el feliz cautiverio de gonzalo guerrero

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El feliz cautiverio de Gonzalo Guerrero Author(s): Persephone Braham Source: Hispanic Review, Vol. 74, No. 1 (Winter, 2006), pp. 1-17 Published by: University of Pennsylvania Press Stable URL: http://www.jstor.org/stable/27668721 . Accessed: 20/12/2014 21:33 Your use of the JSTOR archive indicates your acceptance of the Terms & Conditions of Use, available at . http://www.jstor.org/page/info/about/policies/terms.jsp . JSTOR is a not-for-profit service that helps scholars, researchers, and students discover, use, and build upon a wide range of content in a trusted digital archive. We use information technology and tools to increase productivity and facilitate new forms of scholarship. For more information about JSTOR, please contact [email protected]. . University of Pennsylvania Press is collaborating with JSTOR to digitize, preserve and extend access to Hispanic Review. http://www.jstor.org This content downloaded from 128.235.251.160 on Sat, 20 Dec 2014 21:33:06 PM All use subject to JSTOR Terms and Conditions

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Page 1: El feliz cautiverio de Gonzalo Guerrero

El feliz cautiverio de Gonzalo GuerreroAuthor(s): Persephone BrahamSource: Hispanic Review, Vol. 74, No. 1 (Winter, 2006), pp. 1-17Published by: University of Pennsylvania PressStable URL: http://www.jstor.org/stable/27668721 .

Accessed: 20/12/2014 21:33

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Page 2: El feliz cautiverio de Gonzalo Guerrero

El feliz cautiverio de Gonzalo

Guerrero

Persephone Braham

University of Delaware

En los albores del siglo XVI Gonzalo Guerrero, el primer n?ufrago ameri

cano, opt? por integrarse en la vida de sus captores. Repudiado durante sig

los por traici?n a su raza, Gonzalo Guerrero se ha convertido en un icono del

mestizaje y de la resistencia contra la conquista del Yucat?n. Su rehabilitaci?n

ret?rica en el siglo XXI descubre la nostalgia irreflexiva del viajero ante el

territorio de su deseo. Anhelosos de alejarse del espacio de nepantla, u orfan

dad c?smica, los promulgadores del icono articulan a su vez una f?bula

represiva: al "recuperar" una uni?n m?tica, disimulan el conflicto y la dife

rencia en un simulacro de armon?as perdidas. El Relato de Gonzalo Guerrero,

una cr?nica de or?genes debatidos, elude estas f?rmulas f?ciles: el texto no

ofrece conclusiones concretas sobre el valor moral de la conquista y la dif?cil

transculturaci?n que es el presunto arranque de la modernidad mexicana.

Sin embargo, los hechos de su existencia y promulgaci?n dentro del contexto

de esta tradici?n reclaman la atenci?n de quienes estudian la producci?n y el

vigor de los iconos nacionales.

Gonzalo Guerrero y su mejor conocido compa?ero, Jer?nimo de Aguilar,

fueron los n?ufragos originales en la historia de Am?rica. Su nave se fue a

pique en 1511 con unos 20 miembros m?s de la tripulaci?n de Pedro de Valdi

via procedente de Dari?n. Tras un espantoso viaje en lancha, los pocos so

brevivientes desembarcaron en la costa del Yucat?n cerca de Tulum, donde

cayeron casi inmediatamente en manos de los ind?genas de la regi?n. Seg?n las cr?nicas, algunos fueron sacrificados en el acto, y los dem?s acorralados

con destino a la cocina del enemigo. La fuga de estos cautivos fue tan breve

Hispanic Review (winter 2006)

Copyright ? 2006 Trustees of the University of Pennsylvania

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2 ?? hispanic review : winter2006

como inevitable, y todos terminaron nuevamente detenidos menos Guerrero

y Aguilar, quienes huyeron tierra adentro.

All?, como se sabe, Jer?nimo Aguilar pas? ocho a?os de esclavitud antes

de ser rescatado por Cort?s en 1519. Su historia es ejemplar: escribe el cronista

Diego de Landa que, al ver las naves de Cort?s, "Aguilar les pregunt? si eran

cristianos y respondi?ndole que s?, y espa?oles, llor? de placer y puestas las

rodillas en tierra dio gracias a Dios y pregunt? a los espa?oles si era mi?r

coles" (47). Por ocho a?os Aguilar hab?a seguido en su libro de horas el

calendario cristiano; y se intern? de nuevo en el tiempo y la tradici?n espa?o

les, haci?ndose notoriamente servicial cuando sirvi? de lengua durante la

conquista del imperio azteca.

El otro cautivo tuvo un destino muy distinto: Gonzalo Guerrero acab? en

Chetumal, donde seg?n varios documentos hist?ricos, se perfor? las orejas y se hizo tatuar; se cas? con una princesa maya, la hija del cacique Nachan

Can; y con ella tuvo una abundante progenie. Rehus? reintegrarse a los espa

?oles?fue reclutado a instancias de Hern?n Cort?s en 1519, y de nuevo por

Francisco de Montejo en 1528?, y varios cronistas lo ubicaron en la vanguar

dia de la resistencia maya hasta su muerte en el campo de batalla en el a?o

1536.

Tradici?n e icono

La historia de Gonzalo Guerrero es un conjunto de cr?nicas leyendas y ru

mores no necesariamente fidedignos, y hay por lo menos un historiador que duda incluso si el hombre existi?, o si es tal vez una f?bula o un romance

colectivo (Jones 28). No obstante, la tradici?n de Guerrero sigue fascinando

a historiadores, novelistas, dramaturgos y cineastas, pol?ticos y sociedades

c?vicas, quienes la emplean para sustentar una gama de proyectos ideol?gi

cos. Mientras los cronistas contempor?neos (en su mayor?a) lo denunciaron

como traidor y adversario a la misi?n espa?ola en Tierra Firme, las perspecti

vas modernas lo elogian como el Padre del Mestizaje, el m?ximo representa

nte de una visi?n unificadora y reconciliadora de la identidad mexicana.1

Entre estos dos extremos se encuentra la misteriosa memoria dieciochesca, el

i. Existen varios an?lisis comparativos de las versiones de la historia. Para este trabajo fueron

consultados los de Adorno, Mueller ("From Cult to Comics"), Romero y Campos Jara.

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Page 4: El feliz cautiverio de Gonzalo Guerrero

Braham : el feliz cautiverio de Gonzalo guerrero ?^ 3

Relato de Gonzalo Guerrero, cuyo mayor inter?s radica en que aparentemen

te trata de ser una versi?n tomada de las palabras del mismo Guerrero.

El texto de este relato provoca tantas dudas como la leyenda guerrera.

Seg?n cabe suponer, fue redactado en 1724-1725 por el franciscano Fray Jo

seph de San Buenaventura, llamado Fray Ventura. El relato forma parte de la

Historia de la conquista del Mayab, un conjunto de documentos que se con

serv? in?dito hasta 1994 cuando fue publicado en una versi?n anotada por

los estudiosos Gabriela Sol?s Robleda y Pedro Bracamonte y Sosa. Aunque

Fray Ventura, en sus comentarios al texto, declar? tener en sus manos las

memorias originales del mismo Gonzalo Guerrero ("unas mal tra?das histo

rias y peores escrituras hechas en las pieles del venado y en parte en trozos

de papel [. . .] es as? como a la letra dice el se?or don Gonzalo de Guerrero"

[Sol?s 9]), no hay ninguna confirmaci?n de la existencia de semejante ma

nuscrito. Los editores llegan a una conclusi?n similar sobre la persona del

fraile (xix). Al mismo tiempo, el texto de Fray Ventura presenta varios datos y usos

anacr?nicos, los cuales apuntan hacia un enfoque moderno (verbigracia, to

p?nimos que no se difund?an generalmente hasta el siglo XX). Las dudas

concernientes al texto fueron multiplicadas cuando el etn?grafo alem?n

Hanns Prem aleg? en 1996 que la Historia es un fraude que data de los a?os

1950 o i960. Prem argumenta convincentemente que el texto es uno de cua

tro documentos ap?crifos sobre la conquista del Yucat?n que seg?n sus an?li

sis fueron fabricados por un estudioso de la regi?n, aficionado de la obra del

famoso mayanista estadounidense Sylvanus Morley.2

La precaria autenticidad de este documento, sin embargo, no reduce a

priori su atracci?n. De hecho, la avidez con que los estudiosos defienden el

Relato ratifica la trascendencia simb?lica de Guerrero. Acierta la investiga

dora Rolena Adorno al aseverar que Gonzalo Guerrero es ejemplar del tipo de icono cultural m?s eficaz, siendo su historia notable por "el contraste

entre la riqueza interpretativa y la parquedad de datos concretos comproba

bles" sobre su vida (911). Mientras m?s escasas y ambiguas las pruebas de

2. Actualmente el texto queda depositado en el CONDUMEX donde fue descubierto por los

estudiosos Sol?s y Bracamonte. Los otros textos del grupo son la Historia de la pacificaci?n de las

tierras de los indios itzaes, 1697, de fray Joseph Antonio Maria Roldan, in?dito; El manuscrito

Canek, an?nimo, publicado con un estudio de Grant Jones en Ancient Mesoamerica, 1992; y otra

versi?n de las "memorias" de Guerrero publicada por Mario Aguirre Rojas en 1975 bajo el t?tulo

de Las memorias de (Alonso de) Guerrero, fechado en 1535 (Ortega).

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Page 5: El feliz cautiverio de Gonzalo Guerrero

4 "?? Hispanic review : winter2006

su existencia, m?s flexible es la imagen del h?roe, y m?s capacitada para

corresponder a la necesidad especulativa. La existencia de El relato de Gonzalo

Guerrero, sea un texto ap?crifo o no, responde a un apetito generalizado de

cerrar la distancia entre una ca?tica modernidad y un momento pret?rito,

reverenciado como seminal en la historia y la identidad mexicanas.

Cr?nicas e informes contempor?neos

La historia proteica de Gonzalo Guerrero y sus discursos circundantes re

flejan las exigencias del poder. Las transformaciones de "Gonzalo" a "Gue

rrero" que se vislumbran en las cr?nicas del siglo XVI son indicios de su

primera acomodaci?n simb?lica. Como bien apunta Adorno, el apellido de

Guerrero no se encuentra hasta la cr?nica de L?pez de Gomara en 1552,

aunque s? la figura de Gonzalo bajo otros apelativos (915).3 Para mediados

del siglo XVI, ya se destacan, con el belicoso apellido, dos facetas del mito en

casi todas las versiones: la traici?n militar y la transculturaci?n marcada por

el tatuaje y el apego a la familia mestiza. La versi?n m?s sintetizada de la

historia es el informe de Jer?nimo de Aguilar en la Historia verdadera de la

conquista de la Nueva Espa?a de Bernai D?az del Castillo. Seg?n ?sta, Cort?s

recibi? informaci?n en 1519 de que hab?a un grupo de cautivos espa?oles en

Tierra Firme, y mand? por escrito que se integraran

a su expedici?n, ad

juntando a la carta un rescate generoso. La carta lleg?

a Aguilar, quien busc?

inmediatamente a Guerrero. Conviene reproducir aqu? la conocida respuesta

de Guerrero, se?alando la imposibilidad de verificar los sucesos del episodio4:

3. La primera carta de Cort?s (1519) se refiere s?lo a "otros espa?oles" perdidos con Aguilar. En

1534 Cort?s lo nombra "Morales"; aparece en una carta del gobernador de Honduras, Andr?s de

Cerezada (1536), como Gonzalo Aro?a o Gonzalo Azora; Fern?ndez de Oviedo (1542) describe tan

s?lo a "un Gonzalo marinero".

4. No es nada comprobado que Aguilar llegara a dar el mensaje a Guerrero (varios cronistas

opinan que no lo hizo). Diego de Landa (1566), insiste en que Aguilar no tuvo tiempo para llegar a donde moraba Guerrero. Las cr?nicas de Andr?s de Tapia de 1561 y del cabildo de Veracruz de

1519 de Cort?s, fechadas el 10 de julio de 1519, donde constata Aguilar que es "imposible poderlos

recoger" (Adorno 912), tambi?n discrepan de las versiones de Aguilar y Bernai D?az. En segundo

lugar, las palabras atribuidas a Guerrero son "trascritas" por Bernai aproximadamente cuarenta

a?os despu?s de los hechos contados, cuando ya se difund?a la tradici?n de Guerrero. Incluso

aunque Bernai D?az haya presenciado tal episodio, es posible que Aguilar exagerara, queriendo resaltar lo aindiado de Guerrero en contraste con su propia ortodoxia. El relato de Aguilar hace

lucir su propia religiosidad y lealtad en contraste con el sensualismo renegado de Guerrero. Agui lar adem?s sugiere que el cautiverio ha menguado la masculinidad de Guerrero, al notar que la

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Braham : el feliz cautiverio de Gonzalo guerrero ??> 5

"Hermano Aguilar: Yo soy casado y tengo tres hijos, y ti?nenme por cacique

y capit?n cuando hay guerras; ios vos con Dios, que yo tengo labrada la cara

y horadadas las orejas. ?Qu? dir?n de m? desque me vean esos espa?oles ir

desta manera! E ya veis estos mis hijitos cuan bonicos son. Por vida vuestra

que me deis desas cuentas verdes que tra?is para ellos, y dir? que mis herma

nos me las env?an de mi tierra" (Bernai D?az 8o). Se distinguen

en esta respuesta tres temas: el amor a la familia, el liderazgo

militar y la reticencia (?por verg?enza o desprecio?), ante la posibilidad de

enfrentarse con "esos espa?oles". En base a estas palabras, Bernai D?az at

ribuye a Guerrero el haber ense?ado a los abor?genes una serie de maniobras

subversivas para desconcertar a los soldados espa?oles. Le inculpa de sus

fracasos iniciales en el Yucat?n bajo Hern?ndez de C?rdoba en 1517, una

derrota que Bernai sufri? personalmente: "[F]ue inventor que nos diesen la

guerra que nos dieron [. .

.] cuando vinimos los de Francisco Hern?ndez de

C?rdoba" (85). (Oviedo ya le hab?a echado la culpa por la frustraci?n de la

expedici?n de Montejo y D?vila en Chetumal.)5 La historia de Bernai D?az, redactada entre 1552-1568, recapitula las ob

servaciones sobresalientes sobre Guerrero de los comentarios de Cort?s,

L?pez de Gomara y Oviedo. Para todos los cronistas de la ?poca, Guerrero

efect?a una deserci?n cultural igual que militar: Oviedo lo describe "ya con

vertido en un indio, e muy peor que un indio, e casado con una India, e

sacrificadas las orejas e la lengua e labrado la persona, pintado como indio, e

con mujer e hijos" (34:3, 404). Le increpa por igual de ser de "baja y vil"

estirpe, "de ruin casta" y mal cat?lico.6 Por ?ltimo, es L?pez de Gomara

quien hace axiom?tica la conexi?n entre la transculturaci?n y la traici?n

militar, sugiriendo que Guerrero recurri? a su familia precisamente para

evitar los rigores de la misi?n conquistadora, "fingiendo estos afectos natura

les para no dejar aquella lastimosa comodidad que en sus cortas obligaciones

pesaba m?s que la honra y la religi?n. No hallamos que se refiera de otro

espa?ol en estas conquistas semejante maldad [. .

.]" (161).

mujer de Guerrero interrumpi? la conversaci?n y despidi? a Aguilar (cf. Rico Ferrer y Campos

Jara).

5. "inducidos los indios por ?l, barrearon e hicieron cavas, e fortalecieron el pueblo, e dio guerra al adelantado e a los espa?oles; e los puso en estado que todos los cristianos que en esta tierra

estaban, se hobieran de perder [. . .]" (Oviedo 405). 6. "Este mal adventurado, como se debiera desde su principio haber criado entre baja y vil gente, e no bien ense?ado ni doctrinado en las cosas de nuestra sancta fe cat?lica, e por ventura (como se debe sospechar) ?l ser? de ruin casta e sospechosa a la mesma religi?n cat?lica [. . .]" (Oviedo

405).

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Page 7: El feliz cautiverio de Gonzalo Guerrero

6 Hispanic review : winter2006

La "maldad" que se discierne en el aparente menosprecio por una tradi

ci?n se presta m?s tarde a la construcci?n de un poderoso adversario en la

guerra de las im?genes. Dada la asombrosa facilidad con que conquistaran a

Tenochtitl?n (y Cuzco, pocos a?os despu?s), cabe suponer que los espa?oles buscar?an justificar las dificultades que enfrentaron en el curso de la pacifi caci?n del Yucat?n. Al delatar los secretos de la tecnolog?a espa?ola?en forma de estrategias militares, avisos sobre los caballos y las armas de fuego,

etc.?Gonzalo habr?a empobrecido gravemente el inventario de s?mbolos

que tan espectacularmente utilizara Cort?s.7 Los cronistas aqu? citados des

criben una traici?n que no es sencillamente de acciones, sino de signos: Gue

rrero traicion? la civilizaci?n del futuro al revelar sus misterios al mundo del

pasado.

De renegado a procer

Jicot?ncatl, el joven guerrero tlaxcalteca que tan prevenidamente se rebelara

contra Cort?s, fue convertido en h?roe por los independentistas criollos del

siglo XIX. De manera semejante, Gonzalo el guerrero qued? reivindicado en

el siglo XX. Por un lado, fue adoptado por escritores e intelectuales que buscaban una respuesta a las funestas interpretaciones del "car?cter mexi

cano" que dominaban el discurso ontol?gico del medio siglo; por otro, fue

integrado a un programa de propaganda nacionalista que buscaba incorporar

el pasado premoderno en la marcha de la modernizaci?n.

La renovaci?n del mito de Guerrero en el siglo XX revela una perspectiva hist?rica "presentista" seg?n la cual es

leg?timo, e incluso necesario, estudiar

el pasado con referencia al presente. En M?xico, la interrogaci?n de la histo

ria como aparato pol?tico tiene el prop?sito de desbaratar lo que el cr?tico

Carlos Monsiv?is denomina la "naci?n ficticia"?la naci?n creada en la his

toria oficial?mediante una nueva lectura y valoraci?n de los documentos

fundacionales. Esta tendencia fue (y es) estimulada por los sucesos del 2 de

7. Cort?s se dio cuenta de la eficacia del espect?culo y el s?mbolo, arrasando tenazmente los

"?dolos" y edificios sagrados y sustituy?ndolos por im?genes cat?licas. Esta pol?tica establec?a la

soberan?a de la imagen cristiana sobre la ind?gena, a la vez que aprovechaba el significado de los

sitios y espacios sagrados. Como se?ala el cr?tico Serge Gruzinski, Cort?s inici? su campa?a de las

im?genes en el Yucat?n (31). Desde la conquista hasta el presente, opina Gruzinski, "the point was

to make the crowds and heterogeneous cultures share a single imaginaire" (146). Esta t?ctica sigui? en vigencia hasta despu?s de 1968.

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Braham : el feliz cautiverio de Gonzalo guerrero ?^ 7

octubre de 1968, y los resultantes debates sobre la necesidad de descubrir las

mentiras de la historia autorizada, de rellenar sus huecos discursivos y de

resaltar y aplicar la resultante perspectiva ?tica, aumentada y corregida, en la

actualidad.8 Por ello los pensadores modernos de M?xico?autores e histo

riadores mayoritariamente de la izquierda?se apropiaron de la cr?nica, el

documento del poder en el pasado, para dar voz a los conquistados en el

presente.9

La historia de Guerrero y su princesa maya es una feliz inversi?n del mito

fundacional de la Malinche, expuesto por Octavio Paz y otros como una

tragedia nacional de or?genes. A ra?z de su primera gira

en los Estados Uni

dos, Paz escribe notoriamente:"La historia de M?xico es la del hombre que busca su filiaci?n, su

origen. [. .

.]Va tras su cat?strofe: quiere volver a ser

sol, volver al centro de la vida de donde un d?a??en la Conquista o en la

Independencia??fue desprendido. Nuestra soledad tiene las mismas ra?ces

que el sentimiento religioso. Es una orfandad, una oscura conciencia de que

hemos sido arrancados del Todo y una ardiente b?squeda: una fuga y un

regreso, tentativa por restablecer los lazos que nos un?an a la creaci?n" (18).

Paz localiza el origen del mexicano en la persona simb?lica de la Malinche, a

la vez la amante del conquistador Cort?s y la Eva del para?so perdido. Ella es

"la Chingada", v?ctima perpetua y madre del mestizo. Para Paz, el mestizaje

equivale a un estado c?smico de nepantla: el mexicano se pierde entre la

cultura ind?gena del pasado y la europea del futuro, sin pertenecer a ninguna.

Esta f?rmula ontol?gica describe al mexicano como hu?rfano c?smico, nadie

o "no-ser". Si, como dice Paz, "el mexicano es un problema siempre, para

otro mexicano y para s? mismo" (63), la soluci?n radica en el reconocimiento

de una ra?z hist?rica com?n y de deseos y creencias comunes en donde "sole

dad y pecado se resuelven en comuni?n y fertilidad" (191). En este contexto, Gonzalo Guerrero se ofrece como una salida del pro

blema ontol?gico planteado por Paz: un modo de reinscribir el origen, no

en la tragedia sino en una especie de epopeya domesticada. Las reiteradas

descripciones de su amor por su mujer y su feliz y abundante progenie cont

radicen la imagen del hijo de la Chingada enterrado en la soledad. Las in

8. La masacre de estudiantes por el ej?rcito en la Plaza de las Tres Culturas, y el subsiguiente desmentido oficial, inici? una crisis de credibilidad que ha resultado ser permanente para el go bierno mexicano.

9. V?anse los estudios de Medina, Campos y Mueller sobre el desarrollo de la nueva novela

hist?rica en M?xico. Sobre la funci?n pol?tica de la cr?nica, v?ase a Monsiv?is.

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8 <?-? Hispanic review : winter2006

terpretaciones modernas de su historia lo describen (algo anacr?nicamente) como el agente y beneficiario de una transculturaci?n ilustrada. Al respecto,

una nota al calce de la edici?n reciente de las Cosas del Yucat?n de Diego de

Landa es ejemplar: "Gonzalo Guerrero se ha convertido en un s?mbolo de la

resistencia contra los espa?oles, pero su caso re?ne sin duda caracteres espe

ciales. [. .

.] Se trata de un extra?o caso de aut?ntica aculturaci?n inversa, es

decir, en la que predomina la cultura menos compleja; las razones que aducen

los autores de la ?poca, como Diego de Landa, basadas en el afecto hacia su

mujer y sus hijos,

no son convincentes, sino que antes parece que el andaluz

supo comprender la belleza y armon?a de un mundo que los europeos estaban a

punto de arruinar para siempre" (Rivera 44; ?nfasis m?o). Seg?n este an?lisis,

fue precisamente su condici?n de hombre moderno lo que no s?lo le hizo

capaz de apreciar debidamente una cultura premoderna, sino que tambi?n le

permiti? reorientar el camino de la modernidad mexicana. Como sugiere

Reckley, el lector moderno no puede entender de otra manera una historia

as?: "Nosotros los lectores sacrificamos al Gonzalo hist?rico para crear una

mexicanidad que tiene sentido en el siglo 21" (143). Abundan las manifesta

ciones de esta postura, tanto en los textos literarios como en los hist?ricos:

todos coinciden en pintar una visi?n ed?nica que, con la profilaxis del cono

cimiento moderno, no termina en el Pecado y la expulsi?n sino en el flo

recimiento de una nueva raza inocente y feliz, la raza c?smica. La Historia de

Yucat?n de Jaime Orosa D?az (1983) dice de Guerrero que: "por los estrechos

lazos que hab?a creado con los naturales, se qued? siempre en la Pen?nsula,

donde dej? las primeras semillas del mestizaje, fruto del encuentro de las dos

razas" (42). Con motivos de celebrar el D?a de la Raza en 2004, el historiador

yucateco Luis A. Ram?rez, asever? con asombrosa ingenuidad que "La vida

de Gonzalo Guerrero queda oculta en la selva maya, pero debe ser juzgada

con admiraci?n, porque su imagen

es el reverso de la medalla, es un caso de

un espa?ol que se entrega en cuerpo y alma al pueblo aut?ctono y se liga

con

?l por el amor a una mujer" (Ortega Avila). Para estos escritores, Gonzalo

Guerrero es el emisario de un pasaje alternativo, lejos del territorio de nepan

tla.10

?o. Entre las novelas sobre el tema se incluyen la conocida novela Gonzalo Guerrero, del mexicano

Eugenio Aguirre; aparece una nueva edici?n ampliada en 2002 [Alfaguara]); Gonzalo Guerrero:

Memoria olvidada: trauma de M?xico de Carlos Villa Roiz; Un amor inmortal: Gonzalo Guerrero:

s?mbolo del origen del mestizaje mexicano: novela hist?rica de Otilia Meza; Ocho a?os entre salvajes de Jos? Beltr?n P?rez; Rutas extraviadas; cuento macabro de ensayo mayista de Benjam?n L?pez

Mart?nez; Salvador Campos Jara, El alacr?n emplumado; y Manuel Pimentel, Puerta de Indias. Se

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Braham : el feliz cautiverio de Gonzalo guerrero ?& 9

El turismo hist?rico

A pesar de los m?ritos de este proyecto reivindicativo, es evidente que la

imagen del Gonzalo realzado ya est? irremediablemente anexada al programa

de patria. M?xico es notable por la manera en que la nacionalizaci?n de la

expresi?n cultural a mediados del siglo XX, y en particular el renovado en

cuentro con las identidades ind?gena y mestiza, fue vinculada al proyecto de

desarrollo tur?stico.11 Este empe?o tur?stico ten?a dos clientelas: el p?blico

extranjero y el p?blico mexicano. Carlos Monsiv?is describe en su art?culo

"Los viajeros y la invenci?n de M?xico" (1984), la evoluci?n de la imagen de

M?xico y "el mexicano" a trav?s de los ojos de los viajeros en el pa?s. Para

Monsiv?is, la internalizaci?n del concepto de M?xico como para?so perdido, condenado a la reconstituci?n perpetua del sacrificio, es un artefacto de la

imagen ajena que ha sido absorta y amplificada por la intelligentsia mexicana

(impl?citamente Paz, cuyos cr?ticos lo tachaban de turista en su propio pa?s). El sujeto y objeto de esta tesis es el pueblo: la masa de mexicanos menos

privilegiados e hist?ricamente incapaces de representarse a s? mismos.

Las instituciones p?blicas y did?cticas de M?xico fomentan una nostalgia mec?nica por lo aut?ntico, lo esencial y lo t?pico mexicano: territorios ligados

?ntimamente al impulso viajero y al simulacro. La idealizaci?n de lo pre moderno que inspira al turista lo aleja tr?gicamente de su objeto y lo encierra

en su propia modernidad. (La calidad de simulacro que persigue

a estos

fen?menos fue ilustrada, famosamente, por Carlos Fuentes en la escena que

tom? lugar en Sanborn's en La muerte de Artemio Cruz.) A trav?s de los

museos y monumentos, el gobierno mexicano utiliza el mito del mestizaje

para inculcar una conciencia moderna que anhela su pasado perdido, "su

filiaci?n".

Jorge Ibarg?engoitia tambi?n comenta este fen?meno en varios ensayos

que relatan la transformaci?n del estado en un objeto tur?stico para sus pro

pios habitantes. Lamenta la creaci?n en los medios populares de comunica

ci?n de un M?xico poblado de indios que se sublevan ante la conciencia

proyectan tambi?n una telenovela, de Alejandro Camacho, y dos pel?culas, de Mar?a Lid?n

("Luna") e I?igo Vallejo-N?jera. n. V?ase al respecto a Saragoza, quien destaca cuatro elementos claves en la formaci?n oficialista

de "lo mexicano": "the discourse of indigenismo; the monumentalist component of the go vernment's cultural project, the concern for the "folkloric"; and the intellectual debate over the

meaning of mexicanidad" (95).

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moderna y, seg?n el modelo de Paz, buscan sus or?genes en la gloria de los

h?roes ind?genas y mestizos: "Imperturbables, enterotes, indios todos [. .

.]

sufrimos en silencio la opresi?n de la clase media, nos levantaremos en armas

y a la larga triunfaremos?nacionalizaremos el petr?leo y la tierra ser? del

que la trabaje?. El corolario impl?cito de esta visi?n es que la vida que llevamos es la Edad de Oro: fruto maduro de la semilla que sembraron Cuauh

temoc, el cura Hidalgo, Ju?rez, Madero y Zapata" {Autopsias r?pidas 142). Se recogen en otro volumen varios ensayos dedicados al "culto a los h?roes"

y al af?n mexicano de lo monumental. Seg?n Ibarg?engoitia, cada pueblo mexicano se define mediante sus iconos: las gigantescas y bizarras figuras

hist?ricas?como el Pipila de Guanajuato, los Morelos o Ju?rez?que pueb lan sus

glorietas y carreteras. Faltando una figura hist?rica, los vecindarios

menos afortunados recurren a la abstracci?n: abundan los monumentos al

"Trabajo", a "La Madre", o incluso a "La Seguridad Social" {Viajes 15). El

monumento encarna, y al mismo tiempo construye, el icono. Por lo tanto,

tiene la funci?n de concretizar una idea o aspiraci?n del pueblo. Con la

codificaci?n oficial del jarabe tapatio y la china poblana (en la pel?cula All?

en el Rancho Grande y otras obras por el estilo), el mestizaje fue transfigurado en parte del patrimonio mexicano. Con el hist?rico viaje de Octavio Paz, el

mestizaje qued? conservado en el museo antropol?gico de nepantla.

Como asevera Ibarg?engoitia, "un h?roe sin imagen,

es como si no exi

stiera" (t?tulo 11). Rolena Adorno estudia una estatua de Gonzalo Guerrero

cerca del Club de Yates Akumal Caribe, y la describe como un icono armoni

zante, una concretizaci?n del "pacto social" ante los conflictos hist?ricos y

actuales del Yucat?n (906). Adorno afirma que las m?ltiples representaciones de las grandes figuras de la conquista?tanto en las artes pl?sticas como las

literarias?reflejan "inquietudes perennes y profundas desarrolladas en una

larga tradici?n de reflexiones sobre la identidad y los or?genes de la Am?rica

contempor?nea" (905). La estatua fue erigida en 1974, coincidente con el flo

recimiento del historicismo presentista y una genuina ambici?n de reivindi

car las figuras marginadas del pasado. Por otro lado es importante reconocer

que fue precisamente el presidente Luis Echeverr?a Alvarez (1970-1976) quien estableci? en 1973 el Estado de Quintana Roo, y en 1974 el Fondo Nacional

de Fomento al Turismo (FONATUR). Fue Echeverr?a quien promovi? el

desarrollo tur?stico del ?rea de Canc?n, con el motivo de atraer a norteameri

canos adinerados al virgen para?so de los pueblos mayas.12 En este contexto,

12. Ver las p?ginas cibern?ticas:<http://www.unesco.org/csi/wise/cancum_s.htm > y <http:// www.american.edu/TED/CANCUN.HTM >

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Braham : el feliz cautiverio de Gonzalo guerrero ?^ n

parece factible que la figura de Guerrero fuese adoptada en plan pragm?tico, transform?ndose en un

objeto de consumo para el turista al igual que para

los habitantes de la regi?n. Dos imperativos fundamentan el fen?meno sociol?gico del turismo: la

nostalgia, por un lado, y la b?squeda de la autenticidad por otro. Al em

prender su viaje

en terrenos ignotos, el turista sustenta ciertas ilusiones en

cuanto a su encuentro con la otredad: espera conocer al otro, pero es un otro

que ya conoce, un clich? folkl?rico, rechazado de antemano por inaut?ntico.

Busca conocer de verdad al otro, borrando las fronteras entre viajero y viajado

sin perderse en la identidad ajena. De este modo Gonzalo Guerrero, el

simulacro de una feliz transculturaci?n, se ofrece como un padre,

un refugio

de la presunta condici?n de nepantla vivida por el mexicano moderno?

convertido en un turista de identidades en el nuevo mundo mestizo?y sirve

las necesidades de conservar lo ex?tico dentro de una homogeneidad progra

m?tica.13

El Relato de Gonzalo Guerrero y el relato de cautivos

El relato de cautivos es un g?nero paradigm?tico de la literatura de viajes,

porque siempre implica un conflicto entre lo moderno (el viajero) y lo pre moderno (los "viajados"),14 y la posible aculturaci?n?la conversi?n simb?

lica?del viajero. La narrativa de cautiverios resalta el dilema del heg?mono a medida que su subjetividad de conquistador se ajusta a la inversi?n de los

papeles pol?ticos acostumbrados. La experiencia representada por el g?nero

se puede comparar a los deseos contradictorios del turista que quiere so

meterse a las costumbres de la cultura ajena, sin perder de la vista el pasaje

de vuelta. S?lo una conversi?n total, como la de Gonzalo, ofrece una salida

de su condici?n de no-ser.

Producto de los largos a?os de la Reconquista, los romances de cautiverio

compart?an unos elementos b?sicos de tema y estructura. Estos inclu?an la

captura o el secuestro; un per?odo de encierro, privaci?n y suplicio; someti

miento y resistencia a varias tentaciones de la carne; y por fin, una fuga

con

el apoyo de la Providencia, y la reintegraci?n a la sociedad (cf. Frederick 86). En este sentido los Naufragios de Alvar N??ez Cabeza de Vaca (1542), y el

13- V?ase al respecto N?stor Garc?a Canclini, Transforming Modernity: Popular Culture in Mexico.

14. Adopto esta terminolog?a de la obra de Dean MacCannell, quien describe el turismo como el

encuentro entre "traveler" y "travelee".

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Cautiverio feliz de N??ez de Pineda (1629) son dos relatos de cautivos ejemp lares.

El relato de Gonzalo Guerrero no es t?pico. La figura de Guerrero en este

texto es contradictorio, ambivalente y a veces mezquino, y muy poco valien

te. Lo que se alaba como "realismo etnogr?fico" en otras narrativas, aqu?

adquiere una inflexi?n perversa. Con frecuencia el narrador incurre en de

talles picantes o escabrosos, como cuando describe a un compa?ero comido

por tiburones, o la penetraci?n quir?rgica de v?rgenes a manos de los sa

cerdotes ind?genas. A pesar de los tediosos c?lculos del calendario ind?gena y la intercalaci?n de glifos glosados, el texto parece haber sido escrito con una

determinada intenci?n de desmentir las im?genes?las positivas as? como las

negativas?que se presentan en las cr?nicas.

Sin denigrar expl?citamente la figura de Jer?nimo Aguilar, Gonzalo en

turbia el aura de santidad que ?ste absorbi? de los cronistas. En ning?n mo

mento se refiere a Aguilar como religioso; lo describe en su calidad militar

como "el alf?rez", y reitera su admiraci?n por la astucia de Aguilar en asun

tos de estrategia y espionaje. Menciona, de paso, que el alf?rez intent? suici

darse en la lancha, gritando "blasfemias y palabras soeces" (16), como para

insistir en sus atributos menos virtuosos. Asimismo, Guerrero indica que

todos han perdido cuenta de la fecha, un detalle clave, como se afirm? ante

riormente, en la representaci?n de Aguilar como devoto a las horas cristianas

y guardi?n del tiempo espa?ol contra los blasfemadores calendarios ind?

genas.

En el relato de cautivos tradicional, la tentaci?n sexual simboliza una sub

versi?n de la rectitud moral y religiosa. Rendirse, en el contexto de una gue rra religiosa, es una traici?n del alma cristiana. Mientras Jer?nimo de Aguilar conserv? heroicamente su celibato ante las tentaciones de hermosas v?rgenes

de 14 a?os (o por lo menos as? se narraba su historia15), Gonzalo da gracias a

Dios por la comodidad de su condici?n, incluso cuando cree que lo van a

comer (29); y se casa felizmente con la pariente de su verdugo espiritual,

apuntando con franqueza que "holgueme mucho con ella por la falta que de

la mujer ten?a" (41). Alaba liberalmente el nivel de vida en el pueblo maya, diciendo: "Que es este pueblo muy grande y muy poblado de gente y que en

nada hay aqu? cosa que falte a nadie, y hay aqu? grande abundancia de co

15- Fue Diego L?pez de Cogolludo el primero que difundi? esta f?bula. Mueller se?ala que Aguilar no s?lo tuvo a su propia familia ind?gena, sino que tambi?n la abandon? ("Gonzalo" 195).

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Braham : el feliz cautiverio de Gonzalo guerrero ??" 13

mida y bebida y mucho atav?o para toda la esta gente, que en nada hay aqu?

pobreza o miseria, que todo va bien y de mucha prosperidad y vida buena"

(36). Por otro lado, critica fuertemente la "b?rbara costumbre" del sacrificio

humano as? como las supersticiones de los mayas. Var?a, de modo desconcer

tante, entre felicitarse por la comodidad de su nueva vida, y orar por el ?xito

de la conquista y la difusi?n del cristianismo. Estas vacilaciones se extienden

a sus intercambios con espa?oles y mayas, que siempre le producen inquie

tud y muchas veces verg?enza. Es incapaz de explicar sus m?viles al per

manecer con los ind?genas, e

igualmente frustrado cuando lo sospechan de

tener lealtades secretas a los espa?oles. Cuando, con el tiempo, se entera de

los abusos cometidos por los espa?oles en Tenochtitl?n y otros lugares, su

reacci?n es temerosa e indecisa: "Y yo pobre de m?. ?Qu? yo podr? hacer en

el este negocio? ?Pobre de m?!" (71). En resumidas cuentas, este Gonzalo es

la imagen de una psiquis minada por una falta de identidad segura, y su

inercia y mutismo anal?tico son s?ntomas de esta inseguridad.

Seg?n el Relato, Gonzalo no lleg? a participar en las acciones contra las

expediciones de Grijalva y Hern?ndez de C?rdoba. Cuando los aventureros

espa?oles le piden que se aliste con ellos, Guerrero muestra una sorprendente

pasividad, o acaso timidez. Contesta que ha perdido

su destreza para la gue

rra, dando gracias a Dios por "estarme yo aqu? y no irme a correr los peligros

de la guerra" (54). Al enterarse de la mala suerte de la expedici?n de Grijalva, lamenta el retraso que ha sufrido el tren de la civilizaci?n: "Y dol?me yo

mucho por la esta derrota de las mis gentes que ahora vienen a las estas

tierras, que bien s? yo que en llegando ellos aqu?, traen para las estas gentes

de aqu? la buena religi?n cristiana y las buenas costumbres que hay en Es

pa?a de vestir y comer lo que Dios nuestro se?or nos manda comer, que

jam?s de los jamases es la carne humana de nuestros semejantes, que ni el

moro tiene la esta b?rbara costumbre [. . .]" (47).

16 La actitud de Gonzalo

respecto a Espa?a es igualmente ambivalente. Cuando su

mujer le pregunta

sobre el sacrificio, ?l responde que no existe en Espa?a, pero no sin agregar,

"aunque para m? tengo yo que s? los hay aunque de otro modo y manera"

(42). En una contundente cr?tica a la Inquisici?n (y al sistema feudal), dec

i6. En la ?poca de la supuesta producci?n del manuscrito, el obispo reformista G?mez de Parada

reduc?a el tributo servicial que los ind?genas deb?an rendir a los frailes; los editores del Relato

sugieren que fue a ra?z de estos cambios que fray Ventura quisiera difundir las ideas de Guerrero

respecto a la necesidad de evangelizar en la regi?n.

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lara: "Y veredes vosotros la santa Inquisici?n con el fuego y la parrilla,

con

el toro de bronce y el potro de estirado, la cadena y la rueda, con el acial y la

cinta y el torno del pie y m?s y m?s, veredes ahora los esos se?ores del fuero

y el feudo con quien tan mal lo pasan algunos de sus vasallos, se?ores de la

horca y del cuchillo, due?os de vidas y haciendas" (42). La "transculturaci?n ilustrada" del protagonista no llega al pacifismo sino

a la pasividad. A pesar de su feliz domesticidad, codicia las armas modernas

que pertenecen a los soldados espa?oles, envidi?ndoles su "buen parecer" de

militares. En varios momentos enumera las armas de acero que tienen los

antiguos compa?eros, "que tra?an cubierta la cabeza con casco de almete de

acero bien bru?ido y grebas en los brazos, y en las sus piernas y sobrebotas

altas y una espada tizona de caz?la que cuelga de la bandolera cruzada" (54);

y llora de l?stima y de verg?enza cuando se van sin ?l. Admira mucho a

Cort?s, de quien recibe una carta y un cuchillo de acero, y cuenta con lujo

de detalles su uso de caballos y ca?ones para impresionar a los ind?genas.

Como consejero de guerra para los ind?genas, Gonzalo ofrece poco y mal

consejo: despu?s de la derrota de Tenochtitl?n, intenta convencerles de que el fracaso es inevitable ante la tecnolog?a militar de los espa?oles.

A diferencia de la mayor?a de los relatos de cautivos, ?sta es una historia

en la que la m?tica vuelta se desplaza del protagonista a su hijo, el primer mestizo. El Relato concluye con el cautiverio del hijo de Gonzalo a manos de

los soldados de Montejo. Mientras Gonzalo negocia su rescate, reflexiona,

sin llegar a conclusiones, sobre los paralelos entre el encierro de su hijo y el

suyo entre los sanguinarios abor?genes de Tulum. Pese a este episodio de

clausura po?tica, la narrativa queda irresuelta. Hasta el final, Gonzalo se

porta como la v?ctima de una circunstancia que no es capaz de comprender

ni controlar. No hay ninguna transformaci?n espiritual, y Gonzalo guarda la

misma ambivalencia y pasividad de siempre hacia las dos culturas, lamen

tando y aplaudiendo a la vez el progreso de la civilizaci?n espa?ola en el

Yucat?n.

Como icono, Gonzalo Guerrero sirve de v?nculo entre la historia indivi

dual y la haza?a colectiva; entre el pasado y el presente; y entre las preocupa

ciones locales y nacionales. As? es que, incluso siendo un texto moderno (o

postmoderno, en el sentido de que es un

pastiche de textos autorizados por

la r?brica de la historicidad), el Relato de Gonzalo Guerrero nos puede servir

de nexo entre el Gonzalo renacentista, renegado, y el Gonzalo de nuestra

?poca, procer de la patria mestiza. El Relato tiene la virtud de llenar algunos de los espacios en blanco para el imaginario popular mediante las descripcio

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nes?llanas, a veces ?ntimas e incluso salaces?de su vida y conversaciones

con los mayas, sin incurrir en el dogmatismo de la historia oficial o la nostal

gia reivindicativa. El Relato es una historia m?s humana que ?pica. Ni h?roe

ni malvado, el Gonzalo de este Relato aproxima una verosimilitud poco vista

en los anales de la historia sint?tica de M?xico: matiza las nostalgias, las

vacilaciones y las soledades de la transculturaci?n sin juzgar su validez ?tica.

La historia de Gonzalo Guerrero y Jer?nimo Aguilar presenta dos reaccio

nes al cautiverio y a la seductora posibilidad de cruzar las fronteras de una

cultura: "?si es mi?rcoles?", o "Ya veis estos mis hijitos cuan bonicos son".

Esta doble historia se convierte en una cifra del dilema mayor. En t?rminos

epistemol?gicos, ofrece un rico contraste entre el mundo m?tico de la antig?e

dad, regido por el afecto dom?stico, y el moderno, regido por el progreso.

Hoy en d?a, adem?s de turista cultural, el mexicano es un cautivo en la m?

quina de una problem?tica modernidad. En cierto sentido, todos quisieran

volver a un tiempo menos complejo cuando, seg?n

se cree, era todav?a posi

ble forjar el destino y escoger la identidad. Pero el Gonzalo del Relato es

un ser complejo, creaci?n?o incluso v?ctima?de las circunstancias de su

?poca, as? como de sus propias opciones. Puesto que su historia niega, en vez

de afirmar, la misma posibilidad de escoger identidades?de asentarse en

una u otra clase de historias?su figura resiste una interpretaci?n o

categori

zaci?n c?moda.

Por otra parte, la historia de Guerrero nos obliga

a enfrentar la pregunta:

?es superior, en

plano ?tico o moral, la vida de los conquistadores, como se

supon?a en el siglo XVI, o la vida de los conquistados, como la nostalgia

sugiere hoy? Pero la rehabilitaci?n ret?rica de Gonzalo Guerrero se sustenta

en la nostalgia maquinal del turista cultural que busca en el pasado todo lo

que le falta en el presente. Si la f?rmula Cort?s-Malinche es opresiva, y la

Conquista fue transformada en la Ca?da por algunos intelectuales mexicanos

del siglo XX, la idealizaci?n moderna de Guerrero no es menos tir?nica. En

este caso se trata no s?lo de viajeros culturales, sino tambi?n de un turismo

temporal que impone sus anhelos e imperativos ?ticos sobre un pasado vul

nerable, por ignoto.

Muy probablemente, el Relato de Gonzalo Guerrero es una obra de ficci?n.

Sin embargo, en cierta manera es una historia m?s fiel a una realidad incierta.

Si es un artefacto de los a?os 1950 o i960, como insiste el etn?grafo Prem,

resulta incluso m?s audaz su planteo central: que no es

posible averiguar si

la vida premoderna era

espiritualmente superior a la de nuestra ?poca. Si el

empe?o postmoderno se realiza en base a la interrogaci?n ret?rica y material

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i6 ?? hispanic review : winter2006

de las formulas binarias que caracterizan la modernidad, este texto bien se

puede calificar de postmoderno. A diferencia de las otras versiones de la

historia, el Relato no presenta un icono, sino un personaje complejo,

am

biguo, de buenas y malas cualidades y muy dudoso hero?smo, que nos hace

enfrentar las complejidades y contradicciones de un encuentro de culturas al

inicio de la edad moderna. En breve, sea el caso hipot?tico o no, es un texto

que rebate la nostalgia al exponer, en un nivel m?s humano que m?tico, los

apuros ontol?gicos de la transculturaci?n.

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