el increible viaje del faquir que se quedo atrapado en un armario de ikea - romain puertolas

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    Una historia hilarante, divertida, inteligente que hace rer a carcajadas,que seduce los corazones y deleita el espritu, pero que tambin nos hacereflexionar sobre lo realmente importante en la vida. La primera palabraque el indio Dhjamal Mekhan Dooyeghas pronunci cuando lleg a Franciafue una palabra sueca. El colmo! 'Ikea.' Una historia divertida y con msburbujas que la Coca-Cola, pero que tambin es el reflejo de una durarealidad: la lucha de los inmigrantes ilegales en su camino hacia lalibertad. Una fbula de nuestros tiempos, un viaje inicitico por el coraznhumano, una stira desternillante con una sutil moraleja. Una historia confinal feliz. Una historia que te har sentir bien.

  • ROMAIN PUERTOLAS

    El increble viaje del faquir que se qued atrapado en un armario de Ikea

    Grijalbo

  • Sinopsis

    Una historia hilarante, divertida, inteligente que hace rer acarcajadas, que seduce los corazones y deleita el espritu, peroque tambin nos hace reflexionar sobre lo realmente importanteen la vida. La primera palabra que el indio Dhjamal MekhanDooyeghas pronunci cuando lleg a Francia fue una palabrasueca. El colmo! 'Ikea.' Una historia divertida y con msburbujas que la Coca-Cola, pero que tambin es el reflejo de unadura realidad: la lucha de los inmigrantes ilegales en su caminohacia la libertad. Una fbula de nuestros tiempos, un viajeinicitico por el corazn humano, una stira desternillante conuna sutil moraleja. Una historia con final feliz. Una historia quete har sentir bien.

    Autor: Puertolas, Romain 2014, Grijalbo ISBN: 9788425351969 Generado con: QualityEbook v0.72

  • El increble viaje del faquir que se quedatrapado en un armario de Ikea UNA historia hilarante, divertida, inteligente que hace rer a carcajadas,que seduce los corazones y deleita el espritu, pero que tambin nos hacereflexionar sobre lo realmente importante en la vida. La primera palabra que el indio Dhjamal Mekhan Dooyeghas pronuncicuando lleg a Francia fue una palabra sueca. El colmo! Ikea. Una historia divertida y con ms burbujas que la Coca-Cola, pero quetambin es el reflejo de una dura realidad: la lucha de los inmigrantesilegales en su camino hacia la libertad. Una fbula de nuestro tiempo, unviaje inicitico por el corazn humano, una stira desternillante con unasutil moraleja. Ttulo original: Lextraordinaire voyage du fakir qui taitrest coinc dans une armoire Ikea Romain Purtolas, 2013 Traduccin: Romain Purtolas & Patricia Sierra Gutirrez Para Lo y Eva, mis ms bonitas obras Para Patricia, mi ms bello viaje Hijos de sultn, hijos de faquir, todos los nios tienen un imperio. JACQUES BREL Un corazn es un poco como un gran armario. DHJAMAL MEKHAN DOOYEGHAS

  • La primera palabra que el indio Dhjamal Mekhan Dooyeghas pronuncicuando lleg a Francia fue una palabra sueca. El colmo! Ikea. Eso fue lo que susurr. Y en cuanto lo dijo, cerr la puerta del viejo Mercedes rojo y esper conlas manos sobre sus rodillas como un nio bueno. El taxista, que no estaba seguro de haber odo bien, se volvi hacia sucliente, lo que hizo que las bolitas de madera de su cubreasiento crujieran. Descubri en el asiento trasero de su vehculo a un hombre de medianaedad, alto y flaco como un rbol seco, de cara morena y atravesada por unbigote gigantesco. Cicatrices de un antiguo acn virulento cubran susmejillas huesudas. Llevaba tantos aros en las orejas y en los labios quepareca que hubiera querido cerrarlos con cremallera. Qu buena idea!,pens Gustave Palourde, que crea haber encontrado por fin el remediopara hacer callar a la parlanchina de su mujer. El traje de seda gris brillante del pasajero, su corbata roja sujeta con unimperdible y su camisa blanca, arrugados con armona, eran testimonio delargas horas de avin. Pero, sorprendentemente, no llevaba equipaje. O es hind o ha sufrido un terrible golpe en la cabeza, pens el conductoral ver el gran turbante blanco que llevaba su cliente. Pero su cara morena yatravesada por un bigote gigantesco apuntaba ms a que era hind. Ikea? Ikea repiti el indio alargando la ltima vocal. Cul? Eh... What Ikea? tartamude Gustave, que se senta tansuelto en ingls como un perro sobre una pista de hielo. El pasajero se encogi de hombros como para expresar que no leimportaba. Yustikea repiti,dasentmaterdiuandatbetersuitsyuyuardeparisian. Aquello fue lo queentendi el conductor, una secuencia confusa de sonidos incomprensibles.

  • En treinta aos trabajando para Taxis Gitanos, era la primera vez que uncliente recin llegado a la terminal 2C del aeropuerto Charles-de-Gaulle dePars le peda que le llevase a una tienda de muebles. Y no crea que Ikeahubiera abierto una cadena de hoteles. A Gustave le haban solicitado destinos raros, pero este se llevaba lapalma. Si este tipo vena realmente de la India, deba de haber pagado unapequea fortuna y pasado ocho horas en un avin solo para comprar unalibrera Billy o una butaca Pong. Increble! Tendra que apuntar esteencuentro en su libro de oro, entre Demis Roussos y Salman Rushdie, queun da le haban hecho el insigne honor de reposar sus augustos traserossobre los asientos de leopardo de su taxi y, sobre todo, no deba olvidarcontar la ancdota a su mujer esta noche durante la cena. Comonormalmente no tena mucho que decir, era su esposa, cuya boca pulposaan no estaba equipada con una maravillosa cremallera india, la quemonopolizaba la conversacin en la mesa mientras su hija enviabamensajes de texto repletos de faltas de ortografa a jvenes de su edad queni siquiera saban leer. Ok! El taxista gitano, que haba pasado los tres ltimos fines de semanarecorriendo en compaa de las susodichas mujeres los pasillos azules yamarillos de la tienda sueca para amueblar la nueva caravana familiar, biensaba que el Ikea ms cercano era el de Roissy Pars Norte, a tan solo 8,25euros de all. Se decant pues por el de Pars Sur Thiais, situado al otroextremo de la capital, a tres cuartos de hora de donde se encontraban enaquel momento. Despus de todo, el turista quera un Ikea. No habaespecificado cul. Adems, con su bonito traje de seda y su corbata, debade tratarse de un rico empresario indio. Tampoco iba a morirse por unasdecenas de euros de ms, no? Satisfecho, Gustave calcul rpidamente cunto ganara con la carrera yse frot las manos. Despus, le dio al botn del taxmetro y arranc. En definitiva, el da comenzaba bastante bien. Faquir de profesin, Dhjamal Mekhan Dooyeghas (pronunciadoLlmame cuando llegues) haba decidido viajar por primera vez aEuropa de incgnito. Para la ocasin haba cambiado su uniforme, queconsista en un taparrabos en forma de enorme paal, por un traje de sedabrillante y una corbata alquilados a precio de ganga a Yogi (pronunciado

  • Jogging), un viejo del pueblo que en su juventud haba trabajado comorepresentante de una famosa marca de champ y que an conservaba unosbonitos rizos, ahora grises. Embutido en su disfraz, que vestira durante los dos das que durara suescapada, el indio anhelaba en secreto que lo confundieran con unriqusimo empresario indio, hasta el punto de que prefera pasar de lacomodidad de un chndal y unas sandalias para un viaje de tres horas enautobs y ocho horas y quince minutos en avin. Fingir ser lo que no era,despus de todo, formaba parte de su profesin. Era faquir. Por razonesreligiosas haba conservado su turbante, debajo del cual segua creciendosu pelo, que hoy da deba de alcanzar los cuarenta centmetros y hospedaruna poblacin de treinta mil almas, microbios y piojos todos juntos. Al subirse al taxi ese da, Dhjamal Mekhan Dooyeghas (pronunciado Yame quedan dos leguas) haba notado enseguida que su atuendo habacausado en el francs el efecto deseado, y eso a pesar de su nudo decorbata, que ni l ni su primo haban sabido hacer, ni siquiera despus delas explicaciones claras pero temblorosas de un Yogi afectado deParkinson. Al final, haban acabado por sujetarla con un imperdible, lo quepareca pasar desapercibido entre tanta elegancia. Como un vistazo por el retrovisor no era suficiente para contemplar tantabelleza, el conductor se haba dado la vuelta para admirarlo mejor, lo quehizo que sus cervicales crujieran como si estuviera ejecutando un nmerode contorsionismo. Ikea? Ikeaaa. Cul? Eh... What Ikea? farfull el chfer, aparentemente tan sueltoen ingls como una vaca (sagrada) sobre una pista de hielo. Just Ikea. Doesnt matter. The one that better suits you. Youre theParisian. El taxista se frot las manos sonriendo y arranc. Ha mordido el anzuelo, pens Dhjamal Mekhan Dooyeghas (pronunciadoQu mal, me quean dos yeguas), satisfecho. Finalmente, su nuevo lookcumpla con su misin de maravilla. Con un poco de suerte, y si no abramucho la boca, hasta lo tomaran por un autctono. Dhjamal Mekhan Dooyeghas era famoso en todo el Rajastn por tragarseespadas retrctiles, comer cristales de azcar bajo en caloras, clavarse

  • agujas falsas en los brazos y por una ristra de trucos de los que l era, consus primos, el nico en conocer el secreto y a los que calificaba depoderes mgicos para embaucar a su pblico. De modo que, cuando tuvo que pagar el taxi, que alcanzaba la modestasuma de 98,45 euros, nuestro faquir entreg el nico billete del quedispona para todo el viaje, un billete falso de 100 euros impreso por unsolo lado, a la vez que haca un gesto indolente al conductor para decirleque poda quedarse con el cambio. En el momento en que este se lo meta en la cartera, Dhjamal desvi suatencin sealando con su dedo ndice las gigantescas letras amarillas, I-K-E-A, que se erigan con orgullo sobre el edificio azul. El gitano levant lamirada al cielo el tiempo suficiente como para que su cliente tirara con ungolpe seco del elstico invisible que una su dedo meique al billete verde.En una dcima de segundo el dinero haba vuelto a las manos de su dueooriginal. Ah, tenga el nmero de mi agencia! exclam el chfer creyendo elbillete seguro en su cartera. Por si le hace falta un taxi a la vuelta.Tambin disponemos de furgonetas con chfer, si va cargado. Inclusodesmontados, los muebles ocupan mucho espacio, crame. Nunca supo si el indio comprendi algo de lo que acababa de decirle.Rebusc en la guantera y sac una tarjeta de papel glas en la que se podaver una bailaora de flamenco abanicndose con la famosa seal de plsticoblanco que reposa sobre el techo de los taxis de Pars. Se la dio. Merci dijo el extranjero en francs. En cuanto el Mercedes rojo de Taxis Gitanos hubo desaparecido sin queel ilusionista, muy acostumbrado a hacer desaparecer elefantes de la Indiade pequeas orejas, tuviera algo que ver, Dhjamal guard la tarjeta en subolsillo y examin la inmensa nave comercial que se extenda delante del. En 2009, Ikea haba renunciado a la idea de abrir sus primeras tiendas enla India. La ley local impona a los lderes suecos compartir la gerencia desus establecimientos con directores de nacionalidad india, que encimadeban ser los accionistas mayoritarios. Eso sac al gigante nrdico de suscasillas. No compartira el botn con nadie, y an menos con encantadoresde serpientes bigotudos adeptos a las comedias musicales cursis. Paralelamente, el lder mundial del prt--meubler haba desarrolladouna campaa de cooperacin con Unicef con el fin de luchar contra el

  • trabajo y la esclavitud infantiles. El proyecto, que implicaba a quinientospueblos del norte de la India, haba permitido la construccin de varioscentros de salud, de nutricin y de educacin en toda la regin. Fue en unade estas escuelas donde Dhjamal aterriz tras haber sido despedido en suprimera semana de trabajo en la Corte del maraj Shuwos Khan ShakaLathe (pronunciado Churros con chocolate), donde acababa de sercontratado como faquir-bufn. Haba tenido la mala idea de robar un trozode pan con ssamo, mantequilla sin colesterol y dos racimos de uva bio. Endefinitiva, haba tenido la desafortunada idea de pasar hambre. Para castigarle, le haban afeitado el bigote, lo que en s ya era una penasevera (aunque pareciera ms joven). Luego, le haban dado a escoger entrehacer una gira por las escuelas para sensibilizar a los nios sobre el robo yla delincuencia, o dejar que le cortaran la mano derecha. Despus de todo,un faquir no tema ni al dolor ni a la muerte... Para gran sorpresa de su pblico, al que haba acostumbrado a asistir aactos de mutilacin de todo tipo (pinchos de brochetas de carne en losbrazos, tenedores en las mejillas, espadas en la barriga), Dhjamal habarechazado la oferta de amputacin y se haba decantado por la primeraopcin. Disculpe, seor, tiene hora? El indio se sobresalt. Un tipo de unos cuarenta aos vestido con unchndal y unas sandalias acababa de estacionar delante de l, no sindificultad, un carro de la compra cargado con una buena decena depaquetes que solo un as del Tetris, o un psicpata, habra podido ordenar desemejante manera. Para Dhjamal, la pregunta haba sonado comoDiskulpeseortieneora?. O sea, nada comprensible. El hombre, viendo que su interlocutor era extranjero, se dio variosgolpecitos en la mueca izquierda con el dedo ndice derecho como parasealar un reloj imaginario. El faquir lo entendi, levant la mirada alcielo y, acostumbrado a leer el sol indio, dio la hora al francs con unadiferencia de tres horas y media. El otro, que comprenda mejor el inglsde lo que lo hablaba, se dio cuenta de que llegaba tarde a la escuela pararecoger a los nios a la hora de comer y corri hacia su coche. Observando a la gente que entraba y sala de la tienda, el indio repar enque pocos clientes, en realidad ninguno, vestan como l, con traje de sedabrillante. Y an menos con turbante. A la mierda su efecto camalen!

  • Esper que eso no hiciera comprometer su misin. Un chndal y unassandalias habran sido ms apropiados para la ocasin. En cuanto volviera,se lo comentara a su primo Pawan Bhyen (pronunciado Pagan bien).Despus de todo, era l quien haba insistido en que se vistiera de aquelmodo. Dhjamal mir un instante las puertas de cristal que se abran y secerraban delante de l. Todo su conocimiento del mundo moderno lo habaadquirido viendo las pelculas de Hollywood y Bollywood en casa de sumadre adoptiva, Rehmalasha (pronunciado Remolacha). Erasorprendente ver cmo esos artilugios, que consideraba joyas de latecnologa moderna, eran de una banalidad extrema para los europeos, quecasi no les prestaban atencin. Si hubiera ese sistema de puertas enThartal Yagurh (pronunciado Tarta al yogur), las habra contempladouna y otra vez con la misma intensa emocin. Los franceses no eran msque unos nios mimados. Un da, cuando solo tena diez aos, mucho antes de que la primera sealde progreso llegara a su pueblo, un aventurero ingls le dijo ensendoleun mechero: Toda tecnologa suficientemente avanzada es indistinguiblede la magia. En aquel momento, el nio no lo entendi. Esto significasimplemente que las cosas que son normales para m pueden parecer magiapara ti. Todo depende del nivel de tecnologa de la sociedad en la que temuevas. Pequeas chispas saltaron entonces sobre el pulgar delextranjero, dando a luz una bonita llama azul, caliente y radiante. Antes demarcharse, el hombre le regal, a cambio de un extrao favor quecomentaremos ms adelante, aquel objeto mgico an desconocido en esepueblecito perdido al lmite del desierto Trtaro, y con el que Dhjamalhaba elaborado sus primeros trucos y potenciado su deseo de convertirseen un futuro en faquir. Haba experimentado el mismo sentimiento extraordinario en el avin lanoche anterior. El vuelo haba sido una aventura increble para l, que nohaba despegado nunca de un suelo ms alto de lo que el mecanismo que,hbilmente disimulado bajo su trasero, le permita levitar durante susnumerosas apariciones pblicas. O sea, veinte centmetros, y eso cuandoestaba bien engrasado. Se haba pasado la mayor parte de la noche mirandopor la ventanilla, boquiabierto. Cuando por fin dej de quedarse embelesado por las puertas correderas,el indio se decidi a entrar. Al ver la sala de juegos para los nios situada

  • en la entrada de la tienda pens que era paradjico que Ikea, cuya principalactividad era vender muebles, no hubiera abierto ms que escuelas yorfanatos en la India. Esto le record que haba emprendido un viaje de ms de diez horas,autobs y avin incluidos, para llegar hasta all y que no le quedaba muchotiempo para cumplir su misin. El vuelo de regreso sala al da siguiente.Aliger el paso y subi las inmensas escaleras cubiertas de linleo azul quellevaban a la primera planta. Para alguien procedente de un pas occidental de tendencia democrtica,el seor Ikea haba desarrollado un concepto comercial como mnimoinslito: la visita forzada de su tienda. As, si el cliente deseaba acceder a la seccin de compras situada en laplanta baja, estaba obligado a subir a la primera planta, seguir ungigantesco e interminable pasillo que serpenteaba entre dormitorios,salones y cocinas piloto ms bonitos los unos que los otros, pasar delantede un restaurante apetitoso y comer unas cuantas albndigas o wraps desalmn antes de bajar a la zona de venta para, por fin, poder hacer suscompras. En resumidas cuentas, una persona que fuera buscando trestornillos y dos tuercas sala cuatro horas ms tarde con una cocinaequipada y una buena indigestin. Los suecos, que eran precavidos, haban estimado conveniente pintar unalnea amarilla en el suelo para indicar el camino, por si acaso a algnvisitante se le ocurra la idea de salirse del itinerario trazado. As quedurante todo el tiempo que estuvo en la primera planta, Dhjamal no sesepar de esa lnea. Quiz el rey del mueble de pino haba colocadofrancotiradores sobre los armarios para impedir toda tentativa de fugaabatiendo en el acto a los clientes con repentinos deseos de libertad. Ante aquella bella exposicin, nuestro rajastan, que hasta ahora solohaba conocido la austeridad de sus humildes moradas indias,sencillamente deseaba quedarse a vivir all, sentarse a la mesa Ingatorp yque una camarera sueca vestida con un sari amarillo y azul le sirviera unbuen pollo tandori. Luego, deslizarse entre las sbanas Smrboll sobre uncmodo colchn Sultan Fvang para echar una cabezadita, o inclusotumbarse en la baera y abrir el grifo de agua caliente para descansar unpoco de su viaje agotador. Pero, como en sus trucos de magia, todo era falso. El libro que acababa

  • de coger al azar de la librera Billy solo era una vulgar caja de cartnadornada con una portada. El televisor del saln tena tantos componenteselectrnicos como una pecera, y del grifo de la baera nunca caera unasola gota de agua caliente (ni siquiera fra). No obstante, no era mala idea eso de quedarse a pasar la noche all.Despus de todo, no haba reservado hotel por falta de dinero, y su vuelosala al da siguiente a la una de la tarde. Adems, solo contaba con sufamoso billete falso de 100 euros, que guardaba para comprar la cama, y eltruco del elstico invisible no funcionara indefinidamente. Aliviado por haber encontrado un sitio donde dormir, Dhjamal podaahora concentrarse en su misin. Dhjamal Mekhan Dooyeghas nunca haba visto tantas sillas, pinzas paraespaguetis y lmparas en toda su vida. All, al alcance de su mano, unaprofusin de objetos de todo tipo se apilaban delante de sus ojosasombrados. La mayora no saba para qu servan, pero eso no leimportaba demasiado. Era la cantidad lo que le impresionaba. Unaverdadera cueva de Al Bab. Haba cosas por todos lados. Si su primohubiera estado all con l, Dhjamal le hubiera dicho: Mira eso! Y estootro! Y eso de all!, saltando de un expositor a otro como un nio que lotoca todo. Pero estaba solo, as que Mira eso! Y esto otro! Y eso deall! nicamente se lo poda decir a s mismo y no poda saltar de unexpositor a otro como un nio que lo toca todo sin que lo tomaran por unloco. En su pueblo, a los locos se les pegaba con grandes palos de madera,y no tena ganas de saber si en Francia correra mejor suerte. Esas ensaladeras y esas lmparas le recordaban, de alguna manera, quevena de un mundo completamente diferente. Y pensar que, si no hubieraido hasta all, quiz nunca hubiera sabido que existan sitios como ese!Tendra que contarle todo esto a su primo con pelos y seales. Ojalestuviera all con l! No se disfrutaba tanto de las cosas y de losdescubrimientos cuando se estaba solo. Y a menudo, la nostalgia de lossuyos volva pobre e inspido el ms maravilloso de los paisajes. Sumido en estos pensamientos, el indio lleg pronto a la seccin dedormitorios. Delante de l se extenda una buena decena de camas, todasengalanadas con colchas de mil colores, de las que colgaban etiquetas connombres improbables e impronunciables. Mysa Str, Mysa Ljung, MysaRosenglim (se divertan creando palabras con letras escogidas al azar?).

  • Almohadas blandas, tiradas encima de manera ordenada o, ms bien,dispuestas de manera falsamente desordenada, invitaban al sueo. Una pareja se acost pdicamente sobre una Birkeland, imaginndose yalas deliciosas noches que iban a pasar en ella. Quiz hasta haran un nio.Un cartel escrito en francs y en ingls indicaba, efectivamente, que uno decada diez bebs haba sido concebido en una cama Ikea. Seguramente sehaban olvidado de la India en aquella estadstica. Ese cuadro idlico se rompi en mil pedazos cuando dos nios se tiraroncomo salvajes sobre una Aspelund y comenzaron una encarnecida guerrade almohadas. Perturbada, la pareja, acostada a dos camas de all, selevant y huy hacia la seccin de cuartos de bao, dejando para ms tardetodo proyecto de procreacin. En ese medio hostil, Dhjamal tampoco tard en deslizarse entre lasmesillas de noche. No porque no le gustaran los nios, al contrario, sinoporque, a decir verdad, no estaba interesado en ninguno de los modelos decamas expuestos. La que buscaba no pareca estar all. Identific a tres empleados vestidos con los colores de la tienda, los de labandera sueca, amarillo y azul, como el sari de la bella sueca que servapollo tandori en sus sueos. Pero parecan ocupados atendiendo a otrosclientes. Se acerc a uno de ellos y esper su turno. El vendedor al que haba echado el ojo era un hombre gordito con gafasde pasta de color verde y un diamante en cada oreja. Era el tipo deindividuo al que se identificara en menos de un segundo en el juego deQuin es quin? Se afanaba sobre su ordenador y, de vez en cuando,levantaba la cabeza hacia las dos personas que tena delante antes desumergirse de nuevo en la pantalla. Al cabo de unos minutos, arranc unahoja de la impresora y se la dio a la pareja, que, satisfecha, se alej agrandes pasos, con prisa por contar a sus amigos que Elton John trabajabaahora en Ikea y les acababa de vender un zapatero. Despus de asegurarse de que el vendedor hablaba ingls, Dhjamal lepregunt si tenan en exposicin el ultimsimo modelo de la cama declavos Misklavospikn. Para ilustrar sus palabras, despleg el trozo depapel que acababa de sacar del bolsillo de su traje y se lo ense alempleado. Se trataba de una foto en color de la cama para faquires en cuestin, deautntico pino sueco, tres colores, con altura de clavos (inoxidables)ajustable. La pgina haba sido arrancada del catlogo de Ikea de junio de

  • 2012, con una tirada mundial de 198 millones de ejemplares, lo quesupona el doble de tirada que la Biblia. Estaba disponible en varias medidas: doscientos clavos (muy cara yparticularmente peligrosa), cinco mil clavos (accesible y confortable) yquince mil clavos (barata y, paradjicamente, muy cmoda). Encima de lacama, el eslogan PARA NOCHES PICANTES AL PRECIO DE 99,99EUROS (PARA EL MODELO DE QUINCE MIL CLAVOS)! estaba escritoen grandes letras amarillas. Ya no nos queda este modelo en la tienda explic el Elton John delmueble en un ingls fluido. Rotura de stock. Al darse cuenta de que la cara de su interlocutor se desencajaba, seapresur a aadir: Pero siempre puede encargarla. Para cundo la tendra? pregunt el indio, preocupado por haberhecho el viaje en vano. Podra tenerla para maana. Maana por la maana? Maana por la maana. En ese caso, trato hecho. Contento por haber satisfecho a su cliente, el empleado lanz sus dedossobre el teclado del ordenador. Su apellido? Mister Dooyeghas (pronunciado Doy er gas). Dhjamal, tal comosuena. Me ca...! exclam el dependiente ante la dificultad. Ms por flojera que por comodidad, puso una X en la casilla mientras elindio se preguntaba cmo el europeo conoca su segundo nombre, Mekhan. As que una cama de clavos Misklavospikn especial faquir deautntico pino sueco, con altura de clavos (inoxidables) ajustable. En qucolor? Cules hay disponibles? Rojo puma, azul tortuga o verde delfn. No acabo de entender la relacin entre los colores y los animales confes Dhjamal, que no vea bien la relacin entre los colores y losanimales mencionados. No depende de m. Es cosa de marketing. Bueno, entonces rojo puma.

  • El vendedor se limit a teclear frenticamente sobre su mquina. Ya est, puede venir a buscarla maana a partir de las diez. Algoms? S, solo una preguntita, una curiosidad. Cmo es que el modelo dequince mil clavos es tres veces ms barato que el de doscientos, que,adems, es ms peligroso? El hombre lo examin por encima de la montura de sus gafas como si nole entendiera bien. Tengo la impresin de que no comprende mi pregunta dijo el faquir. Qu idiota comprara una cama mucho ms cara, mucho menoscmoda y mucho ms peligrosa? Cuando se pase una semana clavando los quince mil pueteros clavosen los pequeos agujeros dibujados en la tabla, no se lo preguntar, seor,y lamentar no haber cogido el modelo, seguramente ms caro, menoscmodo y ms peligroso, de doscientos clavos. Crame! Dhjamal asinti y sac el billete de 100 euros de su cartera asegurndosede ensear la parte impresa. Haba retirado el hilo invisible puesto que,esta vez, se deshara del trozo de papel. La misin se estaba acabando. Ya! No se paga aqu, seor. Es en caja, abajo. Pagar maana. Sern 115,89euros. Dhjamal se hubiera cado de culo si no se hubiera agarrado en esemomento a la hoja de papel que le ofreca el hombre sonriendo. 115,89 euros? repiti, ofuscado. 99,99 euros era el precio promocional hasta la semana pasada. Mire,est escrito aqu. Diciendo esto, el vendedor seal con su dedo rechoncho una nota noms grande que la pata de una hormiga en la parte inferior de la pgina delcatlogo. Ah. El mundo se derrumb alrededor del indio. Eso es todo. Espero que nuestro servicio le haya satisfecho. Si es elcaso, dgaselo a sus amigos. Si no, no hace falta. Muchas gracias. El joven Elton John, que consideraba terminada la conversacin, gir sugran cabeza y sus gafas verde delfn hacia la mujer que se encontrabadetrs de Dhjamal. Buenos das, seora. En qu puedo ayudarla? El faquir se separ para dejar pasar a la mujer. Preocupado, no le quitaba

  • el ojo a su billete de 100 euros preguntndose cmo hara para conseguir,antes de las diez de la maana del da siguiente, los 15,89 euros que lefaltaban. En un gran cartel colgado no lejos de las cajas, Dhjamal pudo leer que latienda cerraba sus puertas a las ocho de la tarde los lunes, martes ymircoles. De modo que, hacia las ocho menos cuarto, hora que marcaba elSwatch de plstico de una rubia maciza, crey oportuno acercarse de nuevoa la seccin de dormitorios. Apenas se hubo deslizado, despus de haber ojeado discretamente a sualrededor, bajo la cama de una habitacin piloto de colores vivos ypsicodlicos, una voz elctrica de mujer reson por los altavoces. Inclusoacostado, el indio se sobresalt y se golpe la cabeza contra el somier quesostena el colchn. Nunca hubiera pensado que uno pudiera sobresaltarseen posicin horizontal. Con todos los sentidos en alerta, el faquir se imagin a losfrancotiradores dispuestos sobre los armarios apuntando con sus escopetasen direccin a la Birkeland bajo la que se esconda mientras un comandofranco-sueco se acercaba en marcha militar para acorralarlo. En su pecho,el corazn le lata al ritmo de una banda sonora de Bollywood. Se quit elimperdible de la corbata y se abri el cuello de la camisa para respirarmejor. El final de su aventura estaba cerca. Sin embargo, al cabo de unos minutos nadie lo haba descubierto y diopor sentado que la voz del altavoz solo haba anunciado el cierre de latienda. Respir profundamente y esper. Unas horas antes, justo despus de que el vendedor hubiera hecho supedido, Dhjamal, preso del hambre, se haba dirigido hacia el restaurante. No saba qu hora era. Y all dentro no poda leer el sol. Un da, su primoKura Sahn (pronunciado Cruasn) le haba contado que no haba relojesde pared en los casinos de Las Vegas. As, los clientes no se daban cuentadel tiempo que pasaba y gastaban mucho ms dinero de lo que habanprevisto. Ikea pareca haber copiado la tcnica, pues no haba ningn relojen las paredes, y los que vendan no tenan pilas. Con o sin reloj, gastarms era un lujo que Dhjamal no poda de ninguna manera permitirse. El indio busc una mueca y ley la hora en un reloj deportivo de correa

  • negra que deba de pertenecer a un tal Pierre Cardin. Eran las 14.35. Sin ms dinero que el billete de 100 euros que su primo Pawan Bhyen lehaba impreso por una sola cara y que, aadido a los 15,89 euros, lepermitira comprar su nueva cama de clavos, Dhjamal cogi el caminohacia el restaurante de donde se escapaban los efluvios de algn guiso decarne y de pescado aliado con limn. Se coloc al final de la cola, detrs de una mujer de unos cuarenta aos,delgada, rubia, de pelo largo, bronceada y vestida de manera bastante pija.La vctima perfecta, pens Dhjamal acercndose a ella. Ola a perfumecaro. Sus manos, con uas pintadas de color burdeos, cogieron una bandejay unos cubiertos. Ese fue el momento que el indio escogi para sacar del bolsillo unasgafas de sol Police falsas y ponrselas. Luego, se peg un poco ms a lamujer y se procur tambin una bandeja, un cuchillo que no tena pinta decortar demasiado y un tenedor de puntas desgastadas parecido a los quetena por costumbre clavarse en la lengua. Se apoy sobre la espalda de lamujer y cont en su cabeza. Tres, dos, uno. En ese momento, la francesa,que se senta acosada, se dio bruscamente la vuelta, haciendo saltar por losaires las gafas de sol de Dhjamal, que estallaron en mil pedazos al caer alsuelo. Bingo! Oh, my God! grit el faquir enloquecido, mirando sus gafas antes devolver a colocar la bandeja y arrodillarse para recoger los cristales rotos. Tampoco haba que dramatizar tanto. Lo siento! exclam la mujer llevndose la mano a la boca. Despus,dej tambin la bandeja y se agach para ayudarle. Dhjamal ech una mirada triste a los seis pedazos de cristal ahumado yazulado que sostena en la palma de su mano mientras la mujer le acercabala montura dorada. Cunto lo siento! Qu torpe soy! El estafador hizo una mueca y se encogi de hombros como si no tuvieraimportancia. Never mind. Its OK. Oh, pero s que mind! Mind mucho! Djeme que le compense. Dhjamal intent colocar los cristales en la montura. Pero en cuantoconsegua poner uno, otro caa enseguida en su mano. Mientras tanto, la mujer estaba ya buscando su cartera. Sac un billete de

  • 20 euros y se excus por no poder darle ms. El indio lo rechaz educadamente pero, ante la insistencia de la pija,cogi el billete y se lo guard en el bolsillo. Thank you. It is very kind of you. Faltara ms. Y adems le invito a comer. Dhjamal se meti los trozos de sus gafas de sol en el bolsillo delpantaln y volvi a coger la bandeja. Qu fcil era la vida para los ladrones. En unos pocos segundos, acababade ganar los 15,89 euros que le faltaban para comprar la Misklavospiknms 4,11 euros de calderilla. As, no solo se puso las botas (tomates conpprika, un wrap de salmn ahumado con patatas fritas, un pltano, todoacompaado de una Coca-Cola sin gas), sino que adems tuvo el privilegiode no comer solo ese da. Marie Rivire, que as se llamaba la mujer que tambin se encontrabasola, le haba propuesto comer con l adems de invitarle por el asunto delas gafas. La vctima y su timador, el antlope y el len, en la misma mesa,rindose a carcajadas de las historias de este personaje inslito con traje yturbante. Si alguien de Thartal Yagurh hubiera visto la escena,seguramente no habra dado crdito a sus ojos. Dhjamal, que haba hechovoto de castidad y elegido una dieta equilibrada a base de clavos bio yotros tornillos, a la mesa con una encantadora europea, zampando patatasfritas y salmn ahumado! En la India, una foto as le habra valido laretirada inmediata de su licencia de faquir, e incluso un afeitado de bigote.Y adems, de paso, una pequea condena a muerte. No hay mal que bueno no venga dijo la seora sonrojndose. Si yono romper las gafas, nosotros no haberse encontrado. Y encima yo no verjams los suyos bonitos ojos.[1] Quiz no era propio de una dama decir eso. Quiz no deba ser ella la quediera el primer paso. Pero realmente pensaba que Dhjamal tena unosbonitos ojos del color de la Coca-Cola, con manchitas amarillas en el irisque recordaban a las chispeantes burbujas de la famosa soda americana,esas mismas burbujas que faltaban cruelmente en el vaso del que ahorabeba. Bonitas burbujas, o quiz fueran estrellas? Y adems, haba llegadoa una edad en la que, si quera algo, deba cogerlo enseguida. La vidapasaba volando. As que un empujn en la cola de un Ikea poda a vecesdar ms resultado que tres aos abonado a Meetic.

  • El hombre sonri, incmodo. Su bigote subi sobre los lados como el deHrcules Poirot, llevndose con l el collar de piercings que colgaba de suslabios. Marie pensaba que esos aros le daban un aire salvaje, viril, de chicomalo, en fin, todo lo que le atraa de un hombre. La camisa era elegante.Era una buena mezcla. Tena el autntico estilo del aventurero limpio quela haca fantasear. Se aloja en Pars estos das? pregunt ella intentando frenar susimpulsos. Se podra decir as respondi el rajastan sin precisar que iba a pasarla noche en Ikea. Pero me marcho maana. Solo he venido a compraralgo. Algo por lo que vale la pena hacer un viaje de ida y vuelta de siete milkilmetros para comprarlo... dijo juiciosamente la bella pija. Entonces el hombre le cont que haba viajado a Francia con la intencinde comprar el ultimsimo modelo de cama de clavos que acababa de saliral mercado. Un colchn de clavos era, en parte, como un colchn demuelles. Al cabo de cierto tiempo, se deformaba. En este caso, la punta delos clavos se desgastaba y haba que cambiarlos. Por supuesto, evit decirque no tena ni un cntimo y que los habitantes de su pueblo natal,convencidos de sus poderes mgicos, haban financiado su viaje(escogiendo el destino ms barato en un buscador de internet, en este casoPars) para que el pobre hombre curase su rema comprndose una camanueva. Era una especie de peregrinaje. Ikea era algo as como su Lourdesparticular. Mientras le explicaba todo esto, por primera vez en su vida Dhjamal sesinti engaando. Para l, no decir la verdad se haba convertido, a lo largode los aos, en algo natural. Pero haba algo en Marie que lo haca difcil.Encontraba a la francesa una mujer tan pura, tan tierna y tan buena... Tenala impresin de ensuciarla. Y, de paso, de ensuciarse a s mismo. Estaba unpoco confuso ante aquel sentimiento nuevo, esa sombra de culpabilidad.Marie era guapa y reflejaba la inocencia y la bondad. Tena una cara demueca de porcelana que respiraba la humanidad que l casi haba perdidoal sobrevivir en medio de una jungla hostil. Tambin era la primera vez que le preguntaban, que se interesaban por l,por otra cosa que no fuera curar un estreimiento crnico o un problema deereccin. Incluso empezaba a arrepentirse de haber estafado tanrastreramente a Marie por un plato de comida.

  • Y esas miraditas, esas sonrisas... No estara intentando ligar con l? Erararo viniendo de una mujer. En su pas eran los hombres los que daban elprimer paso. Pero as le daba emocin a la cosa. En el interior de su bolsillo, Dhjamal acariciaba la montura de sus gafasde sol trucadas. Un mecanismo secreto permita ensamblar los seis trozosde cristal y mantenerlos en tensin, pero, al ms mnimo golpe, las piezassaltaban de su sitio dando la impresin de que las gafas se rompan enpedazos. Desde que usaba este truco, haba podido constatar que la gran mayorade las personas, devoradas por un sentimiento de culpabilidad, daba dineroen compensacin por su golpe desafortunado. En realidad, no era nada original. Dhjamal solo haba mejorado el timodel jarrn roto que haba encontrado en un antiguo libro de trucos y estafas. EL TIMO DEL JARRN ROTO Material: una caja de cartn, un jarrn roto, papel de regalo. Recorra una tienda con un paquete envuelto en papel de regalo. En estepaquete, habr metido de antemano un jarrn roto en mil pedazos.Caminando entre las secciones, acrquese a su vctima y pguese a ella.Cuando se sobresalte ante la sorpresa de su repentina presencia, suelte elpaquete. En cuanto se caiga, dar la impresin de que el bonito jarrn queiba a regalar a su querida ta acaba de romperse a sus pies. La vctima,culpabilizada, le indemnizar enseguida. S cmo encanta a las mujeres dijo Marie con una pequea sonrisa, pero lo que me gustara saber es cmo encanta a las serpientes...Siempre me ha intrigado. A decir verdad, el indio no tena la intencin de encantar a la francesa,pero acept el cumplido, si es que lo era. Y, como se senta en deuda conella por haberle robado rastreramente veinte euros, consider que no perdanada desvelndole un pequeo truco de faquir. Se lo mereca. Puesto que la encuentro encantadora, en el sentido literal de la palabra,voy a desvelarle este secreto de faquir declar entonces de manerasolemne. Pero tiene que jurarme que no se lo contar a nadie. Prometido solt Marie rozando su mano. En el mundo real, dos bandejas de comida sueca les separaban, pero en elmundo de ella, l la abrazaba y le susurraba sus secretos al odo. Confuso, Dhjamal retir su mano. En mi pueblo titube, nos acostumbran a la presencia de las

  • serpientes desde nuestra ms tierna infancia. Cuando solo era un beb deun ao, mientras que usted jugaba con muecas, yo tena una cobra. Param era un juguete y un animal de compaa. Por supuesto, los adultos seaseguraban a menudo de que sus glndulas no tuviesen veneno obligando ala serpiente a morder un trapo que ponan sobre un tarro de mermeladavaco. El preciado lquido serva para fabricar un antdoto. Pero le aseguroque, incluso sin veneno, las mordeduras y los cabezazos de estos bichos noson muy agradables. En fin, usted quera saber cmo se encanta a unacobra. Pues bien, las serpientes son sordas, no s si lo saba. As que elreptil sigue el movimiento de balanceo de la pungi, la flauta que se parecea una cantimplora atravesada por un trozo largo de madera con agujeros, ylas vibraciones del aire causadas por el instrumento. Da la impresin deque baila, pero lo nico que hace es seguir el balanceo de la flauta.Fascinante, no? S, Marie estaba fascinada. Aquella conversacin superaba de lejos atodas las que poda haber tenido en los ltimos aos con los jvenes quehaba llevado a casa cuando sala. Qu duro es vivir solo cuando no sesoporta la soledad. Eso hace que uno haga cosas de las que luego searrepiente. Y como para ella era mejor estar mal acompaada que sola, losdas de despus tenan a menudo el sabor amargo del arrepentimiento. Pero es bastante ms difcil encantar a una mujer que a una serpienteaadi el hombre para terminar con un pequeo toque de humor. Y sonri. Todo depende de la mujer... A veces, la bella francesa pareca tan frgil como una mueca deporcelana y, al instante, tan embelesadora como una pantera. Y de la serpiente... La conversacin tomaba un giro extrao. En la India era bastantesencillo: no se ligaba con los faquires. Al menos es lo que crea Dhjamal,puesto que jams haban intentado ligar con l. La francesa le gustababastante, mucho en realidad, pero el problema era que solo estaba all parauna noche, que ni siquiera tena hotel y que no haba ido a Francia con elobjetivo de encontrar una mujer. Tena su misin y, adems, los los de unanoche no eran lo suyo. No, decididamente era mejor olvidarlo. Ale,rpido! Y usted, qu vena a comprar? farfull para quitarse todas esasideas de la cabeza.

  • Pero era difcil no mirar el escote de la francesa y no dejar volar laimaginacin. Una lmpara y unos rales metlicos para colgar los cubiertos encimadel fregadero de mi cocina; nada glamuroso. Aprovechando la ocasin, Dhjamal abri su mano en posicin verticalcon la palma hacia l y coloc su tenedor. El cubierto qued suspendido enel aire, detrs de sus dedos, en posicin horizontal, como por arte demagia. Qu le parece este cuelgacubiertos? pregunt. No encontrarninguno como este en Ikea! Oh! Cmo lo ha hecho? exclam, impresionada. El indio frunci el ceo y se hizo el misterioso. Sacudi su mano paraensear bien que el tenedor se quedaba slidamente pegado por una potentee irresistible fuerza. Venga, dgamelo! le presion Marie como una nia caprichosa. Ycada vez que ella se inclinaba hacia l para ver lo que esconda detrs de sumano, Dhjamal se alejaba un poco ms. El mago saba que, en esas circunstancias, el silencio tena el don deponer nervioso y exacerbar la curiosidad de su pblico. Ya le habaexplicado el truco de la flauta. Revelarle este otro era como confesar quetodo lo que haca no era ms que engao y charlatanera. Para no perdercach, prefiri la mejor opcin, la que empleaba con sus compatriotas: lamentira. Con mucho entrenamiento y meditacin. En realidad, si Marie hubiera estado del lado de Dhjamal, hubiera podidover que el tenedor estaba atrapado entre la palma de su mano y un cuchilloque haba puesto en posicin vertical y metido en la manga. Lo que, comoreconocern fcilmente, no se consigue ni con mucho entrenamiento ni conmucha meditacin. No ha terminado su postre remarc Dhjamal para distraerla. Mientras Marie miraba su tarta de queso, el hombre aprovech pararetirar el cuchillo de su manga y lo puso, visto y no visto, a la derecha desu plato. Ya no le quiero, no me ha dicho cmo lo ha hecho... dijo ella,enfurruada. Un da tendr que ensearle cmo es posible atravesarse la lengua conun alambre sin hacer ningn agujero.

  • Marie se senta ya mareada. Eso no lo soportara. Ha visto la torre Eiffel? pregunt para cambiar de tema antes deque al hombre se le ocurriera agujerearse la lengua con su tenedor. No. He llegado esta maana de Nueva Delhi y he venido directamentedesde el aeropuerto. Hay tantas historias y ancdotas apasionantes sobre ese monumento...Saba que Maupassant odiaba la torre Eiffel? Coma todos los das allporque era el nico sitio de Pars desde el que no se la poda ver... Primero hara falta que supiera quin era ese tal Maupassant. En todocaso, esta historia me gusta! Es un escritor francs del siglo XIX. Pero espere aadi mordiendoel ltimo trozo de su tarta, an hay algo ms crujiente, y no hablo de mitarta de queso, que es bastante tierna: un estafador llamado Victor Lustigconsigui vender la torre Eiffel. No es increble? Despus de laExposicin Universal de 1889, para la que se haba construido, la torredeba ser desmontada y destruida. Es cierto que su mantenimientorepresentaba un gasto gigantesco para el gobierno francs. Este tal Lustig,entonces, se hizo pasar por un funcionario y, despus de haber falsificadoun contrato de venta nacional, vendi las piezas del monumento alpropietario de una empresa de recuperacin de metal por la mdica sumade cien mil francos (la moneda, no los caudillos). Cuando la mujer consigui convertir la suma en rupias indias pulsandoun botn de su mvil, Dhjamal se sinti un estafador de pacotilla al ladodel tal Lustig. Para no quedar mal, se vio obligado a contar tambin a lapreciosa pija historias y cuentos de su pas. En todo caso concluy ella, es una pena que no haya podido ver latorre Eiffel. Muchos de sus compatriotas trabajan all. Quiz hubieraencontrado un pariente! Venden torres Eiffel. Dhjamal no entendi muy bien la alusin de la francesa. Sin duda unproblema de traduccin. Quera decir que los indios que vivan en Parseran todos agentes inmobiliarios? Si hubiera ido a pasear al Campo deMarte para verificar la informacin, se hubiera cruzado ms conpaquistans y bangladeses que indios, todos ocupados en vender, entre dospatrullas de polica, llaveros y otras rplicas en miniatura del monumentonacional. Sabe? Haca tiempo que no me rea tanto o simplemente que nohablaba con un hombre de cosas tan..., tan diferentes confes Marie.

  • Me alegro de que todava quede gente sincera y autntica como usted.Personas que hacen el bien y lo propagan. Me siento tan bien con usted...Puede que suene idiota, pero acabamos de encontrarnos y tengo lasensacin de que nos conocemos desde hace mucho tiempo. Tengo queadmitir que estoy contenta, en cierto modo, de haberle roto las gafas. Durante esta declaracin, la francesa se haba vuelto una pequeamueca de porcelana de largas pestaas rizadas. Yo, una persona sincera que hace el bien y lo propaga?, se dijo el indiovolvindose hacia todos los lados para asegurarse de que la mujer hablabade l. Y vio que s. A veces, solo hace falta que la gente le vea a uno decierta manera, sobre todo si la imagen es gratificante, para que setransforme en esa bella persona. Ese fue el primer electroshock que elfaquir recibi en pleno corazn desde el comienzo de su aventura. Pero no sera el ltimo. Al cabo de unos minutos bajo la cama, y como nadie haba venido aimportunarlo, Dhjamal acab por dormirse. La posicin horizontal, laoscuridad, el repentino silencio y el largo viaje haban doblegado suvoluntad y su gran forma fsica. Si poda fingir no sentir nunca el dolor, nopoda hacer lo mismo con el cansancio. Y, adems, bajo esa cama no habapblico, as que poda permitirse el lujo de ser dbil. Cuando volvi a abrir los ojos, dos horas ms tarde, haba olvidadodnde estaba, como ocurre a veces cuando uno despierta de un sueo corto,y crey que se haba quedado ciego. Se sobresalt golpendose de nuevo lacabeza contra las lminas de madera y fue consciente de que se encontrababajo la cama de una tienda Ikea, en Francia, y de que las camas francesas, osuecas, realmente eran muy bajas. Se acord de Marie, de la que se haba despedido unas horas antes en laseccin de cuartos de bao, no sin antes haberle jurado que la llamara laprxima vez que fuera a Francia para que lo acompaara a visitar la torreEiffel y encontrara a sus primos agentes inmobiliarios. Ella pareca haberse decepcionado un poco con aquella manera dedespedirse y con el hecho de que rechazara su propuesta de tomar una copacon ella esa misma noche en un barrio animado de la capital. Le hubieragustado pasar la noche con ella, esa nica noche parisina. Pero eso lohubiera desestabilizado. Lo hubiera alejado de su misin. Solo una ida yvuelta. India-Francia. No hubiera podido irse. En fin, ahora tena su

  • nmero. Todo estaba confuso en su mente. Puede que algn da... Dhjamal ech un vistazo a su alrededor, pero el paisaje que se extendadelante de l solo era linleo azul, pelusas de polvo y pies de cama. Almenos, no vea ningn pie humano. Sin hacer ruido, se desliz para salir de su escondite lanzando furtivosvistazos hacia el techo de la tienda por si haba cmaras de vigilancia. Perono vio nada que se le pareciera. De hecho, no saba demasiado a qu separeca una cmara de vigilancia. En su pueblo no eran muy habituales.Finalmente, Ikea estaba un poco sobrevalorada. No haba ni francotiradoresencima de los armarios, ni cmaras, ni nada. Los soviticos eran muchoms concienzudos en trminos de seguridad. Olvidndose de toda medida de precaucin, se pase por los pasillos,tranquilamente, como si fuera del brazo de Marie, vagando distrado entrelos muebles en busca de un silln o de un espejo para decorar su bonitoapartamento parisino cuyas ventanas dieran a la torre Eiffel dondeMaupassant haba comido, incluso si la detestaba, la mayor parte de suvida. La imagin sola a esa hora, en su casa. Era una pena. Busc en su chaqueta el pequeo envoltorio de chicle sobre el que lafrancesa haba escrito su nmero de telfono. Reley varias veces lasecuencia de cifras hasta que la aprendi de memoria. Eran nmeros querespiraban amor. Resignado, enterr el papel en lo ms profundo delbolsillo de su pantaln para no perderlo, cerca de su sexo. Ah era dondemeta todas las cosas a las que daba importancia. Vamos, no haba queseguir pensando! La misin. La misin ante todo. Dhjamal mir a su alrededor. Qu suerte tena de encontrarse all! Sesenta como un nio que hubiera entrado a hurtadillas en una tienda dejuguetes. l, que solo haba conocido las modestas moradas de su primoPathmaan (pronunciado Batman) y de Rehmalasha (pronunciadoRemolacha), tena por una noche, a su entera disposicin, unapartamento de ms de mil metros cuadrados con decenas de dormitorios,salones, cocinas y baos. Lanzndose en un clculo cientfico, se rindirpidamente a la evidencia de que aquella noche no tena suficientes horaspara que pudiera dormir en todas esas camas que se le ofrecan. Le sonaron las tripas. Como Ricitos de Oro en la casa de los osos, el faquir, que no tena msresistencia al hambre que al cansancio, se aventur a la bsqueda de unbuen festn. Se precipit as en el laberinto de sillones y sillas de la seccin

  • de salones y sigui la direccin que indicaban los paneles que anunciabanel restaurante como un oasis en medio del desierto. En un gran frigorfico gris encontr salmn ahumado, un recipiente llenode nata, perejil, tomates y lechuga. Lo ech todo en un gran plato, se sirviuna soda del grifo, lo dispuso en una bandeja de plstico y retom elcamino contrario en direccin a la zona de exposicin. Una vez ah, sedecidi por un saln decorado con muebles lacados blancos y negros. Enlas paredes, grandes fotografas de edificios neoyorquinos de color beis yamarillo daban un toque chic al conjunto. Nunca hubiera encontrado unhotel tan lujoso para pasar la noche, y an menos por 100 euros, bueno, porun billete de 100 euros impreso por una sola cara. El indio dej su bandeja sobre una mesita baja, se quit la chaqueta y lacorbata y se sent en un cmodo sof de color verde. Delante de l, unatelevisin falsa de plstico invitaba a la imaginacin. Hizo como si laencendiera y viera el ltimo xito de Bollywood mientras degustabasalmn ahumado, aquel extrao pero sabroso pescadito naranjafluorescente que coma por segunda vez ese da. Uno se acostumbra rpido al lujo. Terminada su cena, se levant y estir las piernas dando vueltasalrededor de la mesa. Fue en ese momento cuando se dio cuenta de que, enla biblioteca situada detrs del sof, haba un libro que no era como losotros. En realidad se trataba de un peridico, uno de verdad, que alguien debade haber olvidado all. A su lado reposaban los libros falsos de cartn queya haba visto por la maana en otras bibliotecas expuestas. Sin idea de francs, ni siquiera se hubiera molestado en abrirlo si nofuera porque reconoci la inimitable primera pgina del peridicoestadounidense Herald Tribune. La noche promete, pens, lejos deimaginar hasta qu punto, aunque por otras razones. Dhjamal fingi apagar la televisin y se lanz a la lectura del diario. Nosoportaba tener el aparato encendido si no lo miraba. En su pas, laelectricidad era un lujo. Oje el artculo de la primera pgina. El presidentefrancs se llamaba Hollande. Qu cosa ms rara! Acaso el presidente deHolanda se llamaba France? Estos europeos eran muy extraos... Recuerden ese patinador artstico que cada ao, en el aniversario de lamuerte de Michael Jackson, recorra seis mil kilmetros haciendo elmoonwalk desde Pars hasta el cementerio de Forest Lawn Memorial Park a

  • las afueras de Los ngeles, donde su dolo estaba enterrado! Dhjamal noera un crack en geografa, pero le costaba imaginar al hombre continuarhaciendo el clebre paso de baile durante la travesa del Atlntico, ya fueraen avin o en barco. Vctima de una risa nerviosa y de unas irresistibles ganas de orinar, elindio se levant del sof y atraves en calcetines, sin moonwalkear, lossalones piloto en direccin al bao. Pero nunca llegara a l. Voces y ruidos de pasos procedentes de la escalera principal resonaron enmedio del silencio de la tienda, transformando por un instante el pecho deDhjamal en las gradas de los hinchas de ftbol en una tarde de partido.Enloquecido, mir hacia todos los lados y se escondi en el primer armarioque pasaba por ah, una especie de taquilla metlica azul de dos puertas,obra maestra de la ltima coleccin American Teenager. Una vez en elinterior, rez para que no encontraran su chaqueta sobre el sof. Reztambin para que no descubrieran su bandeja abandonada sobre la mesa. Yrez, sobre todo, para que nadie abriera la puerta del armario. Si esosuceda, dira que se haba metido all para tomar medidas y que habaperdido la nocin del tiempo. Sac del bolsillo de su pantaln un lpiz demadera y una regla de papel que meda un metro con el logo de Ikea y sequed all, inmvil en la oscuridad, esperando a que lo sorprendieran de unmomento a otro. En su pecho, los hinchas de ftbol estaban rompindolotodo. Fuera, las voces se acercaban, incluso lo rodeaban, pero finalmentenadie lo descubri. Aunque quiz hubiera sido mejor que lo hicieran. Julio Sympa y Michou Lapaire, el director de Ikea Thiais y suresponsable de decoracin, subieron las escaleras que llevaban a lashabitaciones piloto, seguidos por su corte, una retahla de hombres ymujeres en camiseta amarilla y pantaln comando azul marino. Si estaban an en el trabajo a esa hora era para poner en marcha la nuevacoleccin. Julio Sympa, un gigante de dos metros que haba escalado cuatro veces elMont Blanc y haba ledo cada vez en la cima Por qu tengo tanto fro deJosette Camus antes de volver a bajar ochocientas cincuenta y tres pginasms tarde, se detuvo delante de la habitacin American Teenager yapunt su dedo en distintas direcciones antes de continuar su camino. Michou Lapaire, que siempre haba deseado nacer mujer, anotaba en su

  • cuaderno de color rosa el nombre de los muebles elegidos por su jeferemoviendo mucho aire a su alrededor. Mientras tanto, los miembros del equipo tcnico, que seguramente nohaban odo hablar de Por qu tengo tanto fro de Josette Camus ni habansoado nunca con haber nacido con un sexo diferente del suyo, se pusieronlos guantes, desenrollaron el papel de burbujas y empujaron las cajas queserviran para transportar los muebles sin riesgo de que se rompieran. Porrazones imperativas de tiempo, el director haba dado rdenes de nodesmontar los muebles (el colmo en Ikea!) y de guardarlos directamenteen las grandes cajas de madera. De este modo evitaran un desmontaje y unmontaje tan tortuoso para la mente como doloroso para el cuerpo. Mientras los tcnicos se afanaban en subir el armario metlico azul y enguardarlo en una caja de madera bastante ms grande que l, se oy unaespecie de ligero chapoteo, como un discreto hilo de agua que cae de ungrifo. Si alguien hubiera abierto el armario en ese momento, habraencontrado a Dhjamal en una postura bastante vergonzosa, de pie,encorvado contra una esquina, ocupado en dejar va libre a la imaginacindesbordante de su vejiga mientras le balanceaban a unos centmetros delsuelo. Se orinaba igual de mal en un armario que en un avin, observ elindio, que jams hubiera imaginado que llegara a tal constatacin. Fuera como fuese, nadie abri la puerta del armario. Cuando hayan recogido todo esto dijo Julio Sympa, que lo oa todo, reprenme esa fuga. Despus apunt su dedo inquisidor hacia el despacho-tobogn a unosmetros de all, como si lo condenara a muerte. Lo que era un poco el caso. En ese mismo momento, es decir, en el instante preciso en el que JulioSympa apuntaba con su dedo inquisidor hacia el despacho-tobogn como silo condenara a muerte, a las once de la noche en punto, Gustave Palourdeaparcaba su taxi en el arcn de la carretera, se aseguraba de que lasventanas y las puertas estuvieran bien cerradas y comenzaba a contar,frotndose las manos, las ganancias de la jornada. Era el pequeo ritual del final del servicio, la pequea satisfaccin deltrabajo bien hecho. Desde que un da su mujer, Mercedes Shayana, losorprendi en casa contando los billetes despus del trabajo y de que, trasdescubrir su escondite, le robara buena parte del dinero para comprarsebolsos con estampado de cocodrilo en piel de vaca, Gustave haba cogido

  • la mana de actuar de ese modo. No hay por qu tentar al diablo, lesrepeta a sus colegas desde el incidente, aunque no vaya vestido de Prada... Tras terminar de contar la recaudacin, el viejo gitano ech un vistazo asu bloc de notas y se dio cuenta de que el cmulo de carreras de la jornadano se corresponda con la suma que tena en las manos, que haba dejado defrotarse contrariado. Repiti los clculos varias veces, primero de cabeza ydespus con la calculadora de su mvil, pero el resultado siempre era elmismo. Haba una diferencia de 100 euros. Rebusc en el estuche demaquillaje que haba pedido prestado a su mujer, cuestin de pagarlecon la misma moneda, y en el que traspasaba el total del efectivo, rebuscen su monedero, cada vez ms nervioso, pas la mano bajo su asiento,luego por el del pasajero, por los compartimentos bajo las ventanillas e,incluso, desesperado, por la ranura de la palanca de cambios. Pero lo nicoque encontr fue polvo. 100 euros. Gustave volvi a pensar en el billete verde del indio que habadejado en Ikea. Haba sido la carrera ms cara del da. Por tanto, no habapodido dar el billete como cambio a ningn otro cliente. Y si no tengo ese puetero billete, solo puede significar que... No le hizo falta ms tiempo al gitano para darse cuenta de que haba sidovctima de alguien ms chorizo que l. Revivi la escena. El indio dndoleel billete. l cogindolo con la mano. l abriendo su cartera y metindolodentro. El indio agitando los brazos para sealarle algo. l mirando. l noviendo nada interesante. l dicindose que el indio estaba un peln tocado.l guardando su cartera. l inclinndose hacia la guantera para coger unatarjeta de visita. Qu cabrn! exclam Gustave. Los aspavientos eran para desviarmi atencin mientras l recuperaba su billete. Le fumier![2] Si haba algo en este mundo que el taxista parisino no soportaba era serel chorizo choriceado, el cazador que cae en su propia trampa, el idiota dela cena. Se prometi encontrar al indio lo ms pronto posible y hacerlecomer su turbante, palabra de gitano. Diciendo esto, acarici la figurilla de santa Sara, patrona de los gitanos,que colgaba del retrovisor. Y cuando arranc a toda pastilla, esta choccontra san Fiacre, patrn de los taxistas franceses, que estaba a su lado. Durante el viaje hacia casa (la caravana), Gustave maldijo al indio entredientes. Ni siquiera escuch su CD de los Gipsy Kings que siempre tenaen el lector. Eso s que era estar enfadado. Y mientras intentaba poner al

  • semforo ms verde que al indio, se le ocurri una idea. Una vezterminadas sus compras en la tienda, el indio quiz haba utilizado latarjeta de visita de Taxis Gitanos que l le haba dado. De ser as, uno desus compaeros habra aceptado forzosamente la carrera. Solo tendra quepreguntarle dnde lo haba dejado e ira a buscarlo para pegarle una buenapaliza. Dicho y hecho, Gustave cogi la radio. A todas las unidades (haba copiado la frase de Starsky y Hutch),alguno de vosotros ha llevado hoy a un indio con traje gris muy arrugado,corbata roja sujeta a la camisa, turbante blanco, cara atravesada por unbigote, alto y delgado como un rbol seco, un indio, vamos, en el IkeaThiais? Es un cdigo C (de Caco), repito, cdigo C (de Carterista), habisodo bien, un cdigo C (de Como te Coja, Caco Carterista, te vas aCagar!). Confiar en un payo, adems indio, para un trayecto Roissy-Ikea, nuncams! gru el taxista, dicindose que un evento como ese deba deproducirse tan a menudo como el paso del cometa Halley (el prximoestaba previsto para el 28 de julio de 2061) y que quiz, despus de todo,no era una buena idea comentarlo en la cena a su mujer y parecer un idiotadelante de su hija, que ya lo consideraba suficientemente tonto as. Al cabo de unos minutos, ninguno de sus colegas de servicio esa tarde ledijo haber cogido a ese misterioso pasajero. O ha contactado con otracompaa de taxis, o ha alquilado una furgoneta por su cuenta, o seencuentra todava en la zona industrial, dedujo Gustave. Para las dosprimeras opciones no puedo hacer nada antes de maana. Sin embargo,para la ltima, an puedo ir a ver si hay algn hotel cerca de la tienda.Estoy al lado, solo tardar un cuarto de hora. Tras pensar esto, dio media vuelta derrapando ruidosamente mientrassanta Sara, patrona del pueblo gitano, se acurrucaba unos instantes en losbrazos protectores de un san Fiacre sonriente. Cuando Gustave lleg a Ikea, un gran camin de transporte demercancas estaba saliendo. Se ech a un lado y lo dej pasar, lejos deimaginarse que en aquel remolque haba una enorme caja de madera que, aligual que una mueca rusa, contena una ms pequea de cartn quecontena un armario de metal que contena a su vez al indio a quienbuscaba. Retom el camino y dio la vuelta al establecimiento, pero no vio nada

  • sospechoso. Un inmenso centro comercial cerrado, un Starbucks abiertopero vaco... De todo salvo un hotel. De todo salvo un indio alto y delgadocomo un rbol seco, con traje, corbata y turbante que estafaba a loshonestos taxistas gitanos franceses. Al otro lado de la avenida haba urbanizaciones, pero, a menos queconociera a alguien que viviera en el lugar, el ladrn no poda estar all. Claro que..., se dijo Gustave, que no se perda ni un programa de PeknExpress, con esta gente nunca se sabe. Puede que haya encontrado refugioen casa de alguien para pasar la noche, con su palabrera y sus trucos demagia. Y, como nunca se sabe, se col con su Mercedes en las calles repletas debonitas casas y sali a la avenida principal de donde vena. Haca falta arreglar aquel asunto enseguida, puesto que al da siguiente seiba de vacaciones a Espaa con su familia. Solo vea una solucin: llamar alos profesionales. Las nuevas normas de atencin al pblico de la Polica Nacionaldecretaban que, a partir de ahora, todo buen ciudadano francs tenaderecho a denunciar cualquier infraccin, aunque fuera insignificante, en lacomisara que quisiera. El polica, que no disfrutaba de ningn derecho,tena la obligacin de tomar nota de la denuncia, aunque la considerarainsignificante, y, sobre todo, de no dirigir al denunciante a otra comisarapara quitrselo de encima, una prctica hasta entonces bastante comn.Reinaba pues, desde haca unos meses, un ambiente malsano entre lasvctimas enojadas, cansadas de que la cola no fuera ms rpida que encorreos o en la carnicera de la esquina, y los policas amargados, por noser ms que humanos y no pulpos cuyos tentculos podran ser usados paratomar nota de varias denuncias a la vez. Sentimiento exacerbado cuandocaa la noche, ya que el nmero de establecimientos abiertos desaparecantan deprisa como un cubito de hielo sobre el ombligo de Kim Basinger,concentrando al conjunto de vctimas parisinas sobre un nico punto, cosaque las nuevas normas de atencin al pblico deseaban precisamenteevitar. Pasaron solo tres horas entre el momento en que Gustave haba tomado ladecisin de avisar a la polica y el momento en que declaraba, victorioso,delante del funcionario de guardia. Preocupado por no estropear las relaciones harmoniosas establecidas

  • entre la polica de calle y la comunidad gitana situada al otro lado delperifrico, el agente haba mandado rpidamente al oficial de noche y a uncolega a Ikea, en compaa de la vctima, para visionar las cintas de vdeoque las cmaras de vigilancia haban grabado durante la jornada. Iban aencontrar a ese jodido faquir indio que vena a sembrar cizaa entre susgitanos y devolvera lo que haba robado al taxista hasta el ltimo cntimode euro. As fue como Gustave Palourde, la comandante de polica AlexandraLidiote y el agente Stphane Demarmole se encontraron, en plena noche,en el estrecho puesto de seguridad de la tienda mirando cmo un indiorecin llegado de su pas se pasaba unos buenos veinte minutos observandolas puertas automticas que daban al vestbulo antes de decidirse a entrar. Si hace eso en cada puerta, estaremos aqu hasta maana por la tardedijo el vigilante de seguridad que estaba a los mandos del vdeo. Despus no hay ms puertas rectific el director de la tienda, elseor Julio Sympa, limpiando sus gafas redondas a lo Harry Potter con ungrueso pauelo de tela. Siempre podemos pasar la cinta a cmara rpida aadi lacomandante Lidiote, segura de que con esa proposicin no pasara poridiota, cosa que no le gustaba, como su apellido no indicaba. Corremos el riesgo de que parezca Benny Hill exclam el taxista,cuyas referencias culturales se limitaban al mundo de la televisin. Cllese y djenos trabajar! cort framente Demarmole, que tenasiempre dificultades para quedarse as, de mrmol. Ajeno a aquella animada conversacin sobre su persona, el indio errabapor los pasillos. En cuanto una cmara lo perda, otra lo recuperabaenseguida en su campo. Y l no haba reparado en ninguna! Se le viocomer en el restaurante acompaado de una rubia guapa que le habaempujado y roto sus gafas de sol. Apuesto a que esta cae en sus redes observ Gustave, que tena laimpresin de estar viendo un episodio de Gran Hermano en su caravana. Pasaron la comida en modo acelerado y las idas y venidas del hombre,esta vez solo, por los pasillos. Efectivamente pareca un sketch de BennyHill. Volvieron a visionarlo todo a velocidad normal cuando el indio semeti, contra todo pronstico, bajo una cama. Birkeland. Excelente eleccin, es nuestra cama estrella dijo JulioSympa antes de que cuatro pares de ojos negros lo fulminaran.

  • Luego vieron al ladrn salir de su escondite, prepararse un gran plato enla cocina y degustarlo viendo una televisin de plstico apagada en unsaln piloto. Despus ley un peridico, tirado en el sof, en calcetines. Nohubiera estado mejor ni en su casa. Lo tenemos! exclam de repente el vigilante golpeando con sundice la pantalla del monitor. Seguidamente se levant de su asiento como alma que lleva el diablo, seprecipit hacia la puerta y sali sin que nadie supiera qu mosca le habapicado. Solos, los otros continuaron viendo la grabacin. Hacia las diez y cuartode la noche, el director de la tienda apareca en la pantalla, acompaado deun gordito que pareca haber deseado siempre ser mujer y de un equipotcnico de lo ms completo. Julio Sympa se encontr muy fotognico ylament no haber hecho carrera en el cine. El papel de Harry Potter ya estaba pillado murmur, resignado,ajustndose las gafas. Entonces vieron al indio saltar a la pata coja y esconderse en un armariometlico azul antes de que los tcnicos comenzaran a embalarlo en papelde burbujas, despus en un cartn y por fin en una gran caja de madera. Elequipo lo amarr luego con largas cintas y llev el paquete sobre ungigantesco carro elctrico en direccin al montacargas. En ese momento, el vigilante, fan de series policacas americanas, entren el puesto de seguridad. Sostena la bandeja del indio, que encontr en susitio sobre la mesita del saln lacado blanco y negro. Haba puesto encimauna chaqueta gris, una corbata roja y un par de zapatos negros. Este plato y este vaso estn llenos de huellas anunci, orgulloso, yseguramente encontrarn cabellos en estas prendas. La comandante de polica hizo una pequea mueca de asco al ver loszapatos sucios. Ignorando al vigilante, se volvi hacia el director de latienda. Qu ha hecho con ese armario? El armario que se ve en esta secuencia? titube el hombre, que sedescompona por momentos. S, el armario que justamente ya no se ve en esta secuencia. Expedido... Expedido? S, enviado, transferido.

  • S muy bien lo que significa expedido cort Lidiote, que sentaque la empezaban a tomar por idiota. Lo que quiero saber es adnde loha enviado. El hombre se mordi el labio superior. Si hubiera sido Harry Potter,habra podido desaparecer con un simple golpe de varita mgica. Al Reino Unido... Todo el mundo trag saliva al mismo tiempo. Cada uno la suya, por supuesto.

    Unas voces despertaron a Dhjamal. Unas voces graves de hombre. Ni siquiera se haba dado cuenta de que se haba quedado dormido. Desdeque haba entrado en el armario, le haban balanceado en todos lossentidos. Sinti que lo levantaban de la tierra, sinti que le hacan rodar.Sobre todo sinti que le haban golpeado contra los muros, las escaleras yotros ONI, Obstculos No Identificados. Varias veces haba estado tentado de salir y confesarlo todo. Quizhubiera sido mejor que dejarse zarandear y transportar hacia lodesconocido. Por otra parte, la oscuridad y las voces incomprensibles enfrancs al otro lado del armario eran bastante imponentes. Sin embargo, Dhjamal resisti. Al cabo de unos minutos, no haba vuelto a or ni sentir nada. De hechocrea que haba muerto. Pero el dolor provocado por el pellizco que sehaba dado en el dorso de la mano le haba confirmado que no lo estaba, almenos no an, y que solo le haban abandonado a su triste suerte en elsilencio y las tinieblas. Intent salir del armario, pero no lo consigui.Agotado y resignado, se haba dejado llevar por los poderosos limbos delsueo.

  • Ahora, las potentes voces no dejaban de hablar. El indio crey distinguircinco diferentes. No era fcil, todas tenan la misma tonalidad grave, sorda,como de ultratumba. Pero una cosa estaba clara, no eran las mismas quehaba odo a su alrededor en la tienda. Hablaban muy deprisa y utilizabanmuchas onomatopeyas, sonidos secos y abruptos que no le erandesconocidos. rabe, pero hablado por negros, pens el indio. Uno de los hombres se ech a rer. Pareca un colchn de muelleschirriantes bajo la pasin de dos amantes. Sin saber si aquellas voces eran de amigos o de enemigos, el faquircontuvo la respiracin. Por amigo entenda toda persona que no semolestara si lo encontraba dentro de ese armario. Por enemigo, el resto:empleados de Ikea, policas, la posible compradora del armario, el posiblemarido de la posible compradora que al volver del trabajo encuentra unindio en calcetines en su nuevo armario... A duras penas logr tragar saliva en un intento de humedecerse la boca.Tena los labios pastosos, como si alguien los hubiera pegado con cola. Unterrible sentimiento de pnico le asalt: ms terrible incluso que el miedo aser descubierto vivo era el de ser descubierto muerto dentro de aquelarmario barato. Durante los espectculos en su tierra natal, Dhjamal permaneca semanassin comer, sentado en la posicin del loto junto al tronco de un banianocomo haba hecho, dos mil quinientos aos antes, el fundador del budismo,Siddharta Gautama. Solo se permita el lujo de alimentarse una vez al da,a las doce, de tornillos, tuercas y otros clavos oxidados que la gente delpueblo le llevaba como ofrenda. Pero en mayo de 2005, un adolescente dequince aos llamado Ram Bahadur Bomjam, presentado por sus adoradorescomo la persona que llevaba seis meses meditando sin beber ni comer, lehaba arrebatado la fama. Las televisiones del mundo entero se habandirigido entonces hacia el impostor, abandonando a Dhjamal en su arbolito. En realidad, como era un glotn, nuestro faquir no poda pasar ni un soloda sin comer. Al anochecer, iban a cerrar la tela de la tienda suspendidadelante de la higuera y se atiborraba de las provisiones que su primoArobaasmati (pronunciado Arroz basmati), cmplice de gran parte desus trucos, le llevaba. En cuanto a los tornillos y tuercas, eran de carbn, loque, lejos de ser sabroso, era por lo menos ms fcil de tragar que losverdaderos clavos de acero, aunque estuvieran oxidados. Pero Dhjamal nunca haba ayunado encerrado en un armario sin

  • provisiones escondidas en el doble fondo. Quiz lo conseguira si se veaobligado. El mdico de Thartal Yagurh le haba confirmado un da que unser humano, faquir o no, no poda sobrevivir de media ms de cincuentadas sin comida y no ms de setenta y dos horas sin agua. Setenta y doshoras, o sea tres das. Por supuesto, solo haban pasado cinco horas desde que haba comido ybebido por ltima vez, pero eso el indio no lo saba. En la oscuridad delarmario haba perdido cualquier nocin del tiempo. Y como se daba elhecho de que tena sed en ese preciso momento, su naturalezahipocondraca, no demasiado compatible con su funcin de faquir, le lleva pensar que a lo mejor ya haban pasado las setenta y dos horas fatdicas yque su esperanza de vida estaba a punto de consumirse como una velaencendida desde hace tiempo. Si el doctor tena razn, el indio tena que beber inmediatamente. Yafueran voces amigas o enemigas al otro lado de la puerta del armario,nuestro hombre la empuj de nuevo con el fin de liberarse. Era unacuestin de vida o muerte. Pero, otra vez, sus esfuerzos fueron en vano. Susbrazos endebles y huesudos no le permitan romper, al contrario que susdolos de Bollywood, las puertas de los armarios, fueran o no de Ikea. Debi de hacer un poco de ruido, puesto que las voces cesaron derepente. De nuevo, Dhjamal contuvo la respiracin y esper, con los ojos muyabiertos, aunque todo estuviera oscuro a su alrededor. Pero no seencontraba en un escenario, en un recipiente de cristal lleno de agua, conuna tapa lo suficientemente gruesa como para poder respirar en cuanto sebajara la cortina. Solo aguant unos segundos en apnea y retom larespiracin con un ruidoso relincho de caballo. Oy pequeos gritos de estupor al otro lado, luego unas seales deagitacin: una lata de conservas que caa sobre un suelo metlico, genteempujndose... No se vayan! grit con su mejor acento ingls. Tras un breve silencio, una voz le pregunt, en el mismo idioma, quinera. El acento era inconfundible. Se trataba efectivamente de un negro.Aunque en realidad, desde el interior de un armario sumido en laoscuridad, todo el mundo poda parecerlo. El indio saba que deba tener cuidado. Los africanos eran, la mayora, dereligin animista y fcilmente le daban vida a cualquier cosa, un poco

  • como en Alicia en el Pas de las Maravillas. Si no les deca la verdad,creeran sin duda haber encontrado un armario que hablaba y huiran a todaprisa de ese lugar maldito, llevndose con ellos la nica oportunidad que lequedaba para salir vivo de all. Pero todava ignoraba que aquelloshombres no eran animistas, sino musulmanes, y que, encontrndose en uncamin, nunca hubieran podido salir a toda prisa, incluso aunque lohubieran deseado con todas sus fuerzas. Bueno, ya que me lo preguntan, me llamo Dhjamal MekhanDooyeghas comenz el indio haciendo uso de su acento ms oxfordeo(un armario no poda tener un acento tan bueno). Soy rajastan. Puedeque no lo crean, pero me he quedado atrapado en este armario mientrascoga medidas en una gran tienda francesa, bueno, sueca. No tengo agua nicomida. Podran decirme dnde estamos, por favor? Estamos en un camin de mercancas dijo una voz. Un camin de mercancas? Toma ya! Y estamos avanzando? S respondi otra voz. Qu raro, no siento nada, pero les creo si me lo dicen, no tengo msremedio. Y puedo saber hacia dnde nos dirigimos, si no es muchaindiscrecin? A Inglaterra. Bueno, eso espero replic una tercera voz. Eso espera? Y puedo preguntarles qu hacen en un camin demercancas del que desconocen el destino con exactitud? Las voces discutieron un instante en su idioma nativo. Al cabo de unossegundos, una voz ms grave, ms potente, sin duda la del lder, cogi elrelevo de la conversacin y respondi. El hombre dijo que se llamaba Mohamed (pronunciado Mjame), queeran seis en el camin y todos sudaneses. Estaban Kougri, Basel, Mustafa,Nijam y Amsalu (pronunciado como les parezca). Faltaba Hassan, quehaba sido detenido por la polica italiana. Los siete hombres haban salidode su pas, ms exactamente de la ciudad de Yuba, en el actual Sudn delSur, haca casi un ao. Haban vivido, desde entonces, un periplo digno delas mejores novelas de Julio Verne. Desde la ciudad sudanesa de Selima, los siete amigos haban cruzado lafrontera entre Sudn, Libia y Egipto. All, traficantes egipcios les habanconducido hasta Libia, primero a Al-Koufrah, en el sudeste, y luego a

  • Benghazi, al norte del pas. De ah se haban dirigido hacia Trpoli, dondehaban trabajado y vivido durante ocho meses. Una noche, habanembarcado en un pesquero, con otras sesenta personas, para alcanzar lascostas de la pequea isla italiana de Lampedusa. Haban sido arrestadospor los carabinieri y llevados al centro de retencin de Caltanissetta enSicilia. Los traficantes les haban liberado para despus pedir un rescate asus familias. 1000 euros, un montn de dinero para ellos. La comunidadhaba colaborado y pagado. Menos para Hassan, que nunca pudo salir. Losrehenes haban sido liberados y montados en un tren que iba de Italia aEspaa. Haban acabado en Barcelona. Creyendo que la ciudad estaba en elnorte de Francia, haban pasado unos das all antes de darse cuenta de suerror y coger un nuevo tren hacia tierras galas, y ms concretamente haciaPars. En definitiva, los inmigrantes ilegales haban tardado casi un ao enrecorrer la misma distancia que un pasajero en regla habra hecho enapenas once horas de vuelo. Un ao de sufrimiento e incertidumbre contraonce horas cmodamente sentados en un avin. Mohamed y sus aclitos se haban quedado tres das en la capital antes deretomar el tren con destino a Calais, ltima etapa antes del Reino Unido.Haban permanecido diez das all, ayudados en gran parte por losvoluntarios de la Cruz Roja, benditos sean, quienes les haban dado decomer y les haban ofrecido un sitio para dormir. De hecho es as como lapolica conoce el nmero de inmigrantes ilegales en espera en la zona.Que la Cruz Roja haba servido doscientos cincuenta platos? Pues bien, almenos haba doscientos cincuenta inmigrantes. Para la polica eran criminales; para la institucin humanitaria, eranhombres con dificultades. Era desestabilizante vivir con esa dualidad y esemiedo en el estmago. Esa noche, hacia las dos de la madrugada, se haban montado en uncamin cuando circulaba lentamente en la fila de vehculos que estaban apunto de coger el tnel del Canal de la Mancha. Me est diciendo que se montaron en un camin en marcha? exclam Dhjamal, como si fuera el nico detalle de la historia queimportara. S contest Mohamed con su voz grave. El traficante abri lapuerta con una barra de metal y nosotros saltamos al interior. El conductorni siquiera debi de darse cuenta. Pero eso es superpeligroso!

  • Lo que s era peligroso era quedarse en el pas. No tenamos nada queperder. Imagino que a ti te pasa igual. Estn muy equivocados, yo no soy un inmigrante ilegal y no tengointencin de ir a Inglaterra se defendi el indio. Ya se lo he dicho, soyun faquir de lo ms honesto, me he quedado atrapado en este armariocuando tomaba medidas en una gran tienda. Fui a Francia para comprar unanueva cama de clavos y... Djate de tonteras cort el africano, que no se crea larocambolesca historia del indio. Estamos todos en el mismo barco. En el mismo camin... rectific el otro en voz baja. Una profunda conversacin se inici entonces entre los dos hombres alos que todo pareca separar, empezando por una puerta de armario, pero alos que el destino, al fin y al cabo, haba unido. Quiz era ms fcil para elinmigrante ilegal hablar frente a una puerta, pequeo confesionarioimprovisado entre los traqueteos de un camin ebrio, que frente a lamirada de otro ser humano que le habra podido juzgar con un solofruncido de cejas o con un inocente pero devastador parpadeo. Mohamedempez a contar al indio todo lo que le pesaba sobre el corazn desde quehaba decidido emprender un da ese viaje largo e incierto. A veces es msfcil abrirse a un desconocido. Dhjamal supo entonces que si Mohamed haba dejado su pas no era poruna razn tan banal como comprar una cama en una famosa tienda demuebles. El sudans haba abandonado a los suyos para probar fortuna enlos bonitos pases, como le gustaba llamarlos. Porque su nico pecadohaba sido nacer en el lado equivocado del Mediterrneo, all donde lamiseria y el hambre haban florecido un buen da como dos enfermedadesgemelas, pudriendo y destruyendo todo a su paso. La situacin poltica de Sudn haba sumergido al pas en una crisiseconmica que haba obligado a un gran nmero de hombres, los msfuertes, a emprender los caminos tortuosos de la emigracin. Pero inclusolos ms fuertes se volvan, fuera de casa, hombres vulnerables, animalesabatidos y de mirada muerta, los ojos llenos de estrellas apagadas. Lejos desus hogares, se convertan en nios asustados que solo podran consolarsesi su empresa tena xito. Ese miedo se traduca en un fuerte dolor en el pecho, haba resumidoMohamed dndose golpes en el trax. Y un potente ruido haba retumbado

  • hasta dentro del armario de Dhjamal. Sentir el corazn que late fuerte en elpecho cada vez que el camin frena, cada vez que se para. El miedo a serdescubierto por la polica, acurrucado detrs de un cartn, el culo en elpolvo en medio de decenas de cajas de verduras. Una humillacin. Porquehasta los inmigrantes ilegales tenan honor. Despojados de sus bienes, desus pasaportes, de su identidad, quiz era la ltima cosa que les quedaba, elhonor. Esa era la razn por la que viajaban solos, sin mujeres ni hijos. Paraque nunca los vieran as. Para que se les recordara grandes y fuertes.Siempre. No era el miedo a los golpes lo que retorca las tripas, no, pues en eselado del Mediterrneo no se pegaba. Era el miedo a ser devuelto a su pas,o an peor, a un pas desconocido, porque a los blancos no les importaba adonde los enviaban. Lo importante para ellos era no volver a verlos. Unnegro molesta. Y ese rechazo era ms doloroso que los golpes de porra que,al fin y al cabo, solo destruan los cuerpos y no las almas. Era una cicatrizinvisible que nunca desapareca y con la que haba que aprender a vivir, arevivir, a sobrevivir. Porque su voluntad era inalterable. Todos los medios eran buenos para alcanzar un da los bonitos pases.Incluso si Europa no quera compartir el pastel con ellos. Mohamed,Kougri, Basel, Mustafa, Nijam, Amsalu, seis hombres entre centenares quehaban probado suerte antes y despus que ellos. Se trataba siempre de losmismos, siempre del mismo corazn hambriento que lata en sus pechos y,sin embargo, en esos pases donde todo creca a espuertas, las casas, loscoches, las verduras, la carne y el agua, algunos los consideraban vctimasy otros criminales. A un lado, las asociaciones; al otro, la polica. A un lado, los que losaceptaban sin pedirles cuentas; al otro, los que los expulsaban sinmiramientos. Haba para todos los gustos. Y Mohamed repiti que eraimposible vivir con esa dualidad y ese pellizco en el estmago de no sabernunca con quin te ibas a topar. Pero el riesgo vala la pena. Ellos lo haban abandonado todo para llegar a un pas donde pensabanque les dejaran trabajar y ganar dinero, aunque fuera recogiendo mierdacon las manos. Era lo nico que pedan, recoger mierda con las manos,siempre y cuando les aceptaran. Encontrar un trabajo honesto con el fin depoder enviar dinero a sus familias, a su pueblo, para que sus hijos dejaran

  • de tener esos vientres hinchados como pelotas de baloncesto, y a la vez tanvacos, para que todos sobrevivieran bajo el sol, sin esas moscas que sepegan a los labios despus de haberse pegado al culo de las vacas. No,Aznavour no tena razn, la miseria no es ms llevadera al sol. Por qu algunos nacan aqu y otros all? Por qu algunos tenan todo yotros nada? Por qu algunos vivan y otros, siempre los mismos, solotenan derecho a callarse y a morir? Hemos llegado demasiado lejos continu la voz grave. Nuestrasfamilias confan en nosotros, nos han ayudado a pagar este viaje y ahoraesperan que les devolvamos la ayuda. No te avergences de viajar en unarmario, Dhjamal. T sabes bien lo que es la impotencia de un padrecuando ni siquiera puede dar un trozo de pan a sus hijos. Por eso estamosaqu, todos, en este camin. Para dar un poco de pan a nuestros hijos. Se hizo el silencio. Ese fue el segundo electroshock que recibi el faquir en pleno corazndesde el comienzo de su aventura. No dijo nada. Porque no haba nada quedecir. Avergonzado de sus motivos egostas, dio las gracias a Buda porencontrarse a ese lado de la puerta y no tener que mirar al hombre a losojos. Entiendo consigui articular el indio, conmovido. Ahora te toca a ti, Dhjam. Me muero por escuchar tu historia. Peroantes te vamos a sacar de ah para que puedas comer algo y beber un pocode agua. Por tu voz ahogada, las paredes de la caja en la que te encuentrasdeben de ser gruesas. No es culpa de la caja..., se dijo el hind conteniendo las lgrimas. El faquir no llor sangre, pero una chapa de plomo bien pesada acababade desplomarse sobre sus hombros enclenques. Como si ya no seencontrara en el interior del armario, sino debajo, aplastado por el peso delas revelaciones, de los remordimientos, de esta vida que a veces podamostrarse tan dura e injusta. Y mientras lo liberaban de su prisinmetlica, Dhjamal tom conciencia de que haba estado ciego hastaentonces y que exista un mundo bastante ms negro e hipcrita que el quele haba visto nacer. La vida no haba sido un largo y tranquilo Ganges para l. No habatenido, hablando con propiedad, lo que se poda llamar, en nuestra parte delglobo, una infancia demasiado feliz o una infancia modelo. Primero haba

  • sufrido la muerte de su madre y el abandono de su padre, luego lasagresiones sexuales y la violencia repetida que un nio de rasgos bonitos yun poco follonero atraa sin querer en el ambiente regido por la ley del msfuerte. Haba sido catapultado hacia una vida adulta, a la parte ms fea ydura, sin pasar por la casilla de la infancia. Al menos haba tenido un hogary, adems, gente que lo quera, sus primos, su vecina que lo haba educadocomo a un hijo. No saba si deba meter a sus fieles en el lote. En realidad,ms que quererlo, esa gente lo tema. Era por toda esa gente que nuncahaba querido dejar su pas. Incluso si a veces haba tenido hambre, s, y sihaba sacrificado su cuerpo para comer, en ese caso su bigote. Por fortunasiempre haba conseguido salvar sus manos de la amputacin. Despus de todo, un faquir vea la vida en dolores, no? As que de quse quejaba? Mientras las lminas de madera de la caja crujan bajo los golpes de labarra de hierro, Dhjamal imagin a los africanos saltando como felinos enla noche y subiendo a todos esos camiones en marcha. Mohamed habaconfesado que tambin se introducan en los remolques cuando losconductores se detenan en las reas de descanso de la autopista, por lanoche, a ser posible mientras llova para que el ruido de la lluviaamortiguase sus movimientos. Se los imagin escondidos detrs de loscontenedores, congelados de fro, sin aliento, hambrientos. Pero todos losviajes tenan un fin, incluso los ms duros, incluso los ms agotadores, yestaban a punto de llegar a buen puerto, aunque Londres fuera msconocido por su aeropuerto. Haban cumplido su misin. Iban a poderbuscar un empleo y enviar dinero a sus familias. Y estaba feliz de hallarsecon ellos en la lnea de llegada, de ser testigo del xito de su valienteempresa. S, seor! Cuando no se nos da lo que merecemos lo tenemos quecoger nosotros mismos. Es un principio que siempre ha regido mi vida aadi el indio sin precisar que el robo entraba en esta bonita definicin. Acababa de entender que tena delante de l a los autnticos aventurerosdel siglo XXI. No eran los navegantes blancos en sus barcos de cien mileuros, con sus regatas, con sus vueltas al mundo en solitario de las quetodo el mundo pasaba salvo sus patrocinadores. Ellos no tenan nada msque descubrir. Dhjamal sonri en plena oscuridad. Quiso tambin, al menos una vez ensu vida, hacer algo por alguien que no fuera l mismo.

  • Mustafa, el ms pequeo de los sudaneses, haba encontrado en el suelola barra metlica que el traficante haba usado para abrir las puertas delcamin. Con las prisas, el hombre haba debido de olvidarla all antes debajar del camin. Nijam y Basel, los ms fuertes, la haban utilizado para forzar lasbisagras de la gran caja de madera en la que estaba encerrado el indio,inmigrante ilegal muy a su pesar. Un cuarto de hora despus lo habanlogrado, descubriendo, a la luz de sus linternas, un gran cartn quecontena un armario metlico de color azul y muy parecido a las taquillasdel aeropuerto o de los vestuarios de los equipos de ftbol. Me pregunto cmo puedes respirar an dijo Mohamed retirandorpidamente el papel de burbujas que envolva el armario. Finalmente la puerta se abri y Dhjamal apareci, esplndido en mediode sus efluvios urinarios. Son tal y como les imaginaba! exclam el indio viendo por primeravez a sus compaeros de viaje. T no respondi con franqueza el lder, que quiz se esperaba ver alrajastan en sari, con una daga colgada del cinturn y agarrando a unelefante de pequeas orejas con una correa. Mir un instante al faquir que se mantena de pie delante de l, unhombre alto y delgado como un rbol seco. Llevaba un turbante blanco unpoco sucio en la cabeza, una camisa blanca arrugada y un pantaln de trajegris de seda brillante. Tambin llevaba unos calcetines blancos de deporte.Pareca un ministro al que hubieran metido en la lavadora con ropa. Endefinitiva, nada que ver con lo que haba podido imaginar de un inmigranteilegal rajastan, si algn da se hubiera molestado en imaginar cmo seraun inmigrante ilegal rajastan. Aun as, lo cogi entre sus brazos y lo apret fuerte antes de ofrecerleuna botella de agua Evian medio vaca y barras de chocolate compradas encajas de doce en el Lidl de Calais. Dhjamal, preso del pnico ante la idea de morir deshidratado, agarr labotella y la vaci de un solo trago bajo la mirada horrorizada de losafricanos. Debes de llevar mucho tiempo encerrado... dijo Kougri sacudiendola cabeza. No s. Qu da es hoy?