entrevista a egberto gismonti en el semanario búsqueda

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BUSQUEDA Jueves 23 de abril de 2015 Pág. 37 Vida Cultural antes que un funcionario so- lidario. El brasileño no salía de su asombro ante la situa- ción. Eu não poso acreditar repetía a cada rato. Hijo de un acomodado empresario de ascenden- cia libanesa y de una ma- dre siciliana, desde muy temprana edad recibió educación musical. Su po- tencial rápidamente le valió una beca para estudiar en Viena, pero la rechazó con el fin de reparar en los so- nidos de su tierra. Se dio a conocer con O Sonho, una compleja pieza orques- tal que ya hablaba de sus habilidades para manejar múltiples instrumentos en una propuesta que rápida- mente se tornó distintiva, porque este hombre que tiene la bossa nova, la gui- tarra de Baden Powell y las enseñanzas de Villa-Lobos en su sangre, no suena pa- recido a nadie de sus com- patriotas. A nadie. Picasso alguna vez di- jo que le llevó toda la vida aprender a pintar como un niño. Algo parecido podría decirse de la música de Gismonti: intensos estu- dios con Nadia Boulanger en París y sólidos concep- tos de orquestación para poder destilar los sonidos naturales de la tierra, de la selva Xingú, esos sonidos que tienen la espontanei- dad del viento y de los ríos, que fluyen y siempre se- ducen, como la música de Gismonti, esté solo o bien acompañado. Entre sus primeros discos hay que destacar Orfeo No- vo, grabado en Alemania en 1970, en compañía del flau- tista Bernard Wystraete, el imponente contrabajista Jean-François Jenny-Clark y quien en ese entonces era esposa de Gismonti: la vocalista Dulce Nunes. El brasileño aparece con una sencilla guitarra de seis cuerdas. Dos temas se adelantan en el libro de composiciones: Parque La- je y Salvador , que luego se convertiría en un clásico de su repertorio. No es el Gis- monti selvático ni orquestal, es más reposado, intimista, de cámara. Pero el sonido característico ya está ins- talado. El disco fue produci- do por el conocido jazzófilo Joachim E. Berendt, un tipo con olfato para las propues- tas novedosas y el talento en bruto. No hay caso: el que sabe, sabe. Su discografía es muy amplia. En Brasil grabó pa- ra EMI, entre otros trabajos, Agua e vinho, Egberto Gis- monti, Corações futuristas y Academia de danças. Nada de voces para una noche cálida sobre Ipanema o Le- blon, nada de complaciente alegría carnavalera, nada de conformismo. Una mú- sica completamente única, anticomercial, con arreglos eléctricos y vueltas sor- prendentes. Arte eterno: Solo, el disco de Egberto Gismonti grabado en 1978, fue un punto culminante en su carrera; el próximo 30 de abril, el músico brasileño estará en el Solís La selva orquestada En noviembre de 1978, el guitarrista, pianista, vo- calista y compositor brasi- leño Egberto Gismonti en- traba en el sagrado Talent Studio de Oslo. Llevaba su guitarra de ocho cuerdas y unas campanitas, nada más. Naturalmente, el estu- dio se hacía cargo del pia- no, un piano en el que había tocado Keith Jarrett exacta- mente un año atrás, cuando grabó My Song. Como era de esperar, es- taban el ingeniero de soni- do Jan Erik Kongshaug y el productor Manfred Eicher, fundador del sello ECM. Salieron seis temas: la ex- tensa pieza Selva amazó- nica, Pau Rolou, Ano Zero, Ciranda nordestina y Frevo y Salvador , dos de las más conocidas composiciones de Gismonti. El asombro fue inmediato, en particular por los sonidos que el mú- sico era capaz de sacar en Selva amazónica. Parecía que allí hubiera más de un guitarrista. En realidad, to- da una orquesta era la que se abría paso entre la male- za, los pastizales y el fango, una suerte de movimiento sonoro capaz de incorpo- rar el costado más salvaje de la naturaleza con las ar- monías ordenadas. Y eso que el disco aclara, por las dudas, que no hubo sobre- grabación de guitarra... Era Gismonti solito, a la intem- perie, con su clásica barba y su coleta. Solo se editó en 1979 y solamente en Estados Uni- dos vendió más de 100.000 copias, una inmensidad si se toma en cuenta que no es una propuesta sencilla ni comercial. En esa músi- ca había años de estudio y academia, desde Stravins- ky, Debussy y los concep- tos dodecafónicos, hasta las raíces más profundas del folclore brasileño, todo mixturado con la improvisa- ción jazzística. Música libre y difícil de clasificar pero re- conocible al instante: sola- mente puede ser Gismonti. Han pasado 37 años de la edición de este disco y el maestro de las cuerdas y las teclas volverá a tocar en Montevideo, con sus gui- tarras, su voz y un piano, el próximo jueves 30 de abril en el Teatro Solís a partir de las 19.30 horas, en el mar- co del Día Internacional del Jazz. El evento es organiza- do por Jazz Tour e incluye, para el mismo día a las 18 y en la Sala Zavala Muniz, ¿Qué es una jam?, donde docentes-músicos explica- rán los conceptos básicos de una jam session. Gismonti nació en Carmo, un municipio de Río de Ja- neiro con unos 20.000 habi- tantes, en 1947. Estuvo va- rias veces en Uruguay, solo y bien acompañado. Una de sus visitas, en el teatro Stella de Mercedes y Tristán Nar- vaja, tuvo un frustrante re- sultado pero no por culpa de Gismonti; iba a tocar con la Filarmónica de Montevideo, dirigida por Federico García Vigil, pero una huelga de mu- nicipales hizo que Gismonti tuviera que volver al formato solitario, con la tímida inter- vención de algún instrumen- tista que prefirió ser músico Gismonti comenzó a so- nar con fuerza en el pano- rama musical internacional gracias a su colaboración con ECM, y en particular a través del primer disco pa- ra el sello alemán: Dança das cabeças (1976), junto a Naná Vasconcelos. Gui- tarra, voz y percusión, úni- camente esos elementos para cocinar. Una música imbricada, tan suelta como compleja. Y tan imbricada y extraña que llevó a los em- pleados de las disquerías a las más variadas opciones para colocar sus discos en las góndolas: pop para los ingleses, folclore para los estadounidenses, música clásica para los alemanes y el que no sabía qué hacer le encajaba la grifa jazz. Es que Gismonti debería tener una góndola para él solo. Luego vendrían Sol do meiodia(1978),conJanGar- barek, Ralph Towner, Collin Walcott y Naná; Magico y Folk Songs (1979, ambos con Garbarek y Charlie Ha- den) y Sanfona (1980, disco doble, de un lado Gismonti solo y del otro con Mauro Senise, Zeca Assumpção y Nené). Pero hay mucho más, porque también siguió grabando en Brasil cosas siempre creativas como No Caipira (1978), Circen- se (1979), Fantasía (1982) y Trem Caipira (1985). Sus últimas entregas también son para ECM: In Montreal (2001, en vivo con Charlie Haden), Saudações (2009, disco doble: por un lado con una orquesta femenina cu- bana y por otro con su hijo Alexandre Gismonti) y Ma- gico-Carta de amor (2012, otro disco doble, en vivo con Haden y Garbarek). Volvamos a Solo, aquel disco donde Gismonti, el hombre orquesta, demos- tró que se puede decons- truir el Amazonas sin ta- larlo, que se puede sonar con la variedad de todos los pájaros solo con una guita- rra. Gismonti pasó un tiem- po con Sapaim, el cacique de los indios de la región de Xingú. Cada uno tenía sus usos y costumbres y su sis- tema de lenguaje, pero se entendieron en el único uni- versal: la música. Eduardo Alvariza Egberto Gismonti

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BUSQUEDA ■ Jueves 23 de abril de 2015 ■ Pág. 37Vida Cultural

antes que un funcionario so-lidario. El brasileño no salía de su asombro ante la situa-ción. Eu não poso acreditar… repetía a cada rato.

Hijo de un acomodado empresario de ascenden-cia libanesa y de una ma-dre siciliana, desde muy temprana edad recibió educación musical. Su po-tencial rápidamente le valió una beca para estudiar en Viena, pero la rechazó con el fin de reparar en los so-nidos de su tierra. Se dio a conocer con O Sonho, una compleja pieza orques-tal que ya hablaba de sus habilidades para manejar múltiples instrumentos en una propuesta que rápida-mente se tornó distintiva, porque este hombre que tiene la bossa nova, la gui-tarra de Baden Powell y las enseñanzas de Villa-Lobos en su sangre, no suena pa-recido a nadie de sus com-patriotas. A nadie.

Picasso alguna vez di-jo que le llevó toda la vida aprender a pintar como un niño. Algo parecido podría decirse de la música de Gismonti: intensos estu-dios con Nadia Boulanger en París y sólidos concep-tos de orquestación para poder destilar los sonidos naturales de la tierra, de la selva Xingú, esos sonidos que tienen la espontanei-dad del viento y de los ríos, que fluyen y siempre se-ducen, como la música de Gismonti, esté solo o bien acompañado.

Entre sus primeros discos hay que destacar Orfeo No-vo, grabado en Alemania en 1970, en compañía del flau-tista Bernard Wystraete, el imponente contrabajista Jean-François Jenny-Clark y quien en ese entonces era esposa de Gismonti: la vocalista Dulce Nunes. El brasileño aparece con una sencilla guitarra de seis cuerdas. Dos temas se adelantan en el libro de composiciones: Parque La-je y Salvador, que luego se convertiría en un clásico de su repertorio. No es el Gis-monti selvático ni orquestal, es más reposado, intimista, de cámara. Pero el sonido característico ya está ins-talado. El disco fue produci-do por el conocido jazzófilo Joachim E. Berendt, un tipo con olfato para las propues-tas novedosas y el talento en bruto. No hay caso: el que sabe, sabe.

Su discografía es muy amplia. En Brasil grabó pa-ra EMI, entre otros trabajos, Agua e vinho, Egberto Gis-monti, Corações futuristas y Academia de danças. Nada de voces para una noche cálida sobre Ipanema o Le-blon, nada de complaciente alegría carnavalera, nada de conformismo. Una mú-sica completamente única, anticomercial, con arreglos eléctricos y vueltas sor-prendentes.

Arte eterno: Solo, el disco de Egberto Gismonti grabado en 1978, fue un punto culminante en su carrera; el próximo 30 de abril, el músico brasileño estará en el Solís

La selva orquestada

En noviembre de 1978, el guitarrista, pianista, vo-calista y compositor brasi-leño Egberto Gismonti en-traba en el sagrado Talent Studio de Oslo. Llevaba su guitarra de ocho cuerdas y unas campanitas, nada más. Naturalmente, el estu-dio se hacía cargo del pia-no, un piano en el que había tocado Keith Jarrett exacta-mente un año atrás, cuando grabó My Song.

Como era de esperar, es-taban el ingeniero de soni-do Jan Erik Kongshaug y el productor Manfred Eicher, fundador del sello ECM. Salieron seis temas: la ex-tensa pieza Selva amazó-nica, Pau Rolou, Ano Zero, Ciranda nordestina y Frevo y Salvador, dos de las más conocidas composiciones de Gismonti. El asombro fue inmediato, en particular por los sonidos que el mú-sico era capaz de sacar en Selva amazónica. Parecía que allí hubiera más de un guitarrista. En realidad, to-da una orquesta era la que se abría paso entre la male-za, los pastizales y el fango, una suerte de movimiento sonoro capaz de incorpo-rar el costado más salvaje de la naturaleza con las ar-monías ordenadas. Y eso que el disco aclara, por las dudas, que no hubo sobre-grabación de guitarra... Era Gismonti solito, a la intem-perie, con su clásica barba y su coleta.

Solo se editó en 1979 y solamente en Estados Uni-dos vendió más de 100.000 copias, una inmensidad si se toma en cuenta que no es una propuesta sencilla ni comercial. En esa músi-ca había años de estudio y academia, desde Stravins-ky, Debussy y los concep-tos dodecafónicos, hasta las raíces más profundas del folclore brasileño, todo mixturado con la improvisa-ción jazzística. Música libre y difícil de clasificar pero re-conocible al instante: sola-mente puede ser Gismonti.

Han pasado 37 años de la edición de este disco y el maestro de las cuerdas y las teclas volverá a tocar en Montevideo, con sus gui-tarras, su voz y un piano, el próximo jueves 30 de abril en el Teatro Solís a partir de las 19.30 horas, en el mar-co del Día Internacional del Jazz. El evento es organiza-do por Jazz Tour e incluye, para el mismo día a las 18 y en la Sala Zavala Muniz, ¿Qué es una jam?, donde docentes-músicos explica-rán los conceptos básicos de una jam session.

Gismonti nació en Carmo, un municipio de Río de Ja-neiro con unos 20.000 habi-tantes, en 1947. Estuvo va-rias veces en Uruguay, solo y bien acompañado. Una de sus visitas, en el teatro Stella de Mercedes y Tristán Nar-vaja, tuvo un frustrante re-sultado pero no por culpa de Gismonti; iba a tocar con la Filarmónica de Montevideo, dirigida por Federico García Vigil, pero una huelga de mu-nicipales hizo que Gismonti tuviera que volver al formato solitario, con la tímida inter-vención de algún instrumen-tista que prefirió ser músico

Gismonti comenzó a so-nar con fuerza en el pano-rama musical internacional gracias a su colaboración

con ECM, y en particular a través del primer disco pa-ra el sello alemán: Dança das cabeças (1976), junto a Naná Vasconcelos. Gui-tarra, voz y percusión, úni-

camente esos elementos para cocinar. Una música imbricada, tan suelta como compleja. Y tan imbricada y

extraña que llevó a los em-pleados de las disquerías a las más variadas opciones para colocar sus discos en las góndolas: pop para los ingleses, folclore para los

estadounidenses, música clásica para los alemanes y el que no sabía qué hacer le encajaba la grifa jazz. Es

que Gismonti debería tener una góndola para él solo.

Luego vendrían Sol do meio dia (1978), con Jan Gar-barek, Ralph Towner, Collin Walcott y Naná; Magico y Folk Songs (1979, ambos con Garbarek y Charlie Ha-den) y Sanfona (1980, disco doble, de un lado Gismonti solo y del otro con Mauro

Senise, Zeca Assumpção y Nené). Pero hay mucho más, porque también siguió grabando en Brasil cosas siempre creativas como No Caipira (1978), Circen-se (1979), Fantasía (1982) y Trem Caipira (1985). Sus últimas entregas también son para ECM: In Montreal (2001, en vivo con Charlie Haden), Saudações (2009, disco doble: por un lado con una orquesta femenina cu-bana y por otro con su hijo Alexandre Gismonti) y Ma-gico-Carta de amor (2012, otro disco doble, en vivo con Haden y Garbarek).

Volvamos a Solo, aquel disco donde Gismonti, el hombre orquesta, demos-tró que se puede decons-truir el Amazonas sin ta-larlo, que se puede sonar con la variedad de todos los pájaros solo con una guita-rra. Gismonti pasó un tiem-po con Sapaim, el cacique de los indios de la región de Xingú. Cada uno tenía sus usos y costumbres y su sis-tema de lenguaje, pero se entendieron en el único uni-versal: la música.

Eduardo Alvariza

Egberto Gismonti