el giro dialÓgico: diÁlogo y deliberaciÓn

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EL GIRO DIALÓGICO: DIÁLOGO Y DELIBERACIÓN Óliver Escobar School of Social Sciences, Media & Communication Queen Margaret University, Edinburgh [email protected] Resumen: Buena parte del debate actual sobre democracia deliberativa versa sobre la dificultad de reducir la distancia entre su teoría y práctica. La inflexibilidad característica de las nociones formales de deliberación contribuye a estrechar las opciones para el diseño de escenarios inclusivos para la participación ciudadana. Este artículo argumenta que, para reducir esa distancia entre teoría y práctica, así como para facilitar escenarios propicios, es necesario prestar atención al núcleo sociológico de los procesos deliberativos, en concreto, la comunicación interpersonal. Los estudios del diálogo que han proliferado en las últimas décadas contribuyen a la tarea tanto de ampliar el concepto de deliberación como de enriquecer sus procesos. Este artículo propone una reflexión preliminar cara a un modelo integrado de diálogo y deliberación (D+D) para escenarios de elaboración colaborativa de políticas. El propósito es explorar este cruce de caminos entre ciencia política y estudios de comunicación desde una orientación pragmática y post-empirista. (Xove, 1979) Lcdo. en Ciencias Políticas, DEA en Procesos Políticos Contemporáneos (TIT en Política Social) y Master en Gestión (Univ. de Santiago de Compostela). Trabaja como investigador en la Queen Margaret University. Es asesor y facilitador de comunicación de la red internacional de organizaciones humanitarias MHPSS y dirige un programa de entrenamiento en diálogo para la red de universidades británicas BFPE. Colabora semanalmente en la Radio Galega y ha publicado tres libros literarios. Palabras clave: diálogo, deliberación, elaboración post-empirista de políticas, comunicación colaborativa 1

Author: ngodang

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  • EL GIRO DIALGICO:

    DILOGO Y DELIBERACIN

    liver Escobar

    School of Social Sciences, Media & CommunicationQueen Margaret University, [email protected]

    Resumen:

    Buena parte del debate actual sobre democracia deliberativa versa sobre la

    dificultad de reducir la distancia entre su teora y prctica. La inflexibilidad

    caracterstica de las nociones formales de deliberacin contribuye a estrechar las

    opciones para el diseo de escenarios inclusivos para la participacin ciudadana. Este

    artculo argumenta que, para reducir esa distancia entre teora y prctica, as como

    para facilitar escenarios propicios, es necesario prestar atencin al ncleo sociolgico

    de los procesos deliberativos, en concreto, la comunicacin interpersonal.

    Los estudios del dilogo que han proliferado en las ltimas dcadas contribuyen a la

    tarea tanto de ampliar el concepto de deliberacin como de enriquecer sus procesos.

    Este artculo propone una reflexin preliminar cara a un modelo integrado de dilogo y

    deliberacin (D+D) para escenarios de elaboracin colaborativa de polticas. El

    propsito es explorar este cruce de caminos entre ciencia poltica y estudios de

    comunicacin desde una orientacin pragmtica y post-empirista.

    (Xove, 1979) Lcdo. en Ciencias Polticas, DEA en Procesos Polticos Contemporneos (TIT en Poltica Social) y Master en Gestin (Univ. de Santiago de Compostela). Trabaja como investigador en la Queen Margaret University. Es asesor y facilitador de comunicacin de la red internacional de organizaciones humanitarias MHPSS y dirige un programa de entrenamiento en dilogo para la red de universidades britnicas BFPE. Colabora semanalmente en la Radio Galega y ha publicado tres libros literarios.

    Palabras clave: dilogo, deliberacin, elaboracin post-empirista de polticas, comunicacin colaborativa

    1

    mailto:[email protected]

  • Nota:

    Las ideas y argumentos del autor, expuestos con la intencin de suscitar debate y

    colaboracin investigadora1, se basan en el Dialogue Research Project2 actualmente en

    fase de desarrollo.

    Introduccin

    Este artculo se propone enfatizar la necesidad del estudio de los complejos

    procesos de comunicacin interpersonal que se hallan bajo la superficie del paradigma

    de la democracia deliberativa. Abundante literatura y estudios de caso han proliferado

    en los ltimos aos al amparo de nuevas prcticas y discursos que se han vuelto

    inextricables del desarrollo de la democracia en el siglo XXI.: dilogo y deliberacin,

    participacin ciudadana, elaboracin colaborativa de polticas.

    El carcter de estas reflexiones ser pragmtico: se trata de estimular el debate

    sobre los modos de comunicacin interpersonal dominantes en las democracias

    meditico-representativas, argumentando su inadecuacin para el avance de la

    democracia deliberativa; as mismo, se sugiere un enfoque basado en la exploracin y

    materializacin de las cualidades dialgicas de la comunicacin. Este enfoque est

    siendo cultivado por una amplia variedad de autores dentro de diversas disciplinas en

    las ciencias sociales, si bien ha sido escasamente articulado desde de la Ciencia

    Poltica. Qu dinmicas de comunicacin interpersonal favorecen las aspiraciones de

    la democracia deliberativa? Para ofrecer una respuesta preliminar, este artculo

    analiza las propuestas terico-prcticas de los estudios del dilogo en el mundo

    anglosajn. En consecuencia, se propone un modelo flexible donde las ideas y la

    praxis del dilogo contribuyen a la facilitacin de dinmicas de comunicacin

    interpersonal propicias para el avance del ideal deliberativo.

    1 El autor agradece el Research Travel Award aportado por Abbey Santander (UK) para poder presentar esta ponencia en el IX Congreso Espaol de Ciencia Poltica.

    2 El equipo a cargo del Dialogue Research Project (2008-2010) est formado por las expertas en comunicacin Magda Pieczka y Emma Wood, y el politlogo Oliver Escobar, dentro de la School of Social Sciences, Media & Communication (Queen Margaret University). El equipo trabaja en el anlisis terico y desarrollo prctico de estrategias de comunicacin colaborativa en el contexto de procesos participativos de elaboracin de polticas.

    2

  • Ciencia poltica post-empirista

    La aproximacin post-empirista a la elaboracin y anlisis de polticas ha ido

    cobrando significativa relevancia en las ultimas dcadas. La crisis del objetivismo

    positivista y el reconocimiento de la imposibilidad de neutralizar los sistemas de

    valores dentro del juego de las polticas han dado pie a fructferas orientaciones tanto

    para la teora como para la praxis.

    La diversificacin de la sociedad y la complejizacin de los asuntos sociales no

    han hecho sino poner de manifiesto la estrechez de miras de las polticas pblicas

    guiadas por criterios meramente cuantitativos y diseos principalmente tecnocrticos.

    El nfasis clsico en modelos (top-down) lineares o circulares ha sido puesto en

    cuestin y nuevas ideas y estrategias han sido llevadas a la prctica al amparo del

    paradigma de la democracia deliberativa y la elaboracin colaborativo-participativa de

    polticas pblicas.

    La obra de Frank Fischer (2000; 2003; 2009) representa uno de los ms

    brillantes desafos a la orientacin tecnocrtica y empirista que ha dominado los

    estudios de la poltica y las polticas (Goodin et al., 2008; Yanow, 2000). Fischer

    (2003) analiza en detalle el rol discursivo de las polticas y elabora un marco terico

    para la prctica deliberativa, enfatizando la necesidad del anlisis interpretativo

    especialmente sensible a la dimensin comunicativa- para contrarrestar la

    pretensiones de objetividad de una ciencia social an acomplejada por el modelo

    positivista originado por la modernidad (Taylor, 2001). Esta aproximacin no supone

    un rechazo de lo emprico per se, sino un reajuste epistemolgico donde la

    investigacin emprica () debe estar circunscrita en una perspectiva discursiva de

    orientacin interpretativa (Fischer, 2003:69). Para Fischer (2003), el enfoque post-

    empirista explica mejor lo que los politlogos (incluyendo los neo-positivistas)

    hacemos en realidad: El analista funciona como un mediador interpretativo entre los

    marcos analticos disponibles y las perspectivas locales en competicin (p.138)

    La ciencia poltica post-empirista tiene su origen en el cruce de caminos entre el

    constructivismo social, la teora crtica y el post-estructuralismo (Fischer, 2003:21). El

    reconocimiento de la imposibilidad de estancias objetivas y neutrales devuelve los

    valores, interpretaciones, significados sociales e ideas en definitiva, las prcticas

    discursivas- al centro de atencin. Esto supone el retorno de lo poltico al estudio de la

    poltica: el esfuerzo por eliminar la subjetividad es intil, las tcnicas analtico-

    racionales de () anlisis de polticas tienden ms a servir a una funcin ideolgica

    3

  • inconsciente que a contribuir como mtodo para ensamblar verdades empricas

    (p.37).

    Fischer (2003) habla de la importancia de atender al giro comunicativo

    (p.222) que est teniendo lugar en el anlisis de polticas, y de cmo es fundamental

    comprender que el lenguaje y la interaccin comunicativa son las claves que

    determinan que el mundo de lo social difiera del mundo fsico (p.41). A travs de la

    comunicacin, los ciudadanos construyen su mundo social y las acciones polticas que

    desarrollan para influenciarlo (p.42). Partiendo de estas premisas, Fischer propone

    que el politlogo se implique en una agenda prctico-terica de investigacin

    participativa3 que fomente escenarios y mtodos crticos4 para la deliberacin

    ciudadana.

    Democracia deliberativa: de macro a microprocesos

    El avance de los ideales de la democracia deliberativa (o participativa)5

    constituye una notable plataforma en la tarea de contrarrestar los crecientes dficits

    de la democracia representativa, sobre todo en lo referido a su crisis de legitimidad

    (Bohman, 1996). La respuesta gubernamental en numerosos pases ha consistido en

    iniciativas destinadas a abrir espacios para la participacin ciudadana.

    Aunque los decisores polticos escogen cuidadosamente los asuntos

    gestionando el balance entre riesgo y beneficio- y marcan la agenda y extensin de

    estos procesos de participacin, ha habido significativos ejemplos que contradicen la

    habitual crtica de que estos espacios se abren casi exclusivamente para reas de

    decisin en asuntos perifricos. Tomemos por caso la reforma electoral de la provincia

    3 Sobre investigacin participativa y sus implicaciones para la democracia deliberativa vase Fischer (2000:143-218) y (2003:205-237).4 En el prefacio de Reframing Public Policy: Discursive Politics and Deliberative Practices Fischer proclama que su enfoque est diseado para identificar e incluir las voces polticas marginadas y que los politlogos post-empiristas estn preocupados sobre el estado actual de la deliberacin discursiva en una democracia plagada de injusticias sociales (p. x). Los crticos de esta perspectiva acusan a los post-empiristas de promover una agenda ideolgica y huir de lo objetivo. Fischer identifica en estas crticas la ideologa propia de la comunidad profesional del anlisis de polticas y su anhelo por una ciencia social positivista enraizada en la pretensin de verdades verificables. Adems, Fischer se pregunta porque estos crticos se oponen a un entendimiento ms profundo de cmo funcionan importantes aspectos del proceso de elaboracin de polticas (p. x). En ltima instancia, Fischer hace explcito su inters en usar el anlisis discursivo deliberativo para informar, investigar y contribuir a una participacin ciudadana crtica en la esfera de decisin pblica. An ms, si esto se considera ideolgico, dice Fischer, pues que lo sea (p. x).5 El autor usa los trminos democracia deliberativa y democracia participativa (Spano, 2001:21-28) como casi intercambiables, sin entrar aqu en cuestiones conceptuales. Entindase que en esta ponencia el cometido de estos trminos es reflejar los nuevos horizontes abiertos por la crisis de legitimidad de la democracia representativa.

    4

  • canadiense de British Columbia. En 2004 el gobierno de la provincia se embarc en un

    experimento democrtico sin precedentes en la prctica del diseo constitucional. Una

    asamblea de 160 ciudadanos fue seleccionada casi al azar- para analizar y, si se

    considerase oportuno, proponer una reforma del sistema electoral que despus sera

    sometida a referndum para su posterior legislacin. Este experimento innovador ha

    servido como modelo deliberativo para otras iniciativas en Canad, Europa y USA

    (Warren & Pearse, 2008:xii).

    El libro Designing Deliberative Democracy (Warren & Pearse, 2008) se centra

    en el anlisis del caso de British Columbia y ejemplifica caractersticas recurrentes en

    los estudios sobre democracia deliberativa: atencin a los elementos institucionales,

    procesales y consensuales. El anlisis de la textura comunicativa que condiciona estos

    procesos toma un segundo plano y se limita a determinar en que medida la

    comunicacin se ajusta a los parmetros de la ideal speech situation postulada por

    el primer Habermas (Ratner, en Warren & Pearse, 2008:145-165).

    Esto ha llevado a diversos autores (Burkhalter, 2002; Walhoff, 2005;

    Rosenberg, 2005, 2007; Ryfe, 2006; Kim y Kim, 2008; Gastil 2008) a reclamar la

    necesidad de complementar el prevalente anlisis de las condiciones necesarias para

    la deliberacin, con el anlisis de lo que esta crea desde la perspectiva de sus

    procesos comunicativos. En este sentido, el nfasis en las condiciones institucionales,

    procesales y consensuales relega a la opacidad la necesidad de estudiar la

    comunicacin interpersonal que constituye, en la prctica, el cuerpo tangible de la

    democracia deliberativa. Walhoff (2005), tomando como punto de partida el anlisis

    conversacional de Gadamer, aboga por una amplificacin del horizonte analtico de los

    tericos y practicantes de la democracia deliberativa, y propone un cambio de

    nfasis, de las condiciones para la deliberacin al dilogo en s mismo (p.155)6.

    Siguiendo esta lgica, las dinmicas comunicativas cara a cara determinan en

    gran medida la factibilidad de las condiciones para la deliberacin. De este modo, los

    microprocesos de interaccin personal constituyen el ncleo duro de los

    macroprocesos deliberativos institucionales. En otras palabras, muy a menudo la

    calidad democrtica de estos procesos depende de la calidad de los principios y las

    prcticas comunicativas en que estos se materializan.

    El anlisis de la comunicacin 6 Las traducciones de citas incluidas en este artculo han sido realizadas por el autor.

    5

  • La esfera pblica ha sido definida por Habermas (2006:415) como un sistema

    de comunicacin intermediario entre las deliberaciones cara a cara, formales e

    informales, que suceden en los distintos niveles del sistema poltico. La esfera pblica

    no se concreta en una realidad material sino en un espacio social producido por la

    accin comunicativa (Kim & Kim,2008:63).

    El anlisis de la comunicacin desde la ciencia poltica se ha centrado

    habitualmente en los aspectos macro de produccin y consumo, sea en trminos de

    campaas electorales, discursos polticos o redes mediticas (e.g. Sartori, 2003,

    2005). Dentro de la teora deliberativa el nfasis se pone en la evaluacin cuantitativa

    (e.g. medicin de cambios de opinin posterior a la deliberacin), mientras que el

    anlisis de las dinmicas de comunicacin se descuida por completo (Ryfe, 2006).

    La manera en la que los politlogos nos aproximamos a la comunicacin se ha

    basado con frecuencia en modelos, ms o menos sofisticados, de transmisin linear

    (Penman, 2000:3) -construidos sobre o contra el modelo original de Laswell en 1948

    (Fiske, 1990:30)- donde el proceso comunicativo se desenvuelve, bsicamente, a

    travs de la accin de un emisor que trata de hacer llegar un mensaje a un receptor

    con el mnimo ruido o distorsin posible, de manera que se produzcan los efectos

    deseados. En este paradigma racional-empirista se asume como premisa que la

    comunicacin es un elemento objetivo y, en ese sentido, instrumental y secundario a

    otros aspectos de la accin social (Penman, 2000:26-27). Esta asuncin ha dado lugar

    al nfasis que la disciplina ha puesto en el anlisis de la comunicacin poltica como

    propaganda, manipulacin y retrica7.

    Si bien esta perspectiva sobre macro-procesos de comunicacin es relevante,

    su alcance es escaso en trminos de comunicacin interpersonal en el contexto de

    micro-procesos deliberativos formales o informales, especialmente en lo referido a lo

    que Kim y Kim (2008:63) denominan conversaciones polticas cotidianas que

    significativamente convierten las esferas privadas en esfera pblica, determinando

    por tanto la textura comunicativa apriorstica de los procesos participativos.

    El desafo radica en tratar de complementar las lneas analticas de la ciencia

    poltica contempornea con las ideas y las prcticas avanzadas por estudio

    especializado de la comunicacin en las ltimas dcadas. Esta tarea ha sido

    7 El trmino retrica se emplea aqu en su acepcin popular contempornea, enraizada en una tradicin de ms de 300 aos en el pensamiento occidental, claramente presentada en los escritos del filsofo britnico John Locke: Todas las artes de la retrica sirven para nada ms que insinuar ideas equivocadas, excitar las pasiones y, por tanto, manipular el juicio; as realmente constituyen un perfecto engao (Locke, 1997:452; citado en Penman, 2000:22)

    6

  • emprendida por una serie de autores que iremos viendo. Investigar en el territorio

    fronterizo de estas dos disciplinas ofrece fructferas posibilidades, particularmente en

    el campo de la prctica deliberativa.

    Comunicacin y constructivismo social

    No pretendemos abordar una materia sobre la que se ha escrito largo y

    tendido8. Baste mencionar brevemente las reflexiones sobre comunicacin que

    consideramos relevantes para los propsitos de este artculo.

    No insistira aqu en estas reflexiones si no tuviera la percepcin de que lo que

    constituye el pan de cada da para los estudiosos de la comunicacin semeja ser

    ignorado por sus colegas deliberativos. Las discusiones dentro del grupo sobre

    democracia deliberativa en el IX Congreso de Ciencia Poltica- me han confirmado tal

    percepcin. En breve, el grupo se mostraba preocupantemente ajeno al giro

    constructivista e interpretativo que las ciencias sociales y polticas, respectivamente,

    han tomado en las ltimas dcadas (Fischer, 2003; Yanow, 2000). Esto refleja la

    incomodidad de la tarea de mover el estudio de la deliberacin desde el mundo de las

    ideas al desafo de sus prcticas (ver Mutz, 2007).

    En primer lugar es necesario refutar la nocin cartesiana del lenguaje como

    elemento puramente representativo. A pesar del giro lingstico (Rorty, 1967)

    impulsado por la filosofa de Wittgenstein hace medio siglo, esta concepcin del

    lenguaje como mero instrumento que representa realidades objetivas todava

    prevalece en numerosos mbitos (Hide y Bineham, 2000:214). El lenguaje no es una

    instancia neutra, no representa las cosas sino que constituye las cosas y la manera en

    que estas se relacionan (Austin, 1990). En palabras de Hide y Bineham, el lenguaje a

    travs de su cualidad constitutiva- provee al mundo de sentido (2000:214) y, a

    travs de esta carga de significado, estructura nuestro entendimiento y crea el mundo

    que nos rodea. Desde esta premisa, el lenguaje no es un instrumento a travs del

    cual se expresa la poltica: el lenguaje construye y, por tanto, es la poltica9.

    Finalmente, los significados nunca son inherentes al smbolo sino que se alcanzan a

    travs de la interaccin humana (Littlejohn y Domenici, 2001:215). La idea de que la

    8 Vase, sobre constructivismo social, los trabajos seminales de Berger y Luckmann (1971) y Schutz (1967).9 Para un buen ejemplo de la aplicacin de este paradigma en ciencia poltica vase la extensa obra de Edelman (1972, 1977, 1985, 1988, 1997)

    7

  • realidad es co-construida a travs de la interaccin personal constituye el fundamento

    del constructivismo.

    En segundo lugar y por consecuencia, como apuntan Littlejohn y Domenici

    (2001:221), la comunicacin es ms que un instrumento para la transmisin de la

    informacin, es el mismsimo medio en el cual construimos la realidad tal y como la

    conocemos. Tomar una perspectiva de comunicacin implica aproximarse a los

    significados y sentidos, las acciones, las personalidades, las relaciones, las

    organizaciones o las instituciones como construidas por/en la comunicacin (Pearce y

    Pearce, 2004:43). Analticamente esto significa ver los eventos y objetos del mundo

    social como () co-construidos por la accin coordinada de () personas-en-

    conversacin. Esto supone un cambio de orientacin desde teoras sociales top-down

    a teoras centradas en el anlisis de microprocesos, como la etnografa (Pearce y

    Pearce, 2000:408). Desde esta perspectiva, los valores y creencias, las estructuras

    sociales y econmicas y las relaciones de poder son vistas como constituidas por

    pautas de accin comunicativa recproca (Pearce y Pearce, 2004:42). Es crucial aqu

    sealar el rol fundamental que la comunicacin interpersonal juega en la creacin y

    negociacin de identidades; el estudio del interaccionismo simblico muestra como,

    en palabras de Saso y Alonso (2001):

    () las personas elaboran sus propios significados y la definicin de las

    situaciones a partir de la interaccin con las otras personas. Los conceptos y la

    diferenciacin que realizan (yo, mi) nos sirven para explicar la construccin social de

    la persona (p.83)

    Como ltimo elemento, la nocin de que la comunicacin es no solo constitutiva

    sino consecuencial (Pearce y Pearce, 2004:41; Penman, 2000:5) conlleva

    implicaciones esenciales para la prctica deliberativa. No basta con que el analista se

    pregunte que es lo que se hace a travs de la comunicacin, sino que debe investigar

    tambin como y de que est hecha la comunicacin utilizada. En otras palabras, nos

    interesa no solo lo que la comunicacin consigue, sino lo que la comunicacin hace.

    Para clarificar esta nocin es preciso establecer la diferencia entre resultados y

    consecuencias. Tomemos como ilustracin un proceso de comunicacin en el que uno

    de los miembros de nuestro equipo en el DRP10 tom parte. Se trat del plan local

    para la construccin de un nuevo instituto de educacin secundaria en el distrito

    costero de Portobello, en la capital escocesa Edimburgo. El proceso se desenvolvi con

    fuertes polmicas en torno a numerosos aspectos de planeamiento y provisin,

    10 El Dialogue Research Project (DRP) es el proyecto de investigacin del cual el autor de esta ponencia forma parte.

    8

  • incluyendo diversas opciones para su ubicacin. Se formaron dos bandos dentro de la

    comunidad y el proceso tom la forma de campaas locales a favor de las dos

    principales opciones en juego. Las autoridades locales entraron en la dinmica

    polarizante del proceso, tratando de minimizar el costo poltico de sus decisiones y

    procurando lidiar entre las opciones presentes de manera que su propia agenda

    pudiera ser llevada a cabo. El proceso fue complejo y es objeto de una investigacin

    en desarrollo11. Para lo que aqu tratamos de ilustrar, baste decir que una de las

    opciones gan la batalla. Todo el proceso se desarroll a travs de dinmicas

    confrontacionales de comunicacin, siguiendo los modos tradicionales de las

    campaas de relaciones pblicas. Al final, el grupo de presin comunitario a favor de

    la opcin ganadora celebr la consecucin de los resultados deseados. El grupo de la

    opcin perdedora sigue activo, concentrando ahora sus esfuerzos y recursos en

    ralentizar el proceso de construccin.

    Sin entrar a fondo en las deficiencias de gestin por parte de las autoridades

    locales, parece apropiado mencionar la oportunidad perdida en trminos de promocin

    de un proceso participativo-deliberativo con espacios para modos de comunicacin

    constructivos dentro de la comunidad. Sobre todo teniendo en cuenta que incluso los

    participantes cuya opcin triunf reconocen que estn satisfechos con el resultado del

    proceso pero no con sus consecuencias12. La espiral de confrontacin comunicativa ha

    dejado un legado de fuerte divisin y resentimiento en la comunidad, un ambiente en

    el cual no slo es desagradable relacionarse en la vecindad, sino que hace previsible

    anticipar la manera en que futuros asuntos comunitarios sern abordados.

    Los resultados de la comunicacin como instrumento pueden satisfacer en

    mayor o menor medida a los distintos grupos de ciudadanos. En cambio, las

    consecuencias de la comunicacin como proceso -y medio que construye la realidad-

    condicionan las cualidades y calidades de las relaciones interpersonales y la

    plataforma de dinmicas comunicativas que caracterizar el desarrollo de la

    comunidad en su conjunto.

    Existen incontables argumentos para invitar a la reflexin sobre cmo la

    manera en que habitualmente pensamos sobre comunicacin es contra-productiva.

    Penman (2000:5) lo sintetiza en los siguientes trminos:

    Es una concepcin de la comunicacin que se centra en los individuos y, por

    tanto, margina la nocin de comunidad; se centra en el efecto final y, por tanto,

    ignora los medios; y presupone la posibilidad de certeza y, por tanto, deniega la 11 Emma Wood, una de las directoras del DRP, lidera este estudio de caso.12 Declaraciones recogidas en las sesiones de focus group del Dialogue Forum en Queen Margaret University, junio 2009.

    9

  • creatividad indeterminada de la comunicacin. Es () una concepcin completamente

    desajustada para la edad postmoderna.

    Comunicacin interpersonal en la esfera pblica:

    la prevalencia de la polarizacin confrontacional

    -Pues esto no lo haba visto de esta manera hasta ahora. No crees que algo de lo

    que dice tiene sentido? me dice susurrando, mientras la asamblea ruge.

    -No y adems no me importa. No se te ocurra plantear ese tipo de duda, debilitar

    nuestra posicin y perderemos la discusin le respondo inmediatamente.

    (Conversacin personal en una de las asambleas de estudiantes de la Facultad de

    Ciencias Polticas en las movilizaciones universitarias contra la LOU en Santiago de

    Compostela, 2001-2002)

    A continuacin queremos recoger una serie de reflexiones sobre los modos

    dominantes que impregnan la comunicacin interpersonal en los mltiples contextos

    deliberativos de lo poltico, ya sea a nivel de lites, a nivel meditico, dentro de la

    comunidad, la familia, el lugar de trabajo o cualquier otro espacio de la esfera pblica.

    La literatura utilizada por el autor proviene del mbito anglfono, pero los

    argumentos y las prcticas son claramente identificables en el contexto espaol.

    Resulta obvio, aunque necesario, apuntar que cada sistema democrtico tiene su

    propia idiosincrasia comunicativa, inextricable de su estructura poltica y su historia.

    En el caso espaol, la dinmica de confrontacin polarizada que tuvo su cnit en la

    guerra civil, as como la naturaleza de las condiciones en las cuales la democracia

    comenz su andadura, inciden sin duda en las cuestiones clave de cultura poltica,

    especialmente en trminos de identidad e interaccin comunicativa. Para lo que este

    apartado trata, baste con limitarnos a asumir lo que la democracia espaola comparte

    con otras democracias occidentales: se trata de una compleja democracia

    representativa y meditica, conformada por los discursos hegemnicos de la

    modernidad y postmodernidad.

    Numerosos autores han ilustrado como la esfera pblica y tambin la arena

    corporativa- estn dominadas por modelos y prcticas de comunicacin interpersonal

    de carcter confrontacional, polarizante y antagonista (ver, por ejemplo, Yankelovich,

    1999; Isaacs, 1999; Tannen, 1999; Hyde y Bineham, 2000; Gastil, 2008). La lgica

    subyacente a la batalla por la mejor razn es un legado de los ideales de la

    ilustracin. La confrontacin de ideas a travs del razonamiento y la argumentacin

    10

  • ha sido tradicionalmente considerada como la manera ms apropiada de informar

    procesos deliberativos de elaboracin y decisin de polticas (Fischer, 2000).

    Sin embargo, este enfoque se queda corto cuando se trata de entender y

    abordar la complejidad de los problemas y dilemas a los que las sociedades del siglo

    21 se enfrentan. Especialmente cuando existen tantas formas diferentes de razn

    como perspectivas culturales y maneras de hablar (Burkhalter et al., 2002:408).

    Las teora postmoderna ha puesto en evidencia como la lgica racional del

    mejor argumento est ligada a cuestionables discursos de verdad y conocimiento

    que habitualmente encubren agendas de poder y control (Foucault, 1980; 1995). El

    paradigma de la ciencia social se ha ido moviendo lentamente desde el objetivismo y

    las pretensiones positivistas, a la nocin post-empirista de que la realidad social no es

    objetiva sino inter-subjetiva. El nfasis en la interaccin personal para la mutua

    construccin de la realidad ha consolidado, en los estudios de comunicacin, la nocin

    de la naturaleza dialgica del ser humano, postulada por la filosofa lingstica de

    Bathkin (Barge & Little, 2002).

    En el campo de la teora y filosofa social, Habermas y Gadamer han recogido

    la tradicin iniciada, en la segunda postguerra mundial, por autores que comenzaron a

    reconstituir social y culturalmente al individuo solitario resultante de la metafsica

    individualista de la ilustracin, impulsando un movimiento ontolgico hacia el

    lenguaje y la experiencia como bases para el entendimiento (Linder, 2001:656). Este

    punto de inflexin ha llevado a una revitalizacin de la teora social donde las ideas

    sobre los significados, la identidad, la realizacin personal, y la forma de razonar en s

    misma, son interpretadas como emergentes en procesos inter-subjetivos que

    dependen de la comunicacin (Ibd.).

    A pesar de estos cambios epistemolgicos en el mundo de las ideas, Linder

    (2001:657) observa que la perspectiva atomista del individuo retiene un amplio

    seguimiento y una posicin de privilegio en nuestras instituciones sociales y polticas.

    En estrecha relacin con este marco de referencia del individualismo competitivo, una

    gran parte de la prctica de la comunicacin en las sociedades democrticas

    permanece caracterizada por lo que Tannen (1999) denomina la cultura de la

    polmica, la cual

    nos insta a aproximarnos al mundo y las personas- desde un marco de

    referencia antagnico. Esto se basa en la asuncin de que la oposicin es la mejor

    manera de conseguir hacer cualquier cosa: La mejor manera de discutir una idea es

    realizar un debate; la mejor manera de cubrir las noticias es encontrar portavoces que

    expresen las visiones ms extremas y polarizadas, presentndolas como las dos caras

    11

  • del asunto; la mejor manera de solucionar disputas es el litigio que enfrenta a una

    parte contra la otra; la mejor manera de comenzar un ensayo es atacar a alguien; y la

    mejor manera de mostrar que realmente ests pensando es criticar (p.5-6).

    El argumento de fondo no radica en la negacin de que la realidad es

    necesariamente conflictiva, sino en la consideracin de que la manera en que lidiamos

    comunicativamente con los conflictos de ideas, valores y prcticas es habitualmente

    contra-productiva porque no permite la discusin real del asunto en cuestin, sino tan

    slo una oposicin ritualizada (Tannen, 1999:6) cuyo efecto dramatrgico

    imposibilita la creacin de una dinmica comunicativa propicia para el tratamiento

    profundo de las complejidades subyacentes en el asunto. Isaacs (1999) ha mostrado

    como el intercambio de confrontacin verbal tiende a escalar, aislando a los

    participantes y relegando a la opacidad el asunto bajo escrutinio. En otras palabras, la

    cultura de la polmica contribuye a bloquear conversaciones dialgicas,

    transformndolas en monlogos empecinados que tienden a perpetuarse.

    Es necesario reconocer como imprescindible la historia, legitimidad y utilidad

    que las nociones clsicas de deliberacin, a travs de la discusin y el debate, tienen

    en nuestras sociedades. Lo que se cuestiona aqu es el aparente consenso alrededor

    de la idea de que el debate polarizado, basado en la comunicacin confrontacional de

    adversarios, es la mejor forma de abordar todos y cada uno de los asuntos

    organizacionales, sociales y polticos. Si pensamos por un momento en algunas de las

    reas deliberativas ms desafiantes y complejas de la esfera pblica desarrollo local

    y comunitario, poltica energtica, sostenibilidad medioambiental, responsabilidad

    social de la empresa, poltica de salud, educacin, biotecnologa, etc.- parece

    oportuno preguntarnos: En que medida es apropiado el familiar modelo bipolar en

    una cultura cuya diversidad ha incrementado dramticamente el nmero de voces que

    demandan ser odas? (Hyde y Bineham, 2000:209).

    El modelo de polarizacin comunicativa no parece ajustado en un mundo social

    conformado por lenguajes, discursos, visiones del mundo y verdades en constante

    competicin. Existe por tanto una discrepancia entre la multi-vocalidad o

    multiplicidad de voces (Barge & Little, 2002) de nuestros mundos de vida

    (Habermas, 1998) y la bipolaridad con la que a menudo nos posicionamos alrededor

    de asuntos deliberativos emergentes. Hyde y Bineham (2000) reflexionan, como

    pedagogos de la deliberacin y el dilogo, sobre las limitaciones de la deliberacin

    tradicional:

    12

  • Educamos a los futuros ciudadanos y lderes de la nacin en el arte de la

    deliberacin, ensendoles formas de hablar de los asuntos sociales. Pero, ligados

    como estamos a la tradicin de la persuasin y el debate, estamos preparndolos

    efectivamente para lidiar con los intrincados conflictos morales que persisten en

    nuestras conversaciones pblicas? (p.209)

    Existe ejemplos obvios de complejos asuntos sociopolticos donde el modelo

    polarizado de conversacin no refleja la amplia gama de puntos de vista y

    experiencias vitales: aborto, eutanasia, seguridad y libertades civiles, accin

    afirmativa, beneficio empresarial y sostenibilidad ecolgica, derechos de gays,

    multiculturalismo e inmigracin, etc. Hay un sinfn de arenas deliberativas donde la

    batalla de argumentos no producir el triunfo de las mejores razones, porque

    mltiples razones son no slo legtimas sino vlidas, y raramente todas las voces

    estn presentes en el proceso de deliberacin. En definitiva, lo que cuestionamos no

    es el debate y la argumentacin per se, sino los contextos de ciega oposicin donde

    estos se desarrollan (Hyde y Bineham, 2000:211); o en palabras de Tannen

    (1999:10),

    el uso de la oposicin para conseguir cualquier objetivo, incluso aquellos que

    no requieren confrontacin sino que podran tambin (o mejor) ser conseguidos a

    travs de otros medios, como la exploracin, expansin, discusin, investigacin e

    intercambio de ideas sugerido por el trmino dilogo. Estoy cuestionando la asuncin

    de que todo es una cuestin de opuestos polarizados, las proverbiales dos caras de

    cada asunto que pensamos encarnan la apertura de mente y el pensamiento

    expansivo.

    Es relativamente incuestionable la preeminencia y funcionalidad que los modos

    confrontacionales de comunicacin tienen, a nivel macro, en el contexto de los medios

    de comunicacin en la sociedad del espectculo (Debord, 1995) y en la dinmica

    poltica de las democracias de partidos. No en vano Martin Buber, uno de los ms

    prominentes filsofos del dilogo, desconfiaba profundamente de la posibilidad de

    establecer, en contextos pblicos o mediticos, la calidad comunicativa que el dilogo

    requiere (Cissna y Anderson, 2002:108-109). Cuando las lites polticas, econmicas

    o mediticas participan en escenarios de conversacin pblica frente a audiencias13,

    13 Existen numerosos escenarios mediticos con estas caractersticas. Ejemplos claros sera los programas Question Time de la BBC o 60 segundos de Televisin Espaola. Son programas bien hechos y populares entre aquellos a los que nos gusta que se discutan los asuntos de la agenda pblica. Pero no son buenos ejemplos de prctica deliberativa o de dilogo en trminos de la exploracin a fondo de los temas en cuestin. La prctica de la deliberacin no es televisable bajo los estndares actuales de entretenimiento; algunos culpan a las cadenas y otros a los espectadores, probablemente ambos son responsables.

    13

  • la autenticidad de la comunicacin se rinde habitualmente a su funcin dramatrgica:

    no se habla, se representa (en el sentido del trmino ingls perform). En este sentido,

    desde el momento en que las posiciones y los puntos de vista estn slida y

    estratgicamente cerrados y ensayados-, desde el momento en que los contenidos y

    mensajes son predeterminados, diseados y dirigidos a audiencias especficas, y

    desde el momento en que la certeza instrumental excluye la duda, la curiosidad y la

    exploracin mutua, la posibilidad de establecer dilogos se desvanece para dejar paso

    a una sucesin de monlogos14 ms o menos interrelacionados.

    La retroalimentacin entre las caractersticas de la democracia de masas y el

    funcionamiento de los medios de comunicacin resulta evidente cuando observamos

    las elecciones como construccin del espectculo poltico (Edelman, 1988). En este

    sentido, Gastil (2008:93-96) ha aportado interesantes descripciones de la cobertura

    meditica de las elecciones como dramas rituales o carreras de caballos.

    Para lo que aqu tratamos de exponer, es importante sealar el rol que este

    espectculo juega en la formacin de la opinin pblica en trminos de conformacin

    de ideas, actitudes y acciones (Browne, 2005:168), no slo en lo referido a los

    contenidos de la comunicacin (el que) sino tambin en cuanto a los modos de

    comunicacin empleados (el cmo: la cualidad consecuencial de la comunicacin). En

    este sentido, la comunicacin de carcter adversario y confrontacional no es

    patrimonio exclusivo de las esferas del espectculo poltico-meditico, sino que

    impregna los mbitos y microprocesos deliberativos en los que los ciudadanos

    participan: El discurso pblico contencioso da lugar a un modelo de comportamiento

    y marca el tono de cmo los individuos experimentan sus relaciones con otra gente y

    con la sociedad (Tannen, 1999:288).

    Es preciso apuntar aqu una cautela fundamental. No estamos estableciendo

    una especie de relacin causal top-down o sugiriendo una pauta de simple replicacin.

    La cuestin de fondo en cuanto a estas prcticas comunicativas dominantes es una

    cuestin de cultura poltica ciudadana y no slo de comportamiento de lites. Lo que

    nos interesa, desde el estudio de la democracia deliberativa, es como estas prcticas

    de comunicacin se retroalimentan y refuerzan mutuamente a nivel sistmico, de los

    micro a los macroprocesos y viceversa (ver Kim et al., 1999).

    Siguiendo a Huckfeldt (2007), la poltica est dominada por el conflicto y el

    desacuerdo, no slo al nivel de las lites e instituciones formales, sino tambin al nivel

    de los ciudadanos y las instituciones informales de la comunicacin poltica que son el

    corazn de las polticas democrticas (p.992). Nuestro argumento no implica que 14 Para una introduccin al carcter monolgico de la persuasin vase Heidlebaugh (2008:37)

    14

  • eliminar la divisin y el conflicto sea factible o incluso deseable. Por el contrario, ello

    supondra una amenaza a la mismsima base fundacional de la democracia (Laclau y

    Mouffe, 2001). De lo que se trata, desde una perspectiva pragmtica, es de fomentar

    el tipo de conversaciones complejas que contribuiran a una democracia ms

    deliberativa.

    En el DRP estamos interesados especialmente en las dinmicas de

    comunicacin a nivel micro, como por ejemplo los procesos participativos locales o

    comunitarios, los programas de elaboracin colaborativa de polticas pblicas, los

    conflictos de recursos, valores e identidades entre y dentro de- grupos sociales, o los

    escenarios para la comunicacin intercultural (y sub-cultural). Es ah, en las bases,

    donde creemos que la prctica de la deliberacin y el dilogo ofrecen posibilidades

    reales de revitalizacin de la democracia cvica. Y es ah, tambin, donde creemos que

    la calidad dialgica de la comunicacin puede ser efectivamente estudiada y

    promovida, a travs de la creacin de espacios comunicativos donde los asuntos

    pblicos pueden ser abordados con profundidad y substancia.

    Dado que las redes de comunicacin poltica y micro-ambientes donde los

    individuos transmiten, reciben y procesan informacin sobre lo poltico no proveen

    espacios seguros con respecto a las controversias que atestan el ambiente poltico

    ms amplio (Huckfeldt, 2007:992), es necesario recurrir a iniciativas donde se

    priorice la experimentacin con dinmicas no bloqueadas por la cultura de la polmica

    o los rituales superficiales de oposicin. Es en este sentido que compartimos con

    Barge (2002) la consideracin de la necesidad de enriquecer la comunicacin

    caracterstica de la nocin clsica de deliberacin pblica. Los estudios del dilogo

    ofrecen una contribucin crtica, como veremos en el prximo apartado.

    La necesidad y oportunidad de este anlisis comunicativo en la arena

    sociopoltica ha sido expresada con determinacin por Cissna y Anderson (2004:202),

    dos de los investigadores ms prolficos en el campo del dilogo:

    Instancias de dilogo pblico son an escasas y necesitan ser estudiadas. Primero, el acceso al

    dilogo en pblico es un significante desafo a nuestra cultura, y el problema del dilogo resultar

    probablemente una de las cuestiones centrales del siglo 21 (). Vivimos en una sociedad donde el

    pluralismo es creciente y necesario, y en una era de persistentes conflictos y desacuerdos tanto en

    etnicidad, religin, gnero, y preferencia sexual, como en distinciones ideolgicas, econmicas, de poder

    y de estatus. Los medios modernos de comunicacin nos habilitan para transmitir mensajes ms

    eficazmente, pero la comunicacin en si misma () no mejora automticamente. Controversias actuales

    sobre asuntos de correccin poltica, aborto, raza, censura, terrorismo y otros en lugar de demostrar la

    imposibilidad del dilogo pblico- suponen un mandato para que aprendamos ms sobre su potencial.

    15

  • Cules son las estructuras, actitudes y expectaciones en relaciones interpersonales y familias, en

    grupos y organizaciones, en vecindades y comunidades, dentro del conjunto de las sociedades y entre

    diferentes gentes y naciones- que pueden facilitar hablar y escuchar pblicamente incluso cuando los

    participantes no se identifican con, o incluso aceptan o respetan, las personas o posiciones particulares a

    las que se enfrentan?

    Los Estudios del Dilogo

    Los estudios del dilogo estn lejos de conformar una teora uniforme o un

    cuerpo disciplinario en el sentido tradicional. Su riqueza radica en su naturaleza

    multidisciplinar15 y su orientacin prctica, confirindoles un carcter de materia

    dinmica en constante reformulacin y, lo que es ms estimulante, en continua

    retroalimentacin entre su teora y praxis. En este sentido, la acepcin ms ajustada

    sera la de disciplina prctica (Craig, 1989; citado en Anderson et al. 2004:11)

    Si tuviramos que realizar una lista comprensiva de los pensadores que han

    inspirado a la nueva ola de analistas y practicantes del dilogo, estos son algunos de

    los nombres que no deberamos olvidar: Martin Buber, Mikhail Bathkin, Karl Jaspers,

    Martin Heidegger, John Dewey, Emmanuel Levinas, Hannah Arendt, Edmund Husserl,

    George Herbert Mead, Carl Rogers, Lev Vygotsky, Alfred Schutz, Richard Rorty, Jrgen

    Habermas, Hans-Georg Gadamer, David Bohm y Paulo Freire.

    Si bien es cierto que los que han tenido una influencia ms notable han sido

    Buber, Bathkin, Gadamer, Freire, Bohm16 y Habermas17 (Anderson et al., 2004:1-

    17)18, a pesar de que en la obra de este ltimo, a diferencia de los otros, el dilogo no

    es el concepto central.

    Tabla 1. Tres tradiciones que convergen en los actuales estudios del dilogo

    15 El campo de estudio del dilogo ha sido y es influenciado por disciplinas tan diversas como la filosofa, la lingstica, la ciencia poltica, la teora de las organizaciones, la psicologa, la sociologa, las ciencias de la educacin, el trabajo social, las relaciones pblicas, la resolucin de conflictos y, por supuesto, las ciencias de la comunicacin.16 Buber, Bathkin, Gadamer, Freire y Bohm son habitualmente sealados como los filsofos del dilogo ms influyentes. Para una buena introduccin y comparacin de sus postulados vase Stewart et al. (2004).17 Para una exploracin de ideas comunes a Habermas y Buber vase Kim y Kim (2008).18 Para una lista de tericos y analistas polticos que han mostrado inters por el dilogo en las ltimas tres dcadas vase las listas dadas por Anderson et a.(2004:12) o Cissna y Anderson (2002:13-14)

    16

  • Basado en Linder (2001)

    El trmino dilogo19 ha sido empleado por lo menos desde los tiempos de

    Platn, con especial incidencia en el teatro, la teora literaria, la filosofa y el lenguaje

    cotidiano; no obstante, como observan Stewart et al. (2004:21), ha cobrado nuevos

    significados en la ltima parte del siglo 20, llevando a un dramtico incremento

    (Penman, 2000:83) en la cantidad y calidad de estudios de esta prctica

    19 Isaacs (1999:19) explica como las races de la palabra dilogo vienen del griego dia (a travs de) y logos (sentido o significado), en esencia: flujo de sentido/significado. Isaacs se refiere tambin a otra acepcin del griego antiguo donde dialogo significaba relacin. Esto es relevante dada la habitual confusin en los usos cotidianos del trmino por los cuales se deriva que se trata de una conversacin de dos. La confusin viene originada por el prefijo di y tambin por su contraste con el termino monologo.

    Tradicin Prototipo de dilogo

    Ideas clave Razones para el dilogo

    FORMALISTA

    (Habermas)

    Dilogo como deliberacin social

    -Argumento racional

    -nfasis deliberativo

    -Basado en argumentos razonados, abiertos, recprocos y no coercitivos

    -Los participantes aprenden mutuamente, alcanzando entendimiento sobre como coordinar sus actividades formando compromisos normativos

    -Sirve como bloque de construccin para la coordinacin social basada en la comunicacin (en lugar de la manipulacin o coercin)

    -Supone una fuente de validad normativa

    HERMENUTICA

    (Gadamer; Bohm)

    Dilogo como reflexin social

    -Investigacin social y cultural

    -nfasis epistmico

    Cuestionar, en lugar de discutir, es la manera de conseguir la franqueza y apertura de los participantes a nuevas perspicacias y entendimientos resultantes de la exploracin mutua que fomenta creatividad imprevisible.

    Permite un proceso de creacin de entendimiento/significado compartido a travs de la amplificacin de las perspectivas y marcos de referencia de los individuos por medio de dinmicas de reflexin mutua

    PRAGMTICA

    (Dewey; Freire)

    Dilogo como accin social

    -Compartir experiencias comunes de

    cara a la resolucin de

    problemas

    -nfasis en la accin

    -La interaccin continua promueve una mejora permanente de las habilidades para solucionar problemas comunes

    -Origina una forma colectiva de inteligencia que sobrepasa el conocimiento experto y est enraizada en la diversidad de experiencias

    -Redefine el rol del conocimiento tcnico compensndolo simultneamente con la experiencia y el conocimiento local

    -Construye tanto a los ciudadanos como a las comunidades, en lugar de asumir que estos deben existir como precondiciones para la toma de decisiones a travs del dilogo pblico

    17

  • comunicativa. Autores como Anderson et al. (2004:9) sitan el origen de esta

    intensificacin alrededor del ao 1990, cuando un nmero considerable de

    investigadores de la comunicacin comenzaron a especializarse en este campo como

    respuesta al incremento de complejas tensiones sociales y a la necesidad de abrir

    espacios para la participacin ciudadana y la democratizacin de las organizaciones

    (Deetz y Simpson, 2004).

    Tratar de establecer criterios para clasificar estas distintas corrientes de

    investigacin dentro de la comunicacin- no resulta tarea fcil. Stewart y Zediker

    (2000) distinguen entre concepciones descriptivas y prescriptivas. Las concepciones

    descriptivas, inspiradas en la obra del filsofo lingstico Bathkin, entienden el dilogo

    como una cualidad o caracterstica inextricable y definitoria del ser humano: el

    carcter irreductiblemente social, relacional o interactivo de toda creacin humana de

    significados (p.225). Para estos autores, el trmino dialgico funciona como

    sinnimo de relacional, y as hablan del inherente carcter dialgico de toda vida

    humana (p.225).

    Para los autores de la corriente prescriptiva, el dilogo constituye un ideal u

    objetivo comunicativo al que se llega a travs de acciones que resultan de la eleccin

    de principios y prcticas que propician el tipo de contacto especial que el dilogo

    requiere (Stewart y Zediker, 2000:227). Los pensadores de referencia en este caso

    son el filsofo hebreo Martin Buber (2004; orig.1933) y el fsico del MIT David Bohm

    (2003).

    Dentro de esta corriente prescriptiva y orientada a la accin, resulta til hacer

    una distincin conceptual propuesta por Hyde y Bineham (2000:212), que nos

    ayudar a entender dos de los usos ms habituales del trmino dilogo en el contexto

    de los estudios de la comunicacin interpersonal. Se trata de la distincin entre

    dilogo1 y dilogo2 que se recoge en la siguiente tabla:

    Tabla 2. Dos usos del trmino dilogo en los estudios de comunicacin

    dilogo1

    Es una forma de discurso no polarizado

    Su dinmica es colaborativa

    Su objetivo es la fusin de todas las perspectivas en una perspectiva

    amplificada e inclusiva que permita las tensiones del desacuerdo

    Funciona como una forma de inteligencia colectiva: la exploracin de lo comn y lo diferente entre los participantes abre la posibilidad de crear soluciones que

    no podran ser anticipadas desde ninguna perspectiva parcial

    Su prctica comunicativa se centra en la exploracin y aprendizaje mutuos, la

    18

  • exposicin y el desempaque de presuposiciones, y la argumentacin profunda

    facilitada por dinmicas que transcienden la lgica confrontacional,

    favoreciendo el espritu investigativo

    Pensador de referencia: Bohm

    dilogo2

    Es un espacio relacional

    Representa el aspecto ontolgico; la manera de ser/estar con otra persona

    Est caracterizado por la franqueza, la confianza, la presencia y el

    entendimiento que surge no de la compatibilidad psicolgica, sino de la

    humanidad compartida

    Su prctica comunicativa es efmera y elusiva, no se puede sistematizar

    Representa un estado de mutualidad de alta calidad Pensador de referencia: Buber

    Basado en Hyde y Bineham (2000)

    Estos dos usos del trmino, aunque separados aqu por propsitos

    conceptuales, se corresponden con las dos principales orientaciones a la prctica del

    dilogo dentro de los estudios de comunicacin. La primera (dilogo1), los proyectos

    de investigacin prctica impulsados por discpulos de Bohm en el Massachussets

    Institute of Technology, principalmente Isaacs (1999); y extendidos tambin por

    autores como Ellinor y Gerard (1998), Yankelovich (1999) o Dixon (1998). Esta

    corriente est teniendo un fuerte impacto en las distintas reas de la comunicacin

    organizacional20.

    La segunda (dilogo2), ha inspirado a otro colectivo amplio de autores que,

    aunque comparten tambin elementos de dilogo1, se han centrado ms en ampliar

    sus investigaciones y prcticas para abordar diversas reas de comunicacin en la

    esfera pblica (Pearce y Pearce, 2004:46). Un buen ejemplo de esta corriente la

    representa el Public Dialogue Consortium, que rene a expertos en dilogo como

    Pearce y Pearce (2001), Littlejohn y Domenici (2003) y Barge (2002), entre otros21.

    Para lo que aqu nos interesa, la comunicacin interpersonal en escenarios

    deliberativos, podemos extraer una serie de ideas comunes a la nueva escuela22 de

    estudiosos del dilogo. 20 Esta materia est siendo fruto de investigacin por parte del autor en colaboracin con Magda Pieczka; los resultados sern publicados en un artculo acadmico que explora el dilogo como moda de gestin.21 Como buena introduccin al debate terico-prctico entre estas dos corrientes de autores, vase Pearce y Pearce (2000b)

    19

  • En primer lugar, la nocin aportada por Gadamer, Buber y Habermas de que la

    verdad es emergente (Stewart et al., 2004:35; Kim y Kim, 2008:57). La divisin

    cartesiana entre sujeto y objeto es rebatida por la epistemologa dialgica, para la

    cual la verdad se construye en la interaccin comunicativa, en lugar de ser anterior a

    esta (Heidlebaugh, 2008:37). En este sentido, la persuasin es monolgica porque se

    basa en el apoyo a una verdad asumida con anterioridad a la interaccin (Ibd.). Dos

    ideas apuntadas por Pearce y Pearce (2004:55) son fundamentales aqu. Por un lado,

    entender que nuestras perspectivas e historias individuales son parciales, locales y

    limitadas; por el otro, es preciso apreciar el valor conversacional de permanecer en

    la tensin entre defender mis propios principios y estar profundamente abierto hacia

    el otro (Ibd.) al mismo tiempo que recibo las diferencias y desacuerdos como

    lugares para la exploracin y no como impedimentos (Pearce y Pearce, 2001:111).

    No en vano los investigadores y facilitadores del dilogo dedican buena parte de su

    tiempo diseando espacios propicios para que los participantes se escuchen

    comprometidamente. Muchos sitan en este proceso el potencial que el dilogo

    encierra para la amplificacin de perspectivas y la estimulacin del cambio en la

    manera en que las personas se relacionan.

    En segundo lugar, comparten la concepcin del dilogo como un forma

    particular de relacin (Stewart et al. 2004:21) a travs de comunicacin de alta

    calidad. La comunicacin no es un vehculo neutral, como ya hemos visto, sino

    constitutivo y consecuencial y, por tanto, juega un rol esencial en como se viven y

    modelan las identidades personales, construyendo la estructura social de las

    relaciones y representando el proceso a travs del cual los valores culturales, las

    creencias, (y) las metas () son formuladas y experimentadas (Pearce y Pearce,

    2004:42). Los procesos de dilogo se basan en la transparencia, la inclusin, la

    participacin y la creacin de espacios seguros para la expresin personal. En este

    sentido, el dilogo atiende nos slo a los resultados de la comunicacin, sino

    especialmente a sus consecuencias.

    En tercer y ltimo lugar, comparten la idea de que los procesos de dilogo

    pblico requieren facilitacin especializada. Esto se debe a que este tipo de

    conversacin se ha convertido en un proceso contracultural (Schein, 2003:30), o tal

    y como lo plantean Innes y Booher (2003:55): La mayora estamos tan

    22 Lamamos nueva escuela del dilogo a un nmero inconcluso de autores que han sido recurrentes en las revisiones de la literatura y casos de estudio disponibles, realizadas en la primera fase del Dialogue Research Project. La lista incluira una serie de autores clave que se incluyen en la bibliografa de referencia de esta ponencia: Pearce y Pearce, Barge, Little, Penman, Stewart, Zediker, Black, Isaacs, Elinor y Gerard, Yankelovich, Cissna, Anderson, Hyde, Bineham, Schein, Roper, Zorn, Tannen, Littlejohn y Domenici, Shawn, Spano, Deetz, Simpson.

    20

  • deshabituados al autntico dilogo en situaciones pblicas que, para crearlo y

    gestionarlo, generalmente es necesaria la ayuda de un facilitador profesional y

    entrenamiento especial para los participantes.

    No entraremos aqu en las cuestiones de fondo en cuanto a la facilitacin, si

    bien es interesante mencionar que, dentro de la ciencia poltica de orientacin post-

    empirista, autores como Fischer (2000; 2003) o Maarten (2003) han comenzado a

    postular la tarea del politlogo como facilitador de procesos deliberativos y, en

    consecuencia, como terico prctico trmino con el que se autodenominan

    pensadores del dilogo como Pearce y Pearce (2001).

    Las prcticas del dilogo

    A continuacin ofrecemos una tabla que trata de ilustrar distinciones clave con

    respecto a los principios que guan la prctica de la comunicacin adversaria frente a

    la colaborativa. Entindase aqu que la distincin se refiere a inexistentes tipos ideales

    y que estas dos orientaciones se entremezclan en la realidad del complejo espectro

    comunicativo, formando hbridos conversacionales (Barge y Little, 2002:379-380).

    Tabla 3. Comunicacin interpersonal: adversaria vs. colaborativa

    DEBATE DILOGO

    PRINCI

    Modo conversacional: ADVOCACY

    1. Formas combativas de comunicacin

    La prioridad es ganar

    El choque de argumentos es la mejor manera de abordar un asunto

    Modo conversacional: INQUIRY

    1. Formas colaborativas de comunicacin:

    La prioridad es trabajar juntos para encontrar terreno comn y explorar las diferencias

    Investigar todas las posiciones permite la emergencia de nuevas opciones y el aprendizaje

    nfasis en la relacin:

    21

  • PIOS

    nfasis en performance: retricamente generativo

    2. Certeza

    Se asume que hay una sola forma correcta de enmarcar un asunto

    Se justifican y defienden las presuposiciones como verdades

    3. Conocimiento experto como superior (positivismo/objetivismo)

    El rol de los expertos es iluminar a los no-expertos sobre un asunto

    Los datos son objetivos y hablan por s solos

    4. Orientado al resultado

    Las agendas estratgicas se sobreentienden

    La comunicacin como transmisin de mensajes

    nfasis en ganar acuerdo en apoyo de una posicin

    dialgicamente generativo

    2. Curiosidad/Reflexin

    Se asume que hay mltiples perspectivas significativas

    Se revelan las presuposiciones para su re-evaluacin mutua

    3. Mltiples formas de conocimiento (post-empirismo/constructivismo)

    El rol de los expertos es interactuar con los no-expertos de cara a la exploracin mutua de un asunto

    Los datos dependen de la interpretacin (valores, visiones de la vida) y son una entre varias formas de conocimiento: local, experiencial, emocional

    4. Orientado al proceso:

    Agendas transparentes: los participantes deben saber el contexto, propsito e impacto real del proceso

    La comunicacin como co-creacin de significado

    nfasis en comprender las distintas dimensiones de un asunto a travs de la creacin de significados compartidos y exploracin a fondo de las diferencias

    Uso de espacios apropiados para la dramatizacin de la discusin adversaria

    Dinmicas dominantes: persuadir, vender, negociar

    Creacin de espacios seguros que permiten la expresin personal (ideas, creencias, experiencias e historias de vida)

    Dinmicas dominantes: aprender a travs de la exploracin mutua

    22

  • PRCTICAS

    Defender las visiones de uno contra las de los otros (la duda es una debilidad)

    Focus: probar que el otro est equivocado

    Se escucha para contra-argumentar: buscando debilidades en las posiciones de otros

    Los contenidos estn predeterminados y las lneas argumentales pre-empaquetadas

    Se busca una conclusin o voto que ratifique una posicin

    Mantener la posicin de uno pero permitiendo a los dems espacio para mantener la suya, sin necesidad de inmediatamente oponerse a ella o asimilarla

    Focus: re-examinar todas las posiciones, suspendiendo certeza, incredulidad y necesidad de judgar

    Se escucha para entender: buscando valor en otras posiciones, co-explorando causas, normas y presuposiciones que subyacen a las distintas maneras de enfocar un asunto

    Los contenidos son emergentes y contingentes: las lneas argumentales pueden co-evolucionar al amplificar las perspectivas sobre un asunto

    Se busca descubrir nuevos elementos y

    opciones, facilitando nuevas plataformas colaborativas

    Elaboracin propia como sntesis de: Burbules (1993); Isaacs (1999), Yankelovich (1999), Ellinor & Gerard, 1998), Tannen (1999), Dixon (1998), Littlejohn & Domenici (2001), Anderson et al. (2004b), Pearce y Pearce (2004), Cissna & Anderson (2002), Shaw (2002), Fischer (2000, 2003); Innes y Booher (2003); Burkhalter (2002); Herzig y Chasin (2006).

    En la prctica, el desafo es establecer dinmicas interpersonales donde se

    mantenga un balance productivo entre advocacy and inquiry (Ellinor y Gerard,

    1998), esto es, entre defensa/propugnacin/apoyo activo de ideas y exploracin/

    investigacin/aprendizaje recproco.

    Desde este punto de partida, crear espacios para la comunicacin dialgica es

    una artesana que requiere disciplina, tcnica y habilidad. Sobre todo, demanda por

    parte de los participantes la voluntad de reflexionar sobre sus hbitos comunicativos

    (retricos, rituales, confrontacionales) y sus relaciones de poder, adems de la franca

    determinacin de querer experimentar formas diferentes de contacto con los otros o

    lo ajeno, a travs de nuevas y desafiantes destrezas comunicativas.

    El tratamiento de las tcnicas excede el objeto de esta ponencia, sin embargo,

    como el lector ya habr anticipado, es posible ensear/ entrenar/ practicar lo que

    antes apuntamos como dilogo1, pero no es posible una pedagoga de dilogo2 (Hyde

    y Bineham, 2000). Este ltimo permanece como referente ontolgico que inspira, de

    23

  • manera ms general, los principios de diversos tericos prcticos del dilogo, y su

    operacionalizacin a travs de su orientacin prctica al crear escenarios

    comunicativos.

    El dramtico incremento de los estudios del dilogo va a la par con la

    experimentacin sobre el terreno. Cissna y Anderson (2002) han tratado de

    categorizar la multitud de actividades contemporneas que estn siendo influenciadas

    por esta revitalizacin del dilogo (Linder, 2001). Entre estas cabe destacar:

    proyectos que construyen significados no-tradicionales de comunidad; proyectos

    que unen grupos y culturas dispares; proyectos que renuevan las organizaciones

    complejas y la vida corporativa; y proyectos que expanden los procesos de

    participacin poltica y toma de decisiones.

    Queremos finalizar este apartado citando, para el lector interesado, una serie

    de estudios de caso de procesos de dilogo -en diversas reas de la esfera pblica-

    que son buena muestra de las dificultades y posibilidades que este ofrece:

    Participacin local/comunitaria y multicultural:

    el ejemplo ms completo y documentado de un macro-proceso de dilogo pblico

    lo constituye el Proyecto de la comunidad de Cupertino (ver Spano, 2001; Pearce

    y Pearce, 2000); para un anlisis interesante de cmo un proceso de dilogo se

    puede volver contraproducente vase Zoller (2000); centrado en el mbito escolar

    y la educacin para la ciudadana vase Pearce y Pearce (2001).

    Asuntos conflictivos:

    el Proyecto de Conversaciones Pblicas en Watertown representa un interesante

    caso sobre el tema del aborto (Gergen et al., 2001); para conflictos laborales y

    organizacionales vase Isaacs (1999; 2001); en temas de poltica biotecnolgica

    se recomienda el excelente estudio realizado por Roper et al. (2004).

    Elaboracin colaborativa de polticas:

    es interesante seguir el caso del Sacramento Water Forum en California (Innes y

    Booher, 2003).

    Dilogo para la Deliberacin:

    D+D como proceso

    Public deliberation is dialogue with a particular goal

    (Bohman, 1996:57)

    24

  • La democracia participativa depende de la calidad de la comunicacin en la cual

    se identifican elecciones y se toman decisiones. Y esta calidad requiere que

    tratemos la comunicacin pblica como algo ms que una herramienta de toma de

    decisiones () La democracia participativa funciona mejor cuando dispone de una

    compleja gama de pautas de comunicacin, cada una intersectando con las otras

    para crear una esfera pblica vibrante y robusta.

    (Spano, 2001:27)

    Enriqueciendo el concepto de deliberacin

    Anderson y Cissna (2008:2) observan que, dentro de los estudios del dilogo,

    est creciendo el inters por analizar como este puede contribuir a los procesos de

    deliberacin (Anderson y Cissna, 2008:2; Gastil, 2008:33-38; Black, 2008; Kim y

    Kim, 2008; Heidlebaugh, 2008; Burkhalter et al., 2002; Barge, 2002).

    Si bien conlleva procesos complejos, y ni se debe ni se puede usar siempre, la

    teora prctica del dilogo ayuda notablemente a la hora de disear, implementar y

    estudiar escenarios deliberativos.

    John Gastil (2008; 2008, Gastil y Black; 2006, en Mansbridge et al.; y 2002, en

    Burkhalter et al.) ha desarrollado durante las ltimas dos dcadas una

    conceptualizacin de la deliberacin cara a cara, que se ha ido amplificando (p. vi.)

    para incluir elementos comunes con la disciplina del dilogo, tratando de trascender la

    nocin tradicional de la deliberacin como mero intercambio de razones en nombre del

    inters pblico (Black, 2008:109-110). En esencia, su concepto mantiene las tareas

    clsicas de la deliberacin y aade nuevos matices (Gastil, 2008:20):

    Crear una base de informacin slida; que incluye la nocin post-empirista de

    los mltiples saberes: experiencias personales y emocionales, adems de datos.

    Priorizar los valores clave que estn en juego; invitando a la autorreflexin y

    exploracin mutua.

    Identificar una amplia gama de alternativas; invitando al pensamiento

    colectivo.

    Examinar los pros y contras de las alternativas; exhortando a reconocer las

    limitaciones de cada solucin preferida y las ventajas de las otras.

    Tomar la mejor decisin posible; invitando a actualizar las posiciones a la luz de

    lo aprendido y advirtiendo contra la imposicin del consenso.

    25

  • A todo esto se aade el cuidado por la inclusin y la igualdad de participacin,

    el nfasis en escuchar -especialmente cuando se est en desacuerdo- y el

    reconocimiento y apreciacin de la autenticidad y singularidad de las experiencias y

    perspectivas de los otros (Gastil, 2008:20). Esto ltimos elementos son una clara

    referencia a un debate ms amplio dentro de la teora deliberativa. Se trata del

    debate que enfrenta a las concepciones racional y relacional de la deliberacin (Ryfe,

    2002).

    La mayor parte de los tericos deliberativos postulan que la deliberacin debe

    ser racional y, por tanto, estar basada en un modus operandi similar al judicial:

    proclamas, evidencias, datos factuales, etctera. La visin alternativa entiende que la

    deliberacin es, por el contrario, ms emocional que racional. Esta visin denuncia el

    sexismo inherente a muchos modelos de argumentacin racional (Ryfe, 2002:360),

    as como la imposicin, por parte de stos, de barreras discursivas formales a la

    participacin (Ryfe, 2006).

    La orientacin relacional/emocional est en clara sintona con los principios de

    la prctica dialgica. Esto resulta evidente con relacin a la creacin de espacios para

    las narrativas personales:

    La narrativa construye una forma de deliberacin relacional en la cual los

    participantes apelan a valores y experiencias comunes contando historias. De esta

    manera, la narrativa apoya una forma de deliberacin que acenta la igualdad, el

    respeto a la diferencia, la participacin y la comunidad (Ryfe, 2002:360).

    Se ha puesto demasiado esfuerzo en tratar de neutralizar las emociones, las

    pasiones y las identidades en el nombre del razonamiento racional y la lgica del

    mejor argumento. Esto refleja un entendimiento errneo de la dimensin social del

    individuo, as como una aproximacin simplista a la comunicacin. Las asunciones

    hechas por la teora deliberativa con respecto a la cognicin y el raciocinio han sido

    desacreditadas por la investigacin emprica (Rosenberg, 2007). Las personas

    raramente piensan de modo lgico, razonable y racional (p.344), y no es posible

    entender la comunicacin sin tener en cuenta la dimensin emocional que constituye

    el ncleo duro de las relaciones interpersonales:

    intercambiar narrativas sobre episodios vitales significativos, compartir

    comidas y participar en actividades diseadas para crear sentido de identidad de

    grupo puede ser necesario para motivar el tipo de argumentacin deseada. La clave

    es reconocer que la deliberacin tambin requiere condiciones que promuevan

    compromiso emocional, educacin mutua y lazos afectivos con la propia comunidad

    (p.348-9).

    26

  • Estas son las consideraciones que contextualizan la reivindicacin de espacios

    para una nocin enriquecida de la deliberacin. En lugar de simples escenas para la

    realizacin igualitaria de la ciudadana, los foros deliberativos deberan entenderse

    como lugares para la construccin y transformacin de la misma (Rosenberg,

    2007:354). Tales escenarios deberan acoger prcticas deliberativas experimentales,

    estimulando formas alternativas de participacin y ayudando a retirar el velo elitista

    que rodea la nocin tradicional de procesos deliberativos.

    Las historias de vida y narrativas personales forman ya parte de esta nueva

    ampliada- conceptualizacin de la deliberacin (vase Harrist y Gelfand, 2005). Las

    investigaciones de Ryfe (2006) muestran como stas contribuyen a reducir las

    barreras estructurales, psicolgicas y sociales a la deliberacin en pequeos grupos.

    Contribuyen tambin a desarrollar y sostener identidades situadas, lo cual

    determina si los individuos se sienten inclinados a comprometerse, o no, con el

    proceso. Las historias ayudan a dar sentido a los asuntos complejos, ya que los

    participantes entienden como estos se traducen en situaciones reales incluso cuando

    carecen de informacin completa. Finalmente, contribuyen a nutrir los aspectos

    relacionales, permitiendo a los individuos gestionar cuestiones de cortesa en un

    contexto donde se privilegia el desacuerdo (p.80).

    A la luz de lo que aqu se ha bosquejado, parece que la proposicin de Barge

    (2002) para agrandar el significado de la deliberacin democrtica ha ido cobrando

    cuerpo. Su argumento postulaba la necesidad de expandir el concepto para incluir

    alternativas al juego de lenguaje que ha dominado tradicionalmente este terreno,

    especialmente la comunicacin de adversarios (p.166). Para el, el debate y la

    discusin son apropiados cuando los participantes comparten una formulacin del

    problema y estn de acuerdo en los criterios para seleccionar entre alternativas

    (Ibd.), pero resultan precarios cuando los participantes mantienen perspectivas

    inconmensurables o articulaciones de intereses basados en su intratabilidad

    (Bohman,1996:75-80). En una lnea similar, Littlejohn y Domenici (2001:188) insisten

    en que lo que caracteriza a la deliberacin pblica es su utilidad para proceder

    sistemticamente una vez que el asunto y las alternativas han sido definidos

    claramente. La complicacin radica en que los asuntos pblicos raramente se

    presentan de forma ntida y homognea, sino que, por el contrario, estn

    complejamente amalgamados y encarnan diferentes visiones subyacentes de lo real,

    lo justo y lo posible.

    Burkhalter et al. (2002) reconocen que cuando los participantes traen consigo

    formas diferentes de hablar y de saber, la deliberacin pblica debe incluir alguna

    27

  • medida de dilogo de manera que, por lo menos provisionalmente, se trate de

    trascender el choque de visiones del mundo en competicin, para reflexionar

    colaborativamente sobre stas (p.408). Es por esto que autores como Schein

    (2003:27) proclaman la necesidad de utilizar el componente generativo del dilogo

    para tratar de mejorar los procesos de reflexin en grupo, especialmente cuando la

    solucin depende de si se consigue o no una formulacin comn del problema.

    En este sentido, el componente dialgico de la deliberacin(Burkhalter et al.,

    2002:411) servira a un triple propsito: primero, de reflectividad metalingstica

    (p.410), a travs de la creacin de significado compartido y de la gestin productiva

    de las diferencias; segundo, de profundo anlisis de problemas y soluciones; y por

    ltimo, de incremento de la naturaleza democrtica de la discusin (p.411). Este

    ltimo puede ser interpretado en trminos de apertura de espacios para la

    renegociacin de identidades (Black, 2008:96) y el desafo del statu quo (Innes y

    Booher, 2003:46); no en vano, la tensin entre cooperacin y competicin y entre

    advocacy y inquiry es la esencia de la elaboracin colaborativa de polticas (Innes y

    Booher, 2003:37).

    Tomamos nota de lo apuntado por Steiner (2008) a propsito de los riesgos

    que encierra estirar el concepto de deliberacin. Sin embargo, algo ms fundamental

    est en juego. La teora deliberativa debe reflejar sus bases sociolgicas, adems de

    servir como base para la prctica. Ignorar estas tareas supone lastrar su potencial

    transformativo y factibilidad.

    Ampliando el proceso: dilogo antes de la deliberacin

    La naturaleza impredecible del dilogo, su estructura fluida y su final abierto ha

    llevado a crticos como Tonn y Welsh (2005 y 2002; en Heidlebaugh, 2008: 27-34) a

    cuestionar su papel en el proceso deliberativo, temiendo que demasiado nfasis en el

    dilogo supone un detrimento de los modelos clsicos de advocacy que contribuyen

    eficazmente a desafiar y cambiar los vocabularios y significados culturales

    dominantes, posibilitando nuevas dimensiones de debate. Como respuesta a estas

    crticas es preciso sealar la necesidad de plantear programas deliberativos donde

    estos dos tipos de conversacin coexistan, sin que ninguno de los discursos

    comunicativos se vuelvan hegemnicos.

    A este fin resulta til separar metodolgica, espacial y temporalmente el

    proceso de dilogo y el de deliberacin, tal y como propone Yankelovich (1999). Al fin

    y al cabo, el propsito de la deliberacin es debatir sobre opciones y tomar decisiones,

    28

  • mientras que en el caso del dilogo se trata de explorar en profundidad, crear

    relaciones y pensar colectivamente. Con el fin de marcar esta distincin de finalidades

    y formas de orientar la conversacin, proponemos la siguiente tabla:

    Tabla 4. Comunicacin y proceso

    Modo de comunicacin

    Advocacy Inquiry

    Proceso

    Orientado a la toma de decisiones DELIBERACIN Dilogo deliberativo23

    No orientado a la toma de decisiones

    Debate DILOGO

    Desde esta perspectiva la utilidad del dilogo radica en su potencial como

    complemento programtico de la deliberacin. Si la deliberacin es el arte de analizar

    y contrapesar un conjunto de alternativas y tomar decisiones, el dilogo jugara un rol

    habilitador del escenario a travs se su utilizacin y nfasis en la etapa previa: la

    abierta e inclusiva exploracin de visiones del mundo, marcos de valores,

    experiencias, presuposiciones y predisposiciones que dan forma a las alternativas.

    An ms, procesos de dilogo permitiran espacios para la expresin de las diferencias

    y la posible creacin de significados e interpretaciones comunes a partir de lenguajes

    y formas dispares de saber, conocer y experimentar (Fischer, 2003:143:81)-, as

    como para estimulacin de creatividad colectiva imprevisible (Isaacs, 1999) a travs

    de la investigacin recproca de los aspectos normativos y experienciales que

    subyacen a los asuntos complejos.

    Esto estara en consonancia con las iniciativas y proyectos donde se estn

    desarrollando procesos de dilogo para diagnosticar problemas potenciales, explorar

    alternativas imaginativas, () reconocer las identidades vlidas de mltiples voces

    (), proveer importante informacin y sensibilidades para la posterior toma de

    decisiones y crear un ambiente simblico que refuerza la nocin de que el cambio

    23 Este sera una de las formas hbridas que Barge y Little invitan a investigar (2002:379-80).

    29

  • dentro de comunidades complejas e interrelacionadas es posible (Cissna y Anderson,

    2002:227).

    En un sentido similar, Fischer (2003:206-210) habla de la elaboracin

    deliberativa de polticas como aprendizaje o descubrimiento cvico, lo cual sintoniza

    con la preocupacin dialgica por las consecuencias de la comunicacin en trminos

    de calidad relacional del proceso. Dryzek (2009:3) ha manifestado recientemente que

    la deliberacin es diferente al debate adversario. El objetivo no es ganar, sino

    comprender. Sin embargo, puede la deliberacin -dominada por el debate

    tradicional- realizar esta funcin exploratoria? La comunicacin confrontacional que

    caracteriza al debate polarizado no parece adecuada para ese propsito. Por el

    contrario, esa funcin sera mejor servida a travs del espritu investigativo que gua

    los formatos dialgicos. Esto invita a considerar un modelo integral capaz de

    desempear tareas de formacin ciudadana:

    para proveer al pblico con visiones alternativas de lo que es deseable y

    posible, para estimular discusin sobre stas, para provocar reexamen de premisas y

    valores, y por tanto ampliar el rango de respuestas potenciales (Reich, 1990; citado

    en Fischer, 2003:207).

    Si Heidlebaugh (2008:34) est en lo cierto y -tanto para dar cuenta de como

    para liderar un discurso pblico enriquecido- ni los modelos dialgicos () ni los

    modelos de advocacy pueden sostenerse aislados, entonces se refuerza el argumento

    para ampliar los procesos deliberativos, de manera que se entiendan y planeen como

    un continuum comunicativo, donde distintas formas de discurso conversacional actan

    complementariamente. Proponemos la siguiente figura para ilustrar esta idea de

    forma simplificada.

    Figura 1. El proceso holstico D+D

    DILOGO(Inquiry process:exploracin recproca/creacin de significado compartido)-------------------------------------- +

    DELIBERACIN(Advocacy process:contrapeso de argumentos y alternativas/

    30

  • toma de decisiones-------------------------------------------

    Este modelo supone una manera flexible de estructurar procesos de toma

    participativa de decisiones y est siendo desarrollado y aplicado por el autor tanto

    para crear y facilitar, como para investigar espacios donde el dilogo y la deliberacin

    se complementan.

    Kim y Kim (2008) han comenzado a teorizar en esta lnea, postulando que la

    democracia deliberativa requiere entender la deliberacin pblica no slo en su

    sentido instrumental como herramienta para usar razones pblicas y tomar

    decisiones colectivas- sino tambin en su sentido dialgico, como proceso de

    produccin de razones pblicas y de consecucin de entendimiento mutuo (p.51). De

    tal manera, proponen dos niveles o dimensiones necesarias para el avance

    democrtico. Denominan a la primera deliberacin instrumental (p.66), y la

    caracterizan como un mecanismo procedimental para la negociacin y decisin. La

    segunda sera la deliberacin dialgica o dilogo, a travs del cual se construiran los

    conceptos de identidad y diferencia, el sentido de comunidad y la razn pblica

    (Ibd.). Para esta construccin es preciso desarrollar nuevos espacios comunicativos

    que complementen las limitaciones de la deliberacin sealadas por Burkhalter et al.

    (2002, p.408): la deliberacin se preocupa por el avance persuasivo de opiniones

    predeterminadas. En este sentido, es retricamente y no dialgicamente generativa.

    En definitiva, el dilogo se situara en el campo de la exploracin y produccin de

    razones pblicas, y la deliberacin en el de su uso y cristalizacin.

    Como ventaja aadida, la prctica del dilogo previa a la deliberacin puede

    contribuir a habilitar, entre los participantes, dinmicas comunicativas que permitan

    una continua actualizacin de significados y compromisos, en lnea con la necesidad

    apuntada por Karpowitz y Mansbridge (2006) de prestar atencin a la evolucin del

    equilibrio entre la creacin de consenso y el tratamiento real de los conflictos.

    De manera semejante, Fischer (2003:131) argumenta como el complejo tema

    del consenso se debe abordar en trminos de construccin discursiva de perspectivas

    en competicin. Teniendo en cuenta que los procesos deliberativos raramente giran

    alrededor de los datos per se, sino de las perspectivas subyacentes y los marcos de

    valores utilizados para su interpretacin, Fischer (2003:183;ver tambin Yankelovich,

    31

  • 1999:188) observa que en realidad: bastante antes de que alternativas y

    recomendaciones plausibles puedan ser delineadas, la mismsima determinacin de lo

    que el problema es depende de prcticas retricas e interpretativas profundas.

    Dada la importancia de estas fases previas a la deliberacin, parece oportuno

    aspirar a ampliar el proceso discursivo para incluir modos alternativos de produccin

    de razn pblica capaces de abordar la complejidad de lo social a travs de la

    inclusin de voces que compitan colaborativamente.

    Dilogo y poder: consideraci ones preliminares

    El desafo para la profundizacin de la democracia deliberativa radica, como

    apunta Bohman (1996:69) en la necesidad de resolver los crecientes conflictos

    comunes sin renunciar a la igualdad poltica de los ciudadanos, la ausencia de tirana

    en los resultados y la publicidad del dilogo.

    Los principios y prcticas que los estudios del dilogo pueden ofrecer para

    contribuir a este desafo, suponen dinmicas comunicativas que van ms all de la

    participacin ciudadana controlada con la que los ejecutivos multinivel se sienten

    cmodos. Wood (2004:xx) advierte adecuadamente que aquellos que disfrutan de

    poder y privilegio raramente sentirn motivacin para interactuar dialgicamente con

    aquellos que no disfrutan del mismo status o ventaja, y por lo tanto, como afirma

    Mouffe (citada en Wood, 2004:xx), los sermones sobre el dilogo o la moral no

    convencern a la clase gobernante para que ceda poder.

    La prctica del dilogo como desafo al status quo (Innes y Booher, 2003:46) y

    su teora como crtica del poder (Heath, 2007:150) invitan a la reflexin e

    investigacin sobre la naturaleza de los procesos de participacin y las caractersticas

    de sus propiedades comunicativas.

    En este sentido es til atender a dos dimensiones. La primera, la contraposicin

    entre espacios invitados y espacios inventados (Miraftab, 2004), que permite

    dilucidar los lmites impuestos -sobre procesos de deliberacin predeterminados- por

    las directrices de los agentes gubernamentales, en contraste con procesos ms

    abiertos que se desarrollan colaborativa y creativamente desde las bases.

    En una segunda dimensin, es preciso atender a la distorsin del trmino

    dilogo por medio de su utilizacin abusiva para denominar casi cualquier proceso de

    participacin, sin atender a sus dinmicas reales. En este sentido cabe anotar las

    cautelas tomadas por Wierzbicka (2006) al advertir que el potencial transformador del

    32

  • dilogo no est libre de riesgo en cuanto a su uso para la manipulacin, propaganda

    o pseudo-comunicacin (p.691).

    Estos elementos y la relacin dilogo-poder son objeto de estudio del autor,

    pero exceden la intencin introductoria de este artculo. No obstante, y a modo de

    reflexin final, queremos apuntar la necesidad de tener en cuenta de cara a la

    creacin de espacios para D+D- que la tensin entre profesionalismo experto y

    gobernacin democrtica supone una de las dimensiones polticas elementales de

    nuestro tiempo (Fischer, 2000:ix). De ah la necesidad de crear nuevos escenarios

    donde las voces ciudadanas no sucumban a relaciones comunicativas asimtricas con

    los expertos. La construccin de conocimiento exclusivista por parte de estos

    imposibilita incorporar el conocimiento local y las interpretaciones normativas al

    proceso de toma de decisiones (Fischer, 2003:219).

    En contraste, creando espacios para la co-construccin comunicativa podemos

    combinar el conocimiento profesional y la experiencia vital, formando comunidades

    interpretativas de ciudadanos y expertos que, a travs del discurso mutuo ()

    procura un () entendimiento de los asuntos bajo investigacin (p.222). Este cambio

    en el rol de los expertos requiere no slo un cambio de valores, actitudes y prcticas,

    sino una claudicacin de privilegios por parte de la jerarqua tradicional del

    conocimiento (Yankelovich, 1999:187-200).

    El debate y discusin tradicionales, donde las voces de los expertos son