el hombre acorralado y otros poemas por luis alfredo torres

62
MUESTRARIO DE POESÍA 52 – EL HOMBRE ACORRALADO – LUIS ALFREDO TORRES 1 Luis El hombre acorralado y otros poemas Muestrario de Poesía 52 Biblioteca Digital Alfredo BIBLIOTECA DIGITAL DE AQUILES JULIÁN Torres

Upload: librosderegalo4703

Post on 24-Jul-2015

160 views

Category:

Documents


4 download

DESCRIPTION

poemario de Luis Alfredo Torres, poeta dominicano de la Generación del 48

TRANSCRIPT

Page 1: El Hombre Acorralado y Otros Poemas Por Luis Alfredo Torres

MUESTRARIO DE POESÍA 52 – EL HOMBRE ACORRALADO – LUIS ALFREDO TORRES 1

Luis

El hombre acorralado y

otros poemas

Muestrario de

Poesía 52 Biblioteca Digital

Alfredo

BIBLIOTECA DIGITAL DE

AQUILES JULIÁN

Torres

Page 2: El Hombre Acorralado y Otros Poemas Por Luis Alfredo Torres

MUESTRARIO DE POESÍA 52 – EL HOMBRE ACORRALADO – LUIS ALFREDO TORRES 2

El hombre acorralado y otros poemas Luis Alfredo Torres, República Dominicana Edición digital gratuita de

Muestrario de Poesía 52

Editor: Aquiles Julián, República Dominicana. Primera edición: Octubre 2009 Santo Domingo, República Dominicana

¿Qué somos? Muestrario de Poesía es una colección digital gratuita que se difunde por la Internet y se dedica a promocionar la obra poética de los grandes creadores, difundiéndola y fomentando nuevos lectores para ella. Los derechos de autor de cada libro pertenecen a quienes han escrito los textos publicados o sus herederos, así como a los traductores y quienes calzan con su firma los artículos. Agradecemos la benevolencia de permitirnos reproducir estos textos para promover e interesar a un mayor número de lectores en la riqueza de la obra del autor al que homenajeamos en la edición.

Este e-libro es cortesía de:

Sol Poniente interior 144, Apto. 3-B, Altos de Arroyo Hondo III, Santo Domingo, D.N., República Dominicana. Tel. 809-565-3164 Se autoriza la libre reproducción y distribución del presente libro, siempre y cuando se haga gratuitamente y sin modificación de su contenido y autor.

Si se solicita, se enviarán copias en formato PDF vía email. Para pedirlos, enviar e-mail a [email protected], [email protected]

INTERCOACH Forjando líderes ganadores

BIBLIOTECA DIGITAL DE

AQUILES JULIÁN

Page 3: El Hombre Acorralado y Otros Poemas Por Luis Alfredo Torres

MUESTRARIO DE POESÍA 52 – EL HOMBRE ACORRALADO – LUIS ALFREDO TORRES 3

La autodestrucción como tarea vital / Aquiles Julián 6 Los bellos rostros 8 (El agua) 8 (El espejo) 9 (El paisaje) 9 (El olor) 10 Canto a Proserpina 11 I 11 II 12 III 13 IV 14 V 14 El enfermo lejano 15 En el vacío 17 Lo elegido 18 Cárcel 18 Narciso adolescente 20 Rencores del Sur 20 En su dominio 21 Esquema 21 De la orilla interior 22 Lamentación del poeta 23 Una llamada 24 Compañero 24 Mujer-alba 25 Poeta adolescente 25 14 de junio 25 Desde el balcón 26 Asidero 26 Agua para el enterrado 27 Entre pobres 30 El llanto 31 El tiempo malo 32 Tiempo de perdón 33 La tierra triste, VI 35 Luz por una muerte, X 37 Narciso en las aguas 38 Desconocida soledad 40

Contenido

Page 4: El Hombre Acorralado y Otros Poemas Por Luis Alfredo Torres

MUESTRARIO DE POESÍA 52 – EL HOMBRE ACORRALADO – LUIS ALFREDO TORRES 4

La esperanza, todavía 41 Canción del pueblo 42 Los niños soldados 43 Los muertos 43 La presencia (fragmentos) 44 IV 45 IX 45 XI 46 Los edificios grises 47 Desde el automóvil 47 El hombre acorralado 48 Ciudad cerrada 49 Amoroso recinto 50 L.A. Torrres reposa solamente / Juan Manuel Rosario 51 El destino no siempre fértil de Luis Alfredo Torres / 53 Radhamés Reyes Vásquez Luis Alfredo Torres / Mateo Morrison 57 Biografía de Luis Alfredo Torres 59

Page 5: El Hombre Acorralado y Otros Poemas Por Luis Alfredo Torres

MUESTRARIO DE POESÍA 52 – EL HOMBRE ACORRALADO – LUIS ALFREDO TORRES 5

Page 6: El Hombre Acorralado y Otros Poemas Por Luis Alfredo Torres

MUESTRARIO DE POESÍA 52 – EL HOMBRE ACORRALADO – LUIS ALFREDO TORRES 6

La autodestrucción como tarea vital

Por Aquiles Julián Conocí a Luis Alfredo Torres en sus postrimerías. Andaba solo o con escasa compañía, renqueando, por la calle El Conde. Era la viva imagen de alguien que había elegido padecer, autoaniquilarse.

¿Qué tragedia personal, que creencia, lo había sumido en aquella vorágine autodestructiva que terminó por tragárselo? No sé. Aquel escritor que arrastraba una pierna ulcerada, parapetado tras sus lentes oscuros, recorría las calles indiferentes de la ciudad colonial, haciendo hora hasta que la muerte le llegara. Le veía cojear, desplazarse apoyándose en un bastón, merodeando por El Conde. Y se trataba de un escritor con formación académica, bilingüe, periodista, editor; de un autor con fuerte nivel de reconocimiento a nivel nacional y con una obra relevante. Así fue transitando la vida, penosamente, hasta que un día su tiempo concluyó. Miembro de la Generación del 48, junto a igualmente distinguidos escritores como Lupo Hernández Rueda, Ramón Cifré Navarro, Máximo Avilés Blonda, Víctor Villegas y Rafael Valera Benítez y Alberto Peña Lebrón, Luis Alfredo Torres, al regresar de los Estados Unidos, donde residió y estudió, trabajó en distintos medios de la prensa dominicana. Simultáneamente, fue parte de proyectos editoriales como la valiosísima revista Testimonio, de gran importancia en los años ´60. La poesía de Luis Alfredo Torres, urbana, desgarrada, un esputo amoroso, es vista por la poeta y crítico Soledad Alvarez como una de las más significativas escritas con la ciudad como tema:

“La más singular y notable poesía de la ciudad en esta vertiente existencial y desgarrada, y a mi juicio una de las más perdurables, es la que produce Luis Alfredo Torres, que en 1974 publica el poemario La ciudad cerrada. Torres es el más atormentado de los poetas de la ciudad, el que expresa con mayor violencia las encrucijadas del hombre urbano. La ciudad es una maldición, realidad hostil y experiencia desesperante en la que, sin embargo, el poeta se sumerge delirante de pasión y rechazo enamorado.

Recógeme en tu arcilla, Ciudad perdida, Ciudad infame, Ciudad de los malvados; Vengo de lejos, errante,

Page 7: El Hombre Acorralado y Otros Poemas Por Luis Alfredo Torres

MUESTRARIO DE POESÍA 52 – EL HOMBRE ACORRALADO – LUIS ALFREDO TORRES 7

Cansado como tú, hostigado como tú, Y lleno de hechizo que te envuelve. Eres tú la que ama mi corazón Y en tus inmundicias soy feliz, En tus cuencos de sangre soy feliz, En tus desvaríos y errores soy feliz, Ciudad maldita como arcos destruidos en la noche ciudad tierra como ojos de lesbiana y llena de cintas y de lazos y fetiches.”

(Soledad Álvarez: La ciudad en la poesía dominicana) Editó sus poemas en plaquettes que vendía a sus amigos, pequeños poemarios que le permitieron sacar a la luz sus versos y, a la vez, obtener algo de fondos. Deambuló por patios y arrabales, frecuentando la compañía de prostitutas, chulos y tahúres, improvisando versos en medio de verdaderos maratones etílicos. Murió prematuramente, un suicidio lento y prolongado, una violencia contra sí mismo, postró su talento y lo llevó a la muerte. Queda su obra, de fulgores y claroscuros, de imprecación y amor. Así, inerme y desguarecido, el hospital Padre Billini, donde acudía en busca de medicamentos para su llaga, lo vio expirar. ¿Alguien podrá decirnos qué le sucedió para llegar a esa condición tristísima?

Page 8: El Hombre Acorralado y Otros Poemas Por Luis Alfredo Torres

MUESTRARIO DE POESÍA 52 – EL HOMBRE ACORRALADO – LUIS ALFREDO TORRES 8

Los bellos rostros

1

(El agua) Rocas, paredes del mar, en vosotras están los bellos rostros: amados unos; otros imposibles; pero están, enterrados o vivos, como un relámpago en la niebla iluminando siempre. La corona de aquellos rostros fue la espuma: el agua siempre triste rodeándolos: un agua roja, azul, morada y amarilla: que de lejos vino y trajo cartas y secretos de algún inconsolable corazón. ¿Y en dónde están los rostros tan amados? Ellos existen, han existido siempre: y si levanta el corazón sus justas iras, resuena el mar, un pie deja huella en la playa, y es ya el sosiego una cifra de amor. -¿Quiénes fueron, qué hacían en el mundo? -Sus epitafios yacen en las columnas rotas. Para verlos en toda su dulzura: pájaros y agua: y sangre no de venas sino de algún país oscurecido siempre. Están como una estrella solitaria en la lluvia: lloro si los miro, si no los miro lloro también. Porque llenos de polvo y llamaradas penetraron en la terrible palidez del mundo. Si me amaron, si no me amaron, ¿qué importa? En el espejo, en el olor y el agua estarán con el ruido de la luz en la piedra.

II

Page 9: El Hombre Acorralado y Otros Poemas Por Luis Alfredo Torres

MUESTRARIO DE POESÍA 52 – EL HOMBRE ACORRALADO – LUIS ALFREDO TORRES 9

(El espejo) En el espejo apareció mi frente: temores tuve de tanta roja espina: pero ¿cómo huir de aquella oscuridad en que el cristal hería de luz? Eran imágenes del polvo, la visión de una frente atormentada y sola que se nutría de ella ante el espejo. Alos rostros que moran en las rocas invoqué, y a mi llamado vino el aire de la calle cargado de clamores. Asirme del espejo quise, acercar esos rostros capaces de gemir bajo la untura del deseo. Pero mi frente solitaria permaneció en la luz y oía sus secretos y lloraba como se llora en lo desierto de la luz. El recuerdo plácido del mar llegó de pronto: y ante sus propias coronas y sus velos recordar quise el agua que acompañaba lenta al día posible del amor. Pero sólo mi frente aparecía en la terrible claridad del espejo. Llamé los rostros a mi corazón queridos: y la oscuridad cubrió mis ojos: si vinieron, si no vinieron, ¿qué importa? los llamé al fondo del espejo. Ay, las altas rocas en donde el mar grabó semblantes y hermosuras, oscurecidas fueron por el muro. Cenizas sólo que reflejó el espejo, frente bajo la pena, pecho clavado en soledad con una espada.

III (El paisaje) En el abigarrado corazón brilló el paisaje: gaviotas y arroyuelos fluyeron hasta el cálido laurel de los amantes: allí los bellos rostros giraban dulcemente.

Page 10: El Hombre Acorralado y Otros Poemas Por Luis Alfredo Torres

MUESTRARIO DE POESÍA 52 – EL HOMBRE ACORRALADO – LUIS ALFREDO TORRES 10

Y en ese lado de la montaña y el crepúsculo hablé de amor: me coronaron la noche y el rocío, y dice: me amaron unos; otros fueron imposibles; mas si levanta el corazón sus justas iras ¿qué encontraré sino una espuma desolada? El otoño y las uvas cubrieron estos labios y fue mi silencio una cifra de amor: y os amé por igual, rostros de las furias y rostros de los besos: os amé por igual. y ya no hubo la melancólica locura de morir junto al olor de las cayenas y el navío. Vuestros rostros cubiertos de palmas y limoncillos recordé cuando la soledad aterraba mi frente: y por aquella terrible soledad: cuánto desamparo, qué lugares tan tristes, qué dureza en las hojas. y en las playas que hicieron posible aquel amor: albas y pescadores; luna con arrecifes; y el mar brillando siempre. Oh día del abanico y la guitarra: oh día del aire cargado de violetas: por esa tu hora de hermosura, concédeme tu paz y tu hermosura.

IV (El olor) Vino el olor con su memoria triste: triste: aquel definitivo olor de lo perdido o de lo amado. Lo vi entre sombras y en mi frente llena de una arruinada palidez. No es el olor del mar porque las rocas crujían tiernamente mordidas por el mar. Y el agua estaba allí: un agua roja, azul, morada y amarilla en donde el corazón lloraba apenas. y aún sobre las rocas -en donde el solitario moró siempre- están los bellos rostros: qué color y campanas; qué ámbito de estrellas los ceñían. Sólo en la dura

Page 11: El Hombre Acorralado y Otros Poemas Por Luis Alfredo Torres

MUESTRARIO DE POESÍA 52 – EL HOMBRE ACORRALADO – LUIS ALFREDO TORRES 11

distancia del espejo está una frente triste. Pero resuena el mar, y alguien aparece llenándose de niebla repentina: es el olor que vino por la espuma llamando hacia el olvido a los amantes. ¿A qué amantes? No lo sé: porque los otros, los amados, yacen en las columnas rotas. ¿Si será el olor acerado de la muerte, si será ese invierno que cae sobre un cabello joven? Por eso dije: aquel definitivo olor de lo perdido o de lo amado. Ay, el paisaje sigue dándonos su corona de luz, y los pájaros no pueden ser más dulces. La brisa de la tarde cubre nuestras vidas llenas de amor y llamaradas. y sin embargo: cuántas lágrimas, qué sonidos tan trágicos: por esos bellos rostros, por esa frente atormentada y sola, por ese olor quizás de lo perdido o de lo amado.

Canto a Proserpina

1 Proserpina, reina de los infiernos, címbalo que retiñe, Proserpina, desde que devoraste a los dulces pastores danzantes y ceñiste la enlutada corona, se pudrió el buen racimo que pendía de la hermosura y de la luz. Brotó sangre y hubo muertos y cárceles y muertos, y el día, cuyos frutos la larga lluvia torna perfectamente sanos, alegres y comibles, cruzó como en cenizas por las viejas espaldas de la ciudad sumergida en el mal. He aquí los campos desolados; mira la huella de tu pie por las ramas gigantes -oh madre de la crueldad y de Las Furias y recorre con tu impuro animal la amarga tierra y salga bajo el relámpago el sollozo. -¿Quién en la oscuridad nos llenó de esperanzas?

Page 12: El Hombre Acorralado y Otros Poemas Por Luis Alfredo Torres

MUESTRARIO DE POESÍA 52 – EL HOMBRE ACORRALADO – LUIS ALFREDO TORRES 12

-Nadie en la oscuridad nos llenó de esperanzas. Proserpina con sus escobas barrió el cielo y el Señor nos dejó abandonados y el Señor nos dejó abandonados. -Está bien, está bien, hermanos míos. -Está bien, está bien, hermanos míos. (Ella, en tanto, con su diestra sensual escogió al manso que daba de comer a los polluelos y convirtiéndole en imagen del mal y la tristura lo llevó por el viento maldecido de Dios). -Bebamos, se acercan las galeras, dice alguien, mirando al hombre ocioso. y el barco navegaba mar adentro, cielo adentro, cortando el agua con su alado vino. -Tened paciencia, hermanos míos. -Tened paciencia, hermanos míos.

II Proserpina, la violadora de muchachos, dejó una escoba, un tañido y aquel terrible desamor que suena en lo más apacible de la noche. Con un poco de incienso y mirra quemando en los jardines venceremos aire de mar y haremos luz. Pero estamos todavía en sus manos, en su celda sin una sola mariposa: oh lágrimas que caen en nuestro espíritu iguales al caballo que pisó al nenúfar. Pero hay aquí, hermanos míos atribulados, Sangre de Cristo, dulcísimas cayenas que aliviarán todo el dolor que Proserpina acunó en vuestros pechos. y en vuestros nombres solitarios (locos, tímidos, mendigos, criminales, borrachos...) crecen como el aroma de vuestras frentes miserables, suenan como el chasquido de vuestras lenguas miserables y crean en torno a vuestras vidas miserables el rocío y las albas, el pan y los encantamientos. Por eso decía que el manso que daba de comer a los polluelos era uno de vosotros;

Page 13: El Hombre Acorralado y Otros Poemas Por Luis Alfredo Torres

MUESTRARIO DE POESÍA 52 – EL HOMBRE ACORRALADO – LUIS ALFREDO TORRES 13

y los que esperaban sin esperanzas en la noche, era uno de vosotros; y los que esperaban, sin faena, el barco era uno de vosotros.

III En tanto, Proserpina -diosa de los infiernos está sentada encima de la roca y con sus labios -suaves como el crepúsculo en las flores devora los cabritos; orea el césped y cierra, veladamente hermosa, una ventana de la luz. Ella contempla la destrucción, el mundo; y a sus ojos sube como una llamarada la alegría; el aire en torno es suave y cálido; ella ríe; y las anchas hojas que el polvo bate y aproxima traen huesos, cráneos, redes y corales. Fue mala por origen la esposa de Plutón. En su leyenda, ¿qué hay en su leyenda? Ved nuestros días, mirad la niebla en que nos ocultamos y lloramos y diréis: Señora, ¿qué mal te hicimos, qué frutos agraciados te tomamos, qué purificaciones te impedimos, qué mágicas reliquias te arrancamos? Ella dejó la buena luz del címbalo y nos tendió su manto. Desde entonces llegó la oscuridad al mundo, y por más que oremos en los rincones tristes, nuestras lágrimas seguirán siendo iguales, nuestras dichas tardarán un minuto, nuestras súplicas no llegarán a Dios. La madre de Las Furias nos ha traído espadas, inquietantes noticias, templos derribados; y sin embargo, una paloma que cruza por su pelo tiene un temblor divino y en ciertos amores imposibles hay una fiebre alucinante y cuando oímos el lamento del mar o la campana hay formas que uno busca en la materia.

IV

Page 14: El Hombre Acorralado y Otros Poemas Por Luis Alfredo Torres

MUESTRARIO DE POESÍA 52 – EL HOMBRE ACORRALADO – LUIS ALFREDO TORRES 14

Oh tierra casta, ¿dónde está la bondad? (Que no lo sabemos). ¿Qué día nuestras preces harán reverdecer las sementeras arrasadas? (que no lo sabemos). ¿Qué pálidos amigos vendrán con otros hombres formando las falanges? Pues bien, para olvidarlo todo, desde el umbral de un sueño los llamé: recuerdos míos queridos, cuyo amparo fue la nieve que el viento desborona. Flores por todos los rincones de la sala, y en medio de tanta paz, de tanta luz y tibias inocencias, las dichas en el atrio, la academia, los deseos. Más tarde, el contrito conoció el apretado corazón de los lanceros, las tierras del deseo, cuyos ríos mojan el ámbito frustrado de los hombres. y de repente, en el verano: cayenas, calor, pobreza. Oh tierra mía: en torno a la madera fue el encuentro, más allá de los árboles fue el encuentro. Todo lo vi oscuro y humilde, oscuro y humilde al mismo tiempo.

V Señor, ten piedad de nosotros, pues el que espera desespera. Señor, ten piedad de nosotros pues el que espera desespera. Esta es la angustia de la espera, ten piedad de nosotros. Porque tenemos miedo de las islas y está la fruta envenenada y el agua tiene ojos que nadie puede sorprender. y debajo de las lluvias, Señor, debajo de las lluvias, el vendedor de frutas cantó esta extraña canción: «Tres granos de granada bastaron para que Proserpina recordase». y tenemos miedo de la tumba

Page 15: El Hombre Acorralado y Otros Poemas Por Luis Alfredo Torres

MUESTRARIO DE POESÍA 52 – EL HOMBRE ACORRALADO – LUIS ALFREDO TORRES 15

donde el pájaro abre dulcemente las alas, de la noticia en los periódicos, de la sirena que en el alba nos hace estremecer. Queremos flores, días sin que la dama del infierno visite nuestras casas: porque cuando ella viene, Señor, cuando ella viene se pudren nuestras bocas, nuestros deseos humanos se desvían, nos sentimos más miserables y pequeños y mientras el río pacientemente corre y aparecen palomas, dinero, mujeres y la primera estrella, nosotros sólo vemos una existencia solitaria llena de perros y cenizas. y nuestras lámparas las hemos levantado a la paz, y nuestras frutas las hemos cosechado en huertos de resignación: por eso es justo que cantemos y gocemos (<<porque seréis saciados»). Es justo que cantemos y gocemos (<<porque seréis saciados»). Oh ven a nuestro reino de amargura con tu bondad desarmadora, oh sálvanos, protégenos y ayúdanos y quítanos tantos remordimientos hacinados, que la Señora no está ni muerta ni dormida: Proserpina reposa solamente.

El enfermo lejano Eres el derrotado, el caído. El hombre en cuyas manos dormían suaves los pájaros y acariciaba el lomo de las bestias, en el Sur, está aquí: solo, triste, abatido en la noche, solitario en la noche, perdido para siempre en la noche. No pongo ya en tus manos esa luz que daba pan, misericordia; aquella luz -¿recuerdas?- acribillada por el mar, asesinada por el mar en días del desencanto y la miseria. Recuerdo la lluvia tenaz sobre la casa, la lluvia tenaz que rondaba la casa y fue desde entonces transformándose, haciéndose

Page 16: El Hombre Acorralado y Otros Poemas Por Luis Alfredo Torres

MUESTRARIO DE POESÍA 52 – EL HOMBRE ACORRALADO – LUIS ALFREDO TORRES 16

la perdida alegría. ¡La perdida alegría! tan amada por ti, tan acariciada por ti que la flor o el rocío nos daba tiempo para decir sus alabanzas. Había tanto tiempo de embriagarnos solos, o de confiadamente hablar de telarañas, enredaderas, limoncillos, y sobre todo, de aquellas flores mágicas para el anciano triste. Al verte enfermo, con ojos de ebriedad y de locura entre los pacientes abrumados, tuve lágrimas, y perdí para siempre la habitual «melancolía distinguida». No, no viajo más al Sur. si tú no vas vestido hermosamente, guiado por los pájaros, contento con el humo que aprisiona brutal a la montaña. Olvidaría, al lado de un tiempo tan hermoso, la llama triste, la mordedura del brillante animal asesino que nos cubre de lágrimas el pan, o nos quita el hálito inocente o nos llena de esa tu grave enfermedad. Días vegetales y sucios, días del llanto, irreverentes. El alma sin sosiego corre y ve la casa -tu casa- trizada en la miseria, con polvo los sillones y con más polvo aún tu tierna habitación cerrada. Enfermo mío, hijo de la noche, recuerda el mar, el Sur y la ventana, los besos que en el viento tenaz repercutían y ven, regresa, acompáñanos, y trae las flores mágicas para el anciano triste. Al visitarte, acompañado del crepúsculo, te vio mi sufrimiento, el corazón que «ayudadle» decía a la humildad de tanto ser entristecido. Volvió la lluvia en tanto -la lluvia que conoces y respiré de los pacientes abrumados aquella fragancia peculiar. ¿Por ti, quién tocará el instrumento que yace olvidado?

Page 17: El Hombre Acorralado y Otros Poemas Por Luis Alfredo Torres

MUESTRARIO DE POESÍA 52 – EL HOMBRE ACORRALADO – LUIS ALFREDO TORRES 17

De tal manera golpeó la piedra en tu cabeza que nuestra vida se mojó para siempre. y para nosotros, tus amigos, para nosotros definitivamente no hay piedad. En verdad tu suceso es tan grande que ni el hermano atravesado por el puñal ni el ojo sabio podrían igualar el lloro que tú dejas. Lejano enfermo: tu casa es dulce, el mar es dulce y nido de la paloma eras. ¿Pero quién ocultará la perdida alegría -el tiempo de la abundancia y el sosiego-, ahora que el mar tiene los ojos asesinos y perturbó la luz? Derrotado, caído, el Sur es a tu frente como un anillo recordado, como la no manchada promesa del tiempo del amor. El río, la pluma suave, el suave tiempo del amor, cruzaron por tus desequilibrios una tarde, y en medio de tus visiones y quimeras, está vivo el retrato -me parece del que cubrió de lágrimas tu pan, te arrebató el hálito inocente y te llenó de esa tu grave enfermedad. Caballero perdido, enfermo mío, aunque no sé si volverá al Sur, aunque no sé si volverás al Sur y tengo los ojos destrozados, te evocaré el mar, el Sur y la ventana, y sobre todo, aquellas flores mágicas para el anciano triste.

En el vacío Cuando veo el cuarto solitario, oscuro, las ropas tiradas por el suelo, y los libros llenos de humedad y sal, me parece que hay muchas tinieblas en la luz y mucho "obsceno pájaro de la noche". Recojo lo que a mi pertenece

Page 18: El Hombre Acorralado y Otros Poemas Por Luis Alfredo Torres

MUESTRARIO DE POESÍA 52 – EL HOMBRE ACORRALADO – LUIS ALFREDO TORRES 18

con una profunda cólera encerrada y un frustrado deseo de llorar. No estás tú, dulce piedra del ángulo, y en medio de tantos reflejos y espejismos, cómo me aturde tu belleza coral. He aquí la que estuvo en mi lecho llenó de ancianidad mi cabeza.

Lo elegido

A Rómulo Medrano Marte, Poeta. Caminas despreocupadamente, gozas de la fuerza del paisaje y la luz y quisieras cantarlos, mas no puedes: hay tanto triste material acumulado, es un país "tan duro, tan difícil", que te frenas. Qué hacer, entonces, te preguntas. Volverse a la esperanza, te diría, al alba roja.

Cárcel

A César González Guillén y Concepción Bandera, Amigos.

Cárcel, y se ven los hombres hacinados, algunos durmiendo sobre el suelo. Cárcel, y muchos solicitan un poco de comida, al compañero un poco de comida, y cuando todo es ya cemento frío, algún cuerpo se funde en otro cuerpo igual. Cárcel, y por las apretadas circulares rejas,

Page 19: El Hombre Acorralado y Otros Poemas Por Luis Alfredo Torres

MUESTRARIO DE POESÍA 52 – EL HOMBRE ACORRALADO – LUIS ALFREDO TORRES 19

sombras, poca luz, apenas el movimiento de las horas y nada mas que el murmullo, el chillón y fantasmal murmullo de los seres encerrados. Cárcel, y sobre los delincuentes y sobre los ladrones y asesinos e inocentes su fusta el carcelero sube y baja, sube y baja, y todo esto sucede en una inmensa celda sola, sin cama y sin abrigo, mucho antes o próximo a las seis. Y alguien tiene un lienzo de incandescente luto, alguien que observa, callado en un rincón. Y los presos limpian mucho sus carnes, narran sus fechorías y alguno llora una que otra vez. Cárcel, cerrado sufrimiento, rencor acumulado. Y las calles de la ciudad poblada parecen arco iris, parecen trompos y globos de color. Cárcel, día cero, día metal, rotura, desamparo, anillo para una garganta que no deja que no deja de gritar.

Narciso adolescente

Page 20: El Hombre Acorralado y Otros Poemas Por Luis Alfredo Torres

MUESTRARIO DE POESÍA 52 – EL HOMBRE ACORRALADO – LUIS ALFREDO TORRES 20

Deseas, y resultas un pájaro enlutado: la música de fuera sobrepasa tu deseo, tu estímulo: se desata una densidad, un muro, que no te es dable socavar: quieres entre las tuyas la mano del amigo, los licores oscuros, el lecho sólo con deleite y el espasmo infinito. Más no puedes. En alguna ocasión, ojos reflectores pesan sobre ti; es un infierno; del todo tú no estás iniciado, y temes todavía. No puede una paloma romper una cadena tan de pronto. Tu vibras en esa forma del amor, en esa forma del acto o el deseo y no has de reprimirte en tanto seas. Ni el dinero que en tus manos fuese mucho o fuese poco, ni el zumbido de gentes con razón o sin ella, ni conquistas o engaños, bajaran esa aura que es tan tuya, detendrán ese semen tan inútil como un cero.

Rencores del Sur He aquí que lo has perdido todo, todo, por violar las tierras miserables del Sur. El Sur que odiabas tanto te ha devuelto espinas y cambroneras. Ahora que buscas su resplandor que acumula exterminios, no le encuentras: entre excrementos te dejó su rebeldía. Le ofendió tu cuchillo hecho cantos de pastor enemigo. Y el Sur rencoroso te ha negado su fuerza, su polen de lucha, su nuevo estandarte. Y porque dirigiste tus poderes altos en contra de los tuyos, y en húmedos barrancos se acunó la pobreza te has quedado solo, solo, con la frente vacía y temor a las calles. El Sur, entre tanto, florece.

Page 21: El Hombre Acorralado y Otros Poemas Por Luis Alfredo Torres

MUESTRARIO DE POESÍA 52 – EL HOMBRE ACORRALADO – LUIS ALFREDO TORRES 21

A qué mirar sus cimas, a qué tocar su estandarte? De cierto que aunque llores, no te responderá.

En su dominio Sobre el duro cuerpo rutilante, en la leve extensa forma, pone mi boca su interminable sed. Los labios y la sed se han confundido y ante la clara superficie de tu carne un extraño temor se apodera de mi. Diríase que tu desnudez es como ramas, sutiles ramas que casi hasta llorar oprimen al amante. Creciste encima de los patios florales, y por lo pródigo y hondo de tus besos, tu adolescencia anduvo entre guitarras. Un rayo color verde traspasó la inmensa soledad y ya libres las dos almas se imantan como espejos. Las tuyas son cadenas que ya no puedo detener y más allá del sexo o el olvido la imagen total se apoderó de mí.

Esquema He aquí todo lo que hube de haber pasado: unas manos en círculo sobre la frente pensadora, un río llamado Sur, una ciudad de nieve, y un bastón como si fuese una redonda fruta desgajada. Habría que hablar, también, pero con pena, de cartas y de sexo y de alcohol llenos de pena en corredores largos y cerrados.

Page 22: El Hombre Acorralado y Otros Poemas Por Luis Alfredo Torres

MUESTRARIO DE POESÍA 52 – EL HOMBRE ACORRALADO – LUIS ALFREDO TORRES 22

Después, la isla entera con sus podridos dientes, sus edificios nuevos y sus cárceles —sus cárceles de hierro y las Salas de Emergencia en donde quien les habla sufrió tanto. Mientras, cantaba el astro, ojos abiertos y fuerza en los sentidos: ah ojo casa fundada entre la brisa, ah la infancia entre plumas y entre piedras, ah los abuelos con su olor a mar. Y sobre los libros que guardaban las estrecheces o abundancias del Poeta, se vio una espada, un caballo, una luz, y se hizo la permanencia mía en lo insondable. Y ahora, qué almendra tus ojos y las horas qué dogal. Y tal diamante que fueses sobre la vida abierta, yo pregunto: qué será de nosotros, qué será de nosotros, cuando los nuevos esquemas y otras fechas.

De la orilla interior

A J. Arneman Merino, Poeta. Estuvo recibiendo mi corazón tus influencias: leves, altas, tersas. Mi corazón, seco polvo podrido, abeja en donde el sexo perpetuamente vive. Acogía, mi corazón, ese chorro de ti, que de tan grato, volvió mi sangre a la belleza, mi mente al derrumbe de las cosas, mis nervios a la paz. Son tus influencias círculos de luz, rotos cántaros de bien, sacudimiento astral. Ellas me alejaron de todo lo que significa oscuro, de todo lo morboso, irregular.

Page 23: El Hombre Acorralado y Otros Poemas Por Luis Alfredo Torres

MUESTRARIO DE POESÍA 52 – EL HOMBRE ACORRALADO – LUIS ALFREDO TORRES 23

Y por ellas, qué claridad en estos ámbitos, cómo deja el sollozo su hueco, mis pasos su temblor.

Lamentación del poeta Los papeles se fueron sobre el agua y ya no los he de recobrar. Naufragaron los textos de los cantos y un vacío desconocido, sorprendente, se apodera del alma del Poeta. Miro hacia los veleros que han de partir, y me detengo. Para qué me detengo? Perdí para siempre mis piedras preciosas, el laurel que con los años ceñiría. Ah, cómo reconstruir esas imágenes difusas, hacerles un sitio de tornasol en la leyenda? Los versos están ya sepultados entre los légamos más hondos de la tierra. Ellos, que irradiarían sobre tus sentimientos puros, son ahora como azufre a mi cabeza. Un gris inmenso se arremolina en torno. Qué desdichado soy, mas no he llorado ni oprimido con furia cualquier cosa: de las cavidades no salen palomas mensajeras ni de cruces los altísimos nombres. Clavará el arquero su flecha nuevamente no importa si un tanto envejecido. El quisiera recoger la palabra perdida y en verdad que no puede: sin embargo, su melancólico afán decrece lentamente, y su deseo de gloria comienza a remontar.

Una llamada

Page 24: El Hombre Acorralado y Otros Poemas Por Luis Alfredo Torres

MUESTRARIO DE POESÍA 52 – EL HOMBRE ACORRALADO – LUIS ALFREDO TORRES 24

Ti que en mí lo puedes todo, vuélveme a cauce verdadero. Retorna el hilo de las cosas, dispón sabiduría, y desata esta inmundicia, este desorden, pues que me siento tan cansado.

Compañeros Siempre estuvimos juntos en soledades y destierros; hombro con hombro por entre los barrotes de la vida, como dos combatientes, como un gran cariño insobornable. Hemos permanecido ante todas las cosas sin esperanza alguna de recompensa, pero aún así nos aferramos del todo a la esperanza y hemos creído que por ella este lagar de plumas heridoras sería después de obstáculos y tiempo como un antes y un después. Cuánto compañero hemos sido, qué buenos camaradas. Veo tanto pan compartido, tantas monedas repartidas, y el colérico mundo trizado en ambiciones cayendo en un talud. Presenciamos nuestros propios días con grande pena, con mucho desagrado, y alzamos los ojos y las manos hacia invisibles formas muertas que no han querido responder. No importa qué tal sigan nuestros pasos: han de estar siempre juntos la angustia y el amor, la realidad y el sueño. Y más allá, después de todo, quién negará ante el pedazo de cemento que esta pequeña isla semoviente nos contuvo?

Mujer-alba

Page 25: El Hombre Acorralado y Otros Poemas Por Luis Alfredo Torres

MUESTRARIO DE POESÍA 52 – EL HOMBRE ACORRALADO – LUIS ALFREDO TORRES 25

Mujer: te conocí cantándole a tu Dios, entre humos más bellos que florestas, entre pobres que no dudaban de tu Fe. Ellos, sin embargo, miraban mucho tus sortijas, tu cabellera húmeda, tus hombros, el destello de la Biblia en tu mano. Preferiste el polvo a las ciudades, los ritos a la carne, lo milagroso que vendrá después... Preferiste los ritos a la carne, mas creaste infiernos en mi corazón.

Poeta adolescente

A Carlos Lebrón Saviñón, Declamador-poeta.

Un muchacho camina con una flor en la mano: la alza como una espada, la toca como si fuera una flor de carne. Está loco el muchacho? No, no está loco: hay en él confusión de sentimientos y signos planetarios. En una calle que conozco está su casa, la más bella y es azul. Allí medita, estudia y se emborracha. A veces, un río, unos cristales, pasan por su mente, otras "una alondra de luz". Entre espacios, llora, se sorprende y canta. El muchacho ya comienza a cantar,

14 de Junio 14 de Junio: tú eres mas que una fecha, tú eres más que un relámpago verde sobre el pueblo, mas que la sangre que te edificaba, mucho mas que esa sangre. Tú eres la simiente hermética del limo, ocultas el diamante que dora la venganza, y he aquí que no duermes.

Page 26: El Hombre Acorralado y Otros Poemas Por Luis Alfredo Torres

MUESTRARIO DE POESÍA 52 – EL HOMBRE ACORRALADO – LUIS ALFREDO TORRES 26

14 de Junio: tú eres una fecha que no duerme, tú sacudes al que cree en tus escombros y le dejas tu palabra al oído. Le dejas tu palabra al oído porque en vano quebraron tu estandarte, en vano acribillaron a tus hijos. Invisible te mueves entre el pueblo, invisible caminas con las gentes. Unas veces pareces que sonríes, otras te vuelves mas severo, pero en sustancia eres el mismo: fuego de la montaña, leyenda de los pobres, sortija de la patria. Cantos a tu cabeza rotas por las balas; cantos a tus mejillas cruzadas por el látigo cantos a tus pulcras cenizas de los héroes. 14 de Junio: nadie puede vencerte, nadie puede quitarte tu blancor de corona. Tú eres mas que la isla, tú eres mas que las cárceles, tú eres mas que una fecha.

Desde el balcón

Al poeta Manuel Mora Serrano. Desde el balcón, durante su enfermedad, el Poeta contempla su calle, su calle entre tiendas, trepidante, en donde los jóvenes borrachos trituran las botellas y recogen papeles con emblemas mortíferos. En la casa de enfrente, el sexo es como una columna vegetal,

Page 27: El Hombre Acorralado y Otros Poemas Por Luis Alfredo Torres

MUESTRARIO DE POESÍA 52 – EL HOMBRE ACORRALADO – LUIS ALFREDO TORRES 27

como una esponja que florece. Y en la casa en que habito también sucede el amor, también se juntan y cantan bebedores y hay riñas y hay ofensas y hay abrazos. Unas veces, la calle huele a pescado y frituras. Y en otras, es como una piel lisa, seca, y tremolante. Calle céntrica, mi calle inolvidable del dolor. En ella habitan —cerca de mí el zapatero con melena, el abogado endurecido, el comerciante que trafica, el farmacéutico apenado y prostitutas y libreros. Durante su enfermedad, el Poeta se mira entre sueños toma su porción de dolor y se retira solo, solitariamente. Supo de algunos corredores del infierno, supo estar inmóvil, soportar el cuarto. Desde el balcón, veía como alguien entraba por la puerta y sólo entonces conoció las líneas de la mano del amigo.

Asidero ¿Por qué lloro ante estos muebles a medias solitarios si están llenos de paz y colocados en salas prodigiosas donde la luz penetra a latigazos, con tenue transparencia de arena humedecida? ¿Por qué lloro y acaricio la caoba de que están hechos sus desnudos olores

Page 28: El Hombre Acorralado y Otros Poemas Por Luis Alfredo Torres

MUESTRARIO DE POESÍA 52 – EL HOMBRE ACORRALADO – LUIS ALFREDO TORRES 28

si ayer jubiloso penetraba a la casa y miraba el reloj y descendía al fondo de los vasos? ¿Qué cambio violó mi corazón para que ahora transite sollozando la abundancia del repollo, de la luz y de los peces? Fue que aislados remolinos me trajeron las sustancias propicias al deseo y estoy frente a la prueba del hombre y su cometa tirado en el vacío. Sea que estuve en la casa del bautizo enlutado, al rescoldo final, donde una puerta se abre en medio de la luz por tanta sombra de los seres. Oh amable corazón, sé que habito en la tierra, Al lado de un abanico roto y que marcho hacia sus árboles de dientes angustiados con sólo veleidosas nostalgias de los frutos y linternas que alumbran la noche sin sosiego.

Agua para el enterrado Traed agua para el enterrado, un laurel aromado en la sombra: porque está bajo “un cielo difícilmente azul”, cercado por hilos de los muertos, insensible. arrastrando escollos de la tierra, sometido al mundo triste que su cabeza estalla. El enterrado puede ser cualquiera de nosotros, basta con haber nacido. Basta con haber hollado bajo la incierta estrella de la carne y el hueso: lo mismo encontraréis: preocupación y lágrimas. serpientes, incertidumbres, fríos, murallas: lo mismo encontraréis: y sólo en ciertos días, una cierta esperanza. Agua viva, agua de amor quiere el enterrado: a sus ojos de puñal acude. ofréndale entre sonrisas tus manjares: que un instante olvidará su corazón de viento

Page 29: El Hombre Acorralado y Otros Poemas Por Luis Alfredo Torres

MUESTRARIO DE POESÍA 52 – EL HOMBRE ACORRALADO – LUIS ALFREDO TORRES 29

y si dudoso transitó entre las nieblas, entre las nieblas buscará su origen. Para la vida, cualquiera de nosotros es el enterrado: su furiosa llamarada viene desde lo alto de las cimas, y sus disparos dejan huellas en las caras. crean el tiempo de llorar. No queremos llorar, no queremos ese río que subiendo acumula la sangre o asoma con su cántaro de angustia; ese río que nos hace beber para olvidar y en un esquema pálido diluye los felices instantes, la atmósfera de luz. Sí, estamos bajo "un cielo difícilmente azul", en una calle sin salida, orando por un día que no llega: el reloj quiebra los nervios del desesperado, desata su congoja, soplo da a la muerte. ¿Qué hay aquí? Miseria, soledad, escombros de espejos marchitos, cartas hijas del deseo y el odio, divagaciones: es que un viento de clamor desintegró la dicha y los días se han vuelto frágiles como la música del címbalo. Traed agua para el enterrado, ofrecedle una gota de amor, una rosa ofrecedle: y no le abandonéis: es el hombre recién herido, es el enfermo y el desubicado: y tan sólo el rocío, como la leve gasa sobre el mástil, enternecido ha su corazón. Oh compañero, oh avecilla, oh tristísimo, te devora el deseo, el rostro de la placidez te hace sufrir: mas los árboles callan sigilosamente. ,Cuánto desesperar entonces, qué ruido en las manos, qué temblor en el alba? Es hora de morir, pero también es hora de vivir y el agua no aparece: el enterrado tiene su traje de ceniza puesto y aguarda el pito de la noche: allá, en el silencio, bajo la soledad de piedra, llorará como una fruta picoteada de sol.

Entre pobres

Page 30: El Hombre Acorralado y Otros Poemas Por Luis Alfredo Torres

MUESTRARIO DE POESÍA 52 – EL HOMBRE ACORRALADO – LUIS ALFREDO TORRES 30

He caminado hoy entre los pobres, junto a los que han vivido en rocas solitarias y se tornaron tristes y mudables porque el tiempo no les dio pan ni el grito de las fábricas su sangre dejó en torno. He caminado entre el arroz amargo de los pobres, y sus bocas son primaveras de cenizas, jardines de la muerte, bocas que no han mordido nunca las uvas de la vida, labios que sólo un niño besa. Los he visto beber hasta morir, beber para olvidar los días de lluvias en la casa, los días que viven en el ser como prisiones, y llenan de lágrimas los ojos, y lámpara a los pies de la tristeza son. En dónde dejar los tristes huesos, dice el pobre, y el corazón que andaba bajo la dulce estrella, cae, y agobiada es la tierra con un crimen o por la mano que ha robado pan. Porque los pobres tienen una vaga respiración de cárcel en su soledad. Y vosotras lo sabéis, madres llorantes madres cuyos vestidos son el hilo de una lágrima, las privaciones del ahorro cada día, el temor a vuestras mesas desoladas, el hijo que el invierno cubre de sudor. Vosotras conocéis las manos que quisieran pecar porque comáis el pan de cada día, y los cuerpos hermosos de muchachas que gozando y sollozando sucumbieron ante los hombres de abrumadoras, sortijas y fragancias llenas de polvo y tradición. Desde los puentes que la luz contempla, ese mundo material nos convulsiona a todos: es la pena del pueblo, su frustración oscura y atrapada en rostros de vejez juvenil, bajo clamores que susurran mientras la niebla cae. En las yacijas de la humildad viven ratones, y una mujer ocurre como imposible torre bajo el agua, y el deseo de morir en medio de una calle

Page 31: El Hombre Acorralado y Otros Poemas Por Luis Alfredo Torres

MUESTRARIO DE POESÍA 52 – EL HOMBRE ACORRALADO – LUIS ALFREDO TORRES 31

viene solo, y los niños padecen a deshora, y el sueño de vivir es una espada que entra al corazón con un chirrido eterno... Aquellas son las horas exactamente funerales, el verdadero material de la tristeza, los días en que los hombres no son hombres. Aquellas son las horas: y en el podrido invierno de la patria brillan las manos llenas que todo lo arrancaron y tuvieron... Porque los pobres seguirán siendo pobres si no apareces con una estrella tú: ¡revolución!

El llanto Lloro por no haber sido tu amparo, por haberme detenido en parajes que te correspondían, por haber meditado en mi dicha dejando en suspenso tu dicha y ahogado en mi corazón la tibieza que le hacía menos nocturno y miserable. A veces he querido detener el tiempo, volver atrás, caminar por la infancia con ese don de inocencia tan precioso como la palabra lenta de tu cuidado o el tedio de las hojas. Era tu vida entonces tan grave, tan hermosa, que por una lágrima solía venir. Y recuerdo cómo tu corazón, vuelto hacia la provincia, era lluvia sedosa sobre el pasto. Yo estaba con un amor igual a la impiedad secreta de los muros. Mas tú venías indescifrable por las horas y entraba la belleza. Sin embargo, eras mi adolescencia herida, mi espejo reflejado. Desde entonces, canto, canto el sonido de la ausencia, me siento solo entre las islas, imploro a tu ser fuerte. Es que amasabas los metales, las cicatrices y las sombras, y como río que nutre callado la verdura, me diste pan de espíritu, y sin cesar,

Page 32: El Hombre Acorralado y Otros Poemas Por Luis Alfredo Torres

MUESTRARIO DE POESÍA 52 – EL HOMBRE ACORRALADO – LUIS ALFREDO TORRES 32

tu lámpara... Nadie que llegó a tu puerta se fue desamparado: ni los enfermos, ni los perseguidos, ni los pobres... Sólo yo oprimí la seda amorosa de los frutos, ciego, roto de corazón, pedazo de osamenta que turbó la embriaguez que sale de los goces. Sólo yo di la espalda a la luz del templo de las Madres. Y he aquí la enfermedad, la lucha junto a la puerta cerrada en el vacío. y han de volver briznas, vientos y gentes a la casa; volverán los pasajes del tiempo perdido; una llama consumirá papeles; mas, ¿qué ha sido de la ofrenda familiar a tu materia: ese beso sobre tus manos extendidas, esa alegría, por el hijo?

El tiempo malo En los dominios del crepúsculo, cuando el hombre sin dinero llora y comprendemos que este tiempo no es el tiempo de nosotros, con pestañas en donde a veces una pregunta brilla se aparece el rostro que adoré en la infancia. Porque en verdad hemos padecido tribulaciones y miserias y hablado de los crímenes que vimos cometer; pero hemos recorrido sonrientes la playa y cerca de las rocas serenas y brillantes, al contemplar el sol y las espumas rojas, llorábamos, llorábamos, llorábamos. En la perpetua quietud de la provincia, juntos y solos, el día nos golpeaba con su espada finísima, y veíamos el polvo, la lluvia y la frontera y los heridos cuerpos se volvían tiernos como el otoño. Amaba tus pechos y tus uñas como a visiones de aquel jardín morado que mostraba su faz en el crepúsculo; y por la flor sagrada de nuestra tierra indócil, recuerdo, entre tantos sucesos y retratos,

Page 33: El Hombre Acorralado y Otros Poemas Por Luis Alfredo Torres

MUESTRARIO DE POESÍA 52 – EL HOMBRE ACORRALADO – LUIS ALFREDO TORRES 33

a un errante poeta melancólico cuya conversación era un lamento por su comida y por su madre y por aquellos indescifrables pájaros que vuelan sobre la barca anclada. Junto a tantas meditaciones imposibles tu cabeza permanecía reclinada tal un pájaro o nube sin temor; y en medio de las palmas y bueyes sonrosados, el viento, el calcinante viento del trópico y la espuma, cruzaba por nosotros. ¿Era posible que en medio de tanta frustración y espanto se abriera incólume el labio de la amante? Ah, el viento hace rodar la niebla de las hojas, nuestro país es viejo y solitario y la primavera se lleva pocos muertos al recinto obstinado del mar. Hilo floral y abril en tomo eras, la infancia que tuvo el corazón, el infinito espejo que reveló a mi frente una rosa en ti. Y por la terrible soledad que me ha caído como una mordedura de metal sobre la espalda, el sueño y la memoria están llenos de crímenes el agua vuelve con brazos y ojos de los muertos y el pobre de la esquina me mira duramente y como yo contempla el humo que cae por todas partes.

Tiempo de perdón Concédeme el tiempo del perdón, concédeme el tiempo de pasear con alegría, el tiempo de beber con alegría, de resistir el cúmulo de lágrimas que corre por los pueblos: que no quiero anegarme en cada una de ellas; que no quiero bajo las sales ciego padecer. Retoma a meditar, retoma a ungir bajo el filo de mi palabra tu cabeza y concédeme el tiempo del perdón y de no tanto padecer.

Page 34: El Hombre Acorralado y Otros Poemas Por Luis Alfredo Torres

MUESTRARIO DE POESÍA 52 – EL HOMBRE ACORRALADO – LUIS ALFREDO TORRES 34

Errores cometí, pero yo era hijo del amor, un animal cegado por tu luz, un hijo del amor. Desde entonces fuime a padecer, desde entonces tu signo en los espejos me cercó; abiertos fueron mis caminos; ardió mi copa; y como un látigo, me flageló mi copa. Fue en el mes de los cánticos, en ese mes tan frío y lleno para mí de las murallas que la tristeza suele defender. Míralo todo como se ve tras el cristal el frío de otras gentes: y has de comprender que solo estando vivos es justo el tiempo del perdón. Inmemorial, la sangre ahoga el mundo, pero una cabellera de mujer alegra el mundo, y atrae, con su relámpago, la paz; concédeme esa paz; tíñeme de amor, de paz. Aún hay tiempo de olvidar, aún el vino es parte de la gratitud. y si te hice padecer, o si me hiciste padecer, concédeme el tiempo del perdón. No me dejes tú con esa lámpara de sal que corre por los pueblos: porque duras me fueron sus espadas y mucho llovió sobre la luz. No quiebres el destino, no; rescátame el destino: que tu hermosura la veo como un destino cuando me llegue el tiempo del perdón.

La tierra triste

Page 35: El Hombre Acorralado y Otros Poemas Por Luis Alfredo Torres

MUESTRARIO DE POESÍA 52 – EL HOMBRE ACORRALADO – LUIS ALFREDO TORRES 35

VI

El mar, y nada más Luis Cernuda

El mar, únicamente el mar, fue el consuelo en horas de la tierra triste; él era el astro hermoso que al náufrago conduce hacia una playa cierta. En las noches, cuando arreciaba el viento del dolor, desesperadamente los frustrados deliraban con el mar. El ruido de sus olas, el blancor de sus espumas y el enigmático color que a veces tiene, nos mordía y transportaba hacia su vida misteriosa. Y en cada amanecer, alguien, alguien se arrodillaba frente al mar: tal una solitaria esperanza y un apoyo él era la bienaventuranza prometida. Fuimos como tronchados marineros y el mar era la cándida azucena: sus barcos y perfumes nos hacían desfallecer, llorar sobre la orilla rota; y cuando el humo de las chimeneas se mezclaba con las gaviotas y las nubes, nosotros, los viajeros heridos, a nuestras casas regresábamos sin dinero, sin trabajo, sin ruta, sin amor. y detrás de nuestros rostros empolvados se adivinaba el hambre, la sed de un horizonte que a nuestro sueño acorralado diera de cuanto carecíamos. y la tierra tiene regazos de abundancia; pero detrás de su hermosura, de la placidez del surco en la mañana, al acecho de la cosecha y de las lluvias estaban las aves de rapiña. y después de recorrer contritos los barrios miserables y deprimidos acostarnos con la mágica visión del puerto en nuestro insomnio, nos ahogaba la rebeldía de nuestros pechos y ceñudos e invisibles nos sentábamos ante la rica mesa de los criminales. y reunidos alegres en la mansión estaban Johnny Abbes García, Ángel Rodríguez Villeta, Ludovino Femández, Miguel Ángel Paulinao, Anselmo Paulino, José María Alcántara, Atilano López, César Oliva, Cándido Torres Tejada, Roberto Figueroa Carrión, Leopoldo Puente Rodríguez, Juan Bautista Cambiaso, Reyez Evora, Américo Minervo, Acevedo Burgos, Clodoveo Ortiz, Sergio Fernández, Pedro Manuel Cabrera Ariza, Segundo Ulloa y otros que nacieron

Page 36: El Hombre Acorralado y Otros Poemas Por Luis Alfredo Torres

MUESTRARIO DE POESÍA 52 – EL HOMBRE ACORRALADO – LUIS ALFREDO TORRES 36

bajo una luz maldita. Ellos llenaron de cruces nuestra patria y en medio de sus grandes lluvias rojas aparecían con una lámpara de mal entre las manos: era la hacienda y el azote, la fortuna y el crimen. y cuando llegaban con sus cuchillos y pistolas a nuestra soledad, a nuestro enterramiento, el mar, únicamente el mar, era la libertad, el asidero de los sentidos maltratados por una atmósfera de luto. y por aquellas cárceles siniestras tenemos una deuda con el mar: él era el viaje, el porvenir y la prosperidad que nos aseguró el clarividente. ¿Pues qué frutos podía darnos una región tan sola y arrasada si para sobrevivir había que callar aquellos robos, aquellos crímenes, aquellas fornicaciones insaciables? ¿Cómo no amar entonces el vuelo de los pájaros libres, la inocente sonrisa de los niños, la vasta luz que duerme tendida sobre el mar? Y durante aquellos remordimientos que invocaban a nuestras perdidas inocencias, sólo el alba, su anunciación distante, de nuestros párpados veía la furtiva lágrima. La amábamos como la única cifra de nuestra salvación, ¿más qué otra cosa era ella sino la esperanza? ¿Qué otra cosa era ella sino el Himno Nacional, la Libertad y la Bandera y la seguridad de nuestras vidas y de nuestro patrimonio la seguridad? Quién la llevó en el corazón como efigie inestimable ese lloró, más una mano secreta le calmaba; tuvo miedo, más una voz secreta le dictaba; vacilaciones tuvo, más una luz secreta le guiaba.

Luz por una muerte

Page 37: El Hombre Acorralado y Otros Poemas Por Luis Alfredo Torres

MUESTRARIO DE POESÍA 52 – EL HOMBRE ACORRALADO – LUIS ALFREDO TORRES 37

x

Los cantos borbotan de la sangre Domingo Moreno Jimenes

Señora Virgen de la Altagracia: si aquel que torturó fue torturado si aquel que asesinó fue asesinado, si aquel que traicionó fue traicionado, no se puede dudar de tu Justicia. Contemplamos tus vestiduras radiosas y decimos: Ella por fin ha llegado: ahora será libre el aire de los campos, las frutas de los campos serán libres, crecerán libremente las cañas, el arroz y las flores y libremente reinará en toda la tierra la alegría. -Desde que el tenebroso anciano se marchó. He aquí que ha llegado el tiempo de la cosecha y la abundancia: ved la lluvia que cae sobre la desolación de nuestros páramos, en la furiosa sequedad del paisaje. Tocado por la verde visión de nuestra tierra. hemos dicho: el verdor de sus hojas nos llena de esperanza. -Desde que el tenebroso anciano se marchó. (Lo asesinaron en la noche, tenía que morir asesinado: él vivió de la espada y he aquí que muere de la espada). Señora Virgen de la A1tagracia: nuestras ciudades, nuestros campos, esperan vuestros avisos y mensajes: ved los ojos de los hombres: se despiertan y brillan; y sobre la rosa desvaída, la sangre derramada hace crecer auroras. -Desde que el tenebroso anciano se marchó. Ved el color que tienen la campana y el día. oíd la voz fecunda que se enrosca al dolor: sois Vos, hermosa, angelical y libre madre, que lleváis vuestras palabras al destino, vuestro don a la amargura de las gentes, vuestras misericordia al porvenir. -Desde que el tenebroso anciano se marchó.

Page 38: El Hombre Acorralado y Otros Poemas Por Luis Alfredo Torres

MUESTRARIO DE POESÍA 52 – EL HOMBRE ACORRALADO – LUIS ALFREDO TORRES 38

(Lo asesinaron en la noche, tenía que morir asesinado: él vivió de la espada y he aquí que muere de la espada). Soplo maravilloso es el advenimiento de la libertad, vellón sagrado es su advenimiento: bajo la libertad encontraremos voz y ámbito, enredaderas dulces y silvestres nidos; encontraremos nuestra agua, nuestras flores nuestro cayado y nuestros bueyes. -Desde que el tenebroso anciano se marchó. Señora Virgen de la Altagracia: con cuanta dignidad el pueblo de su costado muestra las llagas infamantes; y qué alegría resuena en la tambora bajo los tibios cendales de la noche. -Desde que el tenebroso anciano se marchó. (Lo asesinaron en la noche, tenía que morir asesinado: él vivió de la espada y he aquí que muere de la espada). No volverá a morder la araña el fruto ni manos de ignominia ofenderán el nuevo reino: bajo el amparo celestial estamos y a las tinieblas fueron las almas sanguinarias de Trujillo, Santana y Lilís. -Desde que el tenebroso anciano se marchó. Por vuestras luces, Gracias, Señora Virgen. Gracias, Señora Virgen. Gracias, Señora Virgen.

Narciso en las aguas Cuando la mujer repartió el incienso y el olor peculiar flotó sobre las mesas y en la reunión quedamos silenciosos, te sorprendí, Narciso en medio de las aguas, buscando unos ojos iguales a tus ojos, buscando unas manos iguales a tus manos, buscando unas piernas iguales a tus piernas... Te sorprendí transfigurado ante aquél

Page 39: El Hombre Acorralado y Otros Poemas Por Luis Alfredo Torres

MUESTRARIO DE POESÍA 52 – EL HOMBRE ACORRALADO – LUIS ALFREDO TORRES 39

que en tu ambición llamabas a tu reino y por la luz que el calor ponía en nuestras caras... La música te tomó triste como una magnolia derrotada, y el deseo te inundó, la brisa te inundó, la espuma te inundó... En aquel inolvidable instante, admiré tu risueña corbata, el frío rosal de tus mejillas, y me dije: "¿Qué mujer resistiría amarle?" ... y como si fuera adivinado mi oculto pensamiento, toda tu vida susurró: "Es un caso perdido". Retomé a mis memorias, y te vi como un frágil adolescente provinciano: tus dedos eran dulces, tu voz como una niña y en tus gestos temblaban lo pálido y las hojas. Las mujeres decían: "Lacio es su pelo e intranquilo" "Un suave vello orea su rostro angelical". y tú, Narciso, corrías indiferente tras las nubes, tras el mar, tras los pájaros, con el retrato de tu amigo cargado de besos y de lágrimas. Después, alguien te aborreció inolvidablemente y el tiempo puso su dura sombra en tu sonrisa y el mundo te mostró su niebla y su coral. En esta noche, noche de amor, de enamorado, todo cambia: dichoso con amargos afanes por el árbol brindas cuyo esplendor nos ciega. "Música, licores", dices, y tu mirada como un rayo furtivo o un plumaje, electriza los ojos de aquél a quien deseas... (Mas él besaba con gozo a la ramera)... y tú, en medio de tus aguas, sumas ajado en una apetecida resistencia, oprimido en círculos de frío… No obstante la noche que revuelta sube y baja, te seguiría a otros barrios, a otros sitios donde es tu amor más fácil y más blando... Pero levantará la madrugada su cabeza y tú estarás ahí, clavado como criatura de inocencia, ante el interminable cúmulo de horrores y lascivias que tus ojos de marchitado don contemplan... Aquel a quien deseas se ha marchado. La ramera le cubrió con el ala majestuosa de su túnica y mientras le condujo por las calles desiertas le ha llamado: "Adolescente mágico", "flecha de la hermosura", "cuerpo mío"...

Page 40: El Hombre Acorralado y Otros Poemas Por Luis Alfredo Torres

MUESTRARIO DE POESÍA 52 – EL HOMBRE ACORRALADO – LUIS ALFREDO TORRES 40

y tú, Narciso, en medio de tus aguas, haz roto el metal que separa la realidad del sueño, y haz llorado interminablemente ante la madrugada y tus ojeras, mientras te miran los amigos, danzan las prostitutas, y pesadamente caes debajo de la mesa, ahogado.

Desconocida soledad Cuando la noche cae sobre las ciudades uno se siente tan solo en el mundo tan desamparado, tan convaleciente, tan herido. A veces estamos en medio de las cosas, con las cosas, y el corazón permanece como una campana enterrada, como un perro aplastado. Quizás los puertos de la isla nos han llenado de tristeza, o algún asomo de la luna nos recuerda una casa, cualquier enfermedad, o el movimiento de yo no sé qué alas detenidas. Es cierto que una estrella podría evocamos un amor; y la dicha, la raíz del perfume que nos hizo llorar, o reír o enloquecer cuando el aburrimiento nos tiraba hacia esos puertos debajo de los cuales corre sangre nuestra, mía. Sin embargo, la noche es fría con las ciudades, la noche que nombré maternal, que estuvo en mí cubriendo viejas, pegajosas angustias mortales dotadas de delirios, sobresaltos, inclemencias. En vano me responde el contenido de mi soledad: no palpo, no, el bello impreciso de su piel. Pero las semovientes, difíciles estrellas, arrastran mis pasos y cabellos hacia el sitio donde deben morir mis cortas alegrías y mis pequeños entusiasmos. Rencores de soledad pueblan mi casa, dibujos desdichados, imprecisos, y una voz distante me muerde las orejas. No logro saber qué fue de mi pasado,

Page 41: El Hombre Acorralado y Otros Poemas Por Luis Alfredo Torres

MUESTRARIO DE POESÍA 52 – EL HOMBRE ACORRALADO – LUIS ALFREDO TORRES 41

de mis horas tranquilas, de la gente que estuvo acompañándome. Sólo miro, desde la ventana el vaho de la tierra que sale de lo oscuro.

La esperanza, todavía Todos hemos sido culpables de tu tristeza, oscuro, altivo país nuestro, que habitas en nosotros con agonías y a semejanza tuya nos tienes conformados. Reside en ti la alta, hermosa llama de la dicha. ¿Qué no está? Sí, la ocultas, misterioso clavel, donde, para llegar, habría que morir tantas veces. Hemos golpeado nuestros pechos, y hemos pedido luz, más luz, cuando cansados de esperar y de sufrir atravesamos tu recinto acompañados de las aves y volvemos turbados, turbados de belleza. ¡Ah!, que amargas las fechas y los día!; después de esos susurros en donde sólo vive la claridad del agua. Revélanos tu voz, la jubilosa voz que la encendida evocación escucha cuando no hemos podido decirte: -"Tú me diste un amor". -"Tú ablandas el dinero". -"Tú coronas de bondad a los hijos". Disipa, oh país, la tristeza de haberte forjado a nuestra imagen y sal de entre nosotros si tú quieres. Que ha sido largo el acíbar de tu cólera, navío sin final, en cuyo viaje está nuestra esperanza todavía.

Canción del pueblo

Page 42: El Hombre Acorralado y Otros Poemas Por Luis Alfredo Torres

MUESTRARIO DE POESÍA 52 – EL HOMBRE ACORRALADO – LUIS ALFREDO TORRES 42

(Revolución de abril de 1965) iSalve pueblo, luminoso pueblo, que defendiste con ametralladoras el racimo de Patria que ha bajado a ti por la bandera! iSalve héroes, hermosos héroes sin edad, tan sólo henchidos de la lucha color de las visiones verdes que se alzaron! Derramaste las venas de tu sangre, pueblo, la última saliva de tu boca. No te importó los días con aviones, no te importó las bombas sobre la cara de los niños y las madres. ¡A la victoria!, te dijiste, y corrieron debajo de tu ardor los despiadados, ¡y dejaron un cúmulo de plumas! Con cuchillos, con palos y con fuego, conquistaste las fortalezas enemigas, mientras la ciudad a oscuras te miraba, por entre los reflejos, llena de cicatrices y de cantos. Cuanto fue la ciudad bombardeada, la ciudad indefensa y sudorosa, creciste como un árbol, pueblo mío, como un niño tocado por la luz de un planeta. Pólvora, granadas, gritos, muertos, se amontonaron en las calles cerradas por el humo, bajo el aire primaveral y sosegado, mas cubierto de llagas y cenizas. ¡No se detuvo tu sueño de laurel! ¡No se detuvo! Era la hora de trizar la mala estrella, ¡la hora del pan y del terruño! Sólo una palabra acompañó tu frente: ¡la libertad! Sólo una meta guió tu corazón: ¡el alba! Y cuando era casi un manso territorio de paz, una violeta cortada al aluvión, llegaron hasta ti, patria querida, los violadores de tu pobre mar. Pero hiciste el muro por donde sólo pasan los hombres libres, y atrayendo los invasores a tus anillos de esperanzo ¡rompiste sesos, dientes, corazones, con el relámpago de tu esclavitud desatada,

Page 43: El Hombre Acorralado y Otros Poemas Por Luis Alfredo Torres

MUESTRARIO DE POESÍA 52 – EL HOMBRE ACORRALADO – LUIS ALFREDO TORRES 43

con las piedras donde están los estallidos del amor

II

Los niños soldados Tan sólo niños, y ya fueron soldados, soldados del pueblo, revolucionarios; qué hermoso fue verlos con sus cascos, sus metrallas, su insigne valentía! Tenían los años de la primavera y lucharon rojos de primavera sin recordar el llanto de sus madres, el olor del herido, o las lluvias de mayo repentinas. Marcharon por la sangre, -tan jóvenes, tan niños, por la sangre con el fusil en alto, tal un pan o lucero, y los zapatos grises del fuego en las trincheras. Estuvieron hermosos, hermosos de heroísmo, como arrancando de la arena frutos, como llevando en su corazón sólo campanas. Eran los hijos de la libertad, los hijos del porvenir y de la escuela. jSalud para los niños héroes: en sus pechos claros como el amor despierta el pueblo!

III

Los muertos La tierra está llena de muertos, mas no lloréis por ellos, no digáis sus nombres con labios de tristeza: ¡cantad, cantad con ilusión sus nombres! Cayeron por nosotros, por la patria, Nuestros hermanos, por nosotros. jSobre los ataúdes, la bandera quedó como envolviéndoles en ondas lumínicas de gloria: era la gloria de ellos para siempre! Sus vidas fueron el material hermoso

Page 44: El Hombre Acorralado y Otros Poemas Por Luis Alfredo Torres

MUESTRARIO DE POESÍA 52 – EL HOMBRE ACORRALADO – LUIS ALFREDO TORRES 44

del edificio puro que la sangre sustenta y toda la negrura disipada, porque ¿de dónde saldrá paz sino del sacrificio de los mártires? ¿Qué hará reverdecer la tierra acribillada si no su magnífica estrella? Los muertos, nuestros muertos, están ahí tal un soldado de la sombra. Mañana, cuando los frutos, regocijaos por ellos; y cuando el polvo, recordad.

La presencia (Fragmentos) Si a la ciudad tú vienes, si tocas tú la orilla de los árboles, el mundo cobra su suavidad apetecida, la flor de la dureza cae asesinada en los peldaños y un tibio hilo sexual se mueve al filo de la lámpara. Ah, golpéame con tu cara en la sombra, prepárame los días; contigo la misma cosa sean la paloma y el mar. No temeré los barcos, el odio y la palabra del tiempo que he llamado el tiempo sin amor. Me tenderé en la orilla profunda de tu imagen con la nueva manera de dormir y esperar. Una ventana que se abre en la sombra no tiene tu hermosura; ni el aire del mar la suavidad de tu vestido y la vital y arracimada hoja perdida de tu cuerpo. Por ti los deseos me han vuelto amorosos y pálidos; y la sal que sale de tus poros es mi inocencia; y tu vida mi vida toda sin sustancia. ¿Quién ahora sorprenderá en la noche lamentos indecibles o me verá dormir encima de los periódicos mojados si la que asusta el paso de los animales y llena de piedad las manos de los pobres está aquí? Sufriré por los que te miraron sin mirar la luz, llevaré tu perfume a sus almas podridas y ardientes y porque han muerto de espumas melancólicas (con ojos y pestañas de frustrados deseos) el olivo, el claro olivo, levantaré en tu nombre.

Page 45: El Hombre Acorralado y Otros Poemas Por Luis Alfredo Torres

MUESTRARIO DE POESÍA 52 – EL HOMBRE ACORRALADO – LUIS ALFREDO TORRES 45

Y en las cosas comunes -una flor olvidada, un libro abierto- invocaré esas manos de mujer que alejan el polvo de la angustia.

VI Si de repente me escribieras con un movimiento similar al de la caída de una hoja extenuada de belleza, te contestaría con asombro, con levedad de pájaros en vuelo. Luego, tirado sobre la hierba, agotaría tu carta como si fuera hecha de frutas, como si por primera vez hubiera amado aquel llameante mundo que te rodea: esas orillas plácidas donde tu pie desnudo es una espiga; esos peces saltando del agua ante tus ojos; todo ese litoral tiñéndose de rosa en el crepúsculo. Tal vez estás cansada de aquel pueblo, de tantos días. Comprendo que el corazón dimana, fluye. Pero, ¡oh memorable sopor del mediodía que te aprisiona! Y de pronto: odio los caminos porque podrías a otras tierras marcharte dejándome en soliloquios derrotado. Yo veo, en mi delirio, cartas tuyas, -las que vendrían después, mucho más tarde, porque aún no he dicho la palabra amor a tu ademán correcto, ni he podido saber si en ti, como en un vaso, estará contenida un poco de mi sangre.

IX Estar contigo me iluminó de pronto. Se fue la antigua niebla, se fueron todos los abandonos. Me volví nuevo, hermoso me volví. Todo mi ser tembló radiante. A mis ojos asoma la dulce i1ama. Está sobre los ríos, sobre las flores, sobre el tiempo. Pura, intacta, se desliza en el recuerdo

Page 46: El Hombre Acorralado y Otros Poemas Por Luis Alfredo Torres

MUESTRARIO DE POESÍA 52 – EL HOMBRE ACORRALADO – LUIS ALFREDO TORRES 46

y torna nítida a nosotros. Te amo. Eres manadero, agua que a mi boca calienta, espacio que el dolor apenas toca. Por ti la vida está más joven, la realidad delgada y verde. Has llegado. Estuviste conmigo en la noche estrellada del Sur. No eres como te imaginé. Estás más allá de los árboles, de los contornos, de la palabra mía. Un cuerpo hermoso contiene un ser hermoso. Ya puedo decirte: perdóname aquella fuente de pecado y mi sonrisa aleve. Estás más allá de espasmos y materias. No eras tan sólo un hueso de la tumba. Por ti crecen los aromas, se tranquiliza el mar. No te quiero de tránsito, en mí no te quiero de tránsito con una sola palabra de amor. Sea con nosotros la vastedad que sin límites aprisiona y encierra. Sea con nosotros el cálido laurel de los amantes.

XI Hermosura de tu pie en la sandalia. Resplandor de la calle a tu paso. He aquí yo no puedo olvidar la hermosura de tu pie en la sandalia, aquella vibración de su contorno al centro del pueblo dormido. Tu pie recoge las especies más puras y tu sandalia el polvo leve caído desde el tiempo. . Aún duele a mis ojos tu ligero paso, aquél celaje limpio, tocado de tierra sin embargo, que me evocaba espumas, olas, nieves. Mi pensamiento arroba tu sandalia, tus pies sedosos, el vello de esa piel recién crecido. ¡Ah, qué ajenos los olores torpes, el sudor del planeta! Irradiación de tu temblor en la sandalia. Aérea inmaterial, tiernísima, y conteniendo el pie desnudo.

Page 47: El Hombre Acorralado y Otros Poemas Por Luis Alfredo Torres

MUESTRARIO DE POESÍA 52 – EL HOMBRE ACORRALADO – LUIS ALFREDO TORRES 47

Los edificios grises Contra los edificios grises tira piedras, amor, destrúyelos; "echa mano el escudo y al pavés" y destrúyelos; clavados por el odio están: destrúyelos. Y ya sobre sus ruinas duerme conmigo, amor: sobre sus turbadoras abominables ruinas duerme conmigo, amor; que para entonces no será nuestra casa casa de llorar: que para entonces no serán las aguas aguas de reverdecer, que para entonces no será la guitarra guitarra de temblor. Suelta la cabellera, amor, destrúyelos y alza la diadema cuando el derrumbe y la caída. Los edificios grises tienen ceños, los edificios grises tienen uñas y tienen cajas y cajones para los combatientes inmolados. Por ellos el litoral hermoso tiene frío por ellos nuestro olvido de Dios. "Echa mano al escudo y al pavés" y muele tus cuchillos, otea los escombros y recoge el mortífero emblema: que para entonces, amor, seremos libres: que para entonces nuestros ayuntamientos serán libres: que para entonces tuyo será el reino.

Desde el automóvil Desde el automóvil, mientras la lluvia cae, y el humo de mi cigarro flota suavemente, oigo, tras los cristales húmedos, el rumor de tu piel, ¡oh ciudad batida por el agua!

Page 48: El Hombre Acorralado y Otros Poemas Por Luis Alfredo Torres

MUESTRARIO DE POESÍA 52 – EL HOMBRE ACORRALADO – LUIS ALFREDO TORRES 48

Y al son de tu caída, sacro chorro del cielo, otro chorro veo correr: es la sangre, es su isla, su color, escarlata que ha teñido, de pronto, los hogares, las estaciones y los meses. Los niños están apenas sin dormir porque una vez la sangre sobresaltó sus lechos con un ruido de flor o de monedas. Todos tuvimos miedo de la sangre, de la que miro en el neón cruzada con lloviznas. Ella nos arrastraba como leños hacia su duro, remoto acantilado. Hace tiempo que marchó de estos sitios con sus muertos. Pero la siento en cada gota que tiembla en las aceras. ¡Oh ciudad! yo nunca te había amado como ahora: casi sin alba, ya desnuda. Vino hasta ti la sangre, con oleajes, y derramó su copa, su bautizo, entre los indefensos. Yo me detengo en los rincones donde estuvo enredada, escondida. Pero es de noche y nadie llega: sólo la lluvia da contra los vidrios: nada más que la lluvia.

El hombre acorralado Tocaba puertas, alzaba manos y papeles, el corrupto, el miserable, y hundía su podrida cabeza bajo el sol, entre las gentes, pero la ciudad le negaba sus pájaros, el camarero la sonrisa y era inútil que buscara la compasión, la luz. Andaba solo por las calles, retorcía sus manos sudorosas y miraba con miedo, con temor, a todas partes, como si de repente fuera a morir asesinado, como si de repente los ojos de alguien le cegaran. Entraba a los templos sigiloso, pero la noche de los muertos le seguía (la noche trepidante que derribó su orgullo) y en vano doblegó su frente,

Page 49: El Hombre Acorralado y Otros Poemas Por Luis Alfredo Torres

MUESTRARIO DE POESÍA 52 – EL HOMBRE ACORRALADO – LUIS ALFREDO TORRES 49

en vano clamó misericordia: los muros sólo respondían. Y recordaba su altivez entre las ametralladoras asesinas, su ademán cuando los sacrificios, las torturas, y he aquí que los alegres pájaros traían un rótulo de sangre con su nombre. Pensar en estas cosas lo acercaba a los muros, a las bocas oscuras de no se sabe qué túnel devorante y en tanto eran los cantos de vida y esperanza un fugitivo huía, alguien huía, de espalda a todas las estrellas.

Ciudad cerrada Recógeme en tu arcilla, ciudad perdida, ciudad infame, ciudad de los malvados; vengo de lejos, errante, cansado como tú, hostigado como tú, y lleno de hechizo que te envuelve. Eres tú que ama mi corazón y en tus inmundicias soy feliz, en tus cuencos de sangre soy feliz, en tus desvaríos y errores soy feliz; ciudad maldita como arcos destruidos en la noche; ciudad tierra como ojos de lesbiana y llena de cintas y de lazos y fetiches. Escúchame gemir junto a tus puertas, ábreme los paraísos de tus cárceles, condúceme a tus corredores de torturas, ciudad caracol del asesino. Es que sin ti, sin tu perfume, sin tus redes, sin tus hierbas, otras ciudades me parecieron ruinas, ruinas otras ciudades a mí me parecieron porque en ellas no están los epitafios ni las tumbas ni los nombres de los nuestros, de los tuyos, de los míos.

Page 50: El Hombre Acorralado y Otros Poemas Por Luis Alfredo Torres

MUESTRARIO DE POESÍA 52 – EL HOMBRE ACORRALADO – LUIS ALFREDO TORRES 50

Amoroso recinto Cuando estás insomne, convulsa, arrulladora, y ha caído el día con afán, pareces la belleza marina de la tierra. Entonces lavo tus pies, beso tu boca acostumbrada a blasfemar -tu altiva boca de perdón- y entierro en las arenas todo el luto del mundo. Y en sellados recodos de lámpara y carbón, sin nada más que el infinito -no importan los insectos, las estrellas qué aureola nuestros cuerpos que se funden o se aman.

L. A. Torres reposa solamente

Page 51: El Hombre Acorralado y Otros Poemas Por Luis Alfredo Torres

MUESTRARIO DE POESÍA 52 – EL HOMBRE ACORRALADO – LUIS ALFREDO TORRES 51

Por Juan Manuel Rosario Luis Alfredo Torres era un poeta que vivía a contracorriente. Lo conocí en 1987. Yo hacía parte de mi internado médico en el hospital Padre Billini y él estaba allí tratándose una úlcera en la pierna que nunca acababa de curársele. Nos hicimos amigos. Él leía mis poemas y yo le llevaba ungüentos para su úlcera. Una vez me presentó ante el doctor Norman de Castro como poeta y le mostró unos versos míos que tenía en la mano, porque se había entusiasmado conmigo y pensaba que en cincuenta páginas de versos yo debía cambiar sólo una palabra. Sin embargo, me había dado cuenta que era demasiado indulgencia y nunca cambié esa palabra porque ya sabía que con ello no tendría una obra perfecta. Cuando años atrás leí en el periódico que Torres había fallecido abandonado en el mismo hospital donde lo conocí sentí pena y hasta culpa. La pena se explica sola, pero la culpa debo decir que fue ocasionada especialmente porque la última vez que lo vi me despedí de él de mal humor ya que quiso obligarme a beber. No se conformaba con que lo acompañaran a sólo dos tragos. No obstante, traté aquel día que me enteré de su muerte de apartar de mi esa pena y esa culpa, porque recordé que le molestaban los sentimientos de conmiseración. Una vez me confesó su molestia por las palabras condolidas con que se refería a él otro poeta en un artículo en que hablaba de nuestros escritores más desheredados. Inclusive, en otra ocasión me contó que acababa de enterarse de que a un gran amigo suyo le habían diagnosticado cáncer de garganta. Se refería a Máximo Avilés Blonda. Me pregunto cuál pensaba yo que podía ser la causa, y le pregunté que si el poeta Blonda fumaba, a lo que me contestó que sí. Entonces le dije que lo más probable era que el cigarrillo fuera la causa de ese cáncer, pero él ripostó contra el cientificismo de mi respuesta asegurándome que ese cáncer afectaba a su amigo porque siempre hay que morir de algo y la muerte tomaría eso como pretexto para llevarse a Blonda. Traté de decir algo pero él no me dejó, porque de inmediato se puso a improvisar en voz alta unos versos que dirigió a un grupo de sensuales muchachas que subían la Palo Hincado, “con su alegría de jóvenes/ que no se atreven a disfrutar/ en plena calle del placer, /pero que van rasantes de deseo /hasta que un potro brioso las embosque /en un plácido bosque de caricias”. Quizá Torres quería ser ese potro, pero él iba borracho y con una pierna enferma, agarrado con violencia a un rígido bastón que le servía de apoyo. Estoy memorizando y –más que memorizando– escribiendo estas cosas porque anoche, mientras buscaba en unas cajas me encontré con un paquete de papeles en que se confundían poemas de Rimbaud, Poe, Sánchez Lamouth y Torres. No sé cómo quedaron confundidos en un solo fajo, y no saberlo me llevó a pensar que quizá el azar había confundido con su maestría de siempre los poemas de ese grupo de rebeldes de la vida. Torres y Juan Sánchez Lamouth pertenecen a nuestra modesta literatura dominicana, pero su vida es del tipo paradigmático que contra lo ‘sano’ de la sociedad en que escribe el poeta. Por ello forman un conjunto homogéneo con Edgar Allan Poe y Arturo Rimbaud, otros dos que llevaron una vida escandalosa, malsana, irreverente.

Page 52: El Hombre Acorralado y Otros Poemas Por Luis Alfredo Torres

MUESTRARIO DE POESÍA 52 – EL HOMBRE ACORRALADO – LUIS ALFREDO TORRES 52

No sé todo lo que se salvará de la poesía dominicana, pero Luis Alfredo Torres, como Sánchez Lamouth, será uno de esos que no se podrán olvidar. Porque los poetas malditos se salvan tan sólo por su poesía y su desdén o su indiferencia. Ese desdén que Torres me confesó sentir ante la conmiseración de los demás cualquier lector la encuentra en sus poemas. Sólo hay que leer Los bellos rostros: “Si me amaron, si no me amaron, ¿qué importa?… Llamé los rostros a mi corazón queridos, y la oscuridad cubrió mis ojos: si vinieron, si no vinieron, ¿qué importa?” Torres parecía saber que el mundo era tan de él como de los otros, y que si lo sufría, también lo gozaba como podían gozarlo los demás. En el corto tiempo que lo traté no conocí aspectos de su vida íntima que algunos escritores han insinuado conocer, y que probablemente tengan en su literatura tanta significación como la tuvieron en su propia vida. De todos modos, su poesía tiene toda la intensidad que es posible dar en un poema. Su Canto a Proserpina, por ejemplo, bajo el velo de la apariencia permite que se mueva un flujo de intenciones e conformidad que la ironía que las sostiene no deja escapar del todo. Torres mismo fue uno de esos “nombres solitarios” que habitan en su canto. Por eso, aunque haya muerto abandonado y no apareciera de una vez ningún doliente que acarreara su cuerpo hasta una funeraria; aunque mientras sobreviviera yendo de una borrachera al hospital y del hospital a la pobreza fuera visto como un mísero poeta por algunos de sus colegas; aunque las normas de la “decencia” social no admitieran su mala estrella, y, finalmente, aunque muchos ya no lo recuerden, el poeta no está ni muerto ni dormido: Luis Alfredo Torres reposa solamente.

Page 53: El Hombre Acorralado y Otros Poemas Por Luis Alfredo Torres

MUESTRARIO DE POESÍA 52 – EL HOMBRE ACORRALADO – LUIS ALFREDO TORRES 53

El destino no siempre fértil de Luis Alfredo Torres Por Radhamés Reyes Vásquez Como el día, los seres humanos, y por consecuencia los poetas, tienen alba y ocaso, mediodía y medianoche. Pero hay poetas plurales en su voz y en su modo de existir y escribir que es una manera de ver la vida y asumirla. En la vida y en la obra de Luis Alfredo Torres se dieron todos los tiempos, desde el presente más luminoso hasta el más oscuro pretérito. Todas las personalidades desde el joven que escribía sus poemas en una habitación de Los Ángeles, California, hasta el desvalido alcohólico que merodeaba desde la luz solar de El Conde hasta los más promiscuos patios de la Benito González o las más oscuras y deprimentes habitaciones del Capitolio. En todas sus instancias fue poeta, y buen poeta, un poco a la manera de Juan Sánchez Lamouth. Son, junto a Ramón Pacay Polanco, los más grandes poetas malditos que ha dado el país en toda su historia sin excluir a Manuel Luna Vázquez ni a Ramón Cifré Navarro. A su regreso de los Estados Unidos su vida material se desarrolló en el barrio, en la calle, en patios y tabernas, en bares y cuarterías. Muy distinta fue su existencia espiritual. Hombre finísimo y respetuoso, poeta de altos vuelos e imágenes dóciles, sorprendentes para construir de esta manera una poesía de confesión y en voz baja como se comunican todos los secretos. Demasiado demonios había en su alma, demasiado sed de eternidad y de ser único y diferente, demasiado ángeles malditos y urticantes que le hicieron renunciar a este mundo para sumergirse en otro no más noble pero mundo imaginado o soñado a la manera del Oscar Wilde de la Balada en la cárcel de Reading, mundo alucinado como el de Rimbaud,Verlaine o Lautrémont, artistas de sólida estirpe que pretendieron transgredir, mediante la trasgresión de la vida misma, la poesía de su tiempo suplantando épocas y estilos. Pero estas vidas jamás han opacado sus obras ni el río de eternidad que corre por sus páginas. Si desmentimos a Salinas (la vida es lo que tú sueñas) este barahonero supo jugar, con versos de una densa sensualidad, lo mismo con la muerte que con los bellos rostros y convirtió el hastío en soledad creadora-soledad terrible pero fértil- y terminó, qué otra cosa podía esperarse, como muchos mortales: atrapado entre la realidad y el deseo, como escribió su admirado Luis Cernuda, el de A un joven marino, en las ' redes indomables de la realidad más que del deseo. ' Atormentado siempre por la belleza de los cuerpos, a la manera de Cernuda o Cavafy, Luis Alfredo Torres ' es un lírico extraordinario que le da a las palabras tonalidades precisas. Agua, espejo, paisaje y color son las cuatro estaciones en que el poeta ha dividido un brumoso poema, Los bellos rostros. Rocas, paredes del mar, / en vosotras están los bellos rostros: / ama dos unos; otros imposibles; /pero están, enterrados o

Page 54: El Hombre Acorralado y Otros Poemas Por Luis Alfredo Torres

MUESTRARIO DE POESÍA 52 – EL HOMBRE ACORRALADO – LUIS ALFREDO TORRES 54

Rostros como un relámpago en la niebla iluminando siempre. Poeta intensamente lírico, transparente, fluido, palabra de aire marítimo petrificado, jamás dudó, jamás se hizo preguntas sin respuesta, sino que afirmó o negó y llegó a condolerse hasta de sí mismo, aunque no de forma irónica, en sus andanzas por suburbios donde la muerte existe a punta de cuchillo y que en lugar del revólver de Concho Primo es el que canta en el cinto. El que ha sido señalado como el más conturbado de todos los románticos dominicanos, afanosamente buscó la muerte con delirio, la destrucción propia y muchos de sus poemas quedaron manuscritos en manos de chulos y prostitutas que apenas podrían descifrar algunas de las vocales, pero que sonreían al poeta, sin maldecirle, con la dádiva para el trago o el compañero furtivo para quien siempre anduvo en procura de desinhibiciones y alucinaciones etílicas. Lupo Hernández Rueda, en su obra sobre la Generación del 48, escribe, refiriéndose a Luis Alfredo Torres que desde sus primeros versos, desde su poesía de adolescente, Torres es el atormentado, el poeta cruzado por la belleza de los cuerpos, deseoso de liberar su amor del drama que es él, y que acrecientan las circunstancias de la vida y del medio en que desenvuelve su existencia. Habla, asimismo, de una lucha interior, desgarradora y le llama hombre atormentado por el deseo. Miembro de una generación desgarrada y desgarrante y de gran calidad artística y humana, la Generación del 48, Luis Alfredo Torres -como Ramón Cifré Navarro o Manuel Valerio- es un poeta que fatigó lo terrible de la vida y que asumió su destino de adversidades y se hundió en el mito para cantar un presente no inventado pero sí poblado de insatisfacciones, de mugre, de la mugre que envuelve el idioma de algunos cuerpos y la mirada de los farsantes. Una mirada a su obra, dispersa en opúsculos de difícil adquisición y en una breve antología publicada por la Biblioteca Nacional, nos muestra al hombre de sonrisa siempre triste desgarrándose, atormentado y titubeante, el que perdió la fe en todo menos en la poesía: existió como el tenebroso, el viudo, el sin consue-lo de Las quimeras de Nerval, el del laúd constelado, príncipe de Aquitania de la torre abolida. Nada superficial, ninguna pose, nada halado por las greñas, ninguna vaga imagen, ninguna palabra gratuita ni artificio verbal en su vida ni en su obra. Es la suya una obra que traduce el tuétano mismo de la angustia, pero no una angustia vallejiana, sino amorosa, tenue, iluminada por su propio padecer. El hombre acorralado, texto breve pero de una transparente densidad, es el mejor testimonio de esta afirmación. Su ámbito, como el de Ámbito y penumbra de la echadora de cartas, de Manuel Rueda, es tibio y húmedo. Debajo de la piel de cada verso y de cada palabra, bajo cada estrofa y cada ritmo, breve o extenso, laten dolores antiguos, soledades y cuerpos que el poeta recuerda a la manera de Cavafy, ansiedades de amor y ansiedades existenciales, derrotas íntimas y silenciosas, parques abandonados donde alguna vez el poeta estuvo desterrado y se sintió no en la mendicidad sino iluminado por sus amores. Su voz va de la experiencia a la quimera, no sin antes pasar por el deseo que como una lengua de mime filoso le atraviesa siempre el alma y desemboca en la fatalidad que fue su destino y que asumió de manera irrevocable y sin resistencias de ningún género. Luis Cernuda igual que Oscar Wilde también lo asumió.

Page 55: El Hombre Acorralado y Otros Poemas Por Luis Alfredo Torres

MUESTRARIO DE POESÍA 52 – EL HOMBRE ACORRALADO – LUIS ALFREDO TORRES 55

Apoyado todo el día en el bastón que fue su mejor testigo y el más consecuente, gafas oscuras y manos siempre húmedas en la acera del Restauran Pacos, devolvía siempre una sonrisa efusiva. Eran los días terribles y bellísimos de los años 70 y se sabía habitante de una ciudad autófaga, inmerso en sus desventuras más allá del hambre y del loco alcohol. Su vida no fue una utopía, fue fiesta de apaga y vámonos. Alba y crepúsculo de una angustia lacerante que él poblaba como un duende, ya en la ciudad colonial, ya en los barrios de la zona norte, ya en sus callejuelas o cuarterías como en Borojol, siempre fiel a su destino fútil, tan fútil que su obra es el más vivo y doloroso reflejo de una vida azarosa y breve. Una nostalgia de juventud recorre la extensión fresca de su poesía, toda su soleada y su llanura, su prado envejecido a destiempo por lo indecible. Su mirada revelaba siempre una esencia, pero se mantuvo incólume al buen gusto por la poesía de factura excelente y la precisión del juicio severo. A él le queda bien aquel traje que Stefan Zweig le puso a Dostoyevski: sólo tocando al fondo verdadero de nuestro ser, en lo que en él haya de humano, nos palparemos unidos a él. Torres entendió la vida como abandono, como pregunta, soledad o purgatorio. Así descendió a unos infiernos desde los que nos extendía una mano débil, sin color, húmeda, temblorosa. Ningún poeta dominicano más lejano de lo telúrico ni tan dentro de la muerte y lo terrible. Tampoco ninguno más dócil, más manso ni sugerente. Eso sí, la suya era una mano que había visto mucho y había palpado poco con la intensidad que vibraba en su espíritu mundano y bonachón, tercio infatigable para la barra, el colmado o la parranda. Todo lo que hay de sombrío en la obra de Luis Alfredo Torres conforma su visión del universo y en él subyace lo que vivió y lo que soñó, el paisaje citadino, el cielo con sus nubes y sus aves y -vaya paradoja- el mismo presente que fue el más propicio de sus tiempos. De su poesía brotan pájaros, noches, atardeceres, bares y bohemias insostenibles que caen como párpados cortados sobre la pureza blanca de la página. Jamás buscó premios ni reconocimientos, nunca el aplauso de los supuestos críticos, no; su soledad contemplativa o de anacoreta era suficiente para un hombre que no se sintió marginado ni excluido sino parte de una multitud que lo miraba siempre no como un gran poeta sino como un paria, un asco, un mendigo, una vergüenza en la llamada República de las letras. Lo mismo sucedió con Oscar Gil Díaz, hombre de juicios agudos como lanzas oxidadas por la razón y el olfato. Los bellos rostros que vio Luis Alfredo Torres son los del recuerdo, los de su amor insatisfecho que diariamente han poblado la calle El Conde -donde tantos talentos se han disuelto-, aquellos que vio y no tocó, aunque los palpó con sus ojos desde la mesa de un bar de mala muerte que petrificó mediante su palabra hechizante y hechizada. Su destino, tan cruel como fértil, le dio el tono limado de su poesía, pero no así lo diáfano de su verso. Lo recuerdo mordido por la realidad. Todos reconocen sus méritos, pero no le perdonan el suplicio, no le perdonan ser como quiso ser ni como fue, aunque todos admiran -por más que lo callen- la sensualidad que, como brasa rediviva o llama quimérica, arde en sus versos cargados de una pasión alucinante-- Habitante asiduo de hondísimos abismos y moradas procaces, jamás esquivó su destino ni se quejó de él, era feliz y celebró lo que tuvo y lo que soñó, lo que no

Page 56: El Hombre Acorralado y Otros Poemas Por Luis Alfredo Torres

MUESTRARIO DE POESÍA 52 – EL HOMBRE ACORRALADO – LUIS ALFREDO TORRES 56

tuvo y lo que de manera negativa gravitó en su obra, aquello que perteneciéndole le fue retenido. El Ana llagada se expresó en esos poemas y de ellos brota pus, lejía, sombra, vómito. Cuando ya sus párpados se han cerrado para siempre y lo cubre la sombra y lo mece el recuerdo y su cuerpo permanece inmóvil y tapiados sus oídos, sin embargo no está mudo ni muerto; ahí está su obra breve pero diáfana. Fatigada su triste vida, falta ahora habitar esa obra que es el espejo de su tragedia y sus deseos inconfesables. Poeta medularmente romántico. Su época, su mundo tormentoso y turbulento como las olas, nómada citadino, no busca en los muladares pero sí en los rincones de la noche la tibieza necesaria. Su tragedia, inextinguible como su poesía, estructuró su vida en pobreza, soledad y privaciones que lo llevaron a la mendicidad. Como a todos los desdeñados y descontentos, El Conde lo acogió y en ese mar su vida sórdida fue una ola inmóvil y su poesía una llama, pero de sombra. No hubo combate entre su vida y su destino. Oscar Wilde, a quien tanto admiraba, siguió un destino parecido, guardando las distancias, en su singular Inglaterra, poblado de infortunios y diatribas a pesar de sus raíces aristocráticas, a pesar del gentthleman, el lord, el burgués recluido en la cárcel de Reading. Aunque doloroso y traumatizante, fértil fue su destino. Luis Alfredo Torres dejó pasar las cosas como se mira un río correr. El enfermo lejano, tan conmovedor como A un joven marino, de Luis Cernuda, es un texto que, muchos años después, continúa en otro texto -El hombre acorralado-, donde el poeta, como el Narciso enfermo, se mira en el espejo no de las aguas sino de la realidad. Su pasión por los rostros, agua o piedra, viento, luna, arrecife, le acompañará por siempre. Pero aquí -a diferencia de su Narciso en medio de las aguas muere porque cae ahogado sobre las mismas aguas donde se contemplaba y si termina un mito empieza otro. En el poema, como en casi toda su obra, todo es desolación, pero tibia desolación en voz aterciopelada, trémula, taciturna, citadino como René del Risco Bermúdez, otro gran solitario. El poeta ha deambulado por los rincones de una ciudad en penumbras en las ásperas noches tras el río despojado de cantos, coronado de luz, la siempre in-édita luz que amó de pronto su velero izado, la de ternura inagotable. El amor se torna admiración y reconocimiento, la amada siempre es fértil y el poeta hace visible lo que nombra y éste, precisamente, crea el postulado de los imaginistas de Pound: piel tuya que era mi lenguaje, a sudor de anís tu muslo olía, las pupi-las de náufragos, tiernos salarios, etc. O estas imágenes: Por qué lloro ante estos muebles a medias solita nos.., Por qué lloro y acaricio la caoba /de que están hechos sus desnudos olores..., bautizo enlutado..., briznas ahogadas, etc. Luis Alfredo Torres buscó su ser en la poesía, ahí buscó su verdad y pretendió, mediante ella, revelar la realidad escondida de las cosas. Su 31 racimos de sangre, publicado poco después del ajusticiamiento del díctador, es un libro revelador y doloroso. Igual que la luz del río entre las piedras, la voz de este poeta marginal y marginado es toda una confesión. Como él, Sánchez Lamouth y Moreno Jiménez tampoco hicieron resistencia al destino. Páramo nocturno / Tocado por el viento furioso de las islas/Atado al navío ligero del suplicio/Chasquido de cumplidas inocencias... Si Canto a Proserpina

Page 57: El Hombre Acorralado y Otros Poemas Por Luis Alfredo Torres

MUESTRARIO DE POESÍA 52 – EL HOMBRE ACORRALADO – LUIS ALFREDO TORRES 57

es la epopeya jubilosa y lamentable de La generación del 48, Los bellos rostros, opúsculo integrado por cuatro textos en los que el poeta alcanza un grado alto de madurez hecha transparencia, asombra por su pulcritud y sus imágenes cargadas de un intenso lirismo. El poeta ha buscado en el agua los bellos rostros, amados unos, otros imposibles, pero en agua de mar y no de río. Sin embargo, después de muchas andanzas y desvaríos, el poeta terminó muriendo en un banco del Hospital Padre Billini, según lo reseñó un diario matutino. Yo sólo he querido evocarlo, no agotar ni fatigar su obra ni su vida, porque aún después de su muerte, este Luis Alfredo Torres sigue fiel a su destino aunque no siempre fértil, a la tragedia que fue su vida y a la que jamás hizo resistencia y, como escribe el propio Hernández Rueda, su romanticismo, por ser hondo, no queda poéticamente en las superficies de las palabras, en el juego retórico, en el retorcimiento del lenguaje, sino que es la vibración de una existencia románticamente fundada en la realidad existencial de un hombre poeta en hechos y en palabra.

Luis Alfredo Torres Por Mateo Morrison

Wilbur Scott, en su libro “Principios de crítica literaria”, incluye el ensayo Religión y literatura de T. S. Eliot: “Desde hace algunos siglos hemos aprobado tácitamente que no hay relación entre la literatura y la teología.

Esto no quiere decir que la literatura –y me refiero de nuevo, principalmente, a obras de imaginación– no haya sido, sea, y probablemente será siempre juzgada según normas morales.

Pero los juicios morales de las obras literarias se realizan tan sólo según el código moral aceptado por cada generación, tanto si ésta vive de acuerdo con ese código como si no”.

Luis Alfredo Torres se acercó durante su estadía en Estados Unidos a la gran poesía norteamericana, ¿Cómo hemos de juzgarlo? Pienso que esencialmente como poeta raigal de nuestra mejor literatura.

Él aceptó vivir la condición de poeta maldito y su vida se enmarcó dentro de la tradición que implantaron los escritores europeos que hicieron del culto a Baco parte vital de su obra literaria.

La Feria del Libro y el sello editorial Ángeles de Fierro nos trajeron a Luis Alfredo Torres a través de la colección Poesía esencial dominicana del siglo XX.

Page 58: El Hombre Acorralado y Otros Poemas Por Luis Alfredo Torres

MUESTRARIO DE POESÍA 52 – EL HOMBRE ACORRALADO – LUIS ALFREDO TORRES 58

Las 53 páginas de este libro iniciado con dos trabajos, uno de Carlos Lebrón Saviñón y otro de Manuel Mora Serrano, contiene los poemas Caída del amor, Elogio de Carlos Gardel, Orgía, Los bellos rostros, El enfermo lejano, Narciso en las aguas y Canto a Proserpina, que da título al libro.

Luis Alfredo asumió el quehacer poético desde los más altos niveles de excelencia y ahí se mantuvo siempre. Quienes lean sus poemas ahora no harán ninguna relación con el escritor que murió en la más absoluta indigencia y soledad, pero cuya obra, si se difundiera en nuestras escuelas, podría llenar de poesía los espacios vitales para que la vida sea más llevadera y la sensibilidad inunde los ríos secados por el utilitarismo.

Aplicar a Luis Alfredo criterios morales cuando a otros se juzga con criterios estéticos es prolongar el olvido con que se han cubierto mucho de nuestros mejores escritores. Penetremos sólo en su mundo lírico orquestado de palabras que adquieran niveles mágicos.

Rocas, paredes del mar, / en vosotras están los bellos rostros: / amados unos; otros imposibles; / pero están, enterrados o vivos, / como un relámpago en la niebla / iluminando siempre.

Page 59: El Hombre Acorralado y Otros Poemas Por Luis Alfredo Torres

MUESTRARIO DE POESÍA 52 – EL HOMBRE ACORRALADO – LUIS ALFREDO TORRES 59

Luis Alfredo Torres / biografía Nació en Barahona el 18 de octubre de 1935. Emparentado con el poeta Bartolomé Olegario Pérez. A los nueve años de edad, le sorprende la muerte de su padre. En su ciudad natal, el poeta termina sus estudios primarios, e inicia los del bachillerato. En esta época publica sus primeros poemas, escritos en versos tradicionales, en el semanario El Momento, editado en Barahona, y que dirigía el periodista Guaroa Vázquez Acosta. El Dr. César Danilo Vélez Sánchez le induce entonces a recurrir al verso libre, recomendándole la lectura de Domingo Moreno limenes, Franklin Mieses Burgos y otros poetas dominicanos contemporáneos.

Se traslada a Nueva York con su madre. En la gran urbe se afianza su vocación poética mediante lecturas diversas. Sufre dolencias de cuidado. Allí recibe, en la Long Island City High School, el título de Bachiller en Letras. Estudia periodismo en el Instituto de Periodismo de Los Ángeles, California, y trabaja en el semanario bilingüe El Despertador Americano, dirigido por el periodista mexicano José Tortado Lameli, donde llega a desempeñar el cargo de ¡efe de Redacción. En 1958 regresa a Santo Domingo y se incorpora a los poetas dominicanos del 48, con los cuales se siente identificado. En 1959, publica Linterna sorda, su primer libro de versos, que merece buena acogida de la crítica. Trabaja en El Caribe, donde tiene, además, a su cargo, una columna fija. Dirige luego el suplemento cultural de La Nación. Años más tarde, es columnista de la revista ¡Ahora! En 1964 dirige, con Alberto Peña Lebrón, Lupo Hernández Rueda y Ramón Cifré Navarro la revista Testimonio, en cuya colección se edita, en 1966, Los días irreverentes. Desde sus primeros versos, Luis Alfredo Torres es el atormentado, el poeta signado por la belleza de los cuerpos, por el drama de su expresión más profunda. El Canto a Proserpina y Los bellos rostros son hermosos testimonios líricos de esa realidad. En la poesía de Torres es visible, a veces, la huella del gran poeta español Luis Cernuda. En Sesiones espirituales, Torres amplía una temática distinta, que apuntaba ya en 31 racimos de sangre. Se trata de una inquietud personal, vinculada a creencias del más allá. Murió en Santo Domingo el1 de mayo de 1992. OBRAS PUBLICADAS: Linterna sorda (1959), 31 racimos de sangre (1962), Los días irreverentes (1966), Alta realidad (1970), Canto a Proserpina (1972), Los bellos rostros (1973), La ciudad cerrada (1974), Sesiones espirituales (1975), El amorque iba y que venía (1976), El enfermo lejano (1977), Oscuro litoral (1980), Antología poética (1985). Tomado de Dos siglos de Literatura Dominicana / Manuel Rueda.

Page 60: El Hombre Acorralado y Otros Poemas Por Luis Alfredo Torres

MUESTRARIO DE POESÍA 52 – EL HOMBRE ACORRALADO – LUIS ALFREDO TORRES 60

Muestrario de Poesía

28. La lengua de las cosas y otros poemas / José Emilio Pacheco 29. La tierra baldía y otros poemas / T.S. Eliot 30. El adivinador de hojas y otros poemas / Odysseas Elytis 31. Las ventajas de aprender y otros poemas / Kenneth Rexroth 32. Nunca de ti, ciudad y otros poemas / Czeslaw Milosz 33. El barco en llamas y otros poemas / Jaroslav Seifert 34. Uno escribe en el viento y otros poemas / Gonzalo Rojas 35. El animal que llora y otros poemas / Antonio Gamoneda 36. Los andamios del mundo y otros poemas / Ledo Ivo 37. Dominican Style y otros poemas / Alexis Gómez Rosa 38. Poesía francesa actual / Muestra de 40 autores 39. Número equivocado y otros poemas / Wislawa Szymborska 40. Desde la república de la conciencia y otros poemas / Seamus Heaney 41. La tierra giró para acercarnos y otros poemas / Eugenio Montejo 42. Secreto de familia y otros poemas / Blanca Varela 43. Tal vez no era pensar y otros poemas / Idea Vilariño 44. Bajo la alta luz inmerso y otros poemas / Mariano Brull 45. Las ocupaciones nocturnas / Jorge Enrique Adoum 46. La gruta de las palabras y otros poemas / Vladimir Holan 47. La vida nada más, la sola vida y otros poemas / Gastón Baquero 48. El futuro empezó ayer / Luis Cardoza y Aragón 49. Los errores necesarios y otros poemas / Joaquín Giannuzzi 50. Jardín de Piedra / Fernando Ruiz Granados 51. Hablar desde La inseguridad / Rafael Cadenas 52. El hombre acorralado y otros poemas / Luis Alfredo Torres

1. La eternidad y un día y otros poemas / Roberto Sosa 2. El verbo nos ampare y otros poemas / Hugo Lindo 3. Canto de guerra de las cosas y otros poemas / Joaquín Pasos 4. Habitante del milagro y otros poemas / Eduardo Carranza 5. Propiedad del recuerdo y otros poemas / Franklin Mieses Burgos 6. Poesía vertical (selección) / Roberto Juarroz 7. Para vivir mañana y otros poemas / Washington Delgado. 8. Haikus / Matsuo Basho 9. La última tarde en esta tierra y otros poemas / Mahmud Darwish 10. Elegía sin nombre y otros poemas / Emilio Ballagas 11. Carta del exiliado y otros poemas / Ezra Pound 12. Unidos por las manos y otros poemas / Carlos Drummond de Andrade 13. Oda a nadie y otros poemas / Hans Magnus Enzersberger 14. Entender el rugido del tigre / Aimé Césaire 15. Poesía árabe / Antología de 16 poetas árabes contemporáneos 16. Voy a nombrar las cosas y otros poemas / Eliseo Diego 17. Muero de sed ante la fuente y otros poemas / Tom Raworth 18. Estoy de pie en un sueño y otros poemas / Ana Istarú 19. Señal de identidad y otros poemas / Norberto James Rawlings 20. Puedo sentirla viniendo de lejos / Derek Walcott 21. Epístola a los poetas que vendrán / Manuel Scorza 22. Antología de Spoon River / Edgar Lee Masters 23. Beso para la Mujer de Lot y otros poemas / Carlos Martínez Rivas 24. Antología esencial / Joseph Brodsky 25. El hombre al margen y otros poemas / Heberto Padilla 26. Réquiem y otros poemas / Ana Ajmátova 27. La novia mecánica y otros poemas / Jerome Rothenberg

Page 61: El Hombre Acorralado y Otros Poemas Por Luis Alfredo Torres

MUESTRARIO DE POESÍA 52 – EL HOMBRE ACORRALADO – LUIS ALFREDO TORRES 61

Colección

Muestrario de

Poesía 2009

Page 62: El Hombre Acorralado y Otros Poemas Por Luis Alfredo Torres

MUESTRARIO DE POESÍA 52 – EL HOMBRE ACORRALADO – LUIS ALFREDO TORRES 62