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Viviana E. Conti, Jujuy, febrero-marzo de 2012 1 El Éxodo de 1812 Viviana E. Conti 1 Contexto Histórico La crisis monárquica : En 1808 la ocupación militar de las tropas napoleónicas a España provocó una crisis en la monarquía hispánica signada por el vacío de poder que llegó a todos los confines de ultramar. No obstante, el triunfo español en la batalla de Bailén contra las fuerzas napoleónicas auguraba mejores tiempos y alentaba las esperanzas de liberar al Rey. Con la victoria y las esperanzas, emergió en el mundo hispánico un movimiento “juntista” 2 , iniciado por la Junta Central Suprema Gubernativa de España e Indias que tomó a su cargo el gobierno de la monarquía, transitoriamente, en nombre de los derechos de Fernando VII (se esperaba el pronto regreso del Rey) y envió comisionados a distintos puntos del territorio americano 3 , donde se fue repitiendo, a lo largo del año, la jura de fidelidad al rey cautivo 4 . Las noticias arribadas a América hispana en 1808 no eran tan malas: creación de la Junta Central y victoria en la batalla de Bailén, presagiaban un buen futuro 5 . Se pensaba que sólo era cuestión de tiempo para que el Monarca regresara y, consecuentemente, 1 Doctora en Historia, Investigadora de CONICET y Profesora de la Universidad Nacional de Jujuy. 2 Se entiende por “movimiento juntista” a la instalación de diversas juntas gubernativas, tanto en España como en América, a los efectos de cubrir el vacío de poder político generado por la ausencia de la monarquía, frente a las expectativa de de un pronto retorno al orden institucional. 3 José Manuel de Goyeneche llegó a Montevideo en agosto de 1808 como comisionado de la Junta. 4 En Jujuy, los festejos por el ascenso al Trono de Fernando VII se llevaron a cabo durante los día 8, 9 y 10 de octubre de 1808, con grandes fiestas y regocijos. La descripción de la ceremonia de homenaje y las festividades puede verse en Marcelo Lagos y Viviana Conti, Jujuy de la Revolución de Mayo a nuestros días. 1810-1910-2010, Jujuy EdiUnju, 2010, pp. 122-123. 5 Armando Martínez, Manuel Chust (eds.), Una independencia, muchos caminos. El caso de Bolivia (1808-1826), Universitat Jaume I, Castellón, 2008, p. 135.

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El Éxodo Jujeño de 1812

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Page 1: Exodo Jujeño

Viviana E. Conti, Jujuy, febrero-marzo de 2012

1

El Éxodo de 1812

Viviana E. Conti1

Contexto Histórico

La crisis monárquica:

En 1808 la ocupación militar de las tropas napoleónicas a España provocó una crisis en

la monarquía hispánica signada por el vacío de poder que llegó a todos los confines de

ultramar. No obstante, el triunfo español en la batalla de Bailén contra las fuerzas

napoleónicas auguraba mejores tiempos y alentaba las esperanzas de liberar al Rey.

Con la victoria y las esperanzas, emergió en el mundo hispánico un movimiento

“juntista”2, iniciado por la Junta Central Suprema Gubernativa de España e Indias que

tomó a su cargo el gobierno de la monarquía, transitoriamente, en nombre de los

derechos de Fernando VII (se esperaba el pronto regreso del Rey) y envió comisionados

a distintos puntos del territorio americano3, donde se fue repitiendo, a lo largo del año,

la jura de fidelidad al rey cautivo4.

Las noticias arribadas a América hispana en 1808 no eran tan malas: creación de la

Junta Central y victoria en la batalla de Bailén, presagiaban un buen futuro5. Se pensaba

que sólo era cuestión de tiempo para que el Monarca regresara y, consecuentemente, 1 Doctora en Historia, Investigadora de CONICET y Profesora de la Universidad Nacional de Jujuy.

2 Se entiende por “movimiento juntista” a la instalación de diversas juntas gubernativas, tanto en España como en América, a los efectos de cubrir el vacío de poder político generado por la ausencia de la monarquía, frente a las expectativa de de un pronto retorno al orden institucional.

3 José Manuel de Goyeneche llegó a Montevideo en agosto de 1808 como comisionado de la Junta.

4 En Jujuy, los festejos por el ascenso al Trono de Fernando VII se llevaron a cabo durante los día 8, 9 y 10 de octubre de 1808, con grandes fiestas y regocijos. La descripción de la ceremonia de homenaje y las festividades puede verse en Marcelo Lagos y Viviana Conti, Jujuy de la Revolución de Mayo a nuestros días. 1810-1910-2010, Jujuy EdiUnju, 2010, pp. 122-123.

5 Armando Martínez, Manuel Chust (eds.), Una independencia, muchos caminos. El caso de Bolivia (1808-1826), Universitat Jaume I, Castellón, 2008, p. 135.

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fueron organizándose juntas en nombre de Fernando VII en distintas ciudades de

América: en Montevideo (1808), La Plata (1809), La Paz (1809), Quito (1809), ellas se

instituyeron en apoyo a la Junta Central, en el contexto de la crisis de la monarquía,

mientras aún se esperaba una pronta victoria sobre los franceses; además, en todas las

ciudades americanas se juró fidelidad a la Junta Central como depositaria del poder

Real6.

Poco después, la batalla de Ocaña (noviembre de 1809) cambió el rumbo de la guerra: la

Junta Central se trasladó a Sevilla y luego fue disuelta. Estas noticias también llegaron a

América dramatizadas con la idea de la pérdida total de la Península. En ese contexto

emergieron las Juntas surgidas de 1810, algunas de las que se negaron a reconocer a la

Regencia, pero plantearon nuevas estrategias frente a la ya caída monarquía Hispánica;

ejemplo de ellas fue la Junta de Buenos Aires.

La invasión a Portugal (noviembre de 1807) dio un nuevo protagonismo a los territorios

americanos, con el traslado de la familia Real portuguesa a Río de Janeiro; en su seno se

encontraba la única heredera legal de la familia real española, la infanta Carlota

Joaquina de Borbón, hermana de Fernando VII, casada con el príncipe don Juan, regente

de Portugal, que se erigió en la posibilidad de cubrir la vacancia Real. A su alrededor se

fue creando un “partido carlotista” que veía en la infanta una salida a la crisis de

autoridad en España y América7. Estas tratativas no prosperaron por la desconfianza

entre las autoridades virreinales hacia las ambiciones de la corte portuguesa.

6 En Jujuy el cabildo publicó un bando que llamaba a los vecinos y pueblo en general al acto de juramento para el día 21 de febrero de 1809. Archivo Histórico de la Provincia de Jujuy (AHPJ), Sección Ricardo Rojas (SRR), Caja IV, Libro Capitular de 1800 a 1812, fs. 182-182v, la Jura en folio 184. Para detalles de la Jura a la Junta Central en Jujuy, véase: Marcelo Lagos y Viviana Conti, op. cit., p. 124.

7 Este tema ha sido estudiado por la historiografía gracias a la abundante correspondencia de la princesa con las autoridades civiles, militares y eclesiásticas de los dominios españoles y lo que ella misma expresó a través de un Manifiesto dirigido a los vasallos españoles en España y América (Armando Martínez, Manuel Chust (eds.), op. cit., pp.40-41). Las pretensiones de ser reconocida como regente en nombre de sus hermanos fue apoyada desde la corte lusitana, quien envió a Pedro de Souza Holstein a negociar con la Junta de Sevilla y encontraron eco en la turbulencia política del Río de La Plata (grupo al que pertenecía Manuel Belgrano) que intentó que la infanta se trasladara allí. Véase: Noemí Goldman, “Crisis imperial, revolución y guerra (1806-1820)”, en Nueva Historia Argentina, Buenos Aires, Sudamericana, 1998, volumen III.

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El contexto europeo es trascendental para entender qué decisiones se tomaban y por qué

se actuaba en consecuencia en toda América hispana. La disolución de la Junta Central y

los acontecimientos de 1810, provocaron desconfianza y las Juntas surgidas en ese año

sólo usaron la “máscara de Fernando” a la espera de lo que podía acontecer, pero ya con

un pensamiento autonómico.

De febrero a mayo llegaron a América las noticias de la derrota del ejército español en

Ocaña, la ocupación de Andalucía, la disolución de la Junta y la creación del Consejo de

Regencia y el establecimiento de la corte de José I Bonaparte, motivo que llevó a la

mayor parte de las Juntas a desconocer la Regencia. En septiembre de 1810, las Cortes

se reunieron en Cádiz (único territorio español libre de la ocupación francesa). Las

cortes de Cádiz contaban con la presencia de diputados americanos en su seno, lo que

fortaleció la idea de “derecho” de los americanos, diferente al concepto de “privilegio”

del Antiguo Régimen8.

Recién en los meses de julio-agosto de 1813, las guerrillas españolas comenzaron a

derrotar a los ejércitos napoleónicos. Por tanto entre 1810 y 1813, en América se fueron

tomando las decisiones en consonancia a lo que estaba ocurriendo en Europa. En

España, las autoridades dejaron de negociar con las juntas americanas y empezaron “a

acusar a estas juntas de sediciosas, de traidoras y, especialmente, de independentistas.

Ése era el calificativo acusatorio que dotó de legitimidad a las autoridades peninsulares

para actuar militarmente o políticamente contra aquellos que no obedecían sus

instrucciones…”9 y que desataron una dura represión en el Río de La Plata, Chile,

Caracas y otras regiones insurreccionadas de la América Hispana.

8 Se produjo un cambio fundamental en la política hacia las colonias: pasaron a ser reinos integrantes de la monarquía.

9 Armando Martínez, Manuel Chust (eds.), op. cit, p. 139.

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El desencuentro de dos virreinatos: Buenos Aires y Lima

Las capitales virreinales tomaron distintos rumbos frente a la crisis de la monarquía

hispánica. Dos vías, la revolución y el fidelismo, las enfrentó durante más de una

década.

En Buenos Aires, las noticias de lo acontecido en la península Ibérica, fue entendida

como una crisis de legitimidad que desembocó en una revolución sustentada en el

concepto de reasunción del poder por parte de los pueblos. Basadas en esos

fundamentos, la Primera Junta surgida el 25 de mayo de 1810, envió una circular a los

“pueblos del interior del Virreinato” para que participaran en las decisiones a través de

los diputados elegidos por los cabildos10.

La iniciativa de Buenos Aires, al fomentar el autogobierno de los pueblos, abrió la “caja

de Pandora”11 que llevaría a futuros conflictos políticos. Por otro lado, las expectativas

de la revolución no eran las mismas en todos sus actores, lo que provocó desavenencias

políticas entre un sector (liderado por Mariano Moreno) que intentó asociar la guerra

con la independencia y la formación de un nuevo orden republicano y sectores más

moderados, situación que dio por resultado grandes indefiniciones en los objetivos de la

revolución12. Así se sucedieron (desde 1810 a 1820), distintos gobiernos revolucionarios

con distintos objetivos, la Primera Junta, la Junta Grande, el Primer Triunvirato, el

Segundo Triunvirato y el Directorio.

Junto a la circular que convocaba a los pueblos, la Junta envió expediciones militares a

los dos extremos del Virreinato del Río de La Plata: al Alto Perú y a Paraguay, mientras

se abría un nuevo frente de batalla en la Banda Oriental, con el sitio a la ciudad de

Montevideo y la invasión portuguesa.

10 Noemí Goldman, op. cit., pp. 41-42.

11 Argumento esgrimido por el cabildo de Jujuy en sus instrucciones al diputado ante la Junta de Buenos Aires, Juan Ignacio Gorriti.

12 Para un análisis más completo, véase Noemí Goldman, op. cit., p. 45 y ss.

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En Lima, el virrey Fernando de Abascal convirtió al virreinato del Perú en el centro de

la contrarrevolución americana, desplegando espías por todo el territorio español en

Indias. Era un monárquico absolutista, ejemplo del “mandatario ilustrado”, que recibió

apoyo de la elite limeña y del Tribunal de Consulado (que le financiara sus campañas

militares), interesados en mantener la hegemonía hispánica y el control sobre la

población indígena. Tal como ocurría en Buenos aires, los anhelos de Abascal estaban

puestos en el Alto Perú, donde intervino ya en 1809, contra los insurgentes de La Paz13.

El virreinato del Perú había jurado fidelidad a la Junta Central y eligió diputado para ser

representado en ella. Cuando estalló la revolución en Buenos Aires, en 1810, el

presidente de la Audiencia de Charcas, Vicente Nieto y el gobernador de Potosí,

Francisco de Paula Sáenz, decidieron la incorporación del territorio de la Audiencia de

Charcas al Virreinato del Perú y se pusieron a disposición del virrey Fernando de

Abascal14: significaba que el Alto Perú se desmembraba del Virreinato de Río de La

Plata, se incorporaba al Virreinato de Perú y ya no obedecería a Buenos Aires.

Sin embargo, esta decisión política tenía poca relación con la realidad altoperuana,

donde en 1810 las opiniones estaban divididas entre los que apoyaban a la revolución en

Buenos Aires y los que se mantenían fieles a la monarquía. En esos momentos existían

dos sectores insurgentes al mismo tiempo: las sublevaciones indígenas y las ciudades,

donde crecía el apoyo al moviendo revolucionario de Buenos Aires y al ejército que

marchaba hacia allí15.

13 Para ello envió un ejército compuesto por criollos e indígenas bajo la dirección de José Manuel de Goyeneche (presidente interino de la audiencia de Cuzco) y el coronel Juan Ramírez (intendente de Huarochirí), que movilizaron a curacas con sus indígenas. Intervino militarmente en Quito (desbaratando a la Junta de 1809 en 1813) y en Chile (Rancagua 1814), Armando Martínez, Manuel Chust (eds.), op. cit, p. 52. Estaba enterado de lo que ocurría en toda América hispana, por donde había desplegado un ejército de espías que le enviaban información desde todos los rincones del continente, Archivo General de Indias (AGI), Diversos 2 A y 3A

14 Armando Martínez, Manuel Chust (eds.), op. cit., p. 149.

15 Muchos revolucionarios, de Buenos Aires y del Río de La Plata en general, se habían formado en la Universidad de Charcas y mantenían vinculaciones en las ciudades altoperuanas. Véase: José Luis Roca, “Cochabambinos y porteños, 1810-1813”, Historia y Cultura Nº 10, La Paz, 1986.

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Desde 1810 hasta 1825 el Alto Perú fue el escenario de la guerra entre Buenos Aires y

Lima y el botín de los eventuales vencedores. Ya en agosto de 1810, al conocerse los

sucesos de Córdoba (ejecución de Liniers y autoridades opositoras a la Revolución) el

presidente de la Audiencia de Charcas, Vicente Nieto, comenzó a ejecutar una serie de

medidas tendientes a defender a la región del avance de las tropas revolucionarias

enviadas desde Buenos Aires; para llevarlas a cabo contaba con el ejército virreinal que

custodiaba la ciudad de La Paz16.

El Alto Perú estaba pasando por una coyuntura de convulsión, motivada por las

represiones a los movimientos juntistas de Chuquisaca y La Paz de 1809, a lo que se

sumaban las sublevaciones indígenas que fueron surgiendo en distintas regiones del

Altiplano. Estas mismas sublevaciones motivaron que la ciudad de Oruro pidiera auxilio

de tropas a la Audiencia de Charcas, que envió un contingente cochabambino17.

En tanto, en Potosí, se iban congregando los destacamentos que formarían el ejército

contrarrevolucionario, a la espera de reunirse con el ejército virreinal; éste se estaba

concentrando en Desaguadero, constituido por las tropas de Cuzco y La Paz a las

órdenes de José Manuel de Goyeneche. En pos de ello, el presidente de la Audiencia

ordenó al cabildo de Oruro que le repusiera parte de las huestes que enviara para

proteger la ciudad; esas huestes estaban formadas por legiones cochabambinas, que

desertaron y, al mando de Francisco del Rivero, regresaron a Cochabamba.

El 14 de septiembre de 1810, la ciudad de Cochabamba declaró su adhesión a la

revolución de Buenos Aires18 en momentos en que el ejército del Norte estaba llegando

a Jujuy. El levantamiento de Cochabamba repercutió por todo el Alto Perú; el 24 de

septiembre se formó una junta en Santa Cruz y el 6 de octubre de 1810 el cabildo de

16 Jorge Siles Salinas, Historia de la Independencia de Bolivia, Madrid, MAPFRE, 1992.

17 La insurgencia indígena tenía sus propios motivos, basados en una crisis del cacicazgo y los cobradores de tributos, en contexto de movimientos revolucionarios y represiones llegadas desde Perú. María Luisa Soux, El complejo proceso hacia la independencia de Charcas (1808-1826), La Paz, Plural, 2010, p. 230

18 María Luisa Soux, op. cit., p. 69. Gustavo Rodríguez Ostria, Poder, guerra e insurrección en Cochabamba, 1781-1813, MS, en prensa, Cochabamba, 2012.

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Oruro reconoció la autoridad de la Junta de Buenos Aires. El 22 llegaron tropas

cochabambinas para allanar el camino de las fuerzas porteñas; eran 1.500 soldados

comandados por Esteban Arze19 y Melchor Guzmán Quintón.

Cuando la guerra llegó a Jujuy

En las décadas previas a la Revolución de la independencia, la ciudad de San Salvador

de Jujuy con su jurisdicción, integraba el Virreinato del Río de La Plata y la Intendencia

de Salta del Tucumán, cuya capital, la ciudad de Salta, se encontraba a 18 leguas al sur.

Se trataba de una ciudad pequeña pero, gracias a su situación geográfica, era un centro

de tránsito obligado entre la Altiplanicie y las tierras bajas rioplatenses, lo cual le daba

dinamismo mercantil y generaba trabajo para sus habitantes20. En la ciudad de Jujuy

terminaba el camino carretero que conectaba con el Río de La Plata; hasta allí llegaban

las carretas cargadas con mercancías, con destino a los mercados del Alto y Bajo Perú;

en adelante sólo se podía continuar el viaje en mula y las mercancías debían enfardarse

para ubicarlas en tercios de mula o burro.

A pesar de su tamaño, era una ciudad con mucho movimiento de personas: viajeros,

arrieros y transeúntes que hacían el camino entre las “provincia de arriba” (Alto Perú) y

las “provincias de abajo” (Río de La Plata), lugar donde se debía cambiar de medio de

transporte, reemplazar la mula por la carreta o viceversa, lo cual obligaba a la

permanencia en la ciudad del tiempo necesario para realizar esos preparativos y

abastecerse de lo necesario para el viaje. En las pulperías y almacenes se podían

comprar todos los artículos imprescindibles. A fines del siglo XVIII, en la ciudad

existían 39 pulperías, número inusual para la cantidad de habitantes con que contaba21.

19 Es el mismo que estará con Belgrano durante el Éxodo en 1812.

20 Para una descripción de la ciudad y su jurisdicción (campo y poblados), véase Marcelo Lagos y Viviana Conti, op. cit., pp. 21-83.

21 Según los datos arrojados por el Censo levantado por orden del rey Carlos III en 1778-1779, en la jurisdicción de Jujuy vivían 14.694 personas (sin contar los curatos de Humahuaca y Río Negro, para los cuales no se conservaron los datos). En la ciudad de San Salvador vivían 1.707 personas.

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Los compradores de ganado que llegaban hasta allí contrataban capataces, adiestradores

y peones, que a su vez eran surtidos de todos los efectos necesarios para el viaje por los

comerciantes de la ciudad. Todo ese movimiento de transeúntes le daba un aspecto

insólito para una ciudad tan pequeña.

La base de la economía de Jujuy descansaba en las exportaciones de ganados y de sus

excedentes agrícolas y el arrieraje; de ellos vivía la población local, junto al comercio de

intermediación de diversos artículos de distintas procedencias que realizaban los

comerciantes en las tiendas de la ciudad (establecimientos dedicados a la importación,

exportación y re-exportación de diversas mercancías). A principios del siglo XIX una

fuerte y prolongada sequía afectó al campo jujeño por varios años, lo que causó graves

perjuicios en la producción agrícola y ganadera. Los efectos fueron desbastadores y para

1810 recién comenzaba a recuperarse la productividad en las haciendas.

En la ciudad convivía una gran diversidad social, cultural y étnica. Las familias

prominentes, descendientes de los conquistadores, los primeros encomenderos y sus

parientes, se fueron engrosando en el siglo XVIII, con el arribo de inmigrantes

españoles quienes contrajeron matrimonio con mujeres de la elite local, dando lugar a la

formación de nuevos linajes que ocasionaron el crecimiento de los sectores socialmente

prestigiosos. Los hombres ocupaban cargos en la burocracia colonial, eran

profesionales, hacendados o grandes comerciantes. Muchas familias alternaban su vida

en la hacienda y en la ciudad. La población rural vivía en haciendas, estancias, chacras y

pueblos de indios, dedicados a tareas agrícolas y ganaderas. En las haciendas y estancias

vivían y trabajaban españoles y mestizos dedicados a tareas específicas, tales como

mayordomos, capataces, administradores, cuidadores, invernadores y arrieros, labores

que exigían una debida capacitación, experiencia y responsabilidad, por cuanto sus

detentadores gozaban de cierto prestigio social.

Socialmente por debajo de la elite local, existía un cúmulo de españoles pobres y

mestizos, que cumplían tareas de relativo prestigio, tales como administradores,

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capataces, maestros artesanos, arrieros, pulperos y pequeños tratantes. Los sectores

sociales más pobres estaban compuestos esclavos y manumitidos, indios forasteros,

mestizos e indigentes, que se ocupaban en labores artesanales, de la venta ambulante en

la plaza y en las calles, del servicio doméstico o sólo mendigaban.

En general se trataba de una sociedad tranquila y pueblerina, con un fuerte control social

digitado desde las autoridades con anuencia de las elites locales, donde los desórdenes

provenían de algunos excesos en los divertimentos, peleas o borracheras, alborotos

provocados por transeúntes de paso, algún que otro prófugo o vagabundo y,

eventualmente, actos de cuatrerismo o incumplimientos en contratos de trabajo.

La llegada del ejército revolucionario transformó totalmente la vida de Jujuy, esta

imagen de paz y de orden provincianos fueron sustituidos por el campamento de

campaña (de ambos ejércitos, el revolucionario y el realista), la presencia de tropas

formadas por hombres forasteros, las exigencias de la guerra, los despojos y los saqueos.

En Jujuy, tal como en el vecino Alto Perú, las guerras de la independencia duraron 15

años, desde el arribo del Ejército del Norte en septiembre de 1810 hasta la muerte de

Pedro Antonio de Olañeta en 182522. Fue el comienzo de una coyuntura de guerra y

militarización que cambió la vida de los habitantes de Jujuy, sin distinción social o

étnica y sus efectos se hicieron sentir en todos los órdenes de la vida cotidiana.

Feliciano Chiclana, nombrado Gobernador Intendente interino, llegó a Jujuy el 3 de

septiembre de 1810, desde donde supervisó los suministros de los vecinos al ejército23.

El ejército arribó a fines de septiembre; la vanguardia, de alrededor de 400 hombres, se

22 Pedro Antonio Olañeta estaba casado con Josefa Marquiegui, hija del hacendado Bentura Marquiegui de Jujuy; fue quien comandó las invasiones al territorio jujeño (aún contraviniendo órdenes del virrey de Perú) hasta su muerte en Tumusla en 1825.

23 AHPJ, SRR, Caja 4, Libro Capitular 1800-1812 (362 folios), Acta del 3 de septiembre de 1810. Chiclana también era el Auditor de Guerra del Ejército Auxiliar. Diego de Pueyrredón fue ratificado como Teniente de Gobernador de Jujuy.

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ubicó en Tilcara y el resto quedó a las a fueras de la ciudad de Jujuy, durante

aproximadamente un mes, hasta el comienzo de la marcha hacia Yavi y Suipacha24.

El día 4 de septiembre de 1810, se organizó el Cabildo Abierto donde fue elegido el

representante por Jujuy ante la Junta de Buenos Aires, Juan Ignacio Gorriti25. En la

misma sesión se dispuso la contribución voluntaria de los vecinos de Jujuy para auxiliar

al ejército “…que viene marchando de la Capital de Buenos Ays.”, para lo cual el

cabildo enumeraba las personas principales de la ciudad, que aportarían según sus

capitales y disponibilidades.

Sin embargo, la contribución voluntaria del vecindario no fue suficiente. Con el arribo

del ejército Auxiliar del Alto Perú en septiembre de 1810, la población debió abastecer a

aproximadamente 1.200 hombres26. La consecuencia inmediata de la duplicación de las

bocas para alimentar, fue la carestía y la escasez de carne en toda la Jurisdicción

(productora de vacunos), casi crónica en toda la coyuntura de guerra.

El Cabildo de Jujuy, como institución, aportó a la causa revolucionaria con sus arrieros,

para que lleven los pertrechos del ejército hacia el Alto Perú (pagó algunos fletes hasta

Potosí y otros hasta Tupiza). Ya en la primera expedición muchos arrieros jujeños

perdieron sus animales, otros perdieron la vida.27

24 Emilio Bidondo, La guerra de la independencia en el norte argentino, Buenos Aires, EUDEBA, 1976, p. 49.

25 AHPJ, SRR, Caja 4, Libro Capitular 1800-1812 (362 folios), Acta del 4 de septiembre de 1810. El cabildo de Jujuy entregó las Instrucciones que su diputado debía llevar a Buenos Aires, en las cuales invocaba el derecho de los pueblos al autogobierno y por ende su independencia de la Intendencia de Salta.

26 Se calcula que tenía alrededor de 2.000 habitantes para 1810, entre los que están agregados mujeres y niños, cuya dieta es menor a la de los hombres adultos.

27 AHPJ, SRR, Caja V, Legajo 13, Documento 63. Informe de Teodoro Sánchez de Bustamante al Cabildo de Jujuy acerca de los problemas que afrontaron los arrieros de Jujuy, 8 de julio de 1811

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González Balcarce avanzó con una parte del ejército hasta Yavi, donde se le unieron los

milicianos de Tarija28. El primer enfrentamiento entre ambos ejércitos se produjo en

Cotagaita, sin un claro vencedor. El 7 de noviembre de 1810 tuvo lugar la primera gran

batalla, en Suipacha, con el triunfo de los revolucionaros, lo que les permitió avanzar

hasta Tupiza y Potosí.

La convulsión revolucionaria en el vecino Alto Perú

El principal foco de apoyo al movimiento revolucionario de Buenos Aires surgió en

Cochabamba, donde el 14 de septiembre de 1810, en cabildo abierto, se decidió crear

una junta en apoyo a la de Buenos Aires y enviar grupos armados al Altiplano para

detener el avance del ejército virreinal. Desde Cochabamba el apoyo a la revolución

repercutió en otras ciudades donde el discurso de la soberanía de los pueblos había

prendido en el seno de los cabildos29. Primero Santa Cruz, luego Oruro y finalmente

Potosí, ante la cercanía de las tropas rioplatenses, se plegaron al movimiento

revolucionario; en general se trataba de pronunciamientos de adhesión a la causa

revolucionaria de Buenos Aires, a la vez que de oposición a la intromisión del Perú en

los asuntos altoperuanos.

En los comienzos de 1811, casi todo el Alto Perú se había volcado hacia la causa de la

Revolución30; la mayor parte del territorio se encontraba bajo el control del Ejército de

Norte y las tropas cochabambinas; sólo la región al oeste de La Paz, estaba bajo el

dominio de las tropas del virrey del Perú comandadas por el general José Manuel de

Goyeneche, asentadas en Zepita.

28 Para un análisis minucioso de la guerra, véase Emilio Bidondo, La Expedición de Auxilio a la Provincias Interiores (1810-1812), Buenos Aires, Círculo Militar, 1987, pp. 274 y ss.

29 Armando Martínez, Manuel Chust (eds.), op. cit., p. 78.

30 René Arze Aguirre, Participación popular en la independencia de Bolivia, La Paz, Quipus, 1987

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En su avanzada hacia el Altiplano, el ejército revolucionario siempre estuvo abastecido

por los caciques de Mohoza (La Paz) y Arque (Cochabamba); cuando se acantonó en

Huaqui, las provisiones le llegaban desde Oruro31, lo que manifiesta el compromiso

revolucionario de vastos sectores de las provincias altoperuanas.

En Huaqui, el ejército revolucionario fue derrotado por las tropas virreinales en junio de

1811; los sobrevivientes huyeron en distintos contingentes, algunos, en forma

desordenada fueron causando desmanes en los poblados por los que pasaban en su

camino hacia Jujuy, zona considerada “a resguardo” en esos momentos. Eustaquio Díaz

Vélez con sus hombres se retiraron a Oruro y de allí a Cochabamba, donde estaba Juan

Martín de Pueyrredón con sus batallones. Entre julio y diciembre fueron llegando a

Jujuy grupos de sobrevivientes de Huaqui, que vagaban por el campo, provocando

desórdenes32.

Un soldado de la época comentaba “nos presentamos en Jujuy en momentos que estaban

llegando las primeras tropas que habían escapado de la derrota…”33.

A fines de julio Goyeneche se apoderó de la ciudad de Oruro, que en adelante sería un

importante bastión realista bajo la dirección de Indalecio González de Socasa. De Oruro

siguió a Cochabamba, donde ocupó la ciudad en el mes de agosto, al tiempo que los

restos del Ejército del Norte huían hacia Jujuy apoyados por las huestes indígenas y

31 María Luisa Soux, op. cit., p. 72. Para el proceso en el Alto Perú véase también René Arze Aguirre, op. cit .

32 En un contexto de inseguridad y desorden, rumores de invasiones y saqueos, presencia de vagabundos y salteadores, el cabildo de Jujuy, a principios de 1811, fue adoptando diversas medidas para la protección de la ciudad y el campo asolado por desertores y vagabundos errantes: fortaleció el control de pasaportes y licencia de tránsito en la Posta, pidió a la Junta provincial de Salta vigilar el “punto de reunión de Tucumanos, Troperos y Carreteros y de la gente de Arriva” que eran causa de disturbios en la campaña, así como una “multitud extraordinaria de Ladrones”, reforzó a los alcaldes de la Santa Hermandad, intensificó la regulación sobre la venta de bebidas alcohólicas tanto en el campo como en la ciudad. En el ámbito urbano, a fin de mejorar la autoridad en manos de los alcaldes de barrio, dividió a la ciudad en seis distritos y mandó a levantar una matrícula de los vecinos de cada cuartel. AHPJ, SRR, Caja IV, Libro Capitular 1800-1812, Acta Capitular del 19 de marzo de 1811, Acta Capitular del 9 de febrero de 1811 y Acta del 26 de agosto de 1811.

33 Gregorio Aráoz de La Madrid, Memorias del general Gregorio Aráoz de La Madrid, Buenos Aires, El Elefante Blanco, 2007, p. 34

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cochabambinas al mando de Esteban Arze, quienes no dejaron de hostigar a los realistas

hasta que el 29 de octubre recobraron Cochabamba y obligaron a Goyeneche a recluirse

en Potosí.

A principios de 1811 casi todo el territorio altoperuano había caído nuevamente en

poder de las fuerzas fidelistas dirigidas por Goyeneche bajo las órdenes del Virrey

Abascal, sólo la región de Cochabamba permanecía fiel a la revolución rioplatense.

Ante el avance arrollador de los ejércitos virreinales, Juan Martín de Pueyrredón

emprendió el regreso a Jujuy, con los hombres que lo acompañaban, entre los cuales se

encontraban algunos indígenas, como es el caso del caudillo Baltasar Cárdenas, quien lo

siguió hasta Jujuy.

Durante el año 1811 la mayoría de las ciudades del Alto Perú volvieron a manos de los

realistas, aunque el campo quedó en poder de las tropas cochabambinas y de los

indígenas sublevados. La sublevación indígena se fue extendiendo: “La sublevación era

general y en ella participaban varios grupos, indígenas y mestizos, entre ellos muchos

arrieros que tomaban caminos alternativos para evitar llevar armamento y pertrechos

para las tropas del Rey34.” Los rumores hablaban de una sublevación general de indios y

de cochabambinos, que motivara al Virrey Abascal a ordenar la represión, la que

encargó al cacique de Chincheros, Mateo García Pumacahua35.

Cochabamba se había convertido en el baluarte revolucionario en el Alto Perú. La

posterior caída de la ciudad en manos realistas, en agosto de 1811, significó en el

contexto de la época, una derrota mayúscula para la causa de la independencia, además

de la pérdida segura de todo el territorio altoperuano. Entre los desencadenantes

inmediatos es de destacar el regreso de las tropas de Juan Martín de Pueyrredón a Jujuy,

34 María Luisa Soux, op. cit., p. 77

35 Algunos autores ven, en este enfrentamiento indígena, viejos antagonismos entre quechuas y aymaras (Jorge Siles Salinas, op. cit., p. 189). Lo cierto es que Pumacahua buscó la alianza de otro cacique, Manuel Choquehuanca, para enfrentar a los sectores rebeldes al Rey. De esta manera distintas parcialidades indígenas (al igual que mestizos o españoles) pelearon en ambos bandos a lo largo de las guerras de la independencia.

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tratando de poner a salvo los caudales que había extraído de Potosí y el reagrupamiento

de las milicias cochabambinas al mando de Esteban Arce.

Después de “pacificar” a Cochabamba, Goyeneche regresó a Potosí, decidido a ejecutar

la segunda parte de su plan para reconquistar el Virreinato del Río de La Plata: invadir

Jujuy y penetrar por los valles hasta el corazón rioplatense. En pos de ello envió al

brigadier Picoaga con una avanzada del ejército real a establecerse en Suipacha. Pero

sus planes se truncaron cuando las huestes cochabambinas retomaron la ciudad en

octubre de 1811.

Las guerrillas cochabambinas y el pueblo de la ciudad y villas de su jurisdicción

supieron mantener en jaque al ejército virreinal durante un año y fueron preparando el

terreno para un nuevo avance de los ejércitos rioplatenses.

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Jujuy campamento general del Ejército

La derrota del Ejército Auxiliar en los campos de Huaqui y el arribo a Jujuy de los

despojos del ejército revolucionario, pusieron a la ciudad y su campaña en una situación

desesperante, motivo por el cual el cabildo comenzó a tomar una serie de medidas para

proteger a la ciudad y el campo de las bandas salteadoras y de una casi segura invasión

de los ejércitos enviados desde Lima. Para esos fines, el cabildo de Jujuy reforzó la

autoridad de los alcaldes de la Santa Hermandad (quienes tenían funciones de justicia y

policía en el ámbito rural) y de los alcaldes barrio (con similares funciones en el ámbito

urbano), instándolos a celar por el orden, quietud y seguridad en sus jurisdicciones,

perseguir a quienes esparciesen ideas sediciosas contra el Gobierno o atentasen contra la

tranquilidad pública, así como a estar atentos ante cualquier delito, denunciar a los que

encontrasen delinquiendo, tomarlos prisioneros y dar parte al Cabildo si fuesen civiles o

al comandante del ejército en caso de que se tratase de militares36.

Los rumores que llegaban desde el Alto Perú, referidos a invasiones y represalias sobre

los pueblos que habían dado ayuda a los revolucionarios, hacían temer por la seguridad

del vecindario

“…la necsidad de tomar algas medidas qe al mismo tpo qe

afiansen la publica tranquilidad, aquieten los temores de la

Gente bulgar, pues con motivo de las desgracias y

movimientos experimentados en algs de los pueblos del

Perú, de las muchas especies exageradas qe

frecuentemente se sucitan y divulgn principalmte a la

llegada de pasajeros de arriba, por venir entre ellos

algunos ignorantes o demasiado credulos, y otros

36 AHPJ, SRR, Libro Capitular 1800-1812, Acta del 26 de agosto de 1811. Las instrucciones están fechadas el 29 de agosto

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malintencionados o desafectos al actual Govierno, temen

algunos Vecinos qe llegue á ocurrir en éste alga novedad

capaz de comprometer la quietud y Seguridad publica”37.

En este contexto, se recibieron noticias del próximo arribo de Juan Martín de

Pueyrredón con batallones del ejército que se habían mantenido unidos.

En septiembre de 1811 Pueyrredón había llegado a Tarija, desde donde se comunicó con

las autoridades en Salta para informarle que llevaba consigo sus hombres y los caudales

que había sacado de Potosí, para lo que necesitaba que lo proveyeran de 200 caballos de

silla y 125 mulas de carga que debían esperarlo en el fuerte de Cobos38. A fines de ese

mes ya estaba en Salta, donde poco después se notificó que el Triunvirato lo había

nombrado “General en Jefe de las Tropas reunidas en las Provincias libres de nuestro

territorio”, a los efectos de organizarlas, disciplinarlas y ponerlas en situación de

enfrentar una próxima invasión39. Sucesivamente fueron llegando las tropas de

Viamonte (783 hombres con 206 fusiles) y las de Díaz Vélez, a quien Pueyrredón

encargó la organización de la vanguardia en Mojos (al norte de La Quica), compuesta

por 630 hombres con 487 fusiles40.

Las directivas del Triunvirato apuntaban a una reorganización del ejército

revolucionario para la defensa del territorio y ya no para una avanzada hacia el Alto

Perú, o sea, que el gobierno central estaba enterado de la trágica situación del Ejército

del Norte y su notoria inferioridad frente al previsible avance del ejército virreinal. Las

ordenes “reservadas” enviadas a Juan Martín de Pueyrredón y luego reenviadas a

Manuel Belgrano, evidencian la estrategia a seguir por el gobierno revolucionario de

37 AHPJ, SRR, Caja IV, Libro Capitular de 1800-1812. Acta Capitular de 26 de agosto de 1811.

38 Ricardo Rojas, Archivo Capitular de Jujuy, Tomo IV, Correspondencia de Gobierno y Guerra, p. 242. Tarija, 5 de septiembre de 1811.

39 Ricardo Rojas, op. cit., p. 245

40 Museo Mitre (MM), Documentos del Archivo de Belgrano, Buenos Aires, Imprenta de Coni Hermanos, 1914, Tomo IV (DAB), Libro Copiador del Ejército del Perú, nº 56, carta de Pueyrredón, Cuartel general de Jujuy, 4 de diciembre de 1811.

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Buenos Aires ante el avance arrollador de los ejércitos procedentes del Perú, que

debieron ser cumplidas por ambos comandantes del Ejército del Norte:

“Se sabe por cartas interceptadas de Goyeneche á Abascal que

reúne aquel todo su ejército y viene á ocupar la provincia de

Salta, debiendo emprender sus marchas á mediados de enero.

Esto hará si duda que nuestro ejército retrograde; porque

sobre todo conviene no exponer la fuerza. En tal caso es

necesario hacer la retirada en el mejor orden, destruyendo

cuanto pueda ser útil al enemigo, para dificultar sus marchas y

recursos.

Se cuidará mucho de retirar con tiempo la fábrica de los útiles

del Tucumán.

Se tratará de tener siempre la fuerza reunida y concentrada,

llamando al enemigo porque se debilite á medida que se

extienda en conquistas.”41

Juan Martín de Pueyrredón42 se trasladó inmediatamente a Jujuy, donde se encargó de la

organización de las tropas (las acuarteladas y las dispersas), en el Convento de San

Francisco, que fue el lugar ocupado como cuartel general durante tres meses43.

41 MM, DAB, Carta del Triunvirato fechada en Buenos Aires el 27 de febrero de 1812, firmada por Manuel de Sarratea, Juan José Paso, Bernardino Rivadavia y el secretario Nicolás de Herrera.

42 Juan Martín de Pueyrredón era hermano de Diego José de Pueyrredón, quien estaba casado con Juana Francisca Zegada (hija del poderoso hacendado Gregorio de Zegada), había desempeñado diversos cargos de prestigio en Jujuy y Salta y había sido comandante de la Frontera de Río Negro; participó en la fundación de Orán y tenía propiedades y negocios en territorio jujeño; además, fue el primer teniente de Gobernador de Jujuy después de la Revolución de Mayo de 1810 (ratificado por Castelli). Véase Leonor M. Peirotti, “Negocios y Revolución: el origen del empresariado rural en una región de frontera (1780-1820). El caso de Diego José de Pueyrredón”, en Ana Teruel (directora), Problemas nacionales en escalas locales. Instituciones, actores y prácticas de la modernidad en Jujuy, Rosario Prohistoria ediciones, 2010, pp. 25-53. Por tanto estimamos que estimamos que Juan Martín tenía conocimiento de las familias prominentes de Jujuy y Salta; además había estado con negocios en la zona e integrado la vanguardia revolucionaria junto a Güemes en 1810. Como sea, recibió colaboración del vecindario y cabildo de Jujuy durante los meses que estuvo organizando los despojos del ejército del Norte.

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Entre las tareas más apremiantes que debió encarar no bien estableció el cuartel general

del ejército en Jujuy, se encontraban el cuidado de gran cantidad de hombres heridos en

batalla y enfermos, labor en la que estaban involucrados dos médicos, Diego Paroisien,

a cargo de los enfermos en el cuartel de Jujuy, mientras que en la atención de la

vanguardia, estaba Baltasar Tejerina44. El hospital de campaña cumplió una importante

función, que se fue incrementando en la medida en que llegaban más heridos y enfermos

del frente de batalla, lo que motivara las constantes solicitudes de auxilio en medicinas y

médicos a las autoridades en Buenos Aires. En esos días de fines de 1811, el hospital

militar de Jujuy tenía 136 enfermos (sin contar los de la vanguardia), pero carecía de las

medicinas suficientes para su correcta atención “…los veo expirar sin que tengan otras

medicinas que aceite de almendras y sal de Inglaterra, únicas drogas que se han podido

encontrar en estas ciudades inmediatas”45.

Otra tarea en la que depositó todos sus esfuerzos, fue la de organizar a la tropa a su

mando, donde se había propagado la falta de conducta militar, agudizada por continuas

deserciones y escasez de armamento necesario para la instrucción de reclutas y, hasta

para la defensa elemental de la zona bajo su protección. En pos de estos objetivos,

organizó una Academia de instrucción militar -labor que posteriormente completó su

sucesor Manuel Belgrano- para el adiestramiento de soldados y oficiales; la academia,

bajo la dirección de Toribio Luzuriaga estaba dirigida a la instrucción de oficiales y, al

mismo tiempo, instituyó una escuela de enseñanza para cabos y sargentos, a cargo de

Ignacio Warnes46.

43 Emilio Bidondo, op. cit., p. 336.

44 MM, DAB, Libro Copiador del Ejército del Perú, nº 59, carta de Pueyrredón, Cuartel general de Jujuy, 16 de diciembre de 1811.

45 MM, DAB, Libro Copiador del Ejército del Perú, nº 98, carta de Pueyrredón, Cuartel general de Jujuy, 15 de enero de 1812.

46 MM, DAB, Libro Copiador del Ejército del Perú, nº 71, Cuartel general de Jujuy, 17 de diciembre de 1811.

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La insuficiencia de armas y mal estado en que se encontraban las existentes, motivó

varios reclamos de Pueyrredón a la superioridad; expresaba que contaba con

“armamento caduco que no permite compostura aun cuando la impericia de la

maestranza, no fuera tan incapaz de mejorarlo” los fusiles eran tan malos en calidad

que “a media hora de fuego quedan inutilizados” la artillería era escasa y de poco

calibre. Esta situación de premura en el equipamiento básico de las tropas, se agudizaba

por el avance de Picoaga, con 1.000 hombres y 4 piezas de artillería hasta Suipacha,

situación a la que no podía hacer frente la vanguardia, en el estado en que se encontraba,

por cuanto debió retroceder hasta Cangrejos47 y posteriormente a Humahuca.

Sus metas eran alcanzar la organización y el disciplinamiento de la tropa, lo cual

significaba levantar la moral, establecer el orden y los regular los regimientos militares,

pero también implicaba procurarles alimentos, ropa, armas y los más elementales

pertrechos; a tales fines instituyó la intendencia del ejército -que luego encontrara

Belgrano a su arribo- a la que encargó proveer a los hombres de vestimenta adecuada al

clima, “contentándose por ahora con una chaqueta y un pantalón de paño de segunda

[…] para que siquiera parezcan soldados [insiste que] todas las tropas se hallan en

total desnudez, y en particular las de la vanguardia, que sufren las inclemencias de

temperamentos varios y rígidos, sin tener aun el alivio de tiendas de campaña, y que las

marchas destrozan sus cortos equipajes”48,

Mandó a sus oficiales a buscar monturas y bagajes en las haciendas cercanas49 y exigió

al cabildo que arbitrara los medios para proveer de carne a la población y al ejército50

47 MM, DAB, Libro Copiador del Ejército del Perú, nº 83. Cuartel general de Jujuy, 19 de diciembre de 1811

48 MM, DAB, Libro Copiador del Ejército del Perú, nº 87. Cuartel general de Jujuy, 31 de diciembre de 1811.

49 Ricardo Rojas, Archivo Capitular de Jujuy, Tomo IV, Correspondencia de Gobierno y Guerra, p. 247. Cuartel de Jujuy, 31 de octubre de 1811.

50 Ricardo Rojas, op. cit., p. 249. Cuartel de Jujuy, 10 de noviembre de 1811.

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(algo poco probable debido a la carestía general), sin embargo, la gente de Jujuy tuvo

que abastecer al ejército con todo lo que la tierra daba.

Fue en este contexto, que el ejército real, fortalecido, avanzó de Potosí hasta Tupiza a

las órdenes de Pigoaga. Frente a la nueva coyuntura de guerra, Pueyrredón ordenó a la

vanguardia del ejército revolucionario, asentada en Humahuaca y dirigida por Eustaquio

Díaz Vélez, que se desplazara hasta Yavi y de allí avanzara hasta Nazareno.

La batalla terminó en una derrota para los revolucionarios el 12 de enero de 1812 y la

consecuente retirada hasta Humahuaca, para desde allí controlar el acceso al valle de

Jujuy. El enfrentamiento fue la primera derrota del ejército comandado por Pueyrredón.

El Ejército del Norte abandona Jujuy

Desde Jujuy, el general en jefe del ejército comenzó a organizar la retirada de sus

tropas, en cumplimiento de las directivas recibidas desde Buenos Aires.

Las noticias de la recuperación de Cochabamba y el comienzo de los trabajos de

fundición de armas, dio un respiro en medio de la desesperada situación; incluso se

comenzó a planificar la fortificación de la Quebrada, esperando detener allí a las tropas

realistas, “…para sostener un punto de inevitable tránsito al enemigo”, pero era

conciente de que no era el único camino de acceso a Jujuy y que una entrada por la ruta

del Despoblado, podría dividir a la vanguardia del grueso del ejército asentado en

Jujuy51.

Por noticias llegadas desde Cochabamba, gracias a correspondencia incautada por los

indígenas de la comunidad de Santiago de Huari, Puyrredón supo que, a pesar de la

revuelta de indígenas y mestizos que habían confluido en Cochabamba y que 51 MM, DAB, Libro Copiador del Ejército del Perú, nº 114. Cuartel general de Jujuy, 29 de enero de 1812. El punto elegido para fortificar la Quebrada era Volcán; sin embargo, la entrada del ejército por el camino de la Puna (despoblado) podía poner a los revolucionarios en una situación desesperante al impedir la comunicación entre la vanguardia y el campamento general, que terminaría en un aniquilamiento total de ambos contingentes.

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colaboraban para impedir el avance de las tropas de virrey, éstas se habían engrosado

con bastimentos llegados desde Arica, mientras Goyeneche estaba fortaleciendo el

corredor entre Potosí y La Plata con La Paz, Oruro y Desaguadero, con el objetivo de

invadir la provincia de Salta. Había logrado reunir lo mejor de sus fuerzas en Suipacha,

al mando de Pío Tristán y Francisco de Pigoaga. Sólo un ataque a Potosí podía salvar el

avance sobre Jujuy,

“Si estas precauciones que se han tomado con apresurada

sagacidad no detienen la marcha del enemigo, me veré en

la indispensable precisión de replegarme hacia el

Tucumán, á cuyo efecto se hacen los preparativos

conducentes. El notable aumento y superioridad de las

fuerzas que ha adquirido el campamento de los

antipatriotas en Suipacha, me ha obligado á retirar en

buen orden con toda la vanguardia al general don

Eustaquio Díaz Vélez, hasta el pueblo de Humahuaca, 28

leguas de esta ciudad, donde se han acampado con buenos

alojamientos y provisiones, destacando avanzadas por el

despoblado y por el camino real hasta 20 leguas de

distancia en observación de los movimientos del

enemigo”52

A principio de marzo llegaban a Jujuy los heridos de la vanguardia; para entonces el

hospital de miliar contaba con más de 200 soldados lesionados y las noticias del avance

de Goyeneche eran poco alentadoras: los espías hablaban de más de 3.000 hombres que

iban agrupándose en las cercanías de Tupiza.

Frente a tal coyuntura ordenó que Díaz Vélez y toda la vanguardia que se replegasen

hasta Hornillos, mientras el ejército se preparaba para retirarse a Tucumán.

52 MM, DAB, Libro Copiador del Ejército del Perú, nº 128. Cuartel general de Jujuy, 14 de febrero de 1812.

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Corría el 8 de marzo de 1812, cuando Juan Martín de Pueyrredón llevó al grueso de las

tropas, con sus respectivos batallones, hasta Yatasto (defendido por el río) y solicitó al

Triunvirato, en Buenos Aires, su relevo, argumentando motivos de salud.

Manuel Belgrano se hace cargo del Ejército de Norte

El 26 de marzo Manuel Belgrano, procedente de Tucumán, arribó a Yatasto, donde

recibió el mando del ejército de manos de Pueyrredón. Tres días después, dio comienzo

un nuevo avance al norte, esta vez a Campo Santo, hacia donde fue enviando a los

batallones, uno por día.

Desde el cuartel general de Campo Santo, Belgrano se puso en contacto con espías en la

Puna, en Atacama y en los valles altoperuanos, que le enviaban noticias de los

movimientos de las tropas realistas; esos informes y el reconocimiento de la zona que

hiciera por la quebrada del Toro hasta Purmamarca y Jujuy, lo terminaron de convencen

de que los mejores lugares para ubicar el campamento general del ejército y poner en

funcionamiento la maestranza, eran Jujuy y Humahuaca. En Campo Santo, el paludismo

estaba haciendo estragos entre la tropa53.

En circunstancias en que arribaba a Jujuy el nuevo Teniente de Gobernador, Francisco

Pico, nombrado por el Triunvirato54 y enviara a la vanguardia del ejército hasta Volcán,

Manuel Belgrano se dirigió al cabildo jujeño,

“El Excelentísimo Gobierno me ha enviado á sustituir al

Sr. General, Don Juan Marín de Pueyrredon, á causa de

sus males; dándome auxilios de importancia que conduzco

para mantener en tranquilidad y seguridad estos países:

nada mas deseo que corresponder á sus altas miras, todas

53 MM, DAB, Correspondencia de los días 4 a 20 de abril de 1812.

54 AHPJ, SRR, Caja V, Libro Capitular 1800-1812, Acta del 5 de abril de 1812

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dirigidas al interés general de la Patria; cerciorado de los

sentimientos que amina a V. S., no dudo que propenderá

para todos los medios y modos al logro de unos tan justos y

santos fines…”55.

Mientras, en el Alto Perú, avanzaba la represión y recuperación de territorios por las

fuerzas realistas. En abril de 1812 la guarnición de Oruro fue reforzada con tropas

venidas del Cuzco al mando del cacique Mateo García Pumacahua; desde allí salían los

soldados a atacar las áreas rurales. El comandante de la plaza, Juan de Imaz, solía

incursionar en la campaña persiguiendo a insurrectos y abriendo el camino para el

ingreso de más tropas procedentes del Perú por el camino de Desaguadero.

Las huestes virreinales recuperaron las cuatro provincias del Alto Perú, sofocaron las

revueltas indígenas y avanzaron sobre Cochabamba, el último bastión revolucionario

que quedaba en pie.

En tanto, el 12 de mayo comenzó la marcha del ejército desde Campo Santo hacia Jujuy;

Belgrano se quedó esperando las carretas tucumanas que debían llevar los pertrechos del

ejército desde Yatasto. Recién entonces se encaminó al nuevo cuartel general del

Ejército del Norte, mientras, la vanguardia al mando de Díaz Vélez volvía al poblado de

Humahuaca.

Desde Jujuy, Manuel Belgrano envió una carta al Triunvirato explicando brevemente la

situación en la que se encontraba la región, esperanzado en que el retroceso de parte del

ejército realista hacia Cochabamba le diera tiempo de organizar sus fuerzas, para seguir

hasta Humahuaca y de allí a Suipacha; esperaba sacar provecho del hecho de que el

enemigo se concentraba en Cochabamba, sin embargo, exponía que, con las armas que

tenía en su poder y la cantidad de soldados experimentados con que contaba, estimaba

que sólo podría estar a la defensiva y esperar una oportunidad para atacar. 55 Nota de Manuel Belgrano al cabildo de Jujuy, notificándole su asunción como jefe del Ejército del Norte, Posta de la Ciénaga, 3 de abril de 1812. AHPJ, SRR, publicado en Viviana Conti, Jujuy en sus documentos. Recopilación del Archivo de Ricardo Rojas, Universidad Nacional de Jujuy, 1992, “Papeles de Belgrano”.

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“Según las noticias que tengo parece que Goyeneche ha

salido de Potosí para con el grueso de sus fuerzas atacar á

Cochabamba, y llevar con el terror sus miras adelante.

En tales circunstancias que son las más á propósito para

que nosotros pudiésemos trabajar con algún acierto y

llamarle la atención, me veo con poca gente, ya por la

deserción, ya por las enfermedades, ya también por el estado

de reclutas en que se hallan muchos de ellos, como lo he

manifestado á V. E., y por último con pocas armas y malas.

Sin embargo, lo que se llama ejército está todavía en

marcha, y hoy debe estar Balcarce en Humahuaca con los

pardos, húsares y dragones: la infantería ha empezado á

llegar á este punto, y luego que la vista y apronte la

artillería, continuará a reunirse hasta que desde allí tome

las determinaciones que parezcan más conducentes.

Ya lo he dicho V. E., nuestra situación es crítica y pende en

mucha parte de los sucesos de Cochabamba; porque ha

hablar verdad si se pierden aquellas armas, Goyeneche

puede convertirse francamente contra las multitudes de

naturales, y de grado o por fuerza, destruir la convulsión

interior que por otra parte tampoco está libre de la división

entre sí, queriendo los jefes que la dirigen ser cada uno el

primero.”56

Ya en Jujuy, la tarea de Belgrano se centró en el adiestramiento, equipamiento y

engrosamiento del ejército que recibiera. Para ello comenzó con el reclutamiento de

soldados, a través de un Reglamento de reclutas, que establecía la presencia de 56 MM, DAB, Jujuy, 19 de mayo de 1812. Se refería a las desavenencias entre los caudillos cochabambinos.

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autoridades del cabildo de Jujuy en la Oficina de Reclutamiento57. La oficina propició el

enrolamiento de hombres jóvenes de la ciudad y el alistamiento de campesinos,

indígenas, mestizos y criollos, la mayoría labradores, jornaleros o peones de la campaña

jujeña, que abandonaron sus hogares para enlistarse en el ejército. Se solicitaban

hombres entre 16 y 35 años, preferentemente solteros58.

En el campo, se comenzaron a organizar las primeras milicias de gauchos, trabajadores

rurales con familia constituida, que conocían perfectamente el campo y la geografía

local -de allí su poder de ataque sorpresivo y rápida dispersión- y formaban, al mismo

tiempo, el sector productivo más apto de la campaña59.

En la quebrada funcionaba una Oficina de Reclutamiento en Humahuaca, que incorporó,

en poco tiempo, más de 160 reclutas efectivos al ejército revolucionario, los que se

encontraban recibiendo las instrucciones militares al momento del Éxodo60.

El proceso de reclutamiento en territorio jujeño, si bien aumentó mucho el número de

las tropas, la mayoría estaban en proceso de aprendizaje de los mínimos rudimentos

militares, tampoco tenían armas suficientes para todos y la mayoría no sabían usarlas,

“son muy novatos”61.

El número de bocas para alimentar aumentaba en igual proporción que la carestía de

alimentos y la falta de brazos para levantar las cosechas. A mediados de 1810, en la

campaña de Jujuy recién se estaba recuperando la producción agrícola desbastada por

las sequías de los años precedentes. La militarización de la población campesina y el

57 AHPJ, SRR, Caja IV, legajo guerra, Jujuy 23 y 28 de julio de 1812.

58 MM, DAB, Bando de Belgrano, dado en Jujuy el 14 de julio de 1812, solicitando el reclutamiento de hombres solteros y ordenando que dicho bando se publicase en Salta y en toda la jurisdicción.

59 Gustavo Paz, “‘El orden es el desorden’. Guerra y movilización campesina en la campaña de Jujuy 1815-1821”, en Raúl Fradkin y Jorge Gelman (compiladores): Desafíos al orden. Política y sociedades rurales durante la revolución de la Independencia, Rosario, Prohistoria, 2008, páginas 83 a 101.

60 MM, DAB, Jujuy, 19 de junio de 1812.

61 MM, DAB, Belgrano al Triunvirato, Jujuy, 19 de agosto de 1812.

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consecuente abandono de las tareas de campo, contribuyó a intensificar la escasez de

bienes de consumo; la situación de insuficiencia de alimentos se incrementó con las

exigencias de víveres por el ejército. Las requisas y “adquisiciones” del ejército

revolucionario, en teoría, debían pagarse a sus propietarios; para ello, se implementó un

sistema de “recibos” que los oficiales del ejército debían dejar a los dueños de los bienes

confiscados y que el gobierno central se encargaría de efectivizar. El cabildo de Jujuy,

agobiado por la falta de alimentos y las solicitudes de empréstitos a la población62 se

quejaba al Triunvirato

“... el estado decadte. de los pueblos, el atraso de su Como.

Agricultura e industria [...] pues amas de tener cortado su

comercio de Bacas y Mulas con las Provincias del Perú, parado

enteramte. el trafico dela Arriería, qe. eran los dos prales. y casi

unicos ramos deqe. subsistian se halla esta casi del todo

arruinada, y el Pueblo con mil acrehencias contra el Exercito

Auxiliar, por el Ganado Bacuno, y Cabalgaduras qe. han

franqueado sus Vecinos, y aun seles han tomado por la fuerza

sin qe. seles haya satisfecho su importe...”63

Belgrano reconocía que el pueblo jujeño se sentía acreedor del Ejército de Norte,

“…porque habiendo tal vez estado el ejército escaso de numerario, se les tomaron á los

vecinos ganados y algunos otros objetos necesarios, que no se les satisfizo de contado, y

se les pagó con recibo cuando más”64, por lo que recomendaba que siempre que se

pudiese se pagase de contado los bienes que se sustrajesen a la población.

62 Se trata del Empréstito a los comerciantes europeos de la ciudad y jurisdicción, mandado por el Teniente Gobernador Francisco Pico, emanado de una “Orden superior de 12 de diciembre de 1811”, (Triunvirato) que el Gobernador Intendente hizo cumplir con un auto del 28 de julio de 1812, dejando constancia que dichos vecinos estaban “bajo la protección del Cabildo por ser miembros de la comunidad”. AHPJ, SRR, Caja V, Libro Capitular 1800-1812, Acta del 6 de mayo de 1812.

63 AHPJ, SRR, Caja V, Libro Capitular de Jujuy 1800-1812: Acta Capitular del 13 de julio de 1812.

64 MM, DAB, Correspondencia de Manuel Belgrano. Jujuy, 28 de julio de 1812.

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Estando el ejército en Jujuy, se incorporó el barón Eduardo de Holemberg -llegado de

Buenos Aires-, a quien el general Belgrano encargó la organización de la maestranza y

todo lo relacionado con la artillería del ejército; fue así que creó una fundición de armas

de guerra, donde se fabricaron gran cantidad de obuses e incluso intentó fundir cañones,

parece que con poca suerte65. Las piezas de artillería más importantes llegaban desde

Buenos Aires, fabricadas en el Parque de Artillería. En Córdoba había una fábrica de

pólvora y en Tucumán se construían las cureñas para cañones, carretas, monturas,

portafusiles y otros elementos necesarios para la guerra. Las cartucheras tucumanas

fueron rápidamente reemplazadas por las fabricadas en la maestranza de Jujuy, debido a

no se ajustaban a las armas que poseía el ejército (fusiles y carabinas). Se levantaron

cuatro hornos de fundición, donde trabajaban maestros fundidores

“Se han construido las zorras que han de conducir los

cañones de á 6 […] asimismo se ha trabajado en achicar

los cajones para que las mulas puedan conducirlos.

También se ha dado principio á fundir granadas de su

calibre y después de algunas experiencias se ha logrado

dar con la mezcla de los metales […] pero ya para todo es

necesario la pólvora de la que carecemos”66.

La maestranza concentraba gran cantidad de mano de obra, tanto especializada

(artesanos) como no calificada y en su seno se producía una diversidad de bienes

destinados al equipamiento de las tropas. La fabricación y reparación de armamento de

guerra, tales como cuchillos, lanzas, sables, bayonetas, picos, palas, cañones, estaba

dirigido por artesanos expertos, maestros armeros, herreros, plateros, talabarteros y

hasta carpinteros, trabajadores altamente calificados, muchos de ellos forasteros, que a

su vez estaban organizados jerárquicamente en maestros mayores y maestros

65 José María Paz, Memorias Póstumas, Segunda Edición, Buenos Aires, Almanueva, 1954, Tomo I, p. 18 y p. 303, cita 44

66 MM, DAB, Jujuy, 19 de junio de 1812.

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subalternos, mientras que la mano de obra no calificada se encargaba de los pasos

productivos más rudimentarios67.

Belgrano había arbitrado lo necesario para la fabricación de pólvora en Jujuy, pues

según decía él mismo en su correspondencia, “… en Santiago la fabrican muy mala […]

si no fuesen mis apuros tales como son, y alguna circunstancia hiciese que el enemigo

me dejara tranquilo por algún tiempo, aquí mismo la había de fabricar.”68

Mientras que los herreros, armeros y fundidores, se abocaron a la producción y

reparación de armas y herraduras, el trabajo de sastres y costureras tuvo gran demanda

durante la guerra, en la elaboración de uniformes para las tropas. El trabajo del sastre

gozaba de mayor consideración y a ellos se les encargaba la confección de uniformes

para los oficiales de alto rango, que se pagaba según la calidad del artesano y del paño

empleado. En general, el trabajo de las mujeres costureras estaba dirigido a la

fabricación de las prendas de los soldados (camisas, pantalones) y sus remuneraciones

estaban en relación a la cantidad de las ropas confeccionadas, no a su calidad. Los

sombrereros también gozaban de gran requerimiento69, así como los zapateros que

manufacturaban las botas70.

Una de las carestías que compartían ambos ejércitos (el revolucionario y el realista) era

la falta de una vestimenta adecuada, sin ninguna divisa militar. En el ejército

revolucionario la mayoría de los soldados vestían “a lo paisano” aún los oficiales71, de

67 Emma Raspi, “El mundo artesanal de dos ciudades del norte argentino”, Anuario de Estudios Americanos, Sevilla, Escuela de Estudios Hispanoamericanos, LVIII-1, 2001, pp. 178-179.

68 Carta de Belgrano a Rivadavia, Jujuy, 19 de agosto de 1812. Transcripta en Luis Güemes, Güemes Documentado, Buenos Aires, Plus Ultra, 1979, Tomo 1, p. 503.

69 Emma Raspi, op. cit.

70 Los zapatos elaborados en Córdoba se rompían con mucha facilidad, por cuanto se estimó sustituirlos por los confeccionados en la maestranza.

71 Véase Antonio King, Veinticuatro años en la Argentina, Buenos Aires, Vaccaro, 1921, en especial los relatos de la vanguardia.

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allí la importancia que se le diera a la confección de uniformes con buenos paños y,

especialmente de calzado apto para el suelo montañoso y bosques con espinos.

La maestranza fue una experiencia surgida de las necesidades de la guerra, que duró

mientras ésta estuvo vigente. El conglomerado de gente que trabajaba en su seno

comprendía a todos los sectores étnicos: esclavos y libertos pertenecientes a las castas,

distribuidas entre negros, pardos, morenos y mulatos; indígenas, mestizos y españoles.

Además de la manufactura y reparación de armas y uniformes, en la maestranza se

fabricaban y reparaban monturas, caronas, aparejos, estribos, riendas, guardamontes y

todo lo necesario para cabalgar, labores que empleaban a talabarteros y lomilleros.

La “fabrica” organizada en la ciudad de Jujuy partió con el Éxodo y se reorganizó, en

Tucumán y luego de la batalla de Salta regresó a Jujuy. Recordaba un protagonista que

en Tucumán Belgrano “Estableció también una maestranza completa, en la cual

trabajaban todos, además de los principales maestros de carpintería y herrería. Se

remontaban en ella todos los cañones, se construyeron lanzas, se compuso todo el

armamento y hasta se trabajaron algunas espadas”72. A su regreso a Jujuy, en 1813,

muchos de los maestros armeros que trabajaran en Tucumán se desplazaron con el

ejército y formaron parte de la maestranza a las afueras de la ciudad de Jujuy. En 1815,

la experiencia manufacturera fue repetida por Rondeau, quien incorporó a las labores a

prisioneros españoles73.

25 de mayo de 1812

La otra tarea que se había propuesto Belgrano era levantar la moral de la tropa y del

pueblo que la contenía. Para ello aprovechó la conmemoración del 25 de mayo, que en

1812 en Jujuy contó con la presencia del Ejército del Norte y de su comandante en jefe,

72 Gregorio Aráoz de La Madrid, op. cit., p 43.

73 Véase Marcelo Lagos y Viviana Conti, op. cit., pp. 148-149.

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Manuel Belgrano, quien ya había creado un nuevo estandarte, celeste y blanco -

desconocido por el gobierno revolucionario de Buenos Aires- bajo cuyos colores se

identificaba la tropa a su mando. Joaquín Carrillo, quien en la década de 1870 escribiera

una historia de Jujuy, relataba los sucesos de 1812 y advertía el papel de Belgrano en la

formación del nuevo aparato simbólico revolucionario, en el cual los festejos del 25 de

mayo adquirirían una notable relevancia y de allí en adelante irían indisolublemente

unidos al nuevo concepto de Patria: El sentimentalismo patriótico de Belgrano tuvo

fecundidad en la invención de una ritualidad patriótica para herir el corazón de los

pueblos i retemplarlos en la fatiga, sublimándolos para el sacrificio en el ardor de las

más rudas batallas”74.

En palabras de Manuel Belgrano, la jura de la Bandera no sólo había servido a los

efectos de levantar el ánimo en sus alicaídas tropas, sino en propagar los sentimientos

afines a la revolución en la población civil,

“He tenido la mayor satisfacción de ver la alegría, contento

y entusiasmo con que se ha celebrado en esta ciudad el

aniversario de la libertad de la patria, con todo el decoro y

esplendor de que ha sido capaz, así con los actos religiosos

de vísperas y misa solemne con Tedeum, como en la fiesta

del alférez mayor, cooperando con las iluminaciones todos

los vecinos de ella, y manifestando con demostraciones

propias su regocijo.

La tropa de mi mando no menos ha demostrado el

patriotismo que la caracteriza: asistió al rayar el día á

conducir la bandera nacional, desde mi posada, que

llevaba el barón de Holmberg para enarbolarla en los

74 Joaquín Carrillo, Jujuy Provincia federal arjentina. Apuntes de su historia civil (con muchos documentos). Buenos Aires, 1877. Reimpresión, Jujuy, Talleres Gráficos del Boletín e Imprenta del Estado de la Provincia de Jujuy, 1980, páginas 167 y 168.

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balcones del ayuntamiento, y se anunció al pueblo con

quince cañonazos.

Concluida la misa, la mandé llevar á la iglesia, y tomada

por mí, la presenté al deán Juan Ignacio Gorriti que salió

revestido á bendecirla, permaneciendo el preste, el cabildo

y todo el pueblo con la mayor devoción á este santo acto.

[…]

Por la tarde se formó la tropa en la plaza y salí en persona

á las casas del ayuntamiento, donde me esperaba con su

teniente gobernador, saqué por mí mismo la bandera y la

conduje acompañado del expresado cuerpo, y habiendo

mandado hacer el cuadro doble, hablé á las tropas […], las

cuales juraron con todo entusiasmo, al son de la música y

última salva de artillería, sostenerla hasta morir”75

El acto fusionó el ritual revolucionario con el católico a través de la bendición de la

bandera por el clero local, presidido por el vicario del ejército, fue un acto con un gran

contenido simbólico que reemplazó la tríada patria – rey – religión, que constituían el

basamento sobre el que se apoyaba el Régimen Colonial de la monarquía española, por

la tríada patria-libertad-religión, como apoyo a la Revolución

“Á la puerta de mi posada hizo alto la columna, formó en

batalla, y pasando yo entre las filas la bandera, puedo

asegurar á V. E., que ví, observé el fuego patriótico en las

tropas, y también oí en medio de un acto tan serio

murmurar entre dientes: Nuestra sangre derramamos por

esta bandera. No es dable a mi pluma pintar el decoro y

respeto de estos actos, el gozo del pueblo, la alegría del

75 MM, DAB, Carta de Belgrano al Triunvirato, Jujuy, 28 de mayo de 1812.

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soldado, ni los efectos que palpablemente he notado en

todas las clases del estado testigos de ello: solo puedo

decir que la patria tiene hijos que sin duda sostendrán por

todos los medios y modos su causa, y que primero

perecerán a ver usurpados sus derechos.”76

Cochabamba y Jujuy

Desde que Esteban Arze retomara la ciudad de Cochabamba77 en 1811, ésta se

transformó en el epicentro de las ideas revolucionarias y en la retaguardia que protegía

las espaldas del ejército acantonado en Jujuy. Juan Martín de Pueyrredón mantenía una

estrecha comunicación con Esteban Arze y otros cochabambinos; estaba enterado e

intervenía en los movimientos militares y políticos de la ciudad y su campaña; los

chasques entre Cochabamba y Jujuy eran diarios, en ellos impartía órdenes y opinaba

sobre los sucesos políticos y las acciones militares que partían desde allí hacia el

Altiplano78.

Esteban Arze había sido designado por Pueyrredón intendente y presidente de la Junta

de Gobierno de Cochabamba, pero delegó el cargo en Mariano Antezana79, dedicándose

en el futuro a comandar las fuerzas cochabambinas y las huestes indígenas para atacar

Oruro, que se había convertido en la principal plaza fuerte virreinal80. A pesar de la

76 Ibíd.

77 Recordemos que la ciudad de Cochabamba había sido tomada por las tropas virreinales de Goyeneche en septiembre de 1811 y recapturada por Esteban Arze en octubre de 1811. Las tropas de Arze estaban compuestas por mestizos e indígenas, jornaleros, peones de haciendas y artesanos. Gustavo Rodríguez Ostria, op. cit. La noticia de la recuperación de Cochabamba llegó a Jujuy el 15 de noviembre.

78 Correspondencia de Pueyrredón, en MM, DAB, op. cit.

79 Mariano Antezana había estudiado en Buenos Aires, tenía ideas liberales y conocía a Manuel Belgrano. Fue uno de los dirigentes de la liberación de Cochabamba en octubre de 1811, nombrado por el cabildo como Intendente y Presidente de la Junta de Gobierno. Albornoz y Pentinali, en Josep Barnadas (director), Diccionario Histórico de Bolivia, Sucre, Grupo de Estudios Históricos, 2002, p, 129.

80 Gustavo Rodríguez Ostria, op. cit.

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derrota en Oruro, las fuerzas comandadas por Arze continuaron atacando todos los

puntos de concentración de tropas realistas.

Mientras, José Manuel de Goneneche se fortalecía en Potosí y el virrey del Perú

Fernando de Abascal planeaba concentrar fuerzas para avanzar hasta Tucumán81, ya que

Jujuy y Salta eran el resguardo de los valles cochabambinos, hacia donde enviaban

armas, bastimentos y fomentaban las sublevaciones de indígenas que asolaban el

Altiplano. La toma de Jujuy era fundamental en los planes de Abascal, pues allí se abría

el camino carretero hacia el Río de La Plata. Para ello envió al brigadier Francisco de

Picoaga para fortalecerse en Tupiza como avanzada hacia Jujuy, donde a la sazón se

encontraba el ejército revolucionario.

Jujuy y Cochabamba eran los dos puntos cruciales para el futuro de la guerra, valles que

comunicaban con la altiplanicie y entre sí; su posesión fortalecía al ejército que

dominara estos enclaves. En ello se basaron los planes de Abascal y Goyeneche.

En el verano de 1812, la derrota en Nazareno obligó a la vanguardia revolucionaria a

replegarse sobre Humahuaca y controlar el acceso a Jujuy por la Quebrada. Mientras,

Arze custodiaba el valle de Cliza protegiendo a Cochabamba.

El plan de Abascal iba tomando forma, controlado el sur del Altiplano, sólo debía

asegurarse las comunicaciones de sus tropas dispersas y emprender contra Cochabamba

y Jujuy, para lo que tenía que esperar que cesaran las lluvias estivales.

Ese verano cambió la coyuntura de guerra. Por un lado las desavenencias entre Arze y

Antezana complicó la situación interna en Cochabamba. En Jujuy, Pueyrredón ya había

dimitido y se preparaba para entregar el ejército al nuevo general en jefe, Manuel

Belgrano. El cambio de la comandancia en el Ejército del Norte tuvo repercusiones en

Cochabamba; mientras Pueyrredón tenía a Arze como su hombre de confianza,

81 AGI, Diversos 2 A, Legajo 2, R.1 y 2.

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Belgrano se apoyó en Antezana, de quien tenía mayor conocimiento82. El conflicto se

acrecentó por las órdenes contradictorias de atacar Potosí o resguardar los accesos a

Cochabamba.

La importancia de mantener la moral y la fuerza en la plaza de Cochabamba queda

manifestada en la misma correspondencia de Belgrano, quien estaba al tanto de cada

uno de los sucesos acaecidos allí, los que a su vez notificaba a Buenos Aires. Al tiempo

que informaba al gobierno de Salta y al cabildo de Jujuy sobre su nuevo cargo en el

ejército, lo hacía también a Cochabamba en misivas a Arze y a Antezana.

Belgrano, al igual que Pueyrredón, tenía sus esperanzas puestas en la victoria de

Cochabamba sobre el ejército virreinal, lo que permitiría salvaguardar el norte

rioplatense y dejar expedito el camino hacia Charcas

“… ello es cierto que si Cochabamba se pierde, es de

inferir que caigan con ella todas las demás provincias que

están en conmoción, y por consiguiente el enemigo, libre de

aquellas atenciones, se convierta todo contra nosotros...

[…] estamos, a la verdad, en situación muy peligrosa y si

Cochabamba se pierde y con ella las armas pocas que se

han juntado y aquellos patriotas han fabricado, yo no veo

un camino de recuperar la libertad del Perú sin una fuerzas

de grande consideración que hayan de sostener una guerra

mortífera…”83

Para asegurar Cochabamba, ambos caudillos decidieron que era prioritario cortar las

comunicaciones de Oruro. En pos de ello, salieron con las tropas cochabambinas hacia

el Altiplano, a las que se fueron agregando las parcialidades indígenas de la zona, pero

dejaron a la ciudad prácticamente desguarnecida. Al calor de las batallas, fueron 82 MM, DAB, Belgrano al Gobierno Central, Campo Santo, 20 de abril de 1812. Gustavo Rodríguez Ostria, op. cit.

83 MM, DAB, Belgrano al Gobierno Central, Campo Santo, 11 de mayo de 1811.

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emergiendo renovados conflictos entre los jefes, que concluyeron por dividir a las

huestes según sus lealtades a cada caudillo, lo que repercutió en la moral de los

hombres84.

Cuando la noticia de la división del ejército llegó a la ciudad de Cochabamba, los

pobladores más ricos, hacendados, comerciantes y familias con recursos económicos

comenzaron a refugiarse en las haciendas, llevaban a sus familias y bienes a lugares

seguros. A mediados de mayo sólo quedaban en la ciudad los sectores más humildes,

mestizos e indígenas85, que confiaban en las guerrillas que custodiaban la campaña.

Las órdenes que había recibido Goyeneche consistían en desbaratar las huestes

cochabambinas como prioritario, antes de avanzar hacia el Río de La Plata. La estrategia

militar consistió en un movimiento envolvente sobre la ciudad y zonas circundantes,

utilizando las tropas que tenía en Potosí y las que estaban concentradas en Oruro. En

mayo el ejército Real ya estaba en movimiento. En su camino Goyeneche fue quemando

pueblos indígenas y matando a todos sus habitantes sin distinción de sexo o edad. Al

llegar a los límites de la jurisdicción de la provincia, recibieron una delegación de la

ciudad que intentaba mediar para evitar la invasión.

José Manuel de Goyeneche contaba con un ejército de unos 2.000 hombres armados, a

los que sumaba las huestes indígenas de los caciques Mateo García Pumacahua y

Manuel Choquehuanca de Perú. Sabía que Cochabamba estaba mal armada y que la

mayoría de los hombres habían partido, bien con las guerrillas, bien en busca de su

propio resguardo. En su camino, la vanguardia realista fue acechada por indígenas desde

los cerros, a lo que respondió quemando las poblaciones de Quirquiavi y Sakaka.

Mientras, Arze intentaba defender el estratégico paso de Pocona (que permite la entrada

al valle de Cliza y de allí a Cochabamba), pero fue derrotado por las fuerzas virreinales

84 El 26 de abril ambos caudillos firmaron un acuerdo por el que dividían sus fuerzas y se repartían los territorios bajo su autoridad; a Antezana le correspondía la defensa de Cochabamba y alrededores (Gustavo Rodríguez Ostria, op. cit)

85 Gustavo Rodríguez Ostria, op. cit

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al mando de Imaz. La derrota de Arze extendió el pánico por toda la provincia y

comenzó la deserción de sus hombres.

Mientras Esteban Arze comunicaba a Belgrano la situación desesperada en que se

encontraba y pedía auxilio de tropas86, en Jujuy el general entendía que sus hombres no

estaban listos para la guerra, salvo la vanguardia al mando de Eustaquio Díaz Vélez que,

aprestados a marchar, estuvieron demorados por la convalecencia del jefe y finalmente

no salieron, pues antes de la partida llegó la comunicación de la caída de la ciudad en

manos de los realistas. Belgrano expresaba que de la suerte que corriera Cochabamba

dependía que el enemigo se viniera sobre Jujuy con todas sus fuerzas y no sabía si

contaba con el tiempo necesario para preparar al ejército para hacerle frente, “… es

doloroso ver al cordero en las manos del lobo sin poder socorrerlo”87.

En la ciudad, la población estaba dividida entre los que querían defenderla y los que

buscaban una rendición incondicional. El cabildo decidió suplicar a Goyeneche y para

ello envió a un grupo de clérigos y notables. Antezana estuvo de acuerdo con lo

dispuesto por el cabildo y exhortó, a quienes querían una confrontación, a que se

retiraran a los cerros en busca de la guerrilla.

La mayoría de la gente que quedaba en la ciudad eran los sectores más humildes,

indígenas y mestizos, casi todos ancianos, mujeres, niños y unos pocos hombres que no

estaban en el ejército, que tenía por únicas armas hondas, piedras, cuchillos y palos (con

los que armaban lanzas). De manera que, con el ejército realista a poco de llegar, la

ciudad de Cochabamba estaba ocupada sólo por los más humildes, los desposeídos de

medios para escapar, mayoritariamente mujeres y niños cuyos hombres de la familia se

encontraban en la guerrilla. El 26 de mayo esa masa de gente desprotegida saqueó las

casas de las familias adineradas -la mayoría ausentes- en busca de armas y alimentos.

86 MM, DAB, Carta del 11 de mayo de 1812

87 MM, DAB, Carta del 17 de junio de 1812

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Pertrechados con lo que encontraron, las mujeres ocuparon la colina de San Sebastián,

mientras que los pocos hombres que habían quedado se ubicaron a los costados. Esa fue

la defensa de Cochabamba contra las tropas entrenadas de Goyeneche, que entraron a

caballo degollando a quienes encontraban a su paso y se dedicaron al saqueo sistemático

y el incendio de la ciudad, convencidos de que Cochabamba debía servir de escarmiento

a los revolucionarios de toda América. Se desconoce la cantidad de muertos, pero todos

los cronistas aseguran que la mayoría eran mujeres. Los hombres encontrados en la

ciudad fueron degollados y sus cabezas colocadas en chuzas a lo largo del camino de

ingreso.

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La retirada de los habitantes de Jujuy del 23 de agosto de 1812

Las órdenes que recibiera Belgrano eran acordes a las que otrora recibiera Peuyrredón:

defender Jujuy o abandonar la zona, siguiendo la estrategia de “tierra arrasada”, para

refugiarse en Tucumán, Santiago del Estero o Córdoba, lo que significaba no dejar nada

que el enemigo pudiera utilizar para su avance hacia el Río de La Plata. En las

instrucciones que recibiera al hacerse cargo del Ejército, ya se consignaba la situación

de inminente ataque realista y se le ordenaba que, si el enemigo avanzaba y se hiciese

“…dueño de Salta y sucesivamente emprendiese, como es

de inferir, la ocupación del Tucumán, tomará V. S

anticipadas disposiciones para trasplantar á Córdoba la

fábrica de fusiles que se halla en aquel punto; y á fin de

asegurar aquellos útiles, como la artillería, tropa y demás

concerniente al ejército…88

La vanguardia realista en Tupiza hostigaba a los indígenas de la Puna de Jujuy, mataba,

robaba e incendiaba los pueblos; Belgrano, estaba enterado de lo sucesos en Rinconada,

donde el pueblo había sido saqueado por una partida enemiga y los indígenas

asesinados.

“Se me ha avisado de la Rinconada que una partida

enemiga había ido á saquear aquel pueblo, á azotar á los

naturales, y a hacer las más atroces iniquidades; parece

haber adoptado generalmente entre ellos inspirando el

terror, cometiendo asesinatos, robando, quemando y

88 MM, DAB, Buenos Aires, 27 de febrero de 1812, carta firmada por Manuel de Sarrateea, Juan José Paso, Bernardino Rivadavia y secretario Nicolás de Herrera

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aniquilándolo todo; baste decir que las criaturas inocentes

no se libertan de sus cuchillos.” 89

Sin embargo, aún confiaba en una victoria en Cochabamba y en Chayanta, lo que le

daría el tiempo necesario para organizar y fortalecer el ejército. Mientras, en

Humahuaca, había ordenado constituir un batallón de naturales de la Quebrada, pues

para entonces, había aumentado mucho el número de reclutas. En las tropas

estacionadas en el poblado de Humahuaca, tenía puestas las expectativas para trabar el

ingreso del ejército realista90.

Las informaciones de lo acontecido en Cochabamba volaron como un reguero de

pólvora y llegaron rápidamente a Jujuy. Los rumores corrían presagiando lo peor, todos

sabían que el próximo objetivo de Goyeneche era Jujuy.

Recién a fines de junio llegaron las noticias exactas de lo acontecido en Cochabamba, de

boca de Esteban Arze, que había arribado a Humahuaca con un grupo de sus hombres y

avisaba que en el camino había partidas dispersas, sin apoyo militar, que llegarían en

cualquier momento a Jujuy, por lo que pedía que se los protegiera de los ataques de las

cuadrillas realistas91.

Belgrano comunicó al gobierno en Buenos Aires que no estaba en condiciones de

defender Jujuy con las pocas y mal armadas tropas que poseía, “…el ejército de mi

mando ni está capaz de operar ni tiene todo lo que necesita para el efecto”. Para

entonces, la población con recursos comenzó a arbitrar las medidas para alejar a sus

familias del frente de batalla.

Después de la caída de Cochabamba, comenzaron a llegar a Jujuy los hombres que

habían logrado escapar de las matanzas de Goyeneche, junto con exilados de Tarija y

Chichas. Belgrano escribió al Triunvirato 89 MM, DAB, Jujuy, 4 de junio de 1812.

90 MM, DAB, Jujuy, 19 de julio de 1812.

91 MM, DAB, Jujuy 4 de julio de 1812.

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40

“Muchos oficiales, pocos soldados, y veinte armas entre ellas

once o más inútiles, es lo que ha venido después de la derrota de

Cochabamba y de la provincia de Chayanta: todos quieren de

comer y plata: he dado mis órdenes para lo primero y aún trato

de vestirlos…”92

El pánico debió apoderarse de la población de Jujuy, que auguraba un futuro similar a

Cochabamba. Los principales comerciantes de Jujuy fueron los primeros en embalar sus

pertenencias, arrendar carretas y fletarlas hacia Tucumán, al menos como primera

escala, ya que algunos de ellos siguieron hasta Santiago del Estero, Córdoba y Buenos

Aires. Las familias pudientes, como había ocurrido en Cochabamba, buscaron con

tiempo un lugar seguro, en el seno de familiares, amigos y sus relaciones sociales o

comerciales. Todo aquel que tuviera un medio de transporte, carros, carretones, carretas,

caballos, mulas, trató de poner a salvo a la familia alejándola de lo que, se temía, sería

un saqueo indiscriminado.

¿Cuántas eran estas familias adineradas? Según la lista confeccionada por el cabildo

jujeño en 1800, la elite local estaba formada por 56 individuos, de los cuales 42 eran

jefes de familia avecindados en la ciudad (en esa lista no están incluidos los dueños de

haciendas con residencia en el campo) y 12 eran sacerdotes; se trataba de 22 españoles

europeos (nacidos en España), 2 genoveses y 20 americanos, la mayoría comerciantes

dueños de pulperías y tiendas en la ciudad y pueblos; de los clérigos presentes, sabemos

que 7 eran americanos (por su ascendencia) y desconocemos el origen del los 5

restantes93.

En 1812, se estima que la elite había aumentado a más de 70 personas (jefes de familia),

de los cuales 40 eran españoles europeos -30 de ellos se exilaron durante la retirada-,

92MM. DAB. Oficio de Belgrano al Gobierno Central, Jujuy 19 de julio de 1812.

93 AHP, SRR, Caja XXXIII, L. 1, F. 50 a 53.

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que se desempeñaban como comerciantes, hacendados o funcionarios de la Corona94; en

esta lista se sumaban comerciantes y hacendados que entraban en el giro mercantil.

Del universo que conformaba el sector mercantil de la ciudad en 1812 –pulperos,

comerciantes, artesanos y mercaderes de ganado-, el 85% se retiró a las provincias del

sur, sea con Belgrano o antes, de manera que sólo un 15 % de la población adinerada se

mantuvo en la causa fidelista y aguardó al ejército virreinal; ignoramos la cantidad de

población de los sectores populares que se quedó tras la marcha de ejército, pero

estimamos que fueron muy pocos, sirvientes y dependientes de los vecinos con sus

parentelas. Los mismos testimonios del ejército realista dan cuenta de que era la minoría

de la población la que había permanecido en Jujuy, evidencia que fue ratificada por el

propio José Manuel de Goyeneche: “…los pocos vecinos que han quedado en esa

Ciudad…”95.

La escasez de vecinos fue el motivo de los inconvenientes en formar un cabildo adepto a

la causa de la Monarquía; ante la falta de vecinos para ocupar los cargos vacantes (sólo

cuatro integrantes del cabildo se habían quedado en Jujuy), se optó por reemplazarlos

por oficiales de los batallones virreinales96. De estos hechos, documentados, se

desprende que la mayoría de los vecinos económicamente acomodados de la ciudad y el

campo se habían retirado de la jurisdicción.

Los comerciantes jujeños tenían tratos comerciales asiduos con los fleteros tucumanos,

quienes llevaban las mercancías entre Buenos Aires y Jujuy97; recuérdese que allí

finalizaba el camino carretero y para subir al Altiplano, camino a Potosí o cualquier

94 Lista confeccionada por el cabildo de Jujuy para cobrar el empréstito a los españoles europeos. Ricardo Rojas, op. cit., “Tributo de vidas, haberes y famas”, Empréstito de comerciantes europeos (1812), pp. 579-581.

95 Oficio de Goyeneche a las autoridades virreinales en Jujuy, leído en el cabildo realista el 6 de noviembre de 1812. AHPJ, SRR, Caja II, Legajo 2, Actas del Cabildo de 1812, folios 8v-9.

96 AHPJ, SRR, Caja II, Legajo 2, Actas del Cabildo de 1812, folios 2-3.

97 Para un panorama del comercio jujeño y su intermediación comercial entre Buenos Aires y el Alto Perú, así como las actividades en las que se ocupaban los jujeños, véase Marcelo Lagos y Viviana Conti, op. cit., pp. 41-83

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ciudad del Alto Perú y había que desembalar las mercancías y prepararlas para cargarlas

en mulas o burros, tarea a la que dedicaban los expertos arrieros de Jujuy. En cambio,

los viajes de mercancías hacia el Río de la Plata se realizaban en carretas tiradas por 2 o

4 bueyes, según el peso que llevaran, ya que las mulas cargadas eran más desventajosas

en caminos de monte y espino. Las carretas que llegaban a Jujuy eran casi todas de

carreteros tucumanos, verdaderos empresarios del transporte de la época, que tenían

flotas de carretas, conducidas por peones experimentados, construidas en Tucumán,

totalmente de madera, con la cubierta de cuero de vaca para proteger la mercancía de las

inclemencias del tiempo. Las carretas tucumanas eran más angostas y altas que las que

circulaban por la llanura, pues transitaban por montes espinosos y espesos y cruzaban

muchos ríos, algunos muy caudalosos, tarea en la que los tucumanos eran expertos98.

Los fletes de relevancia se hacían en tropas de varias carretas, que los comerciantes

debían contratar con suficiente anticipación al viaje.

Los comerciantes debieron “levantar” sus comercios, cargar toda la mercancía de las

tiendas y pulperías, subirlas a las carretas y enviarlas a Tucumán. También debieron

levantar la casa, llevar los objetos de valor y los uso cotidiano, cargar a la familia

(generalmente mujeres, niños y ancianos viajaban en carretones), los sirvientes, esclavos

y dependientes con sus respectivas familias. A falta de documentación epistolar,

calculamos que esa tarea debe haber demandado entre 1 y 2 semanas de labores. Si,

además poseían hacienda o chacra -que era lo frecuente en la época-, debían levantar lo

que se pudiera en granos y simientes, arriar el ganado y partir con los peones.

Estimamos que cada familia formaba en sí misma una pequeña caravana, que aumentaba

dada la costumbre de viajar en grupos de varias familias, lo que les proporcionaba

mayor seguridad ante los trastornos del viaje y los posibles robos en el camino.

Si los preparativos para la emigración dieron inicio cuando se conocieron los

acontecimientos de Cochabamba, los primeros traslados de población deben haber

98 Descripción de las carretas tucumanas en Alonso Carrio de la Vandera (Concoloncorvo), El lazarillo de ciegos caminantes, Barcelona, Biblioteca Ayacucho, 1985, pp. 49-55,

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comenzado a fines de julio de 1812, lo que, además, es coincidente con los comienzos

de la organización de la población, para una “emigración ordenada” dictaminada por

Belgrano a mediados de julio. Así se repetía lo acontecido en el Alto Perú, donde las

familias que tenían cómo y con qué trasladarse, se pusieron a salvo de los saqueos.

En el imaginario de la época dos sucesos se cruzaban: las matanzas de Cochabamba y el

traslado de la población de la Banda Oriental siguiendo a Artigas hasta Entre Ríos, ante

la invasión portuguesa de 1811. Había que optar por un escenario para Jujuy y se eligió

el segundo.

Emigración, expatriación, huída, abandono del terruño, desplazamiento de la población

civil, por eso optó Belgrano, que desde mediados de julio comenzó a organizar la

emigración en forma ordenada. La medida adoptada necesitaba, no sólo el sacrificio de

sus hombres y seguidores, era indispensable que aún los fidelistas abandonaran la

jurisdicción. Según se desprende de la correspondencia de Belgrano, éste sabía que la

mayor parte de la población de Jujuy era partidaria de la Revolución –no ocurría lo

mismo en Salta, donde la elite estaba bastante dividida- pero también sabía que había

sectores entre las elites local fieles a Abascal (como el poderoso hacendado Ventura

Marquiegui) que podían servir de abastecimiento a las tropas virreinales. En ese

contexto es que, a través del Bando del 29 de julio, ordenó el retiro y emigración de toda

la población y amenazó a quienes quisieran traicionar sus órdenes,

“Pueblos de la Provincia: Desde que puse el pie en vuestro

suelo para hacerme cargo de vuestra defensa, en que se halla

interesado el Excelentísimo Gobierno de las Provincias Unidas

de la República del Río de la Plata, os he hablado con verdad.

Siguiendo con ella os manifiesto que las armas de Abascal al

mando de Goyeneche se acercan a Suipacha; y lo peor es que

son llamados por los desnaturalizados que viven entre vosotros

y que no pierden arbitrios para que nuestros sagrados derechos

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Viviana E. Conti, Jujuy, febrero-marzo de 2012

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de libertad, propiedad y seguridad sean ultrajados y volváis a la

esclavitud.

”Llegó pues la época en que manifestéis vuestro heroísmo y de

que vengáis a reunirnos al Ejército de mi mando, si como

aseguráis queréis ser libres, trayéndonos las armas de chispa,

blanca y municiones que tengáis o podáis adquirir, y dando

parte a la Justicia de los que las tuvieron y permanecieren

indiferentes a vista del riesgo que os amenaza de perder no sólo

vuestros derechos, sino las propiedades que tenéis.

”Hacendados: apresuraos a sacar vuestro ganado vacuno,

caballares, mulares y lanares que haya en vuestras estancias, y

al mismo tiempo vuestros charquis hacia el Tucumán, sin darme

lugar a que tome providencias que os sean dolorosas,

declarandóos además si no lo hicieseis traidores a la patria.

”Labradores: asegurad vuestras cosechas extrayéndolas para

dicho punto, en la inteligencia de que no haciéndolo incurriréis

en igual desgracia que aquellos.

”Comerciantes: no perdáis un momento en enfardelar vuestros

efectos y remitirlos, e igualmente cuantos hubiere en vuestro

poder de ajena pertenencia, pues no ejecutándolo sufriréis las

penas que aquellos, y además serán quemados los efectos que se

hallaren, sean en poder de quien fuere, y a quien pertenezcan.

”Entended todos que al que se encontrare fuera de las guardias

avanzadas del ejército en todos los puntos en que las hay, o que

intente pasar sin mi pasaporte será pasado por las armas

inmediatamente, sin forma alguna de proceso. Que igual pena

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Viviana E. Conti, Jujuy, febrero-marzo de 2012

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sufrirá aquel que por sus conversaciones o por hechos atentase

contra la causa sagrada de la Patria, sea de la clase, estado o

condición que fuese. Que los que inspirasen desaliento estén

revestidos del carácter que estuviesen serán igualmente pasados

por las armas con sólo lo deposición de dos testigos.

”Que serán tenidos por traidores a la patria todos los que a mi

primera orden no estuvieran prontos a marchar y no lo efectúen

con la mayor escrupulosidad, sean de la clase y condición que

fuesen.

”No espero que haya uno solo que me dé lugar par aponer en

ejecución las referidas penas, pues los verdaderos hijos de la

patria me prometo que se empeñarán en ayudarme, como

amantes de tan digna madre, y los desnaturalizados obedecerán

ciegamente y ocultarán sus inicuas intensiones. Más, si así no

fuese, sabed que se acabaron las consideraciones de cualquier

especie que sean, y que nada será bastante para que deje de

cumplir cuanto dejo dispuesto.

Cuartel general de Jujuy 29 de julio de 1812”.

Belgrano opinaba que el Bando del 29 de julio había servido a dos fines: por un lado

fortalecer el apoyo de la población y por otro poner en conocimiento del enemigo que si

llegaba hasta Jujuy no iba a encontrar nada con que aprovisionarse.

“…muchos hijos de esta ciudad se me han presentado

ofreciéndose á servir personalmente con sus armas y

caballos, y al mismo tiempo á poner á mi disposición sus

ganados, mieses y demás bienes, con tal empeño que, si la

provincia toda lo tomara, estoy seguro que el tirano no

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46

adelantaría en sus progresos, si intentase seguir su

empresa.99”

Es posible que para entonces parte de la población ya se hubiese retirado o estuviese

preparando el viaje. La mayoría de los indígenas huyeron a los cerros, llevándose

consigo a las familias y las pocas posesiones que tenían100.

La situación apremiante estaba enfocada en aquellos que carecían de medios para

escapar, los indios, mestizos y criollos pobres, familiares de los reclutados por el

ejército, que serían castigados por colaborar con la Revolución; los campesinos y los

emigrados de las provincias altoperuanas que llegaron en busca de refugio, serían los

últimos en abandonar el territorio.

En esos primeros días de agosto fueron llegando a la Quebrada muchos soldados que

venían huyendo de las persecuciones en el Alto Perú. El número de refugiados era tal,

que se decidió formar una compañía de caballería, llamada “Patriotas decididos”,

comandada por Eustaquio Díaz Vélez y Esteban Arce101.

Entre los refugiados se encontraba Francisco Turpín, testigo ocular de los sucesos de

Cochabamba, quien testificó frente a Belgrano los eventos que rodearon la muerte de

Antezana y las matanzas de las mujeres de La Coronilla, que el general trasmitía al

Triunvirato expresando “¡Gloria á las cochabambinas que han demostrado con un

entusiasmo tan digno de que pase á la memoria de las generaciones venideras! Ellas

han dado un ejemplo que debe excitar, señor excelentísimo, los sentimientos más

apagados por la patria…”102

99 MM, DAB, Jujuy, 1 de agosto de 1812.

100 En cada invasión realista, los indígenas se ponían a resguardo en parajes alejados en medio de los cerros, buscando cobijo entre familiares, amigos o simplemente la soledad de la montaña. Información proporcionada por el cabildo de Jujuy en: AHPJ, SRR, Caja II, Libro Capitular, Acta 25 de agosto de 1818

101 MM, DAB, Jujuy, 1 de agosto de 1812.

102 MM, DAB, Jujuy, 4 de agosto de 1812.

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47

Días después el ejército virreinal a las órdenes de Pío Tristán llegaba a Yavi. Según lo

relataba Tristán a Goyeneche, el 13 de agosto había salido de Moraya, el 14 estaba en

Mojo y de allí siguió a Tarija y Yavi, lugares donde encontró alimento y agua para la tropa

y pudo avanzar hasta Sansana; la vanguardia estaba ya en Cangrejos y pensaba adelantarla

hasta Humahuaca103.

Mientras, la vanguardia revolucionaria estacionada en Humahuaca, hostigó

continuamente el avance del ejército virreinal, cubriendo los pasos estratégicos de la

Quebrada, hasta que fue llamada con premura a Jujuy y se transformó en retaguardia del

ejército del Norte; venía con los reclutas de la Quebrada y cuidó las espaldas de la

población civil agrupada al sur de la ciudad.

Un testigo del suceso, que bajaba de Huamhuaca con las tropas de Díaz Vélez, relata lo

que vivió: “Entretanto, vino la invasión del enemigo, y el cuerpo de vanguardia

emprendió su movimiento retrógrado: quedando un cuerpo de caballería, se incorporó

lo restante al ejército de Jujuy el mismo día en que éste emprendía el suyo para

Tucumán. Recuerdo que atravesamos el pueblo de Jujuy en toda su extensión, sin

permitirnos separarnos, ni aun para proveernos de un poco de pan. Acampamos

durante tres o cuatro horas a la inmediación de la ciudad, y tampoco se nos permitió

entrar […] continuó la retirada del ejército, marchando día y noche, porque la

proximidad del enemigo lo requería.”104

Así, en la tarde del 23 de agosto, los rezagados, la gente humilde y sin recursos de Jujuy

y los refugiados que permanecían allí, partieron siguiendo al ejército del norte, con lo

poco que tenían; junto a ellos iban las autoridades del cabildo, últimos en abandonar sus

funciones, quienes llevaban consigo toda la documentación de Jujuy, que se puso a

resguardo en Córdoba105, Santiago del Estero y Tucumán. Las carretas y carretones

103 AGI, Diversos 2, A, 1812, R.1, N.2, Nota de Pío Tristán a Goyeneche antes de la entrada en Jujuy: campamento de Barrios, 17 de agosto de 1812.

104 José María Paz, op. cit., p. 21.

105 La documentación de Jujuy, formada por los libros de actas del cabildo, documentos de cabildo, documentación de la Tesorería Menor de Jujuy y otros documentos oficiales, fueron llevados hasta

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llevaban los pertrechos del ejército y las últimas piezas que habían quedados del parque

de la maestranza.

En su salida de Jujuy, no se destruyó ni quemó ninguna propiedad civil o municipal, en

ello estaba basado el principio de “retroceso ordenado” que había dispuesto Manuel

Belgrano; sólo se demolió la maestranza y se quemaron los hornos de fundición, para

que no pudieran utilizarlos las fuerzas realistas.

Entre las últimas personas en abandonar Jujuy, se encontraba el sacerdote Juan Ignacio

Gorriti, quien dejó testimonio del exilio en sus “Reflexiones”; como la mayoría de los

que tenían posesiones en el campo, a resguardo de la invasión, Gorriti se dirigió con su

familia hacia la hacienda “los Horcones”,

“El 23 del ppdo. salimos de Jujuy a expeta perros. Saqué

a Mc. las niñas, a Isabel y M.L.; en los Horcones hicimos

alto pero viéndome aún de allí empujado ya no tuve

resolución de exponer a esas infelices a las penalidades

afectivas de una peregrinación incierta y sin destino ni

término, por huir de los males dudosos que podían sufrir

de un enemigo cuyo carácter no está conocido…”106

En el camino de la emigración se iban sumando campesinos de la campaña, también con

sus posesiones de ganado; Belgrano abandonó Jujuy a la medianoche, cuando recibió la

noticia de que las tropas realistas habían bajado de Volcán y estaban por llegar a

Yala107. El 24 de agosto la vanguardia realista entraba en la ciudad de Jujuy. Comenzaba

la primera ocupación de la ciudad.

Córdoba y después restituidos a Jujuy en 1813 por pedido de Belgrano; otros documentos oficiales sufrieron peripecias. AHPJ, SRR, Caja II, papeles de Belgrano, Jujuy 19 de mayo de 1813 y respuesta del cabildo de Córdoba, 25 de julio de 1813, transcritos en Viviana Conti, Jujuy en sus documentos, op. cit.

106 Juan Ignacio Gorriti, Reflexiones, 1834. Extraído del texto de María Teresa Bovi, “Acción y pensamiento de Juan Ignacio Gorriti”, MS.

107 MM, DAB, Monterrico, 24 de agosto de 1812.

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Mientras, los exilados marchaban a paso forzado; habían tomado el “camino de las

carretas”, que era más llano que el camino Real o de las postas. Salieron de Jujuy por el

sur, pasando por El Carmen y Monterrico, donde llegaron al mediodía del día 24 de

agosto. Allí descansaron unas horas y al salir la luna retomaron el viaje hasta el fuerte de

Cobos, así lo relataba Manuel Belgrano en su informe al Triunvirato,

“En efecto, á las 12 y media de la noche tomé el camino y

me incorporé con el ejército á las 3 de la mañana, pues su

marcha había sido rápida; á las 3 y media mandé tocar

generala y hemos llegado á las 12 del día á este punto.

Durante la marcha he tenido repetidos avisos del mayor

general don Eustaquio Díaz Vélez de que los enemigos

avanzaban, y que se retiraban hasta el río Blanco, donde,

según las últimas noticias, permanecen […] Al salir la

luna continuaré la marcha hasta ponerme en Cobos, así

para ganar terreno, sean cual fueren las intenciones del

enemigo, como para evitar que me corte, que es uno de mis

mayores cuidados, pues sus marchas tan rápidas lo

indican, y los avisos que he tenido”.108

En Cabeza de Buey, donde arribaron 3 días después de la salida de Jujuy, descansaron y

emprendieron la marcha hacia el río Pasaje; al llegar a Cabeza de Buey, comenzaron a

engrosar el contingente grupos salteños adeptos a la revolución, campesinos y

contingentes armados que formaban el grupo de los “decididos de Salta”109. A partir de

allí siguió por el camino de las postas hasta las cercanías de la ciudad de San Miguel,

“Estoy dando lugar á que marchen las tropas de carretas

para seguir hasta el Tucumán poco á poco, no habiendo

otro punto en que nos podamos situar para los trabajos de 108 MM, DAB, Carta de Belgrano, en Monterrico, 24 de agosto de 1812.

109 Gregorio Aráoz de Lamadrid, op. cit., p. 36.

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parque y maestranza, para la enseñanza de la tropa y para

todos los objetos que son precisos; pero ha de ser en la

inteligencia de que el ejército no se mueva para subir hasta

que no esté en estado de llevar la victoria por delante; pues

todo lo demás es perder tiempo, perder armas, y, lo que es

peor, la opinión, como nos sucede ahora, que me consta

que aún los que han dado pruebas de patriotas están en

contra nuestra en toda Salta y sus alrededores…”110

El 3 de septiembre cruzaron el río Las Piedras. A lo largo del camino las fuerzas de Díaz

Vélez sufrieron distintos enfrentamientos con la vanguardia realista; en el rió Las

Piedras, finalmente entraron en combate ambos ejércitos. La victoria obtenida en Las

Piedras permitió el avance final hasta Tucumán, poner a salvo a los civiles y planificar

la batalla de Tucumán (24 de septiembre de 1812)111.

En tanto, el 28 de agosto el ejército virreinal había entrado en Salta. Después de su

derrota en Tucumán se replegó sobre la capital de la Intendencia y fortificó la ciudad de

Jujuy.

Desde Potosí, convertido en el Cuartel general del ejército realista, el general José

Manuel de Goyeneche escribía al virrey Abascal

“… pienso conservar a Salta por que de internarse a Tristán

no hay viveros en Tupiza y deseamos las bocas del Perú

abiertas, y de internarlo mas desamparando Tarija y Cinti

que luego se nos rebelan: asi me lo expone Tristán y soy de

su dictamen”112.

110 MM, DAB, Carta de Belgrano, Pasaje, 30 de agosto de 1812.

111 Relato detallado de la guerra, véase en Emilio Bidondo, La Guerra de la Independencia en el Norte Argentino, op. cit.

112 AGI, Diversos 2 A, R1, N2, D13, carta de Goyeneche a Abascal.

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Jujuy en manos realistas

La ciudad estuvo en poder del ejército realista por seis meses – se calcula que a

principios de marzo las tropas peruanas abandonaron la ciudad-113; durante ese lapso de

tiempo, reorganizaron el cabildo con los vecinos que se habían quedado, mientras que

en la campaña las huestes se dieron a la rapiña y saqueo de las haciendas de los

emigrados, en búsqueda de cualquier alimento que hubiese quedado114.

En ese contexto, el 21 de septiembre de 1812, llegó el correo procedente de Lima, que

era el primero desde que la Revolución de mayo de 1810 en Buenos Aires cortara toda

comunicación con España. En el mismo había un oficio fechado en Cádiz el 8 de enero

de 1811, en el cual los diputados americanos en las Cortes daban cuenta de sus

acciones.115

En octubre, al tiempo que se fortalecía la ciudad de Oruro en el Alto Perú, con más

soldados procedentes de Desaguadero y dinero que, por Arica, había enviado Abascal

desde Lima, en Jujuy, el cabildo fidelista recibía al Gobernador Intendente enviado por

el Virrey, que se radicaría en la capital de Salta

“En la mui leal y constante Ciud de San Salvador de Jujui, en

siete de octubre de mil ochocientos doce años haviendose

congregado á son de campana los unicos vocales que

componen este Ilt. Ayuntamto […] se leio el Titulo en que el

Señor General en Gefe del Exto. Rl del Alto Perú elije y nombra

por Governador Intendte Interino de la Provincia de Salta al

113 Las Actas del Cabildo Realista van del 9 de septiembre de 1812 al 4 de marzo de 1813. AHPJ, SRR, Caja II, Legajo 2, Libro Capitular de 1812. Sabemos que la ciudad estuvo ocupada desde el 24 de agosto de 1812.

114 AHPJ, SRR, Caja VI, Legajo 1, Documento 50. Jujuy, 30 de marzo de 1813. Denuncias al cabildo de cada saqueo efectuado por las tropas realistas.

115 Viviana Conti y Dionila Baldiviezo, “Símbolos de resistencia en la independencia Americana”, en Alberto Gullón Abao y Antonio Gutiérrez Escudero (coords.), La Constitución Gaditana de 1812 y sus repercusiones en América, Cádiz, Universidad de Cádiz, 2012.

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Señor Coronel dn Jph Marques de la Plata, y manda en nombre

de su Magd que le resiva y ponga en posecion de dho. empleo en

la Capital de ella, y como esta se halla aun turbada por los

facciosos Partidarios de la Rebolucion ; á fin de que los demas

pueblos de su comprehencion no esten en Anarquia, y mas

pronto se restablezcan el horden y la Paz: Acordaron se le

resiva en este Cavildo, y reconozca portal Governador

Intendente de la Provincia, y se les guarden las onrras y

exenciones que se han guardado á los de su clase segun las

leyes y ordenanzas del reyno116.

En noviembre Pío Tristán ordenó aumentar y equipar a las tropas de las ciudades de

Jujuy y Tupiza y mantener escuadrones en Humahuaca, a fin de asegurarse las

comunicaciones entre Salta y Potosí117. Los planes de Goyeneche contemplaban

incorporar definitivamente a las jurisdicciones de Salta y Jujuy al mando del virrey del

Perú, como frontera segura para su expansión hacia el Río de la Plata. Consideraba que

ésa era la única forma de guardar las espaldas al Alto Perú: “…es necesario hacerse

fuertes en Salta y Jujuy, pues de lo contrario nada se conseguirá en guarnercerse, que lo

que conviene es la reunión de las tropas.”118

De los vecinos que se habían quedado en el territorio jujeño, sabemos que algunos

participaron activamente con las tropas peruanas, como integrantes de los cabildos,

dando alojando a oficiales en sus casas, suministrando víveres y vituallas o enrolándose

en el ejército. Otros, simplemente permanecieron en el terruño, cuidando las heredades

familiares.

116 AHPJ, SRR, Caja II, Legajo 2, Actas del Cabildo de 1812, folios 5v-6.

117 AGI, Diversos 2 A, R1, N2, D17, Carta de Pío Tristán a Goyeneche, Salta, 30 de noviembre de 1812.

118 AGI, Diversos 2 A, R1, N2, D19, Carta de Goyeneche a Abascal, cuartel de Potosí, 25 de diciembre de 1812.

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53

En esos meses de ocupación, Jujuy fue escenario de diversos acontecimientos, poco

conocidos por la historiografía. El 5 de enero de 1813, se llamó a reunión de cabildo

extraordinario, donde los capitulares, con la pompa exigida en tales casos, abrieron un

pliego llegado en el correo de Lima, que contenía “…un quaderno de la Constitución

Nacional formada por las Cortes Generales y extraordinarias en Cadiz á diez y ocho de

Marzo de mil ochocientos doce” 119.

Desde el cuartel general realista en Potosí, Goyeneche hizo jurar la Constitución de

Cádiz en Potosí el 6 de enero de 1813. Los habitantes de Salta y Jujuy prestaron su

juramento los días 30 y 31 de enero de 1813. Fue en el único lugar del Río de La Plata

donde la Constitución gaditana fue jurada120.

Mientras la guerra se precipitaba nuevamente, Goyeneche le informaba al virrey

Abascal que las ciudades de Salta y Jujuy “… ya estaban reconciliadas con las armas

del Rey, con tropas de refuerzo, municiones y caudales…”121. El 20 de febrero las tropas

virreinales derrotadas en Salta, firmaron un armisticio con Belgrano y comenzaron su

regreso a Perú.

Regreso de los emigrados

Las primeras reuniones del cabildo se dedicaron a contabilizar los daños y perjuicios

ocasionados por las huestes realistas, sobre todo debido al saqueo sistemático a que

fueron sometidas las haciendas de los emigrados. El teniente Gobernador Bolaños

reconocía

“…los padecimientos, y extorsiones de los honrados

Hacendados qe pr su atención á la Sagrada causa pr ntra

119 AHPJ, SRR, Libro Capitular de 1812, Jujuy, Acta del 5 de enero de 1813.

120 Viviana Conti y Dionila Baldiviezo, op. cit.

121 AGI, Diversos 3A, L3, R3, Carta de Goyeneche a Abascal del 31 de enero de 1813.

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Viviana E. Conti, Jujuy, febrero-marzo de 2012

54

Libertad Civil Cuias Haciendas han sido perseguidas y

destruidas pr Exercito del Tirano” 122

Las haciendas saqueadas eran propiedad de los vecinos plegados al éxodo en apoyo del

ejército del Norte. El ejército realista había robaron ganado de las haciendas de Lorenzo

Ignacio de Goyechea, Manuel Francisco Basterra, Mariano Sarabia, Domingo

Martiarena, Manuel Ignacio del Portal, José Antonio del Portal, Da. Borja Ruíz, José

Antonio Soarola, María Cañisares, las que habían sufriendo verdaderos estragos. Estos

hacendados se dedicaban a las ventas de sus ganados, como forma de subsistencia,

encontrándose sin nada al regreso123.

El foco del movimiento antirrevolucionario y pro-realista estaba en la hacienda San

Lucas, propiedad de Marquiegui, quien había participado activamente en el apoyo a las

fuerzas de Pío Trstán.

Los alcaldes de justicia del cabildo habían recibido y dado curso a la denuncia efectuada

por el indio Mariano Uscelo, quien manifestó que en la hacienda de Ventura Marquiegui

se habían albergado españoles realistas, lo que dio motivo al cabildo para ordenar al

alcalde de barrio, Bartolomé de la Corte, que lo fuese a buscar y lo traiga a la ciudad

con toda la familia y gente que se encuentre en la hacienda, como a todos los extranjeros

que se encuentren en la campaña124.

Nuevamente el teatro de la guerra precipitó los acontecimientos. En abril el Ejército del

Norte estaba nuevamente acampado en Jujuy, organizándose para emprender la marcha

hacia Potosí.

122 AHPJ, SRR, Caja II, Legajo 2. Libro Capitular de 1812. Acta del 3 de abril de 1813.

123 AHPJ, SRR, Caja VI, Legajo1, Documento 51, 4 folios, Jujuy, 30 de marzo de 1813. Firma Pedro Pablo Zavaleta.

124 AHPJ, SRR, Caja II, Legajo2, Libro Capitular de 1812. Acta del 14 de septiembre de 1813.

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55

La guerra de la independencia en Jujuy. Invasiones, éxodos y rapiña

Los exilados regresaron en marzo de 1813 y en abril grueso del ejército revolucionario

ya estaba en Jujuy, reponiéndose para nueva empresa: la segunda campaña al Alto Perú.

En esos meses, la maestranza de la ciudad entró nuevamente en actividad y se realizaron

más levas de población, al tiempo que se le exigía alimentos y vituallas para las tropas.

El síndico del cabildo, salió en defensa pública de la población de Jujuy, en una carta

enviada a Belgrano para que la hiciera llegar a la Asamblea reunida en Buenos Aires:

El Síndico Procurador Gral de esta ciudad, en desempeño de

su deber, y deseoso de esclarecer lo mucho q. e han serbido

este vecindº a las tropas de nuestrº exércitº auxiliador, en

dibersos reclamos con que ha contribuido al sostenimientº de

su empresª en obsequio de ntra sagradº causa, dice: que se

sirba V. S. mandar publicar un auto relativo a q. e todos los

becinos Amerecidentes, asendados, y labradores y demás

individuos de la comprenhención de esta ciudad, se presenten

a la maior brebedad ante V. S. , q. e cada uno califiq e del

modo posible los donativos de dinerº; Ganado Bacuno,

Caballos, Mulas, =Bromes, fierro, Madera y Tablas, os pido

a los SS oficiales, y demás miles q. e en calidª de Donativo,

benta o empréstito haian hecho, a los exércitos, esten

pendiente hasta la presente, y con el resultado de esta

diligenciª debe V. S. informar pr medio de nto Diputadº

representante, a la Soberana Asamblea pª q. e tenga presente

el mérito, y sacrificios con q. e ha contribuido esta

recomendable ciudad a los triunfos de las probincias Unidas,

de q. e tenemos la gloria de ser partícipes, pr la generosidad,

y entusiasmo con q. e estos abitantes han puesto sus intereses

en manos de las emergencias del estado, como así mismo las

gloriosas victorias q. e hemos obtenido contribuiendo, en una

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gran parte a ella los brabos y subordinados reclutas, que han

sacado de esta ciudad, siendo estos (según expreciº de los

gefes) los q. e eran una arrogancia inexplicable, triunfaron

en el Tucumán, y Salta de la soberbia de nuestros enemigº.

También es muy del caso el q. e sirba V. S. informar a la

Soberanª Asamblea sobre la notoria ruina q. e sufrió este

vecindariº en el tiempo q. e esta ciudad fue ocupada p r los

tiranos, en cuio tiempo quedaron las haciendas

desamparadas pr sus dueños pr lo general pr lo general

emig n de este abit., en seguimientº de las banderas de la

patriª, y los q. e tuvimos la desgª de presenciar sus maldades,

hemos sido espectadores de la extracción arbitraria de los

cortos intereses de q. e de modo q. e han quedado nuestras

asiendas en la ruina mas completa q. e se pueda imaginar.

Jujuy, septiembre 25 de 1813”125.

Después de la derrota de Belgrano en Ayohuma, los restos de las tropas huyeron a Jujuy,

perseguidos por los realistas, que ocuparon nuevamente la ciudad y provocaron el

Segundo Éxodo de la población civil (1814), en este caso casi exclusivamente

masculina, pues la premura de la invasión impidió la evacuación de la mayoría de las

mujeres y niños, quienes se vieron envueltos entre dos fuegos; en ese contexto las

autoridades enviadas desde Lima ordenaron la expulsión de familias jujeñas a Tarija, a

quienes acusaron mantener comunicación con los revolucionarios.

La imagen se repitió agravada tres años después, cuando en enero de 1817, unos 7.000

soldados, entre fuerzas veteranas españolas y destacamentos americanos invadieron

Jujuy para, desde allí, reconquistar el antiguo Virreinato del Río de La Plata.

125 AHPJ, SRR, Caja VI, Documento 86, folio 1 (el resaltado es nuestro).

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Las noticias de la invasión a Jujuy por un ejército de tal magnitud, provocó el pánico y

la huída de sus habitantes, quienes en esta oportunidad tuvieron el tiempo justo para

evacuar el territorio. En ese contexto se produjo el Tercer Éxodo de la población jujeña

en 1817.

Durante los cinco meses de ocupación por las fuerzas realistas, la ciudad fue arrasada,

los edificios públicos y las iglesias se utilizaron como cuarteles para la tropa, las

haciendas saqueadas y cualquier pertenencia que hubiese quedado de los exilados, fue

requisada126.

La población de Jujuy aún no se había repuesto del tercer éxodo y de los estragos

sufridos en la ciudad y campaña, cuando en enero de 1818 la ciudad de San Salvador

fue sometida al saqueo durante tres días seguidos por las tropas realistas dirigidas por

Pedro Antonio Olañeta127. Un año más tarde la ciudad sufrió una rapacidad más

devastadora donde los invasores se entregaron a la rapiña y al pillaje, destruyeron los

edificios y casas, rompieron las acequias, quemaron y robaron todo lo que

encontraron128.

En la octava invasión realista, Olañeta y Marquiegui, aprovechando las disidencias

políticas en Salta y sus repercusiones en Jujuy, ingresaron con las fuerzas virreinales

llegando hasta Volcán y León (abril de 1821); a pesar del hostigamiento de los gauchos,

Marquiegui logró tomar Jujuy el 15 de abril, pero debió retroceder hasta León donde

estaba el grueso del ejército.

El Teniente de Gobernador, José Ignacio Gorriti, avanzó con las milicias hasta León,

donde tomó desprevenidas a las tropas realistas, derrotándolas el 27 de abril de 1821,

conocido como el Día Grande de Jujuy, donde las fuerzas jujeñas salvaron a la ciudad 126 AHPJ, SRR, Caja II, Libro Capitular de 1814-1820. Acta del 12 de julio de 1817

127 Pedro Antonio Olañeta estaba casado con Josefa Marquiegui, hija del hacendado Ventura Marquigui; tanto el padre como el hijo Guillermo, fueron partidarios de la causa monárquica. El saqueo de la ciudad por las tropas realistas fue durante los días 14, 15 y 16 de enero de 1818.

128 AHPJ, SRR, Caja II, Libro Capitular de 1814-1820. Acta Capitular del 4 de abril de 1819. La ocupación y saqueo comenzó el 26 de marzo de 1819.

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de que fuera nuevamente saqueada. Gorriti amenazó a Olañeta con fusilar a sus cuñados

si en lo sucesivo atacaba Jujuy. Las invasiones realistas e intentos de saqueos de San

Salvador se frenaron en 1821, pero en el campo continuaron hasta 1825129.

En Jujuy la guerra pasó a formar parte de la vida cotidiana; vivir en un territorio sujeto a

continuas invasiones y sometida a la obligación de abastecimiento de ambos ejércitos

beligerantes fue una experiencia poco conocida en el resto del Río de La Plata. Los

jujeños debieron abandonar sus hogares, en éxodos o en exilios, aprendieron a vivir con

la carestía de alimentos y la militarización de su población, supieron lo que significaba

estar en una ciudad sitiada por tropas, conocieron el saqueo, los robos y el pillaje de

ejércitos profesionales sobre la población civil. Nadie se salvó de la acción devastadora

de la guerra.

En toda América hispana las guerras de la independencia provocaron cambios y

afectaron a las sociedades, sin embargo, pocas fueron el escenario mismo de la guerra,

se convirtieron en campamento de campaña de los ejércitos, fueron saqueadas, invadidas

durante quince años y despobladas -voluntaria o coercitivamente-. En Jujuy, la guerra, el

exilio y el caos no hicieron distinciones jerárquicas, sociales o étnicas.

129 Las invasiones a la campaña jujeña finalizaron con la muerte de Olañeta en Tumusla (Chichas) en 1825.