el gobernador faustino ruiz gonzÁlez
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EL GOBERNADOR FAUSTINO RUIZ GONZÁLEZ Y EL NACIONALISMO EN GUINEA ECUATORIAL DONATO NDONGO-BIDYOGO Seminario Internacional “Actores Coloniales españoles y Espacios Africanos SS. XIX-XX * Universidad de Alcalá, 2-3 Diciembre 2010 Acabada la II Guerra Mundial en agosto de 1945, se vivía en todo
el mundo una efervescencia de las ideas de libertad. Las colonias
europeas en África –que habían participado activamente en la
contienda contra el totalitarismo- no quedaron al margen de la
corriente liberalizadora. Los movimientos anticolonialistas se
vieron reforzados, además, por dos hechos decisivos: la
constitución formal de la Organización de las Naciones Unidas
(ONU) en octubre de 1945, que contaba con un Comité de
Descolonización –conocido como el “Comité de los Veinticuatro-
y la promulgación de la Declaración Universal de los Derechos
del Hombre, el 10 de diciembre de 1948, que consagró principios
como el de la libertad inalienable de todo ser humano y el derecho
de todos los pueblos a la autodeterminación.
Como es lógico, el auge del nacionalismo en toda África, y, sobre
todo, en el África central, se contagió a los entonces llamados
Territorios Españoles del Golfo de Guinea, compuestos por las
islas de Fernando Poo y Annobón, y la Guinea Continental o Río
Muni. Estas colonias estaban aisladas del resto, por su
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peculiaridad lingüística y la naturaleza del régimen político de la
metrópoli, pero, a pesar de todos los intentos, España no pudo
impermeabilizarlas de estos efectos, por varias razones: primera,
el trazado de los límites con los vecinos territorios franceses, 45
años antes, no había aislado a las poblaciones respectivas de la
parte continental, pues las mismas etnias habitaban en ambos
lados, por lo que el contacto seguía siendo fluido entre familiares
y amigos separados por límites artificiales; segunda: en la isla de
Fernando Poo, el continuo flujo de trabajadores y comerciantes
nigerianos, imprescindibles para la agricultura colonial, actuaba
de corriente transmisora de las nuevas ideas; y tercera, las
emisiones radiofónicas de Nigeria, Camerún y Gabón se percibían
perfectamente en los territorios controlados por España,
facilitadas por la proximidad, y, sobre todo, por los idiomas
nativos comunes y el “pidgin”, verdadera “lengua franca” en todo
el golfo de Guinea.
Pero en los territorios coloniales españoles se vivía una situación
particular, que los hacía diferentes a las colonias francesas e
inglesas del entorno. La metrópoli estaba gobernada por una
dictadura fascista, dura y terriblemente represora, consecuencia de
la victoria del general Francisco Franco Bahamonde en la guerra
civil que asoló España entre 1936 y 1939. Y anotemos que, desde
el inicio de la II Guerra Mundial en 1939, el régimen español –
proclive a Hitler y Mussolini a pesar de su neutralidad oficial-
sufría un aislamiento político y, sobre todo, un embargo
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económico, que se acentuarían tras la victoria de los aliados. Esas
circunstancias impedían la recuperación y el desarrollo de la
economía española, donde, hasta ya adentrada la década de los 50,
se carecía de todo, e incluso la alimentación estaba racionada.
España necesitaba todo tipo de materias primas, y sus colonias
africanas podían suministrarle algunas. Se revalorizaron así
aquellos territorios, mediante la incentivación de la emigración
hacia la colonia, con la finalidad de incrementar la producción de
cacao, café, aceite de palma, yuca y otros productos
imprescindibles, y la explotación de la madera; como meros
ejemplos, el aceite de palma guineano sirvió para fabricar jabón,
la harina de yuca fue importante en la alimentación de la España
de la postguerra, y los ferrocarriles españoles quizá sigan rodando
sobre rieles sujetos a traviesas de madera de Río Muni. La
primera consecuencia de esa política fue la enajenación de tierras
a favor de los colonos, en perjuicio de los nativos. De manera que
a los tradicionales agravios de toda colonización –ausencia de
libertad, discriminación racial, sobreexplotación de personas y
bienes, desprecio de las culturas autóctonas-, el nacionalismo
guineano encontró en las expropiaciones forzosas consagradas por
la conocida como “Ley de terrenos”, de 4 de mayo de 1948, el
argumento básico e inmediato para articular la reivindicación de
la soberanía1.
1 Para no repetir datos de sobra conocidos, remito a mis libros Historia y tragedia de Guinea Ecuatorial, Edit. Cambio 16, Madrid, 1977; y España en Guinea (con Mariano de Castro), Ediciones Sequitur, Madrid, 1998.
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Son diversas las versiones sobre la primera manifestación pública
del nacionalismo anticolonial, aunque coinciden en lo esencial: se
produjo en Micomeseng, en febrero de 1948, durante la primera
visita oficial de Luis Carrero Blanco, entonces Subsecretario de la
Presidencia del Gobierno, de la que dependía la Dirección
General de Marruecos y Colonias. Según Francisco Ela Abeme,
los hechos se desarrollaron cuando un grupo de jefes de tribu y
otros notables, encabezados por Carmelo Nguema Ndong Asumu,
e integrado por Eko Edu Mengue, Esono Ngui, Abeso Motogo,
Alogo Nvono, José Meñana y otros, entregó en mano un
manifiesto a Carrero, en presencia del gobernador Juan María
Bonelli Rubio y del director general de Marruecos y Colonias,
general José Díez de Villegas. En resumen, el documento,
redactado por Felipe Aseko, Marcos Nze y Marcelo Asistencia
Ndong Mba, denunciaba los excesos del colonialismo y pedía una
mejora del trato que se daba a los nativos2, sin cuestionar
directamente la situación colonial. Celestino Okenve, sin
embargo, señala que el documento fue una “carta” en demanda de
la independencia, y habría sido entregada durante una
concentración de notables y jefes tradicionales de los distritos
más orientales (Ebebiyín, Mongomo, Micomeseng, Añisok y
2 Ela Abeme, Francisco: Guinea, los últimos años; Centro de la Cultura Popular Canaria, Santa Cruz de Tenerife, 1983; ver también Ndongo-Bidyogo, Donato: obs. cits.; “Una merienda de blancos (Descolonización de Guinea Ecuatorial 1936-1968)”, en “Historia 16”, Madrid, núm. Extra, “España en África”, abril 1979, y “España y Guinea (1958-1968”, en “Historia Universal, s/f. Los datos contenidos en estos trabajos proceden de diversas entrevistas realizadas a personalidades del nacionalismo histórico, como Elías Maho Sicachá, Esteban Nsue Ngomo, Justino Mba Nsue y Andrés Moisés Mba Ada.
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Nsok-Esabecang), convocados por el capitán Basilio Sáez, jefe de
la guardia colonial en Micomeseng, para recibir a los visitantes
españoles, encabezados por Enrique Ruiz Gallarza, ministro del
Aire. Inspirada y redactada por Marcelo Asistencia Ndong Mba,
con intervención de Enrique Nvo, se encargó a Moisés Mba
Nsono –padre del después candidato presidencial y destacado
opositor Andrés Moisés Mba Ada-, “muy amigo de los blancos”,
que la entregara a las autoridades españolas; pero éste no se
atrevió, y la puso en manos de su amigo el capitán Francisco
Pérez Vázquez, delegado gubernativo y jefe de la guardia colonial
de Ebebiyín, quien, tras leerla, la guardó en el bolsillo. En la sala
del tribunal indígena de Micomeseng, la delegación española se
reunió con los representantes guineanos, para transmitirles los
saludos de Franco. Al concederles la palabra, el jefe Carmelo
Nguema levantó la mano e hizo entrega de una copia del escrito.
Marcelo Asistencia Ndong Mba fue represaliado con la venta de
todas sus propiedades –incluida su mujer- y confinado en la isla
de Annobón durante muchos años3. Además de Ndong Mba, otros
integrantes del grupo fueron también detenidos, torturados y
confinados en Annobón durante una década; alguno logró
evadirse y refugiarse en Gabón, integrándose en las filas del
nacionalismo.
3 Testimonio de Celestino Okenve a Xavier Lacosta: “Cronología de Guinea Ecuatorial: de la pre-independencia (1948) al juicio de Macías (1979)”, en Internet. Conviene precisar que el ministro del Aire en la época era el general y aviador Eduardo González-Gallarza.
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El resultado de esta acción fue la destitución del gobernador
Bonelli Rubio. Se daba la circunstancia de que Bonelli, nombrado
en 1943, tenía malas relaciones con el estamento colonial; entre
otras razones, por haber propiciado una tímida apertura en el
sistema de enseñanza, al modificar el curriculo de la Escuela
Superior en la que se formaban los maestros auxiliares y los
auxiliares administrativos indígenas. La gran mayoría de los
colonos, muy conservadores -encabezados por monseñor Leoncio
Fernández Galilea, vicario apostólico-, le acusaban, junto a su
inspector de Enseñanza, Heriberto Ramón Álvarez García, de
mejorar la educación de los negros con la finalidad de subvertir el
orden colonial y prepararles para que pudiesen reclamar la
independencia.
Con este telón de fondo, en febrero de 1949 llegó a Santa Isabel
de Fernando Poo el nuevo gobernador general, Faustino Ruiz
González, marino como la inmensa mayoría de sus predecesores y
sucesores. Resultan, pues, claros los objetivos de la sustitución:
incrementar la producción económica de la colonia, acentuar la
“españolización” de aquellos territorios y cortar de raíz los brotes
nacionalistas. En este estudio, dejaremos aparte el análisis de la
historia económica y de la historia social, para centrarnos en la
historia política de aquel período.
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Por razones fácilmente comprensibles –la tradición oral como
único testimonio documental, y la obligada clandestinidad de las
actuaciones conspirativas- no resulta fácil establecer las fechas
exactas del nacimiento de las fuerzas políticas guineanas. Algunas
fuentes aseguran que, hacia 1947 o 1948, surgió la “Cruzada
Nacional de Liberación de Guinea Ecuatorial”, liderada por
Acacio Mañe Ela, un próspero agricultor originario de la zona de
Monte Bata, del que no recelaban los colonos ser “emancipado
pleno” y miembro del Patronato de Indígenas, por lo cual podía
moverse con libertad dentro del territorio colonial sin necesidad
de pedir el salvoconducto preceptivo. Otras4 afirman que se creó
tras las detenciones masivas producidas en noviembre de 1959. Es
todo un síntoma el nombre escogido para esta primera agrupación
nacionalista articulada, que recuerda con fidelidad las ideas de
“cruzada” y “liberación”, omnipresentes en la retórica del
régimen de Franco, que denominó así a la guerra civil que libró
contra la República. Meñe desarrolló en la época una vasta y
profunda actividad de proselitismo hacia sus ideas pro-
independentistas, realizada sobre todo entre los “evolucionados”:
las capas sociales más cultas o prósperas, y personalidades con
influencia social, como maestros auxiliares, administrativos,
agricultores y catequistas. Algunos de sus partidarios más
conocidos fueron el bubi Marcos Ropo Uri, y los fang Enrique
Nvo y Francisco Ondo Micha, un prestigioso catequista que
4 Justino Mba Nsue en la VII sesión de la Comisión Política de la Conferencia Constitucional, Madrid, 10 de noviembre de 1967. Actas de la Conferencia Constitucional, inéditas.
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ejercía en la emblemática misión de Nkue-Efulan. Más que un
partido político, la “Cruzada” puede definirse como un
movimiento social y político contestatario que aglutinó a muchos
guineanos de todas las tendencias ideológicas y de todas las
procedencias étnicas, unidos por el afán de concienciar al pueblo
sobre los abusos del colonialismo y exigir la soberanía. Sin
embargo, y pese a la coincidencia de fechas y objetivos, aún no ha
sido posible establecer un nexo entre la “Cruzada” y el manifiesto
de Micomeseng; pero el hilo de los acontecimientos permite
extraer la conclusión de que a finales de los años 40 existía una
conciencia anticolonial clara y generalizada en Guinea Ecuatorial,
que podía manifestarse mediante acciones articuladas o
espontáneas.
Lo corrobora asimismo la conversación que mantuvo Ruiz
González con el rey Uganda, durante su reunión con los notables
ndowés en 1950 (considerada por algunos “cumbre Hispano-
Ndowé). Según cuenta Enénge A´Bodjedi, el gobernador español
manifestó que “España está dispuesta a otorgar la independencia a
su gente benga, así como a los otros playeros de la zona entre el
río Campo y el río Muni, pero no a los salvajes pamues de la
selva”. Uganda replicó en los siguientes términos: “Fueron
vuestros antepasados blancos quienes llegaron hasta la tierra
ancestral de mis antepasados negros y les llamaron paganos
despiadados y caníbales carentes de compasión con sus
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semejantes. Los misioneros norteamericanos nos enseñaron, hace
cien años, que deberíamos amar a nuestros vecinos tal como nos
queremos a nosotros. ¿Cómo podríamos los ndowé aceptar la
independencia de España mientras nuestros hermanos y hermanas
panghwe (fang) del interior permanecieran colonizados y
oprimidos por vuestra gente? Yo no quiero que ningún apartheid
divida a los ndowe y a los panghwe de la Guinea Española”. El
gobernador contestó: “Bueno… Si quiere que los pamues reciban
su independencia al mismo tiempo que sus playeros, entonces está
bien. Pero, aunque el mono se vista de seda, mono se queda.
Usted y sus playeros verán cómo los salvajes pamues destruirán
este próspero país. Sus hermanos pamues del bosque maltratarán
a su pueblo playero peor que lo que hizo cualquier blanco.
Cuando esos salvajes y caníbales pamues de las junglas del río
Muni empiecen a matar y a canibalizar a su gente, sus
maravillosos presbiterianos racistas blancos, amantes de Jesús y
temerosos de Dios, y el mismo gobierno de los Estados Unidos,
no harán nada para detener el genocidio”5.
Por la misma época, los seminaristas de Banapá –único centro
que proporcionaba una enseñanza más o menos homologable a la
española peninsular- empezaron a expresar su descontento por su
situación. Varios eran los ejes de sus reivindicaciones: la falta de
5 Enénge A´Bodjedi: Cuentos Ndowe I, Ndowe Internacional Press, Nueva Cork, 2003, págs. 205-207. Cf. “Los pastores presbiterianos ndowe”, en “Oráfrica, revista de oralidad africana”, nº 4, abril de 2008, pág. 73-100.
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promoción –que ellos vivían como discriminatoria-, ya que los
misioneros claretianos, rectores del Seminario, retrasaban cuanto
podían su traslado a España o a Roma para proseguir sus estudios
de Teología y acceder al sacerdocio; se les tenía prohibido todo
contacto con sus familiares, por lo que sus vacaciones escolares
transcurrían en el mismo lugar donde estudiaban; los trabajos que
les obligaban a realizar en las fincas adjudicadas a los misioneros;
la mala calidad de la comida, y, por último, la actitud poco
respetuosa de sus educadores, que les vejaban de continuo con
insultos y menosprecio a su raza y a sus culturas autóctonas. El
conflicto estalló septiembre de 1951, cuando los seminaristas se
declararon en huelga, considerada una revuelta por los padres
Nicolás Preboste y Antonio Gil Guedán, responsables del
Seminario, quienes, muy alarmados, llamaron al obispo
Fernández Galilea, y éste al gobernador Ruiz González. El jefe de
policía de Santa Isabel, Jaime Ramírez Togores, al frente de un
numeroso grupo de fuerzas de la Guardia Colonial y efectivos
policiales, se aprestó a reprimir la “sublevación”; pero no
contaban con la firmeza y determinación de los estudiantes, que
se manifestaban contra “las injusticias” y por unanimidad habían
decidido “luchar por las libertades de la institución y del país”6.
Fueron detenidos los tres cabecillas: Atanasio Ndong Miyón,
Enrique Gori Molubela y Rafael Dámaso Sima, así como sus 6 El profesor Eugenio Nkogo Ondo fue testigo de los acontecimientos. Ver su ponencia “La Guinea Ecuatorial: Reminiscencia histórica. Experiencia de las luces y de las sombras de un proyecto político”, en “International Conference: Between Three Continents: Rethinking Equatorial Guinea on the Fortieth Anniversary of its Independence from Spain”. Hofstra University, Nueva York, 2-4 abril 2009.
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seguidores más destacados: Francisco Obiang Ebaná, Celestino
Nnang Mico, Clemente Mpenda Diván, José Esono, Alberto
Ndong, Eugenio Eteo, Edmundo Tale, Joaquín Ndong y Vicente
Castellón Ntayo7. Como puede verse, en el grupo se hallaban
compañeros de todos los grupos étnicos, que actuaron de
consuno. Fue un espectáculo insólito para los habitantes de Santa
Isabel ver encerrados en los calabozos de la Comisaría de Policía
a tanto ensotanado, ya que, en la época, los seminaristas vestían
como los sacerdotes, aunque su sotana era negra y blanca la de los
presbíteros ordenados. Al ser liberados, se expulsó a todos los
considerados cabecillas y a algunos de sus seguidores. Rafael
Dámaso Sima regresó a su pueblo, en el distrito de Kogo; Enrique
Gori se trasladaría después a España para estudiar Derecho,
mientras Atanasio Ndong Miyón y Joaquín Ndong se exiliaron en
Libreville (Gabón). Tras infructuosas gestiones para ser admitidos
en el seminario local, Joaquín Ndong entró a trabajar en una
empresa francesa, y Atanasio Ndong se enroló en el Ejército
colonial francés. Ambos realizaban frecuentes incursiones
clandestinas a la parte continental de Guinea Ecuatorial, para
reunirse con activistas y militantes de la “Cruzada”. En 1954, a
7 Todos los “seguidores”, excepto los dos últimos, alcanzaron el sacerdocio y ejercieron en Guinea. Enrique Gori Molubela sería después presidente de la Diputación de Fernando Poo, presidente de turno de la Asamblea en el Régimen Autónomo, y durante la Conferencia Constitucional se revelaría como uno de los referentes más sólidos del separatismo bubi. Juzgado arbitrariamente en diciembrede1969 por la intentona golpista de Atanasio Ndong de marzo anterior, y condenado a 25 años de prisión, fue asesinado en la cárcel en 1972. Vicente Castellón Ntayo fue destacado dirigente de la Unión Annobonesa, partido de corte tribal fundado durante el Régimen Autónomo. Participó en la Conferencia Constitucional. Uno de los pocos supervivientes a la tiranía de Macías, ocupó cargos menores con éste y en la primera etapa de Teodoro Obiang. El P. José Esono fue asesinado en la cárcel de Black Beach en 1976.
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propuesta de Atanasio Ndong, la “Cruzada” tomó el nombre de
Movimiento Nacional de Liberación de Guinea Ecuatorial
(MONALIGE), del que fue elegido secretario general. Enseguida
contó con las simpatías de los nacionalistas gaboneses y la
protección de su dirigente más emblemático, León Mba, que
llegaría a ser el primer presidente de Gabón tras su independencia,
en agosto de 1960. De manera que una sencilla y nada grave
cuestión disciplinaria en un centro educativo se convirtió en un
problema político, debido a la cerrazón de unas autoridades
coloniales incapaces de dialogar, encabezadas por el gobernador
Faustino Ruiz González, sólo dispuesto a emplear métodos
represivos.
El MONALIGE, bajo la dirección de Ndong Miyon, se reveló
como un partido abierto y dinámico: expandió y consolidó las
ideas soberanistas entre la población a través de incursiones cada
vez más audaces, gracias a la permeabilidad de la frontera y al
apoyo que recibían de los gaboneses. Dentro de Guinea, se
sucedían las reuniones clandestinas en los poblados; cuando
llegaban los destacamentos de la guardia colonial para reprimirlas
y apresar a los independentistas, éstos se habían esfumado en la
selva, protegidos por los aldeanos. Las órdenes del Gobierno
General eran entonces amedrentar a la población deteniendo a los
jefes tradicionales de la localidad, a los familiares de los exiliados
y a cualquier sospechoso de connivencia con ellos, que eran
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multados, encarcelados o condenados a trabajos forzados. Con
esos métodos, las autoridades coloniales sólo conseguían
legitimar las ideas anticolonialistas y engrosar las filas
nacionalistas. Algunos suboficiales guineanos, o simples soldados
rasos de la Guardia Colonial, protegieron a personas a las que
habían ido a detener, o se pasaron directamente al bando
anticolonialista; tal es el caso del sargento Jesús Eworo, que
llegaría a ser ministro en el primer gobierno independiente. No se
conoce con exactitud el número de guineanos refugiados en las
colonias vecinas de Camerún y Gabón entre 1950 y 1964, cuando
entra en vigor el Régimen Autónomo; en cualquier caso, llegaría a
ser muy numeroso: entre 2.500 y 10.000 personas (según las
fuentes), sobre una población que entonces no alcanzaba los
250.000 habitantes8.
Una de las consecuencias de las dos dictaduras que ha padecido y
padece Guinea Ecuatorial desde su independencia es la trágica
desaparición de los protagonistas de su Historia, sin que hayan
podido transmitir sus vivencias, acciones y recuerdos a las
generaciones posteriores. Los que no han sido devorados por la
vorágine sanguinaria del “nguemismo” tampoco han tenido la
oportunidad de hablar para la posteridad. Recuerdo, durante mi
década ominosa en Malabo, que se amedrentaba a las personas
8 La población total (europeos y africanos y todos los grupos étnicos) evoluciona de los 171.381 habitantes censados en 1942 a los 245.989 de 1962. Ver diversas estadísticas publicadas por el Instituto de Estudios Africanos (IDEA), Dirección General de Marruecos y Colonias –después Dirección General de Plazas y Provincias Africanas-, Presidencia del Gobierno.
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con las que pretendía realizar trabajos de campo para recuperar
nuestra Historia, como Luis Maho Sicachá y su hermano Elías,
Marcelo Asistencia Ndong Mba, y otros que no nombro porque
aún siguen viviendo lánguidamente en Guinea Ecuatorial. Por ello
resulta muy ardua la labor del historiador, al estar desprovisto de
fuentes, orales y escritas, debido al celo desculturizador de las
autoridades que sufrimos desde hace 42 años. Es, pues, difícil
contrastar la información que poseemos de una sola fuente, y ser
riguroso a la hora de ofrecer los datos fundamentales de nuestro
devenir histórico. Por eso siempre me limito a dar con cautela los
frutos de mis investigaciones en fuentes guineanas, las únicas
posibles según de qué temas se trate.
Aprovechando su conocimiento de la situación internacional
debido a su estrecha relación con los independentistas de los
países vecinos –desde su exilio gabonés, y después de su traslado
a Camerún, luego a Argelia- Atanasio Ndong, en nombre del
MONALIGE, presenta una dura batalla contra España en los
foros internacionales. El 24 de febrero de 1956, con el fin de
tramitar adecuadamente la solicitud de entrada de España, el
secretario general de Naciones Unidas envió a Madrid un
memorando en el que se le preguntaba al Gobierno de Franco si
tenía colonias o territorios dependientes. España declaró no tener
territorios que no se gobernasen por sí mismos, ya que acababa de
devolver a sus legítimos dueños el Protectorado de Marruecos, y
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el resto de sus posesiones africanas no podían considerarse
territorios coloniales, sino “provincias” en las que sus naturales
gozaban de los mismos derechos que el resto de los españoles.
Así se enteraron los guineanos de que eran “iguales que los
españoles”. Pero la creación de la “Región Ecuatorial” tardaría
más de dos años en convertirse en una realidad, ya que hasta el
decreto del 10 de agosto de 1958 no se oficializa la
“provincialización”. Mientras los nacionalistas denunciaban esas
falacias en los organismos internacionales, el colonialismo
empezó a dividirlos, consciente de que las reivindicaciones
soberanistas estaban siendo tomadas en serio por la comunidad
internacional y la independencia podía ser posible, como en el
resto de África.
Dos fueron los métodos más eficaces: presentar al país no como
una unidad, sino como una frágil amalgama de tribus antagónicas,
unas más pobres y “salvajes” y otras más “civilizadas” y ricas,
cuya coexistencia sólo podía garantizar España; el objetivo era
azuzar como fuera unos recelos y rivalidades inexistentes hasta
entonces; la otra estrategia fue la introducción de factores
ideológicos en unas formaciones políticas cuya razón de ser era
casi exclusivamente la liberación del país de la opresión
extranjera, sin que hubiesen formulaciones teóricas ni
programáticas consistentes que sustentasen políticamente tal
aspiración. Esa endeblez ideológica –que al final resultó una de
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las causas de la posterior tragedia que aún sufre el país- fue
aprovechada por la propaganda colonial para infundir en algunas
mentes la idea de que los partidarios del MONALIGE, con su
secretario general al frente, eran unos “peligrosos comunistas”. La
extrema derecha en el poder –en España y, obviamente, en la
colonia- empezó a agitar el fantasma de sus propios miedos para
asustar a una población que en realidad nada sabía de tales cosas
–o estaba influida por dos décadas de adoctrinamiento fascista-,
con la finalidad de generar desconfianza hacia los líderes y, en
definitiva, impedir o dificultar la independencia. Se logró imbuir
en ciertas mentes el espíritu cainista y “guerracivilista” que había
llevado al desastre a la propia metrópoli9.
Al fomentar la rivalidad étnica, el gobierno general regido por
Faustino Ruiz González creó las bases de la inestabilidad
permanente que minaría la política guineana, evidenciada durante
la Conferencia Constitucional, cuyas secuelas permanecen aún
hoy. Las pruebas más claras son la creación en 1960 de dos
provincias, cuando el decreto del 10 de enero de 1958 aludía a
una “provincia ecuatorial”; y, a partir de entonces, la proliferación
de una serie de “partiditos” –en la terminología de la época- de
base tribal, en una maniobra copiada de la experiencia belga, una
de las peores del proceso descolonizador africano, con la que se
9 En efecto, se logró una escisión del MONALIGE por la derecha, pues Bonifacio Ondo Edu fundó en Libreville la conservadora Unión Popular de Liberación de Guinea Ecuatorial (UPLGE), que, cooptada por el colonialismo, se convertiría en Movimiento de Unión Nacional de Guinea Ecuatorial (MUNGE), partido con el que conseguiría “gobernar” durante el Régimen Autónomo.
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ahogó al nacionalismo integrador representado por Patrice
Lumumba y se impidió –hasta hoy- la cristalización de una
nación estable en la República Democrática de Congo.
Otra prueba de nuestro argumento es la creación de Idea Popular
de Guinea Ecuatorial (IPGE), el otro grupo político que más
contribuyó a lograr la independencia de Guinea Ecuatorial,
surgido asimismo de una escisión por la izquierda del
MONALIGE. Aunque parece haber sido fundado “dentro del país
en los años 1949-1950”10, fue constituido formalmente en 1959
por exiliados guineanos en Camerún, y su comisión ejecutiva es
claramente interétnica: los bubis Marcos Ropo Uri y Luis Maho
Sicahá, el fernandino Gustavo Watson Bueco y los fangs Enrique
Nvo, Pedro Ekong Andeme, Clemente Ateba o José Nsue Angüe.
Dos fueron las características fundamentales de este partido: su
radicalismo de izquierdas y su determinación de unir Guinea
Ecuatorial y Camerún tras la independencia. La primera podría
ser una consecuencia de la deriva cada vez más represora del
colonialismo, sobre todo a partir de 1959, como veremos a
continuación, o un simple contagio de las formas al uso de los
movimientos anticoloniales más ideologizados, como la Unión de
los Pueblos de Camerún (UPC), de Félix Moumié; pero no se
conoce ningún documento o actuación que avalara tal discurso y,
10 Según uno de sus dirigentes históricos, Clemente Ateba, en la VII Sesión de la Comisión Política de la Conferencia Constitucional, Madrid, 10 de noviembre de 1967. Actas de la Conferencia Constitucional, inéditas.
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como el MONALIGE, tampoco articuló su propuesta política en
un pensamiento que superase el mero deseo de “echar al blanco”,
como afirmó más de un líder; no había, pues, un programa que
avalase ese aura de “radicales” que siempre le rodeó, y que
podemos atribuir a la contrapropaganda de signo colonialista. La
actuación de sus dirigentes lleva a pensar más bien en una
ideología liberal en lo político y en lo económico; lo cual
explicaría los bandazos de sus principales dirigentes, alguno de
los cuales, como Luis Maho, que sustituiría a Nvo en la
presidencia del partido, aceptó cargos en el Gobierno Autónomo
constituido por Bonifacio Ondo Edu en 1964, al dictado de
Carrero Blanco; otros militantes destacados se pasarían al
MUNGE. Convenientemente orquestado por la propaganda
colonial, su compromiso de federarse con Camerún tras la
independencia -anunciado y defendido por Maho en una
conferencia internacional en Uagadugú, Burkina Faso, y
contemplado en el artículo 3º de sus estatutos- restó al IPGE
apoyos dentro de Guinea, hasta que fue suprimido en la reunión
de Ebolowa en marzo de 1962, a propuesta de Agustín Eñeso y
Esteban Nsue Ngomo. Algunos militantes del IPGE atribuyen a
“necesidades financieras” aquella insólita propuesta, bien
instrumentalizada por el estamento colonial; el propio Maho se
justificaría posteriormente con el argumento de que “no sabía
francés” y “firmé lo que me pusieron”.
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El decreto de “provincialización”, del 10 de enero de 1958, fue
un revulsivo para la sociedad guineana. Las autoridades españolas
esperaban que sería recibido con alborozo, al equiparar
jurídicamente a colonizados y colonizadores y aliviar los efectos
más ingratos de la interacción entre blancos y negros. En vez de
ello, arreció la oposición anticolonial: los nacionalistas exiliados
protestaron ante la ONU, mientras en el interior crecía la
oposición a la medida. Enrique Nvo, líder del IPGE, opinaba que
el nuevo estatuto estaba destinado a impedir la independencia,
pues vaciaba de contenido las principales reivindicaciones de los
nativos, que ya no serían considerados sujetos coloniales, sino
ciudadanos –“súbditos”, en la terminología de entonces-
españoles. El IPGE convocó una reunión en Santiago de Baney
(Fernando Poo), a la que asistieron, entre otros, Felipe Ndjoli,
Alberto Mbande, Federico Ebuka y Pastor Toraó. Los
congregados acordaron oponerse a las maniobras españolas y
comisionaron a Nvo para que viajase a Camerún y utilizara sus
contactos con el independentismo local para hacer llegar a la
ONU un escrito que denunciaba la “provincialización” y exigía la
independencia. Nvo llegó a su pueblo, Mbé, en el distrito de
Micomeseng, donde cruzó el río Campo (Ntem), fronterizo con la
colonia francesa. A partir de ahí se pierde su pista, existiendo
varias versiones sobre su desaparición: para unos, “un soplón”
habría comunicado a la policía colonial los pormenores de su
misión, y habría sido asesinado por guineanos pagados por el
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gobernador Ruiz González; para otros, Nvo fue asesinado por
instigación del gobierno autónomo camerunés –presidido por
Ahmadou Ahidjo, que después sería el primer presidente del país-
al negarse a ratificar el “compromiso” de federar ambos países
tras la independencia.
La desaparición de Enrique Nvo conmocionó al independentismo
guineano, y sólo tuvo como consecuencia la huida hacia el exilio
de numerosos nacionalistas, que redoblaron sus esfuerzos para
acabar con la colonización. En julio, el IPGE presentó ante la
ONU una petición formal de independencia, al tiempo que
denunciaba la “provincialización” como una argucia de los
españoles para impedir el acceso a la soberanía. Se constituiría
oficialmente como partido político en Ambam (Camerún), a
principios de 1959.
Tras la “provincialización” oficial y la desaparición de Nvo, el
MONALIGE, por su parte, también se reafirmó en su
determinación de proseguir la lucha por la independencia. En una
reunión clandestina que tuvo lugar en Kogo el 10 de junio de
1959, los asistentes (Atanasio Ndong Miyón, Agustín Bibang,
Miguel Aloo, Eduardo Makambo, Rafael Dámaso Sima, Ramón
Ela, Adolfo Obiang Bikó y otros) resolvieron “potenciar la
extensión de las bases nacionalistas en toda Guinea” y enviar al
exilio a guineanos voluntarios, con el fin de activar la
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propagación “de los fundamentos de un cambio revolucionario
que se preveía irreversible”, cursar solicitudes de asilo en los
países vecinos, cuya independencia ya tenía fecha, y “canalizar
los contactos con los Estados africanos ya independientes y con
las Naciones Unidas”. A partir de entonces, Ndong Moyón y sus
seguidores multiplicarían aún más sus frecuentes viajes
clandestinos a las localidades guineanas fronterizas con Gabón.
Es también en esta época (1959-1960) cuando el MONALIGE
crea un sindicato de inspiración cristiana, la Unión General de
Trabajadores de Guinea Ecuatorial; se producen contactos
continuos de colaboración activa entre los opositores del interior
(Bonifacio Ondo Edu, Francisco Salomé Jones…) y del exterior,
así como los acuerdos de concertación entre el MONALIGE y la
IPGE.
A mediados de 1959, llegaron a Guinea los primeros efectivos de
la Guardia Civil, fuerza de seguridad más eficaz en las tareas
policiales que la obsoleta Guardia Colonial (que pasó a llamarse
Guardia Territorial). Entre sus 350 efectivos, desplegados en
cinco distritos de Fernando Poo y Río Muni, no había un solo
guineano, para evitar las complicidades con los nacionalistas
detectadas en la Guardia Colonial, compuesta por oficiales
blancos y suboficiales y tropas nativas. A medida que España
completaba el ordenamiento jurídico de la “provincialización”,
arreciaba la represión. Su punto culminante fue la detención y
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asesinato de Acacio Meñe Ela, cabeza visible del MONALIGE en
el interior, el 28 de noviembre de 195911. Meñe fue detenido en
Bata, cerca de la Misión Católica, cuando salía de entrevistarse
con el padre Antonio Cañigueral, “gran amigo suyo”; aunque
otras fuentes aseguran que acababa de confesarse con el padre
Nicolás Preboste, vicario general; trasladado al cuartel de la
Marina, al parecer fue brutalmente torturado y luego embarcado
en un buque que zarpaba hacia Fernando Poo, pero no llegó a la
isla. Desde entonces se cree que fue arrojado al mar.
Si la muerte de Enrique Nvo conmocionó al país, este nuevo
crimen resultaría un revulsivo. El gobernador Ruiz González
reactivó la represión. Fueron detenidos numerosos maestros,
funcionarios y gente destacada de las que se sospechaba una
proclividad con las ideas soberanistas; entre otros, Justino Mba
Nsue, Federico Ngomo Nandongo, Agapito Ona, José Nsue
Angüe Osa, Federico Ebuka, Juan Roku, Felipe Ndjoli, Esteban
Santos Ekoo, Jesús Alfonso Oyono, Salvador Ndong Ekang,
Alejo Ndong... Todos fueron encarcelados y torturados, algunos
con especial saña, como Salvador Ndong Ekang. Curiosamente,
ninguno de los bubis y fernandinos implicados fueron
encarcelados, ni otros que, como Enrique Nkuna y el sacerdote
Alberto Ndong, quedaron como sospechosos. En una gira que
11 Eugenio Nkogo Ondo, creemos que erróneamente, señala como fecha de este crimen el 20 de noviembre de 1958 (ver documento citado); lo cierto es que la “desaparición” de Enrique Nvo es anterior al asesinato de Acacio Mañe.
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realizó por todo el país, el gobernador Ruiz González fue muy
claro: “Esos que están ahora en las mazmorras, detrás de mi
palacio en Santa Isabel, llorando como mujerzuelas, que creían
que ya eran algo por saber las cuatro operaciones fundamentales,
conocerán dentro de poco cuán peligrosos son ciertos juegos (…)
Debo recordar aquí, en Micomeseng más que en ningún otro sitio,
que mi puño no temblará para firmar la sentencia de muerte de
ningún desgraciado que atente contra la dignidad de España; vista
el hábito que vistiere, cualquiera que atente contra la españolidad
de estas tierras lo mandaré fusilar”12. Y los habría mandado
fusilar de no oponerse el obispo de la diócesis, Francisco Gómez
Marijuán, y el comandante de la Guardia Territorial, Huete, que al
parecer discrepaban de los métodos expeditivos del gobernador.
Se propuso el destierro de los implicados a la isla de Annobón,
idea que también fue rechazada, y los nacionalistas fueron
saliendo de las cárceles (Black Beach de Santa Isabel y “Modelo”
de Bata), tras ocho meses o un año (según los casos) de trabajos
forzados.
El ya por entonces almirante Ruiz González no actuó por su
cuenta, sino de acuerdo con el ministro Subsecretario de la
Presidencia, el también almirante Luis Carrero Blanco, mano
derecha de Franco, del que dependían las colonias. Lo prueba un
párrafo de uno de sus discursos durante su visita oficial a Guinea
12 Ela Abeme, Francisco, ob. Cit., págs. 51-52.
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en octubre de 1962, pronunciado en Bata, en el que, tras asegurar
que no era la primera vez que viajaba a aquellas tierras, añadió:
“Hace poco tuve que venir a cortar la cabeza de una serpiente
negra en el estuario del Muni”13. ¿Se refería a Acacio Meñe? En
las referencias biográficas oficiales, no consta ese viaje. La
verdad sólo se sabrá cuando las autoridades españolas tengan a
bien abrir a los investigadores las secciones correspondientes del
Archivo General de la Administración, sito en Alcalá de Henares.
En 1960, 17 países africanos obtuvieron su independencia. El
colonialismo, tal como se había entendido desde finales del S.
XIX hasta la primera mitad del S. XX, quedaba derrotado. Pero
no por ello se agotaron las esperanzas de los “viejos coloniales”,
como se llaman a sí mismos: estaban dispuestos a oponer
resistencia, siguiendo los ejemplos de Portugal, y, sobre todo, de
las minorías blancas de Rhodesia del Sur (actual Zimbabue) y
Sudáfrica. Diversos estamentos coloniales –los “finqueros”
agrupados en el sindicato del Cacao, los madereros y los
funcionarios- podían resignarse ante la independencia de la parte
continental, pues, a fin de cuentas, no habían conseguido dominar
el miedo depositado en su imaginario hacia los belicosos fang,
“fieros” y “salvajes”, a los que llamaban pamues. Pero Fernando
Poo era distinto: consideraban “pacíficos” y “más civilizados” a
sus habitantes autóctonos, los bubis; allí residía la inmensa
13 Ela Abeme, F., ob. cit., pág. 55.
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mayoría de los colonos, allí se había invertido más dinero, allí el
nivel de vida era más próspero. Por eso muchos colonos
consideraron que la independencia no debía alcanzar a las islas,
sino sólo a Río Muni.
A tenor de los datos conocidos, el gobernador Ruiz González se
situó a la cabeza de una operación involucionista, que pretendió
impedir una independencia unitaria de la “región ecuatorial”,
manteniendo Fernando Poo como una provincia, un protectorado
o un Estado asociado a España, controlado por la minoría blanca.
En el verano de 1961, algunos colonos concibieron la idea de
convertirle en “abba” (“sacerdote supremo”, que muchos
desconocedores de la tradición bubi interpretaron como “rey”). A
tal efecto, se convocaron reuniones con jefes tradicionales y
demás notables bubis en Ruiché y Bocoricho. No prosperó la
idea, porque los bubis adujeron que ése no es un cargo electivo ni
político, sino una representación espiritual hereditaria dentro de
una familia determinada; la habilidad de ciertos bubis logró ir
posponiendo una ceremonia que describían como muy
complicada, que incluía muchas consultas rituales con los
espíritus de sus antepasados y requería que el gobernador se
casase con una joven virgen de una familia principal, y al
gobernador, recalcitrante soltero, se le tenía por “misógino”; se
mezclaron los temas políticos, pues muchos de los bubis más
influyentes recordaron el rosario de agravios infligidos por los
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colonizadores, en especial la represión desencadenada sesenta
años antes tras el levantamiento del jefe balachá Esasi Ebuera,
más conocido como “Sas Ebuera”; como los promotores de la
propuesta la habían disfrazado bajo el argumento de que sería un
“homenaje a España”, que protegería así a los bubis, algunos
nativos propusieron arrendar la isla a España “y después se
vería”; muchos bubis expresaron su desconfianza hacia los
colonos, pues se sentían aturdidos por la “provincialización”, ya
que algunos colonos racistas se empeñaban en seguir llamándoles
“monos” aunque fueran “españoles”; en resumen, los bubis no
vieron claro el asunto, y la “coronación” se redujo a un
descafeinado “homenaje”, con promesa de nombrar “botuku”
(persona destacada de un lugar) al gobernador, en un acto
propiciado por la Diputación Provincial –presidida por Javier
Alzina- con motivo del “Día de la Provincia”, en agosto de
196114. Contrariados sus deseos, el 18 de diciembre de ese
mismo año Ruiz González salió hacia España, oficialmente para
tomar sus vacaciones, pero ya no regresó.
El fracaso de sus aspiraciones, y el ridículo consiguiente,
determinaron la dimisión –cese para algunos- del gobernador
Ruiz González. Todavía se desconoce si el almirante Carrero
Blanco conocía las pretensiones de su hombre en Santa Isabel;
14 El Dr. Armando Ligero Morote, alcalde de San Carlos (hoy Lubá) en 1961, relata estos hechos en el núm. 8-9, 1990, de la “Revista de Estudios Africanos”, editada por la Asociación Española de Africanistas, de la era entonces presidente.
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determinados indicios permiten sospechar que sí, aunque aún no
hay respuesta a la duda sobre si las compartía. Existen diversos
testimonios de destacados “coloniales”, entre ellos el de José
Menéndez Hernández, quien escribe: “Para Carrero Blanco la
situación de la Guinea era clara. Los nativos de Fernando Poo, los
bubis, no deseaban separarse de España. Querían constituir un
Estado asociado con la metrópoli. Los que sí postulaban una
independencia total eran los fang del Continente. Por ello el
Almirante pensaba que hubiese sido más acertado propiciar el
nacimiento de dos estados diferentes”15.
Puede afirmarse, pues, que el largo mandato de Faustino Ruiz
González, el gobernador más longevo en su cargo -después de
Ángel Barrera, a principios del siglo XX-, se caracterizó por los
intentos de impedir por la fuerza la evolución política de Guinea
Ecuatorial, mediante la represión y la división de las fuerzas
políticas nacionalistas. Fracasó, obviamente, al no lograr impedir
la independencia, ni consumar la secesión de Fernando Poo. Poco
después de tomar posesión en febrero de 1962, su sucesor, el
contralmirante Francisco Núñez Rodríguez, hasta entonces
secretario general del Gobierno General, inició una política
conciliadora con los independentistas. Presionado por los grupos
soberanistas y por las circunstancias internacionales, el Gobierno
15 Menéndez Hernández, José: Los últimos de Guinea. El fracaso de la descolonización”, Sial Ediciones, Madrid, 2008; pág. 412. Lo cual coincide con toda la actuación del almirante Carrero, ya vicepresidente del Gobierno español, durante la conferencia constitucional y las posteriores elecciones de 1968.
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español tuvo que cambiar radicalmente de actitud; pocos meses
después, en octubre de 1962, el propio Carrero declaraba que
“España no se opondrá si en el futuro la mayoría deseara
modificar en algún aspecto su estatuto actual”, reconociendo así
la posibilidad de una independencia que un grupo de nacionalistas
le acababa de exigir por escrito en Baney. Menos de dos años
después, las “provincias ecuatoriales” pasaron a tener un régimen
autónomo que otorgó a los guineanos un amplio abanico de
libertades, como la existencia de partidos políticos y sindicatos, y
el regreso de los exiliados, de las que no gozaban los propios
españoles, preludio de la independencia proclamada el 12 de
octubre de 1968.