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EL ARTE DE LA AMISTAD EN IGNACIO DE LOYOLA Josep Rambla, sj. INTRODUCCIÓN: LA AMISTAD, ¿UN TEMA MENOR? .................................................. 1. UNA HISTORIA DE AMISTAD ....................................................................................... 2. LA AMISTAD EN LA VIDA DE IGNACIO .................................................................... 3. ARTE O MISTAGOGÍA DE LA AMISTAD .................................................................... 1. PEDAGOGÍA DE LA AFECTIVIDAD ESPIRITUAL ..................................................... 2. LOS MEDIOS NATURALES ........................................................................................ CONCLUSIÓN ...................................................................................................................... NOTAS ................................................................................................................................. 29 19 27 24 20 9 7 3 En verdad el corazón desbordante de Ignacio encontró eco en el de sus amigos; si no se hiciese mención de estas amistades desfiguraríamos el retrato de nuestro santo. (Hugo Rahner)

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EL ARTE DE LA AMISTAD EN IGNACIO DE LOYOLAJosep Rambla, sj.

INTRODUCCIÓN: LA AMISTAD, ¿UN TEMA MENOR? ..................................................

1. UNA HISTORIA DE AMISTAD .......................................................................................

2. LA AMISTAD EN LA VIDA DE IGNACIO ....................................................................

3. ARTE O MISTAGOGÍA DE LA AMISTAD ....................................................................1. PEDAGOGÍA DE LA AFECTIVIDAD ESPIRITUAL .....................................................2. LOS MEDIOS NATURALES ........................................................................................

CONCLUSIÓN ......................................................................................................................

NOTAS ................................................................................................................................. 29

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En verdad el corazón desbordante de Ignacioencontró eco en el de sus amigos;

si no se hiciese mención de estas amistadesdesfiguraríamos el retrato de nuestro santo.

(Hugo Rahner)

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Dibujo de la cubierta: Eloi Aran Sala • Impreso en papel y cartulina ecológicos •Edita CRISTIANISME I JUSTÍCIA • R. de Llúria, 13 - 08010 Barcelona • tel: 93317 23 38 • fax: 93 317 10 94 • [email protected] • Imprime: Edicions RondasS.L. • ISBN: 84-9730-186-2 • Depósito Legal: B-16.385-2008 • ISSN: en trámite• Depósito Legal: B-7493-07 • Marzo 2008La Fundación Lluís Espinal le comunica que sus datos proceden de nuestro archivo histórico perte-neciente a nuestro fichero de nombre BDGACIJ inscrito con el código 2061280639. Para ejercitar losderechos de acceso, rectificación, cancelación y oposición pueden dirigirse a la calle Roger deLlúria, 13 de Barcelona

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Sin embargo, hace poco, ElisabethMoltmann-Wendel afirmaba: «la amis-tad es una categoría olvidada en la fe yen la comunidad cristiana». Cierto, sehabla y escribe bastante sobre la amis-tad. En la Iglesia y en las comunidadescristianas, el amor y la amistad tienencarta de ciudadanía, pero, a la verdad,no tanto la amistad, a pesar de echar raí-ces en la misma vida y mensaje de Jesús.La amistad no es un asunto con relieveespecial en la reflexión sobre la fe o, porlo general, en las mismas relaciones

dentro de la comunidad cristiana. En elmejor de los casos, parece que se tratade un tema menor para la teología o sim-plemente un sueño o una ilusión en lavida, que deben ser mantenidos al mar-gen de lo cotidiano. Ciertamente, no fal-tan escritos sobre la amistad de diversacualidad y extensión, incluso actual-mente empiezan a abundar. Pero estehecho no quita la impresión de que laamistad sea una materia interesante, pe-ro de supererogación, una especie de lu-jo humano.

INTRODUCCIÓN: LA AMISTAD, ¿UN TEMA MENOR?

La amistad en el cristianismo tiene buenos fundamentos en la vida yla palabra de Jesús. La imagen de Dios-Amor, la vida de los primeroscristianos tal como aparece en los Hechos de los Apóstoles y en algu-nas de las cartas del Nuevo Testamento son buena base para desarro-llar la amistad en la vida de las comunidades cristianas. La historia delcristianismo nos ha dejado un buen legado de amistades notables quehace honor a la humanidad de Jesús a quien cristianas y cristianos tra-tan de seguir: Francisco y Clara de Asís, Jordán de Sajonia y Diana deAndalón, Ignacio de Loyola, Francisco Javier y Pedro Fabro, Teresa deJesús y Jerónimo Gracián, Francisco de Sales y Juana de Chantal, porcitar sólo algunos casos destacados. Sobre la amistad no han faltadoestudios y publicaciones en el mundo cristiano.

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Con todo, no podemos olvidar quela amistad no sólo ha sido objeto deaprecio y de ponderación considerablesa lo largo de la historia, sino también deestudios que muestran su carácter sus-tancial para la existencia humana.Aristóteles, en su Ética a Nicómaco,consideró la amistad como la cosa másnecesaria para la vida. En el tratadoSobre la Amistad, Cicerón mostró cómola amistad es fundamental para la vidapolítica (sí, ¡la política!). Michel deMontaigne, en sus ensayos, se adentraen la amistad desde la vertiente de la ex-periencia psicológica y subjetiva, a di-ferencia de pensadores anteriores quepartían más bien desde la moral o des-de la teología.

La teología actual no hace gran ho-nor a la amistad, aunque al parecer deEberhrad Jüngel, Dios que es amor esprecisamente el objeto de la teología.Con todo, a lo largo de la historia, nofaltan aproximaciones al tema desde laperspectiva de fe cristiana: Tomás deAquino verá en la amistad una dimen-sión teologal, ya que, según él, la rela-ción de amor con Dios es amistad; lateología espiritual ha ofrecido obras clá-sicas como La amistad espiritual deElredo de Rielvaux o el Llibre de l'amice l'amat de Ramon Llull. Recien-temente, aunque no se han prodigado,hemos gozado de algunas obras de va-lor y de interés sobre el tema: Los cua-tro amores, donde C.S. Lewis incluyeun estudio sobre la amistad; Las gran-des amistades de Raïssa Maritain, testi-monio de las notables amistades que de-jaron huella especial en su vida y en lade su marido, Jacques; Sobre la amis-tad, la obra de Pedro Laín Entralgo en

la que nos conecta magistralmente conla historia de las muchas significativasaproximaciones del pensamiento al he-cho fundamental de la amistad humana.

Pero, aunque la amistad sigue ocu-pando un espacio en el mundo de las pu-blicaciones, es muy sintomática la con-fesión de Laín Entralgo a propósito dela primera edición de su obra sobre laamistad: «¿Se me permitirá ser por igualorgulloso y humilde, y decir sincera-mente que me ha entristecido un poco laescasa resonancia de este libro?».

Todo lo que precede confirma, porun lado, la importancia reconocidaconstantemente del tema de la amistad,y, a la vez, el hecho de ser consideradoen la práctica como un estudio relativa-mente secundario, por más que intere-sen las aproximaciones con un carácterpráctico. No es, por tanto, superfluo re-alizar una nueva aproximación al temadesde el campo de la espiritualidad queno ha sido excesivamente generosa a lahora de abordarlo y, muy a menudo, só-lo ha indicado márgenes peligrosos y halevantado señales de alerta.

El estudio del tema que aquí realizoa partir de la persona de Ignacio deLoyola se justifica porque Ignacio fuegran amigo de muchas personas y ayu-dó a crear amigos y poner medios parael crecimiento de la amistad.Ciertamente, sobre la amistad no nosdejó ningún tipo de tratado (cosa que noera muy de su estilo) ni iniciación me-tódica y práctica al estilo de susEjercicios Espirituales, pero el modocómo él captó amigos y cómo cultivó ypromovió la amistad nos permite des-velar en Ignacio un estilo personal deamistad, y una manera de promoverla y

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de desarrollarla que nos legitima a lla-marla “arte de la amistad”. Sin grandeselaboraciones antropológicas o psicoló-gicas formales, ajenas al modo ser delsanto, pero con una notable percepciónprofunda y práctica de la naturaleza delcorazón y de la sensibilidad humana,Ignacio, aunque no nos ofrece una obrateórica de gran calado, sí que, con su vi-da y su manera de proceder, nos iniciaen el camino de una sólida amistad.

En las páginas que siguen presenta-mos primero, cómo vivió la amistadIgnacio de Loyola y cómo la promovió,y, luego, sacaremos algunas consecuen-cias para el cultivo y desarrollo de «lacosa más necesaria para la vida»(Aritóteles). La cosa más necesaria yque merece un tratamiento afinado yaque, como se ha destacado reciente-mente en distintas publicaciones, laamistad es frágil1.

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Desde muy pronto, después de suconversión al apostolado ilustrado, alregresar de su peregrinación a TierraSanta (antes de este viaje renunció a to-do tipo de apoyo humano, incluso al dela amistad), Ignacio se ocupó de bus-car compañeros, propiamente cordia-les colaboradores del proyecto de«ayudar a las almas». Sabemos muybien cómo aquel primer grupo(Arteaga, Calixto, Cáceres, Juanico)no alcanzó el último objetivo de cons-tituirse en una agrupación estable deamigos. Fue «un parto primerizo» al

decir de Alfonso de Polanco. La pri-mera lección que Ignacio nos transmi-tió sobre la amistad fue, así pues, quese trata de un proceso delicado, lento yfrágil.

En cambio, a partir de 1529, enParís, a donde se dirigió, entre otros mo-tivos para buscar compañeros, empiezauna etapa sólida de amistad que será laprimera piedra de la Compañía de Jesús.Pedro Fabro, al rememorar los dones re-cibidos en su vida, da gracias a Dios porlos bienes espirituales y materiales reci-bidos al compartir habitación, en el

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1. UNA HISTORIA DE AMISTAD

Estos últimos años se ha hablado y escrito abundantemente sobre laamistad en relación con Ignacio de Loyola. La expresión «amigos en elSeñor», que aparece únicamente en una de las cartas más antiguas,ha sido la que más a menudo ha centrado los estudios ignacianossobre el tema. Sin embargo, no es que sean muchos los escritos queahonden en cómo vivió Ignacio la amistad y, menos aún, en el modo enque él la fomentaba en sí y en los demás. Por esto, me ha parecidooportuno dedicar una reflexión especial a cómo Ignacio fue el núcleodel grupo de «mis amigos en el Señor» y qué arte, qué mistagogía,empleó para hacer brotar y hacer crecer la amistad.

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Colegio de Santa Bárbara, conFrancisco Javier y particularmente, conIgnacio de Loyola: «Dios quiso que yoenseñase a este santo hombre, y que yomantuviese conversación con él sobrecosas exteriores, y, más tarde sobre lasinteriores; al vivir en la misma habita-ción, compartíamos la misma mesa y lamisma bolsa. Me orientó en las cosas es-pirituales, mostrándome la manera decrecer en el conocimiento de la volun-tad divina y de mi propia voluntad. Porfin llegamos a tener los mismos deseosy el mismo querer»2 .

Cuando diez años más tarde, enRoma, el grupo de amigos se reunía pa-ra deliberar sobre cómo debía ser su fu-turo, se plantearán en primer lugar, an-tes de otras cuestiones, si el grupo debíadisolverse o consolidarse en alguna for-ma de asociación. Decidirán con toda

firmeza no disolverlo, ya que se tratabade una obra que Dios había realizado. Elgrupo de amigos no sólo había madura-do, sino que había adquirido una densi-dad espiritual tal, que en adelante laamistad estará en la base de todas las de-cisiones de futuro que tomará el gruporeunido para deliberar.

Los amigos, a partir de 1540, em-piezan a dispersarse para dar alguna res-puesta a las exigencias apostólicas. Contodo, esta dispersión ocasionada por lamisión no disminuyó la calidad de laverdadera amistad y, a la vez, dejó unaserie de testimonios de cómo lo huma-no es constitutivo de una auténtica ex-periencia de amistad cristiana y espiri-tual. Sigamos, pues, la génesis y laevolución de esta amistad centrándonosen Ignacio de Loyola, núcleo del grupode «amigos en el Señor».

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2.1. Una cuestión previa

De hecho, a partir de los datos quenos ofrece su biografía, podemos dis-tinguir tres aspectos o niveles de laamistad en la vida de Ignacio. En primerlugar, el santo busca compañeros deapostolado. No excluye de ningún mo-do la relación amistosa, pero se preocu-pa sobre todo de ayudar a las ánimas, ypara esto es importante el grupo de com-pañeros. Es el tipo de amistad que lemovió a buscar los primeros compañe-ros de Barcelona y de Alcalá, y luego de

París, aunque de hecho, la relación queacabó estableciéndose, alcanzó el tercernivel del que hablaré luego. Aesta amis-tad con, se le añade la amistad de aque-llas personas que son destinatarias delapostolado. Así, Ignacio trata de hacer-se amigas las personas, de ganárselas,pues el bien que ofrece no es algo quese ha de imponer, sino que se ha de re-cibir como un don, y por tanto ha de aco-gerse desde el corazón, desde una cier-ta amistad. Ésta es una amistad para.Finalmente, en Ignacio se da la amistaden el sentido más estricto del término:

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2. LA AMISTAD EN LA VIDA DE IGNACIO

Al emprender este estudio sobre Ignacio y la amistad, deberíamospreguntarnos cómo entendía la amistad Ignacio de Loyola, qué enten-día por amistad. Nos lo debemos preguntar porque, por un lado, estainclinación a la amistad fue produciendo con el tiempo, sobre todo des-pués de su conversión, frutos de madurez humana y cristiana. Y, porotro, porque no resulta fácil dilucidar la calidad de su amistad cuando,a partir de 1541, su amor ha de pasar por el tamiz que impone su con-dición de Prepósito General, y no siempre se transparenta lo que hayen su corazón ya que, como él mismo confesó, según testimonio deGonçalves da Câmara, «quien medía su amor con lo que él mostraba,que se engañaba mucho»3. Este comportamiento de gobierno amoro-so practicado por Ignacio es la plasmación viva de lo que se expresóen la Fórmula o Regla de la Compañía de Jesús, que el Superior ha deacordarse siempre «de la bondad, de la mansedumbre y de la caridadde Cristo»4.

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la amistad «en el Señor», un modo decompartir lo más profundo de cada unoy en reciprocidad. Esta amistad se darásobre todo entre compañeros jesuitas,pero no exclusivamente entre ellos y,además, aparecerá incluso antes de lle-gar a formalizar compromisos apostóli-cos. Es decir, la amistad no nace sólo delpara y el con del apostolado, sino queen algunos casos sustenta el mismocompromiso apostólico. Y la propiaamistad implica una reciprocidad en elconjunto de aspectos de la vida, tanto enlos más espirituales como en los máshumanos, incluso como en los materia-les.

Dada la riqueza y complejidad queencierra el mismo concepto de la amis-tad, que ha sido objeto de profundos es-tudios -desde Aristóteles pasando porCicerón, Tomás de Aquino, Kant, y asíhasta nuestros días, por citar figurasmuy señeras- aquí me ceñiré al sentidoamplio y elemental, pero avalado por unuso acreditado, del término amigo: «Seaplica, en relación con una persona, aotra que tiene con ella trato de afecto yconfianza recíprocos»5.

2.2 Disposición de Ignacio para laamistad: los años anteriores a laconversión

Se puede decir que en Ignacio hayuna cierta predisposición a la amistad,ya que los mejores testigos de su vidanos hablan de su cercanía con las per-sonas, de su comprensión, de su gran ca-pacidad de relación humana, de su peri-cia para concordar voluntades, de suactitud siempre desinteresada y de subenevolencia. Recordemos sólo algu-

nos testimonios: se dice de él que era de«noble ánimo y liberal»; que en las ba-tallas en las que participó y en todas lasdificultades que vivió «nunca tuvo odioa persona ninguna»; que además desta-caba en «saber tratar los ánimos de loshombres, especialmente en acordar di-ferencias y discordias»6.

Todos estos datos nos hacen ya vis-lumbrar el sustrato humano afectivo deIgnacio, su «exuberante capacidad afec-tiva»7 que se manifestará de distintasmaneras en su polifacética vida y que sehalla en la base del don para captar ami-gos y para cultivar una verdadera amis-tad. Sin embargo, por reacción a su ex-cesiva confianza en sí mismo y en lohumano en general, su primera actitud,después de la conversión, es una ten-dencia a la soledad y a prescindir delapoyo de los demás. Así, en los pensa-mientos espirituales que le embargandurante su convalecencia en Loyola,«ofrecíasele meterse en la Cartuja deSevilla, sin decir quién era para que enmenos le tuviesen»8. Y, cuando está porembarcarse hacia Tierra Santa, no acep-tará ningún compañero: «Y aunque se leofrecían algunas compañías, no quiso irsino solo; que toda su cosa era tener asolo Dios por refugio»9.

2.3. «Amigos en el Señor»Con todo, poco a poco, Ignacio es el

núcleo de una verdadera amistad, por-que aglutina verdaderos amigos en unsentido pleno, humano y espiritual. És-te es el significado de la amistad «espi-ritual» o «en el Señor», una amistad conhondas raíces en el corazón y con unairradiación a todas las zonas de la vida

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personal. Es decir, una amistad plena.En efecto, nadie duda de las hondas ra-íces de fe que tiene la amistad deIgnacio y de sus compañeros.

El testimonio antes citado de PedroFabro es buena prueba de ello. Para ce-ñirnos al primer grupo de verdaderosamigos, hay que recordar que todos, enParís, han practicado los EjerciciosEspirituales, se han confirmado en pro-pósitos de vida evangélica apostólica enMontmartre, han realizado prácticas dedevoción juntos (por ejemplo, las visi-tas periódicas a la Cartuja de Vauvert),y más tarde, ya en Italia, se han entre-gado a la práctica del apostolado. Sinembargo, su vida no se ha limitado a es-to, sino que los amigos se han ayudadoen los estudios y también económica-mente, han compartido comidas y con-versación amable, han vivido momen-tos de trabajo intenso y también desolaz.

La descripción, tantas veces citadade Diego Laínez, sintetiza adecuada-mente este carácter de amistad en elsentido pleno del que estamos hablan-do:

«De tantos en tantos días, nos íba-mos con nuestras porciones a comer acasa de uno, y después a casa de otro.Lo cual, junto con el visitarnos a menu-do y escalentarnos, creo que ayudasemucho a mantenernos. En este mediotiempo, el Señor especialmente nos ayu-dó así en las letras, en las cuales hicimosmediano provecho, enderezándolassiempre a gloria del Señor y a útil delpróximo, como en tenernos especialamor los unos a los otros, y ayudarnosetiam temporalmente en lo que pudi-mos»10.

2.4. La deliberación en común,experiencia de amistad

Conviene resaltar la plenitud de es-ta amistad, que alcanza unos niveles decomunicación tan profundamente hu-manos, que llegan hasta compartir lossentimientos más profundos que son losde la misma experiencia de fe, es decir,los sentimientos más hondamente hu-manos. Por esto, el itinerario de los ami-gos está marcado por continuas delibe-raciones «espirituales» que implican ungrado sorprendente de transparencia deunos con otros. Así, ya antes de los vo-tos de Montmartre (1534), han de deli-berar a fondo sobre su proyecto de vida.Luego, en Italia, antes de las ordenacio-nes sacerdotales de la mayoría de ellos–y supuesta la demora de la peregrina-ción a Jerusalén (que finalmente se frus-tra)–, han de deliberar sucesivamentesobre los siguientes aspectos: su vida depobreza y de oración, la preparación es-piritual para las ordenaciones y prime-ras misas, sus ocupaciones apostólicas,las gestiones para el viaje, la visita alPapa para obtener su aprobación y ben-dición. Una vez cerrada la puerta para laperegrinación, reflexionan sobre el mo-do de ponerse a la disposición del Papa.

Todo esto supone una facilidad parala comunicación profunda, una disposi-ción generosa para la escucha y la com-prensión, una sinceridad sin reservas.

El relato detallado de la larga deli-beración de tres meses en 1539, queconcluyó con la decisión de fundar unanueva orden religiosa, nos transmite unabuena información de la condición hu-mano-espiritual del grupo de amigos:diversidad de países de origen y de pa-receres, y a la vez unidad en el deseo de

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un objetivo único y compartido, deseode buscar medios para resolver el pro-blema planteado, supuesta la inminentedispersión de los pocos miembros delgrupo, búsqueda libre y sincera de la vo-luntad de Dios, comunicación de las dis-tintas vivencias y a veces opuestos pa-receres personales, creación de mediospara afrontar la cuestión más difícil deintroducir la obediencia religiosa en suproyecto de vida, algunas discrepanciasy tensiones solucionadas de modo prác-tico, etc. Todo ello nos revela la madu-rez humana y espiritual del grupo deamigos, «amigos en el Señor»11.

De este modo, se fue realizando unasimbiosis entre la experiencia de fe y laexperiencia humana, que hace máscomprensible la expresión de «amigosen el Señor». Y, debido a esta integra-ción en la amistad de fe y vida, de vidainterior y vida apostólica, «hasta lamuerte del padre amado con todo res-peto, esta amistad fue el alma de todaslas obligaciones canónicas, de obedien-cia que se impusieron a sí mismos, du-rante las inolvidables deliberaciones deVicenza y Roma»12.

2.5. «Mis amigos en el Señor»:Ignacio en el centro del grupo deamigos

Esta plenitud humana de la amistades lo que Ignacio mismo, animador delgrupo de amigos, vivía en sus relacio-nes habituales. Por esto, cuando Ignacioha de ausentarse, se hace sentir lo hu-mano de la amistad que él mismo, pro-motor del grupo de amigos, había fo-mentado y todos «sentían como eslógico la ausencia» de Ignacio, es decir

del que había sido el alma de aquellaamistad. Sin embargo, las raíces espiri-tuales de la amistad junto con este sen-timiento humano seguían vivas, ya queno fallaba el entusiasmo y la perseve-rancia en la realización de sus proyec-tos de vida evangélica13. Es decir, semantenía entre los amigos una auténti-ca amistad humana y espiritual.

Los testimonios sobre el carácter hu-mano de la amistad de Ignacio sonabundantes y coincidentes. Se nos diceque manifestaba tal afecto a la personaque trataba, que se la metía toda enteraen el corazón: «Cuando quería agasajara alguien, le manifestaba una alegría tangrande que parecía meterlo dentro de sualma. Tenía por naturaleza unos ojos tanalegres...»14. Además, todo el mundo sesentía querido por él, porque «siemprees más inclinado al amor, imo tanto, quetodo parece amor; y así es tan univer-salmente amado de todos, que no se co-noce ninguno en la Compañía que no letenga grandísimo amor, y que no juzgueser muy amado del Padre»15.

Aunque por lo general en las expre-siones era muy comedido, Javier nos de-jó un precioso testimonio de la profun-da amistad de que Ignacio era capaz,cuando en una de sus cartas recuerdacon lágrimas en los ojos, cómo le llega-ron al alma las tiernas palabras de suamigo:

«Entre otras muchas santas palabrasy consolaciones de su carta, leí las últi-mas que decían: 'Todo vuestro, sin po-derme olvidar en momento alguno,Ignacio'; las cuales, así como con lágri-mas leí, con lágrimas las escribo, acor-dándome del tiempo pasado, del muchoamor que siempre me tuvo y tiene»16.

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Con toda verdad, Ignacio podrá ha-blar de «mis amigos en el Señor», ya quela amistad que se formó en París tieneuna verdadera paternidad ignaciana.Todos los amigos sintieron pena cuan-do Ignacio tuvo que separarse de ellospara reponer su salud en España; y ex-perimentaron alegría encontrándose denuevo, en Venecia, al cabo de más de unaño17. Cuando Polanco habló de «partoprimerizo» al referirse al malogrado pri-mer grupo de amigos de Ignacio, indicóindirectamente, pero con claridad, el pa-pel de Ignacio en la gestación del grupode amigos. Formados en la escuela de laamistad ignaciana, los compañeros,después de la dispersión de 1540, im-puesta por la prioridad del servicioapostólico, siguen creciendo en esta re-lación profundamente humana.

2.6. El testimonio de la amistadde Francisco Javier: Pedro Fabro

Son testimonio fehaciente de lo queprecede, las letras de Fabro, que pidencon ardor noticias de sus compañeros ydonde se queja de la tardanza en reci-birlas e incluso añora las notas de hu-mor de Simón Rodríguez, dirigidas a és-te y escritas un año antes de su muerte:

«Hermano mío, Mtro. Simón, yo osruego que me escribáis a menudo, puessabéis cuánto holgamos en el Señor convuestras entrañas, con vuestras obras ycon vuestros motetes»18.

Como Ignacio con Pedro Fabro yFrancisco Javier formaron el núcleofuerte de la naciente Compañía de Jesús,es interesante recoger algunos datos quemuestran cómo caló en ellos una hondaamistad.

En las cartas de Javier nos encontra-mos con muestras de una amistad degran hondura humana que desbordan lapura anécdota y son reveladoras de có-mo lo divino se revela en lo humano, ha-ciendo crecer a las personas en humani-dad. El 27 de enero de 1545 escribía asus compañeros de Roma:

«Dios nuestro Señor sabe cuántomás mi ánima se consolara en veros, queen escribir estas tan inciertas cartas.Pero esta virtud tiene la mucha memo-ria de las noticias pasadas, cuando sonen Cristo fundadas, que casi suplen losefectos de las noticias intuitivas. Estapresencia de ánimo tan continua, que detodos los de la Compañía tengo»19.

Parece que Javier tiene muy graba-dos en su corazón a sus compañeros,con sus rostros concretos, y guarda lamemoria viva de todo lo que habíancompartido. La experiencia de Cristo,profundamente arraigada en la expe-riencia humana, no sólo no debilita a laamistad humana, con una especie de es-piritualismo muy poco cristiano, sinoque la consolida y le permite desbordarlos límites espaciales. A fines del mis-mo año, el 10 de noviembre, escribe asía Europa:

«Después, en Malaca, me dieronmuchas cartas de Roma y de Portugal,con las cuales tanta consolación recibí yrecibo (todas las veces que las leo) y sontantas las veces que las leo, que me pa-rece que estoy yo allá, o vosotros, carí-simos hermanos, acá do yo estoy, y si nocorporalmente, saltem in spiritu»20.

El recuerdo, el reavivar la presenciade los amigos, el complacerse una y otravez en sus escritos o palabras, nos ha-blan claramente de una humanidad y de

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una sensibilidad que destacan el carác-ter profundamente humano de unaamistad «en el Señor», como diríaIgnacio. En definitiva, nos hablan de lahumanidad de Dios. Lo que cuentaJavier en la carta escrita el 10 de mayode 1546, refuerza esta impresión y con-vicción:

«Y para que jamás me olvide de vos-otros, pro continua y especial memoria,para mucha consolación mía, os hagosaber, carísimos hermanos, que tomé delas cartas que me escribisteis, vuestrosnombres, escritos por vuestras manospropias, juntamente con el voto de laprofesión que hice, y los llevo conti-nuamente conmigo por las consolacio-nes que de ellos recibo»21.

Lo humano es sensible, y la sensibi-lidad llega hasta la ternura, tanto mássignificativa cuanto Javier es el hombrede los grandes proyectos y de las gran-des osadías. Nada de esto le lleva a des-hacerse de una humanidad llena de sen-sibilidad y de ternura en la amistadmantenida y fomentada.

Pedro Fabro, un espíritu tan fino ysublime, vive también la amistad con re-gistros muy humanos y sensibles:

«El placer, que con ellas [vuestrascartas] nos distes por acá in Xº, yo no lohe escrito ni podría al presente expli-car»22.

Esto lo escribía el 27 de septiembrede 1540. El 17 de noviembre de 1541,en una carta a Ignacio de Loyola, reve-la nuevamente este placer por saber desus amigos:

«[…] el deseo que tenemos acá desaber de vosotros, y por vía de vosotrosde todos los otros nuestros y nuestrascosas; que hasta ahora ninguna cosa sa-

bemos, ni carta vuestra hemos vistodonde Ratisbona»23.

Pasan los años y la madurez espiri-tual de este hombre privilegiado no aho-ga su sensibilidad humana y un tono in-cluso lúdico en su vivencia de laamistad.

Así, por un lado, la amistad tieneprofundas raíces en una experiencia es-piritual compartida y, a la vez, es tam-bién integradora de las distintas dimen-siones de la persona (sensibilidad,necesidades materiales, convivencia,etc.). La amistad vivida por Ignacio ysus amigos coincide, entonces, con laclásica definición de la amistad deCicerón: «Un acuerdo en todas las co-sas divinas y humanas, acompañado debenevolencia y afecto»24. «Mis amigosen el Señor» decía Ignacio y, por los in-dicios que nos permiten descubrir estosamigos, la experiencia de amistad en elSeñor es una síntesis vital, en la que lafe purifica y ahonda lo humano y la di-mensión humana es floración de la ca-lidad de la fe cristiana, que tiene al hom-bre Jesús, Cristo, como centro. Y, dentrodel grupo, Ignacio es el inspirador yguía de esta amistad tan plena.

2.7. Ignacio, Prepósito GeneralSobre la amistad de los primeros

compañeros se ha escrito lo siguiente:«Se puede constatar que la profundiza-ción de su solidaridad común en la fe,va a la par con una disminución de loslazos de amistad en el plano afectivo»25.No creo que esto se pueda afirmar de loscompañeros en sus relaciones anterioresa la fundación de la Compañía. Sin em-bargo, es cierto que, a partir de la fun-

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dación de la Compañía, un nuevo tipode relaciones se impone, tanto entre loscompañeros (dispersos en distintas par-tes del mundo, e integrados en un cuer-po que va acrecentándose con la incor-poración de nuevos miembros), comoentre ellos y el Superior. ¿Querrá estodecir que la antigua amistad desapare-ce? ¿No será ya posible la amistad en eltipo de vida religiosa apostólica que seinaugura? ¿Cómo vive Ignacio esta nue-va situación?

Creo que estas palabras que KarlRahner puso en boca de san Ignacioorientan bien nuestro análisis sobre có-mo fue la amistad de Ignacio, PrepósitoGeneral de la Compañía, y, sobre todo, lade los jesuitas: «Una Orden de ámbitomundial tiene un gobierno central y, portanto, las relaciones entre sus miembrosno pueden regularse sobre la exclusivabase de la amistad y el conocimiento mu-tuos». Y, más adelante, refiriéndose a lacomunidad jesuítica, añade: «Una comu-nidad fraterna que no resulta falsa e in-eficaz, por el hecho de ser sobria y obje-tiva y por exigir de cada uno, en verdad,una cierta renuncia al calor de nido»26.

A partir de estas aproximaciones re-alizadas desde nuestro mundo actual,acerquémonos al Ignacio que apareceen sus escritos y testigos. Eviden-temente, Ignacio deberá conjugar su rolde Superior General con la amistad queexistía con sus antiguos compañeros deParís e Italia. Además, Ignacio como je-suita mantendrá contactos con otras per-sonas no jesuitas, con las que entablauna auténtica amistad. Veamos algo so-bre cada uno de estos puntos.

El Ignacio Superior General eraciertamente sobrio en sus manifestacio-

nes afectivas; era afable, pero no fami-liar, al parecer de Gonçalves daCâmara27. Sin embargo, su manera degobernar no era fría y distante y todo elmundo captaba bien claramente suafecto, como lo certifican las palabrasdel mismo Câmara antes citadas: «Nose conoce ninguno en la Compaña queno tenga grandísimo amor, y que nojuzgue ser muy amado del Padre28. Elrostro alegre de Ignacio sería uno de losdones que facilitaban su relación amis-tosa, Según testimonio de DiegoLaínez, este rostro impresionó de talmodo a un endemoniado que definió asíal santo: «Un españolito pequeño, algocojo, que tiene los ojos alegres»29. Estosojos serían los que manifestaban tal ale-gría al acoger a alguien «que parecíaquerer metérselo en el corazón».

Pasando al afecto a personas con-cretas, recordemos la emoción de Javieral leer las palabras tan cariñosas deIgnacio. En el caso del cofundadorSimón Rodríguez, que causó serias pre-ocupaciones a la Compañía, Ignacio,«se encuentra atrapado entre su amistadcon el antiguo compañero de los prime-ros días y lo que él cree que es su deberde General»30. El mismo Ignacio narraen su relato autobiográfico cómo, du-rante su estancia en Vicenza y estandoenfermo con fiebre, se fue a visitar a suamigo Simón, grave a punto de muerte,que estaba en Bassano. Y Fabro, que leacompañaba, no podía seguir el paso deIgnacio que andaba con toda premura.Y dice el mismo Ignacio: «Al llegar aBasano el enfermo se consoló y en se-guida se curó»31.

Este afecto y delicadeza, los mues-tra también más tarde, en medio de los

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conflictos donde Simón sumió aIgnacio. Éste, como Superior, debíamantener el espíritu de la Compañía, so-bre todo en la dirección de la formacióny apostolado, que el comportamientodel jesuita portugués ponía en peligro.A pesar de mantenerse firme en sus de-cisiones respecto a Simón Rodríguez enatención al bien común de la Compañía,le manifiesta a su vez una extrema deli-cadeza, procura complacerle conce-diéndole que deje Barcelona y regrese aPortugal a sus aires naturales, en otraocasión le deja escoger el lugar de resi-dencia, y manda reservarle la mejor ha-bitación en la casa de Roma. Todo estoacompañado de las más hondas mues-tras de cariño: «A ninguna criatura delas que están en la tierra doy ventaja enel amaros y desearos todo bien espiri-tual y corporal»32. Simón, en medio delas vacilaciones y resistencias a la obe-diencia, reconoce las delicadezas delsanto y, ya a distancia de los hechos, re-cuerda con cariño un afecto tan hondo ytierno y, de modo especial, la visita tanexcepcional de Ignacio a Bassano, don-de Simón estaba a punto de muerte33.

De ordinario, Ignacio, como Supe-rior, seguía fielmente lo que él dejó es-tampado en los Ejercicios Espirituales:«El amor se debe poner más en las obrasque en las palabras»34 y por esto expre-saba su afecto con gestos y reaccionesmuy variadas. Veamos algunos ejem-plos de estas muestras de amor: Congran delicadeza deseaba dar gusto a loshermanos, de modo que al tomar unadecisión procuraba que ésta fuese lomás acorde con sus preferencias35; evi-taba guiarse por sus inclinaciones natu-rales hacia algunos, por tanto, si trataba

algún asunto importante en el que la de-cisión podía interpretarse como acep-ción de personas, la sometía a la elec-ción de otros36; pedía que le informasensobre el número de jesuitas en el mun-do y hasta de los mínimos detalles de lavida de los hermanos, sus costumbres ymodos de comer y de vestir en Portugaly en la India, hasta tal punto que, parahacer entender el mucho interés que te-nía por conocer la vida y circunstanciasde sus hermanos, deseaba saber «cuán-tas pulgas les muerden cada noche» asus hermanos37; sabía también apreciary reír con humor los comentarios o epi-sodios jocosos de la vida comunitaria38;tenía especial cuidado en acoger a losque venían de otras partes39; el interéspor conocer la vida de los jesuitas y porayudarles se manifestaba especialmentecon los más jóvenes a quienes rodeabade delicadezas y atenciones40.

Si en su función de Superior religio-so, que buscaba la madurez espiritual detodos, a veces tenía un rigor con sus ma-yores amigos, esto se debía, y así lo en-tendían ellos, a que quería forjarlos pa-ra las duras tareas que comporta untrabajo evangélico por el reino deDios41. Y, en general, se las ingeniabapara no dar ocasión «a ninguno de laCompañía para pensar que le tenía enmenos estima»42.

Finalmente, si queremos disipar to-da duda sobre cómo Ignacio valoraba laamistad entre jesuitas, valga esta obser-vación de Câmara: «Hacía grandes elo-gios del Padre Olave cuando hablabacon el padre Polanco, o del PadrePolanco cuando hablaba con el PadreOlave, porque sabía que eran muy ami-gos entre sí»43. Así podemos compren-

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der lo que Ignacio entendería por lasamistades particulares, tan denostadasen siglos posteriores. Se trataría deaquel tipo de amistad que hace diferen-cias injustas con los demás y que se cie-rra en un mundo hermético. Por esto,podría decirse que para Ignacio, la amis-tad particular, «es un problema de justi-cia y no de afectividad»44.

2.8. Amigos no jesuitasYa desde los días de Manresa, por lo

menos una vez pasadas las semanas desoledad, de intensa penitencia y de ten-siones espirituales, rodea al santo unadevoción con rasgos de amistad45. EnBarcelona, durante las primeras sema-nas antes de embarcarse para TierraSanta y sobre todo a la vuelta, se formanalrededor de Íñigo algunos círculos deamistades, entre las que destacan algu-nas personas como el arcediano JaumeCassador, Inés Pascual (conocida yadesde Manresa) e Isabel Roser. La amis-tad iniciada con el arcediano Cassadorse muestra en el deseo que Ignacio ma-nifiesta de verle, antes de empezar cual-quier actividad posible en España:«Acabado mi estudio, que será de estacuaresma presente en un año, espero deno me detener otro para hablar de la pa-labra [de Dios] en ningún lugar de todaEspaña, hasta en tanto que allá nos ve-amos, según por los dos se desea»46. Yen la misma carta Íñigo («de bondad po-bre», como se define a sí mismo) resu-me la intensa amistad que le une a per-sonas de Barcelona: «Me parece, y nodudo, que más cargo y deuda tengo a es-ta población de Barcelona que a ningúnotro pueblo de esta vida»47.

Su estela de amistades va creciendopoco a poco. Por ejemplo, poco despuésde partir de Barcelona en 1526, Ignaciohabla de un doctor «muy amigo suyo»48.Sin embargo, las relaciones de Ignaciocon personas que no son jesuitas cons-tituyen un campo amplio y casi inex-plorado, a no ser por las aportacionesmuy valiosas, aunque fragmentarias deHugo Rahner. Rahner enumera una lar-ga lista de corresponsales de Ignacio,con quienes el santo parece haber teni-do verdadera amistad, y llega a afirmar:«En verdad el corazón desbordante deIgnacio encontró eco en el de sus ami-gos; si no se hiciese mención de estasamistades desfiguraríamos el retrato denuestro santo»49.

Entre estas amistades, Hugo Rahnerha estudiado la notable correspondenciacon mujeres, entre las cuales destacanverdaderas amigas. Este conjunto de car-tas es, dentro del epistolario ignaciano,de un volumen tan considerable que lashace particularmente significativas. Enellas, aunque se trata de un asunto que es-tá por lo general relacionado con el apos-tolado, con los acontecimientos persona-les o familiares, se trasluce un afecto yuna cordialidad propios de verdaderaamistad.

El estilo con que se expresa la amis-tad responde al carácter sobrio y a la edu-cación cortesana de Ignacio50, pero en elfondo de esta amistad reluce aquel amorde Dios que hace más limpia y profundala relación humana. Como dice tambiénHugo Rahner: «Se podría pensar que suamor por estas nobles señoras es un últi-mo momento de la transfiguración delamor caballeresco que, según confesiónpropia, el joven gentilhombre de Arévalo,

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sentía hacia una mujer, no condesa, ni du-quesa, mas era su estado más alto que nin-guno destos»51.

Una muestra del tono de profunda ysincera amistad con que se expresaba elsanto son estas palabras de una carta aIsabel Vega: «A quien tengo y tendrésiempre tan dentro de mi ánima, que enninguna cosa, que fuese de servicio yconsolación alguna en el señor nuestrode V. Señoría, querría ni podría faltar se-gún mis pocas fuerzas»52.

Auna tal María, a quien él llama «mimuy querida hermana en Cristo nuestroSeñor» y cuya identificación todavía nose ha conseguido, le escribe en un tonode amistosa queja: «Bien parece quemás estáis en mi ánima que yo en lavuestra, pues pienso que la misma razóntenéis de acordaros de mí»53. Ignacio lepide su ayuda para sus amigos de París,que han de partir para hacer la peregri-nación a Tierra Santa y espera que laamistad se traduzca en obras.

Finalmente, Íñigo, que a lo largo delos años de peregrinación compartió lavida de muchos pobres y, ya en Roma,acogió a varios centenares en la Casade la Compañía, piensa que cultivar laamistad de los pobres es una de las for-mas más privilegiadas de amistad, yaque «la amistad de los pobres hace queseamos amigos del rey eterno»54, comose expresa en la famosa carta, que porcomisión suya, escribió su secretarioPolanco.

Se puede concluir que, a pesar deque en la amistad de Ignacio pudierandescubrirse distintos grados o niveles yque esta amistad no era siempre recí-proca, era una amistad profunda quearraigaba en un amor verdadero y au-téntico, afectiva puesto que se manifes-taba mediante una viva actitud de aco-gida humana y era una amistad sobriaen sus expresiones, de acuerdo con laeducación y las distintas circunstanciasde la vida de Ignacio.

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Antes de entrar en este campo del ar-te y pedagogía ignaciana de la amistad,se imponen unos presupuestos. En pri-mer lugar, para Ignacio, Dios tiene laprimacía en todo y es el centro de atrac-ción de todas las cosas, es el medio di-vino integrador de todo. Por tanto, tam-bién la amistad, por lo menos en unsentido pleno y auténtico, tiene en Diossu centro o polo de atracción. En se-

gundo lugar, hay que afirmar que estaprimacía de Dios no implica ningunaforma de dualismo y menos de elimina-ción de lo humano, ya que para Ignacio,el Dios comunicado en Jesucristo es unDios autor de la naturaleza y de la gra-cia, al cual servimos y damos gloria,cuando respetamos ambas esferas, queen él tienen su origen y punto de con-vergencia55. Y, en tercer lugar, no olvi-

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3. ARTE O MISTAGOGÍA DE LA AMISTAD

Henri Brémond afirmó, hace ya años, que los Ejercicios son la auto-biografía ignaciana elaborada pedagógicamente. En lo que se refiere ala amistad, no podemos sostener que Ignacio haya elaborado unapedagogía, pero es cierto que su experiencia personal le ayudó, comohemos visto, a conducir a otros hacia la verdadera amistad. Puede,pues, bien decirse que el autor de los Ejercicios Espirituales, granpedagogo y mistagogo, también lo es de la amistad, un arte que nece-sita algún tipo de adiestramiento.

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demos que al hablar de amistad nos re-ferimos a una realidad que es totalmen-te gratuita y que por lo tanto, se puedenofrecer vías para que nazca y para ali-mentarla, pero no puede ser producidade modo infalible por ningún medio.

Teniendo en cuenta estos presu-puestos, podemos distinguir en este ar-te ignaciano de la amistad dos aspectosestrechamente unidos, aunque diferen-ciados: por un lado, el uso de mediosmás explícitamente evangélicos o de fey, por otro lado, el recurso a medios na-turales. Y lo primero que Ignacio nosdiría es que la amistad tiene un proce-so lento y que es muy frágil. Esto es loque le enseñó la experiencia de la rela-ción con el primer grupo de compañe-

ros que reunió ya en Barcelona y que leacompañaron en Alcalá y enSalamanca. Cuando en Roma, hacia elfinal de su vida, se interesa por ellos yhace un cierto balance de su historiaposterior, el resultado no es muy bri-llante. Quizá también podría aplicarse ala amistad, lo que Ignacio decía de susestudios antes de ir a París: «Porque,como le habían hecho pasar adelante enlos estudios con tanta prisa, hallábasemuy falto de fundamentos»56. Este fun-damento de la amistad, lo pondría másadelante con los Ejercicios Espirituales,ciertamente realizados de manera com-pleta, pues mediante ellos ganó a Fabroy Javier57. Y lo mismo cabe decir de losotros amigos.

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1.1. Experiencia afectiva de DiosSe ha repetido muchas veces que los

Ejercicios de san Ignacio son una peda-gogía de la afectividad, incluso «una es-cuela superior del amor de Dios». Eldoctor Contarini halló en Ignacio «unmaestro del amor» y en los Ejerciciosuna nueva teología, la teología del co-razón. Fabro, por su parte, al darEjercicios al teólogo Cochleus, consta-tó la alegría de éste porque había en-

contrado finalmente «un maestro delcorazón».

Ya en el Principio y Fundamento, demanera discreta, pero real, se orienta alejercitante en el sentido del amor: por-que el hombre es criado «para», es de-cir, en orden a vivir una vida relacional,en la gratuidad, en el respeto y en el ser-vicio al Otro. Esto equivale a decir queel sentido de la existencia humana se ha-lla en el amor. En esta orientación de la

1. PEDAGOGÍA DE LA AFECTIVIDAD ESPIRITUAL

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vida, la persona humana ha de encontrarsu salvación, es decir, la plenitud de suexistencia, «salvar su ánima».

A lo largo de la experiencia de losEjercicios Espirituales, el que los hace,trata de practicarlos desde el centro desu persona, incorporando toda su activi-dad imaginativa e intelectual, pero has-ta llegar a «sentir y gustar internamen-te» (Ej 2). Por lo mismo, la actitudafectiva es la que ha de privar y vivirsecon mayor delicadeza, puesto que es lamanera de alcanzar una más íntima re-lación con Dios (cf. Ej. 3). Además, to-das las contemplaciones de segunda,tercera y cuarta semana se dirigen a unarelación profundamente afectiva, deverdadera amistad, con el Señor, cono-cido, amado, seguido hasta una compe-netración en su dolor y gozo. Y todos losEjercicios en su conjunto ayudan a dis-ponerse para alcanzar aquella comuni-cación íntima, immediate, con Dios,hasta dejarse abrazar por él (cf. Ej 15).Así, la mistagogía de los EjerciciosEspirituales se sitúa en la perspectiva dela alianza amorosa de Dios con el ejer-citante.

No es de extrañar que en momentosimportantes de los Ejercicios, aparezcala amistad en sus mismos términos oequivalentes. Muy al comienzo de la ex-periencia, al describir el «coloquio» (Ej54), Ignacio lo presenta como la rela-ción entre dos amigos: «Así como unamigo habla a otro». La misma palabrareaparece en el ejercicio de las dosBanderas al mostrar a Jesús que a todossus siervos y amigos «a tal jornada en-vía, encomendándoles que a todos quie-ran ayudar» (Ej 146). Nuevamente, enla cuarta semana, al presentar el oficio

de consolar que realiza el Resucitado,dice que se ha de comparar «cómo unosamigos suelen consolar a otros» (Ej224). Finalmente, aunque la expresiónusada es la de «amante», en la contem-plación para alcanzar amor se explica elproceso de reconocimiento de los donesde Dios y la consecuente corresponden-cia a estos dones mediante la experien-cia del amor y de la amistad: «El amorconsiste en comunicación de las dospartes, es a saber, en dar y comunicar elamante al amado lo que tiene, o de loque tiene o puede, y así, por el contra-rio, el amado al amante» (Ej 231)58.Estos cuatro pasajes están llenos de sig-nificación humana y espiritual.

En efecto, la amistad no sólo ilumi-na, sino que constituye de hecho la mis-ma experiencia de cuatro realidades tanimportantes de la vida cristiana comoson la oración, el apostolado, la relaciónpersonal con Cristo y la alianza conDios experimentada en la vida. Ignaciose anticipa a santa Teresa de Jesús alpresentar la oración como una relaciónde amistad «como un amigo habla aotro» y así los Ejercicios Espiritualesadiestran en esta vivencia de amistad, yaque recomiendan en cada ejercicio ter-minar con un coloquio, que es la mane-ra de relacionarse amistosamente con elSeñor. En el ejercicio de las Dos bande-ras, los apóstoles que Jesús envía son«amigos» y el apostolado se convierteen una relación de amistad para «ayu-dar».

Además, el Resucitado se hace ac-cesible en actitud de consolador, lo másparecido a como los amigos se consue-lan unos a otros, y así se vive la relaciónpersonal con Cristo en forma de amis-

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tad. Y la contemplación para alcanzaramor que prepara al ejercitante para pro-longar en la vida la experiencia espiri-tual de los Ejercicios, le dispone a con-vertir el conjunto de su existencia en undescubrimiento agradecido de la abun-dancia de dones de Dios en la vida y desu entrega gratuita y, por consiguiente,a transformarla en una relación de res-puesta amorosa al Señor. Una relaciónque habrá de vivirse en los hechos másque en las palabras. La amistad, pues, sehalla en el corazón de la vida cristiana,según la pedagogía espiritual de Ignaciodesarrollada en los Ejercicios Espiritua-les. Ignacio, al hablar de sus primerosamigos de París, indica de manera su-bliminal la relación entre la amistad ylos Ejercicios: «Por este tiempo conver-saba con Maestro Pedro Fabro y conMaestro Francisco Javier, a los cualesganó después para el servicio de Dios,gracias a los Ejercicios»59.

1.2. «Que Cristo se vayaformando en vosotros»1.2.1. Contemplar

La divino-humanidad de Cristo vaconfigurando al ejercitante a lo largo dela experiencia espiritual de losEjercicios. Efectivamente, la constantey «repetida» relación con el Señor yadesde el primer coloquio de la primerasemana y luego en las restantes se rea-liza con un modo de contemplación queinvita a la inmersión plena en la vida delSeñor, desde lo más exterior y humanohasta su misma intimidad. Las incesan-tes repeticiones ayudan a que el ejerci-tante progrese más en la conformaciónde toda su vida, en todas sus dimensio-

nes, según el Señor. Los Ejercicios prac-ticados con este proceso y con este mo-do de proceder son, pues, una mistago-gía para que el ejercitante en su vidadiaria, fuera de Ejercicios, haga presen-te al Señor, sea testigo de su vida, amecomo él ha amado, con corazón de hom-bre y como revelación del Padre. La vi-da de una persona que hace los ejerci-cios según el modo ignaciano puede seruna vida profundamente humana, comola de Jesús, y hondamente epifánica, co-mo la de Cristo, mediante una amistad«en el Señor».

1.2.2. Orar «sobre las potencias delánima» y «sobre los cinco sentidoscorporales»

A este mismo proceso transforma-dor de las semanas de Ejercicios, ayudauna de las maneras de orar, que propo-ne como parte integrante de losEjercicios Espirituales, orar «sobre laspotencias del ánima» y «sobre los cincosentidos corporales» (Ej 246-248; cf. 4),ya que es un recurso oracional paraguiarse en el uso de estas capacidadeshumanas por la manera humana de vi-virlas el mismo Jesús. En el fondo, setrata de incorporar en la propia vida, lamanera de sentir de Jesús (sus recuer-dos, sus pensamientos y valores, susafectos y opciones) y su manera de re-lacionarse (mirar y ver, escuchar y dia-logar, tocar, la sensibilidad, los gustos yla manera de percibir y gozar de la na-turaleza y las personas). Todo esto cons-tituye una rica orquestación del mundointerior y de la relación con el exteriordel ejercitante, que tiene una capital im-portancia en el desarrollo de una verda-dera amistad en la que lo humano y lo

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espiritual se integren en una auténticamadurez.

Y, en este proceso de una madura in-tegración, hay que tener en cuenta que,para Ignacio, los sentidos son las puer-tas de la persona, porque a través deellos expresamos nuestro mundo inte-rior y, a la vez, también a través de ellos,dejamos que nos penetre el mundo ex-terior. De aquí que se deba poner unaatención especial en custodiar bien estapuerta, como forma privilegiada deabertura a los demás. En las Constitu-ciones de la Compañía escribe: «Todosguardarán especialmente las puertas desus sentidos de todo desorden (en parti-cular los ojos, los oídos y la lengua)»60.

Quizá no siempre somos conscien-tes de que unos Ejercicios bien practi-cados son un camino de auténtica hu-manización, al estilo de Jesús. Y en estahumanización, se da una verdadera sim-biosis, una cierta unión hipostática, delo humano y divino, propio de la verda-dera concepción cristiana en la que es-tas dos dimensiones no se yuxtaponen.

1.3. «La unción del Espíritu Santo»El n. 414 de las Constituciones de la

Compañía de Jesús aporta notable luz altema de la relación humana madura queecha sus raíces en la acción del Espírituen nuestros corazones:

«Aunque esto [el modo de compor-tarse un miembro de la Compañía en susrelaciones humanas] sólo lo puede en-señar la unción del Espíritu Santo […],se pueden ofrecer algunos consejos».

Este texto, que se refiere a la for-mación de los jesuitas para el aposto-lado, indica que se ha de prestar aten-ción al modo de tratar a las personasque, de ordinario serán muy variadas(sexo, carácter, país, cultura, etc.). Aunconcediendo que convendrá dar algu-nas orientaciones para proceder bien enesta relaciones, se afirma que la guíafundamental ha de ser la unción delEspíritu Santo. Es decir, para Ignacio,la relación verdaderamente humana hade proceder de una raíz profundamen-te divina, pero ésta, a su vez, se mani-fiesta en lo humano de nuestras vidas,de modo que lo divino de nuestra con-dición no suple la atención que debe-mos prestar a lo más estrictamente hu-mano y, por tanto, también hay queponer medios naturales.

Por tanto, la mistagogía ignacianaque acabo de exponer nos acerca más alsentido pleno, integrador de lo humanoy lo divino, que se expresa en la frase«mis amigos en el Señor». Como diceHugo Rahner, después de hablar de laamistad de Ignacio: «Su figura humanano necesita ningún dorado. Su humani-dad irradia desde el interior, porque sucorazón estaba lleno del resplandor dela humanidad de Cristo nuestroSeñor»61.

Ignacio se hallaría en sintonía con laafirmación tan diáfana de Elredo deRieval: «La amistad nace en Cristo, enCristo crece y por él se plenifica»62. Y,todavía más, glosando la expresión de laprimera carta de Juan: «Dios es amis-tad»63.

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No consta que Ignacio conociese laobra clásica sobre La amistad espiritualde Elredo de Rieval. Tampoco tenemosconstancia explícita de que Ignacio re-curriese a la obra de Cicerón, de tantainfluencia en la tradición cristiana, Deamicitia o a los capítulos más antiguosde Aristóteles sobre la amistad en la Éti-ca a Nicómaco, aunque es muy proba-ble que tuviese conocimiento directo deestos escritos durante sus estudios en laUniversidad de París. En cualquier ca-so, como he dicho más arriba, en el cam-po de la amistad no desarrolló una ini-ciación práctica al estilo de la queelaboró en los Ejercicios, para los cua-les, además de su experiencia personal,ciertamente se sirvió de otras lecturas yconocimientos. Por tanto, parece inútilbuscar influencias o dependencias deautores o teóricos de la amistad. Másbien, sus cualidades personales para larelación amistosa y su sentido pedagó-gico y práctico son las fuentes de don-de nacía su arte de la amistad, es decir,los «medios naturales» con los cualeslos hombres respondemos a Dios que«pide colaboración de sus creaturas»64.

2.1. El amorEl punto de partida de este arte es el

verdadero amor a la persona. Si no separte de esta actitud fundamental todorecurso humano es pura estrategia o qui-zá manipulación. El amor se expresaba

en la extraordinaria afabilidad deIgnacio: «Esta afabilidad se manifesta-ba en que, cuando encontraba por la ca-sa a algún Hermano, le mostraba un ros-tro tan risueño y le acogía tan bien, queparecía quererle meter en el alma. Contodos cuantos llegaban o iban de cami-no comía la primera o última vez, des-pidiéndose de cada uno con muchoamor»65.

2.2. Compartir lo espiritual y lomaterial

Desde esta disposición inicial y fun-damental, el compartir es un paso indis-pensable, sobre todo cuando la convi-vencia o cercanía física lo permiten.Todos los testigos nos hablan de la co-munidad de bienes que reinó en París yluego en Italia. La ayuda espiritual queIgnacio ofrecía con sus conversaciones,con sus orientaciones en la vida espiri-tual, y más tarde con los EjerciciosEspirituales, era una puerta de entrada ala amistad. Por este camino fue creandoa su alrededor vínculos afectivos. Estaayuda espiritual iba acompañada de laayuda material a los compañeros, pres-tándoles ayuda económica, sirviéndosede las limosnas que recibía deBarcelona, o que más tarde recogía ensus desplazamientos veraniegos aFlandes y Londres. Ayuda también, noexenta de picardía, es la que Ignacio leprestaba al resistente Javier, procurán-

2. LOS MEDIOS NATURALES

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dole alumnos para sus clases. Pero sedaba la reciprocidad, ya que Ignacio, es-tudiante veterano, recibía apoyo de suscompañeros en los estudios. Inclusocuando al final de la etapa parisiense,Ignacio decide regresar a su tierra parareponerse de su salud a instancias de loscompañeros, éstos le procuran el caba-llo para el viaje. Él, a su vez, visita a lasfamilias de los compañeros en distintaspoblaciones de España66. En buena sín-tesis, Alfonso de Polanco, después dehablar del primer modo mediante el cualcreció la amistad, es decir, el compro-miso espiritual y apostólico de Mont-martre, añade:

«El segundo medio para la conser-vación de estos compañeros fue el tratomutuo y la frecuente comunicación en-tre ellos. Porque, aunque no vivían enun mismo lugar, unas veces en casa deuno, otras en casa de otro, solían comerjuntos con caridad, y se ayudaban unosa otros en las cosas espirituales y tam-bién las temporales y, de este modo, sealimentaba y crecía entre ellos el amoren Cristo»67.

2.3. Comunicación: conversacióny cartas

De modo especial, la amistad pro-gresaba por esta forma privilegiada decompartir que es la comunicación de pa-labra o por escrito. En los encuentrosque acabo de mencionar, es evidenteque la conversación y diálogo entre loscompañeros tenía una parte muy impor-tante. Sin embargo, no toda comunica-ción tiene aquel grado de profundidadque, según santo Tomás, caracteriza laverdadera amistad, la comunicación de

las vivencias más íntimas personales:«Es verdadero signo de amistad que elamigo revele a su amigo los secretos desu corazón. Porque como los amigos tie-nen un solo corazón y una sola alma, noparece que el amigo ponga fuera de sucorazón lo que revela al amigo»68. Deaquí que un síntoma de la facilidad yprofundidad que los amigos ignacianoshabían alcanzado en la comunicación esla práctica de la deliberación en comúnque realizaron repetidas veces, en París,en Venecia, en Vicenza, en Roma.Deliberar en común para buscar la vo-luntad de Dios sobre el grupo y tomardecisiones compartidas supone unatransparencia de unos con otros y unafacilidad de comunicación que abarcatodos los niveles de la vida personal,desde los más sencillos de lo cotidianohasta las vivencias más hondas de la fe.La amistad de los compañeros iba pro-gresando con la «comunicación de to-das sus cosas y corazones», se nos dice.Y esto, «con suavísima paz, concordiay amor»69.

Esta comunicación se mantenía me-diante la correspondencia, cuando lasdistancias les separaban, como hemosvisto anteriormente en los casos deFabro y Javier.

Más tarde, cuando escriba lasConstituciones de la Compañía deJesús, Ignacio aconsejará como medioque contribuye mucho a la unión de losjesuitas «la mucha comunicación»70.Puesto que la vida de los jesuitas, con-sagrada a menudo a trabajos en lugaresmuy distantes y en horas muy distintas,no permite los frecuentes encuentros deoración, ni la vida ordenada de un mo-nasterio, «se ha podido decir que la co-

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rrespondencia es de algún modo la li-turgia que celebran los jesuitas»71.

2.4. Respeto exquisito a loshermanos

La actitud de respeto práctico queIgnacio tenía hacia todos es fundamen-tal para el progreso de la amistad y ve-mos que nadie se podía sentir juzgadopor él. Llamaba la atención que teníauna «gran simplicidad en el no juzgar aninguno y en interpretarlo todo abien»72. «Nuestro Padre de todos dicesiempre bien»73. Y, además: «El Padrenunca cree nada de lo que le dicen enmal de otro y, si acaso, pide que se locomuniquen por escrito»74. Y esta acti-tud de interpretar siempre bien las cosasde los demás era tan notable y tan deldominio común que, según Ribade-

neira, «son ya como un proverbio entrelos que le tratan las interpretaciones delPadre excusando faltas ajenas»75.

La amistad se manifiesta también yse fomenta con los mil detalles, comolos ya vistos más arriba en la maneraque Ignacio tenía de relacionarse consus hermanos. Puesto que no es precisoinsistir más en dichos detalles, terminoeste capítulo sobre los recursos huma-nos de la amistad, recordando lo que di-ce Câmara sobre el modo propio deIgnacio para fomentar el afecto de sushermanos: «1º La gran afabilidad delPadre. 2º El gran cuidado que tiene dela salud de todos, que es tan grande, quecasi no se puede alabar como se mere-ce. 3º El Padre tiene tal modo de proce-der que las cosas de que se puede herirel súbdito, nunca se las dice, a no ser pormedio de otro»76.

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La historia confirma esta especialcapacidad de la pedagogía espiritual ig-naciana para desarrollar la amistad yafectividad. Ya hemos dicho que losEjercicios se han entendido desde susorígenes como una pedagogía afectiva odel corazón y, como consecuencia, lateología de los Ejercicios de san Ignacioes considerada como theologia cordis.Además, por otro lado, se ha afirmadoque el humanismo, que marca la peda-gogía de la Compañía de Jesús, es «elhumanismo del corazón» (FrançoisCharmot), contrapuesto al de la purainteligencia o de los conocimientos.Sirvan estas constataciones como indi-cios del peso que han dejado lo afectivoy la dimensión de la amistad en el que-hacer de la Compañía, continuadora dela obra inicial de los primeros amigos enel Señor, pues «Dios se nos comunicacomo un amigo».

Sin embargo, para terminar con unaconfirmación de todo lo que precede,quiero hacer mención de dos episodiospersonales y significativos de la historiade la Compañía de Jesús, Compañía queJavier definió como «Compañía deamor»: el apostolado de la amistad deMateo Ricci y la mística de la amistadde Egide van Broeckhoven.

Mateo Ricci es bien conocido por suapostolado pionero de la inculturación ydel diálogo intrareligoso, como llamarí-amos hoy a su empeño apostólico, en elmundo muy selecto de la China.Matemático, astrónomo, lingüista, pen-sador y pastoralista valiente, se con-quistó un prestigio notable en la capitalchina, en la corte, donde recibió un in-discutido reconocimiento y todo tipo dehonores científicos. Ricci, en medio desu apostolado intenso y comprometido,escribió una obra sobre la amistad, uno

CONCLUSIÓN

De acuerdo con el análisis que ahora concluimos, el arte ignaciano dela amistad es un caso particular de la pedagogía espiritual propia deIgnacio, en la cual la integración de la dimensión de la fe y la dimensiónnatural, es una parte esencial. Quien siga esta iniciación espiritual avan-zará en el camino de una amistad con los amigos con una fuerza divina,y de un amor a Dios con hondo calor humano.

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de los obsequios más apreciados por lafamilia real, y llegó a reconocer que laamistad le había abierto más puertas enla China que su saber y su ciencia:

«Esta Amistad me ha dado más cré-dito a mí y a Europa que todo lo que hehecho. Porque las otras cosas dan cré-dito de cosas mecánicas o de obras ma-nuales o de instrumentos, pero ésta dacrédito de cultura, de ingenio, de vir-tud. Por esto, la obra ha sido leída y re-cibida con grande aplauso y ya se estáimprimiendo en dos lugares distin-tos»77.

En cuanto a Egide, jesuita obreromístico, muerto en plena fábrica (1967),tenemos el testimonio fehaciente de susescritos íntimos que nos revelan cómosu privilegiada experiencia de la santí-sima Trinidad está del todo mediada porla experiencia avasalladora de la amis-tad humana. Esta identificación de la vi-vencia del misterio de amor de las per-sonas divinas y de la relación amistosahumana es lo que lleva a Egide a deci-dirse definitivamente por la mística ig-naciana de hallar a Dios en lo concretode la vida humana, superando así la du-da de si su vida debía inclinarse hacia laCartuja. La amistad y la amistad con lospobres centran las hondas gracias mís-ticas de Egide. Con referencias a la ex-periencia del Sinaí, clásica en la litera-tura mística cristiana, Egide noscomunica su vivencia de Dios en laamistad, en las amistades concretas:

«El lugar donde hallamos a Dios, lazarza ardiente, es el mundo de hoy y, ensu corazón, todas las amistades...»78.

Para Egide, la amistad verdadera-mente humana es espiritual y ésta es

siempre hondamente humana79. En con-secuencia, el núcleo del apostolado ydel anuncio activo del Reino es paraEgide la amistad: «el apostolado es laamistad»80.

No sería, así, nada ajena a su expe-riencia la expresión ignaciana “mis ami-gos en el Señor” y, por esto Egide, quemuy posiblemente no llegó a conocerla,nos ofrece una excelente aproximacióna su sentido, cuando escribe:

«Si tuviéramos la osadía de ver ver-daderamente lo divino en la floración delo humano, amaríamos a los hombres, anuestros amigos, a nuestro trabajo, al ar-te, etc., con un ímpetu divino y a Dioscon una espontaneidad humana. Peronos paramos continuamente en nuestroamor humano por lo que consideramosamor a Dios y en nuestro amor a Diospor lo que consideramos amor huma-no»81.

Que estas sumarias referencias a laexperiencia apostólica y espiritual deunos jesuitas representativos de doscampos importantes del apostolado dela Compañía sirvan para corroborar có-mo la amistad que Ignacio cultivó en«mis» amigos dejó un sello en la vidaposterior de la Compañía y, cómo a suvez, la experiencia y el arte ignaciano dela amistad es fuente inspiradora de ver-dadera amistad humana para aquellaspersonas, jesuitas o no, que beban de laespiritualidad ignaciana. Esta tradición,mantenida hasta hoy, tiene sin duda suraíz en los Ejercicios ignacianos queculminan en la experiencia del Cristopresente hoy que sigue haciendo el ofi-cio de consolar como un amigo, con-suela a su amigo.

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1. El texto de este cuaderno EIDES-AYUDAR esfundamentalmente la intervención en el colo-quio «L'amitié spirituelle», tenida en el CentreSèvres - Facultés Jésuites de Paris, los días 13y 14 de octubre de 2006 y publicada porMédiasèvres 2006, en Cahiers de Spiritualité,138.

2. Memorial 7-8, en En el corazón de la Reforma.«Recuerdos espirituales» del Beato PedroFabro, S.J., introducción, traducción y co-mentarios por Antonio Alburquerque, S.J.,Bilbao - Santander, Mensajero - Sal Terrae,colección MANRESA, 7-8, pág. 115-116.

3. Memorial, 105, en Recuerdos Ignacianos. Me-morial de Luis Gonçalves da Càmara, versióny comentarios de Benigno Hernández Montes,Bilbao-Santander, 1992, Mensajero-SalTerrae, colección MANRESA, pág. 95.

4. Formula, capítulo 3.5. María MOLINER, Diccionario del uso del espa-

ñol, I, 164. 6. Juan Alfonso DE POLANCO, Summarium hispa-

num, 5-6 (FN, I, 155). Véase en: AntonioALBURQUERQUE, Diego Laínez, S.J. Primerbiógrafo de S. Ignacio, Bilbao-Santander,2005, Mensajero-Sal Terrae, colección MAN-RESA, pág. 129-130.

7. J. GRANERO, San Ignacio de Loyola. Panoramasde su vida, Madrid, 1967, Editorial Razón yFe, pág. 20.

8. Autobiografía, n. 12.9. Ibid., n. 35.

10. Diego LAÍNEZ, «Carta a Polanco de 16 de juniode 1547» (FN, I, 102-104), en: ALBURQUER-QUE, Diego Laínez…, pág. 180-181.

11. Todo esto está muy desarrollado en los docu-mentos fundacionales (MHSJ, MI, I, serie 3ª,t. I, pág. 1-7) y en abundantes comentariosmodernos.

12. H. RAHNER, Ignatius von Loyola. Briefwechselmit Frauen, Freiburg, 1956, Verlag Herder,pág. 484. Traducción francesa: Ignace de Lo-yola. Correspondence avec les femmes de sontemps, II, Paris, 1964, Desclée de Brouwer,pág. 224.

13. Así lo recordaba uno de los primeros compa-ñeros: «Los compañeros, aunque sintieronmucho su ausencia [de Ignacio], no por estoaflojaron en sus propósitos, pues toda su espe-ranza y fortaleza estaban puestas en Dios»(Simón RODRÍGUEZ, Origen y progreso de laCompañía de Jesús, estudio introductorio, tra-ducción a partir de los originales portugués ylatino y notas por Eduardo Javier Alonso Ro-mo, Bilbao-Santander, 2005, Mensajero-SalTerrae, Colección MANRESA, 21, pág. 60).

14. Recuerdos Ignacianos, n. 180.15. Ibid., n. 86.16. 29 enero 1552 (Monumenta Xaveriana, I, 668).17. Cf., por ejemplo, RODRÍGUEZ, Origen y progre-

so..., n. 21 y 42.18. 10 de junio de 1545 (Fabri Monumenta, 328).19. Mon. Xav., I, 366.20. Mon. Xav., I, 388.

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NOTAS

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21. Mon. Xav., I, 403-404.22. Fabri Monumenta, 44.23. Fabri Monumenta, 135.24. De Amicitia, 20.25. G. WILKENS, «Compagnons de Jésus. La

Genèse de l'Ordre des Jésuites», Recherches,14, Rome, 1978, CIS, pág. 190.

26. K. RAHNER, «Palabras de Ignacio de Loyola aun jesuita de hoy», en K. RAHNER - P. IMHOF -H. NILS LOOSE, Ignacio de Loyola, Santander,1979, Sal Terrae, pág. 29-30.

27. Recuerdos Ignacianos, n. 89.28. Ibid., n. 86. 29. Ibid., 180.30. André RAVIER, Ignace de Loyola fonde la Com-

pagnie de Jésus, Paris, 1973, Desclée deBrouwer-Bellarmin, pág. 188.

31. Autobiografía, n. 97.32. RODRÍGUEZ, Origen y Progreso..., pág. 130,

132.33. Ibid., pág. 137.34. Ej 230, 2.35. Recuerdos Ignacianos, n. 103, 112, 114, 116,

263, 357.36. Ibid., n. 330.37. Ibid, n. 87.38. Ibid., n. 192-193, 218, 296, 302, 327.39. Ibid., n. 89.40. Ibid., n. 46-47, 67, 212, 215.41. Ibid., n. 104-107.42. Ibid., n. 330.43. Ibid. n. 103.44. Jean-Marie GUEUILLETTE, «Entre nous, le

Christ», Christus, 209 (Javier 2006), pág. 68.45. Autobiografía, n. 34. Esta amistad puede com-

probarse a través de la pervivencia de la rela-ción con la familia de Inés Pascual, después desu salida de Manresa y al regreso de TierraSanta. Y también por los testimonios presentesen los procesos de canonización, pues, aún apesar de la tendencia de las personas devotas«a decir grandes cosas…y luego creció lafama a decir más de lo que era» (n. 18), en suconjunto dejan traslucir la profunda relaciónhumana y amistosa que se consolidó entre elperegrino y bastantes personas de Manresa.

46. Carta de 12 de febrero de 1536, en Obras de SanIgnacio de Loyola, BAC, 5ª edición, pág. 726.

47. Ibid.

48. Autobiografía, n. 62.49. RAHNER, Briefwechsel..., pág. 485. (Corres-

pondance..., II, p. 226-227). Véase en estapágina 485 (225-226 de la edición francesa)una larga enumeración de personas con quie-nes Ignacio trabó amistad, con las referenciascorrespondientes de la correspondencia.

50. Una muestra de ello es la manera como reci-bía en su mesa a los invitados: «Quédesevuestra merced con nos, si quiere hacer peni-tencia» (CÂMARA, Recuerdos Ignacianos, n.185).

51. RAHNER, Briefwechsel..., pág. 486. (Corres-pondance..., II, pág. 228).

52. Carta de 4 de marzo de 1553 (Epistolae Igna-tianae, IV, 265).

53. Carta de 1 de noviembre de 1536, (Epistolae...,I, 724).

54. Obras de San Ignacio..., pág. 819.55. Constituciones, n. 814.56. Autobiografía, n. 73.57. Ibid., n. 82.58. Dejemos, pues no hacen a nuestro caso, las

otras tres referencias: a la necesidad de apar-tarse de amigos y conocidos para realizar losEjercicios (Ej. 20), al hecho de que Pilatos yHerodes pasaron de ser enemigos a hacerseamigos, (Ej. 295) y a la prevención que se hade tener en distribuir limosnas a parientes oamigos (Ej. 338).

59. Autobiografía, n. 82.60. Constituciones, n. 250.61. RAHNER, Briefwechsel..., pág. 562. (Corres-

pondance..., II, pág. 315).62. La amistad espiritual, I, 9; cf. II, 20, en: Cari-

dad. Amistad, Buenos Aires, 1982, EditorialClaretiana, pág. 275 y 291.

63. Ibid, I, 69-70, pág. 286.64. Constituciones, n. 134.65. Recuerdos Ignacianos, n. 89.66. Autobiografía, n. 87 y 90.67. De vita Sancti Ignatii, caput VII, n. 70: FN, II,

567; cf. FN, I, 184. 68. In Ioannem, XV, 3.69. FN, IV, 233-235.70. Constituciones, n. 821; cf. n. 673, 675).71. L. GIRARD en: Ignace de Loyola, Écrits , Paris,

1991, Desclée de Brouwer-Bellarmin, Collec-tion Christus, 76, pág. 621.

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72. ALBURQUERQUE, Diego Laínez…, pág. 208.(FN, I, 136).

73. Recuerdos Ignacianos, n. 91.74. Ibid., n. 358.75. Ibid., n. 92.76. Ibid., n. 88.77. Opere storiche del P. Matteo Ricci, S. I.,

Macerata, 1913, Pietro Tacchi Venturi, S.I.,vol. II: «Le Lettere dalla Cina», pág. 248.

78. Josep M. RAMBLA BLANCH, Dios, la amistad ylos pobres. La mística de Egide vanBroeckhoven, jesuita obrero, Santander, 2007,Sal Terrae, pág. 175.

79. «Dios está en el centro de lo que cada perso-na posee como más concreto, más humano,más atractivo»; «Buscar las personas enDios no es alienarlas; lo que sí es alienantees buscarlas fuera de él, como si estuvieran

separadas de él. Esto es quedarse a las afue-ras de la ciudad»; «Como hay una vida divi-na en Dios, también hay una vida divina ennosotros, y tiene como centro la amistad alos demás. El Amor de Dios en nosotros esesencialmente amor de todos en él y de él entodos» (Dios, la amistad y los pobres, pág.53). «Mi amigo es un amanecer maravillosodel eterno amor de Dios. ‘Eterno’ no signifi-ca algo abstracto fuera del tiempo, sino algoexistencial y místico, como lo es la intimi-dad más profunda de Dios, siempre nueva,siempre joven, ofreciendo inmensas pers-pectivas…» (Egide VAN BROECKHOVEN,Diario de la amistad, Madrid, 1972, Narcea,pág. 44).

80. Diario de la amistad, pág. 67.81. Diario de la amistad, pág. 88-89.

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