el culo del mundo n° 11
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Sobrevivir a la MuerteTRANSCRIPT
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El Culo del Mundo __________________________________
REVISTA DE LITERATURA ALTERNATIVA
Cuento – Narrativa – Poesía – Epístola Nº 11, Diciembre de 2011
«Sobreviviendo
a la muerte»
Las Nuevas Filias
“Excitación con
el tema musical
We are the
world”
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SUMARIO
La mujer que hizo pendejo a Dios 8
El Cucho 11
Alas 13
Bienvenidos a Laguna Verdolaga 15
Yo no soy Bukowski 24
Yo no quiero ser confundido por otro 27
Verónica Mata 32
Rezo 34
Tu foto 35
Ya sabes… 38
El de Alabama 39
Alivio de pena 40
Granadazo 45
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Culeristas: En portada:
[H. Consejo Editorial]
Tristana Landeros
Armando Pacheco
Luis Valdez
Ricardo Paredes
[Coordinación General]
Adán Reyes Román
[Difusión]
Luis Valdez “Jazz y Acordeón”
Alexandro Delgado Gómez
[Contacto]
http://cudemun.blogspot.com
http://twitter.com/cudemun
* Arte de interiores (Nº 11)
Alexandro Delgado Gómez
http://lapalomaelsotanoylatorre.blogspot.com
]
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Nota Editorial
“¿Qué oficio es ese de ser poeta?”
*, preguntó la muerte
abriendo a lo largo el periódico del día. “El mismo que ser
la muerte, comadrona del dios vencido en la palabra
ausente”, debió responder el poeta; pero calló y entonó los
versos de la vida, devino arroyo frente al asco de la
muerte exaltada.
Hacer literatura, decía Borges, es buscar dar alegrías
al lector, es buscar la felicidad aún a través de la
desdicha expiada en la palabra dramática y terrible. Pero
es también el compromiso con la palabra que se dice por lo
bajo, la que no se lee con los ojos, la que se esconde tras
el pronunciamiento.
Ese compromiso es el que nos ocupa a pesar de la
muerte. Desenvolvemos a diario el diario y es la muerte la
protagonista de cada titular, el promedio del total de las
páginas y el anunciante mejor pagado. Por eso estamos aquí,
para sobrevivir a ese caudal de notas lúgubres en un mundo
que parece haberse acostumbrado a la locura.
Pase usted a sobrevivirse en estas páginas, a
sobrevivir al diario que a diario nos mata, que como dijo
el poeta: porque la muerte, la muerte, la muerte… hija de
puta, viene.
Bienvenidos a El Culo del Mundo, a leer y disfrutar.
Adán Reyes Román
* Filme El lado oscuro del corazón, de Eliseo Subiela.
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El Hoyo Negro
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La mujer que hizo pendejo a Dios
Oscar Vargas
“Si a la mujer, cien años el corazón dejara
otros cuatrocientos me lo destrozara”
La mujer es creadora, creó la palabra y le dejó al hombre
los descubrimientos; el hombre descubrió la mentira.
El hombre es inventor. El hombre inventó la metáfora por
pura protección.
La mujer, un buen día al ver que Dios era mudo y
tonto, tuvo la idea de crear la palabra, con lo que nunca
el buen dios pudo más que estar a menos de tres días de
distancia de los mujeriles planes.
Esta realidad desmiente de fondo la forma de la
bíblica razón de las cosas. Puesto que dios creó primero a
la mujer; y como a la gallina después que al huevo… al
hombre también hizo después de la poca costilla de la
hembra.
Viose en un gran vericueto el gran maestro que con
sólo barro los formó… e ideó algo tan corto adecuado a su
mudez y tontez y dio al traste con crear al hombre y a su
imagen -como han de suponer-. Queda además escolásticamente
demostrado que dios es hombre-macho por la naturaleza
compartida con su creación masculina, y queda demostrada
también mi historia y suposición sobre la candidez del
padre eterno toda vez que la única imagen que tiene y, por
ende, hemos podido tener hasta donde tenemos noticia, es la
del hombre idiota.
La mujer ha venido haciendo y deshaciendo enredos para
luego hacerlos más y más grandes a costa de la verdad y a
costa de su buen nombre, honra e historia. A guisa de la
descarada palabra ha tenido a bien engañar a Adán per
secula seculorum, y amén, decimos en corifeo los
congregados en esta misa lupanar del bendito señor. Casa de
citas a la que todos venimos a conocernos las amantes y que
llamamos vida.
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Dios no contó con la avenida de esa cosa que los
griegos llamaron caos. Dimensión que logró en el hombre una
especie de milagro antinatural -como lo son todos los
buenos milagros-. Es decir, se le escapó de las manos al
creador el milagro de la metáfora, y ésta vino al mundo por
virtud del hombre mismo. Y así fue lo que aún es. La mujer
creó la palabra, y el hombre descubrió el entreverado de la
mentira. La resolución de la imagen, la resolución del
juicio que es bien poco en el ente que sólo usa la palabra
cual perico-guacamayo, totol o arpía.
Por eso Dios habla en metáfora y su hijo más conocido,
más bastardeado y más negado en metarrelatos, trató en
parábola con los idiotas mujeriles hijos del mercado y
otras putas. Esta es, sin recato, la razón por la cual la
puta a veces es sincera. La puta enfrentó las piedras, si
hubieran sido mujeres las de la piedra en mano seguirían
construyendo una pirámide; Jesús reconvino a hombres, no a
mujeres; Jesús, lanzó un acertijo, la mujer parábola en
oídos hubiera lanzado rocas. A la buena puta se le concedió
la verdad aunque sea de oídas, por cátedra. Y de ahí no
quedó más a la puta que la entereza que le prodiga su
descaro, porque se hermana con el hombre en llevar la
verdad como estandarte cuando trabaja a su lado. Y aún
queriendo ser mujer, la puta no es nunca mujer -por que
precisa al hombre como la palabra a la plica-, pero la
media mujer siempre podrá ser puta.
ACTIVIDADES PARA LA LECTURA
INSTRUCCIONES:
*RÍASE ADECUADAMENTE Y APLIQUE SU REALIDAD EN CADA CASO
*SI ES UD, SECUENCIA DE ADÁN O SECUENCIA DE EVA, TOME
CONCIENCIA, HÁGASE VALIENTE Y DEJE DE HACERSE PENDEJO.
NOTA:
Es de precisar que siempre de los siempres la expresión de
la izquierda es congruente con la de la derecha. Y que
nunca de los nuncas pueden ser interpretadas de otra forma.
También anoto que, sólo los hechos las invalidan de plano.
Los hechos no pueden ser escuchados. Los hechos nos
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arrebatan de la mediocridad vital que se canta y grita con
palabras.
PALABRA METAFORA ADAPTADA
Hoy estoy a tu lado Guardo unos anzuelos
Soy tuya Hago como que hago lo que te place
Sólo soy tuya Guardé la red, pero guardo unos anzuelos
Como no confío en mi igual y te decepcionas
No comprendes cuán
grande es mi amor por ti No te des cuenta de que todo es un cuento
Nunca antes hice esto Juguemos al maestro y al aprendiz
Me tienes loca Ya quiero ser yo misma pero no puedo
Eres lo más importante
para mí Necesito seguir quedando bien con el otro
compréndeme, lo hago por los dos.
Tu amor es lo que me faltaba Mi seguridad económica no es asunto tuyo
No te preocupes el dinero es tan limpio.
No amo a nadie más que a ti Quiero a otros y otras cosas
Tú y yo, un mismo amor Te tengo agendado
Eres el amor de mi vida Sí, mereces estar en la lista
Sólo quiéreme Necesito un orgasmo
Me encantan tus sentimientos No hay dinero pero que bonitas
idioteces dices
Eres un hombre especial Eres muy tontito
No me gusta pelear No me voy a evidenciar
Me gustas para todo Crees mucho más que bien en mis mentiras
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El Cucho Oscar Vargas
“Pinche negra, mamacita…tiene el culo desparramado,
como palo de mango”
Caben en media cuadra de Juan Soto: un monstruo que
vende flores, seis policías en bici, cinco portales de hace
dos siglos; su imponencia y
sus niños dioses borrachos.
Una madre soltera, un puesto
de mascaritas de “jalouin”,
dos prostitutas venidas a
empleadas de una tienda de
botones y chaquiras, veinte
tatuajes en brazos y nalgas;
géneros varios de efectos y
frituras del nuevo mundo.
Varios hijos de puta
enquistados del viejo mundo.
Tres caderonas para
empellones impíos y
profundos, una familia de
payasitos, tres puestos de
tacos; cuatro cagadas y el
café de tablones forrados de
yeso. Eso sin contar los
gargajos anónimos, los
calzones de peluche, los
niños mugrosos, y los pedos
rigurosos de los actuarios e
inspectores. ¡Ahhh! Café de
tablones forrados de yeso,
¡oh! maderitas verdes,
casuchita de los veintes donde una mulatona blanca
casadera, que parece repisa, palmea risueña la insondable
carta de mis antojos y mi hambre vieja.
Me gusta la mesita, que es como de centro, alta, de
sillines de alambrón abarrocado –hechas en el tepito de
Pagés- Soy el Jean Paul Sartre de la Rue des putes de la
Campana- La mulata vierte el queso finale en un bistec de
masa flameado en comal negro sucio, de latón. Pringado de
salsas de oriente, de picantes chiles de los llanos del
yoshiwara jamapeño. ¡Ahh! Cuánta finura -la masa está
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agria- . Sorbo el café instantáneo en lo que espero a
Cucho. Lo aguardo, lo novelo en mi mente como el Sandokan
de la 12 y la Chapultepec. El fiscal de Vendrell lo tiene
entre ceja y oreja y sensible al calambre de la "chota" me
cita en el histórico centro de todas las visiones.
Mientras voy pensando… -Sí, la novela es el género
dilecto de los ordinarios, ahora entiendo cómo siempre hay
un bolígrafo en mi camisa.
Conocí al Cucho abierto de nalgas antes de ingresar a
su celda por setenta y dos horas. Ya le habían rebuscado
prendas y dinero, hurgado la greña, los oídos, los zapatos;
sólo aquello que la posición referida mostraba, era el
último sitio a inspeccionarle a efecto de darle curso a su
encierro. Pero como el dinero es sucio, Cucho nunca se lo
guarda allí, lo mete en su encía, apretadito, estomatoso.
Pero no sé si eso siempre le funcione, por eso nunca le
cambio un billete.
Por esa habilidad de sacarle risa a la desgracia, los
guardias “machines” mejor me lo pasaron y luego de
tramitarlo nos largamos.
Tiene un aire del Mel Gibson. Y todos los triques y
los fierros de Mad Max en el cuchitril donde labura.
La abogacía de estofa retorcida y baja de los letrados
sin butaca, fuero, bufete, ni colegio; que es esa misma que
yo practico cual legado-despojo convidado de los sobrinos,
putillas, los hijos de magistrados, tribunos; notarios y
demás ranfla de apoderados; me llevó un día a conocerlo
entre los fierros de los carros y los barrotes de las
celdas; junto a esos que duermen como cigarros, arrimándose
los callos y fumándose los flatos en esos días de carnaval
de todo un año que el NOTIVER y RTV cubren para la nacada
jarocha de todos los estratos, ignorante, estúpida e
ingrata.
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Alas
Galeno del mal
Cuando el vino blanco ha entrado en mis venas recuerdo mis
alas de murciélago, mis noches envueltas de estrellas
fugaces que yo perseguía. Si pudiera morir mil veces y
volver a nacer otras mil, cada vez sería una búsqueda de
ti, pero tú no morirás mil veces, sólo una y yo estaré en
tu tumba acariciando el viento con agua del mar.
Cuando entra el vino en mis venas y llega a conocer mi
cuerpo, todo deja de ser un músculo atrofiado y la soledad
habla conmigo, de los sueños que se fueron en una cascada
de noviembres perversos.
Recuerdo cómo
movían las luces en el
parque olvidado y
volaba yo como las
águilas tontas, y
sentía en la cara la
frescura de la luna
sin luz, de las
estrellas
convirtiéndose en un
rocío; recuerdo unos
ojos llenos de noche,
misterio y temores,
envueltos en una
coraza de diamante
bruto.
Todo cambia, dice
Jaime Labastida en un
poema terrible, y es
verdad; ya los suelos
se derrumban en un
cerrar de ojos y la
soledad queda siempre
en un nuevo altar; ¿el
paraíso será un
recuerdo repetido
infinitas veces? Mi
paraíso sería tu
cuerpo en mi boca y tu
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ojo mirando la estrella rara, o tu ojo mirándome, o tu mano
tocando una forma nueva.
Y es cuando me doy cuenta que muté de murciélago a
vampiro, a un vampiro que soporta el fango de los infiernos
porque ese es mi destino: volar entre las llamaradas de un
fuego que consume los nervios de humanos mal nacidos,
navegar en ácidos que consumen los ojos de humanos mal
vividos y caminar entre las brasas que consumen las
rodillas de humanos mal muertos y maldecidos.
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Bienvenidos a Laguna Verdolaga
Marlon Albores
Ha sido una velada de verdad simpática (tres vinos, dos
mezcales y un cartón de ballenas, así como sus respectivos
sones y uno que otro cuate hongo), vienen y van tipos
borrachos, se quedan un momento, talonean bebida, ceniza,
mota y plática. Transcurre el tiempo como si nada; se
platican anécdotas, de muertos, de apañes y se discierne
sobre temas radicales: racismo, libros y discos robados o
perdidos. En fin una madrugada más que parece que va a
terminar.
Pero a eso de las tres de la mañana hace su aparición
el personaje que nadie quiere ver en sus reuniones
sabatinas, el clásico metaborracho lleno de pseudohistorias
reales con las cuales se cree que ganará la simpatía de los
que lo escuchan.
-Acabo de matar a un cuate en el bulevarrr ohhh mucho
dolor- cuenta el Flash con una gracia patética y que en
verdad, en algunos momentos, llega a ser creíble.
-No hermano, mira mis manos, era el Pelucas, ¿lo
conoces? Y es que me cacheteó y cómo, nooo, cómo a mí y lo
maté. Estoy seguro.- Dice casi llorando el Mastodonte.
Los que lo escuchan son: Fernaculo, Emma, El Búho, El
Rana, Aldo y yo. En mi estado llego a sentir un leve
temblor de miedo hacia su actuación. Fernando de pronto
siente y deja ver una especie de amor-lástima hacia el
Flash: le brinda de su cervatana y trata de calmarlo. El
Flash no deja de platicar de su amarga experiencia e
insiste en hacernos creer que acaba de somatar a un machín
en la calle.
-Este pendejo viene hasta la madre- musita Aldo con
sus pupilas megaultra dilatadas. -A ver si no me malviaja.
-Hay que mandarlo a la chingada- Digo yo, me caga su
presencia.-Pero checa sus manos si están como hinchadas y
raspadotas.
-A lo mejor se cayó de su moto...
-Y se puso a llorar.
Flash poco a poco se va calmando y da paso ahora a su
personalidad desmadrosa, la cual lo hace ver como un bufón
drogado.
-A ver, sáquense un toquesito ¿no?- Dice el Flash -A
ver si me calmo con eso.
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Emma lo forja y
lo prende. El Flash
fuma cañón y se calma
de nuevo pero su jeta
denota locura
desviada. Uff está de
verdad hasta la
médula de pedo. De no
sé donde surge el
tema de su lancha
nueva (el Flash es de
conocido que gusta de
los deportes extremos
como rapeleo,
motociclismo, etc.), la cual acaba de comprar y nos la
quiere presumir.
-Vamos hombre, cabemos todos.
-¿A dónde vamos?
-Pues a remar, brother, en mi lancha nueva. Los voy a
llevar a un lugar que parece Valle de Bravo, ra ra ra.
-Parece que la fiesta ya acabó.
-Nel, aguanten y yo voy por ella.
-Ayyy qué hueva.
El Flash sale de la casa en su moto y desaparece por
unos 10 minutos. Ojalá y no regrese.
Mientras yo me voy a poner una estación en el
internet. Un poco de bossanova para calmarnos de la
presencia del chupete ese. Emma llega y me sangolotea. MMM
me excita esta mujer y me late, pero es novia de Fer. Mejor
me alejo.
Aldo sigue en su viaje hongo y su pila dista en
acabarse. Es su primera vez y la esta pasando bombiux. Trae
la obvia vibra de amor y pazhuatez de todo primerizo en el
arte de hongear. ¡Pero ahora quién diablos toca la puta
puerta!
Chin, es el Flash con una maletota.
-Qué onda, ya llegué y traigo mi bote.
-Su avalancha.
-¡Puta! y ahora para que se le quite el viaje de que
vayamos a remar va estar bien cabrón.
Y yo que casi ya me iba a ir ahora me quedo a ver qué
pasa.
-Sí, mira cuate, deja la saco y checa la longitud de
mi bote, esta bien padrotota es gabacha y me costó 5,000
lucas, ahorita la inflo y checa caón, nos vamos a remar y a
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pasarla de pelos, no si te digo que la vamos a pasar de
poca con esta lanchota, chécala.
Las jetas de todos es de harztazgo, aunque la verdad
no estaría mal una remadita en un laguito...pero poco a
poco algunos abandonan la misón:
1.- Fernaco cabezea y nos dice que la neta ya esta
hasta la madre y no podría remar ni hacer nada más que
dormirse.
2.- Emma como toda buena novia decide irse con él
y 3.- El Búho igual, ya ha roto tres vasos y sus ojos
denotan un rojo bastardo que la verdad imploran dormir.
Solamente el Rana, Aldo y yo estamos semidispuestos para
ver como terminaba esta jalada.
El Flash sigue sin parar de hablar y de tambalearse.
Aldo se arma de valor y nos dice
-Pues vamos ¿no?
-Nadamás deja voy por una chamarra- Digo yo con la
intención de desafanarme de esta absurda situación, Son las
cinco de la mañana y no creo estar 100% dispuesto para
esta aventura etílica; aunque el Flash es un gran ser
persistente y me persuade de que vayamos. Bueno pues qué
chingaos, de todos modos no hay nada que hacer.
-Oye Aldo- habla quedamente el Rana -yo no tengo varo
y no sé nadar, ¿no hay pedo?
-Claro que no, es más ya vámonos, huímonos, jiji-
Pinche Aldo ese hongo lo delata.
Aldo me presta una marra. Pienso que en verdad estaría
bien darnos una vuelta en esa lanchita roja. El Flash la
vuelve a meter a su mochila y nos alistamos.
-La laguna queda como a unos quince minutos- Grita el
Flash feliz feliz de que unos soquetes crean en él.
Una vez dentro de la nave.
-La laguna queda como a unas dos horas- grita el Flash
feliz feliz de que unos pendejillos crean en él.
--A ver a ver cabrón, ¿no que quedaba a 15 monos?
El Flash se queda calladito y piensa la respuesta,
busca un lugarcito sobrio en su cerebro para sacarla. Pero
parece que no la encuentra.
-Ahh, no mames ¿cómo que a dos horas? Yo ya me voy-
Abro la puerta pero algo me detiene, es la hueva de irme a
dormir a mi cama.
-Bueno como de 15 minutos a dos horas de aquí... a que
me acuerdo cómo llegar.
-No supermames Flash- Dice Aldo -Me caga que nos
mientas nadamás para que salgas de tus pedos.
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-Pero es que es verdad, la laguna esta de poca, además
ya traje la lancha y no mames yo ya cumplí.
-Argghh, bueno ya ni pedo.
Arranca el auto y salimos, literalmente, disparados en
búsqueda de la pinche laguna.
El ambiente dentro del auto es festivo y dicharachero.
La música a todo volumen y la velocidad de 100 km/h hace
que mis dientes tiriten de adrenalina. Tomamos rumbo a
Hidalgo, ya que parece que por ahí es el lugar. El Flash
pregunta a quien sea por un tal balneario “Britos”, alberca
grande, presa, laguna, bonito lugar; sus frases son de
antología. Su pedez es obvia y los cristianos o nos
cotorrean o de plano no saben de la existencia de la tal
presa. Ya casi amanece y no llegamos a ningún lugar. Las
carreteras por las que vamos nadie las conoce. El frío está
cabrón y seguimos sin saber a dónde vamos. Los ánimos se
han calmado o de plano están desapareciendo.
En un puesto de pollos el Flash baja a mear.
-Ahorita que suba te das
vuelta y nos largamos- Le digo
a Aldo, quien me dice -Ahorita
vemos, creo que casi ya
llegamos.
Sí, cómo no.
Seguimos y seguimos
pasando por lugares nada
pintorescos. Un extraño aroma
a aguas negras mezclado con
carnitas y pescado se huele
por el aire. La gente mañanera
aparece por todos lados. Aldo
acelera en cada tramo que se
puede y el Flash sigue mamando
de sus Presidencola. Por fin
llegamos a lo que parece ser
el lugar indicado ya que a lo
lejos se alcanza a ver una
extensión de agua
considerablemente grande. Pero
hay algo que me dice que ese
lugar no es apto para el
lanchaje. Nos topamos con un
tipo de vagabundo que nos
indica: A la laguna llegan por
unos caminos secretos que sólo
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yo conozco.
Sí, cómo no.
-Me vale verga , yo me voy por ese pinche caminito-
Espeta Aldo acelerando a todo y brincamos dentro del auto.
Parece que vamos en un Rally ya que el camino es el
clásico camino de terracería lleno de hoyos, rocas y
troncos desafiantes. El camino esta bordeado por nopales de
un lado y ranchos que al parecer están deshabitados. Tras
dar la vuelta en una curva cerrada aparece ante nuestros
ojos una laguna grande. Y solitaria. No hay ni un alma
alrededor.
El Flash pregunta que cómo llegamos ahí.
Aldo acelera para llegar a la orilla.
El Rana observa semicontento.
Yo me bajo para ver de cerca el agua. Es negra.
Desempacamos la lancha y el volumen del estéreo
retumba en el lugar. De verdad no hay nada por ningún lado.
Woow. En la superficie de la laguna hay unas avecillas que
parecen estar pescando mosquitos. Es todo lo que se mueve
por el lugar. Alcanzo a oler una especie de acidez en el
ambiente. Ha de ser por el agua estancada. Ajá.
Mientras inflan la lancha observo el suelo. No hay
pasto. ¡Ah chingá! Sí, no hay pasto, sólo verdolagas
aplastaditas y pegaditas. Uno que otro pastito pero sólo
eso. Muy raro el lugarcito ese.
Le preguntamos al Flash si ese es el lugar.
-Sí brother, sólo deja que den las 12 y vas a ver cómo
llega la banda con sus motos acuáticas y comienza la
diversión. Sí, cómo no.
La verdad dudo que ese sea el lugar que de Valle de
Bravo no tiene ni madres. Por fin terminan de inflar la
lancha y parece que tiene una fuga, para acabarla de joder.
Pero no hay pedo el Flash la avienta a la orilla y luego el
se avienta al agua, ¿Splash!, no más bien ¡Flopsh! Una rara
estela de barro negro sale hacia la superficie acompañada
de burbujas espesas. ¡Putas madres!, eso es agua residual,
a mí no me engañan, pienso para mis adentros. El Flash
regresa y Aldo se avienta a la lancha. Upps, casi se hunde.
El Rana y yo nos quedamos viendo cómo se alejan.
-Yo sí me meto, pero solo- Le digo.
-Nel, yo sí me meto pero con alguien más, ¿no ves que
no sé nadar?
-No mames aquí no te ahogas, has de flotar solito, ¿no
ves que esta bien culera el agua?
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-Nel, esta así porque es agua estancada, pero ahora
que me dices sí se ve medio culerona.
-Mira, ya regresan esos güeyes.
Al salir y pisar la orilla a Aldo se le hunden los
pies en el fango apestoso.
-No mames está bien extraño este lago.
-Es que es de aguas negras, güey.
-¡Cuáles!, están nada más estancadas, es pura agua de
lluvia.
Pero antes de la nueva inmersión hay que tapar el
hoyito que tiene la lancha. Yo sólo observo y ni madres que
me meto a esa madre. Logran tapar el hoyo con un parchesito
de hule, la vuelven a inflar y ahora son los tres los que
se meten. Ahh qué ganas de mojarse. Yo me quedo, como buen
mamón, en la orilla y lentamente me quito los tennis y las
calcetas, me arremango el pantalón y espero a que regresen
por mí. Y lo hacen. Aldo rema para que me aviente a la
lancha. Me introduzco poco a poco al agua. El lodo es frió
y viscoso. Parece petróleo. Y apesta que no mames. En fin,
me subo a la lancha y nos alejamos.
-No manches, no hay ni siquiera un lirio o una alga
pedorra.
-Es que es una laguna limpia.
-Limpia mi verga, no mames. Y mira, apesta.
Ya ni pedo. El Flash rema con pericia y cada vez nos
alejamos más y más y más. A pesar del olor se alcanza a
ver el Izta.
-Mira que chingón paisaje.
-Uta sí, está de no mames.
-¡Oh! Ya, no chinguen, ¿noo?, ya estamos aquí pues hay
que disfrutarlo.
Como si se pudiera. El color del agua es sacador de
onda entre gris y verde opaco, y sigue sin aparecer algún
signo de vida en el agua, ni un pez muerto inflado; sólo
las avecitas aquellas que vuelan solamente en la orilla.
-¡Chale!, ya vámonos.
Y es que el agua cada vez se metía más a la lancha.
Nuestros descalzos pies se llenaban de agua fétida e
hilillos de agua viscosa se alargaban por nuestras
espinillas y chamorros, el olor fétido igualmente crecía y
se nos metía en el cuerpo. Además, de un remazo el agua
botó directamente a mi ojo provocándome un terrible ardor.
-¡Argghhh!, no mamut, me arde el ojo y es por esta
agua asquerosa; sí, mejor ya vámonos, ahora déjame remar a
mí, chale parecen niñitas lloronas, pues es que no mames,
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no es para allá, solo estamos dando vueltas, ya el carro se
ve bien chiquito, la laguna dejaba salir un vaporcito nada
agradable.
Remando sobre una laguna de aguas residuales, el colmo de
la inopia.
Laguna Verdolaga pa servir a usted.
Regresamos a la orilla después de estar navegando por
casi media hora. Sacamos la lancha y nos limpiamos los pies
con las verdolagas que la hacían de pasto. Al menos para
eso sirvieron. Se nos quitó un poco la gruesa capa de fango
de los pies y de las manos. Yarggh. No sé por qué pero
Flash y Aldo están subiendo la lancha al techo de la nave.
El agua negra se escurre por todo el toldo, el parabrisas y
demás. Al interior del auto también se dejan escurrir
gruesos chorros de agua apestosa y cae sobre mi brazo y
pecho. ¡Futa!, el olor es insoportable pero poco a poco nos
acostumbramos. Salimos de ese mierdoparadisiaco lugar por
el caminito de llegada. Nos encontramos a un señor, al
parecer un ranchero al cual le preguntamos inocentemente
sobre la CALIDAD DEL AGUA DE LA LAGUNA QUE ACABAMOS DE
DEJAR.
-No pus es agua negra que sale de la fabrica de al
ladito, está recontaminada.
-Tsssss, no manches.
-Te lo dije.
Nos cagamos de la risa todos. El Flash se disculpa
“pero es que la pedota que traigo no me deja acordarme en
donde quedaba la laguna chida.” Avanzamos por la brecha y
la poca gente que llega a caminar por ahí nos mira
sorprendida, yo creo que piensan: Estos pinches locos ¿A
poco se metieron a la laguna de aguas negras de allá? Ya ni
la chingan.
Pues sí, somos los únicos seres vivos de dos patas que
nos atrevimos a meter para que nuestro orgullo aventurero
no se sintiera desdichado. Desdichados vamos por la
carretera con una lancha chorreante de desperdicios
químicos sobre un auto y que sus cuatro pasajeros apestan.
Llegamos a una casa en donde nos dan permiso de lavarnos
nuestras patas y así evitar infecciones que nos puedan
dañar la salud de nuestras delicadas pieles. Solo el Flash
se queda acostado dentro del carro haciéndose pendejo y
aguantando la crudota que ha de estar pasando. Medio
lavadas las patas reiniciamos la huida. Les comento que hay
que desinflar la lancha y volverla a guardar pero el caso
que me hacen es nulo. Pero al dar una vuelta muy cerrada
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casi se cae y ahora si, mejor la bajamos. Aldo se orilla y
la bajan del techo. La lancha apesta machín. El Flash patea
unos cactos pequeños, yo fumo un cigarro y nos seguimos
cagando de la risa.
-Pues ahora hay que buscar la verdadera laguna ¿no?
-Nooo, mejor ya hay que emigrarle al home.
-Neto, yo ya me estoy megajeteando.
-Nel, ahorita la encontramos y ahora si nos damos un
chapuzón de poca.
Sí, cómo no.
-Mejor vende la pinche lancha y con ese varo nos
desayunamos unos tlacoyos, unas quecas... y unas chelotas
para la crux de hierro.
-¡Cámara!, nadamás hay que preguntar. ¡Ya me acordé!,
se llama la laguna de Zumpango, el chango, ¿zumbando
laguna?, Zum te hago un niño, nel ya está aquí a casi dos
minutos, Sí, cómo ño, deveras.
No sé cómo, pero de nuevo estamos en busca de la tal
lagunilla esa. Y quién sabe cómo, sin embargo llegamos.
Tras subir por un caminillo de nuevo de terracería llegamos
a la famosisisima Laguna de Zumpancho: inmensa masa de agua
cubierta de sabrosos chocolate adornada de esporádicas
garzas blancas y de pescadores embalsados pescando con
redes amarradas a botellas de sprite y coca de dos litros
sacando mojarras negras de 15 kilos y un cielo azul
inmenso.
El Flash despotrica contra tres chavos para vender su
lancha y lo mandan a la chingada: No señor no queremos
comprar la lancha.
El caminillo de arcilla que rodea al parecer la
totalidad de la laguna nos lleva a una especie de muelle
diminuto. Ahí nos hacen la invitación a subir a las
pedorrosas lanchitas de pacotilla y darnos un recorrido
por la laguna y por 100 varos nos llevan a la isla a
rezarle a la virgencita de zumparro.
De la nada salen dos compradores para la lancha y en
un segundo ya tenemos 450 pesillos para atragantarnos de
comida y dar un rol por la laguneta, sólo hay un detalle:
la lana la tiene el Flash y al parecer es el pendejo más
avaro de la tierra plana. Tras casi rogarle se dispara dos
quecas con su respectiva ballenita a cada uno y basta ¡no
más dinero saldrá de mis bolsillos!
-Qué poca madre. No súper mames cabrón, después de que
te trajimos hasta acá y por tu pinche culpa estamos llenos
de miércoles de ceniza, te quitamos la cruda, te disparamos
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un toque y aún así te pones de tremendo pendejo, hijo de
puta mamón, nnooooo si te pasas de verga pinche Flaisss de
mierda seca y moscosa.
Tras salir del espantoso lugar ese, lo único bueno fue
el leve paseo que nos dimos en una lanchita, pues nos
pudimos dar un toquetón y con la pacheca cruda anterior
como que nos pegó chido; Aldo venía manejando como de
costumbre a toda velocidad, pero algo raro pasaba. El carro
o se ladeaba hacia el sentido contrario de la circulación o
desaceleraba de manera no muy uniforme. Lo que pasaba era
que Aldo se venía durmiendo por tramos. Y para colmo de
males el Flash pedorro iba de copiloto, el cual venía de
jetorroto pues también venía mega dormidón.
-¡No mamen!, despierten.
-¡Qué!, ¡qué!.
-¡No mames!, se vienen durmiendo, cabrones.
-Uyy, la neta ya no aguanto, mejor vente para adelante
cabrón, porque este pinche Flash nada más se hace
pendejazo.
Tras el cambio de copiloto de emergencia me tuve que
clavar en una plática a toda voz y mamerta porque si no
Aldo sí se iba a jetear y nos íbamos a partir la madre. La
neta a mi también me entraban unas ganas de cerrar los ojos
y hacer la meme que no mames, pero aguanté y llegamos a la
casa sanos y salvos.
-Ahí cuando quieras de nuevo ir a balsear nos avisas
pinche Flash.
El pobre vato nos volteaba a ver todo ojorrojo y
triste por su pinche aventura de quinta.
-Pus sí, pero la neta ya no mamen, ¿donde está mi
lancha?
-Ayy ya no mames, pinche bruto. ¿No te acuerdas que la
vendiste en quinientos varos?
-¿Quinientos varos? No mamen si me costó dos mil
dólares.
-Ándale pues, simón. Ya clávate a tu casa que tus
padres han de estar como locos.
-No manches si ni jefe tengo. No ves que mi padre ya
falleció... mira te cuento...
-Nel, mejor otro day. Adiós.
Yo me fui a mi casa, lavé mi apestosa ropa y me dormí
un buen round.
La laguna emergía de entre sueños.
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Yo no soy Bukowski
Vidal Medina
1
Tal vez me rechacen las mujeres, algunas mujeres, yo no soy
Bukowski.
Tal vez me les quedo viendo mucho o raro pero en realidad
yo sólo quiero a una y no me pela.
Perra.
No me quieres ver porque me temes.
Sabes que no será fácil escaparte de mis brazos.
Cuando te agarre la cintura perderás la calma, no habrá
manera de evitarlo,
Te haré feliz toda la tarde.
Días enteros.
Un día no querrás irte y te quedarás conmigo.
Le tienes miedo a todo eso.
Por eso no contestas mis mensajes y te haces la
interesante,
prefieres emborracharte con tus amigos y vivir la vida como
si tuvieras veinte.
Pero tú y yo sabemos que ya no tienes veinte y no te queda.
A menos que simplemente te cause repugnancia, pero te
recuerdo algo, yo no soy Bukowski,
A lo mejor es eso… ¿verdad?, ¿es eso?
Perra.
2
Hoy salí con una amiga que siempre llega a casa a comer y
que le dé algo de beber.
Le hice un favor y por ello tuve que presentarle a un buen
amigo.
Mi amigo coqueteó con ella.
Ella me hizo preguntas sobre mi amigo.
Resulta que se gustan.
Luego la muy puta me habla para preguntarme cosas sobre él.
¿Tengo cara de pendejo?
Si, ya sé que yo no soy Bukowski, ¿pero de eso a andar de
Celestina?
Resulta que esas cosas me encabronan.
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Por el simple hecho de
que yo soy el que la ha
cuidado y el que la
consiente ¿y se va con
el primero que le cierra
un ojo?
Mi amiga no se anda con
rodeos, cogerá con ese
buen amigo y lo mandará
a volar, ya la conozco.
Pero aún así me da
coraje no ser yo el que
la disfrute sexualmente.
De ahora en adelante
seré culero con todas
las mujeres como ella y
con aquellas que no
contestan mis mensajes.
Se acabó aquel hombre
que parece débil y por
eso trata muy bien a las
mujeres.
Se acabó mi frustración
flagrante.
Dejaré de hablarles para
tomar un trago o pasear
al parque, -eso es de
pendejos-.
Dejaré de entusiasmarme al verlas y mostrarles que estoy
enamorado.
Carajo, me morderé un huevo para no mostrarme enamorado.
Se acabó, no más ideas sobre pareja, hijos o familia para
mí.
No más casitas blancas en el bosque, ni fotografías en
facebook con mi novia.
Ya no trataré bien a las mujeres porque no funciona.
Además no tengo un contrato de por vida con una editorial,
como Bukowski, y me muero de hambre también, como
Bukowski, pero yo no soy Bukowski.
Yo no tengo posibilidades en la vida, lo he intentado,
créeme que lo he intentado.
Estoy encabronado y solo, con un envase de caguama y mis
cigarros…
De vez en cuando algunas yonkies me visitan pero termino
por hartarme de ellas y de este puto mundo desahuciado.
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Llegué a pensar en mí como en un gran artista, feliz y
millonario, con una mujer y muchos hijos, pero ni grande,
ni feliz, ni millonario y sin mujer.
Sólo tengo un envase de caguama, unos cigarros y el dinero
que ya casi se me acaba.
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Yo no quiero ser confundido por otro
Eder Valedo Paz
1
Hablar con alguien que siempre está de espaldas es como ser
confundido por otro; se está ahí, total y
transparentemente, en el lenguaje, y no se logra tener
frente a frente la mirada del otro. Pero, de la misma
manera como el héroe trágico no tiene derecho a rechazar
las fuerzas de su destino, el que calla no tiene derecho a
reclamar su dignidad en la plaza de las habladurías. No es
de la mano del para-nosotros que yo busco la sonoralidad de
mí nombre; ni tampoco en su desprecio.
Mi problema no es reconocer la mirada del otro, sino
saber cuan inadecuado es pedir ese reconocimiento en tierra
extraña. Todos los rostros que me rodean me son ajenos. En
el mejor del los casos soy yo, el que se porta
irresponsablemente. Y, ciertamente, agradezco a la gente
que se porta dura conmigo, revelando con ello que son sanas
personas, exhortándome a llevar la vida sobre los hombros.
Estos amigos, que poseen el secreto de la verdadera fuerza,
que es la gentileza, los exhorto a tener paciencia. Por
otra parte, siendo verdad que tal secreto es algo que se
toma, y no que se espera, me siento en la necesidad de
describir la tensión de mi silencio, la apariencia de
derrota en mi rostro, el desprecio a la vida que parezco
profesar. Porque yo no quiero ser confundido por otro.
Entonces, tal aclaración es en realidad separación, y
la separación como toda separación, es un gesto de
violencia. Dicha aclaración no es todavía una luz plena, no
es todavía las fuerzas recobradas, sino el manotazo a la
mosca de la muerte, el grito para espantar la muchedumbre
que se postra sobre mi tumba. Tal gesto no es un haber
despertado, sino un haber sido interrumpido mi sueño.
En primer lugar, yo no soy la tragedia por una mujer,
yo no soy Kierkegaard. Lo que me acerca a él, es reconocer
el tedio inherente al amor por una muchacha, la mácula del
ojo, pero en mí, eso llegó tarde. Yo amé, sin saber que las
relaciones están atravesadas por el tiempo. Si hubiera
sabido esto con anterioridad, probablemente hubiera amado
como se aman a las bestias, o, sencillamente, no hubiera
amado. Por Kierkegaard sé que mi Nombre no puede ser
pronunciado por la Voz de la bola de para-nosotros, pero
por razones diferentes a las de él.
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Por otra parte,
Oaxaca no es nada
esclarecedor en mí. Al
menos no en el sentido
de mi derrotismo. Mi
cansancio es producto
del querer la nada; el
tedio producto del no
saber qué hacer. Al no
querer la guerra, no
llevo sobre mí,
anticipadamente, la
Derrota Oaxaqueña. Los
Oaxaqueños comienzan la
batalla sólo cuando la
victoria es imposible.
El golpe de la Conquista
produjo en ellos la
incapacidad para salir
de casa; cuando están en
la calle, crean
simbolismos para no
salir de casa; cuando
van a votar, crean el mismo simbolismo. Oaxaca es la
incapacidad para salir de un círculo mágico. Reconocer
esto, también es saber que no se sale del círculo, que no
se sacude de la derrota, el oaxaqueño que entra en un
posgrado con un arete en la oreja y un par de gadgets bajo
el brazo, o el que hace Filosofía de la Ciencia. La Derrota
del Oaxaqueño es la de sostener cualquier otro vacío que le
haga recordar el suyo: vaciar el sí mismo, en el tiempo que
se devora en la imagen; vaciar su nada en las manos de la
técnica americana. Mi derrota es la del lenguaje que no
habla en mí. Mi hermana fue violada y asesinada. Oaxaca es
para mí una cuna, una luna; por las mañanas me interesa lo
que me interesa una mesa o un pisa papeles. Quiero ser un
espíritu universal para Oaxaca, eso sería sostenerla en el
orgullo, pero no lo haré sosteniendo una falsa valentía de
buscapleitos, de dictador, o de finísimo intelectual que
tiene muchas fotos de arte en su cuenta FaceBook. He
mencionado la muerte de mí hermana; en efecto, estoy más
cerca de Guilgamesh que de Kierkegaard. La muerte ha
producido en mí, mutismo. Pero no tengo lo necesario para
ser un silencio trágico, ser oaxaqueño me lo impide: me
descubriría a mí mismo antes de dar ese paso.
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Traté de no ser oaxaqueño: llegué a una facultad de
filosofía. Traté de salir de mi mutismo: le pedí a una
muchacha que pronunciara mi Nombre. La Filosofía me hastió.
La muchacha no sabía cómo me llamaba. Me llamó Padre, antes
de Amante; me llamó por el nombre de su Hermano, antes que
por el mío. Todo eso me hizo recordar que nunca había
salido de mi silencio. La desilusión por la Filosofía y la
Muerte de la Muchacha ya estaban en la muerte de mi
hermana, Berenice.
Yo no quiero ser confundido por otro. Mi silencio no
habla en la lengua de Oaxaca o de Kierkegaard. Pero no
logro salir de él. Hasta ahora no he dicho más que
espectros de palabras. Pero sabré reconocer las verdaderas,
porque ya no quiero que nadie manche mi muerte, que ponga
una muchedumbre en mi tumba, por las palabras que no he
dicho.
2
Las palabras me hacen daño. Alguien deja una palabra sobre
mí, como quien deja una nota en el refrigerador, y eso
basta para el derrumbe. Ni siquiera hay voz en ellas, es
decir, ni siquiera son palabras para mí; por debajo de la
tierra yo mismo me lastimo numéricamente con ellas. Yo
practico el mal a mí mismo; reduzco a funestos signos lo
que me rodea. Estoy leyendo
antes de escuchar. Si tan
solo pudiera tocar con mi
dedo índice la tierra… ¡Si
pudieran de mis labios salir
una palabra!
Repito, no me molestan
las palabras duras que se me
dirigen. Pero, esas
palabras, son sueños de
roca. Yo no estoy bajo ese
suelo. Esto último pone en
mí el silencio, que no es
otra cosa más que el
principio de no
contradicción en mí: la
incapacidad para vivir mi
vida. Contestar sería una
manera de aceptación, y no
he encontrado el resorte
para saltar sobre el largo
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rodeo del Contestar. Mis palabras no llevan flechas, son un
fuego que yo prendo de noche, pero no quiero llevar eso a
otros oídos, porque sería justamente condenado por ello. El
fuego me viste, pero todavía no me alimenta. Si mi fuego
pudiera viajar sobre el agua… pero no he encontrado esa
refracción que sería la correcta temperatura para
presentarme. Si pudieran mis ojos soportar mí propia luz…
por el momento, sólo las salamandras me visitan.
Pero no puedo recordar la riza cuando escribo: Riza.
La riza está allá, en las alturas pálidas del rostro que se
pone, se ha dado tanto a otros, que ha olvidado el filo de
los dientes. Debo ser capaz de morder el oro ¿De que sirve
un secreto si no se puede callar con palabras? Quiero poder
reír y morder al mismo tiempo; quiero ser impuntual cuando
siempre esté presente. Quiero dejar de sentir vergüenza por
ser luz en mundo.
He esperado por mucho tiempo escuchar una palabra
puesta bajo el arco de Diana, que se me había olvidado
defender, de terceras personas a quienes sólo les veo la
espalda, las palabras que me dirijo a mí mismo bajo la
sombra de un árbol. A partir de aquí hablaré igual y
diferente de como escribo ahora.
3
No me confundan. No basta con ser arrogante, tener
predilección por la música británica y postergarse a sí
mismo en materias interesantes como para confundirme.
Tampoco basta el monólogo de un par de personitas que creen
que las porras que se dan a ellos mismos es la radicalidad
filosófica. Uno dice: soy más inteligente que tú, porqué
agrego nada a la cosa misma y porque tengo mejores gustos
para vestir; el otro contesta: no creo ser menos nada que
tú, pero lo fingiré con tal de ser aceptado, es más… dime
en dónde compras tú ropa… La Vanidad no es sodomizar al
peor vestido. No basta tener linda caligrafía y excelentes
modales en la mesa. No basta estar en la casa de las
muñecas.
No es suficiente ser un orgullo honesto pero
estrellarse varias veces con una mujer, y llamar a eso
amor, vida, trópico de cáncer o crimen y castigo. No es
suficiente ser astuto y comercializar con las palabras que
tu amigo te prestó para que lo entendieras –extraño
orgullo. No es suficiente la Comedia para dejar de ser
racional. No es suficiente no errar en el fin, si uno no
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puede abrirse paso por sí mismo. No es suficiente una lista
de NOs para hacer un Sí.
No me confundan, yo amo a Diana. Pero hablarle me
resulta imposible, lo que también significa que me resulta
lo más imperioso. En el colmo de mi personal paciencia
quería escuchar de ella esa palabra que ya no era mi
nombre, sino la otra palabra que ya he olvidado… perdón, la
he olvidado. Insisto: ya no era mi nombre lo que le pedía,
sino esa palabra que haría que los dos tomaros café en
cualquier lugar; devenir charla. Pero no se puede pedir
alguien que hable correctamente, si vende su nombre por un
lote de E o Isa. Mi error fueron las transacciones de sal y
tortilla con una comerciante de oro rojo. Planté un joven
árbol de hule en mis bodas y ella me regaló una navaja en
el aniversario. Por otra parte, en realidad, otras manías
comenzaron a interesarme; entonces, tuve que ser la luz en
su casa y los espejos con que ella trataba de cubrirla, y
también ponerle los zapatos adecuados para su tránsito por
mi desierto. Todo este proceso rumiante que tuve que soñar
para ella destrozó mis dientes.
¡Ah! Y sobre que si soy hegeliano, creo que con esto
queda claro que no es así. Si pedorramente insisten, les
diré que existen otras formas de relacionarse con los
autores que uno elige, fuera de irse a la cama con ellos;
también se puede elegir una montaña que dé pelea. Pero, la
no inmediatez de la lucha, se puede confundir con la
sodomización, y es verdad, siempre se corre ese riesgo.
Para no caer en eso, uno debe leer a sus autores de las dos
formas como se le habla a una mujer: con dulzura y dureza;
con miel y mierda.
Si todavía quieren confundirme con alguna otra cosa…
Tranquilos… Ya no me tardo, estaré bien… Mientras tanto:
vuelvan a leer esto.
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Verónica Mata
Magdalena
Con la sensación saliendo por las manos y las ideas
aprisionadas en la gorra, con la imaginación saliendo en
cada gesto y el cansancio derramando mi vaso. Hoy observé
que las rosas tiene la
forma de un abismo
rojo. Espinas que nos
apuntan hacia los pies;
no las quiero.
Me voy a casa de
los alcatraces.
Blancura que termina en
un rizo que promete un
beso, tallo-flor que es
desvanecido como el
mar-cielo. ¡Oh casa de
alcatraces te he
buscado tanto!
Pero la anacrónica mía se cruzó con tu precocidad.
Sorbamos pedazos de pan azul y que un aire venido del norte
barra este olor a muerte vieja. Una mano sin anillo que
tome esta otra mano desesperada. En la casa de alcatraces
solo encontré unos guantes blancos rellenos de materia
podrida. Guardados años luz por un caminar rociado con
formol de letras muertas; fermento lechoso y viscosidad
seminal. Hoy no supe por dónde regresar a casa –casa de
alcatraces yo no te quería desde lejos- ahora ni el
recuerdo tuyo me tranquiliza. Seguiré llorando por el
camino. Anochece y mi alma tiene un frío de no sé qué.
Camino a tientas por el barro. -No quiero volver a verla,
casa dejada atrás, ¿Cuántas veladoras necesitas?
Te buscaré en otras ventanas en otras fachadas, -pero
viéndote disimuladamente en ellas- para no tener que
regresar a respirar ese aire que me ilusiona.
Sé que con los días (hijos pequeños del tiempo) se
borrará esa imagen, la idea y la sensación de que existió
una casa de alcatraces. Perderé tu recuerdo entre las
azucenas olvidadas. Tu nombre me delata: nombre de amante
divina, concubina perdonada que lloras a los pies de tu
amado; amado con maderas en la los brazos y piernas. ¿Dónde
he de verte? En todas las flores. Caminando sin mirar más
que al frente. Una extraña floricidad aparece. Sin guantes
y con espinas nacidas hacia adentro. Cuánto la querré por
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ser sufrida, cuánto le podré contar por tener los pétalos
en vez de ojos. La tomaré de una hoja verde y caminaremos
juntos, la lluvia hará innecesaria las raíces: beberá de
las nubes, y le prestaré palabras que desconoce. Margarita
aérea con pétalos ajenos, amontonados en el rostro, por
amantes curiosos y solitarios. Amanece. Los gallos han
cantado más de tres veces y aun no he negado a nadie.
Sonrisa que amanece y se sale por mis ojos. La mesa en su
lugar de antes, los libros en las mismas hojas, los cuadros
en las mismas fotos y la pecera aun con los peces. Todo
sigue aún ahí. Llega un olor a campo, a flores: jardín
traído (como la flor, a manera de prueba) a la realidad por
la fuerza de este pecho.
Llueve y recuerdo las flores. Parpadeas y aun estamos
en la casa de los alcatraces, parpadeo de una vida, años
que nacen y terminan cuando tus pestañas aletean: ¡morir es
despertar y yo amanezco!
Reconozco a Chuang Tzu polinizando una margarita al
aire.
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Rezo
Daniel de Cullá
Oh Sapo de mis cuentos de Hadas
Inflado de gases que te hacen Príncipe
La Luna salió, tan fácil de coger
Te pido que mi papá tenga trabajo
Que los bosques no sean talados
Que los ríos no sean ensuciados
Que las estrellas alumbren cada pueblo
Que el panadero tueste el pan
Que el lechero llegue pronto a casa
Que el cartero traiga la carta de trabajo
Que mama espera sofocada
Pues su cuenta de caja está arruinada
Que el sacamantecas
O el hombre del saco con sotana
No nos hagan caer en la trampa de
la fe
Y que ninguna niña o niño sea
manoseado
Pues nuestro culete es el “pan de
la vida”
Como dice mamá, “la peseta” más
Para estos “cerdos” como les
llama papá
Que mis muñecas no reciban el
coscorrón
Del Coco por no ir a misa y
comulgar
Que los conejos saltarines, y el
gurriato
Los oscilantes patos y el delfín
Y los divertidos cerditos y el
lobo malo
No sean sacrificados, ni el toro
español
Sea bailado por la muerte en el
redondel.
Amén.
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TU FOTO
A Darky Vampire
Daniel de Cullá
Veo y reveo tu foto
Y mientras te besuqueo
Advierto que te has depilado
Muy mucho a la vela
Las cejas a vista de ojos.
Como Los Amantes de Teruel
Te digo lamiéndote un lóbulo:
“Te quiero mucho
Como la trucha al trucho”
Tu perro no ladra tanto.
No enciendas tanto fuego
¡Cuánto pesar me das!
Tú y tus amigas de la foto
Habéis hilado con un huevo
Un calcetín sudado.
Los besos de Vampiros
Son como pedos de lobo
Así nuestro amor de nada
Es un amar el aire
Yendo ambos a caballo.
Juego de sortijas:
Hay una sentencia que dice:
Nadie extienda la pierna
De cuanto fuere larga
La sábana santa.
Y más vale algo que nada
A la Larga el galgo su liebre mata
Y no olvides, Amor
Que soy músico
De instrumento de boca.
Ama sois de cría
Mientras el niño mama
Después ni ama ni nada.
Hoy deshago un gran huerto
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Diciendo recio desde
mi Rucio:
Llevo la espada
colgando
Y sé que en las
oraciones de pasión
De verbo copulativo
Y arte efímero en los
besos
“¡Seta movida no cría
moho!”
Amada Vampira Tigresa
Espejo y flor de
caballeros
De alma delicada
Y de corazón de terciopelo
¡Sácamela hecha un pingo!”
Estás tan lejísimos…
Que sueño la parte de mi lengua
En tu Oración que no es otra cosa
Que el elemento de relación
Entre dos vocales en boca.
Yo te quiero a, ante
Bajo, cabe, con, contra
De, desde, en, entre
Hacia, hasta, para, por
Según, sin, so, sobre, tras.
Oh, mi Vampira siempre Virgen
Y siempre llena de Gracia
Hazme oído y recibo
De tu labiado claustro
Con devoción y gran regocijo.
Elige el mejor vestido
Con el que vas a bailar conmigo
En esta noche y día de Vampiros
Yo repartiré mi polvo en cinco
Con flocadura de plata y oro.
¡Ajajá¡ Ya estamos bailando.
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¡Huy¡ Qué pisotón me has dado.
¡Canastos¡ esta Vampira de Amor
Me ha rozado la flauta
Con su chirimía.
Velillo blanco de plata, jubón de tela
Llevaba con muy buen garbo
La remendada
Afirmando mi asta dorada
En el pie y estribo.
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Ya sabes...
Pablo Martín Pérez
Tenía lo poco
de los que se quedan
hasta las tantas,
que eran demasiados.
Tenía el sonido
de las paredes
que atraviesan voces,
cuadros caídos.
Tenía la pregunta
que me gustaba
cuando se mesaba el pelo,
cuando se cruzaba
en viajes cortos.
Tenía algunas palabras,
no sé cuántos años
y muchos escritos.
Ella tenía algo,
y yo,
algo que decir.
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El de Alabama
Pablo Martín Pérez
Lo teníamos preparado,
lo habíamos ensayado
no sé cuántas veces.
Era tan fácil como tocar
esa canción de los Simon y Garfunkel,
como quedarte en la cama por la mañana,
como decirle que sí a la rubia,
como decirle que sí a la morena,
como decir que sí
al trago que te ofrece tu colega.
Era tan fácil
como no decir nada,
como decir
que nos lo había enseñado
el de Alabama.
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Alivio de pena
Adán Reyes Román
El día que lo maté debí sentir alivio, regocijo en la
liberación de un problema que comenzaba a ser cada vez más
amenazante. Nunca sentí alegría por mi trabajo, tampoco
orgullo; pero el día que recibí la orden para matar a
Carballo sentí una extraña felicidad mezclada con la
certeza de que todo estaba cerca del fin. Los detalles de
los procedimientos fueron exactos, las acusaciones fueron
exactas, con la muerte exacta en mis manos.
Había que torturarlo primero, ¡Quiero que sufra, que
sufra mucho el cabrón hasta que pague cada centavo que
agarró!, dijo El Patrón con voz rencorosa, sin temores, con
rabia en cada palabra. Había que hacerlo hablar, que diera
cada detalle de los cómplices, de cada uno de los que
hubieran tomado algo, aunque fuera un centavo. El dinero de
El Patrón es sagrado y todo aquel que lo profane sabe a lo
que se atiene. Carballo sabía perfectamente lo que debía
esperar, juntos habíamos castigado a tantos, ejecutado a
tantos, conocíamos el procedimiento de memoria,
mecánicamente, sabíamos matar como un ángel o como un
demonio feroz según la orden.
Debí sentir alivio pero no fue así. Carballo era el
único que estaba a mi nivel, habíamos recibido
entrenamiento similar. Él en las fuerzas especiales de la
Marina, yo en los departamentos de élite del Ejército. El
Patrón nos pagó a ambos la carrera de legionarios, de
pinches de la muerte, de sicarios. Era el único capaz de
madrugarme con éxito, el único capaz de desbancarme de mi
puesto, el único que sabía mis movimientos por fuera del
Cártel… el único capaz de traicionarme. Pero el alivio no
llegó. Pensé en no hacerlo sufrir tanto, por los viejos
tiempos, por las muertes en conjunto, pero las indicaciones
eran específicas.
Las uñas de las manos fueron el primer paso. Había que
arrancar una a una con pinzas de electricista, primero hay
que introducir la punta por debajo hasta que se pueda asir
con fuerza, luego se jala hacia arriba hasta que truena y
se desprende de los costados, después hay que tirar hacia
el frente para sacarla por completo, a veces se trae un
pedazo de piel. El dolor es tal que muchas veces los
castigados decían todo lo que queríamos saber en la primera
uña, otros resistían un par más pero muy pocos serían
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- 41 -
capaces de llegar a la quinta. En la herida se rociaba
alcohol puro y sal para que no se desangrara y así
continuar el interrogatorio. Pero Carballo era duro;
después de la tercera uña me encontré de frente con su
mirada de resignación, de ansiedad, de suplicio, de total
cordura en medio del terrible sufrimiento, nunca frente al
llanto y los gritos rogando piedad que tantas veces
escuchamos juntos mientras reíamos, dábamos un trago de
licor y seguíamos con el castigo.
Es cierto, nunca nos
habíamos mirado, nunca
habíamos intimado con los
ojos del otro. Realizamos
muchos trabajos juntos y
anduvimos juntos mucho
tiempo, pero nunca nos
miramos. Fuimos capataces
del tiempo y la vida de
mucha gente, ejecutamos a
tantos como nos fueron
encomendados por
soplones, por rateros,
por traidores, por
oportunistas, por ser de
los contrarios. Sin un
solo remordimiento,
atascados de perico y
whiskey, siempre a un
paso de la inconsciencia,
con la muerte en nuestras
manos, sentadita siempre
como un copiloto.
Después de arrancar
la quinta uña no había
dicho un solo nombre,
entendí que sería más
difícil de lo que creí.
Si se tratara de un
simple ladrón de droga o
dinero comenzaría por
cortarle las manos con una sierra para que muriera
desangrado, pero me pedían nombres. Carballo dio un respiro
cuando solté las pinzas pero sabía que venía algo peor.
Habla ya, Carballo, le dije, es mejor para todos, así no
sufres tanto. Ni una palabra.
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Con un bisturí hice un corte que rodeaba el antebrazo
cerca del codo, luego dos cortes transversales. En este
caso se comienza a tirar de la piel hacia la mano, pelando
el brazo como un plátano; uno de los médicos que trabajan
con nosotros me enseñó a cortar sólo la piel sin llegar a
las venas. Cuando iba por la mitad del brazo Carballo
temblaba con los ojos rojos, la boca torcida, las venas del
cuello a punto de reventar, bañado en sudor y con un gemido
sordo. Acaba con esto de una vez, Carballo, insistí, pero
nada obtuve, me miró con el odio más ruin de que es capaz
un hombre. Seguí bajando la piel hasta que parecía la manga
de una camisa abotonada en la muñeca, colgando y sangrando.
Otra vez vino el alcohol, la sal y polvo de sulfatiazol.
Ningún nombre.
Burócrata del sufrimiento, me senté a reposar antes de
continuar la encomienda. Carballo lloraba y sudaba, ya no
sangraba. El médico de turno le revisó el pulso y la
presión para ver si aguantaba. No hubo problema. Tuve antes
muchos casos difíciles, entendía que la paciencia da sus
frutos al final, que así es este trabajo, que así hay que
hacerlo para cobrar lo que se debe y mantener la cabeza en
su lugar. Aprendí a administrar el sufrimiento, sabía la
intensidad de dolor que producía cada castigo, lo percibía
en cada condenado. Algunos enterraban las uñas sobrantes en
la silla, otros apretaban tanto las mandíbulas que se
reventaban los dientes, otros gritaban hasta perder la voz…
Carballo no decía nada. Sabía que aún cuando dijera todo,
iba a morir. Así que se reservaba el gusto de dejarnos con
la duda, de fastidiar a El Patrón desde la muerte. Nadie le
conoció nunca familiar alguno, ninguna mujer, ningún hijo
ni hermano, ni padres; parecía nacido de la tierra o el
agua, ya no tenía nada qué perder, había muerto mucho
tiempo atrás.
Cuando se entra a este negocio la soledad es la única
alternativa. La mirada es distinta, se conserva el sigilo
del derredor, buscando siempre algo anormal, cuidándose de
movimientos extraños, de coches que vienen detrás, de la
eterna sensación de que alguien lo ronda desde lo oscuro,
desde la multitud, acechando desde lejos para atacar al
menor descuido. Uno aprende a “dormir” con un ojo abierto
soportando las pesadillas diarias; por eso la sobriedad es
un castigo que hay que mitigar con el licor y el perico. El
rango de un buen sicario se eleva en la medida en que se
puede realizar el trabajo sin la menor conciencia posible,
con el juicio de un animal del monte.
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En un momento Carballo pareció calmarse, se enderezó
en la silla, respiró hondo y me miró de frente. Me retaba a
seguir con el castigo seguro que ni una palabra diría; me
retaba a matarlo mirándolo a los ojos, a matarlo con la
conciencia clara. Yo sabía que no iba a hablar y eso me
confortaba, había que montar el show para que El Patrón no
sospechara, para que estuviera satisfecho con el trabajo
que nadie hacía mejor que yo. Carballo balbuceó algo
inentendible, tartamudeó un poco y después dijo: No te
apendejes, ¿te estás acobardando? Sabes que no soy un
soplón pero que dentro de poco también te va a cargar la
chingada. Sigue con mi castigo que pronto viene el tuyo,
¡culero!
Di otro trago de whiskey y me metí otra línea para
disimular las lágrimas, eran ciertas las palabras del
condenado, del que ya no temía nada en el umbral de la
muerte, yo me sentía más muerto que él. Un escalofrío me
recorrió el cuerpo ahí frente a él, parado frente al muerto
que me habían encomendado hacer hablar, un muerto que se
cagaba de risa al percibir mi miedo. Como un perro que
huele el temor soltó una larga carcajada venida de otro
mundo y las sombras cayeron sobre mí con el canto preciso
de la muerte. Su rostro ya sin forma, hinchado hasta de los
dientes, reflejaba mi propia condena y mi destino próximo.
Tomé una maza con tachuelas y asesté un golpe certero en su
boca; con sus dientes, pedazos de labio y mejilla cayó
también mi desesperación… continuó riendo, ya sin boca y
sin dientes, mostrando sólo el hueco oscuro y sanguinolento
por donde salía la voz de la muerte. Con otro golpe en el
pecho arranqué la carne hasta dejar ver parte del esternón.
No había vuelta.
Cuando se desmayó pedí al médico que lo reanimara, al
volver en sí sólo volvió a mirarme con el mismo reto en los
ojos, con el mismo soplo de muerte infectado en el aliento.
Yo seguía llorando sin poder parar. Le corté los dedos de
la mano, la nariz, le hundí el pómulo izquierdo, traje un
perro que le arrancara las orejas a mordiscos, la muerte
nació frenética de mi pecho y recorrió cada vena de mi
cuerpo. Los girones de piel se los comía el perro y yo me
comía mi desgracia, mi amargura y mis lágrimas. Todo había
acabado.
Carballo murió sin forma de hombre y sin alma. Ahora
que soy yo el condenado entiendo la mirada con que me
atravesó cual cuchillo brutal. Las veces que maté casi
inconsciente, el disponer de la hora en que alguien dejaría
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de vivir, el ordenar arrancarle el rostro para que no lo
reconociera nadie, los mensajes escritos en la piel con la
navaja, todo pasa frente a mí en esta soledad del patíbulo
como un carnaval de siniestras mojigangas. Las voces que
gritan y aúllan de dolor son la música con que despierto y
el arrullo con que duermo. Es ahora que resiento el peso de
todos los cuerpos descuartizados, arrojados a la carretera
o al río, colgados de un puente peatonal o un techo,
podridos en la misma fosa común en que me pudriré yo tan
pronto acaben conmigo. Lejos de los cirios y las flores, de
los llantos y los rezos, del velatorio del cuerpo para
descanso del alma.
La muerte transpira su sudor metálico en las cadenas
que me apresan y nada soy ahora para El Patrón, ya no
existe el hombre de confianza, su mejor hombre, el único
capaz de hacer bien el trabajo. El Cártel no conoce de
nombres ni amistades a menos que haya que quitarlos de en
medio. Aún escucho los gritos de mi esposa cuando la
violaban los nuevos muchachos de El Patrón, los golpes en
su cuerpo y cómo pasaba por cada uno de ellos. Mis hijos
fueron degollados frente a mí para que aprenda a no tratar
con nadie por debajo del agua. A punto de la muerte puedo
decir que no hay mayor alivio para mí en esta hora de la
oscuridad fatal. Yo que viví de la muerte entiendo ahora
los ojos de Carballo, el silencio frente al dolor y esta
sed que ahoga la boca cuando se acerca el final.
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Granadazo Guillermo Berrones
Domingo, 03 de octubre de 2010
Sr. Gobernador, Rodrigo Medina, hoy (noche del sábado 2 de
octubre) me acordé de ti, mientras cenaba con mi familia
en un restaurante de antojitos frente a la plaza de
Guadalupe. Había ambiente festivo de fin de semana y antes
de entrar al lugar, le acababa de comentar a mi hija que me
gustaba el centro de Guadalupe para vivir. Eran las diez
veinticinco cuando escuchamos un estruendo terrible en la
plaza. Tú no tienes ni idea de lo que es el horror
reflejado en el rostro de los ciudadanos que esperan vivir
bajo la protección de las autoridades que eligieron como
gobernantes. Hubieras visto el terror en el rostro de mi
hija adolescente que sueña con ser una profesionista de
utilidad al país que la vio nacer. La angustia de no saber
exactamente qué sucedía afuera donde se veía correr a todo
mundo asustado nos paralizó. El dueño del restaurante
intentaba tranquilizar a sus clientes con el rostro pálido
y desencajado, pues se asomó a la puerta y regresó
caminando como autómata. ¿Qué sucedía? ¿Qué vio en la plaza
aquel hombre? Escudriñábamos en su mirada, en el color
desvanecido de su piel, en su andar. Todos nos pusimos de
pie sin movernos, nadie se tiró al suelo como dicen que se
debe hacer en estos casos, como tampoco nadie esperamos
vivir una experiencia así. Una bomba, dijo mi mujer, y a mi
hija se le enrojecieron los ojos mirándome con más angustia
y pidiéndome que nos refugiáramos en el fondo del
restaurante. Temblaba de pánico. Traté de tranquilizarla
diciéndole que allí estábamos seguros (en realidad lo
dudaba). Tomé el celular y llamé a mi hija mayor que vive
por el centro de Guadalupe para cerciorarme que estuviese
en casa con su esposo y no en la plaza a donde acostumbran
pasear a su hijo de cinco años. Me asomé a la puerta
esperando, deseando, que hubiese sido un neumático o un
accidente por otros motivos. Pero el estruendo había sido
mayor que un moflazo. Entre la iglesia de Guadalupe y el
palacio municipal una bocanada de humo se disipaba
pesadamente. Un gordo policía huía hacia el centro de la
plaza, alejándose del lugar o buscando refugio. Gritaban
hombres y mujeres pidiendo auxilio. Curiosamente no escuché
el llanto de los niños que unos minutos más tarde vi
heridos. Una niña sangraba de la cabeza; una mujer
embarazada renqueaba y un hombre joven, calvo, pedía que
atendieran a los niños. Cerca de la iglesia se veían otras
personas heridas. Dos autopatrullas llegaron y también una
granadera, ahí subieron a tres de los niños lesionados.
Nadie sabía qué hacer. Después vinieron las ambulancias,
más patrullas y acordonaron el área, como siempre sucede;
bomberos y el ejército aparecieron después de veinte
minutos. La cena terminó amargamente. Me acordé de ti,
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señor Gobernador, porque deseé
que no fueran tus hijos los
aterrorizados ni los heridos;
porque no fuera tu esposa la que
estuviera impresionada por aquel
estruendo. Me acordé de tu broma
de campaña: “Daré mi vida por
Nuevo León”. Me acordé de tu
pasión por mantener una imagen
pública impecable. Me acordé de
tus caras fotografías, de tus
desafortunadas declaraciones; de
la inseguridad que impera desde
el inicio de tu gobierno. Me
acordé tanto de ti, créeme, pero
con la impresión del granadazo,
se me borró el casete.
Sinceramente, señor Gobernador,
esta noche tuve miedo. Por mí,
por mi familia, por la tuya, por
la de todos los ciudadanos. Sólo
espero no ser yo quien dé la
vida por Nuevo León.