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EL BURRO MANCO CHICO XAVIER.TRANSCRIPT
EL BURRO MANCO Chico Xavier
Libro: Vitrina de la vida
Antes de la reunión mediúmnica, el problema de Espíritus y
médiums era el tema de conversación de los compañeros.
- No comprendo – decía la hermana Fortunata – por qué los
benefactores de la Vida Mayor habrían de tomar criaturas de mala
vida como instrumentos de sus manifestaciones, si la propia
Doctrina espírita es tan clara en materia de afinidades…
- Yo también – confirmaba la hermana Catalina– no entiendo… Y
aducía, solemne: “al pan, pan; al vino, vino”.
- Mis amigos – atajaba Sidonio Pires, abogado y director del grupo -
, si el trabajo fuese confiado por los Cielos sólo a los fuertes y a los
sabios, ¿qué restaría a los débiles y a los ignorantes?
¿ La mediumnidad ¿no será comparable a una riqueza de espíritu
que Dios distribuye entre los buenos y los menos buenos, teniendo
en cuenta el progreso y el perfeccionamiento de todos?
En ese sentido, es claramente comprensible que, en mediumnidad,
como en cualquier campo de la experiencia humana, cada cual
recibirá por lo que haga…
- De acuerdo – objetó el hermano Luis de Souza -, pero el problema
es muy complejo. Para ilustrar, pregunto: ¿cómo creer que un
Espíritu culto venga a traer determinado mensaje por un mediador
que se exprese en lenguaje exótico?
La hermana Leopoldina miró al opositor, de frente y contradijo: -
¿Y si usted fuese, por ejemplo, un médico, lejos de casa e incapaz de
viajar, con necesidad de transmitir un recado a la familia, con
relación a determinado enfermo? Supongamos que usted no
encontrase una persona con sus conocimientos y modos y tan sólo
dispusiese de un indio domesticado, que hablase imperfectamente
el idioma, ¿qué haría?
- Instruiría al indio, hasta que él pudiese reproducir correctamente
mis palabras. - ¿Y si el caso estuviese revestido de urgencia
extrema? – Insistió Doña Leopoldina – un problema de vida o
muerte en una criatura profundamente ligada a su corazón?
- Escribiría una nota. - Pero, ¿si no hubiese una hoja de papel a su
disposición? Observando que Luis de Souza empezaba a irritarse,
Doña Catarina interfirió, aconsejando: - Efectivamente, la cuestión
no es simple. Que hay mucha cosa exquisita, en mediumnidad, las
hay. Por más que se piense en el asunto, en todas partes existen
problemas sin solución.
Debemos estudiar cada vez más. Ahora (CÁ) por mí, no entiendo a
gente mala, hablando por Espíritus buenos…
El reloj, sin embargo, marcaba el inicio de las tareas y la
conferencia fue abandonada. En el transcurso de la sesión, los
encargos diversos fueron atendidos y, en el cierre de las actividades
generales, porque el Hermano Gustavo, mentor espiritual de la
casa, se preparase para las despedidas, el Dr. Sidonio, director del
equipo, indagó si él había registrado el choque de opiniones sobre
médiums y Espíritus, habido allí momentos antes, a lo que el
paciente orientador respondió:
- Oí todo, hijos míos. - ¿Y puede, por favor, darnos su punto de vista?
El guía sonrió por el rostro del médium y consideró:
- Antes que todo, todos estamos en la escuela de la vida y cada cual,
en el sector de aprendizaje en que se encuentre, debe donar lo
máximo para el auto mejoramiento.
Ustedes no pueden perder la vocación de lo mejor y necesitan
intensificar lecciones y purificar enseñanzas. Perfeccionar todo y
elevar siempre. En cuanto a la práctica del bien, honremos a cada
trabajador en la sinceridad y en el provecho que demuestren.
Ustedes hablan de instrumentos mediúmnicos deficitarios, pero no
ignoran que los talentos psíquicos son comunes a todos. ¿No sería
justo que ustedes, hijos míos, cada cual en la pauta de sus propios
recursos, intentasen ofrecer alguna colaboración a los
desencarnados amigos?, que pusieran de lado escrúpulos tontos y
tuviesen la diligencia de servir como intermediarios, entre el
Socorro Divino y la necesidad humana?
Y ante el grupo atento, el hermano Gustavo narró, con gracia: - Con
respecto a Espíritus y médiums, quiero contar a ustedes un episodio
simple de mi propia experiencia. Yo era médico en San Joaquín de la
Barra, en el interior de Sao Paulo, cuando fui llamado para atender
a un enfermo, en un sitio a veintiséis kilómetros. En ese tiempo, los
viajes en carro eran muy raros y el animal de montar era nuestro
mejor vehículo.
Acontece que, en el tercer día de mi vigilia profesional en el referido
sitio, mi caballo enfermó, justamente cuando recibí por un
mensajero que viajaba de San Joaquín hacia Ribeirón Prieto, el
recado de un amigo, solicitando mi presencia en la cabecera de su
esposa, próxima a dar a luz.
Conocía el caso y sabía que mi cliente enfrentaba embarazos que
les podrían ser fatales. El enfermo a quien prestaba asistencia
acusaba mejoras y, por eso, me apuré. Me di prisa y busqué al
Coronel Cándido, propietario de excelentes animales; entre tanto, el
estimado amigo me informó que sólo poseía caballos árabes, de
inmenso valor, equinos de fama, y no podía aceptar colocarlos en la
calle con la obligación de sudar para caballeros.
Busqué al lugareño Juan Pedro, pero Juan Pedro alegó que sólo
disponía de caballos finos, de pura sangre y altos precios, y no
estaba inclinado a perjudicarlos. Corrí hasta la vivienda de Amaro
Silva, dueño de grandes harás; mientras tanto, aún ahí, solamente
existían animales nobles y seleccionados, que no me podían ayudar
en cosa alguna. Fui, entonces, a la vieja casa de Tonico Jenipapo, un
pobre cliente nuestro. Tonico no tuvo duda. Corrió al patio y trajo
de allá un asno arisco y expuso: “Doctor, este burro es manco y
lerdo, pero, sirve…” No hubo más conversación. Arreamos al animal
y, aguantando espuela y golpe, tropezando y cojeando, el burro me
colocó en las rúas de San Joaquín, para el desempeño de mi deber,
al que atendí con absoluto éxito.
Después de expresiva pausa, el guía remató: - Ustedes estudien
siempre. Pasen en limpio cualquier fenómeno y ejercicio de
mediumnidad en los cuadernos de lecciones de nuestra Renovadora
Doctrina; no obstante, en materia de servicio a los otros,
respetemos a cada obrero en el lugar que le es propio.
Piensen en eso, porque, a pesar de la era del automóvil y del avión,
en que ustedes se hallan, es posible que surja un día en que vengan
a necesitar de un burro manco, capaz de ser la solución de muchas
necesidades y amparo de mucha gente. El mentor se apartó y,
terminada la tarea, el equipo se dispersó con la promesa de
examinar la comunicación y debatirla en la sesión siguiente.