el gran capitalismo

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Adrián Espinosa Samuel González Cristian Segovia Álvaro Redondo Alejandro Hincapié

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Adrián EspinosaSamuel GonzálezCristian SegoviaÁlvaro RedondoAlejandro Hincapié

Fuera de Gran Bretaña, la industrialización fue llegando progresivamente, e instaurándose con diferente ritmo, sobre todo en Europa Occidental, EE. UU., y Japón. De esto hablaremos más adelante.

A partir del periodo 1850-1870, irían dándose factores determinados, diferentes a los que posibilitaron la Revolución industrial inglesa, que permitieron un nuevo impulso en los avances científicos y técnicos. Así, desde 1870 a 1914, podemos hablar de una “segunda revolución industrial”, en la que países como Alemania o EE. UU., tuvieron un crecimiento económico muy rápido, que les llevó a alcanzar e incluso superar a la pionera Gran Bretaña.

Esta segunda etapa de la industrialización configuraría un nuevo sistema económico conocido como el gran capitalismo, diferente del liberalismo británico.Sus señas de identidad fueron la aparición de nuevas tecnologías y ramas industriales, el desarrollo del sector servicios, el intervencionismo estatal y las transformaciones en la financiación y gestión de las empresas.

Nuevas tecnologías y ramas industriales

El carbón, la siderurgia y el algodón parecieron perder protagonismo como motores del crecimiento industrial frente a las enormes empresas y los nuevos métodos de producción con nuevas fuentes de energía (petróleo y electricidad), innovaciones en el transporte (automóviles, aviones) y en otros sectores de producción (industria química, telecomunicaciones, siderúrgica (acero, aluminio,…)).

La máquina de vapor y el carbón fueron sustituidas por la electricidad y el petróleo.

La electricidad era muy limpia y manejable y su uso se difundió con rapidez, aumentando la productividad de las empresas. Se aplicó además a algunos de los más significativos inventos de la época: teléfono, telégrafo, radio, tranvía, metro, bombilla, etc.

El petróleo comenzó a usarse en 1859 para la iluminación, pero pronto se ampliaría su uso, siendo especialmente significativo a partir de la aparición del motor de combustión y los automóviles.

Desarrollo del sector servicios.

Comenzó en ésta época el crecimiento sostenido del sector servicios o terciario. En toda Europa aumentarían los puestos de trabajo en oficinas (máquina Remington), tiendas, bancos o compañías de seguros.

A finales del siglo XIX comenzaron a surgir nuevas actividades profesionales como las ventas y la publicidad. De resultas de esto aparecieron los grandes almacenes, la posibilidad de adquirir bienes y pagarlos a plazos o la venta por correo. Los EE. UU. se colocaron a la cabeza de estas actividades.

También se profesionalizaron y crecieron la administración pública y la enseñanza, dándose además una importante consecuencia social: la incorporación, si bien aún lenta, de la mujer al mundo laboral.

Intervención del Estado.

Si el liberalismo clásico proponía la no intervención del Estado en asuntos económicos de los particulares, fuera de Gran Bretaña, los gobiernos no renunciaron a participar en el progreso. Así, a partir de 1875, se había generalizado la intervención de los Estados en la industrialización, puesto que en muchos países no existía una burguesía comercial inversora fuerte como la inglesa. Los gobiernos la sustituyeron, llevando a cabo diferentes medidas:

-Promoción del ferrocarril.

-Crear la adecuada legislación: políticas económicas proteccionistas – aranceles y aduanas.

-Fomento de la concentración de empresas.

En los inicios, la revolución en Gran Bretaña se desarrolló gracias al impulso de empresarios que reinvertían una parte importante de sus beneficios en sus negocios, muchas veces familiares.

Cuando fueron necesarias inversiones mayores se recurría a la intervención estatal, la banca, la formación de sociedades anónimas y posteriormente la concentración de empresas. Esto fue más habitual en el continente europeo y en los EE. UU.

El desarrollo de la banca posibilitó que los empresarios pudieran optar a préstamos para desarrollar sus industrias.

Otras veces, las empresas se convertían en sociedades anónimas por acciones, es decir, emitían títulos o acciones, que los inversionistas podían comprar para financiar a la empresa a cambio de una parte de los beneficios o dividendos que esta tuviera.

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Mediante la concentración empresarial, fueron apareciendo verdaderos gigantes empresariales que acabarían controlando los mercados e imponiendo los precios.

La concentración empresarial puede ser horizontal, organizada por empresas que trabajan en un mismo ramo productivo, o vertical, agrupando a sociedades que ejercen actividades complementarias.

Transformaciones en la gestión de las empresas.

Estas ya grandes empresas de las que hablamos, pasarían de ser gestionadas por una familia o pequeña asociación, a manos de gestores, ingenieros o ejecutivos profesionales que, a partir de 1880, impondrían nuevas formas de organizar la producción. Se pretendía que los trabajadores desempeñasen una serie de tareas simples y que el tiempo fuera aprovechado al máximo.

Frederick W. Taylor diseñó en EE. UU. un sistema de trabajo denominado taylorismo, destinado a aumentar el rendimiento laboral. Se trató de la cadena de montaje con transportador, mecanismo que evitaba los tiempos muertos provocados por los desplazamientos de los trabajadores.

Henry Ford, aplicó la cadena de montaje de Taylor a la industria automovilística, sistema que se denominó Fordismo.

Se creía que estas formas de gestionar el trabajo eran las más adecuadas para lograr una mayor producción y poder atender el creciente consumo de masas, elaborar productos estándar y emplear una mano de obra poco cualificada.

Cambios de mentalidad e ideológicos.

Cómo ya hemos visto en este tema, el liberalismo económico que había impulsado la industrialización de Gran Bretaña, dejaría paso en Europa, EE. UU., y Japón, a la intervención en la economía de los Estados. Ésta práctica puede ser llamada también nacionalismo económico. Consistió en llevar a cabo políticas económicas muy agresivas con la competencia exterior (recordar las medidas proteccionistas), fomentadas y respaldadas por el Estado, para asegurar los mercados y reservarse las materias primas.