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El proceso de comunicación y su relación con la enseñanza-aprendizaje : Al menos desde el punto de vista de la gestión, proceso implica una serie de insumos que por una sucesión coordinada y precisa de actividades da lugar a un producto tangible (bien) o intangible (servicio), con valor agregado frente al insumo. El proceso de comunicación, como despliegue interactivo de conductas humanas que emiten mensajes de manera permanente, no puede escapar a esta conceptualización. El docente tiene el objetivo fundamental de despertar en el alumno la necesidad de aprender, de ofrecer su guía en el camino, a la vez que poner a su alcance las herramientas que se requieren para recorrerlo de la mejor manera posible, adquiriendo conocimientos. Será virtud del primero, saber adaptar las estrategias a las necesidades y demandas del segundo, lo que implica desestimar herramientas inefectivas para su aprendizaje, reforzando las que sí lo son e intentando de manera dinámica y permanente innovar para que el proceso se haga más rico y provechoso para ambos. La creatividad forma parte del bagaje de un docente como dotación imprescindible y debería alcanzar su máxima expresión al comunicar. El docente tiene la obligación de que el alumno logre en definitiva comunicarse, ejercer su calidad de ser humano, expresarse, relacionarse, experimentar placer, trascender proyectándose y lograr la apertura más allá de su entorno íntimo, a la sociedad y al mundo. La comunicación en el contexto del aprendizaje enriquece integralmente a la persona porque implica de uno u otro modo un flujo enorme y bidireccional de experiencias que amplían el ángulo de visión de cada uno. En este tercer milenio, en el que los docentes pertenecemos a la especie de ‘inmigrantes digitales’ y debemos enseñar a ‘nativos digitales’, la comunicación juega un papel determinante porque esta nueva generación posee canales que nos pueden ser relativamente familiares más por aprendizaje no sistemático y producto de la presión de la necesidad que por la adquisición metódica de conocimientos sobre ellos. El lenguaje, el habla y el modo de expresión no verbal siempre han sido escollos en la comunicación, ya que es sabido que al menos el primero se determina por la integración de lugar, tiempo y grupo de pertenencia. Actualmente, más que escollo, en ocasiones puede convertirse en un verdadero obstáculo para la comunicación y por ende para que se lleve a cabo el proceso de enseñanza-aprendizaje. No sólo por la diferencia en el lenguaje que va a condicionar problemas en la expresión/comprensión de los mensajes, sino por la compatibilidad de los canales que uno y otro (emisor y receptor) emplean para interactuar y que no siempre son interoperables. Lograr en esta instancia un canal común, es un objetivo de primer orden. Es aquí que toma valor recordar y hacer conscientes los propósitos de la comunicación, entendiendo que si uno comunica, entiende y explica, expone y conoce, define y aclara, imagina y describe, entretiene y disfruta, se persuade y se varía conductas por convencimiento porque en resumidas cuentas, se establece con el otro una relación en la que se ponen en común intereses y necesidades. Es probable que en este punto se halle uno de los nodos críticos del problema, justamente en la existencia de conflictos de intereses, diferencia de necesidades y de discordancia de métodos. No es simple el análisis y su extensión excede la propuesta de este texto breve, pero es razonable partir de la premisa de que ambos miembros del dímero relacional que es la comunicación, en el fondo necesitan lo mismo que es aprender y enseñar en interacción permanente. Es posible que los intereses acerca de lo que se desea aprender y enseñar, así como la metodología para concretarlo tengan matices distintos o incluso tengan profundas diferencias. No suena descabellado pensar que si la necesidad es más o menos la misma, el qué y el cómo pueden ser materia de negociación y por qué no, de aprendizaje-enseñanza permanente también.

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El proceso de comunicación y su relación con la enseñanza-aprendizaje:

Al menos desde el punto de vista de la gestión, proceso implica una serie de insumos que por una sucesión coordinada y precisa de actividades da lugar a un producto tangible (bien) o intangible (servicio), con valor agregado frente al insumo. El proceso de comunicación, como despliegue interactivo de conductas humanas que emiten mensajes de manera permanente, no puede escapar a esta conceptualización.

El docente tiene el objetivo fundamental de despertar en el alumno la necesidad de aprender, de ofrecer su guía en el camino, a la vez que poner a su alcance las herramientas que se requieren para recorrerlo de la mejor manera posible, adquiriendo conocimientos. Será virtud del primero, saber adaptar las estrategias a las necesidades y demandas del segundo, lo que implica desestimar herramientas inefectivas para su aprendizaje, reforzando las que sí lo son e intentando de manera dinámica y permanente innovar para que el proceso se haga más rico y provechoso para ambos.

La creatividad forma parte del bagaje de un docente como dotación imprescindible y debería alcanzar su máxima expresión al comunicar. El docente tiene la obligación de que el alumno logre en definitiva comunicarse, ejercer su calidad de ser humano, expresarse, relacionarse, experimentar placer, trascender proyectándose y lograr la apertura más allá de su entorno íntimo, a la sociedad y al mundo. La comunicación en el contexto del aprendizaje enriquece integralmente a la persona porque implica de uno u otro modo un flujo enorme y bidireccional de experiencias que amplían el ángulo de visión de cada uno.

En este tercer milenio, en el que los docentes pertenecemos a la especie de ‘inmigrantes digitales’ y debemos enseñar a ‘nativos digitales’, la comunicación juega un papel determinante porque esta nueva generación posee canales que nos pueden ser relativamente familiares más por aprendizaje no sistemático y producto de la presión de la necesidad que por la adquisición metódica de conocimientos sobre ellos. El lenguaje, el habla y el modo de expresión no verbal siempre han sido escollos en la comunicación, ya que es sabido que al menos el primero se determina por la integración de lugar, tiempo y grupo de pertenencia. Actualmente, más que escollo, en ocasiones puede convertirse en un verdadero obstáculo para la comunicación y por ende para que se lleve a cabo el proceso de enseñanza-aprendizaje. No sólo por la diferencia en el lenguaje que va a condicionar problemas en la expresión/comprensión de los mensajes, sino por la compatibilidad de los canales que uno y otro (emisor y receptor) emplean para interactuar y que no siempre son interoperables. Lograr en esta instancia un canal común, es un objetivo de primer orden.

Es aquí que toma valor recordar y hacer conscientes los propósitos de la comunicación, entendiendo que si uno comunica, entiende y explica, expone y conoce, define y aclara, imagina y describe, entretiene y disfruta, se persuade y se varía conductas por convencimiento porque en resumidas cuentas, se establece con el otro una relación en la que se ponen en común intereses y necesidades. Es probable que en este punto se halle uno de los nodos críticos del problema, justamente en la existencia de conflictos de intereses, diferencia de necesidades y de discordancia de métodos. No es simple el análisis y su extensión excede la propuesta de este texto breve, pero es razonable partir de la premisa de que ambos miembros del dímero relacional que es la comunicación, en el fondo necesitan lo mismo que es aprender y enseñar en interacción permanente. Es posible que los intereses acerca de lo que se desea aprender y enseñar, así como la metodología para concretarlo tengan matices distintos o incluso tengan profundas diferencias. No suena descabellado pensar que si la necesidad es más o menos la misma, el qué y el cómo pueden ser materia de negociación y por qué no, de aprendizaje-enseñanza permanente también.

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Es así que como ya lo enunciara Watzlawick y pese a que los axiomas en la mayoría de los casos tienen valor a lo sumo relativo, permítanme darles el peso de marcadores de un norte comunicacional y en el contexto del conflicto que se produce al intentar la comunicación entre docente-alumno: La comunicación es conducta y así como se nos define como animales racionales, podría decirse de nosotros los humanos que somos una especie emisora permanente de mensajes, que se expresan de dos modos, digital y analógico, con dos aspectos, el contenido y el de relación y que el vínculo que se establece entre los participantes del proceso es simétrico o complementario, con diversas gradaciones en cuanto a su influencia. Dicho esto, una de las puntas del ovillo en cuanto a la posibilidad de comunicación entre interlocutores con distinta rama de lenguaje, intereses y necesidades, estriba en lograr a lo largo del proceso de comunicación vinculado con la enseñanza y aprendizaje: 1. Transparencia en el comportamiento, para que el mensaje que se transmite sea homogéneo,

adecuado, sólido y confiable, características que harán que en un momento dado, interese a quienes lo reciben

2. Claridad dialógica, coherencia verbal y congruencia no verbal, lo que eliminaría factores de confusión que atentan contra un proceso de aprendizaje óptimo

3. Habilidad estratégica como para variar la realidad relacional en cuando a asimetría o complementariedad, así como a adecuar los contenidos a los intereses, necesidades y expectativas de los alumnos, a la vez que fomentar en ellos un espíritu de apretura a otras modalidades, dentro de un marco muy claro de objetivos y metas a conseguir.

4. Propiciar la relación interpersonal trascendente como pilar de una adecuada comunicación que obviamente conducirá a un aprendizaje que alcance e incluso supere las metas habituales.