fernando sanchez y otros - bordeando el rio

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El lector tiene en sus manos una docena de cuentos detres jóvenes escritores dominicanos. Aunque se proyectan porsenderos distintos, por cierto bien diferenciados y distantes,tienen una temática común, un aroma nacional bastanteacentuado, y un propósito común, por lo menos aparente,de consolidar una literatura narrativa en nuestro país.

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  • bordearldoel

    - Relatos -

    rlo

    Fernando SnchezJimmy SierraAntonio Lockward

    Coleccin Cuento Ediciones Universitarias

  • PRIMERA EDlCION

    Realizacin artstica:Eridanl MirMarcial S.Rafael Abreu Mejia

  • INTRODUCCION CON ADIVINANZA

    El lector tiene en sus manos una docena de cuentos detres jvenes escritores dominicanos. Aunque se proyectan porsenderos distintos, por cierto bien diferenciados y distantes,tienen una temtica comn, un aroma nacional bastanteacentuado, y un propsito comn, por lo menos aparente,de consolidar una literatura narrativa en nuestro pas.

    No es a mi, y menos en esta nota introductora, a quiencorresponde emitir juicios en un terreno que me es esencial-mente inhspito. Siempre me pareci comprender a Valry,poeta, cuando explicaba que era constitucionalmente incapazde hacer un relato y que le era materialmente imposibleescribir: "la marquesa sali a las cinco . .. " Guardadas lasdistancias, es mi caso. Y, por otra parte, no es mi misinestablecer jerarquias entre estos inquietos muchachos.

    En algunas de estas pginas he encontrado con satisfac-cin inmensa, calidades superiores. Una ooncepcin muypura del cuento, este gnero tan particularmente dificif que,por ciertas razones, yo asimilo al soneto en el campo de lapoesia. Al mismo tiempo una visin nacional muy justa, quese aparta ya de la tradicional filiacin naturalista, predomi-nantemente campesina, que tuvimos en el pasado comomateria natural de los cuentos. Y tambin una intensapreocupacin por el destino de todo el pueblo.

    No en todas las pginas, empero. Hay tambin debilida-des notorias que resultan de la falta de un trabajo msconstante y prolongado y, si se quiere, ms exigente. El artees una forma de calistenia, que supone una inquebrantabledisciplina matinal.

    Pero esto debemos obviarlo. Saludemos con el mayorentusiasmo las magnificas cualidades de narr~dor genuino

  • que transitan por algunos de estos cuentos. Yo he encontradouno que puede ya transitar por el mundo y darse la manocon los maestros reconocidos. Pero son doce cuentos. Si ellector coincide conmigo en que hay uno de ellos que puederecorrer el mundo, entonces las generaciones jvenes hancumplido su misin. El mundo est en ansiosa espera ypodemos sentirnos profundamente regocijados.

    pedro mir

  • 12

    3

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    EL GRAN PECADO

    EL ABANDONO

    LA META

    LOS HIJOS DE CAIN

    FERNANDO SANCHEZ

  • fERN"NDO SANClIEZ

    Naci d 11 de hilo dd 1')44. ell San/o DomiflKO. EJlUdillnltde ,mIM de la ~r"" de MtdiciN> de la VASO. Mi#:mbrodel Grupo LA ISLA. t:fII:/11fI1dO de la &cel" de UltralUrtJdtlMCU.

  • 1S, yo soy el culpable, el gran culpable. Todo esto meivergenza, me hace sentir humillado. Cuando camino porlas calles y alguien fija su mirada en mi, de inmediato unasensaci6n de angustia me oprime, porque seguramente pen-sarn: ceAh va l, fingiendo seriedad, cuando todos sabemosque ya est perdido"

    Cada da esta situaci6n se hace ms intolerable. Da trasda la misma lucha y la nueva derrota. No me valen prome-sas, trato de dominarme y no puedo, es un impulso tan na-tural, tan mo, que me resulta sumamente difcil reprimirlo.

    Pero no es esto solamente, no es loque yo siento dentrode mi que me devora; tamhin siento que todo el peso delmundo se me viene encima cuando pienso en la posibilidadde que mam o pap -pero sobre todo mam- se den cuentade todo esto. De que su hijo, que recientemente celebr susquince aos, sea capaz de cometer semejante accin, deque a diario o casi a diario, desciende a los ms bajos abis-mos de la ignominia~Todo esto es terrible, creo que de mo-mento no podr soportarlo, entonces, bueno entonces nose qu disparate sera capaz de cometer.

    Un monstruo, esto es, un monstruo, porque de qu otramanera se me podra calificar. Qu palabra podra definirmejor a un individuo careQte de voluntad y de los ms ele-mentales principios ticos? Pero sobre todo a mi edad,quince aos, y ya por este camino.

    y no es que yo est exagerando la situaci6n en que meencuentro, el cura me lo confirm6. Recuerdo cuando acuda sus consejos, le confes lo que me pasaba; le habl concierto miedo, con una vergenza ~ue sonrojaba mi faz noto-riamente, y entonces fue cuando el con cierto aire de pater-nalismo, me lo dijo. Me habl del extremo el peligro quecorra, del riesgo de perder la gracia de contarme entrelos hijos de Dios, de la vergenza que sentiran mis padressi llegaran a enterarse de esto, de lo nocivo que era para

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  • bordeando el ro

    mi cuerpo y alma seguir tales prcticas; incluso lleg aamenazarme con la perdici6n eterna, con sufrir de los Insgrandes tormentos en el infierno sino me correga.

    Pero el pobre cura es tan bueno! me dijo adems quetena otra oportunidad, que deba aprovecharla, que todo lodeca por mi bien, pero no obstante, volvi6 a insistir sobrelas terribles consecuencias en caso de que no atendiera alo que me haba aconsejado.

    y realmente, el cura parece que tena. raz6n, porque helogrado mantenerme alejado por una semana de esa afrentaodiosa. Empero, en todos estos das mi humor no es el mis-mo, mi carcter se ha como trastornado completamente;ahora en casa me dicen que soy odioso, incluso he llegadoa perder el apetito, y apenas si puedo concentrar mi menteen los estudios.

    Confundido, totalmente confundido me encuentro ahora,sobre todo despues de haber consultado con mi profesor elproblema, ahora l es el culpable de esta situaci6n amarga.El profesor me ha dicho todo lo contrario a lo del cura, meha hablado de la naturaleza, de instintos, de funcionamien-tos orgnicos, pero no se ha conformado con esto y ha idoms all, y me ha dicho que todo lo que yo veo como execra-ble y abyecto no solo era algo normal, sino necesario.

    Pero no, el profesor ese es un estpido, c6mo se atrevea decirme tal cosa si ya el cura me ha dicho que esto no esas. Seguramente querr que yo siga en el camino de la per-dici6n. Pero se equivoca medio a medio si cree que yo voya llevarme de lo que me dijo. S610 porque es mdico, porquetodo lo hace bajo la rigurosidad cientica se cree un omni-potente, pero bien me lo dijo el cura, debo tener cuidado conlos malos consejeros, con los emisarios del Diablo, comome dijo l. Pobres estpidos estos hombres de ciencia sicreen que con eso van a burlar a Dios!

    Empero, pese a que yo no quiero hacer caso de lo queme dijo el profesor, ha logrado confundirme. Ahora mi situa-ci6n empeora a cada instante. No me extraara mucho quefuera a enloquecer. Creo que no soportar por mucho tiem-po esta terrible sensaci6n de angustia y miedo. Es preferi-ble deshacerse de la vida a seguir con esta situaci6n queaguijonea a cada segundo mi cuerpo.

    S, seguramente yo soy el monstruo, el culpable; perodebe haber alguien con mayor culpabilidad que la ma; al-guien que ha dispuesto a su antojo o conveniencia esta situa-ci6n; alguien que trata de confundirme o perturbarme o al-

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  • el gran pecado

    guien que est ms confundido y perturbado que yo. en estaprctica de la masturbaci6n.

    Santo Domingo,20 de Julio del 1967.LA ISLA.-

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  • 2Para t, mi nombre no tiene importancia. Nos conocemosbien aunque no hemos hablado nunca. Hace aproximadamen-te un ao que sal de Los Ranchitos hacia este pueblo. Lavida miserable de esa loma, me oblig6.

    Es verdad, s, que all se cosecha muy buen caf y queel tabaco se da bueno cuando le cae la lluvia a tiempo; peromi oficio era muy duro: arar, sembrar, cuidar y recoger,la tierra, semilla y cosecha que no eran mas. Vea al solnacer y morir mientras registraba cada una de las mataspara ver si en las hojas del tabaco no haba ningn malditogusano. Luego de todo este trabajo, tena ganados setentay cinco centavos, suficientes para seguir arrastrando lavida.

    Toda la ganancia de la cosecha era del patr6n, y solo sevea en l, en su camioneta Chevrolet que tena que dejar.ala orilla del arroyo de Jacagua, porque no se puede llegarhasta all arriba en esa mquina; en su casa de campo connevera y con planta de corriente elctrica para ellos solos,con su ruido molesto, que tiene harto hasta a las gallinas.

    Pese a esto, yo tena un gran afecto al patr6n, y siempretrabajaba mucho para que se diera cuenta de ello y se fijaraen mi, y en verdad que ya lo estaba consiguiendo, pues hastalleg6 a dejarme subir en su camioneta, y yo me sentaba enla barandilla de la cama para que las muchachas me vierany yo pudiera decirle adi6s desde ese aparato que corra tanaprisa. Sin embargo, cuando el patr6n me despidi6 no sentmucha pena; al patr6n poda aguantarle cualquier cosa, peroa su hijo no. Me caan mallos seoritos del pueblo que nun-ca haban doblado el lomo para ganar el dinero que tan f-cilmente derrochaban en sus borracheras. E1hijo del patr6nsolo iba en vacaciones a la finca; me pareca rdculo consus cabellos largos y sus pantalones cortos y estrechos,dizque a la moda; para m, que a su misma edad haba suda-do tanto, todo esto no era ms que mariconera. El mocito

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  • el abandono

    quizo abusar conngo, ordenndome que fuera donde lsabe-lita y le dijera que l quera verla porque tena algo impor-tante que decirle. Cuando le dije que ese no era oficio dehombre amenaz darme con una vara de guayabo a la vezque me insultaba como hijo deputa, y esto que no lo soportoa nadie me encoleriz tanto que le golpee hasta hacerlo san-grar.

    Desde entonces~ ninguno de los dones del lugar quierensaber de n. Pense en irme hacia otro campo, pero en estomi vieja muri en medio de una calentura grandsima. DoaRosa, la curandera, dijo no Re qu vaina sobre un espritu,pero luego, unos seores del pueblo me dijeron que si no hu-biramos vivido tan lejos los doctores la hubieran curado enel hospital. Desde ese da decid abandonar el campo porqueall el hombre est olvidado y vale menos que las hojas debatata que damos a los puercos.

    y ya vez, ahora estoy aqu, contigo. Al principio no tenatrabajo, una pila de mangos tena ms importancia que yo enlos alrededores de este mercado sucio y fangoso, con casasde yaguas y de cart6n como las de n campo, y que me hacever esto completamente distinto a lo que me haban dicho dela capital.

    Fue mucho lo que soport antes de conseguir un empleo.Un da en el que parece que me levant con el pie derecho,andaba con n saco de henequn al hombro dispuesto a car-gar la compra de los marchantes, cuando un seor vestidomuy elegante, con su quepis de ramos en la visera y su pis-tola a la cintura, me llam para que llevara su carga al ca-rro, cuando me acerqu a l, reconoc que se tratata delhijo de don Tao, compadre que era de pap (que en paz des-canse). Entonces me le d a conocer y aunque no me saludcon la efusin que yo esperaba, me pregunt sobre el lugar,y luego habl de engancharme, le dije que yo haca cualquiercosa c~n tal de salir de esta miseria.

    Ahora ando vestido de negro, planchadito, con n kepisy mi revlver al Cinto, y noto que me miras malo que in-tencionalmente haces por no nrarme. Que cuando paso portu lado te callas o bajas la voz y te pones a hablar de Mari-chal y su contrato de cien mil pesos, y todo esto yo no loentiendo, porque antes yo no exista para t, yo era algo peorque el perro del dueo del almacn, a quien le daban leche ycarne tres veces al da.

    He tratado de averiguar con mis compaeros lo que tepasa conmigo, y me han dicho que eres civil, que eres mi

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  • bordeando el r(oenemigo y que mi afn debe ser el de destruirte porque sino lo hartas t primero. Al principio cre que todo era unabroma, pero luego vi como te insultabanenel cuartel y comote humillaban y golpeaban, comenc a pensar que t debasser muy malo para que te trataran en esa forma.

    Cuando me llamaron a que te conociera, me confund aunms, pues me negaba a creer, que t, con tan escazos aos,fueras tan despreciable; me invitaron a golpearte, y lo hice.Creme que esa noche no pude dormir, mi conciencia recla-maba una explicacin frente a mi actitud cobarde de golpeara un hombre esposado. Adems, yo no me haba enganchadopara maltratar a nadie.

    Al da siguiente me dirig al cuartel con el propsito deno volver a repetir mi injustificado comportamiento del daanterior nero despus. no era sino eso lo Que yo vea da trasda, y las torturas y humillaciones que reciba me molesta-ban cada vez menos pues poco a poco fueron hacindose comoalgo del ambiente.

    En una ocasin me enviaron a vigilar una manifestacin,te vgritar y ocuando hablabas de los obreros y los campe-sinos, saba que decas la verdad y me dieron ganas de aplau-dirte, pero de pronto mis compaeros cpmenzaron a dispararsobre ti, y me puse nervioso, mis balas tambin comenzarona zumbar sobre tu cabeza. De ahen adelante, te he golpeadovarias veces, creo que todo esto es propio de mi nuevo oficio.

    Ahora quiero decirte, que me hubiera gustado no tener na-da contra ti, que mejor hubiera sido vivir tranquilo, con micheque mensual, mi mujer y mis hijos; pero cada da me es-toy alejando ms de esto, por eso, te odio a ti Yal coro-nel que me dijo que eras mi enemigo.

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  • 3- Todavi'a me siento un poco atontado, beb demasiadoanoche, la culpa es de los muchachos y su afn de despedir-me.

    - Te extraaremos mucho.- Yo me sentir muy inc6modo sin ustedes. Tantos aos

    juntos1 Pero sobre todo lo siento por Isabel, la pobre sequed llorando. Lleg6 a preguntarme que si la queri'a, tuveque besarla de inmediato, que si no, llego a llorar tambien.

    - Tontera de mujeres. De cualquier hecho hacen unatragedia.

    - No se por qu se me antoja que la quiero ms. Estabatan nerviosa esta tarde, que Ueg6 a volcar un vaso de cer-veza sobre mi traje nuevo.

    - No me lo recuerdes, que ya me re lo suficiente con lacara que pusiste antes de echar la primera carcajada.

    - Bah, eso no tiene importancia. Lo que me molesta sonlos veinte pesos que le debo d sastre. ILas maldiciones queechar ese viejo cuando sepa que me he idol

    - No te preocupes por eso, ese maldito viejo decrpitomucho que ha robado como prestamista.

    - No, tengo que envirselo, lo conozco. Un da se atrevea aparecerse por all tocando mi apartamento. Pero diablo,estas emisoras no sirven, me tienen harto con la malditamsica de la nueva ola.

    - Acostmbrate, all la tendrs cada minuto en tus odos.- No me jodas con eso, bien sabes que no me importan

    su msica ni su whisky.- Te lo digo, poco a poco te irs acostumbrando. Sucum-

    birs ante el medio.- Tal parece que no me conoces.- Te conozco bien, Roberto. Eres capaz de los cambios

    ms radicales.- Sabi'a que ah tendri'as que llegar. De seguro que crees

    que esto es una huida, que trato de escapar.- No es eso, Roberto- No trates de cambiar, bien s a que te refieres. Pero

    t bien sabes que a m nadie puede calificarme de cobarde,panicip en todas las formas de lucha desde la cada deltirano.

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  • bordeando el ro

    - S, y qu?- S, y qu. Como si mi vida no valiera nada. Pregntale

    a la calle Espaillat, al Conde, al Baluarte. Despues al Puen-te Duarte, a la Fortaleza Ozama. Anda, ve pregntale quinera el primero en la lucha.

    A medida que la conversacin avanzaba, yo senta uncalor que me arropaba entero. Sin darme cuenta, habaacelerado mucho al Volkswagen y el marca milla llegabaa ciento veinte. Comenc a reducir, luego llegu casi hastadetenerme, de todos modos, el Aeropuerto no estaba tanlejos.

    - Quien se quede luchando aqu es un pendejo. Yo nonac para semilla.

    - Eres un fracasado. Cuando todo el mundo hablaba derevolucin, ah, t tenas que ser un revolucionario. Cuandotodo el mundo asista a las manifestaciones, t siempreeras de los primeros. En Abril todo el mundo se lanz alas calles, y estuviste en el Puente, combatiste en la Forta-le za, y te sentas el gran hroe, porque era .innegable, yala victoria era nuestra. Pero no, de pronto cielo, mar ytierra se infestaron de yanquis, y todo se fue al caraja. Soloeras el gran revolucionario en la victoria: es ahora que tenecesitan los obreros y campesinos que t decas defender.

    - Ests ciego, eso es lo que te pasa. No te' das cuentaque no vale la pena sacrificarse? Todo seguir igual. Elmundo no cambiar. Los de abajo siempre sern de abajoy los que salimos a defenderlos somos golpeados y asesina-dos ante la indiferencia de los mismos que defendemos, esoes lo que nos ha enseado la historia.

    - Me das pena. Parece como si no conocieras el desa-rrollo de la sociedad. Millares de hombres se han opuestoal progrt..so desde que el mundo existe; otros han sido pe-simistas como t; pero ninguno, ninguno ha logrado impedirque la esclavitud diera paso al feudalismo y que este fueraenterrado por el capitalismo. Ahora t pretendes que nosvamos a quedar ah. Que de pronto se le rompi el engra-naje al mundo y no caminaremos ms. Pues no. La historiacontinuar su marcha progresiva y aplastar a los que. in-tenten detenerla.

    Habamos llegado al Aeropuerto. Dos hombres se acer-caron a nosotros. Uno se ofreci para cargar la maleta deRoberto, el otro para cuidar el carro. Los r'echazamos concortesa. Al menos no haba necesidad de cuidar el auto,nos rodeaban otros ms lujosos que podan satisfacer elgusto -seguramente refinado- de cualquier ladrn. Luego,Roberto llen los trmites necesarios y solo nos quedaba

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  • la meta

    esperar que anunciaran el momento de partida.

    - Vamos, nos tomaremos una cerveza.- S, vamos. Aun nos queda tiempo para que al menos t

    me llegues a comprender.- Te comprendo, Roberto. Eras un romntico. Ahora un

    derrotado. Al fin de cuenta tu extracci6n social es lo queinfluye. En cierto modo has cooperado al proceso revolu-cionario; pero ahora te vas, cuando ms te necesitamos.

    - Te vas, y me lo dices como si all se estuviera libran-do una batalla y yo la hubiera abandonado. No" t bien sabesque cuando hubo necesidad de fajarse yo fUl de los prime-ros.

    - Es que t crees que la lucha solo consiste en tirarbalazos. La lucha es algo ms que eso, ms difcil aun queeso. Es el sacrificio diario de compenetrarse con la masa.De tener fe en ella. De saber que tarde o temprano, el triun-fo ser nuestro.

    - S, se oye muy bonito lo que t dices, pero ya es tarde,no cambiar mi decisi6n.

    Mir a Roberto con lstima mientras me levantaba de lasilla para ir al sanitario. "Gentlemen" rezaba el letrerolum'nico, y me di6 ganas deromperledeun puetazo. Cuan-do regres a la mesa, no encontr a Roberto.

    "Atenci6n pasajeros Atenci6n pasajeros Vuelo 403rumbo a New York saldr dentro de un minuto Atenci6n ."

    Me dirig de prisa a la fila que hacan los viajantes an-tes de subir al avi6n, seguro de que Roberto habla acudidoa ella velozmente cuando escuch6 el aviso. Fui a la fila y nolo encontr. v a cada uno de los pasajeros que subieron alpoderoso Jet y tampoco estaba. El avi6n comenz6 a hacerruido y a rodar por la pista, me volv. Diriga la miradapor doquier y Roberto no apareca. Finalmente, fui a buscarel Volkswagen y no estaba. Comenc a comprenderlo todo:Roberto se haba llevado el cepillo. Quizs si mis palabraslo convencieron y solicitara de nuevo su ingreso a nuestrasfilas. Pero diablos, tremendo chasco que me ha hecho pasar.Dejarme solo en el Aeropuerto no es ninguna gracia.

    Al fin pude conseguir un auto que me llevara de nuevoa la ciudad. En el viaje de regreso una serie de confusospensamientos acudan a mi mente. Sacuda ligeramente lacabeza en un intento de despejar el ligero sueo que meinvada. Mientras el carro avanzaba trataba de entretener-me dirigiendo la mirada a uno y otro lado de la autopista.A la izquierda los cocoteros y el mar. A la derecha, las

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  • bordeando el ro

    gigantescas jabillas rodeadas por un yerbajo amarillento yescazo. Aqu y all algn :r:ancho desafiaba las leyes delequilibrio. A la sombra de' una guzima varias mujeresvendan cocos y lechozas. mientras un nio corra con superro y su barriga demasiado prominente. Luego. un auto-mvil que se haba quedado a la orilla de la autopista poralgn maldito defecto. y la cara de desazn que tenan losocupantes del mismo. mirando el reloj y pronunciando algu-na malapalabra.

    - Parece que pas algo all delante -me dijo el chfer.alargando el cuello hacia la derecha en un intento de ver loque suceda.

    - S. hay mucha gente. detente.

    Me asom al pequeo precipio. mi Volkswagen marrnestaba all. confundido con la tierra. en el fondo.

    - y el hombre que lo manejaba -pregunt azorado.- Se lo llevaron al hospital hace un momento.- Vmos chfer...- S seor. Fjese como se mat ese hombre. La veloci-

    dad tal vez.

    Quise hacer un esfuerzo. pero no pude. Finalmente aso-maron las lgrimas a mis ojos.

    - S -le dije al chfer- exceso de velocidad tal vez. Losque pretenden ir muy pronto como los que no intentan alcan-zar la meta. nunca llegan a ella.

    Santo Domingo.26 de Octubre del 1967.LA ISLA.-

    16

  • 4Haba salido del cine. La noche se haba tornado frescano vesta la ropa adecuada y comenc a sentir fro. Pens~

    que una taza de caf me sentara bien. Entr a una barra.

    - Leonardo, Leonardo.

    Me volv.

    - Pedro, viejo amigo.- Leonardo, cunto tiempo.

    Nos abrazamos efusivamente. Eramos viejos camaradas.Habamos estudiado juntos desde la primaria. Haca cercade cinco aos que no nos veamos.

    - Anda, Leonardo, ven, sintate conmigo. Mozo, }J0rfavor, otro vaso y otra cerveza. Pero dime Leo lque hasido dtu vida en estos ltimos aos?

    - Estudio. Estoy al final de mi carrera. Pero cuntamet, saba que no estabas en el pas. lD6nde estabas? Quhacas?

    - Estudiaba en los Estados Unidos. Recin he obtenido midiploma, me he graduado en sociologa.

    - Oh, cuanto me alegro- Ah, levanta tu vaso, brindemos por nuestro feliz en-

    cuentro.

    Apuramos el sorbo.

    -Desde que me enter por la prensa de la Revoluci6n,no dej de sufrir. Buscaba siempre las noticias. Me amar-gaba imaginar lo que sufran ustedes.

    - No suframos.-lCmo? lT no estabas en el pas cuando la Revoluci6n?- S, estaba. Luchaba junto al pueblo. En los comandos

    no suframos, nuestro orgullo y coraje no nos permitansufrir, sabamos de lo justo de la lucha.

    17

  • bordeando el ro

    - Ah, t eras combatiente, y c6mo fuiste capaz, no teimagino junto a esos comunistas.

    No me sorprend. Lo presenta. Pedro nunca se interes6por la poltica. Siemyre hablaba de viajes, de estudiar paraganar dinero. TodaVla era el mismo.

    - Ests equivocado, Pedro, te has dejado confundir porla propaganda.

    - Bueno, no me gusta discutir sobre este asunto, la pol-tica no es buena, mejor hablemos de otra cosa.

    - Vuelves a equivocarte, Pedro, el mal no est en la pol-tica, adems no temo hablar de ella.

    - S, Leo, pero hablemos de otra cosa. Sabes, la vidaen Washington es maravillosa, pero New York no me gusta

    - Seor, deme algo.

    La voz se haba deslizado tmida, suave, temblorosa. Nohabamos hecho caso de la splica. La voz del nio volvi6a insistir:

    - Seor, deme algo....

    Pedro, evidentemente molesto, sac6 una moneda y se laentreg6 al pequeo.

    - Pero dime, Leonardo qu es esto? Qu es lo que pasaaqu? Son las once de la noche y este es el sptimo nioque lle.$a pidiendo.

    - S1, Pedro, por eso tambien luchbamos en Abril.- Por eso? Pero estis locos. Hay que ponerse a tono

    con la poca. Ese problema solo tiene una soluci6n: Controlde la Natalidad.

    No le d respuesta. Lo miraba. Encendi un cigarrillo,de una bocanada esparci6 el humo por todo el local.

    - Como te deda Leonardo, en los paises subdesarrolla-dos las mujeres no pueden darse el lujo de parir comoconejas. Hace falta controlar los nacimientos, es la nicaforma de que los que ya vivimos podamos subsistir.

    - Pedro, cre que me habas dicho que estudiabas socio-loga.

    - Precisamente. Es en base a la sociologa que te hablo.Fjate. Nuestro pueblo, por ejemplo, sufre hambre y desnu-dez, yeso con los escazos millones de habitantes que tene-mos, imagnate que dentro de cinco aos dupliquemos esacantidad, para entonces tendramos que comernos los unosa los otros.

    18

  • los hijos de can

    - Te equivocas, Pedro. El problema no son los habitan-tes, es la explotacin. Cuntas tareas de tierra cultivabletenemos? Millones, pero estn en mano de algunas familias.Ellos disponen a su antojo de la tierra, de nuestra tierra,de la tierra de todos. Ganan millones para qu? Para guar-darlos, para vivir solo ellos, mientras millares de hombresdel campo se hunden en la miseria. y los ingenios? Obtie-nen ganancias de millones de pesos cada ao. Los dueosestn gordos, gozan de salud, mientras los obreros se con-sumen con sus mujeres e hijos en m'seras chozas.

    - Bueno, pero lo que yo quiero demostrarte, Leonardo,es que si furamos menos, los alimentos y los vestidospodran repartirse mejor.

    - No, Pedro, vuelves a equivocarte. El problema esten la estructura. Los obreros y los campesinos no quierenque sus patronos los traten mejor.

    -Cmo? No quieren un trato mejor? Entonces que eslo que quieren.

    - Lo justo. Los medios de p'roduccin deben estar en susmanos. Son la inmensa mayora.

    - Al diablo. Entonces lo quieren todo. No me imagino lachusma disp'oniendo sobre lo mejor para una industria. Ten-go que decrtelo, Leonardo, los pobres se quieren adueardel mundo yeso no puede ser.

    - Te compadezco, Pedro, los profesores de Washingtonte han convertido en un defensor de sus intereses; emperohay algo que no deja que te engaes: la realidad, Pedro,cuando la reconozcas no permanecers tan indolente.

    - Bueno, te confieso que ahora me siento un poco con-fundido, pero aun creo necesario el control de la natalidad.

    - Todava tienes la oportunidad de pensarlo mejor, perote lo repito: comenzamos en Abril, no descansaremos hastacompletar nuestra jornada. Para entonces las madres podrntener todos los hijos que quieran. Y ahora, excsame, eltiempo ha avanzado, debo llegar a casa.

    Sal. Record los aos en que Pedro y yo bamos juntosa la escuela. De sbito un amargor me subi a la boca: merepugnaba saber que Pedro era de ellos. De ellos, a los queno les basta con atropellarnos y matarnos en la vida, por-que ahora quieren asesinarnos aun antes de nacer.

    Santo Domingo,2 de Julio del 1967.LA ISLA.-

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  • 12

    3

    4

    EL COLDEN STAR

    EL CAMINO

    EL HOMBRE QUE NO HABLO

    EL APLAUSO

    JIMMY SIERRA

  • llMMY SIERRA

    Naci el 16 de DIciembre dt/ 1944, tn Si>n Olsrba/. E.".dianre de ri,,"ino de k1 Facultad de Cimc"" Jurfdlras.Stcnrtuio Gene"' del MCU.

  • 1"Golden Star" era el nombre de uno de los clubes msextraos que habi'a en cierto pa{s de Amrica. Para sersocio de l se exigi'a un requisito fundamental: ser millona-rio. Por eso, hacia 1954, "ao en que ocurri el extraordi-nario caso que voy a relatarles, 'el club slo contaba conuna reducida cantidad de socios.

    La directiva la compon{an los ms acaudalados. El msrico era el presidente y quien le segura en fortuna, el vice.Luego vema el secretario, depus el tesorero y, finalmente,los cuatro vocales. Todos teni'an una fortuna considerable.Los miembros simples tenian una libreta de banco menosvoluminosa, elevndose, sin embargo, por lo menos hastael milln exigido por el artculo 3 de los estatutos del Gol-den Star.

    A pesar de que no haba eleccin para escoger los direc-tivos, los cambios eran frecuentes. Si se comprobaba quelas arcas de algn directivo o socio hablan aumentado, so-brepasando a las de otro con algn cargo superior, el pri-mero desplazaba a este ltimo. Aquello era una verdadera"lucha intestina". No obstante, segn opiniones de algunos,ah! precisamente estaba la clave del progreso de casi todoslos socios. Quienes asi pensaban deci'an que, como los queestaban abajo queri'an subir y los de arriba no queran bajar,la preocupaci6n de todos era aumentar sus respectivascajas fuertes y sus cuentas en los bancos para desplazar oevitar ser desplazado. El cargo ms codiciado era el delpresidente.

    Dos cosas ms debo decir para dar una idea completasobre el Golden) sus integrantes: la primera es que cuandoun miembro cala en la bancarrota o su activo neto bajabadel milln, era expulsado. En esto eran inexorables. Lasegunda es que en la puerta principal del Golden Star hablauna enorme placa de bronce, en la cual pod{a leerse: "NOSE ADMITE LA CHUSMA".

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  • bordeando el ro

    II

    Mr. T. Happy y Mr. H. Smile, los dos miembros msbromistas del club se encontraban una maana de agostode 1954 en la casa del segundo, conversando sobre la fiestaque dara el Golden para celebrar el ingreso de varios nue-vos socios. Los dos amigos haban pasado revista a lastravesuras que haban realizado en las ltimas semanas, aexpensa de los incautos. Recordaron, por ejemplo, la caraque puso al infeliz mendigo al cual, desps de mostrarleun billete de mil pesos, sorprendieron dndole una monedade cinco centavos. Tambien rememoraron aquel inolvidablesbado en que pagaron a dos individuos para que le raspa-ran la cabeza a Madame Dollar. la aristocrtica esposa deltesorero del club. Aquella era una de las hazaas msarriesgadas y divertidas que haban hecho en los ltimostiempos. Ahora los dos millonarios discutan sobre la prxi-ma broma a emplear en la fiesta del club.

    - Qu te parece -preguntaba Smile-. si esta vez echa-mos aceite de recino en los bocadillos de la fiesta?

    -IBahl. gru el otro. Eso ya lo hiCimos una vez y des-pidieron al cocinero. Desde entonces no hemos vuelto a di-vertirnos con bigotes tan horribles como los que l tena.

    - y qu tal si aparentamos un incendio para llamar alos bomberos y escandalizar la fiesta?

    - Eso lo hicimos tambin. Smile. ahora debemos pensaren algo original. Algo verdaderamente nuevo ciertamenteinteresante Qu te parece si hacemos una apuesta?

    - Una apuesta? Para qu? Lo que yo quiero es diver-tirme.

    - Yo tambin. amigo mo pero la apuesta en que hepensado es realmente divertida... sumamente interesante.Imagnate que un obrero cualquiera entra al Golden el dade la fiesta y entonces

    - ilmposiblel. -le interrumpi Smile-. Te has vueltoloco? Ningn miserable puede entrar al Golden Starl

    - En eso consiste la apuesta precisamente. Ya he pensadola forma en que puede entrar uno.

    - Oye Happy. a mi me gustan las bromas. pero no voya romper la tradicin ms noble del Golden: All no cabela plebel

    - No me has comprendido. amigo, la idea es muy diver-tida. Lo que busco es alarmar a los dems socios anuncian-do que un pobre diablo tratar de introducirse en la fiesta.Luego que el obrero haya entrado yo mismo le echar fuera.

    - Bueno despus de todo. no est mal. Pero los infeli-

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  • el golden star

    ces tienen un rtulo en la frent~ que los identica. A lafiesta no podr entrar ninguno.

    - Te apuesto un mill6n de pesos a que lograr que entreuno.

    - Acepto, pero te advierto que si algo sale mal t eresel nico responsable.

    III

    Los dos amigos se despidieron, partiendo a prepararsus asuntos, cada uno con la idea de ganarle la apuesta alotro, pero ambos con el prop6sito de divertirse.

    La tarea de Mr. Smile fu sencilla. Se limit6 a espal'Cirentre los socios el rumor de que un individuo uno acepta-ble" , tratara de entrar a la fiesta. Al principio la noticia nopareci6 causar gran efecto entre los potentados del Golden.lEs imposible!, decan algunos. No puede ser!, exclamabanotros. Pero cuando ciertas madames, esposas de' algunossocios, decidieron tomar cartas en el asunto la situaci6nse torn catica. A tal punto que Mr. Millions, el presiden-te del club, orden la construcci6n de un detector anti-chus-ma, a un pais europeo. Tambin se contrataron los servi-cios de 10 detectives privados, asi como una docena deperros, especialmente entrenados para olfatear a la gentepobre. Otras providencias fueron tomadas, pero se mantu-vieron en un secreto tan hermtico que ni siquiera a estafecha he podido enterarme. Aunque segn ciertas personas,nunca fueron reveladas.

    IV

    El domingo en que se celebrara la fiesta, a pesar delos deseos de muchos socios, ,lleg, y fu preciso tacharel sbado anterior en el calendario.

    Ese da el Golden Star amaneci ms protegido que unafortaleza. En un principio se pens colocar a los detectivesen el interior, pero alguien expres y su sospecha fu aco-gida, que tal vez el intruso vema disfrazado de detective.Por ello se les coloc6 afuera, en sitios estratgidos -y tam-bin tcticos-, alrededor del Golden. Los perros olfateado-res fueron situados en los jardines y en el traspatio. Y el"Chusma-detector", -asi se llamaba el aparato-, fu colo-cado en la puerta de entrada del club, oculto tras una her-mosa cortina, aterciopelada.

    Al caer el sol, esa tarde, el reloj de la iglesia del pue-blo di6 seis campanazos. Cuando son6 el ltimo comenzaron

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  • bordeando el r(o

    a llegar los primeros invitados y, con ellos, la noche msterrible que recordaron haber vivido los que tuvieron laosada de ir al Golden Star a aquella fiesta.

    Al llegar, los invitados eran recibidos por Mr. Millionsy otros dos directivos, quienes se constituyeron en comitde recepcin -y tambin de identificaci6n. Entre los prime-ros en llegar estaba Mr. Smile. Este se pase durante unrato por el sa16n, saludando a los dems socios. Not6 quesu amigo Happy an no haba llegado. Media hora 'despusMr. Smile recibi una "mala" noticia de labios de MadameMoney: "El aparato especial para descubrir al intruso seha daado". "Qu lstima", le contes(6 Smile, con un acen-to preocupado. Mientras conversaba con aquella dama.! aSmile le pareci escuchar los ladridos de los perros en elexterior del club. Se excus ante ella para dirigirse a lapuerta y cerciorarse. Pero al llegar se encontr con suamigo Happy quien acaba de llegar.

    - Hola, amigo -le salud6 Smile-, hace rato que te espe-raba. y qu ha pasado? Has desistido de tu plan? Esosignifica que he ganado la apuesta.

    - No tan de prisa, amigo. Aguarda un poco ms y verasquin es el ganador.

    - Bueno, -dijo Smile-, veremos. Oh! Veo que traes guan-tes puestos. Me habas dicho que no te gustaba usarlos.

    - Ah!, le contest el amigo, es que para mi esta es unanoche especial y para no olvidarlo me he puesto los guantes.Pero, acerqumonos al centro del saln.

    En efecto, los dos amigos se dirigieron al centro delsa16n y despus de cambiar algunas palabras con variossocios y sus esposas, decidieron ocupar una mesa apartada,desde donde podran observar mejor el curso de los aconte-cimientos.

    A medida que pasaba el tiempo la densa capa de nervio-sismo que aprisionaba el ambiente pareca ceder y dar pasoa la esperanza (la posibilidad de que no se presentara elintruso). Al principio las conversaciones eran fras, silen-ciosas, tmidas, taciturnas, recelosas. Luego fueron subien-do det intensidad, llegando a oirse, incluso, risotadas espo-rdicas.

    Las cosas marchaban muy bien. Avanzada la noche Mr.Happy pregunt a su amigo:

    - y aquella mueca 28

  • el golden star

    aos, es la sobrina de Mr. Millions, que vino anteayer deInglaterra. Aguarda un momento y te la presentar.

    - Bien, -dijo el am~o-, esperar aqu(. Pero para cono-.cerla mejor me quitare los guantes. Es mejor sentir direc-tamente el contacto de sus bellas manos.

    Mr. Smile fu hacia el lugar donde estaba la joven, acom-paada de varias amigas y de inmediato le propuso la pre-sentacin de Mr. Happy. Luego hizo una seal a ste paraque se acercara. Cuando Mr. Happy lleg, Smile le dijo ala joven:

    - Este es mi amigo, Mr. T. Happy, quien desea conocerte;

    La joven correspondi a Happy con una delicada y tiernasonrisa, al tiempo que le extendla su hermosa mano. Peque-a y blanca, la mano de la joven se levant hacia las deHappy con un suave gesto, ms limpio que el vuelo de unapaloma. Pero, al hacer contacto con la mano del hombre lasonriso dp. la nia se quebr, sus ojos se abrieron desme-suradamente y un fuerte temblor se apoder de su mejilla.Movi sus labios, como tratando de decir algo. Pero de sugarganta solo brot una aguda exclamacin que sobrecogilas fibras ms ntimas de todos los presentes. Y el silencioimper en todo el saln. Hasta las notas del concierto No. 5de Beethoven, que se haban odo hasta ese momento, sbi-tamente dejaron de escucharse. El rostro de la nia estabaplido, color cadver. Algunas arrugas se insinuaron en sufrente y una repentina corriente de aire, ttricamente fro,recorri de extremo a extremo todo el saln. Pareca comosi la sbita y cegadora luz de un relmpago prolongado pre-sagiara la inminencia de un rayo que no acababa de llegar.Los ojos de todos se fijaron en la mano misteriosa de Mr.T. Happy, que haba traldo el escalofro hasta el rincn msapartado del saln. Pero nadie se movi, temerosos de in-fringir la ley del silencio reinante. Cuntos segundos, mi-nutos, dur aquella tenebrosa situacin? Nadie supo decirlocon certeza mas luego.

    Al fn, la joven se llev las manos a los labios, comopara facilitar la salida de un grito, involuntariamente con-tenido, que pusiera fin a aquella insoportable escena. Pero,en vez de gritar, estrepitosamente cay al suelo. En esemomento se oyeron los fieros y ensordecedores aullidosde los perros qe se encontraban en el exterior y el daadoaparato retumb, revelando la presencia del intruso. Losdetectives, que acababan de entrar, se abalanzaron sobreMr. Happy, es decir, su doble, ya que el verdadero Happylleg poco ms tarde, aclarndose las cosas. El impostor

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  • bordeando el r(o

    era un obrero que tena un extraordinario parecido con T.Happy Y haba pasado varios das con ste, aprendiendotodo lo relacionado con l para doblarlo. Aprendi su formade caminar, sus gestos, y todo, incluyendo su voz. Era unabroma estupenda ideada por Happy. Pero l no tena callosen las manos y la jovencita que se desmay6 nunca habasaludado a un obrero.

    30

  • 2y tanto que le dije a ese bendito muchacho que no semetiera en poltica. Que eso solo era pa' lo grande. Que lochiquito que se metian en eso se jodan. Ahora que l Itamuelto e que me he dao cuenta de que l tema razn y queel pendejo era yo. Lo que me incojona e que me haya econ-do e'sa pendej tanto tiempo.

    Qu jodiendal Quien lo meti a l en eso fu ese univel-sitario llamao Ccere. Ese si que e un muchacl}o inteligentey sabio. Me ense a mi Moreno a lee en un solo m. ydepu le trajo mucho papele con retrato de mucho slhombrebarbuse. Yo crei'a. que todito eran Fidel Catro. Pero depuMoreno me dijo que se llamaban Mar y Enyel. Tambin ha-ban do calvo. Creo que uno se llamaba Lenin y el otro Mao-set o Maosetn. La vaina e que yo tampoco se lee. Y eseCcere tiene m de do semana que no viene poi aqu. Yocreo que tiene mieo de que yo lo chivatee. El no sabe queya yo no soy reasionario. Quin lo iba a decl Depu queyo era tan jod6n. Pero yo tena que s as. Moreno era minico hijo. Mi nica eperanza. Dede que la mam del semuri l era la nica cosa en que yo pensaba. Yo deci'a. quelo iba a met a mecnico. Hata comenz a i' a la bomba deDon Ramn. Pero lo que hizo fu daase la ropa. Y esecabrn de Don Ramn no le di6 ni un chele. Y mi muchachotuvo que volv a coj la caja 'e limpiabota. El siempre medeca:

    - No te apure, pap, que un di'a. de'to te voy a sac deGualey. Ya casi toy consiguiendo un trabajo.

    Yo saba que l no iba a conse~u ningn trabajo. Eramuy difcil. Polque l no saba hace n. No era ni siquieramecangrafo ni alchivita, como el hijo de Don Cundn. Perome quedaba callao y le haci'a. cree que me taba riendo cuan-do l me deci'a. eso. A vece, lo domingo, l se iba bien tem-prano al melcado de Villa Consuelo, y eperaba a que comen-zara la lotera. Polque entonce mucho quinielero venden lobillete a 45 y hata a 40 chele. Y entonce compraba un bille-te. Depu que sala la lita y confrontaba el billete me deca:

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  • bordeando el r(o

    - Pap, poI poco no sacamo un bojote de cualto. Seguroque pronto no sacamo.

    Pobre hijo mo\ Un muchacho tan sano y jovencito y aho-ra ta 'bajo'e la tierra. La culpa la tiene ese maldito chivatode Polanco. Ese de~raciao ya ha hecho mat amucha gente.Pero su "batatica' tiene que lleg. Y entonce le voy acont un cuento. El se salv en la revolucin polque lo mu-chacho no lo agarraron. Y tuvo que ise a econd a un campode Azua. Ahora me acueldo como fu que jodi a mi Moreno.El siempre taba acechndolo. Y Moreno lo saba. Y tambinCcere. Pero no hicieron n pa quitselo de arriba. El dadel micromitin, cuando quemaron una goma y vino RadioPatrulla, poI poquito cojen a to lo muchacho. Y tu' el mundosupo que quien chivate fu Polanco. Entonce el Paltido tirun papel en el barrio diciendo que Polanco era un cali yque haba que ten cuidao con l. Me acueldo que depu laPolica vino a casa a buc a Moreno y el cabo me pregunt:

    - E aqu que vive un comunita?- No seol-, le contet.

    Entonces entraron y regitraron poI to la palte y no en-contraron n. Polque to lo papele taban econdo en la letri-na. y all ello no fueron.

    Cuando Moreno lleg yo lo rega, dicindole que se de-jara de esa pendej.

    - No puedo traicional al proletario, me dijo.- Que proletario el carajo\, le contet, Qu te ha dao a

    ti el proletario? Dime\

    Se qued pensando un rato y depu me contet:

    - El proletario me ha dao El camino Sil El camino\

    y se qued mirando alto cuando me dijo eso. Yo no en-tenct( qu quera l dec con eso de '''EI camino"

    Despu fu que vino la tragedia.

    Sucedi en aquella bendita fbrica donde l fu a lleves.o papele -volante, le deca l. Polanco vi6 cuando Ccerele trajo eso papeleo Y cuando Moreno sali l se le fu atr.Moreno se fu a la fbrica y se par en la puelta a epera que salieran lo s' obrero. Qu embromienda\ Si esa taldeello no hubieran sal{o, tal ve mi muchacho tuviera vivo. Pe-ro salieron. Como siempre. A la cinco y media. Moreno

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  • el camino

    comenz a dale lo papele uno a uno. To' iba bien bata quellegaron lo polica. Entonce se alm6 un lo del diantre yMoreno sali corriendo.

    - Parate, ah comunital, le dijeron, -Prate, degraciaolPero Moreno no se par. Sigui corriendo como un chi-

    vo. y polpoco se salva. Pero cuando iba a lleg a la equina:Punl Punl Y Moreno cay6 rodando poI' el suelo. Lo llevaronal Padre Billini, todava vivo. Cuando llegu lo primeroque v fu a mi pobre Moreno baao en sudol -yen sangre.Cuando me vi se hech a llor.

    - Pendejo-, le dije, PoI qu te metite en eso?Mi hijo mir otra ve pal arriba y llorando' me contet:- PoI El Camino, pap. El Caminol

    Yo no entenda y le volv a pregunt:

    - Cul camino, mi hijo? Cul?- El Paltido, pap. El Paltidol

    y depu se muri6. Y se qued mirando pa'arriba. Conlo s' ojo bien abielto.

    Carambal y yo que pensaba que lo slhijo siempre tenanque segu lo paso de lo pap. Pero ahora me doy cuenta quecuando lo pap tan equivocao y lo s'hijo tienen la razn, sonlo pap lo que tienen que segu el camino de lo s' hijp. Y de-de entonce yo sigo el camino de Moreno. Pa llega adondel no pudo lleg. Polque tO lo camino llevan a alguna palte.No e veldad?

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  • 3Se que corro un grave peligro al relatarles fielmente loque sucedi aquella terrible noche. Pero circulan por ahtantas versiones falsas sobre el extrao suceso que he deci-dido arriesgarme. InclJ,lso, cierta persona, quien me pidino revelar su nombre, ha sostenido invariablemente que enel momento ms difcil el hombre estaba sonriendo. Peroeso es totalmente incierto, Por el contrario: en su miradase reflejaba su desesperaci6n, tena toda la cara amoratada)y sue rOPJs estaban empapadas de sangre. Sin embargo, suboca habla permanecido cerrada. Atado sobre aquella sillapareca el retrato del horror o la fotografa de la tragedia.y a pesar de los suplicios no haba hablado. Sus verdugosestaban desconcertados. No se imaginaban que ese endeblecampesino de barba reluciente y rostro sincero podra re-sistir tanta tortura. Ya se habla desmayado dos veces. Ylos verdugos insistan. Pasaran toda la noche golpendolosi fuese necesario. Lo importante era hacerle hablar. Fue-ra de la cabaa donde ellos estaban la noche segua su cur-so. Densa, fra y silenciosa. Pero Por qu era tan necesa-rio hacer hablar al prisionero? Bueno, realmente por ahdeb comenzar. De todas maneras la realidad era esta: 9meses atrs en aquel pas antillano haba aparecido un focoguerrillero. Al principio el gobierno no le prest gran im-portancia: solo eran 12 hombres. Pero luego se multiplica-ron y el gobierno tuvo que tomarlos en serio. Los originalesmtodos que ellos aplicaban les haban dado jiOsitivos resul-tados y los campesinos del lugar les hablan tomado gransimpata. Muchos se haban unido ya a las guerrillas. Y enlos pocos encuentros que los rebeldes haban sostenido conlas tropas regulares les haban infligido a stas severasy humillantes derrotas. Los guerrilleros estaban en todaspartes y en ninguna: cuando se les buscaba pareca como sise los tragara la tier:ra y cuando no se les buscaba parecacomo si la tierra los vomitase.

    Su osada no tena lmites. Una de sus ltimas hazaasera esta: 5 sacerdotes decidieron ir a su encuentro con el

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  • el hombre que no habl

    fin de convencerles de que deba deponer las armas. Nadase supo de ellos hasta que al cabo de 3 semanas solo regre-saron dos. Los otros tres resolvieron deponer las sotanasy unirse a las guerrillas. Es ms, los que regresaron ad-mitieron que "el valor de los guerrilleros es digno de res-peto" y que "ellos luchan l?0r una causa justa". Aunqueexpresaron, asimismo, que e fracasarn pues luchan contrafuerzas ms poderosas", Ha de comprenderse que el efectopropagandstico de este acontecimiento fue terrible (comolo iba ser sin duda el informe que revelera el prisionero denuestro relato).

    Los asesores militares norteamericanos haban dicho:"lo primero es cortar los suministros a los guerrillerosy aislarles totalmente de la poblacin". Sin embargo, nose haba descubierto la forma en que ellos se abastecan-aunque qUlzas se supIese de lablOS del prisionero. Adems,los lazos que unan a los rebeldes con el pueblo eran cadada ms s6lidos. y era que, para el pueblo, el gobierno re-presentaba el latifundio y loe rebeldes la reforma agraria;el gobierno simbolizaba la opres16n extranjera y los rebel-des la soberana nacional; el gobierno encarnaba la explo-tacin y los rebeldes la lucha contra ella; el gobierno seaferraba al pasado mientras los guerrilleros forjaban elporvenir; en fin, a los ojos del pueblo el gobierno era lascadenas y los rebeldes la libertad.

    Por eso la situacin del gobierno era cada da ms pre-caria. Y por ello al apresar a aquel campesino, contactode las guerrillas, aquellos esbirros gubernamentales sehaban frotado las manos y exhibido amplias sonrisas. Peroa pesar de todas las torturas el campesino no haba hablado.Ni siquiera haba abierto la boca ni movido los labios. Notena tampoco identificacin y en sus bolsillos solo se en-contr una pequea insignia con esta inscripcin: "26 deJulio".

    Il

    Al fin el jefe de los esbirros grit:- Djenle1Se ha desmayado otra vez.Los dems le obedecieron. El infeliz qued6 con la cabeza

    hundida en el pecho. Largo rato estuvieron esperando a queel prisionero recobrara el sentido. Silenciosos, los esbirros

    obs~rvaban la misteriosa boca de. aquel hombr~ que no sehabla abierto un solo momento. NI aun para dejar escaparun grito como reacci6n natural a los golpes recibidos.

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  • bordeando el ro

    Deba haber pasado ms de una hora cuando el jefe vi6que el prisionero an segua exnime. Orden6 a uno de sushombres traer un cubo de agua, el cual vaci6 luego sobreel campesino. Cristalina al caer sobre la cabeza del infeliz,el agua se tornaba roja al chorrear de su ensangrentadocuerpo. Pero no caus6 ningn efecto. As lo comprendi6 elesbirro, quien a seguidas intent6 reanimarlo dndole variosgolpecitos en las mejillas. Este mtodo tampoco di resul-tado. Y el prisionero sigui6 inm6vil. Despus puso su manoderecha en el pecho del prisionero, en el lugar en que supo-na se encontraba el corazn. Frunci6 las cejas. Luego seinclin6 colocando sus oidos en el sitio donde haba puestosu mano. Finalmente levant6 cabeza, extrajo un pauelo desus bolsillos y se sec6 el sudor de la frente. Luego exclam6:

    - Este hombre est muerto!

    Muerto? ~uin le haba autorizado a morirse? Y sindecir una sola palabra. C6mo iban los esbirros a justifi-car la muerte del prisionero? Su misin era hacerle hablarno asesinarle. Esto }Joda venir despus. No antes. Antesl deba hablar. Tema que hablar. y ahora estaba muerto!

    El silencio fue total. Intenso. Profundo. Penetrante. Ylos esbirros observaron algo extrao: la boca del muertopermaneca cerrada pero sus ojos estaban abiertos. Pare-ca burlarse de ellos pues, adems, tena erguida la cabeza.Con los ojos pareca mirarles a todos a la vez y en su ce-rrada boca los esbirros creyeron descubrir una sonrisa.Aquello era sarcstico. Ir6nico. Trgico. Pero ante todoreal. Por fin uno de los esbirros, visiblemente desespera-do, se adelant6 y se arroj6 sobre el cadver con las manosextendidas. Lo agarr6 por la frente y la barbilla y comenz6a estirar con fuerza. Trataba de abrir la boca del muerto.Pero sta pareca estar soldada con plomo. Mientras hacams y ms fuerza de su frente brotaban gruesas gotas desudor que caan pesadamente al comps de su aceleradarespiraci6n. Al impacto de la fuerza del hombre la sillacruji6, ms, no aSl la boca del cadver. Esta permaneci6cerrada. Horrorizado, el esbirro solt6 la cabeza del muer-to y se apart6. Estaba templando. No poda creer aquello.Los dems estaban inmviles. Petrifictldos. (Como momiaso estatuas).

    Pasados varios minutos reapareci6 el esbirro gue habatratado en vano de abrir la boca del muerto. Sostema en sustemblorosas manos un tremendo garrote. Frente al cadverapret6 los dientes en seal de c6lera y enseguida le descar-go un brutal golpe sobre la boca. Despus de rodar por elsuelo, cadver y silla fueron a chocar violentamente contra

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  • el hombre que no habl

    la pared. Los esbirros se precipitaron hasta el muerto y, alllegar, quedaron pasmados: la boca del muerto an estabacerrada! Parec{a hundida. Y sus ojos seguan abiertos. Yde sus labios no sala una sola gota de sangre.

    - Vmonos de aqul, grit el jefe de los esbirros. Estoes cosa del mismo diablo! y diciendo esto se dispuso a darmedia vuelta. Pero en ese momento sus ojos chocaron conalgo que le estremeci6: en el piso, junto al cadver, estabala insignia que haba aparecido en los bolsillos del prisio-nero. La tom en sus agitadas manos y la observ6 por unossegundos. Le pareci que la insignia arda como una brasaentre sus manos. Lleno de ira -y de miedo- la arroj sobreel rostro del muerto. La insignia fue a dar justamente en loslabios del cadver, los cuales, al recibir el impacto, sbita-mente se separaron. y la boca comenz a abrirse. Y de ellaman6 abundante sangre. Mezclada con numerosos dientesque rodaron por el suelo. Impulsados por la sangre. A medi-da que la boca del muerto se abra sus ojos se cerraban.Ambas cosas sucedan simultneamente. A un mismo tiempo.Una en el momento de la otra. De tal forma que cuando laboca se hubo abierto los ojos quedaron cerrados. Ya abierta,la boca del muerto mostr6 a los esbirros algo inesperado.Asombroso. Inconcebible. Extraordinario. Inverosmil.Inexplicable. Grotesco. Algo que les he16 la sangre y lesdesorbit6 los ojos. Que les eriz6 los cabellos y les dej6estupefactos: ila boca no tena lengua!.

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  • 4Se buscaba el aplauso. Con l se escogera al mejoractor.

    Al subir el tel6n apareci6, en primer lugar, un general.Graduado en West-Point, despus de haber hecho varioscursillos en Panam. Primero exhibi6 sus relucientes es-trellas y luego hizo alarde de su dominio del ingls. Des-pus mostr numerosas medallas y mastic6 abundantechiclet al estilo de los boinas verdes norteamericanos.Por ltimo revel6 la f6rmula del golpe de Estado: (oli-garquai- Embajada Yanki +Pentgono "Generales. Al finalsac de sus bolsillos una gran cantidad de casquillos debala 45 y las arroj6 como souvenir al pblico. y espero.

    Sin embargo, y para su sorpresa, el pblico no aplau-di6. y baj6 el tel6n.

    Despues ap'areci6 un mlnistrosin cartera, (no la necesi-taba pues tenIa bolsillos). Este comenz6 mostrando la ma-nera de estafar al erario pblico y luego dar a la prensainformes sobre superavits. Tambin ense6 como sobre-vivir a todos los cambios de gobierno y de gabinete. Estaera, segn l, la teora de la insumergibilidad, (a su modode ver) ideada por Talleyrand). Finalmente el seor minis-tro diO una breve muestra de cabildeo y tcnica de conse-guirle empleo a familiares y paniaguados. Al concluir suactuacin, el ministro arroj al pblico numerosos carnetsy tarjetas de todos los partidos polticos existentes en lapalestra nacional. Y espero.

    Sin embargo, y para su sorpresa, el pblico no aplaudi6.y el teln baj.

    Despus apareci6 un flamante burguslRegordete y ba-rrig6n. Inici6 su actuaci6n explicando la manera de hacerserico sin sudar una sola gota de sudor, pero haciendo queotros suden ros, lagos y mares. "Con el sudor de la fren-te del pr6jimo ganaras el pan", le haba dicho su padre an-tes de morir. Revel6, asimismo, el burgus, cmo debla

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  • el aplauso

    explotarse a los obreros y luego ir a la iglesia a confesar-se y dar una buena limosna para expiar posibles pecados.Sobre esto haba compuesto un interesante poema titulado:"Nosotros, los burgueses, tambin pecamos a veces". Des-pus mostr la manera de gobernar a los "gobernantes".Luego de explicar una serie de asuntos relacionados conlo que l llam "el buen vivir", termin arrojando al p-blico un montn de monedas, en alarde de desprendimiento.y esper.

    Sin embargo, y para su sorpresa, el pblico no aplaudi.y baj el teln.

    Despus apareci un poltico. Llevaba un libro debajodel brazo izquierdo y se apoyaba con un bastn que sostenracon la mano derecha. Era delgado, con el rostro plido ygafas cubrindole los ojos. Primero se inclin resRetuosa-mente l. salud con el clsico "seoras y seores -en in-gls, ladies and gentlemen" En seguida comenz un tre-mendo discurso, lleno de bellas promesas electorales. Indi-c que si los presentes votaban por l todos sus problemasdesapareceran. Que el pas sera un paraso en la tierra.Sobre esto dijo textualmente: "El pas ser un oasis en eldesierto del mundo". Despus pas al aspecto polmico desu disertacin. Acus a sus adversarios de comunistas,ateos y disolventes. Termin besando con emocin 18 vecesla bandera norteamericana. y arroj gran cantidad de haba-nos, volantes y comunicados a los presentes. Y esper.

    Sin embargo, y para su sorpresa, el pblico no aplaudiy el teln baj.

    Despus apareci un sacerdote. Con el rostro compun-gido y la cabeza calva. Primero se arrodill dndose trespuetazos en el pecho. Luego se puso de pie, levant losbrazos al cielo y bendijo a todos los presentes. Despuscomenz l,m emcchJnante sermn. Estableci que la miseriade los obreros y campesinos se deba a sus horribles peca-dos. Indic, asimismo, que todas las calamidades que pade-dan los pobres se deba a que ese era su destino. Y q,ueel destino era el designio de Dios. A aquellos que pomanen duda la autoridad de los poderosos para explotar a losdbiles les dijo: "Nuestro reino no es de este mundo",citando al Rab de Galilea. Y agreg: "Todo ir mejor siustedes van ms a menudo a la iglesia -y llevan sus limos-nas, naturalmente". Despus mostr diversos tipos y colo-res de sotanas y exhibi ms de 8 mil santos distintos. Yluego sorprendi a todos los presentes al mostrarles unlienzo con la ltima versin de la Santa Cena. En ella los

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  • bordeando el ro

    discpulos aparecen con smoking, zapatos italianos ypeina-dos al estilo hippie. Jesucristo aparece sentado, con espe-juelos ahumados y lee el ltimo numero de la revista" Life"Un mozalbete le lustra los zapatos. Despus de eso, el curaarroja al pblico un tremendo cargamento de hostias de lamejor calidad. Y di por terminada su actuacin. Luegoesper.

    Sin embargo, y para su sorpresa, el pblico no aplaudi.y baj el teln.

    Despus apareci un presidente. Mostr, en primerlugar, la pose que adoptaba al pronunciar un discurso portelevisin. Hizo hincapiE~ en la manera de realizar un pecu-lado y abund en detalles sobre la forma ms discreta de..convertirse" en dictador. Hizo una apolog'a del sistemad)Y arrebatar a los trabajadores el poco dinero que gananpor medio de fuertes impuestos y de por qu el gobiernodebi'a servir a los intereses de los ricos. Al final permitiser entrevistado por cuatro serr,ientes (cierto tipo de perio-dista). Por ltimo arroj al publico numerosos decretos,acabados de firmar. Y esper. Sin embargo, y para su sor-presa, el pblico no aplaudi. Y el teln baj.

    Largo rato estuvo el pblico esperando la aparicin deotro actor. Pero el teln no suba. Pareca como si se hu-biesen agotado los actores. De pronto un hombre surgi deentre la multitud y subi al tablado, mientras reinaba unprofundo silencio. Todos los ojos se clavaron en el rostrode aquel hombre. Pero nadie lograba recono::erle. En rea-lidad era un hombre cualquiera. Nada tena de extraordina-rio. Era uIfO del pblico. y pod'a ser cualquier otro. Suhisto;ria era la misma que la de cualquier otro miembro dela multitud. Y a p'esar de no conocer sU"rostro todos cono-can sus actuaciones. Aquel hombre po

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    NUEVE HORAS SANTAS PARA EL PERDONDE UN ZAPATERO

    EL FERROCARRIL CENTRAL

    LA CASA MARINA

    JERUSALEM

    ANTONIO LOCKWARD

  • ANTONIO LOCKWARD

    Naci el ]5 de Mano del J943, en San/a Domingo. Doctoren De,uho. Miembro del G.....po LA. ISLA. l/a publicada'11olel Colmos (CUMIOI)' "EspfrllU /nlraru:ulw" (>!Ove/a).

  • 1Muri6 el zapatero. Mujeres rodendole, con pena. OMe-los enlutados sobre las sillas de alquiler.

    Se viste uno como para fiesta, y todo porque mur16 elzapatero. T llegas, sin que haya quien te espere. Ni siquie-ra ,intentas romper la valla que han hecho las mujeres enla Ruerta: sera una locura en una maana como sta. Echasa andar a travs de la hojalata del callej6n. Est limpio,como l lo ~ubiera querido tan de maana. Maldito momen-to. Maldita cerca de zinc oxidado. Maldita vecindad. Y delotro lado, te mantienes en pi. No quisiste lavar tu guaya-bera para la ocasi6n. Te apoyas sobre la cerca como ;>orderribarla. Yo avanzo. Qu otra reacci6n querras de m?

    - Se han reunido.- S.- Es el lugar y la hora.- No.- y cundo?- Espera.- No me permitirn entrar?- Ya lo has visto.- Tengo el mensaje.- Lo s.- Intercede: eres tan;arecido a ellos.- No. De nada servirla.- Entonces?- Espera.- No conseguirn lo que buscan. No lo conseguirn.- Espera.

    Sobre el pozo sptico hay un mont6n de muchachos rien-do. Ni se imaginan lo que puede ser derrumbarse, de pronto,sentir que la sillita no tiene soporte, carecer de asidero,extender los brazos, chillar. Quien me ofrece caf ha llora-do en muchos velorios con la misma ~la negra desteida.Recorri6 todas las cuarteras de villa Consuelo y dondequie-

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  • bordeando el ro

    ra que habfa un hojalatero, se detena: "Muri". Sala lamujer que tambin lo eSp'eraba, persignndose. "Dios loacoja en su santo seno. Y endomingaba a los muchachos.

    Por suerte, dice la gente, ninguna ruta de carros pbli-cos cruza por esta barriada. S610 faltarfa eso. D6nde juga-ran los muchachos? C6mo podran ensear sus pantalonesde breteles, al avanzar cogidos del brazo hacia la casitadel zapatero? No permitidn que ellos se acerquen. Nopodrn ver la humedad de sus labios, la cinta que rodea surostro, ni las flores que encontraron junto a la glorieta delparque.

    Todo contina dentro de la ley. Se encargaron del asuntodesde el primer momento. Nada de contratar funerarias.Temprano llamaron para que su hermano se enterase y pu-diera asistir. Se queran tanto. Como si nunca hubietan sidohermanos en esta tierra de Can. De seguro que ya se en-cuentra en camino el carpinterO ms popular de Hato Mayordel Rey, sin enemigos. Alguna vez tena que ocurrir la des-gracia. El comejn devora las paredes de las casas. Elpanam arrasa con las ristras de guineos, y no se puedeevitar, -por ms que digan-, no se puede evitar. Cuandohayan constru{do un ferrocarril para el transporte de pasa-jeros, el trayecto parecer ms corto aunque vengas pen-sando en los aos aquellos, de fiesta de palos. El ro noenseaba las piedras resecas. Los hermanos .podan subirhasta los pinares para ver los sembrados de conuquerosnmadas, los vientres amarillos de la cra y el humo, siem-pre lejano, de la fbrica. Rodar por la ladera, mear comolos ferros. Los hermanos. Si contina la Bequfa, nada que-dar en pi. Las caas llevan tres aos pequeitas. El odiode los picadores y este sol no las dejan crecer. Desde loscarros puedes ver los bateyes lejanos, que antes estabanescondidos entre las piezas altas. Los hermanos.

    Una cruz con su muerto. Hielo recin comprado. Laprimera misa. La ltima. El aniversario. La rezadora delbarrio lo dirige todo. S610 dej luto, el mierda. Hace beberms caf a la gente. Te obliga a decir, de dta y de noche, elsecreto. Agitas tu sesera y te preguntas cundo saltars porla ventana de la guagua para llegar al cementerio de la Tira-dentes, si es que contina rindiendo servicios. All delante,el sacerdote de Cristo se pasea como un pavo real bajo sucapa y estola. Ha fallecido en la paz del Seor. No quedaun solo sombrero sobre las cabezas de los artesanos delbarrio. Desde la puerta de la compraventa, el tendero qui-siera estar afligido. Cae ms polvo sobre el papel de peri-dicos que envuelve las mercancas. Han cerrado totalmente

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  • nueve horas santas para el perdn de un zapatero

    el paso. Estn fuera, sobre la calle asfaltada. La rezadoramanda en este reino.

    La vieja tropa sigui6 fiel. El hgado lo haba obligado acambiar de amistades. Pero no. Siempre presentes. Siem-pre dispuestos a empuar la tela blanca y cargar el fardohasta la carroza, siempre dispuestos a ofrecer el psamea la viuda, doloridos, arrepentidos.

    - No. Definitivamente, no lo intentes.- Qu mejor momento? Se han congregado.- Es su muerto. No te oirn.- Tienes que interceder- Quin te ha dicho que no lo har?- Lanzate. Otros lo han hecho.- No interrumpir el rito. No lo har.- Tienes que lanzarte.- No. Las mujeres vendrn a montones sobre nosotros

    La ira les pondr pesados los brazos. Recordarn a susmaridos, el hambre que siempre las ha empujado. Traerncacerolas, mantillas, pan de la buena suerte, oracionesrosarios yagua bendita para ahogarnos

    - A~ua bendita?- SI: digo agua bendita

    Lo abati el mal de familia. Es lo que casi todo el mundoacepta, sin discutir. As consta en el Acta. A pesar de quesiempre aparecen individuos escpticos. Que si lavaron elcadver. Que si la polica. Que si un caballo. Que si lalucha. Que si los gritos. Pero mentira. La muerte le sent6bien a su cuerpo rechoncho y sedentario. Vamos todos a lacalle, el zapatero con nosotros, el sacerdote con nosotrosla re zadora, con nosotros. Un bombero retirado, putas denacimiento, chferes, la delegacin de la l6gia Amor y Vidanmero 30, incorporada, vrgenes a regaadientes, pulpe-ros, parroquianos del colmado ,barra, msicos con instru-mentos empeados. Se ha formado y mira c6mo crece, amedida que avanza, el conejo.

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  • 2Santiagueses. El ferrocarril central se encuentra ya enLas Lavas y Eh 16 delpr6ximoAgostohar su entrada triun-fal en esta ciudad. Asi es que no hay ms que prepararnospara obsequiar con el ms grande entusiasmo a tan dignay bienhechora visita, de la cual depender la felicidad detodos. Viva el progreso material e intelectual de la Repbli-ca Dominicana. Viva el Gran Pacificador, verdadero autordel bienestar de la naci6n. Viva el muy progresista Ayun-tamiento de esta ciudad. Y viva yo, que digo asi: comocosa ya formal

    que muy pronto llegare inaugurado serel ferrocarril central,por cierto que es natural,no andar con tanta demorasino empezar desde ahoraa trabajar con ardor,por la gloria y el honordel Yaque la gran seora.

    Ese es mi nombre: Juan Antonio Alix. Corre el ao 1968en la isla. Estamos construyendo el ferrocarril central.Soy cantor. A veces creo que la tierra me pertenece. La hehollado con amor. Peregrino siempre. Ah!, ah:. vivo. Y conesperanzas, con buenas esperanzas. A nadie he matado. Nohe robado. De qu me acusan entonces? Eh? Qu hice yo?Ayudar. Arriesgarme y ayudar. Y as{ me pagan esos sar-nosos. Persisto. Me hundo. Me hundo. Y es que yo soy unhombre bueno. En la azotea del edificio l me lo dice, y notiene raz6n alguna para engaarme. Qu g/marta? Miro loscordeles cargados de ropa que me ocultan la ciudad, medesplazo para alcanzar el ngulo preciso desde donde sealcanza el mar, y lo veo rodendonos, siento el calor enestos trminos, exactamente como me ensearon a sentirlo.Abarco ahora a muchos hombres que se mueven y respiran.Escucho su voz persistente, absolutoria, en la azotea. Yacepto ser Juan Antonio Alix, cantor del Yaque. Algn da

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  • le dedicar una dcima. Es mi amigo. Despus bajo a cenar,demasiado temprano, porque me duelen los ojos. Encuentroa mi mujer cantando. No puede olvidar que yo, al principiode la maana) baj gilmente la escalera -nunca tan res-ponsable-, Vl al polida, las puertas y ventanas que esta-llaban. los gritos, sobre todo su grito. y la figura rpidaque quiso cobijarse. Y Juan Antonio Alix sa1t6 sobre aquellacamisa mugrienta y forceje6 hasta la llegada del orden,hasta dejar la calle igual que antes. Haba sudado en micolaboraci6n ciudadana. Esto supone esp{ritu de sacrificio.La felicidad se encuentra en la plena conformidad del hom-bre consigo. nunca cede. Siempre busca tener presente enla vida de los dems su maldita obsesi6n. Que un hombremuera en la calle, al principio de la maana; que tu propiamujer grite en la ventana mientras t forcejeas, porque estu compromiso: es tu deber. Que subas entonces a la lejanaazotea con un mont6n de libros sobre la inutilidad del es-fuerzo humano. Que alguien te conforte y te felicite. Algoparecido al agotamiento har. entonces, que te pongas eltraje azul. mecnicamente, para asistir a la reuni6n de tupartido. En la calle, saludas. No hay trabajo para toda esagente que contempla tu mano, cuando pasas junto a su ven-tana? La escena del principio de la maana te aprieta mu-cho dentro y fuera de la ropa de calle. Sigues temiendohaberte perdido entre los vericuetos de esta ciudad no pla-nificada donde puedes encontrar, en cualquier momento, auna mujer histrica, arrastrada por vecinos que conocendemasiado bien sus lgrimas. El local se encuentra en lasegunda planta de 'un edificio nuevo. Prcticamente tienesque abrirte paso entre gente ociosa. Ocupas tu puesto, yhablas de los principios que animan su filosofa poltica. Teescuchan seoras en las filas delanteras. Al fondo, se en-cuentran de pi muchos hombres en mangas de camisa. Nohay espacio para nadie: Hacer un nombre es un trabajo ar-duo. Adelgaza un hombre sobre la mquina de escribir paraque otro se llene de gloria, o, al menos, sea temido. Estose estudia: no es como ocurra siglos atrs. Entonces senada. O se obten{a relieve manejando un espad6n con ambasmanos. Ahora no. Hay que realizar trabajo de fisi6logo contoda esa gente obtusa que no te qUita los ojos de encimacuando elevas la voz. Y no eres como los deDs oradoresde tu casta. ~nries de solo pensar en Castelar y los suyos.Conversas. Eres un hombre de este siglo, mientras queellos no. Doloroso. Te miran desde el pasado. Quieres ayu-darlos. Progresarn contigo? Se civilizatn,Te incorpor~spara salir, sin esperar aplusos: ests consciente de quelos mereces. Llegan, sudorosos, los hombres. Exageran.Muy propio de personas de cortas miras. Nada ocurrir.Que unos mocosos hagan de las calles un escenario para

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  • bordeando el r(omostrar su furia, no es cosa de alarmarse: lleg la polica?Hay que situar esas pequeeces en su rincn histrico. Tedespides despaciosamente y as desciendes hasta la calleasfaltada, hundindote luego en la ciudad y los autos en cal-ma. Te esperan. Les cedes la acera, pero no resuelve nadatu moderacin. Quisieras conversar con el jefe, deben tenerellos tambin un jefe. Quin no lo tiene? Buscas ayuda: quese imponga el orden. Nadie interviene. y no hay en ellosrespeto para tu madurez. Quin te hace caer bruces? Quinte arrastra? Quin te estruja su bota sucia en el rostro?Nadie interviene mientras tu lloras, junto a la acera, bajolos puetazos. No es la primera vez que te abofetean, ygimes, larvado, sabiendo que ni siquiera te van a matar.

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  • 3El 63 trae mala suerte, como los gatos negros y la lunallena y las escaleras. Es tan peligroso como el mal de ojo.y no se cura. Qu engorrosa es la costumbre de numerarlas casas. Mejor estaba la situaci6n cuando a uno se leconoca por su apellido o por el escudo. S610 pensar queese nm.ero, malditol, puede caer sobre la fachada azul queda al mar caribe Solo pensarlo es suficiente para liar losbrtulos. La familia no puede espiar, tranquila, a los veci-nos pederastas, tan amantes de la msica, tan corteses ensus lentes ahumados.' La familia se atemoriza, haciendo lavajilla, despacio, esperando la herida.

    A solo unos centenares de pasos, vimos el hueco marinocon su cadver pequeo. Y rs ac, un monumento a JosCuevas, Casimiro Almonte, Eusebio Lugo, Jos Maz, Mi-guel A. Veloz, Miguel prez y Juan Ramos Mendfa:

    tiAl ver la nave zozobrar perdidaun noble rasgo les cost6 la vida".

    Como seguir as, entre monumentos funerarios? Y teretiras, para alejar el momento.

    La casa de dos plantas se despinta, permite que hierbarastrera suba por los peldaos, relaja sus ventanales paraque el salitre la posea en el insomnio de mendigos que odianla ciudad. Los nios del parque de diversiones prefieren laacera opuesta para correr, mirando la draga que intentaformar un dique contra las olas. Siempre queda el cielo,por suerte. Lleno de chichiguas. Y el malec6n, nico rinc6ntranquilo de una ciudad de querellas, te recibe y cobija tunostalgia hasta que llega el invasor, una maana, y ocupala casa marina, en tierra de nadie.

    - Se han cagado en mi balc6n, muchacho.- Qu me importa.- Generaci6n sin dignidad

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  • bordeando el ro

    - Estamos viviendo.- Reconoces que es algo?- S, es algo.- No hay salida.- Habr.- y c6mo? Siguiendo de barriga, en un rinc6n, mientras

    ellos hacen sonar sus tambores en nuestras propias nari-ces?

    - Qu quieres? Salir?- No he dicho eso: tienes una mente sucia.-Sucia?- S, Tu mente sucia provoc6 sto.- Pues nos hemos jodido.- Por qu?- Porque no tengo pensado cambiar.- Me lo imaginaba: seguiremos tragando polvo.- Seguiremos nosotros.- Todos No s610 ustedes. Ojal fuera as Todos segui-

    remos tragando polvo.- Yeso por qu?- Siempre preguntas, eh?.. Crees que todo tiene una

    explicacion Te gustara, verme salir con bandera blanca,s610 para saber que he abrazado a los invasores. Entoncesme despreciaras.

    - Ya te desprecio.- Pero estamos juntos.- Yo no lo he querido- Entonces, vte.- No: tratar de vivir.- de qu modo?- Buscar armas.- Y combatirs?- Eso creo.- para qu?- Los reventar.

    _- Podrs hacerlo? Tu cuerpo se quedar un da y OtI:obajo el sol marino, se hinchar y apestar, luego te rocia-rn con gasolina hombres enmascarados... Yo he visto tumuerte. No tendrs, siquiera funeral, muchacho.

    - Eso no me inquieta.- Te encuentras a gusto? Te alegra que haya invasores?

    No puedes negar tu raza- No puedo.- Siempre te dije que perderamos.- Y ahora, qu propones? - La rendici6n.- Hazlo: yo prefiero caer prisionero.- Vayamos juntos. Es que no comprendes? Tenemos

    ir juntos.

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  • la casa marina

    - No ir.- Te sentarn bajo el sol marino de Sans Souci.- No ser la primera vez- Tienes alguna esperanza?- No te entiendo.- No esperas. No confas No me acompaars.- Yo te veo salir. Eso es lo que veo. Vas sin bandera

    blanca, con los brazos en cruz, para que te reconozcanEllos te rozan apenas cuando llegas a la barricada. Todavadudan Entonces te acogen y escuchan la historiaJ simpa-tizan contigo, se conduelen Te preguntas por que pusisteen duda su bondad Y quieres explicar que la casa que ocu-pan est maldita Ellos ren de buena gana y comienzas asentirte seguro detrs de los saquitos de arena amontonadosen forma caprichosa..

    - Cllate Cllate. Eres lo peor que he conocido... Meempujas.

    - Ahora recuerdas que tienes un pual Al principio, nosabes qu hacer con l, pero te encuentras con mi hombroy luego el cuello en esta oscuridad... Quin lo sabr?

    - Cllate. Cllate.

    La verdad, nada hay tan alentador como la reconstruc-cin. Olvidamos, nos perfeccionamos, casi nacemos. Res-piramo s profundamente cuando los albailes nivelan meti-culosamente todas las paredes de nuestras viviendas. Lospintores se cuelgan de la azotea bajo el sol marino, usandoprecisamente los colores que llenan la mirada. Un propie-tario debe sentirse siempre como un propietario, sin asus-tarse, sin abandonar sus predios. Las palmeras no han deja-do de crecer frente a mi casa marina. La guerra ha termi-nado: se fueron las tropas. Me dedicar al comercio.

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  • 4- Me siento como un chimpac enjaulado.-Hum- Cuando llegamos siquiera apareca, una que otra vez,

    aquella seora del pauelo ne~ro. recuerd.ls? Los alam-bres la rodeaban, pero segUla all... Se poda calcular ladistancia Si el hombre hubiera tenido brazos diez vecesms largos

    - No seas ridculo.- Esto es soberanamente ridculo. Todo es ridculo.- Deja ya de lamentar. Desculgate. Otros subirn a ese

    trasto.- Maldita sea. Djame en paz. Si no quieres oirme, alja-

    te hay espacio pra todos... - no hay espacio para todos. Termina de una vez con

    esos estribillos. No te los vamos a tolerar. Sera nuestrofracaso

    - Vamos, no discutan: despertarn a la gente.- No comenc yo. Me has enterrado los ojos como si yo

    tuviera la culpa. El me ha provocado. No quiere permitirmehablar.

    - y ests acostumbrado a hablar. Siempre has dicholo que quieres: -nadie te ha estorbado. Nadie te ha coaccio-nado. Hblamos sobre eso. Vamos, cuntanos algo acercade la libertad. Hazlo, te escucharemos

    - Ensate. S, ensate. Muestra tu mala f. Djala ver.Grita contra quienes estamos cerca. Hirenos. Sciate ennosotros.

    - Ya ya parece que vas a derribar el edificio... Va-yan a Hait(, muchachos. De all vengo. Estn tocando. Des-cansarn.

    - No quiero descansar.- Entonces, haz lugar. Yo quiero subir.- Subir? A estas horas?- S. A estas horas.- El muelle est oscuro. Ni siquiera se distingue la for-

    ma de la ceyba. Los marinos del patrullero 112 han desa-parecido. Y nada: ni una sola goleta de pescadores

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  • jerusalemchinchorro. Es eso lo que quieres ver?

    - No me preguntes qu quiero ver. Djame subir. Ques aquello?

    - Debe de ser el guardavas. Es enorme ese cocolo.- Entonces no ha pasado el tren. Vala la pena.- Ya falta poco. La caldera ha estado trabajando sin pa-

    rar. No podran seguir si no llega.- Muchacho, llevo aos en esto. Sal por ah y pregunta

    quin es Lalo. Te traern aqu. Son aos sobre esa inquina.Conozco el trfico como la palma de mi mano, y oye lo quete digo: seguirn moliendo. Tienen caa. Pueden seguir mo-liendo aunque se pare el corte.

    - Pero quieres ver el tren. Sa bes que no lo necesitan,pero quieres subir sobre esta cama militar para verlo pa-sar Te interesa saber que corren vagones sobre los rie-les, y no permites que se haga un solo comentario, sobrela mquina, la va o la empresa. Tu reino, eh? Si es tureino, haz que tiemblen.

    - Tiemblan ante m.- S? - Morales, qu quieres?- Nada.- Discutes con todos nosotros. Te res. Qu es lo que te

    pasa?- No le preguntes. No hablar: tiene su grupo.- Y t no lo tienes. Solo yo tengo grupo.- No sigan Me ir a Hait. Estan tocando todava Y

    cantan.- Crees que podrn? Confas en ellos?- En ellos s: en t no confo. Lo tuyo no tiene arreglo.

    Bajars, te echars sobre tu cartn y seguirs siendo Mora-les... Entre los haitianos, yo sentir que la polica se haequivocado: no debieron echarse sobre t. Es estpido.

    - Ser estpido, pero me buscaron como perros rabio-sos. Eso no lo puedes negar. Lo que pasa es que te dueleoirme. Estamos en una pocilga roosa. Hacen formacintodos los das en nuestras propias narices. Tienen todo lonuevo, mientras t te adormeces con un montn de haitia-nos que tocan sobre maletas de metal y cantinas Yo no teacompao. Prefiero seguir sobre este hierro viejo.

    - Nadie te ha pedido que me acompaes- Estn sordos si no han escuchado. Es la sirena No

    gritemos ms. - Ya llega el tren. Me gusta esa sacudidacuando se acerca. Debe de haber mucha gente tratando demontarse en los vagones para volver a casa Este vienecomo alma que lleva el diablo aunque est dentro de la ciu-dad. Seguro que ah viene el grupo de Santa F. Esos mal-ditos serviles Corren. Se desesperan por presentarse denuevo ante los blancos. De esos no se salvar ninguno

    ss

  • bordeando el ro

    - y nosotros, nos salvaremos?- Quin ha hablado de nosotros? Apestas con- Vuelven a lo mismo. Es que no se cansan?- Este se ha vuelto loco. Cree que todo marcha igual.

    Decide a diestra y siniestra como si tuviera en sus manosel mundo. Hasta cree que nos salvaremos.

    - Terminen de una vez. Vienen a contarnos - Todo terminar maana. Ese s~r el fin.- Por qu dices eso?- Nos cuentan para estar seguros. Quieren mandar un

    informe preciso.- Termina de callarte: ya estn entrando.

    Somos muchos en Santa Mara La Menor. Limpiamosel cemento del piso hasta hacerlo brillar para que el ,proMse pasee alegre con su gebo de toro. Llevamos la cabezarapada. Los haitianos estn cansados de cargar lea paralos guardias de Santa Mara La Menor. Hoy nos cuentan.Sabemos que la mecedora' de nuestra casa est vaca. No-sotros s sabemos que seguimos aqu. De da y de noche,construyendo vasijas de barro, la gente. Haciendo enormesmontones de lea y tierra para vender carMn. Colgando deun andamio, con la cabeza cubierta. En procesin para quela Virgen quiera darnos agua. Para que todo permanezcase hace el amor. La gobernadora ama a su marido. MaraChavez tiene su comercio abiertol con mujeres nuevas.Dinamita para que la roca ceda y el tunel penetre y la carre-tera penetre y el auto penetre y el aire penetre y t lleguessin tener que marchar por la ladera como se hada en otrostiempos. La ciudad esta cubierta de ropa que hay que secary planchar. No enmohecer. Ahog sus propios muros, hizouso de todas las piedras y la arena de la playa. Peinetas,bolsas azules, redecillas, pintalabios, corredores, billete-ros. Todo tirado sobre la acera para vender y comprar. Niun solo de nosotros falta.

    Aqu estamos.Nadie nos pregunt- Temprano o tarde-.nuestro parecer.Llegaron.Haba flores, cerca de nuestro lugar,y las segaron.Haba nios.y les prohibieron jugar.Qu msica era la nuestra?O que lamento?Se mezaron los cabellosporque habamos violado la ley,la maldita ley.Con nosotros va- nadie lo dude-

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  • jerusalem

    Aqu lo tenemosaqu lo defendemosentre nubes de mosquitosbajo un techo que filtrasobre cajas de cartn destrozadas.Con nosotros marcha- nadie lo dude-- Uno de ellos dijo que ser maana. Lo decidieron en

    la capital.- Ests seguro?- Hay toda clase de indicios Adems, no esperaba. otra

    cosa.- Qu haremos entonces?- Lo que habamos acordado. Por qu habramos de cam-

    biar los planes?- Sabes c6mo ser?- Preparan un cami6n que partir al amancecer.- El nuestro?- S. Los soldados ya salieron. Estaban disfrazados. All

    se pondrn los trajes de campaa:- Tienes miedo?- Si. Siempre he tenido miedo De muchacho, me encon-

    traba a cada momento sobre una de esas paredes de lasruinas coloniales Tena miedo, y qu? A dos cuadrasde mi propia casa poda ver a las locas del sanatorio PadreBillini. Se paseaban en bata y tomaban poses Yo tenamiedo: siempre tuve miedo.

    - pareces cansado.- Eso no importa. Todos estamos cansados. Ellos tam-

    bin se cansaron de m. Estn hartos.- Dicen siempre eso.- todo est preparado?- S, cuando ellos vengan: saldremos todos. Nadie que-

    dar.- Tambin Morales? Se rea de nosotros.- Se resiste. No quiere acabar as.- Crees que vendr? .- Ser obligado. Seimpre ha sido un mueco. Si no vie-

    ne, lo llevarn yo quiero que venga. No nos cree capaces.Se convencer.

    - y los haitianos?- Siempre nos han llevado juntos- Los encontr en La Victoria... Nunca pens que nos

    trasladaran juntos. Est visto: esto entra en sus planes.Quieren hacer el trabajo completo.

    - Tambin nosotros debemos hacer un trabajo completolHay que probar que somos capaces de hacerlol En losdesfiles todos andamos a medias. Ya eso se acab.

    - Quizs nosotros debimos elegir el da.

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  • bordeando el do

    - Ni siquiera eso pudimos- Hace meses estuve metido entre los tubos de la fbrica.

    La gente me llevaba algo de comer. Ellos pasaban debajo,con linternas. Se relaman de gusto, solo pensando en Cj.ueme encontrari'an... No era la primera vez. Ya me hablanhecho correr esos sarnosos!

    - Maana querrn hacer lo mismo! Nos harn saltardel cami6n injurindonos Ante nosotros habr un cauceseco, piedras como cuchillos, algn ,montecito con trescercos de guardias sedientos... Pondrn mucho cuidado enlos detalles. Verdaderamente estarn viviendo el momento

    - panem et circences.- qu?- Es una historia vieja para divertir a los de abajo, para

    mantenerlos en forma... Los guardias siempre necesitanque alguien la cuente Estaba distrado.

    - Ayer estabas acosando a los haitianos con lo def Bos-que Caimn. Son picadores, no seoritos. Qu quieres? Ququieres? Qu es lo que quieres?

    - No pongas atenci6n. Son tonteri'as que se quedan ah.T las recuerdas, y preguntas o simplemente las mencionasQuisieras que todos entraran en el juego plenamente. Sa-bes lo que quiero decir?

    No, pero eso no es lo que cuenta. Me he pasado la vidasin comprender o comprendiendo, lo mismo daba Ahoratengo marcado el trasero de tantos puntapis! Todo elmundo quiere explicar, darse a entender mierdal Te aga-rran por el cuello un par de perros y despus apareces enmedio de la calle pataleando como un nio malcriado! Siquisieras entender, tendras que echar abajo la verja cicl6-nica y avanzar como un tanque!

    - Ya! No menciones siquiera eso de los tanques! Me pa-rece que estoy escuchando a ese maldito Moralesl Todo loquiere de igual a igual, como si esto fuera un duelo honora-ble! No debemos usar la misma verborrea!

    - no s c6mo ser De algn modo llegaremos, ha-ciendo oir la sirena de la mquina... a lomo de caballos,corriendo Habr mucha luz y correr sangrel De esopuedes estar seguro

    - Tiene que ser as. Se derrama sangre.- Siempre lo habas aceptado?_ No, no nol He cambiado. -Antes se me pona la carne

    de gallina cuando vea caer un hombre... Es curioso. Mehaba pasado la vida manejando cifras de muertos. Siempreme haba gustado leer crnicas truculentas. Me imaginabala pica, penetrando en el nacimiento del cuello, tindoseY a la hora de ver a una mujer que se retorda en la puertade su propia casa, con un poco de sangre en la boca. aletean-..do como una gallina, buscaba escaparl.... Despus aprendl

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  • Jerusalem

    a matar. Hay que hacerlo. Te crees incapaz. Te afeminaroncon palabritas: "La otra mejilla". "El perd6n" Lalo. enla capital hay un solar vado. A veces voy a contemplaraquel hueco. Sabes por qu? All haba una casita de ma-dera. Estaba en la tierra de nadie. Yola destru! Yo! Es-taban disparando sobre nosotros. y no se poda responderlSimJ'llemente haba que meterse en su caparaz6n hasta queellos terminaran. haba 6rdenes. haba CJ.ue probar que noramos los agresores Yo sal. arrastre el primer ca6nque encontr en mi camino. Me ayudaron. Lo enfilamos con-tra los invasores. Hubieramos querido barrer con todos.con todo. El proyectil cay6 ruidosamente.) del otro lado. Ha-bamos respondido! Eso era lo que habia que hacerl Cum-plimos!

    - Baja la voz.- por qu? Qu solucionar con bajar la voz?- Te necesitaremos. Maana te buscaremos a nuestro

    lado. Sabes siempre lo que va a ocurrir. 'Llenes que parti-cipar Si te oyen gritar. podrn separarte de nosotros. Teconservaran para otro momento. para sacarte las entraaspoco a poco. T conoces sus mtodos.

    -No ser as. Esta es mi hora. La conozco. como si lahl1biera visto antes Jess de Nazareth llor6 porque Jeru-salem lo haba rechazado. Nosotros

    - Qu nos importa eso. muchachol Quizs sera mejorhablar con cada uno de ellos por separado. A un hombre sele debe dar siempre una oportunidad.

    - Ellos tambin la tuvieron. Es mejor que despiertencuando llegue el cami6n a poner sus mellizas a nuestrapuerta... Se sacudirn al saber que van hacia la serrana.Suean con eso... Hasta querrn rasgar la lona del cami6npor ver la llanura. Darn la batalla.

    - Cuando se acerquen. crees que debemos cantanr?- S. Cantaremos.

    9 de mayo de 1968Santo Domingo.

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