guerra demo. 01

7/23/2019 Guerra Demo. 01

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cuando llegó a la pequeña fortalezPireth Tulme, que dominaba la bahíaCasco de Caballo y el vasto MiriánPireth Tulme era uno de los mucpuestos de vigía esparcidos por la cde Honce el Oso. Como todas fortalezas hermanas, estaba aislejos de cualquier poblado de cimportancia, pero se hall

estratégicamente situada para vigilase producía una invasión por mar. PTulme protegía los pasos meridion

del golfo de Corona, en tanto que PDancard vigilaba las cinco pequeslas en el centro del golfo y Pi

Vanguard guardaba la ruta del norte.



Jill consideraba que la misión defortalezas era de gran importancia, existencia estoica que protegía bienestar de todo el reino. No tardcomprobar que era la única en creasí.

Pireth Tulme, y al parecer todasdemás fortalezas costeras, estaban ejos de ser los estoicos bastiones

su fama pregonaba. Las fiestas hasido casi constantes en los cuatro mque Jill llevaba allí. Incluso en aque

momentos, muy entrada la nomientras hacía la guardia recorrieas murallas, oía el jolgorio: entrech

de vasos alzados en intermina



brindis, obscenas carcajadas, chillde mujeres que eran perseguidaperseguían a su vez.

Los guardias eran cuarenta y había siete mujeres. A Jill, cuya úexperiencia con un hombre hresultado tan desastrosa, no le agradaquella desproporción. Por eso saca cabeza con disgusto mientras hac

guardia aquella noche, como todasnoches.

Poco después un soldado de asp

ojeroso —un hombre de cuarenta lamado Gofflaw, que había passirviendo en los hombres del rey máa mitad de su desgraciada v



ncluyendo una docena de años ecuerpo de los Guardias de la Carrastrándose de un solitario puesotro— apareció tambaleándose enmuralla y se acercó a Jill.

La joven exhaló un suspiro resignación. No tenía miedo; no cque aquel individuo borracho pudlegar hasta ella sin caerse del estre

camino de ronda y estrellarse en el pdesde una altura de dos metros y meDe algún modo, trastabillando a c

paso en los bloques de piedra dmuralla, el hombre se fue acercandooven.

—Vaya, querida Jilly —balbu



Gofflaw—, caminando otra vez bajluvia.

Jill sacudió la cabeza y miró hotro lado.

—¿Por qué no entras y te calieos huesos, muchacha? —preguntó

sujeto—. ¡Vaya juerga la de esta noVe a divertirte. Yo te haré la guardia.

Jill lo conocía muy bien. Si acep

su ofrecimiento aparentemente amabentraba, Gofflaw no tardaría en segdejando los muros sin guardia.

peor: el hecho de que él hubiera salibuscarla respondía probablemente aconspiración. La casa principal Pireth Tulme, larga y baja, no



grande; sólo constaba de habitaciones comunes de tamaño regrodeada cada una de ellas por docena de antecámaras, de cabapenas suficiente para un par camastros y dos armarios pequeñosmayor parte de la construcción subterránea, de modo que, aunqucasa principal tenía tres pisos idénti

desde el patio sólo era visible unoJill se aventuraba a entrar en un lugaestrecho, si aquel hombre había sa

afuera para hacerla entrar, probablemente se encontraría en apu —Yo haré mi guardia, gracias

respondió educadamente hacie



amago de alejarse. —¿Y qué es lo que estás guardan

—preguntó el soldado con un repentinamente brusco.

Jill se dio la vuelta y clavó en élmirada escrutadora y colérica. La joconocía muy bien la rutina e incestaba dispuesta a admitir que parpoco probable que algún enemig

cualquier otra persona se acercara fortaleza o pasara junto a ella enravesía hacia el golfo de Corona. P

a juicio de Jill, aquella no eracuestión. ¡Si cada quinientos asobrevenía una invasión, los Guardde la Costa debían estar prepara



para hacerle frente! —Vuelve a la fiesta —contestó

al fin apretando la mandíbula—. prefiero vigilar para honrar el unifoque llevo.

Gofflaw soltó un bufido y se lima grasienta mano en la guerrera roja

—Ya verás lo que es bueno repuso—. Simplemente espera a qu

días se conviertan en un año, y luegdos y tres y cuatro y…

—Creo que ella entien

perfectamente tu razonamiento, Gof—dijo una voz firme.Jill miró por encima del borrac

que se dio la vuelta, y vio



Constantine Presso, el alcaide de PTulme, se acercaba por el caminoronda. Era un hombre de apariempresionante: alto y erguido, con bi barba de chivo cuidadosame

recortados, sobretodo azul orladorojo bien cortado y limpio, tahalícuero negro que le cruzaba del homderecho a la cadera izquierda y del

pendía una espada impresionaherencia de familia. Frisaba los treaños y había ganado su graduació

vencer a tres bandidos que habentrado furtivamente una noche ecasa de un noble. Cuando Jill lo hconocido a su llegada a Pireth Tulme



esperanzas se habían fortalecido cosentido de responsabilidad mayor.

Sin embargo, Jill no había tarden darse cuenta de que el aspecto enía la fortaleza, aquel día en qu

comandante regional de los hombrerey la había llevado hasta aquel rempuesto, había sido sólo una exhibiaislada y que el alcaide Presso, pe

su majestuosa apariencia, había chacía tiempo en la misma trampa quresto de sus compañeros.

Presso miró a Jill a los ojos, cque hacía a menudo. —Y creo que rehúsa tu ofrecimi

—añadió el comandante.



—Sí —asintió Jill.Gofflaw murmuró algo entre die

e hizo amago de pasar de largo junPresso, pero el alcaide lo cogió pobrazo cortándole el paso.

—Pero llega tarde —dijo PressJill—, ¿o debería decir temprano?guardia seguramente ha acabado.

—Hago la guardia de noche.

—¿Qué parte de la noche? —La noche —espetó Jill—. N

más subirá aquí arriba. Ellos consid

a puesta de sol como el final de deberes, los pocos deberes quedignan hacer durante el día.

—Calma, muchacha —rep



Presso. Quizás estaba intentando sealcaide sensato, pero a Jill le parque adoptaba una actitud paternalista

—Conozco a la perfección nuesnormas de conducta y de serviciocontinuó Jill—. Nuestra guardia ermina con la puesta de sol. «Siem

vigilantes, siempre alerta» —termcon el lema de los ahora orgullo

Guardianes de la Costa. —¿Y qué estás vigilando? —

preguntó con toda calma Presso.

Jill hizo una mueca de incredulid —¿Podrías ver un barco powruna balsa repleta de trasgos, sideslizaran delante de nosotros cam



del golfo, a sólo cien metros deorilla?

—Podría oírlos —replicó Jill.El resoplido de Presso se conv

en una risita prolongada. —No falta mucho para el alba

dijo—. Te ruego que ahora regresesfortaleza y te saques la lluvia dehuesos.

Jill iba a protestar, pero el alcaidcortó en seco. Puso a Gofflaw centinela y, cogiendo a Jill por el br

a empujó delicadamente hacia la pude la torre.Entraron juntos y, a decir verd

Jill se alegró de verse al abrigo d



luvia. Al pie de la escalera de la toen el pequeño vestíbulo que llevabacasa principal, la pareja pasó delante de una puerta entreabierta. os sonidos que salían de ella, era oo que estaba ocurriendo dentro.

Jill cruzó deprisa el vestíbuloentró en la habitación común del superior. Había una docena de hom

dos mujeres, todos casi derrumbapor la bebida. Un individuo esbailando sobre la mesa, o intentánd

se quitaba la ropa entre los abuchde los hombres y los chillidos demujeres.

Jill miró al frente mientras se dir



a la escalera que descendía hastahabitación. El alcaide Presso la alca la cogió por el hombro justo en

momento en que llegaba a la puerta. —Quédate con nosotros y divié

o que queda de noche —la invitó. —¿Es una orden? —Claro que no —repuso Pre

que era realmente un tipo decent

Simplemente te pido que te quedesguardia ha acabado.

—Siempre alerta —respondió

apretando los dientes.Presso suspiró. —¿Cuántos meses de aburrimi

puedes aguantar? —preguntó



Estamos aquí solos, completamsolos, con la única compañía de todiempo del mundo. Esta es nuestra v de cada uno de nosotros depende

sea divertida o desgraciada. —Quizá tenemos puntos de v

diferentes acerca de lo que es diver—replicó Jill, echando una ojenconscientemente a través de

habitación hacia el vestíbulo y la puentreabierta.

—Tienes razón.

—¿Puedo irme? —No podría ordenarte que quedaras, aunque en verdad me gusque así lo decidieras.



Jill relajó la tensión de sus hombEn cierto modo, el aire conciliadoPresso la vencía más de lo que hubconseguido una orden.

—Fui destinada al servicio de hombres del rey por un magistradoabad de Palmaris —le explicó.

Presso asintió con la cabeza; hoído muchos rumores al respecto.

—No elegí ingresar —prosiguió —; pero, una vez en las filas, llegcreer… No sé, que me daba

propósito, una razón para continuar. —¿Continuar? —Viviendo —se apresuró

responder ella—. Mi deber es



fuerza… no sé contra qué. Pero es—Señaló con la mano hacia la jarhacia el bailarín medio desnudo quaquel preciso momento se cayó dmesa—… esto no forma parte de deberes ni de mis deseos.

Presso le rozó el brazo con tdelicadeza, pero así y todo retrocedió como si la hubie

abofeteado. El alcaide se apresuralzar las dos manos para demostrque no tenía intención de hacerle

alguno.Jill entendió que su gesto era vez defensivo y compasivo. La primnoche después de su llegada, uno de



hombres había intentado propasarsea fogosa mujer. Había cojeado dur

una semana con un pie hinchadoobillo y las dos rodillas magullado

ojo cerrado y el labio demasiumefacto para beber sin que el líqe resbalara por la camisa. Incluso

aquella prueba fehaciente de que sdefenderse sola, Jill creía que Press

ntentaría nada. Pese a que él acepo que ocurría en Pireth Tulme,

reconocía que aún quedaba en él c

sentido del honor. Hacía lo que pcon las otras mujeres, probablemcon las seis, pero no se le ocurmeterse donde no lo habían invitado



—Me temo que el razonamientoGofflaw era lógico —le advirtióalcaide—. Los meses te irán agotadía tras día, todos igualmente solita aburridos.

—Sin duda —apostilló Jill haciecon la barbilla un gesto que señahacia la entrada.

Presso miró en la dirección indic

vio que Gofflaw acababa de entraa habitación. El alcaide exhaló

sonoro suspiro; luego se volvió otra

hacia Jill y se encogió de hombrosrealidad no le importaba que murallas quedaran desprotegidas.

Jill se dio la vuelta y abandon



habitación; pero, tan pronto comopuerta se cerró detrás de ella,precipitó por un corredor lateral y sde nuevo a la lluvia. Se dirigió a escalera y trepó por la muralla que dal mar; luego se sentó en el mismo bexterior con las piernas colgando sel profundo abismo.

Allí permaneció el resto de la no

contemplando la reaparición de estrellas a medida que las nubesormenta corrían hacia el golfo. Cua

amaneció, en la anchurosa baempezaron a distinguirse farallocomo columnas que se alzaban sóliderguidas como centinelas, siem



vigilantes, siempre alerta.



12

Pájaro de la Noche

—La nieve llegará pronto este —comentó la señora Dassleromirando por encima de su enorme ávivienda las nubes grises que aparepor el horizonte, al norte del vencantado.

—Sería de esperar un invierno d—repuso Tuntun con una expresiónseria de lo habitual.

La señora Dasslerond se vo



hacia la pareja de elfos y sopesópalabras. El ataque a Dundalis,aparición de trasgos e incluso gigantes, la certeza de que se haproducido muchos terremotos al norAndur’Blough Inninness; todo apuntal resurgimiento del Dáctilo.

Había incluso informes de una nde humo que se levantaba perezosam

sobre Barbacan, y que fluía desde solitaria montaña llamada Aida.

Tenía sentido; el Dáctilo podía ha

despertado un volcán apagado hiempo, usando el magma para fortalsu magia infernal, y desde luego probable que lo hubiera hecho.



—¿Cuál es su alcance? —prega señora Dasslerond mientras sus

se dirigían hacia el oeste y hacianorte.

—Acaba de cumplir seis años nosotros —respondió Juraviel vacilar—. Fue salvado de los trasgoa estación de la cosecha del año qu

humanos llaman 816. Según sus cálc

estamos en las puertas del año 823.La señora Dasslerond miró

Juraviel con una expresión

evidenciaba que su respuesta no aceptable. —Pero ¿cuál es su alcance?

volvió a preguntar.



Juraviel suspiró y se recostó enenorme tronco del arce. Medir tcosas no le resultaba nunca fácil al especialmente porque temía verElbryan con ojos favorables.

—Está preparado —intervnesperadamente Tuntun—. La sangr

Mather corre espesa por sus veDentro de medio siglo diremos a nue

siguiente aspirante a guardabosque es de la sangre de Elbryan.

Juraviel no pudo reprimir una ri

pese a la solemnidad de la reunión.a Tuntun hablar tan bien de Elbryaparecía el colmo de la ironía.

—Tuntun tiene razón —confirmó



pronto como venció la sorpresElbryan ha trabajado duro y bien. Lcon gracia y poder, es cautelossilencioso al correr, y ha visitadooráculo muchas veces, casi siempreéxito.

—¿Encontró el espíritu de alpariente? —preguntó la señDasslerond.

—Solamente el de Mather —repJuraviel sonriendo, al ver la alepintada en el rostro de la señ

Dasslerond—. Sin embargo, todavíestá preparado —se apresuró a añJuraviel—. Tiene aún que aprensobre sí mismo y sobre las artes de



bosques. Tiene que quedarse durantaño más y después podrá hacerguardabosque.

La señora Dasslerond sacudiócabeza antes de que el elfo acabarhablar.

—El invierno será duro —dijo firmeza—. Y los hombres han levanalgunos poblados en la frontera de

Tierras Agrestes, incluso han repobaquel lugar que era conocido connombre de Dundalis y vuelve a serl

o que tememos es verdad, Elbryan muy necesario antes de la próxestación de la cosecha.

—Aunque nuestros temores sobr



Dáctilo resultaran en realinfundados —añadió Tunnterviniendo de nuevo—, la mayoríos humanos no están preparados

mucho menos para desenvolverse enTierras Agrestes. La presencia deguardabosque les haría mucho bien.

—¿A comienzos de la primaverapreguntó Juraviel.

—Tendrás al muchacho preparpara su misión —asintió la señDasslerond.

—¿Y que hay de Joycenevial?nquirió el elfo. —El arquero está preparado

replicó la señora Dasslerond—. Y



helecho oscuro ya habrá crecido enestación.

Juraviel asintió. Sabía qJoycenevial, el mejor arquero Caer’alfar, de todo el mundo, hestado cultivando un helecho osespecial durante los seis años Elbryan había vivido en Andur’BlInninness. Sería el primer trabajo

Joycenevial hacía para un hombre del que había hecho para Matherpuesto que ya era muy viejo inc

según los cálculos de los elprobablemente sería el último.Sería un arco muy especial.



Elbryan creía conocer todos senderos y cuevas del valle encantadpor eso se sorprendió aquel día enJuraviel lo llevó por una verserpenteante que a menudo se bifur

cruzaba el mismo arroyo más de docena de veces. Elbryan imaginó debían de ir a un lugar importante,

era más difícil seguir aquel senderoel sinuoso camino que llevaba haCaer’alfar.

Por fin, después de horas vericuetos, llegaron a una cpendiente que descendía por erraplén escarpado y arenoso. Al



del barranco, tras un muro de arbubajos de hoja perenne, llegaron aecho de helechos de color ve

azulado. La mayoría le llegabanElbryan por la cintura y a Juraviel phombro. Elbryan comprennmediatamente que aquel era su des

que había algo extraño en aqueplantas; crecían en perfectas hilera

distancia regular, y la tierra en toestaba limpia. No era de esperar crecieran hierbas pues los helechos

espesos, pero aquella zona estdemasiado desbrozada, como si umanos cuidadosas la desherbaregularmente.



—Son helechos oscuros —expJuraviel con un tono preñado reverencia. Condujo a Elbryan hasplanta más cercana y le pidió al joque inspeccionara el tallo de un hele

La planta era gruesa y suave, yallo no parecía estrecharse a me

que ascendía y se dividía en tres pupara formar las hojas. Elbryan

examinó de cerca y, sus verdes ojoabrieron sorprendidos; luego estrecharon otra vez mientras

acercaba más para inspeccionmejor.En el tallo de color verde oscur

entretejían graciosamente líneas



plata; a Elbryan le pareció que teníaconsistencia de los hilos de pescar as cuerdas de arco que usaban los e

—El helecho oscuro tiene metaexplicó Juraviel en cuanto advirtió Elbryan había dado con la clave—. barranco fue elegido como plantaporque sabíamos que era rico minerales, sobre todo en silverel, qu

el preferido por las plantas. —¿La planta produce las líneas

metal? —preguntó Elbryan.

Se le ocurrieron muchmplicaciones, como si la niebla velaba los misterios de la vida deelfos se hubiera despejado de pro



Los elfos usaban muchos objetosmetal —en especial espadas y escu—, y Elbryan se había preguntadoocasiones de dónde sacaban la maprima, puesto que, según le constabahabía minas en Andur’Blough InninHabía supuesto que lo conseguían rueque, pero después había consta

que aquel metal élfico no se parec

nada de lo que había visto allendvalle encantado. Se acordaba deespada de su padre, voluminos

oscura, pero en modo algcomparable con las finas hojas deelfos, que brillaban esplendorosam estaban muy afiladas.



—Planta y metal forman una un—le confirmó Juraviel—. Los heleoscuros son la única fuente de silver

Elbryan miró atentamente brillantes líneas de metal. Sintió coma hubiera visto antes aquel mi

dibujo, pero no podía recordar dónd —Tratados y cuidados de fo

adecuada, los tallos son increíblem

fuertes y resistentes —le expJuraviel—; y flexibles.

—¿Incluso después de extraerle

metal? —No siempre extraemos el metaos tallos cosechados —repuso el el

Elbryan se quedó pensando u



momentos, particularmente en el úlcomentario de Juraviel acerca deflexibilidad de los tallos. Entonceacordó de dónde había visto aqmismo diseño.

—Los arcos de los elfos —mumientras la niebla descubría misterio. Ahora sabía cómo los aélficos, tan pequeños y ligeros, po

disparar una flecha en línea recta a metros.

Alzó los ojos y vio que Jura

asentía con la cabeza. —No hay material alguno, ni huni madera, ni siquiera entrelazado endones, que sea más fuerte —dij



elfo haciendo una seña al joven—. conmigo.

Caminaron cuidadosamente entrecultivadas hileras hasta los helecmás altos, cuyas hojas sobrepasabacabeza de Elbryan. De pronto, Jurae entregó su espada e hizo señaoven para que se retirara unos paso

Elbryan miró, hipnotizado, mien

el elfo cerraba los ojos y comenzasalmodiar en lengua élfica, usapalabras tan antiguas que Elbryan no

conocía. La canción fue subiendoono y acelerando el ritmo, y Juracomenzó a bailar trazando delicacírculos dentro del círculo mayor



cercaba las plantas. Elbryan concentró en los sonidos ancestralea canción del elfo, pero ni aun así p

descifrar demasiadas palabComprendió que Juraviel estelogiando a la planta y dando grapor el don que le brindaría. Nosorprendió; los elfos mostraban respeto por los demás seres vivo

siempre rezaban y danzaban en toros cuerpos de los animales que ha

cazado y entonaban intermina

canciones a los frutos y bayas Andur’Blough Inninness.Los giros del elfo levantaron nu

de polvo sobre la planta; después



nclinó y, con una especie de gelarojiza, pintó una raya en torno al talres o cuatro centímetros de la tierra

Acabó con una complicada pirueal caer al suelo señaló la raya.

—¡De un tajo limpio! —exclamóElbryan se arrodilló rápidame

desenvainó la espada y cortó la plexactamente por la raya. El hele

oscuro cayó en vertical, vaciló nstante y se desplomó hacia un usto en las expectantes manos

Juraviel. —Sígueme deprisa —le rogó el echando a correr.

Elbryan tuvo que esforzarse p



seguirlo. Juraviel corrió todo el camde regreso a Caer’alfar, hasta un áalto que albergaba a un solo elfo.

—Joycenevial es tan viejo comárbol más viejo de Andur’BloInninness —le explicó Juraviel mienel anciano elfo salía de su casdescendía poco a poco. Sin dpalabra, aterrizó entre los dos, cogi

helecho de manos de Juraviel ysostuvo junto a Elbryan. Le dio la vu asintió con la cabeza, al pare

complacido por el fino y limpio uego emprendió la ascensión a su ácon el helecho en la mano.

—¿No hay ninguna marca?



preguntó Juraviel.Joycenevial se limitó a sacudi

cabeza, sin molestarse siquiera mirarlos.

Juraviel le dio las gracias ymarchó con Elbryan a remolque.oven le bullían en la cabeza milepreguntas.

—¿Y la gelatina rojiza? —se atr

a preguntar, intentando entaconversación para desentrañar extraordinaria jornada.

—Sin ella, no habrías podido coamás el helecho oscuro —responJuraviel.

Elbryan captó la brusquedad d



respuesta, el tono seco, casi cortadel elfo, y comprendió que no dplantear más preguntas, que aprendo que debía saber cuando los e

decidieran decírselo.Juraviel envió a Elbryan a

quehaceres, pero compareció otra ante el joven por la tarde portandoarcos, uno de los cuales era demas

grande para las proporciones élficas —No disponemos de demasi

iempo —le explicó, tendiendo a

alumno el arco más grande.Elbryan lo cogió, pasando por a cantidad de preguntas que de nuevbullían en la cabeza, y lo siguió



silencio. Mientras caminaba examinarco y llegó a la conclusión de questaba hecho con un helecho oscomo el que había cortado sino conplanta más pequeña.

El viejo elfo sacó una especiecuchilla de aspecto curioso, con la curvada hacia arriba por ambos lad

un filo cortante en una hendidura quatravesaba de arriba abajo por la miLa cogió firmemente con la m

zquierda y asió el tallo del helechosin hojas, con la derecha.

Sujetó el largo tallo de la plabajo el hombro derecho y, suavem



muy suavemente, fue pasando la hojaél.

Se despegó una tira delgada, delgada que era casi translúcJoycenevial asintió con aire solemhabía tratado el tallo del heleperfectamente para trabajarlo.

El viejo elfo cerró los ojoscomenzó a salmodiar. Se imagin

Elbryan en el momento en que el jocogía el tallo; evocó el tamaño dmano, la longitud de sus brazos. O

arqueros habrían marcado el tconvenientemente, pero Joyceneestaba más allá de tan tosnecesidades. El suyo era un acto d



más pura creación y no una vuartesanía; su arte tenía que ver comagia y con la perfecta habilidad quhabían conferido setecientos añosrabajo. Por eso el viejo elfo continurabajando el tallo con los o

cerrados, cantando suavemeutilizando la melodía de su voz marcar el ritmo de sus cortes

profundidad e intensidad.Sabía que emplearía casi medio

en aquel tallo, limándolo y tratánd

mellándolo y entretejiendo hechizofuerza. Dos veces por semana duranallado, lo bañaría en aceites especi

para aumentar su elasticidad. Y, cu



al fin el arco hubiera tomado formcolgaría sobre un hoyo siemhumeante, un lugar secreto y encandonde el poder mágico era intensontenso que continuamente se filt

desde la tierra.Medio año; no demasiado tiem

para los elfos de Caer’alfar, un simmomento en la larga historia

Belli’mar Joycenevial, el padre Juraviel. Cerró los ojos y pensó eceremonia final, tanto para el arco c

para el muchacho: el bautizo. No tdea de cómo llamar al arco; ya socurriría cuando el arma adquirpersonalidad propia, matices propio



Tendría que ser un nombre exaporque aquel arco sería su obra madecidió Joycenevial, el hito más altuna carrera marcada muy a menudoa perfección. Todos los elfos del vlevaban un arco fabricado

Joycenevial, como lo habían heodos los guardabosques que ha

salido de Andur’Blough Inninness e

últimos quinientos años. Sin embaninguna de esas armas se equiparareste arco, porque Belli’mar Joycene

an viejo como el más viejo de árboles de Andur’Blough Inninnsabía que era su última obra de arte.

Aquel arco era especial.



Por fin, aquella vez había acertadar en el árbol en el que colgab

diana. Elbryan miró a Juraesperanzado, pero el elfo se limitevantarse sacudiendo la cabeza. Co

rápido movimiento, Juraviel alzó el disparó una flecha, luego otra, lu

una tercera en veloz sucesión.Lo había hecho a tan vertigin

velocidad, que Elbryan aún mirabelfo cuando oyó el golpe de la terflecha. Miró la marca y no se sorpre

al ver que las tres flechas habían den la diana, una en el ojo del torootras dos justo al lado.

—Nunca dispararé tan bien com



—se lamentó Elbryan, en aquel cercano al gimoteo que Juraviel le hoído durante años—. Ni tan bien cninguno de los elfos del valle.

—Tienes razón —se burló el elfsonrió mientras Elbryan abdesmesuradamente los ojos puesparecer no era la respuesta que el jdeseaba oír.

Con un bufido, el orgulloso Elbalzó el arco, disparó la flecha yacertó esta vez ni siquiera al árbol.

—Estás apuntando a la diana comentó Juraviel.Elbryan lo miró con curiosid

pues claro que estaba apuntando



diana! —A toda la diana —le explicó

elfo—. Pero la punta de tu flecha no suficientemente grande para abarcoda.

Elbryan se relajó e intentó descias palabras del elfo. Las consideróuz de la filosofía élfica, la unidad t

De pronto le pareció posible que

flecha y la diana fueran una sola coque el arco fuera simplemente herramienta que él usaba para poder

flecha y diana. —Apunta a un lugar específico, preciso de la diana —le recomeJuraviel—. Debes concentrar



puntería.Elbryan comprendió. Tenía

encontrar el punto exacto al pertenecía la flecha, el punto especdonde las dos, diana y flecha, teníanunirse. Volvió a alzar el arco —quedemasiado pequeño para él—, lo todo lo que permitía la curvat

aunque sus brazos le hubieran dado

mucho más, y disparó.Erró, pero la flecha fue a dar e

árbol a cinco centímetros por encim

a diana: lo más cerca, con mucho,había conseguido el joven hentonces.

—Bravo —lo felicitó Juravie



Ahora ya lo has entendido —añalejándose.

—¿Adónde vas? —lo llamó Elb—. Sólo llevamos aquí unos minuAún quedan diez flechas en el carcaj

—La lección ha terminado por —repuso Juraviel—. Reflexionapractica tanto tiempo como quieras.

El elfo se marchó y desapareció

a espesura del bosque.Elbryan asintió ceñudame

decidido a acertar con facilidad e

diana, cuando salieran al día siguieSe quedaría allí el resto del díregresaría por la mañana tan procomo acabara su quehacer con



piedras de leche.Cada vez que su concentración

relajaba, la flecha erraba el blanco perdía entre la maleza del bosElbryan había acudido a aquel lugarel carcaj lleno, con una veintenaflechas, pero al cabo de media horcarcaj estaba vacío y no pudo recupninguna flecha. Tanto mejor, pensó

oven, porque le dolían los dedos dmano derecha y los músculos del pe se le había irritado la parte interio

antebrazo izquierdo.Al día siguiente, Juraviel le dio protección de cuero negro para el bzquierdo y un arco nuevo; no es



hecho con helecho oscuro pero ermás grande que el elfo había podencontrar en todo el valle, aunque sesiendo pequeño para la altura Elbryan. Juraviel también trajo couna ligera gorra triangular de cazaque Elbryan aceptó con un tímencogimiento de hombros. Esta salieron con dos carcajes llenos

Elbryan, que progresaba minutominuto, pasó casi tres horas disparaAl final de la jornada, Juraviel le re

una nueva herramienta: la gorra levaba en la cabeza. El elfo le ensebajar hasta los ojos la punta delandel sombrero triangular y a utiliz



como punto de referencia para afinpuntería.

Al día siguiente, Elbryan acertóa diana dos de cada tres disparos.

Durante el otoño y el invierJuraviel entrenó a Elbryan en el madel arco. El joven aprendió los aspeprácticos del arma, aprendió celegir las flechas, pesadas para ca

más daño y ligeras para disparos argos, y cómo reemplazar las cue

del arco, aunque las cuerdas élfica

silverel se rompían pocas veces. Ppor encima de todo, Elbryan compreque el tiro con arco era más un ejercde mente que de cuerpo, una cuestió



atención y concentración. Todos aspectos físicos —tensar, apundisparar la flecha— devinierepeticiones automáticas, pero cadarequería una medida mental dedistancia y del viento, de la longitua tensión del arco y del peso d

flecha. Los dedos de la mano dereche llenaron de callosidades y el cuer

a protección de la parte interior brazo izquierdo había perdido la mde su grosor original. En efecto, Elb

se entregó al entrenamiento conmisma ansia que había mostrado endemás ejercicios, con un orgullo y determinación que habían he



encogerse de hombros de incredulidmuchos de los elfos. Todos los dhiciera el tiempo que hiciera, Elbryaplantaba ante la diana, se esforzabaentrenaba, disparaba flecha tras flecnevitablemente las clavaba en la di

cerca o en el mismísimo ojo del tAprendió a disparar con rapidez y dángulos diferentes: a echarse a rodar

el suelo e incorporarse disparando flecha; a colgarse cabeza abajo drama de un árbol y dirigir el disp

hacia el cielo para darle el alcaapropiado; a disparar dos flechas vez y clavarlas cerca una de onormalmente en el blanco.



Todas las mañanas llevaba a cabbi’nelle dasada y luego ejercitaba scondiciones físicas con las piedraeche. Durante la comida hablaba

filosofía con Juraviel y después ibael elfo al campo de tiro para practicpuntería.

Los anocheceres, para su sorpros pasaba casi todos con Tuntun pu

elfa había sido la instructora, y adeamiga, de Mather, de quien Elbrdeseaba ardientemente saber más co

Tuntun le relató muchas historiaMather, desde sus días de entrenamien Andur’Blough Inninness —¡hcometido los mismos errores



Elbryan!— hasta sus hazañas en Tierras Agrestes. ¡Cuántos milesrasgos y gigantes habían caído baj

mortífera espada de Mather! Aquespada se convirtió en un tema comúas conversaciones, puesTempestad

como se llamaba era una de las únicas espadas de guardabosque jafabricadas, las espadas más poder

que salieron jamás de Andur’BloInninness. De las seis, sólo se drazón todavía de una, un eno

espadón llamado Rompehielosmanejada en las remotas tierras norte de Alpinador por guardabosque, Andacanavar, que



vez se dejaba ver. —Tú perteneces sin duda a una

estirpe —le comentó Tuntun estrellado anochecer—. Quizá seaúnico guardabosque vivo, aunquehemos sentido el dolor por fallecimiento de Andacanavar.

El respeto con que habló impresia Elbryan y al mismo tiempo deposit

enorme peso sobre sus hombros.oven había llegado a sentirse espe

en ciertos aspectos superior. Graci

os elfos, se le había concedidoextraño y precioso don: otra lengufísica y verbal—, otra forma de mirmundo en torno, otra forma de per



os movimientos de su propio cueYa estaba muy lejos de aquaterrorizada criatura que había hambaleante de la incendiada Dund

Era la sangre de Mather, Elbryanguardabosque.

¿Por qué, entonces, estaba asustado?

Para encontrar la respuesta Elb

visitaba a menudo el oráculo. Día ae resultaba más fácil conjurar

espíritu de Mather y, aunque el espe

amás le había brindado respualguna, sus soliloquios le permimantener las cosas en orden, consesu perspectiva y su valor.



El invierno, duro incluso en el vencantado —como había predichoseñora Dasslerond—, pasaba despaas nevadas cayeron muy tempranprosiguieron copiosas y persistemientras la estación se deslizaba ha primavera.

Para Elbryan, la vida seguía habitual ritmo frenético: aprende

crecer. Ahora era un arquero de verno tan hábil como algunos elfos, realmente un experto comparado con

humanos. Su comprensión del munatural no sería nunca completa —demasiado vasto para que un indivpudiera conocerlo—, pero continu



profundizando en su conocimiento ddía, experiencia tras experiencia.forma global con que ahora contempel mundo favorecía aquel aprendizen verdad, Elbryan era una esponja;mundo, el líquido que iba absorbien

El cambio llegó drásticamenesperadamente, una tempestuosa n

de Toumanay, cuando Elbryan

despertado en su cama por JuraviTuntun. Los elfos lo pincharon yempujaron, y al fin consiguieron sac

de su arbórea casa llevando sóloaparrabos y una capa.Lo escoltaron hasta un campo am

bordeado de árboles, donde se ha



reunido los doscientos elfos Caer’alfar.

Juraviel le quitó la capa mienTuntun lo empujaba; Elbryan estremecía mientras avanzaba hacicentro del campo.

—Quítatelo —dijo ella severamendicando el taparrabos.

El pudor hizo dudar a Elbryan, p

Tuntun no estaba de humor pdiscusiones. Con un movimiento ráde las dagas que empuñaba, cort

escueta vestimenta y la cogió al vuuego se apresuró a alejarse dejasolo al joven, avergonzado y desncon todos los ojos de Andur’Blo



Inninness clavados en él.Los elfos se cogieron de las man

formaron un enorme corro en tornElbryan. Luego comenzaron a bhaciendo girar el corro hacia zquierda. De vez en cuando rompía

círculo y algunos elfos hacían piruetrenzaban algunos pasos de danza

elección, pero en general la rota

seguía en torno a Elbryan.La canción de los elfos se le m

en los oídos y en todo el cuerpo, y p

a poco el joven fue relajándosolvidando su pudor, embriagado pomúsica. Parecía que el bosque encoreaba a los elfos: las bri



racheadas, el canto de los pájaroscroar de las ranas.

Elbryan inclinó hacia atrás la cabpara mirar las estrellas y el pasar dnubes. Se dio cuenta de que esdando vueltas con el corro, coempujado, como si la danza de los ehubiera levantado en torno a élremolino que lo arrastrara. Todo par

un sueño, vago y en cierto modopasado.

—¿Qué oyes? —oyó que

preguntaba una voz cercana—. En momento de tu nacimiento, ¿qué ves?Elbryan ni siquiera se detuvo

pensar de quién era la voz: la señ



Dasslerond estaba delante de él. —Oigo los pájaros —respon

como ausente—. Los pájaros denoche.

Todo el mundo en torno enmudecan repentino cambio rompió el es

onírico. Elbryan parpadeó unos instaal detenerse, aunque, aún atrapado evértigo, le pareció que las estre

seguían girando enloquecidamente. — ¡Tai’marawee! —gritó la seño

Dasslerond, y Elbryan, ape

consciente de que ella estaba en mdel prado con él, saltó al oír el gLuego la miró mientras los doscieelfos coreaban el grito de¡Tai’marawee



Elbryan reflexionó cada una depalabras: tai significaba «pájaromarawee, «noche».

—El pájaro de la noche —le expa señora Dasslerond—. Esta noch

noche de tu nacimiento, has bautizado con el nombre de Pájaro d

oche.

Elbryan tragó saliva, sin entennada de todo aquello. Juraviel y Tuno lo habían preparado para semej

ceremonia.Sin más explicaciones, la señDasslerond le arrojó un puñadopolvo brillante a la cara.



El mundo entero pareció deteneruego comenzó a moverse pero entamente. La canción de los elfos

armonía del bosque volvían a sonar,estaba otra vez solo en medio del pdando vueltas al compás del corro. ras otra las voces de los elfos fu

desvaneciéndose tan poco a poco Elbryan no lo notó. Mucho despué

que los elfos se hubieran marchadooven se dio cuenta de que estaba s, antes de que pudiera descifrar

significado de todo aquello, lo invel sueño allí mismo, desnudo en mdel prado.

La noche de su nacimiento.



Belli’mar Joycenevial asintió cocabeza mientras examinaba el fruto d

amor. Ellos habían bautizado guardabosque con el nombre de Páde la Noche, y el sueño del elfo nhabía engañado. Aquel arco, llam

la de Halcón , encajaba perfectamecon la nueva personalidad de Elbrya

Joycenevial sostuvo la magníarma delante de él. Era más alta quehabía sido pulida y bruñida hasta dode la suavidad del cristal, e, incluso

mortecina luz de la vela, el verde oscon matices plateados de Ala de Halcónresplandecía. Tenía un asidero escul

los extremos delicados y afilados,



punta superior, de quita y pon, esrematada con tres plumas perfectamente alineadas que pareuna sola cuando el arco estabareposo.

Ala de Halcón y Pájaro de la Nocal anciano elfo le gustaba la relacAquel sería el último arco fabricaba, pues sabía sin ningún gé

de dudas que, aunque hiciera otros amás podría acercarse a la perfec

de aquella arma.

Elbryan se despertó tal comohabía quedado dormido, solo y desnen el prado, con la única variación



que vio una tira roja de tela atada brazo izquierdo, y otra verde enderecho, ambas en medio de poderosos bíceps. Las miró unstantes, pero no se le ocurrió siqu

quitárselas. Luego fijó su atención emundo que se despertaba en tornoalba había pasado; el joven se cuenta de que había dejado de ejec

a danza de espada por primera desde que se la habían enseñado.alguna forma, aquella mañana eso

mportaba. El joven encontró su manse envolvió en él, pero en lugarregresar a su árbol-casa se dirigioráculo, donde había dejado el esp



a manta y la silla. —¿Tío Mather?El espíritu lo aguarda

mperturbable, en las profundidadesespejo. A Elbryan se le ocurrieron mde preguntas; pero, antes de que pudpronunciar la primera, se le nublmente con las imágenes de una carrun páramo y un bosque, de un vall

árboles de hoja perenne que le resulvagamente familiar.

Le costaba respirar; est

empezando a entender. Lo asaltóerror oscuro que amenazaba tragallí mismo; deseaba desesperadampreguntar al tío Mather sobre t



aquello para liberarse una vez máaquellas dudas.

Pero en aquella ocasión Elbryanel receptor, no el emisor. Aquella verecostó, cerró los ojos y dejó que adesconocido sendero encontrara un len su mente.

Salió de la cueva menos relajadoo que estaba al entrar, con el temor

ncertidumbre pintados en el rostrmás preguntas que respuestas.

Cuando regresó a Caer’alfar,

sorprendió al encontrarlo desiertoapresuró a dirigirse a su árbol-cavio que habían desaparecido todasposesiones: sus ropas y los cestos



ransportar las piedras de leche.En el suelo habían dejado ro

nuevas, delicadamente confeccionaDebían de ser para él, porevidentemente no eran de la medidningún otro habitante de Caer’alfano ser, consideró Elbryan, que hubiraído a otro aspirante a guardabosqu

Desechó aquella idea, se despren

de la capa y empezó a ponerse la rbotas de piel de ciervo, altas y suapantalones ligeros con un estre

cinturón hecho de cuerda tejida silverel para darle mayor resistenuna fina camisa sin mangas conchaleco de piel tejido con silvere



finalmente una gruesa capa de vverde bosque y una gorra de cazriangular de color verde claro.

Elbryan miró en torno, y se pregqué se esperaba que hiciera continuación. Se acordó del campo encaminó hacia allí; encontró a todoelfos de Caer’alfar, que lo estaesperando, esta vez en silencio

perfectamente alineados. Al frenteos reunidos se hallaban la señ

Dasslerond y Belli’mar Juraviel,

ndicaron enseguida a Elbryan qureuniera con ellos.Cuando llegó, Juraviel le dio

mochila llena; un cuchillo estaba a



con una correa a un lado y un hachmano la equilibraba por el otro.

Transcurrió bastante rato antesque Elbryan se diera cuenta de queelfos estaban esperando que examiel regalo. Deshizo las ataduras precipitación y abrió la mochilaencorvó y la vació con energía sobsuelo. Sílex y acero, un delgado co

ejido con silverel como la cuerda dcinturón, un paquete de la migelatina roja que había visto utiliz

Juraviel en el helecho oscuro, la manel espejo necesarios para el oráculoque debían de haber recogido pdespués de que él se hubo marchad



a cueva— y, lo más importante de tun pellejo para agua y provisiocuidadosamente empaquetadas saladas.

Elbryan levantó la vista hacia amigos elfos, pero no encontró repuCon cuidado, pues las manos emblaban, volvió a empaquetar

cosas; luego se puso en pie delant

Juraviel y de la señora de Andur’BlInninness.

—La venda roja está empapada

bálsamos permanentes —expJuraviel—. Sirve tanto para vencomo para torniquete. La verde filtaire cuando se pone sobre la nar



sobre la boca; incluso te permaguantar debajo del agua durantecorto tiempo.

—Estos son nuestros regalos, Páde la Noche —añadió la señDasslerond—. ¡Esos y este! —Chasqos dedos, y Belli’mar Joycenevia

adelantó desde las filas de los elportando el hermoso arco.

— Ala de Halcón —explicó el vieelfo, entregándoselo—. Te serambién como palo.

Con un simple movimiento, sacpunta adornada de plumas, y con elcuerda del arco; luego con la mifacilidad volvió a colocar la punt



ensó el arco para ponerle otra vecuerda sin apenas esfuerzo.

—No temas, pues aunque parfrágil no lo romperás —añaJoycenevial—. ¡Ni con golpes, ni codescarga de un rayo, ni con el alientun dragón!

Esta declaración fue recibida sinceras aclamaciones de felicita

para el anciano elfo. —Ténsalo —lo animó Juraviel.Elbryan dejó la mochila y alzó

arco. Se sorprendió por lo bien quequilibraba y por lo fácil y cómodoresultaba tensarlo. Cuando el arcocurvó, las tres plumas de la pu



superior se separaron unas de otramodo que parecían «dedos» del finaala de un halcón planeando.

— Ala de Halcón —le repitió Elbryan el anciano arquero—. servirá como arco durante toda la vicomo lanza hasta que hayas ganadespada, si es que lo logras algún día

Con lágrimas en los ojos, el anc

elfo le tendió un carcaj lleno de flecuego se dio la vuelta despacio

retrocedió hasta el lugar que ocupab

a hilera. —De todos tus regalos —dijoseñora Dasslerond—, ¿cuál considel de más valor?



Elbryan se quedó callado largo rpues comprendió que era un momcrítico para él, una prueba sutil qupodía fallar.

—Todos los pertrechos y vest—empezó— son dignos de un ncluso de un rey de elfos. Y este arc—siguió mirando a Joycenevial sincero respeto—. Estoy seguro de

no tiene igual, y sabed que me siverdaderamente maravillado poseerlo.

»Pero el oráculo —continuó Elbcon voz firme mirando a la señDasslerond— es el regalo más valio

La señora no pestañeó siquiera, p



de pronto Elbryan supo que se hequivocado. Quizá la mirada deamigo Juraviel, ligeramente apagadndicó lo que verdaderamente es

pensando. —No —dijo despacio—; ese n

el mejor de vuestros regalos. —¿Cuál es? —preguntó ansios

señora.

—Pájaro de la Noche —replicóvacilar Elbryan—. Todo lo que odo lo que he llegado a ser. Ahora

guardabosque, y ningún regalo mundo… ni todo el oro, ni todosilverel, ni todos los reinos… puedemás valioso. El mejor regalo es



nombre que me habéis dado, el nomque yo he ganado gracias a vuepaciencia y a vuestro tiempo, el nomque me distingue como un amigo deelfos. No puede haber honor responsabilidad más grandes.

—Estás preparado para enfrentaesa responsabilidad —se atreviódecirle Juraviel.

—Ha llegado la hora de que te v—declaró la señora Dasslerond.

Por instinto lo primero que se

ocurrió preguntar a Elbryan fue adónde, pero se mordió la lenconfiando en que los elfos se lo diríe hacía falta saberlo. Cuando vio



no lo hacían, que se limitaban a sal a abandonar el prado dejándolo s

una vez más completamente solo, a respuesta.

El oráculo le había mostradocamino.

El terreno era relativamente llande color pardo, con arbustos rechon

salpicados aquí y allá. Pero hapendientes engañosamente suaves guardabosque, que avanzaba a bpaso, normalmente no podía vedemasiada distancia mirara haciadirección que mirara. Eran los PáramCiénagas Espesas, las habían llam



cariñosamente los colonos de la fronde las Tierras Agrestes. Para Elbrde niño, eran el escenario de cueremebundos relatados junto al fuego

Pero ahora, mientras corría porPáramos, el recuerdo de aquecuentos de bestias feroces y terriguardianes no resultaba mranquilizador.

Aquel día la niebla era ligera,espesa como la que había soportadvíspera, cuando Elbryan sentía com

ojos vigilantes lo siguieran a cada pCoronó una pendiente y vio un arplateado que serpenteaba abajo, entarcilla pardusca. Instintivamente, l



a mano al pellejo para el agucomprobó que estaba a menos dmitad. Bajó hasta el arroyo, que tmuy poca anchura y menos de trecentímetros de profundidad, metiómano y asintió al comprobar que el estaba bastante limpia. En los Párama tierra era demasiado compacta

que la corriente del agua la arrastra

os riachuelos eran cristalinos, exccuando se remansaban y embalsabacuencas poco profundas, donde la t

el agua formaban un líquido espefangoso.Elbryan continuó inspeccionand

arroyo para asegurarse de que n



amenazador nadaba en la corrieuego colgó la mochila en la rama d

espinoso arbusto y se quitó las botasmucho cuidado. Había corrido durcinco días, los dos últimos a travéos Páramos. El agua fría y el le

suave del arroyo eran una bendipara sus doloridos pies; por un momconsideró la posibilidad de quitars

ropa y tumbarse en el lecho del arroPero entonces sintió algo, oyó a

uno de sus sentidos sutilmente lo pus

alerta. El guardabosque se estremecponerse en pie con todos los sentaguzados. Relajó los músculos depies y, con sus sensibilizados nerv



sintió vibraciones bajo tierra. Gdespacio la cabeza de un lado a otroojos escrutadores.

Captó un chapoteo, cerca.El joven consideró su situación

corriente fluía en torno a uno deengañosos altozanos y a unos dmetros de donde él se encontraba gipara desaparecer de su vista.

Captó otro chapoteo más cercuego una voz, aunque no pudo enteas palabras. Miró en torno de nu

esta vez buscando un punto ventajosugar elevado desde el cual pudcoger por sorpresa a cualquier enemEl terreno no era muy prometedor



mejor que podía hacer era volver ssus pasos cuesta arriba y agacharse jdetrás del altozano. Sin embargo, tque planificar sus movimientos aperfección, pues algunas zonas de aerreno elevado se podían ver desd

recodo que había río arriba.Elbryan desechó aquel plan; es

en el extremo oriental de los Páram

no lejos de asentamientos humaQuienquiera que fuera no causaba gran conmoción, de modo que no p

ratarse de gigantes. No había ningrazón para pensar que fueran enemigIncluso si lo eran, Pájaro de

oche tenía a Ala de Halcón a mano.



Se ciñó la capa verde bosque soos hombros, y se subió la capucha

cubrirse la cabeza y la gorra; luegocupó de sus cosas y se agachó lenar su pellejo de agua en el río.

El ruido aumentaba; por el volu la frecuencia de los chapot

Elbryan supuso que debían de acercaproximadamente media docena

criaturas bípedas. Sin embargo, lo mportante para él era la conti

conversación; no las palabras,

apenas podía comprender, sino el de voz agudo y rechinante. Elbhabía oído aquellas voces antes.

De repente el chapoteo y



conversación cesaron; las criathabían rodeado el recodo.

Elbryan permaneció agachado. Euna mirada rápida por la abertura dcapucha para asegurarse de que levaban arcos.

Trasgos; seis trasgos estaban dea apenas unos diez metros de distanUno de ellos llevaba una lanza

hombro, pero no en posición de lanzos otros tenían palos y espadas tos

pero afortunadamente no disponían

arcos.Elbryan permaneció agachado.aquella posición y con la capa, criaturas no podrían estar seguros d



raza. — ¿Eeyan kos? —preguntó uno

ellos.Elbryan sonrió debajo de su capu

no los miró. — ¿Eeyan kos? —preguntó el mism

otra vez—.¿Patpat gans? —«Pato, pato, ganso», dijo Elb

para sus adentros, el nombre de un j

al que había jugado hacía quizá años. Sonrió de nuevo al pensaraquel tiempo inocente, pero no fu

sentimiento duradero pues fue barpor una oleada de emociones oscuras al considerar lo que criatcomo aquellas habían hecho a su mu



El trasgo gritó de nuevo. Elbrsabía que había llegado el momentcontestar, y, dado que no tenía ni ideo que el trasgo le estaba diciendoimitó a ponerse en pie con su impon

estatura, demasiada estatura para serasgo, y lentamente se bajó la capu

de la capa.La mitad de la banda de trasgo

puso a chillar; el trasgo que portabanza, mientras gritaba, avanzó

rapidez tres pasos y la arrojó.

Elbryan esperó hasta el últimomento; entonces cruzó velozmenla de Halcón frente a él y desvióanza. Giró el arco hacia afuera e



momento en que chocaba con la lacambiando su trayectoria, venciendmpulso y haciéndola girar en el

para después agarrarla a medio astila mano derecha mientras que cozquierda colocaba a Ala de Halcón otr

vez a su lado.De repente blandió la lan

apuntando al que se la había arroj

Aquello dejó helados a los trasgos ade que hubieran ni tan sólo empezaanzarse a la carga.

Las emociones se mezclaconfusamente en la cabeza del joRecordaba las enseñanzas de los ecasi todas basadas en la toleran



aunque no sentían ningún afecto poespecie de los trasgos ni por ningunas razas fomorianas. Sin emba

Elbryan no estaba en ninasentamiento humano, ni en ningierra reivindicada por los de su r

con toda probabilidad se hallaba dede las fronteras del territorio de rasgos. Si este era el caso, ¿est

ustificado iniciar una batalla aquellos seis?

Pero uno de ellos acababa

atacarlo, aunque quizá más por mque por ganas de agredirlo. Y Elbrcualquiera que fuera la lógica de razonamientos, no podía olvidar



ocurrido en Dundalis.Dudaba; ¿eran aquellos tras

responsables de lo que los de su habían hecho en casa de Elbryan? Qhabía sido bautizado por los elfos conombre de Pájaro de la Noche teníaencontrar una respuesta sincera; sdebía, como mínimo a Belli’Juraviel.

Con un movimiento rápido depoderosa muñeca hizo volar la lanzadonde había venido, para que cayera

un chapoteo y se clavara en el rímenos de dos palmos de la criaturase la había arrojado. Elbryan lanzórápida mirada de advertencia a



rasgos, y se dio la vuelta hasta qude lado respecto a ellos, se dirigió hel agua y se agachó para acabarlenar su pellejo.

Les había dado una oportunidbuena parte de él, el muchacho recordaba Dundalis, esperaba que naprovecharan.

Oyó y percibió las turbulencias

agua mientras se le acercaban despaAdvirtió que como mínimo doshabían desviado y habían salido de

para rodearlo por delante y por detráElbryan estimó su aproximacióse mantuvo alerta ante cualquier sque indicara que le arrojaban otra



una lanza.Todo parecía en calma, nin

movimiento, ningún chapoteo. Sabíaas criaturas estaban a no más de

metros. Lentamente se dio la vuelta hquedar frente al grupo de cuatroenderezó y su estatura superó en máreinta centímetros a la del más alt

sus enemigos.

— ¡Eenegash! —pidió el que estamás cerca, y también el más mientras sostenía con fuerza su esp

una hoja de sesenta centímetros no distinta de la que Olwan le había daElbryan para patrullar.

—No comprendo —replicó él



calma.Los trasgos murmuraron algo e

ellos; Elbryan advirtió que tamppodían comprender su lenguEntonces el más feo se volvió hacia

— ¡Eenegash! —dijo de nuevo, malto, mientras dirigía su espada hacpalo y luego hacia la orilla del río.

—No pienso lo mismo —rep

Elbryan, sonriendo ampliamentesacudiendo la cabeza.

Con un imperceptible movimient

guardabosque sacó la punta de pludel arco, y la escondió en el cintuunto con la cuerda del arco.

El trasgo soltó un gruñ



amenazador. Elbryan sacudió de nua cabeza.

La criatura se precipitó para reda distancia a la mitad y daba pinch

al aire con la espada, con movimiemás intimidatorios que de atapropiamente dicho. Pero fue la criaa que se sorprendió.

Elbryan agarró el palo, la m

derecha por encima de la izquienvirtió el agarro con la izquie

mientras el palo empezaba a mover

o proyectó cruzado delante de él anta rapidez que el trasgo no tuvmenor oportunidad de moverse. El chocó simultáneamente con la espa



con la mano del trasgo, arrancó el ade las manos de la criatura y la lancuatro metros. Un sutil desplazamiedemasiado rápido para que la criapudiera esquivarlo, permitió a Elbmpulsar en línea recta hacia adelan

punta afilada; esta hirió al trasgoplena frente, entre los dos ojos, y lo umbado en el río.

Con un alarido de placer los orasgos, como era de esperar, fueron

él.

Elbryan blandió de nuevo el palsoltándolo de la mano izquierdampelió con la derecha para baja

extremo delantero. Aprovechando



mpulso, extendió el brazo derehacia afuera y cogió por sorpresrasgo más cercano, uno de los dos

habían salido corriendo del río pflanquearlo; el extremo de Ala de

alcón lo hirió justo debajo de barbilla.

El arma se lanzó otra vez dibujaun giro completo y defensivo entr

guardabosque y los tres trasgos quacercaban por el río. Elbryan agarrpalo firmemente con la mano izquier

extendió ese brazo hacia afuera de fosimilar, de tal modo que se desembadel otro trasgo que se había alejadorío. Empuñó de nuevo el palo, le



dar medio giro y lo agarró de nuevoa mano derecha; otro medio gironclinó en diagonal hacia afuera y

cogió de nuevo con la izquierdaentonces lo agarró también conderecha, mientras el extremo postegiraba por encima y Elbryan desplael arma angularmente y avanzabzancadas con audacia. El golpe,

arriba abajo, alcanzó de lleno la cabdel trasgo que estaba en medio, el empuñaba la lanza, ¡y la increíble fu

de Ala de Halcón partió en dos cráneo de la criatura con un retumbcrac!

Elbryan hizo un barrido hacia



zquierda con el palo, y detuvo el gde una porra; luego hacia la derepara rechazar una espada. De nuhacia la izquierda, de nuevo haciderecha, cada vez con el ángnecesario para frustrar un ataque. vez a la izquierda, otra vez a la deregolpeando de lleno el brazo armada criatura. Elbryan dio un paso

zquierda y giró para evitar un peligespadazo. Se agachó con ímpetucompletó el giro con Ala de Halcón

volando delante de él. En honor rasgo hay que decir que este advirtortuoso ataque y trató de bajar la p

pero Elbryan simplemente elevó



extremo volante de Ala de Halcódescargándolo sobre el delgantebrazo de la criatura, le quebróhueso. La porra cayó al río, y el trchilló apretándose el brazo.

Elbryan avanzó, encarándose cocriatura, puso el palo horizontal frenél y empezó a pinchar a derechzquierda, dirigiendo a Ala del Halcón

para herir alternativamente al trasgambos lados de la cabeza. Despuésúltimo golpe, el guardabosque e

atrás el pie derecho, retiró el palo, giró para enfrentarse a su próxenemigo, esperando un ataque coespada que este empuñaba.



sorprender a aquella criatura en phuida, Elbryan volvió a dirigir el hacia afuera y hacia la izquierdagolpeó al aturdido trasgo en plena ca

Aunque no alcanzó a verlo, oyó el trasgo que se le había acercado pzquierda se levantaba con esfuerzo.

de Halcón giró de nuevo, describieun círculo vertical primero por deba

después por encima del hombro derde Elbryan, que giró a su vez y brhacia la izquierda. El palo eludió

movimiento defensivo que intentóaterrorizado trasgo, y fue a choviolentamente contra la base del cude la criatura. El trasgo sufrió



sacudida sin moverse de sitio y despcomo si una ola de energía le bahacia los pies y le subiera de nupegó un extraño brinco, cayó de ppoco a poco se fue desplomando.

Elbryan se dio la vuelta y se agaa la defensiva, pero no apareenemigo alguno. El primero al que hgolpeado, el jefe, estaba a gatas

medio del arroyo, con la mirperdida, demasiado aturdido pponerse en pie. El que había golpea

a derecha del arroyo seguía en el suretorciéndose y jadeando para recupel aliento. El que había golpeadoúltimo lugar debía de estar mue



como el lancero; y el que había recicuatro golpes en la cabeza yacía inma la orilla del arroyo con la cara eagua. El último del grupo, el armadouna espada, se encontraba a veinte pde Elbryan, brincando sin cesaanzando maldiciones que

guardabosque no entendía.Con toda calma, Elbryan volvi

colocar la punta adornada con plumasu arco, y con un solo y ágil movimio combó apoyándolo en la piern

ajustó la cuerda.Al verlo, el trasgo soltó un aulliechó a correr.

Ala de Halcón se levantó, y las t



plumas se separaron. Un vuelo limpcertero de diez metros.

La flecha alcanzó al trasgo enespalda, lo levantó del arroyo y lo lados metros más allá.

Agitando brazos y piernas cpesadamente boca abajo en el agua.

Elbryan sacó el hacha de la moc

guerra demo. 01

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