esa mañana, esa escuela, esos chicos

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Domingo 28 de septiembre de 2014. Bahía Blanca www.lanueva.com www.lanueva.com EDITA ESTA SECCIÓN Héctor Ricardo Aure [email protected] TU OPINIÓN CUENTA [email protected] FACEBOOK La Nueva. TWITTER @lanuevaweb A 10 años de la masacre de Patagones Esa mañana, esa escuela, esos chicos 8/9 Narradores bahienses. Un cuento de Patricio Chaija.

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A 10 años de la masacre de Patagones. La Nueva. Publicado el 28 de septiembre de 2014

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Page 1: Esa mañana, esa escuela, esos chicos

Domingo 28 de septiembre de 2014. Bahía Blanca www.lanueva.com

www.lanueva.com

EDITA ESTA SECCIÓN Héctor Ricardo Aure [email protected]

TU OPINIÓN CUENTA [email protected] FACEBOOK La Nueva. TWITTER @lanuevaweb

A 10 años de lamasacre de Patagones

Esa mañana, esa escuela, esos chicos

8/9Narradores bahienses. Un cuento de Patricio Chaija.

Page 2: Esa mañana, esa escuela, esos chicos

En la piel para siempreRodrigo Torres

2 www.lanueva.com Bahía Blanca. Domingo 28 de septiembre de 2014

Aquel martes de 2004, Rodrigo Torres no quería ir al colegio. Pero fue, y “Junior” le dedicó 2 de los balazos que repartió entre sus compañeros. “Me gustaría saberqué le pasó por la cabeza”, dice.

Domingo. Informe especial

TU OPINIÓN CUENTA [email protected] FACEBOOK La Nueva TWITTER @lanuevaweb

13 tiros.

3 muertos.

5 heridos.

Un asesino de 15

años. Un antes y

un después para

Patagones.

El 28 de

septiembre de

2004, "Junior"

entró en su

aula del colegio

“Islas Malvinas”

y vació un

cargador

apuntando a sus

compañeros.

Mató a

Federico Ponce,

Evangelina

Miranda y

Sandra Núñez.

Y quedaron

heridos Pablo

Saldías Kloster,

Rodrigo

Torres, Nicolás

Leonardi, Cintia

Casasola y

Natalia Salomón.

Una década más

tarde, testigos

directos y

víctimas de la

primera tragedia

escolar de

Latinoamérica

se le animan al

horror indeleble

y exponen sus

cicatrices.

Textos: Gustavo Pereyra, Pablo Goicochea, Federico Sieder y Anahí González. Colaboración: Juan Pablo Gorbal, Sofía Iaschuk, Matías Mugione y Pablo Pascual.

Producción: Damián Vallejos, Belén Uriarte, Javier Cambarieri y Mauro Decker Díaz. Coordinación y edición: Gustavo Pereyra y Maximiliano Palou.

Fotos: Sebastián Cortés y archivo. Edición general: Abel Escudero Zadrayec.

A 10 años de la masacre de Patagones

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Rodrigo Torres tie-ne 16 años y un ti-ro en el pecho y otro en el estóma-

go. Vomita sangre. Pero lo que le preocupa es no man-char el tapizado blanco tipo oso de peluche del auto que lo lleva al hospital Pedro Ecay de Carmen de Patagones.

Hace un ratito, a eso de las 7:30 de este martes 28 de sep-tiembre de 2004, su compa-ñero de colegio Rafael “Ju-nior” Solich sacó en el aula una pistola 9 milímetros, apuntó y vació el cargador.

Tres chicos murieron: Sandra Núñez, Evangelina Miranda y Federico Ponce.

Y hay 5 heridos: Pablo Sal-días Kloster, Natalia Salo-món, Nicolás Leonardi, Cin-tia Casasola y Rodrigo, que ahora trata de cuidar el coche de “Bocha”, el quiosquero de la Escuela “Islas Malvinas”.

El resto de los 29 alumnos del 1º B Sociales escapó como pudo de la masacre que deci-dió cometer “Junior” con el arma reglamentaria de su papá, un suboficial de la Pre-fectura Naval Argentina.

Sus compañeros veían que “Junior” era callado, retraí-do y un poco dark; sólo se juntaba con Dante Penna, que parecía su único amigo.

Los peritos calcularon que hizo 13 disparos, a mansalva, de derecha a izquierda, cuan-do no estaban la preceptora ni el profesor de turno. Y dije-ron que puso otro cargador, pero se le trabó la pistola.

***Cuando escuchó los bala-

zos, Rodrigo se rió. Pensó que eran cebitas. Luego vio las vainas que caían; se tiró al pi-so y se cubrió la cabeza. “Ju-nior” le disparó igual y Ro-drigo se desmayó. Al volver en sí sintió la panza estruja-da, el gusto a sangre, la falta de aire. Se paró como pudo. Y vio un horror.

Pablito no pestañeaba ni se quejaba. Intenté levan-tarlo, pero el dolor no me de-jaba agachar. Sandra, Fede y Evangelina tampoco se movían. Sentía que yo tam-bién me moría.

Nico me sacó del aula y afuera nos topamos con 2 preceptores. Les pedí ayuda, pero eran estatuas: estaban paralizados. Después entró uno y vio que Pablito tenía algo de pulso.

En el pasillo, “Junior” es-taba tirado y se agarraba la cara como arrepentido. Dante lo abrazaba. Vino otro chico y se llevó el arma que estaba en el suelo.

Me ayudó “Bocha”, el quiosquero, un señor gran-de con parálisis facial. Le faltaban algunos dedos de la mano y tenía el corazón dé-bil; no podía sufrir emocio-nes muy grossas. Pero él me llevó al hospital.

—¡Un herido! ¡Un herido de bala! -grita “Bocha”, ahora, en la guardia.

Rodrigo se desvanece. Ya casi ni ve. Lo ponen en una silla de ruedas y se lo llevan.

***Nina Rivas, la mamá de

Rodrigo, trabajaba en el área de rehabilitación del hospi-tal, a 10 cuadras de la escuela.

Esta mañana el chico esta-ba cansado y quiso faltar, pe-ro Nina no lo dejó. Salieron de casa juntos. Era temprano, así que Rodrigo hizo tiempo en la sala de espera mirando televisión hasta que lo pasa-ron a buscar 2 compañeras y se fueron caminando.

Al rato Nina escuchó sire-nas de ambulancias y de bomberos.

—Pobre gente —le dijo a un médico—, a alguien se le está quemando la casa.

—No, Nina. ¿No te enteras-

te? Entró un loco a la escuela Malvinas y empezó a los ti-ros.

La mujer salió desespera-da. Ni se acordó de que había ido en auto: corrió hasta la entrada del colegio.

Todo era una locura y na-die sabía nada. La policía, los bomberos, las ambulan-cias, papás que salían llo-rando con sus chicos, los ve-cinos, los maestros y el pre-sentimiento de que a Rodrigo le había pasado al-go. No lo encontraba y ni quise pasar por el aula. To-mé un taxi hasta el hospital.

En la guardia otro médico la paró y la abrazó. "Ya está –pensó-. No me digan nada". Y gritó: quería ver a su hijo.

***Rodrigo está mal. La sábana

que lo tapa se ve empapada de sangre. "¿Está muerto?", se pregunta Nina. Pero él abre los ojos y le pide que no llore.

Entonces se lo llevan al hospital Zatti de Viedma, porque en Patagones cerra-ron la sala de terapia intensi-va por falta de presupuesto. Rodrigo tiene perforados el bazo, los intestinos, el híga-

do, un riñón y un pulmón. La primera operación dura casi 4 horas. Después vienen más, y días en que repunta y otros en que empeora.

Nina no le suelta la mano, nunca.

El chico pasa 2 días en co-ma y cuando al fin abre los ojos, su mamá se desmaya.

***Rodrigo necesita saber qué

pasó con Fede, el compañero con el que tiene más afini-dad. Pero no le dicen nada: no quieren alterarle el áni-mo. Entonces él le pide a Ni-na que busque un sacerdote para recibir su bendición.

Y ahí aproveché. No podía hablar, pero le di a entender que no podía mentirme por-que era un cura, y le prometí que iba a salir adelante. Me contó la verdad: Fede, San-dra y Evangelina habían fa-llecido, y Pablito y Natalia estaban mal, en el mismo hospital. Después de eso me tuvieron que poner de nuevo el respirador por 2 días.

Afuera, alumnos y algunos docentes de la escuela le dan un abrazo al hospital y rezan.

***

A veces tengo pesadillas. Aparecen esos fantasmas que no te dejan tranquilo. Sueño con armas de fuego, con “Junior”, y me despierto transpirado, tenso, preocu-pado, buscando una ubica-ción. No lloro. También por ahí sueño con los chicos.

El dolor es inevitable. Yo vi a mis compañeros muertos, así que lo voy a sentir siempre. Llevo la mar-ca en mi piel, en mi cuerpo. Cada vez que me baño o me saco la remera está conmigo.

Y al dolor de las familias que quedaron sin sus hijos no lo puedo imaginar. Debe ser lo más feo. De vez en cuando me los cruzo y me abrazan como si fuese su hi-jo. Yo trato de devolverles el mismo afecto. Pero nunca va a ser el mismo.

***10 años después, Rodrigo

vive en Viedma. Tiene 26 años. Trabaja en el Ministerio de Desarrollo Social de Río Negro. Juega al handbol. En-seña catequesis. Y canta en un coro.

—¿Qué necesitás para ce-rrar el tema, Rodrigo?

—Armar el rompecabezas. Apenas pude caminar volví a la escuela para terminar el año. Fui al hospital a ver mi historia clínica para saber qué me pasó, qué me hicieron, cuánto estu-ve. Mi tío fue perito balístico en el caso y me mostró un ar-ma y me contó cómo fue to-do. Pero hay piezas que faltan.

—¿Por ejemplo?—Me gustaría charlar con

“Junior” y saber qué le pasó por la cabeza. ¿Por qué lo hi-zo? ¿Por qué a mí? Pero ni sé dónde está. Y la Justicia no nos da respuestas.

—Te enoja eso.—Me indigna, porque no

resolvió nada. Aunque creo que “Junior” fue una vícti-ma, siento que se lo protegió demasiado, se silenció todo y nadie jamás nos mantuvo al tanto de si está o no en una cárcel, si pagó o no por lo que hizo. Yo no tendría que estar haciendo una marcha para pedir justicia. Y sentir que "Junior" está pagando sería por lo menos un alivio.

—¿Qué te pasa cada vez que llega septiembre?

—No sé qué hacer. Sé que viene ese momento, pero no quiero saberlo. A veces quiero que pase y otras, dar-me el tiempo de sufrirlo. No sé cuál es la manera correcta de que duela menos y se pa-se rápido.

Domingo. Informe especial

Rodrigo vive en Viedma con su ma-dre, Nina. A ella le dijeron: "¿No te ente-raste? Un loco entró a la escuela Malvinas y empezó a los tiros".

Cuando llega septiem-bre, no sé qué hacer. Sé que viene ese momen-to y no sé cuál es la manera correcta de que duela menos y se pase rápido.

A 10 años de la masacre de Patagones

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4 www.lanueva.com Bahía Blanca. Domingo 28 de septiembre de 2014

Lo cubrieron de cerca

“Mientras esperaban que llegara el gober-nador Felipe Solá, unos medios de afuera que no tenían información y debían salir con algo inventaron el rumor de que un hombre había entrado al velatorio con un arma. Yo vi cómo se formó el grupo de periodistas y gestaron eso. Me pidieron que lo dijera al aire, y yo les contesté que no había pasado nada. Nunca en mi vida escuché un silencio como el de la caravana desde la cancha de básquet (donde los velaron) hasta el cementerio. Nadie se quería ir; buscaban respuestas”. (Florencia Albanesi, LU2 Radio Bahía Blanca)

“En una de las marchas, uno de los canales nacionales salía en vivo y la gente avanzaba mientras en la TV estaban en un corte. Entonces un productor periodístico se tiró en el medio de la calle para frenar el avance de la marcha y así se-guir con el vivo. Estuve el día en que abrieron el aula, que se transformó en un espacio de re-flexión. Noté que los padres estaban divididos: algunos preferían guardar silencio y otros lo que-rían promocionar, a veces hasta en exceso. Evi-dentemente fue un golpe muy grande que, claro, alteró a la ciudad”. (Miguel Martos, Canal 9 de Bahía Blanca)

“Un medio nacional que cubría el caso por teléfono publicó que uno de los chi-cos, Pablo Saldías, había muerto. En ese momento los colegas llamaban a cual-quier número que encontraban, y dieron con alguien del hospital que tiró ese dato equivocado. Me consultaron a mí desde Buenos Aires y lo desmentí”. (Carlos Espinosa, agencia Télam)

“Recuerdo que en uno de esos viajes fui hasta el cementerio, me acerqué sin cámara ni micrófono a una de las tumbas y estaba uno de los chicos… que igual se fue corriendo. En algunas casas no nos querían abrir la puerta”. (Fa-biana Úngaro, Canal 9 de Bahía Blanca)

“Junior” le acertó 3 ba-lazos a Pablo Saldías Kloster: uno en la zo-na del corazón, otro

debajo de la tetilla derecha y el último cerca del riñón iz-quierdo.

Ese día se iba a sentar con su amigo Federico Ponce, uno de los que murió en el ti-roteo.

“Sabía que le había pegado a Fede porque lo escuché quejarse al lado mío. Gritaba y gritaba. Pero no me acuer-do el momento en el que no gritó más”, dice.

“Pablo estaba arriba de Fe-derico –cuenta el preceptor Juan Pablo González- y cuan-do lo toco me doy cuenta de que tenía pulso; poco, pero tenía. Y lo pude reanimar.”

Estuvo a punto de no con-tarla, Pablo; incluso, algunos medios lo dieron por muerto.

“Escuché que alguien dijo ‘¡Este está vivo, este está vi-vo!’”, recuerda.

—¡Sálvenme, por favor! -–gritó en la ambulancia.

—Quedate tranquilo que sos muy fuerte. Aguantá,

Domingo. Informe especial

No estuvo muerto quien peleóPablo Saldías Kloster fue el heridomás grave de la masacre. Hoy la puede contar.

A 10 años de la masacre de Patagones

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“Tomé conciencia de lo que pasó corriéndome un poco en el tiempo. Recuerdo bien algo: más que sensación de horror, había desconcierto. Se dio una situación que superaba a todo el mundo. Las autoridades judiciales, policiales y educati-vas no tenían certeza de cómo organizarse para cubrir seme-jante tragedia”. (Juan Pablo Gorbal, "LA NUEVA PROVINCIA")

“Creo que hasta el día de hoy no se en-tiende qué le pasó a ‘Junior’. Lo triste es que no vi cambios: se preocuparon en el momento, pero si vas hoy y preguntás, está todo igual”. (Marcela Cisternas, "LA NUEVA PROVINCIA")

“La sensación acá era de asombro, al princi-pio. Pero después se vivieron momentos duros, como cuando les confirmaban a los padres que sus hijos habían fallecido. Tuve una sensación extraña al saber esos nombres. También hubo que trabajar con un esfuerzo extra para aclarar cosas que no eran ciertas y algunos medios nacionales difundían sin importarles que esta-ban lastimando a alguien. Me tocó cubrir la pri-mera tragedia escolar de Latinoamérica y eso me marcó. En Patagones todavía nos pregunta-mos por qué pasó esto”. (Javier Cambarieri, corresponsal de "LA NUEVA PROVINCIA")

“La matanza escolar de Patagones constituye, también, una marca brutal e indisimulable del deterioro alcanzado por las relaciones hu-manas, expresadas en el territorio donde se mueven los actores decididamente más vulnerables del espectro social: los adolescen-tes. El desprecio por la vida, la falta de horizontes y de contención, la incomprensión, la discriminación, el drama de la violencia social y familiar y su naturalización se conjugaron con la particular personali-dad de ‘Junior’ para engendrar los fragmentos que componen esta historia con su infausto desenlace y sus desatendidas secuelas. Esta-mos convencidos de que esta es, ante todo, una historia plagada de omisiones, de cosas dichas a medias o directamente silenciadas”. (Miguel Braillard y Pablo Morosi, autores de Juniors. La historia silen-ciada del autor de la primera masacre escolar en Latinoamérica)

Domingo. Informe especial

aguantá, aguantá…El cirujano Oscar Lozano

Gutiérrez lo atendió en el hospital Ecay de Patagones.

“Entré en el quirófano y vi un chiquito con una palidez cadavérica –dice el médico-. Era un loquero, una cosa te-rrible, un caos”.

—No me dejes morir… --le

rogó Pablo.“Fue el impacto emocional

más terrible de mi larga ca-rrera”, asegura el cirujano.

La primera operación duró unas 4 horas. Y como en Pa-tagones no había terapia in-tensiva, tuvieron que trasla-darlo a Viedma dándole oxí-geno con una bolsa.

“No puede ser un día más”

—El 28 de septiembre no puede ser un día más –cree Pablo-. Es una fecha muy importante como para pasarla de largo y taparla con otras cosas.

Ahora con 25 años, vive en Bahía Blanca, vende ropa en un negocio y se recibió de visitador médico.

Mira el techo un rato. Y dice:

—Es algo que no pasó nunca en este país. Fue tremendo, y va a seguir siendo tremendo toda la vida. Me gustaría que quede una marca. Si no quieren hacer un feriado, está todo bien. Pero tiene que haber algo: un acto, un minuto de silencio… algo para que los chicos de todas las escuelas sepan.

“En un momento sentí que lo perdía –dice Claudia, la ma-má de Pablo-. En las radios de-cían ‘Ya está el cuarto muerto' y el que pedía pista era el mío.”

Tras 15 días Pablo finalmente despertó en el hospital, vio a Claudia y dijo:

—¡Ay, mamá! Pasó algo que no lo vas a poder creer...

“Va a seguir siendo tre-mendo toda la vida”, dice Pablo Saldías Kloster.

“Tuve 8 costillas quebradas, no tengo un riñón, me sacaron medio pulmón y el bazo, tuve fractura diafragmática, tengo todo el cuerpo cosido; mirá que va a impor-tar que cuente cómo entró a tirar tiros un pibe”.

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6 www.lanueva.com Bahía Blanca. Domingo 28 de septiembre de 2014

“Yo vivía en Italia y en las noticias que corren debajo en la televisión leí: 'MASACRE EN AR-

GENTINA, PATAGONES'. Al ratito llamó mi señora para avisarme", dice Luis Ruiz, hermano mayor de Carlos, el docente que tenía que dar la materia Derechos Humanos el día de la masacre.

Carlos murió 6 años des-pués. Según Luis, se fue sin superar el trauma psicológi-co que le causaron el tiroteo y los sumarios que le hicieron por no haber estado en el au-la cuando todo pasó. Incluso una vez declaró que habría preferido que “Junior” lo matara.

El martes 28 de septiem-bre de 2004, luego del saludo a la bandera, el profesor ca-minaba por el pasillo rumbo al curso cuando oyó estruen-dos. Pensó que los chicos es-taban tirando petardos e iba derecho a retarlos. Pero al llegar vio que uno baleaba a los demás.

—A él no se la contaron: tu-vo a una alumna muerta en sus brazos... ¿quién está pre-parado para eso? Nadie.

Dice Luis que después de la masacre Carlos se divorció,

Domingo. Informe especial

Carlos Ruiz enseñaba Derechos Humanos

“Tuvo una alumna muerta en sus brazos… ¿quién está preparadopara eso?”El profesor que debía estar en el aula el día de la tragedia no pudo superar el trauma, según cuenta su hermano.

se fue a vivir a Buenos Aires y empezó a hablar de suicidio. Cree que lo sobrepasaron las presiones de los directivos del colegio y del Estado.

--Lejos de apoyarlo, se aga-rraron de la letra chica y le echaron gran parte de la cul-pa.

El artículo 39 A del Regla-mento General de Escuelas Públicas de la provincia de Buenos Aires especifica: “La

obligación del cuidado de alumnos/as comprende to-dos los tiempos y momentos en que se concreta el acto educativo. Se inicia con la entrada del o de los alumnos al establecimiento y cuando el último de ellos se retira o es retirado por el padre o res-ponsable”.

—A mi hermano lo llevaron a un callejón del que no en-contraba salida. Si lo hubie-ran apoyado más...

En 2010, tras festejar el cumpleaños 80 de su mamá en Bariloche, Carlos decidió agarrar el auto e irse rápido a Buenos Aires porque había conseguido más horas de clases en un colegio y no que-ría perderlas.

—Había llegado el día an-terior con su novia. Y salie-ron a la ruta sin hacer noche –cuenta Luis-. Manejaba ella, pero se quedaron dor-midos por culpa de mi her-mano. Iba sin el cinturón, salieron disparados por la ruta en la recta del desierto, dieron tumbos y lo aplastó el auto. Cada vez que viene el aniversario de la masacre de Patagones es renovar el dolor... cae cerca de su cum-pleaños.

Cómo era

“Carlos tenía una fuerte vocación para ayudar a los demás. Terminó la secundaria y fue a estudiar para ser sacerdote. Después de 10 años se enamoró de una chica y dejó los hábitos, aunque ella luego lo abandonó. Había hecho los votos de pobreza, castidad, todo. Estudió en San Ignacio de Loyola, de donde salió el Papa. Recuerdo haber estado charlando con él y Bergoglio en el Colegio del Salvador. Carlos pensaba mucho en los demás. Andaba con los zapatos rotos; mamá le compró nuevos y él se los regaló a alguien que los necesitaba más.”

A 10 años de la masacre de Patagones

En lanueva.com se publican más historias con videos, audios y fotos sobre aquel 28 de septiembre de 2004. Entre otros, hablan los padres de Federico Ponce (uno de los fallecidos) y Nicolás Leonardi (otro de los heridos).

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Domingo 28 de septiembre de 2014. Bahía Blanca www.lanueva.com 7Domingo. Informe especial

¿Y “Junior”?

Le faltan 30 días para cumplir 26 años. Vive en En-senada, a 15 kiló-

metros de La Plata, con su familia.

Según el periodista Pablo Morosi, autor de 2 libros sobre el tema, "Junior" no estudia ni trabaja. Está li-bre y periódicamente tiene que presentarse en una clí-nica y frente a una jueza.

Al día siguiente de la ma-sacre, la magistrada de Me-nores de Bahía Blanca Ali-

No quisieron

A 10 años de la masacre de Patagones

Mónica Núñez sabe que su hi-ja Sandra no está más, que

murió el día que “Junior” en-tró al aula y les disparó a sus compañeros. Sin embargo, algo en ella lo sigue negando.

“A veces todavía digo: ‘Le voy a preguntar a Sandra’. Y no está. O por ahí se me ocu-rre: ‘Esto, Sandra lo debe sa-ber’. Y no está —repite—. No

“Perdón, no. Todo lo que le pase a ‘Junior’ se lo merece”

Una mamá siente que su hija todavía está. Y no está más.

cia Ramallo lo sobreseyó porque tenía 15 años y era inimputable.

Estuvo en la depen-dencia de Prefectura Naval de Ingeniero Whi-te hasta el 30 de diciem-bre de 2004 cuando las autoridades dijeron que ya no podían alojarlo más. Ramallo lo derivó a El Dique, de Ensenada, un instituto de máxima seguridad con asisten-cia médica y psicológica permanente.

La jueza Ramallo con-firmó que "Junior" estuvo ahí hasta los 21 años. Des-de entonces, el chico y su familia son prácticamen-te un misterio. A su padre, por ejemplo, la Justicia no logra ubicarlo para entre-garle las citaciones por los juicios civiles que inicia-ron los padres de las vícti-mas. En algún momento pidió cambiar la identidad de su familia y en Prefec-tura -donde sigue siendo Ayudante de 2ª- cada vez que se pregunta por él di-cen que está de licencia.

Los que conocían a Ra-fael “Junior” Solich dicen que no lo volvieron a ver.

puedo explicar lo que es que no esté. Yo vivía para la nena y la extraño todo el tiempo.”

Tampoco se explica por qué “Junior” tomó esa deci-sión, si Sandra era su amiga, si habían cursado juntos la escuela primaria hasta 8º grado y se habían vuelto a encontrar en la secundaria.

“El chico estaba enfermo —se convence—. Si hubo señales, jamás las noté. No me cierra.”

Sandra le contaba que “Ju-nior” era distinto. Por ejem-plo, le preguntaba “¿Cómo te va?” y el chico le contestaba “¡Qué te importa!”.

“En su momento se comen-tó que a Sandra le avisaron que ese día no fuera a la escuela. A mí nunca me lo dijo”, dice.

A Mónica le dieron una bandera de la paz en un acto oficial para recordar los 10 años de la masacre.

“La resignación pasa por aprender a vivir sin la nena. Pero todavía la siento. Hoy no cabe el perdón. Todo lo que le pase a ‘Junior’ se lo merece.”

-Nemesia Gerónimo, directora de la escuela en 2005.

“Después sale publicado quién dijo tal cosa y quién no y hay que bancársela acá”.

-Adriana Goicochea, directora de la escuela al momento de la masacre.

“Si es por lo de la masacre, desde ya te aviso que no voy a hablar del tema, no te voy a hacer perder el tiempo”.

-Alejandro Ancella,

compañero de “Junior”.“Ya no vivo en Patagones,

hace aproximadamente un año y medio que estoy en Buenos Aires”.

-Talía Jaime, compañera de “Junior”.

“Sabía que me llamabas por este tema, pero no hablo”.

-Romina Procoppo, compañera de “Junior”.

“No hablo porque el tema me sensibiliza. Tengo un bebé y debo estar fuerte para él”.

-Eduardo Diego, comisario.“Te pido mil disculpas, pero

he tomado la decisión desde hace mucho tiempo de no hablar más de un hecho que me trae muy malos recuerdos”.

-Gastón Arzamendia, compañero de “Junior”

Preguntó cuál era la remuneración por hablar del tema. “Me cansé de hacer beneficencia, sé que algunos chicos cobraron para dar notas”.

-Otras fuentes directamente pidieron no aparecer.