elementos teologico liturgia

ALGUNOS ELEMENTOS TEOLÓGICOS EN LA CONSTITUCIÓN LITÚRGICA SACROSANCTUM CONCILIUM Y SU IMPACTO EN LA REFORMA

LITÚRGICA

Unidad académica: Teología, Filosofía y Humanidades

Facultad: Facultad de Teología

Profesor: Gabriel Jaime Molina Vélez

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http://creativecommons.org/licenses/by-nc-sa/2.5/co/deed.es

ALGUNOS ELEMENTOS TEOLÓGICOS EN LA CONSTITUCIÓN LITÚRGICA SACROSANCTUM CONCILIUM Y SU IMPACTO EN

LA REFORMA LITÚRGICA

1 EVOCACIÓN DE LOS PROTAGONISTAS.................................................4 2 ALGUNOS ELEMENTOS TEOLÓGICOS DE LA CONSTITUCIÓN...................7

2.1 La liturgia en el marco de la historia de la salvación ............................................. 7 2.2 Una doctrina progresivamente en crecimiento ....................................................... 8 2.3 La liturgia: revela el misterio de cristo................................................................... 9 2.4 La presencia de Cristo .......................................................................................... 11 2.5 La liturgia: celebración de la iglesia..................................................................... 14 2.6 La liturgia y su carácter escatológico ................................................................... 16 2.7 La liturgia y su carácter pneumatológico ............................................................. 16

3 A MODO DE CONCLUSIÓN: ASPECTOS PRÁCTICOS EMANADOS DE LA TEOLOGÍA DESCRITA ........................................................................ 17

3.1 La superación de visiones inadecuadas de la liturgia ........................................... 17 3.2 Falta de espiritualidad y mistagogía en las celebraciones litúrgicas .................... 18 3.3 Una reforma que debe articular su acción y su ser............................................... 18 3.4 Más coherencia entre la enseñanza de la teología y la liturgia............................. 19 3.5 Mens nostra concordet voci nostrae ..................................................................... 19 3.6 La iglesia celebra el misterio de cristo en la vida................................................. 20


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ALGUNOS ELEMENTOS TEOLÓGICOS EN LA CONSTITUCIÓN LITÚRGICA SACROSANCTUM CONCILIUM Y SU IMPACTO EN

LA REFORMA LITÚRGICA

Profesor Gabriel Jaime Molina Vélez1

Resumen

Recordando los nombres de los primeros protagonistas en el ámbito litúrgico de la teología conciliar, la ponencia describe los contenidos teológicos de la Constitución sobre liturgia, deteniéndose en los aspectos soteriológico, cristológico, eclesiológico y pneumatológico de la misma para concluir presentando algunos elementos prácticos emanados de la mirada teológica expuesta.

Palabras Clave

Soteriología, Cristológía, Eclesiológía, Pneumatológía.

Introducción

El tratamiento de algunos elementos teológicos en la Constitución Sacrosanctum Concilium2 (SC) no es obviamente un tema nuevo.

1 Doctor en Sagrada Liturgia de Pontificio Instituto Litúrgico (Roma). Director y profesor de

la Facultad de Teología de la

Universidad Pontificia Bolivariana (Medellín).


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Fácilmente podemos remitirnos a algunos manuales que tratan el asunto3. La celebración de los diversos aniversarios de la promulgación de la misma Constitución ha generado estudios significativos al retomar el tema4.

El tratar sobre algunos elementos teológicos en la Constitución se justifica en el contexto de una exposición articulada de la temática que nos convoca: A los cuarenta años de la Constitución Litúrgica Sacrosanctum Concilium del Concilio Vaticano II: una mirada de pasado, presente y futuro. Se puede afirmar que más de la mitad de los aquí presentes no han sido padres del Concilio, quizás alcanzaremos a considerarnos “hijos”: somos lectores de un acontecimiento que aún observamos con novedad y hemos sido introducidos en los antecedentes que lo prepararon y lo llevaron a

2 Aprobada el 4 de diciembre de 1963 con el motu proprio Sacram liturgiam (25 de enero

1964). Edición latina en: AAS

56 (1964) 97-134; R. KACZYNSKI (ed.), Enchiridion Documentorum Instaurationis

Liturgicae (= EDIL) I (1963-1973) (ed. Marietti, 1976) nn. 1-131.

3 Cf. NOE, V. «Storia della costituzione liturgica. Punti di riferimento», en Costituzione liturgica «Sacrosanctum Concilium», Roma 1986, 9-24; OÑATIBIA, I., «Historia de la constitución sobre la sagrada liturgia», en Concilio Vaticano II. Comentarios a la constitución sobre la sagrada liturgia, BAC 238, Madrid 1965, 98-115; SCHMIDT, H. La constitución sobre la Sagrada Liturgia. Texto, historia y comentario, Barcelona 1967; MARSILI, S. «La teologia della Liturgia nel Vaticano II», en Anàmnesis I: La liturgia, momento nella storia della salvezza, Roma 1982, 85-88; LÓPEZ MARTÍN, J. En el Espíritu y la verdad. Introducción a la Liturgia, Salamanca 1987, 63-68. 4 Cf. Cartas Apostólicas Vicesimus Quintus Annus del 4 de diciembre de 1988; Spiritus et

Sponsa, del 4 de diciembre de

2003 del Papa Juan Pablo II, además las Actas de la Jornada Conmemorativa del XL de la

Sacrosanctum Concilium evento realizado en Roma el 4 de diciembre de 2003.


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cabo. De entre nosotros, sólo unos pocos teólogos sobreviven de aquellos que pudieron beber directamente de su fuente.

La exposición la divido en tres partes: La primera, muy breve, la denomino, evocación de los primeros protagonistas en el ámbito litúrgico de la teología conciliar. En la segunda parte, más extensa, expongo de manera descriptiva los contenidos teológicos de la Constitución y me detengo en los aspectos soteriológico, cristológico, eclesiológico y pneumatológico de la misma. Como tercera parte, a manera de conclusión, presento algunos aspectos prácticos emanados de la mirada teológica.

1 EVOCACIÓN DE LOS PROTAGONISTAS

Cuando se indaga por el trabajo que precedió y orientó todo el tema teológico de la Constitución sobre liturgia, emergen nombres de personas que con sus inquietudes académicas e investigaciones ofrecieron un aporte significativo a lo que luego quedó plasmado en el documento final y en la aplicación de la reforma litúrgica.

Entre estos protagonistas puede mencionarse especialmente al padre Cipriano Vagaggini (1909-1999), a quien el mismo papa Juan Pablo II presenta como maestro de la teología sapiencial5. El benedictino Vagaggini fue perito y consultor de la Comisión de la Sagrada Liturgia en el Concilio Vaticano II y miembro del Consejo

5 Carta de Juan Pablo II al abad primado de la Confederación Benedictina con ocasión del 50º aniversario de la fundación

del Instituto Monástico del Pontificio Ateneo de San Anselmo, Vaticano 27 mayo de 2002.


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para la aplicación de la Constitución sobre la Sagrada Liturgia. Su obra, El sentido teológico de la liturgia, encontró un eco profundo en el texto que se promulgaría el 4 de diciembre de 1963. Las líneas fundamentales que su libro exponía en 1957, en la edición original italiana, sobre todo en el modo de concebir la naturaleza y la función de la liturgia de la Iglesia, fue amplia y solemnemente confirmadas por el Concilio, como lo afirmara el mismo autor en la cuarta edición de su obra (1965).6

Otro nombre que podemos evocar es el del jesuita Josef Andreas Jungmann (1889-1975), igualmente perito y consultor de la Comisión de la Sagrada Liturgia y miembro del Consejo para la aplicación de la Constitución. Su obra, Missarum Sollemnia, publicada en alemán en la década de los cuarenta, se constituye como todo un clásico para el tratado histórico-litúrgico de la Eucaristía y continúa siendo fuente de referencia.7

Otros hombres de Iglesia como A. Bugnini, F. Antonelli, A. G. Martimort, A. Chavasse, I. Oñatibia, P. Journel, M. Righetti, B. Botte, C. Braga entre otros, dieron impronta al documento que hoy nos ocupa. A través de una lectura de sus obras pueden descubrirse invaluables planteamientos asumidos por los padres conciliares en la redacción final de la constitución.

6 Cf. VAGAGGINI, C, El sentido teológico de la liturgia, ensayo de liturgia teológica general,

BAC, Madrid, 19652, iv.

7 JUNGMANN J. A., El sacrificio de la misa, tratado histórico-litúrgico, BAC 68, Madrid

19634


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No es desconocido que el documento conciliar fue el punto de llegada de un largo itinerario que el movimiento litúrgico había comenzado en el siglo XIX con el trabajo apasionado del abad de Solesmes, Próspero Guéranger (1805-1875) y su libro El año litúrgico. Este movimiento toma su impulso bajo el pontificado de Pío X (1903-1914) por el vivo interés que el mismo santo supo colocar en el campo litúrgico y sacramental, evidenciado en el Motu propio Tra le sollecitudine (1903), la Constitución Apostólica Divino Afflatu (1911) y otro Motu Propio Ab hinc duos annos (1913), donde se anunciaba una reforma litúrgica amplia y nuevas rúbricas.

Igualmente en está línea de impulso del movimiento litúrgico se encuentra el manifiesto de Malinas de Don Beaudin (1909); el trabajo de la escuela litúrgica en

Alemania de María Laach con figuras como el abad I. Herwegen, O. Casel, K. Mohlberg, R. Guardini. Le correspondió a Pío XII (1939-1958) no sólo el mérito de la publicación de la primera encíclica dedicada a la liturgia de la Iglesia, Mediator Dei (1947)8, sino también el poner en marcha de nuevo la Comisión histórica creada por Pío X para preparar la reforma.

8 PÍO XII, Encíclica Mediator Dei (20 de noviembre de 1947), sobre la liturgia, AAS 39 (1947) 521-595; DILS nn. 1865-

2068; Trad. españ. en F. Guerrero (ed.), El magisterio Pontificio Contemporáneo I (BAC maior 38), Madrid 1991, 630-680.


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2 ALGUNOS ELEMENTOS TEOLÓGICOS DE LA CONSTITUCIÓN

La Constitución a la cual le hemos dedicado estas jornadas de teología, promulgada por el Papa Pablo VI, a la clausura de la segunda sección del Concilio, se convierte en el primer documento del Vaticano II en publicarse, abriendo paso a una nueva época en la vida litúrgica de la Iglesia9.

La intención de la Constitución sobre liturgia era establecer algunas normas prácticas en orden al fomento y reforma de la Liturgia (SC 3). Aunque las firmaciones doctrinales de la Constitución no son muy abundantes, son más que suficientes para constituir una base teológica sólida acerca del sentido de la liturgia como acción de Cristo y de la Iglesia.

2.1 La liturgia en el marco de la historia de la salvación

El Concilio inicia abordando el tema sobre la liturgia desde el plano de la revelación y enmarcándola dentro de la obra de Salvación continuada por la Iglesia.

9 El documento se inicia con un proemio, breve y solemne, que presenta la liturgia como expresión del misterio de Cristo

en la vida de los fieles y como manifestación de la genuina naturaleza de la Iglesia. Le siguen siete capítulos que tratan por orden: naturaleza e importancia de la liturgia (5-46); el misterio eucarístico (47-58), los otros sacramentos y sacramentales (59-82); el oficio divino (83-101); el año litúrgico (102-111); la música sagrada (112-121); el arte y los objetos sagrados (122-130). Cada capítulo se abre con una introducción doctrinal mesurada, pero densa de contenido. Siguen las diversas disposiciones concretas: reforma para hacer, ritos perdidos para recuperar.


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De esta forma, la liturgia recupera su importancia al confesar su verdadera naturaleza con relación a los aspectos “jurídico-institucional” y “rubrical” que fueron puestos en primer plano durante mucho tiempo. La liturgia, al centrarse sobre la Historia de la Salvación, adquiere un valor existencial y perenne, que la hace la razón de la vida del cristiano, no como propuesta doctrinal sino como momento en el cual, como afirma la Constitución, contribuye en sumo grado a que los fieles expresen en su vida, y manifiesten a los demás, el misterio de Cristo y la naturaleza auténtica de la verdadera Iglesia (Sacrosanctum Concilium 2).

La Constitución parte de la presentación de la revelación-historia de la salvación para llegar gradualmente a la liturgia como acción de Cristo en la Iglesia (cf. SC 5-7). La revelación aparece como un sucederse de acontecimientos, que en diversos modos y tiempos mostraron el acontecimiento del Misterio de la salvación, existente en la eternidad de Dios.

2.2 Una doctrina progresivamente en crecimiento

El progreso de la teología en la comprensión de la liturgia se haya en la línea del desarrollo temático que ha tenido el mismo Magisterio de la Iglesia a partir del Concilio, especialmente con la Constitución Lumen Gentium y el decreto Ad Gentes, por el contenido trinitario, cristológico y eclesiológico que adquieren los documentos del Magisterio, y que constituyen una de sus riquezas más notables situadas en la base de Sacrosanctum Concilium10.

10 Claro ejemplo son las Exhortaciones Apostólicas Christifideles laici, del 30 de diciembre de 1988; Pastores dabo vobis,


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Los mismos textos litúrgicos actuales no han sido ajenos a este progreso teológico: las tres plegarias eucarísticas que acompañan el Canon Romano en el Misal, han asumido, de la tradición más antigua y de las diversas tradiciones litúrgicas, orientales y occidentales, una acentuación trinitaria más explícita, acento que en el Canon Romano no siempre es evidente. La importancia de la epíclesis se manifiesta ahora más visiblemente en los textos eucarísticos. Pero no sólo en ellos: las grandes oraciones de las celebraciones sacramentales (bautismo, matrimonio, ordenaciones) han recibido también estas aportaciones, que permiten encontrar en el texto litúrgico la referencia a la fuerza divina que hace que los sacramentos sean Opus Dei o simplemente Opus hominis.

2.3 La liturgia: revela el misterio de cristo

Si bien la liturgia tiene por finalidad hacernos vivir por medio de signos el misterio de Cristo, desarrollado en el curso del año litúrgico (Cf. SC 102), el ritmo cíclico de ésta no es el de un círculo que se cierra sobre sí mismo, sino que se abre siempre hacía el más allá con vistas a la venida de Cristo, término de la historia humana.

La obra redentora se ejercita en todo momento en la liturgia; el agente de la liturgia es Cristo mismo, que ya llevó a cabo la

del 25 de marzo de 1992 y Vita consecrata, del 25 de marzo de 1996; las Cartas Apostólicas Orientale lumen, del 2 de mayo de 1995 y Dies Domini del 31 de mayo de 1998; las tres cartas encíclicas Redemptor Hominis, del 4 de marzo de 1979, Dives in Misericordia, del 30 de noviembre de 1980 y Dominum et Vivificantem, del 18 de mayo de 1986.


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redención en su vida terrena, pero cuya obra continúa desplegándose y manifestándose. La liturgia se orienta a promover la actividad de los fieles destinada a expresar y a revelar el misterio de Cristo, misterio que actúa a través de ellos.

La Constitución luego de recordar -según la carta a los Hebreos- el múltiple lenguaje de Dios a través de la voz de los profetas, muestra a su Hijo como médico de los cuerpos y de las almas y mediador entre Dios y los hombres. La obra de reconciliación llevada acabo deriva del misterio de la Encarnación, en la que se han unido la divinidad y la humanidad: siendo Dios y hombre, Cristo ha podido reconciliar perfectamente la comunión humana con la comunidad divina.

La obra de la redención se realizó sobre todo en el Misterio Pascual, misterio que no solamente comporta la Pasión, sino también la Resurrección y la Ascensión. La liturgia siempre ha conservado en su celebración anamnética una visión de conjunto acerca de la obra redentora de Cristo; ella misma no ha limitado aquella estrechez de horizonte que durante tanto tiempo encerró la teología de la redención al sólo considerar la Pasión y la Muerte de Cristo.

La importancia apologética de la Resurrección en la teología en la segunda mitad del siglo pasado, se ha visto más ampliamente reconocida como contribución a la obra de la salvación y como demostración de la verdad de las palabras de Cristo. Aunque siempre se ha subrayado su valor soteriológico, había quedado descuidado el argumento de la resurrección.


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Igualmente sucedió con el tema de la Ascensión desde el cual es necesario mostrar su valor soteriológico, pues no siempre ha sido puesto en evidencia en la exégesis y en la teología. La Ascensión es un acontecimiento importante de la obra de la salvación, el misterio de Cristo que ha tomado posesión de su poder real y sacerdotal. La Sacrosanctum Concilium hace alusión a este misterio cuando evoca la liturgia del cielo donde Cristo está sentado a la diestra del Padre. Sólo Cristo sentado a la derecha del Padre puede dar en la Eucaristía su Cuerpo y su Sangre; en este estado glorioso su Cuerpo y su Sangre se hallan colmados del Espíritu que vivifica.

2.4 La presencia de Cristo

Otro componente cristológico esencial que el documento conciliar hace resaltar es el de la presencia de Cristo en la liturgia, aspecto que había sido puesto de relieve por el benedictino Odo Casel (1886-1948) con su doctrina de los Misterios11.

La Encíclica Mediator Dei había enumerado cuatro diversos modos de presencia de Cristo en la liturgia12; la constitución retoma los

11 Doctrina antigua y auténticamente cristiana de la presencia permanente y activa de Cristo en su Iglesia, que constituye

la realidad ontológica del cristianismo, realidad ontológica que se basa, en la encarnación del Hombre-Dios y en la presencia objetiva de su acto redentor bajo el velo de los símbolos del culto cristiano. Cf. Casel O., El misterio del culto en el Cristianismo, en Cuadernos Phase 129, Barcelona 2001 (traducción de Das Christliche Kultmysterium en Liturgische Zeitschrift 3 (1930-31) 39-53; 72-83 y 105-115).

12 En cada acción litúrgica, junto con la iglesia esta presente su divino Fundador: Cristo está presente en el augusto sacrificio del altar sea en la persona de su ministro, sea extraordinariamente bajo las especies eucarísticas; está presente en los sacramentos con la virtud que en ellos transmite, porque sean instrumentos eficaces de santidad; está presente en fin en la alabanza y en


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mismos agregando uno más: la presencia de Cristo en la lectura de la Sagrada Escritura.

El Concilio expresa el principio general de la presencia y de sus diversos aspectos, pero no se preocupa en especificar lo que es propio de cada modo de presencia. Se afirma, en primer lugar, la presencia de Cristo en la persona del ministro.

Este modo de la presencia de Cristo permite, por las palabras del sacerdote, que se produzca como efecto la presencia del Cuerpo y de la Sangre del Señor. La presencia en la persona del ministro atrae la presencia del Cuerpo y de la Sangre del Señor por más que ésta difiera mucho de aquella. La presencia en el ministro se entiende sólo en cuanto que el sacerdote representa a Cristo: es Cristo quien por boca de su ministro pronuncia las palabras concernientes a su Cuerpo y a su Sangre, confiriéndole su eficacia.

Como lo indica el Concilio de Trento en la sesión XXII: el que ahora se ofrece por el ministerio del sacerdote, es el mismo que entonces se ofreció a sí mismo en la cruz (DS 1743)13. Si la oblación del sacrificio de la Misa es idéntica a la de la cruz esto significa que Jesús debe estar presente en el ministro para llevar a

las súplicas que se dirigen a Dios, como esta escrito: Donde dos o tres están reunidos en mi nombre, yo estoy en medio de ellos. La sagrada liturgia es, por tanto, el culto público… integral del cuerpo místico de Jesucristo, esto es, de la cabeza y de sus miembros. AAS 39 (1947) 528. 13 El concilio de Trento afirma que la víctima es la misma y que sólo la manera como es

ofrecida es distinta. En la Eucaristía, la manera es sacramental, mientras que sobre la cruz

se trataba de una oblación hecha en el curso de la historia terrena y de una vez para

siempre.


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cabo, Él mismo, la oblación por la mediación del sacerdote. Es Él personalmente quien está presente para ejercer su poder por medio de la acción sacramental, como lo afirma San Agustín: “(Cristo) está presente con su poder en los sacramentos de modo que, cuando bautiza, es Cristo quien bautiza”14.

Con respecto a la presencia de Cristo en las especies eucarísticas, el concilio de Trento había afirmado que en el sacramento de la santísima eucaristía están contenidos verdaderamente, realmente y substancialmente el Cuerpo y la Sangre con el alma y la divinidad de Nuestro Señor Jesucristo y, por consiguiente, entero (DS 1651). Este modo de presencia es el “modo por excelencia”, aunque no se excluyen las restantes presencias.

El Papa Pablo VI en la encíclica Mysterium fidei, afronta el tema afirmando: La presencia de Cristo en la Eucaristía se dice real no por exclusión, casi como sí las otras presencias no fueran reales, sino que lo es por excelencia”15.

La presencia de Cristo en la proclamación de la palabra es un redescubrimiento llevado a cabo por el movimiento litúrgico y ecuménico. Es un género de presencia que ya los Santos Padres lo habían afirmado y las mismas fórmulas y gestos rituales expresaban.

14 SAN AGUSTÍN, In Ioannis 6,8; PL 35, 1428.

15 Cf. PABLO VI, Encíclica Mysterium fidei, en AAS 57, 1965, 764.


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Cristo habla en aquel que proclama la palabra; su presencia podría ser llamada, más específicamente, una presencia profética. En la proclamación, la palabra es denominada Palabra de Dios; en la perspectiva del misterio trinitario es ésta la palabra del Padre que se expresa en su Verbo por el Espíritu Santo. Cristo es la Palabra hecha carne; Él ha venido para revelar, con su presencia en medio de los hombres y con su lenguaje humano, cuanto Dios había revelado anteriormente mediante el lenguaje bíblico.

Para justificar la presencia de Cristo cuando la Iglesia suplica y canta salmos el Concilio invoca un principio general, válido para toda la vida eclesial: Donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy en medio de ellos (Mt 18, 20). Cristo ha fundamentado con su oración y sus relaciones con el Padre el nuevo culto de los adoradores en espíritu y en verdad. Él ha inaugurado el culto que después se ha desarrollado en la Iglesia y en este desarrollo se encuentra también Él con una presencia que puede denominarse cultual. El mismo Oficio Divino es definido por la Sacrosanctum Concilium tanto como la obra de la Esposa como del Esposo: Es la voz de la misma Esposa la que habla al Esposo, más aun, es la oración de Cristo con su mismo Cuerpo al Padre (SC 84).

2.5 La liturgia: celebración de la iglesia

El tiempo de la Iglesia es continuación del tiempo de Cristo, no por razones de simple sucesión temporal, sino porque está ligado a la vida de Cristo. La línea de continuación que une el tiempo de la Iglesia al tiempo de Cristo es constituida por la Liturgia.


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Las acciones litúrgicas no son acciones privadas, sino celebraciones de la Iglesia, que es sacramento de unidad, es decir, pueblo santo congregado y ordenado (SC 26). La dimensión eclesial de la liturgia encontró en esta expresión una feliz formulación que sirvió de base a la hora de aplicar la reforma litúrgica y estructurar el carácter comunitario de las celebraciones. El Catecismo de la Iglesia Católica (CEC) no sólo cita el texto conciliar, sino que desarrolla con gran riqueza este concepto de la teología litúrgica.

La Iglesia actúa en los sacramentos como comunidad sacerdotal orgánicamente estructurada (cf. LG 11): gracias al Bautismo y la Confirmación, el pueblo sacerdotal se hace apto para celebrar la liturgia. La asamblea que celebra es la comunidad de los bautizados que “por el nuevo nacimiento y la unción del Espíritu Santo quedan consagrados como casa espiritual y sacerdocio santo, para que ofrezcan, a través de las obras buenas del cristiano, sacrificios espirituales” (LG 10).

Por otra parte, la liturgia es epifanía de la Iglesia; ella realiza y manifiesta la Iglesia como signo visible de la comunión entre Dios y los hombres por Cristo. En la liturgia, la Iglesia es el gran sacramento de la comunión divina que reúne a los hijos de Dios dispersos (CEC 1108)…es el sacramento de la acción de Cristo que actúa en ella gracias a la misión del Espíritu Santo (CEC 1118). El despertar de la Iglesia en las almas que anunciaba Romano Guardini (1885-1968) ha fructificado en el Concilio Vaticano II. La Constitución Lumen Gentium se presenta, especialmente, como una verdadera culminación de la reflexión teológica sobre la Iglesia asumida en el magisterio conciliar. De ello brota la Eclesiología de comunión que va conformando la vida eclesial.


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2.6 La liturgia y su carácter escatológico

La Constitución expresa el carácter escatológico de la liturgia cuando afirma que en la Liturgia terrena pregustamos y tomamos parte en aquella Liturgia celestial, que se celebra en la santa ciudad de Jerusalén, hacia la cual nos dirigimos como peregrinos, y donde Cristo está sentado a la diestra de Dios (SC 8).

Si bien nuestra santificación está orientada al culto que dirigimos a Dios, con las debidas disposiciones, en la liturgia ya alcanzamos aquí, en el modo más perfecto aquel gran acto de glorificación cultual de Dios que, por siempre y desveladamente, continuaremos en la Jerusalén celestial.

La comunión entre la Iglesia del cielo y la de la tierra se verifica de una manera especialmente densa en la Eucaristía: por la celebración eucarística nos unimos ya a la liturgia del cielo. Los cristianos celebran la Pascua siempre en espera de la consumación definitiva.

2.7 La liturgia y su carácter pneumatológico

Si bien no deja de reconocerse la dimensión trinitaria de la Liturgia, el carácter propiamente pneumatológico es apenas perceptible en la Sacrosanctum Concilium: es ésta una de las grandes críticas que se le han hecho.


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En el CEC está dimensión alcanzará mayor desarrollo (CEC 1091-1109), articulándolo en torno a cuatro actividades: El Espíritu prepara a la Iglesia para el encuentro con el Señor; el Espíritu recuerda, es la memoria viva de la Iglesia, recuerda a la fe de la asamblea el misterio de Cristo; el Espíritu, por su efusión en cada celebración actualiza el único misterio por medio de la epíclesis. Por último, el Espíritu comunica pues une la Iglesia a la vida y a la misión de Cristo (CEC

1092).

3 A MODO DE CONCLUSIÓN: ASPECTOS PRÁCTICOS EMANADOS DE LA TEOLOGÍA DESCRITA

A partir de algunos elementos teológicos descriptivos que hemos intentado presentar, queremos ahora pasar a esbozar algunos aspectos prácticos que pueden ser proyectados hacia el futuro y que podemos enumerar como conclusiones.

3.1 La superación de visiones inadecuadas de la liturgia

No hay duda que la comprensión teológica de la liturgia constituyó uno de los más importantes frutos del movimiento litúrgico anterior al Concilio Vaticano II. Puede afirmarse también que se fueron dando las bases para superar tanto la visión juridicista, historicista y arqueologizante de la liturgia como los desvíos espiritualistas heredados del pasado. El Vaticano II vino a sancionar una noción de la liturgia como ejercicio del sacerdocio de Cristo y acción sacerdotal, en el marco de la historia de la salvación, de la que la liturgia misma participa.


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3.2 Falta de espiritualidad y mistagogía en las celebraciones litúrgicas

La reforma litúrgica no siempre ha sido conducida por una teología capaz de iluminar adecuadamente el misterio litúrgico. Luego del Concilio, la reforma litúrgica produjo en las celebraciones, debido quizás al ámbito cultual heredado de siglos anteriores, un excesivo funcionalismo y un marcado racionalismo, factores que empobrecen la liturgia y originan una cierta desafección.

Debemos reconocer hoy que en algunas de nuestras celebraciones litúrgicas encontramos dos falencias, la espiritualidad y la mistagogía, de tal modo que en ocasiones se dan celebraciones sacramentalistas, es decir, se ofrece un culto según la demanda, como también celebraciones funcionales sin la suficiente atención estética, evidenciando quizás una Iglesia acomodada al mundo sin un gran impulso evangelizador y litúrgico.

3.3 Una reforma que debe articular su acción y su ser

Visto en perspectiva, la Constitución Sacrosanctum Concilium aparece más como un documento de reforma que como un documento doctrinal; quizás por ser el primer texto conciliar promulgado se acentúo el carácter práctico, la acción en concreto, con sus estructuras rituales, con detrimento de la comprensión del ser mismo de la liturgia de la Iglesia. No es extraño que prontamente el Papa Pablo VI promoviera dos documentos doctrinales que vinieran a complementar Sacrosanctum Concilium


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en lo que se refiere a la Eucaristía: la encíclica Mysterium Fidei (1964) y la Instrucción Eucharisticum mysterium (1967).

3.4 Más coherencia entre la enseñanza de la teología y la liturgia

La Congregación de la Educación Católica, en la Instrucción sobre la formación litúrgica en los seminarios pedía: Expóngase -la sagrada liturgia- no tanto bajo el aspecto jurídico cuanto en el teológico é histórico y en conexión espiritual y pastoral con las otras disciplinas, para que los alumnos conozcan sobre todo cómo están presentes y obran los misterios en las acciones litúrgicas. Además, explicados los textos y los ritos de Oriente y de Occidente, ha de exponerse la sagrada liturgia como un lugar principal de la teología, por el que se manifiesta la fe y la vida espiritual de la Iglesia. El propósito de la Congregación no era simplemente el de elevar la liturgia a rango de un curso académico; lo que estaba poniendo de realce en toda la enseñanza teológica era la estrecha relación existente entre la liturgia y la doctrina de la fe: los profesores de las otras asignaturas sobre todo de teología dogmática, Sagrada Escritura, teología espiritual y pastoral procurarán exponer el misterio de Cristo y la historia de la salvación partiendo de las exigencias intrínsecas del objeto propio de cada asignatura, de modo que quede bien clara su conexión con la liturgia y la unidad de la formación sacerdotal (Sacrosanctum Concilium 16).

3.5 Mens nostra concordet voci nostrae


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La liturgia no es para “pensarla” sino para “hacerla”. Es más acción que doctrina. Somos introducidos a la liturgia no con grandes explicaciones, sino con la aplicación del principio de San Benito: Mens nostra concordet voci nostrae. La liturgia tiene una vox que debe reunir las condiciones necesarias para que pueda ser dicha y escuchada con nitidez: la vox de la liturgia son las palabras y las cosas, los gestos y los silencios de la oración de la Iglesia. Sin vox no hay liturgia, y por esto la atención de esta pertenece no sólo a la pastoral litúrgica sino, además, a la pastoral profética: estas deberán interactuar con las ciencias humanas.

A esta vox, que precede a la asamblea que la dice y la escucha, se debe adecuar la mens. En la aceptación de esta adecuación se encuentran las respuestas a los aspectos más fundamentales de la teología litúrgica.

3.6 La iglesia celebra el misterio de cristo en la vida

La Iglesia celebra el misterio de Cristo en sus sacramentos. No es exacto afirmar que la liturgia celebra propiamente nuestra fe personal o los acontecimientos de nuestra historia. Con esto no se está afirmando que la liturgia de la Iglesia está lejos de la vida de los hombres, sino que nuestra vida y nuestra fe deben situarse en el contexto auténtico, esto es, como participación en la fe de la Iglesia que celebra y como comunión con el misterio pascual celebrado en los “misterios”.

Sólo una Iglesia vivida como misterio y comunión puede tener la liturgia como fuente, porque en ella brillará la presencia del Resucitado que ha dado y da el Espíritu a los creyentes; en ella


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tendrán todo su sentido los ministros de Cristo que, en su nombre, en su persona, identificados con él y enviados por él, den a la

Iglesia aquello que Cristo quiere de ella, su amada Esposa: el celebrar incesantemente hasta que Él vuelva, con acción de gracias.

En Cafarnaum, luego de la multiplicación de los panes (Cf. Jn 6), se escuchan con atención las implicaciones sociales y políticas del discurso de Jesús, pero la presentación del sacramento es rehusada: ¡Es muy duro este lenguaje! (Jn 6, 66). A pesar de todo, la fe cristiana, siguiendo la lógica de la encarnación es esencialmente una fe referida al sacramento: la comunión que el Señor ha querido con nosotros no es sólo con la fe, sino también con los sacramentos de la fe.

Debemos recuperar el sentido del sacrum en la celebración litúrgica. La pastoral litúrgica tiene la misión de proteger y promover la auténtica dimensión del misterio.

Se trata de un sacrum que revela y a la vez oculta, evoca simultáneamente la presencia y la ausencia del Señor resucitado.

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