el pajaro grifo

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11 EL PÁJARO GRIFO Hubo una vez un rey muy poderoso, pero hace ya tanto tiempo, que no se sabe en qué parte del mundo reinaba ni cuál era su nombre. Sábese, en cambio, que tenía una hija, y que ésta era tan enfermiza, que sólo en contadas oportunidades salía de sus habÍtaciones, en las que permanecía por lo general postrada en un sillón. En vano se habían afanado por curarla los más reputados médi- cos de la corte; cuanto intentaron resultó inútil. Cierta mañana, presentóse ante el monarca un hada a quien aquél había mandado llamar. -¿Sabes por qué te he llamado? -le preguntó el rey. -Sí, majestad -contestó el hada-; sé que el mal que aqueja a tu pequeña hija, es la mayor de tus preocupaciones. Por eso, y porque creo tener el remedio que ha de curarla, me he apresurado en acudir a tu llamada. Para que la princesita recobre la salud y la belleza, es necesano que coma una manzana. Deseando el rey hallar cuanto antes el fácil remedio, hizo anunciar en todo el reino que quien le presentara la manzana que habría de curar a su hija, se casaría con ella, y llegaría con el tiempo a ser rey del país. Rápida como el viento corrió la noticia. Encumbrados nobles y humildes vasallos pusiéronse con el mismo empeño a buscar el mara- villoso fruto. Y entre estos últimos, un buen campesino, padre de tres hijos, creyó prudente conversar con ellos acerca del caso. Reuniéndolos una tarde después de terminar sus tareas, se dirigió al mayor en estos términos: -Carlos, sabes que el manzano que tenemos en el jardín da unos frutos hermosísimos que provocan la envidia de cuantos los ven. Es necesario que procures recoger la mayor cantidad posible, que los pongas en una cesta y se los lleves a nuestro rey. Quizá al comerlos recobre la princesita la salud, y entonces te casarás con ella. Cumpliendo el mandato de su padre, Carlos llenó la cesta con las más hermosas manzanas del jardín y se puso en marcha en dirección al palacio. Iba distraído, y por eso sólo alcanzó a ver a un pequeño enanito de barba larga y blanca cuando estuvo junto a él. El hombre- cillo, que observaba con curiosidad al muchacho, al tiempo que le 12 EL PÁJARO GRIFO 13 hacía un ademán para que se detuviera, le dijo con su voz suave y agradable: -¿Qué llevas en esa cesta, muchacho? Carlos, que gustaba burlarse del prójimo, le respondió sonriendo: -Llevo patas de rana, buen hombre. -Pues si patas de rana son, patas de rana seguirán siendo -ex- clamó el enanito elevando la voz y desapareciendo seguidamente. Sin dar importancia al pequeño incidente, reanudó el muchacho su camino. Y cuando llegó al palacio y anunció que llevaba las manzanas que habrían de curar a la princesita, fue recibido por el propio monar- ca, que acudió presuroso. Pero cuando vio que en lugar de los espera- dos frutos llevaba una enorme cantidad de patas de rana que se movían sin cesar, el rey exclamó montando en cólera: -¡Vete inmediatamente del palacio si no quieres que te haga casti- gar por haberte querido burlar de la enfermedad de mi pobre hija...! Sin poder explicarse el misterio de la transformación, Carlos no se hizo repetir la orden. Apresuró el paso y no tardó en llegar a su casa. Ya ante su padre, explicóle detalladamente lo que le había sucedido, y el pobre campesino, tan sorprendido como su hijo, pero seguro de que su informalidad tendría mucho que ver con lo sucedido, llamó a otro de los muchachos, al segundo, y le dijo: -Marcos, es necesario que tú también pruebes suerte. Vete, pues, al jardín, recoge todas las manzanas que puedas y llévalas al palacio. Como anteriormente su hermano, Marcos cumplió al pie de la letra las indicaciones de su padre. Cuando tuvo la cesta llena de sabrosos fi'utos se puso en camino. Y fue también en la mitad del trayecto, l:uando, al volver un recodo, se encontró de manos a boca con el mismo hombrecillo de la larga barga. -¿Qué llevas en esa cesta, muchacho? -tornó a preguntar el tlmmito. y como Marcos era también poco formal, viendo la oportunidad dt\ burlarse de su interlocutor, le respondió: -Llevo tocino, buen hombre. -Pues si llevas tocino, tocino seguirá siendo -exclamó disgus- Il1docl misterioso personaje, desapareciendo. Mientras una sonrisa de burla asomaba a sus labios, reanudó Marcos 111 lI1urcha,presentándose poco después ante la puerta del palacio. I JII centinela se negó a franquearle el paso, diciéndole que parecía Inll ombustero como el que anteriormente había llevado las patas de 11111 n.

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EL PÁJARO GRIFO

Hubo una vez un rey muy poderoso, pero hace ya tanto tiempo,que no se sabe en qué parte del mundo reinaba ni cuál era su nombre.Sábese, en cambio, que tenía una hija, y que ésta era tan enfermiza,que sólo en contadas oportunidades salía de sus habÍtaciones, en las quepermanecía por lo general postrada en un sillón.

En vano se habían afanado por curarla los más reputados médi-cos de la corte; cuanto intentaron resultó inútil.

Cierta mañana, presentóse ante el monarca un hada a quien aquélhabía mandado llamar.

-¿Sabes por qué te he llamado? -le preguntó el rey.-Sí, majestad -contestó el hada-; sé que el mal que aqueja a

tu pequeña hija, es la mayor de tus preocupaciones. Por eso, y porquecreo tener el remedio que ha de curarla, me he apresurado en acudira tu llamada. Para que la princesita recobre la salud y la belleza, esnecesano que coma una manzana.

Deseando el rey hallar cuanto antes el fácil remedio, hizo anunciaren todo el reino que quien le presentara la manzana que habría de curara su hija, se casaría con ella, y llegaría con el tiempo a ser rey del país.

Rápida como el viento corrió la noticia. Encumbrados nobles yhumildes vasallos pusiéronse con el mismo empeño a buscar el mara-villoso fruto. Y entre estos últimos, un buen campesino, padre de treshijos, creyó prudente conversar con ellos acerca del caso. Reuniéndolosuna tarde después de terminar sus tareas, se dirigió al mayor en estostérminos:

-Carlos, sabes que el manzano que tenemos en el jardín da unosfrutos hermosísimos que provocan la envidia de cuantos los ven.Es necesario que procures recoger la mayor cantidad posible, quelos pongas en una cesta y se los lleves a nuestro rey. Quizá al comerlosrecobre la princesita la salud, y entonces te casarás con ella.

Cumpliendo el mandato de su padre, Carlos llenó la cesta con lasmás hermosas manzanas del jardín y se puso en marcha en direcciónal palacio. Iba distraído, y por eso sólo alcanzó a ver a un pequeñoenanito de barba larga y blanca cuando estuvo junto a él. El hombre-cillo, que observaba con curiosidad al muchacho, al tiempo que le

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EL PÁJARO GRIFO 13

hacía un ademán para que se detuviera, le dijo con su voz suave yagradable:

-¿Qué llevas en esa cesta, muchacho?Carlos, que gustaba burlarse del prójimo, le respondió sonriendo:-Llevo patas de rana, buen hombre.-Pues si patas de rana son, patas de rana seguirán siendo -ex-

clamó el enanito elevando la voz y desapareciendo seguidamente.Sin dar importancia al pequeño incidente, reanudó el muchacho su

camino. Y cuando llegó al palacio y anunció que llevaba las manzanasque habrían de curar a la princesita, fue recibido por el propio monar-ca, que acudió presuroso. Pero cuando vio que en lugar de los espera-dos frutos llevaba una enorme cantidad de patas de rana que se movíansin cesar, el rey exclamó montando en cólera:

-¡Vete inmediatamente del palacio si no quieres que te haga casti-gar por haberte querido burlar de la enfermedad de mi pobre hija...!

Sin poder explicarse el misterio de la transformación, Carlos no sehizo repetir la orden. Apresuró el paso y no tardó en llegar a su casa.Ya ante su padre, explicóle detalladamente lo que le había sucedido,y el pobre campesino, tan sorprendido como su hijo, pero seguro deque su informalidad tendría mucho que ver con lo sucedido, llamó aotro de los muchachos, al segundo, y le dijo:

-Marcos, es necesario que tú también pruebes suerte. Vete, pues,al jardín, recoge todas las manzanas que puedas y llévalas al palacio.

Como anteriormente su hermano, Marcos cumplió al pie de la letralas indicaciones de su padre. Cuando tuvo la cesta llena de sabrososfi'utos se puso en camino. Y fue también en la mitad del trayecto,l:uando,al volver un recodo, se encontró de manos a boca con el mismohombrecillo de la larga barga.

-¿Qué llevas en esa cesta, muchacho? -tornó a preguntar eltlmmito.

y como Marcos era también poco formal, viendo la oportunidaddt\ burlarse de su interlocutor, le respondió:

-Llevo tocino, buen hombre.-Pues si llevas tocino, tocino seguirá siendo -exclamó disgus-

Il1docl misterioso personaje, desapareciendo.Mientrasuna sonrisa de burla asomaba a sus labios, reanudó Marcos

111lI1urcha,presentándose poco después ante la puerta del palacio.IJII centinela se negó a franquearle el paso, diciéndole que parecíaInll ombustero como el que anteriormente había llevado las patas de11111n.

14 CUENTOS DE GRIMM

-¡No soy ningún embustero! -gritó Marcos enojado- y no sonpatas de rana lo que traigo, sino las manzanas que habrán de curar ala princesa.

Como los gritos del muchacho fueron escuchados por el rey, sepresentó éste para enterarse de lo que sucedía. Y cuando Marcos lehubo explicado el porqué de su enojo, el monarca ordenó al soldadoque abriera la cesta. Pero su cólera no tuvo límite al ver que en lugarde las esperadas manzanas sólo se veían varios trozos de tocino.y para que en lo sucesivo nadie se atreviera a pretender engañarlo,ordenó que se le diera a Marcos una tanda de palos.

Maltrecho, sin la cesta, y sorprendido por el misterioso cambio quehabía sufrido la fruta, regresó Marcos a su casa y contó a su padrecuanto le sucediera.

El campesino, más extrañado aún que la primera vez, creía no poderdar con la persona que llevara sus manzanas al palacio, pero entoncesse presentó ante él el menor de sus hijos, cuyo nombre era Juan.

-Padre -le dijo el muchacho, quiero intentar suerte yo también.¿No te opones a que la haga?

Con aire preocupado, sin poder olvidar lo que le había ocurrido aCarlos, primero, y a Marcos, después, el campesino le respondió:

-Haz lo que quieras, muchacho; pero ya sabes lo que les hasucedido a tus hermanos. Además -agregó-, las más hermosasmanzanas han sido recogidas por ellos, y por otra parte no te creo losuficiente listo para llevar a buen fin tus propósitos.

La verdad es que Juan ignoraba lo que les había sucedido a sushermanos, y como era prudente y no quería dejar nada librado al azar,creyó conveniente hablar con Carlos y Marcos para estar enteradode todo.

Se dirigió primero a la habitación del mayor, a quien encontrópensativo y con cara de pocos amigos. Las primeras preguntas que leformuló quedaron sin respuesta, pero como sabía que sus hermanossiempre procedían de igual manera con él, insistió varias veces.

-¿Qué es lo que quieres saber? -le preguntó al cabo Carlos, sinocultar que estaba molesto.

-Lo que te ha sucedido en el pallJ,cio-replicó el muchacho.-Pues si quieres saberlo, pierdes eltiempo preguntándome a mí

-respondió el mayor de los hermanos-. Reúne unas cuantas manza-nas en la cesta y lIévaselas al rey. Entonces podrás darte por enterado.¡Ahora, déjame en paz!

Nada agregó Carlos a lo dicho y Juan debió retirarse sin haberpodido enterarse de la causa de su enojo.

EL PÁJARO GRIFO 15

-Veré si Marcos quiere decirme algo -se dijo, dirigiéndose a lahabitación del otro hermano.

Pero Marcos, a quien encontró en cama, quejándose de los golpesrecibidos, tampoco parecía dispuesto a decirle nada. Las preguntas quele hizo obtuvieron por respuesta quejidos de dolor. Y cuando ya se dis-ponía a retirarse de la habitación oyó que su hermano, que habíaadvertido su presencia, decía:

-Anda al palacio si deseas saber qué me ha sucedido. Anda, queal cabo te verás como yo...

Como las palabras de Marcos nada le aclaraban, Juan optó porprobar suerte y esperar los acontecimientos. Pero antes fue a vernuevamente a su padre.

-Ya que han fracasado mis hermanos, déjame intentarlo -le pidióel muchacho. .

Y como su insistencia fuese mucha, el padre creyó prudente de-cirle:

-lnténtalo, ya que lo deseas; y que Dios te ayude. Pero no vengasluego a lamentarte si el rey te muele a palos las costillas.

-Nada temas -exclamó Juan alegremente-; y en muestra deagradecimiento, cuando sea rey, te regalaré un hermoso palacio.

-¡Pobre hijo mío! -pensó el campesino-; eso me demuestra quesu tontería es incurable.

Como era noche ya, Juan decidió partir al día siguiente.Se acostó y pronto quedó profundamente dormido. Y en sueños se

veía sentado en un magnífico trono adornado de oro y piedras precio-sas, cubierto con un magnífico manto de púrpura y con una hermosacorona de marfil sobre la cabeza; pero al mismo tiempo, veía también~11sueños desfilar ante él a los pobres más pobres del reino, a quienesnyudaba regalándoles ropas y manjares.

A la mañana siguiente, muy temprano, se dirigió al jardín, llenólIna cesta con las mejores manzanas que encontró, y sin perder unIlIstante se encaminó al palacio.

Al volver un recodo del camino, se encontró Juan con el mismo(111/1110que detuviera a sus hermanos; el hombrecillo preguntó por ter-rlll'lIvez:

.¿Qué llevas en esa cesta, muchacho?En esta cesta llevo las manzanas que harán que la princesa

11'11obrcla salud.Pues si llevas las manzanas que devolverán la salud a la prin-

"1111111,IIIR mismas manzanas continuarán siendo -agregó el enano.

16 CUENTOS DE GRIMM

No alcanzando a comprender el significado de las palabras delmisterioso personaje, reanudó Juan, la marcha y llegó al palacio. Sindejarle entrar, el soldado que se hallaba junto a la puerta creyó pru-dentedecirle:

-Escucha: no creo que te convenga ver al rey para ofrecerle elremedio que dices traer en esa cesta. Tan disgustado se encuentra, quenada me extrañaría que te hiciera meter en un calabozo por el restode tu vida.

-Lo que yo traigo -replicó Juan-, es realmente el remedio.-Lo mismodijeron dos redomadospillos que vinieron antes que tú.-Pero es que yo no soy un pillo -agregó el muchacho, sin

molestarse por las palabras del soldado.y como de nada valieron las razones que le daban, Juan terminó

por llegar a la presencia del monarca.-¿Qué es 10 que traes? -le preguntó el rey, haciendo un gesto

poco amistoso.-Las manzanas que han de curar a tu hija -contestó Juan sin

titubear.-¿No tratas de engañarme? ¡Mira que en ese caso habrás de arre-

pentirte!Sea porque el muchacho le inspirara confianza o porque la enfer-

medad de su hija hacía que no temiera el probar una vez más, elmonarca no aguardó a que el muchacho respondiera. Se acercó a lacesta y la destapó.

Al ver lashermosas y sonrosadas manzanas, cambió su gesto agriopor una sonrisa. Después, llamando a su hija, le presentó los frutos.

Como por arte de encantamientQ, sólo con ver las manzanas, laprincesita recobró al instante sus hermosos colores y su salud. Y llo-rando de alegría arrojóse en los brazos de su padre.

Inútil es tratar de describir el regocijo de la corte. El rey,-lleno degozo, no sabía cómo demostrar la dicha que experimentaba. Sin em-bargo, al recordar que había prometido dar su hija por esposa al quela curara, fijándose en la poca gracia del campesino que habría de tenerpor yema, frunció las cejas con preocupación. La propia princesita seestremeció sólo de pensar en unirse en l11atrimoniocon el rústico cam-,.,pesino que tenía ante ella.

Para dar término a la enojosa situación, y a fin de no quedar antesus súbditos como un monarca informal el rey se dirigió a Juan conestas palabras:

-No habré de negarte la mano de mi hija porque he comprometidomi palabra; sin embargo, antes de casarte con ella deberás llevar a cabo

EL PÁJARO GRIFO 17

una empresa que vaya proponerte: como a mi hija le gusta muchoembarcarse y no quiero verla expuesta a los peligros que tal cosa puedeacarrearte, deseo que le proporciones una barca que 10mismo marchepor la tierra que por el agua.

Juan abandonó el palacio muy preocupado. Y como creyó impo-sible lograr 10 que se le había pedido, marchóse a su casa y le contóa su padre 10 sucedido.

-¿No te advertí que todo te resultaría muy difícil? -le dijo elcampesino-. Sin duda, el rey se ha dado cuenta de que eres un tontoque no mereces ser su yerno. ,

Preocupado por el fracaso, Juan se acostó y no tardó en quedarprofundamente dormido. Al día siguiente, ya recobrado su optimismoy buen humor tomó un hacha y otras herramientas de carpintero, sedirigió a un bosque cercano y se dispuso a fabricar la barca.

Cuando más entretenido se hallaba en su tarea, presentóse ante élel enanito de la barba blanca, que le preguntó:

-¿Qué haces, muchacho?-Una barca que 10 misino pueda ir por tierra que por agua

-respondió Juan.-Pues esa barca será 10que estás haciendo -dijo el hombrecillo

tiI mismo tiempo que desaparecía.Cuando Juan terminó la barca, metióse en ella y se puso a remar;

y, ¡oh maravilla!, la barca se deslizó por el camino como si se trataradcl más tranquilo de los lagos. De esa manera, no tardó en presentarseunteel palacio, donde hizo anunciaral monarcaque había cumplidoMUdeseo.

Si bien admirado de la obra del muchacho, el soberano pensól1uevamente en la manera de evitar el casamiento de su hija con él.

-Veo que eres ingenioso -le dijo-, y por eso mismo desearía'Iutlmc hicieses otro gran favor. Tiene mi hija cien conejos blancos quev¡\Ioncn nuestros jardines. Si quieres casarte con ella, deberás reunirlosI~,tlm~untes de que caiga la noche. En caso contrario, es decir, si te faltalit10Holode los conejos, perderás todos tus derechos.

Tcniendo en cuenta que la noche estaba próxima y que la tarea que11lllloomendabael rey no era nada fácil, Juan se encaminó rápidamente11 lo..Jurdinesdel palacio para comenzar la caza. Pero los conejos,l\ltl~III~Hde ser numerosos corrían y saltaban como demonios en cuantoIllIIUdlUChoextendía el brazo. Casi extenuado ya, disponíase a desistirdi IIIIMpropósitos y a renunciar a la mano de la princesa, cuandotllIIVllmcnteapareció ante él el enanito.

¿,OliÓquieres hacer, muchacho? -le preguntó.

I,'!

18 CUENTOS DE GRIMM

-Algo que me parece poco menos que imposible, buen hombre-contestóle Juan haciendo un gesto de desaliento:-: debo reunir, antesque llegue la noche, los cien conejos de la princesa.

-Pues nada más fácil-le dijo el hombrecillo-; toma este silbatoy sopla por él. Ya verás cómo al instante se reúnen todos los conejos,sin que falte ninguno.

En efecto, en cuanto el muchacho comenzó a soplar, empezaron arodearle los conejos. Pero al contarlos, notó que faltaba uno. Era queel rey, temiendo que llevara a cabo la empresa, a pesar de comprenderlo difícil que era, ordenó a uno de sus guardiasCqueapresara a uno delos animales. Pero como el muchacho se puso a soplar con toda lafuerza de sus pulmones, el conejito prisionero, atraído por el sonido delsilbato, escapó de las manos de su captor y se unió al grupo.

Poco antes de que llegara la noche, Juan se presentó en el palacioseguido de los cien conejos. Y como nuevamente el rey sedio cuentade lo mal que quedaría si dejaba de cumplir lo que había prometidoal campesino, pensó algo más difícil de hacer y después le dijo:

-He resuelto que sean tres pruebas las que hagas antes de casartecon mi hija; por consiguiente, aún te falta una. Desde luego, si la cum-ples, no habré de oponerme. Consiste tal prueba en que me traigas unapluma del pájaro Grifo. ,

Al escuchar tal cosa, Juan enmudeció de asombro. Sabía que elpájaro Grifo era una extraña y terrible ave, mitad águila y mitad león,que vivía en unas elevadas montañas de una comarca distante. Sinembargo, animado por el éxito de sus eriIpresas anteriores se dispusoa llevar a cabo la última que se le pedía.

Sin saber realmente hacia dónde dirigirse, en marcha se puso Juan.Al cabo de algunos días de camino, como se encontraba tan desorien-tado como al principio, sentóse sobre una piedra sin ánimo para pro-seguir. Entonces se presentó ante él una vez más el hombrecillo.

-¿Qué tienes, muchacho? -le preguntó.Juan le explicó brevemente la razón de su desaliento, y entonces

el enanito le indicó la manera de dar con el pájaro y la forma dequitarle una pluma.

Recobrada la confianza, se encaminó Juan hacia un magníficopalacio cuyas torres se divisaban por encima <ielos frondosos árbolesde un bosque. Ya en él, como el dueño le preguntó a qué iba, díjoleel muchacho:

-Sólo deseo pasar la noche en este lugar; es peligroso permaneceren el bosque. Mañana por la mañana, muy temprano, debo reanudarla marcha para cumplir la orden de mi rey.

EL PÁJARO GRIFO 19

-¿Puede saberse en qué consiste esa orden? -le preguntó elcaballero.

-En encontrar al pájaro Grifo y quitarle una pluma.-Difícil empresa, por cierto -dijo el hombre-. Ese extraordi-

nario animal sabe todo lo que pasa en la tierra. Si tienes la suerte dedar con él, pregúntale dónde se encuentra la llave encantada que se haextraviado en mi palacio y que servía para abrir las arcas que contie-nen los tesoros de mi abuelo.

Prometióle el muchacho hacer cuanto estuviera a su alcance y aldía siguiente reanudó su marcha. Pero nuevamente le sorprendió lanoche sin haber logrado su objeto. .

Juan se dirigió a otro palacio que halló a su paso, y también soli-citó permiso, para pasar en él la noche. Su huésped deseó saber, comoel anterior, el motivo que llevaba al muchacho a atravesar aquellascomarcas.

-Voy en busca del pájaro Grifo -le explicó Juan.Entonces el caballero quiso a su vez pedirle un favor.-Sé que ese extraño animal, que se halla oculto a la mirada de

los hombres -le dijo-, tiene en su poder los remedios maravillososque podrán curar a mi hijo. Te ruego encarecidamente que si tienes lasuerte de dar con él, me procures ese remedio.

Por segunda vez prometió Juan hacer cuanto estuviera a su alcan-ce. Y a la mañana siguiente se puso nuevamente en camino.

Varias horas de marcha llevaba cuando se encontró junto a la orilladu un río. Al ver allí a un anciano barquero sentado en su barca, lepidió que lo trasladara a la otra margen. Accedió el anciano, y duranteIn travesía le preguntó dónde se encaminaba; contestóle el muchachoquc iba en busca del pájaro Grifo. .

-Pues si tienes la suerte de' dar con él -dijo el barquero-,mucho te agradeceré le preguntes por qué desde hace varios años nopuedosalir de esta barca, viéndome obligado a permanecer en ella sinnhnndonarla ni un momento.

Prometió hacerJuan todo lo posible por satisfacerlo, y después ded~lIpedirsedel anciano, continuó su camino.

Al cabo de varios días llegó a una extraña vivienda semioculta porInM!'Ocas.Por el aspecto que ofrecía se dio cuenta de que en ella vivía111oxtraordinaria ave que buscaba. Golpeó en la puerta y salió a re-I IhMeun hada que le preguntócuál era el motivo de su visita.

.Buenamujer -le dijo el muchacho-: vengo en busca del pájarQIllilh, al que tengo que arrancarle una pluma para poder casarme conIIIUIprincesa.

1

I ,

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11

'1II

1,

Al escuchar las palabras del muchacho el hada lo miró sorpreh-ili~ .

-¿No sabes -le preguntó- que el pájaro Grifo odia a muertea los hombres y los devora?

Como el muchacho permanecía callado, la mujer continuó:-Pareces un buen muchacho y quiero hacer algo en tu favor.

Escóndete detrás de esos cajones, y esta noche, cuando el pájaro Grifoduerma, te avisaré para que sin hacer ruido puedas arrancarle la plu-ma que necesitas. En cuanto a las preguntas que debes formularlepara satisfacer los deseos de quienes te ayudaron errel camino, no tepreocupes: yo se las dirigiré de modo que tú puedas escuchar lasrespuestas.

Juan se ocultó convenientemente; al oscurecer, oyó un ruido fuerade la cueva y poco después una voz ronca y desagradable. Era elpájaro Grifo, que ya antes de entrar exclamaba:

-¡Huele a carne de persona en esta casa!-No es extraño -le respondió el hada tratando de calmarlo-;

esta tarde vino hasta aquí un viajero que se había perdido en el bosque,pero qu~ ya debe hallarse bastante lejos; en cuanto supo que ésta eratu casa, escapó sin volver la cabeza.

Satisfecho con la explicación del hada, el pájaro Grifo, después dehaber devorado rápidamente los alimentos que aquélla le había prepa-rado, se acostó y no tardó en quedarse dormi<:io.Entonces, a una in-dicación del hada, se aproximó Juan caminan&) suavemente, se dirigióal extraño pajarraco, arrancó de un tirón una pluma de la cola y apre-suradamente se ocultó de nuevo.

El muchacho procuró hacer todo esto rápidamente, pero, pese a supresteza, el ave se despertó muy disgustada.

-¡Sigue oliéndome a carne de persona, y hasta diría que alguienme ha tocado! -exclamó volviendo la cabeza a todos lados.

-No es fácil que sea así -replicó el hada-, acaso haya sido yomisma, pues como deseaba hacerte algunas preguntas, me estaba pa-seando nerviosamente.

-Pues hazlas cuanto ant~s, porque tengo que descansar -replicóel ave. fJ

-Escucha, pues: deseo saber dónde se encuentra la llave que abreel arca de los tesoros de un castillo que está a doscientas leguas de aquí.

El pájaro Grifo sonrióburlonamenteal mismo, tiempo que respondía:-Esa llave se encuentra entre unas matas que crecen junto a la

puerta que da al bosque del mismo castillo.

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'~I,

EL PÁJARO GRIFO 21

-También querría saber -agregó el hada-, si hay algún reme-dio que pueda curar al hijo del dueño de otro castillo que se halla aquinientas leguas de aquí.

-¡Pues claro que sí! Ese remedio se encuentra en el vigésimoescalón de una cueva habitada por un topo; es una sortija mágica quesanaría al instante al niño enfermo si se la pusiese en un dedo.

-Respóndeme la última pregunta y te dejaré tranquilo -dijoentonces el hada-: ¿Sabes por qué el barquero del gran río no puedeabandonar el bote?

-Simplemente porque no se le ocurre poner los remos en lasmanos de uno de los que pasan el río; si lo hiciese, el que los tocarasería condenado a hacer ese trabajo y se encontraría en igual situaciónhasta que otra mano se apoderara de los remos. Déjameahora, quequiero dormir; ya sabes que mi trabajo es sumamente cansador.

A la mañana siguiente, cuando el pájaro Grifo abandonó la cueva,.luan dejó su escondrijo. Dio las gracias al hada que le había ayudado,'1procurando retener en la memoria las respuestas del extraordinarioplljaro, se puso en camino.

Cuando llegó a la orilla del río y subió a la barca, el viejo barquero111preguntó con ansiedad si sabía la causa de su pesado trabajo, pero,1111111se guardó muy bien de responderle antes de llegar a la otra1IlIlI'gon.

.Sólo podrás librarte poniendo los remos en las manos del pri-111111'0que acierte a pasar en tu barca -le dijo después, al tiempo que111 IIlqljaba,

Varios días después, llegó el muchacho al segundo de los castillosqlll1 habia visitado en su viaje de ida. Y presentándose al dueño, leI 'Q,1!11Ódónde y cómo encontraría el remedio para curar a su hijo.

1\11ufccto,el caballerosiguióal pie de la 'letralas indicacionesdel1"1.1"1'0Grifo, y el joven enfermo no tardó en hallarse rebosante de1I1111d

( 'lIunclo llegó al primer castillo, le explicó a su dueño el modo det'llIlIntl'ltl' la llave del arca. Y el huésped, al verse dueño de una con-1,IPIUhlcafortuna, llenó los bolsillos del muchacho de piedras preciosas

I di 11I..108asjoyas, en muestra de agradecimiento.I~I\liondiciones ya de encaminarse directamente a su destino, apuró

1111111hll11At'chay llegó al palacio. Y cuando el rey vio que, no solamente11, 1111"1~111'111 poder la pluma del pájaro Grifo sino que también era dueñoh 1111MI'FII1luSoro,no se opuso ya a que se casara con su hija.

.1114IInhurgo, impulsado por la codicia, quiso saber el monarca\'1/1111huhllllogrado tales riquezas, y como su insistencia llegó a hacerse

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22 CUENTOS DE GRIMM

pesada, el muchacho le mintió diciéndole que era un regalo de laextraordinaria ave. El rey se puso entonces en camino hacia la cuevade aquélla, y cuando llegó a la margen del río y subió en la barca, elbarquero le dio los remos y escapó inmediatamente, dejando al viajerocondenado a empuñarlos.

Mientras tanto, Juan, que en ausencia del monarca había ocupa-do el trono, no se olvidó de su padre ni de sus hermanos, a quienesrodeó de toda clase de comodidades y riquezas. Y dos años después,creyendo bien castigada la codicia:del padre de su esposa, le dijo a unpillo redomado que si iba a sacarle los remos de la mano, se enrique-cería de inmediato. Afanóse el mal hombre por hacerlo cuanto antes,y al mismo tiempo que quedaba él prisionero, recobró el monarca sulibertad.

De esta manera pudo regresar junto a su hija y su yerno, a quiendejó continuar en el trono como premio a su sabiduría y honradez.y la princesita que al principio creyera al muchacho algo. tonto, notardó en convencerse de que era el más bueno y prudente de los reyesde su época.

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