e.- sintiendo tu presencia · e.- sintiendo tu presencia . serie celeste, v) “descubre tu...

24
1 E.- sintiendo tu presencia Serie celeste, V) “Descubre tu presencia, y máteme tu vista y hermosura ; mira que la dolencia de amor, que no se cura sino con la presencia y la figura.” Por alguna razón, Lecheimiel, que no hace aquí al caso y que se encargan de dilucidar los “Sanjuanistas”, el místico poeta Fray Juan de la Cruz añadió al primer Cántico Espiritual una estrofa más en la segunda redacción del mismo. Y esa es, precisamente, la que yo esta mañana, de las primeras de Mayo, el mes de tu nacimiento, he ido a elegir. Es la estrofa que encabeza este escrito y corresponde exactamente a la es- trofa número once. ¿Es esto significativo ? Kryon nos dice que el 11 es un número maestro. De hecho, la Humanidad ha padecido recientemente los azotes más sona- dos del terrorismo en los 11-S y 11-M. Nosotros, hermano, también tenemos nuestra particular cultura del once. Por ejemplo, tú vivías, –y ahora sigue viviendo allí tu “Cancerbero”– en un apartamento señalado con el número once de cierta casa numerada con el doce, en cierta Vía importante de Roma. Este enigmático y al parecer defectivo 11, ya lo hemos citado, hermano, varias veces en nuestras mutuas entregas literarias. Por ejemplo en EL PODER DEL TIEMPO, donde dijimos que, como Francisco, multiplicaste por once el número cua- tro, para vivir cuarenta y cuatro años. (Aunque también sobre este dato se dan entre diversos autores discrepancias. Dato, sin embargo, que yo lo recibí como revelación tuya). Once es, pues, entre otras cosas, aquel número al que falta lo mínimo para llegar al doce que indica, por los cuatro costados plenitud. El cuatro, a su vez, son los puntos cardinales y también el número de pati- tas de cualquier animal cuadrúpedo, como lo es Richi, mi amor, el gatito que me has regalado, y que, sin embargo, ahora está herido en una de sus extremidades posteriores, y parece no aliviarse su dolor. A pesar de haberle llevado, como diji- mos, al veterinario, y esforzarme en que se tome su medicina. Me da mucha pe- na, Lecheimiel. Como nada ocurre por casualidad, yo me pregunto porque me has dado es- te animalito precioso y bueno, que es como sacramento de tu figura, un desperta- dor constante de tu presencia, y sin embargo me lo has dado herido, o tú mismo, hermano, has permitido que se hiriera. La única respuesta que por ahora me doy a mí mismo, es que así estoy mucho más pendiente de él, que necesita mis mimos y cuidados intensivos, para curarle y protegerle.

Upload: others

Post on 07-Jul-2020

17 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

Page 1: E.- sintiendo tu presencia · E.- sintiendo tu presencia . Serie celeste, V) “Descubre tu presencia, y máteme tu vista y hermosura ; mira que la dolencia . de amor, que no se cura

1

E.- sintiendo tu presencia Serie celeste, V)

“Descubre tu presencia, y máteme tu vista y hermosura ; mira que la dolencia de amor, que no se cura sino con la presencia y la figura.” Por alguna razón, Lecheimiel, que no hace aquí al caso y que se encargan

de dilucidar los “Sanjuanistas”, el místico poeta Fray Juan de la Cruz añadió al primer Cántico Espiritual una estrofa más en la segunda redacción del mismo. Y esa es, precisamente, la que yo esta mañana, de las primeras de Mayo, el mes de tu nacimiento, he ido a elegir.

Es la estrofa que encabeza este escrito y corresponde exactamente a la es-trofa número once.

¿Es esto significativo ? Kryon nos dice que el 11 es un número maestro. De hecho, la Humanidad ha padecido recientemente los azotes más sona-

dos del terrorismo en los 11-S y 11-M. Nosotros, hermano, también tenemos nuestra particular cultura del once. Por ejemplo, tú vivías, –y ahora sigue viviendo allí tu “Cancerbero”– en un

apartamento señalado con el número once de cierta casa numerada con el doce, en cierta Vía importante de Roma.

Este enigmático y al parecer defectivo 11, ya lo hemos citado, hermano, varias veces en nuestras mutuas entregas literarias. Por ejemplo en EL PODER DEL TIEMPO, donde dijimos que, como Francisco, multiplicaste por once el número cua-tro, para vivir cuarenta y cuatro años. (Aunque también sobre este dato se dan entre diversos autores discrepancias. Dato, sin embargo, que yo lo recibí como revelación tuya).

Once es, pues, entre otras cosas, aquel número al que falta lo mínimo para llegar al doce que indica, por los cuatro costados plenitud.

El cuatro, a su vez, son los puntos cardinales y también el número de pati-tas de cualquier animal cuadrúpedo, como lo es Richi, mi amor, el gatito que me has regalado, y que, sin embargo, ahora está herido en una de sus extremidades posteriores, y parece no aliviarse su dolor. A pesar de haberle llevado, como diji-mos, al veterinario, y esforzarme en que se tome su medicina. Me da mucha pe-na, Lecheimiel.

Como nada ocurre por casualidad, yo me pregunto porque me has dado es-te animalito precioso y bueno, que es como sacramento de tu figura, un desperta-dor constante de tu presencia, y sin embargo me lo has dado herido, o tú mismo, hermano, has permitido que se hiriera.

La única respuesta que por ahora me doy a mí mismo, es que así estoy mucho más pendiente de él, que necesita mis mimos y cuidados intensivos, para curarle y protegerle.

Page 2: E.- sintiendo tu presencia · E.- sintiendo tu presencia . Serie celeste, V) “Descubre tu presencia, y máteme tu vista y hermosura ; mira que la dolencia . de amor, que no se cura

2

De esta manera, amor, aunque el título de este escrito, “Sintiendo tu pre-sencia” me lo sugeriste sin conexión con este tema del Richi, y asímismo sin co-nexión consciente me has sugerido poner la dicha estrofa, –que no sabía en abso-luto era la añadida número once en el Cántico-B–, parece que todo viene por ti mismo proyectado, hermano, para que hablemos aquí no sólo de presencias y figuras, sino también de dolencias y curaciones.

De esta manera Richi, aunque él no lo sabe, se ha convertido en verdadero sacramento de nuestro proceso de amor, el cual, a su vez, es sacramento del proceso conjunto de una Humanidad en vías de sanación.

Sujeto, –al menos podemos decirlo del nuestro–, constantemente a heri-das y restauraciones, a presencias y ausencias, a suspiros y deseos de morir y a la aceptación gozosa de las misiones que comporta esta vida ya larga y conjunta en que cohabitamos en un solo cuerpo, que es esta humilde cabaña de ermitaño.

En que nos efundimos en requiebros y tú me vas dando maravillosas doc-trinas, y yo me voy derramando en poesía y amor delante de ti, a quien no logro ver.

Por eso, amor, suspirando vehementemente por la curación de tanta dolen-cia, y llevando, sin embargo, con paciencia y amor tu ausencia, no puedo por me-nos que cantarte de nuevo, para finalizar esta introducción :

“¿Por qué, pues has llagado aqueste corazón, no le sanaste ? Y, pues me le has robado, ¿por qué así le dejaste, y no tomas el robo que robaste ? Apaga mis enojos, pues que ninguno basta a deshacellos, y véante mis ojos, pues eres lumbre dellos, y sólo para ti quiero tenellos. Descubre tu presencia, y máteme tu vista y hermosura ; mira que la dolencia de amor, que no se cura sino con la presencia y la figura.”

Page 3: E.- sintiendo tu presencia · E.- sintiendo tu presencia . Serie celeste, V) “Descubre tu presencia, y máteme tu vista y hermosura ; mira que la dolencia . de amor, que no se cura

3

PAREJA DE HECHO

Desde tu humilde cabaña de ermitaño, amor, que no es otra cosa que tu santo cuerpo en el que cohabitamos, hermano amadísimo de mis entrañas, -humanas, más humanas que nunca, como yo te enseñé a decir-, te he llamado esta mañana lluviosa de mayo, aunque precisamente por razón de esa lluvia no has podido bajar a tu ermita.

Ahora, mi Rey, yo, Teresita, te he regalado otro bello y potente ordena-dor en tu celda conventual, donde también dispones de electricidad abundante. Así podemos dialogar en todo momento, hermano, donde quiera que esté ubica-da esta preciosa ermita ambulante que eres tú mismo.

Es otra florecilla que estrenaste precisamente con “Aromas de Pascua”, la mañana de resurrección de este año 2004, que podrías, si lo deseas, repro-ducir aquí.

-Gracias, amor, por haberme llamado y por tenerme otra vez derraman-do dulces lágrimas de devoción desde esta nueva ubicación de la ermita, donde, inesperadamente, estoy sintiendo tan fuertemente tu presencia. Gracias, tam-bién, por haberte presentado a ti misma abiertamente como “Teresita”, porque lo eres, sor amore.

Me complace decirte, hermana, con la letra de una canción, que “en el corazón de la Iglesia, tú eres el AMOR”, pero sabiendo muy bien, tú desde tu nueva singladura de Vida Eterna, y yo desde la apertura mental de la Nueva Era, que por “Iglesia”, oh reinecita de mi alma, debemos entender toda la Humanidad.

Eres el Amor. Sí. Y también YO SOY el Amor. No porque acaparemos nosotros solos ese “título”, como si fuera nuestro

carisma privativo. Sabemos, hermana e hija queridísima de mi corazón de papá tuyo de que elegí ser en la Tierra en otro tiempo, que San Pablo compara el Amor con todos los carismas, pero no porque lo considere uno más, siquiera el más excelente: sino porque reconoce que la substancia de la Creación misma, y por tanto de “la Iglesia”, es el Amor.

En realidad, la Iglesia=Humanidad y la Creación entera, son el mismo ámbito. Y su substancia es Dios. Y Dios es Amor.

Quizás, mi reina, el que podamos presumir en nuestro lenguaje coloquial de ser el Amor mismo de Dios hecho carne, cuyo predicamento nos hemos atri-buido tantas veces, sin apropiarnos de título alguno frente a nadie, sólo equi-valga implícitamente a presumir de no tener ninguna “otra” gracia especial de

Page 4: E.- sintiendo tu presencia · E.- sintiendo tu presencia . Serie celeste, V) “Descubre tu presencia, y máteme tu vista y hermosura ; mira que la dolencia . de amor, que no se cura

4

qué gloriarnos,–¡si es que pudiera darse cualquier otra gracia que no fuera amor!

Equivale, por tanto, a gloriarnos, como también decía San Pablo, en nues-tras debilidades.

Pero en esa “debilidad” nuestra, hijita, -entendiendo “debilidad” más bien como adicción-, por sentirnos incapacitados para hacer otra cosa que no sea amar, reside nuestra fortaleza. “Cuando soy débil, entonces soy fuerte”.

Ahora, mi reina adorada, a quien percibí sin ser consciente de tu identi-dad de hija de mis entrañas, en el maravilloso sueño “de tu visitación”, cuando te cogía la carita entre mis manos con inexplicable ternura, escena que plasmé en esta estrofa de nuestra “aria”…

…“Yo, como niño, en niño te tomaba, absorto en tu memoria… mas tú a nuevos trabajos me enviabas para contar al mundo nuestra historia.”…,

me he atrevido, por primera vez, bajo tu moción interna, a presentarme públi-camente como tu papaíto, cuyo recuerdo activo no guardo, pero que acepto por fe y por correlación de vibraciones con tu propia presentación que no es nueva pero sí muy ostentosa para mí hoy, y así yo, hoy, te la agradezco como una nue-va y hermosa flor de tu delicadeza.

Aunque escribí que te tomaba, o te miraba, o te adamaba, “en niño, como niño”, no era precisamente por sentirme especialmente yo así, sino que no sabía cómo expresar poéticamente mi indecible contento. Pero a ti, sí, mi reinecita, aunque no era consciente de tu sexo, te sentía como a un bebé que yo atraía o arrastraba hacia mí desde lejanas historias, con amor increíble.

Por tanto, hijita mía Francesca-Teresa, así lo creo como queda escrito. Y, sobre todo, así queda, por fin, explicada plenamente, y lo que es más

importante, restaurado, es decir, sanado en raíz, el significado de aquella te-rrible visión que tuviste cuando niña, y del que participabas tú misma, como Le-cheimiel que habitabas en tu propio santuario, según escribimos en UN PASO DE GIGANTE, de tu padre cubierto por un velo. Aunque en tus escritos de Teresita la interpretaste como la futura enfermedad de tu papaíto querido, dicha inter-pretación, aunque correcta, no era, sin embargo completa.

Esa velación, amor, de éste que fue tu papaíto, pero no por eso se consi-dera menos hijo de tus gracias, había de perdurar en el tiempo, y es la respon-sable de que yo no captase en Roma todo tu amor como Lecheimiel, y por tanto te abandonara a tu suerte, aunque jamás te olvidara.

Page 5: E.- sintiendo tu presencia · E.- sintiendo tu presencia . Serie celeste, V) “Descubre tu presencia, y máteme tu vista y hermosura ; mira que la dolencia . de amor, que no se cura

5

Hoy, amor, amor, amor, te has dignado, por fin “desvelarme” este miste-rio, y por tanto, hoy, es la GRACIA DE MI CURACIÓN, que me has obtenido, hija de mi corazón, del corazón de Dios.

Siempre me había costado más sentirme amado por ti que amarte. Espe-ro, amor, que a partir de este día avance significativamente, en esta dimensión de tierra en la que aún me encuentro, mi sensación psicológica de este proceso de curación, -pues así lo capto, como un proceso progresivo-, de la desconfian-za y recelos sobre mí mismo que arrastro desde muchísimas encarnaciones atrás.

Hoy, amor, es una efemérides de mi propia resurrección. Ahora, te regalaré de nuevo la poesía que me has pedido, aunque creo

que ya la insertamos en otro escrito. He hecho algunas variantes, pues, como cuando en vida yo te enseñaba a ti a componer en verso, hijita de mi corazón, el artista nunca está satisfecho de su obra, y siempre ha de sentirse libre para mejorar su obra de arte. Aunque, tal vez, algunos poetas mejores que nosotros, -que, por supuesto los hay-, consideren un poco atrevido el llamar a nuestros humildes poemas “obras de arte”.

De todas maneras, precisamente porque son humildes, lo son: AROMAS DE PASCUA En esta clara mañana en que madrugas, oh Vida, en par abro mi ventana para olerte florecida. Pues con tu luz, tus olores, más sutiles que la aurora, me anuncian los resplandores de esta venturosa hora en que de la muerte sales con perfumes de azahar, para que ciegos mortales te podamos disfrutar. Invades mi ermita nueva con tu sensible presencia, que a viejas guardias releva que atestiguaron tu ausencia.

Page 6: E.- sintiendo tu presencia · E.- sintiendo tu presencia . Serie celeste, V) “Descubre tu presencia, y máteme tu vista y hermosura ; mira que la dolencia . de amor, que no se cura

6

“No está aquí” es cuanto supieron decirme tus centinelas. Estos ojos que te vieron otras nuevas cantinelas difundirán por la Historia. Y es que sólo el corazón entiende de esa otra gloria que llama “resurrección”. - Papaíto, ahora sabes por qué desde que intuiste lo que yo te decía en tu

corazón, aunque no te atrevías a ponerlo por escrito, comencé yo a llamarte a ti “mi Rey”, título que tú me dabas a mí inconscientemente, aunque sólo creías que lo hacías como referencia a mi “R” personal, que tú dices de “Rey” o de “RA”. Pues bien, también lo hacías, sin saber con claridad el por qué, porque entonces me llamabas: “mi reinecita”.

Así ves, papá, que nos hemos igualado hoy un poco más, y nos sentimos li-bres para llamarnos como nos apetezca, puesto que somos los dos, uno para el otro, el TODO DE DIOS, manifestado en la pequeñez de nuestra humildad.

Gracias, papaíto por la poesía de “Aromas”, que me ha gustado muchísi-mo.

Así te despido hoy, mi amor: Yo, Giovanni Battista-Francesco, Frances-ca-Teresa, tu Rey-Lecheimiel, te beso con grandísima devoción y predilección en el alma.

YO SOY EL QUE YO SOY Y TE AMO ETERNAMENTE. ¡Amén, Aleluya, amor!

Page 7: E.- sintiendo tu presencia · E.- sintiendo tu presencia . Serie celeste, V) “Descubre tu presencia, y máteme tu vista y hermosura ; mira que la dolencia . de amor, que no se cura

7

BUFETTE LIBRE Amor, Lecheimiel, ¿eres tú el Maître que revuelve la sopa ? ¿O el que

organiza el “Bufette libre ? En cualquier caso, mi Rey, yo te he nombrado “Hospedero Mayor del Universo”, o bien “el mejor Hospedero de la Historia” :

“Diote la Vida más alto ministerio que el de tu honra y gloria : vestiste el paramento de sirviente : “El mejor Hospedero de la Historia”. Oh hermano amadísimo, de quien supe tan poquito después que me

marché de ti, e incluso antes de esa triste fecha. Tú me mandaste ángeles mensajeros que me trajeron, cuando menos lo esperaba, noticias precisas, aun-que escuetas tuyas, que colmaron los vacíos de mi ignorancia acerca de ti y de tu preciosísima vida.

Otros vacíos los llenaste tú mismo, con los sueños e intuiciones que me ibas dando en los momentos oportunos, “las témporas de gracia”.

Tus regalos, tus flores, tus mensajeros, –humanos o animales–, tus en-sueños, y también, impensadamente, las profecías que me daba de tu parte mi “YO SOY”, desde años antes de tu regreso, y los hechos de vida por los que al día de hoy, siempre renovado, vas proveyendo a una con mi ángel personal supe-rior.

Estos escritos maravillosos, hermano, que van “saliendo”, quizás deber-íamos decir “entrando” en este pequeño instrumento de canalización, sólo a tu magnánima y fraternal providencia los debo, amor.

Ya hemos dicho repetidamente a nuestros futuros lectores, (que cuando esto estén leyendo serán presentes y actuales, y sabrán que el pasado les ha servido esta cena eucarística de Pascua eterna, como conmemoran en la actua-lidad los judíos los hechos de su “Historia de Salvación” que protagonizaron sus padres en la fe), que no hay ni puede haber plan ni artificio prefijado alguno para su composición. Son escritos emanados, así como flores de Bach, desde el mismísimo cielo en que habita nuestro amor.

“Flores de Bach”, como música pura, sí, aunque alguno se ría de la “falsa” semántica.

Así tú, mi Rey y mi reinecita querida, que eres también mi pupilo y a la vez mi protector de otros tiempos aún más lejanos, tengo que contarte esta mañana, que este extraño escrito en que estamos mezclando los vinos y revol-viendo todas las sopas evangélicas que servimos como humildes anfitriones a la

Page 8: E.- sintiendo tu presencia · E.- sintiendo tu presencia . Serie celeste, V) “Descubre tu presencia, y máteme tu vista y hermosura ; mira que la dolencia . de amor, que no se cura

8

Humanidad pluridimensional que está solicitando entrar en la sala de nuestro festín…, no es sólo un escrito, sino, como siempre, una profunda vivencia.

Introdujimos el tema de “Richi”, gatito sediento de amor, como tú mismo eras, ese “bambino assetato di amore” que yo te llamaba tantas veces en lo profundo de mi oración, ahora malherido en una patita, y por tanto sujeto es-pecial de cuidados y compasión.

Después, te me revelaste una vez más como Teresita y me animaste a comprender que yo había sido tu tierno “papaíto” en tu amada Francia. (Todo el mundo sabe, luego, que, antes, como Francisco, te llamaron así por tu devoción, o la devoción de tu padre Bernardone, por ese país por el que viajaste y en el que nacerías más tarde como “Francisca-Teresa”, de un padre más amable que aquel)…

¡Y, en realidad, nadie sabe cómo ni dónde empiezan las historias persona-les de los santos y de los menos santos, y dónde pueden finalizar !

En realidad, la gente no sabe que nuestra historia personal, que se desa-rrolla en el Verbo eterno de Dios, no tiene ni principio ni fin.

Nuestra limitada memoria, aunque tiene una autonomía mayor y un radio de acción mucho mayor del que la gente cree y espera usar en esta vida, es sólo, en verdad, un pequeño agujero por donde nos llegan unos cuantos retales de ese tejido infinito que es nuestra realidad divina. Algunos trazos o ensueños confusos, algunos detalles más claros, algunos proyectos o potencialidades que intuimos serán el próximo paso en nuestra “cinta de Moebius”, de ese tiempo circular por el que navegamos, al menos aquí, en semioscuridad.

Las vivencias que estos días, amor, en que hablamos de presencias y au-sencias, dolencias y curaciones, incluyen la solicitud por los enfermos. Ya hace poco me acompañaste en otra experiencia del género, junto a mi hermano en-fermo de cáncer, en mi ciudad natal.

Luego, las noticias de la guerra de Irak, donde tantos no logran convale-cer, sino morir.

Luego, el Richi, que era un gato sano, alegre, simpatiquísimo, y vestido de tus colores, al que después heriste, amor, en una patita para que no pudiera yo despegarme de su cuidado compasivo.

Ayer, el ingreso en la U.C.I., de una buena amiga que ha compartido tam-bién parte de tus escritos conmigo.

¿Hasta cuando, amor, me tocará jugar al ratón y al gato con la muerte ? Recuerdo, amor, otro sueño maravilloso que me diste, después de aquel

glorioso de “tu visitación”. Fue el de las “seis voces iguales”, que ya he nombra-

Page 9: E.- sintiendo tu presencia · E.- sintiendo tu presencia . Serie celeste, V) “Descubre tu presencia, y máteme tu vista y hermosura ; mira que la dolencia . de amor, que no se cura

9

do repetidas veces, y que los lectores podrán encontrar en un apéndice de nuestro quinto librito EL MEJOR REGALO.

Ahora comprendo, mi Rey, que en ese dulce sueño, en que nos encontrá-bamos como dos niños de parecida edad, quizás yo un poco mayor que tú, y te confesaba mi amor, y te pedía tu manita para besarla, yo sí que “te tomaba en niño, como niño”, sea cual pueda ser la interpretación de los oyentes o lectores, más o menos benévolos.

Recuerdo, que en ese sueño yo te veía como un niño de especialísima y supraterrena hermosura, fuera de toda posible descripción.

Tú hacías mohines de timidez, pero captabas todo mi mensaje de amor, y me respondías que estabas seguro, también, de que nuestro amor y todo amor era un don de Dios : “He reflexionado mucho sobre ello, –me decías–“. Lo que no puedo saber, ni me interesa, es si me respondías así como el niño de mi sueños o como el adulto en saber divino que AHORA los provocaba.

Después me cantabas la parte de tu partitura, incomprensible hasta que era conjuntada con las otras voces que aprendían los otros niños… Finalmente me mostrabas la partitura general escrita “por lo menos a seis voces”.

En ese sueño, amor, eras Francisco de Asís, niño, ante mí, que todavía ni-ño, por supuesto no se interesaba por su identidad, y aún ahora no puede estar muy seguro de ella, aunque cree que era tu a la sazón futuro y vividor Obispo, aquél que pareció ser nombrado para protegerte y que jamás te traicionó.

En fin, amor, no quiero tentarte AHORA para que me respondas y me reveles, quizás prematuramente, muchas verdades acerca de nuestro pasado, que, sin duda ha sido siempre problemático, quizás nada glorioso, pero ha esta-do siempre marcado por las prisas por llegar a una “santidad” anhelada, y siem-pre postergada a un poco más allá de nuestro horizonte.

En cuanto a ti, hermano, y sólo en tanto puedas ser considerado un alma aparte de la mía gemela, te has dado mucha más maña que yo en acortar cami-nos, en buscar atajos, y por eso, tal vez también prematuramente, hayas madu-rado un poco a trompicones, logrando, sin embargo, con tu “genio” en el amor que te caracteriza, atraer a la gente para que siempre te quieran y hablen bien de ti.

Por eso, amor, también quisiste, –y desde luego lograste–, en tu última vida como Lecheimiel, apearte de todo sendero de notoriedad a la que también parecías abocado por tu inteligencia y hermosura, y, vistiendo “el paramento de sirviente”, darte humildemente a otro ministerio que la Madre Vida tenía guar-dado para ti.

Page 10: E.- sintiendo tu presencia · E.- sintiendo tu presencia . Serie celeste, V) “Descubre tu presencia, y máteme tu vista y hermosura ; mira que la dolencia . de amor, que no se cura

10

Ya veo, hermano, que en toda esta comunicación de hoy, no has abierto la boca : no me has hecho una llamada sensible para que te ceda la palabra. Pero en mi tierra, y en toda tierra de romances donde en tiempos antiguos se habla-ba una sola lengua latina, dicen : “Quien calla otorga”.

¿Es así, amor ? – ¡Vaya, amor ! Al final, aunque cuando yo no te pedía la palabra, tú me la

has pedido a mí. Quiero decir, me has invitado a darte una respuesta directa y concisa.

Te bastaría con que yo, que efectivamente te amé como Francisco, ante-s, naturalmente, que como tu hija Teresita, te respondiera ahora con ese mo-nosílabo con que a veces te he confirmado en todas tus intuiciones del corazón, que son, a su vez, inspiradoras de tu mente que humildemente le está rendida : “¡Sí !”

Pero esta vez, hermano, quiero responderte un poco más extensamente, y, naturalmente, tú que estás absolutamente en la palabra que en este momento estás escribiendo, no puedes saber “ahora”, lo que enseguida voy a decirte.

Pues es, sencillamente, (y no digas “naturalmente”, porque la naturaleza humana normal, o inteligencia de este mundo tridimensional o cuatridimensional en que se mueve vuestro sentido del tiempo y del espacio, ignora también lo siguiente) :

Que en la eternidad de Dios en que se mueven y prosperan nuestras vi-das, hermano, no hay nada que no tenga profundo sentido. Que no hay nada “casual”, como muchos dicen saber, aunque no lo creen.

Yo he venido a ti, mi Rey, para ayudarte a creerlo de verdad, lo cual es imposible si no lo has primero experimentado.

No se “cree” primero con una fe racional, –y menos aún con una fe irra-cional–, para, después, mística pero opcionalmente, poder experimentar. Sino que es totalmente al revés : Primero se experimenta, y sólo después se cree.

Mucho se ha de reflexionar, en efecto, sobre el amor, al igual que María meditaba todo lo que guardaba en su corazón. Si no ha pasado por el corazón, mal se puede guardar nada en él. Y si no ha pasado por el corazón la fe, o sea la entrega a Aquel en quien se confía, es sólo una entelequia o autoengaño de la mente.

Te digo, amor, que la fe no es la virtud de la ortodoxia, ni su contenido es dogma alguno, sino que es una convicción del corazón amaestrado por las ex-periencias amorosas.

Te digo, además, si quieres más metafísicamente hablando, que no hay pregunta formulada en el Universo que no conlleve, implícitamente, su propia

Page 11: E.- sintiendo tu presencia · E.- sintiendo tu presencia . Serie celeste, V) “Descubre tu presencia, y máteme tu vista y hermosura ; mira que la dolencia . de amor, que no se cura

11

respuesta. Solamente, que dicha respuesta, que ya está depositada en el seno de la pregunta, para intentar ser reconocida, aunque sea tarde y con mucha dificultad por la mente dubitativa, exige que ésta, una vez formulada la pre-gunta que le atormenta porque denuncia su ignorancia, se retire a un segundo lugar, desde donde pueda contemplar, aunque de lejos, y con reverente respe-to, cuanto aprende y formula el corazón.

Este es el “tercer lenguaje” de que habla Kryon, el lenguaje y conexión perenne de la verdadera Fe.

¿Me has entendido, amor ? ¿Habías oído alguna vez, en alguna de las lenguas que conoces, ni siquiera

en la lengua teológica, semejante manera compleja y sofisticada de decirte simplemente “SÍ ?”.

Por eso Jesús, el Maestro, cuando habla con los sencillos de corazón les insta a decirlo todo en clave secreta para la mente, pero manifiesta para el lenguaje infantil del corazón que usan entre sí los que se aman : “Sea vuestro lenguaje Sí, sí ; no, no”.

– Gracias, Francesco de mi alma de niño. Te quiero porque te considero un ángel de amor, que siempre me has acompañado y salido al encuentro en mis momentos de peligro. Un verdadero ángel de la guarda, “guapo y alado”, como dice una profecía que me he encontrado entre mis escritos poéticos de hace unos años, y que ahora te ofrezco en toda su lozanía :

EL CIELO DE UN NIÑO Esperando la muerte, de camino, me he quedado dormido y he soñado que era todo de luz y sobre un prado mucha gente saludaba con cariño… Y era todo alegría y yo era un niño, –pantalón corto y labios encarnados–, y un ángel de verdad, guapo y alado, me enseñaba a leer en mi destino. ¿Quieres hoy repasar tu vida entera y seguir adelante, o regresar, sin perder la memoria, a subsanar tus pecados y errores a la Tierra ? Y ahora el niño se hacía más pequeño ¡y rompía a llorar allá en el Cielo ! YA ESTÁN NUESTROS PIES PISANDO TUS UMBRALES.

Page 12: E.- sintiendo tu presencia · E.- sintiendo tu presencia . Serie celeste, V) “Descubre tu presencia, y máteme tu vista y hermosura ; mira que la dolencia . de amor, que no se cura

12

Me he dado cuenta, Lecheimiel, que habíamos traspasado justo el umbral

del once, del número defectivo, aunque maestro, de la preparación, y que ya nuestros pies estaban hollando tierras nuevas, reedificadas sobre viejas ruinas y profecías no cumplidas.

Estamos, como los discípulos que acompañaban a Jesús en el glorioso aunque efímero Domingo de Ramos, justo ahora, como dicen los americanos, atravesando el umbral. Quizás pueda decirse ya, como asegura Kryon, –a quien dentro de pocos días voy a tener el gozo de escuchar en directo con este par de oídos, yo que le he leído hasta ahora con este par de ojos–, que ya hemos cruzado el umbral de la Nueva Era, y el puente de las Espadas, las viejas ame-nazas y temores, que no se han cumplido, desde luego, aunque están trayendo muchos otros terrores que parecen prepotentes, si no nos agarramos a la doble barandilla del amor y de la esperanza.

Sí, amor, Lecheimiel. En estos escritos providenciales tuyos y míos, o mejor, del Espíritu de Amor que nos une, ya estamos en el folio número doce, y aquí no ha pasado nada que no sea bello y armonioso entre nosotros dos.

Me das fuerzas y alegría para seguir curando al Richi, (desaparece algu-nas noches pero no desespero), y de hacer servicios de caridad con esa enfer-ma amiga y sus cuidadoras. Aprovecho las horas de sueño en las frías noches, para dormir un poco mejor, y por el día, en los cortos momentos que me conce-des, aún encuentro tiempo para componer poemas y ponerme al habla contigo, por quien suspiro en todo momento.

Hermano, por una parte me gustaría insertar aquí unas cuantas poesías antiguas que hablaban de las viejas profecías apocalípticas que ahora están ya trasnochadas, gracias a la elevación de la conciencia colectiva. Por otra parte, no quisiera, y no quiero, salirme ni un ápice de tu inspiración.

Ir solamente adonde tú me lleves, amor. – Muy bien, hermano amado. Estoy contigo siempre y en todo momento

de tu vida, regida sí por números de reloj y de calendarios, pero inmersa to-talmente en la atemporalidad del amor que sientes por mí y por toda la Crea-ción reflejada en mi ser. Desecha todo temor y toda prevención.

Una vez más te digo, amor, que la confianza es tu principal obra sobre la Tierra.

No te olvides de mi ser de Teresita, incluso de Francisco de Asís, que si en alguna materia me doctoré en esas preciosas vidas, y lo hice por ti, amor, fue precisamente en la confianza sin límites en el Amor Misericordioso.

Page 13: E.- sintiendo tu presencia · E.- sintiendo tu presencia . Serie celeste, V) “Descubre tu presencia, y máteme tu vista y hermosura ; mira que la dolencia . de amor, que no se cura

13

En último término, hermano, todos los avatares de la Historia Humana, y dentro de ella, como formando parte activa de su concienciación, la nuestra, estaban previstos por el Padre Celestial, al que Jesús nos enseñó a invocar con la sencillez de los niños : “Papá nuestro que estás en los cielos…, hágase tu san-ta Voluntad, así en la Tierra como en el Cielo”.

No vamos a inventar, ni invocar, amor, nada más sublime que esta con-fianza filial que nos enseñó y para cuya conciencia nos capacitó el amadísimo Maestro Jesús.

Comienza, si quieres, cariño, por el poema que acabas de componer en simbólicos dodecasílabos, AHORA. En este “ahora último de tu reloj”, aunque no sabías en absoluto lo que iba a salir de tu ansiosa pluma, “ropaje simbólico del Espíritu Santo”. Recuerda, mi bien, que yo te avalo espiritualmente en todo cuanto hagas, aun cuando seas tú, formalmente, el que “das la cara” ante tus lectores. Todo esto que ya sabes, amor.

– Sí, mi Rey. Es así : LA DANZA DEL TIEMPO Álzase el velo de la Inmortal Presencia, aquél que vela ante las jambas vivas del gran Misterio de la Memoria eterna que fragua en oro las vidas de los santos que regresaron de los sepulcros yertos trayendo en vilo al Cristo redivivo. Y tú y yo somos, rescatando la Historia de entre los pliegues impíos del olvido. Y es Cristo mismo, Aquél que prometiera, resucitado por el Amor, primero, estar presente cuanto surgiese el Reino que sólo el Hombre tendría potestad de instaurar en una Tierra renovada, mientras en el Tiempo su presente avanza. Tejido en amor es el velo inconsútil, que mejor futuro desvela en la danza cuanto del pasado recobra en Memoria.

Page 14: E.- sintiendo tu presencia · E.- sintiendo tu presencia . Serie celeste, V) “Descubre tu presencia, y máteme tu vista y hermosura ; mira que la dolencia . de amor, que no se cura

14

¡Oh hermano celestial,Trovador de Nuestra Señora de los Ángeles, cuán diferente, como de la noche al día, es esta poesía que acabas de darme, de aquella otra que alguna otra Musa me inspiró, –con permiso del YO SOY, claro–, hace algunos años, cuando aún estaba un poco lejos el umbral del doce : doce, aun cuando ya había tenido lugar la “Convergencia Armónica” del once : once, de cuyo evento yo por entonces sólo había percibido muy vagas noticias.

Por entonces yo escribí varias poesías apocalípticas, que no carecen de belleza y de misterio, pero se inspiraban en otras fuentes, de lo que parecía estaba por venir.

Tú mismo, amor, Lecheimiel, al pasar tu propio umbral mediante tu salida de tu hermoso cuerpo en noche sosegada, a través de la técnica del “walk-in”, que me diste a conocer después, y al irte a finales del siglo pasado, colgado del mismo árbol del amor del que también pendió el Maestro, asido de dos brazos insuficientes para mantenerte en vida, y permutando ésta “a cambio de mi cie-lo”, fuiste, oh Pastorcico, víctima de aquellas profecías y presagios que habla-ban de juicio, pero de un juicio establecido por el mismísimo AMOR :

“Y al cabo de un gran rato se ha encumbrado sobre un árbol do abrió sus brazos bellos, y muerto se ha quedado, asido de ellos, el pecho del amor muy lastimado”. Pues mira, Lecheimiel, como contraste, estas profecías del YO SOY, que

ahora te ofreceré. Pero, antes, y para no dividir un acróstico entre dos páginas de este directorio, pondré una breve, como resonancia de tus angustias y tris-tezas amorosas, –tus “saudades” que dirían los portugueses–, para que también veas las mías por aquel entonces, cuando aún soñaba todos los días con volver a verte :

LA HORA PROPICIA ¿No me oyes, poesía ? ¿Cómo yaces dormida a aquestas horas, en que antes solías abrirme sin demoras, si a mi pecho llamaba, donde moras ? ¿Por qué, pues, hoy retardas la hora de la cita vespertina, así dándome largas, si ves que ya declina la hora más propicia en nuestra esquina ? Después será ya tarde,

Page 15: E.- sintiendo tu presencia · E.- sintiendo tu presencia . Serie celeste, V) “Descubre tu presencia, y máteme tu vista y hermosura ; mira que la dolencia . de amor, que no se cura

15

si dejas que las sombras se deslicen y mi lámpara no arde hacia la hora en que dicen : “¡Que llega vuestro esposo, recibidle !” Pero es la que sigue, la que hace contraste con la que hoy me has dado :

FUERTE CONTRA DIOS, ISRAEL (acróstico) F igura vacía es la Historia que pasa. U fana se jacta de su poderío, E nsalza del hombre su libre albedrío, R elegando a Dios en su Cielo de farsa… T iénese por sabia maestra de la vida, E stúpida boba que siempre repite C urso de primaria. De todos prescinde, O rdena los hechos a su antojo, y grita : ¡N inguna falta hace que Cristo gobierne ! T ranquilidad finge, que tranca enarbola, R emedando paz, dispone camorra. A l mundo divide : Sur-Norte, Oeste-Este… D iciendo : “Un poquito y seré el Paraíso, I gual o mejor que el que el cura predica !” O bscena, rebelde, deslenguada, impía, S in saber aún sigue que el Juicio ya ha sido ! I d vosotros, hijos, mientras tando viendo S ignos claros, ciertos, de mi fiel regreso… R ogad a Dios Padre que os mantenga fuertes A la hora del llanto y el crujir de dientes… E n Jerusalén os convoco y os doy L a clave del “Día” y sabréis que YO SOY. – Muy bien, papaíto, e hijo de mis entrañas. Déjalo por hoy, amor, que es

el folio número 15, hora de adentrarse en el Monte Carmelo de la Perfección que es Cristo. Poquito a poco me irás enseñando todas tus gracias y yo estaré contentísmo de celebrarlas contigo. Hasta mañana, amor.

– ¡Hasta el siempre HOY, amor ! ESTA NOCHE, SPAGUETTI

Page 16: E.- sintiendo tu presencia · E.- sintiendo tu presencia . Serie celeste, V) “Descubre tu presencia, y máteme tu vista y hermosura ; mira que la dolencia . de amor, que no se cura

16

Amor, Lecheimiel, este título he puesto, porque es lo primero que he sentido. Este es el trato, mi Rey, dejarme llevar completamente de tu mano, sin premeditar a dónde puedas querer llevarme.

Soy feliz, mi fratellino, de dejarme conducir así por ti, cerrando los ojos, como cuando de niños jugábamos a la gallinita ciega.

Bueno, la verdad, es que, al escribir ese extraño epígrafe, había, por su-puesto, un pensamiento concomitante, que no podía ser otro que el significado obvio de las palabras : y es que pienso, sí, hacerme spaguetti en tu memoria, amor. Porque es sábado, y como no he podido hacérmelos al mediodía, pues quiero celebrar el shabat contigo esta noche, con calma y tranquilidad. Es una costumbre que casi he adoptado como un rito.

Mientras como los spaguetti, sentado frente a tu silla vacía, que sitúo a mi lado para que cada comida sea un ágape de amor eucarístico contigo, mi Rey, y rehago la dulce historia de las comidas de Roma, donde me sentaba todo aquel memorable año frente a ti, como ya expliqué a los lectores en los prime-ros libritos de Lecheimiel, me siento acompañado y bendecido por tu presencia. Así que, si encima son spaguetti lo que como, que es lo que allí comíamos cada día, la fiesta es doble, amor.

¡Qué extraño parece, según se mire, que se me quedasen tan profunda-mente grabadas en el alma todas tus impresiones, y en cambio haya olvidado otros muchos detalles que conciernen a otros, a otras vivencias menos profun-das ! ¡Casi tan extraño, amor, como que otros hermanos que nos rodeaban no se dieran cuenta de cuánto te amaba !

También, mi Rey, tenemos, –digo “tenemos”, en plural, pues todos los poemas me ayudas tú a componerlos–, una florecilla de estas vivencias eucarís-ticas que consistían precisamente en compartir tu vista y hermosura con la magnífica y para mí novedosa costumbre, entonces, de hartarme de esa pasta asciuta tan típicamente italiana, y que tanto me gustó. ¿O me gustó tanto y me sigue gustando esa comida precisamente porque la comía contigo, amor ?

¿No tiene la misma explicación que el por qué me gustó también tantísi-mo la lengua italiana que logré aprender en pocos meses mucho mejor que todos mis compañeros de estudios rápidos que me acompañaron desde España ?

¿No es verdad que la letra “con sangre entra”, pero que este dicho de la sangre ha sido siempre malinterpretado ?

Fratellino-sorellina, mi bien. Como veo que por ahora no quieres tomar la palabra, paso enseguida a retransmitirte aquí mismo aquel poema en que se conmemoraban aquellos momentos de gracia y de arrobamiento en tu presen-cia :

Page 17: E.- sintiendo tu presencia · E.- sintiendo tu presencia . Serie celeste, V) “Descubre tu presencia, y máteme tu vista y hermosura ; mira que la dolencia . de amor, que no se cura

17

ALIMENTO DE DIOSES Mi guía bienamado, aún no hemos hablado del pan que compartimos, –consagrado–, cuando aún comías a mi lado. ¡Qué dulces sabían los manjares, aunque en vez de pan hubieran sido las piedras del desierto convertidas, por la pura potencia de tu amor, en proteína almibarada, de vida eterna saturada. No sólo pan me ofrecías de tu mesa, sino alimento de dioses, sin palabras, en amor transubstanciado. Por tu sola presencia bendecido, por vida canjeado. Pues pura vida ahora se revela el tiempo transcurrido desde aquel último ágape sagrado hasta este verde retozar en tu pasto delicado, que cubre mi estéril pradera de otros tiempos, hoy, por tu gracia fecundada, en rica mesa transformada… Con diarios manteles revestida, para que el dulce huésped invisible, pero fiel a mi cita, más que el sol a su aurora, pueda ser por el Dios vivo concitado. Todo vida rebosa, para que el pobre, hoy invitado, infunda, a su vez, vida al viejo desierto desecado, empedernido por el hambre de los siglos… – ¿Ahora, hermano, que has buscado y transcrito la poesía cuya letra

precisa apenas recordabas, te das cuenta de por qué no te había hablado ante-s ?

Tú mismo lo dices : “No sólo pan me ofrecías de tu mesa, /sino alimento de dioses, /sin palabras, en amor transubstanciado.”

Importantísima es la palabra, hermano, pero nada vale, incluso es des-tructiva, si no sale del corazón.

Page 18: E.- sintiendo tu presencia · E.- sintiendo tu presencia . Serie celeste, V) “Descubre tu presencia, y máteme tu vista y hermosura ; mira que la dolencia . de amor, que no se cura

18

Recuerda lo que escribimos en FLORES DE PASCUA, concretamente en la flor número 16, “El Trino”, transcribiendo de una de nuestras CARTAS DESDE LA

ETERNIDAD, y a su vez, copiando del famoso libro LA RESPUESTA DEL ÁNGEL : “La Palabra es sacramento. La Palabra es el cuarto plano revelado. Es sagrada. Es la cuarta manifestación. LA PALABRA ES EL PUENTE ENTRE MATERIA Y ESPÍRITU. … El cuarto plano, es el cimiento de la nueva casa, sustancia de la verdad. Ten respeto a la palabra, no juegues con ella. No la perviertas jamás, porque aquí, a partir de la boca, lo que no ha al-

canzado la liberación, lo falso, la mentira, se derrama hacia abajo y corrompe los planos inferiores.

Esto es la enfermedad. Pero la Palabra tiene un poder liberador, puede elevar. Puede redimir los tres planos inferiores. Sólo el hombre posee la palabra. Vosotros habláis en nombre de Dios. También yo necesito hablar a través de “la que habla”, porque no tengo boca. Tendré una, cuando estemos unidos y seamos UNO. ¡Que el Cielo os bendiga !” Por tanto, mi Rey, no te extrañes de que a veces yo no prodigue mis pa-

labras cuando tú no estás vibrando con el tono suficiente, pero sepas que yo te miro siempre en sagrado silencio, como te miraba en Roma, cuando comías tus spaguetti frente a mí.

– Aquellas miradas tuyas, hermano de mi alma, cuando te sorprendí de vez en cuando y tú disimulabas por las razones obvias de escrúpulos y timidez que tantas veces hemos explicado, me quedaron impresas en el alma.

Son motivo especial de agradecimiento, y por tanto, amor, son tema que ahora ilustra nuestra vida eucarística continuada.

Ahora, fray Amore, permíteme que, como palabra de acción de gracias anticipadas por los spaguetti que hoy vamos a compartir, también inserte aquí, a modo de salmo el poema que hemos arreglado hoy, en que también se alude a los panes y los peces multiplicados por el Señor :

Page 19: E.- sintiendo tu presencia · E.- sintiendo tu presencia . Serie celeste, V) “Descubre tu presencia, y máteme tu vista y hermosura ; mira que la dolencia . de amor, que no se cura

19

Es uno de los poemas apocalípticos que te había prometido, pero, al cam-biarlo se ha hecho más positivo y mucho más social, como debe ser todo ágape, hermano. ¿Verdad ?

EL CORAZÓN DE ACUARIO Sueño indeciso entre las musas infinitas, letras arábigas, innúmero escuadrón. Salen las décimas del hondo la caverna, rompen las gélidas el amplio cinturón. No sabe Sísifo si pace entre las flores…, traga el tubérculo…, o rompe el cascarón… Último dígito ya salta entre los dedos, aunque hay apenas innata protección. Sube el que nace entre cenizas. Y el que esparce recias alfombras de suicida baldón hiere al que viene rodeado de milenios… ¡Dos que antes eran, ahora tres ya son ! Y aquéllos que quedan, iguales a los muertos, la vida aborrecen que mata la ilusión. Ya todos vivirán del aire generado y sorberán el agua que sopló el dragón. Dos más tres ceros cual los cinco panes eran con peces en la hierba que narra el Pregón. Navega entre los Astros la Tierra en Acuario ¡Mas falta Aquél que viene a abrir la sesión tal vez en Otoño, tal vez en Primavera : “¡Éstos son los míos, éstos también lo son !” Entonces pacerán los vivos con los muertos… ¡Y a “los Buenos”, quizás, les duela el corazón ! – Gracias, cariño mío. Por hoy ya has trabajado bastante. Déjalo y prepa-

ra para los dos esa magnífica cena que compartiremos con toda la Humanidad reunificada.

Hoy inauguran en tu Patria un Forum del diálogo y de las culturas. Te aseguro, hermano, que muchos ángeles desde el Cielo velamos porque tenga éxito. Tú y yo, fratellino, ofreceremos nuestra particular “Misa” por esta in-tención, para que a ningún “Bueno” tenga que dolerle jamás el corazón.

Adiós, amor. – ¡Hasta siempre AHORA, amor ! EN ESTA DULCE ESPERA

Page 20: E.- sintiendo tu presencia · E.- sintiendo tu presencia . Serie celeste, V) “Descubre tu presencia, y máteme tu vista y hermosura ; mira que la dolencia . de amor, que no se cura

20

Es ésta, amor, una dulce mañana de un lunes, en que ni llueve, ni hace sol.

Ni frío, ni calor. El Richi está en paz, y casi curado y nadie llama por el móvil. Gracias. Gracias. Gracias, Lecheimiel.

Nada pasa en este mundo en espera de la Nueva Jerusalén, y no me lle-gan más noticias que las de tu fuerte presencia.

Es un “sabor” a ti, inconfundible pero indescriptible. Tengo poca electricidad en mis baterías, pero una gran emoción en el al-

ma, cuando decido escribir primero a mano unas cuantas liras a lo divino, al es-tilo de las de la Llama de Amor Viva de San Juan de la Cruz, hermano, porque necesito rememorar tu amor, tus visitas celestiales, y el misterio profundo de tu alma penetrándome hasta los tuétanos.

Y he aquí, mi Rey, lo que hemos escrito con gran facilidad entre tú y yo, cuya gloria, aunque efímera, es nuestra, de los dos, y por tanto mi Cielo en tu Tierra, y también, –me atrevo a decirlo–, el tuyo en la mía :

TOMASTE EL ATAJO Arriesgaste tu vida, dejando el Templo oscuro en plena noche limpio y sosegado. Tu dicha merecida pusiste en lo inseguro de un amor tal vez muerto y olvidado. Que en el alma sentías, con tristeza infinita, la nostalgia invencible de un pasado que tú bien te sabías, ya en tu madre bendita, tuyo ser, por la mía regalado. Desnudo te miraste con la huella imborrable que dejara en tu pecho mi promesa… Y allí mismo juraste tu Cielo perdurable canjear por mi amor en esta empresa. Así es como volviste, por antiguos atajos,

Page 21: E.- sintiendo tu presencia · E.- sintiendo tu presencia . Serie celeste, V) “Descubre tu presencia, y máteme tu vista y hermosura ; mira que la dolencia . de amor, que no se cura

21

a hollar mi triste noche oscurecida. Y en ello preferiste vestir estos andrajos de mi gloria contigo compartida. – Sí, hermano y esposo mío, esta es una de las poesías que has compuesto

con mayor emoción, en espíritu y verdad, porque yo estaba en la punta de tus dedos, y en el borde de tus ojos por donde fluían las lágrimas, como ahora mismo fluyen como perlas que atestiguan tu gran ternura y sinceridad.

Todo cuanto has expresado en esos maravillosos versos “a lo divino”, son mi más pura verdad.

¡Te amo ! No digas nada más, mi bien. Esta ha sido mi respuesta a aquella pregunta

que no formulaste en tu tímida declaración de amor, en nuestra “luna de miel”, cuando yo no me atreví a responderte abiertamente, aunque, sí, te respondí a mi manera, pidiéndote un abrazo al estilo de fraile, cuando nos despedíamos.

“Fue nuestra luna de miel una promesa de amores sublimados. Arras de bendición un solo abrazo en los pliegues del Tiempo sepultado”. Tú, hermano, estabas tan obsesionado con no herirme, con demostrarme

y demostrarte tus buenas y sanas intenciones al suplicarme que te concediera simplemente y con naturalidad mi sonrisa, que apenas te atreviste a abrazarme.

Por otra parte, amor, bien capté que el tuyo era un amor purísimo, cuyas raíces espirituales por entonces ignorabamos. A la vez que me suplicabas, te excusabas preventivamente de toda posible interpretación y aun connotación sexual. Por eso rápidamente archivaste en el subconsciente aquel abrazo casto que nos dimos, en verdad como arras de bendición.

Allí mismo nos alcanzó la bendición : ¡Aquel día, hermano, mucho más me enamoré de ti !

“Tu me lo dabas, mas ninguno sabíamos que era nuestro contrato acorde con la Esencia compañera que en Dios nos regalaba eterno abrazo”. No obstante, mi tierno fratellino, ayer dialogábamos sobre la Palabra y

con la Alta Instancia que dictó LA RESPUESTA DEL ÁNGEL, la ensalzábamos como puente entre la materia y el Espíritu.

Page 22: E.- sintiendo tu presencia · E.- sintiendo tu presencia . Serie celeste, V) “Descubre tu presencia, y máteme tu vista y hermosura ; mira que la dolencia . de amor, que no se cura

22

Por tanto, Rey mío, en esta mañana de pocas palabras, yo he querido con-cederte este regalo en liras a lo divino que por primera vez en tu vida has com-puesto y no desmerecen en nada de las del Santo Poeta Juan de la Cruz.

Ahora quiero, oh hermanito añorado de mi corazón humano, –más humano que nunca–, que pongas aquí para terminar este intercambio amoroso esa otra poesía que compusiste cuando “creíste” recordar entre sueños y dudas, ese bendito y dichoso y único abrazo que nos dimos cuando yo aún estaba en mi carne fresca y sonrosada.

Escribe, amor, y hasta mañana. Ahora no sólo te abrazo con el mismo abrazo prolongado que entonces te di, sino que vuelvo a besar tu boca con el mismo beso que te otorgué en sueños, y que no terminará jamás :

EL RECUERDO DE UN ABRAZO Un cariñito, mi amor, me has dejado esta mañana, un sueñecito, una flor de una memoria lejana. Entre el cemento perdida, humildísima violeta, abriendo paso a la vida que florece en la cuneta. No se olvida de ella el sol, ni el rocío la desprecia, que en su subido arrebol todo un dios de ella se precia. Y esa flor es un abrazo que yacía aquí olvidado en mi dormido regazo, y tú me lo has despertado.

Page 23: E.- sintiendo tu presencia · E.- sintiendo tu presencia . Serie celeste, V) “Descubre tu presencia, y máteme tu vista y hermosura ; mira que la dolencia . de amor, que no se cura

23

“¡ARRANQUEMOS !” Tú lo sabes muy bien, cariño mío, ermitaño de mi corazón de ángel. Sabes

muy bien qué significa esa palabra que has puesto entre admiraciones y comi-llas, en esta mañana soleada en que te dispones a emprender un viaje protegi-do, como el de Tobías.

Rafael y yo estaremos contigo y con tu acompañante providencial que, desde largo tiempo atrás, te ha sido asignada con amor eterno.

No sufras por mi gatito, el Richi, porque también te lo cuidaremos entre Rafael y yo. El Amor de Dios, herido y resucitado para ti, se convertirá en Me-dicina de Dios, saludable para tu alma y tu cuerpo, hermano.

También te ayudaremos, si quieres, a dejar de fumar, o, al menos, a que controles este “apetito desordenado”, del que en otro tiempo escribiste en esa Ciudad a la que te diriges, hermano.

También, fray ermitaño de mis entrañas, humanas, más humanas que nunca, en su día se te dio a componer una poesía jocosa sobre este hábito al que estás tan enganchado, que luego podrás transcribir.

Incluso una noche no muy lejana, amor, soñaste conmigo acerca de este tema. ¿Recuerdas ?

– ¡Claro que recuerdo, Lecheimiel ! En aquel sueño, te sorprendí a ti, mi ángel hermoso y delicado, fumando.

Y me dio mucha pena. Te pregunté : “¿Desde cuándo fumas ?” Y tú me respon-diste : “Desde hace un año”. Y yo : “¡No, por favor, Lecheimiel, tú no fumes, amor. No te pega !” Entonces tú me preguntaste : ¿”Serías tú capaz de dejar-lo ?” A lo que yo te respondí : “¡No !”. Entonces tú te echaste a reír. Luego, dándome cuenta de que había pronunciado una tonta respuesta, puesto que nunca se debe decir “No puedo”, corregí : “Bueno, con tu ayuda, sí. ¿Me ayu-darás, verdad ?”…

Y así acabó el sueño. Me di perfecta cuenta de que tu respuesta de que fumabas desde hacía

un año, correspondía al tiempo en que se ha consumado nuestro matrimonio es-piritual y tú habitas plenamente en mi alma. Por lo cual, te has convertido, por decirlo de alguna manera, en “fumador pasivo”, pues te tragas todo el humo y el mal olor con que yo mancillo mi santo Templo.

¡Oh amor, amor, amor ! ¿Hasta cuando ? Sólo me consoló, de aquel sueño, hermano Lecheimiel, el que tú te rieses,

quitando importancia a este tormento mío que ya dura tantos años.

Page 24: E.- sintiendo tu presencia · E.- sintiendo tu presencia . Serie celeste, V) “Descubre tu presencia, y máteme tu vista y hermosura ; mira que la dolencia . de amor, que no se cura

24

En honor de tu risa, Lecheimiel, hoy te dedicaré la poesía que has men-cionado :

UN MOMENTO DE CORDURA Con arrimo y sin arrimo del cigarrillo famoso, yo, que fumo, SOY dichoso de SABER por qué lo afirmo. El cigarrillo es de humo y es humo que lleva el viento, y me recuerda el momento que se fue, del que presumo. El fumar también es fuego que se consume en cenizas, y si al pulmón hace trizas, consúmese en fuego el ego. Las cenizas son de tierra, y entierran al hombre en vida. Luego… a la tierra es debida vida que fumando yerra. Si uno entre “yerros” se ahoga, aun sin humo en la garganta, el que fuma ya no canta, que se ahorca con su soga. Ya está con el agua al cuello el que se droga y no puede ni vivir con lo que tiene : aire, agua, tierra y fuego. También los cuatro elementos vanidad de vanidades son, que pasa, si en verdades no trasciendes su momento. Así, el cigarrillo ayuda a comprender bien la vida : un momento de mentira, si en SABER no se transmuta.