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Número 22 EL FUTURO DEL HAMBRE Población, alimentación y pobreza en las primeras décadas del siglo XXI Karlos Pérez de Armiño KARLOS PÉREZ DE ARMIÑO es investigador de HEGOA. Licenciado en Geografía e Historia y doctor en Estudios Internacionales y Ciencia Política, sus áreas de trabajo se centran en la seguridad alimentaria, la rehabilitación posbélica en Mozambique y la ayuda humanitaria.

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Número 22

EL FUTURO DEL HAMBREPoblación, alimentación y pobreza

en las primeras décadas del siglo XXI

Karlos Pérez de Armiño

KARLOS PÉREZ DE ARMIÑO es investigador de HEGOA. Licenciado en Geografía eHistoria y doctor en Estudios Internacionales y Ciencia Política, sus áreas de trabajo secentran en la seguridad alimentaria, la rehabilitación posbélica en Mozambique y laayuda humanitaria.

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CUADERNOS DE TRABAJO DE HEGOA es una publicación destinada a difundir los tra-bajos realizados por sus colaboradores/as, así como aquellos textos que por su interésayuden a la comprensión de los problemas del desarrollo y las relaciones internacionales.

Facultad de Ciencias EconómicasAvenida Lehendakari Aguirre, 8348015 BILBAOTfno.: 944 47 35 12Fax: 944 76 26 53Email: [email protected]

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Manuel Iradier, 6 bajoTfno. y fax.: 945 13 15 87Email: [email protected] VITORIA-GASTEIZ

EL FUTURO DEL HAMBREPoblación, alimentación y pobrezaen las primeras décadas del siglo XXI

Karlos Pérez de Armiño

Cuadernos de Trabajo de HegoaNúmero 22Agosto 1998

D.L.: Bi-1473-91ISSN: 1130-9962

Impresión: LANKOPI, S.A.

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ÍNDICE

Introducción 5

Debates teóricos: seguridad alimentaria y equilibrio recursos-población 7

II.1. Evolución del concepto de seguridad alimentaria 7

II.2. Equilibrio entre población y alimentos(neomaltusianismo y sus réplicas) 9

II.2.a. Precursores del debate: los fisiócratas y Malthus 9

II.2.b. Neomaltusianismo contemporáneo 10

II.2.c. Argumentos anti(neo)maltusianos 11

Situación actual del hambre y tendencias recientes 15

Equilibrio entre suministros y población 19

IV.1. Perspectivas sobre la demanda de alimentos 19

IV.1.a. Crecimiento de la población y otros cambios demográficos 19

IV.1.b. Composición y cambios de la dieta 21

IV.2. Perspectivas sobre la producción de alimentos 23

IV.2.a. Límites medioambientales y recursos naturales 28

Disponibilidad de tierra cultivable 28

Escasez de agua 28

Degradación de los suelos 29

Potencial de los fertilizantes 30

Biotecnología 30

Calentamiento global y cambio climático 30

Reducción de la capa de ozono y contaminación 32

Perspectivas del acceso al alimento: liberalización y pobreza 33

Perspectivas del hambre 39

VI.1. América Latina 39

VI.2. Oriente Medio 40

VI.3. Sur de Asia 40

VI.4. Extremo Oriente 40¿Quién alimentará a China? 41

VI.5. África Subsahariana 43

Conclusiones: compromisos internacionales y acción pública 45

Bibliografía 49

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I

II

III

IV

V

VI

VII

VIII

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¿Será la humanidad capaz de acabar con el hambreen las próximas décadas? O, por el contrario, ¿cami-namos hacia un futuro en el que el espectro mal-tusiano y sus profecías apocalípticas de un hambregeneralizada cobren cuerpo? De una u otra forma,la cuestión ha sido objeto de debate durante losdos últimos siglos. Sin embargo, en años recientesla discusión sobre las perspectivas futuras del ham-bre ha retornado con fuerza en medios científicosy políticos por varios motivos, entre otros: la cele-bración de la Cumbre Mundial sobre la Alimenta-ción en Roma en 1996, los crecientes desafíosdemográficos y medioambientales, la liberalizaciónde los mercados agrícolas con el GATT, y, por quéno, el final del milenio, época proclive a revisiones,nuevas metas y profecías apocalípticas.

En el presente trabajo analizaremos los recientesdebates mantenidos en torno a cuáles son las pers-pectivas del hambre en el mundo en las próximasdécadas. Para ello contrastaremos los estudios pros-pectivos realizados por diferentes instituciones, asícomo los debates existentes en torno al equilibrioentre población y recursos, a la seguridad alimen-taria (SA) y a la degradación medioambiental. Talesestudios prospectivos presentan marcos temporalesdiferentes, centrando su horizonte entre los años2010 y 2050, lo que dificulta su análisis comparadoy nos obliga a aludir en cada momento a un plazou otro. De ahí que nuestro análisis se refiera engeneral a las primeras décadas del siglo XXI.

Es importante señalar que los pronósticos de talesestudios presentan un alto grado de incertidumbre,tanto por la dudosa fiabilidad de muchos de losdatos actuales que sirven para construir las tenden-cias y proyecciones de futuro, como por el impre-

decible comportamiento que puedan tener diferen-tes variables, algunas de las cuales todavía no sonbien comprendidas por los científicos (caso, porejemplo, de los posibles efectos del calentamientoglobal). Además, son posibles múltiples y comple-jas interrelaciones entre los diversos factores enjuego. Todo esto explica que los diferentes mode-los prospectivos ofrezcan datos a veces dispares.

En cualquier caso, resulta necesario interrogarsesobre cuál será el escenario más probable. En fun-ción de ello se deberían tomar medidas en el pla-no agrícola, económico, científico y de la ayudainternacional. Es necesario prever cuál sería la evo-lución de la situación si las variables que la deter-minan se dejaran a su suerte, con objeto de poderdeterminar qué medidas es necesario adoptar y quécompromisos tiene que asumir la comunidad inter-nacional para afrontar el problema.

Nuestro trabajo se desarrollará sobre la base delsiguiente esquema. En primer lugar, para ayudar ala comprensión de las argumentaciones presenta-das, introduciremos los principales debates exis-tentes en torno a los dos ejes teóricos que articu-lan el tema: el del equilibrio entre recursos alimen-tarios y población, y el de la seguridad alimentaria.

El debate sobre si en el futuro existirán alimentossuficientes para toda la humanidad se ha venidomanteniendo durante los dos últimos siglos por doscorrientes. Por un lado, los optimistas, como la FAOy el Banco Mundial, que prevén unos suministros percápita suficientes a escala mundial, gracias a la mejo-ra tecnológica y a la adopción de medidas políticas.Por otro, los pesimistas, que alertan sobre unos recur-sos futuros insuficientes debido al rápido crecimien-

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I. INTRODUCCIÓN

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to demográfico y a las limitaciones de los recursosnaturales, lo que representa una amenaza sin prece-dentes para la situación alimentaria. Según uno susmáximos representantes, Brown (1996:19), la escasezde comida será el tema definitorio de la nueva eraque se está formando (como en el pasado lo fue elconflicto ideológico), y generará inestabilidad políti-ca, desintegración social y conflictos armados.

Ahora bien, este debate sobre el equilibrio recur-sos-población ilumina sólo parcialmente el proble-ma del hambre, ya que se refiere a la disponibili-dad de suministros per cápita, condición cierta-mente necesaria pero no suficiente para que nohaya hambre. El hambre puede ser consecuenciade una falta de suministros, pero más habitualmen-te suele deberse a una carencia de recursos paraacceder a los mismos por parte de los más pobres.Esta otra variable, el acceso al alimento, es el obje-to central del concepto de seguridad alimentaria,que constituye nuestro segundo marco teórico.

En segundo lugar, antes de adentrarnos en las pers-pectivas de futuro y como necesario punto de par-tida para ello, esbozaremos brevemente la situaciónactual del hambre en el mundo, tomando nota desu distribución geográfica, su magnitud y las ten-dencias de su evolución reciente.

En tercer lugar, estudiaremos cuáles son las pre-visiones sobre la disponibilidad de suministrosalimentarios per cápita en el futuro, tanto en elámbito mundial como en el de las diferentesregiones. Esto requiere analizar las perspectivasde dos variables: (a) la necesidad de consumo dealimentos, que vendrá determinada sobre todopor el crecimiento demográfico, pero también porlos cambios en la composición de la dieta ali-mentaria motivados por el desarrollo económicoy la urbanización; y (b) la producción de alimen-tos, cuya previsión es difícil pues requiere tomaren consideración los múltiples factores ecológicosque pueden condicionarla (degradación medio-ambiental, calentamiento global, disponibilidadde tierra y agua, avances tecnológicos, inversio-nes públicas, evolución de los precios, comerciointernacional, etc.).

En cuarto lugar estudiaremos la otra variable causan-te del hambre, la falta de acceso al alimento por par-te de los sectores sociales más vulnerables. En este

sentido, es necesario interrogarse sobre la evoluciónde la pobreza y de las desigualdades sociales en elmundo a partir de diversos procesos, como el desa-rrollo económico, la liberalización de los mercadosagrícolas o el impacto de la degradación medioam-biental sobre los ingresos de los campesinos pobres.

En quinto lugar, a partir del estudio de las variablescitadas, estaremos en condiciones de atisbar cuálserá el escenario más probable en las próximasdécadas, tanto a escala mundial como en las dife-rentes regiones del mundo. Una atención especialmerecerán China, dado que por su enorme pesodemográfico y económico su suerte tendrá una inci-dencia global, y el África Subsahariana, por cuantoofrece unas perspectivas claramente negativas que ladistinguen del resto de las regiones del mundo.

Por último, el estudio de las tendencias y de losescenarios previsibles debe completarse con algu-nas reflexiones sobre los compromisos interna-cionales y las políticas necesarias para acabar conel hambre. No en vano, el objetivo de este trabajoes concienciar sobre la persistencia de un proble-ma que no se extinguirá por sí mismo y que úni-camente podrá atajarse mediante decididas inter-venciones públicas, nacionales e internacionales.Estas no sólo deberían materializar de forma efecti-va los compromisos ya adoptados en diferentesforos, sino que tendrían que ir aún más allá.

Ciertamente, la mayoría de los estudios subrayanque en las próximas dos décadas el mundo dis-pondrá de alimentos suficientes para garantizar unadieta suficiente a todos sus habitantes. Habrá sumi-nistros globalmente suficientes, pero continuará sudesigual reparto social y geográfico, por lo quepersistirá el hambre. La mejora que experimentaránla mayoría de las zonas se verá empañada por undeterioro de la situación en el África Subsahariana,que sólo podrá revertirse mediante una acciónmucho más firme de la que hoy existe.

Pero, aunque a medio plazo los optimistas segura-mente tendrán razón, las advertencias de los pesi-mistas respecto al efecto negativo del rápido creci-miento demográfico y la degradación medioam-biental deberían tomarse en mayor consideración,como un límite que no se debe transgredir si sequiere garantizar la seguridad alimentaria de formasostenible y universal.

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Para poder examinar los debates en torno a las pers-pectivas futuras del hambre es preciso que, previa-mente, desarrollemos aquí unos mínimos rudimentosteóricos sobre dos cuestiones esenciales. Por un lado,sobre la evolución del concepto de seguridad ali-mentaria, del que se desprende una interpretaciónde las causas del hambre y la necesidad de determi-nadas políticas contra la misma. Por otro, sobre lasdiscusiones ya clásicas referidas al equilibrio entrerecursos alimentarios y población, en particular lasconfrontaciones entre los enfoques (neo)maltusianosy los contrarios a éstos.

II.1. EVOLUCIÓN DEL CONCEPTODE SEGURIDAD ALIMENTARIA

La concepción de las causas del hambre (endémi-ca) y de las hambrunas (crisis alimentarias puntua-les), y por tanto la de las políticas para hacerlesfrente, ha evolucionado vigorosamente en las últi-mas tres décadas.

Desde la época de Malthus, a principios del sigloXIX, hasta la primera mitad de los años 80, las ham-brunas se han explicado como consecuencia deuna disminución brusca de la disponibilidad de ali-mentos, y el hambre como una carencia habitual

de los mismos. Se trataba de una insuficiencia delos suministros alimentarios per cápita, motivadapor catástrofes naturales que mermaban la produc-ción o por un excesivo crecimiento demográficoque desbordaba el abastecimiento. Basándose eneste enfoque apareció en 1974 el concepto deseguridad alimentaria (SA), objetivo entendidoentonces en clave nacional. Se define como la dis-ponibilidad de unos suministros alimentarios percápita suficientes en el ámbito de un país en todomomento, mediante el aumento de la producción,las reservas o las importaciones. Ahora bien, la SAnacional, al centrar su análisis en valores agrega-dos promedio (el total de los suministros alimenta-rios dividido entre el total de la población), sosla-ya las desigualdades sociales existentes en el repar-to de los recursos, y que, por tanto, incluso cuan-do las cifras promedio son satisfactorias, es posibleque existan colectivos de familias hambrientas.Desde este enfoque, el objetivo político consistíaen incrementar el abastecimiento, pero no en eje-cutar políticas redistributivas de los recursos y delucha contra la pobreza.

Ahora bien, a finales de los años 70 diferentesautores comienzan a criticar el enfoque anterior endos direcciones. En primer lugar, subrayan que elhambre y las hambrunas generalmente no se debena una falta de alimentos en el mercado, sino a lapobreza de determinados grupos sociales que se

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II. DEBATES TEÓRICOS:SEGURIDAD ALIMENTARIAY EQUILIBRIO RECURSOS-POBLACIÓN

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ven así incapacitados para producirlos o comprar-los, es decir, es un problema de acceso al alimen-to más que de escasez del mismo. En segundolugar, como consecuencia, es preciso un análisisdesagregado por familias, siendo los datos percápita de limitada validez por cuanto esconden ladesigualdad en la distribución social del alimento.

Estas críticas al modelo clásico, centrado en la dis-ponibilidad de alimentos, cristalizaron en unmodelo alternativo, basado en el acceso al ali-mento por parte de los vulnerables, cuando eleconomista indio Amartya Sen planteó en 1981 suteoría de las titularidades, en su célebre e influ-yente obra Poverty and Famines. Las titularidades(entitlements) al alimento consisten en las capaci-dades o recursos que una familia o individuo tie-nen para acceder al alimento de forma legal, pro-duciéndolo, comprándolo o percibiéndolo comodonación del Estado o de la comunidad. Vienendeterminadas, por tanto, por las propiedadesposeídas, por las relaciones de intercambio en elmercado (niveles de precios y salarios) y por elnivel de protección social existente.

Partiendo del estudio de diferentes hambrunas deeste siglo, Sen demostró que éstas no suelendeberse a una escasez de suministros, sino a lapérdida repentina de titularidades por parte de lossectores más vulnerables, hasta un punto pordebajo del necesario para satisfacer sus necesida-des nutricionales. Por su parte, el hambre endé-mica refleja una carencia permanente de titulari-dades por parte de dichos sectores. En definitiva,en ambos casos el problema suele ser más de fal-ta de acceso que de falta de suministros.

Por consiguiente, la SA nacional, aunque sigasiendo un objetivo necesario, no es suficiente,pues no garantiza que las personas pobres dis-pongan de los alimentos necesarios. De estemodo, a la luz de este nuevo enfoque surgió enla primera mitad de los 80 el concepto de SAfamiliar, que ha dominado desde entonces losdebates teóricos en la materia. Una de las defini-ciones más extendidas es la proporcionada por elBanco Mundial en su informe La pobreza y elhambre (1986:1): “el acceso de todas las personas,en todo tiempo, a cantidades de alimentos sufi-cientes para una vida activa y saludable”.

Tanto esta definición como la propia teoría de Senen la que se basa resultan hoy insuficientes, ya queno incluyen diversos aspectos cuya importancia hasido puesta de relieve por diversos estudios recien-tes, como por ejemplo: la relación entre la salud yla seguridad alimentaria (la salud, y no sólo elacceso al alimento, es determinante del estadonutricional), las estrategias familiares para mantenerlos bienes productivos durante las crisis alimenta-rias (una de las cuales consiste en pasar hambrepara ahorrar recursos), la hambruna como arma deguerra deliberadamente perseguida, la distribuciónde los alimentos y los recursos en función delgénero, etc. Por consiguiente, existen otros aspec-tos determinantes de la seguridad alimentaria almargen del acceso al alimento, si bien podemosdecir que éste es el factor esencial.

El que la SA familiar haya ganado mayor prota-gonismo que la SA nacional ha implicado uncambio paralelo en las explicaciones de las crisisalimentarias y de las políticas para afrontarlas.Desde el enfoque clásico, el hambre y las ham-brunas se concebían como un problema de insu-ficiente producción nacional ligado a las cienciasnaturales (demografía y climatología) que debecorregirse mediante soluciones técnicas para elaumento de la producción. Por el contrario, elenfoque de la SA familiar centra las causas en lapobreza y las soluciones en las medidas redistri-butivas para atajarla.

Es interesante observar que los enfoques teóricoshan evolucionado en correspondencia con el cam-bio de circunstancias y preocupaciones de cadaépoca. No es casualidad que el concepto de SAnacional surgiera en la Cumbre Mundial sobre laAlimentación de 1974, un año en el que el descen-so de la producción mundial y el aumento de losprecios estimularon los temores neomaltusianos ala escasez global, y pusieron en primer plano elobjetivo de incrementar los suministros per cápitanacionales. En los 80, el auge del concepto de laSA familiar, con su tránsito de una escala macro aotra micro en el análisis, se han visto facilitados porla certidumbre de que los suministros per cápitamundiales eran suficientes e iban en aumento. Enlos 90, por el contrario, los debates sobre los sumi-nistros globales están recobrando un protagonismoperdido en los últimos 20 años, debido a la cre-

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ciente preocupación por el crecimiento demográfi-co y los problemas medioambientales. Aunque lapobreza sigue siendo la explicación esencial delhambre, el espectro de Malthus parece agitarse denuevo, demostrando que el viejo debate sobre elequilibrio entre población y abastecimiento siguede actualidad.

II.2. EQUILIBRIO ENTREPOBLACIÓN Y ALIMENTOS(NEOMALTUSIANISMOY SUS RÉPLICAS)

El actual debate sobre el posible equilibrio futuroentre la población y los recursos alimentarios es enrealidad continuación de una vieja discusión que,desde el siglo XVIII, han venido manteniendo doscorrientes teóricas. Por un lado, los autores quepodríamos denominar optimistas, por su confianzaen que la ciencia y tecnología permiten un creci-miento ilimitado de la producción (fe que se plas-ma en conceptos como “revolución verde”). Porotro lado, los autores pesimistas, que adviertensobre la incapacidad de producir suficientes ali-mentos para todos debido al crecimiento demográ-fico y a los límites de los recursos naturales, aveces con cierto tono alarmista y apocalíptico (alhablar de “bomba” o “explosión” demográfica).

II.2.a. Precursores del debate:los fisiócratas y Malthus

Los precursores de la postura optimista fueron lospensadores fisiócratas franceses e ingleses de lasegunda mitad del siglo XVIII (entre los que desta-ca el marqués de Condorcet), quienes, imbuidosen los valores de la Revolución Francesa, se carac-terizaban por su fe en la razón, la ciencia y el pro-greso de la humanidad. En su opinión, la fuentebásica del desarrollo era el excedente agrícola, elcual podía crecer ilimitadamente mediante lainnovación tecnológica estimulada por el creci-miento demográfico.

Como reacción a tal optimismo, el economista yclérigo inglés Robert Malthus publicó su célebreEnsayo sobre el principio de la población en 1798(sustancialmente revisado en 1803), convirtiéndo-se en el principal precursor de la corriente pesi-mista. Malthus se basó en la teoría de los econo-mistas clásicos sobre los retornos decrecientes,según la cual las dos posibles vías para incre-mentar la producción de alimentos, esto es, unaagricultura más extensiva (cultivando más tierras)o más intensiva (aumentando la productividad),darían lugar al descenso de los rendimientos dela tierra (pues el terreno más fértil es el que pri-mero se cultiva) y del trabajo adicional (Deve-reux, 1993:47).

De esta forma, el crecimiento demográfico reduci-ría gradualmente el excedente per cápita. Tiendeasí a darse un desequilibrio entre una producciónalimentaria que puede crecer a lo sumo en progre-sión aritmética y un crecimiento de la poblaciónque crece geométricamente, es decir, a una veloci-dad mucho mayor. Existe, por tanto, un conflictoentre unos suministros alimentarios relativamenterígidos y el instinto animal del sexo y la reproduc-ción, un desequilibrio entre la fertilidad de loshumanos y la de la tierra, que en última instanciaacaba traduciéndose en hambre.

Por consiguiente, el suministro de alimentos impo-ne un límite al crecimiento de la población, quetendería a estabilizarse a largo plazo en un puntode equilibrio. Tomando como referencia un niveldeterminado y constante de recursos, tecnología yestructuras sociales, existiría un tamaño máximo dela población, en el que su tasa neta de crecimien-to debería ser cero (Watkins y van de Walle,1990:8-9).

En opinión de Malthus, existen dos tipos demecanismos que actúan para recuperar el equili-brio entre población y recursos. Entre ellos, loscontroles preventivos del crecimiento de la pobla-ción son mecanismos voluntarios como la absti-nencia, el celibato o los matrimonios tardíos (nocontemplaba otros métodos artificiales de controlde la natalidad), que requieren un control moralpresente sólo en las civilizaciones más avanzadas.Por esto, lo que más ha contribuido a lo largo dela historia a la recuperación periódica de cierto

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equilibrio han sido los controles positivos, es decir,las hambrunas, el hambre endémica, las pestes ylas guerras, que se desencadenarían al fracasar losmecanismos anteriores (Arnold, 1988:36).

El modelo de Malthus, refutado por la realidaddurante estos dos siglos, merece diversas críticas.En primer lugar, resulta evidente que no existeuna relación entre alta densidad demográfica ymenor disponibilidad de alimentos, como hoydemuestran los países industrializados. En segun-do lugar, según investigaciones recientes, lashambrunas no han sido en la historia un instru-mento efectivo para recuperar el equilibrio, puessu número de víctimas era relativamente reducidoy tras ellas suelen producirse incrementos com-pensatorios de la fertilidad (Devereux, 1993:48).Por último, y esto es lo más importante, Malthusno previó los efectos de las revoluciones en elterreno de la tecnología agrícola y de los trans-portes, que ya estaban iniciándose en Inglaterra.La primera permitió aumentar la productividad ycompensar los retornos decrecientes, mientras lasegunda posibilitó las importaciones de alimentosde otras zonas o países, costeadas con los recur-sos de la industria y el comercio. Una y otra fue-ron claves para el proceso de industrialización yurbanización, haciendo compatibles el aumentode la población con la elevación del nivel devida. La ecuación de la subsistencia de Malthus,que constaba sólo de dos variables (una pobla-ción creciente y una agricultura estancada consi-derada como el único sector realmente producti-vo), era claramente incapaz de incorporar lasnuevas realidades.

II.2.b. Neomaltusianismocontemporáneo

Algunos argumentos de Malthus, especialmentede sus últimos escritos, tienen aún cierta validez

(por ejemplo, la productividad agrícola ha creci-do en las últimas décadas de forma aritmética).Pero su importancia reside sobre todo en la capa-cidad que ha tenido para inspirar reiteradamenteformulaciones neomaltusianas que, partiendo depreocupaciones contemporáneas (sobre todo elcrecimiento demográfico junto a problemasmedioambientales), han suscitado prediccionespesimistas y catastróficas sobre la capacidad deproducción alimentaria global.

Tanto en los años 50 como posteriormente a fina-les de los 60 y en la primera mitad de los 70, sedieron brotes de neomaltusiano, con posturasvariadas en cuanto al nivel de alarmismo. Asu-miendo la perspectiva apologética de Malthus,algunos autores previeron una hambruna a escalamasiva y global. Paul Ehrlich pronosticaba en 1968en su libro de título significativo, The PopulationBomb, que “la batalla para alimentar a toda lapoblación está acabada. Las hambrunas de los 70están sobre nosotros, y cientos de millones de per-sonas van a morir de hambre antes de que estadécada termine”. La causa era, como Paddock yPaddock expresaron metafóricamente en 1967 ensu Famine 1975!, que “la cigüeña ha adelantado alarado” (Arnold, 1988:39).

En un tono más moderado, otros muchos pensa-ron a principios de los 70 que el mundo se apro-ximaba al límite de su capacidad de abastecimien-to para todos, percepción que se derivaba de lapreocupante situación del momento, caracterizadapor: una disminución de la producción mundialper cápita, la merma de las reservas mundiales, elincremento de los precios y las hambrunas africa-nas de 1974. Esta tesis fue asumida, por ejemplo,por la FAO, en la Cumbre Mundial sobre la Ali-mentación de 1974 1, así como por el informeLimits to Growth elaborado en 1972 por un equi-po de investigadores para el influyente Club deRoma, que preveía que, con las tendencias exis-tentes, los límites al crecimiento en el mundo sealcanzarían en 100 años 2. Veinte años después, en

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1La FAO expuso en dicha Conferencia que “la acción para reducir el índice de crecimiento de la población tiene

que iniciarse ahora para que tengamos a lo sumo alguna posibilidad de satisfacer las necesidades alimentarias mun-diales dentro de 25 años”. Citado en Barraclough (1991:267).

2 Dicho estudio advertía que “la raza humana puede tener poco tiempo para reaccionar a una crisis de crecimiento

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1992, los autores del estudio publicaron una revi-sión del mismo (Beyond the Limits) en el que hanvuelto a subrayar la necesidad de políticas quecorrijan el crecimiento de la población y del con-sumo, con objeto de evitar un descenso descon-trolado de la producción per cápita de alimentosen las próximas décadas 3.

En los años 90, la idea de una grave escasez futurase ha visto fuertemente relanzada por argumentosrelacionados con la degradación medioambiental.Entre sus principales difusores destacan el World-watch Institute, así como su propio director, LesterBrown. Los neomaltusianos actuales no puedennegar la evidencia de que, en contra de lo pronosti-cado por Malthus y otros, en el pasado la produc-ción ha crecido más que la población (gracias al cul-tivo de tierras en el Nuevo Mundo y a los avancestecnológicos), y que ésta se encuentra hoy mejor ali-mentada. Sin embargo, su argumento es que en ladécada de los 80 el mundo ha alcanzado un puntode inflexión respecto al pasado, y que desde 1984 laproducción per cápita está descendiendo, pues lapoblación crece más que la producción (algunoshablan incluso de estancamiento de la producción).Sostienen que esta tendencia continuará inevitable-mente en el futuro y, dado que se está rebasando lacapacidad de carga máxima o población límite delplaneta, la humanidad afrontará pronto enormesproblemas alimentarios.

La explicación radica tanto en el fuerte crecimientodemográfico existente como en los cada vez másacuciantes problemas medioambientales y de ago-tamiento de los recursos, que imponen límites cadavez mayores a la producción. Los rendimientos delos principales cultivos están disminuyendo o sóloaumentan moderadamente incluso aunque se usencrecientes cantidades de fertilizantes (lo que fue laclave del aumento productivo en los años 60 y 70),dado que las mejores tierras están ya bastante ago-tadas. Además, la disminución de la tierra per cápi-

ta disponible fuerza a un cultivo más intensivo, loque está provocando su degradación constante(erosión, desertización, salinización, deforestación,etc.) y, por tanto, reduciendo sus niveles de pro-ductividad. La producción se ve amenazada tam-bién por la escasez de agua para irrigación y denuevas tierras de cultivo, así como por nuevasamenazas medioambientales globales (como elcalentamiento global y otros cambios climáticosderivados).

Según alertan, el descenso de la producción percápita dará lugar a un descenso de las reservasmundiales y a un aumento de los precios, con loque en las próximas décadas los períodos de esca-sez y hambruna aumentarán en frecuencia y grave-dad, dando lugar a su vez a un incremento de lainestabilidad política y de los conflictos.

II.2.c. Argumentosanti(neo)maltusianos

Los desafíos demográficos y medioambientalessobre los que advierten los neomaltusianos no sonen absoluto despreciables. Sin embargo, los enfo-ques de éstos merecen varias críticas.

Una primera consideración es que algunos neomal-tusianos parecen explotar la idea de la superpobla-ción desde ciertos prejuicios culturales e interesesen defensa del bienestar occidental. Detrás de laidea de la bomba demográfica se percibe ciertomiedo, “tan real hoy como en la época de Malthus,de que el pobre heredará la tierra” y que, por supeso numérico, “robará a los ricos su comida y lesreducirá a la penuria de los pobres” (Arnold,1988:40). Dicho de otra forma, se revela el temor aque la creciente población del Tercer Mundo nos

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exponencial en un espacio finito”. Su conclusión era que “si las tendencias presentes de crecimiento de poblaciónmundial, industrialización, contaminación, producción de alimentos y agotamiento de recursos continúa sin cam-bios, los límites al crecimiento en este planeta se alcanzarán de aquí a los próximos 100 años”. Ver MEADOWSD.H., D.L. MEADOWS, J. RANDERS y W.W. BEHRENS (1972), The Limits to Growth: a Report for the Club of Rome’sProject on the Predicament of Mankind, Earth Island, Londres. Citado en Barraclough (1991:267).

3 MEADOWS, D.H., D.L. MEADOWS, y J. RANDERS (1992), Beyond the Limits, Earthscan, Londres. Citado en Bar-tiaux et al. (1993:78).

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exija algún día reducir el nivel de vida occidentalpara compartir con ellos nuestro bienestar (George,1986:67). Además, los argumentos de algunos neo-maltusianos están cargados de subjetividad y deprejuicios culturales y raciales frente al Tercer Mun-do (como Malthus los tuvo respecto a los pobres).Según critica Arnold (1988:40-41), la idea de queexiste demasiada gente significa en el fondo, paramuchos autores, que existe “demasiada gente deltipo inadecuado”.

Este prejuicio puede contribuir al hecho de quemuchos neomaltusianos, como Ehrlich, propug-nen desde los años 60 drásticas políticas de con-trol demográfico en los países en vías de desa-rrollo, mientras que pasan por alto el hecho de ladesigualdad del consumo entre países y entregrupos sociales, y no propugnan medidas redis-tributivas4. Suelen utilizar datos agregados o pro-medios a escala mundial, olvidando que la mino-ría rica de la humanidad acapara la mayor partede los recursos mundiales, incluidos los orienta-dos a la producción de alimentos, lo que la con-vierte en principal responsable de la degradaciónmedioambiental global. En este sentido, como lesreplica Harrison5, un crecimiento demográficoligero en el Norte es más amenazante para losrecursos naturales que uno grande en el Sur: los57’5 millones de nuevos ciudadanos del Norteesperados durante los 90 contaminarán más quelos 915 millones esperados en el Sur. Esta consta-tación debería dar lugar a propuestas orientadasno sólo a la disminución de la natalidad sino tam-bién a la de los niveles de consumo en las socie-dades desarrolladas 6.

Una segunda crítica es que la historia reciente hademostrado que los pronósticos apocalípticos dedesequilibrio global entre población y recursos nose han producido. Con la notable excepción delÁfrica Subsahariana, desde los años 50 el crecimien-to de la producción alimentaria ha sido superior alde la población, sobre todo gracias al incremento delos rendimientos de los cultivos de cereal. El argu-mento esgrimido en los últimos años respecto a quedesde el punto de inflexión de 1984 la producciónper cápita desciende progresivamente es tambiéncuestionable, como veremos en su momento.

En tercer lugar, la crítica básica al maltusianismopor parte de la corriente optimista, hoy igual queentre los fisiócratas del siglo XVIII, es que lahumanidad tiene la capacidad de incrementar laproducción alimentaria por encima del crecimien-to demográfico gracias a la innovación tecnológi-ca, y que ésta es alentada por el propio aumentode la población.

En esta línea, Friedrich Engels afirmó ya en 1844que la ciencia tiene la capacidad de crecer en pro-gresión geométrica, al menos tan rápido como lapoblación, lo que le permite romper el límite mal-tusiano a los suministros. Esta idea parece haberseconfirmado a lo largo de este siglo, con la difusiónde los fertilizantes nitrogenados y de las variedadesde cereales de alto rendimiento. Por su parte, algu-nos autores antimaltusianos, como el economistaJulian Simon (1981), subrayan que el crecimientodemográfico estimula la producción a través de losprecios. Si el mercado es eficiente y flexible, elincremento de la demanda eleva los precios, lo quealienta a los campesinos a producir más, traducién-

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4 Por ejemplo, Ehrlich y Holdren elaboraron una fórmula para calcular el peso relativo de los diferentes factoresque contribuyen al cambio medioambiental: I = PAT, donde I (Impact) es el impacto negativo en el medio ambien-te; P (Population) es el tamaño de la población; A (Affluence) es la prosperidad medida en consumo per cápita;y T es el índice de destructividad medioambiental de las tecnologías que proporcionan los bienes consumidos, enotras palabras, el índice de impacto medioambiental por cantidad de consumo. Aunque la fórmula contempla estostres factores, lo cierto es que la población suele contemplarse como el principal, por lo que ponen el acento enel control demográfico en los países del Sur, y también en los del Norte (en los que los factores A y T de cadapersona son muy grandes). Sin embargo, no se pronuncian sobre otra posible alternativa, como es la de reducir elconsumo per cápita en los países desarrollados (Bartiaux et al., 1993:79).

5 HARRISON, Paul (1992), The Third Revolution, I.B. Tauris, Londres. Citado en Bartiaux et al. (1993:82).

6 La revista New Internationalist (septiembre de 1985, Oxford, p. 25) expresó esta idea con sugerente ironía: “Losamericanos representan sólo el 6% de la población mundial, aunque consumen el 35% de los recursos mundiales,lo mismo que todo el mundo en desarrollo. Por tanto, ¿no será el problema real de la población mundial que haydemasiados americanos?”. Citado en Devereux (1993:60).

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dose a largo plazo en unos alimentos más abun-dantes y baratos.

Pero el modelo antimaltusiano más influyente hasido el de Ester Boserup (1967, 1984), para quienla población, los recursos y la tecnología están liga-dos en una progresión paralela7. La presión demo-gráfica, a pesar de los desafíos que impone, fre-cuentemente actúa como el principal impulsor deldesarrollo agrícola, estimulando las mejoras en eluso de la tierra y la innovación tecnológica, todo locual permite una densidad poblacional mayor. Elcrecimiento de la población, lejos de provocar laescasez, ha sido generalmente el acicate esencialpara el desarrollo de la tecnología agrícola, y conello para la formación de una sociedad más com-pleja y evolucionada. Esto se debe a que una con-centración demográfica mayor hace más rentableslas inversiones en infraestructuras y tecnología,generando unas economías de escala que compen-san ampliamente los retornos decrecientes del tra-bajo o de la tierra, al tiempo que facilitan la espe-cialización productiva, los progresos en comunica-ciones y el intercambio de conocimientos. Todoesto no es óbice para la aparición periódica dehambrunas por cosechas deficientes o por guerras,que también servirían como incentivo para la inno-vación tecnológica.

Aunque, sin duda, estos procesos han tenido unpapel muy significativo en muchas sociedades, enalgunos casos el modelo presenta puntos débiles.La propia autora es consciente de que su argu-mento básico podría no funcionar en zonas ruralesen las que la densidad demográfica y las tasas decrecimiento vegetativo sean altas. Por otro lado,algunos autores, como Arnold (1988:42), dudan de

que las sociedades hayan tenido en la historia lacapacidad de adaptación tecnológica supuesta porBoserup. Por ejemplo, la Irlanda de la primeramitad del XIX veía constreñida su capacidad parahacerlo debido a la opresión política, la falta decapital y base tecnológica, o el apego socioculturala los medios de vida tradicionales. En muchoscasos la salida puede haber sido no la mejora tec-nológica, sino la emigración, el recurso a la caza olos alimentos silvestres, y la guerra o el pillaje. Losprocesos de adaptación frecuentemente han opera-do de forma lenta y dolorosa, y a veces la intensi-ficación puede no haber proporcionado un mayornivel de producción per cápita.

Pero la mayor limitación del modelo de Boserup, yde la corriente optimista en general, tiene que vercon la alta velocidad del crecimiento demográficoactual, sobre todo en el caso del África Subsaharia-na. Existe el convencimiento generalizado de queel ritmo de innovaciones tecnológicas que los cam-pesinos pobres serán capaces de desarrollar por símismos quedará muy por debajo de las altas tasasde crecimiento demográfico. Por eso es precisorealizar intervenciones públicas decididas e incor-porar avances científicos exógenos.

Los optimistas actuales consideran que, además dela ciencia y la tecnología, otros factores adicionalespueden contribuir también al aumento de la pro-ducción, como son la explotación de nuevas tie-rras y recursos acuíferos, la mejora de infraestruc-turas, la expansión de la educación y la formación,y las inversiones públicas. Todos ellos son factoresque se influyen mutuamente, y que serán analiza-dos más adelante.

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7 Boserup, basándose en datos de Asia y África, comprobó la relación entre densidad demográfica e intensidad enel uso de la tierra. Las sociedades con densidades bajas tienden a practicar una agricultura extensiva con herra-mientas y técnicas sencillas, mientras las que presentan densidades altas tienden a utilizar sistemas intensivos, conutillaje y técnicas más sofisticados y con un nivel de producción per cápita más alto. La formulación inicial delmodelo antimaltusiano de Boserup puede verse en su obra Las condiciones del desarrollo en la agricultura, de 1967(1ª ed. en inglés de 1965). El argumento se mantiene, algo matizado, en sus obras posteriores, como Población ycambio tecnológico (1984) y otras.

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Antes de analizar las previsiones del hambre en elfuturo es preciso que observemos brevemente lasituación actual del problema y su evolucióndurante las últimas décadas. Dos son las ideas prin-cipales que debemos subrayar. En primer lugar,que desde la Segunda Guerra Mundial el mundo ensu conjunto ha experimentado un aumento de suabastecimiento y una mejora de su situación ali-mentaria. En segundo lugar, que tales avances hanpresentado grandes diferencias geográficas y socia-les, habiendo países y grupos sociales que hanquedado al margen de los mismos.

Según datos de la FAO (Alexandratos, 1996:8), elsuministro de alimentos mundial se ha más queduplicado en los últimos 40 años, aumentando a unritmo mayor que el crecimiento demográfico. Estoha permitido elevar el suministro medio per cápitaen calorías a escala mundial en un 19% entre 1961-62 y 1992-94, llegándose a un promedio global de2.710 calorías por persona y día. Dicho crecimien-to se ha ralentizado desde los años 80, lo cualconstituye uno de los argumentos de los neomaltu-sianos. Por otro lado, el incremento fue mayor enlos países en vías de desarrollo, un 32%, lo que les

permitió pasar de las 1.990 calorías en 1962 hastalas 2.500 calorías en 1991, algo tanto más notablesi tenemos en cuenta que su población casi sedobló en ese período (de 2.200 millones a 4.200millones de habitantes). La mayor parte de estosavances se registraron en Asia, gracias al incremen-to productivo derivado de la Revolución Verde.

Sin embargo, hay que llamar la atención sobre elhecho de que el suministro medio de alimentos hadescendido en un total de 39 países, esto es, el 40%de los países en desarrollo. De ellos, 28 son paísesde bajos ingresos (cuyo punto de partida era ya bas-tante deficiente), la mayoría ubicados en el ÁfricaSubsahariana, única región que ha experimentadoun descenso continuado: 2.140 calorías en 1969-71,2.080 en 1979-81 y 2.040 en 1988-90. Pero tambiéncabe destacar a países de otras zonas, como Ban-gladesh, Vietnam, Camboya, Afganistán o Haití. Los11 restantes son países en desarrollo de ingresosmedios o altos, entre ellos varios africanos (Angola,Senegal) y latinoamericanos (Chile, Perú, Argentina)(Alexandratos, 1995:77; FAO, 1996e:49, 56)1.

De la misma forma, el número de personas quesufren desnutrición crónica 2 en los países en vías

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III. SITUACIÓN ACTUAL DEL HAMBREY TENDENCIAS RECIENTES

1 También los países desarrollados, en su conjunto, han disminuido sus suministros después de alcanzar untecho de 3.300 calorías en 1982. Pero esta disminución, concentrada en los países europeos (en América delNorte ha continuado aumentando), tiene efectos beneficiosos, dado que reduce los riesgos de la sobrealimen-tación para la salud.2 Los criterios habituales para medir la desnutrición son objeto de controversia, por lo que cualquier dato al respectodebe tomarse como aproximación a una realidad sumamente difícil de evaluar. Evitando entrar aquí en dicho debate,

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de desarrollo ha experimentado una progresiva dis-minución, aunque con fuertes diferencias regiona-les, tal y como se aprecia en las gráficas adjuntas.Si en 1969-71 los afectados representaban el 35%de la población de dichos países, en 1990-92 cons-tituían el 20%. En términos porcentuales, sinembargo, el avance ha sido menos llamativo, comoconsecuencia del fuerte crecimiento que ha experi-mentado la población (que ha aumentado en unos1.500 millones en dichos países): los 918 millonesde desnutridos de 1969-71 se redujeron a 841millones en 1990-92 (FAO, 1996e:44-45).

Pero estas cifras globales esconden tendencias muydiferentes en cada región. De forma notoria, la queha seguido peor suerte ha sido el África Subsaha-riana, la única donde el porcentaje de desnutridosha aumentado en las dos décadas, alcanzando en1990-92 un enorme 43%, el doble que el siguienteíndice más alto, el del Sur de Asia. Habida cuentade que la población africana ha crecido a un tam-bién elevado 2’9% anual, el número total de ham-brientos se ha doblado, llegando a los 215 millonesde personas. Como consecuencia, los africanos hanpasado en veinte años de representar el 11% de loshambrientos mundiales a ser el 26% de los mismos.

Es interesante observar que tanto en PróximoOriente-Norte de África como en América Latina-Caribe, la década de los 70 registró un avance, másacusado en la primera región. Sin embargo, losaños 80 han sido de recesión, pues los porcentajeshan permanecido estancados al tiempo que elnúmero total de hambrientos ha aumentado.Ambas regiones, en particular el Próximo Oriente,son dependientes de las importaciones de alimen-tos del exterior.

Los datos de Asia merecen especial atención, porser el continente con mayor peso demográfico ymayor número de hambrientos. En cuanto al Surdel continente, el porcentaje permaneció estable enlos 70 y disminuyó apreciablemente en los 80, perodadas las altas tasas de crecimiento demográfico dela región, el número total de hambrientos no hadisminuido en la misma medida. Por último, laregión de Este y Sudeste de Asia es la que ha mos-trado un mejor comportamiento en el período abar-cado. El porcentaje de afectados ha descendidoprogresivamente desde el 41% (el mayor porcenta-je mundial en 1969-71) hasta el 16%. Y, lo que esmás notable, el moderado crecimiento demográficode la región ha permitido reducir drásticamente elnúmero total de hambrientos, si bien sigue siendoel más alto del mundo.

La evolución que ha seguido la situación alimentariaen cada región refleja en gran medida la suerte quehan seguido sus magnitudes económicas. Los paísescuyos índices alimentarios han mejorado son aque-llos en los que se ha registrado un mayor creci-miento económico y de los ingresos per cápita, loque les ha proporcionado un mayor poder adquisi-tivo y la posibilidad de incrementar sus importacio-nes alimentarias. Por el contrario, los países, en sumayoría africanos, con resultados alimentarios másnegativos se han caracterizado por el estancamientoeconómico, el descenso de la producción agrícolaper cápita (por múltiples factores, como las sequías,los conflictos y la falta de inversiones públicas) y laconsiguiente disminución de los ingresos per cápita.A diferencia de los países anteriores, éstos apenashan dispuesto de recursos económicos para sufragarlas importaciones de alimentos, lo que les ha forza-do a reducir su consumo per cápita.

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asumimos los datos de la FAO, agencia de Naciones Unidas especializada en la materia, así como su criterio sobre ladesnutrición. Una persona desnutrida sería aquella con un consumo promedio anual inferior al necesario para man-tener el peso corporal y desarrollar una actividad ligera, umbral que se estima en 1’54 veces la Tasa de MetabolismoBasal (esto es, las calorías necesarias para una persona media a fin de mantener las funciones corporales esencialesen situación de ayuno y reposo). Considerando diferentes factores, la FAO ha estimado las necesidades calóricas percápita para cada país, a partir de lo cual ha calculado la incidencia de la desnutrición.

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TENDENCIAS EN EL NÚMERO Y PROPORCIÓN DE DESNUTRIDOSPOR REGIONES EN DESARROLLO

DISTRIBUCIÓN DE LOS DESNUTRIDOS POR REGIONES (%)

Proporción de desnutridossobre su población (%)

1969-71(918 millones de desnutridos)

1990-1992(841 millones de desnutridos)

Número de desnutridos(millones)

38

41

43

103

148

215

África Subsahariana

27

12

12

48

27

37

Próximo Orientey Norte de África

41

27

16

476

379

269

Próximo Orientey Norte de África

33

34

22

238

303

255

Sur de Asia

19

14

15

53

48

64

América Latinay Caribe

África Subsahariana

Próximo Orientey Norte de África

Extremo Oriente

Sur de Asia

América Latinay Caribe

1969-71 1979-81 1990-92

11%

5%

52%

26%

6%

26%

4%

32%

30%

8%

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Como señalábamos, dos condiciones deben reunir-se para evitar el hambre: primera, que existan ali-mentos per cápita suficientes para satisfacer lasnecesidades de la población, y, segunda, que todaslas familias y personas dispongan de los recursosmateriales mínimos para acceder a tales alimentos.

En este capítulo nos centraremos en el primero deesos requisitos, el equilibrio entre demanda y sumi-nistros. Para ello analizaremos, por un lado, lasproyecciones existentes sobre el crecimiento de lapoblación mundial así como sobre los cambios enlas pautas de consumo alimentario (por cuantoinciden sobre el nivel de la demanda de alimen-tos); y, por otro, las perspectivas de aumento de laproducción de alimentos, que aparecen fuertemen-te condicionadas por la importancia que se otorguea las amenazas de tipo medioambiental.

IV.1. PERSPECTIVAS SOBRE LADEMANDA DE ALIMENTOS

Entre los años 1990 y 2025, la demanda mundialde cereales experimentará un aumento del 70%, sibien el incremento será mucho mayor en los paí-ses en vías de desarrollo, del 114%. En los paísesindustrializados, que con un 23’6% de la pobla-ción mundial consumen el 45% de los cereales, lademanda per cápita (621 kg en 1990) seguramen-

te no aumentará e incluso puede descender, debi-do a una disminución del consumo de alimentosde origen animal y, consiguientemente, del uso decereales como piensos (Alexandratos y De Haen,1995:363).

La mayor parte (concretamente el 38%) del incre-mento mundial de la demanda entre los años 1990y 2020 se centrará en el Extremo Oriente (en espe-cial en China), debido a su fuerte crecimientodemográfico y económico, por lo que tendrá queimportar entre el 13% y el 23% de sus suministros.La segunda región importadora será el Sur de Asia,debido sobre todo al crecimiento demográfico. Elresto de las regiones tendrán papeles más modes-tos. El caso de Africa es particularmente preocu-pante, dado que requerirá un fuerte incremento delas importaciones para responder a su alto creci-miento demográfico, pero no dispondrá de recur-sos para costearlas (Dyson, 1996:113,114,205).

IV.1.a. Crecimiento de lapoblación y otros cambiosdemográficos

El crecimiento demográfico será responsable deaproximadamente el 90 % del aumento de lademanda de alimentos en las próximas décadas.Por eso resulta crucial analizar las perspectivas enla materia, a fin de preguntarnos si será posible ali-

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IV. EQUILIBRIO ENTRE SUMINISTROSY POBLACIÓN

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mentar a una población creciente de forma soste-nible desde los puntos de vista económico ymedioambiental.

Después de milenios de lento crecimiento, lapoblación mundial se ha multiplicado rápidamenteen las últimas décadas, aumentando desde 1950más que en toda la historia anterior. Sólo hacia elaño 1800 se alcanzaron los 1.000 millones de per-sonas, y costó 130 años llegar a los 2.000 millones,mientras que los 3.000 millones se lograron en sólo30 años más, en 1960. Desde los años 60 la tasamundial de crecimiento demográfico ha estadobajando, al haber descendido el índice de natalidadmás rápidamente que el de mortalidad. De una tasamundial récord del 2’2 % en 1963 se ha pasado ala del 1’4% en 1996. De todas formas, el aumentoen números absolutos sigue siendo muy grande, deunos 80 millones por año en la actualidad. Este cre-cimiento, como es sabido, se concentra sobre todoen los países en vías de desarrollo.

En cuanto a las previsiones para las próximas déca-das, el crecimiento de la población continuará sien-do grande incluso aunque las tasas de natalidadbajen rápidamente, dado que la estructura de lapoblación actual es joven y muchas mujeres estánaccediendo a la edad reproductiva. Las NacionesUnidas han calculado el crecimiento de la pobla-ción mundial hasta el año 2050, en el que se espe-

ra que aquélla se estabilice con un crecimientocero, ofreciendo tres estimaciones: alta, baja ymedia. La estimación baja prevé una población de7.900 millones y parte del supuesto de que todoslos países adopten simultáneamente planes parareducir la fecundidad de forma rápida. La alta pro-nostica una población de 11.900 millones, y asumeque tales planes se adopten de forma lenta. Dadoque habrá países que opten por la vía rápida yotros que no, la estimación más verosímil es segu-ramente la media: de los 5.700 millones de 1995 sepasaría a 7.888 millones en el año 2020, y a 9.800millones en el año 2050, lo que representaría unaumento del 72%1.

El 93% de este crecimiento se registrará en los paí-ses en vías de desarrollo, pero con importantesdiferencias entre unas regiones y otras. Según laestimación media, las mayores tasas de crecimientoseguirán siendo las del África Subsahariana, por loque experimentará el segundo mayor crecimientoregional en términos absolutos, pasando de los 643millones en 1990 a 1.421 millones en el 2020. Laregión con el mayor aumento en número de per-sonas en ese período será Asia, que sumará 1.500millones de personas más, sobre todo en el Sur delcontinente. También Oriente Medio y América Lati-na experimentarán importantes crecimientos, quesin embargo serán modestos en Europa, Norteamé-rica y Australia 2.

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1 United Nations (1995), World Population Prospects 1990, Nueva York. Citado en FAO (1996a:27-28).

2 Ibíd.

Proyecciones sobre el crecimiento de la población (FNUAP, 1998:70-72)

Población 1998 Población proyección 2025 Tasa media crecimiento(millones) (millones) demográfico 1995-2000

Total mundial 5.929'8 8.039'1 1'4

Países desarrollados 1.181'5 1.220'3 0'3

Países en vías de desarrollo 4.748'3 6.818'9 1'7

Países menos adelantados 626'9 1.159'3 2'6

África 778'5 1.453'9 2'6

Asia 3.588'9 4.784'8 1'4

Europa 729'4 701'1 0'0

América Latina y Caribe 499'5 689'6 1'5

América del Norte 304'1 369'0 0'8

Oceanía 29'5 40'7 1'3

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Este crecimiento de la población será el principalresponsable del aumento de la demanda de ali-mentos. Según Dyson (1996:113), un incrementodemográfico entre los años 1990 y 2020 del 49%(en realidad será del 45%, según las últimas esti-maciones), si los niveles de consumo per cápita decada país no se alteran, generaría un aumento dela demanda efectiva de cereales del 39%. La dife-rencia de porcentajes se debe a que las zonas quecrecerán más son las que tienen un consumo percápita inferior al promedio. En consecuencia, elconsumo mundial per cápita de cereales descende-ría un 7%, quedando en 336 kg.

Por otra parte, otros factores demográficos diferen-tes al crecimiento poblacional tendrán también inci-dencia, aunque modesta, sobre la demanda de ali-mentos. El principal de ellos es la estructura de lapoblación por edades, ya que los niños y ancianostienen menores necesidades energéticas que losadultos. Este factor influirá poco a escala mundial,ocasionando un incremento de las necesidades decalorías del 2% entre los años 1995 y 2050, influen-cia que será mayor sin embargo en los países endesarrollo debido al descenso de su poblacióninfantil (destacando África, donde provocará unincremento del 7%), mientras que en los paísesdesarrollados el proceso de envejecimiento darálugar a una disminución del 1% de las necesidadescalóricas. Del mismo modo, el aumento de la esta-tura de las personas incrementará las necesidadesenergéticas un 1% por decenio hasta el 2050 en elmundo y un 2% en los países en vías de desarrollo(FAO, 1996a:35-37).

En sentido contrario, otros factores reducirán lasnecesidades energéticas, como el desarrollo urbanoy la reducción del número de embarazos, que per-mitirán disminuirlas en un 3% y 1% respectivamen-te en los países en desarrollo en el período citado.Haciendo balance, entre estos factores demográfi-cos (excluido el crecimiento de la población), losque provocarán un aumento de las necesidadestendrán más peso que los que las reducirán: un+10% frente a un –5% (FAO, 1996a:35-37).

El conjunto de todos los factores demográficos(tanto el crecimiento como el cambio de la estruc-tura de la población), entre los años 1995 y 2050provocará un aumento de las necesidades mundia-

les de calorías del 76% (un 74% por crecimientodemográfico y un 2% por cambios en la estructurade la población). Pero las cifras varían mucho entérminos geográficos. En los países desarrollados elcrecimiento de la población las incrementará en un4%, y los cambios en la estructura las reducirán enun 2%. Por su parte, en los países en vías de desa-rrollo el crecimiento demográfico aumentará lasnecesidades en un 95%, mientras los cambios de laestructura demográfica también los aumentará, enun 3%. Dentro de este grupo, los factores demo-gráficos generarán un aumento de la demanda del69% en Asia, del 80% en América y Caribe, y del250% en el África Subsahariana (FAO, 1996a:37-39).

El fuerte crecimiento de la población suscitará unasmayores necesidades de suministros. Sin embargo,es importante subrayar que no es éste el principalriesgo que representa para la seguridad alimentaria.El mayor problema del crecimiento acelerado es supapel como generador de la pobreza familiar:cuando crece la proporción de familiares depen-dientes (niños) respecto a los económicamenteactivos, descienden los ingresos per cápita de lasfamilias y con ello su capacidad de invertir en supropio bienestar y desarrollo (nutrición, salud, edu-cación, medios productivos, etc.). Lo mismo ocurrea escala nacional con la capacidad de los Estadospara invertir en desarrollo.

IV.1.b. Composición y cambiosde la dieta

La demanda futura de alimentos en el mundo, y sudistribución entre regiones, dependerá no sólo delos factores demográficos que acabamos de ver,sino también de los posibles cambios en la dietaalimentaria, tanto en cuanto a cantidad como altipo de alimentos que la compongan.

Las dietas de los países pobres proporcionan entorno a unas 2.000 calorías por persona y día,mientras que las de los países desarrollados giranen torno a las 3.500. Sin embargo, estas últimas tie-nen una alta proporción de alimentos de origenanimal y procesados, por lo que los consumidoresricos absorben en realidad muchos más recursos

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alimentarios que ese 75% que aparece a simple vis-ta. De este modo, hay que distinguir entre caloríasfinales, las que llegan al estómago del consumidor,y calorías iniciales, que son las empleadas a lo lar-go de la cadena alimentaria para producir alimentos.En las dietas de los países en vías de desarrollo,basadas en alimentos vegetales poco transformados,las calorías iniciales no son muchas más que las fina-les. Pero en las dietas occidentales ricas, la cadenaalimentaria se alarga, pues los productos vegetales(esto es, el cereal para pienso) se transforman enproductos animales, y los productos brutos experi-mentan una mayor transformación culinaria o indus-trial, lo cual implica una pérdida de energía. Esdecir, que se tienen que emplear más calorías ini-ciales para disponer de las mismas calorías finales 3.

En otras palabras, cada tipo de producto animalproporciona una eficiencia energética diferente.Para producir una sola caloría de origen animalhacen falta varias de origen vegetal, aproximada-mente las siguientes: 11 para la carne de vacuno yovino, 4 para la carne de porcino y pollo, 8 para lade la leche y 4 para la del huevo (FAO, 1996a:50) 4.

De este modo, el modelo agronutricional ricorepresenta un consumo energético total de unas10.700 calorías por día, equivalente a 3 kg diariosde cereal (la mayor parte en forma de piensos paraproducir carne), mientras que el modelo agronutri-cional pobre equivale a unos 0’7 kg. En definitiva,el habitante medio de un país rico consume 4’3veces más calorías que el de un país pobre.

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3 MALASSIS, Louis (1994), Nourrir les hommes, colección Dominos-Flammarion, p. 28. Citado en Brun (1996:24).

4 Medido de otra forma, para obtener 1 kg de diferentes productos hace falta emplear como pienso las siguientescantidades de cereal: 7 kg para la carne de vacuno, 4 kg para la de cerdo, 2’2 kg para la de pollo, 2 kg para algu-nos pescados de piscifactoría y entre 1 y 3 kg para el queso y los huevos (Brown, 1996:57).

En 1995, el mundo destinó 640 millones de tonela-das de cereal (el 37% del consumo total) a piensospara la ganadería, avicultura y piscicultura. DestacanEE.UU. y la Unión Europea, donde la mayor partedel cereal se utiliza para piensos. Pero es importan-te observar que su uso viene creciendo durante lasúltimas décadas en los países en vías de desarrollode ingresos medios, sobre todo en China (donde seha quintuplicado desde las reformas económicas de1978), incremento que es una de las principalesrazones del ascenso de las importaciones de cerealpor parte de dichos países. Según la FAO, la utiliza-ción de cereal como pienso podría más que dupli-carse en los países en desarrollo entre 1990 y el2010 (Alexandratos, 1995:121,123). Por el contrario,su uso ha descendido en la antigua URSS desde1988 debido a la caída de los ingresos y de la

demanda de carne, y presenta unos niveles bajos enlas dietas del África Subsahariana y del Sur de Asia(Brown, 1996:55-56, Brun, 1996:24).

El aumento del consumo de cereales como piensoguarda una relación directa con la diversificación (yoccidentalización) de la dieta que suele acompañar aldesarrollo económico y al proceso de urbanización.Estos fenómenos se traducen en un menor consumodirecto de cereales y en un aumento del de frutas,legumbres, verduras y, sobre todo, alimentos de ori-gen animal. Parece haber una tendencia clara alincremento del consumo de carne conforme aumen-tan los ingresos, que es perceptible sobre todo en lospaíses en desarrollo con un mayor crecimiento,como China, en la que entre 1990 y 1995 el consu-mo de carne de cerdo ha aumentado en un 60% y la

Fuente: L. Malassis (1994), Nourrir les hommes, colección Dominos-Flammarion. Citado en Brun (1996:36,37).

Modelo Calorías Calorías Calorías Equivalenteagronutricional finales animales iniciales cereales (kg/día)

Occidental o rico 3.500 1.200 10.700 3’0

Intermedio 2.800 600 6.400 1’8

Pobre 2.000 100 2.600 0’7

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de vaca se ha quintuplicado. En conjunto, la pro-ducción mundial de carne ha pasado de los 17’2 kgper cápita en 1950 a los 33’8 kg en 1996 (Brown,1996:52; Brown et al., 1997:30) 5.

Los cambios en las dietas de muchos países van aincrementar el desafío de tener que aumentar lossuministros mundiales de alimentos. Particular inci-dencia tendrán los cambios en China y otros paísesde Asia, debido a su gran peso demográfico y sufuerte crecimiento económico. Entre 1992 y 1995,advierte Brown (1996:28-29), los 1.200 millones dechinos han duplicado con creces sus ingresos, yparte de éstos se han dedicado a comprar más car-ne, huevos y cerveza, productos todos ellos muyexigentes en cereales. Su país a tenido así que con-vertirse, desde 1995, en un importador neto de losmismos, siendo previsible que tenga que abaste-cerse cada vez más en el mercado internacional,con el consiguiente impacto que podría tener sobrelos precios mundiales.

De todas formas, la incidencia de los cambios die-téticos sobre el aumento de la necesidad de calo-rías de origen vegetal será menor que la del con-junto de efectos demográficos, vistos en el puntoprecedente. Estos últimos incrementarán la necesi-dad de calorías vegetales para el año 2050 en un76% para el conjunto del mundo (en un 2% paralos países desarrollados y un 95% para los en víasde desarrollo). Por el contrario, los cambios dieté-ticos la incrementarán en un 28% para el mundo(en 0% para los desarrollados y en 40% para los envías de desarrollo) (FAO, 1996a:53).

Como hemos visto, la dieta animal es ineficiente (alabsorber bastantes más calorías de las que propor-ciona), además de dañina para la salud en caso deconsumo excesivo. Por tanto, una forma indirectade incrementar los suministros mundiales de ali-

mentos, fomentando a la vez dietas más saludables,podría consistir en reducir el consumo de tales ali-mentos de origen animal, sobre todo en los paísesdesarrollados. Según Alexandratos (1995:63), si delos 640 millones de toneladas de cereal empleadosanualmente como pienso se desviara tan sólo untercio hacia el consumo humano directo, la dispo-nibilidad mundial de calorías per cápita aumentaríade las 2.700 actuales a 3.000 6.

Ahora bien, esta propuesta sólo tendría sentido enel caso de que realmente existiera una competen-cia entre el consumo humano directo de cereales ysu uso como piensos. Si, como prevén los neomal-tusianos, en el futuro surgiera una escasez en lossuministros per cápita mundiales, ésta podría sersuperada mediante una reorientación de los pien-sos hacia el consumo humano, que seguramentesería estimulada por el encarecimiento de sus pre-cios. Sin embargo, como veremos más adelante,hoy parece existir la capacidad de producir todo elcereal necesario para satisfacer la demanda efectivatanto para consumo efectivo como para piensos, yde hacerlo además a precios decrecientes. El pro-blema no reside, por el momento, en la necesidadde incrementar la oferta, sino en solventar la faltade recursos por parte de los pobres para acceder alos alimentos. De hecho, el pasado recientedemuestra que en la medida en que han aumenta-do los ingresos se ha incrementado el consumotanto humano como en forma de piensos.

IV.2 PERSPECTIVAS SOBRE LAPRODUCCIÓN DE ALIMENTOS

Si en los dos apartados precedentes hemos anali-zado las previsiones sobre el aumento de la

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5 En India el consumo per cápita anual de carne es de 3 kg por persona y año, en China de 42 kg, en Italia de70 kg y en EE.UU. de 123 kg. Por su parte, en algunos países europeos ha comenzado cierto descenso del con-sumo de carne, motivado por la sensibilización sobre sus perjuicios para la salud (Brown, 1996:52).

6 Se estima que es perjudicial para la salud que las grasas (sobre todo las de origen animal) proporcionen más del30% de las calorías consumidas, pero un 16’8% de la humanidad vive en países que rebasan ese nivel. Si estos paí-ses eliminaran ese exceso de consumo de grasas enteramente mediante la reducción del consumo de grasas ani-males, sería posible ahorrar una cantidad de cereal en pienso equivalente al 10’2 % de las calorías consumidas enel mundo en 1990. En algunos países con baja eficiencia en su sistema alimentario y alto consumo de grasas ani-males sería posible reducir cerca del 50% de su uso total de alimentos mediante la promoción de dietas más salu-dables y una mejora de la eficiencia para reducir pérdidas (Bender, 1994:393).

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demanda de alimentos, ahora nos ocuparemosdel otro plato de la balanza: las previsiones sobresu producción.

La mayoría de los estudios recientes pronostican unescenario optimista respecto a la producción ali-mentaria mundial en las primeras décadas del sigloXXI (el marco temporal de cada uno es diferente).Entre ellos destacan, por su importancia y su carác-ter global, los estudios de la FAO (Agriculturamundial hacia el año 2010, escrito por Alexandra-tos, 1995), del IFPRI, o International Food PolicyResearch Institute de Washington (Agcaoli y Rose-grant, 1995), y del Banco Mundial (Mitchell e Ing-co, 1993). Sin embargo, también existen otros aná-lisis de alcance más limitado o específico 7. Aunquecon diferencias de matiz, todos comparten lassiguientes ideas básicas.

1) En primer lugar, afirman que el crecimiento dela producción mundial per cápita de cereales(alimento principal de la humanidad) será sufi-ciente para hacer frente al aumento de lapoblación y de la demanda, lo que permitirámejorar el consumo global per cápita de calo-rías, mantener la tendencia de descenso de losprecios de los alimentos, y reducir el númerode desnutridos crónicos. El pronóstico se basaen una proyección hacia el futuro de la ten-dencia lineal de crecimiento habida entre 1950y 1990, crecimiento que, según Dyson(1996:62), se debió en un 90% a la mejora delos rendimientos agrícolas y en sólo un 10% alincremento de la superficie. El IPRI, por suparte, condiciona la continuación del aumentoproductivo a que no disminuya la inversiónpara investigación en materia agrícola. Por otrolado, aunque resulta secundaria, la pesca pre-senta un estancamiento insalvable 8.

2) La tasa de crecimiento anual de la producciónagrícola mundial, sin embargo, será menor queen el pasado. Si en los años 60 fue del 3’0%anual, en los 70 del 2’3% y entre 1980-92 del 2%,Alexandratos (1995:31) pronostica que entre1990 y el 2010 será del 1’8%, y del 2010 al 2025del 1’3% anual 9.

3) Esta desaceleración del crecimiento productivodará lugar a que la producción per cápita decereales no aumente, según la previsión de Ale-xandratos (1995:33) referida al año 2010. En losúltimos 20 años, la producción por personasubió de 302 kg en 1969-71 a 342 kg en 1984-86 (punto máximo), para bajar a 326 en 1990-92.Es probable que la media ya no crezca, y conti-núe en 326 kg en el 2010. Ahora bien, esta desa-celeración, que para los neomaltusianos eviden-cia una preocupante merma de los rendimientosdebido al agotamiento de los recursos naturales,para los autores de la corriente optimista no esnegativa en sí y se debe a otras causas diferen-tes, como veremos enseguida.

4) El aumento de la producción total es posible lle-varlo a cabo a un coste económica y medioam-bientalmente sostenible, si se invierte en mejoratecnológica, capital humano, innovación institu-cional, etc., en definitiva, en conocimiento, quees considerado el factor clave (Crosson y Ander-son, 1994; Norse, 1994).

5) El incremento de la producción presentará pau-tas geográficas diferentes a las del aumento dela demanda, por lo que algunas zonas experi-mentarán acrecentamientos en sus déficits quetendrán que saldarse aumentando sus importa-ciones desde los grandes productores mundia-les, los cuales estarán en disposición de respon-der a esas necesidades gracias a su gran poten-

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7 Otros estudios y proyecciones optimistas son los de Dyson (1996), Crosson y Anderson (1994), Downing y Parry(1994), Norse (1994), Chen y Kates (1994b) y Fisher et al. (1994).

8 Por otro lado, el volumen de pesca marina parece haber tocado techo en los 80 o 90 millones de toneladas anua-les, límite que no es posible franquear sin incurrir en un grave agotamiento de los recursos. Después de haberaumentado de los 8 kg por persona en 1950 a los 17 kg en 1989, entre este año y 1996 las capturas per cápitahan descendido un 11%, dado que todas las pesquerías oceánicas están siendo explotadas a su plena capacidad y,muchas de ellas, sobreexplotadas (Alexandratos, 1996:8; Brown, 1996:25).

9 El IFPRI, por su parte, pronostica un crecimiento de la producción anual del 1’5% hasta el año 2020 (Rosegrant,1996:10).

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cial productivo (tierra recientemente dejada sincultivar, sistemas agrícolas avanzados, climastemplados, etc.).

En este sentido, se prevé que el consumo per cápi-ta de los países en vías de desarrollo crezca de 235kg per cápita en el año 1988-90 a 254 kg en el año2010, así como que su producción per cápita regis-tre un crecimiento menor, de 216 kg a 229 kg. Porconsiguiente, su déficit productivo aumentará un10%, lo cual les obligará a un incremento de susimportaciones. Estas representaron en 1988-90 unvolumen de 90 millones de toneladas, mientras queen el 2010 ascenderán a entre 160 millones (segúnla FAO) y 210 millones (según el Banco Mundial)(Alexandratos y De Haen, 1995:361).

En referencia a todos los países deficitarios (nosólo a los países en vías de desarrollo), Dyson(1996:131) estima que sus importaciones de 120millones de toneladas de cereales de 1990 pasarána 375 millones en el 2020. Para entonces, si conti-núa el incremento de los rendimientos habido des-de 1981 y si los países del Este de Europa y de laantigua URSS recuperan su capacidad productiva,las regiones exportadoras podrán disponer de unosexcedentes de 389 millones de toneladas (206 enEuropa y antigua URSS, y 183 en América del Nor-te y Australia), por lo que no habría problema desuministros a escala global.

En el lado opuesto, la visión pesimista está hoyrepresentada, sobre todo, por el Worldwatch Insti-tute y por su director, Lester Brown 10. Éstos sostie-nen que los estudios optimistas antes citados sonincorrectos por cuanto se basan en proyeccionesdel pasado, cuando en realidad el futuro no va a seruna simple continuación del pasado: nos encontra-mos hoy ante una situación diferente motivada pordiversas limitaciones que dificultan expandir la pro-ducción tan rápidamente.

Brown (1996:41,45-46) acusa a la FAO y al BancoMundial de haber realizado unas proyecciones

incorrectas sobre la producción futura, del mismomodo que han sobrestimado la producción de losúltimos años: el desfase entre las previsiones delBM y la realidad ha ido desde los 56 millones detoneladas en 1992 hasta los 225 millones en 1995,en tanto que el desfase de la FAO es inclusomayor. Esta sobrestimación de las perspectivas tie-ne en su opinión un efecto pernicioso, pues con-funde a los políticos, genera en ellos una excesivaconfianza y, en consecuencia, desalienta el incre-mento de inversiones en agricultura y planificaciónfamiliar. Parte del problema reside en que dichasproyecciones son realizadas fundamentalmente poreconomistas, sin apenas participación de científicosde la naturaleza (agrónomos, hidrólogos, meteoró-logos, etc.). De esta forma, se basan en tendenciaseconómicas (como la evolución de los precios),mientras que apenas toman en cuenta los múltiplesfactores y límites de tipo biológico (como la dismi-nución de la capacidad física de los cultivos paraabsorber los fertilizantes, el efecto acumulativo dela erosión del suelo sobre la productividad de latierra, el calentamiento global, o el límite de pro-ductividad de las pesquerías marinas). En un con-texto en el que los recursos son finitos, la crecien-te actuación de tales límites ecológicos está ralenti-zando y estancando el aumento productivo, por loque éste no va a registrar el crecimiento lineal pro-nosticado por los optimistas.

En definitiva, los autores pesimistas sostienen quela producción alimentaria ha tocado techo y pro-nostican una reducción de los suministros mundia-les, el aumento de la variabilidad de los suministros(inducidos por una mayor frecuencia e intensidadde las sequías), una notable subida de los precios,el incremento del hambre (sobre todo en las ciu-dades del Tercer Mundo, que dependen de lasimportaciones), y el aumento consiguiente de lainestabilidad sociopolítica. Además, advierten enparticular de la amenaza que representa para elmundo el supuesto déficit creciente de China, debi-do al aumento de su demanda y la reducción de suproducción, déficit que podría desbordar la capaci-

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10 Entre sus diversas publicaciones caben ser destacados tres libros: Brown (1995 y 1996), y Brown y Kane (1995).También merecen citarse la colección de Worldwatch Papers y los anuarios Signos Vitales y La Situación del Mun-do (publicados en castellano por ed. Apóstrofe y por ed. Icaria-CIP respectivamente). Por otro lado, según el pro-pio Brown (1996:45), un estudio del Ministerio de Agricultura del Japón de fines de 1995 se ha sumado a estacorriente, pues sus proyecciones para el 2010 prevén escasez y una duplicación de los precios del cereal.

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dad de exportación de EE.UU. y otros grandes pro-ductores (Brown, 1996:13).

Los estudios de esta corriente pretenden alertar a lasociedad y a las instancias políticas sobre la nece-sidad de tomar medidas para revertir pronto (pue-den quedar pocos años para que esto sea posible)las tendencias que están rompiendo el equilibriosostenible entre nosotros y el medio natural. Talestendencias son básicamente tres.

En primer lugar, llaman la atención sobre dos pro-cesos que darán lugar a un incremento de la deman-da mundial: el constante crecimiento de la poblaciónmundial, y el cambio de las pautas de consumoalimentario derivadas de los procesos de desarrolloeconómico y urbanización, que se está dando enmuchos países, sobre todo en Asia (vistos enpuntos anteriores).

La tercera tendencia, que está contribuyendo aldesequilibrio suministros-población, consiste en lacreciente degradación medioambiental, que empie-za a tener como resultado la disminución de lacapacidad para producir alimentos. Entre otros fac-tores subrayan la escasez de tierra cultivable y ladegradación del suelo (deforestación, erosión, pér-dida de fertilidad por agotamiento), la escasez deagua dulce, el calentamiento global y el cambiohacia un clima más extremo (sequías e inundacio-nes), la reducción de la capa de ozono, el agota-miento de las pesquerías y la extinción de las espe-cies (con el consiguiente empobrecimiento biológi-co). A todos estos factores, que mermarán la capa-cidad productiva, hay que añadir el hecho de queno es previsible que próximamente se dé ningúnavance tecnológico significativo que permita acele-rar la producción como en el pasado hicieron losdescubrimientos de los fertilizantes nitrogenados olas semillas híbridas.

Brown ve la confirmación de su análisis sobre elagotamiento de los recursos agrícolas en el des-censo de la producción mundial per cápita decereales registrado desde 1984, año en el que elcrecimiento demográfico comienza a superar al deproducción, lo que representaría en su opinión uncambio de tendencia estructural. Si dicha produc-ción creció de los 247 kg anuales en 1950 hasta unpico de 342 kg en 1984 (una ganancia del 38%), a

partir de entonces comenzó a descender, con 335kg en 1990 y 295 kg en 1995 (el nivel más bajodesde 1967). Dicho de otra forma, si entre 1950 y1990 la producción creció un 2’6% anual (multipli-cándose así por tres), entre 1990 y 1996 el aumen-to fue sólo del 0’7% anual, lo que representa unimportante descenso (Brown et al., 1997:26; Ale-xandratos, 1995:65).

Esta tendencia decreciente desencadenó un fuerteaumento de los precios de los cereales a fines de1995 y principios de 1996, que en el caso del trigodoblaron a los del año anterior y fueron los másaltos de la historia. Para Brown (1996:19,20,21) elfenómeno, lejos de ser episódico, fue el resultadodel choque entre la continua expansión de lademanda humana y los límites naturales de la tie-rra, anunciando un futuro de escasez y de incre-mento y volatilidad de los precios que perjudicaríasobre todo a los consumidores pobres de los paí-ses importadores.

La tendencia negativa también se saldó con un des-censo de las reservas alimentarias mundiales, dadoque el consumo excedió a la producción reiterada-mente. De este modo, entre 1991 y 1996 cayeron de339 millones a 229 millones de toneladas de cereal,equivalentes a sólo 48 días de consumo mundial, elnivel más bajo que se recuerda. Estos bajos nivelesde reservas son preocupantes, pues pueden serinsuficientes para cubrir las necesidades mundiales eimpedir escaladas en los precios y convulsiones enlos mercados en caso de malas cosechas por partede los principales productores, en especial EE.UU 11.Por su parte, la FAO y el Banco Mundial argumen-taron que la subida de precios de fines de 1995 yprincipios de 1996 fue transitoria (y no signo de undeclive estructural), motivada por la sequía en laspraderas cerealeras de EE.UU. Esto pareció confir-marse con la excelente cosecha de 1996, que rom-pió la tendencia de descenso de la producción, conlo que los pronósticos más pesimistas quedaban encuestión, al menos momentáneamente 12.

Volviendo a la desaceleración del crecimiento de laproducción agrícola posterior a 1984, Brown y suequipo la interpretan como prueba de una nuevatendencia estructural de deterioro de la seguridadalimentaria mundial, fruto de las crecientes limita-ciones agroecológicas a la producción alimentaria.

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Sin embargo, como adelantábamos, otros autoresdesmienten que la desaceleración sea negativa ensí, y que sea fruto de un agotamiento de los recur-sos productivos. En ese caso, señalan, parte de lademanda hubiera quedado insatisfecha y los pre-cios hubieran aumentado, cuando más bien lo queha ocurrido es que han descendido. La desacele-ración se debe en realidad a otras causas. La pri-mera es que la población rica del mundo (queabsorbe más de la mitad de los recursos alimenta-rios) ha llegado ya al tope de su nivel de consu-mo, con lo que la agricultura no necesita creceren lo que a ellos respecta. La segunda y principalcausa ha sido que, desde mediados de los años80, los principales exportadores cerealeros(EE.UU., Canadá, Australia, Argentina y la UE)adoptaron diferentes medidas políticas (reducciónde incentivos a la producción, regulación de laoferta, etc.) con el fin de reducir su sobreproduc-ción y sus excedentes, dado que la dificultad paraexportar estaba haciendo descender fuertementelos precios. La desaceleración del crecimiento dela producción mundial se centró en los paísesdesarrollados exportadores, mientras que, en lasúltimas décadas, la tendencia en los países endesarrollo (incluidos muchos con fuerte creci-miento demográfico) ha sido de constante aumen-to (Alexandratos, 1995:68-72; Dyson, 1996:87).

Además, hay que tener en cuenta que estos datosse refieren a los cereales, y que muchas tierrasestán siendo reorientadas hacia otros cultivos demayor valor, al tiempo que la dieta de parte de lapoblación mundial se está diversificando cre-cientemente. De esta forma, los cereales han per-dido parte de su importancia como indicador delas tendencias alimentarias generales. En este sen-tido, debe subrayarse que, en contra de lo que ha

ocurrido con los cereales, la producción per cápi-ta de alimentos de todos los tipos ha continuadoaumentando, habiéndose incrementado entre1979-81 y 1990-92 en un 5% a escala mundial(tasa similar a la de los años 70) y en un 14% enlos países en desarrollo (frente a un 10% en ladécada anterior), gracias sobre todo al tirón delSur de Asia y Extremo Oriente, precisamente lasdos zonas más densamente pobladas. De estemodo, salvo en el África Subsahariana, en el res-to de regiones del mundo la producción alimenta-ria ha seguido creciendo por delante de la pobla-ción (Dyson, 1996:9,202).

En conclusión, la principal causa de la desacele-ración del incremento de la producción mundialestaría no en el agotamiento de los recursos natu-rales (aun reconociendo la existencia de proble-mas ecológicos), sino más bien en la falta derecursos económicos de los sectores vulnerables yde los países en vías de desarrollo para compraro importar los alimentos necesarios. El problemasería no tanto de límites en la oferta (abasteci-miento), sino de límites en la demanda efectiva enel mercado, que dificulta las exportaciones y desa-lienta el aumento de la producción. En caso deque hubiera una mayor demanda en el mercadomundial, los precios subirían y los grandes expor-tadores estarían en condiciones de producir más(Alexandratos, 1995:34,104).

En consecuencia, el aumento de la tasa de creci-miento de la agricultura mundial no es imprescin-dible para mejorar la seguridad alimentaria. Lo real-mente importante es que el crecimiento se concen-tre en los países y sectores más vulnerables, de for-ma que mejore tanto su disponibilidad como suacceso a los alimentos (Alexandratos, 1995:71).

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11 Sería deseable disponer de unas reservas mundiales equivalentes a 70 días de consumo, a fin de garantizar unnivel mínimo de seguridad alimentaria y de absorber los efectos desestabilizadores de las malas cosechas. Con unosniveles menores, los mercados internacionales corren riesgos de fluctuaciones de existencias y precios. Hay quetener en cuenta que la mitad de las exportaciones mundiales de cereal son aportadas por EE.UU., y que la pro-ducción en este país es fundamentalmente de secano, con el consiguiente riesgo de variabilidad (Brown et al.,1997:34).

12 Como los propios Brown et al. (1997:26, 36) han reconocido recientemente, ese año se dio la mejor cosecha degrano de la historia en toneladas totales, equivalente a 319 kg per cápita, un 8’2% mayor que la de 1995, graciasa la buena climatología, los altos precios en el momento de la siembra y la expansión de la superficie cerealísticaen EE.UU. y la Unión Europea estimulada por los altos precios. Dado que la cosecha fue un poco superior al con-sumo, las reservas mundiales pudieron aumentarse ligeramente, de contener en 1996 el equivalente a 51días deconsumo mundial a albergar 55 días en 1997.

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De este modo, según los optimistas, si existedemanda efectiva en el mercado existe el potencialpara aumentar la producción y satisfacer aquélla.Según una estimación generalizada, aunque puedehaber alguna pequeña expansión de la superficiecultivada (por ejemplo en el África Subsahariana),la mayor parte del aumento de la producción ten-drá que descansar en una mejora de los rendi-mientos mediante diferentes prácticas (irrigación,multicultivo, utilización intensiva de fertilizantes,semillas mejoradas, etc.). Aunque la tecnologíaexistente proporciona un margen para ello, seránecesaria más investigación aplicada a las condi-ciones de cada zona agroecológica.

Dyson (1996:124) realiza una extrapolación lineal apartir del período 1981-93 (algo que los neomaltu-sianos niegan que se pueda realizar), y estima queen el año 2020 el rendimiento mundial medio seráde unas 4 toneladas por hectárea, aunque con fuer-tes variaciones regionales (desde las 2 toneladas enel África Subsahariana hasta las casi 6 toneladas enExtremo Oriente). Por su parte, como hemos visto,los neomaltusianos pronostican un agotamiento delos recursos naturales que provocará que los rendi-mientos sean decrecientes. Dado que la clave deuna y otra postura radica en el constreñimiento queimponen los factores medioambientales y otrosrecursos naturales, es preciso que analicemos éstosen mayor detalle.

IV.2.a. Límites medioambientalesy recursos naturales

Disponibilidad de tierra cultivable

Como hemos dicho, las posibilidades de extenderla superficie de tierra fértil cultivada son reducidas.Tanto en Oriente Medio como en el Sur de Asiaprácticamente toda la tierra cultivable está yaexplotada. En Extremo Oriente ocurre casi lo mis-mo, si bien existen algunas reservas en zonas esca-samente pobladas. El mayor potencial está en elÁfrica Subsahariana y en América Latina, donde seexplota en torno a una quinta parte de las tierras

potenciales. Sin embargo, la mayoría de las noexplotadas están en las cuencas del Congo y delAmazonas, por lo que son distantes de las zonasmás habitadas, están mal comunicadas, y se tratade bosques tropicales cuya tala provoca la rápidapérdida de fertilidad del suelo (Dyson, 1996:17)

Alexandratos (1995:41) estima que la superficie cul-tivada en los países en vías de desarrollo podríaaumentar del 79% en 1995 al 85% en el año 2010(esto es, de 600 a 720 millones de hectáreas), porejemplo mediante la reducción del barbecho. Perodespués de ese año quedarían ya pocas tierras parauna posterior expansión. El aumento de produc-ción deberá basarse, por tanto, en una mejora delos rendimientos mediante una mayor utilización detecnología e insumos.

Por otro lado, dado que, como hemos dicho, losgrandes exportadores redujeron significativamentesu superficie cultivada de cereales durante los 80,todavía disponen de unas reservas que podrían vol-ver a ser explotadas en el futuro, sobre todo en elcaso de que los precios mundiales ascendieran.

Escasez de agua

La irrigación es uno de los principales mecanismospara intensificar la agricultura y, a escala mundial,permite obtener unos rendimientos tres veces mayo-res que los de las tierras de secano. La superficie irri-gada se ha más que doblado entre 1950 y 1990,alcanzando aproximadamente el 17% de la tierra cul-tivada y proporcionando más de un tercio de la pro-ducción agrícola mundial. Sin embargo, según seña-lan diferentes autores, como Brown et al. (1997:42),esta expansión se ha venido ralentizando en las últi-mas décadas y lo hará más aún en el futuro. Lasuperficie irrigada per cápita alcanzó su punto máxi-mo en 1978 y, a partir de entonces, ha descendidoal crecer menos que la población. Con 44 hectáreaspor cada 1.000 personas, habría caído a su nivel másbajo desde los años 50.

Este declive se debe a varias causas. La primera deellas es la creciente escasez de agua, que provocaun encarecimiento progresivo de la irrigación. A talescasez contribuye el progresivo agotamiento demuchos acuíferos (especialmente los de aguas fósi-

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les, que no se recargan, como ocurre en ArabiaSaudí, Túnez o el sur de la Gran Pradera deEE.UU.), así como la contaminación de las aguas.En segundo lugar, la creciente competencia que leimpone al riego el aumento del consumo de aguaen las ciudades, espoleado por los procesos deurbanización y desarrollo. En tercer lugar, el hechode que los lugares que ofrecen mejores oportuni-dades para desarrollar sistemas de irrigación amedia y gran escala ya los han puesto en práctica(Dyson, 1996:117-118).

Parece comúnmente aceptado que la escasez deagua es el mayor límite existente para aumentar laproducción alimentaria, más que cualquier otrorelativo a la tierra. La situación es particularmentegrave en Oriente Medio, Este y Sur de África, y enimportantes zonas agrícolas como el Norte de Chi-na y Este de la India. Las zonas templadas (Améri-ca del Norte y Europa) son las que registraránmenos problemas de escasez, pero incluso en ellasexisten áreas (como el sudeste de EE.UU.) que sue-len afrontar sequías.

Según el Banco Mundial, existe un importantepotencial de tierras irrigables (137 millones de hec-táreas, equivalentes a la mitad de Asia). Destaca elpotencial del Sur de Asia y Extremo Oriente, don-de muchos países parecen tener capacidad paramejorar la gestión del agua, sobre todo China eIndia, que vienen construyendo grandes presaspara posibilitar la irrigación. Pero, en general, cabesuponer que en las próximas décadas continuarádisminuyendo la expansión anual de la superficieirrigada. Por tanto, el incremento de la producciónde alimentos en el futuro tendrá que descansar notanto en un incremento de las tierras irrigadas sino,más bien, en una mayor eficiencia en el uso de losrecursos hídricos existentes. El uso actual es bas-tante ineficiente y parece existir margen para pro-ducir más mediante cambios técnicos y de gestiónen la utilización del agua (Dyson, 1996:151).

Degradación de los suelos

La calidad de los suelos es un condicionante esen-cial para el incremento de los rendimientos. El estu-dio más sistemático sobre la calidad de los suelos aescala mundial es el Global Assessment of Soil

Degradation (GLASOD), promovido por las Nacio-nes Unidas. Éste estima que, entre 1950 y 1990, el17% del suelo con vegetación del mundo sufrióalgún nivel de degradación (ligera en el 6%, mode-rada o media en el 8% y severa o extrema en el 3%),causada en buena medida por actividades humanas,como el sobrepastoreo, la deforestación y diversasprácticas agrícolas dañinas. La degradación del sue-lo abre paso a una posterior erosión del mismo,sobre todo por la lluvia, pero también por el vientoo por procesos químicos como la salinización.

Los suelos más vulnerables son los rojos-marronesasociados al bosque tropical y la sabana. Por con-siguiente, algunas de las regiones donde este pro-ceso es más preocupante son el África Subsaharia-na (tanto el Sahel como el sur del continente), par-tes de Oriente Medio y Asia Central, pero tambiénel medio oeste de EE.UU., Centroamérica y algunasáreas de India y China. En estas zonas, los mediosde vida de la población se verán seriamente afec-tados en el futuro, contribuyendo la degradacióndel suelo a la generación de la pobreza.

Ahora bien, en contra de lo que opinan los neo-maltusianos, autores como Dyson (1996:146) consi-deran que la degradación del suelo no afectarámucho a la producción de alimentos a escala mun-dial en las dos próximas décadas, por diversasrazones. En primer lugar, la mayor parte de la pro-ducción mundial de cereales proviene de las zonastempladas, cuyas tierras negras y marrones son másresistentes que las tropicales. Además, muchas delas tierras clasificadas como degradadas por el GLA-SOD, como el Sahel o Islandia, aportan poco alabastecimiento mundial. Por otro lado, la degrada-ción no tiene que implicar necesariamente una dis-minución de los rendimientos, pues éstos puedenincrementarse mediante nuevas variedades de culti-vos o mayores insumos agrícolas. Es más, la degra-dación puede limitarse y revertirse mediante medi-das de conservación intensivas, cambio de tecnolo-gías y uso de insumos como son los fertilizantes osemillas adaptadas.

Sin embargo, es innegable que las consecuenciaseconómicas y sociales del problema pueden ser gra-ves a escala global a largo plazo; y que éstas ya loson hoy, en forma de pobreza, para los sectores másvulnerables en zonas particularmente afectadas.

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Potencial de los fertilizantes

El creciente uso de fertilizantes fue el principal res-ponsable del incremento de los rendimientos agrí-colas entre 1950 y 1990: su uso se multiplicó por10, lo que incrementó casi por tres la producciónde grano. Sin embargo, los autores discrepan abier-tamente en cuanto a los beneficios potenciales desu empleo en el futuro, siendo ésta una divergen-cia básica para explicar las diferencias entre pro-yecciones optimistas y pesimistas.

Los autores optimistas, como Dyson (1996:119), sos-tienen que existe un gran margen para aumentar losrendimientos de cereal mediante un mayor uso defertilizantes. Sin embargo, Brown (1996:99) sostieneque ese papel de motor de la producción que tuvie-ron en décadas pasadas está perdiendo fuerza, puesel uso adicional de fertilizantes se traduce en unaumento cada vez menor de los rendimientos: lasplantas tienen sus límites en cuanto a la absorciónde fertilizantes, lo que provoca una disminución delos retornos o rendimientos obtenidos.

Además, su uso ha comenzado ha descender desde1989, lo que es la principal explicación de la pérdi-da de crecimiento agrícola durante los años 90, engran parte como consecuencia de las reformas agrí-colas lanzadas en la antigua URSS en 1988 (reduc-ción de la subvención a los mismos y aumento desu precio). Su uso también se ha estancado desdelos años 80 en los países desarrollados al constatar-se que un aumento de su utilización no se traduceen un aumento significativo de las cosechas. Estaralentización del incremento de su uso se ha dadoincluso en algunos países en desarrollo (Brown,1996:89). Sin embargo, recientemente Brown et al.(1997:38) han tenido que matizar esas apreciacionespara hacer constar que, tras cinco años de descensoconsecutivo, en 1995 y 1996 se ha experimentadoun incremento, centrado sobre todo en China.

Por otra parte, según Paarlberg (1994:1), el incre-mento del uso de fertilizantes en África es necesa-rio no sólo para aumentar la producción, sino tam-bién para hacerlo a un coste medioambiental acep-table. El aumento de los rendimientos mediante eluso de más insumos es la única vía para limitar unincremento de las pautas agrícolas tradicionales debajos rendimientos y destructivas del medio (culti-

vos itinerantes mediante la tala de bosque). El usode fertilizantes en África es hoy de sólo 12 kg porhectárea, lo que representa 1/4 del de India o 1/36del de Japón.

Dyson (1996:155), por último, señala que paraaumentar la producción mundial es imprescindibleun gran incremento del uso de fertilizantes, y quede aquí al 2020 se necesitaría el doble de la pro-ducción actual. Además, también hay un ampliomargen para usarlos de forma más eficiente.

Biotecnología

Las variedades mejoradas de diferentes cultivosconvencionales pueden ser uno de los principalesresponsables del aumento de producción en elmundo y en los países en desarrollo en las próxi-mas décadas. Por ejemplo, se están desarrollandonuevas variedades de arroz en China y Filipinasque prometen mejoras en los rendimientos de un30%. Sin embargo, el problema radica en la medi-da y el modo en que estos avances pueden afectara los campesinos más pobres. Por un lado, lainvestigación suele centrarse en variedades de utili-dad comercial, y muy poco en los cultivos tradi-cionales cultivados y consumidos por poblacionespobres (como el mijo o el sorgo en África). Porotro, la biotecnología viene permitiendo la produc-ción en los países desarrollados de productos osucedáneos que sustituyen a exportaciones tradi-cionales de los países en desarrollo. Por consi-guiente, los efectos de la biotecnología sobre laseguridad alimentaria pueden ser diversos.

Calentamiento global y cambio climático

La Tierra está experimentando un incremento de sutemperatura media, consecuencia sobre todo de laemisión a la atmósfera de gases de efecto inverna-dero a partir de diferentes actividades humanas. ElIPCC (Intergovernmental Panel on Climate Change)prevé que, si no se adoptan medidas correctoras, elmundo se calentará entre 0’6 y 1’5 grados centígra-dos para el año 2020, y entre 1’5 y 4’5 grados paramediados del siglo XXI. Pero dichas cifras seríanmenores (entre 0’3 y 0’6 grados) en caso de fre-narse la emisión de gases de efecto invernadero,

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con medidas como las ya adoptadas desde 1988contra la producción de clorofluorocarbonos. Seestima que se necesitaría reducir el 60% de las emi-siones de carbono a la atmósfera simplemente paraestabilizar sus niveles (Dyson, 1996:137,142; Dow-ning y Parry, 1994:99).

Desde los años 80 se viene investigando sobre elcalentamiento de la atmósfera y el consiguientecambio climático, al tiempo que en los últimosaños se ha profundizado en la comprensión delimpacto que éste puede tener sobre la seguridadalimentaria por diferentes vías: cambios en la pro-ducción alimentaria, degradación de los recursosproductivos de los pobres, alteraciones socioeco-nómicas, incremento de conflictos, etc 13. Las pre-dicciones en este campo son todavía bastanteespeculativas, pues los científicos albergan aúnmuchas dudas sobre diversos aspectos: el nivel delcalentamiento y su impacto regional, la incidenciade los océanos o del aumento de la nubosidad, laincidencia sobre la agricultura, la capacidad deadaptación al cambio (social, económica o políti-ca), etc. En cualquier caso, de los debates recientesse pueden desprender varias conclusiones generales.

En primer lugar, parece aceptarse que el cambio cli-mático no afectará de forma significativa a la pro-ducción mundial de alimentos ni a la seguridad ali-mentaria mundial en las próximas dos décadas. Sinembargo, una previsible duplicación del nivel deCO2 en la atmósfera, previsible bien entrado el siglo

XXI, podría producir un pequeño descenso de la pro-ducción mundial, impulsar los precios al alza y lasreservas a la baja. Según cálculos de Fischer et al.(1994:23), tal descenso podría ser de entre el 1% yel 7%, pero gracias a los mecanismos de adaptaciónde los agricultores podría estar entre el 0% y el 5%.La seguridad alimentaria también se vería afectadapor el incremento de las sequías, la degradación delsuelo y las inundaciones.

Sin embargo, autores como Dyson (1996:139) seña-lan que también habrá efectos beneficiosos para la

agricultura. Algunos cultivos podrían crecer másrápidamente por el efecto fertilizante de mayoresniveles de dióxido de carbono en la atmósfera, locual depende de los mecanismos de fotosíntesis decada planta. Los experimentos indican que la mejo-ra sería pronunciada para el trigo, la cebada, laspatatas y el arroz, y mucho menor para el maíz, elmijo y el sorgo. Es decir, los cultivos predominantesen los países del Norte saldrán mejor parados quelos cereales tradicionales de África o Latinoamérica.

En este sentido, una segunda conclusión es preci-samente que el cambio climático, y su impactosobre la agricultura, variarán notablemente de unasregiones a otras. El calentamiento será mayor en laszonas cercanas a los polos, así como en el hemis-ferio norte, debido al efecto térmico de los océanosen el hemisferio sur. Pero resulta difícil vaticinar losimpactos regionales, dado que, además del cambioclimático, también influirán el nivel de desarrollo ylas medidas políticas y económicas. Lo más proba-ble es que los países desarrollados de latitudesmedias y, sobre todo, septentrionales experimentenun incremento productivo gracias al incremento delas temperaturas, e incluso gracias a la citada con-centración de CO2. Además, el calentamiento serámayor en los meses de invierno, lo que prolonga-rá el período de cultivo. Estos beneficios seríanmás valiosos en la medida en que se registrara unincremento de los precios mundiales. Por el con-trario, algunas zonas cerealeras de latitudes centra-les en países desarrollados (cinturón de maíz deEE.UU., Sur de Europa, partes de Ucrania) podríanreducir sus rendimientos debido a la pérdida dehumedad y fertilidad del suelo.

En cuanto a los países en vías de desarrollo (delatitudes centrales o bajas), el aumento del calorpodría hacer aumentar la intensidad y duración delas sequías, reduciendo su producción en un nivelque Fischer (1994:23) estima del 10% entre 1990 yel 2060, aunque otros lo elevan más 14. Aunqueseguramente el promedio de lluvia anual mundialaumentará (debido a una mayor evaporación de los

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13 Sobre el cambio climático destaca un estudio internacional realizado por 50 investigadores de 25 países para laAgencia de Protección Medioambiental de EE.UU., cuyos resultados han sido resumidos por Fischer et al. (1994). Encuanto al análisis de su incidencia sobre el hambre, debe mencionarse el seminario de investigación sobre CambioClimático y Seguridad Alimentaria Global, patrocinado por la OTAN y celebrado en la Universidad de Oxford del 11al 15 de julio de 1993. Las ponencias han sido publicadas en Global Environmental Change, vol. 4, nº 1, y en FoodPolicy, vol. 19, nº 2, figurando entre ellas: Chen y Kates (1994), Bohle et al. (1994) y Downing y Parry (1994).

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Page 32: EL FUTURO DEL HAMBRE Población, alimentación y pobreza en ... › media › ecosocial › file › Boletin... · EL FUTURO DEL HAMBRE Población, alimentación y pobreza en las

mares), en las zonas áridas y semiáridas este incre-mento se verá neutralizado por el ascenso de latemperatura y la evaporación, que reducirían lahumedad del suelo y expandirían la superficie ári-da. Además, es probable que el aumento de lluviassea en forma concentrada en unas pocas tormentas,con lo que persistirían las sequías y, al mismo tiem-po, aumentaría el riesgo de inundaciones (Dyson,1996:140; Magazda, 1994:168-169). La merma en sucapacidad productiva podría obligar a los paísesdesarrollados a incrementar sus importaciones ali-mentarias desde los desarrollados entre un 20% yun 50% en el período 1990-2010, según Fischer etal. (1994:23).

Las zonas más afectadas, por tanto, serán las pro-pensas a la aridez, como es el Sur de África. Enellas, la pérdida de humedad y la escasez de aguareducirán la productividad agrícola, mermarán loshábitats subhúmedos reduciendo la biodiversidad,disminuirá la pesca fluvial o lacustre (una impor-tante fuente de proteínas en algunas zonas), incre-mentarán los conflictos por el control del agua parariego y facilitarán la propagación de epidemiastransmitidas por insectos (Magazda, 1994:165).

Otro efecto del calentamiento será el deshielo delos casquetes polares y la consiguiente subida delnivel de los océanos, provocando la inundación dealgunos deltas de ríos y zonas costeras (como enBangladesh, Egipto y China). Sin embargo esteefecto se ha ido revisando a la baja, pues si a prin-cipios de la década de los 80 se preveía un aumen-to del nivel del mar de varios metros en el trans-curso de 100 años, estimaciones recientes hablande entre 20 y 80 cm, y de unos 15 cm para el año2020 (Dyson, 1996:139).

Un tercer aspecto subrayado en los debatesrecientes es que el cambio climático tendrá unimpacto diferente también en el plano social. Losmayores perjuicios los sufrirán los sectores másvulnerables en las zonas marginales (sobre todolas semiáridas y áridas), que verán aún más mer-mados sus medios de sustento y su seguridad ali-mentaria. Se verán más afectados por la degrada-

ción de la tierra (pues poseen las de peor cali-dad), por el aumento de la aridez (ya que depen-den en mayor medida de los cultivos de secano),por la merma de la diversidad biológica y de losrecursos silvestres (que son una importante fuen-te de ingresos para los más pobres y un medio deafrontamiento de las crisis), por la subida de losprecios y por el incremento de la morbilidad(Downing y Parry, 1994:101-104; Bohle et al.,1994:43). La pérdida de producción y el aumentode precios podría incrementar el número de per-sonas con riesgo de sufrir hambre entre un 5% yun 10% entre el 1990 y el 2010, según cálculos deFischer et al. (1994:23).

Por último, los estudios recientes también señalanque la humanidad tiene un considerable margen demaniobra frente a estos problemas, mediante laadopción de medidas para reducir el calentamientoglobal así como mecanismos de adaptación (técni-cas, económicas, sociales) ante el cambio climáticoy sus efectos. Aunque se desconoce hasta qué pun-to estas medidas de adaptación serán efectivas, nocabe confiar en que sean estimuladas simplementepor la invisible mano de las fuerzas del mercado,sino que requerirán medidas políticas específicas(Chen y Kates, 1994:4).

Reducción de la capa de ozono y contaminación

Los efectos de la reducción de la capa de ozono dela atmósfera sobre la agricultura probablementeserán mucho menos significativos que los delcalentamiento global, e insignificantes según pre-dicciones que llegan al año 2020. En la medida queexista, su impacto sería mayor en las latitudesmedias y altas (países desarrollados), donde lareducción de la capa ha sido mayor (Dyson,1996:143). Lo que sí puede tener un impacto máspernicioso es la contaminación, alta en los paísesdesarrollados y creciente en muchos en desarrollo,como China e India. El Departamento de Agricul-tura de EE.UU. estimó que la contaminación redu-ciría la cosecha de cereales en el país entre un 5 yun 10% (Brown, 1996:91).

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14 El calentamiento global podría menguar los rendimientos de las zonas tropicales y subtropicales entre un 30 y un50%, según Gordon Conway (1994), Une agriculture durable pour la sécurité alimentaire mondiale, CIRAD. Citadoen Brun (1996:21).

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En el bloque anterior hemos analizado una de lasdos principales variables que determinan la inexis-tencia del hambre, a saber, la disponibilidad deunos suministros alimentarios suficientes. En estecapítulo nos centraremos en la segunda variable, lacapacidad de acceso a los mismos. Hasta ahorahemos comprobado que, a medio plazo, el mundoen su conjunto dispondrá de suficientes alimentosper cápita. El que su producción sea geográfica-mente desigual no debería preocuparnos si laspoblaciones deficitarias tuvieran capacidad adquisi-tiva para importarlos del exterior. Sin embargo, ésteno es ni será el caso, sobre todo en los países máspobres. Tanto en éstos como en casi todos losdemás países del mundo (incluidos los desarrolla-dos) existen colectivos sociales que carecen derecursos materiales con los que producir o compraralimentos. Por consiguiente, predecir el futuro delhambre exige especular previamente sobre la posi-ble evolución de los niveles de pobreza, algosumamente difícil, dada la gran cantidad y variedadde factores económicos, políticos y sociales que ladeterminan. A continuación intentaremos al menosesbozar algunas tendencias básicas que puedenresultar determinantes.

Un primer factor que puede condicionar los nivelesde pobreza es el previsible crecimiento económico.En contraste con la crisis habida en los años 80 encasi todo el mundo (salvo en Asia), las previsionesdel Banco Mundial (World Bank, 1994) hasta el2010 son de bonanza, si bien con diferencias regio-

nales. En su opinión, Asia (sobre todo China) regis-trará unas altas tasas de crecimiento, mientras elresto las tendrá moderadamente positivas. Los paí-ses de la OCDE mantendrán unas tasas de creci-miento económico reducidas, pero su moderadocrecimiento demográfico permitirá que el ingresoper cápita aumente significativamente. Los paísesdel Este de Europa y la antigua URSS, después detocar fondo su crisis, recuperarán su nivel de ingre-sos de 1989 y verán mejorar su situación alimenta-ria. América Latina, Próximo Oriente y el Norte deÁfrica registrarán unas recuperaciones modestas.Por último, en el África Subsahariana el escaso pro-greso predecible será una mera recuperación de losreveses de los 80 y principios de los 90. Éste noserá superior al 1% anual, claramente insuficientedado su fuerte crecimiento demográfico, por lo quesu ingreso per cápita seguirá estancado en un nivelmuy bajo y difícilmente se experimentarán mejorasalimentarias en la región.

Es evidente que estas previsiones globalmentepositivas están plagadas de incertidumbres, comolo demuestran los signos de crisis evidenciados enel verano de 1998 en Japón y Rusia, y su consi-guiente amenaza de una recesión mundial. En cual-quier caso, no parece aventurado afirmar que lospaíses pobres con pocos recursos tendrán proble-mas para competir con países con una demandamás solvente derivada del crecimiento económico(como China), a favor de los cuales el mercadoactuará implacablemente. En otras palabras, el Áfri-

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V. PERSPECTIVAS DEL ACCESO AL ALIMENTO:LIBERALIZACIÓN Y POBREZA

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ca Subsahariana tendrá grandes dificultades paracostear sus importaciones del mercado mundial.

En cualquier caso, es razonable temer que ese cre-cimiento, beneficioso en términos generales, ven-drá acompañado por un incremento de las desi-gualdades en la obtención de los ingresos, con loque los sectores más desfavorecidos podrían no vermejorada su situación. En el marco económico ypolítico imperante, caracterizado por el libre mer-cado, y en la previsible ausencia de transformacio-nes políticas revolucionarias que pudieran promo-ver medidas drásticas de redistribución de la rique-za, no hay razones para pensar que se vaya amodificar la tendencia negativa de las últimas déca-das:, por la que desde los años 60 han aumenta-do las diferencias mundiales entre ricos y pobresrespecto a la posesión de la riqueza, al tiempo que,al tiempo que durante los 90, unos 1.600 millonesde personas, sobre todo los más pobres, han vistodisminuir sus ingresoslos más pobres han visto dis-minuir sus ingresos durante los años 90 1.

Otro elemento con gran influencia sobre la distri-bución de los recursos es el proceso de liberaliza-ción de la economía que viene dándose desde losaños 80 en dos planos: el interno, mediante losprogramas de ajuste estructural en muchos países,y el del comercio internacional.

En el plano interno, muchos países en vías de desa-rrollo se han visto forzados por el Banco Mundial yel FMI a ejecutar severos programas de ajuste estruc-tural en sus economías, con objeto de sanearlas yreformarlas desde una clave neoliberal. Las principa-les medidas tienen y, previsiblemente, seguiránteniendo una influencia negativa sobre la seguridad

alimentaria de los más vulnerables. Una primeramedida ha consistido en reducir los mecanismosde protección de sus economías frente al merca-do mundial, con el argumento de integrarlas másen él y mejorar su eficiencia. Sin embargo, estoha acarreado fuertes dificultades a los países conmenos capacidad de competir en el exterior, eincluso los ha dejado expuestos a la competenciade importaciones más baratas desde los paísesmás desarrollados.

Un segundo bloque de medidas se ha orientado adisminuir el papel del Estado en la economía (afavor del sector privado y del libre mercado) asícomo del gasto público. Esto ha implicado, porejemplo, la reducción de los gastos sociales (salud,educación, lucha contra la pobreza), de las subven-ciones a los alimentos básicos y de las inversiones endesarrollo agrícola, todo lo cual ha redundado en unempeoramiento del bienestar y de la situación ali-mentaria de los sectores pobres en numerosos paí-ses. La merma presupuestaria junto al debilitamientode las funciones del Estado se ha traducido en unareducción de las políticas públicas en diferentes cam-pos relevantes para la seguridad alimentaria, comoson la investigación y la extensión agrarias, o el man-tenimiento de reservas alimentarias para estabilizarlos precios o afrontar situaciones de escasez. En lamedida en que la ortodoxia neoliberal continúeimperando y maniatando la ejecución de políticasredistributivas, cabe suponer que las desigualdadessociales continuarán aumentando en el futuro en per-juicio de los sectores más vulnerables, por los que elmercado no mostrará interés alguno.

Por otro lado, es importante que observemos tam-bién el proceso en marcha de liberalización del

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1 Según el Informe sobre desarrollo humano del PNUD (1996:1,2; 1997:124), la desigualdad ha aumentado desde1960 a escala mundial por encima de lo nunca antes conocido: la relación entre los ingresos del 20% más rico delplaneta con el 20% más pobre ha aumentado de 30 a 1 en 1960, a 61 a 1 en 1991, y a 78 a 1 en 1994. Este año,la participación de los más ricos en la economía mundial había crecido al 86% y la de los pobres se había redu-cido al 1’1%. Esto se ha traducido en un enriquecimiento de los ricos y en un empobrecimiento de los pobres:desde la década de los 60, la proporción de personas cuyos ingresos per cápita aumentaron a un ritmo de al menosel 5% anual se duplicó con creces (pasó del 12% al 27% de la humanidad), mientras que la proporción de los quesufrieron una merma en sus ingresos se multiplicó casi por cuatro (del 5% al 18%). En 70 países, el ingreso medioes ahora inferior al de 1980, y en 43 inferior al de 1970. La mayoría de ellos pertenecen al Africa Subsahariana,América Latina y Caribe, Europa del Este y antigua URSS, y al bloque de países árabes.

Esto ayuda a explicar que 1500 millones de personas dispongan durante los años 90 de menos ingresos que endécadas anteriores, sobre todo en África, América Latina, Caribe, estados árabes, Este de Europa y antigua URSS.La proporción de personas con ingresos en descenso se triplicó con creces entre 1980 y 1995, pasando del 5% al18% (PNUD, 1996).

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comercio internacional de alimentos, dado que ésteva a ser cada vez más determinante de la seguridadalimentaria. El comercio de alimentos ha crecidopoderosamente en las últimas décadas (de 40millones de toneladas en 1950 a 225 en 1990) y seprevé que se multiplique por tres entre 1990 y el2020: dado que los mayores incrementos en lademanda y en la producción tendrán lugar enregiones diferentes, los déficits deberán cubrirsemediante importaciones (Dyson, 1996:89,204).

El principal hito en la liberalización de la estructuradel mercado mundial de alimentos se dio en 1994,cuando las negociaciones de la Ronda de Uruguayculminaron en un nuevo Acuerdo General sobreTarifas Aduaneras y Comercio (GATT), que por pri-mera vez incorporaba un Acuerdo sobre Agricultura.En él se reforman las normas que rigen el mercadoagrícola (definiendo qué políticas fronterizas o deapoyo a los productores resultan aceptables), y mar-ca un avance parcial hacia la liberalización de losmercados agrícolas, en la cual se tendrá que pro-fundizar más en la próxima Ronda que comenzaráen 1999 (Greenfield and Konandreas, 1996:348).

La liberalización está orientada a eliminar las inter-venciones proteccionistas de los Estados que inter-fieren en los mercados desvirtuando los preciosmundiales, con el objetivo de que éstos seandeterminados libremente por el propio mercado.Muchas de estas medidas ya han sido llevadas acabo por los países en desarrollo sometidos a losprogramas de ajuste estructural, antes citados. Sepretende también reducir o eliminar los excedentesy disminuir las reservas estatales de alimentos,dejando que los posibles déficits temporales en laproducción sean cubiertos recurriendo a las impor-taciones. En concreto, se conceden plazos para quelos países reduzcan sus barreras frente a las impor-taciones, así como sus subsidios a la producción yexportación agrícolas, plazos y exigencias que sonmenos estrictas para los países en vías de desarro-

llo que para los industrializados 2. Por el contrario,se autoriza el mantenimiento de políticas de desa-rrollo agrícola que interfieren poco en el mercadointernacional: investigación, formación, regulaciónde normas sanitarias y fitosanitarias, y manteni-miento de reservas públicas para emergencias.

Los defensores de la liberalización sostienen queésta acarreará diferentes ventajas, entre las que des-tacan las siguientes: (a) La apertura de los merca-dos y la internacionalización de la agricultura per-mitirán aprovechar más las ventajas comparativasde cada lugar, esto es, que cada zona se especiali-ce en lo que puede producir mejor. Esta especiali-zación y aumento de la eficiencia tendrá dos efec-tos positivos: por un lado, los costes de produccióny los precios disminuirán, mejorando así el accesoa los alimentos por parte de todos; por otro, seestimulará el crecimiento económico y de los ingre-sos, por lo que mejorará la situación alimentaria.(b) La apertura de los mercados del Norte aumen-tará las posibilidades de exportación de millonesde campesinos pobres del Sur, mejorando su nivelde vida. (c) La libre circulación de alimentos per-mite neutralizar los déficits y excedentes ocasiona-les que puedan producirse en un lugar, ayudandoa estabilizar sus suministros y por tanto sus precios.(d) Del mismo modo, permite que la producciónmundial se concentre en las regiones más adecua-das, con recursos naturales menos limitados, lo queminimiza las posibilidades de efectos medioam-bientales adversos.

La idea hoy dominante entre los especialistas esque la liberalización, sobre todo a largo plazo, ten-drá en conjunto más beneficios que perjuicios. Peroa muchos no se les pasa por alto que también aca-rreará problemas y desequilibrios, como vamos aver a continuación.

La primera duda se refiere a si los precios seránmás estables o no. En principio el libre comerciociertamente ayudará a neutralizar las fluctuaciones

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2 Para reducir la protección se requiere que las cuotas a las importaciones y otras barreras no tarifarias sean con-vertidas en tarifas, pues éstas se consideran más transparentes ya que todas las partes saben cuál exactamente esel nivel de protección. También se exige que los países desarrollados reduzcan sus tarifas en un 34% en 6 años,y los países en vías de desarrollo en un 24% en 10 años, mientras que los países más pobres quedan eximidos.En cuanto a los subsidios gubernamentales a la producción y la exportación, los desarrollados tienen que reducir-los en un 20% en 6 años y los países en vías de desarrollo en un 13.3% en 10 años, en tanto que los más pobresquedan exentos (Marlin-Bennett, 1997:46).

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de suministros y precios localizadas a escala regio-nal. Sin embargo, este efecto puede verse neutrali-zado por el hecho de que los gobiernos tendránmenos instrumentos para intervenir en sus merca-dos nacionales con el fin de protegerlos de las fluc-tuaciones exteriores, lo que se traducirá por ejem-plo en una disminución de las reservas públicas dealimentos. En efecto, los gobiernos compran ali-mentos para engrosar esas reservas en los momen-tos de excedentes y bajos precios, para venderloscuando los suministros bajan y los precios suben,con objeto de aliviar las oscilaciones de éstos. Esdifícil prever si la falta de este mecanismo de pro-tección será compensada por el libre comerciocomo estabilizador de los precios, y si éstos fluc-tuarán más o no. Si lo hacen, los más afectadosserán los consumidores pobres, por tener menoscapacidad para afrontar tales alteraciones.

Un segundo temor consiste en que los precios delos alimentos no desciendan, sino que aumentensensiblemente (entre un 5 y 10%) tras la plenaimplementación de la Ronda, dado que la reduc-ción de los subsidios a la producción en EE.UU. yEuropa puede traducirse en una menor produc-ción. Greenfield et al. (1996:366), por ejemplo, esti-man un alza del 7% para el trigo y el arroz. Perootros autores señalan que en los próximos años esimprobable que tales medidas vayan a ejercer unapresión al alza de los precios. Matthews (1996:11)habla de un 0-10%, mientras que Dyson (1996:167),la FAO y el Banco Mundial prevén que la liberali-zación contribuirá a largo plazo a mantener la ten-dencia histórica a la bajada de los precios reales(en comparación a los precios manufacturados),puesto que, si en estos próximos años se diera unincremento, éste actuaría como acicate de la pro-ducción. También el IFPRI pronostica hasta el 2020un descenso de los precios de los principales ali-mentos, como un 20% de media para los cerealesy un 10% para la carne (Rosegrant, 1996:10).

En definitiva, no se puede prever con seguridadqué ocurrirá con los precios. Una posible bajadapodría perjudicar a los campesinos, tanto a los queestán en condiciones de exportar como a los queno lo están, pero tendrían que sufrir la competen-cia de importaciones baratas. Sin embargo, elescenario de una posible alza es seguramente máspreocupante en lo que al hambre se refiere, por-

que, si bien beneficiaría a los productores, reduci-ría el poder adquisitivo de los países en vías dedesarrollo (en su mayoría importadores netos dealimentos) y de los consumidores pobres (porcuanto éstos dedican a la compra de alimentoshasta el 70% de sus ingresos).

El tercer motivo de preocupación es que la libe-ralización de los mercados, aunque a escala globalva a ofrecer más ganancias que pérdidas, previsi-blemente aumentará la desigualdad en la distribu-ción de los recursos tanto entre países como entresectores sociales, reduciendo el bienestar de losmás pobres incluso aunque el mundo en su con-junto registre un crecimiento económico (Green-field y Konandreas, 1996:347).

En cuanto a los países, los términos comerciales semodificarán y saldrán beneficiados aquellos quepueden producir a bajo coste aprovechando suventaja comparativa, así como los que han tenidoen el pasado políticas más orientadas a la exporta-ción y tienen capacidad de responder a las oportu-nidades de unos mayores precios en los mercadosmundiales. La producción tenderá a aumentar enellos (sobre todo en EE.UU., Australia y algunospaíses latinoamericanos) en perjuicio de los queson menos eficientes, como los africanos.

Entre los perdedores, algunos países desarrolladosverán reducida su producción de artículos que hansido fuertemente subsidiados (como los cereales,lácteos y aceites en Europa). Pero peor será lasuerte de los países pobres, por estar en condicio-nes desfavorables para competir y extraer provechode la liberalización. La mayoría de ellos, a diferen-cia de los industrializados, carecen de los recursosfinancieros necesarios para invertir en desarrolloagrícola a través de las medidas autorizadas por laRonda (investigación, formación, etc.), escasez quese ha visto agravada con la implantación de losseveros programas de ajuste estructural de sus eco-nomías y los consiguientes recortes en sus presu-puestos públicos. Junto a estas dificultades econó-micas, también las regulaciones comerciales de laRonda de Uruguay reducen el margen de maniobrade los Estados para proteger su sector agrícola res-pecto al mercado mundial; y para llevar a cabo lasllamadas estrategias alimentarias, en boga en los80, consistentes en que cada país, después de ana-

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lizar su situación alimentaria, debería definir unosobjetivos y poner en práctica unas políticas paraalcanzarlos. Se estrecha así más aún el margen demaniobra para desarrollar políticas de seguridad ali-mentaria, margen que ya había sido fuertementeconstreñido por los programas de ajuste.

De este modo, las medidas proteccionistas que per-mitieron a los países industrializados convertirse engrandes exportadores agrícolas, en adelante nopodrán ser utilizados por la mayoría de los paísesen desarrollo para garantizar su maltrecha seguri-dad alimentaria, viéndose obligados a confiar en unmercado mundial en el que su posición es muydébil. Su dependencia alimentaria del exterior leshace muy vulnerables, económica pero tambiénpolíticamente. Hay que tener en cuenta que el mer-cado del trigo, por poner un ejemplo, es muy oli-gopolista, ya que EE.UU., Canadá, la Unión Euro-pea, Australia y Argentina exportan más del 90%.EE.UU., en particular, es responsable de la mitad delas exportaciones mundiales, lo que le confiere ungran poder geopolítico, quizá no mucho menorque el del petróleo.

La liberalización tendrá un impacto desigual tam-bién en términos sociales, representando un peligropara los campesinos más pobres, sobre todo de lospaíses en desarrollo, quienes, con una menor ven-taja comparativa, disponen de una menor capaci-dad para competir con la agricultura más eficientede los países desarrollados. Al igual que los paísespobres, los campesinos pobres también están peorcapacitados y equipados para adaptarse a los cam-bios y beneficiarse de las oportunidades que da laliberalización. Además, los consumidores pobres severán afectados por el incremento de los preciosde los productos que anteriormente hayan sidosubsidiados por el gobierno.

Ante el riesgo de que la liberalización pueda gene-rar un aumento del hambre en los países importa-dores con menos recursos, por culpa de un incre-mento de los precios y de la inestabilidad de éstos,los firmantes del GATT acordaron en 1994 ladenominada Decisión de Marrakech, o Decisiónsobre Medidas relativas a los Posibles Efectos Nega-tivos del Programa de Reforma sobre los Países enDesarrollo Menos Desarrollados e ImportadoresNetos de Alimentos. Este acuerdo promete propor-

cionar una red de seguridad y compensación adichos países por posibles efectos negativos de lapuesta en práctica de la Ronda de Uruguay. Sinembargo, se ha hecho poco por desarrollar y mate-rializar sus contenidos: no se especifica cuánto tie-ne que empeorar la situación de un país para con-cederle ayuda, ni se fijan criterios para medir si elempeoramiento es consecuencia del GATT.

La Decisión prevé diferentes mecanismos de asisten-cia, pero cada uno de ellos encierra limitaciones.

(a) La ayuda alimentaria, que es aceptada paracasos de necesidad pero no como camuflaje paraexportaciones subsidiadas. En los últimos años vie-ne disminuyendo constantemente debido a lareducción de los excedentes en los principales pro-ductores y a las dificultades presupuestarias de losdonantes. Sin embargo, para los países que sigandisponiendo de excedentes puede seguir siendouna forma atractiva de librarse de ellos, habidacuenta de los límites impuestos a las exportacionessubsidiadas (Matthews, 1996:11).

(b) Los préstamos financieros concedidos por otrosgobiernos, el Banco Mundial o el FMI para laimportación de alimentos. Este último tiene un fon-do especial (Compensatory Financing Facility) parapaíses que sufren problemas temporales en subalanza de pagos debidos a un aumento en loscostes de su importación de alimentos, pero aco-gerse al mismo requiere endeudarse bajo las con-diciones establecidas por el FMI.

(c) El apoyo técnico o financiero para el desarrolloagrícola, un área que, sin embargo, viene recibien-do una porción decreciente de la cooperación parael desarrollo (Marlin-Bennett, 1997:49-50).

En conclusión, la Ronda de Uruguay afectará a laseguridad no tanto a través de los suministros,pues estimulará la producción sólo entre el 1 y 3%(Greenfield et al., 1996:37), sino más bien por suimpacto sobre el acceso al alimento, al incidir enlos precios y, sobre todo, modificar la situaciónrelativa de cada región.

A todo lo dicho hay que añadir algunos otros fac-tores que también incidirán en las perspectivas delacceso al alimento. La degradación medioambiental

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y el cambio climático no sólo afectarán, como yavimos, a los suministros mundiales de alimentos,sino que amenazarán en particular los medios devida de los más vulnerables. La degradación de latierra y la sequía golpearán más los ingresos de loscampesinos (y pastores) pobres, por cuanto suelenexplotar tierras marginales poco productivas, tienenmenos acceso a la irrigación o a semillas mejoradasresistentes a la sequía, y disponen de menos dine-ro, formación y apoyo público para adaptarse yhacer frente a los cambios. Además, es importantetener en cuenta que el medio silvestre proporcionaa los más pobres cuantiosos recursos (caza, plantascomestibles, madera para fabricar carbón, etc.)cuya contribución es decisiva sobre todo en lassituaciones de hambruna, por lo que su mermapuede ser muy dañina (Bohle et al, 1994:44). Porotro lado, como vimos, el calentamiento y cambioclimáticos a largo plazo perjudicarán los rendi-mientos productivos de las zonas tropicales, áridasy semiáridas (sobre todo en África), habitadas porpoblaciones con una alta vulnerabilidad.

Otro factor que incrementará la vulnerabilidad alhambre será el creciente número de crisis humani-tarias, en concreto de las llamadas emergenciascomplejas, que consisten en una combinación deguerra civil, quiebra del Estado y de la economía,hambruna y desplazamientos masivos de pobla-ción. Aunque sus víctimas seguirán representandouna porción relativamente pequeña respecto alconjunto de hambrientos del mundo, su volumenmantiene una tendencia al alza, tratándose ademásde situaciones de extrema gravedad donde, en oca-siones, el único acceso posible al alimento lo pro-porciona la ayuda humanitaria.

Otra tendencia preocupante es la reducción pro-gresiva de la ayuda alimentaria, un instrumentociertamente controvertido pero que, adecuadamen-te concebida y gestionada, puede contribuir a laseguridad alimentaria de los países con produccióndeficiente de alimentos y sin recursos para impor-tarlos, así como a sus sectores sociales más vulne-rables. La ayuda alimentaria mundial ha menguado

como consecuencia de la disminución de la contri-bución de EE.UU. desde 1992, por la reducción desus excedentes y por limitaciones presupuestarias.De este modo, en 1995 por ejemplo, se concedie-ron 7’4 millones de toneladas, por debajo de los 10millones anuales prometidos en la Cumbre Mundialde la Alimentación de 1974. Sin embargo, las nece-sidades de ayuda seguirán aumentando. Según uninforme del Departamento de Agricultura de losEE.UU. 3, serán necesarios 27 millones de toneladasen el año 2005 simplemente para mantener losactuales niveles de consumo y satisfacer las necesi-dades de emergencia, y unos 30 millones para ele-var el consumo a unos niveles nutricionales míni-mos (esto es, cuatro veces más de lo donado en1995). Ese año, las necesidades de África se habránduplicado como poco, y representarán el 55% delas necesidades globales de ayuda.

Esta disminución tiene su paralelismo también enotros tipos de ayuda internacional, que en su con-junto (salvo la de emergencia) viene descendiendodurante los años 90. Por ejemplo, la ayuda finan-ciera al Tercer Mundo para el desarrollo agrícola hadescendido durante esta década y la pasada, y losrecursos públicos destinados a proyectos interna-cionales de investigación agrícola se han estancado,no siendo muy probable que el sector privado sesienta atraído por la investigación orientada a loscultivos de campesinos pobres. A esto hay quesumar la tendencia ya comentada a una disminu-ción de la acción pública de los gobiernos por cau-sa de las limitaciones presupuestarias y del proce-so de liberalización, con el consiguiente debilita-miento de las políticas anti-pobreza o de defensade la seguridad alimentaria. Esto es tanto más pre-ocupante si tenemos en cuenta que las tendenciaseconómicas y políticas parecen apuntar a un futu-ro con mayor desigualdad de los ingresos entre lospaíses y dentro de ellos. En estas circunstancias sonmuy escasas las posibilidades de desmentir en lapráctica las sombrías previsiones que anuncian lapersistencia del hambre en el mundo, e incluso suaumento en el África Subsahariana.

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3 USDA (1995), Food Aid Needs and Availabilities: Projections to 2005, Economic Research Service, Washington,octubre. Citado en Brown et al. (1997:111).

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Después de analizar los diferentes factores quedeterminan los suministros de alimentos y el acce-so a los mismos, podemos extraer algunas conclu-siones en torno a las perspectivas futuras del ham-bre en el mundo y en sus principales regiones.

Del debate entre los autores optimistas y los neo-maltusianos o pesimistas podemos concluir que amedio plazo, en las próximas dos décadas, las pre-visiones de los primeros, consistentes en que exis-tirá la capacidad de producir alimentos suficientespara satisfacer toda la demanda mundial (aunqueperdurará el hambre por una mala distribución),parece más verosímil que el escenario apocalípticodibujado por los segundos. Sin embargo, los temo-res neomaltusianos a que los problemas medioam-bientales dificulten un abastecimiento mundial sufi-ciente y sostenible merecen ser tomados en consi-deración a largo plazo (e incluso ya ahora paraalgunos lugares concretos).

Basándose en las tendencias demográficas, eco-nómicas y agrícolas (y en ausencia de medidasextraordinarias que permitieran objetivos más ambi-ciosos), la FAO prevé que para el año 2010 la dis-ponibilidad de comida per cápita para los países envías de desarrollo en su conjunto aumentará desdelas 2.550 calorías del año 1992-94 a unas 2.700 calo-rías. Esto permitirá disminuir el porcentaje de perso-nas desnutridas, si bien el número total de ham-brientos descenderá poco dado el crecimiento demo-gráfico: de los 840 millones en 1990 se pasaría a los680 millones en el año 2010, esto es, el 12% de lapoblación de dichos países. La mayoría se concen-trará en el África Subsahariana y en el Sur de Asia(Alexandratos, 1995:33; 1996:8,9; FAO, 1996d:5).

Ahora bien, esta mejora general presentará pautasbastante diferentes según las regiones. Los mayoresavances se darán en el Próximo Oriente-Magreb, enAmérica Latina-Caribe y, sobre todo, en el Este deAsia (incluida China), en las que para el año 2010se podrían superar las 3.000 calorías per cápita yun lograrse un descenso de la desnutrición a nive-les cercanos al 6%, al 4’6% de la población, graciasa una reducción de la desigualdad en el acceso alalimento. El Sur de Asia alcanzará un avancemenor, y el África Subsahariana no sólo no regis-trará mejoras sino que su situación puede empeo-rar. Pero pasemos a esbozar con algo más de deta-lle las perspectivas para cada área.

VI.1. América Latina

Esta región alberga zonas muy diferentes, desde lasque tienen una gran capacidad exportadora (Argen-tina, Brasil) hasta otras que sufren una alta presióndemográfica, degradación de la tierra y otros pro-blemas (Perú, Bolivia, nordeste de Brasil). Pero, enconjunto, es una de las que presentan un mayorpotencial de incremento productivo, tanto por lamejora de los rendimientos como por las abundan-tes reservas de tierra que podrían ponerse en culti-vo (sobre todo en Argentina y Brasil). Sin embargo,es razonable temer que la mayoría de los gobier-nos continuarán sin priorizar los problemas de lospequeños campesinos ni desarrollar políticas redis-tributivas. El crecimiento demográfico en algunospaíses ha descendido en las últimas décadas, pero,en otros, como los centroamericanos, seguirá sien-

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VI. PERSPECTIVAS DEL HAMBRE

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do alto. En conjunto, para el año 2020 podría nece-sitar importar ente el 15% y el 28% de su consumode cereales (Dyson, 1996:129,192).

VI.2. Oriente Medio

Aunque mitigado por el hecho de que el crecimien-to demográfico esté descendiendo y que los nivelesde consumo per cápita son ya altos, en las próximasdécadas continuará el crecimiento de su demanda.Aproximadamente la mitad de ésta deberá satisfacer-se con importaciones (que serían de unos 90 millo-nes de toneladas de cereales en el año 2020), dadoque la escasez de agua limita seriamente la capaci-dad para aumentar la superficie cultivada y la pro-ducción (Dyson, 1996: 127-128,178). A diferencia dealgunos países con economías solventes (Arabia Sau-dí), a varios países (como Egipto, Marruecos, Siria oTúnez) costear un nivel tan alto de importacionespuede representarles un gran esfuerzo financiero.

VI.3. Sur de Asia

La región presenta varias tendencias esperanzadoras,como la caída de las tasas de crecimiento demográ-fico, el potencial existente para mejorar los rendi-mientos mediante la irrigación y los fertilizantes, ylos aceptables niveles de estabilidad política (salvoen Afganistán). También es positiva la mejora de laeconomía y de la seguridad alimentaria en India,que desde principios de los 80 ha multiplicado suproducción per cápita (convirtiéndose en autosufi-ciente), ha aumentado el consumo por persona y haconstituido un eficaz sistema de reservas públicas.

Por el contrario, el crecimiento demográfico entérminos absolutos seguirá siendo fuerte (en Indiala población crecerá un 56% entre 1990 y el2020), y la producción per cápita avanzará sóloligeramente, con lo que será necesario un aumen-to moderado de las importaciones (orientadassobre todo a Irán). Pero lo más significativo esque, en las dos próximas décadas, una gran par-te de la población seguirá siendo muy pobre. Portanto, el consumo per cápita aumentará sólomoderadamente a partir de los bajos nivelesactuales, y en el año 2010 se situaría en un nivel

medio-bajo, de 2.450 calorías. Esto permitiríareducir el porcentaje de desnutrición a la mitad,pero éste sería todavía de un 12%, equivalente a200 millones de personas (Dyson, 1996:180-184;Alexandratos, 1995:33).

VI.4. Extremo Oriente

El nivel de seguridad alimentaria presenta enormesdiferencias entre sus diferentes países: es muy altoen Japón, alto en Tailandia y Corea del Sur, bajo encasi todos los demás (incluida China) y muy bajoen Camboya. La evolución de la situación en estaregión será determinante para la seguridad alimen-taria global, dado su enorme peso demográfico (untercio de la humanidad) y el previsible aumento desu demanda de alimentos como consecuencia delcrecimiento económico. La suerte que pueda correrChina, en concreto, es uno de los objetos de dis-cusión entre los autores optimistas y los neomaltu-sianos (ver recuadro en páginas siguientes).

Gracias a la caída de las tasas de crecimientodemográfico, la población aumentará modestamen-te hasta el 2020. Sin embargo, la prosperidad eco-nómica y una pujante urbanización (con el consi-guiente cambio hacia una dieta que absorberá máspiensos) generarán un notable crecimiento en lademanda de alimentos, que será satisfecho median-te un aumento de la producción (sus altos rendi-mientos continuarán aumentando recurriendo auna mayor intensificación, irrigación y fertilizantes)y de las importaciones comerciales. Éstas, de lasque ya hoy la región es altamente dependiente,podrían representar en el 2020 entre el 13% y el23% de la demanda de cereal (de 135 a 259 millo-nes de toneladas, en su mayoría para China), segúnDyson (1996:126), pero, gracias al progreso econó-mico, los países dispondrán de las divisas necesa-rias para importar los alimentos y la mayoría de supoblación para comprarlos. Sin embargo, los neo-maltusianos temen que el mundo no pueda satisfa-cer este aumento de la demanda, y que los preciosmundiales escalen privando del acceso a los mer-cados internacionales a los países (sobre todo afri-canos) con una demanda menos solvente. Estostemores son desmentidos por otros estudios, comoya hemos visto.

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¿QUIÉN ALIMENTARÁ A CHINA?

Una de las principales discusiones entre los auto-res optimistas y los neomaltusianos gira en tornoal futuro alimentario de China, al incremento desu consumo y, sobre todo, a la capacidad delmundo para exportarle los déficits que presente.Preocupa que, por su enorme peso demográficoy económico, su suerte inevitablemente tendráimpacto sobre la seguridad alimentaria global.Pero las previsiones varían notablemente entrelos diferentes estudios, en parte debido a laincertidumbre que ofrecen las estadísticas oficia-les existentes.

China ha experimentado sensacionalesprogresos en su agricultura, multiplicandopor cuatro su producción de cereal entre1950 y 1994, y logrando una producciónper cápita suficiente para toda su pobla-ción. Sin embargo, Brown (por ejemploen su libro Who will feed China?, de 1995)y otros neomaltusianos alertan contra un desfasecada vez mayor, que ya habría comenzado, entreuna demanda creciente y una producción men-guante. Por un lado, la demanda nacional de ali-mentos seguirá creciendo de forma acelerada,debido a dos factores: (a) el todavía fuerte creci-miento demográfico que se espera, con unos 490millones de habitantes adicionales entre 1990 y el2030 (llegando a unos 1.600 millones), y el cam-bio hacia una dieta con mayor consumo de ali-mentos de origen animal y de cerveza, comoconsecuencia del alto desarrollo económico(10’1% de media entre 1990 y 1996) y de la urba-nización, dos procesos que previsiblemente con-tinuarán con fuerza (Brown, 1995:29).

Por otro lado, según estima dicho autor, la pro-ducción agrícola descenderá un tercio hasta elaño 2030 debido a: (a) la progresiva disminuciónde la superficie de cultivo, absorbida por el pro-ceso de desarrollo para otros fines (carreteras,fábricas, viviendas, etc.), que entre 1990 y 1994ha supuesto 5 millones de hectáreas. Además, elcrecimiento demográfico implica una reducciónde la tierra per cápita; (b) el poco margen que

existe para compensarlo con un aumento de losrendimientos, dado que éstos son ya muy altos.Además, se viene dando una desviación de aguade riego hacia otros fines industriales y urbanos,que, junto al agotamiento de los acuíferos, limitalas posibilidades de mejorar los rendimientosmediante irrigación y suscita problemas paramantener los 4/5 de cereal hoy irrigados. En suopinión, los rendimientos de trigo estarían yadescendiendo y los del arroz permaneceríanestancados (Brown, 1995:17).

Como consecuencia, Brown (1995:103) prevéque el país necesitará importar para el 2030entre 200 y 300 millones de toneladas de cere-ales (un nivel mayor que el total de exporta-ciones mundiales actuales), cuando a mediadosde los 90 importaba sólo unos 15 millones. Dehecho, en 1994 ya tuvo que incrementar susimportaciones para poder frenar una subida del60% de los precios de los cereales con respec-to a los del año anterior. Lo más grave es queel aumento de las importaciones empujará alalza los precios mundiales, y los grandes expor-tadores no tendrán capacidad para satisfacer sudemanda, con lo que la seguridad alimentariade todo el mundo se verá amenazada.

Sin embargo, estos pronósticos sombríos son repli-cados por los principales estudios de la línea opti-mista (de la FAO, el Banco Mundial y el IFPRI),para quienes existe margen para una mejora delos rendimientos que permitiría un importanteincremento de la producción, el cual para los cere-ales podría ser del 68% entre los años 1990 y 2030.Gracias a este aumento productivo, el déficit serámoderado y podrá ser satisfecho sin problemaspor los exportadores. Para el año 2010, la produc-ción en China pasaría de 325 a 425-475 millonesde toneladas de cereal (Alexandratos y de Haen,1995:365), y el déficit estaría en torno a los 15 o20 millones (Brun, 1996:15).

Estos estudios explican que parte de la pérdida desuperficie dedicada al cereal que alarma a losneomaltusianos se debe en realidad a que estásiendo transferida a otros cultivos de mayor valor(frutas, vegetales), lo cual, lejos de ser preocu-pante, contribuye a un uso económicamente más

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eficiente y medioambientalmente más adecuadode la tierra y el agua escasas. Por otro lado, tam-bién ponen en cuestión las cifras oficiales delgobierno chino sobre rendimientos, que parecenestar sistemáticamente abultadas. Especialistas delDepartamento de Agricultura de EE.UU. hancomprobado que la superficie realmente cultiva-da es un 32% mayor que la que aparece en lasestadísticas, porque históricamente muchos cam-pesinos han mantenido sin registrar sus tierraspara pagar menos impuestos. Por tanto, siendo laextensión mayor, las estimaciones sobre rendi-mientos están sobredimensionadas: podrían serun 15-20% menores que las cifras oficiales, eincluso un tercio menores para algunos cultivos.Por consiguiente, son rendimientos que quedanbastante por debajo de los de Japón o Corea delSur, con lo que existe un considerable potencialpara incrementarlos mediante la mejora de la irri-gación (existen grandes planes hidráulicos enmarcha) o un mayor uso de fertilizantes (que en1990 en China era de sólo 284 kg por hectárea,mientras en Japón alcanzaban los 402 kg (Paarl-berg, 1997:271-272; Dyson, 1996:190).

Existen razones para pensar que las inversionesnecesarias para materializar esta mejora de losrendimientos serán llevadas a cabo, como son lasprevisiones de un fuerte crecimiento económico,la estabilidad política del país y, no menosimportante, la alta prioridad política que elgobierno concede a la autosuficiencia alimentaria(aspira a un 95% de autosuficiencia en cerealesen el año 2020). El deseo de no depender de lasimportaciones se debe a razones geopolíticas yde seguridad nacional, así como psicológicas, porel recuerdo de la gran hambruna de 1959-61 quemató entre 23 y 30 millones de personas, y sumióen el hambre a otros 200 millones.

En cualquier caso, existen problemas que debe-rían ser corregidos para permitir el desarrolloagrícola: el deficiente transporte entre el campoy la ciudad, los sistemas de irrigación deteriora-dos, la falta de acceso a la extensión agraria porparte de los campesinos pobres, los bajos pre-cios al productor, la falta de claridad legal sobrelos arrendamientos o propiedad de la tierra (quedesalienta las inversiones por los campesinos) y

la ausencia de un mercado nacional integrado(el comercio de alimentos entre regiones esescaso, entorpecido por la falta de especiali-zación y las medidas proteccionistas de cadauna de ellas) (Aubert, 1996:18).

En cuanto a las importaciones, algunas estima-ciones las sitúan aproximadamente en 40-50millones de toneladas para el 2030 (Paarlberg,1997:275), que el país no tendrá problemas paracostear. La mayoría de los autores comparten laidea de que el aumento de importaciones queChina requerirá podrá ser satisfecho a un precioy unos costes medioambientales aceptables porlos principales exportadores, ya que éstos dis-ponen de reservas de tierras y un potencial pro-ductivo que podría ponerse en explotacióncomo respuesta a un aumento de la demandamundial. De esta forma, no se produciría latemida escalada acelerada de los precios.

El desarrollo agrícola reciente le ha permitido alpaís incrementar el consumo calórico de las 2.100calorías de fines de los años 70 a unas 2.600calorías en la actualidad. De esta forma, a la vezque se ha diversificado la dieta, se ha consegui-do extender la seguridad alimentaria a la mayoríade la población. A esto contribuye el hecho deque los recursos estén distribuidos de forma bas-tante equitativa, si bien existen oficialmente unos70 millones de pobres (con sólo unas 1.900 calo-rías por día) y las diferencias sociales se estánagrandando conforme se abre paso la economíade mercado (Aubert, 1996:17,18).

En definitiva, no parece que sea en China dondese pueda encontrar en el futuro confirmación alas predicciones maltusianas. Otras regiones,sobre todo África, carente del poder adquisitivoque aquélla viene acrecentando, deberían causarmayor preocupación. ❑

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VI.5. África Subsahariana

Esta región merece una atención especial, por cuan-to su evolución será la más negativa de todas. Elenfoque maltusiano, poco verosímil a escala mun-dial, continuará mereciendo consideración aquí.

África tiene un notable potencial agrícola, perodiferentes problemas estructurales dificultan suexplotación y, previsiblemente, continuarán hacién-dolo: (a) problemas medioambientales, que limitanel crecimiento productivo, como la fragilidad de lossuelos, la variabilidad de las lluvias, las sequías fre-cuentes, la aridez y la falta de agua (factores quese agravarán a largo plazo con el calentamientoglobal); (b) problemas técnicos, como el bajo niveltecnológico de la agricultura familiar (escaso usode insumos y herramientas, métodos tradicionalespoco productivos y lesivos para el medio ambien-te); (c) problemas económicos, como la pérdida devalor de sus exportaciones agrícolas en el mercadomundial (que previsiblemente va a continuar), lacrisis financiera y de la deuda externa, así como lapobreza generalizada, que mantienen reducida lademanda interna y desalientan la inversión agríco-la con introducción de nueva tecnología; (d) pro-blemas políticos, como la debilidad de los Estados,la inestabilidad y los conflictos armados, y el olvi-

do de los pequeños campesinos a favor de la agri-cultura comercial en las políticas agrarias; y (e) pro-blemas sociales, como el bajo nivel de educación ysalud, que obstaculizan el desarrollo productivo(incluyendo la amenaza que el SIDA implica parael bienestar y la seguridad alimentaria), o la discri-minación hacia las mujeres y su agricultura familiar.

Dado que muchos de estos factores continuarán, elcrecimiento de la producción agrícola seguirá pordebajo de su alto crecimiento demográfico, comoviene ocurriendo desde los años 70. Dado el des-censo de la producción per cápita, la demanda efec-tiva tendrá que cubrirse mediante un aumento de lasimportaciones de cereales. Si éstas fueron de 7 millo-nes de toneladas en el año 1990, para el 2010 ten-drían quizá que multiplicarse por 2 o por 4 (vertabla), mientras que Dyson (1996:126-127) prevéunas importaciones en el 2020 de 42-53 millones,esto es, el 25-32% del consumo total 1. Estas cifrasmuestran la inevitable tendencia que presenta Áfricahacia un aumento de su dependencia alimentaria delexterior (inevitable si no aumenta su producción másdel 3’5% anual). Pero lo que resulta más preocupan-te es que, a diferencia de otras regiones en desarro-llo (como el Extremo Oriente), carecerá de las divi-sas necesarias para poder importar lo que necesita.

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1 Por su parte, Brown predice que África tendrá en el año 2030 una demanda de importaciones de 250 millonesde toneladas, 10 veces más que ahora, pero Alex y de Haen (1995:365) estiman que esto no es posible. Esa cifrase correspondería a unos suministros de 290 kg per cápita, los cuales requerirían previamente un rápido desarro-llo y aumento de los ingresos, que en el continente sólo pueden provenir del desarrollo agrícola. Ahora bien, siéste se produce, las necesidades de importación serían evidentemente menores, mientras que, si no existe, nohabrá ingresos para importar tanto.

Proyecciones sobre producción, demanda e importacionesen el África Subsahariana en el 2010

Estudios FAO IFPRI Banco Mundial

Producción 110 86 83

Tasa de crecimiento anual(3’4% en 1989-1991) 3’5% 2’3% 2’l%

Demanda 129 118 96

Tasa de crecimiento anual(+3’1% en 1989-1991) 3’5% 3% 2%

Necesidades de importacionesen 2010 en millonesde toneladas (-8 en 1989-1991) 19 32 14

Fuente: Brun (1996:14), con datos de los tres informes citados, es decir: Alexandratos (1995), Agcaoili y Rosegrant (1995) y Mitchell eIngco (1993), respectivamente.

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Ahora bien, esas cifras se refieren a los suminis-tros necesarios para satisfacer la demanda efectivaen el mercado (de aquellos con recursos paracomprar), pero, evidentemente, los suministrosque serían necesarios para cubrir las necesidadesnutricionales y acabar con el hambre son bastan-te mayores: sería preciso alcanzar un suministrode unas 2.700 calorías por persona y día. A fin delograr tal objetivo para el año 2025, la región ten-dría que aumentar sus suministros totales en un4’9% anual (dado que su crecimiento demográficoserá del 2’6%). Pero tal crecimiento de los sumi-nistros es impensable que pueda lograrse cuandoel Banco Mundial (World Bank, 1996) prevé uncrecimiento del Producto Interior Bruto per cápitaentre 1996 y el 2005 de sólo el 0’9% anual.

En definitiva, sus necesidades alimentarias queda-rán lejos de ser satisfechas. El insuficiente creci-

miento de la producción, la persistencia de unapobreza extrema y extendida, la consiguiente difi-cultad para importar y la tendencia a la disminu-ción de la ayuda alimentaria harán que sus ya bajosniveles de consumo per cápita ni siquiera quedenestancados sino que, peor aún, decrezcan de aquíal 2010 (siendo la única región en la que esto ocu-rrirá). De este modo, es previsible que ese añounos 300 millones de africanos, el 32% de la pobla-ción, siga sufriendo desnutrición crónica, lo quehará que esta región supere al Sur de Asia ennúmero de afectados (a pesar de disponer de sólola mitad de su población). Además, con estos nive-les de seguridad alimentaria tan bajos, continuaráun alto riesgo de que se desencadenen nuevos pro-cesos de hambrunas, como en los años 70 y 80(FAO, 1996d:5).

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En el debate sobre la seguridad alimentaria,durante los años 90 se han reabierto frentes queparecían ya cerrados. Si en los 70 la discusión giróen torno a cómo conseguir unos suministros percápita suficientes, la constatación de que éstos yaexistían a escala mundial permitió que durante los80 el eje del problema del hambre se situara en lafalta de acceso a los mismos por parte de las fami-lias pobres. Sin embargo, en los últimos años haretornado con fuerza en algunos medios el temor aque el crecimiento demográfico y los problemasmedioambientales impidan próximamente un abas-tecimiento suficiente.

De cara a las dos o tres próximas décadas pareceque las predicciones de los autores optimistas tie-nen más verosimilitud: el mundo será capaz deproducir unos suministros per cápita suficientes,gracias a un incremento de los rendimientos agrí-colas derivado de avances en el uso de los insumosy la tecnología, en la formación del capital huma-no y en el equipamiento. Sin embargo, dos obser-vaciones nos indican que no hay mucho espaciopara la complacencia. La primera es que, más alláde ese corto plazo, la necesidad de alimentar a unapoblación global estabilizada en torno a los 10.000millones de personas seguramente acabará agudi-zando muchos de los problemas medioambientalessubrayados por los neomaltusianos. Aunque las

predicciones que éstos formulan puedan ser hoyrebatibles y excesivamente alarmistas, los argumen-tos en los que se basan (finitud de los recursos ydesarrollo sostenible) deberían de ganar mayorpeso en la agenda política.

La segunda observación es que hablar de “optimis-mo” puede resultar engañoso, por no decir obsceno,pues significa únicamente que existirán alimentossuficientes en una estadística basada en promedios.En la mesa, sin embargo, sólo los habrá para quie-nes dispongan de recursos para producirlos o com-prarlos. El resto, previsiblemente unos 680 millonesde personas en el año 2010, seguirán sufriendo des-nutrición crónica en los países en desarrollo. En elfuturo inmediato, el problema seguirá estando en lafalta de demanda, es decir, en la pobreza, más queen una carencia de oferta o suministros.

Probablemente la producción per cápita de cerea-les no aumentará próximamente, pero sí lo hará elconsumo mundial per cápita de calorías, lo que seexplica por el estancamiento de la población delos países desarrollados (que representando un24% de la humanidad acapara el 49% de los cere-ales, sobre todo para piensos). El mayor incre-mento de la producción se registrará en los paísesindustrializados, que estarán en condiciones desatisfacer el creciente déficit alimentario de los

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VII. CONCLUSIONES: COMPROMISOSINTERNACIONALES Y ACCIÓN PÚBLICA

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países en vías de desarrollo. La mayoría de éstosdispondrán de los recursos financieros necesariospara costear tales importaciones, de modo que lasituación nutricional mejorará en todas las regio-nes del mundo, con una excepción.

El África Subsahariana será la única región delmundo donde se registrará una disminución tantode la producción como del consumo per cápita dealimentos, así como el consiguiente incremento delnúmero de hambrientos. Esta zona se verá afectadapor una combinación de factores que reducirántanto sus suministros como los ingresos de lapoblación: será la región con un crecimiento demo-gráfico más acelerado, la que presentará una situa-ción económica más calamitosa, la que sufrirá conmás rigor la degradación medioambiental y losefectos del cambio climático, al tiempo que será talvez la más afectada por la inestabilidad política, lasguerras civiles y las crisis humanitarias. A estasituación se le añade el hecho de que sus países ypoblaciones no dispondrán de recursos para cos-tear las importaciones que necesitarían, algo tantomás preocupante cuando observamos la tendenciaactual a la reducción de la ayuda alimentaria. Endefinitiva, aunque los neomaltusianos no veránconfirmadas sus predicciones apocalípticas a esca-la global, muchas de éstas sí se manifestarán en elescenario africano.

Ahora bien, estas previsiones sobre el hambre sederivan de la evolución probable de las tendenciasdemográficas, económicas y medioambientales yavistas. Pero, claro está, siempre sería posible redu-cir la incidencia del problema mediante políticas einversiones de carácter extraordinario que permitie-ran incrementar los suministros en los paísespobres deficitarios, y, sobre todo, erradicar lapobreza. Este último objetivo, como indicabarecientemente el PNUD (1997:126), es perfecta-mente asumible desde el punto de vista financieropara el mundo en su conjunto y también para lamayoría de los países en desarrollo. Garantizar elacceso universal a los servicios sociales básicos eimplementar programas de ingresos contra lapobreza costaría unos 80.000 millones de dólaresanuales hasta el año 2005, lo cual representamenos del 0’5% del ingreso mundial, el 2% delingreso de los países en vías de desarrollo, ymenos del patrimonio de los siete hombres más

ricos del mundo juntos. La falta de soluciones, portanto, tiene más que ver con la ausencia de lavoluntad y coraje políticos necesarios que con laescasez de recursos.

De todas formas, una erradicación permanente delhambre no es alcanzable mediante meras transfe-rencias de ayuda, sino que requiere un crecimien-to económico orientado en favor de los pobres. Elobjetivo prioritario debe consistir en sacar a lapequeña agricultura familiar del olvido político quehistóricamente ha sufrido en casi todos los paísespobres, y acelerar su crecimiento. Esto no sólo per-mitirá aumentar el abastecimiento alimentario, sino,sobre todo, incrementar los ingresos de los secto-res vulnerables. Ningún otro sector de la economíatendría la misma capacidad de mitigar con rapidezla pobreza y de promover un desarrollo socialmen-te equitativo, por cuanto éste es el que emplea aun mayor porcentaje de la población. El desarrolloe intensificación de la agricultura familiar sólopodrán lograrse mediante un refuerzo de las inver-siones y políticas públicas en diferentes áreas(investigación, mejora tecnológica, formación einfraestructuras), pero también requeriría impulsarreformas sociales y jurídicas que obstaculizan elacceso a la tierra, el agua o los créditos a los sec-tores más vulnerables (entre ellos las mujeres).

Por supuesto, la aceleración del desarrollo agrícolano será una solución si, al mismo tiempo, no sededican más esfuerzos a reducir el crecimientodemográfico, frenar la degradación medioambientalo, algo imprescindible, mejorar la estabilidad políti-ca y asegurar la paz. En el caso de que en el futurose constate una disminución de los suministros percápita mundiales (cosa improbable a corto o medioplazo), sería necesario volver a explotar las tierrasrecientemente dejadas sin cultivar en los paísesdesarrollados, e incluso tomar medidas para reorien-tar hacia la producción de alimentos las tierras dedi-cadas a cultivos prescindibles, como el tabaco (5millones de hectáreas) o el algodón (14 millones).

Claro que una forma complementaria de encarar elproblema podría ser no sólo aumentar la produc-ción, sino también reducir la demanda total de ali-mentos. Para ello se podría reducir el alto nivel depérdidas de los alimentos que se registran en lasfases de almacenaje, manipulación, transporte y con-

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sumo. Igualmente, se podría estimular una disminu-ción del consumo de alimentos de origen animal,con objeto de orientar al consumo humano los cere-ales empleados como piensos. Esto se podría con-seguir mediante campañas que persuadieran de losbeneficios para la salud de tal cambio en la dieta,pero también, según sugiere Bender (1994:388), apli-cando a tales alimentos un impuesto, como el apli-cado a los alcoholes, basado en un principio similaral que sostiene que “el que contamina paga”. Peroestas medidas serán durante bastante tiempo inne-cesarias, habida cuenta de que el problema seguiráestando en la pobreza y no en los suministros.

Como decíamos, el final del hambre depende dedos variables: dinero y voluntad política. Por eso esimportante que hagamos mención de los compro-misos internacionales en la materia, sobre todo losde la reciente Cumbre Mundial sobre la Alimenta-ción celebrada en noviembre de 1996 en Roma.

Entre los diferentes documentos técnicos dereferencia elaborados para la Cumbre, el nº 14 lle-vaba por título Evaluación de los progresos que esposible lograr en materia de seguridad alimentaria(FAO, 1996d). En él se proponen unos objetivosnormativos orientados a que los 840 millones dedesnutridos habidos en 1992 se reduzcan a la mitadpara el año 2010, en lugar de descender sólo a 680como indican las proyecciones. Para ello seríanecesario aumentar en un 1% anual los suministrosen los países donde se prevén para entoncesmenos de 2.700 calorías per cápita, y promover unreparto más equitativo de los mismos allí donde seestima que superarán esa cifra. Este objetivo nosería muy costoso, pues requeriría un modestoaumento del 2% en la producción mundial previstapara ese año (equivalente a 46 millones de tonela-das) y del 7% en las inversiones destinadas a laagricultura primaria en los países en desarrollo(FAO, 1996d:13).

El coste de estas metas resultaría modesto para elmundo en su conjunto y asumible para casi todoslos países pobres. A pesar de ello, el compromisoadoptado por los Estados en la Declaración de laCumbre resultó ser aún más conservador: la metade reducción a la mitad del número de desnutridos(bajando a los 440 millones) se pospuso para el2015. Teniendo en cuenta que en la 1ª Cumbre

Mundial sobre la Alimentación, celebrada en 1974,se adoptó el compromiso de acabar con el hambreen sólo una década, el objetivo actual llama laatención por su conservadurismo y falta de ambi-ción, aunque seguramente es más coherente con laescasa voluntad política para afrontar las causasestructurales profundas del problema. De hecho,en la Cumbre no se establecieron compromisos detipo financiero ni para la creación de nuevas insti-tuciones con los que respaldar las políticas pro-puestas en el Plan de Acción (en materia de luchacontra la pobreza, protección medioambiental, coo-peración internacional, etc.). Por otro lado, es dereseñar que, por insistencia del gobierno nortea-mericano, el Plan de Acción hizo fuerte hincapié enla defensa de la liberalización comercial y en laaplicación de la Ronda de Uruguay como piezasclaves para la seguridad alimentaria, si bien pasópor alto las dificultades que puede representar paralas agriculturas de los países más débiles.

La Cumbre, sin embargo, presentó dos aspectos par-ticularmente positivos. Por un lado, a diferencia dela celebrada en 1974, reconoció que el hambre raravez es causada por la escasez de alimentos, sino quesuele ser consecuencia de la pobreza, la desigual-dad, la violencia y la degradación medioambiental.Por otro lado, y esto resulta aún más importante, elobjetivo 7.4 del Plan de Acción consiste en avanzaren la clarificación del contenido y en la aplicacióndel derecho humano al alimento, recogido en elPacto Internacional de Derechos Económicos, Socia-les y Culturales y en otros instrumentos jurídicos. Eltexto invita al Alto Comisionado de las NacionesUnidas para los Derechos Humanos a que defina elalcance de dicho derecho y a los órganos especiali-zados de Naciones Unidas (en referencia sobre todoa la FAO) a que propongan medios para materiali-zarlo. Este objetivo, de materializarse, supondría unpaso decisivo para dotar al derecho al alimento, has-ta ahora olvidado y citado sólo retóricamente, de unmayor valor jurídico y político. De esta forma, seconvertiría con seguridad en un importante estímuloy en un referente necesario para las políticasnacionales e internacionales contra el hambre, y pro-porcionaría un decisivo argumento de presión a lossectores vulnerables y a las ONG.

El desarrollo de los derechos económicos y socia-les, como es éste, no será sin embargo fácil. Así lo

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prueba el hecho de que, el último día de la Cum-bre, la delegación de EE.UU. presentara una “decla-ración interpretativa” según la cual dicho país noconsidera que las referencias al derecho al alimen-to contenidas en los documentos aprobados gene-ren obligaciones internacionales de obligado cum-plimiento, al tiempo que rechaza la necesidad dedesarrollar mecanismos legales internacionalesorientados a avanzar en dicho derecho (Cohen,1998:16-17).

Esta postura tiene su explicación. El pleno recono-cimiento jurídico y la especificación del derecho alalimento implicarían que los ciudadanos pudieranexigir a sus gobiernos políticas de protección socialque les garantizaran sus necesidades básicas, y quelos países pobres pudieran exigir a los ricos el apo-yo necesario para llevarlas también a cabo. De estemodo, el carácter caritativo, voluntario y discrecio-nal de la ayuda tendría que ser sustituido por cier-tas dosis de obligatoriedad respecto a su concesión.Esto, sin embargo, choca con el concepto liberal delos derechos humanos hoy imperante (que subrayalos derechos civiles y políticos, y relega a segundoplano los económicos y sociales), con la reduccióndel estado del bienestar y su protección pública enlos países desarrollados, y con la tendencia actuala la reducción de la ayuda internacional.

No sólo están cortándose los fondos para coopera-ción internacional sino que, dentro de ella, estánperdiendo peso los orientados a fines particular-mente relevantes para la seguridad alimentaria.Según un estudio del IFPRI, la porción de la ayudaal desarrollo de los países industrializados que fuedestinada a desarrollo agrícola descendió del 20%al 14% entre 1980 y 1990 (Brown y Haddad, 1994).En este sentido, la ayuda internacional de EE.UU. ala agricultura cayó con fuerza, un 50%, entre 1992y 1994; y también se está recortando la financiaciónde los países desarrollados a los centros interna-cionales de investigación agrícola, algunos ocupa-dos en las necesidades de los campesinos pobres

(Marlin-Bennett, 1997:49-51). Del mismo modo,descienden en los últimos años los presupuestosdestinados a la ayuda alimentaria, que, adecuada-mente concebida y gestionada, seguirá siendo detodas formas necesaria para los países deficitarios ysin capacidad de importación.

En conclusión, para acabar con el hambre esimprescindible cambiar las tendencias actuales eincrementar las inversiones públicas a favor de lossectores más vulnerables, desarrollando su agri-cultura y garantizándoles el acceso a los serviciosbásicos. Del mismo modo, es preciso alertar sobrela necesidad de frenar el descenso de la coopera-ción internacional, sobre todo con miras a África,un continente que presenta perspectivas desola-doras. Es probable que la acción pública se veaincapaz de compensar el impacto de los factoressubyacentes o estructurales, como puede ser lainfluencia de la economía internacional y la libe-ralización de los mercados. Pero lo que sí es segu-ro es que confiar en que las fuerzas del mercadopuedan solventar el problema es una receta parael desastre. La solución no puede venir de lamano del mercado, por cuanto el problema de loshambrientos es precisamente que, faltos de recur-sos, han quedado excluidos de él.

Nuestra última reflexión tiene como horizonte ellargo plazo. En el futuro será precisa la modifica-ción de las pautas de producción y de consumopropias de la dieta de los países ricos, caracteriza-da por el excesivo consumo de alimentos de origenanimal. Su continuidad y su extensión al resto delmundo representarán de forma creciente una ame-naza para el medio natural y para el equilibrioentre los recursos alimentarios y la población, con-solidando además las injustas pautas existentes deenorme desigualdad en el acceso a los recursos. Lanecesidad de una dieta sostenible será, cada vezmás, requisito ineludible para un desarrollo soste-nible y equitativo.

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