enrique vila-matas - ventanas iluminadas
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VENTANAS ILUMINADAS.
Estoy pensando en el gran escritor argentino
Roberto Arlt y en aquella mañana de 1929 en
la que sus compañeros de trabajo le
encontraron en la redacción del periódico con
los pies sin zapatos sobre la mesa, llorando,
los calcetines rotos. Tenía enfrente un vaso con
una rosa mustia. Ante las preguntas y las
angustias de sus amigos, dijo:
-¿Pero no ven la flor? ¿No se dan cuenta que se
está muriendo?
Son las cuatro de la madrugada en Barcelona y
soy yo ahora el que tiene enfrente un vaso con
una rosa mustia. El vaso no me quita la
angustia, pero me ayuda aún más a pensar en
Roberto Arlt. En realidad pienso en él desde que
ayer un amigo literato me preguntó si en
alguna ocasión, al igual que hiciera Arlt en otros
días, me había fijado en las ventanas
iluminadas a las cuatro de la madrugada. Hizo
una pausa, y luego añadió: “Hay muchas
historias en ellas”.
Y es verdad, las hay. Lo sé muy bien yo ahora,
perfectamente insomne en mi personal zona de
angustia, a las cuatro de la madrugada. Y es
que acabo de ver, más allá de la rosa mustia,
la misteriosa ventana recién iluminada de un
vecino, y de inmediato me he preguntado qué
historia habrá en ella, qué estará sucediendo
ahí en ese interior.
A Roberto Arlt, hombre de grandes intuiciones,
las ventanas iluminadas en la alta madrugada
le mantenían despierto en muchas noches
interminables: “Nada más llamativo en el cubo
negro de la noche que un rectángulo de luz
amarilla. ¿Quiénes están ahí adentro?
¿Jugadores, ladrones, suicidas, enfermos?
¿Nace o muere alguien en ese lugar? Ventana
iluminada en la alta madrugada. Si se pudiera
escribir todo lo que se oculta detrás de tus
vidrios biselados o rotos se escribiría el más
angustioso poema que conoce la humanidad.”
Mirando desde mi zona de angustia esa ventana
iluminada del vecino, mi imaginación se ha
despertado y he pensado, en primer lugar, en
alguien que a estas horas está navegando por
la infinita red de la pantalla de su ordenador.
No sé por qué he elegido esta opción. El
hecho es que muchas veces, al comenzar desde
una zona de angustia un texto sonámbulo como
éste, pretendo llevar a cabo un acto que me
permita situarme en este mundo. Pero también
es cierto que, en cuanto escribo la primera
frase, mi angustia me deja algo parecido a un
regusto de sollozo ante una rosa mustia, pues
veo que mi mundo ha quedado ya de inmediato
limitado.
Mi angustia viene de mi deseo de ser yo
mañana una persona distinta, alguien no atado
a la primera frase de sus escritos. Y logro
calmarla ahora al ponerme a pensar que tal vez
mi vecino está espiando otra ventana iluminada
en la alta madrugada, y esa ventana es la mía y
para él yo puedo estar ahora a punto de
suicidarme, o tal vez celebrando un dinero
ganado en un casino de juego, o, simplemente,
ser alguien al que, de tanto mirar a la rosa
mustia o a la luz de su ordenador, se le han
quemado las pupilas.
Ventanas que son faros en la alta madrugada.
Hay muchas historias en ellas. Historias de
ladrones con linternas o de moribundos que
dictan su último testamento. Historias de madres
que se inclinan atormentadas de sueño sobre
una cuna. Historias de parejas que hacen el
amor o de tipos que charlan interminablemente
sobre el misterio del universo. Historias de
insomnes que piensan que el más angustioso
poema que se puede escribir sobre la humanidad
está ahí, en las ventanas iluminadas de las
cuatro de la madrugada.
Ventana iluminada del vecino, la que estoy ahora
contemplando. Es la ventana de alguien que se
ha asomado a la Red y tiene a su disposición el
mundo entero, sin limitaciones. Me tiene incluso
a mí, espía estéril que aspira a que mañana sea
otro día y yo no siga siendo el que ha escrito
este texto que nació sonámbulo en la alta
madrugada. Tal vez mañana consiga yo ser otro,
pero creo que seguiré siendo el que una vez
más intentará de nuevo situarse en este mundo
y, para ello, desde la gran zona de angustia de
la Red, volverá a escribir la primera frase
sonámbula de un escrito que, de nuevo, será
incapaz de abarcar un mundo que, como el
hondo aire azul, no está en ninguna parte, y es
interminable.
Enrique Vila-Matas
Enrique Vila-Matas: Textos. Ventanas iluminadas. http://www.enriquevilamatas.com/textos/textventana.html
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