geografia regional

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7/18/2019 Geografia Regional http://slidepdf.com/reader/full/geografia-regional-56d6c189a604a 1/25 TRATADO DE GEOGRAFíA HUMANA ALICIA LINDÓN DANIEL HIERNAUX (Dirs.) Georges Bertrand Gustavo D. Buzai Luis Felipe Cabrales Barajas Caries Carreras Pedro Castro Federico Fernández Christlieb Marina Frolova Jacobo García Álvarez  Au rora Ga rcía Ba lles ter os M. Dolors García Ramon Felipe Hernando Sanz Juan-Luis Klein Bertrand Lévy Jacques Lévy Liliana López Levi Cristóbal Mendoza Bemadette Mérenne-Schoumaker A N T H ~ < > P < > S Lorenza Mondada Joan Nogué  Án ge l Pa nia gu a Silvina Quintero Jean-Bernard Racine Rocío Rosales Ortega Olivier Walther Perla Zusman lA U N IVER SIDAD AU TO N O M A M ETR O PO LITAN A OIsaR'la_ U N ID A D 1 Z T A P A l...A f'A !:lM sU ld e C ie m a s S c d a le s y I-Itm irid a d e s

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TRATADO DE GEOGRAFíA HUMANA

ALICIA LINDÓNDANIEL HIERNAUX

(Dirs.)

Georges BertrandGustavo D. Buzai

Luis Fel ipe Cabrales BarajasCaries Carreras

Pedro CastroFederico Fernández Christ lieb

Marina FrolovaJacobo García Álvarez

 Au rora Ga rcía Ba lles ter osM. Dolors García Ramon

Fel ipe Hernando SanzJuan-Luis KleinBertrand LévyJacques Lévy

Li l iana López LeviCristóbal Mendoza

Bemadette Mérenne-Schoumaker 

• A N T H ~ < > P < > S

Lorenza MondadaJoan Nogué

 Án ge l Pa nia gu aSilvina Qu intero

Jean-Bernard RacineRocío Rosales Ortega

Olivier Walther Perla Zusman

lAU N I VER S I D AD AU T O N O M A M ET R O PO L I T AN AOIsaR'la_  U N ID A D 1 Z T A P A l . . .A f 'A ! : lM sU ld e C ie m a s S c d a le s y I- I tm irid a d e s

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Jacobo García Álvarez Universidad Carlos 11/de Madrid, España

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GEOGRAFíA REGIONAL1

1.Agradezco a Silvina Quintero, Héctor Mendoza. Fernando Carreto y Perla Zusman las valiosas informaciones queme suministraron sobre la evolución de la geografia regional en América Latina; a Jo;;o Carlos Garcia su información

sobre Portugal; a Ester Sáez sus observaciones sobre la bibliografia más reciente; y a Josefina Gómez Mendoza y NicolásOrtega Cantero su magisterio: muchas de las ideas que se exponen en este capítulo surgieron de intereses y reflexionesestimuladas por ambos, y en buena parte compartidas con ellos, en relación con la historia del pensamiento geográfico.

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En los últimos veinte años se ha hablado mucho, particularmente en el ámbito anglosajón y

francófono, del renacer de la geografía regional. Tras varias décadas de descrédito, postergacióny abandono relativo, la producción de geografías universales y los estudios monográficos de países, regiones y lugares específicos han experimentado un significativo crecimiento, las lla-madas disciplinarias a la recuperación de este género y hasta del estatus privilegiado que tuvoen el pasado se han multiplicado, al tiempo que el lenguaje y la nomenclatura de la literaturageográfica (y no geográfica) se llenan de referencias alusivas a la región o a lo regional.

Desde determinados autores y grupos se ha reclamado una «geografía regional recons-truida» y formulado una «nueva» o, de hecho, unas <<nuevasgeografías regionales», mien-tras que otros han alentado la relectura y revisión (la «revisita», utilizando la expresión ingle-sa) de la obra de los maestros de la geografía regional clásica y la oportunidad de recuperar algunas de sus señas distintivas. Y el movimiento rebasa con mucho el estricto ámbito denuestra disciplina. Historiadores, economistas, politólogos, juristas, antropólogos, sociólo-gos, filósofos, etc., aparte de los geógrafos, escriben y debaten en extenso hoy día sobre elvalor de la diversidad o sobre la renovada importancia de lo local y lo regional-o, en sentido

más amplio, del territoricr- en plena era de la globalización, En los países anglosajones laeclosión de estas preocupaciones ha propiciado y consolidado la expresión «new regional  studies» para denominar a todo un género de trabajos interdisciplinarios, cada vez más co- pioso, que replantea desde perspectivas teóricas novedosas las cuestiones relativas a las re-giones, los regionalismos y las identidades regionales (Morrisey; 1997).

Las causas, como las modalidades de ese renacer, resultan bastante diversas. Existen, por lo pronto, poderosos estímulos «externos» (en el sentido de extra-académicos), derivados delcontexto social, económico y político reciente, en especial de los países desarrollados.

En el plano social, el renovado interés por los estudios y descripciones de lugares harespondido en parte a la demanda turística procedente de los países europeos y norteameri-canos: una sociedad urbana cada día más viajera ha promovido una creciente demanda de

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literatura o, en sentido amplio, de información geográfica sobre países y territorios, ya seanlos propios, ya los lejanos y exóticos (Ortega Valcárcel, 2000: 488 y ss.).

En el plano económico, los acicates son varios. De un lado, la crisis económica general

que experimentó en la década de 1970 la mayoria de los países capitalistas incentivó enciertos ámbitos -particularmente en el Reino Unido-- el interés por la diversidad de res-

 puestas locales y regionales en el interior de cada estado, impulsando los denominados «es-

tudios de localidades». Por otra parte, la globalización y la movilidad creciente de los facto-res de producción han reducido la capacidad de control de los estados sobre la economía y

 presionan en dirección a ampliar las diferencias de riqueza no sólo entre los países, sinotambién dentro de sus respectivos territorios (Cox, 1997; Knox y Agnew, 2004).

En ese proceso, el papel de otros actores económicos o territoriales, como las empresas

multinacionales, las organizaciones supranacionales, las regiones subestatales y las grandes

ciudades se ha incrementado considerablemente. De un lado, en el último decenio y medio

se ha multiplicado la creación de bloques o alianzas geoeconómicas de escala pluriestatal

(tales como el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, el Foro Asia-Pacífico o

Mercosur) que tratan de competir en el espacio mundial articulando mercados amplios yestrategias conjuntas, en la estela del modelo europeo. De otro, en el interior de muchos

 países, y en paralelo con ese «megarregionalismo» de alcance supraestatal, las regiones y las

ciudades de mayor entidad, conocedoras de los límites de las políticas de cohesión y

reequiHbrio impulsadas a nivel nacional o supranacional en un mercado progresivamente

globalizado, compiten cada vez más entre sí para atraer capital, empresas, tecnología y tra- bajadores cualificados; intentan explotar sus ventajas comparativas; o se afanan en estable-

cer marcos regulatorios y de asociación propios y diferenciados (Rodríguez Pose, 1998).

Los «estilos regionales» de hacer política económica y social se han multiplicado, y geó-

grafos y economistas vienen señalando «la reemergencia de las economias regionales» (en este

caso subnacionales) como uno de los elementos clave de la nueva estructura espacial de los

 países más desarrollados (Storper; 1995; Omahe, 1996; Benko y Lipietz, 2000; Agnew, 200Da).Ese <<llueva regionalismo» (de carácter económico o funcional) y , sobre todo, esas nuevas

lógicas de organización económica, reflejan y se traducen, asimismo, en configuraciones, con-

ceptos e incluso metáforas territoriales novedosos que enriquecen el lenguaje del análisis geo-

g;áfico re~onal: ejes, diagonales o arcos de desarrollo, redes, regiones pivotales y regionesV1rtuales, CIUdades globales o ciudades-región globales, etc. (Plaza, 2000; Boisier; 1994, 1999).

Pero en el renacer de los estudios regionales no son menos relevantes los estímulos de

tipo político o ideológico. En Europa occidental, la mayoria de los estados ha experimentado

en los últimos dos decenios procesos de descentralización política o administrativa, bien es

cierto que en grados muy diferentes (Loughlin, 2001). El fortalecimiento de la integración

~ontinental no ha sido en modo alguno ajeno a esta dinámica, sino todo lo contrario, pues las

mstancias centrales de la Unión Europea (muy especialmente la Comisión Europea) han esti-

mulado la regionalización de los países miembros, al tiempo que ellas mismas han regionalizado

 progresivamente buena parte de sus políticas y ha dado cabida en sus órganos a las institucio-

nes locales y regionales. El regionalismo funcional se superpone y hasta se potencia, en mu-

chos casos, con los regionalismos de tipo cultural e identitario (Harvie, 1994; Keating, 1998).

En Europa central y oriental la caída del muro de Berlín dio paso a un resurgir, cruento

en muchos casos, de los nacionalismos y a una espectacular reconfiguración del mapa polí-tICOestatal vigente durante la guerra fría. A la crisis de los regímenes socialistas ha sucedido

el retorno de otras viejas ideologías e identidades: la explosión de movimientos nacionalistas

(o en muchos casos micronacionalistas) basados en la religión, los lazos étnicos o el territo-rio (Ciechocinska, 1992; Taibo, 1998; Sagan, 2004). Si la caída del muro había hecho pensar 

a algunos en «el final de la Historia» (Fukuyama, 1992), lo ocurrido posteriormente en este

sector de Europa parece haber supuesto justamente lo contrario: el regreso de los viejos

Geograffa regional

conflictos de principios del siglo pasado y de los apegos ancestrales al territorio; el renaci-

miento, muchas veces, de antiguos países o regiones, de regiones históricas o etnoculturales

que habían quedado aparentemente diluidas u ocultas en algunos de los aglomerados fede-

rales surgidos tras la Segunda Guerra Mundial; «la recuperación -ha señalado Ignacio Pla-

za (1997: 277)- de una geografía regional históricamente olvidada», o más aún, «el regreso

-en palabras de David Hooson (1994)- de la Historia y de la Geografía».

Junto a estos estímulos externos, grosso modo, a la disciplina geográfica o a la comunidadacadémica en general, cabe citar otros de tipo «interno». La difusión del ideario filosófico

 postmoderno entre las ciencias sociales ha contribuido, por ejemplo, a legitimar la recupera-

ción de la sensibilidad regional: el postmodernismo ha puesto en cuestión la importancia, e

incluso la posibilidad, de los «metarrelatos» o sistemas de pensamiento totales (como los

 positivismos o los marxismos); ha renegado de los puntos de vista centrales y de las interpreta-

ciones unitaristas y eurocéntricas de la historia, característicos de la modernidad; y ha celebra-

do, por el contrario, la valoración de la diferencia, de los contextos locales, de las minorías, y en

general de las «voces» y «relatos» olvidados por los discursos hegemónicos anteriores (Vattimo,

1994; Coscuela, 1994; Minca, 2001). Del mismo modo, los estudios regionales han encontrado

eco en las llamadas a recuperar la unidad de la geografía y mitigar los riesgos de fragmentación

interna. La geografía regional ha aparecido ante muchos, ya nostálgicos, ya renovadores, como

el lugar adecuado de encuentro entre la geografía física y la humana, la alternativa al estallido

de la disciplina en múltiples ramas de carácter especializado, con objetivos dispares, o peor 

aún, sin un objetivo común definido (Ortega Valcárcel, 2000: 491 y ss.).Se planteen desde posturas teóricas explícitamente illllovadoras o desde lógicas más

tradicionales y continuistas, parece evidente que la globalización y los cambios sociales y

geopolíticos asociados al final del siglo xx y los primeros años del actual propician nuevas

configuraciones y procesos territoriales que interpelan a una de las tradiciones y sensibilida-des más longevas de la geografía: la que persigue dar cuenta de la diferenciación y la diversi-

dad regional del mundo.

Esta tradición, que ha recibido diversas denominaciones a lo largo de la historia, ad-

quiere desde finales del siglo XIX, coincidiendo con la institucionalización académica de lageografía, el calificativo de regional, y llega a configurarse, en muchas de las principales

escuelas nacionales, como la orientación dominante de la disciplina, a la que otorgaba un

objeto específico (la región), un programa de trabajo (la identificación y descripción explica-

tiva de regiones) y unos principios metodológicos (coronados por el afán sintético e integrador)capaces de garantizar; para muchos, la unidad entre las ramas física y humana de la geogra-

fía. Un potencial que se suele invocar hoy, precisamente, cuando se diagnostica la pulveriza-

ción interna de la disciplina y cuando determinadas cuestiones cruciales, como las que deri-

van de las relaciones entre las sociedades y la naturaleza, adquieren la categoría de problema

-o incluso de crisis- «global» ..

El presente capítulo aspira a presentar, desde la perspectiva necesariamente sintética

que impone este tipo de contribuciones, el panorama reciente y actual de la geografía regio-

nal, así como a recordar los elementos definitorios de la tradición regional de la disciplina y

a reflexionar sobre ciertos retos presentes y de futuro. En el mismo se seguirá un ordenesencialmente -aunque no íntegramente- cronológico. El primer apartado repasa las cla-

ves que caracterizaron la llamada geografía regional «moderna» o «clásica», así como su

crisis y replanteamientos posteriores, para considerar; finalmente, algunas relecturas recien-

tes que reivindican el valor y la actualidad de algunos de sus principios. El segundo y princi-

 pal resume los planteamientos teórico-metodológicos generales de la llamada «nueva geo-

grafía regional», desarrollada a los largo de los últimos veinte años, así como de sus principa-

les tendencias o modalidades. En el tercero y último se reflexiona sobre algunos principios y

 problemas recurrentes en relación con la geografía y el concepto de región y, en particular,

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Jacobo García Álvarez 

sobre los retos y perspectivas que se abren en ambos terrenos en el marco del proceso deglobalización.

1. La tradición regional en geografía: apogeo, crisis y revaloración

Las personas mayores me aconsejaron que dejara a un lado los dibujos deserpientes boas abiertas o cerradas y que me interesara un poco más en lageografía, la historia, el cálculo y la gramática. Así fue como, a la edad deseis años, abandoné una magnífica carrera de pintor. [...] Debí, pues, elegir otro oficio y aprendí a pilotar aviones. Volé un poco por todo el mundo. Escierto que la geografía me sirvió de mucho. Alprimer golpe de vista estabaen condiciones de distinguir China de Arizona. Es muy útil si uno llega aextraviarse durante la noche

ANTaINEDESAINT-ExUPÉRY, El pr inci pito

1 . 1 . El mundo como mosaico: antecedentes y  señas de la geografía regional clásica

La historia es bien conocida, aunque el recordatorio, por sumario que sea, convenga en este

capítulo para situarse y entender determinados elementos del contexto más reciente y ac-

tual. Ya se ha aludido a la antigiiedad de la tradición regional, que nace con los primeros

esfuerzos de representación geográfica de la Tierra, articulados, en el caso de Occidente, por 

la Grecia y la Roma clásicas. Las descripciones de los pueblos y lugares del mundo conocido

efectuadas en aquella época, en las que fácilmente puede identificarse el germen de dicha

tradición, formaban parte (igual que lo formaban otras tradiciones, como la cartográfica) de

lo que en la cultura greco-latina antigua se denominaba geografía. A este género de evidentes

utilidades prácticas (comerciales, políticas y militares) algunos autores clásicos lo distin-

guieron incluso con un término, el de corografía, que aparece ya en obras del siglo 1 y que

hasta bien entrado el siglo XIXsiguió siendo utilizado de forma principal, en el mundo occi-

dental, para referirse a los estudios, enumeraciones y descripciones geográficas referidos a

 parcelas concretas de la superficie terrestre, ya fueran localidades y partes de países, ya de países enteros o r egiones de magnitud continental.

La Geographia Generalis de Bernhard Varenio, publicada en 1650, que suele considerar-

se el principal esfuerzo teóríco de sistematización del saber geográfico realizado en la Edad

Moderna, reflejaba y contraponía la existencia de dos grandes ramas en la disciplina: la gen eral , dedicada al estudio de las características generales de la Tierra como cuerpo celeste,

y la especial, ocupada de la diversidad territorial de la superficie terrestre y asimilable, por 

tanto, a la longeva tradición corográfica (Varenio, 1974). Pese a la antigiiedad del término

región,2 la expresión geografía regional  no apareció de hecho hasta el último decenio del siglo

XIXen el marco del proceso de institucionalización universitaria de la geografía en algunos

Estados europeos (particularmente en Alemania, Francia y el Reino Unido), y hasta el pri-

2. El vocablo latino (<<regio»)parece haber significado originariamente «dirección» y «línea límite», así como«área», «zona» o «división espacial», en sentido amplio. Posteriormente asume también -en asociación con elverbo regere (gobemar)- un significadopolíticoo administrativo,utilizadotanto a escalaintraurbana comoparadesignarlas treceunidades enlas queel ImperioRomanoorganizóla provinciadeItalia aefectosfiscalesycensales.La polisemia del término arranca, pues, desde prácticamente su origen, y permanece cuando se traslada a las len-guas europeas modernas.

Geografía regional

mer tercio del xx convivió en muchos países, sin ostentar una posición dominante en el uso,

con otras voces sinónimas o parecidas.3

El apogeo de la geografía regional llegaría, como es sabido, en ese mismo tercio y se

 prolongaría hasta mediados del siglo XX en las «escuelas» nacion~es de más proyeccióninternacional (incluyendo, junto a las ya señaladas, los Estados Urndos) y durante algunos

decenios más en numerosos países, influidos, en más o menos medida, por algunas de esas

escuelas.' Sin perjuicio de la existencia de otras formas coetáneas de entender la disciplina,

la geografía regional llegaría a considerarse en aquel momento la quintaesencia y I~co.rona-ción de la misma, al amparo de la opinión y el influjo decisivo de algunos de sus pnnclpales

teóricos y maestros (como Paul Vidal de la Blache en Francia, Andrew Herbertson en Ingla-

terra, Alfred Hettner en Alemania o Richard Hartshorne en los Estados Unidos).

La geografía se definía entonces como «la ciencia corológica de la superficie terrestre»,

es decir «la ciencia de la superficie terrestre según sus diferencias regionales, entendida

como complejo de continentes, países, paisajes y lugares» (Hettner, 1905); «la ciencia de los

lugares, no de los hombres», cuyo objetivo primero era «estudiar las expresiones cambian~es

que adopta según los lugares la fisionomía de la Tierra (Vidal de la Blache, 1913); el estudio,

sobre todo, «de la diferenciación espacial del mundo» (Hartshorne, 1939); o, en palabras deuno de fundadores de la escuela española de geografía, «la descripción razonada y explicati-

va de los paisajes terrestres» (Terán, 1960). Un planteamiento eminentemente corológico eideográfico de la disciplina, aunque en modo alguno incompatible con el concurso de la

geografía general, imprescindible como antesala del estudio regional. Considerada de esta

forma, no extraña el que algunos autores hayan bautizado a esta etapa como la de «la geogra-fía regionalista», «en cuanto que la región se contempla como el objeto por excelencia de la

geografía y el llamado método regional como el procedimiento propio de la geografía para elestudio de la superficie terrestre» (Ortega ValcárceJ, 2000).

En el marco de estas coordenadas, la geografía «clásica» -utilizando otro de los califi-

cativos que destacados historiadores siguen atribuyendo a esta fase de la geografía moder-

na- privilegiará la identificación, la delimitación y el estudio de regiones, concebidas en

 buena medida como unidades verdaderas, esto es entidades físicas, tangibles u objetivas con

caracteres propios cuya singularidad (o «personalidad», como también se decía entonces)debía desentrañar el geógrafo. La analogía del mundo como puzzle, rompecabezas o mosai-

co (mosaico en el que las regiones, como piezas o teselas, encajarían idealmente, y a cada

escala, unas con otras), aunque exagerada, ha sido utilizada a menudo, de hecho, para resu-

mir la cosmovisión implícita en esta concepción de la disciplina.

Por otra parte, en la formulación dominante en los primeros decenios del siglo pasado,

impregnada todavía de un marcado ambientalismo, la región geográfica se identificaba, so- bre todo, con la región natural  (que no física sensu stricto), concebida como resultado de la

3. En e!ámbi tolingll ísticoespañol .porejemplo .caberecordar.entreotrasexpresiones.lasdegeografía,corográfica"«especial», «topográfica», «corológica», «descriptiva», «universal» y «particular», algunas de las cuales no handesapa-recido por completo. Por lo que toca al origen de la denominación que acabaria convirtiéndose en hegemónica, parecehabersido elfrancésBertrand Auerbach,alumnodeVidaldela Blacheycatedráticodegeografíaenla Universidadde

 Nancy,e!primero enutilizada enuna monografíaacadémica(Le Plateau lorrain: essai de géographie régionale, 1893). AfinesdelsigloXIXeltérminoestabaampliamenteextendidoenlageografíafrancesa(enlosprimerosdeceniosde!XX

también se consolida en los países anglosajones), mientras que en Alemania se identificaba mayoritariamente con laexpresión,Uinderkunde" usadaya desdeelsigloXVIII,aunquehoydía preteridapor la de«r égionalegéographie,.

4. Asíocurre,por ejemplo,ene! Casodelos paísesdela PenínsulaIbérica,deItaliay dealgunospaíseslatinoame-ricanos (como Argentina, Venezuela o México), donde los planteamientos corológicos de tradición francesa siguieron

 predominando. gros so mod o, hasta la décadade 1960. Aeste respectoresultande especialutilidadlostrabajosdehistoriografíacomparadadeladísciplina(comolosdePeñaySanguin, 1984, yMartínyJames, 1993; oloseditadospor Johnstony Claval,1986, yDunbar,2001). ParaAméricaLatina.además,losbalancesdeReboratti(1984), Vilá(1986) yBecker (1986), esteúltimoreferidosóloaBrasil;ypara EspañalasíntesisdeVilá(1990).

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Jacobo García Álvarez 

interrelación secular entre la naturaleza y la sociedad y reconocible sustancialmente por lahomogeneidad de sus rasgos, perceptibles a la vista.5 Más aún, para muchos autores de este

 período, la región llegará a entenderse como el área de extensión de un paisaje -o, como precisara Max Sorre (1958), «el dominio de un paisaje o la combinación definida de paisa- jes»-, y el paisaje como la fisonomía o expresión visible y sintética de esa relación históricasociedad-medio explicativa de la individualidad regional. Un tipo de concepción particular-mente aplicable a los territorios de la Europa preindustrial (o al de otras civilizaciones cam-

 pesinas históricas), resultado de adaptaciones y de equilibrios remotos y relativamente esta- bles en el tiempo, en los que la vida apenas traspasaba, para la inmensa mayoría de la pobla-ción, los reducidos círculos de la localidad y la comarca.

Porque, en efecto, si es cierto que las regiones atendidas por los geógrafos de esta etapaexisten y se reconocen a varias escalas (de la pequeñas comarcas a los grandes conjuntoscontinentales o transcontinentales, pasando, obviamente, por los países) y que tales geógra-fos no ignoraron enteramente los paisajes urbanos e industriales, también lo es que su im-

 pronta naturalista y su marcado empirismo metodológico (al lado, en ocasiones, de un cierto«paseísmo» o ruralismo ideológico) les condujeron a privilegiar-sobre todo en ciertos ám-

 bitos, como el de la escuela vidaliana y sus prolongaciones exteriores- las investigacionesde ámbitos rurales y unidades de escalas media y grande (localidades, comarcas y,en menor medida, áreas supracomarcales o partes de regiones históricas), concretadas en la elabora-ción de monografías.

Estos estudios, que presidieron la formación doctoral de numerosas generacionesde geógrafos y dieron algunos frutos memorables, generalizaron también un modeloexpositivo relativamente rígido, basado en la sucesión a menudo inconexa de capítulostemáticos generales que cubrían detalladamente el análisis de los diferentes componen-tes físicos y humanos de la región estudiada, así como la identificación de sus diversasunidades espaciales, para culminar en la síntesis explicativa de la singularidad regional.Una suerte de receta que en Alemania se conocería como el Uinderkundliche Schema, yen Francia, no sin cierta ironía, como el plan ii tiroirs (es decir, de archivadores), repeti-da hasta la monotonía aunque cargada, al mismo tiempo, de poderosas justificacionescientíficas.

Pues, si desde el punto de vista político y social los estudios regionales en generalencontraron un estímulo importante en determinados procesos y debates cruciales en laépoca (como los coloniales, los de construcción nacional o los vinculados al regionalis-mo político y la cuestión de la organización territorial del Estado), desde el punto devista didáctico o propedéutico el «protocolo» de las monografías perseguía, entre otrosobjetivos, garantizar el aprendizaje del joven geógrafo en las diferentes ramas generalesde la disciplina y,al mismo tiempo, ejercitar su capacidad para relacionar -mediante lasíntesis- fenómenos muy dispares, tanto naturales como histórico-culturales. De ahíque se c~nsiderara a la geografía regional la mejor vía de garantizar la integración entrela geografía física y la humana y, por ende, de preservar la unidad de la disciplina, uni-dad amenazada progresivamente, conforme declinaban las concepciones ambientalistasyel crecimiento de la comunidad geográfica estimulaba la diversificación y la especiali-zación interna.

S. Sobre el origen y evolución del concepto de región natural  en la geografía europea (que en inicio designaba

di\.'isiones estrictamente físicas, como las hidrográficas o las geológicas, para después ir llenándose de contenido hu-

mano), siguen siendo esenciales, pese a su antigUedad, los estudios de Lucien Gallois (Régions naturelles el  n om s de

 pays, 1908) y Richard Hartshome (1939). Para el caso de España, puede verse García Alvarez (2002).

Ii

III

Geografíaregional

1.2. De la región-objeto a la región-método: crisis y replanteamientos de la geografía

regional 

Apartir del decenio de 1940,los planteamientos re gionales dela geografía clásica, así como lahegemonia de las concepciones corológicas de la disciplina, iniciaron, en los ámbitos naciona-les de mayor proyección internacional, una etapa de agotamiento, puesta en cuestión y crisisque se ampliaría posteriormente a otros contextos (en algunos casos con dos decenios deretraso) y se prolongaría, a grandes rasgos, hasta finalesde! decenio de 1970.Los factores que

 propiciaron este declive son muy diversos y apenas hay lugar aquí para enumerarlos.Entre los de orden «interno», conviene recordar las críticas de carácter epistemológico,

vinculadas a la emergencia de las corrientes analíticas, partidarias de una concepciónnomotética de la disciplina (postura simbolizada por el polémico artículo de Fred Schaefer;

 publicado en 1953);las críticas de quienes cuestionaban la relevancia social de los plantea-mientos corológicos dominantes y su utilidad para competir en el campo profesional aplica-do (caso de Edward Ackerman, que en 1945exponia cómo el planteamiento holístico de losestudios regionales maniataba las investigaciones sistemáticas e impedía la especializaciónnecesaria para insertarse en otros sectores ajenos al académico); las que percibían un riesgode determinismo físico, de forma explícita o implícita, en los conceptos regionales y en los

 procedimientos descriptivos más generalizados (empezando por el hábito de comenzar la presentación regional por el análisis de los componentes físicos); o, en f in, las de quienes secentraron en los problemas metodológicos y conceptuales del «relato regional». En esta últi-

ma línea, autores como George Kimble (1951),Roger Minshull (1967)YJohn Paterson (1974)subrayaron y cuestionaron de manera lúcida las dificultades y limitaciones asociadas a la

 polisemia del concepto de región y la heterogeneidad creciente de formas de regionalización;la cristalización de recetas, como las de las monografías al uso, progresivamente rígidas ymonótonas, que, pese a las loables declaraciones de intención, degeneraban de hecho en unasuerte de «doblemonografía» (esto es, de geografía físicay de geografía humana, sin interco-nexión ni síntesis alguna); y la ambición inherente al enciclopedismo de dichas recetas, queenfrentaban al investigador a la difícil-cuando no titánica- tarea de recopilar; analizar ysintetizar individualmente informaciones considerablemente diversas, con el consiguienteriesgo de amateurismo y falta de originalidad"

Factores y argumentaciones a los que cabe sumar, una vez más, los de carácter «exter-no», esto es, los aparejados a las transformaciones económicas, sociales y tecnológicas ope-radas o intensificadas a partir de la Segunda Guerra Mundial: procesos como la despoblaciónrural, el crecimiento urbano o la nueva revolución de los transportes y comunicaciones vin-

culada a la difusión del automóvil y la aeronáutica aceleraron la crisis y desaparición de lasformas de organización regionales características de las sociedades tradicionales (en espe-cialla noción de región natural, homogénea, autosuficiente, de dimensión local), que tan

 bien había recreado la geografía regional clásica, y articularon otras nuevas (como, en parti-cular, las vinculadas al proceso urbanizador) frente a las cuales se requería también unametodología renovada. En tal sentido afirmaba Kimble que «la era de la aviación» volviaobsoleta la idea de regiones autónomas funcionalmente y claramente delimitadas, y CharlesWrigley (1965) que «el modelo clásico de la geografía regional era una victima de la Revolu-ción industrial tanto como e! campesino, la sociedad rural, el caballo y la comunidad aldea-na». El propio orden geopolítico internacional instaurado tras la Segunda Guerra Mundial y

ó. Para el caso de la geografía regional española en elpedodo 1940-1970,véase Asociación de Geógrafos Españoles(1980), Ortega Valcárcel (1988) y Gómez Mendoza (1997); para el de Francia, Claval (1998: 2ÓO-289);y para el de

Portugal, Daveau (1987).

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Jacobo García Á lvarez 

coronado por la guerra fria pudo contribuir; asimismo, al declive de las visiones regionales

anteriores, en la medida en que, como bien ha sugerido una destacada especialista, «la geo-

grafía de los bloques, que había venido a sustituir [...] a la de las grandes potencias, anulaba

las regiones, borraba las escalas intermedias y restaba autonomía a los funcionamientos

territoriales singulares» (Gómez Mendoza, 2001a).

El cuestionamiento de la geografía regional clásica suscitó diferentes respuestas: en

algunos ámbitos y sectores, la visión corológica de la disciplina y de sus modelos descripti-

vos, considerados esencialmente válidos, se mantuvieron con apenas modificaciones; en

numerosos casos, en cambio, se propugnaron soluciones «reformistas» que, defendiendo la

continuidad del género como objeto principal de la disciplina, introdujeron modificaciones

y elementos de innovación sustanciales; mientras que en otros, empezando por los adalides

de la geografía analítica, se romperá abiertamente con los patrones clásicos para abrazar 

una vía revolucionaria.

Entre las alternativas de tipo reformista, dos me parecen especialmente relevantes. La

 primera vendria representada por la formulación y difusión de nuevos conceptos regiona-

les, como, muy especialmente, el concepto de región funcional  (o polarizada, o nodal, o

simplemente urbana, como también se denominó), que introdujo plenamente a la geogra-

fía en el estudio de los procesos modernos de urbanización y renovó considerablemente su

léxico y sus herramientas de análisis. La segunda, por el desarrollo de una definición

«metodológica» de los objetos de la geografía regional. asentada en la visión de la región

como una herramienta conceptual del investigador, en contraposición a las definiciones

«ontológicas» o «realistas» (es decir, las que conciben las regiones como realidades eviden-

tes), tan frecuentes en la geografía regional clásica. Tanto las lógicas funcionales como la

idea de la región como construcción mental habían sido apuntadas, ciertamente, por la

geografía del primer tercio de siglo xx,' pero no es hasta bien entrado el segundo tercio

cuando se sistematizan desde el punto de vista teórico y se concretan en programas de

investigación sólidos y colectivos.

El concepto de región funcional permitió superar las concepciones centradas en la ho-

mogeneidad de caracteres (incluso de paisajes) y abordar el estudio de los procesos de orga-

nización espacial vinculados a la sociedad urbana e industrial, escasamente tratados por la

geografía regional clásica (Figura 1). A partir del mismo, el acento se puso, no en la formas

que singularizaban los territorios (es decir, en su paisaje o apariencia visible), sino en la idea

de «organización espacial» y en las interacciones horizontales entre las partes componentes

de la región, reflejo de las funciones desempeñadas por sus núcleos organizadores. Los estu-

dios regionales pasaron a estudiar las áreas de influencia urbana; las relaciones o flujos que

las vertebraban, a diferentes escalas; las redes y los sistemas que componían tales relaciones

y núcleos; o, en fin, las jerarquías con que dichas redes se estructuraban. Las nuevas concep-

ciones funcionales hallaron, además, un apoyo teórico decisivo en los planteamientos de la

economía regional (en especial en la naciente ciencia regional) y un estímulo extraacadémico

notable en las políticas estatales de planificación, ordenación y desarrollo económico regio-

7. En efecto, la idea de la región como construcción mental y subjetiva aparece explícitamente tanto en Hettner como en Hartshome, mientras que el concepto de región funcional se prefigura, por ejemplo, en la obra de Patrick Geddes o en las propuestas de regionalización de Francia expuestas por Vidal de la Elache con posterioridad a 1910(Rabie, 1998;Taafe, 1997).Entre sus principales teóricos y promotores en el segundo tercio del siglo, conviene recordar a los estadounidenses Robert Platl y Chauncy Harris, al británico Robert Dickinson, a los franceses Etienne Juillard,Jean Labasse, Michel Phlipponneau y Michel Rochefort (así como los economistas Fran<;ois Perroux y JacquesBoudeville), al alemán Walter Christiiller o al sueco Torsten Hiigerstrand.

Geografía regional

F I G URA 1 . - Representaciones paisajísticas modélicas de la comarca natural (A),la comarca geográfica (B),la región urbana (C) y la región difusa (D),según Onofr e Rullán(2001 a). Adviértase que el autor emplea laexpresión «comarca natural» (A)en su acepción más estricta (esto es, como unidad organizada esencial-mente por los elementos naturales), aunque en la práctica este concepto se usó también, en la geografíaregional clásica, como sinónimo de la región geográfica por excelencia (B), resultado de una relaciónesta-

 ble y equilibrada entre los factores naturales y los humanos, en el contexto de una sociedad eminentementeagropecuaria y preindustrial. Los dos modelos siguientes representarían sucesivos estadios en el procesohistóricode artificializacióndel paisaje y pueden considerarse variantes de las regiones de tipofuncional: laregión urbana (C), definida por el área de influenciade una ciudad y producto histórico de la revoluciónindustrial;y la regióndifusa (D),característica de las conurbaciones, que se vinculaa la terciarizacióny a laglobalizacióny se define por la discontinuidad formal,asi como por la separación fisica de funciones (articu-ladas por una densa red de carreteras).

nal características de la época, que impulsaron innumerables estudios de regionalizaciónorientados por tales criterios.8

Por lo que toca a la concepción metodológica de la región, esto es, al entendimiento de

la región como instrumento conceptual del investigador; necesario para describir y analizar 

8. Los diversos Seminarios sobre Regionalizac ión de las polí t icas de desarrollo en América Latina, impulsados por elInstituto Panamericana de Geografía e Historia, organismo especializado de la Organización de Estados Americanos,reflejan bien la proyección y la importancia de esta temática en la geografía latinoamericaoa de los años 1960y 1970(por ejemplo, WAA, 1972). Geógrafos tan signíficados a posten'oTi como el mexicano Ángel Bassols o el brasileñoMilton Santos consagraron buena parte de sus investigaciones de entonces a esta cuestión, compartida, asimismo, conalgunos economistas regionales cuya obra ha tenido una considerable proyección entre los geógrafos (caso del chilenoSergio Boisier o del argentino José Luis Coraggio). En la misma línea merece recordarse, en el campo de la geografíafrancófona, el libro de Juillardet al. (1976), resultado de un coloquio intemacional, con numerosos estudios de casos.En la España franquista, el regionalismo de cuño económico y funcional tuvo también una acusada efervescenciadurante el llamado desarrollismo (GarcíaÁlvarez, 2002: 353-390), contexto en el que se inscriben numerosos trabajosvinculados al Instituto de Geografia Aplicada o a los discípulos de José Manuel Casas Torres, director del mismo.

32 TRATADO DE GEOGRAFíA HUMANATRATADO DE GEOGRAFíA HUMANA 33

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Jacobo García Álvarez  Geografía regional

9. Frente a la región tradicional (la «región tata!», según el autor), Whittlesey, a la sazón catedrátic,o en Harv~d y presidente de la Asociación de Geógrafos Americanos, propuso en ¡954 e!concepto de compage (tradUCIble,~prOJGma-damente, por  l<región compacta»), unidad cuyo análisis debía ser abordado partiendo de un tema o una vanable ~nn-cipal, es decir; de un asunto o un problema-director con relevancia y trascendencia significativa en el ~ncio~arruentode! espacio analizado. El estudio del compage debía privilegiar, además, e!nÚcleo y elcarácter de! espacIOanalIzado (enlugar de la forma); definir los límites en función de la extensión de la variable principal considerada (abandonando laobsesión porque los límites de las variables principales coincidan); presentarse mediante un forma~o.ablerto y t1e:,bleen el número y orden de los temas tratados, así como en el énfasis dedicado a cada uno (frente a la ngIda bsta tematIcade la monografía tradicional); asumir un carácter selectivo (huyendo de todo enciclopedismo); y dedicar menos aten-ción al marco fisico y más al factor humano. El británico Minshull (1967) profundizó en esta noción en su sugerentemanual de geografia regional.

la realidad (o para organizar, en definitiva, la información geográfica), responde en buena

medida a los intentos de «liberan> a la disciplina del problema ontológico de la región y de

sus límites, así como de ampliar significativamente el abanico de temas y ámbitos espaciales

susceptibles de estudio, adaptándolos a problemas actuales y relevantes. Elaboraciones con-

ceptuales audaces en esta línea, como la idea de compage, propuesta por Derwent Whittlesey,9

 permitieron imaginar nuevos modelos de escritura regional, a la vez que de~endieron.l~oportunidad de entender la geografía regional como un método, un punto de VIsta especIfi-

co, válido por encima de la re!atividad o de la obsolescencia del concepto clásico de regió~.En la opinión de algunos autores afines a este tipo de planteamientos, ampliamente extendI-

dos hoy día, el geógrafo no precisaría estudiar regiones predeterminadas o clarame~te deli-

mitadas, sino, sobre todo, problemas significativos social y territorialmente en espacIOs con-

cretos; problemas regionales que se pueden estudiar -como apuntaba, en 1971, ~ierre

Gourou-, «según el método y el espíritu de la geografía regional», presididos por la mIrada

comparativa, dialéctica e integradora.

Finalmente, desde las posiciones más pretendidamente revolucionarias, como las re-

 presentadas por las corrientes analíticas, no faltaron tampoco los intentos de plantear alter-

nativas propias a la geografía regional clásica. Su punto epistemológico de partida resulta,

en todo caso, diametralmente opuesto, por cuanto, para los partidarios de este tipo de enfo-

ques, la región no sólo se concibe como una herramienta de clasificación de la información

geográfica (dependiente, por tanto, de los objetivos del investigador), sino, sobre todo, como

un área en la que examinar la combinación particular de las regularidades y leyes generales

que rigen la organización de! espacio», objetivo prioritario que debía perseguir la disc~plina.

En este sentido Schaefer (1953) asignaba a la geografía regional la función de convertIrse en

«e! trabajo de laboratorio de un tema esencialmente teórico», yel «primer» William Bunge

--el Bunge neopositivista de la Theoretical Geography, publicada en 1962- proponía enten-der la singularidad regional como una cuestión, no de «lmicidad», sino de individualidad, lo

que implicaba, a su vez, generalidad (Bunge, 1994).

 Numerosos geógrafos de la llamada revolución cuantitativa se sumarían, en todo caso,

a la emergente Ciencia Regional, liderada por el economista Walter Isard a partir de la se-

gunda mitad de la década de 1950 con vocación de constituir un campo inter~~ciplinario en

tomo a las cuestiones regionales, aunque desde supuestos marcadamente distmtos a los de

la geografía regional clásica. El prestigio de que gozaba la economía entre las ciencias socia-

les del momento, la prioritaria atención dedicada por la ciencia regional a los temas de la

localización productiva, su abundante utilización de técnicas matemáticas y modelos teóri-

cos (empezando por la conceptualización isotrópica de! espacio), su preocupación P?r las

cuestiones de la ordenación y el desarrollo regionales (incluidas las relativas a las regIOnes

nodales), etc., atrajeron a bastantes paladines y seguidores de la geografía neopositivista, primero en e! contexto anglosajón, luego en muchos otros ámbitos. El deseo de marcar 

distancias y la presunción, entre algunos de estos geógrafos, de estar practicando una alter-

1.3. Releyendo la tradición: actualidad de la geografía regional clásica

nativa «verdaderamente científica» a la geografía regional clásica impulsó incluso la acuña-

ción y e! uso de una denominación nueva, la de Análisis Regional (Berry, 1964), que se

extendería rápidamente, con variantes, aun en países donde los planteamientos analíticos

llegaron tardíamente y no pasaron nunca de una condición minoritaria. 10

35

10.Es e! caso de España, por ejemplo, donde se optó por la expresión ,Análisis Geográfico Regional» para desig-nar a una de las tres áreas de conocimiento (las otras dos son la de Geografía Física y la de Geografía Humana) en que,desde 1985, se estructura la disciplina en elnivel universitario. Esta división tripartita -que no existe, hasta donde sé,en ningún otro país europeo y en cuya nomenclatura pesó sin duda, junto a otros factores, el descrédito de la geografíaregional tradicional- regula todavía hoy los concursos de acceso a los cuerpos docentes universitarios, así como ladistribución de las asignaturas vinculadas a las titulaciones con presencia de la Geografía, y en ciertas Universidades,ha orientado la separación en distintos Departamentos. Sobre esta cuestión, véase Castillo (J 993).

11. La lista de estas aportaciones es amplia. Amodo de ejemplo, y por citar simplemente las «obras de conmemo-ración>, cabe recordar las suscitadas. en Francia, por el centenario de la publicación del Tableau de la Géographie de la

 Fra nce de Vidal, en 2003. o por e! del fallecimiento de Élisée Reclus, en 2005; el centenario, en 1987, de la creación enla Universidad de Cambridge de la primera plaza docente permanente de Geografía en el Reino Unido, ocupada por Halford Mackinder. así como el de la creación de la primera cátedra tmiversitaria de Geografía en Portugal, que desem-

 peñara Francisco Xavier da Silva Telles, en 2004; los diversos actos y libros de homenaje dedicados a Orlando Ribeiroen Portugal o a Manuel de Terán en España; o la estimulante «revisita» de la Hgura de Hartshome a que dio lugar, enEstados Unidos, e!cincuentenario de la publicación de The Nature o[Geography, en 1989.

TRATADO DE GEOGRAFíA HUMANA

Ya se ha apuntado cómo desde mediados de los años ochenta la geografía regional clásica, y

más ampliamente, la tradición geográfica moderna, ha sido objeto de notables y sustancio-

sas relecturas recientes en diferentes países y contextos. La celebración de centenarios u

otras efemérides significativas en relación con la configuración de las distintas escuelas na-

cionales ha dado pie a congresos y estudios biográficos o de conjunto, a trabajos de

historiografía comparada, a antologías y reediciones de autores y obras emblemáticas, o

incluso a la formación de archivos o centros de documentación de naturaleza institucional y

 personal, que, además de mejorar sensiblemente el conocimiento de estas etapas y recuperar 

la memoria de un género relativamente olvidado en los últimas decenios, han redescubierto

el valor de algunas de sus señas y reivindicado la oportunidad -para algunos necesidad- de

resucitarlas.1I Llamada a la que se han sumado ensayos o aportaciones mucho más persona-

les, procedentes, en algunos casos, de reconocidas figuras académicas (Hart, 1982; Lewis,

1985; Stoddart, 1994; Ortega Cantero, 1987),

Sin espacio para una exposición detallada, conviene retener algunos de los argumentosen que se han movido estos pronunciamientos, a saber:

- La percepción de la fragmentación creciente de la disciplina y la necesidad de recuperar 

la unidad perdida apelando al sentido integrador del punto de vista geográfico. En efecto, la

mayoría los autores que a lo largo de estos dos decenios han defendido la recuperación de los

valores de la geografía clásica parten de un diagnóstico moderadamente crítico de la situa-

ción actual. Preocupa, sobre todo, la creciente dispersión y fragmentación temática y

epistemológica de los geógrafos, la separación y la incomunicación creciente entre la geo-

grafía física y la humana, la de los propios geógrafos físicos o la de los geógrafos humanos

entre sí, así como la escasa proyección pública de la disciplina. Como bien ha precisado

David Stoddart, lo inquietante del panorama actual no es tanto la especialízación en uno u

otro campo (que no se cuestiona en absoluto), sino la creciente tendencia a un «especialismo»

académico en el que las partes emigran progresivamente hacia otras ciencias (físicas o socia-

les) y se VIlelve cada vez más difícil identificar un tronco disciplinar común. Porque las

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Jacobo García Álvarez 

consecuencias de este distanciamiento interno no son, como recalca el mismo autor, pura-

mente académicas: desprovista de un objeto compartido y sólidamente definido, la imagende la geografía se difumina, se vuelve confusa o irreconocible no sólo para las demás discipli-

nas o especialistas académicos sino, más aún, para el público no académico, con lo que sureconocimiento social se debilita (Stoddart, 1994: 534).

La mirada hacia la geografía clásica o, más ampliamente, hacia la tradición geográfica

moderna, supone una firme reivindicación de una geografía unida, la defensa de un espacio

común para la geografía, el deseo, en definitiva, de recuperar el sentido de «una geografía, lageografía» (Stoddart, 1994: 536, cursivas del original). Pero es una nostalgia matizada, pondera-

da, selectiva, critica y no puramente mimética respecto de la tradición. No se defiende, por 

ejemplo, recuperar los conceptos y taxonomias regionales clásicos, ni tampoco esa figura que

Kimble, irónicamente, describiera como el geógrafo «caza-regiones»; sino el enfoque sintético,dialéctico e integrador que los animaba. No es la vuelta a la región de la geografía clásica (en sus

diversas modalidades) lo que se reclama ahora, sino la potencialidad de los temas geográficosconvergentes (como, entre ellos, la región o el paisaje) y,sobre todo, la potencialidades del méto-do regional, del enfoque regional, para intentar «recentrar la Geografía» (Pinchemel, 1997).

- Las relecturas de la tradición clásica y las propuestas regionales recientes a ellas asocia-

das han subrayado asimismo las dimensiones culturales del conocimiento geográfico, consi-

derada desde una triple dimensión. En primer lugar, la reivindicación cultural de la geogra-

fía supone rechazar el carácter en exceso dogmático de determinadas concepciones

nomotéticas de la disciplina y abandonar la ortodoxia y la obsesión cientificista de los enfo-ques analíticos (estrechamente dependientes del modelo de las ciencias físico-naturales), así

como el determinismo productivista del marxismo (con su frecuente propensión a hacer de

la geografía una especie de pseudoeconomía política), para reintroducir el papel del sujetocomo un objeto más del estudio geográfico. Un planteamiento que conecta no sólo con las

recientes corrientes humanísticas, sino también con el interés demostrado por los maestros

de la geografía regional tradicional hacia el lenguaje, los conocimientos y representaciones

espaciales de las comunidades locales (Gómez Mendoza, 1989).

En segundo lugar, la reivindicación cultural supone legitimar la participación del sujeto

como vehículo de conocimiento geográfico. Ello no consiste simplemente en ocuparse, entre

otros hechos, de los aspectos culturales que tienen una dimensión territorial, sino más bien

que el propio geógrafo introduzca y ejercite abiertamente las cualidades subjetivas (en sentido

amplio) para comprender y representar el mundo. Sin duda el conocimiento geográfico puede

y debe extraer mucho de la observación, la validación empírica o el rigor formal de los métodos

 positivos, pero también puede y debe hacerlo -como lo hicieron los grandes maestros de latradición moderna- de la intuición, la percepción, el sentimiento o incluso la imaginación.

Las llamadas recientes a la revitalización de la geografía regional han recordado la

calidad estética, el talante artístico, la sensibilidad literaria o la voluntad de estilo de figuras

como Alexander von Humboldt, Carl Ritter, Élisée Reclus, Paul Vidal de la Blache, Camille

Vallaux, Cad Sauer, 10hn Paterson, Manuel de Terán y Ramón Otero Pedrayo, entre otras

muchas. Han recordado, asimismo, que las bases de la geografía moderna proceden en gran

medida de la concepción romántica del conocimiento científico, que integraba plenamentelas facultades racionales y las pasionales, la objetividad y la subjetividad, o como defendia

Humboldt, la ciencia y la poesía. Han recomendado al geógrafo que esté atento a otras mo-

dalidades culturales de representación del mundo -de los lugares, los paisajes y la naturale-

za- como, muy especialmente, la literatura y el arte (Ortega Cantero, 1987, 1992,2004).

En tercer lugar, el redescubrimiento de los clásicos ha resaltado el sentido narrativo del

conocimiento geográfico (esto es, el peso que tienen en él determinadas figuras retóricas,

tales como las analogías), como también el valor del género narrativo en la geografía regio-

Geografía regional

nal (o lo que es lo mismo, la importancia de que el geógrafo sepa comunicar al público de

una manera rigurosa y, a la vez, legible y atractiva su visión del lugar) (Berdoulay, 1988;Gómez Mendoza, 1989; Gregory, 1994; Brosseau, 1994). Porque, vista de este modo, y

retornando una opinión expresada por autores destacados de la etapa clásica de la disciplina

(en Francia, por ejemplo, por Max Sorre, Pierre Birot y Henri Baulig), la geografía regional

-el entendimiento y la descripción de la individualidad regional- no sólo precisa conoci-

miento y rigor científicos, sino también una cierta sensibilidad artística: «La geografía es

una ciencia, pero también un arte [...] y la forma más elevada del arte del geógrafo es produ-cir una buena geografía regional -descripciones evocadoras que faciliten apreciar y com-

 prender los lugares, las áreas y las regiones» (Hart, 1982: 2).

 _ Observación ésta que remite a ot ra tercera faceta esencial en la revisión y reivindicación

recientes de la geográfica regional clásica: la oportunidad de responder, mediante los estu-dios de lugares, a la demanda social creciente relacionada con el auge del turismo y otras

 prácticas o coyunturas propicias a tales estudios. Sin duda es 10hn Fraser Hart, en su discur-

so como presidente de la Asociación de Geógrafos Americanos, quien ha defendido de mane-

ra más explícita y enfática este argumento, y por ello lo reproducimos en extenso:

Aunque muchos geógrafos deberian aprender a hablar a los administradores y a los agentescon capacidad de decisión, el público general seguirá siendo nuestra audiencia tradicional ymás amplia. La mayoria de la gente tiene curiosidad por el mundo en que vivey está intrigada

 por el carácter único que los lugares concretos. Quiere saber más de lo que ve en la televisióno lee en los periódicos sobre dónde y por qué están pasando las cosas, y necesita una tramade información organizada sistemáticamente sobre el mundo para poder comprenderlo. Esinconcebible que alguien pueda considerarse suficientemente educado si no tiene un cono-cimiento básico de las facciones del planeta, de la distribución y las interrelaciones de las

 principales peculiaridades físicas, bióticas, políticas, sociales y económicas del mundo con-temporáneo. La sociedad espera que los geógrafos le proporcionen esa información, en unmodo organizado sistemáticamente que les facilite un entendimiento y apreciación de nues-tro mundo, amplio y complejo» (Hart, 1982: 1 y 19-20; traducción propia).

 No se trata, en modo alguno, de despreciar otras finalidades y vías profesionales del

geógrafo, empezando por las llamadas geografías aplicadas, que han sido y siguen siendo, en

numerosos paises, uno de los principales estímulos para el renacer y la renovación de losestudios regionales (e incluso para el ejercicio de ciertas destrezas tradicionales)." Se trata,

más bien, de reivindicar el estatus y las posibilidades de uno de los géneros más antiguos de

la disciplina, posibilidades especialmente notables en los países más desarrollados, entre

12.Así ha ocurrido en España, donde la democratización y la descentralización política del Estado desarrolladasa partir de la Constitución de 1978,unidas a las políticas regionales de la Unión Europea, han impulsado considerable-mente los estudios regionales orientados a la ordenación del territorio (en especial a escala autonómica y comarcal), elurbanismo y el desarrollo local. En ese contexto, que ha propiciado algunas de las principales vías para la profe-sionalización del geógrafo en España fuera del ámbito de la enseñanza, se han reivindicado y reconocido de éste, entreotras habilidades, algunas que entroncan plenamente con la tradición regional: el conocimiento global eintegrado delterritorio; la capacidad de sintetizar yrelacionar conocimientos muy dispares, relativos tanto al medio físico como a lasociedad; la capacidad de diferenciar unidades tenitoriales a distintas escalas y con diferentes criterios, así como paraapreciar la singularidad y la identidad dellugar ...(Olcina, 1996:Zoido, 1998). En el mismo sentido, se ha señalado queuna de las causas que explican elincremento del conocimiento geográfico aplicado estriba en «lacreciente demanda desoluciones holísticas a los complejos problemas territoriales y ambientales derivados de las ciegas políticas sectoriales,y tecnocráticas de épocas anteriores (Rullán, 2001b: 163). La importancia de la dimensión aplicada en los estudiosgeográficos regionales es más notable aún en el ámbito latinoamericano, donde los estudios dirigidos a la resolución delas apremiantes necesidades y problemas sociales y territoriales orientan, en los últimos decenios, buena parte de lainvestigación de este tipo. Las actas de los Encuentros de Geógrafos de América Latina (EGAL), uno de los foros más

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unas sociedades urbanas que demandan y consumen un volumen creciente de informaciónterritorial.13 El florecimiento, en los últimos veinte años, de las geografías de países e inclusode las geografías universales, constatada tanto en el contexto francófono como en el anglo-sajón, así como la expansión extraordinaria de las revistas o guías turísticas y de viaje, paten-te en muchos otros países, se inscriben claramente en el seno de una demanda social cre-ciente (Pitié, 1987;Riudor, 1989; Méndez y Molinero, 1998).

- La mirada hacia lo mejor de la tradición geográfica regional, o hacia la tradición geográ-fica moderna en general, ha destacado también, por último, la riqueza y actualidad de algu-nos de sus valores formativos, educativos y éticos. Uno de los principales es, sin duda, elvalor cívico, humanista, que pueden aportar la lectura y la enseñanza de geografía regionalal conjunto de la sociedad. El conocimiento de los diferentes territorios y sociedades del planeta, desde los propios a los más alejados y exóticos, o lo que es lo mismo, el aprendizajey la enseñanza de la diversidad regional de la TIerra, no sólo pueden y deben excitar o satis-facer las curiosidades geográficas de la sociedad, así como incrementar la cultura y las des-trezas memoristicas de los alumnos, en el sentido más puramente enciclopédico. Pueden ydeben servir también para inculcar y fomentar, como ya defendieran hace más de un sigloautores como Elisée Reclus, Piotr Kropotkin y Paul Vidal de la Blache, actitudes de com-

 prensión, respeto y tolerancia hacia los grupos, culturas y sociedades distintas de la propia.Una potencialidad o desideratum que han subrayado en tiempos mucho más cercanos, desdeadscripciones ideológicas dispares, autores como DovNir (1990: 165),David Stoddart (1994:

542) o el mismo John Fraser Hart (1982), quien ha escrito párrafos apasionados sobre lacontribución que puede ofrecer la geografía regional del mundo a una educación liberal. Yque conserva plena vigencia y oportunidad -volveremos sobre ello en elúltimo apartado deeste capítulo- en el contexto más reciente y actual, ante determinadas novedades y tensio-nes geopolíticas y culturales vinculadas a los procesos de mundialización.

Claro está que los temas en que se centren las descripciones de países y de lugares noson una cuestión irrelevante. Stoddart, por ejemplo, ha abogado por que la recuperación delespíritu de la geografía regional clásica se haga desde una posición éticamente preocupada ycomprometida con los grandes problemas actuales de la supervivencia humana. No se trata,

ilustrativos de las tendencias principales de la disciplina en este espacio. celebrados desde 1987 con periodicidad bianual, reflejan bien el predominio, entre las contribuciones de tipo regional, de los temas socialmente relevantes:estudios sobre desequilibrios interterritoriales, propuestas de regionalización para la planificación y el desarrollo,análisis de «regiones problema», evaluación de los impactos espaciales de las crisis y procesos de reestructuración

 productiva recientes en á reas concretas, etc.

13. En su balance de la situación de la geografía norteamericana a principios de la década pasada, Ronald Abler,Melvyn Marcus y Judy OIson llamaban a reflexionar sobre un contraste no poco significativo en este sentido: la escasa

 proyección pública (prácticamente nula fuera de los círculos universitarios) de las más de 1.000 publicaciones acadé-micas de geografía existentes en Estados Unidos y el incontestable éxito popular del National Geographic Magazine,cuya tirada mensual superaba, en aquel entonces, a nivel mundial, los diez millones de ejemplares, y se mantieneactualmente, según los datos de 2003 de la Federación lntemacional de Prensa Periódica, en los 9.5 millones (de losque 8 corespondería a suscriptores) (Abler, Marcus y Olson. 1992). Afecha de 2004 la revista se publicaba ya en 27idiomas. incluido el castellano (las ventas de las ediciones en idiomas distintos del inglés suponían un 25 % del total):yel canal de televisión de la misma Sociedad Geográfica, especializado en documentales, se recibía en 160millones dehogares (Cabello, 2005). En todo caso. y sin ánimo de asimilar los fines y contenidos del mundo académico a los del

 periodismo «geográfico», Abler, Marcus y Olson resaltaban el evidente desfase entre la geografía practicada en launiversidad y la demanda externa de saber geográfico y proponían salvarlo, entre otras estrategias, mediante larevitalización del género regional. En el ámbito español. Horacio Capel (2003: 102)se lamentaba recientemente de quelos jóvenes licenciados de geografía. formados en unos planes que han reducido de manera notable el peso de latradición humanista. hubieran perdido. por lo general, la capacidad de «presentar rápidamente y de una forma atrac~tiva para el pÚblico culto [...]informaciones sobre un país [...],porque tienen una formación cada vez más especializa-da, porque carecen muchas veces de cultura general y porque frecuentemente no saben escribin), relegando cada vezmás este tipo de funciones al periodismo y reduciendo la «visibilidad pública» de la geografía regional.

Geograf ía regional

ha dicho, de caer en «eldidactismo estéril de cabos ygolfos» que ha persistido durante largotiempo en la imagen pública de la geografía escolar, ni tampoco de limitarse a mostrar ydescribir las diferencias entre los lugares, sino de que tales descripciones puedan «identifi-car los grandes problemas geográficos producto de la relación entre el hombre y el mediodentro de las regiones» (Stoddart, 1994: 539). Una llamada que enlaza directamente con la«tradición ecológica o ambiental» de la disciplina en general, pero también con la tradiciónregional moderna, en ciertas fases o escuelas Íntimamente vinculada a aquella. La difusión

entre las instancias políticas y la sociedad civilde una conciencia ecológica, preocupada por la explotación abusiva de ciertos recursos y por los desequilibrios medioambientales, esti-mula el acercamiento de los geógrafos físicos yhumanos y la recuperación de viejos temas y

 problemas sobre los que disertaron extensamente los clásicos, aunque fuera en un contextodistinto en muchos sentidos del actual (Thomas, 1956).

La paralela reivindicación del valor formativo y ético del trabajo de campo, de la obser-vación directa, del contacto personal con los lugares de estudio -espléndidamente compen-diado en el lema «go out and take a loob (Lewis, 1985)-, se relaciona estrechamente conestas inquietudes, con profundas raíces en la tradición moderna. Guarda clara conexión conel acercamiento de algunos de sus fundadores a la naturaleza, al paisaje, como escuela deinstrucción o, mejor aún, de educación integral de los seres humanos, profundamenteenraizada en la geografía clásica.

2. La evolución reciente: las nuevas geografías regionales

En 1983, poco tiempo después del enjundioso discurso presidencial de Hart ante la Aso-ciación de Geógrafos Americanos, aparecía un artículo del británico Nigel Thrift en favor de una «nueva geografía regional» o «geografía regional reconstruida» (Thrift, 1983). Elartículo en cuestión fue bastante celebrado y divulgado en los círculos académicos angloa-mericanos y suele considerarse en cierto modo como un pequeño manifiesto fundacional,aunque de hecho las llamadas a plantear una geografía regional de perfiles teóricos,metodológicos y hasta temáticos alejados de los patrones «tradicionales» contaban conimportantes precedentes.

Los balances pioneros efectuados por Anne Gilbert (1988) y Mary Beth Pudup (1988)daban cuenta conjuntamente de un repertorio largo, de más de ciento cincuenta publicacio-nes, e incluso intentaban ordenar y sistematizar la diversidad de tendencias reconocibles bajo el nuevo calificativo: la emergencia de una «Nueva Geografía Regional» parecía, yaentonces, una realidad consolidada y en crecimiento. En el contexto español, donde -aligual que en el ámbito latinoamericano- el impacto de tales tendencias ha sido bastantelimitado, las primeras noticias y balances (Gómez Mendoza, 1989;Nogué, 1989;Albet, 1994;Mata, 1995),tampoco tardarian en llegar.

A pesar del tiempo transcurrido desde las citadas proclamas iniciales y de los intentosllevados a cabo con este propósito, lo cierto es que todavía hoy resulta difícil delimitar unasseñas compartidas por las tendencias de la geografía regional que sehan arrogado el califica-tivo de «nueva» o han sido calificadas con el mismo. El mismo calificativo de «nuevo», esdecir, elgrado de originalidad de algunas de esas propuestas, ha sido puesto en duda por másde un autor (Holmen, 1995).En todo caso, balances como los citados (a los que cabe añadir,más recientemente, los de García Álvarez, 1998,2002: 27-80, 2003a; Gómez Mendoza, 2001,Farinós, 2001; y Paasi, 2002, 2003), tomando como referencia principal los trabajos en len-gua inglesa, han apuntado los siguientes elementos comunes y distintivos de tales corrientesfrente a los planteamientos corológicos clásicos:

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Jacobo García Álvarez 

 _ La abierta consideración de la disciplina como ciencia social, que se refleja, entre otrosdatos, en la escasa atención manifestada a los elementos ?e tipo físico natu,rales: en la aper-tura teórica consciente hacia disciplinas típicamente S?Clales,como .l~soclOlogIa,la ~ntro-

 pología,la economía, las ciencias políticas; o en la propIa conceptuaclOn del hecho regIOnal,como se expone inmediatamente ...

 _ El uso de concepciones prioritariamente socIales de los hechos regIonales. En las nuevascomentes, los elementos que definen la especificidad regional consisten, sobre todo, en rela-

ciones sociales mediadas, a la vez que influidas, por el espacio particular en que se desen-vuelven. Las regiones se entienden, así, como estructuras y como procesos que se articulan--que se «construyen», en la expresión preferida por un número creciente de autores- so-cialmente, a través de unas instituciones, unos modos de producción, etc. En palabras delfinlandés Anssi Paasi, uno de los máximos exponentes a nivel internacional de la renovaciónde la geografía regional, frente a la tendencia tradicional «a conceptualizar fenómenos y

 procesos que ocurren dentro y entre las regiones», los geógrafos deberian esforzarse tam- bién en «teorizar sobre las regiones como parte de esos procesos» (Paasi, 2002).- La voluntad de informarse teóricamente y formular explícitamente tales supuestos teóri-cos. Lo que contrastaría, de acuerdo con los mentores de estas nuevas tendencias, con elcarácter eminentemente empírico de la geografía regional clásica y con su relativa «ende-

 blez» y «pereza» teóricas. Las investigaciones de la nueva geografía regional suelen partir, eneste sentido, de un capítulo o capítulos de contenido esencialmente teórico-metodológico

 para pasar después al correspondiente estudio empírico o de caso.

- En relación con este último aspecto, la atención prestada a las relaciones entre los proce-sos de distinta escala. Se aspira a hilvanar teorías que permitan la interpretación de lo espe-cífico y particular de cada región en el marco de mecanismos de escala más amplia (enespecial, estatales e internacionales), así como a profundizar en las relaciones entre las es-tructuras (institucionales) y las acciones (individuales), aunque evitando, en ambos casos,lecturas unidireccionales. El estudio de la singularidad regional cobra, pues, como ha adver-tido recientemente Noel Castree, un sentido bastante distinto del que tenía en el plantea-miento corológico clásico:

La diferencia geográficaimporta no sólo por sí misma, sino también porque tiene efectosconstitutivos sobre los procesos, normas y regulaciones que se despliegan sobre ampliosespaciosy tiempos. El estudio de caso [...] muestra que el mundo es continuamente diver-so, [pero también que] esta diversidadno emerge sui gene ris, sino apartir de relaciones deescala múltiple (Castree,2005,traducción propia).

- Finalmente, la asunción de un compromiso declarado con la transformación social, outilizando la terminología de la Escuela de Franckfurt, el desplazamiento desde un interéstécnico del conocimiento hacia un interés emancipatorio. Como ha ilustrado bien Paasi:

 No se trata simplemente de recolectar información sobre los hechos del mundo objetivo(para explotada comoun aparato técnico en el control de la naturaleza y la sociedad),sinode comprender las dimensiones espaciales de las «cadenas» sociales y psicológicas quelimitan a la sociedad,y de este modo, ayudar a controlar dichas cadenas y a que las perso-nas se liberen de su control. [Setrata, ha añadido, de esclarecer,desdeposturas explícita-mente críticas] las relaciones de poder derivadas de las prácticas individuales e ins-titucionales (Paasi, 1986:107,traducción propia).

Más allá de estos rasgos eminentemente generales, el panorama de los estudios regiona-les de nuevo cuño rezuma, indiscutiblemente, pluralidad, De modo que, mejor que de unanueva geografía regional, quizá sea más correcto hablar; como advertía a comienzo de este

Geografíaregional

capítulo, de varias nuev~ ~eografí~ regio~ales, o ~e nuevas tendencias e~ los estu~i~s geo-gráficos regionales, defimdas y dIferencIadas, bIen por sus planteamIentos teoncos ymetodológicos, bien por los temas objetos de su atención, o por ambas cosas a la vez.Trascu-rridos más dequince años desde los primeros balances efectuados al respecto, algunas líneaso tendencias se han perfilado de forma relativamente nítida y adquirido un desarrollo espe-cial, como las vinculadas a la economía política, las tendencias político-culturales o, e~ elcaso de Francia, la llamada geografía coremática, que tuvo amplia difusión en los decemos

de 1980y 1990.Aresumir tales líneas dedicaré el espacio restante de este apartado.La extensión limitada de este balance obliga, en todo caso, a obviar la continuidad y el

vigor de otras líneas de investigación regional tradicionales y sólidas, como por ejemplo,los estudios del paisaje (Olwig, 1996; Skanes, 1997; Luginbiihl, 1996; Cabero, 2004) o lageografía económica regional de corte «neoclásico» (Agnew, 2000a; Sánchez Hemández,2001), que también han experimentado un significativo proceso de renovación teórica ymetodológica y un impulso notable al calor del creciente interés político y social, particu-larmente claro en la Unión Europea. Como tampoco cabe detenerse aquí en la persistenciade ciertos modelos de escritura regional estrechamente anclados en la tradición, como lasgeografías de corte descriptivo referidas al conjunto del mundo, a estados concretos o atemtorios político-administrativos en el interior de los estados: geografías de países o deregiones político-administrativas (caso de las Comunidades Autónomas en España) queconforman obras colectivas o individuales de síntesis bibliográfica y que, salvo excepcio-nes, mantienen con apenas cambios la estructura ti tiroirs típica de las monografías clási-

cas, compuesta por capítulos sucesivos dedicados a los diversos aspectos de geografía físi-ca y humana (Ortega Valcárcel, 2000: 488-491).

Las <<nuevasgeografías regionales» han tenido, de hecho -conviene insistir en la adver-tencia-, un impacto limitado fuera del contexto lingiiístico anglosajón y francés y en todocaso conviven, tanto dentro como fuera de tales ámbitos, con otras aproximaciones regiona-les, más o menos renovadas y actualizadas, de origen muy anterior.

2.1. La perspectiva de la economía política

Los estudios regionales de inspiración económico-política conforman una de las tendencias principales de la nueva geografía regional. Se desarrollan fundamentalmente en los paísesanglosajones, bajo elimpulso de autores de reconocidos antecedentes o filiaciones marxistasy aun neopositivistas: los británicos Doreen Massey, John Urry, David Allen, Phil Cooke,

Peter Taylor,el citado Nigel Thrift, e incluso David Harvey; o los estadounidenses RichardPeet, Edward Soja, AmIeMarkussen y Barney Wharf, entre otros. Se centran en las cuestio-nes relacionadas con el desarrollo económico y,de modo más concreto, con elllamado desa-rrollo desigual; aportan una perspectiva regional preocupada por las desigualdades ydesequilibrios socio-económicos y espaciales asociados al sistema capitalista.

Parten, en gran medida, de la llamada «nueva economía política» o «economía políticaradical» (Curbelo et al., 1989),que critica los postulados de las teorías neoclásicas del desa-rrollo (y en general de las llamadas «teorías de la convergencia») y su tendencia a obviar ominimizar el peso de las dimensiones espaciales. También reaccionan frente la «a-espaciali-dad» manifiesta debuena parte de las teorías marxistas tradicionales, de cuño estructuralista:uno de los primeros manifiestos de esta corriente, el libro colectivo editado por Massey yAllenen 1984,llevaba el enfático y sig¡rificativotítulo de Space matters!

Los representantes de estas tendencias tratan de incorporar, asimismo, otros sustratosteóricos, extraídos de la sociologia (como la teoría de la estructuración, de Anthony Giddens,

y la delhabitus, de Pierre Bourdieu) o de la filosofía de la ciencia (como elrealismo crítico de

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Jacobo García Álvarez  Geografía regional

Roy Bhaskar), a sí como conciliar los enfoques de signo estructuralista con otros más próxi-mos a las corrientes humanísticas o fenomenológicas, es decir, a las lecturas delterritorio entérminos de intencionalidad, vivencias y representaciones colectivas (Peet, 1998).

El horizonte de las aproximaciones geográficas vinculadas a la economía política es plural, aunque en él caben distinguir, a grandes rasgos, dos modalidades o líneas de investi-gación de mayor entidad: de un lado, aquella definida, en un primer momento, por los llama-dos estudios de localidades (locality studies), que ha derivado posteriormente hacia otrostemas y ejes prioritarios; de otro, la articulada en tomo a la teoria o enfoque del sistema-mundo (world-systems approach).

a) Losestímulos yproyectos que impulsaron la primera de estas líneas -los estudios delocalidades- se enmarcan, como ya seha avanzado en otro lugar, en un contexto histórico ygeográfico concreto: la crisis económica mundial de los decenios de 1970y 1980 Y sus des-iguales impactos locales y regionales en el Reino Unido (Massey, 1989).El hundimiento delas bases económicas de las grandes metrópolis industriales se acompañó, a nivel local, decambios internos considerables, que afectaron de manera especial a ciertos ámbitos de lasciudades centrales; a nivel subestatal o regional, de importantes procesos de relocalizaciónindustrial hacia algunos espacios rurales y periféricos; y a nivel nacional, de la modificaciónde las jerarquías urbanas y la aparición de nuevos ejes y regiones emergentes con una baseindustrial muy distinta de la tradicional.

La crisis económica puso de manifiesto también la importancia y diversidad de las

respuestas políticas e institucionales de ámbito local, suscitó un debate académicointerdisciplinario muy amplio y dio pie, entre otros, al célebre proyecto de investigaciónCURS (Changing Urban and Regional Systems), dirigido por el citado Cooke,en el que parti-ciparon de manera destacada algunos geógrafos. El objetivo del mismo fue examinar losefectos de la reestructuración económica y social en siete ciudades británicas y asesorar algobierno y a las distintas administraciones afectadas en las políticas a adoptar: de ahí loscitados «estudios de localidades», principal expresión empírica de esta corriente en sus pri-meros años de andadura (Cooke, 1989y 1990).

La perspectiva de la economía política pone el acento en los modos en que las relacio-nes sociales de producción, plasmadas en cada área y en cada época, afectan a lugares con-cretos y,a su vez, se ven afectadas por las caracteristicas propias de esos lugares. Cada modode producción o sistema económico general genera unas determinadas estructuras espacia-les de la actividad económica, o utilizando la expresión popularizada por Massey(1984),unadeterminada división espacial del trabajo. Los procesos globales o generales se manifiestan

de manera única en cada lugar de acuerdo con un número amplio de factores, no sólo de producción, sino también culturales, políticos y de otro tipo.Entre ellos cuenta, por supuesto, la dimensión temporal: en la terminología de Massey,

cada momento histórico, cada ciclo económico, cada «tanda de inversión» (round of investment), genera una división espacial-una suerte de «estrato» o «capa» (layer)- que seimbrica ineludiblemente con las divisiones o estratos anteriores y posteriores, enriquecien-do la especificidad del lugar. La historia del lugar viene a ser, en esencia, la de los distintos

 papeles que ha cumplido en el contexto regional, nacional o internacional de la divisiónespacial del trabajo; constituye el producto, por abundar en la analogía de Massey, de la«sedimentación» a lo largo del tiempo de capas diferentes de actividades productivas, cadacual con su organización espacial corre spondiente.

Los procesos de circulación de capital operan en lugares distintos, esto es, «en lugaresque tienen características sociales específicas» (Massey, 1993).En palabras de la autora, «elespacio es una construcción social, pero además las relaciones sociales se construyen sobreel espacio, yeso marca la diferencia». Las regiones, desde esta perspectiva, se conciben

como la articulación concreta de las relaciones de producción en un lugar y tiempo dados, odicho de otro modo, «la organización espacial de los procesos sociales asociados a l modo de

 producción». Algunos autores prefieren hablar más que de regiones, de «sistemas socialesregionalizados» (Albet, 1993:253),que se revelan en la respuesta local específica a los proce-sos capitalistas generales.

Por otra parte, como categoría de estudio, la región no tiene, desde este punto de vista,fronteras fijasy absolutas: «loslugares se conciben mejor como redes de relaciones sociales ysus fronteras geográficas varian dependiendo del objeto que se quiera estudiar: el mercadoinmobiliario, las relaciones de género, etc.» (Massey;1993:145). Los estudios delocalidades sehan centrado, bien es cierto, en el análisis de losmercados de trabajo (o «cuencas de empleo»)en zonasindustriales o rurales afectadas por lacrisis;en cómo éstos han reaccionado a la crisiseconómica global,y han resaltado la importancia de las relaciones locales, de los vinculos devecindad como factores de resistencia y de adaptación en los procesos sociales de estas áreas.

Los enfoques económico-políticos han proseguido con fuerza en el decenio de 1990,centrados en el inagotable tema del crecimiento o declive de localidades y regiones en elcontexto de una economía cada vez más globalizada y de la facilidad creciente del capitalinternacional para desplazarse en elespacio. Thrift (1990-1993, 1998) Y Peet (1998: 180y ss.)han ofrecido nuevos balances sobre la evolución reciente de este enfoque, mientras queAllen,Massey y Cochrane (1998) han dirigido el estudio regional quizá más relevante e ilus-trativo del mismo en el último decenio: Rethinking the region. Una brillante disección de lastransformaciones recientes de la región del sureste de Inglaterra, en la que el análisis espa-

cial de las desigualdades sociales vinculadas al modelo neoliberal de desarrollo se combinacon el de la simbología y las representaciones regionales que lo promueven y reproducen.

43

b) Otra modalidad significativade la geografíare gional de inspiración económico-políticaes el llamado «análisisdel sistema-mundo» (world-system analysis), que tiene sunúcleo teóricode partida en lostrabajos del sociólogoestadounidense Inmanuel Wallerstein ydel equipo diri-gidopor élen elFernand Braudel Center,adscrito a la Universidaddel Estado de NuevaYork.Elinglés Peter Taylor(1988,1994, 1996Y 1999)Y el holandés Cornelis Terlouw (1992,2001) hansido sus principales adalides dentro de la geografía, sin que falten importantes obras colectivasen la misma línea (Douglas,Huggett y Robinson, 1996;Johnston, Taylory Watts, 2002). Por lodemás, conviene recordar que las teorías de Wallerstein pretenden establecer un marcointerdisciplinarioy han tenido una enorme difusión en determinadas ciencias sociales,como lahistoria, la economía y la sociología.Las revistasReview(fundada en 1977)y Journ al ofWo rld Systems Research (en 1995),constituyen dos de sus principales vehículos de difusión.

Estamos, como su nombre indica, ante una aproximación de tipo globalista, centradaen interpretar el funcionamiento del sistema mundial. Sus supuestos básicos, fuertementeinfluidos por las interpretaciones marxistas del subdesarrollo, son conocidos: el mundo con-temporáneo se contempla como un único sistema cohesionado por la extensión global delcapitalismo, que opera a través de una doble explotación, del proletariado por la burguesía yde la periferia (en esencia, los países subdesarrollados) por el centro (lospaíses más desarro-llados): «Esta explotación -afirma Terlouw- es reforzada por el poder político de Estadosdelcentro en el sistema internacional de Estados, pero también es institucionalizada a travésde la débil estructura económica dominante en los Estados periféricos» (Terlouw, 1992: 12).

Alas dos grandes piezas del sistema, expresión de la división espacial del trabajo a nivelmundial, se añadiría una tercera de tipo intermedio: la de los Estados de la semiperiferia.Taylorconsidera que el análisis del sistema-mundo proporciona una base teórica nueva parauna geografíaregional renovada yplantea un original modelo basado en elr econocimiento detres grandes esferas empíricas y escalas espaciales: la escala mundial o de la realidad, sobre laque opera el capitalismo moderno; la escala de la ideología, representada actualmente por el

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Jacobo García Álvarez Geografía regional

marxista y una línea temática algo distinta, como es la de la geopolítica de los conflictos

(Giblin, 2000).Los enfoques político-culturales aceptan, a grandes rasgos, el concepto fenomenológico

de región: la región como centro de intención, la región como espacio de vida y espacio

vivido por y desde el sujeto. Su atención se concentra, sin embargo, no en las dimensiones

individuales de esa vivencia, sino en las colectivas: lo que interesa, sobre todo, es la región

como territorio socialmente significativo, o más exactamente, como foco de identificación

social, como ámbito de identidad colectiva. Más aún, interesan las regiones con contenido político, o en realidad, los modos en que esas regiones se han construido socialmente, estoes, los mecanismos mediante los cuales se han convertido en ámbitos de identificación co-

lectiva en un momento determinado de la historia; cómo han adquirido sus límites, sus

símbolos, su identidad; cómo éstos se mantienen o reproducen en el presente; cómo pueden,

asimismo, extinguirse y dar lugar a otro tipo de regiones e identidades regionales (Figura 2).

Estado-nación, como estructura política dominante en la economía-mundo; y la escala local o

de la experiencia, el ámbito de la vida cotidiana de la mayoria de la población (Taylor, 1994).En el capitalismo moderno es la esfera económica mundial la que ejerce un papel prepon-

derante sobre las demás, que pueden, no obstante, mediar y hasta contrapesar sus efectos. ElEstado, por ejemplo, actúa como un filtro clave en las interacciones entre la escala global y la

local, reduciendo o potenciando, según lo casos, las influencias de los procesos globales sobre

la escala local. Las aproximaciones geográficas en esta línea inciden sobre todo en explorar las

interrelaciones de las distintas escalas -las formas en que las lógicas espaciales globales delcapitalismo actual actúan sobre los estados y sobre las localidades, y viceversa- así como endelimitar y cartografiar la posición, históricamente cambiante, de cada lugar en el modelo

temario de las tres grandes divisiones señaladas: centro, periferia y semiperiferia.

Las aportaciones de Terlouw resultan, en este sentido, especialmente valiosas: selec-

ción de indicadores estadísticos pertinentes, cartografía de las divisiones espaciales aludi-das, análisis de sus rasgos constitutivos y estudios de dinámica a escalas históricas amplias.

Además, los modelos analíticos originales, como el de las tres escalas citadas, se han idoenriqueciendo progresivamente para incorporar el análisis de los procesos y organizaciones

interestatales y transnacionales en el marco de la globalización.

Por otra parte, el vocabulario acuñado por esta corriente, más que sus métodos y susformulaciones marxistas, se ha difundido ampliamente, a partir del decenio de 1980, entre

las geografías descriptivas del mundo, tanto en los países anglosajones como en los ámbitos

francófono e hispano. Pero sus limitaciones o sus olvidos son evidentes, y hasta sus propios

defensores han reconocido la falta de estudios comparativos en las escalas regionalessubestatales y el sesgo economicista que arrastra postergar a la mínima expresión las cues-tiones relativas al medio físico, la morfología o los factores culturales (Taylor; 1996).

2.2. La perspectiva político-cultural 

Forma territorial

Forma conceptual

o simbólica

Rol establecido

Forma institucional

Convergen en este enfoque dos corrientes distintas: las de cuño fenomenológico, centradasen las dimensiones subjetivas del espacio, en el estudio del espacio desde la vivencia y la

 percepción del individuo (esto es, en el lugar  o la región vivida, en la terminología preferida

 por estas corrientes); y las preocupaciones de determinados geógrafos políticos por la di-mensión ideológica de determinadas prácticas y representaciones espaciales. Su eclosión

tiene que ver también con la difusión en nuestra disciplina de determinados planteamientos

 postestructuralístas y postmodernos, como los inspirados por la obra de Michel Foucault,con su sensibilidad por la naturaleza «socialmente construida» de los discursos y categorías

espaciales y por las relaciones entre el saber y el poder. Se asocia, asimismo, en buena parte,

al notable resurgir de la geografía política desde finales del decenio de 1970, y encuentra otroestímulo decisivo en el contexto europeo reciente, con el avance y multiplicación que han

tenido, en muchas partes del subcontinente, los movimientos políticos de signo nacionalistao regionalista (Agnew, 2000b; Paasi, 2003).

El repertorio de autores y de trabajos vinculados a esta perspectiva de la nueva geo-

grafía regional, en especial en el contexto anglosajón, es ya muy amplio, y entre ellos se

cuentan obras colectivas como las de Johnston et al. (1988), Dirven et al. (1993) y Herb yKaplan (1999). En todo caso siguen resultando paradigmáticos, a mi juicio, los estudios

empíricos de Alexander Murphy (1988), sobre Bélgica; Anssi Paasi (1996), sobre la Karelia;

Allan Pred (1986), sobre el sureste de Suecia; o John Agnew (2002), sobre el caso italiano.

Tampoco quedan lejos de esta perspectiva algunos de los trabajos vinculados al gruponucleado, en Francia, desde mediados del decenio de 1970, alrededor de Yves Lacoste y de

la revista Hérodote, aunque éstos se sitúen en un horizonte ideológico predominantemente

FIGURA 2.- Las diferentes facetas del proceso de institucionalización de las regiones, según Anssi Paasí(1986).Elconcepto de institucionalización regional  aiude al proceso mediante el cual una unidad territorialemergecomo una parte de la estructura espacial de una sociedad y se convierte en una entidad establecida yreconocida claramente en diferentes esferas de la acción y la conciencia colectivas. Aefectos analiticos, el

 proceso de institucionalización de una región puede ser dividido en cuatro fases o f acetas, que se

interrelacionany pueden darse en diverso orden, de forma parcial, etc.a) La asunción de la fonna territorial  comprende las prácticas por las cuales la región adquiere unas fronte-ras o limitesexteriores (ya sean fijos o difusos, materiales o mentales), una división u organización territorialintema, un sistema de asentamientos estructurado funcionalmente (con sus capitales, su jerarquía, etc.).b) El desarrollo de la fonna conceptual  y simbólica supone la adquisición de unos símbolos territoriales quehacen tangible la existencia de la región para sus habitantes, tales como el nombre regional, la elaboraciónde los himnos y enseñas con contenido espacial, la construcción de paisajes y lugares emblemáticos (comosímbolos de identidadcolectiva), la identificaciónde un «otro» o de unos «otros» que actúen como referentede alteridad y estimulen la movilizaciónde la identidad propia, etc.c)El desarrollo de una fonna institucional  alude a aquellas prácticas que crean, reproducen y difunden, a lolargo de generaciones. la imagen de la región, tales como la literaturay la prensa regionales, las organiza-ciones, administraciones y asociaciones que usan símbolos regionales, la enseñanza de la geografía y dela historiade la propia región, etc.d¡ E l establecimiento o reproducción de la región como parte del sistema y la conciencia socio-espaciales serefierea la continuacióndel proceso de institucionalizaciónuna vez que la regiónha adquiridouna plasmacióny un reconocimiento claros (con independencia de que obtenga o no un estatus administrativopropio).

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Jacobo García Álvarez 

Los investigadores próximos a estos planteamientos se hacen preguntas del tipo: ¿Cómoy cuándo surge una región? ¿Por qué una región que no existía se vuelve, en algún momento,objeto de identificación social? ¿Que procesos influyen más directamente en la construcciónsocial de la región? ¿Cómo es vista la región por parte de sus habitantes? ¿Cómo evolucionaese entendimiento con el tiempo? ¿En qué medida afecta la existencia de esa unidad regionaly de sus límites a la organización espacial de la sociedad que la habita? ¿Existen, tantodentro como fuera de la región estudiada, otras divisiones regionales, otras regiones social-

mente significativas que la cuestionen y puedan amenazarla?Las investigaciones efectuadas desde estos enfoques ponen énfasis en la historicidad de

las regiones. «Las cuestiones relativas a la esencia de las regiones se convierten en cuestionesrelativas a su origen, emergencia y desaparición" (Paasi, 1986: 120). La región no es sólo, ental sentido, una construcción social: es un proceso históricamente contingente y permanen-temente abierto, inacabado y en transformación. En palabras de Allan Pred (1984: 279), lasregiones, más que ser (being), están constituyéndose (becoming) continuamente a través delas prácticas materiales y culturales de la sociedad. Este interés o enfoque genético, diacró-nico, explica la atención concedida a determinados agentes, escalas, momentos o procesos.

Los estudios de la nueva geografía regional se han centrado en los territorios de escalamedia, y en especial en los de tipo administrativo: provincias, divisiones subestatales, Esta-dos ... La preferencia no es casual, pues es a estas escalas (o las de tamaño superior) dondeentran más directamente en juego los aparatos institucionales, ideológicos y discursivosvinculados a la construcción de las identidades territoriales.

Aunque a menudo expresen, en mayor o menor grado, diferencias socio-espaciales ob- jetiv as, nac ione s y reg ione s son, en la feliz expr esió n de Ben edict And erso n (199 3), «com uni-dades imaginadas»,!4 y resulta pertinente averiguar cuáles son los mecanismos que crean,difunden y reproducen esos imaginarios colectivos. Algunos de ellos parecen especialmenterelevantes en la historia que da origen a la región y han requerido de los investigadores deesta línea una atención privilegiada: el trazado de las fronteras políticas, el establecimientode divisiones territoriales, el papel de las ideologias y movimientos políticos regionalistas ynacionalistas, etc.

Como ha señalado James Anderson (1988), los nacionalismos y los regionalismos cons-tituyen auténticas «ideologías territoriales», en la medida en que emergen en buena parte delos apegos emocionales a un territorio determinado y, al mismo tiempo, clasifican a las per-sonas en función de su pertenencia al mismo, por encima de otros criterios de identificación.Con independencia de que, en muchos casos, puedan apoyarse en hechos diferenciales máso menos objetivos (como una lengua, una religión, unos caracteres étnicos o una historiainstitucional singular sobre un territorio dado), los nacionalismos y regionalismos han teni-

do y siguen teniendo un papel esencial en el proceso mediante el cual comunidades que pued en ser socia l y hast a cultu ralm ente muy hete rog énea s se imag inan a sí mism as com o part es de una entid ad naci onal com ún.

Las perspectivas político-culturales de la nueva geografía regional han incidido en la facetanarrativa, retórica o discursiva de la región. Ciertamente las regiones son, en parte, relatos,narraciones, en la medida en que se «cosifican», se hacen visibles y se comunican a la comuni-dad a través de determinados discursos (Bhabha, 1990;Tuan, 1991; Garcia Álvarez, 2003; OrtegaCantero, 2005). Los enfoques político-culturales han realizado un importante esfuerzo por clari-ficar el contenido territorial de algunas de estas reglas o estrategias retóricas: la naturalización,la territorialización, el presentismo, la utilización de referentes de alteridad, etc. (Paasi, 1996).

14. Son imaginadas en el sentido de que ,<nisiquiera los miembros de la nación más pequeña conocerán jamás ala mayoria de sus compatriotas, no los veráo, ni oirán siquiera hablar de ellos. pero en la mente de cada uno vive laimagen de su comunión» (Anderson, 1993: 23-24).

Geografía regional

Ha abundado también en el estudio de los discursos de los agentes e instituciones quemodelan más poderosamente la conciencia y el imaginario territorial de los ciudadanos,como, por ejel}lplo, la enseñanza escolar de la historia y la geografía (Meijer, 1997; Schulten,2001; García Alvarez y Marias, 2002; Quintero, 2002, 2004). Han desvelado los sesgos cultu-rales, ideológicos y políticos que entrañan determinados esquemas de división regional am-

 pliam ente asum idos desd e el pa sado (<<la smeta geog rafía s», a tr avés de las que las pers ona sordenamos nuestro conocimiento del mundo), empezando por el mito de los continentes o

las no menos difundidas contraposiciones entre Norte y Sur, u Oliente y Occidente (Lewis yWigen, 1997; Figura 3). Han analizado, asimismo, los símbolos territoriales que contribuyena hacer tangible la identidad nacional y regional: nombres de lugar, paisajes, monumentos,etc. (Lowenthal, 1994; Johnson, 1997; Storey, 2000).

FIGURA 3.- Variacionesen la delimitacióngeográficade los conceptos regionales de «Este» y «Oriente»enla «imaginación»de loseuropeos occidentales,según MartinLewisy KarenWigen (1997).Aunquelos dostérminoshan sidoutilizadosa menudo comosinónimos,los autores los han diferenciadoaquí en funcióndelas connotacionescon que se han usado históricamente,más culturalesen el caso del «Oriente»,y másgeopolíticasen el del «Este».- Enla historiografíaeuropea previaa laaparicióndel islam,elOrientedenotaba originalmentelaregióndeEgiptoy el AsiaMenor(<<Oriente1»).Posteriormente,el términose volviósinónimodel islam y se extendióhacia el este y el oeste para incluira todas las áreas no europeas de la civilizacióneuroasiática (<<Oriente2»). Con la expansión colonialeuropea en el índico y el mar de la China Meridional,el concepto adquiereconnotaciones raciales y se desplaza hacia el este, fuera de su núcleo original,para abarcar sólo Asiaoriental,Asiadelsuroeste y el Asiacentral oriental(<<Oriente3»). ElOrienteposteriora la Segunda GuerraMundial(<<Oriente4») es virtualmenteidénticoal «Oriente3», aunque se hacen aigunos ajustes para refle-

 jar la s pér dida s terr itori alesjap ones as.- Eltérmino«Este», en el sentido más geopolíticoantes señalado, se referíaoriginariamenteal corazóndel ImperioRomano Oriental,centrado en Constantinopla e identificadocon la Iglesia ortodoxa oriental(<<Este1»).A partirde la Edad Moderna,Rusia pasó a convertirseen su núcleo (<<Este2»):las representa-cionesdominantesen la Europa occidentaldurante la Ilustracióny el sigloXIXconsideraban a este imperiouna parte del Este «semibárbaro», por contraposiciónal Oeste «civilizado».Lafijaciónde los Urales como«fronteranatural»orientalde Europa,planteada desde el sigloXVIIIy arraigada fuertemente en el imagina-riogeográficocontemporáneo, respondióen parte a los intentosde los intelectualesrusos m ás europeístasde contrapesar aquellavisiónprevalecienteen Occidente. Elmapa 3 muestra laexpansión hacia Occidentede la idea del Este, tanto por la utilización,a partir de fines del XIX,de criterios raciales (que m otivóiainclusiónde los puebloseslavos), como porel creciente rechazo de los regímenes occidentales a la Alema-nia nazi: en el período de entreguerras el Estado alemán se llegó a percibircomo parte de esta regiónconceptual(<<Este3»). «Este 4» reflejaeluso típicodeltérminodurante la guerra fría,cuando se asoció a iaEuropacomunista y se contrapuso a un «Oeste» identificadocon las democracias capitalistas.

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Jacobo García Álvarez 

y, finalmente, han recalcado y estudiado la influencia que tienen !os límites y divisiones

territoriales en la organización espacial de la sociedad: sin duda las regIones son resultado, en

 parte, de determinadas diferencias espaciales y sociales; pero también las regiones ~ismas,

una vez institucionalizadas, pueden producir nuevas diferencias, o ensanchar las preeXlstentes.

El trabajo pionero de Alexander Murphy sobre la génesisy las c~nsecuencias ge?~cas,d~ ladivisión política de Bélgica en tres unidades de acuerdo con las líneas de separaClOn lingiliStlca

(dos monolingties, Flandes y Valonia; más la demarcación metropolitana y bilingtie de Bruse-

las) resulta ejemplar en ese sentido: la institucionalización política de esas regiones ha acaba-do modificando no solo el modelo y las maneras de percibir el estado belga, sino la organiza-

ción espacial de numerosos hechos sociales, culturales, políticos y económicos:

Las regiones ---{:oncluye Murphy- son el producto del regionalismo y al mismo tiempo lacreación de regiones sirve para fomentar el regionalismo [u.]. El regionalismo es el proce-so por el cual las regiones son creadas, así como el resultado de su creación (1988a: 32-33;mi traducción).

Provistos de un aparato conceptual y metodológico renovado, los estudios geohistóricos

recientes sobre la formación de las divisiones territoriales contemporáneas han supuesto, en

efecto, una de las líneas más fecundas de la nueva geografía política-regional (García Álvarez,

2003a), en la medida en que estos procesos movilizan estrategias, discursos y representacio-

nes del territorio muy diversos (políticas, académicas, populares ... ), exponen a la superficie

identidades y sentimientos territoriales que de otro modo permanecerian ocultos o disimu-lados, y reflejan y permiten identificar aspectos claves de la organización espacial de la épo-

ca (por ejemplo, los relativos a la red urbana y de comunicaciones), sin olvidar, en fin, que el

establecimiento de toda división política incide o puede incidir de manera determinante, a

medida que se consolida en el tiempo y se dota de contenido funcional, sobre la articulación

del territorio en cuestión (Ozouf-Marignier, 1989; Burgueño, 1996; García Álvarez, 2002).

2.3. Perspectivas sistémicas y geografía coremática

La utilización de enfoques sistémicos en la geografía se remonta, como es sabido, a la década

de 1960 (Gómez Mendoza et al., 1994: 111-127). Se trata, además, de un tipo de planteamiento

que parte de un marco teórico de aplicación pluridisciplinario o incluso transdisciplinario (la

Teoría de Sistemas), y que dentro de la geografía ha sido utilizado, no sólo en ramas yespecia-

lidades muy diferentes de la disciplina (tanto físicas como humanas), sino también en líneas

temáticas e incluso planteamientos epistemológicos muy dispares: cualitativos (<<oblandos»,

en la terminología anglosajona) y cuantitativos (o «duros»); análisis de paisajes y análisis de

regiones; enfoques morfológicos y enfoques próximos a la economía-política, entre otros.

La oportunidad del paradigma sistémico en geografía regional ha contado con destaca-

dos partidarios tanto en el ámbito anglosajón (Haigh, 1985) como en el francés (Dauphiné,

1979; Auriac, 1986; Dollfus, 1990; y,sobre todo, Brunet, 1979, 1990), Yno han faltado tampo-

co en otros contextos, como el español (Méndez y Molinero, 1998), ellusófono (Cunha, 1988;

Christofoletti, 1989) o el italiano (Vallega, 1995). Para éstos, la teoría de sistemas aporta

elementos muy valiosos para el entendimiento y análisis geográfico de la región y permite

superar muchos de los problemas metodológicos clásicos.

Estamos, en primer lugar, como ha recordado Rafael Mata (1995: 112), ante un enfoque«que sigue reivindicando aún hoy, en tiempos de pocas certidumbres, un terreno común

geográfico y, dentro de aquel, un terreno específicamente regional». Un enfoque que ha

manifestado abiertamente su intención de vincular y complementar sensibilidades y enfo-

Geograf ía regional

ques muy diversos en tomo al estudio de la región: por ejemplo, los elementos funcional~s, ~

los culturales, los elementos materiales (y cuantificables) y los elementos mentales, subJetI-

vos y simbólicos; los enfoques socio-económicos y los humanistas.

En segundo lugar, y en relación con lo anterior, el enfoque sistémico defiende un enten-

dimiento integral de la región. Más aún, para uno de sus principales teóricos, el israelí Dov

 Nir, la auténtica «región sistémica» (el «holon» de Arthur Koestler, 1969; el «geón» de Brunet,

1990) equivaldrla, en cierto modo, a la «región total» -utilizando el término de Whittlesey

(1954)- de la geografía regional clásica, aunque planteada en otros términos. Nir defineaquella como «una porción de la superficie terrestre donde la población, organizada en el

seno de ciertos límites administrativos, políticos o sociales, encara unos retos naturales,

sociales, políticos y económicos [...]. Lo que hace a la región una entidad integrada, una

totalidad, es la suma de las relaciones e interacciones que se establecen entre los múltiples

elementos de la misma», o más exactamente, de los elementos más relevantes en su estructu-

ra (Nir, 1990: 66, traducción propia).La región aparece, así, como una realidad objetiva -aunque susceptible de generar, ob-

viamente, representaciones subjetivas- y puede entenderse como un sistema espacial (o «so-

cio-ambiental», en la expresión preferida por Nir) abierto y dinámico, estructurado por rela-

ciones de tipo vertical (esto es, entre el medio físico, la sociedad, la cultura, los modos y relacio-

nes de producción, etc.) y por relaciones de tipo horizontal (esto es, entre lugares y entre

 personas, que conforman redes).En cada sistema es posible detectar, en cualquier caso, una estructura geográfica, un

asunto o problema central (o, a veces, más de uno) que actúa como base de la regionalización,mientras las estructuras restantes funcionan como elementos más o menos secundarios o

complementarios: el entendimiento integral de la región no equivale necesariamente a un

estudio exhaustivo de todos sus componentes. Por otra parte, no existe un único sistema, con

una sola escala, sino múltiples sistemas espaciales funcionando a distintas escalas, cada cual

con su lógica de organización particular, desde los lugares y las regiones de pequeño tamaño

hasta el sistema-mundo en su conjunto.Ciertamente los intentos por definir una región sistémica típica han diferido bastante

entre los autores (a título de ejemplo, pueden verse Brunet, 1990; Cunha, 1989; Nir, 1990),

 pero siempre en el marco común de esa voluntad holística e integradora. Los trabajos del ya

citado Nir (en especial, Nir, 1990; un buen resumen en Mata Olmo, 1995) y los vinculados, en

Francia, a la obra de Roger Brunet y la llamada coremática constituyen, sin duda, dos de las

 propuestas de sistematización más elaboradas en esta línea en los últimos decenios, aunque

aquí nos detendremos únicamente en la segunda de ellas.

La coremática (o «geografía coremática», como también se la ha denominado) constitu-yó la tendencia teórico-metodológica más relevante de la nueva geografía regional francesa en

los decenios de 1980 y 1990. Vinculada muy estrechamente, como ya se ha apuntado, a la

figura de Roger Brunet, alcanzó una rápida y notable difusión entre los medios académicos a

través de las instituciones u órganos de expresión impulsados por este autor, empezando por la

 prestigiosa revista L'Éspace Géographique (de la que Brunet ha sido director desde su creación,

en 1972, hasta 2002) y siguiendo, sobre todo, por el Grupo de Interés Público RECLUSIS (crea-

do en 1984 y desaparecido en 1997, que Brunet dirigió hasta 1991), una poderosa red de

investigación estrechamente conectada con los organismos públicos franceses de planifica-

ción territorial y beneficiaria de medios técnicos y dotaciones presupuestarias considerables.

15.El acrónimo significaba, literalmente, Réseau d'études des changements dans les localisations et les unités spatiales,a la vez que evocaba, de forma intencionada, el apellido del célebre geógrafo francés.

48 TRATADO DE GEOGRAFíA HUMANA TRATADO DE GEOGRAFíA HUMANA 49

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Jacobo García Alvarez  Geografíaregional

51

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4-A.Dosejemplosde representa-cionescoremáticas.En la parte superior (A),latablade los28coremasde base (o«zócalode lacoremática»),obradeRoger Brunet, en la versión incluida en laGéographie Universel /e dirigidapor esteautor(Brunet,1990).

5.Cenlro/periferil 

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Contacto

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División

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Jerarquia

Dinámicaterritorial

Tropismo

TRATADO DE GEOGRAFíA HUMANA

FIGURA 4-B.Enlaparteinferior,un ejemplode modelizaciónaplicadoal territor iocolombiano :la identifica-ciónde seis coremasde base (B-1)precedeal trazadodel mapa-modelo(B-2)que sintetizalos rasgosfundamentalesdelaorganizaciónespacia ldelpaís,s egúnJean-PaulDeler(enelvo l.3de lacitadaGéographieUniversel/e, 1991).

TRATADO DE GEOGRAFíA HUMANA

De este Grupo surgieron, precisamente, los cuatro grandes proyectos editoriales que, junto a la mencionada revista, dieron a conocer más ampliamente los peculiares plantea-mientos y visiones de la geografía coremática, a saber, la revista Mappemonde (creada en1986 y también dirigida, inicialmente, por Brunet), eldiccionario Les Mots de la Géographie(Brunet, Ferras y Théry, 1992),el Atlas de Fra nce (Brunet, Auriac y Saint Julien, 1995-2001),y sobre todo, la Géographie U niverselle (Brunet, 1990-1996).

Sobre los principios teóricos-metodológicos y la proyección académica y extra-acadé-

mica de la coremática he escrito con cierto detalle en otro lugar (García Álvarez,1998), y no procede aquí más que un breve recordatorio. Uno de tales principios es, precisamente, la perspectiva sistémica, de la que Brunet ha sido -según se ha recordado antes- uno de los principales introductores en Francia. Los otros tres vienen dados, a mi juicio, por unneopositivismo socializante, si bien de carácter «blando», que sostiene la existencia de leyesen la organización del espacio geográfico, aunque no siempre reducibles a fórmulas mate-máticas; por el empleo de enfoques semiológicos yanalogías lingiiísticas; ysobre todo, por elénfasis en la construcción de modelos gráficos y cartográficos con los que interpretar y re-

 presentar las estructuras esenciales de los procesos o ámbitos territoriales.Sin duda son estos dos últimos rasgos -el enfoque semiológico-lingiiístico y la

modelización gráfica-los que han tenido más originalidad y proyección. De acuerdo con lateoría coremática, sistematizada detenidamente por Brunet en el volumen introductorio dela citada Géographie Universelle (Brunet, 1990), el espacio geográfico está estructurado, adiferentes escalas o niveles espaciales, por ciertos signos que expresan las lógicas o estrate-

gias fundamentales con los que las sociedades lo han organizado: divisiones territoriales,redes de comunicación, explotaciones económicas, etc. Estos signos o estructuras elementa-les de organización del espacio son los coremas, que, aunque existen en número relativa-mente reducido (entre 20 y 30,según Brunet), pueden combinarse ad infinitum entre síparaformar estructuras regionales complejas de todos los tamaños (desde los espacios más inme-diatos de vida hasta el planeta entero).

En puridad cada lugar o región -producto de la combinación de esas estructuras ele-mentales- se considera única e irrepetible, aunque existan formas relativamente recurren-tes que constituyen, de alguna forma, modelos regionales: la ciudad árabe, la ciudad delTercer Mundo, lasmegalópolis mundiales, losespacios deestuarios ydeltas, lashoyas andinas,las islas tropicales, etc. Las individualidades regionales se intentan explicar y presentar deeste modo por relación a teorías o modelos supuestamente universales ogenerales, de acuer-do con la vieja y ambiciosa aspiración, defendida expresamente por Brunet, de construir una«geografía regional c omparada», o «una geografía regional general» (Brunet, 1997).

Por otra parte, los coremas se pueden representar gráficamente a través de figuras o

modelos gráficos, a los que también se les denomina coremas. El propio Brunet elaboró unatabla de 28coremas básicos (tantos como las letras denuestro alfabeto), utilizada como guíay referente esencial de los trabajos vinculados a esta corriente (Figura 4-A).El objetivo cen-tral del enfoque coremático estriba justamente en elaborar mapas-modelo (cartes-modele),esto es, representaciones «cartográficas» esquemáticas que resuman las estructuras funda-mentales de organización bien de un espacio concreto (por ejemplo, Francia), bien de unfenómeno particular (por ejemplo, la industria en Francia). Entre tales estructuras, los mo-delos coremáticos suelen tener presente, por ejemplo, la situación del espacio o fenómenoestudiado en relación con otros espacios y escalas más amplios (en particular su encuadra-miento en ejes o zonas más o menos dinámicas desde el punto de vista del desarrollo), elmedio físico, el sistema y la jerarquía de los asentamientos, la distribución de los usos delsuelo, la existencia de divisiones etnoculturales o socioeconómicas, etc. (Figura 4-B).

La simbología coremática adopta una lógica eminentemente geométrica: el investiga-dor elige una superficie de trabajo simple (círculos, cuadrados, rectángulos, e tc.) y,además

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Jacobo García Álvarez 

de la simbología convencional (puntos para representar asentamientos, líneas pa~ lími~es o

vías de comunicación, etc.), se sirve con frecuencia de flechas (para expresar fluJos y direc-ciones), isolíneas (para zonaciones y gradientes), círculos (para aureolas de atracción), sím-

 bolos positivos o negativos (para procesos de polarización-repulsión, así como de crecimien-

to-decrecimiento), arcos (para ámbitos de relación o afinidad), etc. Un esquematismo que

 pretende comunicar con figuras elementales estructuras complejas y que se ha convertido, a

la vez, en uno de los principales blancos de los detractores de la coremática y en una de las

razones de su éxito y proyección más allá de los círculos académicos.y es que, en efecto, los modelos coremáticos han recibido amplia difusión en otros

ámbitos externos a la academia universitaria francesa, como, por ejemplo, la ordenación del

territorio y la enseñanza primaria y secundaria de la geografía.A partir de su profusa utilización en los estudios prospectivos encargados al Grupo

RECLUS por la DATAR y otros organismos de planificación franceses, los mapas, gráficos y

mensajes coremáticos se han introducido con fuerza en los documentos de ordenación de

dicho país (tampoco han faltado, por cierto, en los de otros países, caso de España) para

representar estructuras, relaciones o dinámicas tenitoriales. Algunas de esas representacio-

nes, como el esquema sobre la estructura regional europea presidido por la llamada «banana

azul» (la gran dorsal o megalópolis europea que atravesaría el continente desde el sureste de

Inglaterra a la Toscana), han adquirido, incluso, notoriedad internacional entre los expertos

y los políticos, suscitado intensos debates e influyendo directamente en algunas de las orien-

taciones de la política regional y ordenación del tenitorio de la Unión Europea: la célebre

división en «conjuntos transnacionales» recogida en los documentos Europa 2000 y Europa2000+ (Comisión Europea, 1991 y 1994), los estudios de prospectiva regional a que dio lugar 

y las iniciativas de cooperación tenitorial organizadas sobre la base de tal división -{;omo

algunas de las INTERREG- constituyen quizá los ejemplos más claros en este sentido,

aunque ni mucho menos los únicos.

Conceptos macrorregionales ampliamente utilizados hoy día en la terminologia geo-

gráfica y ordenancista europea (y en ciertos casos institucionalizados en calidad de lobbies o

redes de cooperación), como el de los Arcos (atlántico y latino), partieron en origen de las

interpretaciones coremáticas y siguen encontrado amplio eco entre políticos, tecnócratas y

medios de comunicación, que los encuentran enormemente cómodos, directos y sencillos de

entender. Sencillez que sus críticos tildan en realidad de simplismo y falta de rigor, y que

tampoco ha estado exenta de manipulaciones, discusiones e impugnaciones de carácter ideo-

lógico, como algunas de las planteadas desde las páginas de la revista Hérodote (1995).

3. Región y geografía regional en la era de la globalización

Corno ha señalado Brunet (1990), «la región es probablemente la palabra más oscura y controver-

tida de la geografía». Y quizá haya sido también el concepto más debatido en la historia contem-

 poránea de la disciplina. AlIado de otros temas centrales, tales como el paisaje o las relaciones

entre la sociedad y la naturaleza, las ideas relativas a las regiones y los lugares han figurado en el

corazón del discurso geográfico desde su institucionalización académica. La región ha constitui-

do un problema conceptual y un motivo de debate permanente para la geografia, y ha suscitado,

suscita y suscitará seguramente en el futuro una ingente bibliografia teórica y metodológica.

 Ninguna de las principales tendencias epistemológicas modernas de la disciplina ha deja-

do de teorizar sobre su significado. Del reconido por la historia del pensaIniento geográfico

emerge la evidencia de la falta de una definición universalmente válida y aplicable de región.

Bemard Kayser (1990) hablaba, en tal sentido, de la «inasible región», y el urbanista Urlan

Wannop comenzaba su notable estudio sobre la planificación regional con la irónica defini-

Geografía regional

ción dada al término por el Franklin Language Master Dictionary and Thesaurus: «Region =

indefinitely defined area» (Wannop, 1995: XIII).La historia de este debate resulta, sin lugar a dudas, apasionante, pues se entrelaza y hasta

se confunde inseparablemente con el problema de la definición de la disciplina; con el de la

 búsqueda de un objeto propio en el sistema de las ciencias; con los procediInientos con que

abordar el estudio y la descripción de los hechos geográficos; con el dilema, no menor, de la

unidad entre la geografía física y la humana; y en muchos casos también con algunas de las

grandes cuestiones de la sociedad contem~ránea, como las relativas a la regio~ción (Claval,1993; Costa, 1995; Agnew, 1996; García Alvarez, 2002). Muchas de esas cuestiones no han

 perdido en absoluto su vigencia y conocer su genealogía y sus líneas directric~ ofrece un

 patrimonio enormemente rico para la formación de geógrafos. Sin apenas espacIO para dete-

nerme, he querido dedicar este apartado final del capítulo a plantear, a la luz de~ contexto

reciente, cinco asuntos sustanciales en relación con la geografía regional: la cuestión de las

tipologías regionales; la de la ontología de la región; la de los modelos narrativos del género

regional; el papel de la naturaleza en los estudios regionales; y las,implicaciones y r~tos ~~sci-

tados, desde el punto de vista de las escalas espaciales, por el fenomeno de la globalizaclOn.

Buena parte del debate geográfico sobre la región y sobre la dimensión regional en geo-

grafía se ha desarrollado en dos sentidos, estrechamente imbricados: de un lado, la elabora-

ción de taxonomías, tipologías o clasificaciones, cuestión eminentemente metodológica; de

otro, el problema de la existencia, de la ontología del concepto regional. Desde el punto de vista

taxonómico, a su vez, se han avanzado tipologías de diverso orden, basadas, bien en el númerode variables manejadas (regiones de una, de dos o más variables, incluso regiones «totales»);

 bien en el objetivo o elemento definitorio principal (regiones históricas, regiones políticas o

administrativas, regiones naturales, regiones formales, regiones geográficas, regiones econó-

Inicas homogéneas, regiones funcionales; regiones-sistema; regiones mentales o perceptivas,

regiones plan, regiones problema, regiones virtuales, regiones propaganda ...);bien en la escala

o nivel espacial de análisis (mundo, zonas, dominios, provincias, comarcas, localidades; o,

dicho en otros términos: megarregiones, macrorregiones, mesorregiones, microrregiones ...).

Phi!ippe y Genevieve Pinchemel han incidido en la riqueza semántica del térInino y la plurali-

dad de las interpretaciones que suscita:

Las regiones son un medio de funcionamiento, de gestión [o o .], un medio de acción, deintervención, de dominación, de control. Son un medio de conocimiento, de análisis, dediagnóstico. Son una identificación, una representación, una pertenencia. También, unaexpresión de la humanización de la tierra [o o .] [en la medida en que] el hombre es unanimal tenitorial [o o .] y la tenitorialidad afecta al comportamiento humano a todas las

escalas de la actividad social (P. y G. Pinchemel, 1997: 396-397, traducción propia).

Parece claro, observa en el mismo sentido Olivier Dollfus, que:

 No hay una sola regionalización para una extensión dada, sino muchas posibles en lim-ción de los objetivos que se fije, de los criterios adoptados, del sistema referido comoorganizador del espacio entonces identificado. Una extensión puede estar dividida en «re-giones naturales» o «regiones culturales» o regiones a partir de una red urbana o unaactividad económica dominante (Dollfus, 1986: 257, traducción propia).

De ese esfuerzo de regionalización surgen, naturalmente, tipologías distintas, construi-

das sobre criterios heterogéneos, y lo que es más importante, que «no reflejan todos los

mismos niveles de realidad» (Claval, 1993: 41). La variedad de esas opciones y realidades

regionales abordadas por la geografía y por otras ciencias tenitoriales modernas, como es

sabido, es muy amplia. Ensayos de sistematización recientes, como los de Mata Olmo (1995)

52 TRATADO DE GEOGRAFíA HUMANA TRATADO DE GEOGRAFíA HUMANA 53

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Jacobo García Álvarez 

y el matrimonio Pinchemel (1997), han identificado cinco grandes lógicas de regionalización

(la natural, la de la homogeneidad y uniformidad humanas, la de la polarización, la de laterritorialidad y la de la economía política regional), cada una con sus variantes, aun acep-

tando que toda porción de la superficie terrestre presenta, en cualquier momento, caracte-

rísticas que la relacionan con una u otra lógica.

Cualquier espacio geográfico conforma simultáneamente, dependiendo cómo se contem-

 ple, un paisaje, un territorio, una región, un espacio geométrico, un punto en una red más

amplia de relaciones, un centro o una periferia en la división espacial del sistema político yeconómico. Lo esencial, por lo tanto, estriba en dilucidar la lógica más adecuada para el obje-

tivo concreto que persigamos. Aunque algunas de ellas se hayan postulado como alternativas a

la geografía regional clásica, lo cierto es que, en rigor, las corrientes y paradigmas que se han

sucedido desde entonces no han excluido del núcleo de la geografía el estudio de las diferen-

cias regionales, sino que más bien han ofrecido lecturas diversas de esas diferencias, aproxi-

mándose a ellas en términos, bien de combinaciones localizadas e individuales de leyes gene-

rales (caso de la geografía analítica), bien de desequilibrios o desigualdades socio-espaciales

(caso de los enfoques radicales), bien, en fin, de lugares o regiones vividas (caso de de los

enfoques fenomenológicos). Y si, por encima de la adscripción a una u otra tendencia teórico-

metodológica, se concibe la geografía como un estudio de problemas regionales, esto es, decuestiones que afectan de forma significativa al funcionamiento de un territorio y una socie-

dad determinada, el viejo debate sobre la naturaleza y los límites de la región deviene en buena

 parte, como exponía recientemente Gerardo de long, una cuestión secundaria: «los límites de

la región no son otra cosa que el resultado de la comprensión de la problemática analizada.[o o .]Los límites son un producto yno un envoltorio» (long, 2001: 79).

Esa variedad de lógicas o formas posibles de regionalización ha remitido a menudo al

segundo de los dos grandes debates apuntados: el de la ontología de la región. ¿Es la región unente objetivo, existente en el espacio, que el investigador debe descubrir y estudiar? ¿D es, por 

el contrario, una estructura mental, un instrumento subjetivo elegido por el docente o el inves-

tigador para describir y explicar el mundo? La controversia es relativamente antigua y ofrecenumerosos ejemplos de tomas de posición explícitas y decididas en una y otra dirección, así

como de actitudes conciliadoras, cada vez más numerosas, tendientes a admitir ambas posibi-

lidades. Porque el debate sobre la ontología de la región, que tuvo su sentido en el seno de una

 polémica más general sobre el estatus científico y filosófico de la disciplina, resulta hoy día, en

 buena parte, un falso dilema, una dicotomía innecesaria y desafortunada: como ha resumido

Agnew (1999: 93), «las regiones son tanto la materialización de las diferencias existentes sobre

la superficie terrestre como las ideas que las personas se forman sobre esas diferencias». Limi-tarse a una visión parcial del complejo universo de lo geográfico, encerrarse en posiciones

extremas -ya de carácter realista o materialista, ya de tipo idealista o constructivista- quedesprecien la importancia de unos u otros factores, sólo puede tener efectos empobrecedores,

como han advertido los partidarios de unas u otras corrientes.

 Nicholas Entrikin, autor de un lúcido ensayo sobre la compleja ontología de l os lugares,

ha afirmado en parecido sentido: «Comprender el lugar requiere que accedamos a una rea-lidad objetiva y subjetiva a un mismo tiempo» (Entrikin, 1991: 5). Requiere entender las

relaciones y localizaciones generales en que se sitúa, pero también los significados que ema-nan del sujeto; adoptar simultáneamente la perspectiva descentrada del científico y la visión

subjetiva del narrador. «El lugar es, a la vez, un centro de significado y el contexto externo de

nuestras acciones» y , por tanto, «se contempla mucho mejor desde los puntos (epistemo-

lógicos) intermedios» (Entrikin, 1991: 7).

Desde hace varios decenios, es evidente que la concepción corológica de la geografía, esto

es, la idea de una geografía centrada en la misión de describir y explicar lugares, constituyesimplemente uno entre los muchos enfoques posibles de concebir el estudio regional. Pero ello

LÓPEZ PALOMEQUE, Francisco (coord.) (2000): Geografía de Europa, Barcelona, Artel, 619 pp.

55

1. Europa definida.2. Ecología.3. Religión.4. Geolingiiística.5. Geogenética.6. Demografía.7. Geopolítica.8. Agricultura.9. Paisajes rurales.

10. Ciudades.11. Industrias primarias ysecundarias.

12. Industrias de servicios.13. Regiones.

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DERRUAU, Max (1965), Europa.Barcelona, Labor. 543 pp.

Original en fnmcés: 1958.

1. Estructura y rel ieve.2. Los cl imas y la vegetación.3. Los suelos.4. La ocupación del suelo.

(Siguen los capítulos regionales,que ocupan 420 pp.)

l. Figura y personalidadgeográfica de Europa.

2. Las formas del rel ieve.3. El mar y la configuración

litoral.4. Clima y vegetación.5. La red hidrográfica de Europa.6. La población.7. Los recursos y la actividad

económica de Europa.

(Siguen los capítulos regionales,que ocupan otras 320 pp.)

TERÁN. Manuel de (1952):«E ur opa» [par t e g e ne r a l ], e n¡mago Mundi: geografía universal ,

Madrid. Atlas. vol. 1, pp. 7-45.

PARTE IV. ESTRUCTURA y TRANSFORMACIONES DEL TERRITORIO EUROPEO

8. Sistema de ciudades y estructura territorial.9. La ciudad: espacio de producción, espacio de consumo.10. Transformaciones de las actividades fabriles y nuevas tendencias en la local ización industrial .11. El creciente protagonismo de los servicios en la articulación del territorio europeo.12. Actividades y espacios tutísticos: hacia la sociedad postinrlustrial .13. Cambios y permanencias en el espacio rural .

PARTE l IT . C A M B IO S D E M O G RÁ F I CO S Y M O D E LO S R E G IO N A L ES D E L A U N I Ó N E U R O PE A

S. Evolución y distribución espacial de la población.6. Dinámica de la población europea: dinámica natural y dinámica migratoria.7. Caracterlsticas estructurales y socioeconómicas de la población.

PARTE n. COMPONENTES y FACTORES CONFIGURADORES DE LA ORGANIZACIÓN ESPACIAL EUROPEA

2. La estructura física: posibi l idades, contingencias y diversidad de los paisajes naturales.3. La configuración histórica del territorio europeo.4. La estructura pol ítica: un mapa cambiante e inacabado.

PARTE 1 . EUROPA, REALIDAD GEOGRÁFICA

t. Los conceptos de Europa y la geografía regional.

no significa, como se ha expuesto anteriormente, que esta misión -reconocida y enaltecida

hoy dia por determinada demanda social- deba ser despreciada o reducida, por quienes laretomen, a los esquemas descriptivos del pasado. Desde la crisis de la geografía regional clásica

se han planteado y plantean, según hemos visto en los apartados previos de este balance, alter-nativas a este respecto, con sus correspondientes estilos o modelos de escritura. Ciertamente,

el modelo narrativo de la vieja monografía regional, fundado sobre la yuxtaposición de capítu-los sistemáticos dedicados a aspectos físicos y humanos muy distintos y aplicado de manera

uniforme al estudio de los espacios más variopintos, sigue teniendo vigencia por inercia, co-modidad y eficacia en las obras descriptivas de género divulgativo o en determinadas expresio-

nes de la geografía aplicada, pero convive cada vez más con otro tipo de estilos (Figura 5).

Geografía regional

PARTE VI. EUROPA EN EL ESCENARIO MUNDIAL

17. Las relaciones e intercambios de Europa con las regiones del mundo.18. Rusia, el sistema territorial más extenso del mundo.19. La Unión Europea: forma y proceso de integración pol ítica y económica.

PARTE V. CONTRASTES, TENSIONES Y POLÍTICAS DE INTERVENCIÓN

14. Desigualdades sociales y desequilibrios territoriales.15. Desencuentros, conflictos y confrontaciones: fracturas sociales y bél icas en Europa.16. Problemas ambientales y conservación de la naturaleza.

TRATADO DE GEOGRAFíA HUMANA

FIGURA 5. Di ferentes índ ices de manuales de geografía de Europa. Adviértanse las d iferencias entre losplanteamientos de las obras de Terán y Derruau, i1ustrativas del modelo descriptivo regional clásico, y los delos otros dos manuales seleccionados, representativos d e enfoques altemativos al anterior.

r 1111

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Jacobo García Álvarez 

~ero quizá sea el fenómeno de la globalización el que viene suscitando los interrogantes,

cam~lOs y retos de mayor eco en el último decenio. Desde mediados de los años noventa el

térrnmo globalización (o mundialización, probablemente más apropiado) se ha convertido

de hecho, tanto para la geografía como para muchas otras disciplinas sociales, en una suert~

de mantr~ ~«e~nuevo mantra de ?uestro tiempo», ha señalado Philip Kelly), es decir, en una

 palabra ht~rglca y, ~ la vez, un mstrumento de pensamiento; el objeto que concentra y el

 punto de Vista que filtra de manera más poderosa las interpretaciones recientes y actuales

Proyectos editoriales recientes tan ambiciosos como la Geografía Universal  impulsada

 por el Grupo RECLUS han partido del principio de que el tratamiento de las diversas regiones

 puede y debe ser selectivo y heterogéneo, ya que ha de ref lejar unos rasgos, un funcionamiento

y unos problemas diferentes. Se trata, como exponían algunos de sus autores, «de destacar en

cada caso los elementos motores y significativos», de articular el análisis en función de esos

indicadores (Comités de Rédaction ..., 1993: 258). La misma postura que han adoptado y desa-

rrollado otras geografías regionales del mundo de considerable éxito editorial en el contexto

académico anglosajón (Blij y Muller, 2005) e hispano (Méndez y Molinero, 1998):

57TRATADO DE GEOGRAFíA HUMANA

Geografía regional

del mundo y de la diferenciación regional, lo mismo que en el decenio previo lo fuera el

 posmodernismo (Kelly, 1999). Aunque, como es obvio, escapa al objetivo de este balance el

 pretender bosquejar siquiera los usos y repercusiones que la palabra globalización y el fenó-

meno que designa han tenido en la disciplina, no me parece de más, en cambio, el intentar 

resaltar algunas de las consecuencias, reflexiones y desafíos que este proceso ha planteado y

 plantea para el entendimiento de las regiones y de la geografía regional.La globalización parece haber inducido, como se advirtió a comienzos de este trabajo,

una efervescencia de las escalas «regionales» por excelencia, esto es, de las llamadas escalasintermedias (las situadas entre la localidad y el estado), aunque no sólo de ellas, y un estímulo

 para la recuperación de la geografía regional. En efecto, a principios de la pasada década (o

incluso, aunque de manera más aislada, en el decenio anterior), la generalización del modelo

capitalista a escala mundial y la «compresión espacio-temporal» amparada, entre otros he-

chos, por la aceleración y la liberalización progresiva de los intercambios y de la circulación de

 personas, mercancías, capitales e informaciones, fue percibida por algunos autores, empezan-

do por el arquitecto y filósofo Paul Vrrilio, como el principio del «final de la geografia» (enten-

dida ésta, vagamente, como sinónimo de espacio o territorio), dada la aparente desaparición

de las distancias físicas en la econornia y la intensificación de las tendencias homogeneizadoras

en la cultura y los patrones de vida (O'Brien, 1992). Pero lo cierto es que, alIado de esas

tendencias unificadoras y parcialmente «desterritorializadoras», la globalización ha

incrementado la importancia de ciertos factores territoriales, avivado algunas diferencias es-

 paciales de génesis muy anterior y generado nuevas formas de diferenciación espacial.Desde el punto de vista de la cultura, el poder de la identidad (es decir, de los lazos del

individuo o la comunidad con el territorio, con la historia, con la lengua, con la religión, incluso

con la etnia) no parece haber desaparecido en la era de la información, sino que, por e!contrario,

en muchos ámbitos parece haberse reforzado como fuente en la que muchas personas buscanun sentido a sus vidas (Castells, 1997). Desde el punto de vista de la administración y la política,

los procesos descentralizadores acontecidos en numerosos estados de Europa, la regionalizaciónimpulsada desde las instancias rectoras de la Unión Europea en determinados campos (como, en

 particular, el desarrollo regional) y la difusión del concepto de «gobemanza», entre otros facto-

res, han reforzado la cooperación entre los diferentes escalones territoriales y fortalecido los

niveles subestatales y supramunicipales en un intento por ajustar las políticas a la realidad terri-

torial diversa, incentivar una mayor participación pública y mejorar las oportunidades de tales

territorios en un contexto de competitividad global (Plaza et al., 2003). Las políticas y los princi-

 pios teóricos impulsados desde comienzos del decenio de 1990 por la Comisión Europea, desde

los citados documentos Europa 2000 y Euro pa 2000 + hasta la Estrategia Territorial Europea apro-

 bada en 1999 (verdadero paradigrria para las políticas territoriales o con incidencia territorial

que se planteen en el futuro dentro de la Unión Europea a cualquier escala), han institucionalizadofórmulas de cooperación y desarrollo novedosas, tanto a nivel interfronterizo y transnacional

(como los vinculados a la Iniciativa Comunitaria lNTERREG), como a nivel supramunicipal

(caso de la Iniciativa LEADER, de desarrollo rural), que no cubren todo el territorio, que tienenuna duración dispar y que, solapadas a otras figuras y lógicas territoriales, contribuyen a perfilar 

un mapa de geometría cada vez más compleja, variable y flexible (Farinós, 2001).En el terreno de la economía, en fin, el fenómeno de la globalización genera varias

dinámicas, estrechamente imbricadas. En primer lugar, la mundialización ha incrementado

la competencia entre los distintos niveles territoriales por atraer y fijar un capital de movili-dad creciente, competencia en la que resultan claves las ventajas comparativas asociadas al

territorio, tanto de carácter fijo como, cada vez más, de tipo dinámico (cultura empresarial,formación y capacidad de innovación, cohesión social, identidad regionaL). En segundo

lugar, la globalización parece haber ampliado la desigualdad a varias escalas, no sólo a nivel

macrorregional, entre estados ricos y pobres, sino también a escala estatal, regional y local.

TRATADO DE GEOGRAFíA HUMANA

Recursos, deterioro ambiental, preservación, riesgos naturales, alteración, cambio climático,s?n conceptos y fenómenos de orden social, en la medida que constituyen problemas so-Ciales, problemas que se plantea la sociedad actual. Forman parte de! espacio que se pro-duce s?cialmente, tienen que ser abordados y pueden ser abordados desde esta perspecti-va SOCial[...]. Las cuestiones físicas sólo adquieren sentido geográfico en el marco de latransformación de la naturaleza por la acción social (Ortega Valcárce!, 2000: 544-545).

~llo no sigtlifica, en ningún sentido -señalaba, por ejemplo, Robert Brunet en el volumenmtroductorio de la Geografia Universal dirigida por él-, que el análisis del medio naturalno tenga interés y pueda ser evacuado de la geografía. Simplemente que éste debe ser hecho con otro. esp~tu [...]. La g~ografía se vuelve a centrar sobre las obras humanas, ysobre las orgaruzaclOnes del espacIO de la sociedad. Encuentra allí, de muy distinto modo,la Naturaleza. Pero la Naturaleza de! geógrafo no tiene nada de «natural» (Brunet 1990:261, traducción propia). '

En cada región [ O o . ] -afirmaban, en este sentido, los autores de una de estas obras- habráde darse prioridad al análisis de las estructuras básicas o dominantes, las que justifican loesencial de su organización y dinamismo, dejando en un segundo plano aquellas que cuen-tan con menor valor explicativo. Así, por ejemplo, mientras en regiones como Europa los

 procesos de industrialización y urbanización son el motor esencial de las transformacio-nes acaecidas en el último siglo y de las estructuras vigentes hoy, en otras como el Áfricas,:bs~hariana las he:enci~ vinculadas al modelo colonial de explotación junto al papelejerCido por un medIO tropical contrastado que imponen aún su rigor sobre unas socieda-des co~ escasa capacida,d téc~ca, económica y organizativa, pasan a ocupar un lugar 

 preemmente. La geografía regIonal del mundo se define así como un estudio de carácter selectivo y sintético, frente a las pretensiones de exhaustividad que han caracterizado bue-na parte de las geografías descriptivas al uso (Méndez y Molinero, 1998: 25).

El papel del medio natural en el estudio regional se replantea también sensiblementecon respecto a l~s enfoques tradicionales, en consonancia con esa «migración», insólita en el

m~ndo académiCO, experimen~da por ~l c?nj~to de la disciplina a lo largo del ultimo siglo(Gom~z Mendoza, 200 lb): ~e CienCia pnontanamente natural a ciencia predominantemen-

t~ S<:Clal, de unos razonamle?tos geográficos que naturalizaban la sociedad a otros que so-clahzan la naturaleza, es decrr, que abordan la naturaleza, prioritariamente como un com-

 ponente de la sociedad: '

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Jacobo García Á lvarez 

En tercer lugar, la globalización introduce no sólo nuevas configuraciones espaciales, sinotambién nuevas formas de relación entre los lugares y entre las diferentes escalas. El enten-dimiento de la región y en general del espacio geográfico se transforma y renueva al impulso

de esos mismos cambios.En el marco de la globalización, los Estados pierden ciertos poderes (en particular, en el

orden económico), aunque retienen otros igualmente importantes (por ejemplo, en el orden político, ideológico e institucional) Ytratan de adoptar nuevas estrategias para recuperar su

capacidad deintervención. Las corporaciones multinacionales se perfilan como actores cadavez más decisivos, las organizaciones supranacionales se multiplican, y emerge una red demetrópolis mundiales -de «ciudades globales», en la expresión acuñada por Saskia Sassen;o de «ciudades-región globales», según prefiere AllenScott (2001)- que concentran el poder económico y político y actúan como ámbitos de sociabilidad y como nodos de enlace entrelas redes urbanas nacionales y las internacionales, a la vezque presentan considerables con-trastes internos. En todo caso, las respuestas a los procesos globales difieren local yregionalmente. Junto a las citadas ciudades-regiones dinámicas, sobre las que parece orde-narse la globalización, coexisten otras menos dinámicas y otras que decaen y pierden pro-gresivamente capacidad de insertarse en el sistema-mundo o permanecen en la marginalidad.

El sistema-mundo no anula, en modo alguno, lo local, ni tampoco las escalas interme-dias, pero cambia el régimen de relaciones entre las distintas escalas, intensificando susrelaciones e interdependencias. «Losprocesos globales no se superponen, sino que se con-funden con los que tienen lugar a otras escalas. Localidades, ciudades, regiones, Estados,forman parte de esa malla geográfica» (Ortega Valcárcel, 2004).16Las regiones «tradiciona-les» (continuas, claramente delimitadas, más o menos autónomas funcionalmente) no handesaparecido deltodo, pero dependen cada vez más de factores exteriores (es decir, son cadavez menos a utónomas) y en todo caso conviven con otras formas de organización de límitesmenos precisos, o incluso discontinuos (como las de las multinacionales, o las del citadoarchipiélago metropolitano).

En efecto, los medios de comunicación posibilitan la intensificación de los vinculosespaciales a larga distancia (las «verticalidades», enla expresión de Milton Santos) ygeneranuna organización territorial en red formada de puntos discontinuos (caso de las grandesciudades del sistema mundial) que, a la vez que se articulan estrechamente entre sí, restanimportancia a la conexión con sus entornos territoriales. Pero esa organización en red o enarchipiélago convive con la de los territorios contiguos que se relacionan mediante«horizontalidades», es decir, mediante vínculos con las áreas vecinas (Santos, 1994). Delmismo modo, y utilizando los términos de Manuel Castells (1996), en la «sociedad red»actual el espacio de los flujos (de conocimiento e información), que opera a escala global y

ocupa parcelas cada vez más importantes de la experiencia humana, coexiste necesariamen-te con el espacio de los lugares, de los espacios tangibles y cargados de significado, quesiguen representando el ámbito principal de experiencia para la inmensa mayoria de las personas. Los actores que modelan los espacios subestatales y locales se multiplican, enespecial los externos (Marchand, 2001). Las propias formas de identidad social cambiancomo expresión de esa tensión creciente entre homogenización y fragmentación: a las co-

16. Desde elpunto de vista de la globalización, la región apareceria como una red o aglomerado espacial, por debajodel Estado, por encima de lo local, compuesta ,de localidades. infraestructuras, solidaridades económicas y sociales.sentimientos de pertenencia, \inculos productivos, relaciones intelectuales y saber hacer técnico», esencial para insertar·seen las mallas de comunicación e intercambio a escala internacional y mundial (Ortega Valcárcel, 2004). Una perspec-tiva que remite a las tendencias de la geografía regional de orientación económico-política. para las cuales, según vimosen el apartado previo, la región se concibe como un resultado del proceso de acumulación del capital, diferenciado en elespac io de acuerdo con la distribución de los recursos físicos y humanos; como un área, en definitiva, de desarrollo oacumulación capitalista, que es distinta y que puede coincidir o no con los territorios o regiones político-administrativa",

Geografía regional

munidades tradicionales del pasado, basadas en el contacto directo, se superponen colecti-vos o comunidades (con sus propias espacialidades) que basan su sentido de identidad enelementos intangibles o simbólicos o en el consumo de ciertas mercancías y estilos de vidaque han sido fabricados desde ámbitos remotos y que ---en virtud de I~creciente mo~lidadde los factores de producción y distribución, así como de los mass media y las tecnologIas dela información- alcanzan una difusión prácticamente global (Albet,2001).

En ese mundo crecientemente globalizado,la geografía en general, yla geografíaregional

en particular, encuentra sin duda terreno para aplicar viejas destre~as .y sensi~ilidadesmetodológicas, como explicación de las diferencias y de problemas temtonales SOCIalmenterelevantes con una perspectiva integradora que tiene en cuenta lahistoria, los recursos natura-lesy los humanos, así como la relación entre escalas. Pero ~bién lo encuentra para ~s~ñar e incorporar otras de carácter novedoso. La fecunda refleXlOnllevada a cabo en el últimodecenio y medio sobre el concepto de escala ejemplifica bien el estímulo que la globalizaciónha tenido en los modos de percibir el espacio. Lamáxima, desde hace tiempo asumida, de que«laregión se leey se vivea varios niveles»y elpunto de vista geográficoexige «unaaproxima-ción interactiva o dialéctica entre las macroescalas y las microescalas» (Nonn, 1985),parececobrar hoy más sentido que nunca en el marco de la mundialización creciente. Más aún,algunos autores han llegado a afirmar que, en el mundo de hoy;la cuestión central para un

 proyecto de geografía moderna estriba en explorar la dialéctica entre lo global y lo local; enexplicar cómo los procesos generales que operan a escala planetaria configuran los espacios

 particulares, a la vez que éstos tratan de influir en aquellos;e n aclarar cómo tales procesos, queestán creando una «aldea global», estimulan un paralelo y sólo en apariencia paradójico desa-

rrollo de lo localy lo regional, o el incremento de los sentimientos de identidad asociados a lasculturas territorializadas; en desentrañar, en fin, esa compleja yestrecha imbricación que losautores anglosajones han venido a denominar lo «glocal», ola. «glocalización»,expresionesacuñadas por Paul Vrrilio(Johnston. Taylory Watts, 1995;Cox, 1997).

En los últimos años, por otra parte, el concepto geográfico de escala seha diversificadoy ha ganado en profundidad teórica (Reboratti, 1999;Gutiérrez Puebla, 2001;Paasi, 2004).Ala idea tradicional de escala, en el sentido de tamaño u orden de magnitud, y a la idea de laescala como nivel jerárquico, en elsentido de territorio provisto de más o menos poder (comoocurre en las mallas administrativas), se han añadido otras dos concepciones importantes,que indagan, de manera distinta, en el entendimiento de la región como construcción social:la escala como red y la escala como relación.

La primera de estas dos concepciones ha sido desarrollada, particularmente, por KevinCox (1998), en el deseo de superar la tendencia habitual a pensar que cada nivel político-territorial tiene un área cerrada a la que sus actores se ajustan perfectamente ( esto es, que los

 políticos locales actúan sólo a nivel local, los nacionales a nivel nacional, etc.). Pa ra esteautor, la escala se concibe mejor como una red de asociaciones o de agentes sociales cuyoslímites de actuación son porosos, pues no cubren enteramente todo su marco político ysuelen extenderse más allá del propio nivel, en la medida en que, por ejemplo, los agenteslocales se ven influidos por ---e influyen en-los agentes nacionales, etc. Cambiar de escala,en esos términos, equivale a cambiar de estrategia política, esto es, a tratar de influir sobreotras escalas, o en realidad, sobre los agentes de esos niveles.

La idea de escala como relación, propuesta recientemente por Richard Howitt (1998,2002), puede enunciarse de la forma siguiente: cuando se cambia de escala, los elementos quese contemplan pueden ser, esencialmente, los mismos; lo que cambia es la relación entre ellosy el peso relativo de cada uno. Como ejemplo ilustrativo, Howitt ha expuesto con detalle elconflicto suscitado entre los diversos agentes e intereses implicados en la construcción de unamina de bauxita en un territorio australiano propiedad en buena parte de comunidades abori-genes: a nivellocal aflora el problema de los intereses de los aborigenes; a nivel nacional pesa

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Jacobo García Álvarez  Geograf ía regional

. En los últimos años se ha insistido, precisamente, desde contextos geográficos y acadé-mlCOSmuy diversos, sobre la conveniencia de apreciar lo local con conciencia y preocupa-

El sentilnientoy apego a una tierra, que algunos llamanpatriotismo, no está en contradic-cióncon elhechode apreciar laalteridad, es más,llegara comprender queel mundo esunentramado de sistemas imbricados significa darse cuenta de que no existen solucionesaisladas a losproblemas (Villanueva,2002: 8).

la importancia de la industria del aluminio para la economía nacional, y a nivel global lo quedomina es la estrategia delas multinacionales. Loselementos son losmismos, pero las relacio-nes entre ellos,la primacía de unos intereses y problemas, varian de una escala a otra.

Pero, más allá de los retos teóricos y metodológicos del tipo de los enunciados, eminen-temente circunscritos al ámbito académico, la globalización plantea o intensifica tambiénuna serie de desafíos culturales, educativos y éticos en los que la geografía regional puede

 prestar una aportación esencial. La mundialización de los flujos migratorios, la diversifica-

ción de los origenes de esos flujos y en las principales regiones receptoras, la sustitución del predominio de los europeos por ciudadanos de Asia, África y América Latina, entraña laformación de sociedades multiculturales y pluriétnicas, frente a la relativa homogeneidad

 previa de los Estados-nación. En ellas, el acomodo o la integración de los inmigrantes generaen muchos casos problemas de convivencia, así como reacciones de rechazo o de temor. La

 propia globalización cultural bajo patrones occidentales encuentra una contestación rotun-da en ciertas áreas o comunidades, que reaccionan reforzando o incluso radicalizando suidentidad étnica yreligiosa: los cruentos atentados terroristas en Nueva York (2001), Madrid(2004) y Londres (2005), entre otros episodios, han traído la cuestión del fundamentalismoislámico al primer plano de las políticas de defensa y seguridad de numerosos países (occi-dentales y no occidentales); míentras que la teoría del «choque de las civilizaciones» de~arnuel !"luntington .(1998), una de las más influyentes en relación con el orden geopolíticomternaclOnal postenor a la guerra fría, ha augurado un futuro marcado por conflictos quetendrán su raíz principal en las diferencias culturales.

. En ese con~exto,los valores educativos de la geografía en general, y de la geografíaregIOnal en partIcular, encuentran un reto y una justificación particularmente relevantes.Como producto institucional, la enseñanza pública de la geografía ha sido, ciertamente,desde el siglo XIX, vehículo para la socialización de las ideologias territoriales domínantesobjetivo del.que tampoco se ha separado hoy día. En la mayoría de los países occidentales:durante el SIglOXIX Y buena parte del XX esta enseñanza sirvió sobre todo para fortalecer losvínculos emocionales y políticos del ciudadano con el Estado propio (contribuyendo a dotar de contenido nacional a esos Estados), proporcionarle información sobre los recursos reales? poten~iales del país, o inclus? legitimar, en ciertos momentos, situaciones geopolíticasmternaclOnales claramente deSIguales, como el orden colonial. Y tanto en aquellos paísescomo en muchos otros ajenos a la cultura occidental, la educación geográfica representa,todavia hoy, un instrumento esencial en la formación de identidades sociales yterritoriales,en especial a escala local, regional y nacional, un objetivo que justifica en buena parte suinserción y continuidad en los sistemas educativos nacionales.

Es evidente que la enseñanza de la geografía se ha utilizado y puede utilizarse paraalimentar localismos y nacionalismos excluyentes, así como para justificar un orden inter-nacional desigual. Pero también que se ha usado y puede usarse al servicio de concepcionesnacionales mucho más cosmopolitas, liberales, integradoras, plurales y solidarias, que faci-liten al ciudadano identificarse simultáneamente con diferentes escalas socio-espaciales,tomar conciencia de su interrelación y sentirse parte activa e implicada de los problemas queatañen al conjunto de la humanidad. Porque, como se ha recordado recientemente:

61TRATADO DE GEOGRAFíA HUMANA

17.Ideas parecidas. aunque planteadas a otra escala geográfica, han inducido los pronunciamientos de los,princi- pales órganos políticos de la Unión Europea, así como de la Comisión Europea, en pro de reforzar la presenCIa de ladimensión europea en los distintos niveles educativos de los países miembros (Villanueva, 1995).

Desde esa perspectiva, el objetivo de apreciar la diversidad no puede considerarse in-compatible con elde cuestionar y denunciar las crecientes desigu~da~~s soc~oeconó~icas anivel mundial y promover, desde las aulas, el ideal de una mayor JustIcIa SOCIaly amb.le.ntal.El respeto de la diversidad no ha de confundirse, tampoco, con la defensa de un relatlVlsmoextremo y, a la postre, neoconservador: este es uno de los riesgos éticos más notabl~s y másduramente criticados de ciertas actitudes postmodemas (Mardones, 1994). La ensenanza dela geografía regional debe contribuir a la difusión de valores yderechos de vocación absolutay universal así como ayudar a clarificar ideas y proponer soluciones ante problemas que noscompeten ~ todos, como el hambre y la pobreza, las amenazas y con~ictos bélicos. o lasconsecuencias de una explotación abusiva de la naturaleza. Y en la medida de lo pOSIble,autilizar el conocimiento geográfico para reducir tales realidades, si no para erradicarlas.Porque, como apuntaba Stoddart (1994: 539), «la geografía regional ayuda a identificar y aespecificar esos problemas; es, sin embargo, el principio, más que el final».

... debe ser un conocimiento que suministre medios para engendrar sentimientos di~osde la humanidad; debe luchar contra el racismo, la guerra, la intolerancia y la opresión;debe desmentir las falsedadesque resultan de la ignorancia, dela opresión y del egoísmo(Stoddart, 1994: 542-543).

., global resumido en eleslogan, ampliamente difundido, de «pensar globalmente, actuar ClOn , h il' dI' . d Ad10calmente».Enparecidosentido,sevienehablandomuc o,ut Izan o ostermmos e e-la Cortina, del reto de formar un «cosmopolitismo arraigado» (San~, 2001). Y dentro de e.sereto, con independencia de otras orientaciones posibles, las potencIalidades de nuestra dIS-

ciplina parecen incuestionables ....Lacomprensión delsentimíento de pertenencia y de responsabilidad respecto a la propIa

mum'dad no excluyela comprensión de -y la preocupación por-los problemas de otrosco 'd d d ..territorios, o mejor, de las interdependencias de los ~ue?los y d~ la necesl a, ~cooperacl?nentre los mismos. La geografía regional puede contnbmr a explicar «porque eXlstenespacIOs

sociedades distintos entre sí, pero enfrentados a problemas comunes» (Riudor, 1988: 88);~uede ayudar también a una mejor relación entre el ?ombre y .Ianatu~eza (Nir, 1985); p~edeser un modo, no sólo de conocer «laprodigiosa capaCIdadcreatlva-y anadamos, destructiva-del hombre» (Pinchemel, 1989), sino también de «comprender y honran>otras culturas; puedeservir,en fin, como un vehículo de entendimiento, acercamiento, tolerancia yrespeto, .ensen-tido amplio, hacia otras formas de organización social yde aprovechamiento del medio, yuninstrumento para fomentar la cooperación y el entendimiento intemacio~al (Graves, 1985;Johnston 1997; Willis, 2004). La geografía regional del mundo, en espeCIal,puede mostrar cómo dif~rentes civilizacioneshan tenido también una manera diferente de organizar el espa-cioy que cada manera puede entenderse y,por lotanto, respetarse.Y e.sto,como señ~a Phíllip~Pinchemel (1989: 19), resulta Ullaelección «vitalen un mundo que tlende a orgaruzarse segunel modelo de las sociedades postindustriales de Occidente».'7

Claro está que la tolerancia no debe ni puede excluir el juicio crítico ante determinadosvalores y actuaciones, como tampoco minimizar el carácter universal de muchos de los problemas y retos del ser humano. Como ha reclamado Stoddart parafraseando el memora- ble artículo de Kropotkin (1885), la geografía:

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Jacobo García Á lvarez 

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G E O G R A F íA R U R A L

 Án ge l Pa ni ag ua

Consejo Superior de Investigaciones Científicas, España

¿Es posible hacer una síntesis de la geografía rural internacional? Es un interrogante quesurge ante la dificultad de encontrar ejes o hilos conductores en el propio desarrollo de ladisciplina,más alláde los obviamente advertidospor el análisis de una subdisciplina netamente

espacial. En todo caso, son tantas las salvedades, los diferentes ritmos, la superposición deescuelas, la dificultad de encasillar muchos trabajos en alguna tendencia, la dificultad deencontrar centros (conceptuales) y periferias (aplicadas) que todo ensayo de revisión inter-nacional es difícil que pueda ofrecer una completa riqueza de opciones. Amenudo los pro-

 pios trabajos de revisión conceptual  suelen estar fundados en la propia dinámica o en escue-las nacionales, sobre todo donde existe una cierta tradición en la investigación.

En un esfuerzo de síntesis de los ejes vertebradores de la evolución de la geografía ruralinternacional pesan, de una forma permanente, dos grandes factores: por una parte, unatendencia a aislar su objeto de estudio; ello proviene del carácter netamente espacial de estasubdisciplina geográfica horizontal que, a menudo, lleva a considerarse como un mero con-tenedor de hechos o fenómenos. Por otra parte, también interviene una permanente influen-cia de las tendencias teóricas y metodológicas generales de la geografía y en muchas ocasio-nes de las propias ciencias sociales.

Estos dos ejes en la progresión de la geografía rural tienen diferentes velocidades en las

distintas áreas geográficas y científicas que pudiésemos admitir: anglosajona, francesa, lati-noamericana o del sur de Europa, lo que determina una notable variación de enfoques,También es fruto de realidades sociales, ambientales y propiamente espaciales diferentes.

Esta variación espacial en el desarrollo de la geografía rural pone de manifiesto elcarác-ter eminentemente aplicado de la disciplina. Los problemas en cada área varían y en relacióna elloses preciso introducir cambios en los enfoques y en la agenda de investigación.

Este capítulo se estructura en las tres principales fases de la geografía rural. Una prime-ra etapa hasta los años sesenta, en la que la geografía rural queda ligada a la geografia regio-nal, una segunda etapa de renovación y autonomía de la disciplina desde los años sesenta-setenta ligada al positivismo y la relevancia del estructuralismo, y finalmente una terceraque se desarrolla en las últimas dos décadas de manera asociada a la influencia de las co-mentes ambientales y ético-reflexivas.

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