el príncipe sensato (chico xavier)
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EL PRÍNCIPE SENSATO (CHICO XAVIER)TRANSCRIPT
EL PRÍNCIPE SENSATO Comentaban los apóstoles, entre sí, cuál era la conducta más
aconsejable delante del Todopoderoso, cuando el Maestro narró
con blandura:
— Cierto rey, señor de inmensos dominios, deseando engrandecer
el espíritu de los hijos para conferirles herencia condigna, los
condujo a un extenso valle muy verde y rico de su enorme imperio y
confió a cada uno determinada hacienda, que debían preservar y
enriquecer por el trabajo incesante.
El Padre deseaba de ellos la corona de la comprensión, del amor y
de la sabiduría, solamente conquistable a través de la educación y
del servicio; y, como debían utilizar material transitorio, les dio
tiempo ajustado para las construcciones que les serían
indispensables, más tarde, a los servicios de elevación.
Así procedía, porque el valle era sujeto a modificaciones y llegaría
un momento en que devastadora tempestad visitaría la región
resguardándose con seguridad apenas aquéllos que hubiesen
erigido un fuerte reducto.
Así que el soberano se retiró, los hijos jóvenes, seguidos por las
numerosas tribus que les acompañaban, descansaron, largamente,
deslumbrados con la belleza de las llanuras bañadas de sol.
Cuando se levantaron para la tarea, entraron en extensas
conversaciones, con respecto a las leyes de solidaridad, justicia y
defensa, cada cual exigiendo especiales deferencias de los otros.
Casi nadie cuidaba de la aplicación de los reglamentos establecidos
por el gobierno central. Los príncipes y sus afectos, en la mayoría
por cuestiones de confort personal, se esmeraban en buscar
recursos sutiles con que pudiesen encubrir, sin escándalos visibles
entre sí, los principios a los que habían jurado obediencia y respeto.
E intentando engañar al Magnánimo Padre, por medio de la
adulación, en vez de honrarlo con el trabajo sano, se metieron en
complicadas contiendas, en torno a los problemas íntimos del
soberano.
Gastaron años seguidos, discutiendo sobre su presentación
personal. Insistían algunos que él revelaba en el rostro la blancura
del lirio, mientras otros perseveraban en proclamarle el color
bronce, idéntica al de muchos cautivos de Sidón.
Muchos afirmaban que él poseía un cuerpo de gigante, y no pocos
exigían que él fuese un ángel coronado de estrellas.
Al paso que las riñas verbales se multiplicaban, el tiempo se iba
agotando y los insectos destructores, infinitamente reproducidos,
invadieron las tierras, aniquilando gran parte de los recursos
preciosos.
Detritos descendieron de las sierras próximas e hicieron compacto
acervo de basura en aquellas regiones, mientras los príncipes
insensatos, completamente distraídos de las obligaciones
fundamentales que les cabían, se enzarzaban a todo instante, a
causa de bagatelas.
Hubo, sin embargo, un hijo bien hábil que anotó los decretos
paternales y los cumplió. Jamás olvidó los consejos del rey y, tanto
cuanto le era posible, los extendía a los compañeros más próximos.
Utilizó gran número de horas que las leyes vigentes le concedían
para el reposo y construyó sólido abrigo que le garantizaría la
tranquilidad en el porvenir, sembrando belleza y alegría en toda la
hacienda que el padre le cediera en préstamo.
Y así, cuando la tormenta surgió, renovadora y violenta, el príncipe
sensato que amara al monarca y lo sirviera, con desvelo y cariño,
extendiéndole las lecciones libertadores, por la fraternidad pura, y
cumpliendo su voluntad justa y bondadosa, por el trabajo de cada
día, con las aflicciones constructivas del alma y con el sudor del
rostro, fue naturalmente amparado en un santuario de paz y
seguridad que sus hermanos discutidores no encontraron.
Dulce silencio se hizo en la sala sencilla... Transcurridos algunos
minutos, el Maestro fijó los ojos lúcidos en la pequeña asamblea y
concluyó: — Quien mucho analiza, sin espíritu de servicio, puede
viciarse fácilmente en los abusos de la palabra, pero nadie se
arrepentirá de haber enseñado el bien y trabajado con las propias
fuerzas en nombre del Padre Celestial, en el bendito camino de la
vida.
DEL LIBRO: Jesús en el hogar ; Chico Xavier