el príncipe cariñito acaramelado

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Executive Master in Information Management ‘Informatie bepaalt de kracht van organisaties. Business informatiemanagers van onze opleiding weten deze kracht in succes om te zetten: mensen met een brede kijk op de werkelijkheid die hun organisatie daadwerkelijk kunnen innoveren.’ Prof. dr. ir. Rik Maes

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Cuento. Existe un reino que aún vive bajo las nefastas consecuencias de una promesa hecha hace ya casi cinco siglos.

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Page 1: El príncipe cariñito acaramelado

CARIÑITO

ACARAMELADO

EL

PRÍNCIPE

Page 2: El príncipe cariñito acaramelado

Existe un reino que aún vive bajo las nefastas consecuencias de una promesa hecha hace ya casi cinco siglos.

Hace cientos de años era un reino que vivía en paz, los agricultores labraban sus tierras mientras silbaban alegres canciones, el herrero estaba satisfecho de cada pieza que salía de su fragua, el pan que se horneaba en aquel pueblo era de los mejores de la contornada y los niños jugaban felices en

las calles.

En palacio todo el mundo vivía tranquilamente, la reina y el rey salían a pasear a caballo casi todas las mañanas por

los campos y por el pueblo. Saludaban con la mano a sus súbditos que les devolvían el saludo con cariño.

Los reyes vivían felices pues en su reino no había pobreza y

además no tenían que temer a los posibles invasores pues la

bruja de la corte era muy poderosa y cuando presentía que se acercaba la guerra, cubría el reino con un manto de bosque verde y lo hacía desaparecer, de

manera que los soldados pasaban de largo.

Page 3: El príncipe cariñito acaramelado

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Esto no quiere decir que en el pueblo no hubiese perros que perseguían gatos, ladronzuelos que robaban manzanas, o

niños maliciosos que tiraban piedras a los gatos, incluso en la escuela había una maestra que cuando se enfadaba mucho les

decía a los niños que eran unos borricos.

Todos vivían felices en aquel mundo pequeño sin contratiempos.

Cuando un rey se moría le sustituía su hijo mayor. Así que, cuando el rey Rigoberto murió, su hijo Martín heredó la corona

y el reino. Ni la corte, ni el pueblo, ni la propia madre del príncipe,

que era la reina Gertrudis, estaban muy contentos con el nuevo soberano, pues Martín había demostrado desde pequeño ser bastante avaricioso y no tener muy buen carácter. Pero esa

era la tradición y nadie se atrevió a cambiarla. El nuevo rey se aburría soberanamente. No le gustaba

pasearse por entre las gentes del pueblo, montado a caballo, no le gustaba jugar al ajedrez, no le gustaba hacer girar la

peonza, saltar en los charcos los días de lluvia y tampoco le gustaba contemplar la naturaleza. En definitiva, que no

disfrutaba con ninguno de los entretenimientos que tan felices habían hecho a los otros monarcas.

Martin quería recorrer mundo y así lo hizo, se fue a hacer un largo viaje. Visitó muchísimos reinos, conoció un montón de

palacios, fue recibido en todos ellos con el mayor lujo y honores, pero como nunca se paseó por los pueblos no pudo ver

que mientras que a él le ofrecían vino en copas de oro y manjares fantásticos, las gentes del pueblo eran muy pobres.

Page 4: El príncipe cariñito acaramelado

Regresó a su reino deslumbrado por todas las riquezas con las que había sido agasajado y pronto comenzó a protestar pues para él

todo lo que le rodeaba era mediocre. Los muebles le parecían viejos y carcomidos, los cubiertos y vajillas demasiado vulgares, los caballos demasiado toscos… así que pidió que trajeran yeguas árabes, pura sangre, como los del reino del sur. También hizo

quemar los muebles y cortinas y ordenó que hicieran muebles con madera de ébano, cortinas de terciopelo ribeteadas con hilo de oro

y alfombras de lana persa. Cuando sus criados y su madre le dijeron que todo aquello sería demasiado caro y además

innecesario, se limitó a decir que cogieran las monedas de oro necesarias de las arcas reales y que además mandasen construir un monumento de bronce, en su honor, en la plaza del pueblo.

De esta forma, el dinero real se acabó pronto y cuando su contable se lo comunicó el rey le dijo que subiera los impuestos a

sus súbditos, como hacían en todos los reinos que él había conocido y que si con eso no era suficiente, requisara lo que hiciera falta.

La madre del rey Martín, es decir, la reina madre, aún conservaba la vieja costumbre de pasear todas las mañanas por el

pueblo, montada en su caballo percherón. Las gentes ya no devolvían su saludo con sonrisas cariñosas, ahora todo eran

protestas.

La pobre reina sufría mucho al ver la miseria en que vivía el pueblo. Así que un día se decidió y a pesar del miedo que le daba,

fue a ver a la bruja del reino. Le expuso el problema y le preguntó si tendría una solución. La vieja bruja le dijo que sí, pero que tendría que pagar un alto precio, la reina contestó que estaba

dispuesta a pagar lo que fuese.

Page 5: El príncipe cariñito acaramelado

- Bien, pues has de saber -dijo la bruja- que yo me llevaré a tu hijo en un saco y no lo volverás a ver, además has de decir al pueblo que aunque a partir de ese momento no les faltará de nada y podrán ser felices, yo seré la dueña de sus risas, no podrán reír ni hacer ningún tipo de celebración. Si lo hacen, todo por lo que sean felices se volverá al revés.

- De acuerdo, acepto en nombre de los súbditos de mi hijo.

Page 6: El príncipe cariñito acaramelado

La bruja también le dijo a la reina Gertrudis que todos los futuros reyes se llamarían Malaventura.

De esta forma Malaventura I fue el primero de una saga de reyes que gobernaron un reino sin pobreza, donde toda la

gente tenía motivos de sobra para ser feliz, pero que no podían sonreír. Si un labriego recogía unas buenas manzanas y

mirando una decía: «qué alegría, qué manzanas más buenas tengo este otoño» inmediatamente todas las frutas de los

arboles caían podridas al suelo.

Los caballitos de madera con los que jugaban los niños se convertían en serrín a la mínima risita, cuando alguien

miraba el sol y daba las gracias por un día tan hermoso, lo tenía que hacer con el semblante muy serio porque si no de repente se nublaba y caía un chaparrón, si por el contrario llovía y los agricultores estaban felices después de días de

sequía, tenían que contenerse para no ponerse a dar saltitos de felicidad, si no desaparecían las nubes y no regresaban en

mucho tiempo.

Ya nadie silbaba, ni cantaba. Los primeros besos de amor eran celebrados con profundas miradas, pero jamás con una

sonrisa.

Page 7: El príncipe cariñito acaramelado

El miedo a la maldición se trasmitía de padres a hijos y desde que los niños eran unos bebes se les prohibía reír, cantar y bailar. No les faltaba de nada, las cosechas eran abundantes, los pastos frescos para el ganado que crecía

hermoso en los campos, el pan seguía siendo de los mejores horneados de la contornada, de la fragua del herrero salían

piezas estupendas.

En fin, que todos eran dichosos, aunque por sus caras serias y apagadas no lo pareciese.

El tiempo fue pasando y Malaventura I fue sustituido por Malaventura II y este a su vez por su hijo Malaventura III que al morir pasó la corona a Malaventura

IV y ahora en estos tiempos reina Malaventura V.

Casi cinco siglos después de la misteriosa desaparición del rey Martín, aún perdura el efecto del conjuro que no permite ningún tipo de celebración ni demostración de alegría y hasta los colores han perdido brillo y todo es de

tonos grises y apagados.

Page 8: El príncipe cariñito acaramelado

Pero tal vez esta historia pueda tener un final feliz con fiesta, música y baile. Pues resulta que el rey Malaventura V tiene una mujer bondadosa que sabe bordar muy bien, pero que además es muy inteligente y que cuando supo que iba a

ser madre le dijo a su esposo:

- Amado mío, no me gustaría tener que llamar a nuestro hijo Malaventura VI ¿qué te parece si por lo menos

en la intimidad engañásemos a la bruja y nosotros lo llamásemos con apelativos cariñosos, como cielito, amorcito, cariñito…? Así solo sería Malaventura VI para los extraños. Y además me gustaría que creciera libre, que nadie le explicase

jamás nada sobre la maldición ni sobre la promesa de tu tatarabuela. Nosotros ya no nos atrevemos a contradecirla por temor a las consecuencias, pero quizás la bruja murió hace mucho y con ella desapareció el maleficio, ¿no crees?,

amado mío, no pongas esa cara de susto, por favor, intentemos dar una oportunidad a nuestro hijo».

El rey aceptó, pues era incapaz de negarle nada a su esposa. De esta forma, el príncipe que tenía que ser

Malaventura VI pasó a ser el bebé con más nombres empalagosos conocido, pues no sólo sus padres le llamaban corazoncito, dulcecito, amorcito… también las niñeras y las criadas y el cocinero y el sastre real. Al cumplir el año, el

primogénito era conocido como el príncipe caramelo

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Ahora que tiene cinco años y nada sabe de conjuros, maldiciones ni de la promesa de la reina Gertrudis, es un niño dicharachero, alegre y juguetón. Nada malo le ha sucedido y sus risas se empiezan a contagiar por palacio y de vez en cuando la reina, las niñeras y hasta el jardinero dejan asomar una leve

sonrisa cuando lo ven jugar. Inmediatamente miran a su alrededor asustados esperando las nefastas consecuencias de su

atrevida sonrisa, pero de momento nada ha pasado. Tal vez, mientras tú lees esta historia en el reino del príncipe

cariñito acaramelado, todos estén celebrando una gran fiesta.