, conmocionado, se esforzó por expresar el
sentimiento que les había causado su pérdida: "Allí pereció nuestro guía,
nuestra luz y nuestro apoyo". Tantos hombres habían muerto que se tomó la
decisión de abandonar uno de los barcos. Los buques restantes zarparon hacia
la más septentrional de las Islas de las Especias, y avistaron el cono volcánico
de Tidore, cubierto de clavo, en la primera semana de noviembre de 1521. De
repente las descripciones pintorescas que caracterizan el diario de Pigafetta
adoptan un tono más práctico.
Los hombres de Magallanes habían recorrido medio mundo a fin de hacer
fortuna, y a lo largo de varias páginas Pigafetta registra todos los pesos y
medidas concebibles que se usaban en la isla. Cargado con veintiséis
toneladas de clavo, nuez moscada y sacos de canela y macis, los dos barcos
restantes de la expedición abandonaron finalmente las Islas de las Especias en
el invierno de 1521. El Trinidad no llegó más allá del puerto: deteriorado,
embarcando agua y con una sobrecarga excesiva, necesitaba grandes
reparaciones antes de efectuar el viaje de regreso. Tras una emocionada
despedida, el Victoria zarpó en solitario. Los hombres se enfrentaban a un
espantoso viaje de regreso, y más de la mitad murieron de disentería.
Pigafetta, diligente como siempre, anotaba cada enfermedad y muerte, e
incluso le parecía digan de mención la manera en que los cadáveres flotaban.
"Los cuerpos de los cristianos flotaban con la cara hacia el cielo, pero los indios
lo hacían boca abajo". Nueve meses después de haber partido de las Islas de
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las Especias, el Victoria llegó por fin a Sevilla y, tras anclar frente al muelle,
"descargó toda su artillería en señal de júbilo". Aunque la tripulación estaba
medio muerta y Magallanes había sido enterrado mucho tiempo atrás, el
emperador Carlos V no cabía en sí de gozo, y una de sus primeras acciones
fue honrar al capitán, Sebastián Elcano, con un escudo de armas en cuyo
diseño figuraban tres nueces moscadas, dos palitos de canela y doce clavos.
La habilidad, resistencia y hazañas de Magallanes lo colocan, junto a Colón y
Vasco de Gama, entre los más grandes exploradores.
Pero el viaje sólo había llegado a su mitad. Sebastián Elcano, el navegante
español en quién recayó el mando de la expedición, navegó hacia el sur desde
las Filipinas con sólo dos barcos restantes, costeó Borneo, y en noviembre de
1521 llegó a las Molucas. Los españoles fueron recibidos por el sultán de
Tidore, en cuyo territorio desembarcaron. Como ninguno de los tripulantes se
mostraba dispuesto a arrostrar los peligros del estrecho de Magallanes, Elcano
dividió sus fuerzas. La Trinidad se dirigió a través del Pacífico hacia la costa de
México y fue capturada por los portugueses algunos días después. Elcano
mismo eludió a los portugueses y con su maltrecha Victoria atravesó el
Estrecho de Macasar, cruzó el Océano Índico, dobló el cabo de Buena
Esperanza y regreso a España con su precioso cargamento. Estuvo fuera tres
años. Fue una prodigiosa hazaña náutica y Elcano compartió con Magallanes
el honor de este asombroso viaje. Fue el primer capitán que dio la vuelta al
mundo. La riqueza de información que este viaje proporcionó puede verse en el
mapa oficial español dibujado por Diego Ribero en 1529, mapa en que se
incluyen los conocimientos suministrados por Elcano. El Tratado de Zaragoza
marcó el final de un capítulo en la historia del descubrimiento. El estrecho de
Magallanes nunca fue usado después por los españoles u otros navegantes
como canal regular de comercio y la ruta doblando el cabo de Hornos es
relativamente reciente.
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6.5. El Viaje al Ecuador (Perú). Jorge Juan y A. Ulloa.
La mencionada expedición tuvo su origen en las dudas existentes sobre la
esfericidad forma esférica del planeta y las discusiones sobre el achatamiento
de la Tierra, en concreto para dilucidar si ésta se encontraba achatada por los
polos o por el Ecuador. Esta incertidumbre logró su punto álgido cuando, entre
los años 1730 y 1740, llegó a Francia el italiano Jacques Cassini (1677-1756),
hijo del también italiano Jean Dominique Cassini (1635-1712), oponiéndose
ambos a la teoría sobre el achatamiento o lo que es lo mismo en contra de la
teoría newtoniana sobre la forma de la Tierra mantenida por la Academia de
Ciencias de Paris.
Se debe recordar que J.D. Cassini viajó a Paris, procedente de Italia, en el año
1668 por invitación del rey de Francia Luis XIV y que tanto él como su hijo
fueron nombrados directores del Observatorio de Paris, donde efectuaron
determinaciones científicas desde el punto de vista cartográfico y geodésico.
Ante la situación científica creada y buscando una solución al problema se optó
por llevar a cabo la medición Se midieron de algunos grados del Meridiano
Terrestre, para lo cual se formaron dos expediciones comparativas de diferente
rumbo, una hacia Laponia y otra hacia Perú, ambas promovidas por la
Academia de Ciencias de Paris y autorizadas por Luis XV.
La expedición a Laponia fue patrocinada por el gobierno francés en 1736, bajo
la dirección de P.L. Moreau de Maupertius, a quien se unió el sueco A. Celsius
y se recuerda como una expedición en la que las mediciones realizadas fueron
bastante imprecisas.
Por su parte, la expedición a Perú, en su recorrido debía atravesar regiones
geográficas bajo la soberanía de España, regido en esa época por S.M. Felipe
V, nieto del rey de Francia, Luis XIV. Luego debía ser el primero el que debía
conceder la autorización para atravesar territorios españoles, concedida que se
expidió a condición de que, junto a los académicos franceses, entraran a
formar parte de la misma dos científicos españoles. Fueron elegidos Jorge
Juan y García del Postigo, que estaba ausente y por eso fue sustituido por A.
de Ulloa. De este modo la expedición franco-española estuvo constituida por L.
Godin, Ch. M. de la Condamine, P. Bouger, J. de Siniergues, J. de Jussieu, T.
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Hugot, J. Verguin, J. Dessodonais y S. Couplet (franceses) y por los españoles,
J. Juan y A. de Ulloa.
Pronto surgió en la expedición una doble polémica, la generacional, por parte
de los franceses hacia los españoles, al contar Jorge Juan y Ulloa tan sólo con
21 y 19 años, respectivamente, y la relacionada con la erudición de los
españoles al ser estudiantes de la Academia de Guardia Marinas de Cádiz.
Estos hechos dieron lugar a diferentes comentarios por parte de los franceses.
La solución la dio Felipe V, al nombrar a los españoles tenientes de navío.
Posteriormente y en función de la habilidad mostrada por los españoles, los
franceses se vieron obligados a rectificar su opinión, pasando los españoles de
”pigmeos” a “gigantes”.
El cometido de Jorge Juan y de Ulloa en la expedición a Perú, según las
diferentes referencias bibliográficas consultadas era la ejecución de trabajos de
Geodesia y Cartografía, además de tener encomendada una misión secreta,
aunque esta última afirmación no aparece reflejada en la obra Relación
Histórica del Viage (sic) a la América Meridional, escrita por ellos mismos como
relato del periplo, a realizar el retorno de forma independiente al conocer
ambos que España se encontraba en guerra.
Sin embargo, los dos españoles presentaron un interés de carácter científico e
incluso tecnológico al realizar diferentes descripciones relacionadas con los
recursos naturales existentes en el territorio americano visitado y que se
detallan y relacionan en su libro.
Por tanto, se puede añadir a la misión de los dos españoles un tercer interés,
que es el naturalista, desigualmente compartido ya que Jorge Juan se vinculó a
la Cartografía y a la Geodesia, mientras que Ulloa se decantó hacia las
observaciones sobre los Recursos Naturales.
6.6. Miguel López de Legaspi Navegante español, Gobernador y Capitán General de las islas Filipinas. En
1528 se trasladó a la Nueva España y estuvo de escribano mayor del Cabildo
de la capital, en 1559 el Virrey de la Nueva España Luis de Velasco, le
encomendó una expedición para el descubrimiento de las islas del poniente.
Legaspi y el fraile Andrés de Urdaneta, famoso cosmógrafo y conocedor del
La Navegación Marítima y la Ciencia
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Pacífico y aproximadamente 350 hombres salieron del puerto de Acapulco el
21 de noviembre de 1564 embarcados en cinco naves: galeones San Pedro y
San Pablo, galeoncete San Juan, patache San Lucas y fragatilla La mexicana.
El 13 de febrero de 1565 después de navegar hacía el poniente, llegaron a las
Filipinas. Legaspi, con gran solemnidad tomó posesión del país en nombre del
rey de España, sin embargo fue hasta 1571 que conquistó Manila. El rey Felipe
II lo nombró Gobernador y Capitán General de Filipinas. Empezó con ello un
intenso comercio, muy útil para el florecimiento de la colonia. Miguel López de
Legaspi murió en Filipinas el 20 de agosto de 1572.
En 1565, la hazaña marítima de los Legazpi y de Urdaneta venció los peligros
de la ruta comercial más larga en la historia de la navegación: esa ruta por fin
unía a Occidente con Oriente. Así se iniciaron los viajes del “Galeón de Manila
o Nao de China”. Durante más de dos siglos y medio, las embarcaciones que
salían de la Nueva España surcaron el Pacífico realizando el sueño europeo de
comunicarse por mar con las fantásticas tierras de Oriente. El rico tránsito por
el Pacífico atrajo a otros países que a toda costa deseaban participar de esa
riqueza, y se originó con ello la edad de oro de la piratería de ingleses,
franceses y holandeses.
Mediante barcos como El Galeón de Manila o Nao de China, la “Santísima
Trinidad” y “Nuestra Señora de Covadonga” se enlazaron Acapulco y Manila, y
en ellos se transportó desde plata mexicana hasta sedas bordadas, marfil, ricos
metales (como los que trajeron para el coro de la catedral de México), muebles
y biombos chinescos, vajillas y porcelanas, y un sinfín de mercaderías que
poco a poco permearon la vida cotidiana del México colonial.
La llegada del Galeón de Manila o Nao de China, constituía todo un
acontecimiento que daba además una nueva vida a Acapulco. La bahía
adquiría entonces una riqueza descomunal basada en su estratégica ubicación
comercial. Desde el Perú, Guayaquil y otros lugares llegaban a comerciar oro,
plata y cacao con los tesoros de Oriente. Durante la Independencia, este puerto
dejó de ser el enlace con Oriente. Brevemente ese comercio se mudó al puerto
de San Blas, pero hacia 1815 cesó el tráfico marítimo y término toda una época
de la vida de México. La nao de Acapulco fue suprimida en ese año y fue el
“Magallanes” el último galeón que salió de Acapulco para Manila. Una travesía
que no habría de tener un “tornaviaje”.
La Navegación Marítima y la Ciencia
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6.7. Félix de Azara Este militar y naturalista aragonés (1742-1821) viajó a Paraguay en 1781 con la
3ª Expedición de Límites, y permaneció en Sudamérica hasta 1801, viajando
por todo el continente aunque su obra se centra en lo que hoy es Paraguay,
Uruguay y Argentina.
Fue un gran seguidor, aunque crítico, de Buffon y se le considera
preevolucionista por sus ideas sobre la naturaleza y las especies biológicas. Al
parecer infl uyó posteriormente en Charles Darwin.
Describió 448 especies, la mitad de ellas nuevas para la ciencia. Hombre
políticamente liberal y opuesto a las ideas absolutistas, su campo principal era
la zoología de vertebrados pero tocó temas botánicos, geográfi cos, geológicos
y de poblamiento, además de ser un gran ingeniero militar y matemático. Su
obra es muy prolífi ca y en ella destacan: Cuadrúpedos del Paraguay y del Río
de la Plata, Páxaros del Paraguay y Río de la Plata, Viajes por América
Meridional y Geografía Física y Esférica de las provincias del Paraguay y Río
de la Plata.
Tiene varias especies dedicadas, como la zarigüeya de Azara (Didelphis
azarae). Describió numerosos mamíferos poco conocidos como la mara o
liebre de Patagonia, o el mono aullador de Azara. Godoy le ofreció en 1801 el
virreinato de Méjico pero lo rehusó y volvió a Aragón, donde fundó la Real
Sociedad Económica Aragonesa. Fue retratado de cuerpo entero y de uniforme
por Goya con la mano apoyada sobre sus libros. El cuadro pertenece en la
actualidad a la Colección Ibercaja.
6.8. Joan Baptiste Bru .
En 1788 el virrey de La Plata envió al Real Gabinete de Ciencias Naturales de
Madrid un enorme esqueleto fosilizado encontrado cerca de Buenos Aires. Lo
estudió, dibujó y montó el naturalista, taxidermista y dibujante valenciano Joan
Baptiste Bru que lo identíficó como un mamífero desconocido. El naturalista
francés Georges Cuvier, considerado el padre de la paleontología y fi jista
convencido determinó que era un Mamífero Desdentado emparentado con los
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perezosos y por su gigantesco tamaño lo denominó Megatherium americanum.
Pese a este parentesco no había duda de que este gigantesco animal
extinguido respondía a un plan estructural distinto a las especies actuales por
lo que influyó en las ideas transformistas nacientes en la época que son el
antecedente del evolucionismo darwinista. El megaterio de Bru todavía se
conserva en el Museo de Natural de Ciencias Naturales de Madrid. En 1796,
Bru publicó una monografía sobre este esqueleto muy elogiada por su rigor por
los grandes naturalistas europeos. Después se encontraron otros fósiles de
gigantescos mamíferos terciarios y cuaternarios sudamericanos. Los grandes
museos de toda Europa compitieron por tener y montar estos grandes
esqueletos. A principios del siglo XX, durante los trabajos de dragado del
estuario de la Plata, dirigidos por el ingeniero valenciano Rodrigo Botet se
encontraron muchos de estos grandes esqueletos, incluidos megaterios, que
fueron enviados a Valencia por Botet, constituyendo el núcleo del antiguo
Museo Paleontológico del Almudín, hoy en día trasladados al Museo de
Ciencias Naturales de los Jardines de Viveros en Valencia.
6.9. James Cook, El Pacífico Sur y el Oceano Austral. . Inicialmente la Marina Mercante fue la escuela náutica de James Cook por casi
una década, navegando en aguas del litoral británico y del mar Báltico, para
incorporarse años más tarde a la Armada Real de su nación, al asumir en
1755, a la edad de 27 años, el cargo de segundo de a bordo y Master’s Mate
del HMS Eagle. Iniciada la "Guerra de los siete años” en contra de Francia y
España en 1759, fue transbordado a la escuadra americana de la Armada
Real, basada en Halifax, Canadá, ocasión en que tomó parte en la captura de
Quebec y a continuación en levantamientos hidrográficos en el río San
Lorenzo, al mando del bergantín hidrógrafo Grenville hasta 1767, ocasión en la
cual obtuvo toda la versión cartográfica de la costa occidental y Sur de
Terranova, además de lograr una muy acuciosa observación del eclipse de sol
que ocurrió en 1768.
En el mencionado año, luego de regresar y publicar sus memorias, logró ser
conocido por la Real Sociedad y otros medios profesionales, siendo honrado y
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galardonado por la calidad de sus trabajos astronómicos y su cartografía, a lo
que sumó simultáneamente la recomendación de su Comandante en Jefe por
la habilidad que había demostrado en el ejercicio del mando de su buque, con
lo cual vino en reunir en grado máximo los dos requisitos necesarios de un
hidrógrafo naval de selección, los cuales en las Armadas del mundo combinan
e integran sus aptitudes en ambos escenarios, ya que así se logra un óptimo
empleo de los medios para los fines consiguientes.
6.9.1. La Real Sociedad y el Almirantazgo.
Esta institución, la que años antes había apoyado a Halley en el examen visual
del cometa que luego llevaría su nombre, tomó la iniciativa de promover ahora
la observación de los tránsitos del planeta Venus, a través de la cara del sol, tal
cual había sido estimado, siendo Tahití en el Pacífico Sur el lugar geográfico
más adecuado para ello, antecedentes que hicieron posible su ulterior
consideración, como se verá más adelante.
Paralelamente, al Almirantazgo le interesaba lograr un pleno dominio
hidrográfico a nivel planetario en beneficio de futuras colonizaciones en el
Pacífico Sur occidental e insular, más su conocimiento para los efectos del
empleo de su Poderío Marítimo, debiendo para ello llenar grandes lagunas
cartográficas que existían, en particular en los océanos Pacífico y Austral,
circunscrito éste último entre el término de los continentes y el Polo Sur.
Al respecto algunos miembros de la Royal Society, como también otros en
París, suponían la existencia de un continente austral circumpolar desconocido
que había que descubrir, no descartando con ello la existencia de la "Terra
Incógnita Australis", aunque fuese en parte. Por otro lado el Poder Naval
francés no había sido debilitado y continuaba siendo, después de la "Paz de
París", el segundo del mundo y sólo a un cierto margen del inglés, como
asimismo Francia, desde la época de Colbert, había probado la gran capacidad
de sus Compañías Marítimas en beneficio del interés nacional, a través de sus
planes de colonización - comercio exterior- navegación y de este modo había
obtenido ya proyección mundial, faltándole el Pacífico y el océano Austral, en
circunstancias que ya había descubierto ínsulas en éste último y su flota de
Saint Malo controlaba la ruta del cabo de Hornos desde 1706, como también
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gran parte del comercio exterior de los países de su cuadrante sudeste (Chile-
Perú).
La referida situación internacional había sido examinada por el Consejo del
Almirantazgo británico, lo que contribuyó a su decisión de enviar hacia el
Pacífico las comisiones preliminares del Comodoro Byron en 1764 y la del
Capitán Wallis en 1766, según la siguiente breve descripción.
6.9.2. Expedición del Comodoro Byron. Formada por los bergantines Dolfin y el Tamer zarpó el 21 de junio de 1764,
siendo su primera misión construir un establecimiento en puerto Egmont, en las
islas Malvinas/Falkland, lo que cumplió sin dificultades para proseguir hacia el
estrecho de Magallanes en demanda del océano Pacífico, donde descubrió
seis islas. Regresó en 1766 vía cabo de Hornos después de 22 meses de
comisión.
6.9.3. Expedición del Capitán Wallis. Zarpó hacia el Pacífico en agosto de 1766, luego que Byron fondeara en Gran
Bretaña en mayo anterior, al mando del "Dolfin" (Wallis) y de la "Swallow”
(Carteret). Ambos buques navegaron en conjunto hasta que recalaron en la
boca Occidental del estrecho de Magallanes, donde se separan para navegar
el océano Pacífico.
Así Wallis cruzó hacia occidente en diagonal hasta alcanzar el Trópico y con
ello vino en descubrir nueve islas entre ellas Tahití, para regresar a Gran
Bretaña en mayo de 1768.
Paralelamente Carteret descubrió otras y el estrecho existente entre Nueva
Bretaña y Nueva Irlanda para regresar a su patria en marzo de 1769 y en
circunstancias que Cook, como se verá, ya le había reemplazado en aguas del
Pacífico.
6.9.4. La Primera Expedición al Océano Pacífico del Capitán James Cook (1768- 1771).
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Esta expedición se vino en sumar a las anteriores una vez que pudo contar con
el apoyo del Departamento del Tesoro, además de sus patrocinadores, el
Almirantazgo y la Real Sociedad, al tenor de los antecedentes ya examinados,
dado su ambicioso plan, en relación a los réditos que le otorgaría a Gran
Bretaña para establecerse definitivamente en el referido Océano y en grandes
espacios continentales a encontrar.
Para estos efectos, se comisionó a James Cook para que asumiera el mando
del H.M.S. “Endeavour”, habiendo zarpado de Plymouth, vía Cabo de Hornos,
el 25 de agosto de 1768, con el propósito de recalar en Tahiti y a continuación
explorar hasta alcanzar la latitud de los 40° Sur para encontrarse con vastos
espacios de tierras y más al Sur en su conexión con el continente de
Dalrymple. Así en su viaje en demanda del Pacífico entró el "Endeavour" en
enero de 1769 al estrecho Le Maire, donde recaló en la Bahía del Buen
Suceso. (Costa oriental de Tierra del Fuego) para reconocimiento y aguada.
A continuación el día 30 de dicho mes dobló el Cabo de Hornos y a mediados
de abril siguiente fondeó en Tahití. Posteriormente prosiguió su navegación
hacia el suroeste avistando entonces la isla norte de Nueva Zelandia,
archipiélago que más tarde sería levantado desvirtuando con su
reconocimiento su conexión continental.
De ahí prosiguió hacia el este de Australia, a partir de la isla de Tasmania en su
extremo sur y navegó la costa oriental de Australia por más de 4500 kms.,
desde el cabo Howe hasta el de York y a continuación dibujó el trazado de las
costas meridionales de Nueva Guinea.
En conclusión James Cook, en su primera comisión al margen de haber
observado el paso del planeta Venus a cabalidad, había logrado reconocer:
Gran parte de las islas que rodeaban Tahití, archipiélago que denominó de la
Sociedad en honor de la Real Sociedad (Geográfica de Londres) que lo había
patrocinado; a Nueva Zelandia en toda su extensión, tal cual lo ya expresado,
descubriendo el estrecho que divide las dos islas mayores (más tarde estrecho
Cook, en su memoria); la costa oriental y norte de Australia y las costas
meridionales de Nueva Guinea, para regresar a continuación a Gran Bretaña
en 1771 vía el cabo de Buena Esperanza, donde arribó el 12 de julio de aquel
año.
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6.9.5. Estadía de Cook en la Bahía Buen Suceso. Del registro de inicio de su viaje, es del caso consignar por separado, por
tratarse de territorio americano que formaba parte en aquella época del Reyno
de Chile, de su recalada en ésta, aunque Cook no tuvo el mérito de su
descubrimiento sino los hermanos españoles Nodal, naturales de Pontevedra,
quienes habían desembarcado en el mencionado paraje el 23 de enero de
1619. Al desembarcar encontraron, al igual que sus antecesores 150 años
antes, aborígenes vestidos con pieles de foca y de guanaco envueltas a partir
de sus hombros, con quienes establecieron relaciones amistosas.
Su apariencia física, a diferencia de los Patagones por tratarse del pueblo
Haush, era de mediana estatura, caras anchas, frentes estrechas, ojos
pequeños, y cabellos sobre la frente largos y de color negro.
Los expedicionarios por haberse adentrado demasiado debieron pernoctar en
tierra a la intemperie, advirtiéndoles el científico Solander que fallecerían si se
quedaban dormidos.
6.9.6. La Segunda Expedición al océano Pacífico y al océano Austral del Capitán James Cook 1772-1775.
Sobre la base de los antecedentes obtenidos y la situación internacional
vigente, ante la presencia de Francia en el océano Austral, a partir del
descubrimiento por Bouvet en 1738 de la isla que lleva su nombre y que en un
comienzo se creyó parte de un continente, a lo que había que sumar el
establecimiento de Puerto Soledad construido en las Malvinas/Falkland en
1764 y en la isla subantártica de Kerguelen descubierta ese mismo año de
1772 por Kerguelen- Tremarec, hizo que, el “Primer Lord del Almirantazgo Lord
Sandwich” interviniera para un mejor equipamiento y planificación de la
expedición de Cook, ya que se estimaba que las actividades francesas
perseguían como objetivo formalizar para sí el reclamo de un nuevo continente
meridional desconocido.
Los buques elegidos fueron dos marineros bergantines recién construidos, el
primero de 452 toneladas bautizado como el HMS Resolution y el segundo el
HMS Adventure de 330 toneladas, asumiendo su mando respectivamente a
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fines de noviembre de 1771 el Teniente- Comandante James Cook en el
primero y en el segundo el oficial de igual grado Tobías Furneaux.
Fue de este modo entonces como el Almirantazgo programó explorar en forma
sistemática toda la extensa área geográfica comprendida entre Sudamérica y
Nueva Zelandia por una parte y por la otra todas las aguas circumpolares en
torno al Polo Sur, correspondientes al océano Austral.
6.9.7. Cook descubre la Antártica. La Flotilla zarpó de Plymounth el 15 de julio de 1772 para circunnavegar el
mundo en sentido inverso y luego regresar vía cabo de Hornos de oeste a este,
tal cual se relatará. El 30 de octubre siguiente, luego de su recalada en Ciudad
del Cabo arrumbaron como primer objetivo hacia el Círculo Polar Antártico tras
los límites costeros del supuesto continente austral.
Ambos buques navegaron en conserva a través de la longitud del Cabo (18° E)
hasta alcanzar la latitud de los 60' Sur en enero de 1773, para desde ahí
arrumbar hacia el SE hasta llegar a la longitud de los 40° Este, punto en el cual
lograron atravesar el día 17 de enero, por primera vez en la historia de la
humanidad, el Círculo Polar Antártico. Obtenido dicho objetivo se dirigió a
repetirlo en el sector del océano Pacífico en las longitudes oeste, razón por la
cual circunnavegó la Antártica para aproximarse nuevamente hacia su borde
helado, entre las longitudes de los 150' W y a continuación en la franja
comprendida entre los 118° W. y los 100° W., obteniendo su punto máximo de
penetración en la longitud de los 105° W., al llegar a la latitud de los 71° 10'
Sur, como nunca antes lo consiguiera navegante alguno.
Fue así como Cook vio grandes formaciones de hielo las que penetró donde
habían amplios claros que podían ser surcados a la vela, para luego fondear y
acoderar su buque al borde de los márgenes de esta estructura helada y
concluyó que, hacia el interior de dichas barreras de mar congelado se
encontraba la tierra del continente buscado.
De lo anterior, se desprende que, este meritorio navegante vino en abrir con su
hallazgo la puerta de la Antártica en beneficio de su país y de la humanidad,
incorporándola a sus actividades y además venía con este hecho en refrendar
los derechos que habían sido otorgados en el siglo XVI a los países australes,
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al comprobarse la realidad de la existencia de la "Terra Australis Incógnita"
representada por el enorme escenario ya conocido en toda su extensión.
Navegando después por el Pacífico meridional realizó el levantamiento de las
Marquesas, de las Nuevas Hébridas y de Nueva Caledonia, para dirigirse mas
tarde desde Nueva Zelandia de regreso a Gran Bretaña vía cabo de Hornos,
pasaje que se relatará a continuación en particular dada su vinculación con el
territorio fueguino del Reyno de Chile.
6.9.8. De Nueva Zelandia a Navidad, en Chile. La HMS Resolution, el día 10 de noviembre, dejó atrás las costas
neozelandesas por separado de la Adventure, (la que más tarde le hizo
independientemente), con rumbo a recalar en la boca Occidental del estrecho
de Magallanes en su extremo sur correspondiente al cabo Deseado, con la
intención de proseguir bordeando el límite austral de la costa archipelágica
continental, a la que recaló el 18 de diciembre sin errores de observación
astronómica, apoyados también por corridas de sondas para conocer sobre las
condiciones batimétricas, hasta aproximarse a 4 leguas de una punta que
bautizaron como Landfall, para continuar hacia el SE en dirección a un cabo
que denominaron Gloucester, el cual al mediodía era demarcado al norte para
divisar luego la isla Noir y cruzar la gran bahía de Santa Bárbara y su canal
homónimo que alcanzaba el Estrecho según su relato y bautizó como
Desolación a su extremo SE, destacando su condición rocosa al igual que la de
todo este escenario, conjuntamente con la presencia de cerros y montañas
nevadas, siendo descrito el aspecto general como árido y salvaje.
A continuación el día 19 descubrieron un promontorio al ESE y 19 leguas de la
isla Gilbert, el que terminaba en dos altas torres y entre ellas un cerro en forma
de pan de azúcar.
Esta fantástica roca según las expresiones de Cook fue bautizada con el
topónimo de York Minster, correspondiendo a la punta occidental del acceso a
seno Navidad.
Al día siguiente, y demarcando la punta anterior al N 15° E una brisa del ESE
les permitió arrumbar hacia el interior del Seno, reconociendo en la distancia a
las islas de San Ildefondo.
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Una vez fondeados arrearon embarcaciones e iniciaron de inmediato el
levantamiento del Seno, al cual bautizaron como Navidad, por haber pasado
las fiestas de Pascua en dicho surgidero y zarparon el día 28 en la madrugada
en demanda del cabo de Hornos, al cual arribaron a las siete de la mañana del
día siguiente, habiendo reconocido a la isla Hornos como parte del archipiélago
de las Hermite y lo situó en la latitud de 55° 58'5S y en la longitud de los 68°
13'W. la que más tarde corrigió por 67° 19'W, según sus cálculos de altura
tomados días antes en seno Navidad, para optar por una media de 67° 46'W.
Agrega que bautizó a la punta más austral y más oriental de las islas Hermite
como cabo Falso (Mistaken), habiendo observado el canalizo de mar que existe
entre dos de ellas y que conducía hacia la bahía Nassau, sugiriendo sus
caletas como surgideros.
De este modo el día 29 siguiente arrumbaron hacia el estrecho de Le Maire,
inspeccionando la bahía Buen Suceso para saber si había permanecido
fondeada en ella la Adventure y dejado algún mensaje, lo que no fue así, razón
por la cual resolviera zarpar para explorar la isla de los Estados, donde fondeó
el día 31 de diciembre en su costa noreste en un protegido puerto detrás de
unas islas, al que bautizó como puerto Año Nuevo, lugar en el cual cazó leones
marinos y lobos, además de observar meridianas de sol para obtener latitudes
y alturas de luna para las longitudes.
6.9.9. Cook redescubre la isla Georgia del Sur y descubre las islas Sandwich del Sur.
El día 14 de enero y luego de continuar su navegacion se encontró con una
gran isla nevada, cuya costa recorrió a corta distancia, desde su extremo
oriental, entre las islas Willis y Bird, hasta su punta noroccidental (isla Coopers)
cartografiándola, como también desembarcó en una bahía que denominó
Posesión, lugar en el cual bautizó la isla como Georgia del Sur en homenaje a
su soberano, en circunstancias que ya había sido descubierta y bautizada por
un buque español proveniente de Valparaíso según antecedentes conocidos.
A continuación Cook navegó alrededor de las rocas Clerkes, más allá del
extremo noroccidental de la isla y arrumbó el día 21 hacia el SE navegando al
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mismo rumbo hasta el 25, para proseguir finalmente al sur y al este y descubrir
entre los días 30 y 31 de enero una isla que bautizó Thule en recuerdo de la
legendaria tierra nórdica y al archipiélago como Sandwich en honor del Primer
Lord del Almirantazgo ya comentado cuyo extremo norte situó en latitud 59°
Sur y longitud 27° Weste, para luego reconocer otras islas de la cadena
(Saunders y Candlemas, etc.), estimando que a su término se unían al
continente que más tarde denominaríamos Antártica. Luego de abandonar el
área y de efectuar otras rebuscas en el océano Austral se dirigió de regreso a
Gran Bretaña donde fondeó a fines de julio de 1775.
Cook realizó por último una tercera expedición hacia el Pacífico, la que tenía
como objetivo el estrecho de Bering y el Pacífico norte, donde alcanzó la latitud
de los 70° 41' N para finalmente encontrar la muerte en manos de los
aborígenes hawaianos en 1778, narración que escapa al presente artículo.
6.9.10. Cook y su proyección. Este célebre oficial de la Armada no fue únicamente uno de los más
destacados exploradores de todos los tiempos, sino que, se vino en convertir
en el plano internacional en el "Padre Mundial de la Hidrografía", dada su
capacidad profesional, tanto como Hidrógrafo así como en su íntima relación
con el ejercicio de Comandante de buque y esto fue tan así que, muchos de
sus levantamientos han sido comprobados como válidos en la actualidad.
Pero esto no es todo, ya que, en el plano de la Oceanopolítica James Cook
hizo posible la presencia continental de su nación en el Pacífico suroccidental
con los réditos políticos, económicos, estratégicos y culturales consiguientes, al
tomar posesión de Nueva Zelandia y de Australia, las que probó como masas
terrestres diferenciadas y apartes, además descubrió un nuevo continente
circumpolar que incorporó a la historia, la Antártica, cuyos contornos delineó
aproximadamente cubriendo en la cartografía vigente espacios que se
encontraban vacíos o bien cubiertos por diversas mitologías cartográficas
derivadas de la mezcla de versiones entre la "Terra Australis Incógnita" con
informaciones parciales que se obtenían de descubrimientos desconexos, por
lo tanto la Antártica constituye la heredera de la primera y con ello la legítima,
aunque sea en una versión atípica, blanca y no tradicional.
La Navegación Marítima y la Ciencia
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Además, el descubrimiento o redescubrimiento, pero ahora detallado de los
grandes archipiélagos transpacíficos, le permitió al poder naval de la Gran
Bretaña poder contar con una cartografía exclusiva en beneficio de las Políticas
de Estado y de su propio empleo y así la humanidad presenció que la bandera
inglesa se izó a continuación en numerosos archipiélagos transpacíficos y en
todo el Pacífico Sur occidental, a partir de un momento histórico trascendente,
ya que fuego continuaría el forcejeo con Francia por lograr la supremacía
mundial, en sucesivos conflictos bélicos, hasta la derrota de Napoleón en
Waterloo.
Por último, no debemos olvidar a Lord Sandwich y a todos los que en el
Almirantazgo contribuyeron a la planificación de estas sobresalientes
operaciones navales del descubrimiento oceánico a nivel planetario y en
particular transpacífico y austral, ejecutadas con maestría por James Cook,
iniciativa que vino en contener una de las claves de la futura grandeza de la
Gran Bretaña, ante el advenir de un nuevo mundo que se aproximaba, el de los
siglos XIX y XX, representado en este caso por la Era del Pacífico, cuyo
acontecer y sus proyecciones nos son conocidas y en presencia de un
escenario en el cual si bien no "Britannia", los pueblos de origen inglés en su
conjunto “ruies the waves” y en ese empeño su cultura marítima se ha hecho
universal.
8. CONCLUSIONES FINALES. Sin duda, en este largo recorrido no hemos citado a muchos personajes del
pasado y el presente que han llevado a cabo o han desarrollando proezas
científicas, geográficas y humanas impresionantes, en viajes a zonas remotas.
Gracias a todas estas expediciones, España creó un imperio impresionante,
dando origen a la célebre frase que decía que “En España nunca se ponía el
Sol”. Debido a los problemas del momento, se le abrían diferentes flancos en
cada una de las colonías que poseía, siendo incapaz de ponerles remedio a
tiempo debido a la carencia de medios para ello. Lo que con el tiempo
desembocó en la caída paulatina del imperio, perdiendo todas las colonias que
tenían.
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En España a lo largo de los siglos ha habido, como hemos expuesto iniciativas,
individualidades y aportaciones extraordinarias en el campo de la exploración
científica y geográfica. Sin lugar a duda, se hicieron grandes descubrimientos y
conquistas en todo lo ancho y largo de Océanos y Mares, pero el papel general
de la ciencia hispana ha sido más bien secundario. El estudio de las causas
excede en mucho a las pretensiones de este trabajo, pero creo que ha
quedado bastante manifiesta la desorganización administrativa en torno a la
ciencia en todas las épocas y una cierta apatía, que por ejemplo se puso muy
de manifiesto con los resultados de la Expedición Malaspina.
Este desánimo, cuando la ciencia se desarrollaba enormemente en otros
estados, creó un cierto fatalismo y desinterés por las actividades científicas, en
la época.
Quiero terminar rindiéndole un merecido homenaje a todos aquellos
navegantes, exploradores, científicos, etc., que se adentraron en lo
desconocido, para que las generaciones venideras tuviesen un camino o
sendero de luz hacia el conocimiento general y científico, de este mundo en el
que vivimos, permitiéndonos vivir hoy día con unas comodidades, que ellos
nunca tuvieron.
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BIBLIOGRAFIA
• Dava Sobel. "La Longitud".
• Desiderio Papp: "Historia de las ciencias".
• Enciclopedia del Mar Albatros Vol. 2.
• Sota, José de la. Tras las huellas de Malaspina.
• Donald S. Johnson, Juha Nurminen. Historia de la Navegación
• Maurice de Brossard. Historia Marítima del Mundo.
• Price A. Grenfell. Los viajes del Capitán Cook