en torno a la migración

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La fuerza de la presencia.En torno a la migración,

la pobreza y el género

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La fuerza de la presencia.En torno a la migración,

la pobreza y el género

Manuela Camus(compiladora)

UNIVERSIDAD DE GUADALAJARA

2013

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Primera edición, 2013

D.R. © 2013, UNIVERSIDAD DE GUADALAJARA

Centro Universitario de

Ciencias Sociales y Humanidades

Coordinación Editorial

Juan Manuel 130

Zona Centro

Guadalajara, Jalisco, México

Consulte nuestro catálogo en: www.cucsh.udg.mx

Obra completa ISBN: 978-607-450-405-7

Segundo volumen ISBN: 978-

Imagen de portada

Impreso y hecho en México

Printed and made in MexicoEsta edición fue financiada con recursos del ProgramaIntegral de Fortalecimiento Institucional (PIFI) 2009, acargo de la Secretaría de Educación Pública.

Este programa es público y queda prohibido su usocon fines partidistas o de promoción personal.

PROGRAMA INTEGRAL DE FORTALECIMIENTO INSTITUCIONAL

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Índice

Presentación................................................................................................ 9

Introducción ............................................................................................. 11

Hacia una perspectiva interseccional y continental de las luchaspor los derechos de migrantes en Los Ángeles

Enrique C. Ochoa y Gilda L. Ochoa ............................................. 21

Madres mexicanas que emigran: motivos, contextos,costos y beneficios

Norma Stoltz Chinchilla y Kristine Zentgraf ............................... 41

Experiencias de los migrantes mexicanos:en el sistema de bienestar social

Mario Alfredo Navarro Ruvalcaba ................................................ 71

Diabetes, género y migración:historias de mexicanas que se fueron, se quedaron y otras regresaron

Ivonne Vizcarra Bordi y Patricia Cruz Bello .............................. 121

Una agenda particular: los motivos femeninos de la migraciónPatricia Arias ................................................................................. 149

Desigualdad y violencia en las comunidades en movimientoManuela Camus ............................................................................. 179

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8 LA FUERZA DE LA PRENSENCIA. EN TORNO A LA MIGRACIÓN, LA POBREZA Y EL GÉNERO

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INTRODUCCIÓN 9

Presentación

Esta publicación es parte de la Colección del Centro de Estudios de Géne-ro, un proyecto que fomenta la difusión de trabajos académicos que seestán produciendo en la Universidad de Guadalajara incorporando el aná-lisis de la perspectiva de género.

Este esfuerzo fue posible gracias a la confianza que tuvo la Secretaríade Educación, a través de los recursos PIFI, para apoyar en el Centro elproyecto denominado La transversalización de la perspectiva de género enla Universidad de Guadalajara.

El objetivo y reto de esta colección es dar a conocer las investigacionesque recogen la preocupación por la desigualdad estructural e histórica quese produce entre mujeres y hombres, y dirigirse, de manera simultánea, aun público amplio y específico. Esperamos que la comunidad universitariade Jalisco y de México reconozca, valore y discuta estos productos de in-vestigación para sumarlos críticamente a sus procesos de conocimiento.

DRA. CÁNDIDA ELIZABETH VIVERO MARÍN

Centro de Estudios de GéneroUniversidad de Guadalajara

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Este libro recoge diversos y valiosos aportes sobre temas estra-tégicos desde una perspectiva académica pero, sobre todo, huma-na. La Feria Internacional del Libro de Guadalajara, que en el año

2009 se congratuló con la invitación especial de la ciudad de Los Ángeles,y el Centro de Estudios de Género de la Universidad de Guadalajara, con-vocaron esta fructuosa relación entre aspectos tan sensibles como la mi-gración, la pobreza y el género.

El escenario de pobreza y desigualdad introduce a México, como atantos países de América Latina y del mundo, en el mundo global a costa dela «exportación» de personas que, a diferencia de la de otras mercancías,se produce con la aquiescencia de los países implicados desde la trasgresiónde la legalidad. Como señala el sociólogo Zygmunt Bauman, la movilidades un hecho consustancial en la historia de la humanidad, ahora marcadapor los avances tecnológicos, pero también por la enorme desigualdad quese marca entre países y entre los sujetos globales y locales: con y sin pape-les, que distinguen una condición de humanidad: del ser al no ser (Bauman,1999). Sujetos y grupos en el mundo pueden disfrutar o no de una ciudada-nía de calidad abrumadoramente diferenciada según su acceso a una docu-mentación que les dota de visados y permisos de movilidad. Unos podránatravesar territorios y cruzar fronteras por cielo, mar y tierra; otros depen-derán de sus propios medios físicos para jugarse la vida en el esfuerzo de

Introducción

A la ciudad de Los Ángeles

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cruzar la misma arbitraria línea desde las precarias pateras o como «espal-das mojadas».

Los inmigrantes y sus descendientes parece que llevan el estigma ta-tuado y siempre será más difícil para ellos la aceptación y la valoración enla sociedad receptora. La migración es un enorme esfuerzo de auto inclu-sión de los excluidos y, como sabemos, los salarios transnacionales o remesasfamiliares apenas sirven para ayudar a las familias a superar y/o evitar supobreza.

Y para dificultar y problematizar más este escenario, si lo leemos enfemenino observaremos que es una mirada que cuesta, que hasta tenemosque forzarnos a hacerla ¿mujeres emigrantes? ¿mujeres desplazadas? ¿mu-jeres expulsadas? ¿mujeres viajeras? Entonces, nuestro panorama referencialse modifica drásticamente y como por magia se nos abren los ojos a situa-ciones que la masculinización lingüística colabora a ocultar, a obviar, hastaeliminar.

Pero si la migración y la específica de mujeres es tema más que sufi-ciente para convocar cualquier encuentro como este, otro blanco de opor-tunidad se suma a esta homenaje: la ciudad con el místico nombre de LosÁngeles, cuya sola mención nos evoca un cúmulo de sentimientos contra-dictorios. Es una historia larga la que se acumula. Los Ángeles es, paraAmérica Latina y especialmente para México, un símbolo de hermandad,de empatía, de amor y odio. Son lazos que se hacen profundos e invisibleso inconmensurables porque corren en el anonimato de tantas venas distri-buidas por tantos rincones de la escabrosa geografía americana.

La placita Olvera, el barrio de Pico Union, East L. A., son ya parteirremediable de nuestra cultura y de nuestra cartografía sentimental. SiMiami es la capital del imperio para Latinoamérica, con su imán para unasélites maestras en la simulación, el shopping y el show, la ciudad de LosÁngeles es arrabalera, callejera, pública y desnuda. Una ciudad de violen-cias diversas y de hospitalidad extrema, el protagonismo del dandi o fresatransnacional y extraterritorial se transmuta al territorializado chicano, la-

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INTRODUCCIÓN 13

tino y/o hispano. Y es en esta megalópolis, «la ciudad de cuarzo» como lallama Mike Davis, donde la tenacidad nos permite encontrar a tantos suje-tos en la lucha por la sobrevivencia y por ese futuro que buscan alcanzar enotras tierras que quizás nunca fueron «otras». Este complejo y disputadoescenario fronterizo ha tenido enormes consecuencias para tantos«migrantes» o extraños en su propia tierra, para unas mal entendidas –sinoagraviadas– «minorías étnicas», que son casi la mitad de su población.

Como tantos espacios abrigo en Estados Unidos y en el mundo, LosÁngeles es un nido muy especial para los latinoamericanos. Haber tenido aesta ciudad como invitada especial a la Feria del Libro de Guadalajara tie-ne un sentido sentimental profundo. Visto desde Jalisco, como metáfora detoda Latinoamérica, no puede pensarse nuestra cotidianeidad sin el fluir dela sangre que nos conecta ya para siempre.

Por esto el título del ibro se refiere a la fuerza de la presencia, el flujode tantos anónimos inmigrantes que provocan transferecias .... que ... ex-presan culturas y otras relaciones sociales, políticas, en su intenciònhecatómbica/cataclìsmica...

El volumen de documentos, información, datos, referencias, investi-gaciones, es enorme y aun insuficiente para abarcar las implicacionesque tiene la movilidad de tantos millones de personas por la superficie dela tierra, hombres y mujeres trasladándose por aspiraciones y por expul-siones económicas, huyendo de persecuciones políticas o ambientes vio-lentos, por asignaciones laborales, por estudios, por placer, por negocios...Incluso, en México, hay tal cúmulo de trabajos sobre migración y de tan-ta calidad que no podríamos referirlos aquí, por ello sólo vamos a desta-car lo que esta publicación ofrece.

El trasfondo común en estos textos es el de una sana modestiametodológica. Los lectores encontrarán resultados honestos de acercamien-tos diversos al complejo mosaico de personas afectadas por el vaivén de lamovilidad en todos los sentidos. La propuesta consiste en acercarnos como«académicos» que somos pero sin pretensiones –ya hay tanto dicho y son

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tantas las historias pendientes de contarse– a diferentes situaciones quenos preocupan en torno a qué está pasando en México y Centroaméricacon las personas forzadas a cambiar su cotidianidad y su mundo de vidapor la esperanza de un cambio en las mismas. Y además se fija especial-mente en quienes se han incorporado más recientemente al campo visualde la sociedad mayor: mujeres y mujeres campesinas y/o indígenas. Con-vocar sus palabras y sus experiencias junto a su inmersión en realidadessociales más amplias es una base común de los trabajos que se presentan.Se puede decir que hay una voluntad de acción política en traer al frente lostestimonios y acciones de los y las desheredados, y poner los granitos dearena necesarios para captar con más fuerza la complejidad y las desigual-dades en que nos movemos día a día. Si algo comparten estos extractos deinvestigaciones etnográficas diversas es el recuperar esas figuras pobres,anónimas y mujeres; es el extraordinario reto, que supone el desgajamientoy la fuerza centrífuga migratoria, su desorden, y nos reiteran cómo éstasson claves en la creación de los vínculos transnacionales. Las mujeres in-fluidas por la transnacionalización nos regresan a la realidad de las peque-ñas miserias, dolores, esperanzas, alegrías; su presencia e intervencióngenera otros ámbitos, otras relaciones, otras convivencias, otras desigual-dades, también otras esperanzas.

Los dos trabajos iniciales corresponden a una participación desde LosÁngeles. El artículo de los profesores y hermanos Enrique Ochoa y GildaOchoa da inicio a esta compilación. Ellos proponen un marco teóricometodológico para el estudio de los novedosos y desconocidos movimien-tos sociales de los migrantes en Estados Unidos, específicamente en LosÁngeles. Nos recuerdan que, pese a la velocidad de los procesos políticos,es fundamental entender las historias de donde proceden y la persistenciasde unas luchas organizadas que no son casuales. Enrique y Gilda planteannuevas formas de análisis que incluyen la transnacionalidad y la intersec-cionalidad, es decir, el movimiento de los migrantes supone entenderlo desdela diversidad de sus orígenes históricos y geográficos y sus diferentes di-

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mensiones de género, clase y etnicidad. Proponen considerar y denunciarel juego de los sistemas de poder y el manejo de la ideología de superiori-dad anglo-americana explicitando el papel de Estados Unidos como res-ponsable del despojo de América Latina y de los movimientos de migracióneconómica que han provocado; y observar también el caudal y la experien-cia organizativa de los actuales grupos de activistas desde sus lugares deorigen. En el repaso que hacen a algunas de las iniciativas organizativas seponen de manifiesto la presencia de colectivos ninguneados en la historia yen los estudios: trabajadoras domésticas, indígenas, mujeres, que incorpo-ran formas creativas a los liderazgos y a las estrategias de lucha.

El balance de los costos y beneficios de la separación materno filial enla migración es el sensible tema que abordan Norma Stoltz y KristineZentgraf. Y para ello, como los anteriores, proponen un abordaje nove-doso que incorpora la disección de los factores que están en juego enestas «familias transnacionales», entre ellos la ideología de género y fa-miliar, de lo que supone «ser una buena madre» y de lo que supone elentendido de una familia «normal» o «anormal». Lo que presentan sebasa en las entrevistas a ocho mujeres mexicanas que han vivido por añosla separación de sus hijos al migrar a Estados Unidos y reflexionan sobrelas secuelas de ello. Esto es un avance de un proceso de investigación másambicioso sobre las características de estos alejamientos madres-hijos yla dinámica de las reunificaciones que incluye mujeres de otros países yello lo reflejan en la extensa y completa revisión bibliográfica que nosofrecen. En este esfuerzo por recoger la perspectiva y sentimientos de lasmujeres revelan cómo las decisiones y justificaciones de estas madres adistancia resultan más difíciles que para los hombres, por la ideologizaciónde la relación madre-hijo; revelan también cómo se han subestimado lascifras de las mujeres migrantes por la subvaloración de las mismas. Lasmujeres que migran parecen «desaparecer» de la consideración social ycomunitaria, como si fueran condenadas al ostracismo de la memoria yhasta de los registros oficiales y de los estudios. Esto es un señalamiento

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importante a la ideología patriarcal que tenemos naturalizada y que, comoveremos, luego reforzarán los trabajos de Ivonne Vizcarra y Patricia Cruzy el de Patricia Arias.

El aporte de Mario Alfredo Navarro se realiza también desde las expe-riencias de los migrantes mexicanos, en este caso desde el condado de LosÁngeles, California. Su indagación se centra en los efectos de las políticasy programas sociales sobre la vida laboral de los migrantes, en la tensióndel participar como beneficiados en el sistema de bienestar y el ser parte deun mercado laboral. En el caso de las mujeres explora además las contra-dicciones que les crea ser mujer trabajadora y ser madre. Como vemos, setrata de un mundo complementario al presentado por Stolz y Zentgraf,pues aquí lo que encontramos es a mujeres migrantes legalizadas y enreunificación con su familia. De nuevo el autor lidia con la fuerza de lasideologías, en este caso disecciona especialmente el estigma y el prejuicioque se crea sobre los y las beneficiarias de los programas sociales. El pro-yecto estadounidense y su acento en la moral del trabajo y el esfuerzo quese verían recompensados, se confronta a la condición de pobres y«holgazanes» que además son extendidos socialmente como auto exclui-dos de este modelo cultural. Revisando los diferentes programas, muestracómo los «asistidos» económicamente son vistos, tratados y hasta autopercibidos incluso, como una «sub clase» de aprovechados del sistema. Deesta manera fomenta la percepción de que esas políticas son un derrocheque perjudican a quienes lo reciben y que los individuos son los responsa-bles de esa situación. La falta de canales de comunicación que fomenta esapresión impide que la voz y opiniones de los excluidos sea escuchada, cuandocon su experiencia, críticas y aportes podrían colaborar a modificar el com-plejo sistema de beneficios. Un sistema que, caracterizado por la ausenciade capacitación, oportunidad, información, funciona como una barreraobstaculizadora en la búsqueda empleos menos precarios. El welfare con-sume a sus usuarios; sus administradores no saben tratar a las personas y laobtención de los cheques implica un camino tortuoso y humillante. Así, el

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autor responde al «silencio de los pobres» y de muchas mujeres migrantesmexicanas, otorgándoles su capacidad de opinar críticamente sobre los fac-tores que afrentan a la supervivencia de sus familias.

A través de seis historias de vida, Ivonne Vizcarra y Patricia Cruz Belloexploran cómo afecta el proceso de migración y la construcción social del sermujer en factores de riesgo no clínicos relacionados con la diabetes de tipomellitus: es un estudio de género y salud. Las experiencias de vida de estasmujeres en situaciones económicas extremas se analizan en cuatro procesos:la decisión de migrar, el viaje, la residencia y el retorno, y en todas ellas sedestaca el alto nivel de vulnerabilidad, injusticia y violencia. El estrés perma-nente y el choque cultural con el que tienen que sobrevivir en su peregrinarsiguiendo a esposos autoritarios y violentos facilitó el desarrollo de altera-ciones físicas como la diabetes degenerativa, que exige tratamientos costo-sos a los que tienen un acceso muy limitado. Para ellas las diabetes será unacruz a cargar en sus duras vidas.

Los dos últimos trabajos cambian el eje de la mirada y lo hacen desdelos lugares de origen de los migrantes. El de Patricia Arias se refiere a losmotivos que tienen las mujeres para optar por el camino de la migración.Desde el inicio advierte sobre el énfasis de su acción voluntaria por romperlos esquemas del dominio patriarcal y de su condición subordinada en susdiferentes dimensiones familiares-sociales: hijas, solteras, viudas, esposas,madres... que se expresa para ellas en control social, sanciones, restriccio-nes, extorsiones sentimentales, sospechas, miedos, coacciones. Para la au-tora, las mujeres cargan con una desigualdad sistemática en derechossociales y en la práctica de su libertad y, por ello, va a poner el acento nosólo en la expulsión por las carencias económicas, sino en la salida por lassituaciones de precariedad y violencia en los círculos domésticos y conyu-gales, familiares y comunitarios, una vía de escape que es difícil, nos dice,pero viable. La hipótesis que aventura como final de las reflexiones es muyprovocativa y cruda: la agenda particular de las mujeres para migrar, suvoluntad por romper su situación de subordinación en la pareja, la familia,

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la comunidad, refleja el resquebrajamiento de los modelos mesoamericanoy ranchero de reproducción social, que refiere un control jerárquico y derelaciones de género profundamente desigual para ellas. Ya no sólo debe-mos pensar en las condiciones de crisis del mundo rural como motivo deexpulsión y despoblamiento del campo, sino en la construcción de otrasrelaciones sociales, porque las que se dan generan para las mujeres pocasrazones para quedarse.

La exposición final privilegia el sujeto colectivo de la comunidad indíge-na en el país vecino de Guatemala y se enfoca en los retos que se le presentancon la globalización y con la masiva migración de sus miembros hacia Esta-dos Unidos. Aunque la migración no explica todas las transformaciones quese están sintiendo, se puede hablar de una «capitalización por sí mismos» através de las remesas que facilita la introducción del desarrollo y los serviciosen las cabeceras municipales. Otra novedad significativa en esta diáspora esla generación de las comunidades transnacionales que, aunque se traten deexperimentos incipientes y precarios, están dando un giro a las identidadesinferiorizadas y totales de los indígenas guatemaltecos, abriéndolas a nuevasexperiencias y a otras dimensiones. Respecto a las vivencias de las mujeres,quienes hasta ahora han tendido a mantenerse en las comunidades de ori-gen, la ausencia de tantos hombres jóvenes supone transformaciones en lasdesiguales relaciones de género, pero lo que se subraya es que ésta no seríala vía que ellas hubieran escogido para su reposicionamiento. La miradafinal es de cierto escepticismo, pues el esfuerzo migratorio no es suficientepara alejarse de la precariedad económica. Incluso esa dependencia de lasremesas pueden derivar actualmente el constante acecho y prácticas de ejer-cicios criminales sobre los inmigrantes que permiten hablar de una situaciónde catástrofe humanística, las dificultades crecientes en el viaje al Norte, lasdeportaciones y el desempleo en Estados Unidos, en un creciente endeuda-miento de estas poblaciones.

Desde el Centro de Estudios de Género de la Universidad de Guadalajaranos orgullocemos al reconocernos en nuestro corazón angelino, a la vez

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que con las voces de tantas mujeres anónimas que luchan por la vida encualquier tierra, en cualquier lugar.

Manuela Camus

BIBLIOGRAFÍA

BAUMAN, Zygmunt (1999) La globalización. Consecuencias humanas. Méxi-co: FCE.

DAVIS, Mike (2003) La ciudad de cuarzo. Arqueología del futuro en Los Ánge-les. España: Lengua de Trapo.

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Movimientos migrantesy una perspectiva continentalde la migración latinoamericana en Los Ángeles1

Enrique C. Ochoa2 y Gilda L.Ochoa3

En la primavera de 2006, millones de latinas y latinos en EstadosUnidos salieron a las calles a manifestar su oposición a la propuestacongresista 4437, también conocida como el Acta de Protección de

la Frontera, ontra-Terrorismo, y el Control de Migración ilegal del con-gresista Sensenbrenner. Esta legislación hubiera criminalizado a cualquierpersona que entrara a Estados Unidos sin documentos y a quien les ayuda-ra. Casi un millón de inmigrantes y sus familias y aliados en Los Ángelesrespondieron a esta propuesta de ley con gritos de «Sí se puede» y «nosomos criminales», con marchas y boicots en los lugares de trabajo y en lasescuelas.

Estas manifestaciones y luchas migratorias captaron la atención nacionale internacional a las luchas migratorias. En Estados Unidos, los medios decomunicación caracterizaron a esos movimientos como «el despertar del gi-gante dormido» (Aizenman, 2006; Blumenthal, 2006; Clark, 2006). La mag-nitud de las manifestaciones sorprendieron a muchos estadounidenses,quienes habían aceptado el mito de que la población migrante, y latina enparticular, era un grupo pasivo (Mariscal, 2006). Incluso los medios en espa-ñol se quedaron sorprendidos y dieron crédito a los locutores de radio quehicieron anuncias en sus programas por impulsar las manifestaciones.

1 Agradecemos los comentarios de Ángela Vergara para este trabajo.2 California State University, Los Ángeles3 Pomona College

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Así mismo, familias y comunidades en México, en Centroamérica, y elCaribe, estuvieron pendientes de esas movilizaciones. Aunque en algunoslugares habían boicots de compañías estadounidenses como Wal-Mart yMcDonald’s, en general éstos no tuvieron mucho éxito. Esta comunidadesen México y Centroamérica y otras partes se enteraron de las marchas nosólo por la globalización de los medios de comunicación, sino también através de sus parientes.

Estuvo ausente de ese reportaje un análisis crítico de la historia y delcontexto político y social de la migración de América Latina a EstadosUnidos. Ésta careció también de una comprensión de la historia profundade organización político y social de la población latina, así como de laforma en la cual la globalización neoliberal ha transformado los patronesde migración. Los estudios chicanos/as y latinos/as se han desarroladopor muchos años dentro del contexto de la historia de Estados Unidos.Así mismo, los estudios latinoamericanos, aunque se han enfocado en elestudio de las relaciones América Latina-Estados Unidos, no han puestosuficiente énfasis en la población de origen latinoamericano en los Esta-dos Unidos (Ochoa y Ochoa, 2005; González y Fernández, 2003). La his-toria de la población latinoamericana en Estados Unidos requiere un análisisno sólo de la estructura macro-económica de la migración sino también elcarácter de la organización de los migrantes, lo cual implicaría explorarcómo las nuevas tendencias migratorias han cambiado las organizacionescomunitarias, notándose un enfoque del pasado más amplio, nuevosliderazgos de mujeres y hombres, y mayores vínculos transnacionales.

Ese estudio utiliza un enfoque interdisciplinario que pone atención enel crecimiento capitalista, la expansión imperialista, y la ideología de lasuperioridad anglo-americana y cómo estos factores han impactado histó-ricamente a la comunidad latino/a en Los Ángeles. Al enfocarnos en estoshechos estructurales, podemos observar cómo los sistemas de poder y des-igualdad han afectado la vida de las comunidades migrantes y cómo éstas,muchas con una historia de activismo en sus países de origen, se han orga-

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nizado. Estos cambios están creando un movimiento migrante más fuerte ydiverso, que cuenta con una amplia participación, vínculos con las comuni-dades de origen y demandas cada vez más extensas —no sólo el derecho ainmigrar sino también por el derecho a no inmigrar.

MIGRACIÓN, EXPANSIÓN CAPITALISTA

Y EL IMPERIO ESTADOUNIDENSE

Desde su fundación en 1781 por migrantes del interior de México, la ma-yoría originarios de Sinaloa-Sonora, Los Ángeles ha sido una ciudad ínti-mamente ligada a México y a América Latina. La integración capitalistadel mercado laboral de México con Estados Unidos aumentó durante lossiglos XIX y XX, creando y reforzando estructuras de desigualdad económi-ca y racista y una fuerte dependencia económica. Una de las consecuenciashan sido ciclos de migración masiva, con millones de personas cruzandolas fronteras en busca de trabajo, pero que han encontrado un ambientehostil.

Entonces, es necesario analizar la migración latinoamericana en el con-texto de las relaciones desiguales entre Estados Unidos y los países lati-noamericanos. Esta relación asimétrica ha derivado en una integracióneconómica desigual del hemisferio. Sus políticas han resultado en el migrantecomo «cosecha del imperio» (González, 2000). Aunque este proceso hacambiado en los últimos 200 años, el proceso de integración de las econo-mías se ha mantenido constante, incorporando a los procesos migratorioscada vez a más gente provenientes de distinta regiones y culturas e influ-yendo sus vidas, aún más por esta relación con Estados Unidos.

Desde el siglo XIX, el desarrollo del capitalismo en EE. UU. ha demanda-do una búsqueda de mercados y recursos en las Américas, impulsando unproceso de integración económica que ha favorecido a EE. UU. En las déca-das de 1820 y 1830, comerciantes estadounidenses trataron de conectar losmercados del Norte de México a la costa Atlántica de EE. UU. Esto resultó

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en la invasión estadounidense de México y la anexión de más de la mitad delterritorio mexicano. Con el Tratado de Guadalupe Hidalgo y el estableci-miento de la nueva frontera, las comunidades mexicanas que entraban a Es-tados Unidos se enfrentaron a una nueva situación, en que la poblaciónmexicana perdía sistemáticamente sus tierras y recursos mientras se les im-ponía un idioma y cultura extranjera (Barrera, 1979).

Durante el siglo XIX, comerciantes estadounidenses entraron en Méxi-co, Centroamérica y el Caribe en lo que muchos refieren como la segundaconquista de América Latina. Capitalistas estadounidenses dominaron im-portantes sectores de la economía de México: incluyendo el 80% de losferrocarriles mexicanos, el sector minero, la mitad de la industria petroleray más que un cuarto de la superficie de la tierra (Hart, 2002). Está expan-sión formó un mercado laboral integrado, con mexicanos trabajando enferrocarriles, minas y faenas agrícolas tanto en México como en EE. UU.(González y Fernández, 2003; Raat, 1992). En la región del Caribe, lainversión estadounidense creció de 21 millones de dólares a 93 millonesentre 1897 y 1914 (LaFeber, 1984). En Centroamérica, compañías estado-unidenses monopolizaron las plantaciones bananeras, minería, ferrocarri-les y otros transportes.

La expansión económica de EE. UU. estuvo muy relacionada con su cre-cimiento como potencia militar. Entre 1869 y 1897, el gobierno estadouni-dense envió buques a diversos puertos en América Latina 5 980 veces paraproteger sus intereses comerciales (Grandin, 2006: 20). La guerra contraEspaña (1898-1901) fue en realidad una intervención en la guerra de inde-pendencia cubana y resultó en la colonización de Puerto Rico y las Filipinas.Entre 1910 y 1933, EE. UU. invadieron países latinoamericanos más de 34veces y ocuparon Cuba, la República Dominicana, Haití, Nicaragua y Pana-má por varios años (Grandin, 2006: 20). La expansión económica y militarde EE. UU. consolidó una relación desigual con América Latina.

A partir de la Segunda Guerra Mundial, los esfuerzos de EE. UU. pormantener su hegemonía en la región crecieron. Las políticas de la Guerra

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Fría incluyeron el apoyo a dictadores y regímenes militares, acciones paraderrocar presidentes populares, como sucedió en Guatemala en 1954 y enChile en 1973, y varios otros esfuerzos para prevenir y destruir revolucio-nes como en Cuba y Centroamérica.

Estas acciones políticas y económicas también afectaron el campo yaceleraron el desarrollo capitalista dependiente, resultando en un incre-mento de la migración interna e internacional. En México, entre 1940 y1960 las políticas industrializadoras desplazaron a los campesinos, mien-tras que en Centroamérica el cultivo del algodón y la expansión de la in-dustria ganadera destruyeron la agricultura tradicional (Vilas, 1995). Acomienzos de los años 1980, las políticas neoliberales y el crecimiento deinversiones globales en la América Latina han incrementado tanto la des-igualdad como la migración. La política exterior estadounidense y su apo-yo y financiamiento a las guerras civiles en Centroamérica durante los años1970 y 1980 produjeron la muerte de cientos millones de personas y au-mentaron la migración a EE. UU. (García, 2006; Hamilton y Chinchilla,2001). Dado el papel de EE. UU. en estas guerras y en la consecuente mi-gración, menos del 3% de los migrantes recibieron asilo político y, aunquealgunos lograron regular su estatus migratorio en 1996, cientos de milestodavía viven como indocumentados.

El imperialismo estadounidense utilizó una ideología de superioridadliberal para justificar su presencia en América Latina y mantuvo que eraparte de su obligación moral ayudar a los que consideraba inferiores. In-fluidos por el pensamiento del darwinismo social y de pleno racismo, mu-chos comerciantes y viajeros durante el siglo XIX y a principios del siglo XX

señalaban que la población latinoamericana era indolente e ingobernable(De León, 1983). Según un cónsul estadounidense en Centroamérica en1832: «[Los] Centroamericanos son y siempre serán incapaces de gober-narse a sí mismos y necesitarán el despotismo» (Dunkerley, 1988). Eldarwinismo social formó la base del argumento que planteaba que la po-blación campesina e indígena era un obstáculo al desarrollo y que debía ser

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americanizada en América Latina o en escuelas estadounidenses si migrabana EE. UU. (Cabán, 2002; González, 2004).

Aunque es evidente que el papel que ha jugado EE. UU. en AméricaLatina ha sido un factor imprescindible en la migración, esta parte de lahistoria no se cuenta en EE. UU. y es omitida en los discursos dominantes.En este debate, se asume que EE. UU. no tiene ningún papel en el procesomigratorio y que los migrantes sólo vienen en búsqueda de la libertad ybeneficios. Un análisis amplio que incluya la historia de las relaciones entreEE. UU. y los países latinoamericanos nos permite entender cómo los facto-res económicos e imperialistas han influido en el proceso migratorio.

LA COSECHA DEL IMPERIO

Y LA BASE ECONÓMICA DE EE. UU.

Estos patrones históricos revelan cómo la relación desigual entre EE.UU. y América latina persiste en el trato actual de los migrantes latinoa-mericanos. Latinos/as, y mexicanos/as en particular —dado su larga ex-periencias con EE. UU.—, han sido tratado como mano de obra desechable,reclutados, deportados y discriminados dependiendo de las demandas eco-nómicas estadounidenses. Con la ayuda, muchas veces, del gobierno esta-dounidense, los empresarios tienen una larga historia de reclutar migrantesde American Latina, especialmente de México, dependiendo de las condi-ciones de la economía doméstica y el mercado laboral. Esta demanda hacreado los que algunas llaman una estrategia de «puerta giratoria,» dondelos trabajadores son reclutados y deportados dependiendo de la demandasdel mercado (Cockcroft, 1986). También, los migrantes latinos/as hansido víctimas de los ciclos económicos estadounidenses y la falta de em-pleo, pero su trabajo ha sido indispensable especialmente en la agricultu-ra, varios sectores de la industria y, más reciente, en el sector servicio(Valadez-Torres, 2005).

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Las primeras olas de migrantes a la ciudad de Los Ángeles desde elsiglo XIX fueron resultado de la expansión industrial del sur de California yla demanda en el sector industrial y agrícola. Entre las dos guerras mun-diales hubo un reclutamiento laboral y las organizaciones patronales influ-yeron en el gobierno estadounidense para cambiar las leyes y permitir quecontratistas reclutaran mexicanos para trabajar en la agricultura, ferroca-rriles y como empacadores en el agro-industrial (Calavita, 1992; Ruiz, 1987;Zavella, 1987). Entre 1942 y 1964, el Programa Bracero llevó a millonesde mexicanos a EE. UU. para trabajar en la agricultura con contratos tem-porales. La mayoría de estas industrias demandaron hombres y establecie-ron una división sexual del trabajo que discriminaba a las mujeres con sueldosmás bajos por un trabajo igual.

A comienzos de la década de 1960, la restructuración capitalista influ-yó en la salida de la industria pesada de Los Ángeles en busca de mano deobra más barata y en el crecimiento del sector servicios y de la industrialigera. Al mismo tiempo, las transformaciones en el campo mexicano y cen-troamericano aceleraron el proceso migratorio. Estos cambios estructura-les aumentaron la incorporación de las mujeres del Tercer Mundo en elmercado global, crearon nuevos pero precarios y mal pagados empleospara ellas en el sector servicio, y aumentaron la migración de mujeres des-de México y Centroamérica (Sassen, 1998; Zentgraf, 2005).

En esta nueva economía, los trabajadores latinas/os en Estados Unidoshan constituido un alto porcentaje de la fuerza de trabajo en restaurantes,hoteles, labores de limpieza, trabajo doméstico y en la industria ligera(Hondagneu-Sotelo, 2001).

TENDENCIAS ANTIMIGRANTES

A pesar de las importantes contribuciones de los migrantes a la economíade EE. UU., ellos han sido víctimas de varias olas antiimigrantes. Muchospolíticos y ciudadanos estadounidenses los han culpado por las recesiones

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económicas y la falta de trabajo. Según Cornelius (2002: 171), «desde lamitad del siglo XIX, la presión por reducir la migración ha sido asociada afluctuaciones económicas y los altos niveles de incertidumbre». Por ejem-plo, la alta tasa de desempleo durante la Gran Depresión derivó en que selos acusase de quitar el trabajo a los ciudadanos estadounidenses y de usarlos servicios sociales. Estos sentimientos se dirigieron contra los mexica-no/as y mexicano-americanos, resultando en la deportación de un millónde personas durante la década de 1930 (Balderrama y Rodríguez, 1995:158). A principios de los años 1950, una nueva recesión económica motivóla política del gobierno federal llamada Operación Wetback (Operaciónespaldas mojadas), y los servicios migratorios deportaron a casi dos millo-nes de mexicanos y a sus hijos nacidos en EE. UU. (Acuña, 1988: 267).

Las recientes fluctuaciones económicas han supuesto en una nueva olaantimigrante. Durante la recesión económica de los 1990, California per-dió un millón de trabajos y la atención política se enfocó en detener lamigración indocumentada en vez de resolver las condiciones económicasque causaban la recesión. Políticos y medios de comunicación crearon unaimagen de los migrantes indocumentados como criminales, que usaban ser-vicios sociales sin pagar impuestos, y se le presentó como la raíz de losproblemas económicos del estado de California. Los actos de terrorismodel 11 de septiembre de 2001, la consecuente «Guerra contra el terroris-mo» y la reorganización del llamado Immigration and Naturalization Service,bajo el Secretario de Homeland Security, han intensificado la xenofobia yhan relacionado a los migrantes que cruzan la frontera sin documentos conterroristas (Ochoa, 2005). Esto ha resultado en el incremento de la laborde las patrullas fronterizas y el aumento de la violencia y las muertes demexicanos y centroamericanos tratando de cruzar la frontera. Desde elprincipio de la Operation Gate Keeper en San Diego en 1996, unas 5 600personas han muerto en este esfuerzo. Este número está creciendo a pesarde que el número de migrantes ha disminuido debido a la crisis económica

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actual (Jiménez, 2009). Las redadas también han aumentado en varias co-munidades en los últimos años, creando terror en la población latina.

Según el antropólogo Leo Chávez, la narrativa dominante contra losmigrantes latinoamericanos es la «Amenaza Latina». Según esta narrativa,construida por los medios de comunicación y la derecha anti-inmigrante,la migración latinoamericana es parte de una reconquista del suroeste deEE. UU. por mexicanos y centroamericanos que no quieren asimilarse y quequieren cambiar fundamentalmente ese país (Chávez, 2008: 21-23). Un ejecentral de esta narrativa es que el cuerpo de la mujer latina y la fertilidadson el arma de esta reconquista. Su fecundidad, según la narrativa, es usa-da para producir más ciudadanos estadounidenses con derechos a usar ser-vicios públicos y poco a poco se reproducirán tanto los latinas/os que seránla mayoría en el país. Aunque se ha demostrado que esta narrativa es erró-nea, ha sido la base de gran parte de la legislación (Chávez, 2008; Hayes-Bautista, 2004; Chomsky, 2007).

Desde principios del siglo XX, las olas anti-migrantes han puesto aten-ción a la mujer latina con programas que las utilizan para cambiar las cos-tumbres mexicanas y americanizar la población (Sánchez, 1994) y conprogramas de esterilización forzada (Espino, 2000). En las últimas déca-das las mujeres latinas y sus familias continúan siendo el foco central de lascampañas antimigrantes. La proposición 187, que se convirtió en ley enCalifornia en 1994, niega los servicios públicos, tales como educación yservicios médicos, a las personas sin documentos. Esta iniciativa estababasada en la idea de que una de las razones de la inmigración a Californiaera la obtención de servicios públicos y tener hijos en California para quepudiesen ser ciudadanos estadounidenses. En 1996, la reforma al Progra-ma de Bienestar Social (Welfare Reform) buscaba «restablecer los valoresde trabajo duro en EE. UU.». Parte del objetivo de la Reforma al Programade Bienestar Social era disminuir la inmigración y castigar a quienes reci-bían beneficios. Dadas las expectativas de género tradicionales, estos ata-ques contra los inmigrantes y la clase trabajadora afectan directamente a

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las mujeres que ahora tienen que luchar aún más para encontrar serviciossociales y proveer a sus familias.

ACTIVISMO(S) EN LAS NUEVAS COMUNIDADES DE INMIGRANTES

A pesar de las olas de sentimiento antiinmigrante y las políticas que hanreforzado la inequidad, el activismo, tanto histórico como actual, de lascomunidades, ha contribuido a combatir estas políticas injustas, formarcomunidades y a aliviar la situación que enfrentan los migrantes. Hay mu-chos estudios que han analizado la organización política, la participaciónen las elecciones y las acciones sindicales. Sin embargo, es importanteincorporar un punto de vista más amplio del activismo, porque el enfoqueexclusivo en las grandes marchas y manifestaciones políticas y electoralesmuchas veces excluye las acciones de la población marginada, las clasestrabajadoras, las mujeres y las formas de activismo y resistencia más indi-viduales, más locales y menos formales (Collins, 1990; Ochoa, 1999). Desdeesta perspectiva, podemos observar el tipo de organización y concientizaciónque está ocurriendo y transformando las comunidades y las familias. Estetipo de organización permanece, muchas veces, oculto de los medios decomunicación y del público en general hasta que hay movilizaciones masi-vas, como las que ocurrieron en 2006. Así, podemos ver cómo la profun-da transformación de las organizaciones en las comunidades latinas en lasúltimas tres décadas está afectando la política y generando nuevas deman-das transnacionales.

El imperialismo estadounidense, las políticas contra los inmigrantes y lossistemas de desigualdad, han inspirado la formación de culturas de resisten-cia en las Américas, así como los movimientos sociales y proinmigrante enLos Ángeles han sido influidos por esta historia. Muchos migrantes de Amé-rica Latina llevan consigo el activismo y experiencias en sus países de origen,lo cual influye en sus actividades en Los Ángeles. Por ejemplo, durante losaños 1970 y 1980, la restructuración capitalista motivó el cierre de muchas

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fábricas y debilitó a muchos sindicatos, y el crecimiento económico de losaños 1990 surgió en el sector de servicios, donde los sindicatos han sidohistóricamente débiles. Así mismo, hasta el año 2000 los sindicatos tradicio-nales, como los afiliados a la Federación Americana del Trabajo se opusierona organizar a los migrantes (Milkman, 2006: 117). Entonces, los trabajadoresmigrantes en Los Ángeles se encontraron con trabajo pero sin protección.

Los trabajadores empezaron a organizarse a sí mismos utilizando susrecursos sociales y culturales y espacios que tradicionalmente no habíansido utilizados para esos fines. Uno de los ejemplos más visibles se observaen el caso de los trabajadores de la construcción, quienes paralizaron in-dustria en 1992. Muchos de ellos eran trabajadores indocumentados deMéxico que tenían relaciones familiares y comunitarias con otros trabaja-dores en el sector. Habían usado esas cadenas migratorias para encontrarempleo y utilizan estos mismos lazos para organizarse en su propio sindi-cato. Tuvieron tanto éxito en su organización que la huelga forzó a lossindicatos tradicionales a usar y expandir su oficina de la Asociación deTrabajadores Inmigrantes de California (CIWA), a trabajar con ellos paranegociar una solución a la huelga y mejorar sus condiciones de trabajo (DePaz, 1993). Esto también ocurrió en el sector servicios, que era poco orga-nizado, especialmente en el sector hotelero, con la líder chicana María Ele-na Durazo, y en el sector de limpieza de oficinas, donde hombres y mujerestrabajaron juntos para crear movimientos poderosos. Los trabajadores delimpieza, con la campaña «Justice for Janitors» (Jusiticia para los Conser-jes), han tenido éxito en su organización y han utilizado el teatro popular yel español en sus actividades para empoderar sus culturas, llevando a susniños y familias a manifestaciones (Gutiérrez, 2005).

Como los sindicatos tradicionales no pusieron énfasis en organizar alos trabajadores en el sector servicios, que consta en su mayoría de inmi-grantes y mujeres, en los años 1980 y 1990, muchas organizaciones comu-nitarias que estaban trabajando por los derechos de los migrantes empezarona ayudar a los trabajadores inmigrantes a organizarse. Esto pasó en áreas

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importantes de la economía como con los jornaleros, jardineros, comer-ciantes ambulantes, trabajadores domésticos, y, más recientemente, loslavacarros, que requerían estrategias de organización muy distintas de lasque utilizan sindicatos tradicionales (Calderón et al., 2005; Ochoa, 2005).Una organización proinmigrante que ha estado trabajado con migrantes esla Coalición Para los Derechos Humanos de los Inmigrantes en Los Ánge-les (CHIRLA) fundada en 1986. Durante los últimos 15 años ha sido dirigidapor Angélica Salas, quien migró de México a la edad de cuatro años cru-zando la frontera con sus tíos, que tenían 16 y 14 años, para reunirse consus padres, que estaban trabajando en Los Ángeles. Como la hija mayor,ella tuvo que negociar y muchas veces actuar de intérprete para sus padres,con lo cual pudo constatar «la interacción entre nuestro mundo y lo deafuera, cómo nos trataron» (Ochoa, 2005). En su trabajo por los derechosdel migrante, CHIRLA ha estado apoyando varios proyectos organizativos yel fortalecimiento de los derechos de las personas. Ha utilizado diversasestrategias y espacios, en los cuales los propios jornaleros conviven, edu-can e involucran a otros jornaleros. Por ejemplo, ha trabajado con jornale-ros para formar ligas de futbol recreativas y otros espacios comunitariosentre los hombres. También un grupo de jornaleros formaron un grupomusical, «Los Jornaleros del Norte», que toca música norteña y corridoscon conciencia social. Su proyecto hacia los jornaleros les ha ayudado abuscar trabajar en lugares públicos sin ser molestados por la policía y hausado herramientas de educación popular para enseñarles las leyes y cómodemandar sus derechos (Bacon, 2001; Ochoa, 2005).

Otro grupo de trabajadoras que ha crecido en los últimos años es elcaso de las trabajadoras domésticas que cuidan los niños y casas de la clasemedia y la élite de Los Ángeles (Hongdaneu-Sotelo, 2001: 7). Dada la mi-gración de mujeres a partir de la década de 1970 y la restructuración de laeconomía en Los Ángeles, conseguir trabajo doméstico se convirtió en unade las pocas oportunidades de empleo para mujeres indocumentadas. Apesar de la importancia del trabajo de cuidar niños, esta modalidad es poco

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remunerada y al desarrollarse en una casa particular, es muy difícil regular-la. Las leyes del salario mínimo no se aplican a quienes cuidan niños si nopueden comprobar que al menos 20% de su trabajo consiste en limpiar lacasa. Por lo tanto, existe mucha explotación y aislamiento entre las mujeresque trabajan en ese sector. Poco a poco, sin embargo, las trabajadoras hanhecho esfuerzos para organizarse formando sistemas de apoyo y se haneducado en sus derechos. En 1990, varias activistas y líderes comunitariasformaron la Asociación de Trabajadoras Domésticas, bajo el auspicio deCHIRLA (Hongdaneu-Sotelo, 2001: 221-222). Usando la metodología de laeducación popular produjeron varias novelas didácticas para comunicarsus derechos de sueldo y horas de trabajo y aconsejaron cómo negociarcon sus empleadores. Promotoras de derechos distribuyeron estas novelasen las paradas del autobús, parques públicos y lugares donde las mujeresllevan habitualmente a los niños que cuidan. También publicaron unafotonovela llamada Súper Doméstica. Esta campaña logró impulsar una se-rie de organizadores que tuvieron contacto con cientos de mujeres queestaban trabajando en el sector doméstico.

El movimiento para los derechos del migrante en Los Ángeles ha sidoparte del esfuerzo de organizarse en una manera transnacional, fomentan-do actos de solidaridad y estableciendo conexiones entre comunidades enMéxico y Centroamérica con comunidades en Los Ángeles. Promovido poracciones populares, el movimiento obrero ha realizado algunos esfuerzospor crear vínculos transnacionales, como la alianza entre el Frente Autén-tico del Trabajo y el Sindicato de Trabajadores Eléctricos Unidos, quieneshan trabajado juntos en varias campañas en las maquiladoras en la frontera(United Electrical Workers, 2007). También, las poblaciones indígenas hanformado unos importante movimiento transnacional organizándose parademandar sus derechos y mandar remesas a sus comunidades de origenpara construir proyectos en su pueblo.

Debido a los cambios estructurales en el campo mexicano y las guerrasciviles en Centroamérica desde la década de 1980, un gran número de per-

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sonas indígenas han migrado a Los Ángeles. Después de la Ciudad de Méxi-co, Los Ángeles es la ciudad más grande en población indígena mexicana(Malpica, 2005: 117). A principios de la década de 1990, se estimaba queentre 45 000 a 55 000 mixtecos trabajaban en la agricultura en el ValleCentral de California y entre 50 000 a 60 000 zapotecos vivían en LosÁngeles. Se estimada que en 2010 el 20% de los trabajadores agrícolaseran migrantes indígenas (Fox y Rivera, 2004: 10). La exclusión social ymarginación política y económica tanto en México como en EE. UU. haresultado en distintas organizaciones que utilizan cultura ancestrales y nue-vas formas de organización para crear vínculos transnacionales con suscomunidades de origen (ibidem: 11). Esto se ha expresado en celebracionesculturales, ligas de basquetbol, festivales de la Guelaguetza y la publica-ción de periódicos binacionales, los cuales les han dado mayor visibilidaden Los Ángeles (Fox y Rivera, 2004; Malpica, 2005). Esto también ha ocu-rrido, pero en una escala más pequeña, con otros grupos indígenas, espe-cialmente con las poblaciones de origen maya en Los Ángeles.

La migración indígena también se ha expresado en acciones colectivas.La formación del Frente Indígena Oaxaqueño Binacional en 1991, una or-ganización pan-zapoteca y pan-mixteca, recientemente ha crecido e inclui-do otros grupos indígenas, tales como los purépechas, cambiando su nombrea Frente Indígena de Organizaciones Binacionales (FIOB). Este Frente hahecho mucho para organizar las comunidades binacionalmente y lucharpor los derechos de los migrantes, enfocándose en la intersección de laopresión de las experiencias de migración, clase y racismo. También hansurgido organizaciones de mujeres indígenas en varios espacios incluyen-do dentro del mismo FIOB, lo cual ha puesto los efectos transnacionales dela migración en las comunidades y familias en la mesa. Las mujeres que hanquedado en sus comunidades de origen han tenido que organizarse paraganar dinero para sus familias, luchar por derechos políticos dentro deMéxico, cumplir su obligaciones comunitarias y cuidar de sus familias por-

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que, según una activista, «Ahora estamos despiertas» (Maldonado yRodríguez, 2004).

HACIA UN MOVIMIENTO INMIGRANTE DIVERSO,PODEROSO Y CONTINENTAL

Al analizar la historia de los movimientos de migrantes en EE. UU. y en LosÁngeles en particular, es importante incorporar la historia y el contextopolítico y social de la migración desde Latinoamérica. También necesita-mos considerar la historia profunda de las organizaciones políticas y socia-les de la población latina, así como los cambios en los patrones de migraciónintroducidos por globalización neoliberal, lo cual implicaría explorar cómolas tendencias migratorias en las últimas tres décadas han transformado lasorganizaciones comunitarias; y cómo gran parte de México, Centroaméricay otras partes de América Latina, han sido integradas en el mercado laboralestadounidense. Podemos ver en muchas comunidades una larga historia deresistencia, inserción en nuevas ramas de la economía y un enfrentamientocon olas de políticas y movimientos antimigrantes. Ese proceso está impul-sando un nuevo activismo que se enfoca en nuevos espacios, donde las iden-tidades étnicas y de género y un sentimiento transnacional, fueron la basede la organización de las grandes marchas en 2006 y que probablementevan a jugar un papel aún más fuerte en el futuro.

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Madres mexicanas que emigran:motivos, contextos, costos y beneficios

Norma Stoltz Chinchilla y Kristine Zentgraf1

S i revisamos las tendencias en la migración internacional, observa-mos que en las últimas dos décadas hay un aumento en el númerode padres y madres que migran a Estados Unidos, Canadá y los

países europeos, dejando a sus hijos en el cuidado de otros/as en sus paísesde origen en Asia, África, y América Latina.

En algunos casos, el plan es de reunir a la familia permanentemente enel país destino, como es el caso de familias refugiadas, pero en la mayoríade los casos la separación es parte de una estrategia familiar, supuestamen-te temporal, de sobrevivencia y/o mejores oportunidades para los hijos pormedio del envío de remesas.

Dependiendo de las condiciones que motivan la salida, el padre o ma-dre migrante por lo regular sueña con mandar traer a los hijos para estarcon él, ella o ellos en el país de destino, o de reunificarse con ellos y ellas enel país de origen cuando alcanzan su meta de ganancias por ahorros. Pocasveces se imaginan la separación como permanente o muy prolongada almomento de salir.

La justificación de la separación está basada en la posibilidad de pro-veer materialmente las necesidades familiares y la promesa de la eventualreunificación. Saben que la separación podría incurrir en costos para loshijos –incluyendo costos psicológicos, culturales y sociales– pero se imagi-nan que éstos serán equilibrados con las ganancias económicas.

[41]

1 Departamento of Sociologia, California State University Long Beach.

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Sin embargo, las ausencias cortas de los padres emigrantes con sushijos muchas veces se convierten en ausencias prolongadas, debido al malcálculo de tiempo que se necesita para conseguir las ganancias o ahorros,los sucesos inesperados como desempleo, enfermedad, problemas con elestatus legal, inestabilidad económica y obstáculos a los viajes de regreso ola traída de los hijos.

Con el tiempo, otros inanticipados cambios toman lugar, incluyendo laformación de una nueva pareja en el país de destino o posiblemente unsegundo núcleo familiar con hijos nacidos en Estados Unidos. Los hijos ehijas que se quedaron en el país de origen y los que nacen en Estados Uni-dos, Canadá o Europa, muchas veces llevan vidas diferentes. Así, lo quepodría haber sido una sencilla y justificable decisión de una madre o unpadre emigrante en un principio, se podría volver en una consecuencia paratoda la vida de los hijos.

La separación geográfica de miembros de la familia por la emigracióninternacional aun cuando interactúan y siguen identificándose como familiaha dado paso a una nueva categoría de familia –«la familia transnacional»–.Los padres que hacen lo posible para ejercer sus roles de padres a pesar de ladistancia geográfica son denominados «padres o madres transnacionales» ypersonas envueltas en prácticas de «paternidad o maternidad transnacional».

Algunos observadores celebran la emergencia de estas familiastransnacionales como uno de los efectos positivos de la globalización. Es po-sitivo, dicen, porque podría dar a los miembros acceso a expandir sus redessociales, conocimientos y recursos. Pero otros creen que los costos de la se-paración de familiares en la familias transnacionales no son todos visibles ymuchas veces están subestimados, especialmente en el caso de la separaciónentre padres e hijos.

Algunos críticos argumentan que los costos de una separación a cortoo largo plazo podrían ser elevados especialmente cuando las madres dejana los hijos y hijas para emigrar por ganar dinero o para unirse a una parejaque ya ha emigrado. Cuando los padres emigran por sí mismos, las familias

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podrían sufrir económicamente si las remesas son insuficientes o irregula-res, o emocionalmente si el padre-esposo falla en mantenerse en contactoo mostrar interés. Pero en el caso de la salida del padre, las madres por loregular asumen muchas de sus responsabilidades como la administraciónde las finanzas, disciplinando los hijos y, cuando sea necesario, buscandouna entrada extra de dinero y así mantener a la familia unida.

Cuando la madre y el padre emigran juntos dejando a sus hijos atrás, seasume que hay un «déficit maternal», aun cuando la madre substituto seaun familiar cercano a la madre biológica, tal como lo es la abuela maternal.Aun cuando el papá se queda con los hijos e hijas de la madre emigrante yalguna figura femenina ayuda a cuidarlos, como en el caso de los filipinos,los críticos argumentan que nadie más podría asumir el rol de la madrebiológica; sólo en ciertas sociedades, en donde la adopción temporal o per-manente cuando se enferme, se ausente, o se tiene que salir a otra partepara trabajar o estudiar por trabajo o por asistir a la escuela –como es elcaso en algunas sociedades caribeñas, se considera que es normal que ha-yan madres substitutas (other mothering o fostering) y que no representaningún «déficit maternal».

Sonia Nazario, periodista y ganadora del premio Pulitzer por su repor-taje sobre «El viaje de Enrique,» es una de las que cree que si las madresemigrantes hubieran sabido el costo de sus decisiones con el pasar del tiem-po, ellas «habrían tomado otras decisiones». Nazario cuenta cómo los arre-glos hechos por la madre de Enrique por su cuidado durante la separaciónse vuelven inestables cuando los abuelos se mueren y Enrique comienza abuscar su vida en una sociedad rodeado de pobreza y crimen. Después deun viaje lleno de peligro, desde Honduras hasta Estados Unidos, vía Méxi-co, Enrique encuentra al fin su madre y está claro que ambos, Enrique y sumadre, han sufrido durante la separación. Nazario cita estos sufrimientoscomo parte del costo «demasiado alto» de la separación de madres e hijos,pero al mismo tiempo, otros dirían que no se puede decir por cierto si susvidas hubieran sido mejores si permanecen en Honduras.

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44 LA FUERZA DE LA PRENSENCIA. EN TORNO A LA MIGRACIÓN, LA POBREZA Y EL GÉNERO

En trabajos previos, hemos rechazado tanto los que celebranacritamente lo positivo de las familias transnacionales como aquellos quepiensan que la separación madre-hijo por la migración internacional essiempre equivocada en favor de la idea que la separación padres-hijos; yparticularmente la separación madre-hijos toma muchas formas diferentesy por esto muchas consecuencias diferentes.

Siguiendo esta idea, no se debe considerar la experiencia de separa-ción, incluyendo la de madre-hijos, invariable o universal, sino una queestá muy influenciada por contextos del país de envío y de recepción, asícomo de contextos familiares, lo que significa que el cálculo de costo-be-neficio es influenciado por estos factores contextuales. La repentina parti-da de la madre sin explicación adecuada o sin un guardián que esté integradoa la familia podría ser más perjudicial para los hijos dejados. Nosotrosplanteamos que la salida planeada de una madre a quien sus hijos reconoz-can su rol como proveedora material, aunado a su rol de madre, lo vencomo la única salida por la cual ella pueda cubrir las necesidades materia-les de la familia.

Así mismo, nosotras planteamos que cuando los hijos se quedan bajo elcuidado de alguien que ya está involucrado en sus vidas, como la abuela otía, o en aquellas culturas en donde el cuidado de los hijos está visto comonormal cuando la madre tiene problemas de salud o tiene que salir a estu-diar o trabajar, los costos de la separación son menores que cuando estáasociado con anormalidad.

Finalmente, dependiendo de las edades de los hijos y/o hijas cuando seseparan de la madre, y la fuerza de los lazos con la madre substituta, eltrauma más fuerte puede ser no de la separación inicial pero sí de la segun-da separación, en la cual los hijos y niñas tienen que dejar a un ser queridopara ir a vivir con la madre emigrante en un ambiente cultural completa-mente nuevo y condiciones que dificultan su adaptación y aculturación.

En un reciente trabajo, proporcionamos un marco teórico para el aná-lisis de los costos y beneficios de la separación y reunificación de los padres

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inmigrantes y sus hijos (Zentgraf y Chinchilla, 2009), pero abogamos pormás estudios comparativos que ayuden a identificar los factores materia-les, ideológicos y contextuales, que reducen los costos o aumentan los be-neficios de las separaciones de los padres e hijos transnacionales.

Estos factores incluyen las ideologías de género que definen qué es serun «buen padre o «una buena madre» y los significados dados a las salidasde las madres en comparación con las salidas de los padres. Incluye tam-bién las ideologías de familia que definen una estructura familiar comonormal o anormal, la aceptación o no de estructuras familiares diversas, yel significado que se da a la ausencia de las madres (si puede ser por el biende la familia o no). Los factores que influyen el costo-beneficio de la sepa-ración incluyen también la calidad del padre o la madre sustituto, la canti-dad y calidad del contacto de los padres hacia los hijos mientras estánseparados, la duración de la separación, la edad de los hijos en el momentode la salida de los padres y las políticas públicas existentes que facilitan ono el acceso a un estatus legal y las posibilidades de visitas o viajes dereunificación.

Nuestro marco teórico propuesto está basado en nuestra lectura de unapequeña, pero creciente, literatura existente sobre la separación de madrese hijos por migración internacional y nuestro análisis preliminar de entre-vistas realizadas con 80 filipinas, salvadoreñas, guatemaltecas y mexicanas,mujeres e hijos que fueron separados por al menos dos años y luego reuni-dos en EE. UU.

En la discusión que sigue nos basamos en un análisis muy preliminar delas experiencias de ocho de las 11 madres migrantes mexicanas entrevista-das para nuestro estudio. Todas ellas estuvieron separadas por lo menosdos años y luego se reunieron con lo menos uno de sus hijos en EE. UU.,utilizando las experiencias de estas ocho mujeres y las experiencias de lospadres y madres mexicanos imigrantes contenidos en otros estudios, ade-más de las experiencias de separaciones familiares en otros países; de modoque nos planteamos las siguientes preguntas:

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46 LA FUERZA DE LA PRENSENCIA. EN TORNO A LA MIGRACIÓN, LA POBREZA Y EL GÉNERO

• ¿Cuáles son las similitudes y diferencias de las separaciones por migra-ción internacional de padre-hijos y madre-hijos mexicanos?

• ¿Cómo influyen las ideologías de género en los significados dados a lamigración de los padres y madres, y en los preparativos que cada unolleva a cabo antes de salir?

• ¿Qué hacen las madres emigrantes para incluir la separación geográfi-ca en su concepto de «la buena maternidad»?

• ¿Qué hacen los padres y las madres para continuar ejerciendo sus rolesde padres a pesar de la separación física?

• ¿Qué hacen los padres y las madres para tratar de maximizar los bene-ficios y reducir los costos de la separación?

• En términos objetivos ¿son los costos de la migración para los hijos ypara los miembros de la familia en comunidades de origen más altoscuando son las madres que emigran que cuando los padres lo hacen?,¿en cuanto a percepción?

LAS MADRES MEXICANAS QUE EMIGRAN: QUIÉNES Y CUÁNTAS

Es difícil saber cuántas mujeres mexicanas emigran a EE. UU., y muchomenos cuántas madres lo hacen, bajo qué circunstancias, a quiénes dejandetrás y por cuánto tiempo. La mayoría de los estudios de la migraciónmexicana, basados en la migración temporal de hombres de regiones contrayectoria de migración a EE. UU., concluyen que la migración mexica-na sigue siendo un fenómeno predominantemente masculino. En estosestudios argumentan que la mayoría de las mujeres emigrantes, inclu-yendo madres, son solteras o divorciadas; cuando las mujeres casadasque son madres emigran se supone que es para vivir con su pareja y notanto por proveer económicamente a sus hijos o a los otros miembros dela familia que dejaron atrás.

Algunas fuentes de datos mexicanos existentes sugieren que los varo-nes son entre el 60 y 80% del total de los emigrantes (Durand y Massey,

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2000), y que las mujeres disminuyeron de 30 a 19% de los recién llegadosentre 1990 a 2000 (Lowell et al., 2006). Las mujeres emigrantes tienden aser más jóvenes que los hombres (alrededor del 50% son entre 15 y 24años de edad en comparación con 40% de los hombres migrantes); lasmujeres emigrantes son más educadas que los hombres, y no más del 20%son emigrantes independientes (desplazada por su propia cuenta, casadapero sin el cónyuge presente, o desplazada antes o sin sus padres o mari-dos) (Cerruti y Massey, 2001).

Los mismos estudios dicen que el 7% de las mujeres emigrantes sonjefas de hogar (comparado con el 29% de los emigrantes masculinos). El51% de las mujeres dicen que emigraron a EE. UU. para buscar trabajo(comparado con el 92% de los varones) y 61% están indocumentadas («noautorizadas») (en comparación con el 76% de los varones) (Lowell et al.,2006 ).

Una imagen diferente de la proporción de mujeres mexicanas emigran-tes hacia EE. UU. en comparación con los hombres mexicanos que van aEE. UU., y los cambios en ella atrás del tiempo en estos números relativosse refleja en los censos de EE. UU. Según el censo estadounidense del 2000,las mujeres constituían el 45% de la población nacida en México pero resi-dente en EE. UU. comparado con los hombres, que constituían el 55% y laproporción femenina de los que habían llegado entre 1990 y 2002, aumen-tó del 46% al 50%. Los censos también revelan que una proporción relati-vamente alta de mujeres inmigrantes viviendo en EE. UU. trabajan fuera delhogar, por lo que sugiere que mientras el catalizador inicial para salir deMéxico para EE. UU. haya sido la reunificación con su cónyuge, la oportu-nidad de obtener ingresos adicionales para satisfacer las necesidades de lafamilia también pudo haber sido un factor de motivación.

Una posible explicación de la discrepancia de estadísticas en los censosestadounidense, y los estudios tradicionales de la migración mexicana ha-cia EE. UU. podría ser que las mujeres mexicanas emigrantes tienen unamayor tendencia a permanecer en EE. UU. que los hombres. Además. cuan-

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do las mujeres salen de su pueblo de origen para ir a otra región de Méxicoo a EE. UU., ella desaparece de los estudios tradicionales; mientras que cuan-do el hombre migra, su esposa o sus padres se quedan en el pueblo y. comomiembro ausente de la familia, él sigue apareciendo en los estudios de lamigración de la región. En el estudio de Cohen Rodríguez y Fox, «Género ymigración en el valle central de Oaxaca», por ejemplo, los autores verificanque las mujeres que eligen emigrar por sí solas, sin el apoyo principal de supareja, no son consideradas como emigrantes, pero sí como personas quedecidieron abandonar la comunidad o desaparecer (2008: 94).

Las mujeres urbanas que emigran hacia Estados Unidos, y las mujeresrurales que emigran a Estados Unidos después de haber ido a áreas urbanasde México, muy probablemente no aparecen en los estudios de la migraciónmexicana tradicionales, o por lo menos no aparecen en sus cantidades ver-daderas, y menos en las comunidades mexicanas de migración internacionaltradicional, donde se asume que la mayoría de los emigrantes son hombres,y resulta que el número de madres que salen para EE. UU. dejando sus hijosen cuidado de otros/as es seguro más grande de lo que parece.

Entrevistas realizadas por las oficinas de la UNICEF en México, en losestados de Zacatecas, Michoacán y Jalisco, por ejemplo, encontraron queel 34.2% de los hijos en Zacatecas, 21.4% en Michoacán y 52.2% en Jalis-co, estaban viviendo sin sus padres, pero el 34.6%, 30%, y el 73.3% encada uno de estos estados vivían sin ambos padres. Con este porcentaje nospodemos dar cuenta que Zacatecas y Michoacán parecieran seguir el mis-mo patrón de vida sin sus padres, en las comunidades pertenecientes aJalisco, pues casi el 75% de los hijos tienen a sus padres fuera (UNICEF,2008).

Otros estudios realizados en Estados Unidos nos dan un vistazo desdeotro ángulo de la separación madre-hijo/a, aunque deberían ser vistos conprecaución, porque son basados en muestras relativamente pequeñas. Enun estudio de mexicanas y centroamericanas trabando como niñeras enLos Ángeles (Hondagneu-Sotelo y Ávila: 1997), 40% de las 115 mujeres

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que tenían hijos dejaron al menos uno de sus hijos/as en su país de origen.En otro estudio, Suárez, Orozco, Todorova y Louie (2002) reportan que el42% de los hijos mexicanos entrevistados en Boston habían sido separadosde sus madres antes de llegar a Estados Unidos.

NUESTRO ESTUDIO

En un esfuerzo por entender más a fondo las características de las separa-ciones madres-hijos tanto como las dinámicas de sus reunificaciones, esta-mos en el proceso de entrevistar madres e hijos provenientes de Filipinas,Guatemala, El Salvador y México. Cada madre e hijo/a estuvieron separa-dos por lo menos dos años y después se reencontraron en Estados Unidos.Actualmente hemos entrevistado 20 pares de madres e hijos, y nuestraspropuestas generales están basados en el análisis preliminares de estas en-trevistas. La discusión que sigue se basa en el análisis de las ocho madresmexicanas que entrevistamos, en un cuadro teórico sobre los costos-bene-ficios de la separación de padres e hijos por la migración internacional quehemos desarrollado (Zentgraf y Chinchilla, 2009), y literatura existentesobre la emigración de padres y madres.

Algunas características básicas de nuestro estudio en ocho madres sonlos siguientes: en el tiempo en que emigraron hacia EE. UU., la edad pro-medio de la madre era de 31 años y las edades varían entre 20 y 40. Tres delas mujeres entrevistadas emigraron en 1970, tres durante los años 1980, ydos durante 1990. La mitad de las mujeres (cuatro de las ocho) estaban yacasadas antes de inmigrar o llegaron con su pareja; sin embargo, en ningu-no de los casos, su pareja estaba involucrada en la vida de sus hijos. Comoresultado, las madres solteras fueron responsables del bienestar emocionaly material de sus hijos y la migración fue parte de su estrategia de proveeruna mejor vida para sus hijos. Las madres mexicanas provenían de diferen-tes regiones de México, incluyendo Ensenada, Guanajuato, Zacatecas,Acapulco y Guadalajara, y cada madre dejó entre dos y cuatro hijos en

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México. El tiempo promedio de separación era cuatro años, con un rangode tiempo de separación de nueve meses a 11 años. Todos los hijos/as fue-ron dejados bajo la protección de otros miembros de la familia, sobre todoabuelos maternos.

MOTIVOS Y CONTEXTOS DE LA SALIDA

Los pocos investigadores que estudian al tema de las madres migrantesinternacionales argumentan que mientras sus motivos por salir son simila-res a los de los padres migrantes, los contextos de sus salidas y el significa-do que se las da en la familia y en la comunidad en general son diferentes.También, el proceso de planificar el viaje es típicamente mucho más com-plicado para las madres migrantes que para los padres, porque mientrascuando los padres dejan a sus hijos al cuidado de sus esposas y madres, lasmadres por lo regular tienen que conseguir un o una guardián sustitutopara sus hijos.

Las madres emigrantes sienten, por ejemplo, que tienen que dar expli-caciones más elaboradas que los padres para justificar sus ausencias. Enalgunas regiones o países dejar a los hijos al cuidado de otros/as no estradición, el hecho puede ser visto como poco natural o causa de crítica.Aun en las Filipinas, en donde la salida del país de madres y padres paratrabajar afuera se ha vuelto muy común, casi la norma, la sociedad ve condiferentes ojos la salida del madre versus padre (Pareñas, 2001). Parte dela planificación de la madre envuelve el convencer a los miembros de lafamilia y guardianes que vivan dentro de la casa para reunir más dinero (oreunirse con su esposo que está generando dinero).

En nuestra muestra ninguna de las madres solteras recibieron asisten-cia por parte del padre de los hijos, es por eso que tuvieron que trabajartiempo completo fuera de sus casas aun antes de emigrar internacionalmente.Todas esas mujeres se sintieron responsables del bienestar no sólo físico yemocional sino también material de los hijos antes de salir. Ellas vieron la

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emigración internacional como la forma de proveer materialmente y aunmejorar materialmente las vidas de los hijos. Como dice Pilar:

[la razón por la que emigré fue] porque el dinero que ganaba no era el suficiente.

Crucé porque dije que a mis hijos les iba a dar una mejor vida… Porque no tenía

nada qué darles, ni siquiera zapatos (522: 10).

De forma similar, Anita explica que, después de separarse de su esposo,tuvo que cuidar de sus cuatro hijos:

… [Fue] difícil porque en México el salario era bajo… Para mí fue muy difícil y no

ganaba suficiente dinero. Tenía cuatro hijos que cuidar y ya estaban en la escuela y

algunos estaban en la preparatoria… tenía muchos gastos… Y reconozco que era

una necesidad el llegar aquí [a Estados Unidos] (51: 7, 10).

Para otros, sus responsabilidades incluyen no sólo el proveer a los hi-jos, sino también a otros miembros de la familia. Claudia, una mujer sepa-rada de su esposo, vivió con sus padres y sus dos hijos antes de emigrar.Siendo la única proveedora para sus hijos, fue cuando ella dijo:

…Pensé en ayudar a mis hijos y a mis padres. No habíamos tenido sustento regular.

Siempre dije que me iba a ir un día y compraría una casa para mis hijos. Y tomé la

decisión de emigrar sin mis hijos para ayudarlos más porque éramos pobres en

México (539: 6).

Inicialmente Claudia emigró con la idea de proveer el sustento día a díade sus hijos y padres pero con el tiempo lograr ayudar también a sus her-manas que vivían en México con sus estudios.

A pesar de que las ideologías tradicionales de género casi siempre vanen contra de la migración femenina, especialmente cuando implica una se-paración de sus hijos y cuando se enfrentan con problemas económicos, un

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creciente número de mujeres madres ve la inmigración como una de suspocas opciones. Cuando preguntamos si conocían a otras mujeres que ha-bían emigrado sin sus hijos, Pilar explica que ella conoció mucha gente quelo hacía, pero que

…eran los hombres quienes lo hacían… desde que los hombres fueron los encarga-

dos de llevar el sustento a la casa, dicen las mujeres. Pero en mi caso y el de mi

amiga las dos estábamos separadas [de sus esposos] y pues bien, ambas teníamos

que venir (531:12).

Las madres sienten que si les explican a los hijos los motivos de su par-tida, será menos difícil para ellos. Ellas esperan que sus explicaciones sirvanpara convencer a sus hijos que estarán bien cuidados en su ausencia, asegu-rarles que los aman, y que la separación será lo más corta posible. Existenexcepciones, por supuesto, las madres que no pueden decirle al niño que seirán pero, en general, las madres emigrantes creen que cubrir las necesida-des emocionales de los que se quedan atrás es tan importante que proveereconómicamente por ellos después de emigrar (Dreby, 2006: 49).

Todas las mujeres en nuestra muestra, con excepción de una, invirtie-ron tiempo en explicar su planeada partida, hasta negociándola con sushijos, en algunos casos, con hijos de ciertas edades.

Los hijos de Pilar (de dos y cuatro años cuando ella emigró) eran muyjóvenes para entender la razón de la partida de su madre. Como ella explica:

… Yo sabía que ellos estaban bien [quedándose] con mi madre. Cuando que

estaba [en México] trabajaba todo el día y ellos pasaban [mucho] tiempo con ella.

Recuerdo haberle dicho a una de mis hijas que me iba, y ella respondió «o.k.

mami» y continuó jugando. Ellas realmente no entendieron lo que estaba pasan-

do. Pero después de que me fui y el tiempo pasó, ellas comenzaron a estar muy

tristes (531: 11).

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Olivia explicó que debido a la edad temprana de los hijos (edades detres y cinco años) trató de explicar su situación en una forma que pudieranentender… «Les dije que iba a ir a buscar trabajo, de esta forma podríamoscomprar una casa más grande» (540: 6). Y Claudia les dijo que se iba peroque se regresaría y que «quedándome ahí [en México] no podía darlesmuchas cosas pero sí podría otorgarles mejores cosas y una mejor vida sime venia aquí [EE. UU.] (539: 6).

MATERNIDAD A LA DISTANCIA:CANTIDAD Y CALIDAD DEL CONTACTO

En general, las madres emigrantes parecen preocuparse mucho por man-tener contacto regular con sus hijos como manera de practicar «la mater-nidad a distancia» y vigilar por el bienestar emocional y material de sushijos. Las madres emigrantes mexicanas que entrevistamos enfatizaban laimportancia de contacto regular con sus hijos durante su separación y re-portaron que hicieron lo posible por mantener una relación madre-hijos apesar de la distancia. Todas ellas reportaron que hicieron lo posible parasostener contacto regular, la mayoría por teléfono. María dijo que hablabacon su hija por teléfono todos los días, mientras que Beatriz, Olivia y Ramonallamaron a sus hijos una vez a la semana. Esto tal vez sea un grado decontacto más marcado de lo normal pero son ejemplos del deseo de seguirpracticando la maternidad «a la distancia». En otros casos, como los dePilar y Anita, no fue posible mantener contacto por teléfono porque sushijos en México no tenían teléfono. En estos casos, se escribían cartas ypostales.

Las madres entrevistadas también enfatizaron la importancia del envíoregular de remesas u otras formas de ayuda material para demostrar a loshijos y familiares en el país de origen que ellos les importan.

Sabemos, por medio de otros estudios, que el envío de remesas estádiferenciado por género. Por lo general, las mujeres emigrantes envían una

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menor cantidad (hasta la mitad), pero de manera más regular que lo que elhombre emigrante. La cantidad menor de las remesas mandadas a los hijosy/o otros familiares se debe a que las mujeres inmigrantes ganan menos.Las madres de nuestro estudio parecen coincidir con este patrón. Casi to-das mandaban dinero a sus hijos y/o los guardianes de sus hijos cada vezque se les pagaba por su trabajo. La cantidad que enviaban a veces no eratan alto (Claudia mandaba de $300 a $350 mensuales, pero María sólomandó $50 por mes), mas todas las madres aseguran que mandaban «loque podían» de forma regular.

Hay muchos factores que pueden interferir con el envío regular deremesas y ayuda material a los hijos y familiares. Ellos incluyen periodosde falta de ingreso por el desemplo y gastos imprevistos como para en-fermedad, alojamiento, y problemas legales. Y el impacto de esa ayudamaterial en las vidas de los hijos no siempre es tan positivo como lospadres emigrantes esperan.

TIEMPOS DE SEPARACIÓN Y OBSTÁCULOS DE LA REUNIFICACIÓN

La mayoría de las mujeres emigrantes visualizan la separación de sus hijoscomo temporal, un periodo relativamente corto, con una reunión a cortoplazo en el país de origen o el país que las reciben como inmigrantes (porejemplo EE. UU. o Europa). A pesar de tales intenciones la separación fre-cuentemente se prolonga más de lo que las madres planeaban. El pro-medio de separación para las madres que entrevistamos fue de cuatro años,con un rango de periodo de separación entre nueve meses a 11 años. Sólouna de las madres logró, durante tres años de separación, regresar paravisitar a sus hijos.

La capacidad de las madres para reunificarse (o no) con sus hijos depen-día de diversas razones. Olivia, por ejemplo, dijo que logró llevar a sus hijo aEE. UU. después de una separación de nueve meses, debido al apoyo delhombre con el que se casó (540). Para María, quien creyó al principio que se

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reunificaría con sus hijos en «un par de meses, los meses se volvieron años».Después de tres años María logró llevar a sus hijos porque su esposo, conquien ella había emigrado, estaba ganando más dinero y habían conseguidorentar su propio apartamento (526). Beatriz también pensó que la separa-ción de sus hijos sería de dos a tres meses, pero pasaron dos años antes deque se reunieran. Ella y su esposo finalmente pudieron traer a sus cuatrohijos porque «...durante ese tiempo teníamos trabajo seguro y sabía quepodíamos brindarles un lugar en donde quedarse» (509).

En otros casos, dificultades legales prolongaron el tiempo de separa-ción. El esposo de Pilar, residente legal de EE. UU. y padre de sus hijos, fuequien logró conseguirles los documentos legales, haciendo posible lareunificación (531). En el caso de Estela, fue «la amnistía [de 1986] y elhecho de que estaba ganando más dinero» que hicieron posible lareunificación de ella y su esposo con sus hijos, después de seis años deseparación (506). En muchos de los casos no fue posible arreglar la situa-ción legal de los hijos. Sólo una de las ocho madres que entrevistamos pudollevar a sus hijos a EE. UU. con documentos legales. Seis de ellas usaron losservicios de un coyote para cruzar a los hijos y otra obtuvo documentosfalsos para cruzar a sus hijos a EE. UU.

Finalmente, una de las situaciones más comunes que retrasa lareunificación de madres e hijos es la creación de nuevas relaciones y fami-lias en EE. UU. Anita, quien era soltera cuando emigró a EE. UU., no pudoreunirse con sus hijos por un lapso de ocho años. Esto se debió, en parte, alimitaciones económicas, pero también porque se embarazó (522).

REFLEXIONES DE LAS MADRES

SOBRE LOS COSTOS Y BENEFICIOS DE LA SEPARACIÓN

Las madres, tanto como los padres, ven la decisión de separarse con sushijos para emigrar como algo difícil pero necesario para mantenerlos eco-nómicamente (Dreby, 2007). Creen que pueden brindar a sus hijos una

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vida mejor con salir del país para trabajar afuera y que esto justifica elprecio reconocido de la separación. Para las mujeres, la decisión es parti-cularmente dolorosa, debido a las expectativas que ellas y otras personastienen sobre lo que es «ser buena madre». En el caso mexicano, en particu-lar, la imagen de la buena madre es muy idealizada y esto hace casi imposi-ble que las madres emigrantes alcancen tal nivel. Las madres solteras queson el sustento económico de la familia o las madres que tienen que elegirentre reunirse con un esposo y migrado, dejando atrás alguno o todos sushijos, o rechazando la pérdida del esposo de reunirse con él para quedarsecon los hijos, enfrentan una situación muy difícil. Y sus decisiones de mi-grar o no y formar otra familia en el país destino o no puede llegar a tenerconsecuencias profundas para sus hijos y otros miembros de la familia. Alfinal de cuentas es casi imposible que la madre emigrante pueda anticiparlos costos y beneficios reales de sus decisiones.

Aunque las mujeres que entrevistamos están convencidas que su deci-sión de emigrar benefició económicamente a sus hijos y creen que ellastenían la responsabilidad primordial de sostenerlos económicamente, tam-bién hablan del dolor duradero causado por la separación y de la inseguri-dad que tienen sobre su capacidad de ser «buenas madres». También hablande las tensiones a corto y largo plazo que se dieron entre ellas y los hijos araíz de ser separados.

Chavela, quien emigró a EE. UU. sin el permiso de su esposo, dijo quelo hizo con la intención de reunir a toda familia. A pesar de que está segurade que si hubiera tomado otra decisión hoy en día sus hijos no estarían enEE. UU., también dice:

Creo que no he sido una gran madre pero he tratado de hacer lo mejor. Nunca me

he sentado a platicar con mis hijos sobre la separación, quizá es porque los dejé.

Pero me [gustaría] explicarles que tomé la decisión [de emigrar] porque quería que

estuvieran con su papá (514).

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Claudia, quien se reunió con sus hijos en EE. UU. después de 11 años,dice que no les aconseja a las mujeres que se separen de sus hijos

Mi separación no fue buena porque mis hijos crecieron sin mí. Aunque sabemos

que siempre vamos a ser madre e hijo siempre hay una distancia entre nosotros.

Toma años el tratar de llenar el vacío para recuperar su amor otra vez (539: 21).

Pilar aconseja lo mismo porque: «…probablemente se perderían demuchas cosas, como su sonrisa y alegría y sus gestos. Pero uno se va pornecesidad» (531).

Las madres emigrantes dicen que pese a su esfuerzo de mantener con-tacto regular con sus hijos ellas aún se preocupaban por ellos. Aunque algu-nas de sus preocupaciones están relacionadas con la forma en la que el dineroque envían es utilizado y si lo usan para el bienestar de sus hijos, la mayoríaestán relacionadas con si las madres substitutos llegan a llevar a cabo susroles maternales en cuanto a los hijos bajo su cuidado. Chavela recuerda:«Yo tenía muchas preocupaciones porque me dolió haberlos dejado. Estabapreocupada porque no sabía si estaban enfermos o no, si comían, o dóndeestaban» (514: 6).

Algunas madres, aunque confían en las personas que cuidan a sus hijos,se preocupan sobre la capacidad de las madres sustitutas de proteger a sushijos de influencias externas que potencialmente son peligrosas. Dijo Anita:«Yo confiaba en mi madre [quien cuidaba a mis hijos], pero ellos [los hijos]podrían estar con otros miembros de la familia y ellos no se preocuparíande cuidar a mis hijos» (522: 19).

Por otro lado, a Pilar no le gustaba la influencia que su mamá, quien sehabía convertido a la religión Testigos de Jehová, podría llegar a tenersobre sus hijos católicos. «Estaba preocupada cuando mi mamá cambió dereligión porque trató de convertir a mis hijos. No me gustó porque yoestaba a gusto con la religión que yo había elegido» (531: 16).

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Un tema constante a través de nuestras entrevistas fue la preocupaciónde madres sobre el posible maltrato físico o abuso de sus hijos. Olivia dice:«aunque yo sabía que ellos estaban seguros y protegidos [con mi hermanoy hermana], me preocupaba que fueran a ser maltratados» (540: 11). Asímismo, a Anita, quien dejó a sus hijos al cuidado de su madre, le preocupa-ba «que ellos [mis hijos] no fueran a tener zapatos, que no les dieran decomer y que les fueran a pegar sin que yo estuviera presente» (522: 19).

CONCLUSIÓN

El creciente número de madres mexicanas que emigran, solas o con susparejas masculinas, mientras dejan a sus hijos al cuidado de otros, es partede una tendencia mundial. Aunque se sabe poco sobre las características yel número exacto de estas madres inmigrantes, o de los contextos de sussalidas, los estudios existentes sugieren que, si bien comparten la migra-ción en paralelo a la de los padres migrantes, los contextos de sus salidas ylos cálculos de costos y beneficios asociados con sus ausencias son diferen-tes de las de los padres mexicanos. Para las madres, la migración por logeneral requiere de planificación para asegurar que los niños sean atendi-dos en su ausencia y para contar con las explicaciones que justifican el viajepropuesto. La separación geográfica de las madres de los niños se percibecomo un desafío mayor a la ideología de género que para los padres, espe-cialmente en el contexto cultural mexicano, donde la migración internacio-nal ha sido históricamente masculina y la ideología asociada a la maternidadbiológica es particularmente fuerte.

Una vez separadas, las madres mexicanas migrantes parecen hacer hin-capié –más que los padres migrantes– en la cantidad y la calidad de sucontacto con los hijos que dejaron en origen. Ellas mantienen el contactono sólo a través de las remesas regulares y de comunicación, sino que estánal pendiente de la calidad así como de la cantidad de los contactos, y danseguimiento a las necesidades sociales y emocionales de sus hijos dejados

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MADRES MEXICANAS QUE EMIGRAN 59

atrás. Esto obliga a las madres migrantes a redefinir la maternidad para darcabida a la separación geográfica. A pesar de sus mejores esfuerzos parautilizar la migración como una forma de proveer a las necesidades materia-les de sus hijos y las oportunidades educativas, los costos de la separación,especialmente cuando es prolongada, suelen ser altos a los ojos de los ni-ños que quedan atrás, así como para los de sus madres.

Las investigaciones futuras sobre la migración mexicana tienen quehacer más visible la tendencia creciente de las madres mexicanas a migrary comparar las experiencias de madres y padres migrantes, incluidos losesfuerzos por «los padres a distancia» y el balance de costos y beneficiosno sólo de parte de ellos, sino también de sus hijos, sus cuidadores sustitu-tos y otros miembros de la comunidad.

Tabla 1Información demográfica(al momento de emigrar)

Nombre Edad Estado Civil Nivel de Educación Lugar de Origen

Olivia 30 Separada/divorciada Primaria Ensenada, Baja CaliforniaClaudia 20 Separada/divorciada Preparatoria completa Olvera, HidalgoPilar 35 Separada/divorciada Primaria (un año) Guanajuato, LeónAnita 40 Soltera Preparatoria completa Ixtapaluca, Estado de

MéxicoMaría 26 Casada Primaria Guadalajara, JaliscoRamona 38 Casada Secundaria completa Acapulco, GuerreroChavela 31 Casada Primaria (dos años) ZacatecasBeatriz 30 Casada Primaria Ciudad Juárez, Chihuahua

ANEXOS

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60 LA FUERZA DE LA PRENSENCIA. EN TORNO A LA MIGRACIÓN, LA POBREZA Y EL GÉNERO

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Tabla 3Porcentaje de hombres y mujeres extranjeros nacidos en EE.UU. de El Salvador, Guatema-

la, Méxicoy Filipinas 1980, 1990, y 2000

El Salvador Hombres Mujeres Total1980 43.3 56.6% 95,0001990 51.6 48.4 472,3932000 51.5 48.5 832,832

Guatemala1980 46.5 54.4% 65,0001990 51.0 49.0 227,9982000 55.2 44.8 487,228

México1980 52.4 47.6 2,242,1001990 55.0 45.0 4,405,4142000 55.4 44.6 9,325,452

Filipinas1980 46.4 53.6 548,8801990 44.0 56.0 1,001,1742000 42.4 42.4 1,445,328

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70 LA FUERZA DE LA PRENSENCIA. EN TORNO A LA MIGRACIÓN, LA POBREZA Y EL GÉNERO

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EXPERIENCIAS DE LOS MIGRANTES MEXICANOS... 71

Como parte de una investigación más amplia sobre el régimen debienestar social y el régimen migratorio se realizó la aplicaciónde una entrevista semiestructurada a un total de 40 migrantes mexi-

canos residentes en el condado de Los Ángeles, California, durante los añosde 2006 y 2007. En dicha entrevista se pidió a los jefes de hogar sus opinio-nes acerca de la reforma de 1996 al sistema de bienestar en Estados Unidosy también se analizó cuidadosamente, en un esfuerzo por discernir los efec-tos de los programas sociales sobre la vida de los migrantes, una variedad decircunstancias familiares que, si bien no pueden ser necesariamente atribui-das sólo a esas reformas, denotan las realidades de vivir con un sistema debienestar social y su repercusión en la crianza y educación de los hijos.

En tanto que algunos de los padres se independizaron de los beneficiossociales al reincorporarse al mercado de trabajo; otros, en cambio, encon-traron medios alternativos para mantener el nivel de vida de sus familias.Otros más continuaron dependiendo de este sistema, debido al gran núme-ro de barreras sociales y personales que enfrentaron.

Este documento presenta un breve análisis sobre las descripciones delas circunstancias económicas, las estrategias de bienestar, y las formasde participación en el sistema, de un grupo de padres migrantes que vivenal margen de los grandes beneficios económicos y sociales de una socie-

Experiencias de los migrantes mexicanos documentadosen el sistema de bienestar social

Mario Alfredo Navarro Ruvalcaba

Que me regrese el gobierno algo de lo que yo le he dadoMyrna, 2007

[71]

INTRODUCCIÓN

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72 LA FUERZA DE LA PRENSENCIA. EN TORNO A LA MIGRACIÓN, LA POBREZA Y EL GÉNERO

dad como la estadounidense. Las descripciones de los migrantes se utili-zaron para ilustrar la experiencia de su transición del sistema de bienestaral mercado de trabajo, de las estrategias para sobrevivir económicamen-te, de los obstáculos para reincorporarse al mercado de trabajo; así comode las opiniones de los participantes de los programas sociales. Además seincluyen sus puntos de vista sobre los límites temporales para el acceso abeneficios sociales y los problemas burocráticos que enfrentaron al tenercontacto con el sistema de bienestar social, entre otros temas más.

ACTITUDES HACIA EL TRABAJO

Y HACIA EL SISTEMA DE BIENESTAR

La salud personal y las responsabilidades familiares emergieron como fac-tores clave en las decisiones de las mujeres para decidirse a no incorporar-se al mercado de trabajo. Algunas entrevistadas afirmaron que la principalrazón por la que no trabajaban, en el momento de la investigación, era porcausas relacionadas con la salud. La decisión de quedarse en el hogar consus hijos y las dificultades para encontrar soluciones aceptables referentesal cuidado de los hijos también fueron mencionadas con frecuencia comorazones para no trabajar. No obstante, otras mujeres mencionaron que notrabajaban porque experimentaban problemas para encontrar un empleo.Otras entrevistadas argumentaron que estaban en busca de un trabajo detiempo completo.

Diferentes factores inciden en la capacidad de los entrevistados paraencontrar empleo, pero las decisiones para trabajar también pueden reflejarlas actitudes que se tienen sobre emplearse y lo que significa distanciarse delhogar. A los entrevistados se les preguntó de sus actitudes hacia el trabajo yhacia los programas sociales. Algunas mujeres entrevistadas coincidieroncon la idea de no trabajar para cuidar de tiempo completo a su familia. Aun-que muchas de las mujeres querían estar en el hogar con sus hijos, la mayoríareconoció el impacto negativo que tiene en su economía por no ejercer una

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EXPERIENCIAS DE LOS MIGRANTES MEXICANOS... 73

actividad remunerada. Sólo una minoría de las entrevistadas, tanto emplea-das como desempleadas, respondieron en forma consensada que los progra-mas sociales podrían proporcionar mejor sostén a su familia que lo que ellaspodrían hacerlo si trabajaban. Respecto al cuidado de los niños, la investiga-ción demostró que las mujeres consideran como un obstáculo para laborarel no contar con personas confiables para el cuidado de los menores. Sinembargo, otras piensan que el argumento anterior no es suficiente para per-manecer en el hogar.

Las entrevistas ofrecieron información vasta acerca de cómo losmigrantes de bajos ingresos en el condado de Los Ángeles opinan acercadel trabajo. Muchos de los entrevistados tuvieron una serie de comentariospositivos acerca del hecho de tener empleo. Por ejemplo, Anahí, de 28 añosde edad y legalizada, originaria de San Cristóbal de la Barranca, Jalisco,madre de dos hijos, con una larga historia laboral, disfruta su trabajo enuna tienda de artesanías, con un salario de $6.50 dólares por hora. Ella locomentó así:

Me gusta ayudar a las personas cuando llegan a tener problemas con algo relaciona-

do con mi trabajo, porque he hecho artesanías toda mi vida, y cuando tienen proble-

mas, puedo decirles qué sellador o color usar, o qué material es el adecuado. Esto

para mí es algo que me llena, es algo que conozco y lo comparto (Anahí, 2007).

Otros entrevistados mencionaron la satisfacción que significa obtenersu «propio cheque» como retribución por su labor. Carmen, migrante le-galizada, de 41 años de edad, y madre de seis hijos, originaria de Colima,Colima, mencionó que ella pensaba que cobrar su sueldo cada quincenaera algo bueno «porque no es como el welfare, donde usted tiene que espe-rar todo un mes. Aquí puedo contar con este dinero» (Carmen, 2007).Insistió en la importancia de tener un trabajo estable para el sostenimientode los hijos, pero también reconoció que le hubiera gustado un trabajo demedio tiempo, por las mañanas, mientras sus hijos estudiaban.

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74 LA FUERZA DE LA PRENSENCIA. EN TORNO A LA MIGRACIÓN, LA POBREZA Y EL GÉNERO

En las entrevistas se puso de manifiesto la tensión entre querer sostenera los hijos a través del trabajo y el deseo de estar en el hogar cuidando desus hijos. Muchas de las madres trabajadoras expresaron un alivio tras re-cibir una remuneración extra, y se mostraron orgullosas de poder hacerlo,contribuyendo con esto a su autoestima; así mismo reconocieron que sushijos estaban orgullosos de que sus madres trabajaran. Carmen lo reflexio-na de la siguiente manera: «Mis hijos están realmente orgullosos de mí, mepreguntan que cómo me fue en mi día» (Carmen, 2007).

Sin embargo, para otras madres entrevistadas el «costo por trabajar erademasiado alto». Myrna, por ejemplo, señaló que su hija Cindy tenía trastor-nos del sueño debido al miedo que le provocaba saberse sola mientras lamadre trabajaba como veladora en una fábrica. Las madres que no teníanempleo fueron especialmente elocuentes al expresar su creencia de que estaren el hogar era su trabajo. La labor, para estas madres desempleadas, estápresente en el hogar y se ve reflejado en el cuidado del hogar y de los hijos.

Pocas mujeres tuvieron la fortaleza de hacer frente a las responsabili-dades familiares y laborales al mismo tiempo. Por ejemplo, Sonia, una ma-dre migrante de Acatic, Jalisco, que hace dobladillos de uniformes paraenfermeras en su casa por 0.50 dólares cada uno, dijo:

Hago todo al mismo tiempo. Cuando mis hijos están en casa dejo de trabajar y me

pongo a cocinar para ellos. Cuando coso, trato de estar al pendiente y les digo qué

hacer […] A veces, cuando están dormidos, me pongo a coser hasta la medianoche.

Cuando estoy cansada y me siento demasiado tiempo frente a la máquina de coser,

mi presión arterial sube y me he mareado. Creo que no voy a tener una larga vida»

(Sonia, 2007).

La necesidad de estar en casa con sus hijos es una urgencia especialpara las mujeres que viven en barrios peligrosos, en especial para las ma-dres de niños y adolescentes. Varias de las mujeres desempleadas reporta-ron que decidieron no trabajar dada la violencia del vecindario donde viven,

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y para mantenerse en casa supervisando a sus hijos. Margarita, migrantede 49 años de edad y originaria de Puebla, Puebla, con seis hijos (algunosmayores de 18 años), describe la violencia en su barrio de la ciudad de ElMonte como la razón que la obligaba a acompañar a su hija de 14 años aabordar el autobús escolar. Ella lo explica así:

Esta mañana fui a acompañar a mi hija a la escuela, desde que sale de la casa a las 6:40

a. m., no la dejo ir sola. Me levanté temprano, y la llevé a la parada del autobús […]

Y allí vimos un montón de policías alrededor de donde yo vivo, y dije, Dios, ¿qué

pasó? Y dejé a mi hija, y le pregunté a una señora, «¿Por qué está la policía aquí?». Y

ella dijo: «Oh, nuestra vecina, la señora, su marido la mató» (Margarita, 2007).

Varias madres migrantes señalaron que necesitaban estar en casa pararecoger a sus hijos de la escuela y cuidarlos, y cuidarlos no de la violenciadel barrio, sino de las palizas que les propinaban otros niños sólo por elhecho de ser latinos o asiáticos:

Ahora tengo que acompañarlos al autobús […] Tengo que esperar al autobús […]

Ahora, tengo que llevarlo al autobús […] Los golpean, especialmente los que an-

dan en bicicletas […] No es seguro aquí. Los niños no se molestan si los adultos los

acompañamos (Margarita, 2007).

BIENESTAR SOCIAL Y EMPLEO

Para los padres de familia que obtuvieron empleo, en los años inmediata-mente posteriores a la reforma, experimentaron un aumento en los ingre-sos familiares al mantenerse en sus empleos. Por ejemplo, María, madresoltera de 38 años de edad, migrante legalizada, con cuatro hijos de once,ocho, seis y dos años de edad, vive en la ciudad de Bellflower. Ella noterminó la escuela secundaria, abandonó la escuela después de su primeraño, y tiene una limitada experiencia laboral. María obtuvo un empleo de

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bajo salario en un centro de rehabilitación, realizando una jornada de aproxi-madamente 16 horas por semana.

María dependió principalmente de beneficios sociales para mantener asu familia de 1997 hasta el año de 2002, cuando obtuvo un empleo en unaempresa de seguridad. Ella no lo mantuvo por mucho tiempo, pues a sujuicio era un empleo muy peligroso y en horario nocturno. En febrero de2004, María fue contratada como recepcionista en un asilo, teniendo unsalario de ocho dólares la hora más beneficios. Los sábados y domingostrabajaba en un empleo de medio tiempo, cubriendo un horario de las 15:00a las 23:00 horas. Antes de obtener este empleo, María recibía un subsidiomonetario de 748 dólares al mes vía el Temporary Assistance for NeedyFamilies (TANF), 350 dólares en Food Stamps (Estampillas de Comida) (FS),70 dólares vía el Women, Infants, and Children Program (WIC) y 50 dólarespor concepto de pensión alimenticia. Recibía también asistencia de vivien-da,1 con la cual reducía su renta a 52 dólares mensuales. En septiembre de2004 obtuvo 600 dólares en su empleo de medio tiempo, recibió 693 dóla-res por TANF y 255 dólares de FS. Ella continuó percibiendo el mismo nivelde pensión alimenticia, 50 dólares, y 70 dólares por WIC, como lo teníaantes de obtener su empleo. Una vez empleada, el valor de su beneficio devivienda fue recortado y su renta aumentó de 52 a 266 dólares al mes, resul-tado del aumento de sus ingresos netos de 236 dólares para ese mes. Conuna carga horaria semanal menor a las veinte horas, María mejoró su situa-ción financiera que cuando dependía sólo de los beneficios sociales.

1 Programa conocido como Sección 8, que proporciona ayuda para la renta a familias de bajos ingresospara asegurar viviendas dignas, seguras y sanitarias. Los participantes pueden tomar el documentocomprobante de la vivienda escogida y utilizarlo para alquilar una propiedad en el mercado privado.El programa se financia federalmente por el Departamento de Vivienda y Desarrollo Urbano (HUD),y administrado por la Autoridad del Desarrollo de la Comunidad (CDA, por sus siglas en inglés). Laelegibilidad inicial se basa en ciudadano o no ciudadano con un estado elegible, una familia de dos omás personas, donde la cabeza de familia es de 18 años de edad o mayor; una sola persona, quien esmayor de 62 años, o que se considera incapacitado. La parte del alquiler de la familia es establecidaentre 30% y 40% de sus ingresos mensuales ajustados. El pago oficial se basa en el tamaño de losdormitorios del apartamento.

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Las experiencias de muchos padres reflejan la posibilidad de que unavez que obtienen empleo, sus salarios por hora pueden aumentar con eltiempo, tal como lo explica Holcomb:

La filosofía que subyace en estos programas, como el TANF, parte de la expectativa

de que la mayoría de los beneficiarios son capaces de encontrar empleo y asumir que

la mejor manera de tener éxito en el mercado laboral es integrarse al mismo. Se cree

que la movilidad laboral y la obtención de más altos salarios son resultado de la

sumatoria de experiencia en el empleo… Por lo tanto, el empleo es tanto el objetivo

como la expectativa cuando los únicos empleos que se pueden obtener son de bajos

salarios y carecen de beneficios (Holcomb, en Corcoran et al., 2000: 15).

Para los padres, en este estudio, los salarios fueron aumentando a me-dida que su experiencia laboral creció, y continuaron combinando la asis-tencia social con el trabajo.

Felicia es el ejemplo de una exitosa transición de dependencia económi-ca sustentada en beneficios sociales a la dependencia sustentada en el traba-jo, el no depender del «ingreso social».2 Felicia es una migrante legalizada,madre soltera de 35 años de edad con tres hijos. Ella vive en un departamen-to social subsidiado que se localizaen una zona de bajos ingresos de la ciudadde South Gate. Se graduó de la secundaria y asistió un semestre al colegiocomunitario antes de dar a luz a su primer hijo y de recibir asistencia social.Felicia ha trabajado en una gran variedad de puestos, como veladora en uncementerio y clasificadora de correos, por ejemplño, donde ganaba 8.25dólares la hora. Eventualmente no pudo estar trabajando por las noches ypoder estar al cuidado de su familia, por lo que tuvo que obtener un trabajodiurno como camarera en un restaurante. A pesar de que Felicia trabajabaun promedio de 30 horas a la semana, ella siguió obteniendo un subsidiomonetario reducido y FS que complementaban su ingreso.

2 Ingreso social se clasifica como todo ingreso monetario o en especie o en servicio que se recibe delsistema de bienestar social, ya sea federal, estatal o local (del condado).

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En noviembre de 2004, Felicia tuvo una segunda temporada de empleoen una compañía naviera clasificando paquetes por un ingreso de 12.50dólares la hora. Durante gran parte de diciembre trabajó durante más de12 horas al día combinando dos empleos. En enero de 2005 redujo sushoras laborales en la compañía naviera a fin de disponer de más tiempo encasa con sus hijos. En abril fue promovida, en el restaurante, a un cargoadministrativo, cajera, ganando 16 dólares la hora, sumando aproximada-mente 930 dólares por quincena. En ese tiempo, tanto sus FS como el sub-sidio del TANF le fueron retirados por completo. Con su experiencia laboral,Felicia, fue capaz de obtener un cargo gerencial que le permitió un altosalario por hora, para no continuar como camarera, cuyo ingreso dependíaen gran medida de las propinas.

Aunque su salario por hora es mucho menor al de Felicia, Leonor, tam-bién experimentó un aumento en sus ingresos a través del tiempo. Ella esuna madre soltera de 45 años de edad, con residencia en Inglewood; tienetres niños de entre los dos y trece años de edad. Aunque no terminó laescuela secundaria, ella ha trabajado de manera constante en el transcursode su vida adulta. Su experiencia laboral incluye empleos en un restauran-te, en un hospital de maternidad, en una tienda de artículos de segunda, enuna licorería y en una farmacia. En noviembre de 2002, Leonor obtuvo untrabajo de tiempo completo como cajera en una farmacia. Su salario inicialera de 5.75 dólares la hora. En abril de 2004 nació su hija y tuvo una licen-cia de maternidad por siete semanas. En noviembre de 2004, después deregresar al trabajo, Leonor fue ascendida en el departamento de cámarasfotográficas, con un aumento a 7.11 dólares la hora. A inicios de 2005recibió un ajuste en su salario cuya cotización llegó a ser de nueve dólaresla hora, lo que le permitió obtener ingresos brutos mensuales de casi 1 500dólares. Por esta razón ya no fue candidata para continuar con un subsidiodel TANF o de FS.

Se tiene documentado también el caso de Leticia II quien, al igual queFelicia, aumentó sus ingresos con el paso del tiempo. Sin embargo, a dife-

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rencia de las otras dos mujeres, ella no ha permanecido en un solo empleo,sino que ha tenido una movilidad laboral con salarios más altos. Leticia IIes una madre soltera de 37 años, radicada en la ciudad de San Fernando, yque obtuvo su primer trabajo a principios de 2004 registrando inventariosen un almacén. Varios meses después abandonó ese trabajo y obtuvo otrocomo sirvienta, con un ingreso de 5.75 dólares por hora. Después de tresmeses renunció y tomó otro empleo similar pero con una agencia diferen-te. En este tiempo su salario aumentó a 7.50 dólares por hora. Después devarios meses se empleó en el área de limpieza en un centro de rehabilita-ción, obtuvo un aumento en su salario de 8.50 dólares por hora. En subúsqueda por encontrar empleos y en la transición de estos por un cortoperíodo, Leticia II tuvo un significativo aumento en su salario por hora.

Aunque pareciera que, en general, los salarios de algunos ex beneficia-rios han aumentado en el transcurso del tiempo, gran parte de su empleo hasido inestable. Leticia II pudo lograr un aumento de su salario por hora alencontrar un nuevo puesto de trabajo en un periodo breve. Sin embargo, sujornada de trabajo no ha sido estable, debido en parte a la dificultad de tras-lado a su trabajo y su situación financiera, que siguió siendo muy precaria.

Jaime, un migrante de Cañadas de Obregón, Jalisco, con 45 años deedad y con una condición migratoria legal, es padre de una niña de tres añosde edad. Él tiene un salario mucho mayor que el de Leticia II, pero todavíaexperimenta una gran vulnerabilidad económica debida a su inconsistencialaboral. Jaime es aprendiz de carpintero pero, a fin de convertirse en maes-tro carpintero, cada tres meses debe completar una semana de capacitación,y por ello recibe un incremento salarial por hora de dos dólares. En sep-tiembre de 2003 comenzó a trabajar con un salario por hora de 10 dólares.En febrero de 2005 ganaba 21 dólares por hora. Sin embargo, e incluso coneste salario, Jaime tenía problemas para pagar cada mes sus cuentas. Suempleo es inestable. Él frecuentemente es descansado y debe enlistarse en laagencia de empleos del sindicato, donde pasa de dos a tres semanas para sercolocado en otro puesto. No cuenta con ninguna garantía debido a que su

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trabajo es por temporadas, dejó de laborar en los meses de noviembre afebrero, que es cuando hay lluvias frecuentes. Durante esos meses, Jaimeutiliza sus ahorros para sobrevivir y percibe ingresos adicionales por mediode la realización de pequeños proyectos de construcción para sus vecinos yamigos. La inconsistencia laboral de Jaime ha hecho difícil para él su presu-puesto, a pesar de que gana un alto salario por hora.

Así como Jaime, otros padres entrevistados aumentan sus ingresos através del tiempo, pero para muchos de ellos sus salarios están aumentan-do relativamente poco y sus jornadas laborales son muy inestables. Conestas condiciones, el empleo no garantiza la autosuficiencia.

EMPLEO E INDEPENDENCIA

Todos los entrevistados mencionaron tener el objetivo de querer ser eco-nómicamente autosuficientes y argumentaron que creen que el empleo losindependizará del sistema de bienestar social. Además, muchos padres seperciben como más fuertes modelos para sus hijos con el hecho de recibircheques por su empleo, en lugar de recibir cheques por concepto de bene-ficios sociales. Felicia, con relación al trabajo, cree que su motivación ydedicación a éste va a enseñar a sus hijos a valorarlo, tal como lo menciona:«Creo que es bueno para mis hijos el verme trabajando porque significaque no pueden ser flojos ‘porque su mamá no fue floja’, y tienen que levan-tarse y trabajar para tener todo lo que necesitan o lo que su familia va anecesitar» (Felicia, 2007).

Irma tiene un historial de empleos con bajos salarios, incluyendo el deguardia de seguridad y asistente de profesor en la escuela de su hija. Ellacree que existe un gran beneficio por el empleo: «Me siento mucho mejorcuando estoy trabajando. Me siento como independiente y una gran mujer[…] Salgo y trabajo para mi familia. No voy a pedir un favor. Así que sientouna sensación de logro y creo que he sido un buen ejemplo para mis hijos»(Irma, 2007).

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Leonor cree que ella debe ser autosuficiente con el fin de garantizar suseguridad financiera en el futuro. Considera que el sistema de bienestar so-cial no la protegerá de la pobreza. Dice que: «El welfare no es un sistemaseguro, y me niego a confiar en algo que no va a estar allí para siempre […]si te vas a ser cargo de los negocios la única persona en la que puedes confiares en ti mismo» (Leonor, 2007). Leticia II expresó su aprecio por la inde-pendencia que se deriva de su trabajo:

La cosa conmigo es que yo sólo estoy agradecida de que pueda trabajar […] es sólo

salir, en lugar de estar sentado en su casa y esperar a que alguien mande algo de

dinero; depender de otra persona; ser responsable e independiente es algo nuevo

para mí, pero es bueno, es una cosa buena (Leticia II, 2007).

Esta visión fue repetida por Silvia: «Trabajando me siento indepen-diente y, tu sabes, como que estoy haciendo lo que debería hacer» (Silvia,2007). Silvia siente que al depender de beneficios sociales limita su poten-cial para lograr la independencia económica y dice:

Estar en el welfare te hace sentir como […], bueno, es lo más bajo a lo que llegaré,

especialmente si estás o has estado en las drogas. No serás capaz de ir más allá

porque estás en las drogas. Así que dices a la chingada otra vez, tú sabes […] Si estás

en el welfare por mucho tiempo, de pobre ya no puedes pasar, todo esto es lo más

lejos que tú vas a ir. E incluso si has intentado salir, no serás capaz de hacerlo […] Es

como que si te empujaran más a ser pobre, pero se puede ser más pobre, de eso no

cabe duda; el welfare te hace ser más pobre y jodido. Tu sabes, es como si te dieran

una cuerda y el viento te llevará hacia fuera, sólo te tiran por ahí […] es sólo tirarte

una cuerda y te dejan en el agua (Silvia, 2007).

Al igual que muchos de los participantes en la investigación, Silvia per-cibe a la educación como la clave para su futura seguridad económica. Ellaespera que un día pueda regresar a la escuela y ser capaz de tener más

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oportunidades de trabajo, para que así le permita ser independiente de losbeneficios sociales.

ESTRATEGIAS DE SOBREVIVENCIA

No obstante si los padres están empleados o reciben un subsidio TANF, elsistema de bienestar social y el empleo por sí solos no les permiten sobre-vivir y mantener a sus familias. Los beneficiarios han logrado obtener em-pleo, pero no han podido mantener un trabajo de tiempo completo omantener un mismo empleo durante un año. Los entrevistados que se em-plearon experimentaron aumentos en sus salarios y no les permitió a mu-chos de ellos mantener a sus familias con ingresos superiores a la línea depobreza. De este modo, los beneficiarios necesitan asistencia suplementa-ria incluso una vez que se encuentran en el mercado laboral. La mayoría deestos padres han encontrado otros programas y apoyos que les permiten lasupervivencia de una manera un poco más fácil, tanto si se trata de unainiciativa patrocinada por el gobierno tal como el Supplemental SecurityIncome (SSI) o Earned Income Tax Credit (EITC), un programa de gestiónprivada como los centros de rehabilitación o apoyos de los demás miem-bros de la familia y la red de migrantes. Su supervivencia depende de com-plementar sus ingresos con otras formas de asistencia y apoyo, como lasque a continuación se analizan.

CRÉDITO POR INGRESO DEL TRABAJO

(EARNED INCOME TAX CREDIT, EITC)

El EITC ofrece un crédito fiscal reembolsable para los padres de familia eindividuos con bajos ingresos laborales. Ese crédito fiscal se deduce de losimpuestos adeudados por los trabajadores de bajos ingresos, e incluso se lespuede otorgar más dinero si el crédito es superior a lo adeudado. En el año2005, una pareja, con un hijo, que trabajaba tiempo completo y en un empleo

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formal durante todo un año, con el salario mínimo, lograba ganar 10 700dólares y, con ello, podría calificar para un reembolso máximo de 2 353 dó-lares (Center of Budget and Policy Priorities, 2006). El EITC, que se amplióen 1991, 1995 y 1998, acreditó haber sacado de la línea de pobreza a 4.7millones de personas (Center of Budget and Policy Priorities, 2000).

El EITC ha demostrado ser útil para varios de los padres que participa-ron en esta investigación y que se encontraban empleados. En abril de 2005,Felicia, recibió un cheque del EITC por 4,500 dólares, lo que le permitióponerse al día en sus deudas. Leonor recibió, en 2003, también un granbeneficio del EITC, de 5,000 dólares y en 2004 de 5,300 dólares. En 2003 losfondos del EITC le ayudaron a comprar un automóvil. Al año siguiente esosingresos adicionales la ayudaron a pagar sus gastos durante seis meses.

Silvia, originaria de Yahualica, Jalisco, con 47 años de edad y madre decuatro hijos, recibió un reembolso de 1,500 dólares en 2003, que ella usó enla compra de mobiliario para su hogar. Los ingresos de Silvia los obtuvo desu puesto de trabajo en el gobierno de la ciudad de Long Beach, California,donde ganaba 7.38 dólares la hora como empleada de archivo. En mayo de2004 su sueldo aumentó a 12 dólares la hora y su subsidio del TANF se redu-jo a cero. Antes de ese trabajo Silvia dependía de los beneficios sociales.

INGRESOS DE SEGURIDAD SUPLEMENTARIOS

(SUPPLEMENTAL SECURITY INCOME, SSI)

Para los padres con discapacidades físicas o problemas de salud mental elSSI les proporciona un ingreso mensual y les libera de las exigencias labo-rales introducidas por la reforma. Para recibir SSI es necesario tener unimpedimento físico o mental que les impida trabajar por un periodo de almenos un año. Los beneficios del SSI se encuentran disponibles sólo parapersonas de bajos ingresos.

Rosa II sufre de depresión clínica, lo que ha sido un factor para nopoder obtener y mantener un empleo estable. Tiene 43 años de edad y es

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originaria de Sahuayo, Michoacán. Ha obtenido la naturalización y tienetres hijos, dos viven con ella. Con el SSI, Rosa II declaró que recibe 151dólares más cada mes en comparación con lo que recibe del subsidio delTANF, el cual antes ascendía a 505 dólares. Aunque los ingresos de Rosa IIestán todavía por debajo de la línea federal de pobreza, el SSI es esencialpara permitirle satisfacer las necesidades básicas de sus hijos.

Patricia recibe subsidio del SSI, tiene 33 años, y es madre de tres hijos,legalizada y oriunda de León, Guanajuato. Abandonó la escuela secundariadurante su primer año y cuenta con pocas habilidades laborales. Comenzóa recibir beneficios sociales en el año 2000, cuando su hijo más grandetenía un año de edad. Se mudó a su propio apartamento y depende de losbeneficios sociales y del trabajo de niñera para poder pagar el alquiler.Después de vivir aproximadamente durante un año en su propio aparta-mento, se le hizo muy difícil pagar sus gastos, por lo cual Patricia y sushijos se trasladaron de nuevo a vivir en casa de sus padres.

En agosto de 2003, Patricia fue diagnosticada con una condición médi-ca crónica. Recibe diálisis tres veces a la semana debido a una insuficienciarenal. Sus citas médicas para la realización de la diálisis le toman aproxi-madamente tres horas, tiempo que agota a Patricia, quien se ve en la nece-sidad de descansar. En esos días su madre y abuela se encargan de sushijos. Patricia ha sido eximida temporalmente del programa California WorkOpportunity and Responsibility to Kids (CalWORKs)3 debido a su condi-ción médica. En septiembre de 2004 fue aprobada para el SSI y comenzó arecibir 700 dólares del TANF, 700 dólares del SSI y 220 dólares en FS.Antes del SSI Patricia recibía del TANF 728 dólares y 240 dólares en FS. Suingreso aumentó 652 dólares y permitió a Patricia, con la ayuda de suspadres, regresar a vivir a su propio apartamento.

3 Este programa estatal obliga a los beneficiarios sociales a que comprueben que están en labúsqueda de empleo y deben asistir a cursos de capacitación laboral.

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ASISTENCIA DE LA FAMILIA

Aunque el SSI aumentó considerablemente los ingresos de Patricia, fue elapoyo de sus padres el que le permitió sobrevivir cada día. Además de cui-dar gratuitamente a sus hijos, ellos regularmente cooperan para pagar susgastos. Cuando Patricia se mudó a su propio apartamento, sus padres pa-garon el depósito del primer y último mes de renta y le compraron mue-bles. Además, cuando se mudó ella se llevó a sus dos niños más pequeñospero su hija mayor se quedó con sus abuelos. Patricia sigue recibiendo unsubsidio de TANF por su hija, aunque ya no vive con ella.

El caso de Patricia es un ejemplo claro que permite ir más allá de lasfunciones que Chávez (1992) le atribuye a las redes sociales: «las redessociales proveen un eficiente sistema de emigración y reclutamiento labo-ral», pero también son una efectiva fuente de producción y distribución debienestar al interior de las comunidades de migrantes.

Ana también se beneficia del apoyo de su familia. Tiene una gran redde apoyo que le permite tanto trabajar como asistir a la escuela. Ana es unamujer de 40 años de edad, madre de tres hijos, migrante legalizada y oriun-da de Zapopan, Jalisco. Ha combinado su trabajo con los beneficios socia-les la mayor parte de su vida adulta. El primer trabajo de Ana fue en unrestaurante de comida rápida. Ella comenzó a trabajar allí con jornadas demedio tiempo, mientras estaba en la escuela secundaria y luego continuópor tres años más después de graduarse. A la edad de 21 años comenzó arecibir beneficios sociales cuando dio a luz a su primer hijo y dejó de traba-jar para cuidarlo. Dos años más tarde dio a luz a otro niño. Poco despuésvolvió a trabajar como acomodadora en un cine y mantuvo este empleodurante tres años. Aunque trabajaba, sus ingresos no fueron los suficientescomo para dejar de recibir los beneficios sociales. A los 26, Ana tomó unempleo en la construcción que mantuvo por cuatro años. En 2002, Anaasistió a la orientación del CalWORKs para poder emplearse en una cafete-ría de una gran oficina de negocios. Después de unos pocos meses fue

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«descansada» de este trabajo. Tomó la determinación de regresar a la escue-la y comenzó a estudiar negocios en un centro educativo comunitario.

Los dos hijos mayores se fueron a vivir con la madre de Ana, quien recibeuna subvención del TANF por 505 dólares al mes por ayudar al cuidado de losniños. Aunque el hijo más pequeño de Ana vive con ella, no recibe una sub-vención para él debido al límite de beneficios alcanzado por su familia. Anarecibe 137 dólares al mes en FS y 310 dólares en asistencia general.4 En abrilde 2005 Ana tomó un empleo con una compañía de transporte marítimo, enla carga y descarga de paquetes, con un ingreso de 9.20 dólares la hora.Trabaja de 3:30 a 7:00 a. m., después va a la escuela, de 9:00 a. m. a 1:00 p. m.Cuando comenzó a trabajar para la compañía naviera ella y su hijo menor semudaron con sus padres. Además de cuidarles a los hijos, sus padres le danaproximadamente 150 dólares al mes para cubrir sus gastos, además de quetambién le dan una habitación sin exigirle pago de renta. Sin el apoyo de suspadres, sería muy difícil para Ana trabajar y asistir a la escuela.

SEGURO SOCIAL

Similar al SSI, el acceso al Seguro Social depende de un impedimento físicoo mental de la persona, que le impida a trabajar durante el periodo de unaño o resulte en deceso. Es decir, si una persona trabajó bajo el segurosocial y luego padece una discapacidad, puede ser elegible para obtenerbeneficios. Si un individuo elegible muere sus familiares dependientes reci-birán los beneficios.

Gloria, de 38 años de edad, migrante legalizada de Chihuahua, es ma-dre de cuatro hijos. Recibe 650 dólares al mes del Seguro Social debido a lamuerte del padre de sus dos hijos mayores. Ella quedó embarazada de su

3 No es lo mismo la asistencia general (general relief) y la asistencia social (welfare). Aunque ambas serigen bajo el principio de la prueba medios, pero difieren por el hecho de que la asistencia generales aún más residual en el monto de beneficios y en la cobertura que la asistencia social, y que enla asistencia general no aplica el principio de lo que se ha llamado en esta investigación como«crédito social». La asistencia general son beneficios que se otorgan a fondo perdido y otorgadosúnicamente con recursos de los condados.

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primer hijo cuando estaba en el primer año de secundaria, razón por la queabandonó la escuela. Dos años más tarde dio a luz a su segundo hijo. En1998, cuando sus hijos tenían cuatro y dos años, su esposo murió en unaccidente de trabajo, y Gloria comenzó a recibir los beneficios del SeguroSocial. Además de ese ingreso recibe beneficios de reducción a la renta devivienda, FS, WIC y un pequeño subsidio del TANF. Aunque Gloria, en repe-tidas ocasiones, ha sido contactada por el CalWORKs, no ha cumplido conlos requerimientos del programa. Considera que si es sancionada, ella y sushijos serán capaces de sobrevivir con el Seguro Social y con lo que lesreduzcan por concepto del TANF, de los FS y de la Sección 8.

ASISTENCIA DE LA PAREJA

Regina, migrante legalizada y originaria de Tepic, Nayarit, es madre decinco hijos. No terminó la escuela secundaria y tiene poca experiencia la-boral. Ella comenzó a recibir beneficios de la Ayuda a las familias o conHijos Dependientes (Aid to Families with Dependent Children -AFDC-) en1998, después de divorciarse de su primer marido. En los siguientes dosaños fue empleada en un almacén de envasado de frutas y hortalizas y enlabores domésticas. Su ingreso no era lo suficientemente alto como paradejar de recibir el subsidio del AFDC. En 2003 fue empleada en una farma-cia durante tres meses, luego la abandonó por no poder estar al cuidado desus hijos. Después de dejar el trabajo en la farmacia, Regina no volvió atrabajar y basó su fuente de ingresos en el subsidio del TANF, consistenteen 951 dólares al mes, 50 dólares por pensión alimenticia, 324 dólares enFS y 40 dólares de WIC. Sobrevive en función de que vive con su novioJesús, quien la ayuda con los gastos del hogar. Él se emplea como pintor ygana más de 3,000 dólares en dos o tres meses, dependiendo de su jornadade trabajo y las condiciones meteorológicas. Es el responsable de pagar larenta de 1,100 dólares cada mes. Sin la ayuda de Jesús sería muy difícilpara Regina satisfacer sus necesidades básicas.

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ASISTENCIA PARA LA VIVIENDA

La asistencia en materia de vivienda otorga a las familias casas en renta abajo costo. Esto es fundamental para las familias pobres del condado deLos Ángeles, donde un apartamento sólo puede alquilarse por más de 1,000dólares al mes. Las familias que participaron en esta investigación fueronbeneficiarios de dos tipos de programas de asistencia en materia de vivien-da, el Shelter Plus Care y la ya referida Sección 8. Iniciado en 1992, elprimer programa mencionado provee subsidio para alquiler a personas sinhogar y con discapacidades mentales o físicas, problemas crónicos con lasdrogas y/o el alcohol o el SIDA. El programa está diseñado para integrarservicios de vivienda y de apoyo continuo. El subsidio debe igualar o supe-rar el valor de alquiler. El subsidio se otorga para un periodo de cinco odiez años (Housing and Urban Development, 2001).

Como ya se mencionó, la Sección 8 ayuda a familias con muy bajosingresos, a ancianos y a discapacitados, en la renta de vivienda de bajo cos-to. Consiste en la entrega de vales a los beneficiarios que luego se encarga-rán de buscar una vivienda de alquiler donde el propietario se comprometea aceptar el vale. El valor del vale es pagado directamente al propietario porla Agencia de Vivienda Pública, y la familia paga la diferencia entre el valordel alquiler y el subsidio otorgado. Las viviendas deben cumplir las normasmínimas de salud y seguridad, según lo determinado por la Agencia Localde Vivienda Pública. Al igual que el Shelter Plus Care, la Sección 8 es unprograma federal administrado por la Agencia de Vivienda y DesarrolloUrbano.

La Sección 8 fue ampliamente referida como una fuente de apoyo entrelos padres participantes en la investigación. Por ejemplo, Julia recibe unvale de la Sección 8 con valor de 900 dólares, lo que le permite reducir elalquiler de su apartamento de tres recámaras a 343 dólares al mes. María,Felicia, Silvia, Gloria e Irma reciben vales de la Sección 8, que sin ellos nopodrían rentar un apartamento.

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En el caso de Leticia II, recibe asistencia del Shelter Plus Care, que lepermite cubrir 100% de su renta de 700 dólares mensuales. Rosa II es otrabeneficiaria del Shelter Plus Care. En enero de 2005, Rosa II fue aceptadapara el subsidio de este beneficio que le permitió a ella y a sus hijos rentaruna vivienda. Antes de esto, Rosa II y su familia habían estado viviendo encasas de amigos y parientes.

ASISTENCIA DE ORGANIZACIONES SOCIALES

Lo preocupante es que muchos bienes y servicios sociales se prestancrecientemente a través de las agencias voluntarias en lugar de los organis-mos públicos, ya sea a través de acuerdos contractuales con entidades pú-blicas o a través de donaciones privadas o religiosas. Las acciones de caridadpor parte de las iglesias y de los organismos de servicios sociales relaciona-dos con iglesias ya están demasiado extendidas, debido a que el gobiernofederal ha desplazado su responsabilidad de bienestar social hacia este tipode organizaciones religiosas y ciudadanas como una forma de minimizargastos y equilibrar el presupuesto federal. Por lo menos sería aceptableque el gobierno federal trabajara en coordinación con las organizacionesreligiosas para formar una política social viable dirigida a los migrantes.

Por ejemplo, durante más de 100 años el sistema de educación católicaha ahorrado miles de millones de dólares de los contribuyentes a través dela educación que otorga a niños católicos y no católicos por igual. El go-bierno federal no permite exenciones fiscales a los padres que pagan lamatrícula en escuelas religiosas, pagos que son deducidos para mantener elsistema educativo público, al cual dichos padres no hacen uso de él. A modode analogía, los servicios sociales de la Iglesia han ahorrado al gobiernofederal inmensas cantidades de trabajo y recursos a través de los serviciosque otorga.

Los grupos religiosos están desempeñando un creciente papel comofuente de bienestar social para los pobres y para los migrantes, en este

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caso. Algunos de los entrevistados han recurrido a organizaciones religio-sas para solicitar servicios y bienes sociales como una forma de subsisten-cia, ya sea como fuente complementaria o como fuente principal.

Hoy en día los líderes de iglesias otorgan importancia a la satisfacciónde las necesidades de los migrantes, tanto nuevos como los de larga estan-cia en el país, y ganan su lealtad a través de la adopción de los serviciosreligiosos que ofrecen, por lo cual proporcionan una variedad de serviciossociales para los migrantes.

En lo que respecta a los servicios sociales, congregaciones y organiza-ciones religiosas de todo el condado de Los Ángeles, ofrecen una ampliagama de ellos. Los miembros de las iglesias han incorporado en sus comu-nidades servicios de migración creativos y eficaces, y ofrecen apoyo amigrantes. Entre los servicios generales ofrecidos se incluyen:• Mentores para estudiantes de escuela primaria y secundaria, y también

trabajan con sus familias. Desarrollan también programas educativosen sus escuelas dominicales.

• Reuniones de bienvenida a refugiados y migrantes como sus «nuevosprójimos». Se ofrece alojamiento temporal con menaje de hogar, ali-mentos y proporcionan ayuda mientras aprenden el idioma inglés, ter-minan su educación escolar y buscan empleo.

• Ofrecen servicios legales gratuitos.• Servicios de terapeutas en materia de violencia doméstica.• El acceso al cuidado de la salud. Se otorgan servicios de intérpretes

médicos calificados.• Los servicios de migración proporcionan ayuda por medio de personal

bilingüe, que cubre desde la traducción de documentos hasta la solici-tud de ciudadanía y la preparación para el examen de naturalización.

• Se unen a los distritos escolares locales para ofrecer clases de inglés.• Ofrecen también ayuda a través de un banco de alimentos y brindan

orientación sobre el proceso de naturalización.

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• Patrocinan becas anuales para enviar a jóvenes hispanos necesitados acampamentos.

• Ofrecen cuidado infantil.• Programas juveniles y para adultos, cuidado infantil, clubes empresa-

riales y de lectura e información sobre seguros de salud.• Campañas de donación de sangre y ferias de salud mental, así como

programas conjuntos para ayudar a migrantes a luchar contra la po-breza, discriminación y problemas legales.

LAS BARRERAS AL EMPLEO

La mayoría de los entrevistados mencionaron el tema de las barreras paraingresar al mercado de trabajo. Éstas barreras abarcan desde la falta deeducación hasta problemas de salud física, teniendo algunas un peso másconsiderable que otras para la obtención de empleo. Por ejemplo, ningunade las mujeres que reportaron problemas de salud física obtuvieron em-pleo, pero aproximadamente la mitad de los entrevistados sin grado denivel secundaria ha obtenido un empleo.

Falta de un grado escolar o poca experiencia laboralLa barrera más común de entre las reportadas es que tanto los actualescomo los ex beneficiarios carecen de aptitudes laborales o cuentan con pocaexperiencia laboral, les falta un grado escolar. Casi la mitad de los entrevis-tados no terminaron el nivel de secundaria y tienen poca experiencia laboral.

Esperanza, originaria de Rosarito, Baja California, es madre soltera de41 años de edad, tiene tres hijos y vive en un complejo de viviendas de bajosingresos en el este de Los Ángeles. No finalizó la escuela secundaria ytiene una experiencia laboral acumulada de un año. Considera que sus li-mitadas habilidades de trabajo hacen que sea muy difícil para ella cumplircon los requisitos de empleo del programa CalWORKs, y así lo plantea:«Probablemente va a ser muy difícil para mí porque yo no tengo mucha

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experiencia en muchas cosas. Hay muchas personas que tienen mucha ex-periencia en un montón de cosas, pero tal vez yo no tengo el suficienteentrenamiento» (Esperanza, 2007). Sin una capacitación formal y comple-mentaria teme no encontrar un puesto estable.

Leticia II abandonó la escuela al finalizar dos años de secundaria, y conesta educación sólo ha sido capaz de encontrar empleo como sirvienta.Además, su jornada laboral no es estable y su situación financiera siguesiendo precaria: «Soy de una clase baja […] no me veo llegar más lejos delo que estoy actualmente […] la mayoría de las personas de clase media yclase alta tienen habilidades y esas cosas por el estilo, la única cosa que séhacer es la limpieza. Estoy bien donde estoy, eso creo» (Leticia II, 2007).Repara en que su falta de habilidades laborales le impide obtener un em-pleo que le permita otro nivel de vida.

Uso de drogasUn pequeño número de entrevistados en la investigación reportaron expe-riencias con el abuso de alcohol y drogas. La mayoría de ellos han termina-do con éxito programas de recuperación. Sin embargo, la experiencia tuvoconsecuencias en su actual situación económica. Gloria, por ejemplo, con-sidera que las drogas limitaron su potencial futuro: «Yo tendría más si nohubiera consumido drogas» (Gloria, 2007). Aunque los patrones de pensa-miento de Rosa II eran fragmentados y difíciles de seguir, ella tambiénparece percibir que las drogas han contribuido a que dependa sobre losbeneficios sociales: «Yo trabajaba para la oficina de correos. He trabajadodesde los 13 años de edad. Me involucré con las drogas. Me atraparon. Ycuando tuve a mi hijo entré al welfare» (Rosa II, 2007).

Salud mentalDos de las mujeres participantes en la investigación sufren de problemasde salud mental que limita su capacidad para obtener un puesto de tiempocompleto. Rosa II ha sido diagnosticada como depresiva, y por esta razón

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está exenta de las exigencias laborales. Julia ha sido hospitalizada en nume-rosas ocasiones debido a su depresión y sus alucinaciones auditivas.

A pesar de que Julia ha sido liberada de las exigencias laborales delCalWORKs debido a su inestabilidad mental, ella expresa deseos de regre-sar a trabajar. Afirma que ha llamado varias veces al CalWORKs para averi-guar sobre oportunidades de capacitación para el empleo. Aunque secomprometieron a enviarle una carta con información, ella nunca la harecibido. Julia, tomó varias clases de arte en la escuela secundaria y le gus-taría recibir capacitación artística. Ella espera obtener un puesto de traba-jo «maquillando cadáveres». Desea que el CalWORKs le proporcionecapacitación para proseguir su carrera. En junio de 2005 se matriculó enuna clase de acuarela, la cual fue pagada por su novio a fin de mejorar sueducación y ampliar sus oportunidades. Julia, considera que el trabajar leayudará a ser un ejemplo positivo para sus hijos: «Yo estaba dispuesta a ir yhacer algo porque, usted sabe, quiero que mis hijos me vean como unamadre trabajadora. Quiero que ellos se acostumbren a eso» (Julia, 2007).

A pesar de que Julia expresa un deseo de trabajar y lo ve como unbeneficio para sus hijos, no queda claro si ella será capaz de lograr unempleo estable.

Salud físicaRosa II y Patricia sufren de graves dolencias físicas que las eximen de lasexigencias laborales del CalWORKs. Patricia tiene una condición médicacrónica y debe someterse a diálisis tres veces por semana. La condición deRosa II requiere vigilancia médica continua. Ambas reciben subsidios delSSI y no serán exigidas de participar en actividades de capacitación laboralo búsqueda de empleo.

Antecedentes penalesVarios de los entrevistados tienen registros penales debido a posesión dedrogas. En enero de 2004 María fue declarada culpable de robo y pasó 36

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días en la cárcel. Ella robó más de 4 500 dólares en mercancías, lo que seconsidera como un delito grave. Esa condena le ocasionó después perderun trabajo durante ese mismo año.

En marzo de 2003, María, asistió a la orientación del programaCalWORKs durante varios días y luego lo abandonó con el argumento detener problemas para el cuidado de sus niños. Una vez que dejó de asistir ala orientación, la parte del subsidio para adultos le fue recortada durantevarios meses, pero luego le fue restablecido. En julio de 2004 recibió unacarta donde le informaban sobre los requerimientos del programa TANF yque su subsidio fue reducido de 826 a 728 dólares. María comenzó a bus-car trabajo y pronto obtuvo uno de medio tiempo en un asilo con una pagade ocho dólares por hora.

En octubre de 2004, María tenía un puesto de trabajo y sentía la re-compensa de estar establecida. Disfrutaba de sus relaciones con los com-pañeros y con los residentes del asilo, y le gustó la experiencia de ganar supropio ingreso. Para ella el tomar la responsabilidad de un empleo repre-sentó un cambio importante en su vida: «Dar un gran paso como éste paramí. Para mí, ahora me siento muy bien. Ahora recibo mi paga cada quince-na. Me encanta. Ahora podemos tener más cosas. Podemos tener las cosasque queremos y necesitamos» (María, 2007).

María esperaba que su trabajo de medio tiempo en el asilo se convirtie-ra en uno de tiempo completo y le permitiera independizarse de los benefi-cios sociales, como lo explica: «Estoy tan cansada del welfare, no es divertido.Yo no les llamo ni les pregunto nada a menos que tenga la necesidad dehacerlo […] puesto que tienen personas que son muy estirados y sangrones»(María, 2007). Sin embargo, en noviembre de 2004 María fue suspendidade su trabajo. Aunque ella afirma que registró su delito en la solicitud deempleo, no supuso ningún problema para ella hasta cinco meses después,cuando el gobierno estatal revisó su solicitud y huellas dactilares. A Maríano se le permitió reincorporarse a su trabajo en el asilo. Ella disfrutó sufunción en este tipo de lugar, pero sabía que no podría obtener un empleo

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estable en cualquier otro asilo, debido a sus antecedentes penales. Estosantecedentes le limitan considerablemente su gama de oportunidades deempleo.

Dominio del idioma inglésCuriosamente el dominio inglés, en sí mismo, no parece haber sido una delas principales limitaciones para el empleo, quizás por lo extendido que seencuentra el español en el condado de Los Ángeles. La mayoría de losentrevistados que reportaron problemas para hablarlo se encontraban tra-bajando. Los migrantes mencionaron específicamente que a pesar de queno creen que la falta de habilidad para el manejo del inglés sea un elementodecisivo para conseguir empleo, sí es un elemento decisivo para conseguirun trabajo mejor pagado.

La familiaLa situación de Delia ilustra la relación entre las redes familiares y las deci-siones laborales. Delia tiene 31 años de edad, es originaria de San Franciscodel Rincón, Guanajuato, y tiene tres hijos. Ella mencionó que quería regre-sar a la escuela y estaba interesada en conseguir un mejor empleo, pero susplanes estaban condicionados a la presencia de una tía que había venido deMéxico y que cuidaba de sus hijos. Durante la entrevista, Delia mencionócómo desconfiaba y tenía escepticismo acerca de que alguien, que no fuerade la familia, cuidara a sus hijos, y de cómo ella agradecía que su tía estuvieraallí para cuidarlos. Sin embargo, al final Delia reveló que había decidido noseguir adelante con lo de la escuela porque su tía ya había planeado regresara México y, por tanto, su confiable proveedor de cuidado infantil ya no esta-ría disponible.

El caso de Delia refleja con exactitud los hallazgos varios autores(Ndiaye, 2006; Trinidad, 2006; Woo, 1995; Zhou, 2002 y 2003) sobre quelas mujeres han emigrado y entrado a la fuerza de trabajo en un númerocreciente; de que el perfil de los trabajadores migrantes ha cambiado; y

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además se están dando nuevas y crecientes demandas para servicios do-mésticos y laborales tanto para el cuidado de los hijos como de los ancia-nos. La carga de los regímenes liberales y corporativos sobre el trabajodoméstico no remunerado ha proporcionado nuevos espacios para la fuer-za laboral migrante; Estados Unidos, por ejemplo, ha visto mayores flujosmigratorios de mujeres.

OPINIONES REFERENTES AL CALWORKS

Muchos participantes en la investigación expresaron opiniones negativassobre la reforma al sistema de bienestar social. La mayoría coincidió quecon esa reforma las restricciones de elegibilidad seguirían aumentando y elsistema se haría más difícil de acceder, lo que resultaría en una disminucióndirecta en los ingresos de las familias pobres. Ana, por ejemplo, que trabajay asiste a la escuela, predijo un aumento de la pobreza al momento que losbeneficiarios se nieguen a cumplir con los requisitos del programa y seansancionados: «Va a ver mucha pobreza. Personas sin hogar. Habrá más deellas […] La mayoría de las madres en el welfare no quieren trabajar. Pre-fieren sentarse y esperar sus cheques. Y una vez que les sea recortado elbeneficio ¿cómo van a pagar su renta y todavía alimentar a sus hijos?»(Ana, 2007).

Esperanza también considera que la reforma no dará empleo para mu-chas mujeres; sin embargo, en lugar de atribuirlo a la pereza, Esperanza,que está desempleada, cree que es debido a la falta de recompensa econó-mica por el trabajo realizado:

Creo que mucha gente no va a trabajar porque […] no pueden obtener ningún

trabajo que realmente los levante y los haga seguir adelante […] Creo que es por

eso que mucha gente dice, bueno, yo simplemente me quedo en casa a esperar el

cheque en vez de ir a tratar de conseguir un trabajo, porque eso va a resultar en la

misma cosa de todos modos (Esperanza, 2007).

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Jaime siente que el sistema otorga una red de seguridad para quienesenfrentan diversas barreras para obtener un empleo, y que el monto delsubsidio otorgado es inadecuado:

Yo realmente aprecio que esté allí [el welfare]. Porque, usted sabe, aunque no espe-

cíficamente para mí, está allí para las personas que realmente lo necesitan […]

Pero el problema es la poca ayuda que se recibe, esa pequeña y graciosa cantidad de

dinero, eso no es nada. ¿Qué van a hacer con eso? (Jaime, 2007).

Jaime percibe que el TANF no proporciona el apoyo adecuado para per-mitir que los beneficiarios satisfagan sus necesidades básicas. Muchos delos entrevistados expresaron opiniones similares. Antes de que Rosa II fueraelegible para el SSI, era muy problemático para ella sobrevivir con tan sóloel subsidio del TANF: «Lo que te dan, lo que te dan en el welfare es unabroma, lo que te dan para vivir. Quiero decir, yo estoy rentando esta casapor 500 dólares al mes» (Rosa II, 2007).

Dos de las entrevistadas que se encontraban empleadas en trabajos debajos salarios consideraron que el CalWORKs debería proporcionar un ma-yor apoyo para la capacitación, a fin de poder tener aumentos salariales. ALeonor le gustaría volver a la escuela y recibir la formación en veterinaria.Sin embargo, no puede permitirse el volver a la escuela y no esperar ningu-na ayuda del sistema:

Si pudiera hacer lo que me gustaría hacer sería tratar de ayudar a las personas, en

una posición de veterinaria, trabajar con animales. Además, siempre he querido

escribir, pero el welfare no me va a pagar eso. No hay nada de malo en el mejora-

miento de ti mismo. Pero el sistema no te permite eso (Leonor, 2007).

Juanita, migrante legalizada de Tizapán El Alto, Jalisco, con 44 añosde edad, y madre de cuatro hijos, considera que la inadecuada capacitaciónse traducirá en un aumento de la pobreza al momento en que los beneficia-

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rios lleguen a su límite temporal y se enfrentarán a las limitadas perspecti-vas de empleo: «Me siento como mucha gente, que no sienten que tenganla suficiente capacitación laboral para emplearse y cuando se cumplan suscinco años […] todo su infierno va a soltarse, eso es lo que siento» (Juanita,2007). Juanita tiene un historial de abuso de alcohol y una limitada expe-riencia laboral. En septiembre de 2002 entró en recuperación y gracias alprograma obtuvo un trabajo de medio tiempo en el área de limpieza. Des-pués de que completó la recuperación fue contratada por tiempo completoen el mismo programa, ganando nueve dólares la hora.

Varios participantes de la investigación comentaron que a su juicio elCalWORKs sólo tiene como objetivo ayudar a una reducida lista de la enor-me cantidad de personas que necesitan de beneficios sociales, y no tienenada que ver con el bienestar de las familias. Gloria siente que el CalWORKsespera que los beneficiarios obtengan empleo y abandonen el apoyo sinproporcionarles la educación necesaria o habilidades para emplearse, ymucho menos garantizar que sus necesidades básicas estén satisfechas: «Larazón principal por la que están ahí fuera es porque el welfare los ha pateadopara estar allí. Así es como lo veo. Porque les recortan los cheques o no lesdan el suficiente dinero […] Ellos no estarían en la situación que están sirealmente les ayudaran» (Gloria, 2007). Esperanza está de acuerdo en queel CalWORKs no proporciona suficiente capacitación y educación como parapermitir a los beneficiarios encontrar un empleo estable. Además, cuestio-na si existe el suficiente número de puestos para emplear a todos los exbeneficiarios del sistema, y argumenta así: «No creo que sean capaces deemplear a todas estas personas. Porque no hay puestos de trabajo, al me-nos yo no sé sobre ellos, aquí, aquí mismo en Los Ángeles» (Esperanza,2007). Otras críticas comunes sobre la reforma tuvieron que ver con ellímite de beneficios para la familia, los límites temporales, los empleadosdel sistema y las deducciones.

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Límite de beneficios para la familiaEn esta muestra de familias, más de la mitad experimentaron los límites debeneficios. Silvia, quien dio a luz a su hijo menor en agosto de 2004, norecibió ninguna ayuda adicional por el nacimiento de su hijo, debido allímite de beneficios de su familia. Ella se opuso enérgicamente a esta polí-tica, considerando que es un intento por controlar el comportamientoreproductivo de la mujer. Silvia explica:

Siento que como que es una manera de decirle a la gente que no necesitan más

hijos. O que no deben tener más niños si no pueden trabajar por ellos. Por lo que

creo que es injusto también […] yo siempre quise tener una familia grande. No voy

a dejar que el welfare ni nadie más me diga cuándo ya tengo suficientes hijos (Silvia,

2007).

Juanita también fue afectada por el límite de beneficios para la familia,su subsidio del TANF no se incrementó con el nacimiento de su hija menor.Al igual que Silvia, Juanita, cuestionó lo injusto de esta política, afirmandoque: «Sólo me han presupuestado [el subsidio del TANF] para dos hijos enlugar de tres, y eso no me parece justo porque tengo que mantener a tres»(Juanita, 2007).

Límites temporalesEn general, los participantes en esta investigación no se opusieron muchoal tema de los plazos temporales de beneficios creados a partir de la refor-ma. Leticia II expresó un punto de vista sobre el tema de los dos años comolímite temporal de acceso a beneficios: «Ellos me va a cortar eventualmen-te los beneficios consiga o no empleo, aun así me van a cortar el beneficio,por lo que prefiero obtener habilidades y conseguir el trabajo antes de queme corten los beneficios» (Leticia II, 2007). Esperanza expresó una opi-nión similar, declarando que: «Tarde o temprano este [beneficio] se irá[…] así que voy a tener que tener alguna clase de entrada para pagar las

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cuentas, para tener un techo, porque si no, el viento nos va a llevar hasta lacalle» (Esperanza, 2007). Esperanza también expresó cierta aprehensiónsobre volver a trabajar, ella siente que no tiene otra opción que cumplir losrequisitos del programa. Acepta el límite de dos años y reconoce su res-ponsabilidad para buscar y encontrar empleo antes de que la asistencia seaeliminada.

Irma es una migrante legalizada de 42 años de edad, originaria de Tepic,Nayarit, madre de tres hijos, de catorce, tres y un año de edad; reciente-mente obtuvo un certificado en educación preescolar en un colegio comu-nitario. Ella expresó opiniones ambivalentes sobre los plazos temporales.Aunque ella siente que dos años no es un tiempo suficiente para recibirayuda, también cree que ella no debe nada, y por lo tanto no tiene derechoa sentir coraje o resentimiento hacia el sistema:

¿Por qué me dan sólo dos años? […] ¿Por qué no puedo recibir ayuda hasta

obtener una licenciatura? Pero luego digo así: ¿Por qué siento como si me deben

algo? No me deben nada […] yo pienso de esta manera […] Si es creado para que

me ayude, entonces es creado para que me ayude, está allí. Pero luego me siento

como que no soy muy independiente, si sólo me estoy apoyando de nuevo en este

welfare. Así no me siento bien. Entonces me enojo porque no estoy haciendo las

cosas como yo quiero […] por eso quiero dejar todo, ser libre del welfare (Irma,

2007).

Al limitar la asistencia a dos años, el CalWORKs restringe el tiempo quetiene para seguir su educación. Con sólo dos años de beneficios, será quepermanezca en la escuela lo suficiente para concluir su licenciatura, lo cualpuede menguar sus oportunidades profesionales y un potencial futuro deingresos.

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RELACIÓN CON LOS EMPLEADOS DEL SISTEMA DE BIENESTAR

En general, los participantes de la investigación expresaron opiniones ne-gativas acerca de sus relaciones con los empleados del sistema. Gloria tuvoserias quejas acerca de su interacción con ellos, considera que son invasivose irrespetuosos, que no muestran sensibilidad cuando hacen preguntas per-sonales. Incluso cuando les facilita información personal, siente que no sonde gran ayuda. Además, Gloria opina que la interacción con estos emplea-dos está deshumanizada: «Para ellos soy simplemente un número» (Gloria,2007). María también se quejó del trato que recibió de estos empleados:«Estoy tan cansada del welfare, no es divertido. Yo no los llamo para pre-guntarles cosas, a menos que tenga la gran necesidad […] porque allí tie-nen gente altanera y muy creída» (Gloria, 2007).

Bajo el CalWORKs a muchos beneficiarios ya no se les asignan especí-ficamente empleados del sistema en forma personal. Julia, por ejemplo,prefiere tener su caso asignado en el mostrador de atención en lugar deque se le asigne personalmente un trabajador para atender su caso. Y co-menta:

Usted no tiene a nadie de perro de caza. Usted no tiene a nadie siendo grosero. Usted

no tiene a nadie que le haga sentir menos o que diga que su vida es inútil por el hecho

de estar en el welfare. Al estar en el mostrador de atención, con el que llegas primero

es el primero en servirte. Quien te toque te tocó. Y tendrás que esperar lo mismo que

si te hubieran asignado personalmente a alguien. Así que para mí, funciona perfecto

(Julia, 2007).

Esperanza, por otro lado, se siente alejada por la falta de responsablesdirectos en los casos. Ella ya no tiene a nadie que atienda su caso y al quepueda contactar para responderle sus dudas. En su lugar ella sólo debellamar a un número telefónico y compartir información personal con unextraño, por lo que ella dice: «No me gusta ir con todas esas personas

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diferentes […] ahora, si quiero llamar para algo no estaré hablando conuna persona que conozca mi caso […] no van a saber específicamente so-bre mi caso. Así que me gustaba cuando nos asignaban a una persona espe-cífica para cada caso» (Esperanza, 2007).

Sin una persona asignada al caso, Esperanza siente una mayor respon-sabilidad para manejar su situación y para estar al día en sus trámites ypapeleo. Ella teme que si se atrasa en sus trámites o si las solicitudes oformas necesarias se pierden en el correo, simplemente le suspenderán laasistencia sin ser previamente contactada.

Problemas burocráticosMuchos participantes tuvieron observaciones sobre las molestias adminis-trativas que conlleva la recepción de un cheque del sistema. Esperanza sequejó de las demoras para recibir su cheque. A María le disgustan las lar-gas filas y las esperas prolongadas que se producen en el sistema: «Estoycansada del welfare, estoy cansada de tratar con él, estoy cansada de estarparada en las filas y esperar a ser vista, pasar allí cuatro o cinco horas.Nunca se sabe cuánto tiempo se va a estar allí con ellos» (María, 2007).Las molestias administrativas motivaron que María buscara empleo y asíindependizarse del sistema.

Varios participantes se quejaron acerca de la estructura del sistema.Una molestia frecuente fue a que el monto de su subsidio se modificabamensualmente, lo cual no les permitía hacer planes presupuestarios a cortoplazo. Los participantes objetaron la práctica mediante la cual las deduc-ciones de su subsidio del TANF se basan en los ingresos percibidos en elmes anterior. Además ese proceso utiliza una fórmula, para el cálculo delos importes de subsidio, que no parece accesible o comprensible para ellos.Para Leticia II y varios otros participantes en la investigación ese sistemacreó mucha confusión y ha hecho difícil para ellos el planear su presupues-to: «No sé lo que voy a recibir en la primera […] yo realmente no puedohacer ningún plan de gastos en este mes» (Leticia II, 2007).

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Irma considera que el método del CalWORKs, mediante el cual se basanlas deducciones del TANF, sobre los ingresos de un mes anterior, en reali-dad es un obstáculo para el empleo:

Tengo miedo de ir a trabajar, porque cuando el trabajo se ha hecho no tendré

ningún dinero de él para pagar mis cuentas, es por eso que mucha gente simple-

mente se queda en su casa, tiene miedo de que si pierden su trabajo o no puedan ir

a trabajar, durante más de dos meses, no podrán recibir su paga porque dicen

«usted trabajó este mes», entonces no podemos darle su dinero (Irma, 2007).

Irma considera que tener empleo es arriesgado porque el CalWORKs seretrasa en la deducción de los ingresos por los importes del subsidio. Si ellafuera a perder su trabajo y no recibe salario por ese mes, aún recibiría unareducción del subsidio sobre la base de sus ingresos de un mes anterior.Ella expresó su preocupación debido a que esto podría potencialmente de-jarla sin pagar sus cuentas y sin mantener a sus hijos.

El conocimiento de las normas del sistema de bienestarDe acuerdo con la información obtenida a través de las entrevistas, la com-prensión de las reglas del sistema de bienestar y de su reforma de 1996, porparte de los beneficiarios migrantes de origen mexicano, resultó ser muyvariada, pero en términos generales el nivel de conocimiento fue limitado.En particular, el hecho básico de que la asistencia ahora está limitada a unperiodo de cinco años en el curso de la vida no fue claro para muchosbeneficiarios. Unos entrevistados no sabían que había un límite de tiempopara la asistencia monetaria, y otros no sabían que el límite de asistenciaera de cinco años. Algunos de los entrevistados de la muestra se aproximana su límite de por vida con muy pocos conocimientos de las nuevas políti-cas. Esta confusión se debe, en parte, a que el plazo de activación laboral(plazo para ingresar al mercado laboral) no afectó a todos y que, en cual-quier caso, sus efectos han sido modestos, ya que sólo la parte del subsidio

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para el adulto afectó a los beneficiarios que no tienen una condiciónmigratoria legal. Los problemas de comunicación también han desempe-ñado un papel. Los beneficiarios que no sabían hablar inglés no conocían laexistencia de un límite temporal para recibir la asistencia monetaria.

Existe aún más evidencia que sugiere que algunos beneficiarios no pu-dieron entender la diferencia entre el plazo para la activación laboral y ellímite temporal de asistencia. En las entrevistas algunos beneficiarios in-formaron que la asistencia había sido retirada debido a los plazos tempora-les, y otros informaron que habían recibido una extensión luego de alcanzarsu límite temporal. Utilizando un cruce de información de las entrevistas,se encontró que en los casos referidos las respuestas hacían referencia a losplazos de activación laboral.

Los beneficiarios de la muestra entendían mejor la relación entre eltrabajo y el sistema. La mayoría tenía el conocimiento de mantener partede sus subsidios si obtenían un empleo. Dado que muchas mujeres en lamuestra trabajaron después de la reforma, aprendieron por experienciaque obtener un sueldo no elimina su asistencia social. Sin embargo, otrosentrevistados, tanto actuales como exbeneficiarios, creen que conseguir unempleo se traducirá en la pérdida de beneficios.

Relativo a los beneficiarios hubo un conocimiento confuso sobre los«beneficios transicionales»5 a los que pueden acceder en caso de que aban-donen el sistema de bienestar por el ingreso al mercado de trabajo. La ma-yoría sabía que podían tener acceso a prestaciones médicas aún después dehaber abandonado el sistema de bienestar, pero muy pocos sabían que po-dían continuar recibiendo la asistencia por FS. Pocos sabían acerca de poderobtener subsidios para costear el servicio de cuidado de los hijos aún des-pués de abandonar los programas sociales. Es posible que el muy limitadoconocimiento de los migrantes beneficiarios sobre el paquete de «beneficios

5 Paquete de beneficios destinados a las personas que dejan formalmente la asistencia social por elempleo como fuente principal de ingresos. Dicho paquete permite una fácil transición de ladependencia sobre del sistema de bienestar hacia la dependencia en el mercado de trabajo.

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transicionales» haya jugado un papel determinante sobre sus decisiones la-borales.6

Las entrevistas pusieron en relieve la confusión sobre la política social.Anahí, por ejemplo, consistentemente mostró inseguridad sobre cómo loslímites temporales la pudieran afectar:

Desde 2003 yo sabía que en algún momento tienes que abandonar el welfare, creo

que dicen ellos que en algo así como cinco años. No dicen cómo tienes que aban-

donar el welfare. Si tu CA-7 [formato para reportar mensualmente ingresos] lo

entregas luego del octavo mes de ingresos, te quitan la ayuda gubernamental. Ade-

más, si no vas a la escuela también te quitan la asistencia. Si tienes ayuda por más de

1 000 dólares y estás trabajando, te quitan la ayuda (Anahí, 2007).

Aquí se muestra que Anahí tiene confusión con respecto a las sancionespor incumplimiento, a la rescisión de la asistencia por tener altos ingresosy a los límites temporales.

Con la investigación se encontró que muchos de los entrevistados be-neficiarios tienen información vaga sobre los límites de beneficios. En elcaso de los migrantes mexicanos que se encuentran dentro del sistema debienestar, tienden a obtener la mayor parte de la información sobre loslineamientos de los programas sociales en los medios de habla hispana,sobre todo de la televisión. Los beneficiarios, que han tenido algún contac-to con el programa Greater Avenues for Independence (GAIN), incluso consólo haber asistido a las sesiones de orientación, tuvieron una comprensiónprecisa de los nuevos lineamientos que quienes no habían participado enningún actividad de capacitación laboral.

Las descripciones de los beneficiarios sobre sus experiencias revelantanto confusiones de su parte como errores de las instancias gubernamen-

6 Al menos un beneficiario de la muestra informó que había decidido no solicitar «beneficiostransicionales» debido al molesto proceso del llenado de la solicitud, así como a la confusiónacerca de su elegibilidad.

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tales encargadas de los servicios de bienestar social. Myrna, migrante lega-lizada y originaria de Las Choapas, Veracruz, narró una complicada histo-ria sobre sus intentos de obtener el California State Medical Aid (programavía prueba de medios) (Medi-Cal) después de que terminó su asistenciamonetaria. En diversos fragmentos de la entrevista informó que se le habíanegado la cobertura de servicios médicos, y era necesario solicitarla debi-do a que siempre la había tenido «en [otro] distrito». Esa confusión dejó aMyrna sin atención médica, y la complejidad del proceso de solicitud ladesalentó para pedir beneficios cuando tenía derecho a ello. Otra entrevis-tada mencionó que ella recibe el Medi-Cal en la modalidad transicional,pero luego descubrió que no tenía beneficios cuando trató de comprarmedicamentos para la migraña. Varios entrevistados informaron tambiénque no estaban recibiendo beneficios transicionales y dudaban si sus pro-blemas estaban relacionados con su estatus migratorio. Algunos pensaban,erróneamente, que el condado ya no podría proporcionar beneficios a lasfamilias migrantes. Por otra parte, al menos una entrevistada mostró pre-ocupación acerca de si la ayuda a sus hijos, por la condición migratoria deindocumentado de su esposo, peligraba.

El uso de servicios del sistema de bienestarLa muestra de entrevistas en la investigación hacen visibles las experien-cias de los miles de migrantes, no sólo mexicanos, beneficiarios en el con-dado de Los Ángeles. En los años anteriores a la reforma la comunidadmigrante, en general, fue afectada por los cambios en la elegibilidad parael SSI, y ese proceso les ayudó a comprender los cambios asociados con elCalWORKs, en particular en lo que se refería a los migrantes. Los benefi-ciarios mexicanos compartieron información con familiares y amigos, redde migrantes, por lo que aquellos que aún no habían asistido a una orien-tación del GAIN obtuvieron información útil de aquellos con experiencia.

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El estigma de los beneficiariosLa relación directa entre opinión pública y políticas sociales es una cues-tión compleja que va más allá de una conexión causal y mecánica entreexpectativas y acciones. En ese proceso, las sociedades van construyendocaracterizaciones y contenidos valorativos que afectan la dinámica inclu-sión/exclusión de varias maneras, una de las cuales, aunque no la única, serefiere a las decisiones de política pública.

El caso de los Estados Unidos desde finales de la década de 1970 esparadigmático. La construcción de un nuevo discurso conservador en te-mas sociales resultó de un diálogo entre la academia y la dirigencia conser-vadora frente a la evidencia de una transformación social, como fue laaparición y consolidación de lo que se dio en llamar la subclase.

Una primera disonancia se refiere a la percepción mayoritaria que tu-vieron los entrevistados sobre la importancia que el tema del trabajo tienepara los beneficiarios de los programas sociales. Ésta es una cuestión cen-tral en varias dimensiones de la cohesión social y la construcción de políti-cas. Al tener que elegir entre opciones concretas, los entrevistados nopiensan ni optan como la mayoría de las personas y de la sociedad suponeque lo harían si tuviesen que elegir por la alternativa: programa social/holgazanes versus trabajo/capacitación. Por el contrario, su opción pormenos dinero con más capacitación expresa una vocación por construir unproyecto de vida basado en valorar el esfuerzo y preferir el largo plazoantes que el bienestar inmediato. Más importante aún, los aleja de todoslos demás estereotipos que la sabiduría convencional sobre este tema haconstruido alrededor de las opciones culturales que se les atribuyen.

Con las entrevistas se pudo constatar la presencia de opiniones, que sepueden denominar prejuiciosas o estigmatizantes, sobre los beneficiariosde los programas sociales y sobre la misma acción social del estado. Untema que estuvo presente en expresiones de los entrevistados fue sobre laopinión pública y sobre la construcción en torno al imaginario de la pobre-za en Estados Unidos: los prejuicios acerca de los beneficiarios de los pro-

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gramas sociales, quienes, entre otros vicios, son percibidos comoautoexcluidos del modelo cultural básico (el esfuerzo y el trabajo), que enese mismo imaginario se considera como la base aceptada de la movilidadsocial ascendente y la integración social.

Los entrevistados internalizan su participación en los programas so-ciales a partir de la idea generalmente aceptada en la sociedad estadouni-dense y que se nutre por el discurso de los sectores conservadores quemuestran a la pobreza como una realidad auto reproducida, cuyo respon-sable principal es un individuo culturalmente desviado y, por ello mismo,amenazante para el resto, que sólo podrá integrarse a la normalidad y reci-bir apoyo público, en la medida en que sea capaz de demostrar indiscuti-blemente su voluntad de adaptación hacia los valores positivos.7

A partir del razonamiento anterior, Lawrence Mead, uno de los prime-ros promotores en los años 1960 y 1970 por una reforma al sistema debienestar, afirmaba que

la falta de rendición de cuentas (accountability) de los programas sociales federales

era una de las razones por las que el desempleo, el delito, la destrucción de las

familias y otros problemas, eran mucho más frecuentes entre los beneficiarios de

los programas sociales que en el resto de la sociedad (Mead, citado en Katz, 1989).

Desde ese punto de vista, las políticas sociales permisivas se convierten encausantes o cómplices no sólo de las «conductas individuales desviadas» sinotambién de los daños que el delito habría de causarle al resto de la sociedad.

Más allá de esto, lo interesante es que tales argumentos llegaron a con-vertirse en parte de la sabiduría convencional de políticos y votantes, yforzaron una transformación de la política social, que pasó a adoptar ras-gos francamente reaccionarios.

7 Es interesante ver la discusión sobre poor y pauper en la literatura y los discursos políticos de losaños 1960, que distingue entre el que quiere y no puede, y el que directamente no quiere salir dela pobreza y prefiere, por tanto, vivir de la dádiva (véase Katz, 1989).

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Continuando con esta línea de razonamiento, se proponía terminarcon el proceso por el cual el dinero del Estado, entregado a quienes no lomerecen porque no cuentan con las condiciones morales o culturales paraaprovecharlo, se convierte en un derroche que también perjudica a quie-nes reciben ese dinero. Para resolver parcialmente los vicios de las accio-nes sociales del Estado, se deja de lado cualquier relación con el conceptode derechos y se introducen masivos condicionamientos y un límite de tiempoa los apoyos (relacionado con la prueba a la que es sometida la vocaciónde transformación personal de los beneficiarios).

Con estas bases, la reforma de 1996 al sistema de bienestar social desa-rrolló la idea de workfare, conjunción entre trabajo (work) y bienestar(welfare), expresando, con un tinte entre punitivo y educativo, que los be-neficiarios de programas sociales debían «ganar sus beneficios a través detrabajo y buen comportamiento» (Katz, 1989).

Desde entonces, la política social estadounidense ha tenido vaivenespero esta ideología, que deja de lado la cuestión del agravio moral de lapobreza, sus causas estructurales y las implicancias de la ciudadanía, y lasreemplaza por una clasificación basada en cuestiones actitudinales y el in-tento de forzar comportamientos virtuosos, se ha mantenido presente. Elindividuo es aquí el único responsable de su situación.

EL SILENCIO DE LOS POBRES

Lo ya escrito sobre el estigma de los beneficiarios remite al tema de la voz,pero para el caso de Estados Unidos se le llamará el silencio de los pobres,esto es, a reflexionar sobre las posibilidades que tienen los beneficiarios demanifestar tanto sus carencias y expectativas, cuanto sus opiniones sobrelas acciones públicas, tanto en el sentido positivo como negativo, que lostienen como destinatarios.

Referirse a las posibilidades es hablar tanto de canales y modos forma-les que permitan emitir, recibir y procesar sus expresiones, cuanto de las

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condiciones objetivas de posibilidad, es decir, las que otorga la unión entrepersonas con intereses concurrentes, así como el conocer que se tiene de-recho a expresarse.

Finalmente, hablar de la voz de los pobres nos refiere a la atención realque la sociedad y las fuentes del poder prestan a esas demandas, que seexpresan de maneras cambiantes, pasando desde las manifestaciones masi-vas de reivindicación, el enfrentamiento al sistema, la construcción de unasociedad alternativa, el encontrar un lugar en la sociedad, hasta una lógicade negociación puntual por necesidades primarias.

Se ha decido abordar este tema porque los datos de las entrevistas, almostrar la distancia que, por diversas razones, hay entre «los beneficia-rios» y «los otros que no lo son», indican también la imposibilidad para quelas voces de los beneficiarios puedan expresarse, ser oídas y contribuir atransformar la realidad desde los propios participantes.

En efecto, los entrevistados se pronunciaron unánimemente sobre laausencia de medios de expresión formales que permitan el cambio en losprocesos tanto operativos como administrativos de los programas sociales,y no se diga sobre el cambio en el contenido de los mismos. Lo que sírefirieron es la existencia de números telefónicos para cuestiones de orien-tación y un buzón de quejas pero encauzado al servicio otorgado en mos-trador de las oficinas públicas. Con estas ideas expresadas por losentrevistados se puede argumentar que dichas personas, que no son escu-chadas, no están en el centro de las preocupaciones de las políticas socia-les; al contrario, pareciera que las preocupaciones están en «los otros», enlos que no son beneficiarios, que son la gran mayoría.

Lo anterior se conecta con un trabajo de Amartya Sen (1999) sobre lashambrunas, cuya conclusión básica es que las grandes hambrunas de lahistoria no han estado generadas por la limitada oferta de alimentos en laszonas castigadas, sino por la inequidad en su distribución social; y, comocorolario, es el hecho de que las hambrunas se hayan producido sólo ensituaciones autoritarias, en las que no existe la posibilidad de escucha y

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representación política de las necesidades de los pobres. Como señala Sen,«las personas desposeídas, tienden a resignarse a su carencia, a causa de laabsoluta necesidad de sobrevivir; y pueden por tanto perder el coraje deexigir cualquier cambio radical y ajustan sus deseos y expectativas solo a loque ven como posible» (Sen, 1999: 63).

Finalmente, los mismos beneficiarios no sólo no pueden expresar surealidad, sino que están enmudecidos por el estigma que pesa sobre ellos,como se analizó ya. Su presencia en los medios de comunicación se en-cuentra, en un altísimo porcentaje, sólo relacionada con la violencia quegeneran, mientras que las voces que intentan expresar las causas de sumarginalidad se distorsionan por la condición que se les impone de «otros»excluidos del sistema aceptado de valores (esfuerzo individual, trabajo ar-duo, éxito por perseverancia, entre otros).

Pero también la voz de los beneficiarios ha quedado silenciada porquelas políticas públicas estadounidenses nunca han tratado, no se diga poten-ciar, sino intentar promover una capacidad de organización, que es el sus-tento de la expresión, y más bien operan con la lógica de herramientas decooptación, reclusión y confinamiento.

No se encontró ningún mecanismo que permita la posibilidad de quelas políticas sociales sean reformadas o tengan un proceso de mejora apartir de lo que los propios beneficiarios perciben y evalúan de lo que po-dría ser la parte, dígase positiva o negativa, de los diferentes programasque integran el sistema de bienestar social en Estados Unidos, o al menosen los programas regidos sobre la prueba de medios. En este sentido, si secompara la tradición de evaluación de políticas sociales en México conrespecto a Estados Unidos, desde la estructura gubernamental, se puedeafirmar que nuestro país muestra un mayor avance en este aspecto, con unenfoque a atender la voz de los beneficiarios de los programas sociales.8

Las estructuras burocráticas de Estados Unidos han preferido «otorgar el

8 Véanse las evaluaciones cualitativas realizadas por el Centro de Investigaciones y Estudios Supe-riores en Antropología Social (CIESAS) a petición de la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol).

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silencio» por diversas razones, que van desde la comodidad del menor tra-bajo hasta evitar la necesidad de cuestionar o someter a juicio externo suspropias opciones ideológicas u operativas, y porque la tradición políticaestadounidense siempre ha aducido que las «voces sociales» deben ser ex-presadas a través del sistema de representación, es decir, a través de loslegisladores.

CONCLUSIONES

Del presente documento se desprenden una serie de conclusiones relevantesno sólo para entender el papel del sistema de bienestar social norteamerica-no sobre las familias de migrantes mexicanos, sino también para valorar loscambios en dicho sistema. En este artículo se resaltan algunas ideas genera-les muy relevantes para la comprensión del sistema de bienestar social nor-teamericano y su relación con el sistema migratorio estadounidense.

La reforma de 1996 al sistema de bienestar en Estados Unidos se plan-teó para reducir el paquete de beneficios sociales en Estados Unidos, re-ducción que operó a través de diversas vías:

Primero, el paquete de beneficios sociales para cualquier ciudadano hasido limitado en su aspecto temporal, nadie, sólo con excepciones de inca-pacidad física o mental, puede utilizar los beneficios por un periodo mayora los 5 años a lo largo de su vida productiva.

Segundo, la política de promoción de empleo se define, fundamental-mente, en términos de política social y, más concretamente, de lucha con-tra la pobreza. El sistema de rentas mínimas se fue modificando con laintroducción gradual de medidas obligatorias de contraprestación. Así, elAFDC pasó de ser un sistema de prestaciones a las que se tenía derecho deacceso por el cumplimiento de una serie de requisitos, a ser un sistema deobligación recíproca, en cuyo marco, para no ver recortados sus ingresosasistenciales, las personas beneficiarias de las ayudas debían ocupar unpuesto de trabajo o participar en actividades dirigidas a su consecución.

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Con esta nueva orientación se pretende reducir las consecuencias indeseadasdel sistema de protección (fundamentalmente la dependencia sobre los be-neficios sociales).

Los objetivos de la reforma están claros: restaurar la ética del trabajo,convertir el sistema de asistencia social en una alternativa poco atractiva ypromover los servicios necesarios para acelerar la transición de una situa-ción de dependencia del sistema público a una situación de autosuficienciaeconómica.

Sin embargo, la reforma ha tenido efectos contrarios sobre la poblaciónobjetivo. El sistema de bienestar social, a través de sus mecanismos del lími-te temporal y requerimiento laboral, ha generado lo que llamo un «circulovicioso de dependencia» del beneficiario hacia el sistema mismo, esto setraduce, por un lado, en un mayor uso de programas sociales para podercompensarlo con el ingreso vía empleo, el cual resulta ser insuficiente en elmejor de los casos para el sustento de la familia; y, por otro lado, también seha traducido, para el caso de los migrantes mexicanos en pobreza, en unadinámica de ingreso y salida constante del sistema de bienestar social. Loprimero ha resultado ser el mayor imprevisto de la reforma, pues uno de suobjetivos principales era que los sujetos no dependieran del sistema de bien-estar social sino de su ingreso vía permanencia en el mercado de trabajo.

El «circulo vicioso de la dependencia» se ha reforzado, también, por elhecho de que los beneficios sociales por transferencias, a los cuales se tieneacceso, resultan ser, a final de cuentas, una contraprestación pues el bene-ficiario termina pagando su costo mediante deducciones a su salario entodos los periodos de permanencia en el mercado de trabajo formal.

Otro de las consecuencias del círculo vicioso es que el largo tiempo fueradel mercado de trabajo devalúa las credenciales laborales de los beneficiariosy evapora sus limitados activos financieros y físicos. Cada vez que intentanvolver a insertarse en el mercado de trabajo sólo lo pudieron hacer, y loseguirán haciendo, en condiciones más devaluadas, compitiendo con aque-llos que ingresan masivamente al explosivo mercado del trabajo informal.

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Por otro lado, se debe enfatizar un aspecto de la relación entre el régi-men de bienestar social y el régimen migratorio y que se debe tomar encuenta en futuras investigaciones. Y este es el tema de las implicaciones degénero. Esping-Andersen, por ejemplo, señala las implicaciones de las res-ponsabilidades del cuidado de los niños y la condición de las mujeres en elmercado de trabajo, pero este fenómeno no lo vincula con su análisis de ladesmercantilización. Esping-Andersen toma en cuenta a los individuos y alas familias en su definición de desmercantilización, pero evita con ello eltema de la naturaleza de género de la propia desmercantilización.

En este trabajo se demuestra cómo el acceso a los beneficios socialessiempre ha estado guiado por un enfoque de género, en los cuales muchosde los paquetes de beneficios sociales para las mujeres dependen de la au-sencia de un jefe de familia masculino. Para el caso del régimen de bienes-tar social norteamericano el acceso a dicho sistema se encuentra feminizado.Aquí se ha enfatizado la importancia de los migrantes, en especial las mu-jeres, como proveedores de bienestar social en las comunidades en las cua-les están establecidas. La mayoría de estas actividades son «invisibles» debidoa que se realizan al interior de los hogares o se realizan como trabajo noasalariado al interior de la familia y de la comunidad.

Mientras que una muy pequeña minoría de mujeres migrantes se hanbeneficiado de la expansión de posiciones profesionales y administrativas,la inmensa mayoría se ha visto empujada a obtener empleo temporales, conbajos ingresos y/o beneficios limitados, así como a continuar interactuandocon el sistema de bienestar social, así como continuar desarrollando lastareas en el hogar.

El reto diario de los padres migrantes, que se han relacionado con elsistema de bienestar para mantener a sus familias, es grande; las barrerasasociadas con la obtención y mantenimiento del empleo son enormes; y lasalternativas disponibles para aquellos que no pueden trabajar son limita-das. Los participantes en las entrevistas enfrentan desafíos en un nuevo

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mundo de bienestar, uno que genera oportunidades para algunos y planteagrandes restricciones para otros.

De las entrevistas surgen a la luz ciertas cuestiones particulares. Laprimera sugiere que algunos padres migrantes están realmente encontrandotrabajo, y que los ingresos se encuentran en un proceso de aumento, aun-que muy modesto. A pesar de estos prometedores resultados; sin embargo,la mayoría de esos padres migrantes, incluso los que trabajan tiempo com-pleto, no escapan de la pobreza, y su situación precaria no ha mejorado demanera sensible. Todos los padres de familia entrevistados se siguen en-frentando con presupuestos muy limitados, y las probabilidades de criar asus hijos al margen de estas limitaciones son escasas.

Las madres y padres solteros de esta investigación reflejan la situa-ción de muchas familias de migrantes con bajos ingresos. La mayoría delos padres migrantes, si están empleados o no, parecen haber encontradootras fuentes de ingresos, incluida la asistencia en materia de vivienda, elSSI, el seguro social y el apoyo de la red de migrantes y de otros miem-bros de la familia. Algunos de estos cambios fueron anticipados por loscreadores del TANF. De hecho, se esperaba que las familias, cuyo ingresodependía del apoyo gubernamental, se desplazaran cada vez más hacia labúsqueda del apoyo de la red migratoria y la familia. Es menos probableque los diseñadores del TANF anticiparan los cambios de la búsqueda deapoyo del sistema de bienestar hacia otras fuentes de apoyo guberna-mental, en particular hacia aquellos que, a diferencia del TANF, están 100%financiados con recursos del gobierno federal. Sin embargo, los padresmigrantes y legalizados que viven en situación de vulnerabilidad aprove-charán cualquier recurso que el sistema en general les brinde o que pue-dan aprovechar para ellos o sus hijos. Con excepción del SSI y el segurosocial, algunos de esos recursos son marginales e impredecibles. La ayu-da de la familia y la red migratoria puede verse limitada ya sea porque losmiembros de ellas no están dispuestos a ayudar, o se han limitado los re-cursos destinados para este fin.

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En el caso de la ayuda para vivienda es muy difícil el acceso, y una vezobtenido el beneficio éste juega el papel negativo de buscar un equilibrioprecario con respecto a las demás fuentes de ingresos. De hecho, la ayudaen materia de vivienda puede ser la mayor fuente de apoyo mensual, pese aque su valor disminuye más rápido cuando los ingresos de los beneficiariosse elevan. El delicado equilibrio de ingresar al mercado de trabajo, de talmanera que la asistencia en materia de vivienda no se ponga en riesgo,puede explicar por qué algunas madres se resisten a ingresar en el mercadode trabajo, mientras que otras lo hacen sólo en forma temporal o parcial.

Otros cambios en la política del TANF deben ser considerados sobre labase de las pruebas aquí presentadas. En primer lugar, los testimoniosplantean serias cuestiones éticas y de adecuación del límite familiar deasistencia o ayuda. Aunque ostensiblemente está destinada para alterarlas opciones de fertilidad de la mujer y, por lo tanto, reducir el número departos subsecuentes, plantea serias privaciones para las familias de bajosingresos que ya enfrentan situaciones de alta pobreza. Una ligera mayo-ría de las mujeres participantes en las entrevistas experimentó la limita-ción asistencial familiar. A pesar de que las mujeres sólo articularon supreocupación por el límite familiar como una cuestión injusta, las obser-vaciones realizadas en la vida de estas mujeres sugieren que el límite fa-miliar impone grandes cargas en las familias y potencialmente pone enpeligro la salud y el desarrollo de los niños. Como se indica en otros estu-dios de corte cuantitativo (véase Frame, 2001; Frasch, 2001), la aplica-ción del límite familiar aumentó sustancialmente la pobreza de las familias.

Una segunda cuestión planteada se centra en el trabajo, su oferta y suestabilidad a lo largo del tiempo. Incluso, muchas de las mujeres entrevis-tadas obtuvieron empleo, y algunas lo cambiaron en el transcurso del tiem-po con el fin de mejorar su situación económica. Otras cambiaron de puestodebido a que fueron despedidas o lo abandonaron. Dada la fuerte econo-mía que persistió durante la primera mitad de la década de 2000, la mayo-ría de las mujeres encontraron nuevos empleos con poca dificultad. Los

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entrevistados que tuvieron antecedentes penales vieron comprometida sucapacidad de obtener empleo en el sector de los servicios. No se sugiereque las actuales restricciones o normas para las personas que trabajan enlos servicios se hicieron más exigibles. Sin embargo, a medida que la eco-nomía continúa basándose en mayor medida en los servicios, las opcioneslaborales de muchas personas de bajos ingresos se verán gravemente limi-tadas por sus propias historias personales. Los esfuerzos para otorgar ca-pacitación y asistencia a las mujeres con el fin de prepararlas para el trabajoen otros ámbitos de los servicio podría ser benéfico para algunas.

A medida que el perfil de la economía evoluciona, los estados puedennecesitar invertir considerables recursos en la formación y la educación degénero para oportunidades de empleo especializados que coincidan con lasnecesidades del mercado laboral. Relativamente pocas de las mujeres en-trevistadas participaron en la capacitación o la educación impulsada por lainstancia de bienestar social del condado.

Los migrantes mexicanos que no podían hablar inglés tenían trabajo enla misma relación que los migrantes que dominaban el idioma, pero losempleos de los primeros eran de bajos ingresos y pésimas condiciones la-borales que los de los segundos. En el caso de los primeros su estabilidadlaboral fue muy precaria. Más aún, el nivel educativo también está muyrelacionado con los ingresos del empleo; las mujeres que carecen de escue-la secundaria o posterior tienen salarios más bajos, menos beneficios so-ciales, y menos estabilidad laboral. De hecho, las mujeres sin educaciónbásica tuvieron sustancialmente menos oportunidades de trabajo que lasotras, así como más probabilidades de acudir al sistema de bienestar social.

El número de beneficiarios del sistema de bienestar, en general, ha sidomayor en California y en Los Ángeles que en otros sitios de Estados Uni-dos, y las tasas de empleo han sido más bajas. Esto puede ser en parte elresultado de las opciones de política social asumidas en California y en LosÁngeles. Los subsidios sociales en California son de los más generosos enel país, y los incentivos destinados a fomentar el empleo han permitido

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combinar el trabajo y el sistema de bienestar social en un grado que no seencuentra en otros sitios de Estados Unidos. Aún más, las mujeres en LosÁngeles no se enfrentaron con la perspectiva de ser totalmente marginadosdel sistema de bienestar social por motivo del límite temporal de benefi-cios. Sin embargo, las relativamente bajas tasas de empleo, la mala calidaddel mismo, y las altas tasas de beneficiarios del sistema de bienestar refle-jan otros fenómenos. En particular, las mujeres migrantes en Los Ángelesenfrentan más obstáculos para el empleo, de calidad y con prestaciones,que otros segmentos de la población, incluyendo los problemas del idiomay los déficits educativos.

Las entrevistas indican que muchas de las participantes encuentranconflictivo trabajar fuera del hogar y que se enfrentan con la situación debuscar mejores formas para sostener a sus hijos y de cómo mantenerse encasa para criarlos. Las políticas sociales de California influyeron al permi-tir que un porcentaje importante de mujeres, en general, y mujeres migrantesmexicanas en particular, combinaran el trabajo con el sistema de bienestar,y los que tomaron este camino con frecuencia obtienen sólo trabajos demedio tiempo. Los empleos que obtienen son de bajos salarios y benefi-cios, y muchas que combinaron el trabajo con el sistema de bienestar to-maron una serie de empleos de corto plazo para aumentar sus ingresos víael sistema de bienestar.

Los beneficiarios migrantes de largo plazo del sistema de bienestarpueden enfrentar mayores y más largos obstáculos para obtener empleoque el promedio de este sistema: conflictos y obstáculos asociados con elabuso de drogas, problemas de salud mental y física, violencia doméstica,cuestiones de discapacidad, y antecedentes penales que algunos de los en-trevistados presentaron. Estos obstáculos van más allá de algunas de lasdificultades más básicas (por ejemplo, la falta de experiencia laboral o lafalta de educación) que son comunes en un gran número de beneficiariosmigrantes del sistema de bienestar. Muchas de las mujeres experimentaronmúltiples combinaciones de estos obstáculos, lo que resulta en diferentes

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niveles de dificultades que deben superarse. Resulta complejo y contradic-torio para las mujeres beneficiarias que mientras se les exige una (re) in-corporación al mercado de trabajo no existan ofertas gubernamentales deservicios para el cuidado de los hijos.

Como se sugiere en las entrevistas con esta muestra de familiasmigrantes, en el reformado sistema de bienestar no todo se ha experimen-tado en formas positivas, ni todo en formas negativas. Estos datos cualita-tivos hablan de las complejidades de la vida de los beneficiarios migrantesen la etapa anterior y posterior a la reforma del sistema de bienestar, y lanecesidad de comprender las experiencias vividas de las familias en gene-ral, y las familias migrantes en particular, con diferentes características. Amedida que el sistema de bienestar se revalúa y se modifica en una econo-mía en constante evolución, es esencial que se siga preguntando a los pa-dres migrantes si el sistema de bienestar está afectando la supervivencia desu familia, cómo la está afectando y acerca de sus perspectivas futuras.

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Julia (2007) Entrevista a Julia. El Segundo, California, septiembre.Leonor (2007) Entrevista a Leonor. Inglewood, California, agosto.Leticia (2006) Entrevista a Leticia. Pomona, California, agosto.Leticia II (2007) Entrevista a Leticia II. San fernando, California, agosto.Margarita (2007) Entrevista a Margarita. El Monte, California, octubre.María (2007) Entrevista a María. Bellflower, California, agosto.Myrna (2006) Entrevista a Myrna. Walnut, California, octubre.Patricia (2007) Entrevista a Patricia. Carson, California, septiembre.Pedro (2006) Entrevista a Pedro. Glendale, California, agosto.Picheles (2006) Entrevista a Picheles. Simi Valley, California, junio.Raúl (2006) Entrevista a Raúl. La Puente, California, junio.Regina (2007) Entrevista a Regina. Altadena, California, septiembre.Rosa (2006) Entrevista a Rosa. Canoga Park, California, agosto.Rosa II (2007) Entrevista a Rosa II. Pico Rivera, California, septiembre.Sergio (2006) Entrevista a Sergio. Gardena, California, julio.Silvia (2007) Entrevista a Silvia. Long Beach, California, septiembre.Sonia (2007) Entrevista a Sonia. Lynwood, California, octubre.Verónica (2006) Entrevista a Verónica, Brea, California, agosto.LISTA DE ABREVIATURAS

AFDC Aid to Families with Dependent ChildrenCalWORKs California Work Opportunity and Responsability to KidsEITC Earned Income Tax CreditFS Food StampsGAIN Greater Avenues for IndependenceMedi-Cal California State Medical Aid (programa vía prueba de medios)SSI Supplemental Security IncomeTANF Temporary Assistance for Needy FamiliesWIC Women, Infants, and Children Program

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DIABETES, GÉNERO Y MIGRACIÓN 123

Diabetes, género y migración:historias de mexicanas que se fueron,se quedaron y regresaron

Ivonne Vizcarra Bordi y Patricia Cruz Bello

El objetivo de este estudio fue explorar cómo la construcción socialde género influye en la redefinición de los factores de riesgo noclínicos para desarrollar la diabetes meillitus 2, en contextos de

migración internacional. Con base en la perspectiva de género se utilizó lametodología cualitativa, interponiendo el análisis interpretativo y subjetivode seis historias de vida de mujeres: tres en el estado de Texas, EE. UU. ytres en Tonatico, Estado de México. Una vez completados los datosetnográficos con observación directa, se redefinieron los factores de ries-go que cambian en el proceso de migración hacia EE. UU.: desde partidadel lugar de origen, el paso o viaje, el destino y/o el regreso.

INTRODUCCIÓN

Las enfermedades crónico-degenerativas de la población mexicana se hanconvertido en un problema epidemiológico binacional debido a los fenó-menos asociados a la migración y a la globalización alimentaria. Una deesas enfermedades es la diabetes mellitus. Esta enfermedad es un síndro-me que se expresa por alteración en el metabolismo de carbohidratos,grasas y proteínas; en la deficiencia relativa o absoluta en la secreción deinsulina, o en la resistencia en grado variable a la insulina. La clasificaciónmás aceptada de esta enfermedad es la formulada por el Expert Committeeon the Diagnosis and Classification of Diabetes Mellitus emitida en 1997,

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la que la divide en dos tipos principales sin considerar la edad de inicio:diabetes mellitus tipo 1 (DM 1) y diabetes mellitus tipo 2 (DM 2);1 en esteúltimo se incluye a más de 90% de todas las personas que padecen diabe-tes, razón por la cual aquí se describirá sólo la DM 2, además porque éstarequiere de un manejo particular de autocuidado para evitar que sus com-plicaciones, los y las pacientes requieran hospitalización.2 Por la rapidezen que se ha acrecentado su prevalencia en la población mexicana, en laúltima década han aumentado los estudios en ciencias de la salud y biomédicasque tratan de definir los factores de riesgo clínicos y no clínicos que deter-minan o influyen para desarrollar DM 2 en estas poblaciones (Mier et al,.2008).3 Factores de riesgo como la obesidad, la inadecuada alimentacióny el sedentarismo son condicionantes para que esta patología se presentecada vez en edades más tempranas impactando en el equilibrio emocional

1 En efecto, la diabetes mellitus tipo 2 (llamada antes diabetes no insulinodependiente o del adulto)se presenta como un déficit relativo de insulina secundario a un trastorno (entre otros factores) delas células beta pancreática y/o una resistencia a la acción de la insulina (Vaag et al., 1995). Laincapacidad del cuerpo para utilizar eficazmente la insulina, a menudo es consecuencia del excesode peso y/o la inactividad física (OMS, 2008).

2 Existen dos tipos de complicaciones: agudas y crónicas: las primeras se refiere a la hiperosmolar,la cetoacidosis diabética y la hipoglucemia, las que pueden causar el coma y la muerte. Lascomplicaciones crónicas se refieren a varias patologías degenerativas tales como riesgo paradesarrollar cataratas, retinopatía, glaucoma y es la principal causa de ceguera adquirida en losadultos de 20 a 74 años de edad; se incrementa 17 veces el riesgo de desarrollar daño renal, quese manifiesta por nefropatía (microalbuminuria) e insuficiencia renal crónica; se incrementa dosveces el riesgo de cardiopatía isquémica, enfermedad vascular cerebral e hipertensión arterial; seincrementa la probabilidad de insuficiencia vascular periférica, que a su vez condiciona pie diabé-tico, el cual causa más de la mitad de todas las amputaciones que se llevan a cabo en el InstitutoMexicano del Seguro Social (IMSS), y se incrementa el riesgo de neuropatía autonómica en lossistemas cardiovascular, digestivo y genitourinario; y favorece infecciones oportunistas piógenasy micóticas crónicas (Pull et al., 1992).

3 En la década de 1960 la prevalencia estimada por la OMS indicó que 2% de la población mexicanaeran diabética. En 1979 la DM 2 se identificó en 17% de una población de mexico-americanosde 45 a 74 años que radicaban en Laredo, Texas (Mier et al. 2008). Según la Federación Mexicanade Diabetes, desde el año 2000, la DM es la principal causa de muerte en el país y la primera causade discapacidad laboral de la población económicamente activa. De acuerdo con los resultados dela Encuesta Nacional de Salud 2000 (ENSA), la prevalencia nacional de diabetes mellitus enhombres y mujeres adultos de más de 20 años fue de 7.5% fue mayor en mujeres (7.8%) que en loshombres (7.2%) (Olaiz et al., 2007). La Encuesta Nacional de Salud y Nutrición 2006 (ENSANUT),indicó que la prevalencia aumentó a 14%, lo que representa un total de ocho millones de personascon diabetes (Sepúlveda, 2006).

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y económico de las familias (Wilkinson y Marmot 2000).4 Pese a la abun-dante literatura, los determinantes sociales, culturales y los relacionadoscon las construcciones de género son los menos estudiados, principal-mente porque la complejidad de la realidad de sociedades en movimientorequieren además de un análisis objetivo de la relación salud-enfermedad,una interpretación subjetiva de lo que la diabetes representa en la vidacotidiana de hombres y mujeres que desarrollan este tipo de enfermedad(Mercado, 1996). Los retos se dificultan cuando las dimensiones relacionalesentre interactuantes resultan de los procesos de creación cotidiana de modosde vida bi-culturalizados e intrínsecamente relacionados con ejercicios depoder y contrapoder para llevar una vida aceptable (Roy, 2002). Las his-torias de mujeres que han vivido los procesos de la migración entre Méxi-co y Estados Unidos de América (EE. UU.) que aquí se analiza tienen, sinembargo, significaciones diferenciadas y no sólo por la heterogeneidad desus contenidos, sino sobre todo por el posicionamiento jerárquico en di-versos contextos y niveles de las estructuras sociales, económicas y políti-cas en las cuales se inscriben y se mueven (familiares, comunitarias,organizacionales, institucionales, etc.) (Méndez, 1992). En este sentido,la perspectiva de género se vuelve una herramienta útil para entender tan-to las diferencias vivenciales (subjetivas) en el proceso salud-enfermedadentre hombres y mujeres, así como las relaciones de poder que se generana partir de estos procesos (Gómez, 1993; Massoff, 1994; Szasz y Lerner,1996).

Aunque esta enfermedad se presenta tanto en hombres como en muje-res, estudios clínicos han demostrado que la prevalencia es más elevada en

4 Los factores de riesgo representan situaciones identificables que se asocian con DM 2, es por elloque se utilizan como auxiliares para determinar, predecir o prevenir el desarrollo de la enfermedado de sus complicaciones con varios años de anticipación; influye en ello la oportunidad con que seidentifiquen y el control que se alcance en los factores modificables tales como el sobrepeso, laobesidad, el control de las enfermedades concomitantes (hipertensión arterial), los trastornos delmetabolismo del colesterol y triglicéridos, sedentarismo, estrés emocional, tabaquismo y alcoho-lismo. Así mismo se utilizan como orientadores para establecer el tratamiento apropiado a cadadiabético y como indicadores del pronóstico de la calidad de vida y sobre vida (Pull et al., 1992).

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mujeres de origen mexicano que de otro grupo étnico en EE. UU. (Geiss etal. 1995). Varias intervenciones estratégicas para la prevención han consi-derado sobre todo aspectos educativos de autocuidado con un abordajetransdisciplinario e incorporando a la familia para el cuidado de la salud(Palma, 2007). Así, las creencias y saberes adquiridos y practicados por lafamilia, y en específico por las mujeres a quienes se les asignan el rol decuidadoras de la salud en los hogares, son un referente para conocer yexplicar el comportamiento diferenciado según el género, sobre todo en loque se refiere a la preservación de estilos de vida saludables que disminu-yan la aparición de enfermedades susceptibles de prevención. Sin embar-go, cuando son ellas las que desarrollan la enfermedad, no siempre es clarocómo estas creencias y saberes forman parte del autocuidado femenino. Elobjetivo de este estudio es explorar cómo la construcción social de la rea-lidad basada en la vida cotidiana de mexicanas migrantes con DM 2 en doscontextos diferentes: residiendo en EE. UU. y en el medio rural mexicano,influye en la redefinición de los factores de riesgo socioculturales para de-sarrollar esta enfermedad.

PROCESO METODOLÓGICO

Para este estudio se consideró a la salud-enfermedad como un proceso quetiene que ver con la vivencia de la persona que la padece, donde intervienenespecificidades de género, edad, clase e etnicidad. Sin duda la subjetividadse inscribe en este proceso, por lo que su estudio implica necesariamenteun acercamiento cualitativo (Travers, 1995). De hecho, la DM 2, por seruna enfermedad degenerativa sin cura, las personas que la padecen tiendena sufrir estrés y depresión, dándole significaciones a sus vidas diferentes aotras personas con diferentes enfermedades tratables. De ahí que, al mis-mo tiempo, se ha observado un aumento en los estudios de la diabetes en elmundo, se ha incrementado el interés en torno a la aplicación de las

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metodologías cualitativas e interpretativas (Mercado, 1996; Mercado yRobles, 1998; Castro, 2003).5

El análisis subjetivo con perspectiva de género (característico de la in-vestigación interpretativa-cualitativa) es aún parcial e incompleta en lo re-ferente a las enfermedades tanto crónicas degenerativas como infecciosas(tuberculosis; sida/VIH, etc.) (Ravelo, 1995; Gender y Health Group, 1999),principalmente porque se realizan actos de intromisión a la vida privada eíntima de quienes la padecen y, cuando ello sucede, tendemos a sancionargran parte de la información que ponga en peligro a la dignidad humana yel bienestar social de quienes participan en los estudios. Por otro lado, lainterpretación no escapa de la intersubjetividad, pues al fin y acabo, lospersonas que se dedican a la investigación son a su vez personas construi-das según el género, cuyas cargas subjetivas provienen de sus propias rea-lidades y nada garantiza que exista un sesgo en el procesos de lainterpretación (véanse los estudios de Martínez, 1996, 1999). Consideran-do estas limitantes del análisis cualitativo, el estudio recolectó una ampliainformación a partir de las historias de vida de mujeres con DM 2.

Se recopilaron seis historias de vida de mujeres de origen mexicano endos periodos: el primero fue en abril de 2008, donde tres mujeres, entre 45 y69 años de edad, en alguna etapa de su vida emigraron hacia EE. UU., peroque ahora residen en su lugar de origen: Tonatico, Estado de México. Cabemencionar que Tonatico se ubica al sur del Estado y ocupa el mayor índice demigración hacia EE. UU. en la entidad (Camacho y Hernández, 2009). Elsegundo periodo se realizó en junio de 2008, en College Station y LaredoTexas, ahí las historias de vida fueron narradas por tres mujeres residentes enEE. UU. con edades de entre 50 y 60 años. Laredo es una ciudad estadouni-

5 Al respecto, en México se ha instalado el Programa de Investigación Cualitativa en Salud delCentro Universitario de Ciencias de la Salud, de la UdeG, el cual refleja los esfuerzos porpromover investigaciones interdisciplinarias entre ciencias sociales y de la salud (Castro, 2003).Así mismo, el Institute for Qualitative Methodology (http://www.ualberta.ca/~iiqm), de la Uni-versidad de Alberta, Canadá, es uno de los centros pioneros en investigación cualitativa, entre losque sobresalen los temas que analizan las experiencias del padecimiento crónico en la vida diaria.

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dense fronteriza con la ciudad de Nuevo Laredo, Tamaulipas, México. Porser una ciudad de paso, la mayor parte de su población tiene arraigo mexica-no. En cambio, en el College Station se ubica la Universidad de Texas A &M., si bien la población de origen mexicana es importante, es casi invisible enla vida citadina universitaria.6 En la tabla 1 se resumen las característicaspersonales y familiares de las seis mujeres que contaron sus historias de vida.

6 Es importante aclarar que se realizaron igual número de historias de vida para hombres que paramujeres. Para este artículo sólo hemos considerado los relatos femeninos por dos razones. Laprimera porque el propósito se centra en la construcción social de la diabetes desde las mujerescon esa enfermedad. La segunda porque cinco de las seis historias de vida de hombres se realiza-ron en Tonatico, todos ellos eran mayor de 65 años de edad y adquirieron la DM 2 después de los60 años en México (perfil epidemiológico establecido para toda la población sin importar lacondición migrante o no migrante, véase Rodríguez et al. 2004). La única historia de vida que nocorresponde a este patrón fue la realizada en Texas, con un migrante de 48 años de edad.

Nombre Edad Originaria Residencia Estado Descendientes Ocupación Fechaactual civil del primer

diagnósticode DM 2

Sonia 45 Ixtapan de la Sal Tonatico Abando- Dos hijos, Maestra Enero de(Estado de México) nada una hija rural 2007

dos nietos (as)

Carmelita 52 Tonatico Tonatico Viuda Cuatro hijas, Hogar Septiembre(Estado de México) dos hijos, siete de 2003

nietos

Agustina 69 Coatepec Harinas Tonatico Casada Ocho hijos, Hogar Diciembre(Estado de México) tres hijas, de 2005

19 nietos(as)

Isabel 50 San Luis de la Paz College Casada Tres hijas, un hijo Hogar Enero de(Guanajuato) Station cinco nietos(as) 2008

Lupita 53 Ciudad Mier Laredo Casada Dos hijos, Venta por Febrero(Tamaulipas) dos hijas catálogo de 2003

una nieta

Chayo 60 Angangueo College Casada Cuatro hijos, Servicio Octubre(Michoacán) Station dos hijas, doméstico de 2001

nueve nietos a domicilio

Tabla 1

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A través del análisis de sus experiencias vivenciales con la migracióninternacional, el estudio analiza cuatro procesos: la decisión de migrar, elviaje o los viajes, la residencia y el regreso. Se destacó en las narraciones laparte subjetiva, al percibir las experiencias de vida injustas, inseguras, vul-nerables y desiguales (Camarena, 2003). Los motivos personales, así comolos procesos migratorios que cada una de ellas experimentó, tienen suspropias especificaciones. El tránsito migratorio y la instalación residencialen EE. UU. tienen diferentes significados para cada migrante, aún compar-tiendo las mismas dificultades en tiempo y espacio. Así, mientras para unasla migración es consecuencial a una serie de eventos familiares o la granexperiencia de sus vidas, para otras fueron pesadillas que marcaron un des-tino incierto.

LA DECISIÓN DE MIGRAR

Varios estudios sobre migración femenina muestran que una gran parte delas mujeres que deciden emigrar hacia los EE. UU. lo hacen por varios mo-tivos.7 Las jóvenes o madres solteras deciden irse en busca de oportunida-des de trabajo bien remunerados, mejorar su calidad de vida o inclusoagregan a su decisión un sentido de aventura e ilusión por la conquista delsueño americano (Girón y González, 2008). Otros estudios tendían a lanegligencia, principalmente porque consideraban que las mujeres e infan-tes migraban en condiciones legales bajo el mando político estadounidensede la unificación familiar, el cual les otorgaba un estatus migratorio privile-giado; sin embargo, el estudio de Woo (1997) demuestra que, al mismotiempo que existía este tipo de migración, la migración femeninaindocumentada se acrecentaba por los mismos motivos de reunificación ypor las nuevas oportunidades de trabajo femenino en EE. UU.

7 La compilación de estudios que hacen en su obra Barrera y Oehmichen (2006) muestran ladiversidad de causas de la migración femenina.

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Las historias que aquí se presentan tienen en común varios sucesos, sibien forman parte de la experiencia de cada una de ellas, comparten rasgosde identidad femenina. Además de desarrollar la diabetes M2, todas son ma-dres y abuelas, tuvieron hijos antes de los 20 años de edad y se casaron ojuntaron entre los 14 y 19 años. Cinco de ellas nacieron en el medio ruralmexicano y otra en una ciudad media, pero todas provienen de familias po-bres. Lo que más llama la atención es que ninguna tomó la decisión de mi-grar hacia EE. UU., sino que siguieron a sus parejas, cada una por diferentesvías y circunstancias. Cabe señalar que las historias de vida aquí presentadasno fueron seleccionadas ex profeso por esta última situación, sino que éstees precisamente uno de los hallazgos de la investigación.

Sonia tenía 32 años cuando su esposo, que llevaba ya seis años enChicago, mandó por ella a través de un cuñado, quien le pagó al pollero.8

Dejó a sus hijos e hijas al cuidado de su madre y pidió un permiso al sindi-cato de maestros para faltar un año.

…No me quedaba de otra. Por teléfono siempre me decía que ya le faltaba poco

para juntar para sus papeles y que era más fácil para que todos tuviéramos los

papeles y nos fuéramos a vivir a Chicago… Pero luego me enteré de que ya tenía

otra por allá, entonces caí en la cuenta de que ya no me hablaba de que me fuera, y

pues un día nos peleamos y lo amenacé. Fue así que me mandó traer con su cuñado.

Yo no quería por mi trabajo y mis hijos, pero él insistía para demostrar que no tenía

otra… Luego pensé que si él me encontraba trabajo allá ya podíamos los dos traer

por los demás. Me arriesgué, yo lo sé… (Sonia).

Isabel también llegó a Texas tres veces, por medio del pollero prepagadopor su esposo. Él regresaba una vez al año pero, pasado ese tiempo, laausencia fue prolongándose cada vez más. Por un lado, el paso indocumen-

8 Un coyote o pollero es una persona que se dedica a pasar indocumentados a EE. UU. por distintas víasy el costo de sus servicio varía de los 1 500 a 3 000 dólares, dependiendo de las negociaciones quese establezcan entre los migrantes y el traficante.

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tado por las fronteras comenzó a ser más caro y con mayores riesgos. Porotro lado, el esposo decidió instalar a la familia en Texas. Primero pagó porel paso de su hijo varón cuando él tenía la edad de 17 años, luego pagó elpaso de Isabel en tres ocasiones, porque ella siempre encontraba el pretex-to para regresar a su hogar de origen.

Tuve suerte las tres veces que pasé por río, porque nunca me detuvieron. Sólo me

traía una bolsa con mi ropa y mis imágenes de santos que me acompañaban […]

Bueno, también me traía tortillas para el camino y para mi esposo que extrañaba

[…] Nomás puras tristezas pasaba aquí, porque dejaba a mis hijas allá, pero tam-

bién quería ver a mi hijo y a mi esposo […] Pus aquí veía que podía trabajar con los

bolillos9 (Isabel).

Carmelita y Agustina fueron acompañantes en los viajes de sus espo-sos. Carmelita sólo viajó en una ocasión de indocumentada. Agustina viajódos veces de indocumentada y años después obtuvo una visa de turistagracias a que su hijo mayor ya es residente en Los Ángeles.

A mí me llevaron sin preguntar, sólo me dijo hazte una maletita con un par de

zapatos y mi suéter, creo que otros pantalones y ya, eso fue todo. Nunca se lo

perdoné a mi difunto esposo […] Sólo me llevaba que dice porque me extrañaba

[…], pero a mí el «otro lado» nunca me gustó, hasta me pongo triste cuando hablan

de ese Estados Unidos […] (Carmelita).

Nunca voy por mi voluntad, pero mis hijos me pagan ahora el viaje, pues que ni

modo que les diga que no […] aunque ahora con mi enfermedad ya les digo que

estoy viejita y que me da miedo que me muera allá […] Siempre he ido acompañada

de mi viejito o un nieto […] ¿No le digo que no me gusta? […] Las primeras veces

nos íbamos que por Tijuana, por allá […], sí que ese lugar es feo (Agustina).

9 Es la palabra despectiva que los migrantes en Texas hacen para referirse a los estadounidensesblancos.

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En la década de los años 1990, el esposo de Lupita comenzó a incursionaren la iglesia Cristiana, lo que le permitió ir a EE. UU. sin problemas pararecibir entrenamiento pastoral. Debido a que Lupita estaba acostumbradaa las ausencias cíclicas de su esposo (quien era chofer de trailers), y con elánimo de que esos entrenamientos cambiaran el carácter autoritario de él,aceptaba sin reclamos sus proyectos. Con esa sumisión llegó acompañandoa su esposo a Laredo, junto con sus hijos (nacidos en México), donde ahoraviven desde 1998.

Chayo proviene de una familia de migrantes masculinos, padre, tíos,hermanos, que trabajaron en el programa Braceros10 entre 1940 y 1964.Aunque radicó su juventud en México hasta la edad de 18 años, al año decasada su esposo se la llevó a radicar a Texas, donde nacieron sus hijos ehijas.

Ya ni me acuerdo. Pero sí me acuerdo que en ese tiempo casi todos se venían para

acá (EE. UU. y como que ni pensabas tu destino. No más te ibas por lo que te decían

[…] creo que así se acostumbraba antes, que las mujeres nomás obedecíamos y ya

[…] Pero mi mamá no se fue, pues porque no se la llevó mi papá (Chayo).

EL VIAJE

La primera vez que se emprende un viaje con las circunstancias antes des-critas, someten a las mujeres en situaciones no sólo de incertidumbre, sinode vulnerabilidad y violencia, sobre todo si realizan el viaje de forma peli-grosa y al margen de la ley. Indudablemente, tanto hombres como mujeresse ven enfrentados a situaciones que menoscaban su dignidad humana, perosuelen ser las mujeres las más afectadas y las que tienen menor capacidad de

10 En el estado de Texas, el programa Braceros sustituyó el de «libre enganche o mano libre», en elque los trabajadores mexicanos viajaban en forma familiar y por temporadas con el objetivo detrabajar, ahorrar y regresar al pueblo. En este programa el modelo de contratación era el grupofamiliar (Durand, 2000).

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reacción o de autoprotección ante la adversidad. Viajar de forma reglamen-tada tampoco resulta tener menos riesgos para la mayoría de las mujeres,pues cuando se entrecruzan la condición migratoria, el género, la pobreza,el bajo nivel educativo, la pertenencia étnica, la desnutrición, la falta deoportunidades en su lugar de origen, el desconocimiento de la lengua ex-tranjera y de sus derechos e incluso de sus deberes para con el cuidado de supersona su familia y su comunidad (Tuñón, 2001), ellas se enfrentan a nue-vas formas de violencia estructural.

Llegamos a El Paso y ahí mi cuñado se aprovechó de mí […] Sentí que me moría,

pero me decía todo el tiempo que mi esposo ya ni me quería y que de seguro allá me

iba a botar […] Me quería regresar pero ya estaba del otro lado y sin papeles. Sí

llevaba mi pasaporte y mi credencial de maestra, pero los traía mi cuñado y no me

los daba […] me decía que no me los daba hasta que mi esposo pagara todo el viaje,

pues aún le debía al coyote, otro maldito [...] Así llegamos a Chicago» (Sonia).

[…] Sólo una vez me fui en avión y no me gustó, como sentía que se iba a caer y me

enfermó mucho, mejor siempre vamos a visitar a mis hijos en camión, pero tampo-

co me gusta, es muy largo el camino. He ido como seis veces, pero creo que ya no

voy a ir con eso de mi diabetes […] La última vez puro susto, nos bajan del camión

a cada rato y con pistolas. Lo bueno es que ya estamos viejos y nomás nos ven feo,

pero a las muchachas sí les va mal […] pura humillación (Agustina).

Isabel tenía la experiencia de pasar por el Río Bravo con un coyote deconfianza, de ahí que se ofreció ayudar a su la hija mayor (casada con treshijos), quien también se vio obligada a pasar por el mismo lugar ella solapara reunirse con su esposo en Miami (migrante indocumentado). Parareunir a los tres nietos con su madre, Isabel fue a buscarlos a Guanajuato yse los trajo por la ruta de siempre, pues aunque ella tuviera ya papeles, susnietos no. Este viaje la sometió a un estrés mayor que el experimentadocuando pasaba ella sola, e incluso fue mayor que la primera vez que realizó

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su travesía; «fue el peor miedo que he tenido, pero no le iba dejar misnietos a un coyote, así que me arriesgué. Cuando le dejé sus hijos, comoque me relajé y se me vino desde entonces la diabetes» (Isabel).

LA RESIDENCIA

Sin excepción, todas las historias detallan el estrés que les ha generado elproceso de migración. Sin duda, el viaje es un paso traumático para mu-chas mujeres, lo que las sostiene es llegar al otro lado con la esperanzade que todo se les resolvería. Sin embargo una vez del otro lado, viene loque se conoce como el shock cultural, que necesariamente implica el in-sertarse en una nueva sociedad, las dificultades para aprender el idioma,el sentimiento de culpa por haber abandonado muchas de ellas a sus hi-jos, familia y amistades, la soledad y la historia de marginalidad y pobre-za, que son algunos de los aspectos que transforman la vida de los y lasmigrantes y que los conducen a la desorientación temporal (Duckett,2002).Quienes no cuenten con redes sociales previas en EE. UU., tardanmás en adaptarse a los nuevos estilos de vida (DAW, 2005) pero, al pere-cer la mayoría de esas poblaciones terminan en una acelerada y acumulativaaculturación para poder sobrevivir.11

La comida, al ser un hecho social cotidiano, es la más susceptible desufrir estas alteraciones; de hecho, al adquirir cotidianamente nuevos hábi-tos sin dejar completamente los tradicionales genera casi siempre compor-tamientos inapropiados en la salud, en detrimento de la calidad nutricional.En este sentido, el proceso de aculturación viene acompañado de estrés,que contribuye alterar el estado de salud de individuos inscritos en la con-frontación diaria de sus modos de vida que intentan reproducir prácticasculturales mexicanas y adaptarse a otras prácticas dominantes.

11 En el sentido antropológico, aculturación es un concepto que busca tomar en cuenta los fenóme-nos que sobrevienen cuando dos poblaciones pertenecientes a dos culturas diferentes son puestasen contacto regular y, directamente y en un proceso relacional, se producen cambios para hacerreacomodos entre ambos (Roy, 2002).

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En este proceso, son las mujeres quienes sufren más el estrés de laaculturación. Las participantes en el estudio narraron que, una vez pasadoslos primeros días en el lugar de acogida, dejaron de ser visitas en las casasde parientes o amigos de sus parejas, para poco a poco establecerse en de-partamentos o casas-tráileres rentadas. Cuatro de las seis historias coinci-den en que el primer arribo a EE. UU. fue de forma indocumentada, situaciónque las sometió a otro nivel de estrés, pues manifestaron que no salían desus hogares por el miedo de ser descubiertas y deportadas. Otro factor deestrés fue el desconocimiento del inglés, y no sólo porque las obliga a de-pender de otras personas para movilizarse y realizar actividades propias dela subsistencia sino porque ven reducidas, aún más, sus capacidades de to-mar decisiones aparentemente sencillas, como la de comprar alimentos parael hogar. La acumulación de elementos que les provocaron angustias, incer-tidumbre, nostalgia por el rompimiento de redes en sus lugares de origen,aumento de la dependencia de otros para adaptarse en la vida cotidiana deestilos de vida estadounidenses, ver reducidas y amenazadas sus capacida-des para sobrevivir y acceder a servicios de salud, así como experimentarnuevas formas de discriminación étnica, que frecuentemente son señaladoscomo principales causas de la mayor vulnerabilidad que afrontan las muje-res y los niños inmigrantes (Organización Internacional para las Migracio-nes, OIM 2002). Berry (1970) mostró, para el caso de los indio-americanos,que el estrés de aculturación vivida por largos periodos puede ser un factorde riesgo para desarrollar diabetes en esas poblaciones.

La situación empeora por la fuerte relación de subordinación de lastrabajadoras migrantes hacia el empleador, típica de los trabajos que reali-zan o de la condición de migración en que se encuentran. El que se trate enespecial de mujeres jóvenes y pobres, buena parte de madres solteras quedependen económicamente para el sustento de la familia que dejaron atrás,hace que el entorno sea aún más tenso.

La obesidad como factor de riesgo para desarrollar DM 2, puede serconsiderada como la inscripción corporal más visible de estos procesos de

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aculturación. Evidentemente, los cambios en los patrones alimenticios es-tán generando una epidemia de obesidad con repercusiones negativas enla salud de los infantes, adolescentes y juventud adulta, pues la edad mediade casos de diabetes ha bajado dramáticamente (Moya y Finkelman, 2007).A excepción de Sonia e Isabel, todas las entrevistadas tenían sobrepeso,de las cuales Lupita y Chayo son quienes tienen mayor tiempo residiendoen EE. UU., y precisamente presentaban obesidad, al igual que todos losmiembros de sus hogares. Ambos hogares, por estar por debajo de la líneade pobreza media, están inscritos a los programas de seguridad social delgobierno federal de EE. UU., entre otras ayudas reciben bonos alimenti-cios canjeables en cualquier tienda de autoservicio. Con ellos adquierenalimentos industrializados altos en azucares, sodios grasas e hidratos decarbono.

Se sabe que la obesidad es un alto factor de riesgo para desarrollar laDM 2, pero ésta no sólo se explica por el exceso de hidratos de carbono ygrasas en las dietas de las familias mexicanas residentes en EE. UU., sinoque existen otros elementos intermedios que ayudan a comprender mejorlas dimensiones sociales e históricas de la diabetes, en tanto que es unaenfermedad multidimensional y multifactorial, entre ellos, la crisis de iden-tidad al someter en juicio todo un sistema de valores y conductas aprehen-didas en México, frente a un modo de vida occidentalizado, el cual resultaser hostil para una gran parte de las poblaciones migrantes que llegan aresidir con o sin documentos en regla, hostilidad que resulta aún másestresante para quienes desarrollan DM 2 en EE. UU.

Retomemos la historia de Isabel, quien reside actualmente con su espo-so de 54 años, su hija soltera (20 años), su hijo casado (25 años), su nuera(28 años) y nieta de cinco años de edad, en un paraje rural tejano (dentro delcondado de College Station) en la casa propiedad de su esposo e hijo, queadquirieron con un crédito en 2005, que por su ubicación se requiere delautomóvil para poder desplazarse hacia la ciudad. Isabel se dedica al hogary a cuidar a su nieta. El esposo e hijo trabajan en la construcción, su nuera

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trabaja en servicios domésticos a domicilio y su hija soltera estudia y trabajapor horas como dependienta en una tienda de alimentos. Sus otras dos hijasestán casadas. La hija mayor (35 años de edad) vive en Miami con su esposoy tres hijos; es la única de la familia que aún no tiene «papeles en regla» y,además de vivir en situación de violencia conyugal, Isabel sospecha que ellapadece de diabetes (tal vez gestacional).

Para Isabel la migración representa una serie de eventos desagradables yde inseguridades que la han acompañado en toda su vida. Pese a ello, susalud no había sufrido alteraciones drásticas hasta que llegaron los síntomasde la DM 2: dolores de cabeza, la pérdida de apetito y la sed, justo después deque logró pasar a sus nietos menores de cinco años a EE. UU. Así, en 2007,dentro de un estudio conducido por la Universidad de Texas A & M sobrediabetes, ella fue diagnosticada con DM 2 a la edad de 49 años.

Mi mayor frustración es no poder ayudar a mi familia que se quedó en Guanajuato

(hermanas). Antes sí trabajaba, limpiando casas, pero desde que tengo la diabetes

y cuido a mi nieta ya no tengo nada […] No hablo inglés y eso me cierran las

puertas para todo. Siempre necesito a mi hija para que me traduzca y eso no me

gusta, pero aquí encerrada ni quién me enseñe […] Yo sólo quiero trabajar de lo

que sea, pero tener mi dinero para el doctor […] Siento que aquí me voy a morir

en esta casa sola (Isabel).

Al igual que Isabel, Lupita y Chayo desarrollaron le DM 2 como resi-dentes de EE. UU. Chayo se lo atribuye al susto12 o impacto que le causó lamuerte de su padre en México en el 2002. Otro susto que la enfermó fuela muerte súbita de su hermano que radicaba en Nuevo Laredo en 2007,inculpándole a ello su depresión diagnosticada en ese mismo año. ParaLupita, su estrés se debe a que su esposo (el Pastor) decidió inscribirse al

12 Poss y Jezewski (2002) atribuyen que el susto es una emoción negativa con un amplio significadoel proceso de salud-enfermedad de la diabetes difundida en la cultura mexicana, sin importar lasfronteras sociales.

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programa de hogares transitorios para niños que sufren violenciaintrafamiliar (política de bienestar social de Texas)13 sin su consentimien-to. Su esposo llegó con la noticia de que al día siguiente recibirían a latrabajadora de servicio social para inspeccionar su casa y realizar un estu-dio psicológico sobre la pareja. Un mes después, ya tenían bajo su custo-dia dos niños y una niña de origen mexicano menores de cinco años, quehabían sufrido violencia familiar. Sin intervenir en la toma de decisiones,ella se convirtió en la responsable y cuidadora temporal de infantes. Conla vigilancia institucional del estado de Texas, Lupita aprendió novedosasrelaciones sociales y de poder, creando en ella un sentimiento de impoten-cia al quedar al margen de las decisiones que la afectaban directamente.Ella imputa a este hecho la causa que le desarrolló de la DM 2.

No obstante que las residentes en EE. UU. identifican causas diferentesal desarrollo de su enfermedad, existen elementos comunes entre ellas. Unode ellos es que dada la precariedad del trabajo en las que se insertan ellas y/o sus parejas, el acceso a los servicios de salud para atender la diabetes sonlimitados. Por ejemplo, en ninguno de los casos cuentan con seguros médi-cos que incluyan los medicamentos, por lo que dependen de los ingresos yde la voluntad de sus parejas o hijos para comprarlos.

EL REGRESO

Sonia, Carmelita y Agustina estuvieron por períodos relativamente cortosen EE. UU. Si bien partieron con la idea de reunirse con sus esposos y queresidirían permanentemente en aquel país, cada una de ellas tomó la deci-sión de regresarse a México por diferentes motivos. Sonia, por ejemplo,desde que emprendió el viaje, vivió experiencias de violencia sexual y degénero que marcarían su vida.

13 Este programa es una forma de recibir ayuda monetaria gubernamental a cambio de criar tempo-ralmente hijos de migrantes de lengua española.

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El abuso de mi cuñado en El Paso fue horrible, pero al llegar con mi esposo, la cosa

no mejoró. Ahí me fue peor, era peor que sirvienta, y yo que pensaba que todo

cambiaría y después haríamos traer a mis hijos que dejé con mi mamá. Sufrí mucho

en los Chicagos […] sólo duré tres meses. Trabajé en una tortillería, limpiando. Así

me fui haciendo de mis ahorros para regresarme. Los escondía para que mi esposo

no los viera […] Un día me regresé con una muchacha que conocí de San Luis de la

Paz, y así llegué a México, después de tres días de viaje […] La diabetes me vino

después del viaje […] no comía, no quería trabajar, hasta que una cuñada me llevó

al doctor […] La depresión me duró casi dos años y de ahí la diabetes (Sonia).

Por su parte, Carmelita y Agustina pasaron más tiempo de indocumen-tadas en EE. UU., entre ocho meses y un año respectivamente, pero a nin-guna de ellas les gustó los modos de vida de los mexicanos que ya se habíaninstalado en EE. UU. Ambas coinciden en que no se sentían a gusto y extra-ñaban sus familias, sus casas, la tierra y la comida.

Carmelita regresó sola y se supondría que su esposo regresaría aTonatico, un año más tarde, pues aún tenía deudas pendientes y queríaterminar de construir su casa cerca de Tonatico. Desafortunadamente, cuan-do una de las camionetas que los recogían para laborar en campos de to-mates en California, tuvo un accidente automovilístico: su esposo resultógravemente herido y falleció días después. Según ella, esta noticia le disparóel nivel de glucosa y de ahí contrajo la DM 2 en 2003.

En la actualidad vive en su casa con una de sus hijas y nietos, y graciasa las remesas de su yerno lograron una tienda de abarrotes. De ahí, seabastecen principalmente de pan dulce industrial y bebidas gaseosas, sien-do éstas últimas las predilectas del hogar, pues consumen en promediocuatro litros diarios.

En cambio, Agustina regresó a Tonatico con su esposo definitivamen-te, y ambos viajan de vez en cuando a visitar a sus hijos, pero ahora condocumentos en regla (pasaporte y visa). Agustina cree que obtuvo la diabe-

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tes a partir de cuando su hija menor se embarazó y su futuro esposo laabandonó para irse a EE. UU.

Aquí, en el pueblo, si una muchacha se embaraza y no se casa es una fracasada,

como Liliana mi hija menor […] Todos te señalan y después nadie te quiere. Tantos

hijos que tuve y la última me salió con la mala suerte. Como sólo vivimos de lo que

nos envían los hijos, la tierrita que tiene mi esposo pues la rentamos... y pues de ahí

les damos a mi hija y a mi nieto. Ahora me preocupa que se quiera ir ya este año para

el otro lado con su hermano y que luego ya viene por su hijo (Agustina).

Estas tres mujeres han tenido experiencia con la migración hacia losEE. UU. y no sólo porque sus parejas, hijos, hermanos o yernos han emigra-do, sino porque ellas también vivieron en un momento de su vida ese fenó-meno. De alguna manera la experiencia individual con el fenómeno de lamigración internacional ha construido socialmente una forma de conllevarla enfermedad contraída en sus lugares de residencia permanentes.

A diferencia de Sonia, quien tiene un trabajo fijo como maestra de prima-ria estatal y gracias a ello tiene acceso a la seguridad social y de saludpública, dentro del cual se brindan todos los niveles de atención a la salud,incluyendo medicamentos, Carmelita y Agustina dependían, hasta el mo-mento de las entrevistas (2008), de los servicios comunitarios y de atenciónprimaria que ofrece el sistema de salud pública estatal (Instituto de Saluddel Estado de México). Es verdad que la falta de abastecimiento de medi-camentos es una constante en este sistema, obligando a los pacientes acontar con ingresos suficientes para comprarlos.

Si no nos mandan nuestros hijos dinero del otro lado no puedo comprar las medi-

cinas que nos recetan ahí en la clínica […] y bien salimos con la receta pero no con

las medicinas y están bien caras […] y aquí en nuestra humilde casa pues también se

tienen muchas necesidades y a veces no nos alcanza para salir adelante y pues

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mucho menos para comparar las medicinas que luego hay que traer de Toluca

porque no se encuentran aquí… (Agustina).

Entre otros servicios sociales que este sistema de salud otorga a la co-munidad, es la animación de un Club de Diabetes, en el que se reúnen lospacientes con DM 2 una vez por semana para ofrecerles pláticas deautocuidado, talleres de información y prácticas de ejercicio físico. Pese aque no son regulares los encuentros por falta de disposición del personalmédico (enfermeras principalmente), ese espacio se ha convertido en cen-tro de esparcimiento y reunión social, en su mayoría conformada por mu-jeres. La formación de estas nuevas redes sociales ha permitido de algunamanera que las personas con DM 2 conlleven el proceso de esta enferme-dad, pues uno de los sentimientos que recrea en los pacientes es soledad,aislamiento y discriminación:

Cuando me dijeron que tenía la diabetes casi me muero. Y aunque vivo con mi hija

y mis nietos, pues siempre estoy sola […] es bien triste esta enfermedad, como que

ya nadie te viene a ver, me siento como bulto, y sólo se la pasan regañándote todo el

día. Hay días que no me levanto para nada y otros sí como si nada. Creo que lo malo

es que no puedes comer muchas cosas y a mí sí se me antojan [...] eso es lo más feo

que tengo (Carmelita).

Pese a los diferentes servicios de salud que la población tiene para aten-der la DM 2, las mujeres entrevistadas manifestaron no tener mucho tiem-po para ellas y no tener dinero para los medicamentos, por lo general ellasbuscan remedios caseros para atenuar los efectos de la diabetes como losdolores de cabeza.

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CONSIDERACIONES FINALES

Uno de los principales hallazgos del estudio fue que las mujeres residentespermanentemente en EE. UU. desarrollaron diabetes mellitus tipo 2 (DM 2)en suelo estadounidense. Todos ellos emigraron como acompañantes, y nopor su propia voluntad, sino por la decisión de su cónyuge o padre. Aunquelas mujeres que regresaron a México desarrollaron DM 2 en su tierra nataldespués de la experiencia migratoria, sus viajes fueron gestionados por susparejas y sus estancias cortas fueron de forma irregular y al margen legalde los EE. UU.

Cada una de las experiencias migratorias son distintas unas de otras;sin embargo, convergen en que las personas que desarrollaron la enferme-dad fueron acompañantes del proceso de migración-residencia-o regreso.En cambio, las personas que iniciaron y condujeron el proceso (cónyugesprincipalmente), ninguno tenía DM 2. Ciertamente, el hecho de pertenecera un género no es determinante para el desarrollo de la diabetes, aunque síun condicionante en términos sociológicos, debido a la intensidad del fe-nómeno de la migración masculina internacional y las condiciones en quese establecen las relaciones de género para reunificar a la familia o parasubsistir ante la ausencia masculina, la especificación de las historias devida muestran que la falta de autodeterminación para decir emigrar y lafalta de un proyecto propio de vida, pueden ser elementos de mayor peso,que la de pertenecer a un sexo, aunque socialmente van de la mano en estashistorias de vida.14

Los estudios de género y salud en México señalan que las construccio-nes socioculturales de género y clase influyen en la percepción de la enfer-medad y limitan la búsqueda de atención en la comunidad y en el sistema desalud, siendo las mujeres pobres las que mayores dificultades encuentran

14 Es cierto que estos casos no son excepción, al contrario caen en la generalidad de una gran partede las mexicanas, pues con respecto a los hombres, ellas son construidas socialmente con menorautoestima, mayor limitaciones para ejercer sus libertades y derechos y poca o casi nula autono-mía y/o autodeterminación (Lamas, 1999; Vizcarra, 2005).

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para llevar un tratamiento médico, largo y costoso (Montero et al., 2001;Caballero et al., 2008). En efecto, al relacionar la diabetes con género y lasexperiencias de migración, encontramos condicionantes culturales que pro-pician mayor vulnerabilidad para atender el cuidado de la salud en las mu-jeres que reproducen roles tradicionales aprendidos en su lugar de origen(ama de casa, subordinación, pasividad y dependencia económica). Aunadoa que las mujeres se les han asignado entre esos roles, ser cuidadoras yestar al servicio de los demás, ellas dejan en última instancia su propiocuidado (autocuidado) debido a las dificultades que afrontan para teneracceso a la atención oportuna y apropiada a cualquier sistema de salud. Porun lado, si se encuentran en situación irregular en EE. UU. y logran inser-tarse en precarias condiciones laborales, o dependen de los ingresos de susparejas, prácticamente quedan excluidas del sistema de salud público y delos servicios privados por su nula capacidad de pago. Sólo, y en condicio-nes de urgencia, cuando los remedios caseros son insuficientes y el cuidadode las mujeres es extralimitado ante el evento (accidentes mayores, fiebresmuy altas) frecuentan los servicios de medicina comunitaria o privada. Enese contexto, los padecimientos degenerativos no son atendidos por consi-derase no graves, aunque sus tratamientos sean perdurables. Cuando elestatus de residencia es legal, la incorporación a los sistemas de protecciónsocial se encuentra limitada. Si dependen de las condiciones laborales desus cónyuges, que por lo general también tienen seguros médicos básicos opoca capacidad económica para pagar servicios médicos privados, ellas secolocan en un lugar subordinado en la distribución de prioridadespresupuestales del hogar. Otras condicionantes ancladas al género y a lamigración que van en detrimento de la calidad de vida son el manejo delidioma extranjero, la capacidad de agencia para relacionarse con serviciosde salud pública, por el acceso a y control de los recursos, la seguridadsocial y la estabilidad emocional.

Por otro lado, la atención a su enfermedad de las que regresan y sobre-viven en ausencia de sus esposos o en condiciones de pobreza, no sólo se ve

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restringida a los programas de salud que alternan por sexenios guberna-mentales, sino también el acceso a otros determinantes de la salud como elagua potable, la sanidad básica, la vivienda, la nutrición, la educación y elmedio ambiente (OIM, 2002).

Tanto las que se quedaron como las que regresaron de los EE. UU., ensus narraciones se exteriorizó que la DM 2 afecta sus relaciones con otraspersonas, perciben como insatisfactoria y en detrimento la calidad de susvidas, y se ven incapacitadas para participar en actividades comunitarias,cívicas y de desarrollo personal; así mismo, perciben menor apoyo socialpara enfrentar los retos de la vida. Las que se quedaron no logran identifi-car gente con quién compartir sus actividades, y las que regresaron no sesienten responsables de ayudar o ser necesitadas por otras personas. Parala mayoría de ellas, sin importar su residencia, la DM 2 llegó a sus vidas nosólo por la mala suerte sino sobre todo como parte de la creencia de unaprueba divina que le sobre carga su cruz.

Este trabajo puede ampliar el horizonte de los estudios de género ysalud, los que se habían inclinado en problemáticas relacionadas con lasexualidad y la reproducción biológica, por la particularidad que diferencialos cuerpos de los varones al de las mujeres (Ravelo, 1995; Tuñón, 1997;Szasz y Lerner, 2002). Si bien se han incorporado a esta línea de investiga-ción otras enfermedades y otras problemáticas relacionadas con la com-plejidad social del cuerpo-salud-enfermedad, aún queda por explorar lasdimensiones objetivas (estructurales) y subjetivas (significaciones) que in-fluyen en las diferenciaciones de género (Mckinlay, 1996), en enfermeda-des epidémicas como la diabetes y la obesidad.

Los datos cualitativos que aquí analizamos no deben ser aislados a losdatos fisiológicos, así como tampoco los factores de riesgo deben separar-se en biológicos y socioculturales o en clínicos y no clínicos, pues las defi-niciones en tanto que significados y valores que se les asigna a la diabetescomo enfermedad crónica degenerativa tienen una carga subjetiva cons-truida según el género, clase, etnia y edad, en la experiencia de la vida

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cotidiana de las personas y las familias, experiencias que en contextos demigración no pueden alejarse de contenidos estructurales como el estrésde la aculturación, la vulnerabilidad social y la cultura institucional.

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150 LA FUERZA DE LA PRENSENCIA. EN TORNO A LA MIGRACIÓN, LA POBREZA Y EL GÉNERO

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UNA AGENDA PARTICULAR 151

[151]

El incremento de la migración femenina, urbana y rural ha sido muyinvestigada, sobre todo a nivel de estudios de comunidad, en diferen-tes países de América Latina, incluido, por supuesto, México. La

evidencia etnográfica ha comenzado a develar que los motivos por los quelas mujeres dejan sus comunidades y hogares tiene que ver no sólo por mo-tivos económicos, que sin duda están presentes, sino también con otros fac-tores. Uno en especial: diferentes estudios ofrecen indicios de que lamigración de las mujeres aparece asociada al propósito, muchas veces noexplícito pero detectable, por modificar algunos de los aspectos de la condi-ción subordinada que siempre han tenido en los sistemas tradicionales dereproducción social, en especial, en las sociedades rurales. Las reflexionespero, sobre todo, las prácticas de las mujeres, muestran que ellas han encon-trado en la migración una vía para cambiar, o intentarlo al menos, las situa-ciones que más las han afectado en sus distintas situaciones a través del ciclode vida doméstico: como hijas, solteras, madres solteras, esposas, abando-nadas, viudas.

Para el caso de México, lo que mejor se ha trabajado es la migraciónmasculina, en especial la migración rural. De esos estudios se ha despren-dido una periodización precisa, aunque también cambiante, de ese fenó-

1 Este trabajo se basa en la revisión bibliográfica de estudios recientes sobre sociedades rurales ymigración así como en mi propia investigación sobre familias y mujeres del campo en los estadosde Guanajuato y Jalisco (2004-2009).

Una agenda particular.Los motivos femeninos de la migración1

Patricia Arias«¿Volver?...No, yo creo que ya no»

Campesina de Guanajuato que en 2005tenía quince años radicando en California

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meno en el transcurso del siglo XX. Se han establecido los diversos patro-nes migratorios y se han detallado las motivaciones económicas que hanorillado a los varones a migrar (Massey et al,, 1991; Durand y Massey,2003). Esto es muy sabido.

Sin embargo, hasta la fecha ha sido mucho más complicado trazar unacaracterización similar para la migración femenina.

Eso tiene que ver, me parece, con que a pesar de los esfuerzos la inves-tigación sobre la migración femenina, aunque nos cueste aceptarlo, siguesiendo tratada, infiltrada si se quiere, con nociones que tienen sentido parala migración masculina, pero no para las mujeres. Así, la migración feme-nina hay que entenderla no sólo en función de carencias económicas sinotambién en relación con su situación de precariedad social, a su falta dederechos en los sistemas de reproducción social tradicionales, situaciónmuy difícil de enfrentar y modificar en las comunidades, en los gruposdomésticos de los que forman parte las parejas.

En este trabajo me voy a centrar en dos ámbitos de fuerte contraste entrehombres y mujeres, contraste que ayuda a entender, me parece, las decisio-nes femeninas de migrar y también de permanecer en los lugares de destino,de no regresar, durante mucho tiempo al menos, a sus comunidades de ori-gen en México: en primer lugar, los derechos individuales y sociales muydiferentes que siempre han tenido los hombres y mujeres en las comunidadesrurales y, en segundo lugar, los sentidos distintos que puede asumir el capitalsocial para hombres y mujeres cuando deciden convertirse en migrantes.Desde ahí, me parece, es de donde podemos captar y entender las motivacio-nes particulares, es decir, las razones y prácticas femeninas que han apareci-do una y otra vez en las etnografías recientes que sugieren que, aunquedispersa e individualizada, se trata, efectivamente, de una agenda migratoriafemenina donde se expresan luchas concretas contra las desigualdades degénero en los contextos familiares, comunitarios y sociales.

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LA MIGRACIÓN: UN PROCESO GENERALIZADO E IRREVERSIBLE

Para empezar, hay que aceptar que la migración se ha convertido en unfenómeno generalizado en el mundo rural mexicano. El campo está en pro-ceso de despoblamiento acelerado. En la actualidad, existen cuatro moda-lidades migratorias, todas, sin retorno. En primer lugar, la migración legala Estados Unidos, característica de los estados del centro y el occidente delpaís: Aguascalientes, Colima, Durango, Guanajuato, Jalisco, Michoacán,San Luis Potosí y Zacatecas. Se sabe que en esa situación se encuentranalrededor de seis millones de personas en Estados Unidos. En segundolugar, la migración indocumentada, proceso que se intensificó desde prin-cipios de la década de 1990 y se expandió a casi todos los estados de larepública, en especial a entidades donde abundan la población y las comu-nidades indígenas: Oaxaca, Puebla, Tlaxcala, Veracruz, más recientemen-te, Tabasco y Chiapas. Se calcula que el número de personas en calidad deindocumentados es equivalente a la anterior: otros seis millones. En tercerlugar, hay que considerar la migración indígena, cada vez más intensa, a losgrandes centros urbanos, a los espacios turísticos, a la frontera norte. Fi-nalmente, otra forma de migración es el jornalerismo convertido en formade vida. Hombres y familias se desplazan por el territorio nacional e ingre-san a Estados Unidos siguiendo los ciclos de las cosechas de los cultivoscomerciales. En la actualidad, ese flujo involucra a poblaciones campesinase indígenas de por lo menos 18 estados del país (Arias, 2009).

Lo que se evidencia en esos cuatro flujos migratorios es la tendenciageneralizada de las mujeres por migrar. Antes, se constataba e insistía quese trataba de mujeres casadas que se desplazaban en la búsqueda de lareunificación familiar en los lugares de destino o, en el caso del jornalerismo,para incrementar el ingreso familiar con el trabajo de las esposas y los hijos(Arias, 2009). Pero ya no es así, lo que observamos hoy es que las jóvenes,solteras y recién casadas, pero también las mujeres que se han quedadosolas, que han sido abandonadas o han decidido salir de relaciones de vio-

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lencia ya sea de pareja y del grupo doméstico, también buscan salir de lascomunidades (Arias, 2009; Marroni, 2009).

Es indudable e innegable que el detonador de esas cuatro modalidadesde migración rural y la creciente participación de las mujeres en todas ellashan sido la crisis imparable de las actividades agropecuarias tradicionales,el deterioro del empleo (rural y urbano), el incremento de la pobreza en elcampo, pero no sólo eso.

DERECHOS DIFERENTES

Como es sabido, la migración masculina siempre fue aceptada en las co-munidades rurales. La migración de los hombres mantenía, incluso reite-raba, la organización social tradicional y la posición jerárquica de loshombres en las comunidades. Hasta la fecha, en las entrevistas se escucha,una y otra vez, el argumento de que ellos «se sacrifican», se arriesgan y«van a sufrir por el bien de sus familias». Ellos se han ido, se siguen yendopor necesidad y su salida, por lo tanto, debe ser cobijada por las redes fami-liares y sociales: en sus grupos domésticos ellos seguían siendo esposos,hijos, hermanos con derechos y poder sobre los recursos familiares y lasdecisiones de sus unidades domésticas (Arias, 2009; Marroni, 2009;Rivermar, 2008).

Eso por una parte. Por otra, los hombres, aunque migraran, manteníantodos los derechos sociales en la comunidad: a partir de los 18 años eranciudadanos de todo derecho: a vivir en el pueblo y recibir apoyo de losdemás miembros de su localidad, a obtener una parcela ejidal, a las tierrascomunales, a un solar urbano. Desde ese momento se integraban y comen-zaban a transitar por la estructura político-religiosa de las comunidades:participación, con voz y voto, en las juntas de toda índole, puestos de auto-ridad en el sistema ejidal, en el sistema de cargos (Good, 1988; Rivermar,2008).

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En las sociedades rurales los migrantes tenían derechos que la comuni-dad, la familia y los grupos domésticos se encargaban de defender y con-servar en tanto ellos regresaban. Hasta la titulación de predios (Ley Agrariade 1992) que individualizó la propiedad de la tierra, la comunidad era laque daba el acceso a las parcelas y solares a los que tenían acceso todos losvarones. Hay que recordar que en las primeras décadas del siglo XX latierra era un recurso insustituible e indispensable de la producciónagropecuaria y del abasto alimenticio de las familias campesinas, que so-lían ser autosuficientes al respecto (Warman, 1980). Así, los migrantes te-nían importantes razones y motivaciones para regresar a sus terruños. Elretorno, un vez conseguidos sus objetivos, por lo regular, la construcciónde la casa, suponía un mejoramiento en sus condiciones de vida y de inte-gración social en las comunidades de origen (Massey et al., 1991). No asílas mujeres que se ubicaban en el escalón más bajo de la jerarquía en lossistemas de reproducción social rural y para quienes no había posibilidadde cambio. Y, por eso mismo, les resultaba muy difícil luchar contra elsistema porque toda la trama social de las comunidades y los grupos do-mésticos se sustentaba en esos principios de poder y desigualdad. Ellasformaban parte de unidades domésticas donde carecían de derechos indi-viduales. Al momento de casarse o unirse, de manera voluntaria o no, pasa-ban a formar parte de otras familias y perdían la red de apoyo social quesuponía su propia familia.

Las mujeres estaban también prácticamente excluidas de la propiedadsocial y la herencia. Al casarse, se insertaban en las familias y recursos desus esposos de tal manera que los derechos de herencia de sus hijos sereconocían por esa vía. De esa manera, ellas eran marginadas de los dere-chos ejidales en sus familias de origen.

Aunque en la legislación agraria mexicana se encuentran disposicionesen pro y en contra del acceso a la tierra por parte de las mujeres, en lapráctica, uno de los acuerdos más generalizados y aceptados por losejidatarios fue el de excluir, a las mujeres del acceso a las parcelas ejidales

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(Deere y De León, 2000). La exclusión de derechos respecto a la tierra,dicen Deere y De León (2000), dejó siempre a las campesinas en situacio-nes de gran vulnerabilidad y falta de opciones en diferentes ámbitos: esca-so poder de negociación en el hogar y en la comunidad, menoresposibilidades matrimoniales, imposición del lugar de residencia postmarital,incluso la violencia doméstica.

Como ha señalado González Montes (2002) las mujeres han sido másbien herederas residuales, es decir, que se les adjudicaba una parcela cuandouna pareja carecía de herederos varones, cuando los titulares habían tenidoque huir del pueblo por alguna razón, cuando era viudas en tanto los hijoscrecían y se podían encargar de ellas, cuando los padres tenían varias pro-piedades aunque, en estos casos, las tierras que ellas recibían eran de me-nor calidad y en menor cantidad (Marroni, 1995; Oehmichen, 2005).

De esa manera, puede decirse que las mujeres han tenido menos razo-nes económicas, recursos que defender y derechos individuales y socialesque los que motivaban a los hombres a regresar y permanecer en sus co-munidades de origen. De ahí que en la literatura nos encontremos, una yotra vez, con la constatación de que las mujeres rurales de todas las condi-ciones (solteras, madres solteras, casadas, abandonadas) se han incorpora-do de manera imparable a los flujos migratorios y son las que menos quierenregresar a México. El argumento de que la reunificación y la solidaridadfamiliares eran los elementos que empujaban y pautaban la salida de lasesposas e hijas ha perdido vigencia frente a la generalización del éxodofemenino. Lo que se advierte hoy es la decisión personal de las mujeres desalir de las comunidades, ya sea a las ciudades o hacia Estados Unidos(D’Aubeterre, 2002; Kyle, 2000; Rivermar, 2002).

Diversos estudios han señalado, desde hace años y para distintos luga-res de México y América Latina, que las mujeres han desplegado diversasestrategias para permanecer o prolongar la estancia en los lugares de des-tino (Grasmuck y Pessar, 1991). Ellas han sabido, desde siempre, que elretorno significaba regresar a situaciones familiares y sociales muy des-

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ventajosas, incluso en términos familiares y conyugales. La literatura hamostrado cómo las mujeres han resentido, al regreso, la pérdida de apoyo,colaboración, participación que habían construido con sus parejas fuera delas comunidades (Kemper, 1977; Mummert, 2003; Rodríguez, 2004).

Así las cosas, la experiencia migratoria femenina acumulada pareceríahaberles dado elementos y argumentos suficientes para salir de sus comu-nidades. Pero en los últimos años los estudios han comenzado a dar cuentade una situación inesperada cuyas consecuencias apuntan y refuerzan eléxodo de las mujeres del campo.

EL CAPITAL SOCIAL TAMBIÉN TIENE GÉNERO

Como es sabido, un hallazgo muy importante en relación con la migraciónfue la importancia de las redes sociales y el capital social como recursosindispensables de los migrantes para incorporarse con éxito a los flujosmigratorios (Massey et al., 1991). El capital social ha sido definido como«la habilidad de los actores para conseguir beneficios en virtud de su per-tenencia a redes de relaciones sociales u otras estructuras sociales» (Por-tes, 1998: 6). De esa manera, los que se iban contaban con las solidaridadesfamiliar y comunitaria necesarias, en los lugares de origen y de destino,para insertarse en los mercados de trabajo disponibles para los migrantes yde esa manera poder empezar a cumplir, sin mayores tensiones, con losobjetivos que se habían propuesto al migrar (Massey et al., 1991). Se trata-ba de una estrategia migratoria orientada, a fin de cuentas, a apoyar elretorno de los migrantes a las comunidades, a sus familias. Una literaturamuy abundante ha reconocido, una y otra vez, los efectos positivos de lasredes sociales y el capital social para el despliegue y éxito de las estrategiasde los migrantes (Massey et al., 1991), pero no de las migrantes. Porqueexiste una última característica del capital social, la menos desarrollada enlos estudios de la migración, que es la del control social, es decir, la capaci-dad de imponer normas a los actores (Portes, 1988). Por lo regular, se ha

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trabajado con la noción de que las redes sociales y el capital social, comorecursos claves de la migración, operaban de la misma manera para los ylas migrantes. Sin embargo, los estudios recientes han comenzado a descu-brir y evidenciar que el efecto negativo del capital social se aplica muchomás a las mujeres que a los hombres. Se puede decir entonces que las redessociales y el capital social están también atravesados por diferencias y je-rarquías de género. En el caso de las mujeres el capital social parece operarde manera negativa en los dos sentidos del concepto: como exigencias ex-cesivas y en cuanto a restricciones a la libertad.

Para empezar, la manera en que se alude a la migración femenina, másaún cuando se trata de mujeres que migran solas, conlleva una connotaciónnegativa, algo muy diferente a cómo se habla de la migración masculina.Las familias no dicen, como en el caso de los hombres, que ellas se sacrifi-quen, sufran o que hayan tenido que migrar porque habían sido abandona-das, tenían hijos que mantener y carecían de ingresos. Por uno u otroresquicio verbal se desliza la idea de que las salidas femeninas son impulsa-das por motivos obscuros, cuestionables y sancionables, que generan lasospecha respecto a la moralidad femenina en la diáspora. Marroni ha re-cogido un testimonio insuperable: «algunas mujeres locas jóvenes migransolas, pero las mujeres decentes no migran solas» (2009: 106).

En general, hacia las mujeres se ejercen mayores demandas de remesasque a los hombres. A ellos se les justifica cuando dejan de enviar dinero, aellas no. De las mujeres migrantes –hijas, hermanas– se espera mayor cola-boración, mayor simpatía, mayor compromiso con los problemas incesan-tes que afectan a sus familias en las comunidades y también en los lugaresde destino. Los grupos domésticos procuran mantener algún grado de con-trol sobre los ingresos y sobre la libertad de acción, decisión y movimien-tos de las migrantes. Ante alguna crisis de salud de los padres en México,por ejemplo, se espera que ellas regresen de inmediato a atenderlos yfinanciarlos, algo que no sucede con los hombres, porque ellos «tienenobligaciones». La situación no es fácil para las mujeres y la falta de cumpli-

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miento de las expectativas familiares ha dado lugar a situaciones tensas ydesenlaces conflictivos.

Lo que hoy se advierte es que las mujeres solas son las que tienen mayo-res problemas para migrar, trabajar y recibir apoyos en los lugares de ori-gen y de destino. Las mujeres solas que dejan a sus hijos con los abuelos uotros parientes se han convertido en el principal ámbito donde los gruposdomésticos ejercen, todavía, el mayor control en términos de exigencias.Al dejar a sus hijos de manera permanente o mientras logran crear las con-diciones para que se reúnan con ellas, las migrantes solas están sometidas alas mayores demandas económicas y a las mayores sospechas y acusacionesmorales que se convierten en motivos para escatimar o renegociar, de ma-nera continua, el cuidado de sus hijos y el envío inacabable de dinero a susgrupos domésticos en las comunidades. Una mujer, al parecer abuela, enXolotla, Puebla, le comentó a Castaldo Cossa que:

Aquí aumentó mucho la migración y los niños los dejan con los abuelitos. Las

mujeres se van y dejan encargados a sus hijos… ¿Qué está pasando? Que estamos

perdiendo todo… Es que no hay dinero, no nos mandan; ¿cómo le hacemos? Ve

usted ya no se puede vivir así (2004: 235).

Esa es una queja de los ancianos encargados de nietos que se escuchatodo el tiempo, en todas partes. Las mujeres que han dejado sus hijos en ellugar de origen no tienen ninguna carta de negociación, además del dinero,y están sometidas a las demandas excesivas, que en muchos casos se hanconvertido casi en extorsiones por parte de sus grupos domésticos.

Comoquiera que sea los migrantes masculinos pueden resentir las de-mandas excesivas de sus grupos domésticos y sus comunidades, pero nuncaha habido restricciones a su libertad. Los migrantes la mayoría de veces hanpodido irse sin consultar su decisión con nadie; decidir el tiempo de perma-nencia fuera de sus comunidades y sus desplazamientos por la geografíamigrante; enviar remesas o dejar de hacerlo; establecer, mantener o romper

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la comunicación con sus esposas y grupos domésticos; regresar cuando loconsideran conveniente o no tienen alternativa. Los estudios han dado cuen-ta de lo poco que saben las mujeres del destino geográfico y la inserciónlaboral de sus parejas, de sus ingresos y gastos, de sus otras actividades, desus infidelidades. Los hombres son los que llaman por teléfono, los que estánoportunamente informados de lo que ellas hacen, pero no al revés. Cualquiercomportamiento masculino se justifica en la medida en que envía remesas.

No así en el caso de las mujeres. Antes, como se ha señalado, las muje-res casadas tenían que permanecer en las comunidades, muchas veces encasa de los suegros. La permanencia de las mujeres era el ancla que asegu-raba, en gran medida, el retorno del ausente y la llegada regular de remesasque a todos beneficiaba. Todo eso se ha resquebrajado con la migraciónfemenina. La salida de las mujeres casadas ha significado la pérdida de unaserie de servicios gratuitos para las familias. Peor aún, se ha convertido enun indicador de no retorno de los hombres y de interrupción de las remesasa los grupos domésticos. La salida de las mujeres casadas ha generado unaenorme tensión en los grupos domésticos, en especial de parte de suegras ysuegros (Moctezuma, 2002; Rivemar, 2002).

Las familias han comenzado a desconfiar también de la salida de lashijas solteras. Después de la regularización de 2.3 millones de mexicanosatribuible a Inmigration Reform and Control Act (IRCA) en Estados Uni-dos (Durand y Massey, 2003), pero también en los casos de migración fa-miliar indocumentada, no faltaban las hermanas y hermanos ya legalizadosque pedían a los padres que les enviaran una hermana soltera para que lesayudara en los quehaceres de la casa o para facilitar que las mujeres queestaban en Estados Unidos pudieran trabajar (D’Aubeterre, 2002). Ellos,quizá, regularizarían a la recién llegada, le pagarían algo y de esa maneraella podría enviar dinero al hogar en México. Pero las jóvenes de hoy, aun-que pongan su salida en clave de obediencia y ayuda familiar, una vez enEstados Unidos han buscado la manera de independizarse de padres y her-manos, de echar a andar una agenda propia de vida y trabajo. Y esto tam-

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bién ha desatado tensiones hogareñas y sospechas hacia las migrantes po-tenciales y efectivas. Esto no sucedía en el caso de los hombres, al menosno de la misma manera.

Eso para el caso de las mujeres que migran, pero en el contexto migra-torio actual se observa además la exacerbación del control, de restriccio-nes a la libertad de las mujeres casadas en los lugares de origen por partede los esposos ausentes y de los grupos domésticos. Ellas son controladasen cuanto al manejo de las remesas, el derecho al trabajo, los desplaza-mientos, las salidas del hogar, incluso la forma de vestir. La desconfianzamoral, sin justificación objetiva alguna, de los hombres hacia sus mujeres seha plasmado en un incremento del recelo, la sospecha y, por lo tanto, en laexacerbación del control masculino sobre las conductas femeninas que lle-gan a límites intolerables y, desde luego, imposibles de cumplir: «mientrasesté fuera no quiero que te muevas de la casa, si necesitas ‘algo’ para loschamacos o la tienda mejor encarga o manda con alguien, pero no te mue-vas de aquí», le dijo un indígena mam a su esposa antes de irse (Peña, 2004:65). A una mujer de La Charca, Veracruz, el marido migrante le dijo porteléfono «para qué te compras ropa, ya te mandé dinero pero no me gustaque lo gastes para que andes en la calle, si no estoy, mejor no te arregles»(Sánchez Plata, 2001). Las nuevas tecnologías de comunicación han refor-zado incluso el control sobre las mujeres en las comunidades. La vigilanciatelefónica es vieja y conocida, pero la tecnología avanza. Herrera López(2004) ha dado cuenta de cómo las mujeres con maridos migrantes hantenido que seguir pidiéndoles permiso para poder asistir a una fiesta ante eltemor de que las hayan filmado y aparezcan en algún video de los muchosque se toman para ser enviados a los migrantes.

El temor a alguna supuesta infidelidad femenina, que cualquier situa-ción puede detonar, ha sido suficiente para echar a andar dispositivos decontrol a cargo de suegras, madres, padres y hermanos. Los hombres po-dían abandonar a las mujeres y dejarlas desamparadas para siempre, perolo que se controlaba era la sexualidad femenina.

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En las comunidades la conducta femenina se ha convertido en objetode vigilancia y control familiar y comunitario (Marroni, 2009), lo que ali-menta, a su vez, la voluntad de las mujeres de salir, y por supuesto que nosucede lo mismo con los hombres, todo lo contrario. Los padres, dice Ro-sas, han asumido la tarea de «tranquilizar a las hijas sobre las posiblesinfidelidades de sus hombres en Estados Unidos» (2005: 36). En el caso delos hombres, el sacrificio de estar trabajando fuera y enviar remesas miti-gaba el impacto de cualquier chisme acerca de la conducta sexual masculina(idem).

Sin embargo, por más arcaicos que parezcan los controles sobre la li-bertad de las mujeres, no hay que entenderlos como una reminiscencia delpasado sino como una recreación de acuerdo con las necesidades del pre-sente. El reforzamiento actual de esas prácticas podría entenderse comouna revivificación de la función de control sobre las mujeres que han asu-mido los grupos domésticos, las familias y las comunidades en beneficio delos hombres ausentes. El control de las mujeres puede ser uno de los últi-mos servicios que ofrecen las comunidades a sus migrantes para mantenerla vigencia de compromisos entre los que se han ido y los que permanecen.

Así las cosas, la ausencia de ingresos y trabajo en el campo, las redessociales y el capital social que promovían la solidaridad, se han convertidoen instrumentos de presión sobre los migrantes, pero sobre todo sobre lasmigrantes. Las demandas excesivas y el control sobre la libertad puedentener dos efectos, por una parte que, ante las demandas excesivas, lasmigrantes no puedan cumplir los objetivos que las impulsaron a migrar ypermanezcan de manera más indefinida aún fuera de sus comunidades o,bien, que traten de romper con las demandas y controles excesivos, lo quelos puede llevar a la separación de la comunidad migrante y al no retorno alos lugares de origen. De cualquier manera, hay un hecho indudable, lamigración ha minado la capacidad de los grupos domésticos de imponernormas a sus miembros ausentes, incluso a las mujeres.

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MOTIVOS PARTICULARES

Frente a ese escenario de desigualdad de género entonces: ¿por qué luchan,en concreto, las mujeres?, ¿qué nos dicen los estudios recientes? Lo que seconstata, en la etnografía más que en el análisis, es que las mujeres migranpara salir de a lo menos cuatro situaciones donde se han expresado, tradicio-nalmente, las desigualdades de género.

En primer lugar, la lucha contra la residencia patrovirilocal postmarital.Esa es la motivación más presente entre las migrantes, aunque también paralas no migrantes: reducir o eliminar esa fase de la convivencia con los sue-gros. Las jóvenes tienen que iniciar su vida de pareja en familias extrañas,también hurañas a su presencia. Como sabemos, la residencia patrivirilocalpuede tener muchas ventajas para las sociedades tradicionales en su con-junto y para asegurar el cuidado de los ancianos, pero suele ser la peor etapaen la vida de las mujeres, en especial de las indígenas: sometidas a malostratos, incluso del marido, subordinada y obligada a ayudar o suplantar a lasuegra y a las cuñadas en sus tareas, expuesta a agresiones físicas; al aisla-miento social.

Como ha sido documentado una y otra vez, la residencia patrivirilocalpostmatrimonial ha sido, siempre, un asunto delicado, tantas veces fuentede conflictos inacabables en los hogares campesinos. La violencia domésti-ca contra las mujeres se ejerce de manera impune en la residenciapatrivirilocal. Tradicionalmente, las mujeres han recurrido a dos mecanis-mos para enfrentar las situaciones de violencia doméstica: la huida a la casapaterna o hacer una denuncia legal, ambos con resultados ambiguos (Sie-rra, 2004). Por razones sobre todo económicas los padres suelen presionara las hijas a regresar con los maridos (ibidem).

Lo peor es ser recién casada y recién llegada al grupo doméstico delflamante marido. Casi todas las mujeres mazahuas que conoció OehmichenBazán le dijeron que sus primeros años de matrimonio habían sido «una delas etapas más tristes de sus vidas» (2005: 152). Dubravka Mindek encon-

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tró que uno de los motivos más frecuentes de abandono de hogar por partede las mujeres de Tehuitzingo, una comunidad mixteca, eran los «proble-mas de convivencia con los suegros y cuñados» (2007: 195). Los documen-tos judiciales que transcribe Mindek son aterradores. En 1970, una mujer,después de un año de matrimonio, decía que a su marido «sus padres ledicen que no sea pendejo, que debe pegarme para que le obedezca» (idem).Entre las mazahuas se suponía que la suegra «aparece como una segundamadre que debe educar a la nuera en las labores del hogar». En la prácticasignificaba que la nuera estaba sometida a las «decisiones de la suegra en ladistribución del trabajo doméstico» (Oehmichen, 2005: 152). En la comu-nidad de Oxkutzcab, Yucatán, la «nuera permanece bajo el control de lasuegra y trabaja para ella» (Lazos, 1995: 106).

Córdova Plaza recogió relatos de mujeres cuyas suegras, además deenseñarles la manera correcta y adecuada de atender al flamante cónyuge,no habían dudado en asignarle cargas de trabajo doméstico excesivas yabusivas, pero no sólo eso, las suegras y cuñadas asumían con gusto lafunción de «velar por la honra del hijo/hermano, garantizando la fidelidadde su cónyuge mediante la vigilancia estrecha de sus salidas, sus andanzasfuera de la casa y las personas con que se relaciona» (2002: 45). Además,procuraban «descubrir si la nuera no está haciendo a su marido objeto dealgún hechizo preparado con fluido catamenial… que lo pondría a mercedde sus caprichos e infidelidades de su mujer» (idem).

Sierra (2004) ha constatado que las mujeres campesinas siempre hanrecurrido a la justicia en busca de ayuda pero ¿qué han denunciado lasmujeres? Las quejas femeninas tenían que ver con conflictos asociados conla violencia conyugal y las tensiones entre nuera y suegra (ibidem). Ambostenían mucho que ver con la residencia patrivirilocal postmatrimonial que,en los primeros años de convivencia de una pareja, solía ser la principalcausa de ruptura de las uniones.

La residencia patrilocal significa también que cuando los maridosmigran, ellas tenían que permanecer en casa de sus suegros, con la mirada

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vigilante de todo el grupo doméstico: la suegra, el suegro, cuñadas y cuña-dos (Pauli, 2007). La residencia patrivirilocal, de por sí difícil para las mu-jeres, facilita el control de las nueras durante la ausencia de los maridos(ibidem). La migración de los maridos podía intensificar el maltrato a lasesposas que se quedaban en casa de los suegros (Rosado, 1990).

A pesar de la insistencia en la aceptación de la norma residencial, laetnografía reporta ejemplos donde se advierte que las mujeres indígenashan luchado por modificar esa situación. Oehmichen Bazán menciona loshallazgos de Kate Young en una comunidad zapoteca donde las mujeresmigraban no sólo para obtener ingresos sino también «para escapar de unmatrimonio desdichado actual o proyectado» (2005: 25). Podría decirseentonces que las mujeres han buscado salidas a la violencia doméstica queesposos y suegros podían ejercer contra ellas durante la etapa de residen-cia patrivirilocal.

No es de extrañar entonces que sea justo ahí, en el cambio residencial,donde las mujeres hayan dado una consistente y ardua aunque silenciosabatalla. Las mujeres ya no aceptan sin chistar la regla residencial que lesimpone el matrimonio, es decir, irse, permanecer y soportar lo que sea enla casa de los padres de los maridos. Las mujeres buscan salir de la residen-cia patrivirilocal mediante dos vías, una de ellas es lograr la residencianeolocal lo más pronto posible, mejor aún, desde el principio de la unión dela pareja.

Todas las etnografías recientes han constatado, en diversas regiones,la tendencia en las parejas jóvenes a la reducción del tiempo de la residen-cia patrivirilocal postmarital a favor de la residencia neolocal, es decir, enuna casa independiente. Los problemas con las suegras han impulsado alas mujeres a «buscar empleo y a convencer a sus maridos sobre la conve-niencia de tener la vivienda aparte». «Hazme un cuartito aunque sea chi-quito, no te pido una casona, aunque sea un cuartito de palos o como sea»pero, eso sí, independiente y separada de los padres de su esposo, le dijouna joven veracruzana de 21 años a Córdova Plaza (2002: 47).

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La residencia neolocal ha sido animada por las esposas, sobre todo lasjóvenes, como una manera de reducir el tiempo de residencia junto a sussuegros. Para lograr o acelerar ese objetivo ellas han recurrido a tres estrate-gias, en ocasiones combinadas: casarse con un migrante que ha construido sucasa antes del matrimonio; aprovechar la ausencia del marido para incorporar-se al mercado de trabajo y de esa manera acelerar la construcción de la casaindependiente y ahorrar parte de las remesas que les envían sus cónyuges paradestinarlas a ese propósito (D’Aubeterre, 1995; Pauli, 2007). Si bien, comodice D’Aubeterre, el mantenimiento de las nuevas viviendas «requiere de mástiempo y dinero» (1995: 293), la calidad de vida neolocal parece mejorar lasrelaciones y decisiones de las pareja, en especial para las mujeres.

De una manera intuitiva, si se quiere, las mujeres han percibido que laresidencia neolocal puede abrir la puerta a cambios positivos para ellas,para las jóvenes sobre todo. Pauli señala que uno de los escasos estudiosdemográficos sobre el tema, el de Carlos Javier Echarri, ha mostrado que:

las mujeres que viven con su suegra tienen una tasa más alta de fecundidad e inter-

valos más cortos entre los partos, realizan las tareas de la casa con mínima ayuda de

sus maridos, tienen que pedir de manera frecuente permiso para casi todo y tienen

una menor injerencia en la toma de decisiones en comparación con las mujeres que

no han vivido en casa del marido (Pauli, 2007: 99; Echarri, 2004).

La investigación de Pauli también ha mostrado que las mujeres en resi-dencia neolocal o uxorilocal tenían dos años más al momento del primerparto en comparación con las que vivían en residencia patrivirilocal (21.0versus 19.1) y utilizaban en mayor proporción algún contraceptivo (28%versus 22%). Lo anterior sugiere que la neolocalidad puede ayudar, en prin-cipio al menos, al establecimiento de relaciones más igualitarias y a deci-siones autónomas de los cónyuges respecto a la trayectoria de su hogar.

En los años recientes, como ha mostrado D’Aubeterre (1995; 2002), lamigración de las jóvenes se ha convertido en una auténtica opción femenina

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para reducir o de plano eliminar la fase de residencia patrivirilocal de susvidas. Así las cosas, la norma de residencia patrivirilocal postmarital quedurante tanto tiempo garantizó el servicio gratuito de las mujeres, su parti-cipación sin retribución en las actividades económicas, el cuidado de losniños, la atención de los suegros ancianos, que apoyó el retorno de los au-sentes a los terruños, ha comenzado a ser subvertida por argumentos quehablan de intereses, valores, sentimientos personales de las mujeres que re-sultan inesperados pero incontrovertibles. Y la migración les ayuda a lo-grarlo, a intentarlo al menos.

En segundo lugar, las mujeres luchan por el derecho a vivir sólo con supareja. Las mujeres, solteras y casadas, han comenzado a elaborar nuevosargumentos y discursos para defender su derecho a construir nuevas tra-yectorias de vida conyugal no sólo fuera de la casa de sus suegros, sinotambién lejos de sus pueblos. Ellas han comenzado a esgrimir y populari-zar el argumento de que «quieren vivir con sus maridos» donde quiera queellos estén; migrar es la única manera de poder estar junto a su pareja,dicen ahora. Las jóvenes de San Miguel Acuexcomac, Puebla, quieren ha-cer sus vidas junto a sus parejas, por lo cual buscan irse a Los Ángeles,donde están ellos. En la búsqueda de restaurar el vínculo matrimonial de-bilitado por la distancia o movidas por un nuevo ideal de vida conyugal lasjóvenes abandonan el pueblo, dejan a padres y suegros (D’Aubeterre, 2002).Las mujeres casadas de Patamban y Zipiajo, por ejemplo, ya no aceptanquedarse en casa de sus suegros y ayudar a sus suegras frente a un horizon-te de vida con maridos indefinidamente ausentes; los emigrados regresanpara llevarse a sus mujeres a Estados Unidos; las solteras saben que laposibilidad de encontrar novio está en el otro lado y no dudan en irse a lamenor oportunidad (Moctezuma, 2002).

La migración indefinida de esposos y novios ha facilitado que las muje-res reivindiquen el derecho a irse con ellos, pero también los escenariosescuchados, imaginados, vividos de la migración en Estados Unidos lashan ayudado. En los lugares de destino las mujeres han podido confrontar

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el machismo, los chismes, abusos y malos tratos tan frecuentes en sus te-rruños con las comodidades y, sobre todo, una mayor igualdad con susparejas que, además, no pueden golpearlas, como sucede tanto todavía ensus pueblos (Oechmichen, 2005; Ruiz, 2004). Al comparar la condiciónfemenina en su comunidad con lo que sucede en otros lugares las jóveneshan llegado a cuestionar las normas y obligaciones tradicionales –en espe-cial la relación nuera-suegra– y a urdir, como dice D’Aubeterre (1995),argumentos originales –la cercanía conyugal, el derecho a la vida en pare-ja– que les permitan migrar con sus maridos y de ese modo acabar de raízcon las tensiones y complejidades de esa relación tantas veces conflictivaentre las mujeres de diferentes generaciones.

La migración puede abrir la puerta a cambios que no parecen posiblesen los pueblos: disponer, con los maridos, cuestiones claves como el núme-ro de hijos, educación; trabajar, decidir inversiones, acordar proyectos. Noes que los maridos sean fáciles de convencer, pero fuera del contexto localquizá pueden ser más flexibles. La salida puede ser una vía para construirrelaciones de pareja distintas, quizá más igualitarias, a las que pueden esta-blecer en sus terruños, donde ambos están expuestos y presionados a cum-plir con los estereotipos y normas de género impuestos por padres, madres,hermanos y hermanas, cuñados y un largo etcétera. Para las mujeres, lejosde la mirada vigilante de los familiares, se abre la posibilidad de establecernegociaciones y acuerdos sólo con su pareja y no con todo un grupo do-méstico.

En tercer lugar, lo que advierte la etnografía es la lucha de las mujerescontra el control moral. La migración les ha ayudado a confrontar o, almenos, a salir del control moral que se ha ejercido de manera tan brutalsobre ellas. El abandono de parte de sus parejas, que las convertía en muje-res solas y suponía el regreso a su grupo doméstico, ponía en tensión elentramado de derechos tradicionales, incluso del espacio familiar. En el fon-do, en los grupos domésticos se pensaba que las mujeres tenían la culpa delo que les había sucedido, no eran capaces de aguantar nada. De una u otra

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UNA AGENDA PARTICULAR 169

manera se les culpaba y penalizaba por su falta de pareja, por ser mujeressolas. En esas condiciones de vulnerabilidad, a ellas se les encargaban lastareas familiares que nadie quería realizar: apoyar el cuidado de los ancia-nos, enfermos y niños del grupo doméstico; tenían que ayudar y estar dispo-nibles para contribuir en los proyectos y negocios de padres y hermanos; ysus hijos se convertían en recurso laboral de abuelos y tíos (Arias, 2009).

El regreso al hogar implicaba que volverían a ser rigurosamente vigila-das y controladas no sólo por sus padres, sino además por hermanos, her-manas, cuñados y cuñadas, siempre atentos a cualquier chisme que sesuscitara en torno a ellas. Las mujeres solas estaban expuestas a las acusa-ciones, agresiones, propuestas y acosos sexuales de parientes y vecinos y,por lo mismo, a la sospecha infinita que se convertía en vigilancia extremade sus quehaceres, movimientos, desplazamientos, relaciones (Casados,2004). Las mujeres solas tenían que cuidarse de que «les faltaran el respe-to» porque las familias estaban siempre atentas a sus actividades, gastos,rutina diaria y la manera en que se relacionan con los habitantes.

A la explotación, discriminación y control familiares las mujeres solasdebían responder con una conducta moral intachable. Durante décadas, eltemor a las represalias familiares y a la pérdida de apoyo por parte de susgrupos domésticos obligó a las mujeres solas a reprimir su sexualidad yexaltar sus virtudes morales. O bien, como ha mostrado Mindek (2007),tenían que volver a unirse, aunque fuera en condiciones lamentables, peropor lo menos dejaban de ser mujeres solas y, por lo tanto, vulnerables fren-te a las exigencias y controles por parte de sus grupos domésticos. El gru-po parental mazahua, dice Oehmichen, «actúa para sancionar a las mujerescuando considera que llevan una vida sexual promiscua» (2002: 64). Elcomportamiento femenino es rigurosamente «vigilado y en ocasiones cas-tigado con violencia, cuando el marido, el padre o el hermano tienen dudasacerca de su honorabilidad y su comportamiento sexual», algo que no su-cede con los mazahuas, que pueden tener más de una mujer sin mayorcuestionamiento.

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En el caso de las mujeres, la más mínima duda llevada al terreno de lasexualidad se convierte en argumento para que los hombres de sus familiaslas repriman y castiguen; para que los demás hombres las juzguen, eludano acosen, no se relacionen con ellas, elaboren o repitan acusaciones que lasdenigran. Un tema recurrente del control moral sobre las mujeres ha sidorestringirles el uso del espacio público y reducirlas al ámbito del hogar. Sise les ve en lugares incorrectos, «donde no deben andar las mujeres», peoraún solas, se desatan chismes que anuncian castigos.

Sólo tener pareja, cualquier pareja, les daba a las mujeres legitimidad yprotección respecto a otros hombres, al resto de los hombres. Doña Luz,una mujer muy guapa e inteligente de un rancho en la Sierra del Tigre, acep-tó casarse a los 13 años con don Miguel, porque sabía que alguien se la iba arobar, le iba a sacar «un susto» o «le iban a hacer» algún chisme para obli-garla a aceptar una pareja que ella no hubiera escogido. Eso ella lo sabía, eramuy común en la microrregión donde vivía y los resultados eran, en muchoscasos, funestos. En esas condiciones, ella prefirió escoger a su marido.

El principal castigo a cualquier transgresión femenina ha sido dejar detomarlas en cuenta para relaciones respetables y reconocidas. Las muje-res solas están expuestas y limitadas a ser buscadas y asediadas para rela-ciones ilícitas (Mindek, 2007). Durante mucho tiempo, para eludiracusaciones y represalias y mantener apoyos familiares imprescindibles,las mujeres solas se ajustaron a las restricciones familiares y autocontrolaronal máximo su sexualidad, es decir, se convirtieron en modelos morales y deabstinencia sexual que eran muy bien reconocidos familiar y socialmente.

La migración femenina se ha convertido en la posibilidad, difícil peroviable, de que las mujeres ejerzan el derecho a vivir solas sin tantas agre-siones y limitaciones como las que enfrentan en las comunidades. Puedeser también la oportunidad para encontrar una nueva pareja de acuerdocon los intereses de las mujeres, no sólo para no estar solas (Arias, 2009).

Al final, las mujeres luchan también por el derecho a la ruptura de lasuniones. Durante décadas la migración masculina ocultó la disolución de

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las uniones y el abandono de los hijos. Dejar de enviar dinero a la esposasignificaba, en la práctica, la separación de la pareja, aunque nunca se ex-presara de esa manera. Las madres, aunque tampoco se reconociera, te-nían que asumir, sin ayuda alguna, la responsabilidad económica de sushijos. Nociones como abandono, separación, divorcio, eran sistemática-mente negadas en los pueblos. Los hombres, pero sólo los hombres, teníanla libertad de romper las uniones, de desaparecer y aparecer de las relacio-nes conyugales y filiales.

Hay muchos ejemplos que documentan que durante mucho tiempo lasmujeres enfrentaron con resignación el abandono conyugal y las condicio-nes impuestas por maridos y suegras. La resignación femenina mitigaba,de algún modo, las consecuencias disruptivas y los conflictos entre las fa-milias que podía acarrear la separación de las parejas (Arias, 2009), perohoy en día ya no sucede tanto así. Las mujeres abandonadas, al no contarcon ayuda de los padres o abuelos de sus hijos, han decidido salir y trabajarfuera de sus comunidades para poder mantenerlos en mejores condicioneseconómicas, quizá también para vivir mejor ellas mismas. Al mismo tiem-po, las mujeres casadas han comenzado a reaccionar frente a situacionesde violencia doméstica que ya no están dispuestas a soportar. Como hamostrado Oehmichen Bazán (2005), las mujeres mazahuas migran por unabanico de razones donde casi siempre está presente, aunque de diferentesmaneras, la violencia conyugal. Cada vez hay más mujeres casadas quetoman la decisión de salir de relaciones conyugales y familiares violentas ytampoco están dispuestas a aceptar las condiciones de vulnerabilidad queles espera si regresan a sus grupos domésticos y han preferido salir de suscomunidades.

Esta decisión de las mujeres ha generado mucha tensión al interior delos grupos domésticos. Hasta la fecha, padres y hermanos, muchos de elloshombres violentos también, no aceptan ese cambio e insisten en reiterarviejos argumentos. La mujer no tiene derecho a separarse porque «ella loescogió», «así es el matrimonio», «ella ya sabía», «así son todos los hom-

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bres», «quién sabe qué le haría ella para que se pusiera así», «nos ha dejadoen vergüenza a todos», «sería igual con cualquier otro». Y, como represa-lia, les escamotean recursos, servicios y apoyos.

En esas condiciones de tensión y discriminación familiar no resulta ex-traño que las mujeres «solas» prefieran migrar a las ciudades o a EstadosUnidos y la migración se convierta en la salida definitiva de los hogares y lacomunidad. Hasta la fecha, este es uno de los cambios más complicadospara las mujeres y que marca una diferencia con los hombres. Los padrespueden desligarse de las responsabilidades con los hijos, no así las madres.Y, aunque la evaluación de la migración femenina siga siendo negativa yellas estén expuestas a mayores exigencias, menores apoyo y chismes infi-nitos, no han dejado de migrar, al contrario.

Un hecho es evidente: para las mujeres solas hay cada vez menos razo-nes para quedarse y cada vez más motivos, no sólo económicos, para salirde las comunidades en una dinámica que las lleva de manera imparablehacia el Norte y Estados Unidos. Se lo dijo una entrevistada a BeatrizCanabal: ella ya no quería...

Vivir en mi pueblo porque allá no cobro como aquí cada semana; allá pasan los

meses y no hay ingreso;…allá en la Montaña se quedaron mis hijos; cuando sean un

poquito más grandes los voy a traer para que me ayuden a trabajar…No quiero ir

ahora porque allá está su papá y me van a obligar a vivir con él y yo no quiero

porque sería su segunda mujer, ya no quiero eso. No regreso, me voy a San Quintín

no sé hasta cuándo; regresaré dentro de un año. Les mando dinero a los niños, que

están con mi mamá y les mando avisos por el radio para que sepan que estoy bien

(Canabal, 2002: 98).

EN SÍNTESIS

Así las cosas, en la actualidad existe evidencia suficiente para plantear quela migración femenina hay que entenderla no sólo ni en primer lugar en

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función de carencias económicas sino también en función de factores so-ciales asociados a su condición subordinada, a su falta de derechos en lossistemas de reproducción social tradicionales, situación que ha sido y quees muy difícil de enfrentar y modificar en las comunidades, en los gruposdomésticos de los que forman parte las mujeres y sus parejas.

Lo que se detecta en todas las investigaciones sobre el mundo rural esla salida de las mujeres por diferentes motivos pero, quizá, por primera vezde manera tan clara, porque ellas también quieren irse. Aunque las comu-nidades y las familias intentan mantener algún grado de control sobre losdesplazamientos, conductas y propósitos femeninos, las mujeres, sobre todolas jóvenes, han encontrado resquicios, argumentos, para lograr objetivosquizá muy precisos, pero que resultan muy importantes para modificar suscondiciones de género tradicionales.

Las mujeres han encontrado en la migración, nacional e internacional,no sólo la posibilidad de mejorar su situación económica, sino sobre todo laposibilidad de modificar las condiciones de su subordinación de género quemás las afectan en las comunidades rurales: las mujeres casadas, para salirde la residencia patrivirilocal, para reunirse con sus maridos o para abando-narlos, para construir nuevas formas de convivencia conyugal, para salir desituaciones de violencia doméstica, conyugal y familiar, para trabajar y crearmejores condiciones de vida para sus hijos, para encontrar nuevas parejas;las solteras, para no tener que iniciar su vida en pareja en casa de sus sue-gros, para trabajar y ganar más dinero que en sus comunidades, para estu-diar, salir del hogar, conseguir pareja con nuevos criterios. La salida de lascomunidades se ha convertido en una importante opción para las mujeressolas que crían, educan y mantienen hijos sin ayuda de los progenitores, paraescapar de las conductas masculinas que tanto agreden su condición de mu-jeres solas en los pueblos.

En ese sentido, se puede decir que la migración les ha permitido a lasmujeres crear una agenda propia, que tiene que ver con las rígidas y persis-tentes desigualdades de género que están implícitas en los modelos de repro-

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ducción social rural. La salida de las mujeres de la casa de los suegros y, másaún, de la comunidad, dos importantes motivaciones de las mujeres ruralesactuales, parecen estrategias femeninas para buscar la salida de contextosopresivos, de relaciones conyugales y familiares no deseables, tantas vecesviolentas, que forman parte de los modelos de reproducción social rural.

Lo que se observa con la migración femenina, a fin de cuentas, es elresquebrajamiento de los modelos mesoamericano y ranchero de repro-ducción social que se sustentan, en buena medida, en el control jerárquicoy la imposición de relaciones de género muy desiguales sobre las mujeres.Lo que muestran los motivos femeninos es que las mujeres buscan cons-truir formas de convivencia y compromisos familiares y conyugales basa-dos en principios menos desequilibrados pero, para lograrlo, la mejor opciónparece ser, al menos por ahora, salir de los grupos domésticos y de suscomunidades.

La agenda de motivos por los que las mujeres migran y no regresan hayque rastrearla, entenderla y seguirla buscando en las situaciones particula-res y específicas de discriminación y desventaja, en la falta de derechos delas mujeres en los modelos de reproducción social tradicionales de las so-ciedades latinoamericanas y, que por eso mismo, es mucho más amplia,compleja, pero también enraizada y ardua de entender y combatir.

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DESIGUALDAD Y VIOLENCIA EN LAS COMUNIDADES EN MOVIMIENTO 179

Desigualdad y violenciaen las comunidades en movimiento

Manuela Camus*

[179]

Cuando pensamos en «comunidad indígena» imaginamos una locali-dad rural de campesinos muy pobres en un territorio donde sushabitantes están marcados además por la diferencia étnico cultural

y la racial, pero la misma se está transformando con la inserción subordi-nada de estas poblaciones a la globalización de la periferia a través de lamigración internacional. Este proceso, el trabajo y las remesas de tantosausentes está permitiendo la autocapitalización de estas comunidades cam-pesinas y excluidas, aunque la migración no lo explica todo.

Esta capitalización, junto con la violencia, la dispersión territorial o eltransnacionalismo, son realidades que retan la idea y la práctica comunitariade forma terminante.

Lo que se presenta a continuación está basado en la investigación «Co-munidades en movimiento», realizada entre 2004 y 2007 en Huehuetenango,un departamento fronterizo con Chiapas en el noroccidente de Guatemala(véase Camus, 2008). Se trata de un espacio periférico a la lógica nacional,pobre, campesino, que contiene muchos grupos mayas en una geografíamontañosa, donde las relaciones interétnicas se han caracterizado por lasegregación y el racismo más crudo. Este caso específico permite abrir laspuertas a las realidades de tantas comunidades indígenas, rurales mexicanasy también latinoamericanas.

* Centro de Estudios de Género, Universidad de Guadalajara

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180 LA FUERZA DE LA PRENSENCIA. EN TORNO A LA MIGRACIÓN, LA POBREZA Y EL GÉNERO

Mapa 1Departamento de Huehuetenango y regiones etno-lingüísticas

Límites Departamentode Huehuetenango

Límitesmunicipales

Centrosurbanos

Grupos etno-lingüísticos

Akateco

Chuj

Popti

Español

Mam

Tektiteco

Awakateko

Kiche

Q’Anjob’Al

Multilingüe

Ixil

Sipakapense

Sakapulteko

1. Barillas2. San Mateo Ixtatán3. Nentón4. San Sebastián Coatán5. San Miguel Acatán6. San Rafael La Independecia7. Santa Eulalia8. Soloma9. San Juan Ixcoy

10. Jacaltenango11. Santa Ana Huista

2 13

4

56

7

8

9

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29

3031

12. San Antonio Huista13. Concepción Huista14. Todos Santos Cuchumatán15. La Democracia16. San Pedro Necta17. Santiago Chimaltenango18. San Juan Atitán19. San Sebastián Huehuetenango20. Chiantla21. Huehuetenango22. Malacatancito

23. Santa Bárbara24. San Rafael Petzal25. Colotenango26. San Ildefonso Ixtahuacán27. La Libertad28. Cuilco19. Tectitán30. Aguacatán31. San Gaspar Ixchil

Fuente: FLACSO-Guatemala (2000)

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DESIGUALDAD Y VIOLENCIA EN LAS COMUNIDADES EN MOVIMIENTO 181

Para este ejercicio voy a empezar con unas consideraciones sobre loque entiendo por la comunidad indígena territorializada, la situación de lamujer como parte de la misma y cómo llega a producirse un proceso dediáspora poblacional. En una segunda parte abordo el escenario que ofrecenuevos roles de subordinación a los pueblos indígenas, entre ellos el de sermigrantes internacionales, e incluyo los resultados más empíricos de la in-vestigación que muestran modificaciones en los estilos de vida. La tercerasección se compone de algunas reflexiones sobre las comunidadestransnacionales y las consultas comunitarias antiminería como dos dimen-siones de la reterritorialización en el mundo indígena con los retos quesuponen, el papel de las remesas y sobre el sentido que tiene el migrar paralas poblaciones indígenas.

SOBRE LA COMUNIDAD MAYA CAMPESINA Y LA MUJER INDÍGENA

El término de comunidad es preciso aclararlo para no caer en idealizacionesni en lugares comunes. Entiendo que la comunidad maya está histórica yétnicamente condicionada y ha supuesto toda una alternativa social, cultu-ral, institucional y simbólica de lucha-resistencia-sobrevivencia-adaptaciónal racismo y la subordinación. Se trata de una forma de concebir y ejercerlas relaciones sociales entre quienes forman parte de ella, en este caso unaconcepción holista de la sociedad donde los individuos se conciben ubica-dos jerárquicamente dentro de un colectivo, no como una sumatoria desujetos individuales sino como parte de un todo.

La comunidad corporada maya no es un modelo ni una práctica desociedad ordenada, complementaria, solidaria, sino que incluye diversosconflictos e intereses divergentes y siempre está respondiendo a las presio-nes e imposiciones del «mundo exterior», y en negociación con el Estado-nación no se ha quedado estancada en el pasado, por eso se renueva y sabeser moderna (véase Zárate, 2005). Por eso tiene un carácter de «continui-dad cambiante».

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182 LA FUERZA DE LA PRENSENCIA. EN TORNO A LA MIGRACIÓN, LA POBREZA Y EL GÉNERO

Precisiones como las anteriores también son obligadas para entenderla especificidad de la mujer indígena y campesina, a la cual es preciso verlaen su contexto social comunitario donde las relaciones de género son decomplementariedad, pero de una desigual, en que los aportes de hombres ymujeres son valorados diferencialmente.

La masculinidad y el convertirse en el hombre cabal y entero que lacomunidad espera está relacionada a la responsabilidad doméstica. Quizásea este exacerbado sentido de la responsabilidad familiar y comunal, aso-ciado a la reproducción del grupo y de la vida rural, lo que explique el porqué de la mayor salida de los hombres hacia Estados Unidos y la perma-nencia de las mujeres en las comunidades de origen.

La mujer queda subordinada a los hombres. Como esposa debe asistiral hombre, tener su ropa lista, darle de comer, cuidarlo cuando está enfer-mo, obedecerle. A cambio de su protección, los hombres manejan un poderque es violentamente patriarcal. Un testimonio común sería: «ella vivíabien, él sólo la pegaba cuando chupaba» (Bosch, 2007: 119).

Muchos autores coinciden que esta relación de género es, como decía,de complementariedad de desiguales en interdependencia. El hogar es másimportante que las partes; sin embargo, existen unas guías de respeto ymoralidad que valoran el consenso y entendimiento mutuo entre géneros,quizá el que hombre y mujer tengan que ser trabajadores responsables enuna sobrevivencia muy difícil hace que su participación conjunta genereespacios y valores que favorecen el mutuo acuerdo (Palencia, 1999; Bas-tos, 1999). En este ámbito el discurso y la práctica es el de la responsabilidady el trabajo, también el del sufrimiento por las condiciones de supervivencia.

A las mujeres, al encontrarse bajo la dependencia y la protección de supareja, se les dificulta encontrar salidas autónomas porque él suele ser elpropietario de los recursos claves: la tierra y la vivienda. Es el «dueño de lostítulos». Shannon Speed (2006) recoge tres puntos de lo que ha sido la suje-ción de la mujer indígena: el matrimonio arreglado, la exclusión de la parti-cipación en las decisiones comunitarias y la herencia por línea masculina.

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Y ahora es preciso entender a la mujer indígena en la perturbadorasituación provocada por la salida de tantos hombres de las comunidades, loque reta la construcción específica de poder y género de la comunidadindígena rural y con ello el deber ser masculino y femenino, el matrimonio,la maternidad, la familia. Las mujeres indígenas viven un cúmulo de trans-formaciones contradictorias entre procesos de empoderamiento y de cre-ciente independencia, pero también de precarización, despojo y «nuevasviolencias». Elizabeth Maier (2006) señala cómo estas mujeres indígenastienen que aprender a negociar la vida diaria sin el permiso tradicional delvarón. Para ella se encuentran

arropadas con sentimientos encontrados entre la necesidad de sentirse apoyadas, el

miedo de saberse transgresoras y la satisfacción de la libertad de decisión, ellas se

debaten solas –y frecuentemente en silencio– en el proceso de renegociación de los

nuevos márgenes del comportamiento femenino aceptable en las condiciones

globales (Maier, 2006: 221).

De la comunidad territorializada a la diásporaEn un recuento histórico muy resumido se puede plantear que este pro-ducto histórico específico que son las comunidades mayas pasaron de serparte del corazón del área maya a serlo de la periferia con el sistema colo-nial y con el régimen republicano. Entonces se produce una sujeción histó-rica de sus poblaciones a los espacios comunitarios: primero con lasreducciones y la conformación de «los pueblos de indios» para facilitar elpago de tributos con la colonia; después, como «pueblos de mozos», sehacen funcionales al modelo latifundio-minifundio y sus habitantes debenausentarse temporalmente para la recogida del café en las fincas de la costay de Chiapas. Es cuando el ladino o mestizo, una figura de poder y supre-macía contrapuesta a la inferiorizada del indígena, aparece junto a la nuevamunicipalidad como intermediario del Estado y como beneficiario del mer-cado de tierras que se establece.

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En Guatemala, la revolución de octubre de 1944 inicia simbólicamenteel proceso de modernización e inserción a la nación. Esto supone la trans-formación de esa sujeción histórica a las comunidades y de su segregaciónsocial y espacial y una creciente ruptura de los privilegios ladinos. Hay unadiversificación de actividades y una diferenciación social interna: los indí-genas huehuetecos salen a la capital, rentan tierras en la costa, llegan acolonizar la frontera agrícola hacia el Ixcán...

«La guerra» de principios de la década 1980 va a frenar este complejoproceso de movilidad social. La violencia política fue particularmente ex-trema en este departamento y, con la represión desatada, la movilización esforzada en otro sentido, obligando a los mayas establecerse en el refugiode México, en las comunidades de población en resistencia o de forma cadavez más contundente en Estados Unidos.

Se producen entonces dos tipos de procesos: uno de tendencia centrípe-ta con la reindigenización de las cabeceras municipales, con la sustitución dela «mediación ladina», y otro de tendencia centrífuga, la «diáspora maya».Lo que eran los «pueblos de mozos» se constituyen en «pueblos de migrantesinternacionales» y, para el mercado global, en «clientes consumidores»(Dardón, 2006), ya que esos pobladores ingresarán en nuevos espacios, almismo tiempo que el mercado capitalista ingresa de forma definitiva en lascomunidades del altiplano.

NUEVOS ROLES DE SUBORDINACION DE LOS PUEBLOS INDÍGENAS

Proyectos transnacionales oficiales y no oficialesHabía dicho que la migración internacional no lo explica todo, y es queahora las comunidades enfrentan dificultades y retos ante las extensas yradicales transformaciones de la posguerra y las que se están viniendo conel contexto de globalización y transnacionalismo: una realidad de crecientediferenciación social, fragmentación y trascendencia de los límites territo-riales de «la comunidad». La globalización corporativa impone otros roles

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de subordinación a los pueblos indígenas con los proyectos transnacionalesoficiales y no oficiales y con la lógica de la expulsión migratoria.

Los proyectos oficiales encuentran un espacio privilegiado en los territo-rios indígenas con el aprovechamiento de sus recursos naturales y cultura-les, que son nuevos ejes de acumulación. Hay una reconquista del territoriode parte de las oligarquías, las transnacionales y las distintas fuerzas milita-res donde las comunidades indígenas tienen poco protagonismo: aparecenlas compañías mineras o la palma africana o la disputa por el agua.

La frontera sur de México con Guatemala se reposiciona en unacentralidad geopolítica que no tenía con el Plan Puebla-Panamá o ahoraIniciativa Mesoamericana, el megaproyecto turístico del «Mundo Maya»,el Corredor Biológico Mesoamericano... Todos ellos buscan integrar elárea mesoamericana con autopistas, gasoductos, interconexión eléctrica ycomunicaciones telefónicas.1

Además, esta frontera es un espacio clave para la seguridad de EstadosUnidos y de México respecto al control del tráfico de drogas y la conten-ción de los migrantes centro y latinoamericanos –recordemos que la fron-tera norte supone 3 300 y la sur 950 km–. Por ello se remilitariza con lapresencia de diferentes ejércitos en toda la frontera, cuando las heridas dela guerra en Guatemala están muy recientes.

Pero estas áreas tradicionalmente abandonadas por el Estado en sudimensión de servicio a la ciudadanía son ocupadas por otras instancias yfuerzas y se dan proyectos igualmente transnacionales con otras normas eintereses. Huehuetenango es parte del corredor de la cocaína, la marihua-na y la amapola, así como del tráfico de armas, carros, madera, ganado o dela explotación del negocio de la migración hacia Estados Unidos: secues-tros de transmigrantes, trata de mujeres, extorsiones. La globalización delcrimen es el complemento del proceso de capitalización de las comunida-

1 Frente a ellos se ha dado una rearticulación de las acciones colectivas como las consultas comu-nitarias antiminería y el movimiento social e indígena de defensa del territorio y de la MadreTierra.

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des que vamos a ver a continuación. Estas actividades explican lavisibilización de capitales con automóviles de lujo, ventas de armamento,grandes hoteles... que reflejan actores emergentes y poderes paralelos comolos coyotes, las mafias o el «crimen organizado». Y el indígena es parte acti-va de ello porque ya no quiere ser pobre.

IMPLICACIONES DE LA MIGRACIÓN A ESTADOS UNIDOS

Ahora me voy a detener en la migración al Norte y en los costos y lastransformaciones vida originadas por el proceso de capitalización por símismos que supone.

Huehuetenango es un significativo departamento expulsor de migrantespor ser fronterizo, por la fuerza de la guerra en la región, por los desastres«naturales» como los huracanes Mitch y Stan y por los niveles de pobreza.2

En el 2005, Huehuetenango recibía 303 millones de quetzales dirigidos a75 500 hogares. En términos de grupos étnicos, los akatekos tienen al 12%de su población en el exterior, y el 60% de las familias de chujes, q’anjob’alesy mames tienen familiares allá (PNUD, 2005 y 2007).

El patrón de migración en estas comunidades indígenas y rurales siguesiendo de hombres jóvenes casados y de muy baja escolaridad, incorporan-do poco a poco a más solteros y a mujeres. Sin querer idealizar, lo intere-sante es que la población huehueteca, que es pionera en el conocimiento de«salir al Norte», logra superar la vulnerabilidad de una exclusión indivi-dualizada. Si migrar es asumir riesgos, es distinto migrar con redes y comocolectivo. Huehuetenango es un lugar donde se puede observar la fuerzade las comunidades y de las redes sociales y alianzas que generan dinámi-cas referenciales para sus miembros. Esto permite una aventura transmi-gratoria algo menos precaria que la vivida por otros «no autorizados» deotras regiones de Centroamérica.

2 Es el tercer departamento, después de Guatemala y San Marcos, en número de migrantes, los trestienen por encima de las 100 000 personas viviendo en el extranjero (y los que no sabemos).

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En la salida hacia «el Norte» la migración de los indígenas resultaprovechosa por primera vez, permitiendo procesos de movilidad social ymodernización que se retoman después de la obstrucción violenta de laguerra de la década de 1980. Ante la ausencia de un Estado regulador yla deslegitimación de sus instituciones, y a pesar de los proyectos y polí-ticas de desarrollo y contra la pobreza, son los mismos sujetos mayasquienes están llevando a cabo esta incipiente capitalización por la «transfusiónsalarial» de las remesas. Ellos introducen a las comunidades al desarrolloy al mercado capitalista, el consumo, los servicios. Es un proceso llenode tensiones y paradojas por los nuevos contextos de relaciones socialescrecientemente jerarquizadas: la comunidad ya no es horizontal en lascondiciones de pobreza; además se trascienden los límites territorialesde la comunidad. Con todo apenas se mantienen en la sobrevivencia,pero volveremos sobre esto al final.

LA CAPITALIZACIÓN Y LOS NUEVOS ESTILOS DE VIDA:RETOS Y COSTES

En un dibujo rápido de lo que fue el trabajo de investigación, algunas de lasrealidades encontradas serían las siguientes:

Una «nueva ruralidad»El capitalismo está penetrando en las aldeas indígenas del altiplano y, entreotras cosas, se visualiza por el cambio en el estilo de vida. La casa tradicio-nal introduce servicios como gas, agua, luz; individualiza habitaciones; se-para la cocina, abre ventanas y se eleva en pisos. Se incorporan televisiones,aparatos de sonido, muebles modernos y refrigeradoras (véase Palma, 1998).Se interviene el paisaje con nuevas edificaciones a veces de varios niveles yservicios en las cabeceras: cibercafés, hoteles, oficinas de remesas, bancos,farmacias... Es una creciente y desordenada urbanización de lo que ha sido,hasta ahora, un paisaje majestuoso con mínima incidencia de desarrollo

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urbano. Las comunidades huehuetecas que siempre han sido motivo deturismo ahora lo ahuyentan por su feísmo. Los fuertes cambios y distorsionesparecen estar borrando el patrimonio cultural y la memoria histórica de loslugares que ofrecían un sentido de pertenencia.

Aparecen nuevas modas en el vestir que recogen otras experiencias yaspiraciones: la marimba tradicional deja paso a las norteñas, los corridos,el tex mex y el rap. Entre los hombres se generaliza el uso de la cachucha,los jeans y los tenis.

Dinámicas de poblaciónLos patrones matrimoniales se hacen más tardíos y ello permite disfrutar laetapa de juventud y atrasar la llegada de los hijos. El ambiente de la comu-nidad ha tenido que hacerse más permisivo, la tendencia de mujeres y hom-bres a una mayor afirmación personal rompe con los patrones y controlessexuales de la monogamia y, algo mucho más significativo para la repro-ducción comunitaria, la endogamia. También se dan relaciones pre matri-moniales novedosas. Entre los factores que inciden en ello destaca lainserción de los jóvenes en espacios sociales y culturales como los institu-tos que son mixtos y que rompen con la sexualización de los espacios ytareas rurales tradicionales.

Muchos jóvenes varones emigran a Estados Unidos para poder capita-lizar y constituirse como hogar independiente. Los trabajos comunales tien-den a ser realizados por ancianos y muy jóvenes, mientras que las mujerestienen que pagar las multas por la ausencia de sus esposos e hijos. Lasactividades colectivas se quedan sin cuadros: marimbas, bailes, equiposdeportivos, iglesias.

A la creciente autonomía de las mujeres algunos varones respondencon violencia y otros con la renuncia de sus responsabilidades familiares,reacción algo insólita en las comunidades donde las normas de control del«ideal comunitarista» han permitido unas relaciones maritales más esta-bles entre ellos.

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Otro hecho importante es el aumento de los abortos ante los embara-zos no deseados provocados por la misma salida de las jóvenes de la comu-nidad, por su mayor nivel educativo y por la creciente ausencia de muchosjefes de familia y esposos que son emigrantes.

También se está produciendo un fenómeno preocupante no registradoantes en las comunidades indígenas: el suicidio de jóvenes, algo que se harelacionado con embarazos precoces y con las nuevas situaciones de faltade futuro en el mundo rural con la globalización; hay aumento del consu-mo de alcohol entre jóvenes y mujeres; continúa la expansión del VIH/SIDA

en el altiplano, popularmente relacionada con migraciones internas y conretornados de Estados Unidos.

Otra dinámica poblacional con consecuencias socioculturales es quemuchos transmigrantes pasan o quedan en esta región frontera transfor-mando a su vez la vida cotidiana.

La privatización del dolorA pesar del nivel masivo del hecho migratorio, éste sigue abordándose comoalgo personal y familiar; apenas hay un reconocimiento público (ni oficial,ni comunitario) al papel e impacto de los ausentes. Es un tema tan dolorosode tratar y comunicar que es asunto tabú.

Por otro lado, se hacen evidentes los signos o marcas del éxito: los auto-móviles, las casas, las ropas, los electrodomésticos, los dientes de oro, peroel drama de los fracasos, de los muertos y desaparecidos, de los que dejaronde mandar noticias y remesas, «de eso no se habla». El secreto y el silencioaún rodea la partida de los que se van. Salir es como un reto extremo a laidea comunitaria y a su proyecto, este nuevo perfil migratorio es difícil deasumir: es el eslabón de los jóvenes sobre el que se constituye el futuro co-lectivo, y es difícil concebir este traspaso cultural fuera del control comuni-tario. Pero esto parece acompañarse con la refuncionalización de la «religióntradicional»: por ejemplo con rituales de despedida y de protección a los quese van desarrollados en los cerros por sacerdotes mayas.

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Nuevas violenciasLa derrama de dinero a nivel local tiene efectos paradójicos, tan pronto su-pone igualación étnica «a golpe de pisto*», como genera toda una maraña deintereses por su rapiña: el «movimiento de plata» atrae a foráneos y a localesa la disputa por el dinero, más en medio de la crisis y la pobreza. Así seobserva la codicia de los burócratas y otros profesionales: jueces de paz,comerciantes, constructores, médicos, abogados, abusan de la población querecibe remesas y buscan quitarles el dinero, y entre ellos también hay indíge-nas. Ello crea rencor, desconfianza y conflicto. Además, las comunidadesson campo abonado para estafas diversas; se organizan redes criminales yhay una extensión de la violencia apareciendo grupos de criminales bienorganizados, asaltantes, linchamientos, maras... Esto afecta a las mujeres yal grupo familiar que se encuentran ante una mayor vulnerabilidad cuando elhombre protector está fuera y envía dólares. Los asaltos, violaciones, robos,secuestros exprés, agresiones, acosos, han aumentado hacia las mujeres (ylos menores) por ser ellas quienes manejan el dinero.

Nuevos roles sociales, identidades y tensionesLos jóvenes son culpabilizados de tantos desórdenes en las comunidades yseñalados de forma crítica porque rompen con «la cultura de respeto» y detrabajo de las comunidades tradicionales. Hay una supuesta proliferación demaras en las comunidades, pero muchas de las «alteraciones del orden»:asaltos, violaciones, asesinatos, no están vinculados con ese perfil.

Es común la idea de que son haraganes..., olvidando que cada vez sonmás los jóvenes y solteros quienes se dejan la piel en el extranjero pormantener a la familia y la comunidad. La salida al Norte se ha convertidoes un estilo de vida y prueba de masculinidad.

Dentro de ellos, un grupo cada vez más significativo son los deporta-dos, sujetos que son motivos de tensiones porque se sienten avergonzados

- Pisto: dinero, plata.

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de volver con «las manos vacías», «sin nada que ofrecer», humillados por-que piensan que ante la sociedad «quedan como nada». Algunos de losconflictos violentos en los municipios son protagonizados por ellos.

La mujer –esposa– se hace cargo de nuevas responsabilidades en la divi-sión del trabajo y cada vez se le exige más. «Las viudas blancas» o mujerescuyos esposos están en Estados Unidos, deben asumir actividades públicas alas que antes no tenían acceso o eran prohibidos. Recordemos que las muje-res son más indias: son más analfabetas y monolingües, se les negó el paso alas escuelas porque su destino era casarse para servir al varón. Pero al mismotiempo de tener que realizar estos esfuerzos, ahora deben acudir al banco,gestionar todo tipo de papelería: créditos, pagos de luz, compraventas, acu-dir a las escuelas, a los centros de salud, pagar mozos para la tierra y albañi-les en las obras de sus viviendas, participar en asambleas... se les va apenalizar por ello y van a sufrir un férreo control comunitario que las afecta-rá psicológicamente con actitudes de melancolía y pesar.

Más allá del gasto tradicional son las nuevas gestoras de la pobreza enel caso de las remesas, cuando tienen que hacerse cargo de la reestructura-ción que se produce con la familia transnacional. Entonces tienen que en-frentar el discurso recurrente de la «desintegración familiar» como efectonegativo de la migración internacional. Esto es algo que afecta (yresponsabiliza) más a las mujeres y favorece al poder y al status quo, cuandolo que se produce con esta familia transnacional no es su ruptura estructu-ral ni separaciones definitivas, sino la fragmentación de la misma. Hay unaseparación geográfica pero con dinámicas y sentimientos compartidos, yproducen reajustes de las dinámicas internas, se reacomodan los roles con-virtiendo a padres convencionales en padres a distancia, a hermanos enmadres, a hijas en jefes de familia. Es un tema complejo e ideologizado. Locierto es que las remesas y «la ideología del retorno» materializan la fuerzade los lazos familiares.

Así, las mujeres están entrando a la política local y a los proyectos dedesarrollo por default. Y, algo que es muy revolucionario: las jóvenes están

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entrando a estudiar más que antes y alcanzando niveles superiores. Aún noestá claro qué tanto estas transformaciones suponen nuevas relaciones degénero, pero lo que expresan es que esta no sería la vía que hubieran esco-gido para «autonomizarse» y hacerse valer.

EL FUTURO DE LA COMUNIDAD INDÍGENA CAMPESINA

Frente al desorden de tantos ausentes, de la nueva ruralidad y la abrumado-ra presencia del mercado, de las maras, de la violencia y linchamientos, delos negocios paralegales de coyotes o narcos, y a pesar –siempre– de unahistoria cruenta, encontramos en Huehuetenango una gran densidad deexpresiones organizativas. Las acciones comunitarias son sorprendentes yse mueven a golpes de intensidad imprevistos y con signos políticos varia-dos. Aquí me detengo en la constitución de las comunidades transnacionalespara terminar con una reflexión sobre el reto que provocan las migracionesa la comunidad territorializada y su futuro como sociedad campesina.

Papel de las remesas. ¿comunidades transnacionales?La salida a Estados Unidos, después del golpe de la guerra y la posguerra,es otra vez un replanteamiento radical para el proyecto comunitario tradi-cional territorializado, porque es una poderosa fuerza centrífuga que des-barata la comunidad y expulsa a los miembros que deberían reproducirla afuturo. Es difícil asumir esta transfusión de sangre de jóvenes que son elproyecto futuro colectivo, es como aceptar cierto fracaso y traición a lacomunidad que se queda: quienes salen escapan de alguna manera al con-trol social y a la reproducción de las lógicas de convivencias esperadas...aunque es una forma de sobrevivencia colectiva y se espera el retorno. Esun tema doloroso, como se dijo, no se habla ni se socializa, pero aportaotras dimensiones.

Por ejemplo, contrario a lo esperado, parece que cada desterrado car-ga con su comunidad incorporándola de forma simbólica, lo que le permi-

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te enfrentar la omnipresencia de la globalización uniformadora y explota-dora. Desde el núcleo articulador de «la comunidad» se configura la «co-munidad transnacional», esa nueva dimensión que toma la comunidadoriginal territorializada cuando con la dispersión de sus miembros se hacemultilocal a través de otros espacios nacionales e internacionales. Frenteal nacionalismo metodológico y la idea de pueblos, el territorio deja de serabsoluto en la definición de la comunidad. Incluso en grupos indígenasforzados a la movilidad se ha observado el funcionamiento del sentido depertenencia colectivo relacionado a una comunidad imaginaria, a travésde la memoria y las narraciones.

La «comunidad transnacional», entendida «desde allá», es cuandolos expulsados constituyen comunidades en otros espacios nacionales, algoque se facilita porque ellos atraen a sus paisanos a los nuevos espaciosque ocupan. Los inmigrantes desarrollan sus redes hasta donde pueden yen realidad es difícil hablar de esas comunidades transnacionales porquela mayoría de los inmigrantes se encuentran dispersos por las condicio-nes de la ilegalidad y del trabajo golondrina. Tampoco se puede dar porhecha la transnacionalidad cuando las comunidades indígenas no han sidoparte de la nación. Y otro cuestionamiento a este concepto se encuentraen que la tendencia sigue siendo de una migración laboral de retorno,por todo ello es más preciso entender estas experiencias de comunalizacióncomo un proceso incipiente y precario.

Mayas transnacionales e identidad étnicaSin embargo, hay importantes colectivos de larga data en Estados Unidoscon sus formas organizativas (Loucky y Moors, 2000). Buena parte suelenestar vinculadas con la Iglesia católica y su eje de acción son la revitalizacióncultural y el panmayismo.

De hecho, como se apuntó, el movimiento maya tiene sus extensionesen Estados Unidos con mucha fuerza (aunque todavía no sea reconocidopor el mismo movimiento maya nacional): son las organizaciones panmayas

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de Florida o de Atlanta o las fiestas de migueleños y eulalenses en LosÁngeles, las luchas sindicales de los indígenas en Morganton o en Iowa, elLabor Center de Júpiter –Florida–, la extensa Pastoral Maya, son otras ex-periencias, otras convivencias, otras aspiraciones, otras identidades... (véaseCamus, 2005). Los indígenas en territorios no étnicos cuestionan y enri-quecen las categorías dadas. Sus establecimientos en sociedades más com-plejas desde una comunidad que no desaparece como un referentesignificativo hace que desarrollen un sentido identitario más amplio y dife-rente a los tradicionales. Y es que la sobrevivencia cultural de los migrantesdepende de que incorporen los sentidos propuestos por la comunidad enadopción: ya no sólo pueden limitarse a la lógica de la comunidad de ori-gen. Digamos que los indígenas pueden asumirse al mismo tiempo comoguatemaltecos, capitalinos, momostecos, latinos, k’iche’s o mayas, lo queforma parte de las transformaciones actuales y de la redefinición de lasfronteras étnico-espaciales.

De manera que frente al nacionalismo metodológico (Wimmer y GlickSchiller, 2003) y la idea de pueblos, el territorio deja de ser absoluto en ladefinición de la comunidad.3 Así, la actual comunidad étnica dispersa yfragmentada ha generado redes y organizaciones de inmigrantes que sonalternativas a su supuesta disolución. Son ciudadanías no territorializadasque se construyen más allá del Estado y que muestran como los inmigran-tes indígenas imaginan activamente y establecen nuevas formas de comu-nidad ampliada (Gil, 2006 y Castro, 2006). Por su diferencia étnica y suproceso histórico como indígenas, tanto en Guatemala como en otros paí-ses de América Latina, su identidad ha estado relacionada a una comuni-dad originaria y/o a un municipio, pero vemos que se extiende de hecho aotros niveles donde no requiere concretarse físicamente, sino que se man-tiene como un referente simbólico principal y no excluyente (Giménez,1996 y Bastos, 2000). La comunidad puede parecer un referente vago y

3 El concepto del nacionalismo metodológico en el sentido de naturalización del Estado-naciónpor las ciencias sociales lo plantean Wimmer y Glick (2003).

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etéreo, pero está presente en la vida de los indígenas inmigrantes en diver-sas modalidades. Se puede decir que los indígenas se mantienen «hablan-do» un lenguaje común como tales y su pertenencia étnica continúa siendoefectiva a pesar de su imprecisión y su multiplicidad, son recreaciones so-ciales de la etnicidad desde otras coordenadas. En grupos indígenas forza-dos a la movilidad se ha observado el funcionamiento del sentido depertenencia colectivo ligado con una comunidad imaginaria a través de lamemoria y las narraciones (Velasco, 2005).

El sentido que el territorio podía tener para las comunidades rurales oindígenas se está modificando con las migraciones y está dejando de enten-derse como esa entidad de carácter totalizante que englobaba dentro de unespacio contiguo la generalidad de las pertenencias y de las relaciones so-ciales (Giménez, 1996: 15). El territorio está derivando hacia una expre-sión y manifestación en «términos simbólicos-expresivos y emocionales»,con los que se están consolidando otras formas de localismos, de reterrito-rializaciones de la cultura de origen y nuevas formas de relación con elespacio (ibidem: 7).

Lo que estos extensos sucesos migratorios expresan es que entre lasformas novedosas de ser maya está el que lo maya ya no se va a remitir a unterritorio, ni «ser maya» implicará vivir en territorio maya (ya no se es dedónde se vive), ahora hay indígenas urbanos, pero también indígenas enLos Ángeles o Nebraska. Van a convivir en otros espacios con indígenas deorígenes diversos y con ladinos y extranjeros en una relación diferente conla creada con la explotación del café. Las redes sociales y la comunidadviajan con los sujetos y se pueden reinstalar en otros centros, núcleos ha-bitacionales, urbanos o no.

El sentido de migrarEn las cabeceras municipales y departamentales del altiplano, como en laciudad capital como en el extranjero, estos indígenas «tránsfugas» ocupanunos espacios de actividades y de presencia que antes les estaban vedados,

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retando las fronteras étnico-espaciales en esos territorios ajenos. El poderde la pertenencia étnico-comunitaria los cubre y articula a todos de una uotra manera, pareciera que se mantiene un fuerte arraigo territorial en unsentido amplio –tal vez porque se sustentan a su vez en unas sólidas rela-ciones sociales y en una memoria compartida–.

Se podría pensar que la presencia y dispersión de los mismos en tantosespacios «no étnicos» forma parte de un proceso de territorialización múlti-ple de espacios de composición étnica mixta que se interconectan entre sí ycon los territorios entendidos como propiamente étnicos –el altiplano occi-dental, por ejemplo–. Esta salida de los indígenas de los espacios asignados esuna respuesta a la búsqueda de recursos y cuestiona los límites de las fronte-ras étnicas circunscritas a la comunidad rural, con ello están imprimiendootros sentidos al proyecto de ser indio. Esta idea de la territorialización múl-tiple permite superar el reto simbólico a la ideología étnico-espacial ortodoxay atender a otras realidades que he venido señalando: la reterritorializaciónen otros espacios es la materialización de una presencia que remite a las dife-rentes formas en que grupos de población establecen relaciones con un terri-torio y van a entenderlo como suyo porque lo viven.

En investigaciones anteriores a finales de la década de 1990, se obser-vaba cómo el indio en la ciudad de Guatemala incorporaba una singularrelación con sus lugares de origen que se producía así por tratarse de po-blación indígena, puesto que los datos eran estadísticamente significativosy esta vinculación era uno de los factores diferenciadores frente ainmigrantes igualmente de origen campesino (Bastos y Camus, 1995;Camus, 2000). Se percibía que había una amplia gama de posibilidades deconexiones que mostraban la construcción social del «espacio» y su condi-ción elástica, pero que también estaban asociadas a una historia, a su lugaren la sociedad y al papel que tienen la misma ciudad y su oferta y demandade trabajadores. Los migrantes indígenas saltaban de unas normas y mar-cos de relación social a otros pero, más que otros inmigrantes campesinos,buscaban mantener cierto espacio social en la comunidad.

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El caso es que el arribo continuado de inmigrantes, junto a la intensarelación con los lugares de origen, permitía ya entonces hablar de una rela-ción circular y de retroalimentación, algo más dinámico y relacional porquevinculaban empíricamente lo nacional y lo local y todos los espacios inter-medios y amplían los círculos de relación desde la comunidad, a la sociedadurbana, al Estado-nación y, ahora, a otros países y a «lo global». Sumandola actual experiencia de investigación, en términos teóricos las comunidadestransnacionales suponen un desafío mayor que la presencia de los indíge-nas, por ejemplo en espacios metropolitanos. Se sobreentiende que «lo glo-bal» trasciende el marco del Estado-nación, «la categoría de nación comoespacio contenedor es insuficiente dada la proliferación de dinámicas y for-maciones transfronterizas» (Sassen, 2007: 35). Y además rompe con la je-rarquía de escalas como continuum de lo local o subnacional/lo nacional/loglobal. Existen «estructuraciones múltiples y específicas de lo global en elinterior de aquello que históricamente se considera nacional», que implica-rían una desnacionalización de ciertos componentes particulares de lo na-cional.4 Este cambio de escalas sobre la dualidad nacional-global olocal-global facilita entender las comunidades de inmigrantes y deinmigrantes indígenas. Como otros espacios e instancias de lo local o comolas empresas multinacionales, las comunidades rurales comparten la carac-terística multiescalar de relacionarse fuera de las convenciones mecanicistasy jerárquicas de las escalas tradicionales. Unos hablan de una migración deretorno y/o circular y/o pendular, Ricardo Falla se refiere a una migraciónreticular, al establecimiento de «un nuevo tejido social en red» donde fun-cionan unos nodos desde la amistad y el parentesco (2006: 392). La distan-cia no rompe la relación social, «las redes sirven para el apoyo de la familia,con un hijo en otra comunidad del Ixcán, una hija en México, otro hijo en LaFlorida y un cuarto en la capital» (ibidem: 392).

4 La desnacionalización se refiere a la idea de que poder, autoridad y formación de identidadpueden escapar hacia otras escalas más allá de las del contenedor nacional.

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Esta relación «circular» e inconclusa de los indígenas en movimientoquizás se produzca porque son migraciones por expulsión y sobrevivencia,no por gusto. La respuesta indígena a unas aspiraciones de cambio de vidaque conlleva cualquier proyecto migratorio, serían traslados más o menoscirculares que quizás dejen de serlo si se establecen comunidades comocabezas de ancla. Se puede tratar de comunidades transnacionales que per-mitirían asegurar estos otros espacios, como lo han hecho antes en sustraslados hacia la costa o hacia ciudad de Guatemala. Es una pragmáticapor encontrar huecos de sobrevivencia y establecer asentamientos base endiferentes espacios socioeconómicos para manejar más recursos (recorde-mos que la colonización de diferentes «pisos ecológicos» es parte de uncomportamiento histórico). Con ello demuestran su capacidad de acciónhasta donde pueden, ya que sus vidas se construyen en términos de preca-riedad y la «utopía» urbana o transnacional está teñida de pragmatismo ycontingencia. Unos hablan de una migración de retorno y/o circular y/opendular, Ricardo Falla se refiere a una migración reticular, al estableci-miento de «un nuevo tejido social en red». Serían traslados más o menoscirculares que quizá dejen de serlo si se establecen ciertas comunidadescomo cabezas de ancla o comunidades transnacionales que permiten ase-gurar estos otros espacios.

¿Son intentos a la desesperada o llegan a desarrollarse como estrate-gias migratorias?, ¿hasta dónde «la comunidad» será capaz de reciclarse?,¿hasta dónde alcanzan los recursos de los excluidos?

Este esfuerzo tiene para muchos un sentido de regreso al modelo deautosubsistencia agrícola a través de la inversión en tierras y ganado, loque sería un proceso de recampesinización por proletarización a distancia.Podría ser que el campesinado recuperara su papel en el mundo, sin desde-ñar otras actividades posibles, y una inserción alternativa a la globalizacióncon la dignificación de su cultura agrícola ahora que se está dando la reva-lorización de la producción de granos básicos. Pero estos no son más quedeseos y elucubraciones, finalmente los que salen «al Norte» pasan del

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desempleo a la migración en un enorme esfuerzo de autoinclusión de losexcluidos, y las remesas (o salarios transnacionales) apenas sirven para ayu-dar a las familias a superar y/o evitar la exclusión, es decir, es un «ascenso»muy precario.

El éxito de las remesas en origen es relativo, su inversión productiva esdifícil porque son difíciles los procesos de acumulación sostenible fuera dela economía de la miseria: excluidos produciendo para excluidos. El capitalfinanciero persigue las remesas como nueva fuente de inversión cuando lageneración de ahorro no se debería buscar en estos sectores subalternos.Los migrantes, como señala, Juan Pablo Pérez Sáinz, pasan de ser los villa-nos perdedores a héroes remesores: de pronto son responsables de la pro-ducción y el desarrollo pero, dice, «no se le puede pedir a alguien a quiense le negó el derecho al empleo, el deber de la inversión».5

Desde la universidad de Zacatecas, sus especialistas en migración ydesarrollo rural nos dicen: mientras cuesta publicitar los enormes costossociales y emotivos que supone la migración, nos encontramos con la cele-bración de estas divisas de parte de todo tipo de instancias oficiales nacio-nales e internacionales que plantean que el flujo de las remesas puedetrasmutarse en palanca para el desarrollo pero «no se propone ningún cam-bio en los ejes articuladores de la llamada globalización ni en la políticaneoliberal impuesta a rajatabla en los inermes países exportadores demigrantes». Y ahora todo este modelo de «remesas republic» está en im-passe al pendiente de cómo se resuelva la crisis del capitalismo corporativo,

5 Juan Pablo Pérez Sainz y Minor Mora se posicionan frente a las implicaciones del concepto de«la pobreza» que, según ellos, identifica grupos de población pero escabulle las relacionessociales y las de poder y, por tanto, no cuestiona el porqué de los patrones de distribución de losrecursos. Hablar de exclusión –la expresión extrema de las desigualdades– permite que losantagonismos sociales ocupen el lugar que les corresponde. Es un fenómeno que se liga a otroscomo la persistencia de una economía de la miseria, la ausencia de ciudadanía social, la feminizaciónde la exclusión, las relaciones entre migración internacional y exclusión, el peligro de la anomiay la violencia en los jóvenes excluidos. Entre otras cosas, muestran cómo se produce unaausencia de ciudadanía social de amplios sectores subalternos y el bloqueo sobre las oportuni-dades que impide la superación de la pobreza.

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las deportaciones, las leyes antiinmigratorias y la reforma migratoria...6

También por el creciente endeudamiento que se está produciendo entreotras cosas porque el financiamiento de los viajes a Estados Unidos no seestá pudiendo restituir por: fracasos en el viaje ante las crecientes dificul-tades en la frontera norte, secuestros y agresiones en el paso de lostransmigrantes por México con el acoso cada vez más sistemático de grupocriminales, deportaciones, desempleo en «el Norte» u otras circunstan-cias. De esta manera el endeudamiento se convierte en motor de viaje paraotros y los «pueblos de migrantes internacionales» pueden pasar a ser «pue-blos de endeudados». El freno del proceso de autocapitalización e inser-ción al «desarrollo» por si mismos gracias al empuje de las remesas dejaríaotra vez sin salida a las creativas comunidades indígenas.

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6 Sobre el papel de las remesas Delgado Wise y Márquez en México señalan tres puntos críticos. 1)Tienden a caer debido a la migración definitiva, la reunificación familiar y la creciente tendenciaal despoblamiento. No es un recurso sustentable para la estabilidad macroeconómica; 2) Su usoestá volcado al consumo familiar, no constituyen un fondo social de inversión que detone eldesarrollo local o regional; 3) No son suficientes para contrarrestar los niveles de pobreza y nopueden suplir las responsabilidades gubernamentales en promoción de desarrollo social (2007:22).

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La fuerza de la presencia.En torno a la migración, la pobreza y el génerose terminó de imprimir en enero de 2013

en los talleres gráficos de ???????,Guadalajara, Jalisco, México.

La edición consta de 500 ejemplaresmás sobrantes para su reposición.

Diagramación y portada: Gilberto López AguiarCuidado de la edición: Ana Lilia Larios