el dardo en la palabra

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EL DARDO EN LA PALABRA, Fernando Lázaro Carreter Artículo: “Supertriste”, publicado en El País, 04/04/1999 Lázaro Carreter incide en el uso que se le ha dado, en el habla hispana, a la preposición formante “súper-“, que indica “un grado superior” y que le crece a cualquier adjetivo o sustantivo (“Estoy supertriste”). Esta preposición, nos cuenta, ha pasado por una serie de transformaciones hasta llegar al uso que se le concede en nuestra época. Nacido del latón, dotaba a ciertas palabras de un significado que correspondía a “encima de” o “por encima de”. Durante la época medieval, su significado pasó a ser de “superioridad no espacial”, aunque no fue muy usado debido al habla ruda de la sociedad de aquella época. Hasta el siglo XVIII se usaron palabras formadas por esta preposición, cultivadas por los sabios de aquellos tiempos (superior, superfluo,…). Es en 1884 cuando se le concede la acepción de “preposición inseparable” y su correspondiente “grado sumo” de significado, y surge la primera palabra moderna de este tipo: superfino. En 1970 se toma como formante del castellano y, en 1992, es usada como el superlativo de una palabra. Por una parte, dio paso a una gran serie de nuevos vocablo; por otra, su exagerado uso calificativo que se le concede en nuestros tiempos se ha convertido en un sello de “analfabetismo fanático”. Por último, Lázaro Carreter hace referencia a dos palabras que podrían seguir la misma línea: hiper- y mega-. Personalmente, estoy de acuerdo con el autor puesto que el uso de este recurso por parte del sector más joven de nuestra sociedad moderna hace que sea repetitivo y pierda su significado original, el cual debe ser el correcto. También me disgusta el hecho de que sea usado como una sola palabra (“Estoy super”, “Esto es super”…).

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Page 1: El Dardo en La Palabra

EL DARDO EN LA PALABRA, Fernando Lázaro Carreter

Artículo: “Supertriste”, publicado en El País, 04/04/1999

Lázaro Carreter incide en el uso que se le ha dado, en el habla hispana, a la preposición formante “súper-“, que indica “un grado superior” y que le crece a cualquier adjetivo o sustantivo (“Estoy supertriste”). Esta preposición, nos cuenta, ha pasado por una serie de transformaciones hasta llegar al uso que se le concede en nuestra época. Nacido del latón, dotaba a ciertas palabras de un significado que correspondía a “encima de” o “por encima de”. Durante la época medieval, su significado pasó a ser de “superioridad no espacial”, aunque no fue muy usado debido al habla ruda de la sociedad de aquella época. Hasta el siglo XVIII se usaron palabras formadas por esta preposición, cultivadas por los sabios de aquellos tiempos (superior, superfluo,…). Es en 1884 cuando se le concede la acepción de “preposición inseparable” y su correspondiente “grado sumo” de significado, y surge la primera palabra moderna de este tipo: superfino. En 1970 se toma como formante del castellano y, en 1992, es usada como el superlativo de una palabra. Por una parte, dio paso a una gran serie de nuevos vocablo; por otra, su exagerado uso calificativo que se le concede en nuestros tiempos se ha convertido en un sello de “analfabetismo fanático”. Por último, Lázaro Carreter hace referencia a dos palabras que podrían seguir la misma línea: hiper- y mega-.

Personalmente, estoy de acuerdo con el autor puesto que el uso de este recurso por parte del sector más joven de nuestra sociedad moderna hace que sea repetitivo y pierda su significado original, el cual debe ser el correcto. También me disgusta el hecho de que sea usado como una sola palabra (“Estoy super”, “Esto es super”…).

Si hubiera alguna palabra del habla hispana moderna que me molestara, sin duda sería el “mazo” que tanto se usa para describir un estado de ánimo (“Estoy mazo cansado”) o bien para decir que algo está realmente bien (“Ese coche mola mazo”). Otra vez, su uso recae en los jóvenes y de manera tan repetitiva que se hace indispensable entre ellos para expresarse, puesto que ese analfabetismo fanático del que hablaba Lázaro Carreter se cierne sobre ellos desde tan pequeños. Aunque no existe un registro formal de su historia, este vocablo se originó principalmente en bandas o a partir de ciertos anglicanismos en un burdo intento de traducirlos a la lengua materna (sería lo más probable). En conclusión: el uso de esta palabra desconocida es similar a la de un “trending topic”: al principio todo el mundo la usa, luego solo unos cuantos y, finalmente, se vuelve obsoleta.