henry pirenne - las ciudades de la edad media

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Henry Pirenne: Las ciudades de la Edad Media El libro de bolsillo Alianza Editorial Madrid Título original: Les villes du Mayen Age Traductor: Francisco Calvo Primera edición en «El Libro de Bolsillo»; 1972 Segunda edición en «El Libro de Bolsillo»: 1975 Tercera edición en «El Libro de Bolsillo»; 1978 Cuarta edición en «El Libro de Bolsillo»; 1980 Quinta edición en «El Libro de Bolsillo»; 1981 Sexta edición en «El Libro de Bolsillo»; 1983 ©• Presses Universitaires de France, 1971 © Ed. cast.: Alianza Editorial, S. A., Madrid, 1972, 1975, 1978, 1980, 1981, 1983 Calle Milán, 38; -ff 2000045 ISBN: 84-206-1401-7 Depósito legal: M. 14.596-1983 Impreso en Closas-Orcoyen, S. L. Polígono Igarsa Paracuellos del Jarama (Madrid) Printed in Spain

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  • Henry Pirenne:

    Las ciudades de la Edad Media

    El libro de bolsilloAlianza EditorialMadrid

    Ttulo original: Les villes du Mayen AgeTraductor: Francisco Calvo

    Primera edicin en El Libro de Bolsillo; 1972Segunda edicin en El Libro de Bolsillo: 1975Tercera edicin en El Libro de Bolsillo; 1978Cuarta edicin en El Libro de Bolsillo; 1980Quinta edicin en El Libro de Bolsillo; 1981Sexta edicin en El Libro de Bolsillo; 1983

    Presses Universitaires de France, 1971 Ed. cast.: Alianza Editorial, S. A., Madrid, 1972, 1975, 1978, 1980, 1981, 1983 CalleMiln, 38; -ff 2000045 ISBN: 84-206-1401-7 Depsito legal: M. 14.596-1983Impreso en Closas-Orcoyen, S. L. Polgono Igarsa Paracuellos del Jarama (Madrid)Printed in Spain

  • 1. El comercio del Mediterrneo hasta finales del siglo VIII1

    Si se echa una mirada de conjunto al Imperio Romano, lo primero que sorprende es sucarcter mediterrneo. Su extensin no sobrepasa apenas la cuenca del gran lago interioral que encierra por todas partes. Sus lejanas fronteras del Rhin, del Danubio, del Eufratesy del Sahara forman un enorme crculo de defensas destinado a proteger sus accesos.Incuestionablemente el mar es, a la vez, la garanta de su unidad poltica y de su unidadeconmica. Su existencia depende del dominio que se ejerza sobre l. Sin esta gran vade comunicacin no seran posibles ni el gobierno ni la alimentacin del orbis romanus. Esinteresante constatar de que manera al envejecer el Imperio se acenta ms su carctermartimo. Su capital en tierra firme, Roma, es abandonada en el siglo IV por otra capitalque es al mismo tiempo un puerto admirable: Constantinopla.Ciertamente, al finalizar el siglo III se revela la civilizacin en una indudable decadencia.La poblacin disminuye, la energa se debilita, los gastos crecientes del gobierno, que seafana en la lucha por la supervivencia, entraan una explotacin fiscal que esclaviza cadavez ms los hombres al Estado. Sin embargo, esta decadencia no parece haber afectadosensiblemente a la navegacin en el Mediterrneo. La actividad que an presentacontrasta con la atona que, paulatinamente, se apodera de las provincias continentales.Contina manteniendo en contacto a Oriente y a Occidente. No se ve de ningn mododesaparecer el intercambio de productos manufacturados o de productos naturales declimas martimos tan diversos: tejidos de Constantinopla, de Edessa, de Antioqua, deAlejandra, vinos, aceites y especias de Siria, papiros de Egipto, trigo de Egipto, de frica,de Espaa, vinos de la Galia y de Italia. La reforma monetaria de Constantino, basada enel solidus de oro, tambin debi de favorecer singularmente el movimiento comercial alproporcionarle el beneficio de un excelente numerario, universalmente utilizado comoinstrumento de las transacciones y expresin de los precios.De las dos grandes regiones del Imperio, el Oriente y el Occidente, la primera aventajabainfinitamente a la segunda, no solamente por la superioridad de su civilizacin, sino por elnivel mucho ms elevado de su vitalidad econmica. A partir del siglo IV slo en Orienteexisten grandes ciudades; y adems es precisamente all, en Siria y en Asia Menor,donde se concentran las industrias de exportacin, especialmente las textiles, de las queel mundo romano se constituye como mercado y cuyo transporte es realizado por barcossirios. La preponderancia comercial de los sirios es ciertamente uno de los hechos msinteresantes de la historia del Bajo Imperio2, y debi de contribuir ampliamente a esaorientalizacin progresiva de la sociedad que finalmente habra de abocar en elbizantinismo. Y esta orientalizacin, cuyo vehculo es el Mediterrneo, es una pruebaevidente de la importancia creciente del mar a medida que, al envejecer, el Imperio sedebilita, retrocede por el norte bajo la presin de los brbaros y se concentra cada vezms en las costas.No se puede uno, pues, sorprender al ver a los germanos, desde el comienzo del perodode las invasiones, esforzarse por alcanzar estas mismas costas para establecerse all.Cuando, en el transcurso del siglo III, las fronteras ceden por primera vez bajo su empuje,se dirigen por la misma razn hacia el sur. Los cuados y los marcomanos invaden Italia,los godos avanzan hacia el Bsforo, los francos, los suevos y los vndalos que han

    1 La presente obra reproduce una parte del texto de H. PIRENNE Le filies et les institutions urbaines, t. I,Pars, Alean, Bruselas, N. S. E., 1939, pp. 304 a 431.2 P. ScHEFFER-BoiCHORST, Zur Geschichte der Syrer im Abendlande (Mitteilungen des Instituts frOesterreichische Geschichtsforschung, t. VI, 1885, p. 521); L. BRHIER, Les colonies d'Orientaux en Occident aucommencement du Moyen Age (Byzantiniscbe Zeitsebrift, t. XII, 1903). Cf. F. CUMONT, Les religin orientalesdans le paganisme romain, p. 132 (Pars, 1907).

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  • franqueado el Rhin, hacia Aquitania y Espaa. No desean establecerse en las provinciasseptentrionales que las circundan. Lo que codician son aquellas regiones privilegiadasdonde la suavidad del clima y la fecundidad de la naturaleza se unen a la riqueza y losencantos de la civilizacin.Esta primera tentativa de los brbaros no tuvo de permanente nada ms que las ruinasque produjo. Roma conservaba suficiente vigor para rechazar a los invasores al otro ladodel Rhin y del Danubio. Todava durante un siglo y medio consigui contenerles agotandocon ello sus ejrcitos y sus finanzas. Pero el equilibrio de fuerzas resultaba cada vez msdesigual entre los germanos cuya presin se haca ms poderosa a medida que elaumento de su nmero les empujaba ms imperiosamente a una expansin exterior y elImperio cuya poblacin decreciente le permita cada vez menos una resistencia,mantenida con una habilidad y constancia que no se puede, por otra parte, dejar deadmirar. A comienzos del siglo V se consuma el hecho. La totalidad de Occidente esinvadida. Sus provincias se transforman en reinos germnicos. Los vndalos se instalanen frica, los visigodos en Aquitania y en Espaa, los burgundios en el Valle del Rdano,los ostrogodos en Italia.Esta nomenclatura es significativa. Slo abarca, como se ve, a los pases mediterrneos yno hace falta ms para mostrar que el objetivo de los vencedores, libres al fin paraestablecerse a su gusto, era el mar, ese mar que durante tanto tiempo los romanoshaban llamado con tanto afecto como orgullo mare nostrum. Es hacia l hacia dondetodos, sin excepcin, se dirigen, impacientes por asentarse en sus costas y por gozar desu belleza. Si los francos, al principio, no llegaron a alcanzarle, es porque, llegadostardamente, encontraron el lugar ocupado. Pero ellos tambin desean poseerlo. YaClodoveo quiso conquistar la Provenza y tuvo que intervenir Teodorico para impedirleextender las fronteras de su reino hasta la Costa Azul. Este primer fracaso nodesanimara a sus sucesores. Un cuarto de siglo ms tarde, en el 536, aprovecharan laofensiva de Justiniano contra los ostrogodos para que stos les cediesen la codiciadaregin; y resulta sorprendente sealar cuan infatigablemente tiende, desde entonces, ladinasta merovingia a convertirse a su vez en una potencia mediterrnea. En el 542,Childeberto y Clotario se comprometen en una expedicin, por lo dems desgraciada,allende los Pirineos. Italia suscita especialmente la codicia de los reyes francos. Se aliancon los bizantinos, despus con los lombardos, en la esperanza de penetrar al sur de losAlpes. Constantemente decepcionados se afanan en nuevas tentativas. Ya, en el 539,Teudeberto franque los Alpes, y cuando Narss, en el 553, reconquistaba los territoriosque haba ocupado, se realizaron numerosos esfuerzos en el 584-585 y del 588 al 590para apoderarse nuevamente de ellos.El establecimiento de los germanos en la cuenca del Mediterrneo no supone de ningunamanera el punto de partida de una nueva poca en la historia de Europa. Por muchasconsecuencias que tuviera, de ninguna manera hizo tabla rasa del pasado ni rompi conla tradicin. El objetivo de los invasores no era anular el Imperio Romano, sino instalarseall para disfrutarlo. En cualquier caso, lo que conservaron sobrepasa en mucho a lo quepudieron destruir o aportar de nuevo. Ciertamente los reinos que constituyeron en elterritorio del Imperio hicieron desaparecer a ste en tanto que Estado de la Europaoccidental. Considerando las cosas desde un punto de vista poltico, el orbis romanus,circunscrito en lo sucesivo al Oriente, perdi el carcter ecumnico que haca coincidirhasta entonces sus fronteras con las fronteras de la cristiandad. Lo que no quiere decir,sin embargo, que, desde entonces, se convirtiese en algo ajeno para aquellas provinciasque haba perdido. Su civilizacin sobrevivi a su dominio. Se impuso a sus vencedorespor la Iglesia, por la lengua, por la superioridad de las instituciones y del derecho. Enmedio de las luchas, de la inseguridad, de la miseria y de la anarqua que acompaaron alas invasiones, es cierto que esa civilizacin se fue degradando, pero en esta degradacin

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  • conserva una fisionoma an netamente romana. Los germanos no pudieron y adems noquisieron prescindir de ella. La barbarizaron, pero no la germanizaron conscientemente.Nada confirma ms claramente esta observacin como la persistencia hasta el siglo VIIIdel carcter martimo que hemos constatado ms arriba como esencial para el Imperio. ElMediterrneo no pierde su importancia tras el perodo de las invasiones. Se mantienepara los germanos como lo que era antes de su llegada: el centro mismo de Europa, elmare nostrum. Por considerable que hubiese sido en el orden poltico la destitucin delltimo emperador romano de Occidente (476), en manera alguna fue suficiente como paradesviar la evolucin histrica de su direccin secular. Contina, por el contrario,-desarrollndose en el mismo teatro y bajo las mismas influencias. Ningn indicio anunciatodava el fin de la comunidad de civilizacin establecida por el Imperio desde lasColumnas de Hrcules hasta el mar Egeo y desde las costas de Egipto y de frica hastalas de la Galia, de Italia y de Espaa. Colonizado por los brbaros, el mundo nuevoconserva en sus lneas generales la fisionoma del mundo antiguo. Para seguir el curso delos acontecimientos, desde Rmulo Augstulo a Carlomagno, no hay ms remedio quedirigir constantemente la atencin al Mediterrneo3.Todas las grandes peripecias de la historia se desarrollan en sus lmites. Desde el 493hasta el 526, la Italia gobernada por Teodorico ejerce sobre todos los reinos germnicosuna hegemona a travs de la cual se perpeta, y se afirma el poder de la tradicinromana. Luego, desaparecido Teodorico, este poder se evidencia an ms claramente.Falt poco para que Justiniano restaurase la unidad imperial (527-565). frica, Espaa eItalia son reconquistadas. El Mediterrneo vuelve a ser un lago romano. Es cierto queBizancio, agotado por el inmenso esfuerzo que acaba de realizar, no puede ni llevar atrmino, ni tan siquiera conservar intacta, la sorprendente obra que ha acometido. Loslombardos le arrebatan el norte de Italia (568) y los visigodos se liberan de su yugo. Sinembargo, no abandona de ningn modo sus pretensiones. Conserva an durante muchotiempo frica, Sicilia e Italia meridional. No renuncia a dominar Occidente gracias al mar,donde sus flotas poseen la hegemona, de tal manera que la suerte de Europa se juegaen este momento ms que nunca en las aguas del Mediterrneo.Lo que es cierto para el movimiento poltico lo es tambin, y en mayor medida si cabe,para la civilizacin. Hace falta recordar que Boecio (480-525) y Casiodoro (477-c. 562)son italianos, como San Benito (480-543) y como Gregorio el Grande (590-604), y queIsidoro de Sevilla (570-636) es espaol? Es Italia la que conserva las ltimas escuelas, yal mismo tiempo la que difunde el monacato al norte de los Alpes. En ella es donde seencuentra a la vez lo que subsiste todava de cultura antigua, y lo nuevo que se estgestando en el seno de la Iglesia. Todo el vigor que la Iglesia de Occidente pone demanifiesto se halla en las regiones mediterrneas. Solamente all posee una organizaciny un espritu capaz de grandes empresas. Al norte de la Galia, el clero se corrompe en labarbarie y en la impotencia. El cristianismo tuvo que ser llevado a los anglosajones (596),no desde las costas vecinas de la Galia, sino desde las lejanas costas de Italia. Lapresencia de San Agustn entre ellos es tambin un testimonio brillante de la importanciahistrica conservada por el Mediterrneo. Y esto resulta an ms significativo si se piensaque la evangelizacin de Irlanda se debe a misioneros procedentes de Marsella y que losapstoles de Blgica San Amando (f c. 675) y San Remado (f c. 668) son aquitanos.Todava ms claro, el movimiento econmico de Europa se revela como la continuacindirecta del Imperio Romano. Indudablemente, el decaimiento de la actividad socialaparece en este dominio como en los otros. Ya los ltimos tiempos del Imperio nos hacenpresenciar una decadencia que la catstrofe de las invasiones contribuy naturalmente a

    3 H. PIRENNE, Mahomet et Charlemagne (Revue belge de pbilologie et d histoire, 1922, t. I, p. 77).

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  • acentuar. Pero se equivocara totalmente el que se imaginara que la llegada de losgermanos tuvo como consecuencia la sustitucin del comercio y de la vida urbana por unaeconoma puramente agrcola y un estancamiento general de la circulacin4. La supuestarepulsa de las ciudades por parte de los brbaros es una fbula convenientementedesmentida por la realidad. Si en las fronteras extremas del Imperio fueron saqueadas,incendiadas y destruidas algunas ciudades, es incuestionable que la inmensa mayora deellas sobrevivi. Una estadstica de las ciudades existentes hoy en Francia, en Italia eincluso en las riberas del Rhin y del Danubio, evidenciara que, en su mayora, selevantan en el lugar donde estaban situadas las ciudades romanas y que su nombre por logeneral no es sino una transformacin del nombre de stas.Se sabe que la Iglesia calc sus circunscripciones religiosas de las circunscripcionesadministrativas del Imperio. Por regla general, cada dicesis corresponda a una civitas.Resulta, pues, que la organizacin eclesistica, al no sufrir casi ninguna alteracin en lapoca de las invasiones, conserv su carcter municipal en los nuevos reinos fundadospor los conquistadores germnicos, lo cual es de tal manera cierto que, a partir del sigloVI, la palabra civitas adquiere el sentido especial de ciudad episcopal, de centro dioce-sano. Al sobrevivir al Imperio en el que se haba fundado, la Iglesia contribuyampliamente a salvaguardar la existencia de las ciudades romanas.Pero hay que reconocer tambin que estas ciudades mantuvieron por s mismas, durantemucho tiempo, una importancia considerable. Sus instituciones municipales nodesaparecieron bruscamente con la llegada de los germanos. Se puede sealar que nosolamente en Italia, sino tambin en Espaa e incluso en la Galia conservaron susDecuriones, es decir, un cuerpo de magistrados provistos de una autoridad judicial yadministrativa cuyos detalles se nos escapan, pero cuya existencia, y origen romano nopodemos negar5. An se puede descubrir all la presencia del Defensor civitats y lacostumbre de la inscripcin de las casas notables en las Gesta Municipalia. Por otra parte,y de manera ms definitiva, se nos muestran como los centros de una actividadeconmica que tambin es una supervivencia de la civilizacin anterior. Cada ciudadsigue siendo el mercado de los campos de su alrededor, el domicilio invernal de losgrandes hacendados de su regin y, por poco que est favorablemente situada, el centrode un comercio cada vez ms desarrollado a medida que se aproxime a las costas delMediterrneo. Basta leer a Gregorio de Tours para convencerse de que la Galia de supoca todava posea un tipo de mercaderes profesionales establecidos en las ciudades.Cita en pasajes como a los ms caractersticos a los de Verdn, Pars, Orlens, Clermont-Ferrand, Marsella, Mimes y Burdeos6. Sin duda es preciso no exagerar su importancia;sera un error tan considerable como infravalorarla. Es cierto que la constitucineconmica de la Galia merovingia se basaba ms en la agricultura que en cualquier otraforma de actividad; y esto es tanto ms evidente cuanto que ocurra ya de esta manerabajo el Imperio Romano. Lo que no impide que la circulacin interior y la importacin yexportacin de gneros y mercancas jugasen un papel lo suficientemente activo comopara que se les reconozca como indispensables para la alimentacin y subsistencia de lasociedad. Una prueba indirecta de este hecho nos la dan las rentas del telonio(theloneum). Se sabe que se llamaba de esta manera a los peajes establecidos por la

    4 A. DOPSCH, Wtrtscchaftliche und Soziale Grundlagen der Europischen Kulturenentwickelung, t. II, p. 527 (Viena,1920), se opone vigorosamente a la idea de que los germanos hubieran hecho desaparecer la civilizacinromana.5 FUSTEL DE COULANGES,La Monarchie franque, p. 236; A. DOPSCH,Wirtschaftliche und Soziale Grundlagen derEuropischen Kulturenentwickelung, t. II, p. 342; E. MAYER, Deutsche und franzische Verfassungsgeschichte, t. I,p. 296 (Leipzig, 1899).

    6 Vase entre otras la Historia Francorum, dit. LARUSCH, libro IV, 43; libro VI, 45; libro VIII, 1, 33; libro III, 34.

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  • administracin romana a lo largo de los caminos, en los puertos, al pasar los puentes, etc.Los reyes francos permitieron que subsistieran todos y sacaron de ellos recursos tanabundantes que los cobradores de esta clase de impuestos (thelonearii) figuraron entresus funcionarios ms tiles. El mantenimiento del comercio despus de las invasionesgermnicas y, al mismo tiempo, el mantenimiento de las ciudades que eran sus centros yel de los mercados que eran sus instrumentos se explica por la pervivencia del trficomediterrneo. As ocurra despus de Constantino y as se vuelve a encontrar, en lneasgenerales, desde el siglo V al VIII. Si, como era de esperar, su declive se acentu, no esmenos verdad que nos ofrece el espectculo de un intercambio ininterrumpido entre elOriente bizantino y el Occidente dominado por los brbaros. Por la navegacin que serealiza desde las costas de Espaa y de la Galia hasta las de Siria y Asia Menor, lacuenca del Mediterrneo no deja de constituir la unidad econmica que se haba formadosecularmente en el seno de la comunidad imperial. Gracias a ella la organizacineconmica del mundo sobrevivi a su fragmentacin poltica.A falta de otras pruebas, el sistema monetario de los reyes francos consignara estaverdad hasta la evidencia. Este sistema, lo sabemos bastante bien como para que no seanecesario insistir aqu, es puramente romano, o para hablar ms exactamente, romano-bizantino. Lo es por las monedas que acua, el solidus, el triens y el denarius; es decir, elsueldo, el tercio de sueldo y el denario. Lo es adems por el metal que emplea, el oro,utilizado para la acuacin del sueldo y del tercio de sueldo. Lo es tambin por el pesoque asigna a las especies. Lo es por las efigies que imprime. Recordemos que los talleresmonetarios conservaron durante mucho tiempo bajo los reyes merovin-gios, lacostumbre de hacer figurar el busto del emperador en las monedas, de representar en elreverso de las piezas la Victoria Augusti y que, llevando la imitacin al extremo, nodejaron, cuando los bizantinos sustituyeron la imagen de esta Victoria por la cruz, deseguir tambin su ejemplo. Un servilismo tan absoluto se explica necesariamente porrazones poderosas. Evidentemente, tuvo por causa la necesidad de mantener entre lamoneda nacional y la moneda imperial una paridad que no tendra razn de ser si nohubiesen subsistido las ms ntimas relaciones entre el comercio merovingio y el comerciogeneral del Mediterrneo; es decir, si este comercio no hubiese continuado vinculndosepor los lazos ms estrechos al comercio del Imperio Bizantino7. Adems abundan laspruebas de estos lazos y aqu bastar recordar algunas de las ms significativas.Sealemos, en primer lugar, que Marsella no ha dejado de ser, hasta el comienzo delsiglo VIII, el gran puerto de la Galia. Los trminos empleados por Gregorio de Tours en lasnumerosas ancdotas en las que se le ocurre hablar de esta ciudad nos obligan aconsiderarla como un centro econmico singularmente animado8. Una navegacin muyactiva la vincula a Constantinopla, Siria, frica, Egipto,Espaa e Italia. Los productos de Oriente el papiro, las especias, los tejidos de lujo, elvino y el aceite son objeto de una importacin regular. Los mercaderes extranjeros,judos y sirios en su mayora, se establecen all de un modo permanente y su nacionalidadevidencia la intensidad de los contactos mantenidos por Marsella con las regionesbizantinas. Por ltimo, la cantidad extraordinaria de monedas que son acuadas alldurante la poca merovingia nos proporciona una prueba material de la propia actividad

    7 M. PROU, Catalogue des monnaies mrovingiennes de la Bibliothique Nationale dt Pars. Introduction; H. PIRENNE,Un contraste conomique. Mrovingiens et Carolingiens (Revue belge di pbilologie et d'bistoire, 1923, t. II, p.225).

    8 Historia Francorum, dit. LARUSCH, libro IV, 43; libro V, 5; libro VI, 17, 24; libro IX, 22. Cf.GREGORIO EL GRANDE, Epistolae, I, 45. Existia en Marsella un almacn (cellarium fisci, catbalas) provisto deuna caja alimentada continuamente por los derechos de entrada y que an a fines del siglo VIII era bastanterica, de manera que el rey poda constituir a partir de ella rentas que se elevaban a la cifra de 100 sueldos deoro. Vase un ejemplo en la Abada de Saint-Denys en Mon. Germ. Hist. Diplmala, t. I, nms. 61 y 82. Cf.Mon. Germ. Hist. Script. Rertim Merovingicarum, t. II, p. 406.

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  • de su comercio9. La poblacin de la ciudad deba comprender, aparte de los negociantes,un tipo de artesanos bastante numeroso10. Desde cualquier aspecto parece, pues, queconserv claramente, bajo el gobierno de los reyes francos, el carcter netamentemunicipal de las ciudades romanas.El movimiento econmico de Marsella se propaga naturalmente en el binterland delpuerto. Bajo su influencia todo el comercio de la Galia se orienta hacia el Mediterrneo.Los telonios ms importantes del reino franco estn situados en los alrededores de laciudad, en Fos, Arles, Toulon, Sorgues, Valence, Vienne y Avignon11. Lo que es unaprueba evidente de que las mercancas desembarcadas en la ciudad eran enviadas alinterior. Llegaban al norte del pas, tanto a travs de los cursos del Rdano y el Saonacomo por las calzadas romanas. An poseemos los documentos por los que la Abada deCorbie obtuvo de los reyes la exencin de peaje en Fos para una multitud de productos,entre los que se destacan una variedad sorprendente de especias de procedencia orientaly papiros12. En estas condiciones, no parece demasiado atrevido suponer que la actividadcomercial de los puertos de Rouen y de Nantes, en las costas del Atlntico, los deQuentovic y Duurstede, en las del Mar del Norte, se mantena por la atraccin deMarsella. La feria de Saint-Denys, como lo haran en los siglos XII XIII las ferias deChampagne, de las que se la puede considerar como la prefiguracin, pone encontacto a los mercaderes anglosajones, llegados a travs de Rouen y Quentovic, con losde Lombarda, Espaa y Provenza, y de esta manera les hace participar en el comerciodel Mediterrneo13. Pero, evidentemente, la influencia de este mar era mucho mssensible en el sur del pas. Las ciudades ms importantes de la Galia merovingia seencuentran todava, como en la poca del Imperio Romano, al sur del Loira. Los detallesque nos proporciona Gregorio de Tours sobre Clermont-Ferrand y sobre Orlensmuestran que contenan autnticas colonias de judos y de sirios; y si as ocurra en estasciudades en las que nada permite creer que disfrutasen de una situacin privilegiada,deba pasar otro tanto en centros bastante ms importantes como eran los de Burdeos yLyon. Se sabe adems que Lyon posea, aun en poca carolingia, una poblacin judamuy numerosa14.Todo esto es sin duda suficiente para concluir que los tiempos merovingios conocieron,merced a la persistencia de la navegacin mediterrnea y por intermedio de Marsella, loque se puede verdaderamente llamar un gran comercio. Sera ciertamente un errorpretender restringir el negocio de los mercaderes orientales de la Galia exclusivamente aobjetos de lujo. Sin duda, la venta de orfebrera, esmaltes y telas de seda deba

    9 M. PROU, Cataloga des monnaies mrovingitnnes de la Bibliotbeque Nationale de Pars, p. 300.10 Efectivamente, es imposible no suponer la existencia en Marsella de una clase de artesanos al menos tan

    importante como la que an haba en Arles a mediados del siglo VI. F. LAIENER, Verfassungsgtscbicbtt derPnvence, p. 29 (Leipzig, 1900).11 Marculfi Formulai, dit. ZEUMER, p. 102, nm. 1.12 L. LEVILLAIN, Examen critique des charles menvingiennes et carolin-gftmes de l'abbaye de Corbie, p. 220,231, 235 (Pars, 1902). Se trata del telonio de Fos de Aix-en-Provence. Una frmula de Marculfo (ed. ZEUMER, p.11), prueba que el gar, los dtiles, la pimienta y muchos otros productos orientales formaban parte de laalimentacin habitual del norte de la Galia. En lo que se refiere al papiro, un texto que se conserva comoapndice de los estatutos de Adalardo de Corbie (Gu-RARD, Polyptyque d'Irminon, t. II, p. 336) atestigua quedeba estar muy extendido y su uso deba ser cotidiano. Este texto lo menciona cum seboro, lo cual inclina acreer que serva, como en nuestros das el papel oleoso, para formar las paredes de las lmparas. S perfecta-mente que el texto en cuestin se atribuye a la poca carolingia. Pero no se pueden alegar otros argumentos enfavor de esta opinin que el hecho de que est a continuacin de los estatutos de Adalardo. Esta es unacircunstancia que no puede pasar por una prueba. La desaparicin del papiro a partir de los comienzos delsiglo IX nos obliga a atribuir este curioso documento a una fecha cien aos ms antigua.13 El diploma de Dagoberto, ratificando en el 629 los derechos de Saint Denys sobre esta feria (Ai. G. Dipl.1,140), se considera generalmente sospechoso. No se ha proporcionado, sin embargo, ninguna pruebaconvincente contra su autenticidad. Aunque no procediera de la cancillera de Dagoberto, es indudablementeanterior a la poca carolingia y no hay ninguna razn para poner en duda los detalles que nos proporcionasobre la asistencia a la feria.14 Vanse las cartas de ACOBARDO en los Monumenta Germnica Histrica. Epistolae, t. V, pp. 184 y ss.

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  • proporcionarles abundantes beneficios. Pero no bastara esto para explicar su nmero ysu extraordinaria difusin por todo el pas. El trfico de Marsella se alimentaba adems deproductos de consumo general, como el vino y el aceite, sin contar las especias y elpapiro, que eran exportadas, como se vio, hacia el norte. Desde entonces no hay msremedio que considerar a los mercaderes orientales de la monarqua franca como co-merciantes a gran escala. Sus barcos, despus de haber sido descargados en los muellesde Marsella, se llevaban seguramente, al abandonar las orillas de Provenza, nosolamente viajeros, sino tambin flete de vuelta. Las fuentes, a decir verdad, nada nosindican sobre la naturaleza de este flete. Entre las conjeturas de las que puede ser objeto,una de las ms verosmiles es que consista, al menos en una gran parte, en mercancahumana, quiero decir en esclavos. El comercio de esclavos no dej de practicarse en elreino franco hasta fines del siglo IX. Las guerras emprendidas contra los brbaros deSajonia, de Turingia y de las regiones eslavas le proporcionaban un material que alparecer fue bastante abundante. Gregorio de Tours nos habla de esclavos sajonespropiedad de un mercader orleans15, y puede conjeturarse con la mayor verosimilitudque aquel Samo que partiera en la primera mitad del siglo VII con un grupo decompaeros hacia el pas de los vendas, de los que lleg a ser su rey, no era sino unaventurero traficante en esclavos16. Recordemos finalmente qu el comercio de esclavos,al que se dedicaban los judos en el siglo IX an con bastante intensidad, se remontaciertamente a una poca ms antigua.Si la mayor parte del comercio en la Galia merovingia se encontraba indefectiblemente enmanos de mercaderes orientales, junto a ellos, y segn parece en relaciones constantescon ellos, son mencionados los mercaderes indgenas. Gregorio de Tours no deja deproporcionarnos datos por su cuenta, que evidentemente seran ms numerosos si nofuera el azar el que los hiciera aparecer en los textos. Nos muestra al rey proporcionandoun prstamo a los mercaderes de Verdn, cuyos negocios prosperan tan felizmente queprontamente pueden rembolsrselo17. Nos da noticia de la existencia en Pars de unadomus negociantum, es decir, segn todos los indicios, de una especie de mercado deabastos o bazar18. Nos habla de un mercader que para enriquecerse se aprovecha delgran hambre del 58519. Y en todas estas historias se trata, sin la menor duda, deprofesionales y no de simples vendedores o compradores de ocasin.El cuadro que nos presenta el comercio de la Galia merovingia se encuentra naturalmenteen los otros reinos germnicos ribereos del Mediterrneo, en los ostrogodos de Italia, enlos vndalos de frica, y en los visigodos de Espaa. El edicto de Teodorico encierra unagran cantidad de estipulaciones relativas a los mercaderes. Cartago permanece como unpuerto importante en relaciones con Espaa, y parece que sus barcos subieron hastaBurdeos. La ley de los visigodos menciona a negociantes de ultramar20.

    En todo esto resalta con fuerza la continuidad del movimiento comercial del ImperioRomano tras las invasiones germnicas, que no acabaron con la unidad econmica de laAntigedad. Por el contrario, esta unidad se conserva, con una destacada nitidez, graciasal Mediterrneo y a las relaciones que mantiene con Occidente y Oriente. El gran marinterior de Europa no pertenece, como en otro tiempo, a un solo estado. Pero an nada

    15 Historia Fraiuorum, ed. LARUSCH, libro VH, 46.16 J. GOLL, Samo und die Karantinischen Slaven (Mitteilungen des Instituts fr OesterreichischeGeschichtforschung, t. XI, p. 443).17 Historia Francorum, ed. LARHSCH, libro III18 Ibidem, libro VHI, 33.

    19 Ibidem, libro VI, 45. En el 627 un tal Johannes Mercator hizo una donacin a Saint-Denys. Afn. Germ. Hist.Script. Dipl. Merot., 1.1, p. 13. Los Gesta Dagpberti (ibidem, Script. Rer. Merov., t. II, p. 314) hablan de un SalomnNegociator que, a decir verdad, es sin duda un judo.20 A. DOPSCH,Wirtschaftlicbe und Soziale Grundkgen der Europischen Kulturentntwickelung, t. u, p. 432; F. DAHN,Ueber Handel und Handels-recht der Westgothen. Bausteine, H, 301 (Berln, 1880).

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  • permite prever que dejar pronto de ejercer a su alrededor su atraccin secular. A pesarde las transformaciones que presenta, el mundo nuevo no ha perdido el carctermediterrneo del mundo antiguo. En las costas del Mediterrneo se concentra y se nutretodava lo mejor de su actividad. Ningn indicio anuncia el fin de la comunidad decivilizacin establecida por el Imperio Romano. A comienzos del siglo VII, quien hubieravislumbrado el porvenir no habra encontrado ninguna razn para no creer en lapersistencia de la tradicin.Ahora bien, lo que era entonces natural y racionalmente previsible no se realiz. El ordenmundial que haba sobrevivido a las invasiones germnicas no pudo hacerlo a la delIslam, que se proyect en el curso de la historia con la fuerza elemental de un cataclismocsmico. En vida de Mahoma (571-632) nadie hubiese podido preverlo ni, con-siguientemente, prepararse para ella. Sin embargo, bastaron poco ms de cincuenta aospara que se extendiese del Mar de China al Ocano Atlntico. Nada se resiste ante ella.En el primer enfrentamiento derriba al Imperio Persa (633-644), arrebata sucesivamenteal Imperio Bizantino Siria (634-636), Egipto (640-642), frica (643-708) e irrumpe enEspaa (711). Su avance invasor no cesar hasta comienzos del siglo VIII, cuando losmuros de Constantinopla por una parte (717) y los soldados de Carlos Martel (732) porotra rompen su gran ofensiva envolvente contra los dos flancos de la cristiandad. Perocuando su fuerza de expansin qued agotada, haba cambiado ya la faz de la tierra. Surepentino empuje destruy el mundo antiguo. Se acab la comunidad mediterrnea quese agrupaba a su alrededor. El mar cotidiano y casi familiar que relacionaba todas suspartes va a convertirse en una barrera entre ellas.En todas sus costas la existencia social, en sus caracteres fundamentales, haba sido lamisma a lo largo de siglos, como lo eran o estaban prximas a serlo la religin, lascostumbres o las ideas. La invasin de los brbaros del Norte no haba modificadoesencialmente esta situacin. Y he aqu que repentinamente le son arrebatados los pro-pios pases donde haba nacido la civilizacin; el culto del profeta sustituye a la fecristiana, el derecho musulmn al derecho romano, la lengua rabe a la lengua griega ylatina. El Mediterrneo haba sido un lago romano; ahora se transforma, en su mayorparte, en un lago musulmn. Desde entonces separa, en lugar de unir, Oriente y Occi-dente europeos. Se rompe el vnculo que an una el Imperio Bizantino con los reinosgermnicos del oeste.

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  • 2. La decadencia comercial del siglo IX

    En general, no se ha subrayado suficientemente el gran impacto de la invasin islmicaen Europa Occidental21. Efectivamente, tuvo como consecuencia el situarla en unascondiciones que no haban existido desde los primeros tiempos de la historia. Occidente,a travs de los fenicios, los griegos y por ltimo los romanos, haba recibido su civilizacinsiempre de Oriente. Haba vivido, por as decirlo, del Mediterrneo; y ahora, por primeravez, estaba obligado a vivir de sus propios recursos. Su centro de gravedad, situado hastaentonces al borde del mar, se desplaza hacia el norte; y, como resultado, el Estadofranco, que hasta ahora haba tenido un papel histrico todo lo ms de segundo orden, vaa convertirse en el arbitro de sus destinos. No debe considerarse como un mero juego deazar el que simultneamente fuera cerrado el Mediterrneo por el Islam y entraran enescena los carolingios. Estudiando los hechos con ms perspectiva, se advierteclaramente entre uno y otro una relacin de causa a efecto. El Imperio franco va a sentarlas bases de la Europa medieval. Pero esta misin tuvo como condicin esencial la cadadel orden tradicional del mundo; nada le hubiera conducido a ello si la evolucin histricano hubiese sido desviada de su curso y, por decirlo as, descentrada por la invasinmusulmana. Sin el Islam, sin duda, no hubiera existido nunca el Imperio franco, yCarlomagno resulta inconcebible sin Mahoma22.Para asegurarse de que fue de este modo basta sealar la oposicin que presentan lapoca merovingia, durante la cual el Mediterrneo conserva su importancia histricamilenaria, y la poca carolingia, en la que esta influencia deja de notarse. En todos losaspectos se observa el mismo contraste: en el sentimiento religioso, en la poltica, en laliteratura, en las instituciones, en la lengua y hasta en los caracteres de la escritura.Desde cualquier punto de vista que se examine, la civilizacin del siglo IX testimonia unaruptura muy clara con la civilizacin anterior. El golpe de estado de Pipino el Breve esalgo ms que un cambio de dinastas; supone una orientacin nueva en el curso seguidohasta entonces por la historia. Ciertamente Carlomagno, al tomar el ttulo de emperadorromano y de Augusto, crey reanudar la tradicin antigua. En realidad la rompi. ElAntiguo Imperio, reducido a las posesiones del Basileus de Constantinopla, se convierteen un Imperio oriental, yuxtapuesto y ajeno al nuevo Imperio de Occidente. A pesar de sunombre, ste no es romano ms que en la medida en que la Iglesia catlica es romana.Adems, los elementos de su fuerza residen sobre todo en las regiones del norte. Susprincipales colaboradores en materia religiosa y cultural no son ya, como antes, italianos,aquitanos o espaoles, sino anglosajones (un San Bonifacio o un Alcuino) o suabos(como Eginardo). En el Estado, desconectado ahora del Mediterrneo, los pueblosmeridionales no desempean ms que un papel secundario. La influencia germnicacomienza a dominar desde el momento en que, detenida su expansin hacia el sur, seextiende ampliamente por Europa septentrional y empuja sus fronteras hasta el Elba y lasmontaas de Bohemia.

    21H. PIRENNE, Mahomet et Charlemagne (Revue belge de philohgfe et d'bistoire, 1.1, p. 86).22 Se podra objetar que Carlomagno conquist en Italia el reino de los lombardos y en Espaa la regin comprendidaentre los Pirineos y el Ebro. Pero estas incursiones hacia el sur no se explican en modo alguno por el deseo de dominar lascostas del Mediterrneo. Las expediciones contra los lombardos se debieron a causas polticas y sobre todo a la alianzacon el papado. La ocupacin de la Espaa septentrional solamente tena como objeto establecer una slida fronterafrente a los musulmanes.

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  • La historia econmica pone en evidencia de un modo especialmente llamativo lasdivergencias entre el perodo carolingio y merovingio23. Durante este ltimo la Galia estodava un pas martimo y, gracias al mar, mantiene la circulacin y el movimiento. ElImperio de Carlomagno, por el contrario, es esencialmente continental. No se comunicacon el exterior; es un estado cerrado, sin salidas, que vive en una situacin de aislamientocasi completa.La transicin de una poca a otra no se hace, sin duda, brusca y claramente. Desdemediados del siglo VII se observa el declive del comercio marsells, a medida que losmusulmanes progresan en el Mediterrneo. Siria, conquistada por ellos en el 634-36, es laprimera en interrumpir el envo de sus barcos y sus mercancas. Pronto, Egipto cae a suvez bajo el yugo del Islam (640) y deja de enviar papiro a la Galia; es totalmentecaracterstico el que la Cancillera Real deje de emplearlo a partir del 67724. Laimportacin de especias se mantiene todava durante algn tiempo, puesto que, en el716, los monjes de Corbie consideran til renovar, por ltima vez, su privilegio en eltelonio de Fos25. Cincuenta aos ms tarde, el puerto de Marsella queda abandonado. Elmar del que se nutra ha cerrado sus puertas y la vitalidad econmica que habamantenido gracias a l en las regiones del interior cesa definitivamente. En el siglo IX, laProvenza, que antes fuera la regin ms rica de la Galia, es ahora la ms pobre26.Por otra parte, los musulmanes afianzan cada vez ms su dominio en el mar. En el sigloIX, toman Crcega, Cerdea y Sicilia. En la costa africana fundan nuevos puertos:Kairuan (670), Tnez (698-703), ms tarde El-Mehdiah al sur de esta ciudad y despus ElCairo en el ao 969. Palermo, donde existe un gran arsenal, se convierte en una baseprincipal en el mar Tirreno. Sus flotas dominan el mar; flotas de comercio, que transportanhacia El Cairo desde donde sern reexpedidos a Bagdad productos de Occidente, oflotas de piratas, que arrasan las costas de Provenza e Italia e incendian las ciudadesdespus de haberlas saqueado y de haber capturado a sus habitantes para venderloscomo esclavos. En el 889 un grupo de estos saqueadores se aduean incluso deFraxinetum (Garde-Frainet, en el departamento del Var, no lejos de Niza), cuya guarnicinhaba sometido a las poblaciones vecinas durante casi un siglo a continuas racias y habaamenazado los caminos que, a travs de las gargantas de los Alpes, van desde Francia aItalia27.

    23 H. PIRENNE,Un contraste conomique. Mrovingiens et Carolingiens (Reta belge de philologie et d'bistoire, t. II, p. 223).24 La importacin, sin embargo, todava no haba cesado completamente por aquella fecha. La ltima mencinque se conoce del uso del papiro en la Galia data del 787. M. PROU, Manuel de palograpbie, cuarta ed., p. 9. EnItalia se contina usando hasta el siglo XI. GIRY, Manuel de diplomatique, p. 494. Era importado de Egipto, oms seguramente de Sicilia, donde los rabes haban introducido su fabricacin, mediante el comercio con lasciudades bizantinas del sur de la Pennsula o por el de Venecia, del que se tratar en el captulo IV. Es, adems,significativo comprobar que a partir de la poca carolingia, los frutos orientales, de gran importancia en laalimentacin de la poca merovingia, desaparecen completamente. Si se consultan las tractoriae que regulan elaprovisionamiento de los funcionarios, se ve cmo los missi carolingios son reducidos all a comidascampesinas: carne, huevos y manteca. Vase WAITZ, Verfassungsgeschichte, t. II, 2, p. 296.

    25 El mismo fenmeno se produca en Stavelot, donde los monjes dejan de solicitar que se les confirme laexencin del telonio que les haba concedido Sigeberto III en el paso del Loira, es decir, en la ruta deMarsella. HALLAIN y ROLAND, Cartulaire de l'abbayt dt Stanlot-Malmdy, t. I, p. 10.26 F. LAIENER, Verfassungsgeschichte der Provence, p. 31. Es caracterstico observar cmo en el siglo IX las rutasque franqueaban los Alpes en direccin a Marsella ya no son frecuentadas. Se abandona la del monteGenvre. No hay mas circulacin que la que se realiza a travs de los desfiladeros que se abren hacia el norte:Mont-Cenis, Pequeo y Gran San Bernardo, Septimer. Vase P. A. SCHEFFBL, Verlaebrs-gescbichte der Alpen(Berln, 1908-1914).

    27 A. SCHULTE, Geschichte des Mittelaterlicben Handels und Verkehrs zwischen Westdeutschland und Italien, t. II,p. 59 (Leipzig, 1900).

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  • Los esfuerzos de Carlomagno y de sus sucesores para proteger el Imperio de la agresinde los sarracenos fueron tan ineficaces como los que hicieron para oponerse a la invasinde los normandos. Es conocida la energa y habilidad con que los daneses y noruegosexplotaron a Francia, durante todo el siglo IX, no slo a travs del mar del Norte, el canalde la Mancha y el golfo de Gascua, sino incluso a veces a travs del Mediterrneo.Todos los ros fueron navegados por estas barcas de tan diestra construccin; recientesexcavaciones pusieron al descubierto bellos ejemplares conservados en Oslo(Christiania). Peridicamente los valles del Rhin, del Mosa, del Escalda, del Sena, delLoira, del Carona y del Rdano fueron objeto de una explotacin sistemtica llevada connotable tesn28. La devastacin fue tan completa que en muchos lugares lleg incluso adesaparecer la poblacin. Y nada muestra mejor el carcter esencialmente continental delImperio franco que su incapacidad para organizar la defensa de sus costas, tanto contralos sarracenos como contra los normandos. Pues esta defensa para ser efectiva tena quehaber sido una defensa naval y el Imperio no posea flotas, o las que tena eranimprovisadas29.Tal situacin es incompatible con la existencia de un comercio de verdadera envergadura.La literatura histrica del siglo IX hace ciertas referencias, desde luego, a comerciantes(mercatores, negociatores)30. Pero no hay que hacerse ilusiones sobre su importancia. Sise tiene en cuenta la gran cantidad de textos que se conservan de esta poca, se les vemencionados muy escasas veces. Las capitulares, cuyas estipulaciones abarcan todoslos aspectos de la vida social, son de una pobreza chocante en lo relativo al comercio. Sedebe concluir que ste ha tenido un papel tan secundario que es despreciable.Solamente en el Norte de la Galia existen todava durante la primera mitad del siglo IXvestigios de cierta actividad. Los puertos de Quentovic (localidad desaparecida cercana aEtaples en el departamento del Paso de Calais) y de Duurstede (sobre el Rhin, alsudoeste de Utrech) que, durante la monarqua merovingia, traficaban con Inglaterra yDinamarca, continan siendo, hasta su destruccin por los normandos (834-844)31, loscentros de un intercambio martimo bastante amplio. Se puede deducir que gracias a ellosla flotilla de los frisones en el Rhin, Escalda y Mosa, tuvo una importancia que nohallamos en ningn otro lugar durante el reinado de Carlomagno y sus sucesores. Lospaos tejidos por los campesinos de Flandes, que los textos de la poca denominanmantas frisonas (pallia frisonica), suministraban a esta flotilla, junto con los vinos de laAlemania renana, material para una exportacin que parece haber sido bastante regular32.Se sabe adems que los ltimos productos elaborados en Duurstede, haban llegado atener un recorrido muy extenso. Sirvieron como prototipo a las monedas ms antiguas deSuecia y Polonia33, prueba evidente de que penetraron tempranamente hasta el MarBltico, sin duda, con la ayuda de los normandos. Tambin se puede destacar comoobjeto de un comercio de cierta extensin la sal de Noirmoutiers, donde se seala lapresencia de buques irlandeses34. La sal de Salzburgo, por su parte, era transportada por

    28 W. VOGEL, Die Normannen und das frnkiscbe Reicb (Heidelberg, 1906).29 CH.DE LA RONCIERE,Charlemagne et la civilisation maritime au IX sicle (Le Mojen Age, 1897, t. X, p. 201).30 A. DOPSCH, Die Wirstschaftsentwicklung der Karolingerzeit, t. II, pp. 180 y ss., ha sealada con una gran erudicinun nmero considerable. Es preciso sealar, sin embargo, que muchas de ellas se refieren al perodo merovingio ymuchas otras carecen de la significacin que se les atribuye. Vase tambin J. W. THOMPSON, The Commerce ofFrance in the ninth century (The Journal of poltical economy, 1915, t. XXIII, p. 857).31 Quentovic fue destruido por las incursiones del 842 y 844; Duurstede, saqueado en el 834, 835. VOGEL, op. cit.,pp. 66, 88. Cf. J. DE VRIES,De wikingen in de lage landen bij de zee (Harlem, 1923).32 H. PiRENNE, Draps de Frise ou draps de Flandre ? (Vierteljahrschrift fr Sozial und Wirtschaftsgeschichte, 1909, t. VII,p. 308).33 M. PROU,Catalogue des monnaies carolingiemtes de la Bibliotheque Nationale, p. 10.34 W. VOGEL, Die Normannen und das Frankische Reich , p. 62.

  • el Danubio y sus afluentes al interior del Imperio35. La venta de esclavos, a pesar de laprohibicin que hicieron algunos soberanos, se llevaba a cabo a lo largo de las fronterasorientales, donde los prisioneros de guerra hechos a los eslavos paganos tenannumerosos compradores que los llevaban a Bizancio o ms all de los Pirineos.Aparte de los frisones, cuyo comercio fue aniquilado por las invasiones normandas, no seencuentran ms comerciantes que los judos. Eran todava numerosos y se hallaban, encualquier parte de Francia. Los del sur de la Galia estaban relacionados con suscorreligionarios de la Espaa musulmana, a los cuales se les acusaba de vender nioscristianos36. Era de Espaa (o quiz tambin de Venecia) de donde estos judos recibanlas especias y los paos preciosos con los que negociaban37. Por lo dems, la obligacinque tenan de bautizar a sus hijos debi causar la temprana emigracin de un grannmero de ellos ms all de los Pirineos, y su comercio fue decayendo durante el siglo IX.En cuanto a la importancia de los sirios, en otro tiempo tan considerable, no existe en estapoca38.Se debe concluir que el comercio en la poca carolingia se reduce a muy poca cosa.Monopolizado, casi por completo, por los judos extranjeros despus de la desaparicinde Quentovic y de Duurstede, queda reducido al transporte de algunos toneles de vino osal, al trfico prohibido de esclavos y por ltimo a la buhonera de objetos de lujo tradosde Oriente.Desde el cierre del Mediterrneo por el Islam no se encuentra ningn rastro de actividadcomercial regular y normal, de una circulacin constante y organizada, de una clase demercaderes profesionales, de sus establecimientos en las ciudades; en pocas palabras,de todo aquello que constituye la esencia misma de una economa de cambio digna deeste nombre. El gran nmero de mercados (mercata, mercatus) que se conocen en elsiglo IX no contradicen nada a esta afirmacin39. En efecto, no son ms que pequeosmercados locales, establecidos para el abastecimiento de la poblacin por medio de laventa al detalle de artculos alimenticios del campo. Sera igualmente intil alegar, a favorde la actividad comercial de la poca carolingia, la existencia en Aquisgrn, alrededor delpalacio de Carlomagno o en torno a grandes abadas como, por ejemplo, la de Saint-Riquier, de una calle habitada por mercaderes (victis mercatorum)40 En efecto, estosmercaderes no son en absoluto comerciantes profesionales. Encargados del man-tenimiento de la corte o de los monjes, son, como si dijramos, empleados delabastecimiento seorial, pero no tienen nada de negociantes41.

    35 Capitulara regata Francorum, ed. BORETIUS, t. II, p. 250.36 Para el conjunto de los textos, cf. ARONIUS, Regesten Zur Geschichtt der Juden in frnkischen und deutschenReicbe bis zum Jahre 1271 (Berln, 1902).37 A diferencia de los cristianos, los judos espaoles mantenan relaciones con el Oriente gracias a lanavegacin musulmana. Vanse los expresivos textos sobre el comercio de telas griegas y orientales en C.SNCHEZ-ALBORNOZ, Estampas de la vida en Len durante el siglo X, pp. 17 y ss., en Discursos ledos ante la RealAcademia de la Historia (Madrid, 1926).38 La ingeniosa demostracin de M. J. W. THOMPSON para probar lo contrario supone dificultades filolgicas queimpiden admitirla. El origen griego de la palabra Cappi, en la que se basa, no puede ser aceptado.39 K. RATHGEN, Die Entstehung der Mrkte in Deutschland, p. 9 (Darmstadt, 1881).40 IMBART DE LA TOUR,Des immunits commerciales accordes auxglises du vn au IX sicle (Eludes d'bistoire duMayen Age ddies a Gabriel Monod (Pars, 1896), p. 71).

    41 A primera vista se podra caer en la tentacin de querer ver grandes comerciantes en los comerciantes depalacio que menciona una frmula del 828 (ZEUMER, Formulae, p. 314). Pero basta comprobar cmo estoscomerciantes deben rendir cuentas de sus negocios al emperador y cmo estn sometidos a la jurisdiccin demagisiri especiales asentados en palacio, para no ver en ellos sino los agentes del aprovisionamiento de la corte.Los comerciantes profesionales fueron tan raros que su condicin es comparada a la de los iudei. Por lo dems,el hecho de que muchas abadas enven a sus siervos a comprar en su origen los productos necesarios para sualimentacin (vino, sal y, en los aos de escasez, centeno y trigo) prueba la ausencia de un aprovisionamientonormal mediante el comercio. Para afirmar lo contrario, habra que demostrar que los barrios comercialesexistentes en las ciudades de la poca merovingia se encontraban todava all en el siglo IX. Aadira,adems, que el estudio comparado del telonio en la poca merovingia y en la poca carolingia atestigua, comome reservo demostrarlo en otra ocasin, la decadencia profunda del comercio en el siglo IX.

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  • Existe adems una prueba material de la decadencia econmica que se produjo enEuropa Occidental desde el momento en que dej de pertenecer a la comunidadmediterrnea. Se basa en la reforma del sistema monetario, iniciada por Pipino el Breve yterminada por Carlomagno. Se sabe que esta reforma abandon el cuo de oro parasustituirlo por el de plata. El sueldo, que hasta entonces haba sido siguiendo latradicin romana la moneda por excelencia, pasa a ser una moneda de cuenta. Lasnicas monedas reales sern desde este momento los denarios de plata, con un peso dedos gramos ms o menos, y cuyo valor metlico en relacin con el del franco puedefijarse aproximadamente en cuarenta y cinco cntimos42. Teniendo en cuenta que el valormetlico del sueldo de oro merovingio era de unos quince francos, se apreciar el alcancede la reforma. Sin lugar a dudas, sta no se puede explicar ms que por un totalagotamiento de la circulacin y la riqueza.Si se admite, y parece claro a todas luces, que la reaparicin, en el siglo XIII, del cuo deoro con los florines de Florencia y los ducados de Venecia caracteriza el renacimientoeconmico de Europa, es indudable que el abandono de este mismo cuo en el siglo IXatestigua una profunda decadencia. No es suficiente alegar que Pipino y Carlomagnoquisieron poner remedio al desorden monetario de los ltimos tiempos del perodomerovingio. En efecto, hubieran podido remediarlo sin renunciar a acuar monedas enoro. Si renunciaron fue por necesidad, es decir, debido a la desaparicin del metalamarillo en la Galia. Y tal desaparicin tiene como nica causa la interrupcin delcomercio en el Mediterrneo. Esto es tan cierto que Italia meridional, que sigui encontacto con Constantinopla, conserv la moneda de oro que los reyes carolingios sevieron obligados a sustituir por la moneda de plata. Por otra parte, el peso muy dbil desus ltimos denarios testimonia el aislamiento econmico de su Imperio. No es concebibleque hubieran podido reducir la unidad monetaria a treinta veces su valor anterior sihubieran conservado el menor contacto entre sus estados y las regiones mediterrneas,donde el sueldo de oro segua en curso43.Pero todava hay ms. La reforma monetaria del siglo IX no corresponde solamente alempobrecimiento general de la poca en que se realiz, sino que va pareja a una circula-cin cuya lentitud e insuficiencia son igualmente chocantes. En ausencia de centros paraatraer el dinero desde lejos, suficientemente poderosos, ste permanece estancado.En vano, Carlomagno y sus sucesores ordenaron que slo se fabricaran denarios en losestablecimientos reales. Desde el reinado de Luis el Piadoso, fue necesario conceder alas iglesias la autorizacin de acuar monedas dada la imposibilidad que tenan deprocurarse numerarios. A partir de la segunda mitad del siglo IX, la autorizacin dada porlos reyes de crear un mercado iba casi siempre pareja a la autorizacin de establecer untaller monetario44. De este modo, el Estado no puede mantener el monopolio de laacuacin de numerario. La acuacin se va esparciendo sin cesar; y esto es una nuevamanifestacin inequvoca del declive econmico, puesto que la historia constata quecuanto ms poderosa es la circulacin comercial, ms se centraliza y simplifica el sistemamonetario. La dispersin, la variedad, en una palabra, la anarqua, que aparece a medidaque pasa el siglo IX, termina, pues, por confirmar, de la manera ms significativa, laimpresin de conjunto que tratamos de dar aqu.

    42 M. PROU, Catalogue des monnaies carolingiennes de la Bibliotheque Nationale, p. XLV.43 El hecho de que la desaparicin de la moneda de oro es una consecuencia de la decadencia econmica de lapoca carolingia est confirmado por la existencia de una pequea acuacin de oro subsistente en Frisia y en Uzs,es decir, precisamente en las regiones del Imperio en las que, por una parte, los puertos de Quentovic yDuurstede, y, por otra, los judos espaoles, mantenan todava un cierto comercio. Para esta acuacin, vasePROU, op. cit., p. XXXI.

    44 G. WAITZ, Deutsche Verfassungsgescbichte, segunda ed. (1885), t. IV, p. 112; F. LOT, Un grand domaine al'poque franque. Ardin en Poitou, contribution a l'tude de l'impt, en Cinquantenaire de I'Ecole des Hautes Eludes.Mlanges publis par la Section des Sciences tistoriques et philologiques, p. 109 (Pars, 1921).

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  • Se ha pretendido, sin embargo, que Carlomagno realiz una poltica econmica de ampliavisin. Esto es atribuirle unas ideas que, por muy genial que se le considere, es imposibleque tuviera. Nadie puede sostener con cierta verosimilitud que los trabajos que ordeniniciar en el 793 para unir el Rednitz con el Altmhl y comunicar de este modo el Rhin conel Danubio obedecieran a otra finalidad que al transporte de tropas, y que la guerra contralos avaros hubiera sido provocada por el deseo de abrirse una ruta comercial haciaConstantinopla. Las estipulaciones, por otra parte inoperantes, de las capitulares sobremonedas, pesos y medidas, telonios y mercados, se vinculan ntimamente con el sistemageneral de reglamentacin y control que es la legislacin carolingia. Lo mismo ocurre conlas medidas tomadas contra la usura y con las prohibiciones a los miembros del clero deocuparse de negocios. Su objeto era combatir el fraude, el desorden y la indisciplina eimponer al pueblo la moral cristiana. Slo una idea preconcebida puede considerar estoshechos destinados a estimular la economa del Imperio.Estamos tan acostumbrados a considerar el reinado de Carlomagno como una poca derenacimiento que tendemos inconscientemente a suponer un progreso idntico en todoslos aspectos. Pero, por desgracia, lo que es cierto con respecto a la cultura literaria, alestado religioso, las costumbres, las instituciones y la poltica, no lo es respecto a lacirculacin y al comercio. Todas las grandes realizaciones de Carlomagno fueron hechas,bien por su poder militar, bien por su alianza con la Iglesia. Pero ni la Iglesia ni el ejrcitopodan controlar las circunstancias que privaban al Imperio franco de salidas al exterior.Hubo que acoplarse a una situacin que se impona de hecho. La historia debe reconocerque el siglo de Carlomagno, por muy brillante que parezca en otros dominios, visto en suaspecto econmico es un siglo de regresin.La organizacin financiera del Imperio franco acabar de convencernos; pues, en efecto,fue lo ms rudimentaria posible. El impuesto pblico, que los merovingios habanconservado a imitacin de Roma, deja de existir. Los recursos del soberano se limitan alas rentas de sus dominios, a los tributos de los pueblos vencidos y al botn de guerra. Eltelonio ya no contribuye a alimentar el tesoro, atestiguando as la decadencia comercialde la poca. Se convierte en simple exaccin brutalmente obtenida en especies sobre lasescasas mercancas transportadas por los ros o a travs de las rutas45. Sus escasosbeneficios, que deban servir para mantener los puentes, los diques y los caminos, sequedan en manos de los funcionarios que los perciben. Los Misa dominici, creados paravigilar la administracin, son impotentes para denunciar los abusos que comprueban,puesto que el Estado, incapaz de pagar a sus agentes, es incapaz tambin de imponerlessu autoridad, vindose obligado a elegirlos entre la aristocracia, que, gracias a susituacin social, es la nica que puede proporcionarle servicios gratuitos. Pero, al actuaras, tiene que elegir los instrumentos de su poder, por falta de dinero, entre un grupo dehombres cuyo principal inters es disminuir este poder. El reclutar sus funcionarios entrela aristocracia fue el vicio fundamental del Estado franco y la causa esencial de su rpidadisolucin despus de la muerte de Carlomagno. Realmente, nada poda resultar msfrgil que este Estado cuyo soberano, en teora todopoderoso, dependa de hecho de lafidelidad de agentes independientes a l. En esta situacin contradictoria se halla engermen el sistema feudal. El Imperio carolingio slo hubiera podido subsistir si hubieratenido, como el Imperio bizantino o el Imperio de los califas, un sistema de impuestos, uncontrol financiero, una centralizacin fiscal y un tesoro con el que pagar a susfuncionarios, los trabajos pblicos, el mantenimiento del ejrcito y la flota. La incapacidadfinanciera que caus su cada es la demostracin evidente de la imposibilidad que tuvopara mantener la estructura administrativa sobre una base econmica que no estaba en

    45 Loc. cit., p. 54. En el 828 y 831 no existen otros telonios dependientes del emperador que los de Quentovic,Duurstede y Mont Genis (Clusas).

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  • condiciones de sostener. Esta base econmica, tanto del Estado como de la sociedad,ser desde ahora la propiedad territorial. As como el Imperio carolingio es un estadocontinental sin salidas, tambin es un estado esencialmente agrcola. Los vestigios decomercio que todava se encuentran en l son totalmente insignificantes. No existe msfortuna que los bienes races, ni ms trabajo que el rural. Este predominio de la agriculturano es sin duda nuevo. Ya estuvo muy marcado en la poca romana y continufortalecindose an ms en la poca merovingia. Desde el inal de la Antigedad, todo elOccidente de Europa se hallaba cubierto de grandes dominios, que pertenecan a unaaristocracia cuyos miembros llevaban el nombre de senadores (senatores). La pequeapropiedad desapareca poco a poco para transformarse en grandes propiedadeshereditarias, mientras que los antiguos granjeros libres se transformaban en colonossujetos a la gleba. La invasin germnica no alter sensiblemente esta situacin. Se harenunciado definitivamente a considerar a los germanos como una democracia igualitariade campesinos. Los contrastes sociales entre ellos cuando penetraron en el Imperio eranmuy grandes, existia una minora de ricos y una mayora de pobres, el nmero deesclavos y de semilibres (liti) era grande46.La llegada de los invasores a las provincias romanas no supuso, pues, ningunaconmocin. Los recin llegados conservaron la situacin que encontraron, adaptndose aella. Numerosos germanos recibieron del rey o tomaron por la fuerza, por matrimonio o decualquier otro modo, grandes dominios que los convirtieron en los iguales de losSenadores. La aristocracia territorial, lejos de desaparecer, se enriqueci con nuevoselementos. La desaparicin de pequeos propietarios libres continuaba cada vez con msrapidez. Parece que, al comienzo del perodo carolingio, ya quedaban muy pocos en laGalia. En vano tom Carlomagno algunas medidas para proteger a los que subsistan47.La necesidad de proteccin les obligaba irremisiblemente a buscar la tutela de lospoderosos, bajo cuyo patronazgo colocaban vidas y haciendas.Desde el perodo de las invasiones, el desarrollo de la gran propiedad fue continuo. Lasgracias que concedan los reyes a la Iglesia contribuyeron a su desarrollo, y lo mismosucedi con el fervor religioso de la aristocracia. Los monasterios, que con tanta rapidezse haban multiplicado desde el siglo VII, recibieron numerosas donaciones de tierra. Portodas partes se mezclaban dominios eclesisticos y laicos, englobando no slo loscampos cultivados, sino los bosques, las landas y los terrenos incultos.La Galia franca organiz estas propiedades de la misma forma que lo haba hecho laGalia romana. Es lgico que as fuera, ya que los germanos eran incapaces de buscaruna organizacin diferente y adems no tenan ningn motivo para hacerlo. En esencia,consista en repartir el conjunto de tierras en dos grupos, sometidos a dos regmenesdiferentes. El primero, el menos extenso, era directamente explotado por el propietario; elsegundo se reparta, como tenencias, entre los campesinos. De este modo, cada una delas villas de las que se compona un dominio comprenda una tierra seorial (terradominicata) y una tierra censal, dividida en unidades de cultivo (mansas) ocupadas a ttulohereditario por los campesinos o los villanos (manentes, villani), mediante la prestacin derentas, en moneda o en especie y de trabajos gratuitos48.

    46 w. WITTICH, Die Grundherrschaft in Nordwestdeutschland (Leipzig, 1896); H. PIRENNE, Libert et propriten Flandre du IX au xn sicle (Bulletin de l'Acadmie de Belgique, Classe des Lettres, 1906); H. VANWERVELAE, Grands propritaires en Flandre au vil et au VIH sicle (Rim belge de pbilologie et d'histoire, 1923, t. II,p. 321).

    47 Capitulara regum Francorum, ed. BORETIUS, t. I, p. 125.48 El polptico de la abada de Irminon es la fuente principal para el conocimiento de esta organizacin. Losprolegmenos que GURARD ha dado por la edicin de 1844 estn an por leer. Se consultar tambin para esteasunto el famoso Capitulare de Vulis. K. GAREIS ha proporcionado un buen comentario al respecto: DieLandgterordnung Karls des Grossen (Berln, 1895). Para las recientes controversias sobre la significacin y la fechadel capitular, vase M. BLOCH, L'origine et la date du capitulaire de Villis (Reme bistorique, 1923, t. CXLIII,p. 40).

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  • Mientras existi una vida urbana y un comercio, los grandes dominios poseyeron unmercado para el excedente de sus productos. Es indudable que durante la pocamerovingia, el suministro y el abastecimiento de las aglomeraciones urbanas y de loscomerciantes se hizo gracias a ellos. Pero las cosas debieron cambiar cuando,dominando el Islam en el Mediterrneo y los normandos en los mares del Norte,desapareci la circulacin y con ella la clase comerciante y la poblacin urbana. Los seo-ros sufrieron la misma suerte que el Estado franco. Como l perdieron sus salidascomerciales. No existiendo ya la posibilidad de vender al exterior por falta decompradores, result intil seguir produciendo ms de lo mnimo indispensable para lasubsistencia de los hombres, propietarios o arrendatarios que vivan en el dominio.La economa de cambio fue sustituida por una economa de consumo. Cada dominio, enlugar de continuar en relacin con el exterior, constituy desde ahora un pequeo mundoaparte. Vivi de s mismo y sobre s mismo, en la inmovilidad tradicional de un rgimenpatriarcal. El siglo IX es la edad de oro de lo que se ha llamado una economa domsticasin mercados49.Esta economa, en la cual la produccin no sirve ms que para el consumo de los queviven en el dominio y que, en consecuencia, es absolutamente ajena a la idea debeneficio, no puede ser considerada como un fenmeno natural y espontneo. Losgrandes propietarios no renunciaron voluntariamente a la venta de sus productos, sinoque no pudieron hacer de otro modo. Con toda seguridad, si el comercio hubiera seguidodndoles regularmente los medios para dar salida a sus productos, no hubiera dejado deaprovecharlos. No vendieron porque no pudieron vender, y no podan vender porque lesfaltaban mercados. La organizacin seorial tal como aparece a partir del siglo IX es elresultado, pues, de circunstancias exteriores; ningn cambio orgnico se advierte en ellas.Lo cual significa que es un fenmeno anormal. Esto puede demostrarse de maneradefinitiva comparando el espectculo que nos ofrece la Europa carolingia con el que nosbrinda, en la misma poca,'la Rusia meridional50.Se sabe que las bandas de normandos varegas, es decir, los escandinavos procedentesde Suecia, lograron en el curso del siglo IX su dominio sobre los eslavos de la cuenca deDniper. Estos conquistadores, llamados rusos por los vencidos, tuvieron naturalmenteque agruparse para poder mantenerse entre los pueblos sometidos por ellos. Con talobjeto construyeron recintos fortificados, llamados gorods en eslavo, donde se instalaronen torno a sus prncipes y a las imgenes de sus dioses. Las ciudades rusas msantiguas tienen su origen en estos campamentos atrincherados. Los hubo en Smolensk,en Sousdal, en Novgorod: el ms importante estaba en Kiev, cuyo prncipe tenapreeminencia sobre todos los otros prncipes.Los tributos impuestos a las poblaciones indgenas aseguraban la subsistencia de losinvasores. De este modo les hubiera resultado posible a los rusos vivir en aquellas tierras,sin buscar nuevos recursos en el exterior, puesto que la regin les provea en abundancia,y sin duda lo hubieran hecho as limitndose a vivir de los impuestos de sus sbditos, sise hubieran hallado como sus contemporneos de la Europa occidental, en la

    49 Algunos autores creyeron poder admitir que los productos seoriales estaban destinados a la venta. Vase,por ejemplo: F. LAEUTGEN, Aemter und Znfte, p. 58 (Jena, 1903). Es indudable que en casos excepcionales y enpocas de hambre las ventas tuvieron lugar. Pero, por regla general, no se sola vender. Los textos alegados parademostrar lo contrario son demasiado escasos y ambiguos para convencer. Es evidente que toda la economa delsistema seorial de la alta Edad Media est en flagrante oposicin con la idea de lucro. Existan ventas demanera excepcional, cuando, por ejemplo, un ao particularmente favorable proporcionaba a los dominios de unaregin un excedente que atraa a las gentes de regiones que padecan escasez. Era ste un comercio puramenteocasional, completamente diferente del comercio normal.

    50 Para lo que sigue, consultar: N. ROSTOVTZEV, Iranians and Greek in South Russia (Oxford, 1922) y The origin ofthe Russian State on the Dniper (Annual Report of tbe American Historiad Association for 1920), p. 163(Washington, 1925); W. THOMSEN, The relations between ancient Russia and the origin of the Russian State (Oxford,1877); ed. alemana: Der Ursprung Jes Russischen States (Gotha, 1879); B. LALOUTCHEVSLAI, CURS Russkoi Istorii, t.I, p. 180 (Mosc, 1916); J. M. LAULISCHER, Istoria Russkoi torgovli, p. 5 (Petrogrado, 1923).

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  • imposibilidad de comunicarse con el exterior. Pero la situacin que tenan les obligarapronto a practicar una economa de cambio.En efecto, Rusia meridional estaba situada entre dos regiones de civilizacin superior. Aleste, ms all del Mar Caspio, se extenda el Califato de Bagdad; al sur, el Mar Negrobaaba las costas del Imperio bizantino y conduca hacia Constantinopla. Los brbarosexperimentaron de inmediato el influjo de aquellos dos vigorosos centros. Eran, sin duda,de gran energa, emprendedores y aventureros, pero sus cualidades nativas no hicieronsino ayudar a las circunstancias. Los mercaderes rabes, judos y bizantinos estaban yaen relacin con las regiones eslavas cuando ellos las ocuparon. Estos mercaderes lesindicaban la va a seguir, y ellos no dudaron en hacerlo, movidos por su afn de lucro, tannatural al hombre primitivo como al hombre civilizado. El pas que ocupaban pona a sudisposicin productos particularmente apropiados para el trfico con los imperios ricos yde vida refinada.Sus inmensos bosques les proporcionaban gran cantidad de miel, muy apreciada enaquella poca en que el azcar era an desconocido, de pieles, que se codiciaban inclusoen los climas meridionales para la confeccin de vestidos y mobiliarios lujosos. Eraincluso ms fcil conseguir esclavos, y gracias a los harenes musulmanes y a las grandescasas o talleres bizantinos, su venta resultaba tan segura como remunerativa. De estemodo, desde el siglo IX, mientras que el Imperio carolingio se hallaba aislado debido alcierre del Mediterrneo, Rusia meridional, por el contrario, hallaba salida a sus productosmediante los dos grandes mercados que ejercan atraccin sobre ella. El paganismo delos escandinavos del Dniper, les liberaba de los escrpulos religiosos que impedan a loscristianos de Occidente relacionarse con los musulmanes. No perteneciendo ni a la fe deCristo ni a la de Mahoma, lo nico que buscaban era enriquecerse con los adeptos, yafueran de la una o de la otra.La importancia del trfico que mantuvieron tanto con el Imperio musulmn como con elgriego, se nos manifiesta a travs del incalculable nmero de monedas rabes ybizantinas descubiertas en Rusia y que sealan la direccin de las rutas comerciales.Partiendo de la regin de Kiev, seguan hacia el sur el curso del Dniper, hacia el este eldel Volga y hacia el norte la direccin del Duna y de los lagos que desembocan en el golfode Botnia. Las informaciones de los viajeros judos o rabes y de los escritores bizantinoscompletan los datos de las excavaciones arqueolgicas. Bastar con resumir aqubrevemente las que nos proporciona, en el siglo X, Constantino Porfirognito51, que nosmuestra a los rusos reuniendo cada ao sus barcos en Kiev, despus del deshielo. Laflotilla desciende lentamente por el Dniper, cuyas numerosas cataratas son obstculosque hay que salvar arrastrando las barcas a lo largo de la ribera. Al llegar al mar, bordeanlas costas hasta Constantinopla, fin supremo del largo y peligroso viaje. Los mercaderesrusos tienen aqu un barrio especial y sus relaciones con los habitantes de la ciudad estnreguladas por tratados comerciales, el ms antiguo de stos data del siglo IX. Muchos deaquellos comerciantes, seducidos por los atractivos de la ciudad, se establecen alldefinitivamente y se alistan en la guardia imperial, como lo hacan, en otro tiempo, losgermanos en las legiones de Roma. La ciudad de los emperadores (Tsarograd) ejercasobre los rusos un prestigio cuya influencia se mantuvo a travs de los siglos. De ellarecibieron el cristianismo (957-1015), tomaron su arte, su escritura, el uso de la moneda yuna gran parte de su organizacin administrativa. Esto es suficiente para demostrar elpapel que tuvo el comercio bizantino en su vida social. Ocupa un lugar tan esencial que,sin l, sera imposible comprender su civilizacin. No cabe duda de que las formas en que

    51 De administrando imperio (escrito hacia el 950). Hay que consultar a propsito de este texto el admirable comentariode W. THOMSEN, op. cit.

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  • se ejerca son muy primitivas, pero lo que importa no son las formas de dicho trfico, sinola accin que ejerci.Puede afirmarse que el trfico comercial determin la formacin de la sociedad rusa de laAlta Edad Media. En contraste con lo que se observa entre sus contemporneas de laEuropa carolingia, los rusos no conocen la importancia ni siquiera la idea de la propiedadraz. En su nocin de riqueza slo entrari los bienes muebles, siendo el ms preciado destos los esclavos. La tierra slo les interesa en la medida en que, debido a la dominacinque ejercen sobre ella, pueden apropiarse de sus productos. Y si esta concepcin espropia de guerreros conquistadores, no hay duda que se mantuvo durante tantos aosporque estos guerreros eran al mismo tiempo comerciantes. Hay que aadir que laconcentracin de rusos en los gorods, motivada en un principio por necesidades militares,result muy adecuada para las necesidades comerciales. Una organizacin creada por losbrbaros para mantener sumisas a las poblaciones conquistadas, se adapt, pues, algnero de vida que siguieron al ceder al atractivo econmico de Bizancio y Bagdad. Suejemplo muestra que una sociedad no tiene que pasar obligatoriamente por una faseagrcola antes de dedicarse al comercio. El comercio representa aqu el fenmenoprimitivo. Y si sucede de este modo es porque, desde un principio, los rusos en lugar dehallarse aislados del mundo exterior, como los habitantes de Europa Occidental, se vieronimpelidos en direccin contraria, o mejor dicho obligados a mantener relaciones con aquelmundo. De aqu surgen los violentos contrastes que se encuentran al comparar su estadosocial con el del Imperio carolingio: en lugar de una aristocracia seorial, una aristocraciacomerciante; en vez de esclavos sometidos a la gleba, esclavos considerados comoinstrumentos de trabajo; en lugar de una poblacin campesina, una poblacin reunida enciudades; finalmente, en sustitucin de una simple economa de consumo, una economade cambio y una actividad comercial regular y permanente.La historia demuestra con gran claridad que estos contrastes tan flagrantes se deben alas circunstancias que dieron salidas al comercio de Rusia, mientras que se las negaron aldel Imperio carolingio. En efecto, la actividad comercial rusa slo se mantuvo mientrasque los caminos de Constantinopla y Bagdad permanecieron abiertos y no resistira lacrisis que provocaron los pechenegos en el siglo XI. La invasin de estos brbaros en lascostas del Mar Caspio y del Mar Negro trajo consecuencias idnticas a las que tuvo paraEuropa Occidental la aparicin del Islam en el Mediterrneo en el siglo VIII.As como ste haba cortado las comunicaciones entre la Galia y Oriente, aqul cort lasde Rusia con sus mercados exteriores. Y, en una y otra parte, los resultados de estainterrupcin coinciden asombrosamente. Tanto en Rusia como en la Galia, al desaparecerel comercio, las ciudades se despueblan y al verse obligada la poblacin a buscar medioslocales de subsistencia, el perodo de economa comercial es sustituido por un perodo deeconoma agrcola. Al margen de las diferencias de detalle, en ambas partes se presentael mismo espectculo. Las regiones meridionales, arruinadas y atemorizadas por losbrbaros, ceden ante las del Norte. Kiev decae como lo haba hecho Marsella; la capitaldel estado ruso se traslada a Mosc, al igual que la capital del estado franco se habadesplazado, con la dinasta carolingia, hacia la cuenca del Rhin. Y para que el paralelismosea an ms significativo, vemos cmo, tanto en Rusia como en la Galia, aparece unaaristocracia rural y se organiza un sistema seorial en el que la imposibilidad de exportaro de vender reduce la produccin a las necesidades del seor y de sus campesinos. Deesta manera, en ambas partes, las mismas causas han producido los mismos efectos.Pero no los produjeron al mismo tiempo. Rusia viva del comercio, en la poca en la queel Imperio carolingio slo conoca el rgimen seorial, e inaugur este mismo rgimen enel momento en que Europa Occidental, al encontrar nuevas salidas, rompa con l. Exami-naremos ms adelante cmo se produjo esta ruptura. Nos basta por el momento conhaber justificado, mediante el ejemplo de Rusia, la idea de que la economa de la poca

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  • carolingia no provena de una evolucin interna, sino que hay que atribuirla, antes que anada, al cierre del Mediterrneo por el Islam.

    3. Las cites52 y los burgos

    Existieron cites en medio de una civilizacin esencialmente agrcola como fue la deEuropa Occidental durante el siglo IX? La respuesta a esta pregunta depende del sentidoque se le d a la palabra cit. Si se llama de esta manera a una localidad cuya poblacin,en lugar de vivir del trabajo de la tierra, se consagra al ejercicio del comercio y de laindustria, habr que contestar que no. Ocurrir tambin otro tanto si se entiende por cituna comunidad dotada de personalidad jurdica y que goza de un derecho y unasinstituciones propias. Por el contrario, si se considera la cit como un centro deadministracin y como una fortaleza, se aceptar sin inconvenientes que la pocacarolingia conoci, poco ms o menos, tantas cites como habran de conocer los siglossiguientes. Lo cual supone que las susodichas cites carecan de dos de los atributosfundamentales de las ciudades de la Edad Media y de los tiempos modernos, unapoblacin burguesa y una organizacin municipal.Por primitiva que sea, toda sociedad sedentaria manifiesta la necesidad de proporcionar asus miembros centros de reunin o, si se quiere, lugares de encuentro. La celebracin delculto, la existencia de mercados, las asambleas polticas y judiciales imponennecesariamente la designacin de emplazamientos destinados a recibir a los hombresque quieran o deban participar en los mismos.Las necesidades militares se manifiestan an con mayor fuerza en este sentido. En casode invasin, hace falta que el pueblo disponga de refugios donde encontrar una pro-teccin momentnea contra el enemigo. La guerra es tan antigua como la humanidad y laconstruccin de fortificaciones casi tan antigua como la guerra. Las primeras edificacionesconstruidas por el hombre parece que fueron recintos de proteccin. En la actualidad nohay apenas tribus brbaras en las que no se encuentren y, por ms al pasado que nosremontemos, el espectculo no dejar de ser el mismo. Las acrpolis de los griegos, lasoppida de los etruscos,. los latinos y los galos, las burgen de los germanos, las gorods delos eslavos no fueron en un principio, al igual que los krals de los negros de frica del Sur,nada ms que lugares de reunin, pero fundamentalmente refugios. Su planta y suconstruccin dependen naturalmente de la configuracin del suelo y de los materialesempleados, pero el dispositivo general es en todas partes el mismo. Consiste en unespacio en forma cuadrada o circular, rodeado de defensas hechas con troncos derboles, de tierra o de bloques de roca, protegido por un foso y flanqueado por puertas.En suma, un cercado. Y podremos notar inmediatamente que las palabras que en inglsmoderno (town) o en ruso moderno (gorod) significan cit, primitivamente significaroncercado.

    52 En el idioma francs el trmino cit designa la ciudad episcopal a diferencia de la palabra tille. Al no disponer en castellanode un trmino parecido, hemos decidido dejar la palabra en el idioma original siempre que tenga esta significacin especifica.(N. del T.)

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  • En pocas normales estos cercados permanecan vados. La poblacin no se congregabaall sino a propsito de ceremonias religiosas o civiles o cuando la guerra la obligaba arefugiarse en ellos con sus rebaos. Pero el progreso de la civilizacin transformpaulatinamente su animacin intermitente en una animacin continua. En sus lmites selevantaron templos; primero los magistrados o los jefes del pueblo establecieron all suresidencia y posteriormente comerciantes y artesanos. Lo que en un principio no habasido nada ms que un centro ocasional de reunin se convirti en una cit, centroadministrativo, religioso, poltico y econmico de todo el territorio de la tribu, cuyo nombretomaba frecuentemente.Esto explica cmo, en muchas sociedades y especialmente en las de la antigedadclsica, la vida poltica de las cites no se restringa al recinto de sus murallas. La cit, enefecto, haba sido construida por la tribu y todos sus hombres, habitaran a un lado u otrode los muros, eran igualmente ciudadanos. Ni Grecia ni Roma conocieron nada parecidoa la burguesa estrictamente local y particularista de la Edad Media. La vida urbana seconfunda all con la vida nacional. El derecho de la cit era, como la propia religin de lacit, comn a todo el pueblo del que era la capital y con el que constitua una sola ymisma repblica.El sistema municipal, por consiguiente, se identifica en la antigedad con el sistemaconstitucional. Y cuando Roma hubo extendido su dominio por todo el mundo me-diterrneo, este sistema se convirti en la base del aparato administrativo de su Imperio.Este sistema, en Europa Occidental, sobrevivi a las invasiones germnicas. Se puedenencontrar claramente sus huellas en la Galia, Espaa, frica e Italia bastante tiempodespus del siglo V. Sin embargo, la decadencia de la organizacin social borrlentamente la mayor parte de estas huellas. No se pueden encontrar, en el siglo VIII, ni losDecuriones, ni las Gesta municipalia, ni el Defensor civitatis. Al mismo tiempo, lapresencia del Islam en el Mediterrneo, al hacer imposible el comercio que hastaentonces haba mantenido an cierta actividad en las cites, las conden a una irremisibledecadencia. Pero no las condena a muerte. Por disminuidas y dbiles que estn,subsisten. Dentro de la sociedad agrcola de aquel tiempo, conservan, a pesar de todo,una importancia primordial. Resulta indispensable darse cuenta del papel que jugaron sise quiere comprender el que les ser asignado ms tarde.Ya se ha visto cmo la Iglesia haba establecido sus circunscripciones diocesanas sobrelas cites romanas. Respetadas stas por los brbaros, continuaron manteniendo, despusde su establecimiento en las provincias del Imperio, el sistema municipal sobre el que sehaban fundado. La desaparicin del comercio y el xodo de los mercaderes no tuvieronninguna influencia en la organizacin eclesistica. Las cites donde habitaban los obisposfueron ms pobres y menos pobladas, sin que por ello los obispos se vieran perjudicados.Por el contrario, cuanto ms declin la riqueza general, se fueron afirmando cada vez mssu poder y su influencia. Rodeados de un prestigio tanto mayor cuanto que el Estadohaba desaparecido, colmados de donaciones por los fieles, asociados por los carolingiosal gobierno de la sociedad, consiguieron imponerse a la vez por su autoridad moral, supotencia econmica y su accin poltica.Cuando se hundi el Imperio de Carlomagno, su situacin, lejos de tambalearse, seafianz an ms. Los prncipes feudales, que haban arruinado el poder real, no seinmiscuyeron en el de la Iglesia. Su origen divino la pona al resguardo de suspretensiones. Teman a los obispos que podan lanzar sobre ellos el arma terrible de laexcomunin y les veneraban como los guardianes sobrenaturales del orden y la justicia.En medio de la anarqua de los siglos IX y X, el prestigio de la Iglesia permaneca, pues,intacto, mostrndose adems digna de ello. Para combatir el azote de las guerras

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  • privadas que la realeza no era ya capaz de reprimir, los obispos organizaron en susdicesis la institucin de la Paz de Dios53.Esta preeminencia de los obispos conferir naturalmente a sus residencias, es decir, a lasantiguas cites romanas, una cierta importancia, salvndolas de la ruina, dado que en elsistema econmico del siglo IX no tenan ninguna razn para existir. Al dejar de ser staslos centros comerciales, no hay duda de que perdieron la mayor parte de su poblacin.Con los mercaderes desapareci el carcter urbano que haban conservado aun en lapoca merovingia. Para la sociedad laica carecan de la menor utilidad. A su alrededor,los grandes dominios subsistan por sus propios recursos. Y no hay razn de ningn tipopara que el Estado, constituido tambin l sobre una base puramente agrcola, se fuera ainteresar por su suerte. Resulta bastante significativo constatar que los palacios (palatia)de los prncipes carolingios no se encuentren en las cites. Se sitan sin excepcin en elcampo, en los dominios de la dinasta: en Herstal, en Juple, en el Valle del Mosa, enIngelheim, en el del Rhin, en Attigny, en Quiercy, en el del Sena, etc. La fama deAquisgrn no debe crearnos una falsa ilusin sobre el carcter de esta localidad. Elesplendor que consigui momentneamente con Carlomagno.no fue debido nada msque a su carcter de residencia favorita del emperador. Al final del reinado de Luis elPiadoso, vuelve a caer en la insignificancia, y no se convertir en una cit sino cuatrosiglos ms tarde.La administracin no poda contribuir para nada a la supervivencia de las cites romanas.Los condados, que constituan las provincias del Imperio franco, estaban tan desprovistosde una capital como lo estaba el propio Imperio. Los condes, a quienes estaba confiadasu direccin, no estaban instalados en ellas de manera permanente. Recorranconstantemente su circunscripcin a fin de presidir las asambleas judiciales, cobrar elimpuesto y reclutar tropas. El centro de la administracin no era su residencia, sino supersona. Importaba, por consiguiente, bastante poco el que tuvieran o no su domicilio enuna cit. Elegidos entre los grandes propietarios de la regin, habitaban, por lo dems, lamayor parte del tiempo en sus propias tierras. Sus castillos, al igual que los palacios delos emperadores, se encontraban habitualmente en el campo54.Por el contrario, el sedentarismo a que estaban obligados los obispos por la disciplinaeclesistica, les vinculaba de manera permanente a la cit donde se encontraba la sedede su dicesis. Convertidas en intiles para la administracin civil, las cits no perdieronde ninguna manera su carcter de centros de la administracin religiosa. Cada dicesispermaneci agrupada alrededor de las cites donde se hallaba su catedral. El cambio desentido de la palabra civitas, a partir del siglo IX, evidencia claramente este hecho. Seconvierte en sinnimo de obispado y de cit episcopal. Se dice civitas Parisienas paradesignar, al mismo tiempo, la dicesis de Pars y la propia cit de Pars, donde reside elobispo. Y bajo esta doble acepcin se conserva el recuerdo del sistema municipal antiguo,adoptado por la Iglesia para sus propios fines.En suma, lo que ocurri en las cites carolingias empobrecidas y despobladas recuerda demanera sorprendente lo que, en un escenario bastante ms considerable, ocurri en lapropia Roma cuando, en el curso del siglo IV, la cit eterna dej de Ser la capital del

    53 Sobre esta institucin, vase L. HUBERTO, Studien Zur Rechtsgeschichte der Gottesfrieden und Landfrieden(Ansbach, 1892). Esto es sobre todo cierto para el norte de Europa. En el sur de Francia y de Italia, por elcontrario, donde la organizacin municipal romana no haba desaparecido completamente, los condes vivangeneralmente en las ciudades.

    54 Las ciudades del Siglo IX y X no han sido an convenientemente estudiadas. Lo que digo aqu y msadelante est tomado de diversos pasajes de las capitulares, as como de ciertos textos sueltos de las crnicas y delas vidas de los santos. Para las cites de Alemania, naturalmente menos numerosas e importantes que las de la Galia,hay que consultar el interesante trabajo de S. RIETSCHEL, Die Civitas auf deutschen Bode bis zum Ausgange derKarolingerzeit (Leipzig, 1894).

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  • mundo. Al ser sustituida por Rvena y ms tarde por Constantinopla, los emperadores laentregaron al papa. Lo que ya no fue ms para el gobierno del estado, lo sigui