gracia soberana - c.j. mahaney

4
Gracia Soberana Por C.J. Mahaney Las primeras impresiones. “Las primeras impresiones son impresiones perdurables”, dice el antiguo refrán, y sospecho que en la mayoría de los casos es verdad. Mi primera impresión de Dios está conmigo hasta el día de hoy. Ocurrió en el campamento de una decrépita y vieja iglesia en Saskatchewan Central, Canadá. Yo tenía cinco años. En aquellos días estaban de moda los tabernáculos. No solamente la mayoría de nuestras iglesias se llamaban tabernáculos, sino que nuestros edificios de reunión en el campamento también recibían este nombre del Antiguo Testamento en referencia a las tiendas de campaña. En un día especialmente caluroso mis padres estaban en el tabernáculo para adultos y yo, junto con mis pequeños compañeros campistas, estaba en el tabernáculo para niños. La profesora nos estaba llevando a través del Progreso del Peregrino de Bunyan. Después de la lección los niños estallaron rumbo a la luz solar para jugar. Yo me quedé. La señorita Brown parecía saber por qué. “¿Puedo ayudarte, Jimmy?” preguntó gentilmente. Yo asentí aturdidamente, mordiendo mi repentinamente tembloroso labio inferior, lágrimas brotando en mis ojos. “Vamos al cuarto de atrás y oremos”, dijo ella. No puedo explicar lo que ocurrió… Pero diré esto: a la edad de cinco años, de repente sentí como si yo fuera el peor pecador que jamás había vivido. Mi percepción de pecado casi aplastaba mi pequeño corazón. La oración, sin embargo, no había terminado. Empezó con pesadumbre, se tornó en gozo. Sentí ese peso recientemente descubierto descargado de mi frágil alma. La presencia de Dios me abrumó. Sin que yo lo buscara, o preguntara por él - en realidad, sin ningún conocimiento de mi necesidad de él – Dios vino buscándome a mí, preguntando por mí… un niño de cinco años. [1] Las primeras impresiones son verdaderamente impresiones perdurables. La descripción del señor Cantelon acerca de su experiencia de conversión es reveladora: “Dios vino buscando por mí”. ¿Cómo entiendes tu experiencia de conversión? ¿Quién buscó a quién? ¿Dios buscó por ti? ¿O parece que, en esencia, tú estabas buscando a Dios? ¿Qué sobresale más para ti: la iniciativa de Dios y su intervención, o tu arrepentimiento y tu fe?

Upload: samuel-perez-hidalgo

Post on 02-Jul-2015

68 views

Category:

Documents


7 download

TRANSCRIPT

Page 1: Gracia Soberana - C.J. Mahaney

Gracia Soberana Por C.J. Mahaney

Las primeras impresiones.

“Las primeras impresiones son impresiones perdurables”, dice el antiguo refrán, y sospecho que en la mayoría de los casos es verdad. Mi primera impresión de Dios está conmigo hasta el día de hoy. Ocurrió en el campamento de una decrépita y vieja iglesia en Saskatchewan Central, Canadá. Yo tenía cinco años.

En aquellos días estaban de moda los tabernáculos. No solamente la mayoría de nuestras iglesias se llamaban tabernáculos, sino que nuestros edificios de reunión en el campamento también recibían este nombre del Antiguo Testamento en referencia a las tiendas de campaña. En un día especialmente caluroso mis padres estaban en el tabernáculo para adultos y yo, junto con mis pequeños compañeros campistas, estaba en el tabernáculo para niños. La profesora nos estaba llevando a través del Progreso del Peregrino de Bunyan.

Después de la lección los niños estallaron rumbo a la luz solar para jugar. Yo me quedé. La señorita Brown parecía saber por qué.

“¿Puedo ayudarte, Jimmy?” preguntó gentilmente. Yo asentí aturdidamente, mordiendo mi repentinamente tembloroso labio inferior, lágrimas brotando en mis ojos.

“Vamos al cuarto de atrás y oremos”, dijo ella. No puedo explicar lo que ocurrió… Pero diré esto: a la edad de cinco años, de repente sentí como si yo fuera el peor pecador que jamás había vivido. Mi percepción de pecado casi aplastaba mi pequeño corazón. La oración, sin embargo, no había terminado. Empezó con pesadumbre, se tornó en gozo. Sentí ese peso recientemente descubierto descargado de mi frágil alma. La presencia de Dios me abrumó. Sin que yo lo buscara, o preguntara por él - en realidad, sin ningún conocimiento de mi necesidad de él – Dios vino buscándome a mí, preguntando por mí… un niño de cinco años. [1]

Las primeras impresiones son verdaderamente impresiones perdurables. La descripción del señor Cantelon acerca de su experiencia de conversión es reveladora: “Dios vino buscando por mí”. ¿Cómo entiendes tu experiencia de conversión? ¿Quién buscó a quién? ¿Dios buscó por ti? ¿O parece que, en esencia, tú estabas buscando a Dios? ¿Qué sobresale más para ti: la iniciativa de Dios y su intervención, o tu arrepentimiento y tu fe?

Page 2: Gracia Soberana - C.J. Mahaney

Estas no son preguntas académicas. El cristiano que no entiende o malinterpreta la causa primordial de su conversión puede ser vulnerable al legalismo, orgullo, confianza en sí mismo, ingratitud, condenación y falta de seguridad. Pero cuando comprendemos correctamente la naturaleza de nuestra conversión – es decir, cuando entendemos claramente el rol de la gracia soberana de Dios en la elección – nos posicionamos a nosotros mismos para gozar continuamente de los beneficios maravillosos y transformadores de nuestra vida que están disponibles solamente a través del evangelio

Fuera de Nuestro Nivel

La elección es, por supuesto, una doctrina que surge del extremo profundo de la laguna teológica. Tan pronto como la encontramos, todos debemos reconocer que está muy por encima de nuestras cabezas. Este es un lugar de misterio, un lugar que produce cientos de preguntas, todas ellas variaciones de una única pregunta: “¿Cómo reconciliar la soberanía divina con la responsabilidad humana?”

En la materia del misterio teológico, hallo de mucha ayuda esta cita de J. Rodean Williams: “Debido a que todas las doctrinas cristinas están relacionadas con Dios, quien está en última instancia fuera de nuestra comprensión, habrá inevitablemente un elemento de misterio, o de trascendencia, que no puede ser reducido al entendimiento humano. Sin embargo, dentro de estos límites, el esfuerzo teológico debe ser mantenido”. [2]

En realidad, Dios ha anunciado este convenio que no es negociable: “Las cosas secretas pertenecen al Señor nuestro Dios, mas las cosas reveladas nos pertenecen a nosotros y a nuestros hijos para siempre” (Deuteronomio 29:29).

Como alguien quien ama los secretos, mi orgullo no responde bien a tal declaración. Así que, en parte como ayuda para mi humildad, Dios me ha permitido vivir cerca de Washington, DC. Aquí, entre los miembros de la iglesia que tengo el privilegio de servir, hay un número de personas que deben ser más bien reservadas acerca de los detalles de sus oficios relacionados con el gobierno. Algunas veces, al hablar con uno u otro de ellos, emergen mi orgullo y la importancia que me autoatribuyo, y empiezo a desear un poco de acceso interno. ¿Por qué no comparten alguna cosa emocionante conmigo? ¿No confían en mí? ¿No pueden hacer una excepción por su pastor? Para su crédito, nunca satisfacen mi deseo orgulloso. Usualmente ni siquiera admiten que saben algún secreto.

Page 3: Gracia Soberana - C.J. Mahaney

Yo puedo comportarme de la misma forma con Dios. Le imploro que me explique algún misterio teológico, asumiendo arrogantemente que mi cerebro no será carbonizado al ser expuesto a tal iluminación divina. Pero en su bondad, sabiduría y misericordia, él tampoco me dice ningún secreto.

¿Cuán cómodo estás con las cosas secretas de Dios?… ¿con las difíciles de entender?... ¿con las paradojas?... ¿las aparentes contradicciones? ¿Estás en paz en el extremo profundo de la laguna? En la Escritura, Dios ha afirmado tanto la soberanía divina como la responsabilidad humana, sin buscar armonizarlas completamente. Pero están ciertamente armonizadas en su infinita sabiduría, y eso debería ser suficiente para nosotros.

Juan Calvino ofrece un sabio consejo en este asunto:

El tema de la predestinación, que en sí mismo presenta notable dificultad, es considerado muy confuso, y por tanto peligroso, por la curiosidad humana, la cual no puede ser impedida de vagar por rutas prohibidas… Esos secretos de su voluntad que Él ha visto por conveniente manifestar, están revelados en su Palabra – revelados en la medida en que Él sabía que serían conductivos para nuestro interés y bienestar… Por tanto, que nuestra primera regla sea que el desear cualquier otro conocimiento sobre la predestinación aparte del que ha sido explicado por la Palabra de Dios, no es menos presuntuoso que transitar donde no hay camino o buscar luz en la oscuridad… La mejor regla de sobriedad es no sólo aprender a ir dondequiera que Dios guía, sino también dejar de querer ser sabio cuando Él termina de enseñar. [3]

Yo creo que la madurez cristina incluye una progresiva comodidad con el misterio divino y una creciente confianza en Dios, de modo que podamos decir con David: “OH Señor, mi corazón no es soberbio, ni mis ojos altivos; no ando tras las grandezas, ni en cosas demasiado maravillosas para mí” (Salmo 131:1).

Mientras uno crece en Cristo, no habrá menos misterio. Pero debe existir más humildad para que podamos estar más en paz en presencia de misterio divino. Que para nosotros sea suficientemente grandioso y maravilloso saber que la doctrina de la elección es sólida y confiable, representando la clara enseñanza de la Escritura.

Así que nadie entretenga vanas esperanzas. Este artículo no responderá preguntas sin respuestas hasta el momento. No alineará ingeniosamente conceptos que, a nuestras

Page 4: Gracia Soberana - C.J. Mahaney

mentes limitadas, parecen desalineados. Y ciertamente no eliminará de la doctrina de la elección ese valioso elemento de misterio. Recuerda – las mentes más talentosas y mejor equipadas en la historia de la iglesia, sin importar cuán hondo se han sumergido en la laguna teológica, han fallado al medir las profundidades de la elección. Entretanto, muy por encima de ellos, mis delgadas piernas pueden sólo ser ocasionalmente vislumbradas, apenas bajo la superficie, desesperadamente manteniéndome a flote.