el otro es el enemigo

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 47 E L O T R O E S E L E N E M I G O VERSIÓN 15 • UAM-X • MÉXICO • 2005 • PP . 47-64 El otro es el enemigo Imaginarios sociales y polarización  Mi re y a Lo z a d a * * Docente/investigadora y directora de la Unidad de Psicología Política del Instituto de Psicología de la Universidad Central de Venezuela. Sin detenerse a detallar la multicausalidad histórica de la profunda crisis que confronta Venezuela, la polarización social y la violencia política son los factores que más visiblemente han agudizado el conflicto socio-político durante los últimos tres años. Durante este periodo, las posturas opuestas y e xcl uye nt e sde l os s e ctores ofi cia lis t as y de opos ición, e xpre s adas ta nt o por los actores políticos como por sus seguidores, han puesto en evidencia la emergencia, utilización y explotación política de valores, creencias, símbolos y mi tos de l ima gina ri o socia l. El artí culo i nt e nta a proxi ma rs ea la co mpre n- sión del conflicto desde una mirada psicosocial a estos imaginarios que reivindican y resignifican una serie de mitos, creencias, representaciones de sí y el otro, de referentes militaristas, religiosos y revolucionarios que se e xpre s a n e n dis tintosespa ci os s ociale s , públicos y priva dos, r e a les y vi rtua le s , corporales y territoriales, y a través de discursos verbales e icónicos de gran fuerza movilizadora. The o ther o ne i sthe e ne m y . So c i a l im aginar ya ndpo lar i zati o n . Witho ut s top ping to detail the historical multi-causality of the deep crisis facing Venezuela, social polarization and political violence are the factors that more visibly ha ve wors e ne d t he s oc io-politica l co nflict duri ng thela st thre eyears. Duri ng this period, the opposing and excluding postures of official sectors and of  opposition, expressed as well by the political actors as by their followers, ha ve put in e videncethe e mer ge nce, us e a nd political e xploita tion of va lue s , beliefs, symbols and social myths of the social imaginary. The article tries to approach the understanding of the conflict from a psychosocial approach to these imaginaries which revindicate and give another meaning to a series of  myths , be lie fs , re pres e nt a tionsof thes e lf a nd the ot her; of milita ry , re lig ious and revolutionary referents expressed in different public and private social fields, in real and virtual, corporal and territorial boundaries, and through verbal and iconic speeches of great mobilization power.

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Imaginario sociales y polarización

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    E L O T R O E S E L E N E M I G O

    VERSIN 15 UAM-X MXICO 2005 PP. 47-64

    El otro es el enemigoImaginarios sociales y polarizacin

    Mireya Lozada*

    * Docente/investigadora y directora de la Unidad de Psicologa Poltica del Institutode Psicologa de la Universidad Central de Venezuela.

    Sin detenerse a detallar la multicausalidad histrica de la profunda crisis queconfronta Venezuela, la polarizacin social y la violencia poltica son losfactores que ms visiblemente han agudizado el conflicto socio-polticodurante los ltimos tres aos. Durante este periodo, las posturas opuestas yexcluyentes de los sectores oficialistas y de oposicin, expresadas tanto porlos actores polticos como por sus seguidores, han puesto en evidencia laemergencia, utilizacin y explotacin poltica de valores, creencias, smbolosy mitos del imaginario social. El artculo intenta aproximarse a la compren-sin del conflicto desde una mirada psicosocial a estos imaginarios quereivindican y resignifican una serie de mitos, creencias, representacionesde s y el otro, de referentes militaristas, religiosos y revolucionarios que seexpresan en distintos espacios sociales, pblicos y privados, reales y virtuales,corporales y territoriales, y a travs de discursos verbales e icnicos de granfuerza movilizadora.

    The other one is the enemy. Social imaginary and polarization. Without stoppingto detail the historical multi-causality of the deep crisis facing Venezuela,social polarization and political violence are the factors that more visiblyhave worsened the socio-political conflict during the last three years. Duringthis period, the opposing and excluding postures of official sectors and ofopposition, expressed as well by the political actors as by their followers,have put in evidence the emergence, use and political exploitation of values,beliefs, symbols and social myths of the social imaginary. The article tries toapproach the understanding of the conflict from a psychosocial approach tothese imaginaries which revindicate and give another meaning to a series ofmyths, beliefs, representations of the self and the other; of military, religiousand revolutionary referents expressed in different public and private socialfields, in real and virtual, corporal and territorial boundaries, and throughverbal and iconic speeches of great mobilization power.

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    Polarizacin social y violencia poltica

    DESPUS DE CASI DIEZ AOS de guerra civil en El Salvador, Ignacio Martn-Bar1 caracterizaba psicolgicamente el proceso de polarizacin social queviva ese pas, de la siguiente manera:

    Estrechamiento del campo perceptivo (percepcin desfavorable y estereo-tipada: nosotros-ellos).

    Fuerte carga emocional (aceptacin y rechazo sin matices). Involucramiento personal (cualquier hecho afecta a la persona). Quiebre del sentido comn (posiciones rgidas e intolerantes suplantanla discusin, el dilogo o debate de posiciones diversas).

    Cohesin y solidaridad al interior de cada grupo y conflicto latente omanifiesto entre grupos opuestos.

    Familias, escuelas, iglesias, u otros espacios sociales de convivencia se venobligadas a posicionarse en alguno de los polos.

    Personas, grupos e instituciones sostienen las mismas actitudes deexclusin, rigidez o enfrentamiento presentes en la lucha poltica.

    En Venezuela pueden observarse estos mismos signos de polarizacin,despus de tres aos de expresin visible de un conflicto socio-poltico, cuyascausas estructurales son de vieja data. Hemos visto cmo durante este periodoel discurso poltico de gobierno y oposicin ha hecho uso de la violencia vapolarizacin maniquea. Se han multiplicado los estereotipos, las desca-lificaciones, la discriminacin y la exclusin por medio de referencias a lacondicin de clase, etnia, raza u otras caractersticas grupales o partidistas.Esta polarizacin se ha extendido en distintos espacios de la vida cotidiana,donde distintas instituciones pblicas y privadas (educativas, religiosas,policiales, militares, etctera) y sectores sociales se han posicionado a favor yen contra de una de dos posiciones: gobierno y oposicin, generando unagotador clima de tensin socio-emocional y distintas expresiones de violencia.

    1 Taller: Polarizacin social en El Salvador, realizado en Caracas en 1986, en el marco delCongreso Interamericano de Psicologa. En noviembre de 1989, Ignacio Martn-Bar muriasesinado por los escuadrones de la muerte junto con otros cinco jesuitas, en la UniversidadCentro Americana Jos Simen Caas, donde ejerca funciones de vicerrector.

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    La percepcin estereotipada de grupos opuestos dificulta las posibilidadesde dialogar, de llegar a acuerdos a partir del debate de ideas y propuestas desolucin de asuntos de inters comn. Las personas, los hechos y las cosas yano se miden por lo que son en s, sino en funcin de lo que representan afavor o en contra de la confrontacin: nosotros-ellos. Desaparece as la basepara la interaccin cotidiana, ningn marco de referencia puede ser asumidocomo vlido para todos, los valores dejan de tener significado colectivo y sepierde incluso la posibilidad de apelar al sentido comn, pues se encuentrancuestionados los presupuestos mismos de la convivencia.

    El impacto psicolgico, personal y colectivo de esta polarizacin dependede una variabilidad de factores que van desde la ubicacin geogrfica de lapoblacin (capital, regiones), hasta variables de edad, sexo, estado de salud,cercana o exposicin con situaciones de violencia directa y problemaspersonales, familiares, comunitarios o institucionales existentes previamente.

    Sin embargo, el sufrimiento tico-poltico (Sawaia, 1989), que deriva de estaconfrontacin entre bandos opuestos, exige una mirada psicosocial quetrascienda la visin patologizante que considera a los afectados como vctimasde transtornos psicolgicos y/o fsicos, reconociendo el trauma en las carac-tersticas funcionales u orgnicas de cada individuo. Al centrarse en los estadosinternos y reducir los procesos psicosociales a sntomas individuales se nieganlas realidades histricas, culturales y polticas y la naturaleza colectiva de laexperiencia de violencia poltica. Esta mirada psicosocial exige entoncesreconocer la fragmentacin del tejido social producida por el conflicto, la cualcompromete las posibilidades futuras de convivencia democrtica en Venezuela.

    La naturalizacin y legitimacin de la violencia

    La polarizacin social fractura el tejido social a la vez que favorece la natura-lizacin y legitimacin de la violencia. Ante una situacin de conflicto socio-poltico prolongado como el que confronta Venezuela, la poblacin sufreun proceso de cambios que trastoca su vida asumiendo como normal, naturalo habitual, lo que no lo es. Ante la avalancha de sucesos de agresin, muertey destruccin material o simblica, se transforma en cotidiana la convivenciacon la violencia y en este proceso de internalizacin se trastoca tanto laidentidad del individuo como sus relaciones sociales.

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    En este proceso cada sector va encontrando, segn la informacin queobtenga (prensa, rumores, etctera) o su implicacin en los acontecimientos,su propia concepcin de lo que ocurre. Cada sector incrementa su hermetismocomo colectivo, percibiendo a los grupos externos como posibles enemigos.El temor a ser atacado, a ser blanco de ataque, genera una angustia quetransforma el actuar del grupo o la persona llevndolo a defenderse o atacarpara salvarse, donde el lema explcito o implcito es: el otro es el enemigo.La polarizacin se evidencia cuando la postura de un grupo supone la referencianegativa a la postura del otro grupo, percibido como enemigo. Se trata de unacompleja dinmica donde el acercamiento a uno de los polos, arrastra no sloel alejamiento, sino el rechazo activo del otro (Martn y Pez, 2000).

    Esto se ve agravado por la distorsin de atribucin: a la otra parte se leatribuyen la peor de las intenciones y aquellas acciones desmedidas del propiobando se perciben invariablemente como respuestas a las amenazas oagresiones del contrario. En fin, se justifican las propias acciones violentas(p.e.: armarse o buscar instrumentos de defensa ante el posible ataque degrupos opuestos) como respuesta a la violencia que se anticipa, la quedesencadena el miedo.

    Se produce as la transformacin de valores como solidaridad, justicia,esperanza, paz, verdad, confianza, dignidad, tica, por aquellos contrariosque se cree permiten alcanzar el equilibrio y mantener la persona a salvo.

    Paradjicamente, se cree que la situacin ms segura es la de aquellosque se encuentran en el vrtice de los dos polos. Sin embargo, son estassituaciones las que entraan mayor peligro objetivo, las que llevan a asumirmayores riesgos en la confrontacin [Bar, 1986:12].

    En este contexto de amenazas y agresiones, de negacin y rechazo del oponente,de expresiones masivas de descontento, aunado a la percepcin de inutilidad delas formas de manifestacin cvica y de creciente impunidad, se cierra el espectrode perspectivas polticas no violentas, aumenta la desconfianza en el sistemademocrtico y la desesperanza respecto de las vas pacficas, generndose enconsecuencia acciones que pretenden salidas violentas, no democrticas, nipacficas al conflicto, al margen del estado de derecho. Puede, entonces, llegar alegitimarse la violacin de los derechos humanos, homicidios, torturas, juiciospopulares, pena de muerte, golpes de Estado. Es decir, se legitima el recurso a la

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    violencia como modo de poder y control social y la guerra puede llegar aconvertirse en un fin en s misma (Martn y Pez, 2000).

    Referentes histricos e imaginarios sociales asociados a la polarizacin

    Adems de los factores de ndole personal y grupal, de orden afectivo ysubjetivo que marcan diferencias en la expresin de la confrontacin endistintos sectores sociales, son las races socio-econmicas y polticas de esteconflicto, las que sirven de superficie de inscripcin a esta aguda polarizacinpoltica y social que sufre actualmente Venezuela.

    Ms all de los dilemas del chavismo-anti-chavismo, diversos autores(Ellner y Kellinger, 2003; Medina y Lpez, 2003; Garca-Guadilla, 2003),sealan entre las causas de esta polarizacin la profunda inequidad y exclusinsocial, de la cual dan cuenta no slo las condiciones de pobreza, desempleo,violencia que sufren sectores mayoritarios de la poblacin, sino tambin lasconsecuencias del agotamiento del modelo poltico tradicional y sus formasclientelares, autoritarias y corruptas del ejercicio del poder, la prdida decredibilidad de las instituciones, el descrdito de los partidos tradicionales yel fin del modelo rentista petrolero.

    Dos factores adicionales han contribuido a agudizar la polarizacin: laconfrontacin de dos modelos de pas, de desarrollo, de sociedad que defiendenlos bandos en conflicto; y la violencia del discurso sostenido por los actorespolticos de gobierno, oposicin y por los medios de comunicacin estatales yprivados, tanto en espacios pblicos reales como virtuales2 (Lozada, 2004).

    2 El conflicto poltico que lucha por el poder y control social en las calles e institucionespblicas y privadas en Venezuela en los ltimos tres aos, libra tambin su batalla en el espaciovirtual. En una multiplicidad de pginas de opinin poltica en la Red, se revela la desconfianzay el cuestionamiento a la legitimidad del Otro como interlocutor vlido. En general, losinternautas no operan en el mbito de la argumentacin o la retrica, la violencia discursiva enla red, est menos determinada por su coherencia racional que por la intensidad de la cargaemocional que moviliza. Tal como afirma Mitchell (1996), la Red elimina la dimensintradicional de la legibilidad cvica y libera del lazo moral. As, amparados en el anonimato,adeptos u opositores multiplican los estereotipos y la discriminacin y exclusin del Otromediante insultos, uso de la stira, irona y descalificacin desde referencias a clase social,etnia, raza u otras caractersticas grupales o partidistas, que hacen extensivas a allegados yfamiliares del opositor.

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    Otros anlisis intentan ofrecer explicaciones a los niveles de polarizacin actualy una posible guerra civil en nuestro pas, haciendo referencia a la memoriacolectiva de violencia, que se repite a lo largo de la historia poltica venezolana.Pero si efectivamente la violencia poltica se ha expresado en distintos momentosde nuestra historia,3 ms que reconocerla como suerte de sinonimia de aquellacultura de la violencia, enfoque fatalista y determinista que entiende la violenciacomo forma constitutiva de ciertos colectivos, interesa apuntar hacia unareconstruccin crtica de esta memoria histrica desde el punto de vista psicosocial;desde el anlisis de ciertos referentes simblicos, representaciones e imaginariossociales4 que junto con los factores ya sealados, han contribuido a agudizar elconflicto poltico y los niveles de polarizacin actual.

    [Toda sociedad] crea un conjunto ordenado de representaciones, un imaginarioa travs del cual se reproduce y que, en particular, designa al grupo para smismo, distribuye las identidades y los roles, expresa las necesidades colectivasy los fines a realizar [Colombo, 1993:99].

    La vida social y con ella sus conflictos, se articulan a estos sistemassimblicos. Si bien estos imaginarios sociales pueden favorecer la creacin deconsensos intra o inter-grupos, tambin pueden generar disensos, usosdiferenciales en el discurso de grupos opuestos y rivalidades que contribuyen ala expresin de distintas formas de violencia real y simblica.

    La emergencia, utilizacin y explotacin poltica de parte de los sectores enconflicto, de valores, creencias, smbolos y mitos del imaginario social ha sidouna constante a lo largo del conflicto. El discurso pblico tanto de actores polticosde gobierno y oposicin, como de sus seguidores, reivindican y resignifican una

    3 Adems de la violencia poltica del siglo XIX, tanto en los regmenes dictatoriales comoen los sistemas democrticos del siglo XX, se reconocen fuertes expresiones de violencia pol-tica y social, la cual se manifest, entre otros signos, en persecucin, tortura y asesinatopoltico (p.e. Leonardo Ruz Pineda y Jorge Rodrguez), masacres polticas (El Amparo,Cantaura, Yumare); lucha armada (aos sesenta y setenta), protestas callejeras (Viernes Negro,Caracazo); adems de los distintos signos de violencia social extendidos que se han idoincrementando a lo largo de este periodo.

    4 Siguiendo los argumentos expuestos en la presentacin, imaginario social comprende,en el sentido ms general, a todo el mundo de representaciones, creencias, ideas, mitos,imgenes, ideologas construidas socialmente (por el sujeto individual y colectivo), referidasa objetos reales o simblicos que caracterizan una sociedad o cultura determinada.

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    serie de representaciones e imaginarios sociales de s y el otro, de referentessimblicos militaristas, religiosos y revolucionarios que movilizan un juego deidentificaciones y oposiciones, de pasiones y deseos, de encuentro y desencuentroa nivel intra e intergrupal. La emergencia de estos imaginarios latentes en unmomento histrico como el presente, se expresan en una multiplicidad de espaciossociales, pblicos y privados, reales y virtuales, corporales y territoriales, y a travsde discursos verbales e icnicos de gran fuerza simblica.

    Representacin de s y el otro

    Durante el conflicto se han expresado e incrementado los estereotipos, lasdescalificaciones, la discriminacin y la exclusin del Otro a travs de referenciasa la condicin de clase, etnia, raza, sexo u otras caractersticas individuales,grupales o partidistas. Trminos como: hordas, chusma, turbas, monos, indios,esculidos, crculos infernales, escuacas, sifrinos, oligarcas, opusgay, cpulas podridas,talibanes, golpistas, afligidos, ignorantes, mercenarios, etctera, dan cuenta delnivel de violencia verbal, fsica y simblica pero tambin de expresiones racistas,sexistas, clasistas que se han hecho visibles en algunos sectores de la poblacinvenezolana durante este periodo.

    Se evidencia en estas representaciones de s mismo y del otro, residuos delos mitos de la conquista y expansin espaola; los significados y caractersticasasociadas a las poblaciones indias, esclavas y negras capturadas y vendidas enlas Antillas que luego transfirieron sus procesos de trabajo al esquemaproductivo de la sociedad clasista emergente en el periodo post colonial. Ladiferenciacin de la poblacin entre negros, mestizos, indios, zambos yblancos de la Colonia son los antecedentes de la categorizacin entre monosy esculidos actuales.

    En estos imaginarios de los grupos sociales en conflicto subyace unaelaboracin ideolgica del conflicto y profundas diferencias socio-econmicasy culturales de una sociedad dividida en clases, las cuales han sido mantenidasy reforzadas por una desigual distribucin de la riqueza, por formas de gobiernoclientelares y populistas, por un modelo rentista petrolero que ha definidodeterminados modos de vida y patrones de comportamiento asociados alconsumo, a la corrupcin y al manejo de influencias en la vida pblica.

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    As, se evidencia el fin de la ilusin de armona (Nam y Piango, 1984)sostenido por el discurso pblico y la democracia representativa durantedcadas. La idea de desarrollo, modernidad, igualdad, justicia y equidadhan develado su inconsistencia en una sociedad marcada por la marginalidad,la exclusin, la injusticia, la desigualdad, la impunidad y la dependencia decentros de poder econmico y poltico forneos (Lozada, 2001).

    La polarizacin ha revelado una marcada distancia social, una percepcinestereotipada de los grupos, una diferenciacin que subraya diferencias de clase,gnero, raza, ideologas, pero tambin las caractersticas que en el plano subjetivoy afectivo toma la exclusin, y las formas sutiles o grotescas de discriminacin,racismo, sexismo, clasismo entre grupos que permiten justificar y legitimarformas tambin sutiles o grotescas de violencia.

    Los imaginarios sociales, que en otros momentos histricos se hantraducido en signos visibles (Caracazo, p.e.), juegan un importante rol en elactual conflicto, generando profundas divisiones inter o intra grupos, creandociertos consensos al interior del propio grupo, pero demarcando las diferenciasy agudizando la polarizacin entre bandos. En este proceso, las posturasante un determinado problema tienden a reducirse cada vez a dos esquemasopuestos y excluyentes.

    Al polarizarse, la persona se identifica con un grupo y asume su forma decaptar un problema, lo que lo lleva a rechazar conceptual, afectiva ycomportamentalmente la postura opuesta y a las personas que la sostienen.Desde el punto de vista cognoscitivo, la persona polarizada reduce supercepcin acerca del grupo rival a estereotipos, a categoras simplistas yrgidas, que contienen una mnima identificacin grupal y una fuertecaracterizacin negativa de orden moral [Martn-Bar, 1983:130].

    Asimismo, los imaginarios asociados al propio grupo y al otro opuestopolticamente, aparecen asociados a la historia poltica de Venezuela,Latinoamrica y el mundo. Encontramos representaciones antagnicas deVenezuela, del conflicto, sus causas y salidas, del modelo de desarrollo, de lapoltica y sus actores, de la democracia, de dos sectores de la poblacin (sociedadcivil y pueblo), de lo local y nacional, de lo trasnacional y lo global.

    Las referencias a Latinoamrica, a su autodeterminacin, a la polticaimperial norteamericana, a los determinantes geo-polticos, a las luchas del

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    poder actuales, definen, conducen y refuerzan una prctica discursiva que evocadiferentes smbolos, quimeras e ilusiones en los grupos confrontados exaltandoo sobredimensionando las virtudes del modelo poltico norteamericano oeuropeo, o la autodeterminacin e integracin latinoamericana.

    Sin embargo, desde esta lgica maniquea se mantiene el inters en torno aVenezuela y su sistema democrtico, aun cuando se revelen distintas represen-taciones de democracia, aquella ideal a defender, o la sospechosa, a reconstruir,porque no ha sido o ha sido siempre otra cosa: corrupcin, clientelismo,exclusin. Acorde con la dinmica de confrontacin, los demcratas y dicta-dores no son ms que condiciones intercambiables segn se elija bando. Seobserva tambin una marcada negacin a asumir la cuota de responsabilidadciudadana que corresponde a cada sector tanto en la escalada de la crisis,como en sus causas.

    Imaginarios militaristas

    Encontramos referencias en el discurso oficial a mitos fundacionales quereivindican el pasado guerrero y valiente de nuestros libertadores. Ello seevidencia tanto en un pasado fantasmal y decimonnico, que reivindica hroescomo Simn Bolvar, Ezequiel Zamora, Antonio Jos de Sucre y las guerrasindependentistas, como en la expresin actual de esas herencias polticascaudillistas y militaristas en los principales actores que han ocupado la escenapoltica venezolana de los ltimos tres aos. Los discursos y estrategias de accinutilizadas por distintos sectores pro y contra gobierno subrayan significadosasociados a conquista, batalla, guerras y/o a la visin mtica, heroica, libertadora.La presencia del teniente coronel Hugo Chvez en la Presidencia de laRepblica, el alto nmero de militares en funciones de gobierno, comola participacin activa de las Fuerzas Armadas Nacionales en el marco delconflicto, han contribuido de igual manera a reforzar este imaginario militarista,donde la democracia est permanentemente acechada por la posibilidad de unrgimen de fuerza y la emergencia de un militar que actualice los mitosancestrales de los hroes de la independencia, o de militares que han gobernadoel pas: Gmez, Lpez Contreras, Medina Angarita y Prez Jimnez.

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    Tambin se han formulado a lo largo de los ltimos tres aos, diversosllamados a golpes de Estado5 por parte de algunos grupos de oposicin alsector militar, mientras que ciertos grupos de la sociedad civil reconocen enellos la posibilidad de una suerte de solucin inocua, transitoria y correctiva,hasta crear las condiciones de una verdadera democracia donde se recupereel orden e hilo constitucional.6 Tal como seala Colombo:

    [...] la rivalidad social puede expresarse a travs de la manipulacin de losmitos e incluso, como seala Leach, conducir as a la disgregacin del grupo;pero la unidad del mito y la inmanencia del sentido que ste opera, favorecentanto como es posible la repeticin y el mantenimiento del consenso [1999:06].7

    5 Se incluye el Golpe de Estado del 12 de abril de 2002. Ante las estratgicas retricas yjurdicas que califican de vaco de poder o rebelin militar los eventos ocurridos en Venezuelaen el periodo comprendido entre el 12 y 13 de abril, suscribo la posicin de Provea (ProgramaVenezolano de Educacin-Accin en Derechos Humanos, 14 de agosto de 2002), que exponelos siguientes argumentos para sostener que se trat de un golpe de Estado: a) el presidentefue presionado por sectores militares (es decir, por quienes administran el monopolio de laviolencia estatal); b) pese a que el comandante general Lucas Rincn notific que el presidentehaba renunciado, nunca se mostr su renuncia firmada y, por el contrario, altos funcionariospblicos denunciaron que no lo haba hecho; c) en el caso (no probado) de que hubierarenunciado (hecho que, por haber ocurrido bajo coaccin era ilegtimo), constitucionalmentele corresponda al vicepresidente sustituirlo; d ) el presidente fue detenido e incomunicado,ilegal y arbitrariamente, por funcionarios militares sin que se hubiera realizado el procedimientopoltico y judicial establecido en la Constitucin; e) el decreto mediante el cual se autoproclampresidente de la Repblica el empresario Pedro Carmona Estanga, derogaba, adems, laConstitucin y los nombramientos de funcionarios electos por votacin popular y los PoderesCiudadano y Judicial; f ) se produjeron acciones represivas contra funcionarios y simpatizantesdel oficialismo, as como contra instituciones oficiales.

    6 La sociedad civil saluda el renacimiento de la Repblica de Venezuela. Aviso deprensa firmado por destacados representantes de la sociedad civil venezolana, saludandoel golpe de Estado del 12 de abril de 2002 (El Nacional, D-5, 13-4-2002). Referndum,revocatorio presidencial o dictadura constitucional. Aviso de prensa llamando a lainsurreccin e irrespeto de la Constitucin, publicada por el Bloque democrtico (ElNacional, A-6, l3-2-2004).

    7 El mito guarda ciertamente la ms estrecha correspondencia con todas las articulacionessociales y todas las prcticas: desde este punto de vista, la experiencia mtica no debeconfundirse con la experiencia religiosa, ni con la experiencia ideolgica; pero el mito no esslo ese calco significante, inmanente a toda prctica. Constituye tambin una estructurasimblica eficiente, que asume funciones permanentes de atestacin, legitimacin y regulacin,necesarias para el mantenimiento y la reproduccin social (Colombo, 1999:100).

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    Imaginarios religiosos

    La Iglesia ha sido una aliada permanente del Estado, los partidos y lasinstituciones pblicas en Venezuela. El contexto del conflicto ha resituadoestas alianzas y posicionado a sus representantes en uno u otro bando. Dios yel Demonio, la lucha entre el bien y el mal, entre lo sagrado y lo profano hanocupado tambin un importante lugar en el imaginario social en este tiempo.Ejemplos de ello son las cadenas nacionales de rezos pro o contra Chvez, losAltares en Plaza Altamira y Puente Llaguno de Caracas, con figuras del santoralcristiano u otras religiones, junto con deidades africanas; la procesin de vrgenesen marchas pblicas y recorridos en distintas parroquias, las referencias aimgenes de vrgenes que destilan aceite o lloran sangre,8 la bendicin conagua bendita desde un camin cisterna, a miles de manifestantes en una marchaen una autopista capitalina. Estas expresiones dan cuenta tambin de unalgica espacial y territorial de la polarizacin que divide los espacios de lasciudades, regiones y Estados en territorios chavistas o anti-chavistas.9

    Las imgenes y representaciones religiosas han sido usadas como armapoltica por ambos sectores, mientras que la polarizacin ocupa tambin lainstitucin religiosa y sus templos, a cuya defensa o ataque recurren civiles ymilitares, laicos y religiosos.10

    8 Mucho centimetraje en la prensa refiere a este tipo de apariciones de vrgenes. Vasep.e: Imagen de la virgen que llora sangre. El Nacional, B-16.

    9 Autores como Lpez Maya (2003) subrayan las consecuencias sociales y polticas deesta territorializacin de la polarizacin.

    10 Los ataques representan una accin cobarde de quienes no son capaces de enfrentaral contrario con ideas y argumentos, pero tambin es una seal clara que envan, conociendonuestra mayoritaria preferencia religiosa, de lo que estn dispuestos a hacer, para imponersu revolucin. Una vez ms un rgimen totalitario utiliza lo religioso para enviar un mensajepoltico (Enrique Medina Gmez: general de Divisin [Ejrcito], Poltica y Religin, ElUniversal, 17 de febrero de 2003). Con un escapulario de la Virgen del Socorro en lamano, el presidente de Venezuela, Hugo Chvez, reiter su fe catlica y desminti quesienta temor por la Virgen como dicen, segn asegur, sus opositores, a los que volvi acalificar de locos. Hay una tesis peregrina de que yo le temo a la Virgen, que me paralizosi veo una Virgen, es cosa de locos, de psiquitrico, dijo Chvez, quien afirm tenerpruebas de que la oposicin realiz marchas con rutas de la Virgen, a sugerencia deplanificadores locos. Sin miedo a la virgen, El Universal, 14 de diciembre de 2003.Esta actividad no tiene tinte poltico, hacemos un llamado a todos los catlicos, sindistingos de posicin poltica, para que se unan a travs de la oracin para combatir el

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    El incendio de iglesias, la accin contra imgenes religiosas en Caracas einterior del pas, el discurso pblico parcializado de altos representantes dela institucin religiosa, en especial de la alta jerarqua de la Iglesia Catlica,y las arengas de uno u otro sector en los plpitos de las iglesias son expresinde la confrontacin de los sectores sociales en torno a elementos religiosos dealto valor simblico, los cuales desempean habitualmente un importantepapel en la cohesin y convivencia social.

    La figura mtica de la escultura de Mara Lionza, ubicada en medio deuna cntrica autopista de la capital, tampoco ha estado al margen del conflicto.Atrapada en la lucha de intereses polticos entre instituciones estatalesy privadas, se argumenta y contra-argumenta su necesidad de restauracin yreubicacin en distintos lugares de la ciudad. El sincretismo religioso, lacorte del poder criollo, mezcla de razas, fuerza de independencia y libertadque ella simboliza alimenta miedos y deseos colectivos, retaliaciones y castigos,as como divisiones entre sus creyentes.

    En este contexto se observa la utilizacin de los instrumentos de la astrologa,tarot y otras referencias espirituales y msticas para predecir el avenir y la suertedel presidente de la Repblica y otras figuras pblicas de oposicin o gobierno.Son igualmente frecuentes las visitas y predicciones de astrlogos y babalaos, yse han multiplicado las lecturas que desde referentes de la astronoma ubicanel conflicto en una dimensin csmica que seala transformacionesfundamentales para Venezuela y su rol geopoltico y espiritual a nivel mundial.

    Ms all de evaluar la degeneracin de estas dos reas de la vida social, laprctica de la religin como poltica y de la poltica como religin, de la cualhablaba Miguel de Unamuno, su articulacin o desencuentro en situaciones

    mal, manifest Nancy Faras de Espina, miembro de Unidos por Mara. Levantaron unaoracin de purificacin de la Plaza de Altamira, El Universal, 14 de diciembre de 2003.Lo que sucedi en Plaza Altamira el da de la marcha no fue un acto de provocacin ni deirrespeto a la religin. Slo alguien como Porras, obseso con Chvez y vocero sistemtico dela oposicin ms recalcitrante, sin consideracin alguna por su alta investidura y por elrespeto que debe a la verdad, sin recabar informacin, utiliza el tema religioso con la mismavehemencia que emple por ejemplo la jerarqua catlica espaola para estimular lacruzada franquista que provoc un bao de sangre con la accin del Caudillo de Espaa porla gracia de Dios. Rangel: Monseor Porras manipula argumento religioso, El Nacional,8 de diciembre de 2003.

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    de conflicto, no hace sino destacar la dimensin tica que subyace a ambas,y el rol que juegan en la configuracin y mantenimiento de la confrontacin.El sistema de creencias, valores y visin de la realidad que ellas generan,parecen escapar en este contexto a principios de crtica y discernimiento.

    La religin, como las ideologas, es parte fundamental del imaginario socialy expresa la intensidad de los conflictos sociales. En tanto dogma, imagen delpoder divino o humano y las condiciones de su ejercicio, est en juego elsentido y las significaciones asociadas que encauzan las representaciones sociales,en torno a los fines y acciones comunes, colectivamente legitimadas.

    Imaginarios revolucionarios

    En el marco del proceso encabezado por el presidente Chvez, llamadoRevolucin Bolivariana, se han activado los imaginarios asociados a larevolucin como utopa movilizadora de cambio social estructural que enAmrica Latina tuvo expresin en Cuba, Nicaragua, El Salvador y sigueexpresndose de distintas maneras en Mxico u otros pases. La recreacinde estos imaginarios se acompaa igualmente, de la reivindicacin de la gestaemprendida por hroes como Bolvar, Mart, Sandino, San Martn, Zapata.

    La funcin de la utopa de violentar el orden existente (Mannheim, 1958),encuentra en el imaginario de la accin transformadora revolucionaria, suscontenidos de imgenes, smbolos y valores.

    Los sueos sociales, individuales y colectivos toman consistencia en y graciasa las utopas; se organizan en conjuntos coherentes de ideas-imgenes deuna sociedad-otra, en oposicin y ruptura con el orden dominante [Baczko,1978:404].

    Sin detenernos a profundizar el anlisis de la propuesta revolucionariabolivariana, su cercana o distancia con modelos autoritarios, clientelares,populistas y corruptos de la historia poltica venezolana, importa reconocerel carcter simblico que juega dicho proyecto en el colectivo que la defiende,como deseo, pasin y sueo utpico, y como ruptura de la institucionalidadpoltica existente en su proyeccin espacial y temporal.

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    Paralelamente a los referentes simblicos revolucionarios que saludan larevolucin bonita, tambin se han activado en el sector de la poblacinque no comparte la propuesta gubernamental, los miedos y fantasmas queactiva el comunismo y su carga de significados, sean estos asociados a lahistoria de la lucha armada en Venezuela de los aos sesenta, a la historia delos pases del llamado socialismo real o la vivencia cubana. Este rechazo seha incrementado por los vnculos del presidente Chvez con Fidel Castro,los acuerdos entre ambos gobiernos y la presencia de ciudadanos cubanos endistintas misiones en Venezuela.

    As, la imaginacin simblica se sita en el campo de fuerzas en que seorganiza el sistema social, reconocindose gobierno y oposicin en lugaresantagnicos que se niegan y desconocen mutuamente, provocndose unaruptura de la integracin y el consenso de la realidad sociopoltica que suponeun sistema establecido.

    La presencia de fisuras en la estructura de sentido y el intercambio designificaciones que hacen posible la vida social, conlleva la confrontacinantes que la accin comn, imponindose la violencia simblica de lasideologas.

    Si bien existen grados diversos de pasionalizacin, la dicotomizacin afectivaque atraviesa a toda ideologa resulta irreductible: la legitimacin es, a untiempo, llamado al afecto, a la confianza, a la admiracin, a la identificacin;la invalidacin es, simultneamente, llamado a la desconfianza, al desprecio,al odio. Toda la energa de las pasiones puede trasladarse al conflictoideolgico y comunicarle la violencia ms extrema [Colombo, 1993:108].

    La democracia y sus resignificaciones

    Hemos visto el rol de los imaginarios sociales en la significacin y resigni-ficacin de la construccin socio-histrica. Las vicisitudes de la historiapoltica reciente en Venezuela, su complejidad y dinamismo, la multiplicidadde espacios, discursos y prcticas individuales y colectivas a las que refiere,conjuga elementos simblicos, afectivos, estticos, corpreos, espaciales quedan cuenta de elementos fundantes que remiten a la colonizacin, a guerras

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    independentistas, a dictaduras, revoluciones, democracias y transicionespolticas nacionales y extranjeras del siglo XIX y XX.

    La comprensin geopoltica y econmica de la crisis que confrontaVenezuela, exige reconocer la fuerza simblica de representaciones eimaginarios sociales que agudizan la polarizacin poltica y social que lacaracteriza.

    El fenmeno de la polarizacin parece indicar que hay factores objetivosy subjetivos que impulsan hacia posturas extremas de uno y otro signo, perotambin muestra las posibilidades de rescatar los elementos simblicos eimaginarios sociales para alcanzar consensos entre los grupos confrontadoscon el objeto de buscar salidas pacficas y democrticas al conflicto.

    La convivencia democrtica supone un juego de significaciones y laconstruccin de un orden simblico que da sentido y direccin a la vida encomn. Cmo construir entonces un imaginario democrtico inclusivo quereivindique el respeto por la diversidad, la justicia, la dignidad, los derechoshumanos y el reconocimiento del otro, en una sociedad polarizada y fragmen-tada social y polticamente como la Venezuela de hoy? Qu referenciassimblicas pueden guiar la idea de consenso, reconciliacin y unidad que apeleal dilogo, al debate de problemas nacionales, en cuenta de la profunda crisisinstitucional, de representacin, de liderazgo alternativo que confronta al pas?

    Si bien el conflicto ha funcionado en algunos sectores sociales comocatalizador de la toma de conciencia y de la accin y participacin poltica yha contribuido a reforzar la identidad grupal en torno a objetivos comunes,an queda un largo y arduo trabajo que, a la par de los procesos polticostendientes al fortalecimiento de las instituciones, permita mitigar el impactopsicosocial de la polarizacin y la violencia poltica e impulse procesos dedespolarizacin y desmilitarizacin que permitan reconstruir las relacionessociales fracturadas por el conflicto y evitar que la violencia que caracterizala confrontacin poltica actual, la cual funciona como rentable estrategia depoder y control social para ciertos grupos, contine socavando las basesde la convivencia democrtica en Venezuela.

    Cuatro factores son centrales en este proceso de reconstruccin del tejidosocial: la despolarizacin social, la lucha contra la impunidad, la repara-cin social y la construccin de ciudadana y cultura de la paz.

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    La bsqueda de una solucin poltica requiere, entre otras cosas, eliminarlos estereotipos rivales que alimentan la polarizacin. El papel de los mediosde comunicacin es vital en este proceso. Desde una visin auto-crtica quereconozca el papel de actores polticos desempeado en el conflicto y suincidencia en la agudizacin de la polarizacin social y su sobre-representacinmeditica, debe evitarse el uso de estereotipos en la transmisin de imgenesde los grupos en conflicto; la personalizacin y la puesta en escena de episodiosextremos; la difusin de mensajes que contribuyen a exaltar el miedo, elodio, la rabia y la violencia; la retrica de la impotencia y victimismo quealimenta las reacciones de venganza; la utilizacin con fines comerciales ypolticos del sufrimiento de la poblacin o de las vctimas y sus familiares(Martn y Pez, 2000).

    Se trata de educar en y para la ciudadana, apoyndonos tanto en lareconstruccin crtica de nuestra memoria histrica, en la sistematizacinde los saberes sociales y multiplicidad de experiencias ciudadanas vividas eneste periodo, como en los procesos simblicos implicados en la construccinimaginaria de lo real.

    Se trata de proponer y desarrollar programas de educacin ciudadana,que nos permitan construir un pas donde se produzcan cambios sociales,econmicos y polticos basados en los principios de inclusin, justicia,equidad y paz; que nos permitan recuperar la confianza en las institucionesdemocrticas y ahuyentar las amenazas del autoritarismo y su expresin enlderes mesinicos, sean stos militares o civiles.

    Muchas de estas iniciativas y propuestas requieren obviamente de tiempoy escenarios propicios que permitan la distensin y el fin de la polarizacin.Sin embargo, es necesario favorecer la construccin de estos espacios pormedio de iniciativas que faciliten algunas claves en la interaccin, consensoy dilogo entre grupos que defienden posiciones contrarias.

    Para ello, obviamente se requiere tomar en cuenta el importante rol quejuegan en la construccin y cambio de las representaciones y prcticascotidianas de los actores polticos locales y globales, las mediaciones tecno-lgicas que redefinen las nociones de lo pblico y lo privado, generan nuevasformas identitarias, provocan cambios en la discursividad y novedosasmodalidades de sociabilidad y comunicacin.

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    Sin embargo, la transformacin de las representaciones e imaginarios nose reduce a las mediaciones tecnolgicas. Numerosos procesos intervienen,influyen, configuran, orientan y transforman las representaciones sociales.Algunas de estas claves encuentran lugar en la reivindicacin y resignificacinde imaginarios sociales que nos unen como pueblo, como sociedad, comopas. Aquellos referidos a nuestra historia, nuestras costumbres, nuestrosmodos de ser y nuestros modos de convivir.

    Aun cuando vivimos tiempos donde en ocasiones no se ve muy claro elcamino hacia adelante y no se puede volver hacia atrs, son tambin tiemposde paciencia y coraje, de lucha contra la retrica de la guerra o del victimismo,son tambin tiempos de cambio, de crecimiento personal y colectivo comociudadanos, como pas. Tiempos de asumir el desafo histrico de la polticaentendida como vivencia cotidiana, tiempos para recrear y significar elimaginario nosotros, con sentido y norte de futuro comn.

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