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Kppnw * *< * EL MUNDO, SAN JUAN, P. R. - DOMINGO 3 DE JULIO DE 1938. t- 5 «> 4 t SAN JUAN SE DIVIERTE EN LA VERBENA DEL PARQUE Por JORGE FELICES Jr. de una falda en revuelo, y doi ma- nos que al azar se encontraban pa- ra estrecharse con mucho tiento de que no lar divisaran los ojos es- crutadores de mamá, o lo que es peor, la comadre charlatana y chis- mosa que comentaba en la tertulia escondiendo la voz bajo un aba- nico: —¿Se han fijado ustedes en Fula- njta? ¿Y aquel traje de Zutana, no es un poco atrevido? Aquellos tiempos de nuestros abuelos ya pasaron, y hoy San Juan se divierte con estrépito, como co- rresponde a una ciudad que lleva encima largos años de progreso. La urbe de ahora es totalmente distin- ta a la ciudad provincial de enton- ces. Tenemos aún el bando de ta pri- mera autoridad municipal; sólo que ahora se llama "proclama" y se pu- blica en loe periódicos porque un heraldo haría triste papel recorrien- do la ciudad populosa enterando a hay que dudarlo, es un pueblo ale- gre. Reúna usted varias picas, una estrella, un tiovivo y lo damas, y veri como se le llena la casa La Verbena del Parque es algo asi co- mo un refugio para los que estamos cansados del cine y la tertulia del café, y un nuevo espectáculo para loi que no están cansados de loa mo- dernos salones de expansión. Hay mucha luz, mucho ruido, mu- cho bullido. Santurce se vierte todo entero en las avenidas de piedra fi- na de ese oasis del Parque, y se de- dica a divertirse como mejor puede, escudriñándolo todo, probándolo to- do. La estrella giratoria alza su re- dondel de luz sobre los árboles. H*y que hacer pina para lograr un asien- to que nos lleve a las alturas. Des- de alia el afortunado que ha logra- do ha.arae sitio contempla la multi- tud caminando de un lado para otro como las hormigas, pero en colori- nes. Hay una rara sensación de vér- tigo mientras la rueda gira entre los gritos y las exclamaciones. ;Eh, cariota, que tengas cuida- do! ¡Oye, cuidado no te marees! Vemos como nuestro asiento se aupa en el espacio, se alza sobre los demás, dominándolo todo. El ruido va apagándose en lo alto y solamen- te se perciben hu veces de las chi- cas en los demás asientos, quienes con un melindre se arreglan la falda demasiado corta, y exclaman asus- tadas: ¡Qué alto! ¡Huy. que me caigo! ¡Si esto se zafa nos hacemos pa- pilla! Hay otra rueda junto a la -str? lia. Es una especie de circulo gire torio cuyos asientos parecen jaula*. con cabida para cuatro personas, da* parejas, una frente a la otra Fre- cuentemente se cruzan las palabras de una rueda a otra: —¡Ya te vi con aquél! Otra vez en el suelo, la cabe'.a Gustavo V de Suecia goza del cariño de todo su pueblo Al cumplir sus 80 años fué objeto de se- ñaladas demostraciones de afecto En las picas ya es otra cesa. Loa rostros siguen angustiados la vuel- ta de la ruleta* que ha de determi- nar el curso del dinero apostado. Aquí la diversión- es afán do lucro, y se hace un medio suenes* entra el ruido que rodea el tenante da fantasía. Porque afuera es «k ir y Venir incesante. ¡Qué de voces, do gritos, de lla- madas! Por entre el vaivén de mil colo- res de la multitud abigarrada se oyen las frases como en un recep- tor de rsdlo que pasara muy ligero por diferentes estaciones. —Mira aquél qué guapo, y este». No, pero aquél otro es feo... —Oye, chico, por allí vi a Fulana. Andaba con Zutano, y parecían lo más entusiasmados... A lo mejor se te casa tu ex... H: Por k Willen Van Loon (K. de la R.: Van Loon, desta- cado publicista 'holandés-norte- americano, es autor, entre otros, de los libros "Historia de la Humanidad", "Historia de la Biblia" y "Las artes", que han tenido una circulación sin -pre- cedentes en el mundo de habla inglesa!. ESTOCOLMO, junio 13 de 1938.— (Por correo aéreo).— He aqui. al fin. un despacho periodístico que contiene una verdadera novedad en . este Infeliz ano de gracia de mil no- os vecino!» de los espectáculos que .,„._.. ,..,_,. ., .„ w - se presentarán. La procesión, nl védenlos treinta y ocho, pensarlo. Las carreras de la calle del Escribo estas lineas desde la ca- Crlsto. ridiculos. Pero hay algo que pital de Suecia. En este momento resulta interesante. La verbena del es medianoche y el sol acaba de Parque Muñoz Rivera. San Juan, no' abandonarnos momentáneamente CIENCIA MATERIALISTA LLlSi VILLAKONGA Tres diferentes Rspertos de la Verbena del Parque. En la parte supe- rior, i " rn>ilUo.: en el renten, un futuro as de pistas recorriendo en su automóvil el velódromo Infantil; ahajo, do* chiquillas se dan lin- pi!«o en uno de los botes que f«.-'*n parte de los diversos espectáculos de la Verbena. Era una fiesta de bizarría y buen porte. Mucha bestia fina traída de la Isla, para lucirla en la capital: mucho pantalón bien cortado por ti-. jera española y miradas de las don- cellas para los donceles que de este modo varonil se conquistaban sus favores. Después la procesión, en que to-' maba parte todo el pueblo, invita-! do por bando especial del alcalde pregonado a los cuatro vientos por; un heraldo municipal, de los de mu- cha voz ahuecada y poca estatura , Y en los salones elegantes de la ciu-, dad. baile de etiqueta con música de violines para que los jóvenes se divirtieran haciendo figuras gracio- sas ante las damiselas ruborosas. Era aquella la época feliz en que las faldas de las mujeres llegaban hasta más abajo del tobillo, y en que daba puro gozo observar en un descuido el arranque garboso de una pantorrilla. —¿Me haría usted el honor de la próxima danza, señorita? —Con mucho gusto, caballero. La invitación pausada, con reve- rencia, y la respuesta envuelta ron una sonrisa. Después los giros sua- \es de los instrumentos, el fru-fru En un discurso de graduación que pronuncié hace unos , días en la Academia de San Jorge expresé al- gunas objeciones al cuadro general clasificador de la Historia Natural. Dice la Historia Natural que se dice comúnmente que los reinog de la Naturaleza son tres: el reino mi- neral, el vegetal y el animal. Pero no se dice nada más. Es decir, se dice. Al hombre se le Incluye en el reino animal. Se le Incluye en el reino animal y como tal se le estu- dia. Esa clasificación de la ciencia es. en mi concepto, equivocada. No to- do es piedras minerales, botánica y zoología en el mundo. El hombre supera, trasciende la zoología. E' hombre no cabe en la zoología. S" ha escapado de ella y abriendo sus alas —alas que no pueden negárse- le— ha querido elevarse hasta el cielo. En el vuelo de su espíritu ha descubierto una cosa que se lla- ma la verdad; otra que se llama el amor; otra que se llama belleza Ahondando dentro de si y contem- plando el mundo ha levantado una estructura grandiosa que se llama Filosofía; ha erigido otra fábrica maravillosa que llama Religión Somos diferentes a lo» especíme- nes del reino animal. Tenemos una categoría más alta que es preciso telnvlndicar. Yo mantuve que no son tres los reinos de la Naturaleza, sino cinco, a saber: el mineral, el vegetal, el animal, el humano y el divino. El reino humano, es desde luego, el reino del hombre y de todo lo que él ha creado; de su vi- da psíquica y espiritual. El reino divino es el reino de lo suprasensi- ble, el rsino de Dios y de »u jerar- quía. Lo humano y lo divino tienen su puesto también en el cuadro de! Universo como los minerales, 'as plantas y los animales. Lo humano y lo divino se entremezclan con lo natural en el cuadro de la sorpren- dente y misteriosa Naturaleza. Hay hombres que no pueden aceptar sin protesta la despreocu- pación de la ciencia al catalogar al hombre con los animales Inferiores. Semejantes nociones no son las más adecuadas para educar al hombre y a la sociedad. No son las más adecuadas para hacerle sentir al hombre su "humanidad". Su na- turaleza humana superior a la na- turaleza animal. Si semejante ca- talogación no la admitirla el hom- bre plenamente ronsciente de su 'humanidad" mucho menos podría admitirla el que, sobre es? titulo de "humano", ostenta uno más al- to, espiritual y divino como el de "cristiano". ¿Cómo se compagina la humanidad y divinidad de Cristo con la animalidad humana? Es un error de la psicología "be- haviorista" el no reconocer linea divisoria entre el animal y el hom- bre. Para esta ciencia el hombre no es más que un animalito alta- mente educable. Para esta ciencia la conducta del hombre es simple- mente funcionamiento de neuro- nas; estimulo y reacción. No re- conoce, ni le' interesa, el alma, .'a conciencia, la razón, la vida espiri- tual del hombre. Lo que hasta aho- ra se habla llamado "inteligencia" no es sino el repertorio total de los "hábitos adquiridos" en virtud de las reacciones del animal-hombre ante los estímulos del exterior. Semejantes nociones me parecen antihumanas. Me parecen extrema- damente perniciosas; contrarias al interés y al porvenir del hombre individual y de la sociedad huma- na. Efectivamente; si somos sim- ples animales Intrascendentes, si no existe el alma, ¿para qué hemos de procurar nuestro perfeccionamien- to? Si no valemos más que un mo- no o un perro, ¿por qué ha de ho- rrorizarnos el homicidio? ¿Qué im- porta que la vida humana se des- truya por millones en la lucha cai- nita? Quitarle al hombre su con- ciencia, su alma, su razón, como quiere esa ciencia, equivale a hun- dirlo en la tlnlebla y en la muer- te. Se condenan las Ideas comunistas por considerárselas perniciosas, pe- ro más perniciosas que las comu- nistas son estas nociones científi- cas. La ciencia materialista al mo- do del "behsvlorismo" suprime a Dios y además al "hombre". Es de- cir; suprime la "humanidad" del hombre y lo trueca en un animal Intrascendente. Esa palabra —hu- manidad— que expresa la natura- leza auténtica, privativa, del hom- bre, tiene una enorme significación. La "humanidad" del hombre es ia base, la causa y el fin de la filoso- fía y la religión, de la moral y de la justicia. Negarle al hombre su categoría humana y espiritual es ponerle en el camino de regreso a la caverna. Hoy hay claras indica- ciones de que las soeiedades antes llamadas cultas se preparan para refugiarse en las cavernas. ¿Será esto el resultado del avance de las ideas materialistas en, economía, ciencia y educación? Puede que si. para tomarse ese corto descanso en el curso del cual todo el paisaje es- candinavo queda bañado en una misteriosa luz difusa que, como no viene nl del cielo ni de la tierra, ha- ce creer al visitante que le acaban de transportar a un país de leyen- da, situado a un millón de leguas del resto del Infortunado Viejo Mun- do, que queda al otro lado del Bál- tico. Aqui en este tranquilo rincón de Eacandinavia los corazones de to- dos parecen contener el mismo im- pulso: un afecto casi tangible por el anciano caballero que mañana celebrará su octogésimo aniversa- rio y cuya vida entera ha estado consagrada al propósito de buscar la felicidad y la prosperidad del pue- blo de que no es sólo el soberano sino también el servidor más fiel y devoto. Esta noche me ha ocurrido \iñ pe- queño incidente, que carece de im- portancia intrínseca pero que ex- presa con más elocuencia el verda- dero sentir del pueblo sueco que los más largos despachos que pudiera yo confiar al telégrafo. Me hallaba en la oficina principal de telégrafos, que está situada en la Isla que forma la parte más vie- ja de la ciudad de Estocolmo, don- de Tessin, el famoso arquitecto francés, construyó ese vasto palacio que durante los tres siglos últimos ha sido residencia de los monarcas suecos. Una escena elocuente Habiendo cumplido la diligencia que me llevó allí, llamé un taxíme- tro e indiqué al conductor que me trasladara a la parte nueva de la ciudad, donde Pagner Oestberg, el Beethoven de la arquitectura mo- derna, ha erigido esa Novena Sin- fonía de ladrillo y cemento que to- do el mundo conoce como el Ayun- tamiento ds Estocolmo. y hacia el cual será conducido mañana, a bor- do de una barca de remos, el Rey Gustavo, para recibir el homenaje de su pueblo. Gracias a la buena suerte que a menudo favorece a los de nuestra profesión, me vi súbitamente de- trás de un automóvil extremada- mente sencillo, pintado de negro, que circulaba a muy poca veloci- dad. A ambos lados de la calzada se hallaban alineados grupos com- pactos de hombres, mujeres y ni- ños que aparentemente habian acu- dido allí muchas horas antes para presenciar el paso del no muy mo- derno vehículo negro, que Iba en camino al Ayuntamiento. En el automóvil viajaba et rey Gustavo. Recuerdo muy bien otras ocasio- nes similares, en que me ha cabido en suerte, en cumplimiento de algu- na misión periodística, seguir de cerca el vehículo en que viajaban otros jefes de Estado, incluso el Presidente de los Estados Unidos. Invariablemente en eias ocasiones habla por todas partes un gran des- pliegue de fuerzas militares, policía y agentes de ia secreta; y en' los países regidos por gobiernos dicta- toriales, completaba la escena un buen número de carros blindados provistos de ametralladoras. De todo esto no habla en Esto- colmo el menor Indicio en todo el largo del camino que seguimos, a través de los varios puentes que co- munican entre al a las islas que for- man esta Venecia del norte. da vueltas y se siente una especie de flojera er. las rodillas, porque el vértigo todavía nos domina. ro el espíritu incansable sigue en su afán de continuar la diversión. Vie- ne entonces la silla voladora, que nos arrastra en circulo mientras el rostro palidece y el estómago nos hace cosquillas. El viento zumba en nuestros oidor y en vano nuestra vista quiere buscar alguna persona conocida entre los mirones. Los ojos sólo captan en la retina burlada por la velocidad, una imagen borro- sa y fugaz «¿ue desaparece y vuelve a aparecer con rapidez desesperan- te, sin dar tiempo a que se grabe en los sentidos. Aqui el viento nos f Como en un cuento de hadas o en una leyenda de maravilla, la estrella y las alllas voladoras nos llevan por el aire mientras nos Invade una rara sensación de vértigo. azota con mayor ruerza, y los apu- ros de las ninas para arreglarse la falda son mayores. Desde lejos se ven las piernas bien torneadas lu- ciendo al aire el remate fino del za- pato coronando el pie breve. Después los caballitos, con su mú- sica estrepitosa de pianola. Es el de- pasó en su automóvil, hubo algo que conmovió a la muchedumbre. Todos guardaron completo silencio y se inclinaron profundamente. Na- da habí ade servil en esa reveren- cia; era ese un momento de since- ra y honda emoción: el anciano Je- fe de la familia habla pasado... La multitud le habla visto, y le habla manifestado visiblemente ku afecto y su gratitud. Con eso que- satisfecha y se marchó a sus ho- gares. Pocos momentos después las calles estaban desiertas. Los guar- dias de tránsito dirigían de nuevo lo que tenían que dirigir, y este vuestro cronista se dirigió a su ho- tel y se preguntó: SI estas cosas son posibles aquí, ¿por qué no en otras partes? No pude hallar más que una res- puesta. La explicación radica en el profundo sentido humanitario y en la Innata decencia del anciano se- ñor que mañana cumple sus ochen- ta aftos y que por espacio de trein- ta sólo ha tenido la preocupación de que su pueblo disfrutara de la paz y de la prosperidad posible. La Guardia de Crops lirio de los intermedios» aquellos ni- ños que son demasiado pequeños para montar en la silla, y demasia- do grandes para e,] velódromo Infan- til, donde solamente tienen entrada —¿Quiere tomar algo, doña Julia? —...Pero, ¿dónde está Carmen, que hace una hora se me ha desapa- f recido del lado?... —...Por esos ojos, niña, darla la vida... Es un constante hablar, un cons- tante decir de mil cosas sin sentido que el oido va percibiendo como diá- logos sin ilación. La vista se pier- de por los paseos sombreados,- con- templando el desordenado bullir do la gente. Mujeres, niños, jóvenes, viejas... Es una fiesta parecida a la feria de abril en Jerez que can- tara tan magistralmente el - poeta ; andaluz. Desde la dama encopetada que hace un melindre mientras se arregla los quevedos, hasta el Joven- cito "fresco" que le echa una üor a la niña que pasa. Desde la pizpi- reta que se arregla el tocado em- badurnándose los labios, hasta el solterón empedernido a quien co- mienza a engrosarle la cintura, y que se sienta filosóficamente en una mesa para dar fin a varios vasos de cerveza. -^ ^ Tipos y personas nos pasan por el lado como en un delirio del cinema. Es la fiesta de los sentidos y de la alegría. El espíritu castizo.que aún no hemos- perdido por completo prende en nosotros su trabazón de raices ancestrales. No es ya el San Juan de antes, con sus fiestas al patrón. Es la verbena madrileña de fsCAMBRÓ^^ RAFAEL MUÑOZ CARMELO DÍAZ DINNER. DANCE 82.50 HAN CE ALONE SI. L'd. verá lo cont«ntoa que se ponan sus nlflos al ofrecerles empareda- dos hechos con al delicioso Val- acta Kraft. VeWeeta es tan fácil da digerir como la misma lacha. Abunda en las sales minerales de la lacha esencisles para al desa- rrollo normal—y en la Vitamina A. I Deleita a la gen te Joven y lea beneficia! Sírvales emparedados da VeWeeta y plato* cocido* con queso Kraft ¡Compra un pa- quete boy mismo! El pueblo guarda al Rey Ni un solo agente de policía se Interpuso entre el monarca y el pueblo. Los guardias estaban en sus puestos de costumbre y, excepto en el breve momento en que dieron frente al automóvil real para salu- dar a su ocupante, se limitaron a atender sus deberes ordinarios. El pueblo, por »u parle, no de- mostraba exuberancia alguna. Na- die gritaba nl empujaba. Era una multitud compuesta de gentes sen- cillas mujeres ancianas, obreros, obreras—. Ninguno de ellos estaba vestido con lujo, pero tampoco nin- guno parecía necesitado. Porque A Gobierno sueco se enorgullece de que en su país no hay pobres. El examen más minucioso de la dudad me ha convencido de que no hay allí arrabales sucios y raidos por la po- breza, y da que al no haberlos no hay tampoco ningún foco de Infec- ción donde la miseria abyecta crea ese ambiente tétrico que sigue hoy en día siendo la vergüenza de tan- tas modernas capital**. Suecia ha estado gobernada des- de hace muchos aftos por un régimen socialUta. Muchos de IUS dirigen- tes serian calificados "rojos" en otras partes. i* con todo eso,.cuan- do el Rey, su vecino biep amado, Todo lo que antecede, lo muy bien, no es la forma en que debe- rla escribir la crónica que se me ha pedido que escriba acerca de las ceremonias conmemorativas del aniversario real. Pero quizá estas reflexiones no sean una pérdida de tiempo. Y ahora, para terminar, una pe- queña anécdota que ha divertido a Suecia por espacio de medio siglo. Su protagonista es Carlos XV, tio y predecesor del actual monarca sueco. Ocurrió que visitara Esto- colmo el Zar de Rusia y que, con gran sorpresa, manifestara al mo- narca del otro lado del Báltico: —Me cuesta dar crédito a mis ojos. ¡Estáis vivo, y sin embargo no pa rece que tenéis guardia corps! A lo que respondió Carlos de Sue- cia, que habla heredado el "esprit" de su* antepasados franceses: —Os equivocáis. Tengo una guardia de corps. La Integran todos los hom- bres, mujeres y niños de mi rei- no... Actualmente si Rey Gustavo V podrfa decir lo mismo, con toda justicia. Que este estado de cosas sea posible en el afto de 1938 es lo que da valor noticioso a esta cróni- ca sin noticias. ... (Derechos reservados a EL MUN- DO por North American Newspa- per Al Manee, i ¡Prueben «u suerte., damas y cahalleroa! T,a esfera ds loa bolos da vuel- tas sin cesar y en las miradas de los Jugadores hay una chispa, de emo- ción mientras el "croupier" canta los números premiados. los muy pequeñlnes. Por lo regular alrededor del circulo solamente se congregan grupos de padres que si- guen con ojos atentos las peripe- cias de los chiquitines para luego comentarlas entre risotadas de pla- cer. las duquesas manólas, de loa'man- tones, de los churros, de los caballe- ros que se escondían tras un Jardín del Retiro para gustar los labios Ju- gosos de una modistilla. Es una vuelta a la jarana castiza de 3an Isidro Labrador. ¡Dios te salve! Solicite Puerto Rico Ilustrado La Revista del Hogar TRES COPAS- EX1-RA SOBERANO. INSUPERABLE

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EL MUNDO, SAN JUAN, P. R. - DOMINGO 3 DE JULIO DE 1938. t- 5

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4 t

SAN JUAN SE DIVIERTE EN LA VERBENA DEL PARQUE Por JORGE FELICES Jr.

de una falda en revuelo, y doi ma- nos que al azar se encontraban pa- ra estrecharse con mucho tiento de que no lar divisaran los ojos es- crutadores de mamá, o lo que es peor, la comadre charlatana y chis- mosa que comentaba en la tertulia escondiendo la voz bajo un aba- nico:

—¿Se han fijado ustedes en Fula- njta? ¿Y aquel traje de Zutana, no es un poco atrevido?

Aquellos tiempos de nuestros abuelos ya pasaron, y hoy San Juan se divierte con estrépito, como co- rresponde a una ciudad que lleva encima largos años de progreso. La urbe de ahora es totalmente distin- ta a la ciudad provincial de enton- ces.

Tenemos aún el bando de ta pri- mera autoridad municipal; sólo que ahora se llama "proclama" y se pu- blica en loe periódicos porque un heraldo haría triste papel recorrien- do la ciudad populosa enterando a

hay que dudarlo, es un pueblo ale- gre. Reúna usted varias picas, una estrella, un tiovivo y lo damas, y veri como se le llena la casa La Verbena del Parque es algo asi co- mo un refugio para los que estamos cansados del cine y la tertulia del café, y un nuevo espectáculo para loi que no están cansados de loa mo- dernos salones de expansión.

Hay mucha luz, mucho ruido, mu- cho bullido. Santurce se vierte todo entero en las avenidas de piedra fi- na de ese oasis del Parque, y se de- dica a divertirse como mejor puede, escudriñándolo todo, probándolo to- do. La estrella giratoria alza su re- dondel de luz sobre los árboles. H*y que hacer pina para lograr un asien- to que nos lleve a las alturas. Des- de alia el afortunado que ha logra- do ha.arae sitio contempla la multi- tud caminando de un lado para otro como las hormigas, pero en colori- nes. Hay una rara sensación de vér-

tigo mientras la rueda gira entre los gritos y las exclamaciones.

— ;Eh, cariota, que tengas cuida- do! ¡Oye, cuidado no te marees!

Vemos como nuestro asiento se aupa en el espacio, se alza sobre los demás, dominándolo todo. El ruido va apagándose en lo alto y solamen- te se perciben hu veces de las chi- cas en los demás asientos, quienes con un melindre se arreglan la falda demasiado corta, y exclaman asus- tadas:

— ¡Qué alto! ¡Huy. que me caigo! ¡Si esto se zafa nos hacemos pa- pilla!

Hay otra rueda junto a la -str? lia. Es una especie de circulo gire torio cuyos asientos parecen jaula*. con cabida para cuatro personas, da* parejas, una frente a la otra Fre- cuentemente se cruzan las palabras de una rueda a otra:

—¡Ya te vi con aquél! Otra vez en el suelo, la cabe'.a

Gustavo V de Suecia goza del cariño de todo su pueblo

Al cumplir sus 80 años fué objeto de se- ñaladas demostraciones de afecto

En las picas ya es otra cesa. Loa rostros siguen angustiados la vuel- ta de la ruleta* que ha de determi- nar el curso del dinero apostado. Aquí la diversión- es afán do lucro, y se hace un medio suenes* entra el ruido que rodea el tenante da fantasía. Porque afuera es «k ir y Venir incesante.

¡Qué de voces, do gritos, de lla- madas!

Por entre el vaivén de mil colo- res de la multitud abigarrada se oyen las frases como en un recep- tor de rsdlo que pasara muy ligero por diferentes estaciones.

—Mira aquél qué guapo, y este». No, pero aquél otro es feo...

—Oye, chico, por allí vi a Fulana. Andaba con Zutano, y parecían lo más entusiasmados... A lo mejor se te casa tu ex... •

H: Por

k Willen Van Loon

(K. de la R.: Van Loon, desta- cado publicista 'holandés-norte- americano, es autor, entre otros, de los libros "Historia de la Humanidad", "Historia de la Biblia" y "Las artes", que han tenido una circulación sin -pre- cedentes en el mundo de habla inglesa!.

ESTOCOLMO, junio 13 de 1938.— (Por correo aéreo).— He aqui. al fin. un despacho periodístico que contiene una verdadera novedad en

. este Infeliz ano de gracia de mil no- os vecino!» de los espectáculos que .,„._.. ,..,_,. ., .„w- se presentarán. La procesión, nl védenlos treinta y ocho, pensarlo. Las carreras de la calle del Escribo estas lineas desde la ca- Crlsto. ridiculos. Pero hay algo que pital de Suecia. En este momento resulta interesante. La verbena del es medianoche y el sol acaba de Parque Muñoz Rivera. San Juan, no' abandonarnos momentáneamente

CIENCIA MATERIALISTA LLlSi VILLAKONGA

Tres diferentes Rspertos de la Verbena del Parque. En la parte supe- rior, i " rn>ilUo.: en el renten, un futuro as de h« pistas recorriendo en su automóvil el velódromo Infantil; ahajo, do* chiquillas se dan lin- pi!«o en uno de los botes que f«.-'*n parte de los diversos espectáculos

de la Verbena.

Era una fiesta de bizarría y buen porte. Mucha bestia fina traída de la Isla, para lucirla en la capital: mucho pantalón bien cortado por ti-. jera española y miradas de las don- cellas para los donceles que de este modo varonil se conquistaban sus favores.

Después la procesión, en que to-' maba parte todo el pueblo, invita-! do por bando especial del alcalde pregonado a los cuatro vientos por; un heraldo municipal, de los de mu- cha voz ahuecada y poca estatura , Y en los salones elegantes de la ciu-, dad. baile de etiqueta con música

de violines para que los jóvenes se divirtieran haciendo figuras gracio- sas ante las damiselas ruborosas. Era aquella la época feliz en que las faldas de las mujeres llegaban hasta más abajo del tobillo, y en que daba puro gozo observar en un descuido el arranque garboso de una pantorrilla.

—¿Me haría usted el honor de la próxima danza, señorita?

—Con mucho gusto, caballero. La invitación pausada, con reve-

rencia, y la respuesta envuelta ron una sonrisa. Después los giros sua- \es de los instrumentos, el fru-fru

En un discurso de graduación que pronuncié hace unos , días en la Academia de San Jorge expresé al- gunas objeciones al cuadro general clasificador de la Historia Natural. Dice la Historia Natural que se dice

■comúnmente que los reinog de la Naturaleza son tres: el reino mi- neral, el vegetal y el animal. Pero no se dice nada más. Es decir, se dice. Al hombre se le Incluye en el reino animal. Se le Incluye en el reino animal y como tal se le estu- dia.

Esa clasificación de la ciencia es. en mi concepto, equivocada. No to- do es piedras minerales, botánica y zoología en el mundo. El hombre supera, trasciende la zoología. E' hombre no cabe en la zoología. S" ha escapado de ella y abriendo sus alas —alas que no pueden negárse- le— ha querido elevarse hasta el cielo. En el vuelo de su espíritu ha descubierto una cosa que se lla- ma la verdad; otra que se llama el amor; otra que se llama belleza Ahondando dentro de si y contem- plando el mundo ha levantado una estructura grandiosa que se llama Filosofía; ha erigido otra fábrica maravillosa que >» llama Religión

Somos diferentes a lo» especíme- nes del reino animal. Tenemos una categoría más alta que es preciso telnvlndicar. Yo mantuve que no son tres los reinos de la Naturaleza, sino cinco, a saber: el mineral, el vegetal, el animal, el humano y el divino. El reino humano, es desde luego, el reino del hombre y de todo lo que él ha creado; de su vi- da psíquica y espiritual. El reino divino es el reino de lo suprasensi- ble, el rsino de Dios y de »u jerar- quía. Lo humano y lo divino tienen su puesto también en el cuadro de! Universo como los minerales, 'as plantas y los animales. Lo humano y lo divino se entremezclan con lo natural en el cuadro de la sorpren- dente y misteriosa Naturaleza.

Hay hombres que no pueden aceptar sin protesta la despreocu- pación de la ciencia al catalogar al hombre con los animales Inferiores. Semejantes nociones no son las más adecuadas para educar al hombre y a la sociedad. No son las más adecuadas para hacerle sentir al hombre su "humanidad". Su na- turaleza humana superior a la na- turaleza animal. Si semejante ca- talogación no la admitirla el hom- bre plenamente ronsciente de su 'humanidad" mucho menos podría admitirla el que, sobre es? titulo

de "humano", ostenta uno más al- to, espiritual y divino como el de "cristiano". ¿Cómo se compagina la humanidad y divinidad de Cristo con la animalidad humana?

Es un error de la psicología "be- haviorista" el no reconocer linea divisoria entre el animal y el hom- bre. Para esta ciencia el hombre no es más que un animalito alta- mente educable. Para esta ciencia la conducta del hombre es simple- mente funcionamiento de neuro- nas; estimulo y reacción. No re- conoce, ni le' interesa, el alma, .'a conciencia, la razón, la vida espiri- tual del hombre. Lo que hasta aho- ra se habla llamado "inteligencia" no es sino el repertorio total de los "hábitos adquiridos" en virtud de las reacciones del animal-hombre ante los estímulos del exterior.

Semejantes nociones me parecen antihumanas. Me parecen extrema- damente perniciosas; contrarias al interés y al porvenir del hombre individual y de la sociedad huma- na. Efectivamente; si somos sim- ples animales Intrascendentes, si no existe el alma, ¿para qué hemos de procurar nuestro perfeccionamien- to? Si no valemos más que un mo- no o un perro, ¿por qué ha de ho- rrorizarnos el homicidio? ¿Qué im- porta que la vida humana se des- truya por millones en la lucha cai- nita? Quitarle al hombre su con- ciencia, su alma, su razón, como quiere esa ciencia, equivale a hun- dirlo en la tlnlebla y en la muer- te.

Se condenan las Ideas comunistas por considerárselas perniciosas, pe- ro más perniciosas que las comu- nistas son estas nociones científi- cas. La ciencia materialista al mo- do del "behsvlorismo" suprime a Dios y además al "hombre". Es de- cir; suprime la "humanidad" del hombre y lo trueca en un animal Intrascendente. Esa palabra —hu- manidad— que expresa la natura- leza auténtica, privativa, del hom- bre, tiene una enorme significación. La "humanidad" del hombre es ia base, la causa y el fin de la filoso- fía y la religión, de la moral y de la justicia. Negarle al hombre su categoría humana y espiritual es ponerle en el camino de regreso a la caverna. Hoy hay claras indica- ciones de que las soeiedades antes llamadas cultas se preparan para refugiarse en las cavernas. ¿Será esto el resultado del avance de las ideas materialistas en, economía, ciencia y educación? Puede que si.

para tomarse ese corto descanso en el curso del cual todo el paisaje es- candinavo queda bañado en una misteriosa luz difusa que, como no viene nl del cielo ni de la tierra, ha- ce creer al visitante que le acaban de transportar a un país de leyen- da, situado a un millón de leguas del resto del Infortunado Viejo Mun- do, que queda al otro lado del Bál- tico.

Aqui en este tranquilo rincón de Eacandinavia los corazones de to- dos parecen contener el mismo im- pulso: un afecto casi tangible por el anciano caballero que mañana celebrará su octogésimo aniversa- rio y cuya vida entera ha estado consagrada al propósito de buscar la felicidad y la prosperidad del pue- blo de que no es sólo el soberano sino también el servidor más fiel y devoto.

Esta noche me ha ocurrido \iñ pe- queño incidente, que carece de im- portancia intrínseca pero que ex- presa con más elocuencia el verda- dero sentir del pueblo sueco que los más largos despachos que pudiera yo confiar al telégrafo.

Me hallaba en la oficina principal de telégrafos, que está situada en la Isla que forma la parte más vie- ja de la ciudad de Estocolmo, don- de Tessin, el famoso arquitecto francés, construyó ese vasto palacio que durante los tres siglos últimos ha sido residencia de los monarcas suecos.

Una escena elocuente Habiendo cumplido la diligencia

que me llevó allí, llamé un taxíme- tro e indiqué al conductor que me trasladara a la parte nueva de la ciudad, donde Pagner Oestberg, el Beethoven de la arquitectura mo- derna, ha erigido esa Novena Sin- fonía de ladrillo y cemento que to- do el mundo conoce como el Ayun- tamiento ds Estocolmo. y hacia el cual será conducido mañana, a bor- do de una barca de remos, el Rey Gustavo, para recibir el homenaje de su pueblo.

Gracias a la buena suerte que a menudo favorece a los de nuestra profesión, me vi súbitamente de- trás de un automóvil extremada- mente sencillo, pintado de negro, que circulaba a muy poca veloci- dad. A ambos lados de la calzada se hallaban alineados grupos com- pactos de hombres, mujeres y ni- ños que aparentemente habian acu- dido allí muchas horas antes para presenciar el paso del no muy mo- derno vehículo negro, que Iba en camino al Ayuntamiento.

En el automóvil viajaba et rey Gustavo.

Recuerdo muy bien otras ocasio- nes similares, en que me ha cabido en suerte, en cumplimiento de algu- na misión periodística, seguir de cerca el vehículo en que viajaban otros jefes de Estado, incluso el Presidente de los Estados Unidos. Invariablemente en eias ocasiones habla por todas partes un gran des- pliegue de fuerzas militares, policía y agentes de ia secreta; y en' los países regidos por gobiernos dicta- toriales, completaba la escena un buen número de carros blindados provistos de ametralladoras.

De todo esto no habla en Esto- colmo el menor Indicio en todo el largo del camino que seguimos, a través de los varios puentes que co- munican entre al a las islas que for- man esta Venecia del norte.

da vueltas y se siente una especie de flojera er. las rodillas, porque el vértigo todavía nos domina. P« ro el espíritu incansable sigue en su afán de continuar la diversión. Vie- ne entonces la silla voladora, que nos arrastra en circulo mientras el rostro palidece y el estómago nos hace cosquillas. El viento zumba en nuestros oidor y en vano nuestra vista quiere buscar alguna persona conocida entre los mirones. Los ojos sólo captan en la retina burlada por la velocidad, una imagen borro- sa y fugaz «¿ue desaparece y vuelve a aparecer con rapidez desesperan- te, sin dar tiempo a que se grabe en los sentidos. Aqui el viento nos

f

Como en un cuento de hadas o en una leyenda de maravilla, la estrella y las alllas voladoras nos llevan por el aire mientras nos Invade una

rara sensación de vértigo.

azota con mayor ruerza, y los apu- ros de las ninas para arreglarse la falda son mayores. Desde lejos se ven las piernas bien torneadas lu- ciendo al aire el remate fino del za- pato coronando el pie breve.

Después los caballitos, con su mú- sica estrepitosa de pianola. Es el de-

pasó en su automóvil, hubo algo que conmovió a la muchedumbre. Todos guardaron completo silencio y se inclinaron profundamente. Na- da habí ade servil en esa reveren- cia; era ese un momento de since- ra y honda emoción: el anciano Je- fe de la familia habla pasado...

La multitud le habla visto, y le habla manifestado visiblemente ku afecto y su gratitud. Con eso que- dó satisfecha y se marchó a sus ho- gares. Pocos momentos después las calles estaban desiertas. Los guar- dias de tránsito dirigían de nuevo lo que tenían que dirigir, y este vuestro cronista se dirigió a su ho- tel y se preguntó: SI estas cosas son posibles aquí, ¿por qué no en otras partes?

No pude hallar más que una res- puesta. La explicación radica en el profundo sentido humanitario y en la Innata decencia del anciano se- ñor que mañana cumple sus ochen- ta aftos y que por espacio de trein- ta sólo ha tenido la preocupación de que su pueblo disfrutara de la paz y de la prosperidad posible.

La Guardia de Crops

lirio de los intermedios» aquellos ni- ños que son demasiado pequeños para montar en la silla, y demasia- do grandes para e,] velódromo Infan- til, donde solamente tienen entrada

—¿Quiere tomar algo, doña Julia? —...Pero, ¿dónde está Carmen,

que hace una hora se me ha desapa- f recido del lado?...

—...Por esos ojos, niña, darla la vida...

Es un constante hablar, un cons- tante decir de mil cosas sin sentido que el oido va percibiendo como diá- logos sin ilación. La vista se pier- de por los paseos sombreados,- con- templando el desordenado bullir do la gente. Mujeres, niños, jóvenes, viejas... Es una fiesta parecida a la feria de abril en Jerez que can- tara tan magistralmente el - poeta

; andaluz. Desde la dama encopetada que hace un melindre mientras se arregla los quevedos, hasta el Joven- cito "fresco" que le echa una üor a la niña que pasa. Desde la pizpi- reta que se arregla el tocado em- badurnándose los labios, hasta el solterón empedernido a quien co- mienza a engrosarle la cintura, y que se sienta filosóficamente en una mesa para dar fin a varios vasos de cerveza. -^ ^

Tipos y personas nos pasan por el lado como en un delirio del cinema. Es la fiesta de los sentidos y de la alegría. El espíritu castizo.que aún no hemos- perdido por completo prende en nosotros su trabazón de raices ancestrales. No es ya el San Juan de antes, con sus fiestas al patrón. Es la verbena madrileña de

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El pueblo guarda al Rey

Ni un solo agente de policía se Interpuso entre el monarca y el pueblo. Los guardias estaban en sus puestos de costumbre y, excepto en el breve momento en que dieron frente al automóvil real para salu- dar a su ocupante, se limitaron a atender sus deberes ordinarios.

El pueblo, por »u parle, no de- mostraba exuberancia alguna. Na- die gritaba nl empujaba. Era una multitud compuesta de gentes sen- cillas — mujeres ancianas, obreros, obreras—. Ninguno de ellos estaba vestido con lujo, pero tampoco nin- guno parecía necesitado. Porque A Gobierno sueco se enorgullece de que en su país no hay pobres. El examen más minucioso de la dudad me ha convencido de que no hay allí arrabales sucios y raidos por la po- breza, y da que al no haberlos no hay tampoco ningún foco de Infec- ción donde la miseria abyecta crea ese ambiente tétrico que sigue hoy en día siendo la vergüenza de tan- tas modernas capital**.

Suecia ha estado gobernada des- de hace muchos aftos por un régimen socialUta. Muchos de IUS dirigen- tes serian calificados d« "rojos" en otras partes. i* con todo eso,.cuan- do el Rey, su vecino biep amado,

Todo lo que antecede, lo sé muy bien, no es la forma en que debe- rla escribir la crónica que se me ha pedido que escriba acerca de las ceremonias conmemorativas del aniversario real. Pero quizá estas reflexiones no sean una pérdida de tiempo.

Y ahora, para terminar, una pe- queña anécdota que ha divertido a Suecia por espacio de medio siglo. Su protagonista es Carlos XV, tio y predecesor del actual monarca sueco. Ocurrió que visitara Esto- colmo el Zar de Rusia y que, con gran sorpresa, manifestara al mo- narca del otro lado del Báltico: —Me cuesta dar crédito a mis ojos. ¡Estáis vivo, y sin embargo no pa rece que tenéis guardia d« corps!

A lo que respondió Carlos de Sue- cia, que habla heredado el "esprit" de su* antepasados franceses: —Os equivocáis. Tengo una guardia de corps. La Integran todos los hom- bres, mujeres y niños de mi rei- no...

Actualmente si Rey Gustavo V podrfa decir lo mismo, con toda justicia. Que este estado de cosas sea posible en el afto de 1938 es lo que da valor noticioso a esta cróni- ca sin noticias.

...

(Derechos reservados a EL MUN- DO por North American Newspa-

per Al Manee, i

¡Prueben «u suerte., damas y cahalleroa! T,a esfera ds loa bolos da vuel- tas sin cesar y en las miradas de los Jugadores hay una chispa, de emo-

ción mientras el "croupier" canta los números premiados.

los muy pequeñlnes. Por lo regular alrededor del circulo solamente se congregan grupos de padres que si- guen con ojos atentos las peripe- cias de los chiquitines para luego comentarlas entre risotadas de pla- cer.

las duquesas manólas, de loa'man- tones, de los churros, de los caballe- ros que se escondían tras un Jardín del Retiro para gustar los labios Ju- gosos de una modistilla. Es una vuelta a la jarana castiza de 3an Isidro Labrador. ¡Dios te salve!

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La Revista del Hogar TRES COPAS- EX1-RA • SOBERANO. INSUPERABLE