el príncipe lestat

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El príncipe Lestat Crónicas vampíricas Anne Rice Traducción de Santiago del Rey Barcelona • Madrid • Bogotá • Buenos Aires • Caracas • México D.F. • Miami • Montevideo • Santiago de Chile

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La última novela de Anne Rice de la serie: Crónicas vampiricas.

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  • El prncipe LestatCrnicas vampricas

    Anne Rice

    Traduccin de Santiago del Rey

    Barcelona Madrid Bogot Buenos Aires Caracas Mxico D.F. Miami Montevideo Santiago de Chile

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  • Ttulo original: Prince LestatTraduccin: Santiago del Rey1. edicin: marzo 2015

    2014 by Anne OBrien Rice Ediciones B, S. A., 2015 Consell de Cent, 425-427 - 08009 Barcelona (Espaa) www.edicionesb.com

    Printed in SpainISBN: 978-84-666-5641-2DL B 1476-2015

    Impreso por LIBERDPLEX, S.L.Ctra. BV 2249, km 7,4Polgono Torrentfondo08791 Sant Lloren dHortons

    Todos los derechos reservados. Bajo las sanciones establecidasen el ordenamiento jurdico, queda rigurosamente prohibida, sin autorizacin escrita de los titulares del copyright, la reproduccin total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografa y el tratamiento informtico, as como la distribucin de ejemplares mediante alquiler o prstamo pblicos.

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  • Este libro est dedicado a Stan Rice, Michele Rice, Christopher Rice

    y a Karen OBrien y Cynthia Rice Rogers

    Victoria WilsonLynn Nesbit

    Eric Shaw QuinnSuzanne Marie Scott Quiroz

    y a People of the Page

    y a mis musas Mary Fahl

    y Jon Bon Jovi

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  • Recostada sobre mi almohada de piedra, he tenido sueos so-bre el mundo mortal de ah arriba. He odo sus voces y sus nuevas msicas como si fueran canciones de cuna escuchadas desde mi tumba. He vislumbrado sus fantsticos descubrimientos, he co-nocido su valenta en el sanctasanctrum intemporal de mis pen-samientos. Y aunque ese mundo me excluye con sus formas des-lumbrantes, anhelo la existencia de alguien con la fuerza necesaria para vagar por l intrpidamente, para atravesarlo de parte a parte por la Senda del Diablo.

    ALLESANDRA, que apareca sin nombre en Lestat el vampiro

    Viejas verdades y magias antiguas, revoluciones e inventos, todo conspira para distraernos de la pasin que, de un modo u otro, nos vence a todos.

    Y cansados finalmente de esta complejidad, soamos con aquel tiempo lejano de nuestra existencia, cuando nos sentbamos en el regazo de nuestra madre y cada beso era la consumacin perfecta del deseo. Qu podemos hacer sino tender las manos para el abra-zo que ahora debe contener el cielo y el infierno: nuestro funesto destino, repetido una y otra vez?

    LESTAT, en Lestat el vampiro

    En la carne empieza toda la sabidura. Cuidado con lo que no tiene carne. Cuidado con los dioses, cuidado con la idea, cuidado con el demonio.

    MAHARET A JESSE,en La reina de los condenados

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    La Gnesis de la Sangre

    En el principio existan los espritus. Eran seres invisibles que solo podan ver u or los hechiceros y brujas ms pode-rosos. A algunos se los consideraba malvados; a otros se los ensalzaba como a dioses. Eran capaces de hallar objetos perdi-dos, de espiar al enemigo e incluso, a veces, de modificar el clima.

    Dos grandes hechiceras, las hermanas gemelas Mekare y Maharet, vivan en un precioso valle, junto al monte Carme-lo, en comunidad con los espritus. Uno de esos espritus, el grande y poderoso Amel, era capaz con sus malas artes de extraer sangre de los seres humanos. En pequeas cantida-des, la sangre formaba parte del misterio alqumico del esp-ritu, aunque nadie saba de qu modo exactamente. Amel ama-ba a la bruja Mekare y siempre estaba ansioso por servirla. Ella lo vea como ninguna hechicera lo haba visto; por eso la amaba.

    Un da llegaron tropas enemigas: soldados de la poderosa reina Akasha de Egipto. La Reina deseaba apresar a las hechi-ceras; quera sus conocimientos, sus secretos.

    La perversa soberana destruy el valle y las aldeas de Meka-re y Maharet, y se las llev por la fuerza a su reino.

    Amel, el furioso espritu familiar de la bruja Mekare, busc el modo de castigar a la Reina.

    Cuando Akasha agonizaba, apualada repetidas veces por unos conspiradores de su propia corte, el espritu Amel entr en

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    ella, fundindose con su cuerpo y su sangre, y confirindole una nueva y terrorfica vitalidad.

    Esta fusin provoc el nacimiento de un nuevo ser en el mun-do: el vampiro, el bebedor de sangre.

    De la sangre de esta gran reina vampiro, Akasha, nacieron a lo largo de los milenios los dems vampiros de todo el mundo. Se procreaban mediante el intercambio de sangre.

    Para castigar a las gemelas, que se oponan a ella y a su nuevo poder, Akasha ceg a Maharet y le cort la lengua a Mekare. Antes de que ambas fueran ejecutadas, sin embargo, el mayor-domo de la Reina, Jayman, que acababa de ser convertido tam-bin en bebedor de sangre, les transmiti a las hermanas la po-derosa Sangre.

    Jayman y las gemelas encabezaron una rebelin contra Aka-sha, pero no lograron acabar con el culto de los dioses bebedo-res de sangre que ella haba creado. Al final, las gemelas fueron capturadas y separadas, y abandonadas en el mar: Maharet en el mar Rojo y Mekare en el gran ocano del oeste.

    Maharet lleg a costas conocidas y consigui rehacerse. Pero el rastro de Mekare, llevada a travs del ocano a unas tierras an por descubrir y nombrar, desapareci de la historia.

    Esto sucedi hace seis mil aos. La gran reina Akasha y su esposo, el rey Enkil, enmudecie-

    ron tras dos mil aos y fueron conservados como estatuas en un santuario por ancianos y sacerdotes que crean que Akasha con-tena el Germen Sagrado, y que, si era destruida, todos los bebe-dores de sangre del mundo pereceran con ella.

    Al llegar la Era Comn, la historia de la Gnesis de la Sangre qued completamente olvidada. Solo unos pocos viejos inmor-tales la transmitan, aunque ni siquiera ellos mismos la crean realmente mientras la contaban. Sin embargo, los dioses de san-gre, los vampiros entregados a la antigua religin, todava reina-ban en santuarios dispersos por todo el mundo.

    Apresados en rboles huecos o celdas de ladrillo, esos dioses de sangre aguardaban sedientos a que llegaran las fiestas sagra-das en las que reciban ofrendas: malhechores a los que juzgar y condenar, y con los que darse un festn.

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    En los albores de la Era Comn, un anciano, un guardin de los Padres Divinos, abandon a Akasha y Enkil en el desierto para que el sol los destruyera. En todos los rincones el mundo, muchos jvenes bebedores de sangre perecieron abrasados en sus atades y sus santuarios mientras el sol del desierto arrecia-ba sobre la Madre y el Padre Divinos. Pero la Madre y el Padre mismos eran demasiado fuertes para perecer. Y muchos de los vampiros ms ancianos sobrevivieron tambin, aunque con gra-ves quemaduras y terribles dolores.

    Un bebedor de sangre reciente y sabio erudito romano lla-mado Marius viaj a Egipto para encontrar al Rey y la Reina y ponerlos a buen recaudo, con el fin de que no volviera a produ-cirse en el mundo de los no-muertos un holocausto que causara tales estragos. Y a partir de entonces, Marius convirti esta mi-sin en su sagrada responsabilidad. La leyenda de Marius y de Los Que Deben Ser Guardados se prolong durante casi dos milenios.

    En 1985, la historia de la Gnesis de la Sangre lleg al conoci-miento de los no-muertos del mundo entero. La Reina viva, ella contena el Germen Sagrado, deca entre otras cosas que haba un libro escrito por el vampiro Lestat, quien explic tambin la historia con sus canciones y vdeos musicales, y en el escena-rio donde actu como cantante de rock, clamando para que el mundo supiera la verdad y destruyera a los de su estirpe.

    La voz de Lestat despert a la Reina de un silencio de miles de aos. La Madre Divina se alz con un sueo: ella dominara el mundo de los seres humanos mediante crueles matanzas y se convertira para ellos en la Reina del Cielo.

    Pero las ancianas gemelas se apresuraron a intervenir para detener a Akasha. Tambin ellas haban odo las canciones de Lestat. Maharet le pidi a la Reina que pusiera fin a su supersti-ciosa tirana de sangre. Y la desaparecida Mekare, alzndose de la tierra tras un nmero incalculable de eones, decapit a la gran Reina, devor su cerebro e incorpor dentro de s el Germen Sagrado. De este modo, Mekare, bajo la proteccin de su her-mana, se convirti en la nueva Reina de los Condenados.

    Lestat escribi una vez ms la historia. l haba sido testigo. Haba presenciado la transmisin de poder con sus propios ojos

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    y ofreci su testimonio a todo el mundo. Los mortales no hi-cieron caso de sus fantasas; los no-muertos, en cambio, que-daron consternados ante su relato.

    Y as, la historia de los orgenes y de las antiguas batallas, de los poderes y las debilidades de los vampiros, de las gue-rras para hacerse con el control de la Sangre Oscura, se volvi del dominio pblico entre la estirpe de los no-muertos de todo el mundo. Pas a manos de los viejos vampiros que haban per-manecido en coma durante siglos en cuevas o sepulcros; de los jvenes iniciados de forma ilegtima en junglas, cinagas o su-burbios, y que jams haban soado con tener tales anteceden-tes. Pas a manos de los sabios y hermticos supervivientes que haban vivido recluidos a lo largo de eras enteras.

    Gracias a aquel legado, todos los bebedores de sangre del mundo supieron que compartan un vnculo, un pasado comn, unas races idnticas.

    Esta es la historia de cmo ese conocimiento transform para siempre la tribu de los vampiros y cambi su destino.

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    Jerga de Sangre

    Cuando Lestat el vampiro escribi sus libros, emple una serie de trminos que haba aprendido de los vampiros que haba conocido a lo largo su vida. Y los vampiros que comple-taron la obra de Lestat poniendo por escrito sus memorias y experiencias aadieron otros trminos de su propia cosecha: algunos, mucho ms antiguos que los que Lestat haba reve-lado.

    He aqu una lista de esos trminos, que ahora son de uso corriente entre todos los no-muertos de todo el mundo.

    La Sangre. Cuando la palabra aparece en maysculas se re-fiere a la sangre vamprica, transmitida del maestro al nefito en el curso de un intercambio profundo y con frecuencia peligroso. En la Sangre significa que uno es un vampiro. Lestat el vam-piro llevaba ms de doscientos aos en la Sangre cuando es-cribi sus libros. El gran vampiro Marius lleva en la Sangre ms de dos mil aos. Etctera.

    Bebedor de sangre. El trmino ms antiguo para designar a un vampiro. Era el que utilizaba Akasha, aunque ella ms tarde intent reemplazarlo por el trmino dios de sangre para los que seguan su camino espiritual y su religin.

    Esposa o esposo de Sangre. La pareja de un vampiro. Hijos de los Milenios. Trmino para los inmortales que han

    vivido ms de mil aos y, ms propiamente, para aquellos que han sobrevivido durante ms de dos mil.

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    Hijos de la Noche. Trmino comn para todos los vampi-ros, para todos aquellos que son de la Sangre.

    Hijos de Satn. Trmino que designa a los vampiros de la antigedad y de perodos posteriores que crean que eran lite-ralmente hijos del Diablo y que, alimentndose de sangre hu-mana, servan a Dios sirviendo a Satn. Llevaban una vida de penitencia y puritanismo. Se negaban a s mismos todos los placeres, salvo beber sangre y celebrar algunos sabat (grandes reuniones) en los que bailaban; vivan bajo tierra, con frecuen-cia en lgubres catacumbas y stanos mugrientos. Desde el si-glo XVIII nadie ha tenido noticias de los Hijos de Satn, y lo ms probable es que la secta haya desaparecido.

    La asamblea de los Eruditos. Un trmino moderno muy co-rriente entre los no-muertos para referirse a los vampiros cuyas historias aparecen en las Crnicas Vampricas: en especial, a Louis, Lestat, Pandora, Marius y Armand.

    El Don Oscuro. Trmino para designar el poder vampri-co. Cuando un maestro le otorga la Sangre a un nefito, lo que le est otorgando es el Don Oscuro.

    El Truco Oscuro. Se refiere al acto de crear un nuevo vam-piro. Sacarle sangre al nefito y reemplazarla con la propia San-gre cargada de poder, es llevar a cabo el Truco Oscuro.

    La Senda del Diablo. Trmino medieval de los vampiros para referirse al camino que toma cada uno de ellos en este mun-do. Un trmino muy popular entre los Hijos de Satn, que con-sideraban que servan a Dios sirviendo al Diablo. Recorrer la Senda del Diablo era vivir la propia vida como inmortal.

    La Primera Generacin. Son los vampiros descendientes de Jayman que se rebelaron contra la reina Akasha.

    Sangre de la Reina. Son los vampiros creados por la reina Akasha para que siguieran su camino en la Sangre y combatieran a los rebeldes de la Primera Generacin.

    El Germen Sagrado. Se refiere al centro cerebral o fuerza vital rectora del espritu Amel, que se encuentra dentro del cuerpo de la vampira Mekare. Antes haba estado dentro de la vampira Akasha. Se cree que todos los vampiros estn conec-tados al Germen Sagrado mediante una especie de red de ten-tculos invisible. Si el vampiro que contiene el Germen Sagra-

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    do fuese destruido, moriran todos los vampiros del planeta. El Don del Fuego. Es la capacidad que tienen los vampiros

    ancianos de emplear sus poderes telequinticos para quemar la materia. Con el poder de su mente, pueden quemar madera, pa-pel o cualquier otra sustancia inflamable. Y tambin pueden quemar a otros vampiros y reducirlos a cenizas. Solo los vampi-ros ancianos poseen este poder, pero nadie sabe cmo y cundo se adquiere. Un vampiro muy joven creado por uno anciano puede poseer el Don de inmediato. Para que el vampiro pueda quemar algo, es necesario que sea capaz de verlo. Es decir, un vampiro no puede quemar a otro si no lo ve, si no est lo bastan-te cerca como para enfocar su poder.

    El Don de la Nube. Es la capacidad de los vampiros ancia-nos para desafiar la gravedad, para elevarse y moverse por las capas altas de la atmsfera, para cubrir fcilmente largas distan-cias aprovechando los vientos, sin ser vistos desde la tierra. Tam-poco en este caso se sabe cundo adquiere este poder un vampi-ro. Tal vez sea decisivo el deseo de poseerlo. Todos los vampiros verdaderamente ancianos lo poseen, tanto si son conscientes de ello como si no. Algunos vampiros desdean este Don y no lo utilizan salvo en caso de fuerza mayor.

    El Don de la Mente. Este es un trmino vago e impreciso que alude a los poderes sobrenaturales que posee la mente vamprica a muchos niveles. Mediante el Don de la Mente, un vampiro puede aprender cosas del mundo incluso mientras est durmiendo bajo tierra. Y empleando el Don de modo consciente, puede or tele-pticamente los pensamientos de los mortales y de los inmortales. Puede usar el Don de la Mente para captar imgenes, y no solo palabras, en los dems. Puede usar el Don de la Mente para pro-yectar imgenes en los dems. Y puede usar el Don de la Mente para abrir por telequinesis una cerradura o una puerta, o para detener un motor. Tambin en este caso los vampiros desarrollan el Don lentamente, con el transcurso del tiempo, y solo los ms ancianos pueden violar las mentes y extraer la informacin que los otros se niegan a entregar, o lanzar una rfaga telequintica capaz de causar daos en las clulas cerebrales y sanguneas de un humano o de otro vampiro. Los vampiros pueden escuchar a mucha distancia, y ver u or lo que ven u oyen los dems. Pero

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    para destruir telequinticamente, es preciso que vean a la vctima. El Don de la Seduccin. Este trmino designa el poder de los

    vampiros para confundir, engatusar o seducir a los mortales y, a veces, a otros vampiros. Todos los vampiros, incluso los nefi-tos, poseen este don hasta cierto punto, aunque muchos no sa-ben emplearlo. Requiere una voluntad consciente de persua-dir a la vctima, de convencerla de la realidad que el vampiro quiere que acepte. Este poder no esclaviza a la vctima, pero la engaa y la confunde. Requiere una mirada directa a los ojos. No se puede seducir a nadie a distancia. De hecho, es frecuente que requiera la palabra, adems de la mirada, y desde luego exi-ge la intervencin del Don de la Mente.

    Nefito. Un nuevo vampiro muy joven en la Sangre. Tam-bin, los descendientes en la Sangre de uno. Por ejemplo, Louis es el nefito de Lestat; Armand, el nefito de Marius; la ancia-na Maharet, la nefita de su hermana gemela Mekare; Mekare, la nefita del anciano Jayman; Jayman, el nefito de Akasha.

    El Pequeo Sorbo. Extraerle sangre a una vctima mortal sin que esta lo note ni lo advierta, y sin que deba morir.

    Hacedor. Este trmino designa al vampiro que lo inici a uno en la Sangre. Ha sido reemplazado lentamente por men-tor. Al hacedor a veces tambin se le llama maestro, pero este trmino ha ido cayendo en desuso. En muchas partes del mun-do, se considera un grave pecado sublevarse contra el propio hacedor o tratar de destruirlo. Un hacedor no puede or los pen-samientos de su nefito, y viceversa.

    La Reina de los Condenados. Trmino aplicado a la vampi-ra Mekare por su hermana Maharet cuando la primera incorpo-r en s el Germen Sagrado. Irnicamente, Akasha, la reina ca-da que haba tratado de dominar el mundo, se haba llamado a s misma la Reina de los Cielos.

    El Jardn Salvaje. Trmino utilizado por Lestat para referir-se al mundo, en consonancia con su conviccin de que las ni-cas leyes verdaderas del universo son las leyes estticas, las leyes que gobiernan la belleza natural que vemos a nuestro alrededor en el planeta.

    Los no-muertos. Trmino corriente para designar a los vam-piros de todas las edades.

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  • Primera parte

    El vampiro Lestat

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    La Voz

    Empec a orlo hace aos. Farfullando. Esto fue despus de que la reina Akasha hubiera sido des-

    truida y de que la gemela muda y pelirroja, Mekare, se hubiera convertido en la Reina de los Condenados. Yo lo presenci todo: la muerte brutal de Akasha en aquel momento espantoso, cuando todos creamos que moriramos con ella.

    Tambin fue despus de que yo intercambiara mi cuerpo con un mortal y regresara a mi propio y poderoso cuerpo vampri-co, una vez desechado el viejo sueo de volver a ser humano.

    Y fue despus de haber estado en el cielo y en el infierno con un espritu llamado Memnoch, despus de haber regresado a la tierra convertido en un explorador herido, ya sin hambre de co-nocimiento, de verdad y de belleza.

    Derrotado, yac durante aos en el suelo de una capilla de Nueva Orlens, dentro de un antiguo convento, ajeno al in-cesante trasiego de inmortales que me rodeaba. Yo los oa y deseaba responderles, pero haba algo que me impeda devol-ver una mirada, contestar una pregunta, reaccionar ante un beso o un murmullo de afecto.

    Y fue entonces cuando o la Voz por primera vez. Masculi-na, insistente, resonando en mi cerebro.

    Farfullando, como he dicho. Y pens, bueno, quiz noso-tros, los bebedores de sangre, tambin podemos volvernos lo-cos como los mortales, no?, y esto debe de ser un producto de mi mente deformada. O acaso es un bebedor de sangre anciano

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    y tremendamente decrpito que dormita por aqu cerca y cuyas desdichas capto telepticamente.

    En nuestro mundo hay lmites fsicos para la telepata. Por supuesto. Pero, por otro lado, las voces, las splicas, los mensa-jes, los pensamientos, pueden transmitirse a travs de otras men-tes, y bien podra ser que este pobre miserable estuviera musi-tando para s mismo en la otra punta del planeta.

    Como digo, aquel ser farfullaba mezclando lenguas antiguas y modernas, a veces encadenando una frase entera en latn o en griego, luego cayendo en una repeticin de expresiones moder-nas... frases de pelculas e incluso de canciones. Una y otra vez peda socorro de un modo que recordaba a aquel diminuto hu-mano con cabeza de mosca, al final de aquella obra maestra de la serie B. Aydame, aydame, deca, como si tambin estu-viera atrapado en una telaraa y una gigantesca araa se acercara hacia l. De acuerdo, est bien, qu puedo hacer por ti, le pre-guntaba yo, y l me responda de inmediato. (Estaba tan cerca? O se trataba solo del mejor sistema de transmisin en el mun-do de los no-muertos?)

    Escchame, ven a m deca. Y lo repeta sin parar: una y otra vez, noche tras noche, hasta que ya solo era un ruido.

    Yo siempre he sido capaz de desconectar. Sin problemas. Si eres un vampiro, una de dos: o aprendes a desconectar de las voces telepticas o te vuelves loco de remate. Con la misma faci-lidad puedo desconectarme de los gritos de los vivos. He de ha-cerlo. No hay otro modo de sobrevivir. Incluso los vampiros muy ancianos pueden desconectar de las voces. Yo llevo en la Sangre ms de doscientos aos; ellos, seis milenios.

    A veces, aquel ser sencillamente desapareca. A principios del siglo XXI, empez a hablar en ingls. Por qu? pregunt. Porque a ti te gusta dijo l, con ese tono masculino tan

    ntido. Sonaron unas risas. Sus risas. A todo el mundo le gus-ta el ingls. Debes venir a m cuando te llamo dijo. Y luego se puso a farfullar de nuevo en un batiburrillo de lenguas, siempre sobre lo mismo: ceguera, ahogo, parlisis, impotencia. Y acab recayendo en la letana de Aydame, aydame, con fragmen-tos de poesa en latn y griego, en francs e ingls.

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    Lo cual es interesante quiz durante tres cuartos de hora. Despus, resulta repetitivo y molesto.

    Naturalmente, yo ni me molest en decir que no. En un momento dado, grit: Belleza!, y sigui farfullan-

    do sin cesar, pero volviendo siempre a Belleza!, y siempre con unos signos de admiracin que yo senta que se me clavaban en la sien como un dedo insistente.

    De acuerdo, belleza. Y qu? dije. l gimi, solloz, entr en un delirio mareante, incoherente.

    Desconect durante un ao, me parece, pero segua sintiendo su vibracin bajo la superficie. Luego, dos aos ms tarde, calculo, empez a dirigirse a m por mi nombre.

    Lestat, prncipe malcriado!Ay, djalo ya. No, t, prncipe malcriado, mi prncipe, muchacho, ay,

    muchacho, Lestat... Luego repiti estas palabras en diez len-guas modernas y seis o siete antiguas. Me dej impresionado.

    Dime quin eres, si acaso le dije con tono sombro. Te-na que confesar que, cuando me senta extremadamente solo, me alegraba contar con su compaa.

    Y ese no era un buen ao para m. No paraba de vagar sin rumbo. Estaba harto de todo. Me senta furioso conmigo mis-mo porque la belleza de la vida no me saciaba, no contribua a hacer ms soportable mi soledad. De noche, andaba por las sel-vas y los bosques alzando las manos para tocar las hojas de las ramas bajas, llorando en silencio, farfullando tambin mucho. Vagu por Centroamrica, visitando las ruinas mayas; me aden-tr en Egipto para recorrer los desiertos y contemplar los anti-guos dibujos grabados en las rocas, de camino a los puertos del mar Rojo.

    Los jvenes vampiros rebeldes e inadaptados no paraban de invadir las ciudades por las que rondaba El Cairo, Jerusaln, Bombay, Honolulu, San Francisco, y yo me hartaba de escar-mentarlos, de castigarlos por matar a inocentes en su avidez de-senfrenada. Acababan detenidos, encerrados en crceles huma-nas, donde moran quemados al llegar el alba. A veces caan en manos de cientficos forenses. Una terrible molestia.

    No sacaban nada en claro. Pero ya hablar de eso despus.

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    Al multiplicarse por todas partes, los inadaptados termina-ban enfrentndose unos con otros. La verdad es que las peleas y reyertas entre sus bandas han logrado hacernos la vida ms de-sagradable a todos los dems. A ellos les parece normal tratar de decapitar o de quemar a cualquier otro bebedor de sangre que se cruce en su camino.

    Es un autntico caos. Pero quin soy yo, al fin y al cabo, para vigilar a esos idio-

    tas sobrenaturales? Cundo he estado yo del lado de la ley y el orden? Se supo-

    ne que el rebelde, que lenfant terrible, soy yo. As pues, dej que me ahuyentaran de las ciudades, incluso de Nueva Orlens. Dej que me ahuyentasen. Mi estimado Louis de Pointe du Lac se fue de all poco despus, y desde entonces vivi con Armand en Nueva York.

    Armand mantiene la isla de Manhattan a salvo para ellos so-los: para Louis, para l, para dos jvenes bebedores de sangre, Benjamin y Sybelle, y para cualquier otro que se junte con ellos en su palaciega morada del Upper East Side.

    No es nada sorprendente. A Armand siempre se le ha dado bien destruir a los que lo ofenden. Al fin y al cabo, l fue du-rante cientos de aos el lder de la asamblea de los antiguos Hi-jos de Satn, en Pars, y redujo a cenizas a cualquier bebedor de sangre que no obedeciera las antiguas y crueles normas de aquellos miserables fanticos religiosos. Es autocrtico, despia-dado. As que es capaz de desempear esa misin.

    Pero permitidme aadir ahora que no es el negado moral que yo crea que era. Muchas de las cosas que yo pensaba sobre no-sotros, sobre nuestras mentes, nuestras almas, nuestra evolucin o degeneracin moral, eran un error tal como las dej reflejadas en mis libros. Armand no carece de piedad, ni puede decirse que no tenga corazn. En muchos aspectos, se est encontrando a s mismo ahora, despus de quinientos aos. Y, adems, qu voy a saber yo lo que es ser inmortal? Yo llevo en la Sangre desde... cundo?, 1780? No es mucho tiempo. En absoluto.

    He estado en Nueva York, por cierto, para espiar a mis vie-jos amigos.

    En las noches clidas, me he plantado frente a su preciosa

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    casa del Upper East Side y he escuchado a la joven vampira Sybelle tocando el piano y a Benjamin y Armand charlando du-rante horas.

    Una casa impresionante: tres edificios adosados convertidos en un gran palazzo, cada uno con su propio prtico de estilo griego, su escalera de entrada y una verja de hierro decorativa. En realidad, solo se utiliza la entrada central, donde figura el nombre grabado en bronce sobre la puerta: TRINITY GATE.

    Benji es el vampiro responsable del programa de radio que se emite noche tras noche desde Nueva York. Al principio, la emisin se haca del modo corriente, pero ahora es un programa de radio por Internet y llega a todos los no-muertos del mundo. Benji muestra una inteligencia que nadie habra podido prever: beduino de nacimiento, se convirti en hijo de la Sangre a los doce aos quiz, as que medir un metro cincuenta y siete para siempre. Pero es uno de esos nios inmortales que los mortales toman por un adulto diminuto.

    No puedo or a Louis cuando estoy espiando, claro, pues yo lo cre, y ya se sabe que hacedores y nefitos son sordos mu-tuamente. Pero mis odos sobrenaturales nunca han funciona-do mejor, y desde el exterior de la casa captaba fcilmente en las mentes de los dems su voz suave y ntida, y tambin imgenes de l. A travs de las ondeantes cortinas de encaje, atisbaba los barrocos murales de vvidos colores que decoraban los techos. Una gran cantidad de azul: cielos azules con grandes nubes tei-das de color dorado. Incluso poda oler el aroma de la lea que chisporroteaba en las chimeneas.

    El conjunto del edificio, de cinco pisos y estilo belle poque, resultaba majestuoso. Abajo haba varios stanos y, arriba, un inmenso saln de baile con un techo de cristal abierto a las es-trellas. Realmente haban convertido el conjunto en un palacio. A Armand siempre se le han dado bien estas cosas, y recurri a sus inauditas reservas para pavimentar su despampanante cuar-tel general con mrmol y planchas de madera antigua, y para decorar las habitaciones con los diseos ms exquisitos. Y siem-pre se ocupaba de mantener el lugar bien protegido.

    El pequeo y triste pintor de iconos de Rusia, secuestrado y llevado al oeste por la fuerza, haba abrazado haca mucho la vi-

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    sin humanista del arte occidental. Marius, su hacedor, deba de haber contemplado este cambio con satisfaccin, siglos atrs.

    A m me apeteca vivir con ellos. Siempre me apetece vivir con ellos y nunca lo hago. De hecho, me fascinaba su modo de vida, siempre bajndose de limusinas Rolls-Royce para asistir a la pera, escuchar una sinfona o ver un ballet; o acudiendo jun-tos a la inauguracin de las exposiciones. Y totalmente integra-dos en el mundo humano que los rodeaba; incluso invitaban a los mortales a aquellos salones dorados a tomar una copa de vino y un refrigerio. O contrataban a msicos mortales para que tocasen all. Qu esplndidamente se hacan pasar por humanos. Me asombraba pensar que yo mismo haba vivido as, que haba llevado una vida tan refinada haca un siglo o ms. Los observa-ba con los ojos de un fantasma hambriento.

    La Voz musitaba, rezongaba, ruga siempre que yo estaba all, barajando los nombres de todos ellos en una letana de in-vectivas, soliloquios y peticiones.

    Fue la belleza la que lo provoc, entiendes? dijo una noche. El misterio de la belleza.

    Un ao ms tarde, mientras caminaba por la arena de Sand Beach, en Miami, volvi a soltarme lo mismo. Hasta el momen-to, los rebeldes e inadaptados me haban dejado en paz. Me te-nan miedo; los viejos les daban miedo. Pero no lo suficiente.

    La que provoc... qu, estimada Voz? pregunt. Me pareci justo darle unos minutos antes de desconectar.

    No puedes concebir la magnitud de este misterio. Me lo dijo con un susurro confidencial. No puedes concebir seme-jante complejidad. Repeta estas palabras como si las acabara de descubrir. Lloraba. Lo juro. Lloraba.

    El sonido era espantoso. No me gusta regodearme con el do-lor de ningn ser, ni siquiera con el dolor de mis enemigos ms sdicos. Y ahora la Voz se me pona a llorar.

    Yo andaba de caza; estaba sediento, aunque no necesitara beber, totalmente a merced de ese deseo, de ese profundo anhe-lo de sangre humana clida y palpitante. Encontr a una joven vctima, una mujer, un ser irresistible por la combinacin de un alma inmunda y un cuerpo esplndido, con una blanca y tier-na garganta. La tena en la habitacin fragante y oscura de su

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    propio alojamiento, con las luces de la ciudad tras los ventanales. Haba llegado sobrevolando los tejados y me haba encontrado a esta mujer plida de gloriosos ojos castaos y piel bronceada, con una cabellera negra de mechones semejantes a las serpientes de la Medusa: una mujer que forcejeaba conmigo, desnuda en-tre las sbanas blancas, mientras yo hunda mis colmillos justo en la arteria cartida. Estaba demasiado sediento para cualquier otra cosa. Dame el latido de tu corazn. Dame la sal. Dame el vitico. Llena mi boca.

    Y entonces la sangre surgi a borbotones, rugiendo. No tan deprisa! Yo era de repente la vctima arrasada como por un dios flico, aplastada contra el suelo del universo por el empuje po-deroso de la sangre. Y el corazn segua palpitando, vaciando la frgil forma que pretenda proteger. Y de pronto, ella estaba muerta. Ay, demasiado pronto. Como un lirio aplastado sobre la almohada. Solo que ella no haba sido ningn lirio: yo haba vis-to sus sucios y triviales crmenes mientras la sangre me enloque-ca, me devastaba, dejndome todo enardecido, completamente excitado, relamindome los labios.

    No soporto permanecer junto a un humano muerto. Volv a elevarme sobre los tejados.

    Te ha gustado eso, Voz? pregunt. Estir mis miembros como un gato bajo la luna.

    Hummm respondi l. Siempre me ha gustado, claro.Entonces deja de lloriquear. l enmudeci. Eso era una novedad. Me abandon. Le lanc

    una pregunta tras otra. Pero no hubo respuesta. Nada. Todo esto ocurri hace tres aos. Yo me hallaba en un estado deplorable, me senta deprimi-

    do, asqueado, abatido. Las cosas iban mal en todo el mundo vamprico, de eso no caba duda. Benji, en sus incesantes emi-siones, me instaba a regresar de mi exilio. Y otros se sumaban a su peticin. Lestat, te necesitamos. Abundaban las historias de desgracias. Y yo no consegua encontrar a muchos de mis amigos: ni a Marius, ni a David Talbot, ni tan siquiera a las an-cianas gemelas. En otra poca consegua localizar a cualquiera de ellos con relativa facilidad. Pero ya no.

    Somos una tribu hurfana! clamaba Benji por la emi-

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    sora de radio online. Jvenes, sed prudentes. Huid de los an-cianos cuando los veis. No son nuestros mayores, por muchos aos que lleven en la Sangre. Han rechazado toda responsabili-dad sobre sus hermanos y hermanas. Sed prudentes.

    Una noche deprimente y fra, me haba vuelto a sentir se-diento, mucho ms sediento de lo que poda soportar. Es de-cir, tcnicamente yo ya no necesito sangre. Tengo en mis venas tanta sangre de Akasha la sangre primordial de la antigua Ma-dre que podra subsistir toda la eternidad sin alimentarme. Pero me senta sediento, y la necesitaba para aplacar mi tristeza, o eso me haba dicho a m mismo en el transcurso de una peque-a correra de madrugada por la ciudad de msterdam, mientras me alimentaba de todos los depravados y asesinos que hallaba en mi camino. Haba ocultado los cuerpos. Haba sido cuidado-so. Pero la experiencia haba resultado deprimente: la sangre ca-liente y deliciosa entraba en m a borbotones, pero tambin las visiones que acarreaba consigo de mentes inmundas y degene-radas: toda esa intimidad emocional deplorable. Ah, siempre lo mismo, siempre lo mismo. Me senta profundamente desgracia-do. Cuando me encuentro as, constituyo una amenaza para los inocentes, lo s de sobras.

    Hacia las cuatro de la maana, me entr una tristeza espan-tosa. Estaba en un pequeo parque, sentado en un banco de hie-rro, doblado sobre m mismo bajo el aire helado y hmedo. Aquella era una de las zonas ms srdidas de la ciudad; a travs de la niebla, las luces de la madrugada tenan un aspecto chilln y tiznado. Estaba completamente aterido y empezaba a temer-me que no iba a poder resistir. Que no iba a poder subsistir en la Sangre. Que no iba a ser un verdadero inmortal como el gran Marius, o Mekare, o Maharet, o Jayman. O incluso como Ar-mand. Esto, lo que yo haca, no era vida. En un momento dado, el dolor se hizo tan agudo que pareca como un pual retorcin-dose en mi corazn y mi cerebro. Volv a doblarme sobre m mismo en el banco, agarrndome la nuca con las manos. Lo que ms deseaba del mundo era morir, cerrar los ojos a la vida y mo-rirme.

    Entonces apareci la Voz, y dijo: Pero yo te amo!

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    Me llev un sobresalto. No haba odo a la Voz desde haca mucho, y ahora ah estaba: ese tono ntimo, suave, de infinita ternura. Como unos dedos que me acariciaran la cabeza.

    Por qu? pregunt. Eres el que ms amo de todos dijo la Voz. Estoy con-

    tigo, aqu, amndote. Qu eres t? Otro supuesto ngel? dije. Otro es-

    pritu que se hace pasar por un dios, o algo as? No dijo l. A decir verdad, en cuanto l me haba empezado a hablar, yo

    haba sentido un calor dentro de m, ese calor repentino que des-criben los adictos cuando la sustancia que ansan los inunda, esa calidez sedante y maravillosa que yo haba hallado tan fugaz-mente en la Sangre; y entonces empec a or la lluvia, a orla de otro modo, no como una deprimente llovizna, sino como una preciosa y dulce sinfona de sonidos sobre las superficies que me rodeaban.

    Te amo dijo la Voz. Y ahora levanta. Abandona este lugar. Tienes que hacerlo. Levntate. Empieza a andar. Esta llu-via no es demasiado fra para ti. T eres demasiado fuerte para esta lluvia, demasiado fuerte para este dolor. Vamos, haz lo que te digo...

    Y yo obedec. Me levant, ech a andar y regres al viejo y elegante Hotel

    de lEurope donde me alojaba. Entr en la espaciosa habitacin, exquisitamente empapelada, y corr con cuidado los cortinajes de terciopelo para tapar el sol naciente. La luz del cielo blanque-cino sobre el ro Amstel. Los ruidos de la maana.

    Escucha, yo te amo dijo la Voz. No ests solo. Nunca lo has estado. Yo senta la Voz dentro de m, alrededor de m, envolvindome, abrazndome.

    Finalmente, me ech a dormir. l me cantaba ahora. Canta-ba en francs una letra aadida al hermoso estudio de Chopin Tristesse...

    Lestat, regresa a tu hogar. Vuelve a Francia, a la Auvernia donde naciste susurr, como si estuviera a mi lado. Al viejo castillo de tu padre. Debes ir all. Todos los seres humanos nece-sitis un hogar.

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    Sonaba tan tierno, tan sincero. Era extrao que me dijera aquello. Yo posea el viejo y rui-

    noso castillo. Aos atrs, haba encargado a un grupo de ar-quitectos y canteros que lo reconstruyeran, aunque yo mismo no saba por qu. Ahora lo vi de nuevo, los antiguos torreones redondos alzndose de aquel risco sobre los campos y valles: all donde antao haban perecido tantos de hambre, donde la vida haba sido tan amarga, donde yo mismo haba sufrido amarga-mente cuando era un muchacho, un muchacho decidido a huir a Pars y ver mundo.

    Vuelve a casa susurr l. Por qu no ests durmiendo como yo, Voz? pregun-

    t. Est saliendo el sol. Porque donde yo estoy no es de da, amado Lestat. Ah, entonces eres un bebedor de sangre, no? pregunt.

    Sent que lo haba pillado. Empec a rer, a soltar carcajadas. Claro que lo eres.

    l se puso furioso. Ah, miserable, ingrato y degenerado! Prncipe malcriado!

    mascull. Y volvi a abandonarme. Bueno, qu ms daba. Pero yo no haba resuelto el misterio de la Voz, ni mucho menos. Era simplemente un viejo y poderoso inmortal que se comunicaba conmigo desde otra parte del globo haciendo rebotar su mensa-je teleptico a travs de las mentes vampricas situadas entre am-bos, tal como la luz se va reflejando de un espejo a otro? No, no era posible. Su voz resultaba demasiado prxima y ntida. Es posible enviar un mensaje teleptico a otro inmortal con ese siste-ma, desde luego. Pero no puedes comunicarte directamente como l haba venido haciendo conmigo durante todo este tiempo.

    Cuando despert, ya empezaba a oscurecer, claro, y mster-dam bulla con el rumor del trfico, con el zumbido de las bici-cletas y una mirada de voces. Un aroma de sangre bombeada por los corazones palpitantes.

    An sigues ah, Voz? pregunt. Silencio. Y, no obstante, tena la sensacin, s, la clara sensa-

    cin de que estaba all. Me senta desdichado; me daba miedo a m mismo, me asombraba mi propia debilidad, mi incapacidad para amar.

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    Y entonces ocurri esto. Fui al espejo de cuerpo entero que haba en la puerta del bao

    para ajustarme la corbata. Ya sabis que soy todo un dandi. Aun-que estuviera deprimido, llevaba una chaqueta Armani de cor-te impecable y una camisa de vestir, y, bueno, quera ajustarme bien aquella reluciente corbata de seda, bellamente pintada a mano y... ese no era mi reflejo!

    Yo estaba all, pero ese no era mi reflejo. Era otro yo el que me sonrea triunfal con unos ojos relucientes, con las dos manos contra el cristal, como si estuviera encerrado ah detrs, en la cel-da de una prisin. Llevaba la misma ropa, s, y era igual que yo hasta el ltimo detalle: el largo pelo rubio rizado, los ojos de un gris azulado. Pero no era un reflejo en absoluto.

    Me qued petrificado. Pens vagamente en un doppelgnger y, sent todo el horror que ese concepto lleva aparejado. No s si soy capaz de describir lo escalofriante que resultaba la situacin: esa figura de m mismo habitada por otro, que me sonrea de un modo impdico y deliberadamente amenazador.

    Me mantuve impasible, aun as, y segu ajustndome la cor-bata, aunque no vea el reflejo de lo que iba haciendo. l sigui sonriendo con aquella expresin glida y burlona, mientras la Voz estallaba en carcajadas en el interior de mi cerebro.

    Acaso deberas gustarme por esto, Voz? pregunt. Yo crea que me amabas.

    l se qued consternado. Su rostro mi rostro se contrajo como el de un nio a punto de llorar. Alz las manos como para cubrirse, con los dedos trmulos y los prpados estremecidos. La imagen se desvaneci y fue reemplazada por mi verdadero reflejo, plantado all de pie, desconcertado, ligeramente horrorizado, irri-tado en grado sumo. Me enderec la corbata con un ltimo tirn.

    Yo te amo dijo la Voz con un tono triste, casi lgubre. Te amo! Y empez a farfullar, a rugir, a discursear, con todos aquellos vocabularios bruscamente enredados: ruso, alemn, francs, latn...

    Aquella noche Benji empez su emisin desde Nueva York y dijo que las cosas no podan continuar as. Inst a los jvenes a huir de inmediato de las ciudades. Suplic una vez ms a los an-cianos de la tribu que intervinieran.

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    Yo me fui a Anatolia para huir de todo. Quera volver a ver Santa Sofa, caminar bajo aquellos arcos. Quera vagar por las ruinas de Gbekli Tepe, el asentamiento neoltico ms antiguo jams descubierto. Al diablo los problemas de la tribu. De dn-de haba sacado Benji la idea de que ramos una tribu?

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