escupire sobre tu tumba

Upload: ranu-bon

Post on 11-Oct-2015

52 views

Category:

Documents


2 download

TRANSCRIPT

  • Bienvenido. Su pantalla es ahora comola sala de lectura de una biblioteca. Ud.puede solicitar un libro por semana. Perorecuerde que siempre es mejor comprar yguardar el libro impreso en papel. Use lacopia electrnica como una simplereferencia para conocer la obra.

    Consultar ms libros de Boris Vian Buscar | Comprar

    Hector CastroHighlight

  • Escupir sobre vuestra tumba

    Boris Vian

    Traducido por Jord Mart Garcs Crculo de Lectores, Barcelona, 1989

    Ttulo original: Jirai cracher sur vos tombes, 1946

  • PREFACIO

    Hacia julio de 1946, Jean dHalluin conoci a Sullivan, en una especie

    de reunin francoamericana. Dos das ms tarde, Sullivan le entrega-

    ba su manuscrito.

    En el entretanto, le cont que se consideraba ms negro que blanco,

    pese a haber cruzado la frontera; como se sabe, varios millares de

    negros (considerados como tales por la ley) desaparecen todos los

    aos de las listas de empadronamiento y se pasan al otro bando; su

    preferencia por los negros le inspiraba a Sullivan una especie de

    desprecio por los buenos negros, por aquellos a los que los blancos,

    en las novelas, daban palmaditas cariosas en la espalda. Opinaba que

    era posible imaginar, e incluso encontrar en la vida real, a negros tan

    duros como los blancos. Es lo que, por su parte, haba intentado

    demostrar en la breve novela cuyos derechos exclusivos de publicacin

    adquiri Jean dHalluin tan pronto como se enter, por su amigo, de su

    existencia. Sullivan no tena el menor inconveniente en dejar su

    manuscrito en Francia, ya que los contactos que haba establecido con

    diversos editores americanos le acababan de demostrar la futilidad de

    cualquier intento de publicar en su pas.

    Aqu, nuestros moralistas de siempre reprocharn a algunas de las

    pginas de esta obra su... realismo un poco subido de tono. A este

    respecto, nos parece interesante sealar las diferencias de fondo

    existentes entre tales pginas y las narraciones de Miller: mientras ste

    3

  • no vacila nunca en echar mano al vocabulario ms crudo, la intencin

    de Sullivan parece ser ms bien la de sugerir por medio de giros y

    construcciones que la de recurrir a un lenguaje descarnado; visto as, se

    acerca a una tradicin ertica ms latina.

    Por otra parte, es fcil advertir en las pginas siguientes la influencia

    extremadamente clara de Cain (aunque el autor no intente justificar,

    mediante artificio alguno, manuscrito o de otro tipo, el empleo de la

    primera persona, cuya necesidad proclama el citado escritor en el

    curioso prlogo a Three of a kind, coleccin de tres novelas cortas

    reunidas recientemente en Amrica en un solo volumen y traducidas

    aqu por Sabine Berritz), y tambin la de los ms modernos cultivado-

    res de la literatura de horror, como Chase. En este aspecto, hay que

    reconocer que Sullivan se muestra mucho ms sdico que sus ilustres

    predecesores; no es de extraar que su obra haya sido rechazada en

    Amrica: la habran prohibido, sin ninguna duda, al da siguiente de su

    publicacin. En cuanto al fondo propiamente dicho de la obra, es una

    manifestacin de un afn de venganza en una raza que, digan lo que

    digan, vive an escarnecida y aterrorizada; es algo as como un intento

    de exorcizar el poder de los verdaderos blancos intento comparable

    al de los hombres del Neoltico que pintaban bisontes heridos por las

    flechas para atraer a las presas a la trampa, llevado a cabo con un

    desprecio ms que considerable por la verosimilitud, y no exento de

    alguna que otra concesin al gusto del pblico.

    Y es que ay!, Amrica, la tierra de Jauja, es tambin la tierra de elec-

    cin de los puritanos, de los alcohlicos y del mtetelobienenla

    cabeza: y mientras en Francia nos esforzamos por lograr una mayor

    4

  • originalidad, al otro lado del Atlntico nadie siente el menor remordi-

    miento por explotar sin escrpulos una frmula que ha dado ya

    probados resultados. A fe ma, es una manera como otra de dar el

    pego...

    BORIS VIAN1

    1 Tal y como se consigna en el resumen biobibliogrfico que aparece al final de este libro, Escupir sobre vuestra tumba fue editada inicialmente bajo la firma de Vernon Sullivan, un supuesto negro estadounidense, y prologada por Boris Vian, su verdadero autor (Nota de Crculo de Lectores).

    5

  • CAPTULO I

    Nadie me conoca en Buckton. Clem haba elegido la ciudad por esta

    razn; y por otra parte, aunque me hubiera rajado, no me quedaba

    gasolina para seguir ms al norte. Apenas cinco litros. Aparte de mi

    dlar, todo lo que tena era la carta de Clem. De mi maleta ms vale ni

    hablar. Por lo que haba en ella. Lo olvidaba: en el maletero del coche

    tena el pequeo revlver del chico, un miserable 6,35 de ocasin;

    estaba an en su bolsillo cuando el sheriff vino a decirnos que nos

    llevramos el cadver a casa para enterrarlo. Debo decir que confiaba

    ms en la carta de Clem que en todo lo dems. Tena que funcionar,

    tena que funcionar a la fuerza. Miraba mis manos sobre el volante, los

    dedos, las uas. Realmente, nadie poda tener nada que objetar. Por ese

    lado, ningn peligro. Quiz llegara a arreglrmelas...

    Mi hermano Tom haba conocido a Clem en la universidad. Clem no

    se comportaba con l como los dems estudiantes. Le diriga gustoso la

    palabra; beban juntos, salan juntos en el Caddy de Clem. Gracias a

    Clem, los dems toleraban a Tom. Cuando Clem se march para

    sustituir a su padre en la direccin de la fbrica, Tom tuvo que irse

    tambin. Volvi a casa. Haba aprendido mucho, y consigui sin

    ninguna dificultad un puesto de profesor en la escuela nueva. Y luego

    la historia del chico lo mand todo al carajo. Yo era lo bastante hip-

    crita como para no decir nada, pero el chico no. No vea nada malo en

    ello. El padre y el hermano de la chica se encargaron de l.

    6

  • Esto explica la carta de mi hermano a Clem. Yo no poda quedarme

    en el pueblo, y mi hermano le peda a Clem que me encontrara algo. No

    muy lejos, para que pudiramos vernos de vez en cuando, pero s lo

    bastante como para que nadie nos reconociera. Tom pensaba que, con

    mi aspecto y mi carcter, no corramos ningn peligro. Quiz llevara

    razn, pero yo de todos modos me acordaba del chico.

    Encargado de una librera en Buckton: ste era mi nuevo trabajo.

    Tena que ponerme en contacto con mi predecesor y estar al corriente

    de todo al cabo de tres das. El antiguo encargado pasaba a ocupar un

    cargo ms importante y no estaba muy dispuesto a volver la vista atrs.

    Haca sol. La calle se llamaba ahora Pearl Harbour Street. Probable-

    mente Clem no lo saba. El antiguo nombre se lea an en las placas. Vi

    la tienda en el 270 y detuve el Nash frente a la puerta. El encargado,

    sentado detrs de la caja, pasaba unas cifras a un libro de cuentas; era

    un hombre de mediana edad, duros ojos azules y plidos cabellos

    rubios, por lo que pude ver al abrir la puerta. Le di los buenos das.

    Buenos das. Qu desea?

    Tengo esta carta para usted.

    Ah! Es a usted a quien tengo que poner al corriente. Djeme ver la

    carta.

    La cogi, la ley, le dio la vuelta y me la devolvi.

    No tiene ninguna complicacin explic. ste es el stock seal a

    su alrededor. Las cuentas las habr terminado esta noche. En cuanto a

    7

  • las ventas, la publicidad y dems, siga las indicaciones de los inspecto-

    res y de los papeles que vaya recibiendo.

    Es una cadena?

    S. Sucursales.

    Aj asent. Qu es lo que ms se vende?

    Oh! Novelas. Novelas malas, pero eso no es asunto nuestro. Libros

    religiosos, bastante, y tambin libros de texto. Libro infantil, poco,

    igual que los libros serios. Es un campo al que nunca he prestado

    atencin.

    As que para usted los libros religiosos no son serios.

    Se pas la lengua por los labios.

    No me haga decir lo que no he dicho.

    Me re de buena gana.

    No se lo tome a mal, yo tampoco soy muy creyente.

    Pues le voy a dar un consejo: no deje que la gente se d cuenta, y

    vaya todos los domingos a escuchar al pastor, porque de lo contrario

    en pocos das se encontrar usted en la calle.

    Bien, qu le vamos a hacer le dije: iremos a escuchar el sermn.

    Tenga me dijo, tendindome una hoja de papel. Verifquelo. Es la

    contabilidad del mes pasado. Es muy sencillo. Los libros los traen de la

    central. Todo lo que usted tiene que hacer es llevar cuenta de las

    entradas y las salidas, por triplicado. Pasan a recoger el dinero cada

    8

  • quince das. A usted le pagarn con un cheque, con un pequeo

    porcentaje.

    Dme esto le dije.

    Cog la hoja y me sent en un mostrador bajo, cubierto de libros que

    los clientes haban sacado de las estanteras. Seguramente no haba

    tenido tiempo de devolverlos a su sitio.

    Qu se puede hacer en una ciudad como sta? pregunt, reanu-

    dando la conversacin.

    Nada me contest. Hay chicas en el drugstore de enfrente, y

    bourbon en el bar de Ricardo, a dos manzanas de aqu.

    No era desagradable, pese a su brusquedad.

    Cunto tiempo hace que est usted aqu?

    Cinco aos respondi. Y me quedan cinco ms.

    Y despus, qu?

    Es usted curioso, eh?

    Culpa suya. Por qu me cuenta que le quedan cinco aos? Yo no se

    lo he preguntado.

    Suaviz el rictus de su boca, y se formaron arrugas en torno a sus

    ojos.

    Tiene usted razn. Pues mire, otros cinco aos y me retiro de este

    trabajo.

    Y a qu se va a dedicar?

    9

  • A escribir me dijo. A escribir bestsellers. Slo bestsellers. Nove-

    las histricas, novelas en las que los negros se acuesten con las blancas

    y no los linchen, novelas en las que jovencitas puras logren crecer

    inmaculadas en medio de toda la podredumbre de los suburbios.

    Solt una risita irnica.

    Bestsellers, hombre! Y luego novelas increbles audaces y origina-

    les. En este pas es fcil ser audaz: no hay ms que decir lo que todo el

    mundo puede ver si se esfuerza un poco.

    Lo conseguir le dije.

    Claro que lo conseguir. Ya tengo seis a punto.

    Y nunca ha intentado colocarlas?

    No soy ni amigo ni amante de ningn editor, y no tengo dinero para

    invertir.

    Y entonces?

    Entonces, dentro de cinco aos tendr dinero suficiente.

    Estoy seguro de que va usted a conseguirlo conclu.

    Durante los dos das siguientes no me falt trabajo, a pesar de que

    llevar la tienda era realmente sencillo. Hubo que poner al da las listas

    de pedidos, y adems, Hansen as se llamaba el encargado me estuvo

    proporcionando informacin sobre los clientes, un cierto nmero de

    los cuales pasaba con regularidad a verle para hablar de literatura.

    Todo lo que saban se reduca a lo que hubieran podido leer en el

    Saturday Review o en la pgina literaria del peridico local, que tena

    10

  • un tiraje nada despreciable de sesenta mil ejemplares. Por el momento,

    me contentaba con escuchar sus discusiones con Hansen, e intentaba

    retener sus nombres y recordar sus caras, ya que, en una librera ms

    que en otro negocio, lo realmente interesante es poder llamar al

    comprador por su nombre desde el momento en que pone los pies en

    la tienda.

    En cuanto al alojamiento, me puse pronto de acuerdo con Hansen.

    Me quedara con las dos habitaciones que l ocupaba en el piso de

    encima del drugstore, al otro lado de la calle. Mientras, me adelant

    unos pocos dlares para que pudiera alojarme tres das en el hotel, y

    tuvo la atencin de invitarme a compartir con l dos de cada tres

    comidas, evitando as que mi deuda aumentara. Era un tipo simptico.

    Me fastidiaba su historia esa de los bestsellers; un bestseller no se

    escribe as como as, aunque se tenga dinero. Quiz tuviera talento. Eso

    esperaba, por su bien.

    Al tercer da me llev al bar de Ricardo a tomar un trago antes de

    comer. Eran las doce, l tena que marcharse por la tarde.

    Sera la ltima vez que bamos a comer juntos. Luego, me quedara

    solo frente a los clientes, frente a la ciudad. Tena que aguantar. Para

    empezar, aquel golpe de suerte de encontrar a Hansen. Con mi dlar,

    habra tenido que dedicarme a vender baratijas para poder sobrevivir

    durante los tres das, y gracias a l me encontraba ahora a cubierto.

    Volva a empezar con buen pie.

    11

  • El bar de Ricardo era un bar como todos, limpio y feo. Ola a cebolla

    frita y a buuelos. Un tipo cualquiera lea el peridico distradamente

    detrs de la barra.

    Qu les pongo? pregunt.

    Dos bourbons pidi Hansen, interrogndome con la mirada.

    Asent.

    El camarero nos los sirvi en vaso largo, con hielo y pajita.

    Lo tomo siempre as me explic Hansen. Pero no se sienta obli-

    gado.

    Est bien le tranquilic.

    Quien no haya bebido nunca bourbon helado con pajita no puede

    imaginarse el efecto que hace. Es como un chorro de fuego que llega

    hasta el paladar. Fuego dulce, terrible.

    Excelente! aprob.

    Mis ojos tropezaron con mi cara reflejada en un espejo. Pareca com-

    pletamente ido. Llevaba algn tiempo sin beber. Hansen se ech a rer.

    No se preocupe me dijo. Por desgracia, uno se acostumbra en

    seguida. En fin... prosigui, tendr que poner al corriente de mis

    manas al camarero del prximo bar al que vaya a abrevarme...

    Siento que se vaya dije yo.

    Se ri.

    12

  • Si me quedara, usted no estara aqu... No prosigui, es mejor que

    me vaya. Cinco aos y basta, qu caramba!

    Apur el vaso de un solo trago y pidi otro.

    Se acostumbrar usted en seguida. Me miraba de arriba abajo. Es

    usted simptico. Pero hay algo raro en usted. Su voz.

    Sonre sin contestar. Era un tipo infernal.

    Tiene usted una voz demasiado plena. Es usted cantante, por ca-

    sualidad?

    Oh! A veces canto, para distraerme.

    Ahora ya no cantaba. Antes s, antes de que ocurriera lo del chico.

    Cantaba y me acompaaba a la guitarra. Pero ya no me apeteca tocar

    la guitarra. Cantaba los blues de Handy y viejas canciones de Nueva

    Orleans, y otras que compona yo con la guitarra. Pero ya no me

    apeteca tocar la guitarra. Necesitaba dinero. Mucho dinero. Para

    conseguir todo lo dems.

    No habr mujer que se le resista, con esta voz dijo Hansen.

    Me encog de hombros.

    No le interesa?

    Me dio una palmada en la espalda.

    Dse una vuelta por el drugstore. Las encontrar a todas all. Tienen

    un club en esta ciudad. Un club de bobbysoxers. Ya sabe, de esas

    nias que llevan calcetines colorados y jerseys a rayas, y que escriben a

    13

  • Frankie Sinatra. Su cuartel general es el drugstore. No ha visto an a

    ninguna? No, claro, se ha quedado usted casi todos los das en la

    tienda.

    Yo tambin ped otro bourbon. Circulaba a toda marcha por mis

    brazos, mis piernas, por todo mi cuerpo. En mi pueblo no tenamos

    bobbysoxers. No las iba a despreciar. Chiquillas de quince o diecisis

    aos, de pechos bien puntiagudos bajo jerseys ceidos, lo hacen a

    propsito, las muy zorras, de sobra lo saben. Y los calcetines. Calceti-

    nes de vivo color verde o amarillo, bien estirados dentro de zapatos sin

    tacn; y faldas anchas, rodillas redondeadas; y siempre sentadas por el

    suelo, las piernas bien abiertas, sobre sus braguitas blancas. S, me

    apetecan las bobbysoxers.

    Hansen me miraba.

    Y a todas les va la marcha me dijo. No se arriesga gran cosa.

    Conocen muchos lugares adonde llevarle a uno.

    No me tome por un cerdo dije.

    Oh, no! se explic. Quiero decir que le llevan a uno a bailar y a

    beber.

    Sonri. Sin duda, mi inters era evidente.

    Son divertidas prosigui. Vendrn a verle a la tienda.

    Qu pueden querer de all?

    14

  • Compran fotos de actores, y, como quien no quiere la cosa, todos

    los libros de psicoanlisis. Libros de medicina, quiero decir. Todas

    estudian medicina.

    Bueno mascull. Ya veremos...

    Esta vez logr fingir indiferencia, porque Hansen se puso a hablar de

    otra cosa. Y luego comimos, y se march hacia las dos. Yo me qued

    solo frente a la tienda.

    15

  • CAPTULO II

    Empec a aburrirme cuando llevaba all unos quince das. En todo

    ese tiempo, no me mov de la tienda. Las ventas iban bien. Los libros

    tenan buena salida; y en cuanto a la publicidad, me lo daban todo

    hecho. Cada semana la central me mandaba junto con el paquete de

    libros en depsito, unos cuantos folletos y desplegables, para que los

    colocara en las estanteras bajo el libro correspondiente o en un lugar

    bien visible. En la mayora de los casos, con leer la resea del libro y

    abrirlo por cuatro o cinco pginas distintas ya me haca una idea ms

    que suficiente de su contenido; ms que suficiente, en cualquier caso,

    para poder dar una respuesta satisfactoria al desgraciado que se dejara

    convencer por los reclamos al uso: la cubierta ilustrada, el folleto y la

    foto del autor con la breve noticia biogrfica. Los libros son muy caros,

    y todos esos artificios tienen una finalidad muy concreta; demuestran,

    adems, que la gente no siente ningn inters por comprar buena

    literatura; el libro que quieren leer es el que recomienda su club, el

    libro del que se habla, y su contenido les importa un bledo.

    De algunos ttulos reciba un montn de ejemplares, con una nota

    recomendndome que los colocara en el escaparate, e impresos para

    distribuir. Dejaba una pila junto a la caja, y meta uno en cada paquete

    de libros. La gente no rehsa nunca los impresos en papel couch, y las

    pocas frases que en ellos figuraban eran precisamente el tipo de cuento

    que haba que contar a la clientela de una ciudad como aqulla. La

    16

  • central utilizaba este sistema para los libros ms o menos escandalo-

    sos, y la misma tarde ya haban volado todos los ejemplares.

    En realidad, no me aburra del todo. Lo que ocurra es que la rutina

    de la tienda me resultaba demasiado fcil, y me quedaba tiempo para

    pensar en lo dems. Que era lo que me pona nervioso. Todo me iba

    demasiado bien.

    Haca buen tiempo. Estaba terminando el verano. La ciudad ola a

    polvo. A la orilla del ro, se estaba fresquito bajo los rboles. No haba

    salido an desde mi llegada, y no conoca nada del campo, de las

    afueras de la ciudad. Necesitaba cambiar un poco de aires. Pero senta

    tambin una necesidad mucho ms acuciante, que me atormentaba. Me

    hacan falta mujeres.

    Aquella tarde, a las cinco, al bajar la persiana metlica, no me qued

    dentro trabajando como de costumbre a la luz de los fluorescentes.

    Cog el sombrero y, con la chaqueta colgada del brazo, me fui directa-

    mente al drugstore de enfrente. Yo viva justamente encima. En el

    drugstore haba tres clientes. Un chico de unos quince aos y dos

    chicas de la misma edad, ms o menos. Me miraron con aire ausente y

    volvieron a sumirse en la contemplacin de sus vasos de leche helada.

    La mera visin de este brebaje estuvo a punto de matarme. Afortuna-

    damente llevaba el antdoto en el bolsillo de mi chaqueta.

    Me sent a la barra, a un taburete de distancia de la mayor de las dos

    chicas. La camarera, una morena bastante fea, alz ligeramente la

    cabeza al verme.

    Qu tiene usted sin leche? le pregunt.

    17

  • Limonada? me propuso. Grapefruit? Tomate? CocaCola?

    Grapefruit dije yo. No me llene mucho el vaso.

    Busqu en mi chaqueta y destap mi petaca.

    Alcohol aqu, no protest dbilmente la camarera.

    No se preocupe. Es mi medicamento me re. No tema por su

    licencia...

    Le di un dlar. Haba recibido mi cheque por la maana. Noventa

    dlares por semana. Clem tena amigos que valan la pena. La camarera

    me devolvi el cambio y le dej una buena propina.

    No es que sea nada del otro jueves el grapefruit con bourbon, pero de

    todos modos es mejor que el grapefruit solo. Me senta mejor. Todo iba

    a salir bien. Los tres chavales me miraban. Para esos mocosos, un tipo

    de veintisis aos es ya un viejo; sonre a la muchachita rubia; llevaba

    un jersey azul celeste con rayas blancas, sin cuello, con las mangas

    dobladas hasta el codo, y pequeos calcetines blancos metidos en

    zapatos de suela de crep. Era simptica. Muy formada para su edad. Al

    tacto deba de ser tan firme como las ciruelas bien maduras. No llevaba

    sostn, y los pezones se dibujaban a travs de la lana. Me devolvi la

    sonrisa.

    Hace calor, eh? tante.

    De muerte contest, desperezndose.

    18

  • En los sobacos se le vean dos manchas de humedad. Eso me produjo

    no s qu efecto. Me levant e introduje una moneda de cinco centavos

    en la ranura de la mquina de discos.

    Le quedan nimos para bailar? le pregunt, acercndome a ella.

    Oh! Me va a matar! dijo ella.

    Se peg tanto a m que se me cort el aliento. Ola a beb limpio. Era

    delgada, poda llegar a su hombro derecho con mi mano derecha. Alc

    el brazo y deslic los dedos justo debajo de su pecho. Los otros dos nos

    miraron y decidieron imitarnos. Era un estribillo. Shoo Fly Pie, por

    Dinah Shore. La chica lo iba tarareando mientras bailaba. La camarera,

    al vernos bailar, haba levantado la nariz de su revista, pero al poco

    rato volvi a sumergirse en ella.

    No llevaba nada debajo del jersey. Se notaba en seguida. Menos mal

    que el disco termin, porque dos minutos ms y yo habra dejado de

    estar presentable. Me solt, volvi a su asiento y me mir.

    No baila usted mal, para ser un adulto... me dijo.

    Me ense mi abuelo respond.

    Se nota se burl. Pero por cinco centavos no se puede pedir mu-

    cho ritmo...

    De jive seguramente puede darme lecciones, pero yo puedo ense-

    arle otras cosas.

    Entorn los ojos.

    Cosas de persona mayor?

    19

  • Depende de las dotes que usted tenga.

    S, ya le veo venir...

    Qu va a verme venir. Alguien tiene una guitarra?

    Toca usted la guitarra? pregunt el chico.

    Pareca despertarse, de repente.

    Toco un poco la guitarra dije.

    Y tambin canta, entonces dijo la otra chica.

    Un poco...

    Tiene la voz de Cab Calloway se mof la primera.

    Pareca molesta de ver que los dems me hablaban. Me dispuse a

    tranquilizarla.

    Llveme a donde pueda encontrar una guitarra y le ensear lo que

    s hacer. No es que quiera hacerme pasar por W. C. Handy, pero puedo

    tocar un blues.

    Sostuvo mi mirada.

    Bueno dijo, vayamos a casa de B. J.

    El chico de la guitarra, no?

    No. La chica de la guitarra. Se llama Betty Jane.

    Poda haber sido Baruch Junior brome.

    Claro! Vive aqu. Venga.

    20

  • Vamos ahora mismo? pregunt el chico.

    Por qu no? repliqu. La nia necesita que le pongan las peras a

    cuarto.

    O.K. dijo el chico. Me llamo Dick. Y ella Jicky.

    Sealaba a la chica con la que yo haba bailado.

    Y yo me llamo Judy dijo la otra.

    Yo Lee Anderson me present. Trabajo en la librera de enfrente.

    Ya lo sabemos dijo Jicky. Hace quince das que lo sabemos.

    Tanto os interesa?

    Claro dijo Judy. Hay escasez de hombres en la ciudad.

    Salimos los cuatro. Dick a regaadientes. Parecan bastante excita-

    dos. Y me quedaba bourbon suficiente para excitarlos algo ms cuando

    hiciera falta.

    Os sigo les dije, una vez fuera.

    El roadster de Dick, un Chrysler modelo antiguo, esperaba a la puer-

    ta. Coloc a las dos chicas delante, y yo me las apa por el asiento

    trasero.

    A qu os dedicis en la vida civil, jovencitos? pregunt.

    El coche arranc bruscamente y Jicky se arrodill sobre el asiento,

    volvindose hacia m para contestarme.

    Trabajamos...

    21

  • Estudios...? suger.

    Y otras cosas...

    Si te pasaras aqu detrs dije levantando un poco la voz para ven-

    cer el ruido del viento, podramos hablar ms cmodamente.

    Nones murmur.

    Entorn otra vez los ojos. Deba de haber aprendido el truco en algu-

    na pelcula.

    No tienes ganas de comprometerte, eh?

    Est bien concedi.

    La agarr por los hombros y la hice saltar por encima de la separa-

    cin.

    Eh! Vosotros! dijo Judy volvindose. Tenis una manera de

    hablar un tanto especial.

    Yo estaba ocupado haciendo pasar a Jicky a mi izquierda, y me las

    ingeniaba para cogerla por los lugares apropiados. No me iba del todo

    mal. Pareca hacerse cargo de la broma. La sent en el asiento de cuero

    y le pas el brazo por el cuello.

    Y ahora, quieta le dije. O te voy a dar una tunda.

    Qu llevas en esa botella? pregunt.

    Yo tena la chaqueta encima de las rodillas. Ella desliz la mano por

    debajo, y no s si lo hizo a propsito, pero si fue as, tena una puntera

    endiablada.

    22

  • No te muevas le dije retirando su mano. Ya te sirvo yo.

    Desenrosqu el tapn niquelado y le pas la petaca. Se tom un buen

    trago.

    No te lo termines! protest Dick.

    Nos estaba vigilando por el retrovisor.

    Psame un poco, Lee, viejo caimn...

    No te preocupes, tengo ms.

    Sostuvo el volante con una sola mano y agit la otra en nuestra di-

    reccin.

    Djate de bromas! reconvino Judy. No sea que nos estrellemos

    contra el decorado...

    T eres el cerebro de la banda, no? aventur. No pierdes nunca

    la sangre fra?

    Nunca! respondi.

    Agarr la petaca al vuelo en el momento en que Dick iba a devolvr-

    mela. Cuando me la entreg, estaba vaca.

    Qu tal? le dije, en tono aprobador. Ests mejor?

    Ps... no es gran cosa... coment Judy.

    Sus ojos estaban empaados de lgrimas, pero haba encajado el

    golpe. Su voz sonaba algo estrangulada.

    Con todo ese cuento dijo Jicky, yo me he quedado sin nada.

    23

  • Vamos a buscar ms propuse. Vamos por la guitarra y luego

    volvemos a donde Ricardo.

    Eres un tipo con suerte dijo el chico. A nosotros nadie nos quiere

    vender.

    Veis lo que os pasa por parecer tan jvenes? dije yo, burlndome

    de ellos.

    No tan jvenes como eso gru Jicky.

    Empez a agitarse, hasta colocarse de manera tal que yo con slo

    cerrar los dedos ya tena en qu ocuparme. De pronto, el coche se

    detuvo y dej colgar mi mano, negligentemente, a lo largo de su brazo.

    Vuelvo en seguida anunci Dick.

    Sali del coche y ech a correr hacia la casa, que pareca obra del

    mismo constructor que las que la rodeaban. Dick volvi a aparecer en

    el porche. Llevaba una guitarra en un estuche barnizado. Cerr de

    golpe la puerta tras l y, en dos brincos, se plant junto al coche.

    B. J. no est anunci. Qu hacemos?

    Ya se la devolveremos dije. Sube. Vamos donde Ricardo, a que

    me llene el depsito.

    Vas a tener buena reputacin, como sigas as observ Judy.

    Oh! la tranquilic. Se darn cuenta en seguida de que habis sido

    vosotros los que me habis arrastrado a vuestras sucias orgas.

    24

  • Hicimos el mismo trayecto en direccin contraria, pero la guitarra

    me molestaba. Le dije al chico que se detuviera a cierta distancia del

    bar y baj a repostar. Compr otra botella ms, y volv con el grupo.

    Dick y Judy, de rodillas en el asiento delantero, discutan enrgicamen-

    te con la rubia.

    Qu te parece, Lee? dijo el chico. Vamos a baarnos?

    De acuerdo respond. Tendris que prestarme un baador. No he

    trado nada...

    No te preocupes. Ya nos arreglaremos.

    Puso el motor en marcha y salimos de la ciudad. Al poco rato, tom

    un atajo, apenas lo bastante ancho para el Chrysler, y en psimo estado

    de conservacin. En realidad, de conservacin nada.

    Tenemos un lugar fantstico para baarnos me asegur. No hay

    nunca nadie. Y un agua...

    Hay truchas en el ro?

    S. Y gravilla y arena blanca. Y nunca va nadie. Somos los nicos

    que pasamos por este camino.

    Se nota dije, agarrndome la mandbula, a punto de desencajarse a

    cada sacudida. En vez de coche tendras que llevar un bulldozer.

    Es parte del juego me explic. As la gente no viene a meter sus

    sucias narices por estos barrios.

    Aceler y yo encomend mis huesos al Creador. El camino describi

    un brusco desvo, y termin ciento cincuenta metros ms adelante. No

    25

  • haba ms que arbustos. El Chrysler se detuvo en seco al pie de un

    corpulento arce y Dick y Judy saltaron a tierra. Yo baj antes que Jicky

    y la agarr al vuelo. Dick haba cogido la guitarra e iba el primero. Le

    segu, animoso. Haba un estrecho paso bajo las ramas y se descubra

    de golpe el ro, fresco y transparente como un vaso de gin. El sol estaba

    bajo, pero haca an un calor intenso. Una parte del agua se estremeca

    a la sombra; la otra reverberaba dbilmente a los rayos oblicuos del sol.

    Una hierba espesa, seca y polvorienta, descenda hasta el agua.

    No est mal el rincn conced. Lo habis encontrado solitos?

    No somos tontos del todo dijo Jicky.

    Y me lanz un gran terrn de tierra seca, que me alcanz en el cuello.

    O te portas bien la amenac, o se acab lo que se daba.

    Di unos golpecitos al bolsillo de mi chaqueta para acentuar el efecto

    de mis palabras.

    Oh! No se enfade usted, viejo cantor de blues se excus. Demus-

    trenos ms bien lo que sabe usted hacer.

    Y mi baador? le pregunt a Dick.

    Qu ms da me replic. No hay nadie.

    Me volv. Judy ya se haba sacado el suter. Evidentemente, no lleva-

    ba gran cosa debajo. Su falda se desliz a lo largo de sus piernas, y, en

    un abrir y cerrar de ojos, hizo volar por los aires zapatos y calcetines.

    Se tendi en la hierba completamente desnuda. Deb poner cara de

    estpido, porque se ri de m con tantas ganas que estuve a punto de

    26

  • no poder contenerme. Dick y Jicky, en el mismo atuendo, se dejaron

    caer a su lado. Para colmo del ridculo, era yo el que pareca turbado.

    Observ, sin embargo, la delgadez del chico, cuyas costillas se marca-

    ban bajo su piel bronceada.

    Est bien dije por fin, no veo por qu tendra que hacerme el

    estrecho.

    Me tom mi tiempo con toda la intencin. S lo que valgo en pelotas,

    y os aseguro que tuvieron ocasin de darse cuenta mientras me desnu-

    daba. Hice crujir mis costillas desperezndome con fuerza, y me sent

    junto a ellos. No me haba recuperado an de mis escaramuzas con

    Jicky, pero no hice nada para disimularlo. Supongo que esperaban que

    me rajara.

    Empu la guitarra. Era una excelente Ediphone. Pero no es muy

    cmodo tocar sentado en el suelo, as que le dije a Dick:

    Te importa que me traiga el asiento del coche?

    Voy contigo dijo Jicky.

    Y se escabull como una anguila por entre las ramas.

    Me hizo un curioso efecto, ver aquel cuerpo de adolescente, bajo

    aquella cabeza de starlette, rodeado por las sombras de los arbustos.

    Dej la guitarra y la segu. Me llevaba ventaja, y cuando llegu al coche,

    ella ya volva cargada con el pesado asiento de cuero.

    Dame eso! le dije.

    Djame tranquila, Tarzn! grit.

    27

  • Hice caso omiso de sus protestas, y la agarr por detrs con brutali-

    dad. Solt el asiento y se dej hacer. Yo me habra tirado hasta una

    mona. Debi de darse cuenta, porque empez a revolverse con todas

    sus fuerzas. Me ech a rer. Me gustaba. All la hierba era alta, y mullida

    como una colchoneta hinchable. Se desliz al suelo y yo la segu.

    Luchbamos como salvajes. Estaba bronceada hasta la punta de los

    senos, sin esas marcas de sostn que tanto afean a las mujeres desnu-

    das. Y tersa como un albaricoque, desnuda como una nia, pero

    cuando consegu tenerla debajo de m, me di cuenta de que saba

    mucho ms que una nia. Haca meses que no me daban una demos-

    tracin tal de tcnica. Mis dedos sentan su espalda, lisa y luego cnca-

    va, y, ms abajo, sus nalgas, firmes como sandas. No dur ni diez

    minutos. Simul que se dorma, y en el momento en que yo me dispo-

    na a emplearme a fondo, me abandon como a un fardo y huy

    delante de m, hacia el ro. Recog el asiento y corr tras ella. Al borde

    del agua, tom impulso, y se zambull sin salpicaduras.

    Ya os estis baando?

    Era la voz de Judy. Tendida de espaldas, cubrindose la cara con las

    manos, mascaba una ramita de sauce. Dick, abandonado a su lado, le

    acariciaba los muslos. Haba una botella tirada por el suelo. Judy

    advirti mi mirada.

    S..., est vaca... se ri. Os hemos dejado la otra.

    Jicky chapoteaba, al otro lado del agua. Busqu en mi chaqueta y cog

    la otra botella, y luego me zambull. El agua estaba tibia. Me senta

    maravillosamente en forma. Me lanc en un sprint mortal y alcanc a

    28

  • Jicky en el centro del ro. Haba unos dos metros de fondo y una

    corriente casi inapreciable.

    Tienes sed? le pregunt, batiendo el agua con una sola mano para

    mantenerme a flote.

    Y qu lo digas! me asegur. Me has destrozado, con tus modos

    de campen de rodeo.

    Ven le dije. Haz el muerto.

    Se dej ir sobre la espalda, y yo me deslic bajo ella, con un brazo a

    travs de su torso. Le tend la botella con la otra mano. Cuando fue a

    cogerla, dej que mis dedos se deslizaran a lo largo de sus muslos.

    Separ suavemente sus piernas y la tom, otra vez, en el agua. Se

    abandonaba encima de m. Estbamos casi de pie, y nos movamos lo

    justo para no irnos a pique.

    29

  • CAPTULO III

    La cosa sigui igual hasta septiembre. Completaban la banda cinco o

    seis miembros ms, entre chicos y chicas: B. J., la propietaria de la

    guitarra, bastante mal hecha, pero con una piel que ola extraordina-

    riamente bien; Susie Ann, otra rubia, pero ms llenita que Jicky, y otra

    chica de pelo castao, insignificante, que sola pasarse el da bailando.

    En cuanto a los chicos, eran tan estpidos como yo hubiera podido

    desear. No haba vuelto a salir con ellos por la ciudad: habra sido mi

    perdicin ante la gente. Nos encontrbamos a orillas del ro, y ellos

    guardaban el secreto de nuestros encuentros porque yo era para ellos

    un proveedor cmodo de bourbon y de gin.

    Consegua a todas las chicas, una tras otra, pero era demasiado fcil,

    me desanimaba. Lo hacan casi con la misma facilidad con que se

    limpiaban los dientes, por higiene. Se comportaban como una banda de

    chimpancs, descamisados, glotones, tumultuosos y viciosos; pero, por

    el momento, me conformaba con eso.

    A menudo tocaba la guitarra; esto solo me habra bastado, incluso

    aunque no hubiera sido capaz de romperles la cara a todos aquellos

    mocosos al mismo tiempo, y con una sola mano. Me enseaban el

    jitterburg y el jive; no me cost mucho esfuerzo hacerlo mejor que ellos. Pero no era culpa suya.

    Sin embargo, me haba puesto de nuevo a pensar en el chico, y dor-

    ma mal. Haba vuelto a ver a Tom dos veces. Estaba logrando aguan-

    tar. Ya no se hablaba de la historia del chico. A Tom le dejaban tranqui-

    30

  • lo en su escuela, y a mi no me recordaban demasiado. El padre de Anne

    Moran haba mandado a su hija a la universidad del condado; su hijo

    segua con l. Tom me pregunt si las cosas me iban bien, y le dije que

    mi cuenta corriente ascenda ya a ciento veinte dlares. Economizaba

    en todo, salvo en el alcohol, y los libros se seguan vendiendo bien.

    Esperaba un aumento a finales de verano. Tom me pidi que no

    olvidara mis deberes religiosos. En realidad, haba conseguido librarme

    de todas mis creencias, pero me las arreglaba para que se notara tan

    poco como lo dems. Tom crea en Dios. Yo iba al oficio dominical,

    como hiciera Hansen, pero estoy convencido de que no se puede

    conservar la lucidez y creer en Dios al mismo tiempo, y yo tena que

    estar lcido.

    Al salir del templo, nos encontrbamos en el ro y nos tirbamos a

    las chicas, con tanto pudor como una banda de orangutanes en celo; a

    fe ma, eso es lo que ramos. Y luego termin el verano sin que nos

    diramos cuenta, y empezaron las lluvias.

    Volv a frecuentar el bar de Ricardo. De vez en cuando me pasaba

    por el drugstore para charlar un rato con la basca del lugar; realmente

    empezaba a hablar su jerga mejor que ellos, se ve que tena facilidad

    tambin para esto. Por aquellos das fueron volviendo de vacaciones un

    montn de tipos, de lo ms rico de Buckton, venan de Florida o de

    Santa Mnica o de yo qu s dnde... Todos bronceados y rubios, pero

    no ms que nosotros, que nos habamos quedado junto al ro. La tienda

    se convirti en uno de sus lugares de reunin.

    Esos no me conocan an, pero haba tiempo de sobra y yo no tena

    ninguna prisa.

    31

  • CAPTULO IV

    Y luego volvi tambin Dexter. Me haban hablado de l hasta

    hacerme sangrar los odos. Viva en una de las casas ms bonitas del

    barrio elegante de la ciudad. Sus padres estaban en Nueva York, pero l

    se quedaba todo el ao en Buckton porque tena los pulmones delica-

    dos. La familia era originaria de Buckton, y all se poda estudiar tan

    bien como en cualquier otra ciudad. Haba ya odo hablar del Packard

    de Dexter, de sus clubs de golf, de su radio, de su bodega y de su bar, y

    saba tanto de todo eso como si me hubiera pasado la vida en su casa:

    no me decepcion cuando le vi. Era exactamente la especie insignifi-

    cante y sucia de crpula que tena que ser. Un tipo delgado, moreno, de

    aspecto un poco indio, de ojos negros y mirada sardnica, pelo rizado y

    labios delgados bajo una gran nariz aguilea. Tena unas manos

    horribles, como palas, con las uas muy cortas y como plantadas de

    lado, ms anchas que largas, e hinchadas como las uas de un enfermo.

    Corran todos tras l como perros tras un pedazo de hgado. Perd un

    poco de mi importancia como proveedor de alcohol, pero me quedaba

    la guitarra, y adems les tena preparada una exhibicin de zapateado

    que ni se la soaban. Tena tiempo, necesitaba un pez gordo, y en la

    banda de Dexter iba a encontrar sin duda lo que estaba esperando

    desde que me haba puesto a soar con el chico todas las noches. Creo

    que le gust a Dexter. Habra sido ms normal que me detestara por

    mis msculos y mi estatura, y tambin por mi guitarra, pero todo esto

    le atraa. Yo tena todo lo que a l le faltaba. Y l tena dinero. Estba-

    mos hechos para entendernos. Y adems se dio cuenta, desde un

    32

  • principio, de que yo estaba dispuesto a un buen nmero de cosas. No

    sospechaba ni remotamente lo que yo quera; no, no llegaba tan lejos;

    cmo hubiera podido ocurrrsele a l y a los dems no? Lo que senci-

    llamente pensaba, creo, era que con mi ayuda podra preparar unas

    cuantas orgas particularmente sonadas. Y en este sentido no andaba

    equivocado.

    La ciudad estaba casi al completo, ahora; empezaba a vender libros

    de ciencias naturales, geologa, fsica y cosas por el estilo. Los de la

    banda me mandaban a todos sus compaeros. Las chicas eran terribles.

    Tenan catorce aos y ya se las arreglaban para que las toqueteara, y

    eso que no es nada fcil encontrar un pretexto para que te toqueteen

    mientras ests comprando un libro... Pero lo conseguan: me hacan

    palpar sus bceps para que comprobara el resultado de sus vacaciones,

    y luego, sin que yo me diera apenas cuenta, pasbamos a los muslos. Se

    pasaban un poco. Yo procuraba controlar la situacin, porque an me

    quedaba algn cliente serio. Pero aquellas mocosas estaban a cualquier

    hora del da calientes como cabras, y tan hmedas que goteaban. Ser

    profesor de universidad debe de ser un trabajo agotador, si las cosas

    resultan ya tan fciles para un humilde librero. Cuando empezaron las

    clases me dejaron un poco ms tranquilo. Venan slo por las tardes.

    Lo terrible era que tambin los chicos me amaban. No eran ni machos

    ni hembras, aquellos bichos: salvo algunos que eran ya hombres

    hechos y derechos, a los dems les gustaba tanto como a las chicas

    ponerse al alcance de mi mano. Y siempre con la dichosa mana de

    bailar. No recuerdo haber visto a ms de cinco juntos sin que empeza-

    ran a tararear una estribillo cualquiera y a agitarse siguiendo el com-

    ps. Pero eso no me disgustaba: al fin y al cabo, lo habamos inventado

    nosotros.

    33

  • Mis inquietudes respecto a mi fsico se haban desvanecido casi por

    completo. Creo que era imposible que alguien sospechara la verdad.

    Dexter me asust en una de las ltimas ocasiones en que fuimos a

    baarnos. Yo estaba haciendo el imbcil, desnudo, con una de las

    chicas: la lanzaba por los aires hacindola rodar sobre mis brazos como

    a una pepona. Dexter a mis espaldas nos observaba, tendido boca

    abajo. No era un espectculo agradable, el de aquel mequetrefe con sus

    cicatrices de punciones en la espalda: haba tenido pleuresa en dos

    ocasiones. Me miraba de abajo arriba, y me dijo:

    T no eres como todo el mundo, Lee, tienes los hombros cados

    como un boxeador negro.

    Solt a la chica y me puse en guardia, y bail a su alrededor cantando

    palabras que me iba inventando, y todos se echaron a rer, pero yo

    estaba molesto. Dexter no se rea. Segua mirndome.

    Aquella noche, me mir en el espejo del cuarto de bao, y me ech a

    rer a mi vez. Con ese pelo rubio, esa piel rosada y blanca, no corra

    ningn riesgo. Los iba a joder a todos. Dexter hablaba por pura envi-

    dia. Y adems, era verdad que yo tena los hombros cados. Qu mal

    haba en ello? Pocas veces he dormido tan bien como aquella noche.

    Dos das ms tarde, tendra lugar en casa de Dexter un party que iba a durar todo el fin de semana. Rigurosa etiqueta. Fui a alquilar un

    smoking, y me lo arreglaron en un segundo; el tipo que lo haba llevado

    antes que yo deba de ser ms o menos de mi talla, y no me caa nada

    mal.

    Aquella noche volv a pensar en el chico.

    34

  • CAPTULO V

    Cuando entr en casa de Dexter comprend el porqu de la rigurosa

    etiqueta: nuestro grupo estaba sumergido en una mayora de gente

    bien. Reconoc a algunas personas en seguida: el doctor, el pastor, y a

    otros de la misma calaa. Vino a recoger mi sombrero un criado negro,

    y luego vi a dos ms. Dexter me cogi del brazo y me present a sus

    padres. Entonces ca en la cuenta de que era su cumpleaos. Su madre

    se pareca a l: una mujer bajita, delgada y morena, de ojos feos; su

    padre era uno de esos hombres a los que dan ganas de asfixiar lenta-

    mente con la almohada, por la forma que tienen de ignorarle a uno. B.

    J., Judy, Jicky y las dems estaban muy elegantes en sus vestidos de

    noche. Yo no poda dejar de pensar en sus sexos al ver los remilgos que

    hacan para tomarse un cocktail o salir a bailar con uno de esos tipos

    con gafas y aspecto serio. De vez en cuando nos guibamos el ojo para

    no perder el contacto. Aquello era desolador.

    Haba bebida en cantidad. Hay que reconocer que Dexter sabia cmo

    recibir a los amigos. Me present yo mismo a una o dos chicas para

    bailar unas cuantas rumbas y beb, no haba otra cosa que hacer. Un

    buen blues con Judy me puso el corazn a tono: Judy era de entre las

    chicas la que me tiraba con menos frecuencia. Normalmente, pareca

    evitarme, y yo no la deseaba ms que a otras, pero aquella noche cre

    que no saldra vivo de entre sus muslos: qu calentura, Dios mo!

    Quiso llevarme al dormitorio de Dexter, pero tem que no estuviramos

    lo bastante tranquilos y la acompa a beber, en compensacin, y

    35

  • entonces fue como si me pegaran un puetazo entre los ojos, cuando vi

    al grupo que acababa de entrar.

    Eran tres mujeres dos jvenes, la otra de unos cuarenta aos y un

    hombre pero de se no vale la pena hablar. Supe que por fin habla

    encontrado lo que buscaba. S, aquellas dos y el chico se revolvera de

    placer en su tumba. Le apret el brazo a Judy, y ella debi de creer que

    la deseaba, porque se acerc a m. Habra podido acostarme con todas

    a la vez, despus de ver a aquel par de mujeres. Solt a Judy y le acari-

    ci disimuladamente las nalgas, dejando caer el brazo.

    Qu hay de esas dos muecas, Judy?

    Te interesan, eh?, miserable vendedor de catlogos...

    Dime! De dnde ha podido sacar Dexter esas preciosidades?

    Son de buena familia. Nada que ver con las bobbysoxers de barrio,

    date cuenta, Lee. Y nada de baos con ellas..!

    Qu lstima! A decir verdad, creo que hasta me quedara con la

    vieja para conseguir a las otras dos.

    Clmate, muchacho, no te excites. No son de aqu.

    De dnde vienen?

    Prixville. A ciento sesenta kilmetros de aqu. Viejos amigos de

    pap Dexter.

    Las dos?

    36

  • Pues claro que s! Ests atontado, esta noche, querido Joe Louis.

    Son las dos hermanas, la madre y el padre. Lou Asquith y Jean Asquith,

    Jean es la rubia. Es la mayor. Lou tiene cinco aos menos que ella.

    Es decir, diecisis? aventur.

    Quince, Lee Anderson, ya veo que vas a abandonar la banda y a

    ponerte a trotar tras las niitas de pap Asquith.

    Eres tonta, Judy. No te tientan?

    Prefiero los hombres. Perdname, pero esta noche me siento nor-

    mal. Vamos a bailar, Lee.

    Me las presentars?

    Pdeselo a Dexter.

    O.K. dije.

    Bail con ella los dos ltimos compases del disco que estaba termi-

    nando y la plant all. Dexter discuta la jugada al otro extremo del hall

    con una fulana cualquiera. Le interrump:

    Eh, Dexter...

    S?

    Se volvi hacia m. Haba un viso de burla en su mirada, pero me

    importaba un carajo.

    Esas chicas... Asquith, me parece... Presntamelas.

    Cmo no, amigo mo. Acompame.

    37

  • De cerca estaban aun mejor de lo que me haba parecido desde el bar.

    Eran sensacionales. Les dije no s qu e invit a la morena, Lou, a

    bailar el slow que el pinchadiscos acababa de encontrar en el montn.

    Dios mo! Daba gracias al cielo y al tipo que se haba mandado hacer el

    smoking de mi talla. La ce a m un poco ms de lo que se acostum-

    bra, pero de todos modos no me atreva a pegarme a su cuerpo como

    nos pegbamos unos con otros, cuando nos apeteca, los de la banda.

    Se haba perfumado con algo complicado, seguramente muy caro: dira

    que un perfume francs. Tena el pelo negro recogido hacia un lado de

    la cabeza, y ojos amarillos de gato salvaje en una plida cara triangular;

    y su cuerpo... Mejor no pensar en l. Su vestido se sostena solo, no s

    cmo, porque no haba nada de donde colgara, ni en la espalda ni

    alrededor del cuello, nada, slo sus pechos, pero, todo hay que decirlo,

    unos pechos tan duros y agudos como aqullos habran podido aguan-

    tar el peso de dos docenas de vestidos como el que llevaba. La desplac

    un poco hacia la derecha, y por la abertura de mi smoking senta el

    pezn a travs de mi camisa de seda, contra mi pecho. A las dems se

    les notaba el reborde de las bragas a travs de la tela, a la altura de los

    muslos, pero sta deba de arreglarse de otra forma, porque su lnea, de

    los hombros a los tobillos, era tan regular como un chorro de leche. A

    pesar de todo, me anim a dirigirle la palabra. Lo hice tan pronto como

    recobr el aliento.

    Cmo es que no se deja ver nunca por aqu?

    S que me dejo ver. La prueba es que estoy aqu.

    38

  • Se ech un poco hacia atrs para mirarme. Era bastante ms alto que

    ella.

    Quiero decir, por la ciudad...

    Me vera si viniera usted a Prixville.

    Entonces me parece que me voy a buscar una casa en Prixville.

    Dud un poco antes de soltarle esto. No quera precipitarme, pero

    con esta clase de chicas nunca se sabe. Hay que correr el riesgo. No

    pareci emocionarle. Sonri un poco, pero su mirada se mantena fra.

    Ni aun as podra tener la seguridad de verme...

    Me imagino que debe de haber no pocos aficionados...

    Decididamente, me lanc a lo bestia. Ninguna persona de mirada fra

    se viste de esa forma.

    Oh! exclam. No hay mucha gente interesante, en Prixville.

    Menos mal dije yo As que tengo posibilidades...

    No s si es usted interesante.

    Chpate sa. La verdad es que me lo haba buscado. Pero no iba a

    ceder tan fcilmente.

    Qu es lo que le interesa?

    Usted no est mal. Pero una puede equivocarse. Y adems, no le

    conozco.

    Soy amigo de Dexter, de Dick Page y dems.

    39

  • A Dick le conozco. Pero Dexter es un tipo curioso...

    Tiene demasiado dinero para ser curioso de verdad repliqu.

    Entonces mi familia no le gustara a usted nada. Sabe, nosotros

    tambin tenemos algn dinero...

    Se huele... dije, acercando la cara a sus cabellos.

    Sonri otra vez.

    Le gusta mi perfume?

    Me encanta.

    Qu raro. Habra jurado que usted prefera el olor de los caballos,

    de la grasa de armas y del linimento.

    No me encasille tan aprisa... me defend. No es culpa ma si estoy

    hecho as y no tengo cara de querubn.

    Los querubines me horrorizan. Pero me horrorizan an ms los

    hombres aficionados a los caballos.

    En mi vida me he acercado, ni poco ni mucho, a uno de esos volti-

    les dije. Cundo puedo volver a verla?

    Oh! No me he marchado an. Tiene usted toda la noche por delan-

    te.

    No es bastante.

    Depende de usted.

    40

  • Y as me dej, porque la pieza acababa de terminar. La mir deslizar-

    se por entre las parejas, y se volvi para rerse de m, pero no era una

    risa desalentadora. Tena una silueta capaz de despertar a un miembro

    del Congreso.

    Volv al bar, donde encontr a Dick y a Jicky, que estaban degustan-

    do un martini. Tenan aspecto de aburrirse en cantidad.

    Dick le dije, te res demasiado. Se te va a deformar el careto...

    Todo bien, caballero de la larga melena? pregunt Jicky. Qu

    has estado haciendo? El shag con una negraza? O cazabas pjaros de

    lujo?

    Pese a mi larga melena repliqu, no est nada mal el swing que

    me estoy empezando a marcar. Vmonos de una vez de aqu con unas

    cuantas personas simpticas y os demostrar lo que s hacer.

    Te refieres a personas simpticas con ojos de gato y vestidos sin

    tirantes, no?

    Jicky, querida dije, acercndome a ella y cogindola por las mue-

    cas, no irs a reprocharme que me gusten las chicas bonitas...

    La estrech contra m, mirndola fijamente a los ojos. Se rea a man-

    dbula batiente.

    Te aburres, Lee. Ya te has hartado de la banda? Despus de todo, ya

    sabes que yo tambin soy un buen partido; mi padre gana por lo menos

    veinte mil al ao...

    41

  • Pero es que os diverts, aqu? Yo me aburro de mala manera. Coja-

    mos unas cuantas botellas y vmonos a otra parte. Aqu se ahoga uno,

    con esos malditos perifollos azul marino...

    Y te parece que a Dexter le va a gustar?

    Me imagino que Dexter tiene otras cosas que hacer, ms importan-

    tes que ocuparse de nosotros.

    Y tus bellezas? Te crees que van a venir as como as?

    Dick las conoce... afirm, lanzndole una mirada de complicidad.

    Dick, menos atontado que de costumbre, se dio una palmada en el

    muslo.

    Lee, eres un duro de verdad. Nunca pierdes el norte.

    Crea que era un simple melenudo.

    Ser una peluca.

    Bscame a estas dos criaturas le dije, y tremelas por aqu. O,

    mejor, intenta meterlas en mi coche, o en el tuyo, como prefieras...

    Pero con qu pretexto?

    Oh, Dick, seguro que tienes montones de recuerdos de la infancia

    que evocar con nuestras damiselas...!

    Se march, desanimado, rindose. Jicky nos escuchaba y se burlaba

    de m. Le hice una seal y se acerc.

    Eh, t, tendras que buscar a Bill y a Judy y conseguir siete u ocho

    botellas le dije.

    42

  • Adnde vamos?

    Adnde podemos ir?

    Mis padres no estn en casa... dijo Jicky. Slo mi hermano peque-

    o. Pero estar durmiendo. Vayamos a mi casa.

    Eres una joya, Jicky. Palabra de indio.

    Baj la voz.

    Me lo hars?

    El qu?

    Me lo hars, Lee?

    Oh! Claro que s le asegur.

    Pese a que estaba ms que acostumbrado a Jicky, habra podido

    hacrselo all mismo. Era excitante, verla con vestido largo, la ola de

    sus cabellos lisos a lo largo de su mejilla izquierda, sus ojos un poco

    rasgados, su boca ingenua. Respiraba ms aprisa y sus mejillas se

    haban sonrosado.

    Es una tontera, Lee... Ya s que lo hacemos sin parar. Pero me

    gusta!

    Claro que s, Jicky le dije, acaricindole el hombro. Lo haremos

    ms de una vez antes de morirnos...

    Me cogi la mueca y me la apret con fuerza, y luego se march sin

    que yo pudiera retenerla. Habra querido decrselo en ese momento,

    decirle lo que yo era; me habra gustado, para ver qu cara pona...,

    43

  • pero Jicky no era presa adecuada para lo que yo pretenda. Me senta

    tan fuerte como John Henry, y no tena ningn miedo de que me fallara

    el corazn.

    Volv a la barra y le ped un martini doble al tipo que haba detrs.

    Lo apur de un trago y me dispuse a trabajar un poco para ayudar a

    Dick.

    La mayor de las Asquith apareci donde estbamos. Charlaba con

    Dexter. ste me gustaba an menos que de costumbre con su mechn

    negro sobre la frente. El smoking le caa realmente bien. Enfundado en

    l, hasta pareca robusto, y con su piel bronceada y su camisa blanca

    daba bastante el tipo Pase sus vacaciones en el Splendid de Miami.

    Me acerqu a ellos con todo mi aplomo.

    Dime, Dex le pregunt. Me matars si invito a Miss Asquith a

    bailar este slow?

    Eres demasiado fuerte para m, Lee respondi Dexter. No voy a

    pelearme contigo.

    Creo que en realidad le importaba un bledo, pero siempre era difcil

    adivinar lo que el tono de voz de aquel muchacho poda querer decir.

    Mis brazos cean ya a Jean Asquith.

    Me parece que, de todos modos, prefera a su hermana Lou. Pero

    nunca habra pensado que se llevaran cinco aos. Jean Asquith era casi

    tan alta como yo. Meda por lo menos medio palmo ms que Lou.

    Llevaba un vestido de dos piezas de una cosa transparente de color

    negro, con siete u ocho espesores en la falda, y con un sostn lleno de

    44

  • arabescos, pero que ocupaba un lugar verdaderamente mnimo. Su piel

    era de color de mbar, con pecas en los hombros y en las sienes, y

    llevaba el pelo muy corto y rizado, lo que haca ms redonda su cabeza.

    Tambin su cara era ms redonda que la de Lou.

    Encuentra divertida la fiesta? pregunt.

    Estos parties siempre son iguales. Y ste no es peor que los otros.

    En este momento dije, lo prefiero a cualquier otro.

    Saba bailar la chica. Yo no tena que hacer ningn esfuerzo. Y no me

    supona ningn problema tenerla ms cerca que a su hermana, porque

    con ella poda hablar sin que mirara desde abajo. Descansaba su

    mejilla contra la ma; bajando la vista, yo tena ante m el panorama de

    una oreja delicada, de su curioso pelo corto, de la redondez de su

    hombro. Ola a salvia y a hierbas silvestres.

    Qu perfume usa usted? prosegu, ya que ella no me contestaba.

    Jams me perfumo me contest.

    Resolv no insistir en este tipo de conversacin y arriesgar el todo

    por el todo.

    Qu le parece si nos furamos a un lugar donde nos divertiramos

    de verdad?

    Es decir?

    Hablaba con voz indolente, sin levantar la cabeza, y lo que deca

    pareca proceder de detrs de m.

    45

  • Es decir, un lugar en el que se pueda beber lo suficiente, fumar lo

    suficiente y bailar con suficiente espacio.

    Sera un buen cambio dijo ella. Esto me recuerda ms una danza

    tribal que otra cosa.

    De hecho, haca como cinco minutos que no logrbamos cambiar de

    sitio, dbamos pasitos siguiendo el comps, sin avanzar ni retroceder.

    Relaj mi abrazo y, sin dejar de enlazarla por la cintura, la gui hacia la

    salida.

    Venga, pues. La llevo a casa de unos amigos.

    Oh! Me gustara... contest.

    Me volv hacia ella en el momento en que me contestaba, y recib su

    aliento en pleno rostro. Que Dios me perdone si no se haba tomado

    por lo menos media botella de gin.

    Quines son esos amigos suyos?

    Oh, gente encantadora le asegur.

    Cruzamos el vestbulo sin tropiezos. No me tom la molestia de ir a

    buscar su capa. El aire era clido y estaba perfumado por el jazmn del

    porche.

    En el fondo observ Jean Asquith detenindose al llegar a la puer-

    ta, no le conozco a usted de nada.

    Claro que s! respond, arrastrndola hacia la salida. Soy su viejo

    amigo Lee Anderson.

    46

  • Se ech a rer, dejndose caer hacia atrs.

    Claro que s, Lee Anderson... Ven, Lee... Nos estn esperando.

    Me cost trabajo seguirla. Baj los cinco escalones en un santiamn;

    yo la alcanc diez metros ms adelante.

    Eh! No tan de prisa!

    La tom del brazo.

    El coche est all.

    Judy y Bill me esperaban en el Nash.

    Tenemos lquido me sopl Judy. Dick va delante con los dems.

    Lou Asquith? murmur.

    S, donjun. Tambin Lou Asquith. En marcha.

    Jean Asquith, con la cabeza reclinada en el respaldo del asiento de-

    lantero, le tenda a Bill una mano sin fuerza.

    Hello! Cmo est usted? Llueve?

    Seguro que no! respondi Bill. El barmetro anuncia una depre-

    sin de dieciocho pies de mercurio, pero es para maana.

    Oh dijo Jean, el coche no lograr subir tan arriba!

    No hables mal de mi Duesenberg protest. No tienes fro?

    Me inclin para buscar una hipottica manta, y le levant la falda

    hasta la rodilla, como quien no quiere la cosa, enganchndola con uno

    de los botones de mi manga. Cristo, qu piernas...!

    47

  • Me estoy achicharrando de calor asegur Jean con voz incierta.

    Embragu y segu al coche de Dick, que acababa de arrancar por

    delante. Haba una fila de coches de todo tipo frente a la casa de

    Dexter, y de buena gana habra cogido uno a cambio de mi viejo Nash.

    Pero sin coche nuevo lo iba a conseguir igual.

    Jicky viva no muy lejos, en una casa estilo Virginia. El jardn, rodea-

    do de un seto de arbustos bastante altos, se distingua de los de la zona.

    Vi que la luz roja del coche de Dick se detena y luego se apagaba, y

    se encendieron las luces de posicin; me detuve a mi vez y o cmo se

    cerraba de golpe la puerta del roadster. Salieron de l cuatro personas,

    Dick, Jicky, Lou y otro tipo. Lo reconoc por su manera de subir las

    escaleras de la casa. Era el pequeo Nicholas. Dick y l llevaban dos

    botellas cada uno, y lo mismo Judy y Bill. Jean Asquith no daba ningu-

    na seal de querer bajarse del Nash, as que di la vuelta al coche. Abr

    su puerta y deslic un brazo por debajo de sus rodillas y otro por la

    nuca. Jean llevaba una buena cogorza. Judy se detuvo a mi espalda.

    Lee, tu dulce amiga est groggy. Has boxeado con ella?

    No s si he sido yo o el gin que se ha bebido gru, pero esto no

    tiene nada que ver con el sueo de la inocencia.

    Es el momento de aprovecharse, querido, adelante.

    Djate de tonteras. Es demasiado fcil con una mujer borracha.

    Eh, vosotros!

    Era la dulce voz de Jean. Acababa de despertarse.

    48

  • Queris hacerme el favor de dejar de pasearme por los aires?

    Me di cuenta de que estaba a punto de vomitar y me precipit al

    jardn de Jicky. Judy cerr la puerta y yo sostuve la cabeza de Jean

    mientras ella desembuchaba. Un trabajo limpio. No sacaba ms que gin

    puro. Y pesaba ms que un caballo. Se abandonaba del todo. La sostuve

    con una sola mano.

    Sbeme la manga le susurr a Judy.

    Me arremang el smoking, y cambi de lado para aguantar a la ma-

    yor de las Asquith.

    Est bien dijo Judy cuando hubo terminado la operacin. Ya te la

    vigilo. No te des prisa.

    Mientras, Bill se haba largado con las botellas.

    Dnde hay agua, por aqu? le pregunt a Judy.

    En la casa. Ven, podemos pasar por detrs.

    La segu por el jardn arrastrando a Jean, que tropezaba a cada paso

    con la gravilla del camino. Dios mo, lo que pesaba esa chica! Tena

    con qu entretener mis manos. Judy me precedi en la escalera y me

    condujo hacia el primer piso. Los otros estaban ya armando jaleo en el

    living, cuya puerta cerrada amortiguaba afortunadamente sus gritos.

    Sub a tientas en la oscuridad, guindome por la mancha clara que era

    Judy. Al llegar arriba consigui encontrar un interruptor, y entr en el

    cuarto de bao. Haba una alfombra de goma espuma frente a la

    baera.

    49

  • chala ah encima dijo Judy.

    Nada de bromas. Qutale la falda.

    Accion la cremallera y la libr de la prenda en un abrir y cerrar de

    ojos. Le enroll las medias hasta los tobillos. A decir verdad, yo no supe

    lo que era una mujer bien hecha hasta que vi a Jean Asquith desnuda,

    tendida en la alfombra del bao. Era un sueo. Haba cerrado los ojos y

    babeaba un poco. Le limpi la boca con un pauelo. No por ella, sino

    por m. Judy revolva en el botiqun.

    He encontrado lo que necesita, Lee. Que se beba esto.

    No puede beber nada ahora. Duerme. Ya no tiene nada en el est-

    mago.

    Entonces, adelante, Lee. No te preocupes por m. Puede que cuando

    se despierte ya no le interese.

    Le das fuerte, eh, Judy?

    Te molesta que est vestida?

    Se dirigi a la puerta y la cerr con llave. Luego se quit el vestido y

    el sostn. Le quedaron slo las medias.

    Toda para ti, Lee.

    Se sent al borde de la baera, con las piernas separadas, y me mir.

    Yo ya no poda esperar. Me desprend de todos mis trapos.

    Pgate a ella, Lee. Date prisa.

    Judy le dije, eres una guarra.

    50

  • Por qu? Me divierte verte con esa chica. Venga, Lee, venga ya...

    Me dej caer sobre la muchacha, pero esa maldita Judy me habla

    cortado el aliento. El asunto no funcionaba. Me qued de rodillas, con

    ella entre mis piernas. Judy se acerc. Sent su mano que me guiaba al

    lugar indicado. Y no retir la mano. Estuve a punto de chillar, de tan

    excitado como me encontraba. Jean Asquith permaneca inmvil, y

    cuando la mir vi que segua babeando. Abri los ojos un poco, luego

    los volvi a cerrar, y entonces sent que empezaba a moverse un poco,

    a mover las caderas, y Judy segua mientras tanto, y con la otra mano

    tambin me acariciaba los bajos.

    Luego Judy se levant. Not que caminaba por la habitacin, y en-

    tonces se apag la luz. Al final no se atreva a hacerlo todo a plena luz.

    Regres, y pens que volva a empezar, pero se inclin sobre m y me

    palp. Yo segua en mi lugar, y ella se tendi boca abajo sobre mi

    espalda, pero en sentido contrario, y ahora en vez de su mano era su

    boca.

    51

  • CAPTULO VI

    Al cabo de una hora consegu darme cuenta, pese a todo, de que los

    dems iban a extraarse de nuestra ausencia, y logr librarme de las

    dos chicas. No sabra decir en qu lugar de la habitacin nos encontr-

    bamos. La cabeza me daba vueltas, y me dola la espalda. Tena rasgu-

    os en las caderas, donde las uas de Jean Asquith me hablan herido,

    sin piedad. Me arrastr hasta la pared, y all me orient y pude dar con

    el interruptor. Judy segua movindose. Al abrir la luz la vi sentada en

    el suelo frotndose los ojos. Jean Asquith estaba tendida boca abajo en

    la alfombra de espuma, con la cabeza entre los brazos, pareca dormir.

    Dios mo, qu caderas las de esa chica! Me puse a escape la camisa y

    los pantalones. Judy se acicalaba frente al espejo. Luego cog la toalla y

    la moj en agua. Levant la cabeza de Jean Asquith para despertarla

    tena los ojos bien abiertos y, puedo jurarlo, se estaba riendo. La as

    por la cintura y la sent en el borde de la baera.

    Una buena ducha te ira bien.

    Estoy demasiado cansada... respondi ella. Creo que he bebido un

    poco.

    Yo tambin lo creo dijo Judy.

    Oh! No tanto! dije yo. Lo que necesitabas sobre todo era dormir

    un poco.

    52

  • Entonces se levant y se colg de mi cuello, y tambin saba besar.

    Me separ suavemente de ella y la met en la baera.

    Cierra los ojos y echa la cabeza hacia atrs.

    Abr los grifos del mezclador y recibi el chorro de la ducha. Bajo el

    agua tibia, su cuerpo se tenda, y yo vea sus pezones que se hacan ms

    oscuros y se endurecan poco a poco.

    Me est sentando muy bien...

    Judy se estaba subiendo las medias.

    Daos prisa, vosotros. Si bajamos en seguida, quiz encontremos

    algo de beber.

    Cog el albornoz. Jean cerr los grifos y la envolv en la tela esponjo-

    sa. Estoy seguro de que le gustaba.

    Dnde estamos? pregunt. En casa de Dexter?

    No, en la de otros amigos respond. En casa de Dexter era muy

    aburrido.

    Me parece muy bien que me hayas trado aqu. Aqu se est mejor.

    Estaba ya seca del todo. Le tend su vestido de dos piezas.

    Ponte esto. Arrglate un poco y ven.

    Me dirig a la puerta. La abr para dejar paso a Judy, que sali zum-

    bando escaleras abajo. Yo me dispona a seguirla.

    Esprame, Lee...

    53

  • Jean se haba vuelto hacia m para que le abrochara el sostn. La

    mord con cuidado en la nuca. Ella ech la cabeza hacia atrs.

    Volvers a acostarte conmigo?

    Con mucho gusto le asegur. Cuanto t quieras.

    Ahora mismo?

    Tu hermana te estar buscando.

    Lou est aqu?

    Pues claro!

    Oh! Qu bien dijo Jean, as podr vigilarla.

    Me parece que le ser muy til que la vigiles afirm.

    Qu opinas de Lou?

    Con ella tambin me gustara acostarme le contest.

    Se ri de nuevo.

    A m me parece fantstica. Quisiera ser como ella. Si la vieras des-

    nuda...

    No pido otra cosa dije yo.

    Eres un perfecto maleducado...

    Usted me perdonar, pero no tuve tiempo de aprender buenos

    modales.

    Me encantan tus modales dijo, acaricindome con la mirada.

    54

  • Le ce la cintura con el brazo y la llev a la puerta.

    Es hora de que bajemos.

    Tu voz tambin me gusta.

    Vamos.

    Quieres casarte conmigo?

    No digas tonteras.

    Empec a bajar las escaleras.

    No es ninguna tontera. Ahora tienes que casarte conmigo.

    Pareca perfectamente tranquila y segura de lo que deca.

    No puedo.

    Por qu?

    Creo que me gusta ms tu hermana.

    Se ri otra vez.

    Lee, eres adorable...!

    Muchas gracias dije yo.

    Los dems estaban en el living, en pleno jolgorio. Empuj la puerta y

    dej pasar a Jean. Nuestra llegada fue saludada por un concierto de

    gruidos. Haban abierto unas cuantas latas de pollo en gelatina y

    coman como cerdos. Bill, Dick y Nicholas estaban en mangas de

    camisa y recubiertos de salsa. Lou llevaba una enorme mancha de

    mayonesa en el vestido, de arriba abajo. En cuando a Judy y a Jicky, se

    55

  • estaban atiborrando con desparpajo. Haba cinco botellas en trance de

    desaparecer.

    La radio, en sordina, daba un concierto de msica bailable.

    Al ver el pollo, Jean Asquith lanz un grito de guerra, se apoder,

    agarrndolo con ambas manos, del trozo ms grande, y le hinc el

    diente sin ms contemplaciones. Me instal a mi vez y me serv.

    Decididamente, no poda haber esperado un principio mejor.

    56

  • CAPTULO VII

    A las tres de la madrugada llam Dexter. Jean segua esforzndose

    para coronar una segunda cogorza, ms lograda an que la primera,

    ocasin que aprovech para dejarla con Nicholas. Me pegu a su

    hermana, y la hice beber tanto como pude; pero no se dejaba engaar,

    y me obligaba a emplear toda mi astucia. Dexter nos advirti que los

    viejos Asquith empezaban a extraarse por la ausencia de sus hijas. Le

    pregunt cmo haba averiguado nuestro lugar de reunin, y por poco

    se muere de risa al otro extremo del hilo. Le expliqu por qu nos

    habamos marchado.

    No te preocupes por m, Lee me dijo. Ya s que en mi casa no

    haba nada bueno que hacer. Demasiada gente seria.

    Vente con nosotros, Dex le ofrec.

    Ya no os queda nada de bebida?

    No dije yo. Pero no es eso, aqu se te refrescaran un poco las

    ideas.

    Como siempre, Dexter intentaba herirme, y, como siempre, lo haca

    con un tono completamente inocente.

    No puedo dejar esto se disculp. Si no, vendra. Y qu les digo a

    los padres?

    Diles que les devolveremos a las nias a domicilio.

    57

  • No s si eso les va a gustar, Lee, ya sabes...

    Ya son bastante mayorcitas como para aparselas solas. Arrglame

    el asunto, Dexter, colega, cuento contigo.

    O. K., Lee, intentar arreglarlo. Hasta la vista.

    Hasta la vista.

    Colg. Yo hice lo mismo y regres a mis ocupaciones. Jicky y Bill

    iniciaban unos pequeos ejercicios no aptos para seoritas de buena

    familia, y tena ganas de ver cmo reaccionaba Lou. Empez a beber un

    poco, por fin. Pero el espectculo no pareca impresionarla, ni cuando

    Bill se puso a desabrochar el vestido de Jicky.

    Qu te sirvo?

    Whisky.

    Termnatelo de prisa y nos vamos a bailar.

    La agarr por la mueca con la intencin de llevarla a otra habita-

    cin.

    A qu vamos all?

    Aqu hay demasiado ruido.

    Me segua dcilmente. Se sent en el sof a mi lado, sin rechistar,

    pero cuando le puse una mano encima recib uno de esos sopapos que

    un hombre recuerda toda su vida. Me encoleric terriblemente, pero

    consegu no perder la sonrisa.

    Las zarpas quietas dijo Lou.

    58

  • Exageras un poco, no?

    No he sido yo la que he empezado.

    Y eso qu tiene que ver? Te creas que estbamos en una reunin

    de la escuela dominical? O que habamos venido aqu a jugar al bingo?

    No tengo ningunas ganas de ser el primer premio.

    Lo quieras o no, eres el primer premio.

    Ests pensando en la pasta de mi padre.

    No dije yo. Estoy pensando en esto.

    La tumb en el sof y le rasgu la parte delantera del vestido. Se

    revolc como un hermoso diablillo. De la seda clara asomaron sus

    senos.

    Djame! Eres un bestia.

    Nada de eso repliqu. Soy un hombre.

    Me das asco. Luchaba por zafarse. Qu has hecho durante todo el

    rato que has estado arriba con Jean?

    Pero si no he hecho nada protest. Sabes perfectamente que Judy

    estaba con nosotros.

    Lee Anderson, estoy empezando a adivinar a qu se dedica tu ban-

    da, y con qu clase de gente te haces.

    Lou, te juro que no he tocado a tu hermana si no es para serenarla.

    Mientes. No has visto la cara que pona cuando ha bajado.

    59

  • Palabra, jurara que ests celosa!

    Me mir estupefacta.

    Pero... qu dices...? Qu te has credo?

    Te parece que si hubiera... tocado a tu hermana, tendra realmente

    las ganas que tengo de ocuparme de ti?

    Mi hermana no est mejor que yo!

    Segua sujetndola sobre el divn. Haba dejado de revolverse. Su

    pecho se agitaba con violencia. Me inclin sobre ella y le bes los senos,

    largamente, primero el uno y despus el otro, acariciando los pezones

    con la lengua. Luego me levant.

    No, Lou dije. Tu hermana no est mejor que t.

    La solt y salt hacia atrs, porque esperaba una reaccin violenta.

    Entonces, se volvi y se ech a llorar.

    60

  • CAPTULO VIII

    Luego volv a mi trabajo de todos los das. Haba echado el anzuelo,

    ahora era cuestin de esperar y dejar que las cosas llegaran por s

    mismas. En realidad estaba seguro de que volvera a verlas. No crea

    que Jean pudiera olvidarme, despus de haberle visto los ojos como se

    los vi, y en cuanto a Lou, bueno, confiaba un poco en su edad y tam-

    bin en lo que le haba dicho y hecho en casa de Jicky.

    A la semana siguiente recib un cargamento de libros nuevos, que me

    anunciaron el fin del otoo y la inmediatez del invierno; segua salien-

    do del paso y ahorrando adems unos cuantos dlares. Tena ya una

    cantidad considerable. Una miseria, pero me bastaba. Tuve que afron-

    tar algunos gastos. Me compr ropa e hice arreglar el coche. Algunas

    veces sustitua al guitarrista de la nica orquesta potable que haba en

    la ciudad, la que tocaba en el Stork Club. Creo que este Stork Club no

    deba de tener nada que ver con el otro, el de Nueva York, pero los

    jovencitos con gafas iban a gusto all a acompaar a las hijas de los

    agentes de seguros, y de los representantes de tractores de la zona. As

    ganaba algn dinero extra, y adems venda libros a la gente que

    conoca all. Los de la banda tambin iban alguna vez. Segua vindolos

    con frecuencia, y segua acostndome con Judy y con Jicky. No haba

    forma de librarse de Jicky. Pero era una suerte tener a esas dos chicas,

    porque as me mantena en una forma extraordinaria. Adems de esto,

    practicaba atletismo, y se me estaba desarrollando una musculatura de

    boxeador.

    61

  • Y entonces, una noche, una semana despus de la velada en casa de

    Dex, recib una carta de Tom. Me peda que fuera lo ms pronto

    posible. Aprovech el sbado para irme al pueblo. Saba que si Tom me

    escriba era por algo, y no crea que fuera por nada agradable.

    Los tipos esos, durante las elecciones, haban falseado los resultados

    por orden del senador Balbo, la peor alimaa que se pueda encontrar

    en todo el pas. Desde que los negros tenan derecho a votar, multipli-

    caba las provocaciones. Haba hecho tanto, y lo haba hecho tan bien,

    que dos das antes de la votacin sus hombres dispersaban las reunio-

    nes de los negros dejando un par de cadveres tras ellos.

    Mi hermano, en calidad de profesor de la escuela negra, haba expre-

    sado pblicamente su protesta y haba mandado una carta al senador,

    y al da siguiente lo molieron a golpes. Me escriba para que fuera a

    buscarle con el coche; quera irse del pueblo.

    Me esperaba en casa, solo en la habitacin a oscuras: estaba sentado

    en una silla. Verle con los hombros cados y con la cabeza entre las

    manos me doli, y sent clera en la sangre, mi buena sangre negra,

    que herva en mis venas y me zumbaba en los odos. Se levant y me

    cogi por los hombros. Tena la boca tumefacta y hablaba con dificul-

    tad. Quise darle una palmada para consolarle, pero detuvo mi gesto.

    Me han dado latigazos me dijo.

    Quin?

    Los hombres de Balbo y el hijo de Moran.

    Otra vez se...!

    62

  • Se me cerraban los puos sin querer. Una clera seca me invada

    poco a poco.

    Quieres que nos lo carguemos, Tom?

    No, Lee. No podemos. Sera el final. T an tienes una posibilidad,

    no ests marcado.

    Pero t vales ms que yo, Tom.

    Mira mis manos, Lee. Mirame las uas. Mira mi pelo y mis labios.

    Soy negro, Lee. No puedo librarme de mi destino. Pero t...

    Se interrumpi para mirarme. El tipo me quera de verdad.

    T, Lee, tienes que triunfar. Dios te ayudar a triunfar. Te ayudar,

    Lee.

    A Dios no le importa un bledo.

    Sonri. Saba lo poco convencido que yo estaba.

    Lee, te marchaste de aqu demasiado joven, y has perdido la fe, pero

    Dios te perdonar cuando llegue el momento. De quienes hay que huir

    es de los hombres. No de l; a l tienes que ir con las manos y el

    corazn bien abiertos.

    Adnde vas a ir, Tom? Necesitas dinero?

    Tengo dinero, Lee. Lo nico que quera es estar contigo cuando

    dejara la casa. Quiero...

    Se detuvo. Las palabras salan a duras penas de su boca deforme.

    63

  • Quiero quemar la casa, Lee. La construy nuestro padre, a quien

    debemos lo que somos. Era casi blanco, s, pero nunca so siquiera en

    renegar de su raza, acurdate bien. Nuestro hermano ha muerto, y

    nadie debe apoderarse de la casa que nuestro padre construy con sus

    dos manos de negro.

    Yo no tena nada que decir. Ayud a Tom a hacer el equipaje y a

    meterlo en el Nash. La casa, bastante aislada, se encontraba a un

    extremo del pueblo. Dej que Tom terminara; mientras, fui colocando

    los bultos de modo que el peso estuviera bien repartido.

    Tom volvi al cabo de unos minutos.

    Vmonos me dijo, vmonos, ya que an no ha llegado el tiempo

    en que sobre esta tierra reine la justicia para los hombres negros.

    En la cocina parpadeaba una lucecilla roja, que de repente se hizo

    enorme. Se oy la explosin sorda de un bidn de gasolina, y la luz

    alcanz la ventana de la habitacin contigua. Y entonces una larga

    llama perfor el techo de madera, y el viento atiz el incendio. El

    resplandor bailaba a nuestro alrededor, y la cara de Tom, a la luz roja,

    brillaba de sudor. Por sus mejillas se deslizaban dos grandes lgrimas.

    Entonces me puso una mano en el hombro y nos volvimos para mar-

    charnos.

    Yo, de Tom, habra vendido la casa; con dinero se les poda causar

    algn problema a los Moran, quiz hasta hundir a uno de los tres, pero

    no quise impedir que Tom llevara a cabo su propsito. Yo tambin

    cumplira con el mo. A Tom le quedaban en la cabeza demasiados

    prejuicios de bondad y divinidad. Era demasiado honesto Tom, y eso

    64

  • acabara por perderle. Crea que haciendo el bien se cosechaba el bien,

    y en cambio esto slo ocurre por casualidad. Lo nico que importaba

    era vengarse, y vengarse de la manera ms implacable posible. Me

    acordaba del chico, que era an ms blanco que yo, si cabe. Y de nada

    le sirvi cuando el padre de Anne Moran se enter de que le gustaba su

    hija, y de que salan juntos, pero el chico no haba salido nunca del

    pueblo; yo, en cambio, llevaba ms de diez aos fuera, y el contacto con

    gente que no conoca mi origen me haba hecho perder esa humildad

    abyecta que nos han inculcado poco a poco, como un reflejo, esa

    odiosa humildad que pona palabras de piedad en los labios desgarra-

    dos de Tom, ese terror que incita a nuestros hermanos a esconderse

    cuando oyen que se acerca el hombre blanco; pero yo saba perfecta-

    mente que si le usurpbamos el color de la piel lo tenamos a nuestra

    merced, porque el blanco habla por los codos y se traiciona ante los

    que cree sus semejantes. Con Bill, con Dick, con Judy, ya les haba

    ganado varios puntos. Pero decirles a stos que un negro les haba

    tomado el pelo de poco me serva. Con Lou y Jean Asquith me vengara

    de Moran y de todos los dems. Dos por uno, y a m no se me iban a

    cargar como se haban cargado a mi hermano.

    Tom estaba medio dormido, sentado a mi lado en el coche. Aceler.

    Tena que llevarle hasta el cruce de Murchison Junction; all cogera el

    rpido hacia el norte. Haba decidido irse a Nueva York. Era un buen

    tipo ese Tom. Un buen tipo demasiado sentimental. Demasiado humil-

    de.

    65

  • CAPTULO IX

    Regres a la ciudad a la maana siguiente y me puse a trabajar sin

    haber dormido. No tena sueo. Segua estando a la espera. Lo que

    tena que llegar lleg hacia las once bajo la forma de una llamada

    telefnica. Jean Asquith nos invitaba, a m, a Dex y a otros amigos, a

    pasar el weekend en su casa. Acept con naturalidad, sin ninguna

    prisa.

    Intentar librarme de mis compromisos...

    Procura venir me dijo, desde el otro extremo del hilo.

    No me dirs que vas tan escasa de hombres me burl. O, si as es,

    debes de vivir en el ltimo rincn del mundo.

    Los hombres de por aqu no saben cmo tratar a una mujer que se

    ha tomado unas cuantas copas de ms.

    Me qued seco, y ella se dio cuenta, porque o cmo se rea.

    Ven, de verdad que tengo ganas de verte, Lee Anderson. Y a Lou le

    va a gustar...

    Dale un beso de mi parte, y dile que te d uno a ti, tambin de mi

    parte.

    Volv al curro con redoblado nimo. Rebosaba de satisfaccin. Por la

    noche me fui a ver a la banda en el drugstore y me llev a Judy y a Jicky

    66

  • en el Nash. No es que sea muy cmodo un coche, pero siempre se

    encuentran aspectos inditos. Y dorm bien una noche ms.

    Para completar mi guardarropa, fui a comprarme al da siguiente

    una especie de neceser y un maletn, un par de pijamas y otras cosillas

    que para aquella gente no tenan ninguna importancia, pero que yo

    saba que eran indispensables para no parecer un pordiosero.

    El jueves por la tarde estaba terminando de poner al da la caja y de

    rellenar las consabidas hojas cuando, seran las cinco y media, vi el

    coche de Dexter que se detena frente a la puerta. Fui a abrir, porque ya

    haba cerrado la tienda, y le hice pasar.

    Hola, Lee me dijo. Qu tal marcha el negocio?

    No est mal, Dex. Y tus estudios?

    Oh! Se hace lo que se puede. Ya sabes, me falta un poco de aficin

    por el baseball y el hockey para llegar a ser un buen estudiante.

    Qu te trae por aqu?

    Vena a buscarte para ir a cenar juntos y para llevarte luego a que

    degustes una de mis distracciones favoritas.

    De acuerdo, Dex. Dame cinco minutos.

    Te espero en el coche.

    Met las hojas y el dinero en la caja, baj la persiana metlica, cog la

    chaqueta y sal por la puerta trasera. Haca un tiempo asqueroso,

    pesado, demasiado clido para lo avanzado de la estacin. El aire era

    hmedo y viscoso, y las cosas se te quedaban pegadas en los dedos.

    67

  • Me llevo la guitarra? le pregunt a Dex.

    No hace falta. Esta noche ya me encargo yo de las distracciones.

    Adelante, pues.

    Me instal en el asiento delantero, a su lado. Su Packard era todo un

    coche, no como mi Nash, pero el chaval no saba conducir. Para llegar a

    calar el motor de un Clipper en un reprise se necesita ser un patoso.

    Adnde me llevas, Dex?

    Primero vamos a cenar al Stork y luego te llevo adonde vamos.

    El sbado vas a casa de las Asquith, me han dicho.

    S. Si quieres, paso a buscarte.

    Era la manera de no presentarme con el Nash. Con Dexter como

    garante me senta mucho ms tranquilo.

    Gracias. Acepto.

    Sabes jugar al golf, Lee?

    No lo he probado ms que una vez en mi vida.

    Tienes equipo y palos?

    Qu va! Me tomas por un kiser?

    Las Asquith tienen un campo de golf. Te aconsejo que digas que el

    mdico te ha prohibido jugar.

    Como si se lo fueran a creer... refunfu.

    68

  • Y el bridge?

    Oh! Bastante bien.

    Juegas bien?

    Bastante bien.

    Entonces, te sugiero que declares que tambin una partida de brid-

    ge podra serte fatal.

    Pero si puedo jugar tranquilamente... insist.

    Puedes perder quinientos dlares sin poner mala cara?

    Me fastidiara.

    Entonces sigue mi consejo.

    Qu amable ests esta tarde, Dex! le dije. Si me has invitado para

    hacerme saber que soy demasiado pobretn para esa gente, dilo sin

    tapujos y me largo.

    Deberas darme las gracias, Lee. Te estoy proporcionando medios

    para que puedas dar el pego frente a esa gente, como t dices.

    Me pregunto por qu te interesa tanto.

    Me interesa.

    Se call un momento y fren en seco para no saltarse el semforo en

    rojo. El Packard se hundi con suavidad sobre sus amortiguadores,

    primero hacia adelante y luego de vuelta a su posicin.

    No veo por qu.

    69

  • Quisiera saber adnde pretendes llegar con esas dos chicas.

    Todas las chicas bonitas merecen que uno se ocupe de ellas.

    Puedes conseguir fcilmente docenas de chicas tan bonitas como

    sas, y mucho ms fciles.

    Me parece que la primera parte de tu afirmacin no es del todo

    cierta, y la segunda tampoco.

    Me mir, y alguna idea le rondaba por la cabeza. Prefera que mirara

    a la carretera.

    Me asombras, Lee.

    Francamente dije, esas dos chicas me gustan.

    Ya lo s que te gustan dijo Dex.

    Estaba claro que no era eso lo que me tena preparado.

    No creo que sea ms difcil acostarse con ellas que con Judy o con

    Jicky afirm.

    Eso es todo lo que buscas, Lee?

    Eso es todo.

    Entonces, ten cuidado. No s qu le habrs hecho a Jean, pero en

    cinco minutos que he hablado con ella por telfono se las ha arreglado

    para pronunciar tu nombre por lo menos cuatro veces.

    Me alegra haberle causado tanta impresin.

    70

  • No son chicas con las que uno pueda acostarse sin ms o menos

    casarse con ellas. Por lo menos, a m me parece que son as. Y sabes,

    Lee, hace diez aos que las conozco.

    Entonces es que he tenido suerte... repliqu. Porque no pienso

    casarme con las dos, y en cambio s que voy a acostarme con las dos.

    Dexter me mir de nuevo sin contestar. Le habra contado Judy

    nuestra sesin en casa de Jicky, o no saba nada? Tena la sensacin de

    que este tipo poda adivinar las tres cuartas partes de las cosas, aunque

    no se las contaran.

    Baja me dijo.

    Me di cuenta de que el coche se haba parado frente al Stork Club y

    me ape.

    Entr delante de Dexter, y l fue quien le dio propina a la morena del

    guardarropa. Un camarero de librea, al que yo conoca muy bien, nos

    llev a la mesa que tenamos reservada. En aquel tugurio se daban aires

    de mucho postn, y el resultado era ms bien cmico. Salud al pasar a

    Blackie, el director de la orquesta. Era la hora del cocktail, y estaban

    tocando bailables. Conoca de vista a la mayor parte de los clientes.

    Pero estaba acostumbrado a verlos desde el escenario, y me hacia un

    efecto raro encontrarme de pronto en campo enemigo, con el pblico.

    Nos sentamos y Dex pidi dos martinis triples.

    Lee me dijo, no quiero seguir hablando de este asunto, pero vete

    con cuidado con estas chicas.

    71

  • Yo siempre voy con cuidado contest. No s por qu lo dices,

    pero yo