esperanza salvacion niños sin bautismo

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Documento COMISIÓN TEOLÓGICA INTERNACIONAL LA ESPERANZA DE SALVACIÓN PARA LOS NIÑOS QUE MUEREN SIN BAUTISMO* El tema del destino de los niños que mueren sin haber recibido el Bautismo ha sido afrontado teniendo en cuenta el principio de la jerarquía de las verdades, en el contexto del designio salvador universal de Dios, de la unicidad y el carácter insuperable de la mediación de Cristo, de la sacramentalidad de la Iglesia en orden a la salvación y de la realidad del pecado original. En la situación actual de relativismo cultural y de pluralismo religioso, el número de niños no bautizados aumenta de manera considerable. En esta situación se hace más urgente la reflexión sobre la posibilidad de salvación para estos niños. La Iglesia es consciente de que esta salvación se puede alcanzar únicamente en Cristo por medio del Espíritu. Pero no puede renunciar a reflexionar, en cuanto madre y maestra, acerca del destino de todos los seres humanos creados a imagen de Dios y, de manera particular, de los más débiles y de aquellos que todavía no tienen el uso de la razón y de la libertad. Es sabido que la enseñanza tradicional recurría a la teoría del limbo, entendido como un estado en el que las almas de los niños que mueren sin bautismo no merecen el premio de la visión beatífica, a causa del pecado original, pero no sufren ningún castigo, ya que no han cometido pecados personales. Esta teoría, elaborada por los teólogos a partir de la Edad Media, nunca ha entrado en las definiciones dogmáticas del Magisterio, aunque el mismo Magisterio la ha mencionado en su enseñanza hasta el concilio Vaticano II. Sigue siendo por tanto una hipótesis teológica posible. No obstante, en el Catecismo de la Iglesia Católica (1992) la teoría del limbo no se menciona; se enseña por el contrario que, en cuanto a los niños muertos sin el bautismo, la Iglesia no puede más que confiarlos a la misericordia de Dios, como se hace precisamente en el ritual de las exequias previsto específicamente para ellos. El principio según el cual Dios quiere la salvación de todos los seres humanos permite esperar que haya una vía de salvación para los niños muertos sin bautismo (cf. Catecismo de la Iglesia Católica , n. 1261). Esta afirmación invita a la reflexión teológica a encontrar una conexión lógica y coherente entre diversos enunciados de la fe católica: la voluntad salvífica universal de Dios / la unicidad de la mediación de Cristo / la necesidad del bautismo para la salvación / la acción universal de la gracia en relación con los sacramentos / la ligazón entre pecado original y privación de la visión beatífica / la creación del ser humano «en Cristo». La conclusión del estudio es que hay razones teológicas y litúrgicas para motivar la esperanza de que los niños muertos sin Bautismo puedan ser salvados e introducidos en la felicidad eterna, aunque no haya una enseñanza explícita de la Revelación sobre este problema. Ninguna de las consideraciones que el texto propone para motivar una nueva aproximación a la cuestión puede ser utilizada para negar la necesidad del bautismo ni para retrasar su administración. Más bien hay razones para esperar que Dios salvará a estos niños ya que no se ha podido hacer por ellos lo que se hubiera deseado hacer, es decir, bautizarlos en la fe de la Iglesia e insertarlos visiblemente en el Cuerpo de Cristo. Para terminar, una observación de carácter metodológico. El tratamiento de este tema se justifica dentro del desarrollo de la historia de la inteligencia de la fe de la que habla la constitución Dei Verbum (n. 8), y cuyos factores son la reflexión y el estudio de los creyentes, la experiencia de las cosas espirituales y la predicación del Magisterio. Cuando en la historia del pensamiento cristiano se ha comenzado a suscitar la pregunta sobre la suerte de los niños muertos sin bautismo tal vez no se conocía exactamente la naturaleza y todo el alcance doctrinal implícito en esta cuestión. Solamente en el desarrollo histórico y teológico que ha tenido lugar en el curso de los siglos y hasta el concilio Vaticano II se ha caído en la cuenta de que esta pregunta específica debía ser considerada en un horizonte cada vez más amplio de las doctrinas de fe, y que el problema puede ser repensado poniendo en relación explícita el punto en cuestión con el contexto global de la fe católica y observando el principio de la 1

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Documentos de la Comisión Teológica Internacional sobre la esperanza de la salvación de los niños sin bautismo

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DocumentoCOMISIN TEOLGICA INTERNACIONALLA ESPERANZA DE SALVACIN PARA LOS NIOS QUE MUEREN SIN BAUTISMO*

El tema del destino de los nios que mueren sin haber recibido el Bautismo ha sido afrontado teniendo en cuenta el principio de la jerarqua de las verdades, en el contexto del designio salvador universal de Dios, de la unicidad y el carcter insuperable de la mediacin de Cristo, de la sacramentalidad de la Iglesia en orden a la salvacin y de la realidad del pecado original. En la situacin actual de relativismo cultural y de pluralismo religioso, el nmero de nios no bautizados aumenta de manera considerable. En esta situacin se hace ms urgente la reflexin sobre la posibilidad de salvacin para estos nios. La Iglesia es consciente de que esta salvacin se puede alcanzar nicamente en Cristo por medio del Espritu. Pero no puede renunciar a reflexionar, en cuanto madre y maestra, acerca del destino de todos los seres humanos creados a imagen de Dios y, de manera particular, de los ms dbiles y de aquellos que todava no tienen el uso de la razn y de la libertad.Es sabido que la enseanza tradicional recurra a la teora del limbo, entendido como un estado en el que las almas de los nios que mueren sin bautismo no merecen el premio de la visin beatfica, a causa del pecado original, pero no sufren ningn castigo, ya que no han cometido pecados personales. Esta teora, elaborada por los telogos a partir de la Edad Media, nunca ha entrado en las definiciones dogmticas del Magisterio, aunque el mismo Magisterio la ha mencionado en su enseanza hasta el concilio Vaticano II. Sigue siendo por tanto una hiptesis teolgica posible. No obstante, en el Catecismo de la Iglesia Catlica (1992) la teora del limbo no se menciona; se ensea por el contrario que, en cuanto a los nios muertos sin el bautismo, la Iglesia no puede ms que confiarlos a la misericordia de Dios, como se hace precisamente en el ritual de las exequias previsto especficamente para ellos. El principio segn el cual Dios quiere la salvacin de todos los seres humanos permite esperar que haya una va de salvacin para los nios muertos sin bautismo (cf. Catecismo de la Iglesia Catlica, n. 1261). Esta afirmacin invita a la reflexin teolgica a encontrar una conexin lgica y coherente entre diversos enunciados de la fe catlica: la voluntad salvfica universal de Dios / la unicidad de la mediacin de Cristo / la necesidad del bautismo para la salvacin / la accin universal de la gracia en relacin con los sacramentos / la ligazn entre pecado original y privacin de la visin beatfica / la creacin del ser humano en Cristo.La conclusin del estudio es que hay razones teolgicas y litrgicas para motivar la esperanza de que los nios muertos sin Bautismo puedan ser salvados e introducidos en la felicidad eterna, aunque no haya una enseanza explcita de la Revelacin sobre este problema. Ninguna de las consideraciones que el texto propone para motivar una nueva aproximacin a la cuestin puede ser utilizada para negar la necesidad del bautismo ni para retrasar su administracin. Ms bien hay razones para esperar que Dios salvar a estos nios ya que no se ha podido hacer por ellos lo que se hubiera deseado hacer, es decir, bautizarlos en la fe de la Iglesia e insertarlos visiblemente en el Cuerpo de Cristo.Para terminar, una observacin de carcter metodolgico. El tratamiento de este tema se justifica dentro del desarrollo de la historia de la inteligencia de la fe de la que habla la constitucin Dei Verbum (n. 8), y cuyos factores son la reflexin y el estudio de los creyentes, la experiencia de las cosas espirituales y la predicacin del Magisterio. Cuando en la historia del pensamiento cristiano se ha comenzado a suscitar la pregunta sobre la suerte de los nios muertos sin bautismo tal vez no se conoca exactamente la naturaleza y todo el alcance doctrinal implcito en esta cuestin. Solamente en el desarrollo histrico y teolgico que ha tenido lugar en el curso de los siglos y hasta el concilio Vaticano II se ha cado en la cuenta de que esta pregunta especfica deba ser considerada en un horizonte cada vez ms amplio de las doctrinas de fe, y que el problema puede ser repensado poniendo en relacin explcita el punto en cuestin con el contexto global de la fe catlica y observando el principio de la jerarqua de las verdades mencionado en el decreto Unitatis redintegratio del concilio Vaticano II. El documento, tanto desde el punto de vista teolgico-especulativo como prctico-pastoral, constituye un instrumento explicativo, til y eficaz para la comprensin y la profundizacin de esta problemtica, que no es solamente doctrinal, sino que va al encuentro de urgencias pastorales de no poca relevancia.

Introduccin

1. San Pedro exhorta a los cristianos a estar siempre preparados para dar razn de la esperanza que hay en ellos (cf. 1 Pe 3,15-16)[1]. Este documento trata del tema de la esperanza que los cristianos pueden tener acerca de la salvacin de los nios que mueren sin haber recibido el Bautismo. Explica cmo se ha desarrollado esta esperanza en los ltimos decenios y en qu base se apoya, de tal manera que se pueda dar razn de ella. Aunque a primera vista este tema puede parecer marginal respecto a otras preocupaciones teolgicas, cuestiones muy profundas y complejas se encuentran implicadas en el desarrollo del mismo; urgentes necesidades pastorales hacen necesaria esta explicacin.2. En nuestros tiempos crece sensiblemente el nmero de nios que mueren sin haber sido bautizados. En parte porque los padres, influenciados por el relativismo cultural y por el pluralismo religioso, no son practicantes, en parte tambin como consecuencia de la fertilizacin in vitro y del aborto. A causa de estos fenmenos el interrogante acerca del destino de estos nios se plantea con nueva urgencia. En una situacin como sta las vas a travs de las cuales se puede alcanzar la salvacin aparecen ms complejas y problemticas. La Iglesia, que custodia fielmente los caminos de la salvacin, sabe que sta slo se puede alcanzar en Cristo mediante el Espritu Santo. Pero en cuanto madre y maestra no puede renunciar a reflexionar sobre la suerte de todos los seres humanos, creados a imagen de Dios[2], en particular de los ms dbiles. Los adultos, dotados de razn, conciencia y libertad, son responsables de su propio destino en cuanto aceptan o rechazan la gracia de Dios. Pero los nios, que no tienen todava el uso de la razn, la conciencia y la libertad, no pueden decidir por s mismos. Los padres experimentan un gran dolor y sentimientos de culpa cuando no tienen la certeza moral de la salvacin de sus hijos, y las personas encuentran cada vez ms difcil aceptar que Dios sea justo y misericordioso si excluye a los nios, que no han pecado personalmente, de la salvacin eterna, sean cristianos o no. Desde un punto de vista teolgico, el desarrollo de una teologa de la esperanza y de una eclesiologa de la comunin, juntamente con el reconocimiento de la grandeza de la misericordia de Dios, cuestionan una interpretacin excesivamente restrictiva de la salvacin. De hecho la voluntad salvfica universal de Dios y la mediacin de Cristo, igualmente universal, hacen que se juzgue inadecuada cualquier concepcin teolgica que en ltimo trmino ponga en duda la omnipotencia de Dios y, en especial, su misericordia.3. La teora del limbo, a la que ha recurrido la Iglesia durante muchos siglos para hablar de la suerte de los nios que mueren sin Bautismo, no encuentra ningn fundamento explcito en la revelacin, aunque haya entrado desde hace mucho tiempo en la enseanza teolgica tradicional. Adems, la idea de que los nios que mueren sin bautismo se encuentren privados de la visin beatfica, idea que ha sido considerada durante tanto tiempo doctrina comn de la Iglesia, suscita numerosos problemas pastorales, hasta tal punto que muchos pastores de almas han pedido una reflexin ms profunda sobre los caminos de la salvacin. La reconsideracin necesaria de estas cuestiones teolgicas no puede ignorar las consecuencias trgicas del pecado original. El pecado original comporta un estado de separacin de Cristo que excluye la posibilidad de la visin de Dios para aquellos que mueren en este estado.4. Reflexionando sobre el tema del destino de los nios que mueren sin bautismo, la comunidad eclesial debe tener presente el hecho de que Dios, propiamente, es ms el sujeto que el objeto de la teologa. La primera tarea de la teologa es por tanto la escucha de la palabra de Dios. La teologa escucha la palabra de Dios, contenida en la Escritura, para comunicarla con amor a todos los hombres. No obstante, acerca de la salvacin de los que mueren sin Bautismo, la palabra de Dios dice muy poco o nada. Es necesario por tanto interpretar el silencio de la Escritura sobre este tema a la luz de los textos que tratan del designio universal de salvacin y de los caminos de la misma. En resumen, el problema, tanto para la teologa como para la pastoral, es cmo salvaguardar y armonizar dos grupos de afirmaciones bblicas: las que se refieren a la voluntad salvfica universal de Dios (cf. 1 Tm 2,4), y las que conciernen a la necesidad del Bautismo como la va para ser liberados del pecado y conformados con Cristo (cf. Mc 16,16; Mt 28,18-19).5. En segundo lugar, teniendo presente el principio lex orandi, lex credendi, la comunidad cristiana tiene en cuenta que no hay ninguna mencin del limbo en la liturgia. sta comprende la fiesta de los Santos Inocentes, venerados como mrtires, aunque no haban sido bautizados, porque fueron muertos por Cristo[3]. Ha habido un importante desarrollo litrgico con la introduccin de los funerales por los nios muertos sin bautismo. No rezamos por los condenados. El Misal Romano de 1970 introdujo una misa funeral por los nios no bautizados cuyos padres deseaban presentarlos para el Bautismo. La Iglesia confa a la misericordia de Dios a los nios que mueren sin Bautismo. En la Instruccin sobre el Bautismo de los nios de 1980 la Congregacin para la Doctrina de la Fe ha reafirmado que en cuanto a los nios muertos sin Bautismo la Iglesia slo los puede confiar a la misericordia de Dios, como hace en el rito de los funerales por ellos[4]. El Catecismo de la Iglesia Catlica (1992) aade que la gran misericordia de Dios, que quiere que todos los hombres se salven (1 Tm 2,4) y la ternura de Jess con los nios, que le hizo decir: Dejad que los nios se acerquen a m, no se lo impidis (Mc 10,14), nos permiten confiar en que haya un camino de salvacin para los nios muertos sin Bautismo[5].6. En tercer lugar, la Iglesia no puede dejar de estimular la esperanza de la salvacin para los nios muertos sin Bautismo por el hecho que ella ruega para que nadie se pierda[6], y ruega en la esperanza de que todos los hombres se salven[7]. A la luz de una antropologa de la solidaridad[8], reforzada por una comprensin eclesial de la personalidad corporativa, la Iglesia reconoce la ayuda que puede dar la fe de los creyentes. El evangelio de Marcos narra precisamente un episodio en el que la fe de algunos ha sido eficaz para la salvacin de otra persona (cf. Mc 2,5). Aun siendo bien consciente de que el medio normal para alcanzar la salvacin en Cristo es el Bautismo in re, la Iglesia espera que existan otras vas para conseguir el mismo fin. Puesto que, por su encarnacin, el Hijo de Dios se ha unido en un cierto modo a todo ser humano, y puesto que Cristo ha muerto por todos y la vocacin ltima del hombre es efectivamente una sola, la divina, la Iglesia sostiene que el Espritu Santo ofrece a todos la posibilidad de ser asociados, del modo que Dios conoce, al misterio pascual[9] (Gaudium et spes 22).7. Finalmente, al reflexionar teolgicamente sobre la salvacin de los nios que mueren sin Bautismo, la Iglesia respeta la jerarqua de las verdades y por tanto empieza por reafirmar claramente el primado de Cristo y de su gracia, que tiene prioridad sobre Adn y el pecado. Cristo, en su existencia por nosotros y en el poder redentor de su sacrificio, ha muerto y resucitado por todos. Con toda su vida y su enseanza ha revelado la paternidad de Dios y su amor universal. Si la necesidad del bautismo es de fide, la tradicin y los documentos del Magisterio que han reafirmado esta necesidad tienen que ser interpretados. Es verdad que la voluntad salvfica universal de Dios no se opone a la necesidad del bautismo, pero tambin es verdad que los nios no oponen ningn obstculo personal a la accin de la gracia redentora. Por otra parte el bautismo se administra a los nios, que estn libres de pecados personales, no slo para liberarlos del pecado original, sino tambin para insertarlos en la comunin de salvacin que es la Iglesia, por medio de la comunin en la muerte y resurreccin de Cristo (cf. Rom 6,1-7). La gracia es totalmente gratuita en cuanto es siempre puro don de Dios. La condenacin, por el contrario, es merecida, porque es la consecuencia de la libre eleccin humana[10]. El nio que muere despus de haber sido bautizado es salvado por la gracia de Cristo mediante la intercesin de la Iglesia, incluso sin su cooperacin. Nos podemos preguntar si el nio que muere sin Bautismo, pero por el cual la Iglesia expresa en su oracin el deseo de salvacin, puede ser privado de la visin de Dios sin su cooperacin.

1. Historia quaestionis. Historia y hermenutica de la enseanza catlica

1.1 Fundamentos bblicos

8. Una investigacin teolgica rigurosa debe partir de un estudio de los fundamentos bblicos de cualquier doctrina o praxis eclesial. Por consiguiente, por lo que se refiere a nuestro tema, nos tenemos que preguntar si la Sagrada Escritura trata de un modo u otro la cuestin del destino de los nios no bautizados. Una mirada rpida al Nuevo Testamento pone de manifiesto que las primeras comunidades cristianas todava no se confrontaron con la cuestin de si los nios que haban muerto sin Bautismo podan recibir la salvacin de Dios. Cuando en el Nuevo Testamento se menciona la praxis del Bautismo en general se hace referencia al bautismo de los adultos. Pero los datos del Nuevo Testamento no excluyen la posibilidad de que tambin los nios fueran bautizados. Cuando en los Hechos de los Apstoles 16,15 y 33 (cf. 18,8) y en 1 Cor 1,16 se habla de familias (oikos) que reciben el Bautismo, es posible que los nios hayan sido bautizados juntamente con los adultos. La ausencia de referencias explcitas se puede explicar por el hecho de que los escritos del Nuevo Testamento se preocupan sobre todo de la difusin inicial del cristianismo en el mundo.9. La ausencia de una enseanza explcita en el Nuevo Testamento sobre el destino de los nios no bautizados no significa que la discusin teolgica acerca de esta cuestin no est basada en diversas doctrinas bblicas fundamentales. Entre stas se incluyen:(I) La voluntad de Dios de salvar a todos (cf. Gn 3,15; 22,18; 1 Tm 2,3-6), mediante la victoria de Jesucristo sobre el pecado y la muerte (cf. Ef 1,20-22; Flp 2,7-11; Rom 14,9; 1 Cor 15,20-28).(II) La pecaminosidad universal de los seres humanos (cf. Gn 6,5-6; 8,21; 1 Re 8,46; Sal 130,3), y el hecho de que desde Adn han nacido en el pecado (cf. Sal 51,7; Sir 25,24) y que por tanto estn destinados a la muerte (cf. Rom 5,12; 1 Cor 15,22).(III) La necesidad para la salvacin, por una parte, de la fe del creyente (cf. Rom 1,16), y, por otra, del Bautismo (cf. Mc 16,16; Mt 28,19; Hch 2,40-41; 16,30-33), y de la Eucarista (cf. Jn 6,53) administrados por la Iglesia.(IV) La esperanza cristiana supera completamente la esperanza humana (cf. Rom 4,18-21); la esperanza cristiana es que el Dios vivo, el Salvador de toda la humanidad (cf. 1 Tm 4,10) har a todos partcipes de su gloria y que todos vivirn con Cristo (cf. 1 Tes 5,9-11; Rom 8,2-5.23.25); los cristianos deben estar siempre dispuestos a dar razn de la esperanza que hay en ellos (cf. 1 Pe 3,15).(V) La Iglesia tiene que hacer plegarias, oraciones y splicas por todos (1 Tm 2,1-8), fundada en la fe en que para la potencia creadora de Dios nada es imposible (Job 42,2; Mc 10,27; 12,24.27; Lc 1,37), y en la esperanza de que la creacin entera participar finalmente en la gloria de Dios (cf. Rom 8,22-27).10. Parece que existe una tensin entre dos de las doctrinas bblicas que acabamos de mencionar: la voluntad salvfica universal de Dios por una parte, y la necesidad del Bautismo sacramental por otra. Esta ltima parece limitar la extensin de la voluntad salvfica universal de Dios. Se hace por tanto necesaria una reflexin hermenutica acerca de cmo los testimonios de la Tradicin (los Padres de la Iglesia, el Magisterio, los telogos) han ledo y utilizado los textos y las doctrinas de la Biblia que se refieren al tema que aqu se trata. Ms especficamente, es necesario aclarar de qu tipo es la necesidad del sacramento del bautismo para evitar interpretaciones erradas. La necesidad del bautismo sacramental es una necesidad de segundo orden respecto a la necesidad absoluta de la accin salvadora de Dios por medio de Jesucristo para la salvacin definitiva de todo ser humano. El Bautismo sacramental es necesario, porque es el medio ordinario mediante el cual una persona participa de los efectos benficos de la muerte y resurreccin de Jess. A continuacin observaremos con atencin cmo los testimonios de la Escritura han sido usados en la tradicin. Adems, al tratar los principios teolgicos (captulo 2) y nuestras razones para la esperanza (captulo 3), analizaremos detalladamente las doctrinas bblicas y los textos correspondientes.

1.2 Los Padres griegos

11. Muy pocos Padres griegos han tratado del destino de los nios que mueren sin Bautismo, puesto que en Oriente no haba controversia alguna acerca de esta cuestin. Tenan adems una visin distinta de la condicin presente de la humanidad. Para los Padres griegos, como consecuencia del pecado de Adn, los seres humanos han heredado la corrupcin, la pasibilidad y la muerte, de las cuales podan ser liberados por un proceso de divinizacin hecho posible por la obra redentora de Cristo. La idea de una herencia del pecado o de la culpa, comn en la tradicin occidental, era extraa a esa perspectiva pues, segn su concepcin, el pecado poda ser slo un acto libre y personal[11]. Por ello no son muchos los Padres griegos que tratan explcitamente del problema de la salvacin de los nios no bautizados. Pero no obstante se han referido al estado o situacin pero no al lugar de estos nios despus de la muerte. Desde este punto de vista, el problema principal al que se enfrentan es la tensin entre la voluntad salvfica universal de Dios y la enseanza del evangelio sobre la necesidad del Bautismo. Pseudo-Atanasio dice claramente que una persona no bautizada no puede entrar en el Reino de Dios. Sostiene adems que los nios no bautizados no entrarn en el Reino, pero que tampoco se perdern, ya que no han pecado[12]. Anastasio del Sina lo afirma de manera todava ms clara: para l, los nios no bautizados no van a la Gehenna. Pero no puede decir ms; no expresa ninguna opinin sobre adnde van, sino que deja su destino al juicio de Dios[13].12. Gregorio de Nisa es el nico entre los Padres griegos que ha escrito una obra que trata especficamente del destino de los nios que mueren, De infantibus praemature abreptis libellum [14]. La preocupacin de la Iglesia aparece en la cuestin que se plantea a s mismo: el destino de estos nios es un misterio, es algo ms grande de lo que la mente humana puede abarcar[15]. Gregorio expresa su opinin en relacin con la virtud y su recompensa; en su opinin no hay ninguna razn para que Dios conceda como recompensa lo que se espera. La virtud no tiene ningn valor si los que dejan esta vida prematuramente sin haberla practicado son recibidos inmediatamente en la bienaventuranza. Continuando en esta lnea Gregorio se pregunta: Qu suceder a aquel que acaba su vida en una tierna edad, que no ha hecho nada malo ni nada bueno? Es digno de un premio?[16]. Y responde: La bienaventuranza esperada pertenece a los seres humanos por naturaleza, y solamente en un cierto sentido es llamada premio[17]. El gozo de la vida verdadera (zoe y no bios) corresponde a la naturaleza humana y es posedo segn el grado en que se ha practicado la virtud. Puesto que el nio inocente no necesita purificacin por los pecados personales, tiene parte en esta vida de manera correspondiente a su naturaleza, en una suerte de progreso continuado, segn su capacidad. Gregorio de Nisa hace una distincin entre el destino de los nios y el de los adultos que han vivido una existencia virtuosa: La muerte prematura de los nios recin nacidos no es motivo para presuponer que sufrirn tormentos o que estarn en el mismo estado de los que en esta vida han sido purificados por todas las virtudes[18]. Por ltimo ofrece esta perspectiva a la reflexin de la Iglesia: La contemplacin apostlica da fuerzas a nuestra investigacin, porque Aquel que ha hecho bien todas las cosas con sabidura (Sal 104,24) sabe sacar bien del mal[19].13. Gregorio Nacianceno no dice nada acerca del lugar y del estado de los nios que mueren sin bautismo, pero ampla este tema aadiendo otra reflexin. Escribe que estos nios no reciben ni alabanza ni castigo del Justo Juez, en cuanto han sufrido un dao ms que provocarlo. El que no merece castigo no es por esto merecedor de alabanza, y el que no merece alabanza no es por esto merecedor de castigo[20]. La profunda enseanza de los Padres griegos puede ser resumida en la opinin de Anastasio del Sina: No es conveniente que el hombre compruebe con sus manos los juicios de Dios[21].14. Por una parte estos Padres griegos ensean que los nios que mueren sin bautismo no sufren la condenacin eterna, aunque no consigan el mismo estado de los que han sido bautizados. Por otra parte no explican cul es el estado de estos nios o en qu lugar se encuentran. En este asunto los Padres griegos muestran su tpica sensibilidad apoftica.

1.3. Los Padres latinos

15. El destino de los nios no bautizados fue por vez primera el objeto de una reflexin teolgica notable en Occidente durante las controversias antipelagianas al comienzo del siglo V. San Agustn abord la cuestin en respuesta a Pelagio, el cual enseaba que los nios podan salvarse sin ser bautizados. Pelagio pona en duda que la carta de Pablo a los Romanos ensease realmente que todos los seres humanos pecaron en Adn (Rom 5,12), y que la concupiscencia, el sufrimiento y la muerte fueran consecuencia de la cada[22]. Puesto que negaba que el pecado de Adn se hubiera trasmitido a sus descendientes, consideraba inocentes a los nios recin nacidos. A los nios muertos sin bautismo Pelagio les prometa la entrada en la vida eterna (pero no en el reino de Dios [Jn 3,5]), argumentando que Dios no iba a condenar al infierno a los que no eran personalmente culpables de pecado[23].16. En la oposicin a Pelagio, Agustn fue llevado a afirmar que los nios que mueren sin bautismo van al infierno[24]. Se remita a las palabras del Seor en Jn 3,5 y a la prctica litrgica de la Iglesia. Por qu los nios son llevados a la fuente bautismal, especialmente los recin nacidos en peligro de muerte, si no es para asegurarles la entrada en el Reino de Dios? Por qu se les somete a los exorcismos si no tienen que ser liberados del diablo[25]? Por qu renacen si no necesitan ser renovados? La prctica litrgica confirma la fe de la Iglesia en que todos heredan el pecado de Adn y tienen que pasar del poder de las tinieblas al reino de la luz (Col 1,13)[26]. Hay solamente un Bautismo, el mismo para nios y adultos, y ste es para el perdn de los pecados[27]. Si los nios son bautizados, es porque son pecadores. Aunque evidentemente no son culpables de pecado personal, segn Rom 5,12 (en la traduccin latina de que dispona Agustn), han pecado en Adn[28]. Por qu muri Cristo por ellos si no son culpables?[29]. Todos necesitan a Cristo como Salvador.17. Segn la opinin de Agustn, Pelagio minaba la fe en Jesucristo, el nico Mediador (1 Tm 2,5), y la fe en la necesidad de la gracia salvadora que nos mereci en la cruz. Cristo vino para salvar a los pecadores. Es el Gran Mdico que ofrece incluso a los recin nacidos la medicina del Bautismo para salvarlos del pecado heredado de Adn[30]. El nico remedio para el pecado de Adn, transmitido a todos a travs de la generacin, es el Bautismo. Los que no han sido bautizados no pueden entrar en el Reino de Dios. El da del juicio, los que no entrarn en el Reino (Mt 25,34) sern condenados al infierno (Mt 25,41). No hay un estado intermedio entre el cielo y el infierno. No queda ningn lugar intermedio en el que t puedas poner a los nios[31]. Todo aquel que no est con Cristo debe estar con el diablo[32].18. Dios es justo. Si condena al infierno a los nios no bautizados es porque son pecadores. Aunque estos nios sean castigados en el infierno, sufrirn solamente un castigo muy suave (mitissima poena)[33], la pena ms leve de todas[34], pues hay diversas penas en proporcin con la culpa del pecador[35]. Estos nios no eran responsables, pero no hay injusticia en su condena porque todos pertenecen a la misma masa, la masa destinada a la perdicin. Dios no hace injusticia a los que no son elegidos, porque todos merecen el infierno[36]. Por qu algunos son vasos de ira y otros vasos de misericordia? Agustn admite que no puede encontrar una explicacin satisfactoria y adecuada. Puede solamente exclamar con San Pablo: Qu inescrutables son los juicios de Dios e inaccesibles sus caminos (Rom 11,33)[37]. Ms que condenar la autoridad divina, da una explicacin restrictiva de la voluntad salvfica universal de Dios[38]. La Iglesia cree que si alguno es redimido, es slo por la gracia inmerecida de Dios. Pero si alguno es condenado, es por un juicio bien merecido. Descubriremos en el otro mundo la justicia de la voluntad de Dios[39]. 19. El Concilio de Cartago del ao 418 rechaz la enseanza de Pelagio. Conden la opinin de que los nios no contraen de Adn nada del pecado original que deba ser expiado por el bao de la regeneracin que lleva a la vida eterna. Positivamente el Concilio ensea que aun los nios que todava no pudieron cometer ningn pecado por s mismos, son verdaderamente bautizados para la remisin de los pecados, a fin de que por la regeneracin se limpie en ellos lo que por la generacin contrajeron[40]. Se aadi tambin que no existe algn lugar intermedio o lugar alguno en otra parte donde viven bienaventurados los nios que salieron de esta vida sin el bautismo, sin el cual no pueden entrar en el reino de los cielos que es la vida eterna[41]. Este concilio, no obstante, no apoy explcitamente todos los aspectos de la severa opinin de Agustn acerca del destino de los nios que mueren sin Bautismo.20. Pero la autoridad de Agustn en Occidente fue tan grande que los Padres latinos (p.e. Jernimo, Fulgencio, Avito de Vienne y Gregorio Magno) de hecho adoptaron su opinin. Gregorio Magno afirma que Dios condena tambin a aquellos que tienen en su alma slo el pecado original. Incluso los nios que no han pecado por su voluntad deben ir a los tormentos eternos. Cita Job 14,4-5 (LXX), Jn 3,5 y Ef 2,3 a propsito de nuestra condicin de hijos de la ira en el nacimiento[42].

1.4 La Escolstica medieval

21. Agustn fue el punto de referencia para este tema para los telogos latinos a lo largo de todo el Medioevo. Anselmo de Canterbury es un buen ejemplo: cree que los nios pequeos que mueren sin Bautismo son condenados a causa del pecado original y de acuerdo con la justicia de Dios[43]. La doctrina comn fue resumida por Hugo de San Vctor: los nios que mueren sin Bautismo no pueden ser salvados porque 1) no han recibido el sacramento, y 2) no pueden hacer un acto personal de fe en sustitucin del sacramento[44]. Esta doctrina implica la necesidad de ser justificados durante el tiempo de la vida terrena para entrar en la vida eterna despus de la muerte. La muerte pone un fin a la posibilidad de elegir entre aceptar o rechazar la gracia, es decir, unirse a Dios o alejarse de l; despus de la muerte las actitudes fundamentales de una persona respecto a Dios ya no pueden ser modificadas.22. Pero la mayora de los autores medievales posteriores, a partir de Pedro Abelardo, subrayan la bondad de Dios e interpretan el castigo muy suave de Agustn como la privacin de la visin beatfica (carentia visionis Dei), sin esperanza de obtenerla, pero sin otras penas adicionales[45]. Esta enseanza, que modificaba la estricta opinin de San Agustn, fue difundida por Pedro Lombardo: los nios no sufren ms pena que la privacin de la visin de Dios[46]. Esta posicin llev a la reflexin del siglo XIII a atribuir a los nios no bautizados un destino esencialmente diferente del de los santos en el cielo, pero tambin parcialmente diferente del de los condenados, a los cuales, no obstante, quedan asociados. Esto no impidi a los telogos medievales sostener la existencia de dos (y no tres) posibles salidas para la existencia humana: la felicidad del cielo para los santos, y la privacin de esta felicidad celestial para los condenados y para los nios que mueren sin Bautismo. En los desarrollos de la doctrina medieval la prdida de la visin beatfica (poena damni) se vea como el justo castigo por el pecado original, mientras los tormentos del infierno para siempre representaban la pena por los pecados mortales efectivamente cometidos[47]. En la Edad Media el Magisterio eclesistico afirm ms de una vez que los que mueren en pecado mortal y los que mueren slo con el pecado original reciben penas diferentes[48]. 23. Puesto que los nios que no han alcanzado el uso de la razn no han cometido pecados actuales, los telogos llegaron a la opinin comn segn la cual estos nios no bautizados no experimentan ningn dolor, e incluso gozan de una plena felicidad natural por su unin con Dios en todos los bienes naturales (Toms de Aquino, Duns Escoto)[49]. La contribucin de esta ltima tesis teolgica consiste sobre todo en el reconocimiento de un gozo autntico en los nios que mueren sin el Bautismo sacramental: poseen una verdadera unin con Dios de modo proporcionado a su condicin. La tesis se apoya en un cierto modo de conceptualizar la relacin entre los rdenes natural y sobrenatural y, en particular, la orientacin hacia el sobrenatural. Pero no debe ser confundida con el desarrollo sucesivo del concepto de naturaleza pura. Toms de Aquino, por ejemplo, insista en que solamente la fe nos permite conocer que el fin sobrenatural de la vida humana consiste en la gloria de los santos, es decir, en la participacin en la vida del Dios uno y trino mediante la visin beatfica. Dado que este fin sobrenatural trasciende el conocimiento humano natural, y dado que a los nios no bautizados les falta el sacramento que les habra dado el germen de este conocimiento sobrenatural, el Aquinate concluye que los nios que mueren sin Bautismo no conocen aquello de que estn privados, y por tanto no sufren por la privacin de la visin beatfica[50]. Incluso cuando han acogido esta opinin, los telogos han considerado la privacin de la visin beatfica como una afliccin (castigo) en la economa divina. La doctrina teolgica de una felicidad natural (y la ausencia de todo sufrimiento) puede ser considerada como una tentativa de tomar en consideracin la justicia y la misericordia de Dios respecto a los nios que no han cometido ningn pecado actual, dando as a la misericordia de Dios un peso mayor que en la opinin de Agustn. Los telogos que han sostenido esta tesis de una felicidad natural para los nios muertos sin Bautismo manifiestan un sentido muy vivo de la gratuidad de la salvacin y del misterio de la voluntad de Dios que el pensamiento humano no puede comprender completamente. 24. Los telogos que, de una forma o de otra, han enseado que los nios no bautizados son privados de la visin de Dios generalmente sostenan al mismo tiempo una doble afirmacin: a) Dios quiere que todos se salven, y b) Dios, que quiere que todos se salven, quiere igualmente los dones y los medios que l mismo ha establecido para esta salvacin y que nos ha dado a conocer mediante su revelacin. La segunda afirmacin, en s misma, no excluye otras disposiciones de la economa divina (como resulta claro, por ejemplo, en el testimonio de los Santos Inocentes). La expresin limbo de los nios fue acuada a caballo entre los siglos XII y XIII para designar el lugar de reposo de estos nios (el lmite de la regin inferior). Pero los telogos podan tratar de esta cuestin sin usar la palabra limbo. Sus doctrinas no deben confundirse con el uso de la palabra limbo.25. La afirmacin principal de estas doctrinas es que los que no eran capaces de un acto libre con el cual consentan a la gracia y que han muerto sin haber sido regenerados por el sacramento del Bautismo estn privados de la visin de Dios a causa del pecado original heredado mediante la generacin humana.

1.5 La era moderna post-tridentina

26. El pensamiento de Agustn fue objeto de un inters renovado en el siglo XVI, y con l su teora sobre el destino de los nios no bautizados, como atestigua, por ejemplo, Roberto Bellarmino[51]. Una de las consecuencias de este despertar del agustinismo fue el jansenismo. Juntamente con los telogos catlicos de la escuela agustiniana, los jansenistas se oponan vigorosamente a la doctrina del limbo. Durante este tiempo los Papas (Paulo III, Benedicto XIV, Clemente XIII)[52] defendieron el derecho de los catlicos a ensear la severa doctrina de Agustn, segn la cual los nios que moran con el solo pecado original eran condenados y castigados con el tormento perpetuo del fuego del infierno, aunque con un castigo suavsimo (Agustn) en comparacin con los sufrimientos de los adultos castigados por sus pecados mortales. Por otra parte, cuando el snodo jansenista de Pistoia (1786) denunci la teora medieval del limbo, Po VI defendi el derecho de las escuelas catlicas a ensear que los que mueren slo con el pecado original son castigados con la ausencia de la visin beatfica (pena de dao), pero no con sufrimientos sensibles (castigo del fuego, pena de sentido). En la bula Auctorem fidei (1794), el Papa conden como falsa, temeraria e injuriosa contra las escuelas catlicas la doctrina jansenista que reprueba como una fbula pelagiana [fabula pelagiana] aquel lugar de los infiernos (al que corrientemente designan los fieles con el nombre de limbo de los prvulos), en que las almas de los que mueren con sola la culpa original son castigadas con la pena de dao sin la pena de fuego, como si los que suprimen en l la pena del fuego, por este hecho introdujeran aquel lugar y estado carente de culpa y pena como intermedio entre el reino de Dios y la condenacin eterna como lo imaginaban los pelagianos[53]. Las intervenciones pontificias en este periodo por tanto han protegido la libertad de las escuelas catlicas para afrontar esta cuestin. No han adoptado la doctrina del limbo como una doctrina de fe. El limbo, de todas maneras ha sido la doctrina catlica comn hasta la mitad del siglo XX.

1.6 Del Vaticano I al Vaticano II

27. En el periodo que precedi al Concilio Vaticano I, y de nuevo antes del Concilio Vaticano II, surgi a partir de ciertos ambientes un fuerte inters en la definicin de la doctrina catlica sobre este tema. Este inters era evidente en el esquema reformulado de la constitucin dogmtica De doctrina catholica preparada para el concilio Vaticano I (pero no sometida al voto del Concilio), que presentaba el destino de los nios muertos sin bautismo como un estado a medio camino entre el de los condenados por una parte, y el de las almas del purgatorio y el de los bienaventurados por otra. Etiam qui cum solo originali peccato mortem obeunt, beata Dei visione in perpetuum carebunt[54]. Pero en el siglo XX los telogos pidieron el derecho de poder imaginar nuevas soluciones, incluida la posibilidad de que la plena salvacin de Cristo llegara a estos nios[55].28. En el perodo de la preparacin del Concilio Vaticano II algunos deseaban que el Concilio afirmase la doctrina comn segn la cual los nios no bautizados no pueden obtener la visin beatfica y dejase as la cuestin cerrada. La Comisin Central Preparatoria se opuso a esta peticin, ya que era consciente de las numerosas razones en contra de la opinin tradicional y de la necesidad de proponer una solucin ms acorde con el desarrollo del sensus fidelium. Pensando que la reflexin teolgica sobre este punto no estaba todava suficientemente madura, no se incluy el tema en el programa de los trabajos; no entr en las deliberaciones del Concilio y se dej abierto para ulteriores investigaciones[56]. La cuestin suscitaba una serie de problemas cuya solucin era debatida entre los telogos; en particular: el valor de la enseanza tradicional de la Iglesia acerca de los nios que mueren sin Bautismo; la ausencia en la Sagrada Escritura de indicaciones explcitas sobre el tema; la conexin entre el orden natural y la vocacin sobrenatural de los seres humanos; el pecado original y la voluntad salvfica universal de Dios; y las sustituciones del Bautismo sacramental que se pueden invocar para los prvulos.29. La conviccin de la Iglesia Catlica acerca de la necesidad del Bautismo para la salvacin fue establecida con vigor en el Decreto para los Jacobitas en el Concilio de Florencia en el ao 1442: a los nios no se les puede socorrer con otro remedio ms que con el sacramento del bautismo, por el que son librados del dominio del diablo y adoptados por hijos de Dios[57]. Esta enseanza presupone una percepcin muy neta del favor divino que se muestra en la economa sacramental instituida por Cristo; la Iglesia no conoce ningn otro medio que pueda asegurar a los nios el acceso a la vida eterna. La Iglesia, con todo, ha reconocido tradicionalmente la existencia de sustituciones para el Bautismo de agua (que es la incorporacin sacramental al misterio de Cristo muerto y resucitado), en concreto, el Bautismo de sangre (incorporacin a Cristo a travs del testimonio del martirio por Cristo) y el Bautismo de deseo (incorporacin a Cristo por el deseo o el anhelo del Bautismo sacramental). A lo largo del siglo XX algunos telogos, desarrollando algunas tesis teolgicas ms antiguas, propusieron que se reconociera para los nios alguna forma de Bautismo de sangre (considerando el sufrimiento y la muerte de estos nios), o alguna forma de Bautismo de deseo (invocando un deseo inconsciente en estos nios orientado hacia la justificacin, o el deseo de la Iglesia)[58]. Pero estas propuestas llevaban consigo algunas dificultades. Por una parte es difcil atribuir a un nio el acto de deseo del Bautismo de los adultos. El nio es difcilmente capaz de llevar a cabo el acto personal totalmente libre y responsable que sera una sustitucin del Bautismo sacramental. Un acto libre y responsable de estas caractersticas se funda en un juicio de la razn y no puede ser realizado completamente si la persona no ha alcanzado el uso de razn (aetas discretionis, edad de la discrecin) suficiente y apropiado. Por otra parte es difcil entender cmo la Iglesia podra ejercer una suplencia para los nios no bautizados. Completamente diverso es el caso del Bautismo sacramental, en cuanto este ltimo, administrado a los nios, obtiene la gracia en virtud de lo que es especficamente propio del sacramento en cuanto tal, es decir, el don cierto de la regeneracin por el poder del mismo Cristo. sta es la razn por la cual Po XII, recordando la importancia del Bautismo sacramental se expres en estos trminos en su alocucin a las comadronas italianas en 1951: El estado de gracia en el momento de la muerte es absolutamente necesario para la salvacin; sin l no es posible llegar a la felicidad sobrenatural, a la visin beatfica de Dios. Un acto de amor puede bastar al adulto para conseguir la gracia santificante y suplir la falta del Bautismo; al que todava no ha nacido o al nio acabado de nacer no est abierto ese camino[59]. Estas palabras dieron lugar a una nueva reflexin por parte de los telogos acerca de las disposiciones de los nios respecto a la recepcin de la gracia divina, sobre la posibilidad de una configuracin extrasacramental con Cristo y sobre la mediacin materna de la Iglesia.30. Entre las cuestiones discutidas que se refieren a este tema es necesario mencionar la de la gratuidad del orden sobrenatural. Antes del Concilio Vaticano II, en otras circunstancias y en referencia a otras cuestiones, Po XII haba llevado con fuerza este tema a la conciencia de la Iglesia afirmando que, si se sostiene que Dios no puede crear seres inteligentes sin ordenarlos y llamarlos a la visin beatfica, se destruye la gratuidad del orden sobrenatural[60]. La bondad y la justicia de Dios no implican que la gracia sea dada necesaria o automticamente. Entre los telogos, la reflexin acerca del destino de los nios no bautizados ha llevado consigo desde entonces una consideracin renovada de la absoluta gratuidad de la gracia y de la ordenacin de todos los seres humanos a Cristo y a la redencin que por nosotros ha obtenido.31. Sin responder directamente a la cuestin del destino de los nios no bautizados, el concilio Vaticano II indic numerosas vas para guiar la reflexin teolgica. El Concilio record muchas veces la universalidad de la voluntad de salvacin de Dios que se extiende a todos (1 Tm 2,4)[61]. Todos tienen un fin ltimo, Dios, cuya providencia, manifestacin de bondad y designios de salvacin se extienden a todos (Nostra aetate 1; cf. Lumen gentium 16). En una lnea ms particular, al presentar una concepcin de la vida humana fundada en la dignidad del ser humano creado a imagen de Dios, la constitucin Gaudium et spes recuerda que la razn ms alta de la dignidad humana consiste en la vocacin del hombre a la comunin con Dios, precisando que desde su mismo nacimiento el hombre es invitado al dilogo con Dios (GS 19). La misma constitucin proclama con fuerza que solamente en el misterio del Verbo encarnado encuentra verdadera luz el misterio del hombre. Adems, tenemos la conocida afirmacin del Concilio: Cristo muri por todos y la vocacin definitiva del hombre es en realidad una sola, la divina. En consecuencia debemos sostener que el Espritu Santo da a todos la posibilidad de que, del modo que Dios conoce, sean asociados al misterio pascual (GS 22). Aunque el Concilio no aplic expresamente esta enseanza a los nios que mueren sin Bautismo, estos pasajes abren un camino para dar razn de la esperanza en su favor[62].

1.7 Problemas de naturaleza hermenutica

32. El estudio de la historia muestra una evolucin y un desarrollo de la enseanza catlica acerca del destino de los nios que mueren sin Bautismo. Este desarrollo tiene en cuenta algunos principios fundamentales y algunos elementos secundarios de diverso valor. La revelacin, en efecto, no comunica directamente y de una manera explcita el conocimiento del designio de Dios para los nios no bautizados, pero ilumina a la Iglesia en relacin con los principios de fe que deben guiar su pensamiento y su praxis. Una lectura teolgica de la historia del Magisterio catlico hasta el Vaticano II muestra en particular que son tres las afirmaciones principales que pertenecen a la fe de la Iglesia que estn en el centro del problema del destino de los nios no bautizados: I) Dios quiere que todos los seres humanos sean salvados; II) Esta salvacin es dada solamente mediante la participacin en el misterio pascual de Cristo mediante el Bautismo para la remisin de los pecados, sea el Bautismo sacramental, sea en otra forma. Los seres humanos, incluidos los nios, no pueden ser salvados sin la gracia de Dios derramada por el Espritu Santo; III) Los nios no entran en el Reino de Dios si no son liberados del pecado original por la gracia redentora.33. La historia de la teologa y de la enseanza del Magisterio muestra en particular un desarrollo en cuanto al modo de comprensin de la voluntad de salvacin universal de Dios. La tradicin teolgica del pasado (Antigedad, Edad Media, comienzo de los tiempos modernos), en particular la tradicin agustiniana, presenta con frecuencia una concepcin que, confrontada con los modernos desarrollos teolgicos, parece una idea restrictiva de la voluntad salvfica universal de Dios[63]. En la investigacin teolgica, solamente en tiempos relativamente recientes la voluntad salvfica de Dios ha sido concebida como cuantitativamente universal. En el Magisterio esta concepcin ms amplia ha sido afirmada progresivamente. Sin tratar de establecer fechas precisas, se puede observar que aparece de modo claro en el siglo XIX, especialmente en el magisterio de Po IX sobre la posible salvacin de aquellos que, sin culpa por su parte, ignoran la fe catlica: aquellos que llevan una vida honesta y recta pueden conseguir la vida eterna por la accin de la luz divina y de la gracia, pues Dios que manifiestamente ve, escudria y conoce las mentes, nimos y pensamientos de todos no consiente en modo alguno, por su suma bondad y clemencia, que sea castigado con eternos suplicios quien no es reo de una culpa voluntaria[64]. Esta maduracin e integracin de la doctrina catlica haba suscitado entretanto una nueva reflexin acerca de las posibles vas de salvacin para los nios no bautizados. 34. En la tradicin de la Iglesia, la afirmacin de que los nios muertos sin bautismo estn privados de la visin beatfica ha sido durante mucho tiempo doctrina comn. sta se fundaba sobre un cierto modo de reconciliar los principios recibidos de la revelacin, pero no posea la certeza de una afirmacin de fe, ni la misma certeza de otras afirmaciones cuyo rechazo hubiera significado la negacin de un dogma divinamente revelado o de una enseanza proclamada por un acto definitivo del Magisterio. El estudio de la historia de la reflexin de la Iglesia sobre esta materia muestra la necesidad de hacer algunas distinciones. En este sumario distinguimos en primer lugar, las afirmaciones de fe y lo que pertenece a la fe; en segundo lugar la doctrina comn; en tercer lugar la opinin teolgica.35. a) La concepcin pelagiana del acceso a la vida eterna de los nios no bautizados debe ser considerada contraria a la fe catlica.36. b) La afirmacin segn la cual la pena por el pecado original es la carencia de la visin de Dios, formulada por Inocencio III[65], pertenece a la fe: el pecado original es en s mismo un impedimento para la visin beatfica. Es necesaria la gracia para ser purificado del pecado original y para ser elevado a la comunin con Dios de manera que se pueda entrar en la vida eterna y gozar de la visin de Dios. Histricamente la doctrina comn aplicaba esta afirmacin al destino de los nios no bautizados y conclua que estn privados de la visin beatfica. Pero la enseanza del Papa Inocencio III, en su contenido de fe, no implica necesariamente que los nios que mueren sin el Bautismo sacramental sean privados de la gracia y condenados a la prdida de la visin de Dios; nos permite esperar que Dios, que quiere que todos se salven, ofrece algn remedio misericordioso para su purificacin del pecado original y su acceso a la visin beatfica.37. c) En los documentos del Magisterio en la Edad Media, la mencin de penas diversas para los que mueren en pecado mortal actual o con el solo pecado original (Las almas de aquellos que mueren en pecado mortal o con el solo pecado original descienden inmediatamente al infierno para ser castigadas, aunque con penas desiguales[66]) debe ser interpretada segn la enseanza comn de la poca. Histricamente, estas afirmaciones se han aplicado ciertamente a los nios no bautizados, con la conclusin de que estos nios sufren una pena por el pecado original. Se ha de observar de todas maneras que, en general, el objeto de estos pronunciamientos de la Iglesia no era la privacin de la salvacin para los nios no bautizados, sino la inmediatez del juicio particular despus de la muerte y la asignacin de las almas al cielo o al infierno. Estas declaraciones magisteriales no nos obligan a pensar que estos nios mueren necesariamente con el pecado original, de tal manera que no haya para ellos ninguna va de salvacin.38. d) La bula Auctorem fidei del Papa Po VI no es una definicin dogmtica de la existencia del limbo: se limita a rechazar la acusacin jansenista segn la cual el limbo enseado por los telogos escolsticos era idntico a la vida eterna prometida por los antiguos pelagianos a los nios no bautizados. Po VI no conden a los jansenistas porque negaban el limbo, sino porque sostenan que los defensores del limbo eran culpables de la hereja pelagiana. Al sostener la libertad por parte de las escuelas catlicas de proponer soluciones diversas al problema del destino de los nios no bautizados, la Santa Sede defenda la enseanza comn como una opcin aceptable y legtima, sin hacerla propia. 39. e) La Alocucin a las comadronas italianas de Po XII[67], en la que se afirma que no hay otro medio para comunicar esta vida [sobrenatural] al nio que todava no tiene el uso de la razn, expres la fe de la Iglesia en la necesidad de la gracia para alcanzar la visin beatfica y la necesidad del Bautismo como medio para recibir esta gracia[68]. La precisin de que los nios (a diferencia de los adultos) no son capaces de obrar por su cuenta, es decir son incapaces de un acto con razn y libertad que pueda sustituir al Bautismo no constituy un pronunciamiento sobre el contenido de las teoras teolgicas de la poca, y no prohibi la bsqueda teolgica de otros caminos de salvacin. Po XII record ms bien los lmites dentro de los cuales se deba situar el debate y reafirm firmemente la obligacin moral de administrar el Bautismo a los nios en peligro de muerte.40. En resumen: la afirmacin segn la cual los nios que mueren sin Bautismo sufren la privacin de la visin beatfica ha sido durante mucho tiempo doctrina comn de la Iglesia, que es algo distinto de la fe de la Iglesia. En cuanto a la teora de que la privacin de la visin beatfica es la nica pena de estos nios, con exclusin de cualquier otro sufrimiento, se trata de una opinin teolgica, no obstante su amplia difusin en Occidente. La tesis teolgica particular de una felicidad natural que en ocasiones se atribua a estos nios constituye igualmente una opinin teolgica.41. Por consiguiente, adems de la teora del limbo (que contina siendo una opinin teolgica posible), puede haber otros caminos que integren y salvaguarden los principios de fe fundados en la Escritura: la creacin del ser humano en Cristo y su vocacin a la comunin con Dios; la voluntad salvfica universal de Dios; la transmisin y las consecuencias del pecado original; la necesidad de la gracia para entrar en el Reino de Dios y alcanzar la visin de Dios; la unicidad y la universalidad de la mediacin salvfica de Jesucristo; la necesidad del Bautismo para la salvacin. No se llega a estos otros caminos modificando los principios de la fe o elaborando teoras hipotticas; ms bien buscan una integracin y una reconciliacin coherente de los principios de la fe bajo la gua del Magisterio de la Iglesia, atribuyendo un peso mayor a la voluntad salvfica universal de Dios y a la solidaridad en Cristo (cf. Gaudium et spes 22), para motivar la esperanza de que los nios que mueren sin el Bautismo pueden gozar de la vida eterna en la visin beatfica. Siguiendo el principio metodolgico en virtud del cual lo que es menos conocido debe ser investigado a la luz de lo que se conoce mejor, parece que el punto de partida para considerar el destino de estos nios debera ser la voluntad salvfica universal de Dios, la mediacin de Cristo y el don del Espritu Santo, a la vez que la consideracin de la condicin de los nios que reciben el bautismo y son salvados mediante la accin de la Iglesia en el nombre de Cristo. El destino de los nios no bautizados contina siendo un caso lmite en la investigacin teolgica: los telogos deberan tener presente la perspectiva apoftica de los Padres griegos.

2. Inquirere vias Domini: Investigar los caminos de Dios. Principios teolgicos

42. Puesto que ninguna respuesta explcita acerca del tema objeto de nuestro estudio viene de la Revelacin tal como se contiene en la Sagrada Escritura y en la Tradicin, el fiel catlico debe recurrir a ciertos principios teolgicos subyacentes que la Iglesia, y en particular el Magisterio, custodio del depsito de la fe, ha articulado con la asistencia del Espritu Santo. Como afirma el Concilio Vaticano II: Hay un orden o jerarqua de las verdades de la doctrina catlica, al ser diversa su conexin con el fundamento de la fe cristiana (Unitatis redintegratio 11). En definitiva ningn ser humano puede salvarse a s mismo. La salvacin viene solamente de Dios Padre por medio de Jesucristo en el Espritu Santo. Esta verdad fundamental (de la absoluta necesidad del acto salvfico de Dios para los seres humanos) se despliega en la historia a travs de la Iglesia y de su ministerio sacramental, El ordo tractandi que aqu adoptaremos sigue el ordo salutis con una nica excepcin: hemos colocado la dimensin antropolgica entre la trinitaria y la eclesiolgico-sacramental.

2.1. La voluntad salvfica universal de Dios realizada a travs de la nica mediacin de Jesucristo en el Espritu Santo

43. En el contexto de la discusin sobre el destino de aquellos nios que mueren sin Bautismo, el misterio de la voluntad salvfica universal de Dios es un principio central y fundamental. La profundidad de este misterio se refleja en la paradoja del amor divino que se manifiesta a la vez como universal y como preferencial.44. En el Antiguo Testamento Dios es llamado el salvador del pueblo de Israel (cf. Ex 6,6; Dt 7,8, 13,5; 32,15; 33,29; Is 41,14; 43,14; 44,24; Sal 78; 1 Mc 4,30). Pero su amor preferencial por Israel tiene un alcance universal, que se extiende a las personas individuales (cf. 2 Sam 22,18.44.49; Sal 25,5, 27,1) y a todos los seres humanos: Amas a todos los seres y nada de lo que hiciste aborreces, pues si algo odiases, no lo hubieras creado (Sab 11,24). Mediante Israel encontrarn la salvacin las naciones paganas (cf. Is 2,1-4; 42,1; 60,1-14). Te voy a poner por luz de las gentes, para que mi salvacin alcance hasta los confines de la tierra (Is 49,6).45. Este amor preferencial y universal de Dios se relaciona ntimamente y se realiza de un modo nico y ejemplar en Jesucristo, que es el nico salvador de todos (cf. Hch 4,12), pero en particular de los que se abajan o se humillan (tapeinsei) como los pequeos. Efectivamente, Jess, que es manso y humilde de corazn (cf. Mt 11,29), mantiene con ellos una misteriosa afinidad y solidaridad (cf. Mt 18,3.5; 10,40-42; 25,40.45). Jess afirma que el cuidado de estos pequeos ha sido confiado a los ngeles de Dios (cf. Mt 18,10): No es voluntad de vuestro Padre celestial que se pierda uno de estos pequeos (Mt 18,14). Este misterio de su voluntad, segn el beneplcito del Padre[69], se revela mediante el Hijo[70], y se distribuye por el don del Espritu Santo[71].46. La universalidad de la gracia salvadora de Dios Padre, tal como es realizada mediante la mediacin nica y universal de su Hijo Jesucristo, se expresa con fuerza en la primera carta a Timoteo: Esto es bueno y agradable a Dios, nuestro salvador, que quiere (thelei) que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad. Porque hay un solo Dios, y tambin un solo mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jess, hombre tambin, que se entreg a s mismo como rescate por todos. ste es el testimonio dado en el tiempo oportuno (1 Tim 2,3-6). La repeticin enftica de todos (vv. 1,4,6) y la justificacin de esta universalidad con la base de la unicidad de Dios y de su mediador, que es l mismo un hombre, sugieren que nadie est excluido de esta voluntad de salvacin. En la medida en que es objeto de la oracin (cf. 1 Tim 2,1) esta voluntad salvfica (thelema) se refiere a una voluntad que es sincera de parte de Dios, pero a la cual, a veces, los seres humanos resisten[72]. Por ello debemos pedir a nuestro Padre celestial que se haga su voluntad (thelema) en la tierra como en el cielo (cf. Mt 6,10).47. El misterio de esta voluntad, revelado a Pablo el menor de todos los santos (Ef 3,8), tiene sus races en el designio del Padre de hacer a su Hijo no slo el primognito entre muchos hermanos (Rom 8,29), sino tambin el primognito de toda la creacin [y] el primognito de entre los muertos (Col 1,15.18). Esta revelacin nos permite descubrir en la mediacin del Hijo las dimensiones universal y csmica que superan toda divisin (cf. Gaudium et spes 13). Con referencia a la universalidad del gnero humano, la mediacin del Hijo supera I) las varias divisiones sociales, culturales y de sexo: Ya no hay judo ni griego, ni esclavo ni libre, ni hombre ni mujer (Gl 3,28); y II) las divisiones causadas por el pecado, las internas (cf. Rom 7), y las interpersonales (cf. Ef. 2,4): As como por la desobediencia de un solo hombre, todos fueron constituidos pecadores, as tambin por la obediencia de un solo todos sern constituidos justos (Rom 5,19). Con referencia a las divisiones csmicas, Pablo explica: Pues Dios tuvo a bien hacer residir en l toda la plenitud, y reconciliar por l y para l todas las cosas, pacificando, mediante la sangre de su cruz, lo que hay en la tierra y en los cielos (Col 1,19-20). Ambas dimensiones estn reunidas en la carta a los Efesios (1,7-10): En l tenemos por medio de su sangre la redencin, el perdn de los delitos [] segn el benvolo designio que en l se propuso de antemano [] hacer que todo tenga a Cristo por cabeza, lo que est en los cielos y lo que est en la tierra. 48. Ciertamente no vemos todava la realizacin de este misterio de salvacin, porque nuestra salvacin es objeto de esperanza (Rom 8,24). Este es en efecto el testimonio del Espritu Santo, que al mismo tiempo anima a los cristianos a orar y a esperar en la resurreccin final: Pues sabemos que la creacin entera gime hasta el presente y sufre dolores de parto. Y no slo ella; tambin nosotros, que poseemos las primicias del Espritu, nosotros mismos gemimos en nuestro interior, anhelando la adopcin, el rescate de nuestro cuerpo []. De igual manera, el Espritu viene en ayuda de nuestra flaqueza. Pues nosotros no sabemos pedir como conviene, mas el Espritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables (Rom 8,22-23.26). Por tanto los gemidos del Espritu no solamente ayudan a nuestras oraciones, sino que, encierran, por decirlo as, los sufrimientos de todos los adultos, de todos los nios y de la creacin entera[73].49. El Snodo de Quierzy (853) afirma: Dios omnipotente quiere que todos los hombres, sin excepcin, se salven (1 Tim 2,4), aunque no todos se salven. Ahora bien, que algunos se salven es don del que salva, que algunos se pierdan es merecimiento de los que se pierden[74]. Poniendo de relieve las implicaciones positivas de esta declaracin acerca de la solidaridad universal de todos en el misterio de Jesucristo, el Snodo afirma adems: Como no hay, hubo o habr hombre alguno cuya naturaleza no fuera asumida por l; as no hay, hubo, ni habr hombre alguno por quien no haya padecido Cristo Jess Seor nuestro, aunque no todos sean redimidos por el misterio de su pasin[75].50. Esta conviccin cristocntrica ha encontrado expresin en toda la tradicin catlica. San Ireneo, por ejemplo, cita el texto paulino afirmando que Cristo vendr de nuevo para recapitular en l todas las cosas (Ef 1,10), para que toda rodilla se doble ante l en el cielo, en la tierra y bajo la tierra, y toda lengua confiese que Jess es el Seor[76]. Santo Toms de Aquino, fundndose tambin en el texto paulino afirma: Cristo es el mediador perfecto entre Dios y los hombres, porque ha reconciliado por su muerte el gnero humano con Dios[77].51. Los documentos del Vaticano II no slo citan el texto paulino en su integridad (cf. Lumen gentium 60; Ad gentes 7), sino que se refieren a l (cf. Lumen gentium 49) y adems usan repetidamente la designacin Unicus Mediator Christus (LG 8,14,62). Esta afirmacin clave de la fe cristolgica encuentra tambin expresin en el magisterio pontificio postconciliar: Porque no hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres por el que nosotros debamos salvarnos (Hch 4,12). Esta afirmacin [] tiene un valor universal, puesto que para todos [] la salvacin no puede venir ms que de Jesucristo[78].52. La declaracin Dominus Iesus resume brevemente la conviccin y la actitud de la Iglesia catlica: Por lo tanto, se debe creer firmemente como verdad de fe catlica que la voluntad salvfica universal de Dios uno y trino se ha ofrecido y cumplido una vez para siempre en el misterio de la encarnacin, muerte y resurreccin del Hijo de Dios[79].

2.2 La universalidad del pecado y la necesidad universal de salvacin

53. La voluntad salvfica universal de Dios mediante Jesucristo, en una misteriosa relacin con la Iglesia, se dirige a todos los seres humanos, los cuales, segn la fe de la Iglesia, son pecadores necesitados de salvacin. Ya en el Antiguo Testamento se menciona en casi todos los libros la naturaleza del pecado humano que todo lo invade. El libro del Gnesis afirma que el pecado no ha tenido su origen en Dios, sino en los seres humanos, porque Dios ha creado todas las cosas y ha visto que eran buenas (cf. Gn 1,31). Desde el momento en que el gnero humano empez a multiplicarse sobre la tierra, Dios ha tenido que contar con la pecaminosidad de la humanidad: Vio Dios que la maldad del hombre cunda sobre la tierra y que todos los pensamientos que ideaba su corazn eran puro mal. Incluso le pes haber hecho al hombre sobre la tierra, y decidi un diluvio que destruyera todo ser viviente, excepto a No que haba encontrado gracia a sus ojos (cf. Gn 6,5-7). Pero ni siquiera el diluvio cambi la inclinacin humana al pecado: Nunca ms volver a maldecir el suelo por causa del hombre, porque las trazas del corazn humano son malas desde su niez (cf. Gn 8,21). Los autores del Antiguo Testamento estn convencidos de que el pecado est profundamente radicado y difundido en la humanidad (cf. Prov 20,9; Eccl 7,20.20). Por esto son frecuentes las splicas para alcanzar el perdn de Dios, como en el Salmo 143,2: No entres en juicio con tu siervo, pues no es justo ante ti ningn viviente; o en la oracin de Salomn: Cuando pequen contra ti, pues no hay hombre que no peque, [] si se vuelven a ti con todo su corazn y con toda su alma [], escucha t su oracin desde los cielos, lugar de tu morada, y perdona a tu pueblo, que ha pecado contra ti (1 Re 8,46.48-50). En algunos textos el hombre es declarado pecador desde el nacimiento: Mira que en culpa ya nac, pecador me concibi mi madre (Sal 51,7). Y la afirmacin de Elifaz: Cmo puede ser puro un hombre? Cmo puede ser justo un nacido de mujer? (Job 15,14; cf. 25,4) est de acuerdo con las convicciones del propio Job (cf. Job 14,1.4) y de los otros autores bblicos (cf. Sal 58,3; Is 48,8). En la literatura sapiencial hay incluso un comienzo de reflexin sobre los efectos del pecado de los primeros padres, Adn y Eva, sobre todo el gnero humano: Mas por envidia del diablo entr la muerte en el mundo, y la experimentan los que le pertenecen (Sab 4,24), Por la mujer fue el comienzo del pecado, y por causa de ella morimos todos (Ecclo 25,24)[80].54. Para Pablo la universalidad de la redencin realizada por Jesucristo, encuentra su contrapartida en la universalidad del pecado. Cuando Pablo afirma en su carta a los Romanos que tanto judos como griegos estn todos bajo el pecado (Rom 3,9)[81], y que ninguno puede ser excluido de esta sentencia universal, se funda naturalmente en la Escritura: Como dice la Escritura: No hay quien sea justo, ni siquiera uno solo. No hay un sensato, no hay quien busque a Dios. Todos se desviaron, a una se corrompieron; no hay quien obre el bien, no hay siquiera uno (Rom 3,10-12, que cita Eccl 7,20 y Sal 14,1-3, que es idntico a Sal 53,1-3). Por una parte, todos los seres humanos son pecadores y necesitan ser liberados mediante la muerte y la resurreccin redentoras de Jesucristo, el nuevo Adn. No las obras de la ley, sino nicamente la fe en Jesucristo puede salvar a la humanidad, a la vez a los judos y a los gentiles. Por otra parte, la condicin de pecado de la humanidad est ligada al pecado del primer hombre, Adn. Esta solidaridad con el primer hombre, Adn, se enuncia en dos textos paulinos: 1 Cor 15,21 y en particular Rom 5,12: Por tanto, como por un solo hombre entr el pecado en el mundo y por el pecado la muerte, as tambin la muerte alcanz a todos los hombres porque [griego ephh: otras posibilidades de traduccin: por el hecho de que o con el resultado de que][82] todos han pecado. En este anacoluto la causalidad primordial de la condicin de pecado y de muerte de la humanidad se atribuye a Adn, independientemente de cmo se interprete la expresin ephh. La causalidad universal del pecado de Adn se presupone en Rom 5,5a, 16a, 17a, 18a, y se explicita en 5,19a: por la desobediencia de un solo hombre, todos fueron constituidos pecadores. Pablo, con todo, nunca explica cmo se transmite el pecado de Adn. Contra Pelagio, que pensaba que Adn haba influenciado a la humanidad dndole un mal ejemplo, Agustn objetaba que el pecado de Adn se transmita por propagacin o herencia, llevando as a su expresin clsica la doctrina del pecado original[83]. Bajo el influjo de Agustn la Iglesia de Occidente ha interpretado casi unnimemente Rom 5,12 en el sentido de un pecado hereditario[84].55. Siguiendo esta enseanza el Concilio de Trento en su V sesin defini: Si alguno afirma que a Adn solo da su prevaricacin, pero no as a su descendencia; que la santidad y la justicia recibida de Dios, que l perdi, las perdi solamente para s solo y no tambin para nosotros; o que, manchado l por el pecado de desobediencia, transmiti a todo el gnero humano slo la muerte y las penas del cuerpo, pero no el pecado que es la muerte del alma; sea anatema, pues contradice al Apstol que dice: Por un solo hombre el pecado entr en el mundo, y por el pecado la muerte, y as a todos los hombres alcanz la muerte porque todos pecaron en l (Rom 5,12 Vulg.)[85].56. Como leemos en el Catecismo de la Iglesia Catlica: La doctrina del pecado original es, por as decirlo, el reverso de la Buena Nueva de que Jess es el Salvador de todos los hombres, que todos necesitan salvacin y que la salvacin es ofrecida a todos gracias a Cristo. La Iglesia, que tiene el sentido de Cristo, sabe bien que no se puede lesionar la revelacin del pecado original sin atentar contra el Misterio de Cristo[86].

2.3 La necesidad de la Iglesia

57. La tradicin catlica ha afirmado constantemente que la Iglesia es necesaria para la salvacin en cuanto mediacin histrica de la obra redentora de Cristo. Esta conviccin ha encontrado su expresin clsica en el adagio de san Cipriano: Salus extra Ecclesiam non est[87]. El concilio Vaticano II ha confirmado esta afirmacin de fe: [El Concilio] ensea, fundado en la Sagrada Escritura y en la Tradicin, que esta Iglesia peregrinante es necesaria para la salvacin. Pues solamente Cristo es el mediador y el camino de la salvacin; se nos hace presente en su cuerpo que es la Iglesia. l mismo, inculcando expresamente la necesidad de la fe y del Bautismo (cf. Mt 16,16; Jn 3,5), confirm al mismo tiempo la necesidad de la Iglesia, en la que los hombres entran mediante el bautismo como por la puerta. Por lo cual no podran salvarse quienes, no ignorando que la Iglesia catlica fue instituida por Dios por medio de Jesucristo como necesaria, no hubieran querido entrar o perseverar en ella (Lumen gentium 14). El Concilio expuso con detenimiento el misterio de la Iglesia: La Iglesia es, en Cristo, como un sacramento, es decir, signo e instrumento, de la ntima unin con Dios y de la unidad de todo el gnero humano (LG 1). Como Cristo efectu la redencin en la pobreza y en la persecucin, as tambin la Iglesia est llamada a seguir este mismo camino para comunicar a los hombres los frutos de la salvacin (LG 8). Resucitando de entre los muertos (cf. Rom 6,9) [Cristo] envi a los discpulos a su Espritu vivificante, y por medio de l constituy a la Iglesia, que es su cuerpo, como sacramento universal de salvacin (LG 48). Llama la atencin en estos pasajes el alcance universal de la funcin mediadora de la Iglesia en la dispensacin de la salvacin de Cristo: unidad de todo el gnero humano; salvacin de [todos] los hombres; sacramento universal de salvacin.58. Frente a nuevos problemas y situaciones y a una interpretacin exclusiva del adagio salus extra ecclesiam non est[88], en los ltimos tiempos el Magisterio ha articulado una comprensin ms matizada del modo como puede tener lugar una relacin salvfica con la Iglesia. La alocucin del Papa Po IX Singulari Quadam (1854) expone con claridad los problemas implicados: En virtud de la fe, hay que mantener, desde luego, que fuera de la Iglesia apostlica romana nadie puede salvarse, en cuanto sta es la nica arca de salvacin; el que no entrar en ella perecer en el diluvio. Pero se debe considerar igualmente como cierto que aquellos que padecen la ignorancia de la verdadera religin, cuando esta ignorancia es invencible, no estn implicados en culpa alguna por esta cuestin ante los ojos del Seor[89]. 59. La Carta del Santo Oficio al Arzobispo de Boston (1949) ofrece ulteriores precisiones: No se exige siempre, para que uno obtenga la salvacin, que est realmente (reapse) incorporado como miembro de la Iglesia, pero se requiere por lo menos que se adhiera a ella con el voto o el deseo (voto et desiderio). No es necesario por otra parte que este voto sea siempre explcito, como sucede con los catecmenos, sino que cuando el hombre sufre una ignorancia invencible, Dios acepta tambin un voto implcito, llamado con este nombre porque est contenido en aquella buena disposicin del alma por la que el hombre quiere que su voluntad est conforme con la voluntad de Dios[90].60. La voluntad salvfica universal de Dios, realizada por medio de Jesucristo en el Espritu Santo, que incluye la Iglesia como sacramento universal de salvacin, encuentra expresin en el Vaticano II: Todos los hombres son llamados a esta unidad catlica del pueblo de Dios, que prefigura y promueve la paz universal, y a ella de varios modos pertenecen o se ordenan tanto los fieles catlicos como los otros creyentes en Cristo, como finalmente todos los hombres en general llamados por la gracia de Dios a la salvacin (Lumen Gentium 13). Que la mediacin nica y universal de Jesucristo se realiza en el contexto de una relacin con la Iglesia ha sido ulteriormente reiterado por el Magisterio pontificio postconciliar. A propsito de los que no han tenido la oportunidad de llegar a conocer o a acoger la revelacin del evangelio, incluso en este caso dice la encclica Redemptoris missio: La salvacin de Cristo es accesible en virtud de una gracia que tiene una misteriosa relacin con la Iglesia[91].

2.4. La necesidad del Bautismo sacramental

61. Dios Padre quiere configurar con Cristo todos los seres humanos mediante el Espritu Santo, que con su gracia los trasforma y les da fuerza. Ordinariamente esta configuracin con Cristo tiene lugar por medio del Bautismo sacramental, mediante el cual el ser humano se conforma con Cristo, recibe el Espritu Santo, es liberado del pecado y se hace miembro de la Iglesia.62. Las numerosas afirmaciones bautismales del Nuevo Testamento, en su variedad, articulan las diferentes dimensiones de la significacin del Bautismo como fue comprendido por las primeras comunidades cristianas. En primer lugar es designado como perdn de los pecados, como un bao (cf. Ef 5,26), o como una aspersin que purifica el corazn de una mala conciencia (cf. Heb 10,22; 1 Pe 3,21). Convertos y que cada uno de vosotros se haga bautizar en el nombre de Jesucristo, para la remisin de vuestros pecados; y recibiris el don del Espritu Santo (Hch 2,38; cf. Hch 22,16). Los bautizados de ese modo son configurados con Cristo: Fuimos pues con l sepultados por el bautismo en la muerte, a fin de que, al igual que Cristo fue resucitado de entre los muertos por medio de la gloria del Padre, as tambin nosotros vivamos una vida nueva (Rom 6,4).63. Adems, se menciona repetidas veces la actividad del Espritu Santo en relacin con el Bautismo (cf. Tit 3,5). Cristo resucitado acta mediante su Espritu, que nos hace hijos de Dios (cf. Rom 8,14), con la confianza de llamar a Dios Padre (cf. Gl 4,6).64. Por ltimo encontramos afirmaciones en relacin con el Bautismo sobre ser agregados al pueblo de Dios, ser bautizados en un solo cuerpo (Hch 2,41). El Bautismo produce la incorporacin del ser humano al pueblo de Dios, cuerpo de Cristo y templo espiritual. Pablo habla de ser bautizados para no formar ms que un cuerpo (1 Cor 12,13). Lucas, por otra parte, de ser agregados a la Iglesia por medio del Bautismo (Hch 2,41). Mediante el bautismo el creyente no es slo un individuo, sino que se hace miembro del pueblo de Dios. Se hace miembro de la Iglesia, a la que Pedro llama linaje elegido, sacerdocio real, nacin santa, el pueblo que Dios se ha adquirido (1 Pe 2,9). 65. La tradicin de administrar el Bautismo sacramental se extiende a todos, tambin a los nios. Entre los testimonios del Nuevo Testamento acerca del Bautismo cristiano, en el libro de los Hechos de los Apstoles se habla del bautismo de familias enteras (cf. Hch 16,15;16,33;18,8), en las cuales tal vez se hallaban comprendidos tambin nios. La antigua praxis del Bautismo de los nios[92], sostenida por los Padres y el Magisterio de la Iglesia, es aceptada como parte esencial de la comprensin de la fe de la Iglesia catlica. El Concilio de Trento afirma: Segn la tradicin apostlica, tambin los nios pequeos que todava no pudieron cometer ningn pecado por s mismos, son verdaderamente bautizados para remisin de los pecados, a fin de que por la regeneracin se limpie en ellos lo que contrajeron por la generacin. Pues si uno no renace del agua y del Espritu no puede entrar en el reino de Dios (Jn 3,5)[93].66. La necesidad del sacramento del Bautismo es proclamada y profesada como parte integrante de la comprensin de la fe cristiana. Fundada en el mandato que se encuentra en Mt 28,19s y Mc 16,15 y en la prescripcin expuesta en Jn 3,5[94], desde los primeros tiempos la comunidad cristiana ha credo en la necesidad del Bautismo para la salvacin. Aun considerando el Bautismo sacramental necesario en cuanto medio ordinario establecido por Jesucristo para configurar consigo a los seres humanos, la Iglesia no ha enseado nunca la necesidad absoluta del Bautismo para la salvacin; existen otras vas por las cuales se puede realizar la configuracin con Cristo. Ya en la primera comunidad cristiana se aceptaba que el martirio, el Bautismo de sangre poda sustituir al Bautismo sacramental. A este propsito son pertinentes las palabras de Toms de Aquino: El sacramento del Bautismo puede faltar a alguno de dos maneras. En primer lugar, tanto in re, como in voto; esto acaece en aquellos que no estn bautizados ni quieren serlo []. En segundo lugar, el sacramento del Bautismo puede faltar a alguno in re, pero no in voto []. ste puede obtener la salvacin, sin estar de hecho bautizado, por el deseo del Bautismo[95]. El Concilio de Trento reconoce el Bautismo de deseo como medio para ser justificado sin haber recibido efectivamente el Bautismo: Despus de la promulgacin del evangelio, este paso [del pecado a la gracia] no puede darse sin el bao de la regeneracin o su deseo, como est escrito: si uno no renace del agua y del Espritu no puede entrar en el reino de Dios (Jn 3,5)[96]. 67. La afirmacin de la fe cristiana acerca de la necesidad del Bautismo sacramental para la salvacin no puede ser privada de su significacin existencial reducindola a una afirmacin solamente terica. Por otra parte, se ha de respetar igualmente la libertad de Dios respecto a los medios de salvacin que l ha dado. Es necesario por tanto evitar todo intento de oponer el Bautismo sacramental, el Bautismo de deseo y el Bautismo de sangre como si fuesen antitticos. No son ms que expresiones de las polaridades creativas en el mbito de la realizacin de la voluntad salvfica universal de Dios a favor de la humanidad, que incluye una real posibilidad de salvacin y un dilogo salvfico en libertad con la persona humana. Precisamente este dinamismo impulsa a la Iglesia, como sacramento universal de salvacin, a llamar a todos al arrepentimiento, a la fe y al bautismo sacramental. Este dilogo de gracia comienza solamente cuando la persona humana es capaz existencialmente de una respuesta concreta; y ste no es el caso de los nios. De ah la necesidad de que los padres y los padrinos hablen en nombre de los nios que son bautizados. Pero qu podemos decir de los nios que mueren sin bautismo?

2.5. Esperanza y oracin por la salvacin universal

68. Los cristianos son personas de esperanza. Han puesto su esperanza en Dios vivo, que es el salvador de todos los hombres, principalmente de los creyentes (1 Tm 4,10). Desean ardientemente que todos los seres humanos, incluidos los nios no bautizados, puedan participar en la gloria de Dios y vivir con Cristo (cf. 1 Tes 5,9-11; Rom 8,2-5. 23-35), segn la recomendacin de Teofilacto: Si l [nuestro Dios] quiere que todos lo seres humanos se salven, tambin t lo debes querer e imitar a Dios[97]. Esta esperanza cristiana es un esperanza contra toda esperanza (Rom 4,18), y va mucho ms all de cualquier forma de esperanza humana. Toma el ejemplo de Abraham, nuestro padre en la fe. Abraham tuvo gran confianza en las promesas que Dios le haba hecho. Confi (esper) en Dios, contra toda evidencia o expectativa humana (contra toda esperanza) (Rom 4,18). Del mismo modo los cristianos, incluso cuando no ven cmo puedan ser salvados los nios no bautizados, con todo se atreven a esperar que Dios les abrazar en su misericordia salvadora. Estn tambin prontos para responder a quien les pida razn de la esperanza que hay en ellos (cf. 1 Pe 3,15). Cuando se encuentran con padres afligidos porque sus hijos han muerto antes o despus de nacer sin estar bautizados, se sienten movidos a explicar por qu motivos la esperanza en su propia salvacin se puede extender a estos nios[98].69. Los cristianos son personas de oracin. Toman en serio la exhortacin de Pablo: Ante todo recomiendo que se hagan plegarias, oraciones, splicas y acciones de gracias por todos los hombres (1 Tm 2,1). Esta oracin universal es agradable a Dios, que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad (1 Tm 2,4), y a cuya potencia creadora nada es imposible (Job 42,2; Mc 10,27; 12,24-27; Lc 1,37). Esta oracin se apoya en la esperanza de que la creacin entera participar finalmente en la gloria de Dios (cf. Rom 8,22-27). Est en sintona con la exhortacin de san Juan Crisstomo: Imita a Dios. Si l quiere que todos se salven, es razonable que uno tenga que rezar por todos[99].

3. Spes orans. Razones de la esperanza

3.1. El nuevo contexto

70. Los dos captulos precedentes, que han tratado respectivamente la historia de la reflexin cristiana sobre el destino de los nios no bautizados[100] y los principios teolgicos que se refieren a este tema[101], han presentado un claroscuro. Por una parte, de muchas maneras, los principios teolgicos subyacentes parecen favorecer la salvacin de los nios no bautizados de acuerdo con la voluntad salvfica universal de Dios. Por otra parte, sin embargo, no puede negarse que ha habido una tradicin doctrinal ms bien prolongada (cuyo valor teolgico sin duda no es definitivo), que, en su preocupacin por salvaguardar y no comprometer otras verdades del edificio teolgico cristiano, ha expresado una cierta reticencia, o incluso, un claro rechazo a considerar la salvacin de estos nios. Hay una continuidad fundamental en la reflexin de la Iglesia acerca del misterio de salvacin de generacin en generacin bajo la gua del Espritu Santo. En este misterio, la cuestin del destino eterno de los nios que mueren sin bautizar es uno de los ms difciles de resolver en la sntesis teolgica[102]. Es un caso lmite en el que fcilmente puede parecer que algunos principios vitales de la fe, especialmente la necesidad del Bautismo para la salvacin y la voluntad salvfica universal de Dios, estn en tensin. Con respeto a la sabidura y a la fidelidad de los que en el pasado han investigado este difcil problema, pero tambin con la conciencia clara de que el Magisterio de la Iglesia, en momentos clave de la historia de esta doctrina[103] ha optado especficamente, y tal vez providencialmente, por no definir que estos nios estn privados de la visin beatfica, sino por mantener la cuestin abierta, hemos considerado cmo el Espritu puede guiar a la Iglesia en este punto de la historia para reflexionar de nuevo acerca de este tema particularmente delicado (cf. Dei Verbum 8).71. El concilio Vaticano II ha llamado a la Iglesia a leer los signos de los tiempos y a interpretarlos a la luz del Evangelio (cf. Gaudium et spes, 4.11), a fin de que la verdad revelada pueda ser cada vez ms profundamente percibida, mejor entendida y ser propuesta en forma ms adecuada (GS 44). Con otras palabras, el compromiso con el mundo por el cual Cristo sufri, muri y resucit es siempre para la Iglesia, que es el cuerpo de Cristo, una ocasin para profundizar su comprensin del mismo Seor y de su amor y tambin de ella misma; una ocasin para penetrar ms profundamente el mensaje de salvacin que le ha sido confiado. Es posible identificar varios signos de nuestros tiempos modernos que impulsan a una renovada conciencia de aspectos del Evangelio que tienen especial significacin para el tema que consideramos. De alguna manera, ofrecen un nuevo contexto para su consideracin al comienzo del siglo XXI. 72. a) La guerra y los desrdenes del s. XX y el deseo de paz y de unidad de la humanidad, demostrado en la institucin, por ejemplo, de la Organizacin de las Naciones Unidas, de la Unin Europea, de la Unin Africana, han ayudado a la Iglesia a entender mejor la importancia del tema de la comunin en el mensaje evanglico y por tanto a elaborar una eclesiologa de comunin (cf. Lumen gentium 4.9; Unitatis redintegratio 2; Gaudium et spes 12.24).73. b) Muchas personas luchan hoy contra la tentacin de la desesperacin. La crisis de la esperanza en el mundo contemporneo lleva a la Iglesia a una apreciacin ms profunda de la esperanza, que es central para el Evangelio cristiano: Un solo cuerpo y un solo Espritu, como una es la esperanza a que habis sido llamados (Ef 4,4). Los cristianos son llamados hoy especialmente a ser testigos y ministros de la esperanza en el mundo (cf. Lumen gentium 48-49; Gaudium et spes 1). La Iglesia en su universalidad y catolicidad es portadora de una esperanza que se extiende a toda la humanidad, y los cristianos tienen la misin de ofrecer a todos esta esperanza.74. c) El desarrollo de las comunicaciones globales, que dan a conocer en su dramatismo todo el sufrimiento del mundo, ha sido una ocasin para la Iglesia para entender ms profundamente el amor, la misericordia y la compasin de Dios, y para apreciar la primaca de la caridad. Dios es misericordioso, y frente a la inmensidad del dolor del mundo, aprendemos a confiar en Dios y a glorificar a aquel que tiene poder para realizar todas las cosas incomparablemente mejor de lo que podamos pedir o pensar (Ef 3,20). 75. d) En todas partes las personas se escandalizan a causa del sufrimiento de los nios y quieren que se les d la posibilidad de realizar sus potencialidades[104]. En esta situacin, la Iglesia naturalmente recuerda y reflexiona nuevamente sobre diversos textos neotestamentarios que expresan el amor preferencial de Jess: Dejad a los nios [] que vengan a m, porque de los que son como ellos es el reino de los cielos (Mt 19,14; cf. Lc 18,15-16); El que recibe a un nio como ste en mi nombre a m me recibe (Mc 9,37); Si no cambiis y os hacis como los nios no entraris en el reino de los cielos (Mt 18,3); Quien se haga pequeo como este nio es el mayor en el reino de los cielos (Mt 18,4); El que escandalice a uno de estos pequeos que creen en m, ms le vale que le cuelguen al cuello una rueda de molino [] y lo hundan en lo profundo del mar (Mt 18,6); Guardaos de despreciar a uno de estos pequeos; porque yo os digo que sus ngeles, en los cielos, ven continuamente el rostro de mi Padre que est en los cielos (Mt 18,10). De este modo la Iglesia renueva su compromiso de mostrar el amor y el cuidado que Cristo ha tenido por los nios (cf. Lumen gentium 11; Gaudium et spes 48; 50).76. e) La difusin de los viajes y de los contactos entre personas de diferentes creencias, y el aumento del dilogo entre personas de diferentes religiones han animado a la Iglesia a desarrollar una mayor conciencia de los variados y misteriosos caminos de Dios (cf. Nostra Aetate 1; 2) y de su propia misin en este contexto.77. El desarrollo de una eclesiologa de comunin, una teologa de la esperanza, una apreciacin de la misericordia divina, juntamente con una renovada preocupacin por el bienestar de los nios y una conciencia creciente de que el Espritu Santo acta en la vida de todos en la forma que Dios conoce (Gaudium et spes 22), todas estas caractersticas de nuestros tiempos modernos constituyen un nuevo contexto para el examen de nuestro tema. ste podra ser un momento providencial para su reconsideracin. Mediante la gracia del Espritu Santo, la Iglesia en su compromiso por el mundo de nuestro tiempo ha adquirido una ms profunda penetracin en la revelacin de Dios que puede proyectar una nueva luz sobre esta cuestin. 78. La esperanza es el contexto general en el que se colocan nuestras reflexiones y nuestro documento. La Iglesia de hoy responde a los signos de nuestros tiempos con una esperanza renovada por el mundo en general y, con particular referencia a nuestro tema, por los nios que mueren sin bautismo[105]. Tenemos que dar razn de nuestra esperanza aqu y ahora (cf. 1 Pe 3,15). Aproximadamente en los ltimos cincuenta aos, el Magisterio de la Iglesia ha mostrado una creciente apertura a la posibilidad de salvacin para los nios no bautizados, y el sensus fidelium parece haberse desarrollado en la misma direccin. Los cristianos experimentan constantemente, y de manera especialmente fuerte en la liturgia, la victoria de Cristo sobre el pecado y la muerte[106], la infinita misericordia de Dios y la comunin de amor de los santos en el cielo, y todo esto refuerza nuestra esperanza. En la liturgia se renueva constantemente la esperanza que est en nosotros, y que debemos proclamar y explicar; y, partiendo de esta experiencia de esperanza, se pueden ofrecer ahora diversas consideraciones.79. Se ha de reconocer claramente que la Iglesia no tiene un conocimiento cierto de la salvacin de los nios que mueren sin Bautismo. Conoce y celebra la gloria de los Santos Inocentes, pero en general el destino de los nios no bautizados no nos ha sido revelado, y la Iglesia ensea y juzga solamente en relacin con lo que ha sido revelado. Pero lo que sabemos de Dios, de Cristo y de la Iglesia nos da motivos para esperar en su salvacin, como tenemos que explicar a continuacin.

3.2. La filantropa misericordiosa de Dios

80. Dios es rico en misericordia, dives in misericordia (Ef 2,4). La liturgia bizantina alaba muy frecuentemente la filantropa de Dios; Dios es amante de los hombres[107]. Adems, el proyecto del amor de Dios, ahora revelado por medio del Espritu, va ms all de nuestra imaginacin: lo que Dios prepar para los que le aman es lo que ni el ojo vio, ni el odo oy, ni al corazn del hombre lleg (1 Cor 2.9-10, que cita Is 64,4). Los que lloran por el destino de los nios que mueren sin Bautismo, sobre todo sus padres, son personas que aman a Dios, que deberan ser consoladas por estas palabras. Se pueden hacer en particular las siguientes observaciones:81. a) La gracia de Dios llega a todo ser humano y su providencia abraza a todos. El Concilio Vaticano II ensea que Dios no niega la ayuda necesaria para la salvacin a aquellos que, sin culpa por su parte, todava no han llegado a un explcito conocimiento de Dios, pero que, con la ayuda de la gracia, se esfuerzan por conseguir una vida recta. Dios ilumina a todos para que al fin tengan la vida (cf. Lumen gentium 16). El Concilio ensea adems que la gracia obra de modo invisible en el corazn de todos los hombres de buena voluntad (Gaudium et spes 22). Estas palabras se aplican directamente a quienes han alcanzado la edad de la razn y que toman decisiones responsables, pero es difcil negar su aplicabilidad tambin a los que no han alcanzado el uso de la razn. La siguiente afirmacin, en particular, parece tener un alcance universal: Cristo muri por todos, y la vocacin ltima del hombre en realidad es una sola, es decir, divina (cumque vocatio hominis ultima revera una sit, scilicet divina) ; por ello debemos mantener que el Espritu Santo ofrece a todos la posibilidad de que, en la forma de Dios conocida, sean asociados al misterio pascual (Gaudium et spes 22). Esta profunda afirmacin del Vaticano II nos lleva al corazn del proyecto de amor de la Santsima Trinidad y pone de relieve que el proyecto de Dios supera la comprensin humana.82. b) Dios no nos pide cosas imposibles[108]. Adems, la potencia de Dios no se limita a los sacramentos. Deus virtutem suam non alligavit sacramentis quin possit sine sacramentis effectum sacramentorum conferre (Dios no at su poder a los sacramentos, y por eso puede conferir el efecto de los sacramentos sin los sacramentos)[109]. Dios puede por tanto dar la gracia del Bautismo sin que el sacramento sea administrado, un hecho que debera ser especialmente recordado cuando la administracin del Bautismo fuera imposible. La necesidad de los sacramentos no es absoluta. Lo que es absoluto es la necesidad para la humanidad del Ursakrament (sacramento primordial) que es Cristo mismo. Toda la salvacin viene de l, y por tanto, de alguna manera, a travs de la Iglesia[110].83. c) En todo momento y en toda circunstancia Dios ofrece un remedio de salvacin para la humanidad[111]. sta fue la enseanza de Toms de Aquino[112], y ya antes de l la de Agustn[113] y Len Magno[114]. Se encuentra tambin en Cayetano[115]. El Papa Inocencio III se centr especialmente en la situacin de los nios: No van a perecer los nios, de los que cada da muere una multit