el transporte público en lima metropolitana.docx
TRANSCRIPT
El transporte público en Lima Metropolitana: Una mirada a los transportistas, el sistema laboral y el rol que juegan en la problemática actualPublicado el junio 9, 2013 de ds32udep
Creo que mi ciudad ya no tiene consuelo
entre otras cosas porque me ha perdido
Mario Benedetti
Ese caos de movimiento, de donde la muerte llega al galope
de todas partes a la vez
Charles Baudelaire
Cuando se nos pregunta cuál es uno de los mayores problemas que
podemos encontrar en Lima hoy en día, una de las respuestas que
brindamos, de forma automática casi, es el transporte público. Ya sea
por la peligrosidad asociada a un viaje de un punto a otro de la ciudad,
la incomodidad que sentimos mientras nos trasladamos al destino
deseado, el servicio descortés y vulgar que recibimos, la suciedad de las
unidades, el tiempo valioso que perdemos de forma inútil, entre otras
cosas, siempre tendremos más de una respuesta de carácter negativo.
Sentimos que nuestra queja tiene validez y que alguien debe corregir el
problema que nos afecta. La alcaldesa, el presidente, los congresistas,
los choferes o los cobradores. Siempre es alguien más quien tiene que
hacer algo para solucionar esta situación caótica que padecemos a
diario. No es lo común analizar reflexivamente el porqué se da esta
situación. Incluso miramos a los transportistas como seres humanos
incorregibles que no quieren hacer algo por mejorar el transporte y que
deambulan como trogloditas en sus carros buscando atiborrarlos con
pasajeros, quedándonos en la corteza del contexto, no buscando las
causas últimas como dicta la razón al momento de perseguir soluciones.
Según un estudio que llamó nuestra atención, pasamos
aproximadamente entre tres y seis años de nuestra existencia usando el
transporte público, por lo tanto es parte de nuestras vidas y no
podemos ser indiferentes ante ello. Es nuestro deber como parte activa
de la sociedad trazarnos como objetivo el evaluar qué sucede realmente
detrás de este servicio y proponer una solución integral.
Un poco de historia…
No basta con centrarnos en cifras y estadísticas, sino que debemos
ahondar en varios aspectos que vayan más allá de las deficiencias
técnicas correspondientes. Remontándonos en la historia, durante el
siglo XX Lima tuvo un crecimiento demográfico exponencial de forma
desordenada que terminó por desbordar cualquier plan delimitado que
se pudiese haber propuesto. No se tomaron factores como la
inmigración a gran escala desde pueblos del interior del país en las
décadas del 60, 70 y 80 que dieron origen a los llamados “conos” que se
encontraban en la periferia de la ciudad formal , si entendemos a esta
como la conformada por los distritos tradicionales. Estos pobladores si
bien asentaron sus precarias viviendas en los sectores más alejados de
la ciudad, se trasladaban hacia el centro de la ciudad y alrededores
para cumplir sus faenas laborales, lo cual incrementó su necesidad de
transportarse en trayectos largos que en muchos casos, atravesaban
Lima de un punto a otro. Esto desbordó la oferta brindada sin otorgarse
una solución efectiva que cubriera esta demanda por parte de las
autoridades. Los tranvías desaparecieron al igual que los llamados
grandes buses (Ikarus) posteriormente. La inacción del Estado al no
poder encontrar una solución efectiva hizo que durante la época de
Alberto Fujimori, se liberalizara el mercado del transporte público para
que el sector privado cubriera el exceso de demanda por su cuenta mas
esto no se realizó como se hubiese querido y si bien es cierto,
empezaron a circular vehículos de uso masivo en rutas que no se habían
tomado en cuenta, las nuevas facilidades sirvieron como plataforma a
una informalidad en la creación de nuevas empresas que se
aprovecharon de los vacíos legales que la normativa brindaba. Muchas
empresas se hicieron de la concesión de nuevas rutas, pero no tenían
una flota de vehículos propios, así que mantenían tratos con los dueños
de los vehículos y así se desligaban de las responsabilidades vinculadas
con los choferes y cobradores que hacían uso de estos medios de
transporte. Esto fue la génesis de las llamadas “empresas cascarón”.Por
ejemplo, si ocurre un accidente de tránsito con heridos y muertos, no se
puede inculpar directamente a la empresa a la que se le había
concesionado la ruta en cuestión porque no era propietaria de los
vehículos y tampoco cubría los daños que se daban, no existiendo
vínculo contractual claro entre los operarios y los accionistas de la
empresa principal. Eventos como el anterior son indicios de la
distorsión que se da en todo este sector, lo cual termina afectando a los
mismos operarios que terminan siendo víctimas del sistema al cual
pertenecen. Un sistema bajo el cual no gozan de los beneficios
laborales que deberían percibir de acuerdo a estándares legales y
éticos. Realizan sus actividades diarias bajo la premisa que deben
generar los mayores ingresos posibles sin importar la mayor parte del
tiempo los medios que se utilicen para lograrlo. Muchos no lo saben,
pero los choferes y cobradores en su mayoría no reciben un sueldo fijo
mensual, sino que perciben una comisión nimia de los ingresos
monetarios que reciben por el cobro de los pasajes. Eso hace que
privilegien el fin sobre los medios para lograrlo, siendo esa la
explicación que muchos no encontraban sobre el porqué realizan
maniobras temerarias en las autopistas, sobrepasen el límite permitido
de personas que deben ir en un vehículo, no paguen las multas con las
que se le sanciona, entre muchos otros hechos similares que
encontramos deplorables. Su concepción se vuelve utilitarista al igual
que el de los agentes a los que rinden cuentas como los propietarios de
los vehículos y los accionistas de las empresas dueñas de la ruta que
son los que menos riesgos toman y terminan llevándose la mayor parte
de las ganancias. Un problema de deshumanización del servicio en todo
el proceso y que termina perjudicando a todos. Pero si es un problema
que data de años atrás cabe preguntarse ¿Qué acciones han tomado las
autoridades desde aquella deficiente reforma de los noventa?
Buscando responsables
Como dijimos inicialmente, la mayoría de nosotros asociamos la culpa
del caos en que se encuentra sumido el transporte público a los
transportistas, pero también a las autoridades, las cuales sentimos no
realizan de forma correcta las funciones para las cuales se las eligió
como nuestros representantes. Los sentimos como abúlicos e
indiferentes a esta situación y que solo realizan acciones persiguiendo
un afán demagógico o populista para captar votos de vez en cuando. El
Estado es un agente importante a través del Ministerio de Transportes
y Comunicaciones, y la Policía Nacional, que representan al Poder
Ejecutivo; el Congreso, que emite leyes referentes al sector; y el Poder
Judicial, que dictamina las sanciones y multas correspondientes por la
trasgresión o incumplimiento de estas últimas. Pero la cara más visible
y activa es la de la Municipalidad Metropolitana de Lima que es la que
los transportistas refieren automáticamente cuando se les interroga
como la autoridad más próxima a ellos, es la que vela por el
ordenamiento del sector en la ciudad de manera más directa. En las
últimas décadas, este organismo ha dedicado mayores esfuerzos a otros
campos de su competencia en detrimento de lo que se pudo hacer en
transporte. Ello porque enfrentarse a los gremios de transportistas
genera riesgos políticos que las autoridades no quieren asumir y a lo
más, se ha recurrido a dar ordenanzas y normas que atacan cuestiones
no tan esenciales y de forma no de fondo. Incluso muchas propuestas a
pesar de tener el consenso de la mayoría queda en letra muerta por la
falta de control eficaz de
su cumplimiento o
porque los funcionarios que deben supervisarlas se dejan tentar por
actos de corrupción que entorpecen y ponen trabas. Las
municipalidades distritales tampoco quieren asumir su responsabilidad
lo cual termina perjudicando una acción que una esfuerzos en pos de un
mismo fin. Entonces surge naturalmente el cuestionamiento de qué se
puede hacer si las autoridades no han logrado en los últimos años que
mejore de forma significativa este desorden imperante y los
transportistas se encuentran enquistados en una informalidad de la
cual aparentemente no quieren salir.pa del caos en que se encuentra
sumido el transporte público a los transportistas, pero también a las
autoridades, las cuales sentimos no realizan de forma correcta
¿Hay luz al final del túnel?
¿Todo está perdido entonces? Creemos que no, que el escenario de
desesperanza que parece inundarnos al momento de proponer
soluciones se debe porque en realidad no se han brindado todas las
alternativas posibles. A lo largo de estos años se ha persistido en
enfrentar el problema de la manera más técnica e impersonal posible
quedándonos en un enfoque analítico, creyendo que con grandes
megaproyectos como el Metropolitano o el tren eléctrico son las únicas
vías posibles o que mayores sanciones disuadirán el comportamiento
agresivo de choferes y cobradores. Y esto no puede seguir
visualizándose así porque se trata de un problema de personas, lo cual
implica que debemos salir del paradigma moderno y superficial y
ahondar en el lado humano. Comprender que los transportistas
sobreviven bajo un régimen indigno y denigrante en el cual se mueven
a diario. Su perspectiva sobre el servicio que brindan debe cambiar,
pero primero el clima laboral en el que transitan. Los accionistas y
dueños de las rutas y de las flotas deben comprender que no pueden
seguir “sacándole la vuelta” a las normas y que no tratan simplemente
con buses y micros, sino con personas con las cuales tienen un
compromiso. Deben saber que a largo plazo el sistema informal que
impera hoy en día es una bomba de tiempo insostenible y que si
persisten es sus actitudes retrógradas afectan el bienestar no solo de
los trabajadores que tienen a su cargo sino el bienestar de la sociedad
en general. La formalidad debe terminar siendo la principal vía
alternativa de solución ya que es la que genera mayores beneficios no
solo cuantitativos sino cualitativos y que tiene efectos más duraderos, a
pesar que tenga escollos en un comienzo. Y cuando nos referimos a
escollos podríamos mencionar acciones como la desaparición de combis
y vehículos obsoletos que no solamente son incómodos sino que ponen
en riesgo la vida de las personas. Sabemos que esto puede causar
perjuicios económicos a corto plazo, pero es necesario. Además llevaría
a que las pequeñas empresas que pululan al margen de la ley puedan
unirse y formar empresas más grandes y sólidas que brinden todos los
beneficios a sus empleados. Las autoridades deben reorganizar el
sistema laboral existente y esperamos que la Gran Reforma del
Transporte que está emprendiendo la Municipalidad Metropolitana de
Lima y que es una de sus banderas de su Plan de Gobierno se lleve a
cabo, sin causar un efecto negativo en la situación de los choferes y
cobradores. Estas mejoras no surtirían efecto si los transportistas no
ponen de su parte, por lo que se debe capacitarlos y hacerles ver que
sus acciones tienen implicancias en otras personas. Que no es un
servicio cualquiera el que brindan y que son responsables de muchas
vidas durante las labores que realizan. Y para que todo no quede en
simples palabras, se puede brindar incentivos en un primer momento
como la disminución de impuestos a aquellas empresas que cumplan
con otorgar un régimen de trabajo acorde con estándares normativos,
facilidades de crédito para renovar sus flota, leyes que se apliquen de
forma gradual y secuencial para no presentar la formalización de forma
terrorífica, entre otras.
¡No nos lavemos las manos!
Pero como dijimos en la introducción de este artículo, no se trata de
que el rol por mejorar la situación recaiga solo en las autoridades y
transportistas sino debemos cuestionarnos ¿Y nosotros que podemos
hacer? Mucho es la respuesta. A veces de forma inconsciente
favorecemos que este sistema con grado de formalidad muy bajo
persista con acciones que pueden parecer intrascendentes de forma
aislada pero que en su conjunto son
determinantes.
Acciones como incumplir las normas que se dan para los peatones como
respetar los paraderos establecidos, aceptar el ponernos en riesgo por
una cuestión de facilidad al momento de transportarnos, menospreciar
a los operarios del transporte de forma despectiva y denigrante
insultándolos, no alzando nuestra voz de protesta ante un mal servicio.
En esto último es importante recalcar que la indiferencia que
mostramos ha hecho que se acumulen años de deficiencia en el sector.
Terminamos por acostumbrarnos a lo rutina y el mal servicio tomándolo
como ya dado y sintiendo que no podemos hacer nada. Debemos ser
agentes de cambio. También debemos llamar al apoyo del estado para
que se fomente una cultura urbana más fuerte y exigente. Una cultura
que permita elevar el nivel de educación de las personas y así poder
fomentar el buen uso de estas herramientas brindadas por el sistema de
transporte. Además, esto aseguraría que el nivel de servicio esperado
por los consumidores y los futuros consumidores se eleve y así las
empresas se vean obligadas a ofertar un servicio de mejor calidad,
como colocar vehículos en mejores estados, estandarizar la flota y
volverla propia. Sin embargo no debemos olvidar que necesitamos
entender que las reformas que las autoridades puedan aplicar no
tendrán ningún eco si no colaboramos y ponemos de nuestra parte
también, concientizándonos que es una tarea de todos. Una perspectiva
más humana e integral debe ser la enmarque este conjunto de
soluciones.
Libros y documentos que podrías revisar sobre el tema:
- Bielich, C. (2009) La guerra del centavo. Una mirada actual al
transporte público en Lima Metropolitana. CIES e IEP, Lima
- Defensoría del Pueblo (2008) Informe Defensorial 137. El
transporte urbano en Lima Metropolitana: Un desafío en defensa de
la vida. Defensoría del Pueblo, Lima
- Lima Cómo Vamos (2012) Encuesta Lima Cómo Vamos
2012. Informe de percepción sobre calidad de vida. Lima Cómo
Vamos, Lima
- Vega Centeno, P., Dextre, J. y Alegre, M. (2011) Reestructuración y
cambio metropolitano. Pontificia Universidad Católica del Perú y
Pontificia Universidad Católica de Chile, Lima.
- UITP (2003) Por una mejor movilidad urbana en los países en
desarrollo: Problemas, Soluciones y Realizaciones ejemplares. Dic
2003.